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Beatriz E. Cid A.
Documento N° 6
Santiago de Chile, Octubre-Noviembre de 2001
RESUMEN
Los nuevos escenarios que plantea la ruralidad, a partir del desarrollo de los
complejos agroindustriales, introducen en las economías y estructuras sociales rurales
nuevos elementos de complejidad. En este escenario se hace endémico un grupo social:
los asalariados(as) temporales cíclicos, conocidos como temporeros(as). Grupo que —
pese a su relevancia social y numérica— ha adquirido una posición estructural
ambigua en la agenda pública de los gobiernos de la Concertación.
*
Este documento fue elaborado en el marco de una investigación para el “Concurso de Investigación para
Jóvenes Profesionales y Egresados de Sociología en Chile”, patrocinado y dirigido por el actual Programa de
Estudios Desarrollo y Sociedad (PREDES).
**
Socióloga de la Universidad Católica de Chile y © Magíster en Ciencias Sociales con Mención en
Sociología de la Modernización de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
2
I. Introducción
A partir de la década de los ’60, la historia social chilena, han sido escenario de dramáticas
y definitivas transformaciones modernizantes en muchos y variados ámbitos. Estas
transformaciones, han modificado radicalmente los modos de configuración de las
estructuras sociales transformando también la relación entre los distintos actores,
modificando la estructura de clases, cambiando la relación entre la ciudadanía y el Estado, y
la relación de la sociedad con la naturaleza.
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Venegas, S. (1992)
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60% de los temporeros2 son mujeres y, además, para ellas la especialización en dicha
actividad es más específica3. Dicha feminización no es inocua en términos de género, pues
por una parte la inserción productiva debilita las categorías clasificatorias tradicionales y,
por otra, genera nuevas fuentes de vulnerabilidad.
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SERNAM (2000)
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Venegas, S. (1992)
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templado-mediterráneo, pues los ciclos agrícolas deben adaptarse a la alternancia climática.
Ahora bien, con los Sistemas de Producción Agroindustrial, esta estacionalidad se
radicaliza, implementándose un sistema de vinculación y desvinculación de los trabajadores
al proceso agrícola según los distintos períodos del año. Esto es, la instalación de períodos
cíclicos de empleo y desempleo.
600.000
500.000
400.000
TON
EN/ IN '000 US$ FOB
300.000
200.000
100.000
A ño s
4
Gómez, S. (1988)
5
Fuente: FEPACH
En el marco de este crecimiento, se produce una fuerte compra de las parcelas reformadas
pero sólo una parte de ellas fue recuperada por sus antiguos propietarios, la mayoría fueron
adquiridas por profesionales del agro, empresarios, grupos económicos y capitales
extranjeros; Gómez y Echeñique estiman que para 1980, unas 18.000 parcelas –poco más
del 40% del total de parcelas asignadas para la reforma agraria- habían sido vendidas. El
común denominador a todos ellos fue su importante acceso a la tecnología agraria y su
participación en el sistema financiero5.
A este respecto es relevante el siguiente cuadro, que muestra como desde el año 1975 al
1992, disminuyeron tanto las explotaciones pequeñas –menores de 5 he.- como también las
explotaciones mayores de 100 he, registrándose una significativa expansión de las
explotaciones medianas.
Así se da así origen a propiedades medianas —del orden de 40 has. de riego básico— de
gestión agroindustrial caracterizadas por la utilización dinámica de insumos industriales y la
incorporación del valor agregado industrial a la producción agrícola. A través de ellas, la
agricultura pasa a formar parte del conjunto de la economía —no sólo orientada a la
5
Gómez, S. (1998)
6
producción interna sino también hacia el mercado exterior— apoyando así al equilibrio de
la balanza de pagos6.
Parte de este proceso se fundó en el congelamiento del antiguo Código Laboral, que
flexibiliza las relaciones de trabajo y dota al empresariado de herramientas y mecanismos
útiles para profundizar un proceso de racionalización —de la contratación de la fuerza de
trabajo— en su empresa. Ello se traduce en una racionalización de las contrataciones de las
empresas según los tiempos necesarios requeridos por las tareas a desarrollar7. Es así como
en torno al sector agrícola “de punta”, se reconfigura el espacio social y laboral, emergiendo
dos nuevos actores sociales: el nuevo empresariado agrícola, de características muy
distintas al empresario agrícola tradicional y el asalariado específicamente temporero.
Los empresarios agrícolas pasan a ser los protagonistas del desarrollo; fuertemente
orientados al mercado de exportación y con escasa vinculación vital con el agro —la
vinculación cultural y social que anclaba al empresario tradicional con la tierra, es
reemplazado por una vinculación estrictamente comercial. El campesino tradicional por su
parte —orientado principalmente a la pequeña producción y su colocación directa y
especulativa en el mercado en fresco— ve cómo su mercado se hace inseguro e
impredecible8, por lo cual entra en procesos de vinculación funcional con las cadenas
agroindustriales ya sea mediante procesos asalarización y proletarización o bien mediante
su incorporación como proveedor en las etapas iniciales del proceso productivo. En estos
dos casos pasa a vincularse en forma periférica y estacional a la producción agroindustrial.
En este cambio de escenario el asalariado agrícola aparece como el actor portador de las
mayores contradicciones asociadas a la operación del sistema. Esta categoría ocupacional
principalmente orientada a satisfacer las demandas de trabajo temporal de la agricultura de
exportación. Quiebra las lógicas de asalarización que —previo a la década de los ‘70— se
desarrollaron en el mundo agrícola. Ello pues en el sistema hacendal, el trabajo temporal
constituía la forma de entrada al mundo laboral, el inicio de una “carrera ocupacional”, que
terminaba en la inclusión a través del inquilinaje permanente o en la exclusión que obligaba
a emigrar e incorporarse al proletariado urbano. La fruticultura de exportación, en cambio,
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FAO (1988)
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Valdés, X. (1999)
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A este respecto, son comunes en las conversaciones con pequeños y medianos productores que estos
señalan, que al momento de plantar es imposible sabe el precio que finalmente el producto va a tener en
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ha hecho surgir esta categoría como estadio permanente de creciente consolidación; deja así
de convertirse en complemento a otras entradas familiares y se vuelve una categoría
económica exclusiva de la cual depende un creciente número de familias. Se constituye así
en un patrón de empleabilidad que se reproduce y se acopla al proceso de modernización9.
Las condiciones de trabajo del asalariado temporal se expresan por la baja formalización de
los contratos, vulnerabilidad a los despidos y el incumplimiento de las normativas de
seguridad y previsión social, como también el alto riesgo de accidentes y enfermedades
laborales, dadas por muy deficientes condiciones de trabajo A este respecto son comunes
las osteotendinitis y cortes, por el uso repetitivo de implementos inapropiados o el mal uso
de implementos apropiados; lumbago por largas jornadas de pie; intoxicaciones crónicas
por exposición a agroquímicos —incluyendo malformaciones congénitas de hijos de
temporeras—, y otras enfermedades laborales asociadas al trabajo en condiciones de mucho
frío (hasta -20º en las congeladoras), alta humedad.
Todos los elementos anteriormente señalados hacen que el empleo temporal sea
fuertemente paradójico en tanto constituye un empleo productivo que reproduce la pobreza.
Integra a las personas a la sociedad —especialmente a las mujeres— y permite la
mercados como La Vega o Lo Valledor, lo cual dificulta la planificación y organización racional del trabajo
predial.
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Venegas, S. (1992)
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Gómez, S. (1985)
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Gómez, S. (1985)
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valorización de las personas. Sin embargo, lo hace en tales condiciones que la integración
no se consuma y la valoración no alcanza para sostener la solvencia del sistema. Produce
así una integración precaria que no asegura la subsistencia ni genera reconocimiento. El
trabajo ya no permite consolidar una vía de integración y promoción social: es a la vez
integración productiva y exclusión social. Así se puede afirmar que el asalariado temporal
es el grupo social que ha asumido el costo de la expansión frutícola que, en general, ha sido
beneficiosa para el país12.
Los trabajadores pasan a ser parte del entorno —en el sentido luhmaniano del término—
del complejo agroindustrial, pero un entorno en que el acoplamiento estructural no es
permanente sino que sólo se hace relevante en los períodos de temporada alta. Por su parte,
emergen otros ámbitos sistémicos relacionados con el mundo laboral, tales como la esfera
de los servicios, el transporte y la subcontratación que también asalarizan al trabajador rural
en los períodos en que el Complejo Agroindustrial tiene una menor demanda por trabajo,
esto es durante los meses de invierno, donde se encuentran en receso las faenas
cosechadoras y procesadoras del alimentos.
Las familias tienen que organizarse para la supervivencia colectiva, debiendo reorganizar
sus decisiones de trabajo y ocio en función de las ofertas de trabajo provenientes del ámbito
sistémico. Ahora bien, aún cuando el sistema necesita de estas familias para su operación,
estas tienen nulas capacidades de interferir en la dinámica de operación del sistema. Así,
por la precarización de la situación laboral y económica, todos los miembros de la familia
entran en la lógica de la asalarización industrial precarizante y siguen sus fluctuaciones.
De esta manera, las familias que antiguamente organizaban su vida en relación a la pequeña
producción y a los ciclos agrícolas, comienzan a organizarse en torno a la demanda de
trabajo y de productos frescos (semilla, hortalizas y fruta) provenientes desde el sector
agroindustrial y agroexportador, protagonista de los cambios antes descritos. Por ejemplo,
muchas familias campesinas se especializan en la producción de productos frescos —
tomates, frutas, etc.— para su procesamiento industrial, lo que se combina con la demanda
estacional de mano de obra; mientras que otras han sido resituadas en villorrios rurales y en
la periferia urbana y organizan su trabajo en función de las demandas laborales de las
agroindustrias.
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Venegas, S. (1992) y Navarro, L. (1992)
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Así, el modo de organización social que acompaña el desarrollo de los complejos
agroindustriales y el acoplamiento de la estructura campesina a los mercados
internacionales, se constituye en un nuevo escenario de ruralidad. El cual obliga a repensar
las categorías tradicionales bajo las cuales se ha analizado. Bajo este nuevo escenario,
fluctuaciones de los precios internacionales pasan a ser parte del entorno relevante de
pequeños productores, que ven como estos inciden dramáticamente en las decisiones de
compra de las empresas que con que ellos se relacionan, o pueden llegar incluso a
determinar la desaparición de la mismas.
En las zonas de riego mediterráneo, la ruralidad pasa a visualizarse más bien como un
continuo que se vincula y se separa del mundo urbano. Deja de ser el espacio del silencio,
de los ciclos naturales, de la tradición y la lejanía, para pasar a ser vista como un espacio
multiactivo —poblado de diversidad de rubros productivos— interrelacionada e
intercomunicada, desarrollando una fuerte modernización de tipo urbana, con fronteras cada
vez más diluidas respecto de las ciudades.
Desde esta nueva realidad, transformada por el proceso de globalización y los ajustes
estructurales, la ruralidad reclama nuevas definiciones. Una propuesta analítica para
entenderla es el concepto de neoruralidad, el cual deja de remitir a temas tales como la baja
densidad poblacional y un estilo de vida distinto al de las grandes metrópolis, o la
vinculación a la producción silvoagropecuaria tradicional, sino que define ruralidad como el
ámbito territorial cuya base económica vincula directa o indirectamente a una parte
relevante de la población a la actividad agrícola primaria. Con ello, caben en esta definición
territorios y poblaciones que censalmente son definidos como urbanos13.
13
Llambí, L. (1995)
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Este concepto de neoruralidad debe hacerse cargo de: 1) Cambios territoriales —
contraurbanización— que tienden a una mayor valoración de los espacios rurales y a
concentrar mayor inversión en los mismos. 2) Cambios ocupacionales por el mayor peso
relativo de las actividades secundarias y terciarias. 3) Y cambios culturales, tendientes hacia
una modernización de los patrones cognoscitivos y valorativos de las poblaciones rurales14.
Tales cambios, han de ligarse necesariamente a los procesos de globalización que han
significado la integración mundial de los mercados y la negociación de un orden económico
internacional, lo que en definitiva ha contribuido a la conformación de sistemas
agroalimentarios mundiales, que universalizan sistemas agroproductivo caracterizados por
ser intensivos en el uso de tecnología de punta, extensivos en el uso de mano de obra e
ignorantes en el uso del suelo15.
Todos estos procesos, si bien forman parte de un fenómeno a escala mundial, se han
acoplado a los procesos internos de ajuste estructural tendientes a la liberalización de la
economía, la conformación de mercados alimentarios baratos y la constitución de la
agricultura como fuente de divisas. Decisiones que afectan a los patrones productivos, las
orientaciones de mercado y los patrones técnicos de producción16.
Estos cambios, por una parte, han tenido también un fuerte impacto sobre las condiciones
ambientales del agro, generando una fuerte contaminación de las tierras y agua, afectando
las cadenas bioalimentarias y disminuyendo la biodiversidad. Así como también han
cambiado las condiciones de trabajo y de vida en el medio rural, proceso notorios por un
cambio de fisonomía de la producción agraria por la maquinización y quimificación, la
sustitución parcial o total de materias primas de origen agropecuario y materias primas
producidas por la industria, la reducción radical de los trabajadores rurales, incluyendo
familias, vecindades, barrios, pueblos y finalmente la reiterada urbanización del mundo
agrario que transforma el estilo de vida y el imaginario social de quienes se dedican a
actividades rurales.
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Llambí, L. (1995)
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Altieri, M. (1992)
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Los cambios en la ruralidad chilena, modifican la relación laboral femenina que había sido
tradicional en el espacio hacendal. Ello, pues el desarrollo agroindustrial tiene una demanda
de trabajo muy desbalanceada a lo largo del ciclo productivo, lo cual generaría tres procesos
complementarios:
Estos tres procesos favorecieron la masiva incorporación de mujeres —de todas las
edades— en los procesos productivos agroindustriales, bajo la forma de trabajo de
temporada. De tal manera, aproximadamente el 60% de los temporeros son mujeres,
pudiendo afirmarse que constituye una categoría ocupacional altamente feminizada.
La literatura al respecto aborda la situación de las mujeres temporeras desde dos ópticas:
una primera vertiente pone el acento en las nuevas precariedades que enfrenta la mujer al
enfrentar no sólo una situación familiar subordinada sino también una situación laboral
inestable y, una segunda vertiente pone el acento en el empoderamiento que tendría la
mujer a consecuencia de su inserción en el ámbito productivo. Estas dos ópticas no son
completamente contradictorias, sino que se compatibilizan si evaluamos la situación laboral
de las mujeres temporeras desde dos planos. Efectivamente, desde una mirada estructural, la
nueva situación de la mujer no parece tener características especialmente ventajosas
respecto de sus compañeros masculinos. Sin embargo, a nivel simbólico, la inserción en el
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Altieri, M. (1992)
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Venegas, S. (1992)
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Rodríguez, D. (1989)
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Díaz, E. (1988)
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mercado del trabajo ha significado para las mujeres una nueva autovaloración y un cambio
en la estructura de poderes al interior del hogar20.
En términos simbólicos, las mujeres temporeras abren un espacio de salida hacia el mundo
público, y logran —por el aporte salarial que hacen a su hogar— recomponer en parte el
equilibrio doméstico de poderes. Estos cambios conviven con el malestar masculino
respecto de su trabajo, ante la imposibilidad de cumplir a cabalidad su papel de
proveedores, justo cuando las familias pasan a depender exclusivamente de la economía
monetaria21.
Ahora bien, esta transformación, que en el ámbito simbólico ha beneficiado a las mujeres
que trabajan en los complejos agroindustriales, está acompañada de un conjunto de
vulnerabilidades de orden estructural que afectan la adecuada integración social de los
trabajadores agrícolas en general y especialmente de las trabajadoras.
Ahora bien, dentro de los trabajadores temporeros, las mujeres —junto con ser el grupo
mayoritario— sufren condiciones de vulnerabilidad que les son particulares. Esta
vulnerabilidad radicada en el hecho de que enfrentan un campo de trabajo más limitado que
el de los hombres. Su especialización en el trabajo de packing no es sólo por sus aparentes
ventajas comparativas sino porque carecen de otras opciones de trabajo, salvo el servicio
20
Valdés, X. y Araujo, K. (1999)
21
Tinsman, H. (1995)
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doméstico22. Mientras que los hombres sólo consideran exitosa su inserción productiva
cuando acceden a un empleo permanente, para las mujeres en cambio existen casi nulas
posibilidades de acceso al mismo. La participación prioritaria de las mujeres en las plantas
de embalaje se decide porque las mujeres dueñas de casa constituyen la principal
subpoblación capaz de responder de manera rápida a las demandas del mercado del trabajo,
especialmente cuando éstos son súbitos y en períodos en que los hombres están ocupados23.
En este contexto, cabe esperar una preocupación significativa por los grupos sociales que se
convierten en los portadores de las contradicciones de la implementación eficiente de los
modelos de racionalización de la actividad económica, específicamente de los cada vez más
frecuentes trabajadores no permanentes. Grupo que —en todas las áreas de la actividad
económica— tiende a ampliarse, siguiendo las líneas de una creciente racionalización de la
demanda de trabajo desde las empresas.
22
Venegas, S. (1992)
23
Venegas, S. (1992)
14
Así se plantea a las políticas públicas un desafío de inclusión de un grupo cuya exclusión
parece volverse estructural. Tal inclusión puede ser analizada desde 4 aristas sobre las
cuales las políticas públicas tienen posibilidades de intervención. Las dos primeras de
índole más estructural, que operan sobre la definición misma del problema de los
temporeros agrícolas: el análisis de lo procesos de desarrollo agrícola y el análisis de la
temporalidad y precariedad del trabajo. Las dos segundas, tienen que ver con la
especificación de las particulares condiciones de precariedad que se asocian al trabajo
temporal: temporera-mujer, temporero-pobre. Desde estos enfoques, no se aborda el
problema en sus dimensiones estructurales, sino que se plantea en forma paliativa la
superación de ciertas vulnerabilidades específicas al trabajo temporal. Es así como en el
texto se aborda el problema desde las cuatro aristas recién presentadas:
En segundo lugar, tiene que ver con la comprensión del mundo del trabajo, y las
particulares situaciones de precariedad y desregulación que lo afectan, no solo a los
temporeros agrofrutícolas sino cada vez más a muchos y diversos rubros productivos.
En tercer lugar, se puede abordar desde la intervención que se haga sobre el ámbito de
género y políticas dirigidas a mujeres; en tanto —como se vio en el apartado anterior— los
problemas de la temporalidad del empleo agrícola afectan sobre todo a mujeres, no sólo
porque son un porcentaje más grande de los trabajadores temporeros sino también porque
ellas no poseen otras opciones laborales.
15
de las políticas sectoriales que podrían incluirlos directa o indirectamente, no explicitan su
intervención sobre este colectivo. Sólo se explicita directamente focalizada en ellas (desde
1992) al interior de SERNAM, en el Programa de Mujeres Trabajadoras Temporeras
(MTT).
Este programa, al igual que la acción general de SERNAM, cuenta con escasos recursos
propios y orienta su intervención a la coordinación de la acción de otras instituciones y
otros sectores de la intervención pública. Debido a la escasez de recursos con que cuenta,
hasta ahora no ha logrado desarrollar una intervención a escala significativa en el trabajo
directo con las Mujeres Trabajadoras Temporeras, con la excepción de los Centros de
Atención a Hijos de MTT. Sin embargo, en su labor de coordinación e intermediación, ha
logrado validar y poner en el tapete intersectorial la temática específica de este grupo
vulnerable.
16
incorporación al NAFTA, y bajo la reciente administración de Lagos, la renovada intención
de incorporarse —esta vez como miembro pleno— al MERCOSUR24.
Todas estas medidas generan fuertes beneficios en las regiones y rubros agroexportadores, a
la vez que representa un daño a las producciones tradicionales —representadas por los
cereales y la carne— especialmente cuando éstas son producidas por pequeños agricultores
de menor posibilidad de reconversión25.
Los elementos de cambio tienen que ver con la ruptura con el pasado autoritario y la
preocupación por temas tales como la equidad social y la incorporación de los campesinos a
los logros económicos. La estrategia en este sentido es el fomento de la reconversión para
desarrollar la competitividad de los campesinos orientándola a mercados más rentables y
dinámicos. Desarrollar una “segunda modernización” que, en los agricultores aún no
insertos en el sector agroexportador, logre:
- Incrementar los rendimientos y reducir los costos de los cultivos de sustitución difícil
(trigo, maíz y arroz).
- Promover alternativas nuevas y más rentables para la pequeña agricultura. De manera que
la pequeña producción se transforme en una ventaja comparativa, que produzca para
cadenas agrocomerciales y de servicios.
- Mejorar la eficiencia económica de las diversas etapas del proceso productivos y las
cadenas de mercado, ajustando los sistemas de producción a las restricciones que presentan
los mercados.
24
Cabe señalar a este respecto las consecuencias que para el sector agrícola tiene la incorporación de Chile
al Mercosur. Estas se sintetizan en dos impactos fundamentales: 1) Traslado de costos desde los productores
a los consumidores; pues la entrada sin gravámenes de productos agrícolas extranjeros, hará bajar los precios
locales de consumo, lo cual obligará a los productores a vender más barato. Y 2) se desincentivará la
producción de productos menos competitivos según la balanza de pagos, éstos son la carne de vacuno, la
leche y los cereales; favoreciéndose principalmente a la fruta y el desarrollo de rubros productivos más
innovadores. (Muchinik, E., et al. (1996)).
25
Kay, C. (1998)
17
- Integrar y articular organizaciones funcionales a los intereses de la agricultura campesina,
que les aseguren un acceso fluido a servicios técnicos y financieros, los articulen a los
mercados modernos y los integren a los sistemas público-privados de decisión. En este
sentido se hace significativa la reciente creación de redes de comercialización y gestión.
En síntesis, las líneas de trabajo del gobierno en relación al mundo agrícola han seguido dos
cauces:
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Sotomayor, O. (1994)
27
Sotomayor, O. (1994)
18
- Por una parte, favorece la emergencia de un grupo muy precario —que cada vez inunda
en mayor medida la ruralidad—, y no genera canales adecuados para lograr su inserción
alternativa ni garantiza su acceso a la equidad social.
- Y por otra, destina recursos para la promoción de un grupo —los propietarios llamados
“viables”— que, sin embargo, ven amenazada sus posibilidades de promoción por la
creciente inserción de Chile a los mercados internacionales, desprovisto de barreras que
protejan a la mediana producción.
Detrás de estas paradojas parece existir la hipótesis —planteada desde las Naciones Unidas
como general para la región— de una interdependencia entre la economía campesina y los
complejos agroindustriales, de manera que los asalariados agrícolas provendrían de los
minifundios y se desarrollaría entre ambas esferas un acoplamiento estructural que
permitiría mantener bajos los salarios agrícolas29. Sin embargo, las evidencias muestran
que en la realidad chilena esto no es así, constituyendo los asalariados agrícolas un grupo
crecientemente independiente, que no participa de la economía campesina, se encuentra a
medio camino entre el mundo rural y el mundo urbano y ubica en la fruticultura su fuente
de ingresos exclusiva30.
Sin embargo, existen ciertos elementos que es necesario considerar a la hora de evaluar el
impacto de las políticas de desarrollo agrario sobre los temporeros:
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PRO-RURAL (2000)
29
CEPAL (1984)
30
Venegas, S. (1992) y Navarro, L. (1998)
19
quienes directamente trabajan la tierra sino a todos lo habitantes de un poblado rural. La
Libreta Sello Verde, por ser un mecanismo de ahorro y crédito que no requiere garantías,
es particularmente ad hoc con el perfil de mujeres y jóvenes que no cuentan con trabajos
estables; además sus posibilidades de crédito no se restringen a lo estrictamente
silvoagropecuario —como lo son las demás posibilidades crediticias de INDAP.
Estos elementos podrían venir a paliar los costos de una ruralidad transformada, que cada
vez más diluye sus límites con el mundo urbano y tiende a establecer redes de continuidad.
Una de las principales falencias del actual Código del Trabajo respecto de los trabajadores
temporeros, es el desconocimiento legal de las negociaciones colectivas hechas por
sindicatos interempresas. Ello pone serios obstáculos a las negociaciones salariales del
sector. Sin embargo, modificaciones recientes al Código del Trabajo precisan de mejor
manera la condición de los trabajadores temporeros, regulando el contrato de trabajo, las
condiciones de alojamiento, transporte y alimentación, y especificando las normas y
regulaciones de protección a la maternidad que operan para los contratos temporales. El
regular cumplimiento de esta normativa es fiscalizado por la Dirección de Trabajo, que a
petición del Programa de Mujeres Trabajadoras Temporeras ha focalizado fiscalizaciones
en este grupo específico. Éstas, pese a su baja cobertura y el cuestionamiento que se hace a
20
la calidad de sus instrumentos de medición, tienen un considerable efecto disuasivo y
educativo entre los empresarios.
La atención de salud ha sido tradicionalmente uno de los problemas específicos que afectan
a los trabajadores temporeros, pues la baja periodicidad de sus ingresos les impide cotizar
regularmente en un sistema de salud, por lo cual muchas veces, luego de cotizar en ISAPRE
durante los períodos de trabajo, terminaban atendiéndose en calidad de indigentes en los
consultorios locales. Actualmente, desde el Programa de Mujeres Temporeras, se ha
logrado un abordaje a este problema a través de un convenio con FONASA que asegura
cobertura anual con un mínimo de 4 cotizaciones al año. Sin embargo, cabe todavía
desarrollar un enfoque de salud que entienda a los temporeros como trabajadores aún en los
períodos de moratoria laboral, pues es en ese período donde se manifiesta la mayor cantidad
de enfermedades producto de sus meses de trabajo.
Con respecto al tema de la previsión social, queda pendiente el tema de las lagunas
previsionales que, como producto de la temporalidad del trabajo, afectan la regular
cotización en el sistema de AFP31. A este respecto cabe señalar la posibilidad recientemente
propuesta llamada jubilación de la dueña de casa por la cual personas que tuvieran ahorros
previsionales descontinuados que impidieran su normal cotización podrían endosarlos a
31
Elter, D. y Briant, M.
21
terceras personas de manera de retirarlos a través de la jubilación de ésta. Cabe aún analizar
las ambivalentes consecuencias de género que esta opción puede tener, en tanto
probablemente transfiera recursos desde las inestables cuentas femeninas hacia las de sus
esposos.
SENCE por su parte, a través del FONCAP, puede otorgar capacitación a grupos
vulnerables. Ya lo ha hecho con temporeras en el importante y pertinente tema del manejo
de agroquímicos. Es interesante evaluar la replicabilidad de esta iniciativa. Ahora bien, la
utilización de la franquicia SENCE vía conducto regular, es poco viable debido a la baja
regularización contractual del trabajo temporal como también por el ritmo frenético de
trabajo de los períodos de mayor actividad, lo que dificulta el desarrollo de labores de
capacitación.
Mención especial merece el problema de los agro-tóxicos, el cual ha sido hasta ahora varias
veces mencionado pero no explicado en profundidad. Se incluyó este tema en el ámbito de
la regulación del trabajo, pues los pesticidas son uno de los peligrosos insumos que deben
usar los temporeros agrícolas en su trabajo.
Todos los pesticidas son venenosos, en mayor o menor medida, y la hipótesis de su uso
inocuo, se basa en que es posible controlar su toxicidad para el ser humano a través de un
uso correcto. Sin embargo existen diversos mecanismos por los cuáles este llamado “uso
correcto” es transgredido y por lo mismo genera peligrosas exposiciones para quienes los
manejan: los temporeros agrícolas. Formas peligrosas de uso son (1) aplicación sin el uso
32
www.Iibice.edu.uy/postdata/drit.htlm
22
adecuado de incómodas y calurosas barreras de protección, y muchas veces los temporeros
son renuentes al uso de las mismas especialmente en verano; (2) aplicación excesiva; (3)
aplicación contra el sentido del viento; (4) aplicación de productos múltiples, ya que si bien
es posible controlar y medir el efecto de un pesticida, es impredecible el efecto de la
combinación de los muchos pesticidas que se aplican sobre un producto en sus diversas
etapas de cultivo; y (5) el carácter persistente de ciertos pesticidas, ello pues ciertas
substancias —específicamente las organicocloradas— permanecen en el medio en que
fueron aplicadas, sin degradación significativa, hasta por 30 años, lo cual refuerza las
posibilidades de contaminación.
Las intoxicaciones con pesticidas en sus diversos grados llevan, por una parte, a efectos
agudos, tales como vómitos, diarrea, aborto, cefalea, somnolencia, alteraciones
comportamentales, convulsiones, coma, muerte, que están asociados a accidentes donde una
única dosis alta es suficiente para provocar los efectos que se manifiestan tempranamente y,
por la otra, a efectos crónicos, como cánceres, leucemia, necrosis de hígado,
malformaciones congénitas, neuropatías, cefaleas persistentes, dolores vagos, que se deben
a exposiciones repetidas y los síntomas o signos aparecen luego de un largo tiempo (hasta
años) de contacto con el pesticida.
33
www.sesma.cl
23
así una de las muchas caras que ahora tiene la precariedad del empleo, y su abordaje —
desde esta óptica— debe hacerse en conjunto con todas esas otras dimensiones.
Sin embargo el PIO I —al igual que posteriormente el PIO II— dejó a las mujeres rurales
en una virtual situación de invisibilidad, subsumiéndolas en el colectivo general de las
mujeres con un claro sesgo urbano. Frente a esta situación, se formularon las Propuestas de
Igualdad de Oportunidades para Mujeres Rurales, en un trabajo conjunto entre distintos
sectores y organismos de Gobierno y distintas Organizaciones de Mujeres abocadas al
sector rural, tales como en MUCEH, el CEDEM y ANAMURI.
24
temporeras, llamado Programa de Mujeres Trabajadoras Temporeras. Su intervención
opera en un doble nivel de trabajo: en primer lugar, un trabajo a nivel intragubernamental,
desarrollando una suerte de “lobby” destinado a instalar a su grupo objetivo en los ejes de
las políticas públicas y, en segundo lugar, un trabajo de carácter más directo destinado a
probar en terreno políticas sociales específicas a su grupo objetivo.
Por su parte, en relación con el segundo nivel de trabajo del Programa, es criticable su
carácter compensatorio y asistencial —dejando intocadas las dimensiones de índole
estructural— y que, por otra parte, su intervención no ha pasado de tener una escala
experimental; esto último es coherente con los objetivos institucionales del SERNAM, pero
dificulta su impacto operativo. Distinto es el caso de la línea de trabajo más desarrollada
del Programa, que es la Atención a Hijos de Mujeres Trabajadoras Temporeras. Esta línea
—con independencia de las implicancias tradicionales de género que tiene— resuelve en
forma eficiente uno de los problemas que afecta más específicamente a este grupo.
Este Programa trabaja con las mujeres temporeras en tanto trabajadoras vulnerables y
también en tanto mujeres. Cabe señalar, que su situación peculiar de trabajadoras
vulnerables proviene del particular modo de desarrollo que sigue la modernización agrícola
que, a la vez, “descampesiniza” y “ruraliza”. Es decir, expulsa a los antiguos campesinos
hacia territorios periurbanos, pero al mismo tiempo los recluta para actividades agrícolas.
En este sentido, sería interesante desarrollar en el contexto de este Programa una línea de
desarrollo rural que tienda a promover negociaciones —con este sector gubernamental—
para la búsqueda de soluciones de índole más estructural al problema de la temporalidad del
trabajo.
Otro organismo orientado al trabajo directo con mujeres ha sido el Programa de Desarrollo
de la Mujer, PRODEMU. Éste, a diferencia del SERNAM, se mantiene al margen del
25
diseño de políticas públicas y desarrolla programas de promoción directa de las mujeres. El
trabajo desarrollado por PRODEMU con mujeres campesinas, si bien no se encuentra
focalizado específicamente en Mujeres Temporeras, sí las incorpora en su accionar. Su
impacto pretende ser estructural, tendiendo a diversificar las fuentes de ingreso de un hogar
mediante la inserción productiva autogestionada de la mujer. Sin embargo, su real impacto
ha transitado principalmente por variables psicosociales y de cambios en la autoestima y
autopercepción. Su principal dificultad para alcanzar impactos estructurales es la pequeña
escala de los proyectos implementados, que dificultan su viabilidad. Pero también la crítica
se amplía cuando se cuestiona el diseño general de las iniciativas microempresariales. A
propósito de las cuáles cabe señalar que presentan problemas de escala, capital social,
rezago tecnológico y escasa vinculación a los mercados, que dificultan el acceso a niveles
adecuados de rentabilidad y las hacen altamente dependientes de los subsidios estatales.
Las políticas que ponen el énfasis en la variable género, por lo general no trabajan sobre las
dimensiones estructurales que definen el empleo agrícola temporal, operando sólo en el
ámbito de ciertas vulnerabilidades que se le asocian y dejando al margen a por lo menos un
40% de los trabajadores temporeros que son hombres.
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PRO-RURAL (2000)
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Evolución de la Pobreza en Chile; Evolución de la Pobreza en Chile;
Sectores Urbanos Sectores rurales
45 60
40
50
35
% 30 % 40
de de
Po 25 Po
bre bre 30
s 20 s
15 20
10
10
5
0 0
19 19 19 19 19 19 19 19 19 19
87 90 92 94 96 87 90 92 94 96
Años Años
35
PRO-RURAL (2000)
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Frigolett, D. (1998)
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llevando a diversificar esfuerzos y trabajo en pequeñas acciones que no siempre son
sinérgicas entre sí, no siguen un desarrollo programático continuado, ni contribuyen al
objetivo común de desarrollo local.
Este problema de la pluralidad de intervenciones que no son sinérgicas entre ellas, es lo que
intenta resolver PRORURAL. Instancia que se ha planteado como desafío el abordar la
inmovilidad de los niveles de pobreza en el mundo rural a través de una coordinación
sinérgica intersectorial, tendiente a desarrollar —en las comunas donde se focaliza la
intervención— polos de desarrollo en diversas actividades que digan relación con la
vocación específica de la zona.
28
de la modernidad ya no solo distribuye inequitativamente los beneficios de su operación,
sino que por otra parte reparte importantes núcleos de riesgo, que puede ser
conceptualizado como riesgo ambiental, de inestabilidad laboral, cesantía, cierre de rubros
productivos, etc. Esta nueva ruralidad, al estar interconectada y globalizada, se hace
también sensible a sucesos lejanos —a los que antiguamente permanecía indiferente— que
le generan ampliaciones sustantivas en las situaciones de riesgo e inseguridad; por ejemplo,
una baja del precio del concentrado de tomate en Brasil, puede llevar al cierre de plantas
procesadoras en Chile.
Uno de los grupos que se ha hecho más vulnerable a estas situaciones de riesgo, aunque de
ninguna manera el único, corresponde sin duda al caso de los trabajadores temporeros. Los
cuales no sólo están sometidos a la permanente vulnerabilidad de una situación cíclica y
precaria de inserción laboral sino que también están afectos a riegos medio-ambientales y a
la transferencia de riesgo por la cual se protegen las empresas que los contratan (a una baja
en los precios, se empezará por despedir mano de obra).
Asumir como país el camino de la modernidad implica asumir también los riesgos, pues
hablar de riesgos no es hablar sólo de peligros, sino que es conceptualizar que “algo se pone
en juego”, se arriesga, para lograr una meta. En este sentido es relevante reflexionar acerca
de los mecanismos que como país se asumen para canalizar y controlar el riesgo,
especialmente de aquellos sectores más vulnerables.
El desafío en cuestión transita entonces por dos sendas. En primer lugar, construir un
espacio de producción rural capaz de proporcionar empleo e integración social, durante
fracciones más extensas del ciclo agrícola y no solo en las épocas de intensa actividad del
packing; ello, por la diversificación de actividades productivas en las cuales pueden
participar o no las fuerzas disponibles de trabajo, esto es reconstruir espacios de seguridad.
29
Y la segunda senda tiene que ver con la reconstrucción de sistemas de seguridad y apoyo
social que permitan absorber la creciente flexibilidad de los vínculos laborales y los
crecientes riesgos que se asocian.
Al hacer un análisis concreto de las políticas públicas implementadas durante los gobiernos
de la Concertación con este grupo específico, salta a la vista que no han existido políticas
públicas orientadas a la situación particular de los temporeros agrícolas, ni tampoco a
resolver los temas planteados en el párrafo anterior, que contribuirían a la resolución de las
dimensiones estructurales de su situación.
Por el contrario, los programas que los atienden —directa o indirectamente— abordan su
situación en función de las precariedades que se le asocian: temporeros pobres - temporeros
mujeres - temporeros desprotegidos; dejando las dimensiones estructurales de su situación:
trabajadores agroindustriales y trabajadores de empleabilidad cíclica, al margen de la
intervención pública. En este sentido las políticas dirigidas a este grupo parecen tener un
carácter más de política social compensatoria que de política social de abordaje estructural.
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sido más relevantes del trabajo de SERNAM, cual es su capacidad de diseñar políticas a
partir de las demandas de la base social, validarlas en la práctica, coordinar a muchos
actores institucionales en su gestión y finalmente hacer entrega de esas políticas a quienes
sean pertinentes. Ello sin descuidar el papel de negociación institucional que se juega en la
resolución de los problemas de índole más estructural. También este ente debe adoptar la
lógica de una ventanilla única, que permita a través de ella canalizar los distintos beneficios
y programas públicos a los cuales este subgrupo pueda acceder.
Por otra parte, para intervenir sobre las bases de las vulnerabilidades asociadas al trabajo
temporal, es importante transitar por la lógica del actual modelo de modernización agraria
de los valles de riego de la zona central. Si no se interviene sobre dicho modelo, las
políticas al respecto solo tendrán un carácter compensatorio. El nivel estructural estará dado
por el desarrollo de políticas gubernamentales tendientes a conducir este modelo —como en
otros períodos históricos se ha hecho— y orientarlo hacia la diversificación económico
productiva, la innovación productiva, la agregación de valor y el desarrollo de actividades
extra-agrícolas. Todo ello tendiendo a la diversificación de las fuentes de empleo en el
sector rural, que libere la mano de obra actualmente cautiva de los Complejos
Agroindustriales. Esta labor sólo puede gestionarse desde instancias vinculadas al
Ministerio de Agricultura, que debe hacer la opción de dejar de concentrarse sólo en los
productores rurales —como actualmente lo hace INDAP— para ensanchar su espectro
hacia todas las formas de desarrollo rural en un concepto ampliado, como también
fomentando iniciativas microempresariales viables a través de las herramientas que entrega
PRODEMU y FOSIS.
Lo anterior no puede pasar por alto un fuerte enfoque de género pues, de no ser así, los
beneficios del desarrollo corren el riesgo de ser apropiados por la mitad de la población que
actualmente tiene más control sobre los recursos productivos y reproductivos. En este
sentido, no hay que olvidar que junto a las muchas vulnerabilidades que se han asociado al
trabajo temporal, éste ha significado un aumento del poder manejado por las mujeres de
sectores rurales, de modo que es necesario cautelar que la conducción del desarrollo
productivo local contribuya a la mantención o aumento de este nuevo poder y no a su
disminución.
Por otra parte, es importante no perder de vista que dentro de los trabajadores temporeros,
las mujeres constituyen un subgrupo bastante desprivilegiado, pues sobre ellas pesan
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vulnerabilidades particulares. Así, cualquier intervención tendiente a aliviar el carácter del
trabajo temporal debe considerarlas como un sujeto específico, haciéndose cargo de su
mayor especialización en el trabajo temporal y los problemas de sobrecarga y doble jornada
laboral que éste les acarrea.
En este sentido, se hace necesario avanzar respecto al Código del Trabajo, en la validez
legal de las negociaciones colectivas de los Sindicatos Inter-empresas, rama de actividad y
con base en la localidad, a fin de posibilitar la existencia de Sindicatos de Temporeros por
localidades, que puedan negociar colectivamente con los empleadores de la zona. Por otra
parte, es importante ampliar los beneficios que actualmente tienen los trabajadores
empleados con contrato indefinido, a aquellos cuyo contrato es a trato o por plazo fijo: ello
incluiría subsidio de cesantía, indemnizaciones por despido, etc.
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Finalmente, cabe orientar una preocupación especial sobre el uso y manejo de agroquímicos
y sus consecuencias para la salud de los trabajadores agrícolas en general y a los temporales
en particular. A este respecto, es importante utilizar las potencialidades de FONCAP-
SENCE para capacitar, en los períodos de temporada baja, a los grupos más vulnerables a
su exposición, tales como los fumigadores y quienes trabajan directamente en predios. Es
también relevante desarrollar fiscalizaciones sostenidas en las empresas por parte de la
DITRAB, fiscalizar el ingreso de todas las cargas de agroquímicos que entran al país y no
sólo las que llegan a un tonelaje industrial, como se hace actualmente. Y por último,
prohibir el uso de todos los plaguicidas considerados extremadamente tóxicos.
En síntesis, todos estos elementos apuntan a reconocer como país, los factores de riesgo que
se asocian a los procesos de modernización, y a hacer reflexivo este conocimiento,
buscando estrategias para controlar este riesgo. Es la modernidad que se monitorea a sí
misma, buscando establecer estrategias que controlen los riesgos y costos que ella misma
genera. Para este caso específico, este control transita por el reconocimiento del nuevo
perfil de la ruralidad, que diluye las diferencias entre lo rural y lo urbano, reinstalando la
industria en los ámbitos rurales, descampesinizando al pequeño productor y llevando
trabajadores urbanos o periurbanos a trabajos propiamente agrícolas. Perfil que obliga a
reconocer que el nuevo pobre rural ya no es sólo el pequeño campesino sino el trabajador
agrícola suburbano y como tal la preocupación por él forma parte de las preocupaciones del
desarrollo rural.
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Referencias Bibliográficas
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