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Epicúreos La ética.

Contexto del período helenísitco, destrucción de la independencia de las


poleis griegas tras el imperio de Alejandro Magno. Epicuro, 341-270 a.C.

Su ética es hedonista, en tanto que identifica la felicidad, el bien del hombre,


con el placer. La bondad del placer no requiere demostración, es algo innato en
todos los seres vivos: todos persiguen el placer y evitan el dolor.

Placer y dolor son contradictorios, la presencia de uno significa la ausencia


del otro. No hay término medio. De ahí que al final defina Epicuro el placer de
forma negativa (en el sentido de ser una negación de algo), como ausencia de
dolor, ataraxia o imperturbabilidad. Llama placer en movimiento al proceso
de eliminación del dolor (comer cuando se siente la picazón del hambre), que
acaba en sensaciones placenteras (saciado el hambre), y el placer en reposo,
que consiste en el estado así conseguido.

Un cálculo racional nos hace preferir los segundos, por su mayor duración.
De ahí que el ideal sea llevar una vida sencilla, para evitar el dolor de no poder
satisfacer deseos con medios desproporcionados. La moderación favorece la
paz mental. Deben, pues distinguirse entre los placeres naturales y necesarios,
los naturales y no necesarios y los vanos (ni naturales ni necesarios). Ceñirse a
los primeros, sin buscar añadidos superfluos, es la garantía de la felicidad del
hombre.

Y entre los placeres en reposo son preferibles los placeres espirituales, pues
no se agotan con la sensación inmediata, sino que se retienen en la memoria y
se anticipan por la imaginación. Cuando Epicuro muere en medio de grandes
sufrimientos siente compensado ese dolor por el placer de recordar pasadas
conversaciones filosóficas.

Todo parece convertirse en ascetismo, sosiego, autosuficiencia individualista.


Los nuevos estados han destruido la autonomía de la polis, pero no la fortaleza
interior del sabio. Esto justifica su vida retirada de la política, llena de
sobresaltos, compensada con la convivencia amistosa de un reducido grupo.
Elogia enormemente la amistad, pero en realidad se basa siempre en el cálculo
del propio interés. Lo mismo que la justicia no es algo en sí (Platón), sino un
pacto mutuo de no dañar ni ser dañado, (además la injusticia perturba el
sosiego mental por miedo a ser descubierto), lo mismo la amistad, tiene valor
en tanto reporta beneficios mutuos a quienes la practican.

La felicidad, además de por la búsqueda del placer moderado por la


prudencia, se completa con las orientaciones epicúreas para superar los
miedos que nos atenazan: los más importantes, el miedo a la muerte y el miedo
a los dioses.

Respecto al miedo a la muerte, el argumento es bien sencillo: mientras hay


vida, la muerte no tiene nada que ver con nosotros, y cuando estamos muertos,
ya nada de la vida debe preocuparnos.

Para los griegos, el mundo de los Dioses Olímpicos era una fuente de
temor, desasosiego, por estar los hombres sujetos a su arbitrariedad,
caprichos… que sólo se podían paliar en alguna medida con constantes actos
rituales y sacrificios. Los epicúreos sostienen una visión atomista de la
realidad: todo está hecho de átomos; incluso los dioses no son más que
agregados de átomos más sutiles, que viven entre los infinitos mundos,
ocupados en su propia felicidad y ajenos por completo a los asuntos humanos;
por tanto, no debemos preocuparnos por ellos, ni necesitamos aplacarlos con
constantes sacrificios.

Los utilitaristas

Corriente que se desarrolla entre los siglos XVIII y XIX, en Inglaterra, en el


contexto de la Revolución Industrial, un período de actividad productiva que
parecía augurar un nuevo ideal de mundo basado en el bienestar y la
comodidad (pese a que las condiciones de vida de la clase obrera eran
deplorables, como luego denunciaría Marx).

La finalidad a la que aspirar todo ser humano es la felicidad, que para ellos
es equivalente al placer o bienestar. Cualquier cosa que nos proporcione
placer, felicidad, es un bien. Para los utilitaristas hay que buscar el bienestar
del mayor número de personas, no se limitan a considerar exclusivamente lo
que es útil para una sola persona.. Podríamos, simplificando un poco las cosas,
decir que los utilitaristas son como epicúreos que no limitan los placeres a los
naturales y necesarios, además de ampliar a la mayoría de la sociedad la
preocupación por alcanzar la felicidad (no quedándose sólo en el objetivo de
llegar a ser un sabio feliz).

Jeremy Bentham, la ética consiste en el arte de dirigir las acciones de los


hombres hacia la producción de la mayor cantidad de felicidad posible. Todos
los placeres son relevantes, lo importante es gozar y tener el mayor número de
estímulos posibles. Por ello es también útil compartir los placeres y darles
publicidad.

John Stuart Mill, en cambio, cree que no todos los placeres son iguales.
Debe distinguirse entre los placeres inferiores (relacionados con las pasiones) y
los superiores (relacionados con el intelecto). Afirmó en una ocasión que “es
mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho”. Un poco en la
líneas aristotélica, defiende que el ser humano tiene la capacidad de
desarrollar sus facultades más elevadas mediante el estudio y el conocimiento,
y que este es el aprendizaje que depara mayores placeres.

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