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Los Incas no conocieron un tipo de escritura, uno de los factores que hace difícil
conocer más acerca de nuestro pasado. Pero inventaron un ingenioso sistema, que
facilitó las labores administrativas y políticas del Tahuantinsuyo. Este sistema de
recuento es conocido como el sistema de los Quipus.
Estos Quipus estaban constituídos de un conjunto de cordones, con nudos
espaciados, de diversos tamaños, que en algunas ocaciones servían para llevar las
cuentas y en otras servían para recordar hechos pasados o recientes. Según algunos
estudios realizados los Quipus habrían tenido un carácter estadístico, como sistema
de numeración, para llevar la contabilidad de la población, de los nacimientos, de
las tierras, del ganado, de las cosechas, de las reservas del Inca, etc.; y en otros
casos, se les utilizaba para recordar, con cierto carácter histórico.
Los Quipus, estaban destinados al uso de una cierta élite, ya que solamente podían
ser interpretados por unos funcionarios especializados llamados Quipucamayocs.
Las primeras instituciones educativas fueron creadas por Inca Roca y perfecionadas por
Pachacútec.
Al lado de la educación masculina existía una educación femenina, dada por las
Mamacunas en el Acllawasi. Era una enseñanza práctica, predominantemente doméstica.
El principal Acllawasi funcionaba en el Cusco. Existían otros en poblaciones principales
del Imperio.
La posición social del educador fue elevada, hecho que contrasta con la del pedagogo
griego que fue, por lo común un esclavo. Como tipo social, al Amauta es un ejemplo en
la historia universal. El educador tuvo un rango mayor en el incario que durante la época
colonial y republicana.
Escuelas
Los Incas se
sentían llamados
por los dioses
para dar a conocer
su civilización.
Los padres eran los educadores por excelencia entre la gente común. Enseñaban a los
varones a cultivar, cazar, hacer cerámica, tejer, y a las mujeres a cocinar, limpiar y cuidar
a los animales.
Aparte de esta instrucción, se ocupaban de ilustrarlos sobre el comportamiento social
adecuado. Esta educación tenía una doble vertiente: positiva, de buenos consejos, y
correctiva, castigándolos cuando violaban las pautas de comportamiento establecidas.
Los castigos se proferían, a veces, de forma muy violenta, como azotando o rasguñando
con espinas muy filosas.
Tras los padres, los ancianos constituían el segundo nivel pedagógico. Su influencia
educativa era enorme porque se los consideraba depositarios de dos valores
fundamentales: experiencia y tiempo.
Sólo los hijos de la familia real y de los nobles concurrían a las escuelas. Se creía que las
ciencias le pertenecían solamente a ellos.
La enseñanza de las escuelas se limitaba a aprender contenidos de memoria. Comprendía
un extenso programa de religión, gobierno, urbanidad, arte militar, cronología, historia,
educación de los hijos, poesía, música, filosofía y astrología.
Los maestros se llamaban amautas, que es sinónimo de sabio o filósofo, y eran muy
estimados.
Las escuelas se concentraban en un barrio de Cuzco y se denominaban Yacha huaci, o
casa de enseñanza. Allí vivían los amautas y los haravec, o poetas.
Lo verdaderamente sorprendente es que toda esta enseñanza la hicieran con tan sólo la
ayuda de los quipus, o cuentas de nudos, donde registraban su historia, su legislación, su
demografía y los ingresos y gastos estatales.