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Introducción.
La presente investigación se inicia a raíz de la realización de un diagnóstico
socio-cultural en las comunidades nativas de Morillo, Chumbaquihui y Pampamonte
pertenecientes al grupo étnico Quechua-lamista; efectuado en mayo de 1997,
organizado en forma conjunta por la Universidad de San Marcos y CAAAP en
convenio con la Federación Quechua-Lamista (FEPIKRESAN).
*
La Provincia de Lamas se encuentra ubicada a 809 m.s.n.m. y a 450 m. sobre el nivel del río
Mayo, entre los Paralelos 5° 71’ y 6° 54’ latitud sur y entre los meridianos 77° 5’ y 75° 56’ longitud Oeste,
posee una extensión de 6081,40 Km 2 (Cahuasa, 1993: 11), la población censada en 1993 es de 67,253
habitantes, entre los principales caseríos del Bajo Mayo que conforman la Fepikresan tenemos: 1) Morillo,
2) Chumbaquihui, 3) Pampamonte, 4) Chiricyacu, 5) Aviación, 6) Chumchiwi, 7) Alto Pucalpillo, 8)
Yurilamas, entre otros.
1
I.- Repensando el origen lamista como grupo.
Abordar el origen Quechua-Lamista como “grupo étnico” nos remite
necesariamente a mencionar dos hipótesis, que tratan de explicar dicha problemática.
La primera enfatiza la “ascendencia Chanca” de los lamistas. “El argumento más
común que se esgrime a favor del origen Chanca de los Lamas es la existencia del
barrio Ancohallo, nombre del jefe de los Chancas, vencido por Túpac Yupanqui”
(Scazzocchio, 1983: 208; Ver Ramírez 1994: 10; Puga 1989: 82; Atlas de la Cultura
Peruana 1998, I: 5). Es de esta manera que dicho enunciado alude al momento
histórico1 en que Túpac Yupanqui encarga la realización de la segunda campaña hacia
el Chinchaysuyo a su hermano el general Cápac Yupanqui, quien tuvo entre sus filas a
los vencidos y sometidos chancas, tomándose en esta batalla la fortaleza de Urco
Colloc, hecho en el que sobresalió Ancohuallo, caudillo Chanca. Dícese que su actitud
contumaz y destreza bélica, produjo recelo y temor entre los Orejones Quechuas,
quienes dictaminaron la muerte de Ancohallo y los suyos. El aludido se percató del
complot establecido y dispuesto a evitarlo, huyó con los suyos incursionando a la selva
del Huallaga (Espinoza 1990: 82; Jáuregui, López 1990: 9; Scazzocchio 1979: 137).
¿Es factible y viable hablar de un supuesto asentamiento poblacional Chanca en la
Colina de Lamas antes del contacto hispano?. Para responder la interrogante es
sugerente señalar lo acotado por Scazzocchio:
1
Al respecto Yolanda Jáuregui y Rubén López aducen que Los Chancas en su huida del ejercito
incaico –liderado por Túpac Yupanqui- en un primer momento y del español Alonso de Alvarado en
segunda instancia (1539) habrían incursionado en los Valles Fértiles del Huallaga, tomando
distintas direcciones un primer grupo descendió del Huallaga dando origen a Chazuta y otra
agrupación -Chanca- importante con su jefe Ancohallo dominó la estratégica altura de Lamas
(Ibíd., 1990: 9) Scazzocchio refutara la última premisa señalando que ni en las crónicas de
Céspedes Prieto, ni en las fuentes Jesuitas hay mención alguna de Ancohallo añadiendo que la
cumbre de la colina no estaba ocupada cuando Riva Herrera decidió instalarse en el Fuerte de San
José en 1653 (1983: 208) Por tanto, habría que verificar en las fuentes (históricas) de primera
mano que tan fidedignas son las afirmaciones acotadas por Jáuregui y López.
2
Ya que descartar el origen chanca resultaría una tarea muy precoz, giraremos nuestra atención
hacia la aceptación de su presencia, por lo cual sería necesario remitirse a las dificultades
sociales, culturales, económicas y ecológicas que habrían experimentado ante un nuevo y
desconocido escenario, que se encontraba habitado por desconocidos inquilinos –los otros–
insertos en una determinada conjunción intertribal, caracterizada por la hostilidad y un sistema de
alianzas que permitía y dinamizaba la coexistencia. Por lo expuesto, adecuarse a este tipo de
sistema interétnico y situaciones configuradas también al medio ecológico hostil y agreste, habrían
confabulado en no hacer su estadía paradisíaca al nuevo inquilino Chanca.
2
Por las limitaciones descritas, nos inclinamos más hacía la veracidad de la
segunda hipótesis, cuyo argumento central es la existencia de una diversidad de
grupos étnicos (Tabalosos, Lamas, Amasyfuenes, Cascabosoas, Juamuncos,
Muniches, Suchiches, Poyunancos) asentados en la región central del Huallaga (ver
Relaciones Geográficas de Indias 1965, IV: 256; Scazzocchio 1979: 138; Weiss, 1959:
13-14; Regan 1993: 103) previo al contacto español, los cuales fueron reducidos y
reagrupados por las entidades hispanas, quienes le impusieron y asignaron ciertos
patrones organizacionales, elementos y atributos.
Asimismo, Regan señala: “grupos étnicos que hablan distintos idiomas, muchas
veces antagónicos y rivales fueron agrupados bajo el sistema de encomienda y
peonaje, reunidos en la ciudad de Lamas” (1993: 103). Por lo tanto podemos
vislumbrar la dimensión política y el matiz antagónico de las relaciones, pero habría
que enfocar paralelamente los mecanismos que se habrían estructurado para disipar o
aplacar el conflicto, creando un espacio apropiado para la coexistencia3, al menos
temporal, como por ejemplo las distintas alianzas establecidas como matrimonios,
acuerdo en el acceso a recursos, comercio o intercambio pacífico, asentamiento en
zonas estratégicas.
3
Al respecto Scazzocchio señala: “Parece ser que todas las pequeñas naciones del Huallaga
Central y del Bajo Huallaga llegaron a articularse unas con otros en una vasta red de alianzas y
hostilidades que se extendían hasta los afluentes de la ribera izquierda del Marañón” (1983: 203).
3
Este tipo de análisis se complementaría con la sugerencia propuesta por Alonso
Zarzar -a propósito del estudio realizado por el autor en la zona del bajo Urubamba y
el alto Ucayalí (1983)- una previa localización y distribución de los asentamientos
poblacionales4 en este caso, en los valles del Mayo y Sisa, añadiendo la posibilidad de
reestructurar las relaciones étnicas inter-regionales, entre selva y sierra manifestando
dicha interacción por ejemplo a través de uno de los ámbitos de la vida social, el
comercio, lo que él denominaría “comercio inter-regional”5.
4
Scazzocchio da indicios de una cierta reestructuración de la localización y forma de distribución de los
asentamientos poblacionales, al respecto: “la persistencia no solamente de trazos culturales como el
rapado, entre muchos, sino también formas culturales, como la residencia en caseríos lineales dispersos a
lo largo del río en los refugios selváticos, muestran una notable continuidad” así mismo añade: “Aunque
esta puede ser una coincidencia, se puede observar que los indios de Lamas fundaron en la Selva sus
nuevas colonias de migración por barrios, por lo tanto: por grupos de origen y en direcciones que
corresponden a formas de vida tradicional por grupos: los Salas, los Ichuiza, los Satalaya, los Soboya en
dirección al río Sisa, los Amasyfuenes en la orilla izquierda del río Huallaga Central, los Sangamas hacia
Chazuta y el norte en general” (1983: 204, 214).
5
Para un análisis en torno a la Reestructuración de las Redes de Intercambio Post-Colonial, entre
los Quechua-lamistas con otros grupos de la Amazonía es sugerente el estudio elaborado por Jean Pierre
Chaumeil con respecto a las Redes de Comercio en el Alto Amazonas, específicamente al caso lamista
dice lo siguiente: “Existían dos grandes Centros de Producción del Curare, una de las principales
monedas de intercambio en la región junto con el tabaco y la sal (Wiener, 1883: 274) por una parte los
quechua-lamista comerciaban libremente el curare con los Jebero y los Chayahuitas en el Norte, y con los
Cholón en el sur (Perrot l. Vogt. 1913: 318), Fuentes 1988: 55) estos grupos estaban incluidos en la
misma red chamánica que los lamistas cuyos chamanes tenían el monopolio del curare (Scazzocchio,
1978)” y añade: “... de una manera general la franja pie montañosa y la cuenca del Amazonas han sido
constantemente atravesada por vastas redes de intercambio que estaban basadas no solamente en
productos y bienes materiales, como acabamos de ver sino también en valores simbólicos estrechamente
ligados al chamanismo” (1994: 47).
4
Los tentáculos del contacto alcanzarían inevitablemente la región del Mayo, lo
cual no se hace esperar ya que en 1630 la presencia de dos Jesuitas que entraron por
Moyobamba conllevó a la reducción de Pandules, Tabalosos y Suchiches, fundando el
pueblo de San Miguel de Avisama con 74 personas (Regan 1993: 32).
5
reducción de los nativos a los segundos, especulación que se sustenta debido al
tiempo que transcurrió desde la llegada de los jesuitas hasta la presencia de Martín de
la Riva Herrera (y todos los títulos honoríficos que le preceden) personaje que funda
en 1656 la ciudad del Triunfo de la Santa Cruz de los Motilones (Ver Weiss 1959: 17,
Jáuregui y López 1990: 10, Cahuasa 1993: 3, Scazzocchio 1980: 29; Motilón 1995, III:
3).
7
No podemos negar la imposición del quechua como criterio y elemento de diferenciación (esfera
nativa – esfera no nativa) y uniformización de la diversidad, pero la expansión e irradiación del mismo
(dentro de la esfera nativa) obedece también a la necesidad pragmática de carácter relacional –
comunicativa entre los mismo “lamistas” y otros grupos amazónicos con propósitos de intercambio, ya que
el quechua fue la lengua vehicular del chamanismo (intercambio material-simbólico) durante los siglos
XVII y XVIII, Chaumeil señala que el repertorio de los cantos chamánicos (Ícaro) eran predominantemente
quechua en esta parte de la amazonía occidental (1994:53). Complementariamente señalar que es
imprescindible considerar en el análisis de la difusión del quechua, la migración de la que fue objeto en el
siglo XVIII la ciudad de Lamas, por parte de pobladores provenientes de Chachapoyas; situación
relevante ya que Gerald Tylor argumenta que el quechua de Chachapoyas contiene semejanzas
lingüísticas con el Quechua-lamista de San Martín. Para un análisis comparativo lingüístico es sugerente
el libro de Gerald Tylor “Diccionario normalizado y comparativo quechua: Chachapoyas-Lamas,
L’Marmattan, Paris.1979.
8
La Percepción que tenían los Jesuitas con relación “al otro” así como la dificultad que presentaba
la empresa evangelizadora es descrita en las Annua de 1635 de la siguiente manera: “Quiere su Div Majd
que todas estas cosas, que miradas a la luz humana hacen por ahora imposible esta empresa, vencida
con el poder de su brazo, dan seguro paso a los ministros de su gloria para que, confortados con su
gracia puedan alumbrar estas bárbaras gentes, que viven sepultados en las sombras y regiones de
muerte, etc.” (Relaciones Geográficas de Indias 1964: IV, 257) (Subrayado nuestro).
6
Así se edifica al estilo de una “república de indios” que caracterizaba a la zona
andina, una “esfera nativa” en oposición estructural a una “esfera no nativa”
marcadamente etnocéntrica. Al respecto, Scazzocchio menciona: “Los Lamistas
quechuas comparten la herencia colonial y justamente por surgimiento en forma de
grupo como resultado de la conquista [...] el sistema étnico que resultó de esta
situación de conquista ha regulado las relaciones asimétricas de los indios con los
españoles” (1980: 26), por lo cual se puede percibir la conformación de dos grupos o
esferas, el trazamiento de “fronteras étnicas impermeables”, entendidas esta como la
diferenciación de poblaciones interactuantes en categorías imperativas y excluyentes
que conllevan un patrón específico de comportamientos y relaciones sociales (ibidem
1980: 12).
9
Al respecto Barth menciona: “Si un mismo grupo de personas con los mismos valores e ideas se
enfrentase con las diferentes oportunidades que ofrecen ambientes diversos, seguirían entonces
diferentes patrones de vida e institucionalizaría diferentes formas de comportamiento de la misma forma,
no nos debe sorprender que un grupo étnico disperso en un territorio con diversas circunstancias
ecológicas, presente variantes regionales de comportamiento institucionalizado explícito, variantes que no
reflejan diferencias en su orientación cultural” (1969: 12).
10
Scazzocchio se refiere con “Esfera Indígena Cerrada” a todos los diversos aspectos de la vida
forestal (permanencia en el bosque por parte del nativo debido a la práctica de ciertas actividades como el
cultivo y la caza, que de alguna manera ayudan a mantener cierta autonomía grupal, reforzando la
frontera étnica (acota el autor) agregándole la interacción con otros indígenas” selváticos con motivos de
intercambio, en si una prolongación de la misma, contraponiéndole una “Esfera abierta” aquella que
involucraría las áreas de interacción con los blancos [y mestizos] (1980: 30)
7
nativa” –término propuesto por nosotros– se desarrollaba una marcada interacción ya
sea, entre los mismos “lamistas” o con otros pueblos de la amazonía con propósitos de
préstamos, intercambio y chamanismo; constituyéndose así algunos elementos de
índole selvática que constituyen la actual “etnicidad lamista”.
11
Trabajo de campo realizado en las comunidades nativas de Chumbaquihui, Chiricyacu, Aviación
y Pampamonte, pertenecientes a la provincia de Lamas, Departamento de San Martín, efectuado entre los
día 21 de Septiembre y 14 de Octubre de 1998, bajo las gestiones realizadas por el CAAAP en
coordinación con la FEPIKRESAN (Federación de Pueblos Indígenas Quechuas de la Región de San
Martín).
12
) Además de la furtiva migración descrita por el Padre Amich en el siglo XVIII hacia Lamas
provenientes de la provincia de Cajamarca y Chachapoyas (1975: 223-224 en Regan 1993: 133),
asimismo sería indispensable agregar la prolongación de la misma en el siglo XIX al respecto Álvaro Puga
menciona: Un segundo momento importante podría situarse a mediados del siglo XIX con la presencia
masiva de colonos de la sierra norte del país (Cajamarca, Celendín, Chachapoyas) estos colonos
ocuparon y compartieron muchas veces el espacio de los quechua-lamistas creando un nuevo hito en las
relaciones interétnicas con el mundo mestizo; eso significa por supuesto una nueva fuente de intercambio
y de incorporación de otros elementos a su cultura e identidad” (1989: 92). Scazzocchio propone que el
sistema étnico a través del cual interactuaban con los españoles fue cercado por un contexto social más
grande.
8
que regula las inequidades entre ambas partes de la población, si no que se prolonga,
se hereda bajo la forma de la “dialéctica de la negación del otro: “que se remonta al
fenómeno de la conquista y de la evangelización y se prolonga por toda nuestra
historia bajo la forma de la negación del otro, ese otro que puede ser indio, negro,
campesino, marginal urbano [...] contiene muchos pliegues desde el lado del
descubridor, el conquistador, el evangelizador, colonizador, el criollo y finalmente el
blanco. La negación parte de un doble movimiento, de una parte se diferencia al otro
de sí mismo y enseguida se le desvaloriza y se le sitúa jerárquicamente del lado del
pecado, el error o la ignorancia” (Calderón, Hopenhayn 1993: 27).
9
que se acentúa con la brecha generacional existente y las institucionalización del
compadrazgo.
Por lo expuesto. la identidad étnica puede ser catalogada cómo valor, en cuanto
categoría ideológicamente valorizada, tomando la misma, una cierta peculiaridad
polarizada en torno a su manipulación, la cual puede ser tomada como elección o
alternativa en contraposición de su renuncia, ocultamiento o “surrendered Identy”
(como señala Erikson) en situaciones determinadas13.
“En la base están las identidades primordiales, las de todo ser humano en
cualquier condición social imaginable: la comunidad del lenguaje con todas sus
implicancias simbólicas, la comunidad de experiencias vitales de la infancia (normas y
fórmulas comunes) [...] todo esto de cualquier manera conforma un nosotros distinto
de los otros” (1978: 142 en Zarzar, 1983: 23, 24). A su vez, Geertz señala: “Un vínculo
primordial es aquel que surge de los aspectos dados [...] de la existencia social
principalmente vecindad inmediata o vínculos de parentesco, pero más allá de ellos los
vínculos dados que surgen de haber nacido en una determinada comunidad religiosa
de hablar un idioma y de compartir prácticas sociales específicas” (1973: p 259 en
Degregori, 1993: 114).
13
Al respecto Cardoso menciona: “... una identidad latente a la cual se renuncia tan solo como un
método y en atención a una Praxis dictada por las circunstancias, pero que en cualquier momento puede
ser invocada, o actualizada. (1992: 28)
10
siempre en la infancia, agregando que las redes sociales y culturales en las que ha
nacido el infante no son camisetas de fuerza ya que, los agentes o actores sociales en
menor o mayor medida, eligen si aceptan o no las obligaciones del parentesco, si
continúan hablando el idioma materno, conservando las mismas creencias y
practicando las mismas costumbres14 (Ver Degregori 1993: 114).
14
Con respecto a este punto Degregori alude: “ Si el individuo adhiriéndose a un grupo étnico
determinado, lo hace en cierta medida por el control social ejercido sobre él o ella por organizaciones,
líderes y símbolos tales controles no son inefables ni misteriosos, pueden ser estudiados y explicados.
Esto no niega que muchos individuos permanezcan fuertemente vinculados a través de instituciones
sociales y prácticas culturales a los grupos étnicos en los cuales nacieron” (Ibid, 1993:115).
15
Barth no niega la existencia de rasgos étnicos dados, sin embargo, ellos se convierten en
recursos a los cuales los actores sociales pueden echar mano con el fin de satisfacer necesidades
tácticas.
16
Es sugerente relucir que las fronteras o límites entre los grupos no sólo se restringe a como sus
integrantes se definen ellos mismos, sino que también depende de cómo controlan los principales
recursos económicos a los que el grupo étnico busca acceso, dicho grupo puede encontrar que esos
recursos le son negados y su propia etnicidad puede convertirse no en un recurso sino en un estigma.
Más aun los grupos poderosos o mayoritarios pueden usar ese estigma como base para la discriminación
y la alocación diferenciada de recursos”. (Degregori, 1993: 115) Por tanto, podemos vislumbrar –como
sugiere Degregori– los aportes de Barth en cuanto a la introducción de dos importantes dimensiones
como son: la distribución del poder y la jerarquización entre diferentes grupos, aportes relevantes para la
problemática en estudio.
11
Para dicho fin dividiremos el presente acápite en dos secciones a saber: 1) Elementos
que configuran la etnicidad y la ruptura generacional; 2) De lo local-comunal a lo
nacional, añadiendo en como los propios nativos solidifican las relaciones asimétricas
con los mestizos a través de la institucionalización del compadrazgo y las aspiraciones
que tienen los mismos en torno a ciertos atributos del mestizo.
12
llevan una blusa blanca cerrada, de mangas largas, con adornos bordados, muy
españoles –y añade– bailan danzas serrano-españolas, con orquesta de antara,
quena y tambor” (1959 : p 21) a su vez María Heise manifiesta: “La vestimenta de las
nativas lamistas proviene de las antiguas campesinas españolas” (1994: 15) en sí otro
elemento exógeno.
En los caseríos del Bajo Mayo los términos del parentesco que utilizan para
referirse a sus parientes se da en mayor proporción en el idioma castellano, existiendo
algunos términos no conocidos en quechua, principalmente por la generación joven, lo
cual se agravará considerablemente al constatar que la población infantil no habla el
idioma materno, comunicándose únicamente en castellano, al respecto una nativa
perteneciente a la comunidad de Chumbaquihui expresa: “no quieren hablar el
quechua mis hijos, solo el castellano, no pueden pronunciar, ni hablar quechua, no les
enseño quechua, el profesor bilingüe trata de enseñarles pero mis hijos no pueden”.
2) De lo local-comunal a lo nacional.
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los mecanismos que permite la cohesión y refuerza la identidad local-comunal al
interior de los distintos caseríos, es su interrelación o interacción [intra-inter] comunal,
por medio de “encuentros deportivos” que permite [auto] definirse frente a los “otros”,
prueba de ello es la existencia de clubes deportivos que tienen como emblema
distintivo el nombre de su comunidad según sea el caso, nombres como “Defensor
Chumbaquihui”, “Deportivo Chiricyacu”, “Aviación” constatan lo manifestado.
b) Los criterios de identificación oscilan entre una identidad comunal hacia una
identidad nacional adquirida debido al servicio militar obligatorio cuya demanda juvenil
es constante, el izamiento del pabellón nacional y entonación del himno nacional
celebrados dominicalmente, una educación que transmite los símbolos patrios, no
produciéndose un tránsito intermedio hacia “lo grupal”, al respecto el teniente
gobernador de la comunidad de Chumbaquihui expresa: “entonamos el himno e
izamos la bandera nacional en fiestas patronales o partícipes primaverales o
parrilladas deportivas desde 1963, jugamos con todos los caseríos o distritos
perdiendo o ganando, así se lucha” (Caserío Chumbaquihui: 1998).
c) Las relaciones asimétricas se refuerzan aún más no sólo por parte de los
mestizos, sino por los propios nativos al institucionalizarse el compadrazgo,
solidificándose de esta manera las relaciones de dependencia entre ambos actores
sociales (Ver Scazzocchio, 1979 : p 154 ; Puga, 1989: p 93) el Presidente de la
Comunidad de Chumbaquihui manifiesta: “Si tenemos compadres mestizos, nos
ayudan si le pedimos, les llevamos un par de gallinas, frijoles, leña, plátano, arroz, así
obligado nos regala [...] mayormente son mestizos, para que cuando suceda algo,
como ellos tienen más conocidos o Educación el compadre tiene su amigo que puede
solucionar los problemas”.
Lo que llama seriamente la atención son las “aspiraciones” que tienen los nativos
a ser como los mestizos o al menos que sus hijos no sean como sus padres, para
ilustrar lo enunciado citaremos lo siguiente: “muchos de nosotros somos salvajes, nos
educaron así los antiguos, pero mis hijos y otros, si son civilizados porque saben leer,
tienen ropa, usan zapatos, hablan castellano, mientras nosotros no tenemos zapatos,
no sabemos hablar bien castellano, ni leer, ni escribir (Matorela, Calderón: Diagnóstico
1997) asimismo una comunera dice: “me gustaría ser como mi comadre en como
habla y como viste”: Se percibe por tanto una baja autoestima y una cierta aspiración
hacia ciertos atributos del Mestizo (como la Educación).
14
mismo investigar si la etnicidad en cuestión ha sido un recurso de carácter pragmático
para alcanzar “objetivos de interés colectivo por parte de los actores sociales, o en su
defecto, un estigma, este último solidificado por la elaboración de “Estereotipos
sociales” por parte de los “otros”, que incrementa la percepción de uno mismo, por
debajo de sus reales cualidades o aptitudes (baja autoestima) (Heise, 1994: 56), si se
percibe o no el surgimiento de un núcleo social endógeno, que reinvente tradiciones y
elabore criterios de identificación colectiva (una identidad común) como sugiere
Anderson, la fabricación de un discurso que logre imaginar “una comunidad”; por ende
una desestigmatización de lo étnico y revertiendo en algún modo una dialéctica de la
negación, la cual legitima la asimetría de las interacciones étnicas.
15
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