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EL VERDADERO AYUNO.

Is. 58: 1-9a.

INTRODUCCIÓN.

Sin lugar a dudas, uno de los grandes desconocidos entre las actividades
cristianas, es el ayuno bíblico. Su práctica ha ido relegada a un plano marginal
en la vida devocional con el Señor. Tal vez eso ha llegado a ser así por la fama
que se ha ido creando en torno a su utilidad y mala práxis. Pero son mayores
sus bondades y bendiciones que los peligros en los que el creyente puede caer
al valorar el ayuno de un modo distorsionado. Es bien cierto que existen
fundamentalmente tres peligros a la hora de practicar el ayuno bíblico.
El primero de ellos es el formalismo. Celebrarlo ritualmente sin el
acompañamiento de un espíritu humillado y anhelante de justicia corrompe el
propósito original para el que fue instituido: "Pero el día en que ustedes
ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros. " (v. 3). Si nuestra
conducta es injusta para con los demás y nuestra fuerza es la que impulsa
todo cuanto tenemos, el ayuno no cumple con el objetivo de pedir el favor de
Dios sobre nuestras vidas.
El segundo es el peligro de la competitividad: "Ustedes sólo ayunan
para pelear y reñir, y darse puñetazos a mansalva." (v.4). Cuando el
ayuno se convierte en arma arrojadiza entre los hermanos para dilucidar
quién es el más espiritual, el ayuno pierde la meta. Las discusiones que se
relacionan con una posición de autoridad en la iglesia de Cristo o de la calidad
espiritual de los miembros, son las que han sepultado al ayuno. Mejor no
meneallo, no sea que hayan problemas. Obviamos las bendiciones de Dios por
las consecuencias catastróficas que crean ciertos hermanos en cuanto a quién
es mejor y quién menos maduro.
Y el tercer peligro es el de el exhibicionismo. Esta conducta que se
encuentran en todos los ámbitos de la sociedad, también salpica a la vertiente
espiritual. Jesús enseñó y condenó estos comportamientos: "Cuando
ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que
demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les
aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. " (Mt.
6:16). Por desgracia, aún hay personas en nuestras congregaciones que se
esconden tras las apariencias. Los hipócritas de los tiempos de Jesús, son los
hipócritas de hoy. Simulando y demostrando piedad denostan el ayuno
bíblico. Cuando hablamos del tema, enseguida viene a nuestras mentes el
ayuno, como si esta práctica fuese la culpable de la doblez en el testimonio
cristiano.
¿Qué dijo Jesús sobre el ayuno? " Pero tú, cuando ayunes, perfúmate
la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás
que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto;
y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. "
(Mt. 6:17,18); "Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le
preguntaron: —¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos,
pero no así tus discípulos? Jesús les contestó: —¿Acaso pueden
estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos?
Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán.
" (Mt. 9:14-15). Jesús nunca dijo que dejaramos de ayunar, sino que lo
hicieramos correctamente. Jesús dijo que sus discípulos no ayunaban porque
Él ya estaba en medio de ellos y ya no era necesario hasta que partiese de
nuevo a la gloria. Aún sigue siendo una práctica útil y bendita que poner en
manos del Señor.
¿Qué enseñaba la iglesia primitiva? "Mientras ayunaban y
participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo:
«Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he
llamado.» (Hch. 13:2); "En cada iglesia nombraron ancianos y, con
oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían
creído. " (Hch. 14:23). Notemos que para la primera iglesia, el ayuno era
una práctica que formaba parte del culto al Señor. Permitía escoger a los
siervos oportunos y aptos para el ministerio en las iglesias.
El ayuno aún sigue siendo para nosotros. El ayuno, el abstenerse de comida,
bebida o contacto sexual todavía es un instrumento de comunión con Dios y
no ha de quedar en el olvido de tantas cosas que nos permiten acercarnos al
Señor con más intensidad y mayor dependencia de Su poder.

A. EL AYUNO Y LA ORACIÓN.

En el Antiguo Testamento tenemos varios casos que relacionan el ayuno y la


oración. Son elementos indispensables a la hora de consultar a Jehová sobre
algún asunto importante o crucial: "Entonces los israelitas, con todo el
pueblo, subieron a Betel, y allí se sentaron y lloraron en presencia
del SEÑOR. Ayunaron aquel día hasta el anochecer y presentaron
al SEÑOR holocaustos y sacrificios de comunión. Después
consultaron al SEÑOR, pues en aquel tiempo estaba allí el arca del
pacto de Dios." (Jue. 20:26,27). Si hay algo que tienes urgencia para
consultar con Dios, he aquí el camino. Oración y ayuno. ¿Cuándo fue la última
vez que preguntaste al Señor acerca de Su consejo sobre algún asunto
importante en tu vida? ¿Cuándo fue que te sentaste y te humillaste ante Dios
para conocer Su sabia voluntad? ¿Cuántas veces has presentado ante el Señor
tu existencia completa en ofrenda de olor fragante? Es entonces cuando el
ayuno es necesario. Es necesario concentrarse en la dirección de Dios,
dejando de lado cualquier distracción, incluso el alimento. Si has de pedir
consejo de Dios, ayuna no como un mero formalism0, sino como el reflejo fiel
de tu alma sintonizada con la presencia del Altísimo.
Jesús también habla de esa férrea conexión entre oración y ayuno. Tras la
transfiguración de Jesús y saborear la gloria de Su Padre Celestial, debe
volver de nuevo a caminar por la tierra. Y al regresar, ya hay una multitud que
lo aguarda expectante. Gente necesitada de sus enseñanzas y también de su
poder sanador y perdonador. Entre ellos hay un hombre nervioso y
acongojado. Su rostro muestra todavía la huella del dolor y la desesperación.
Lo había intentado todo, pero todos los remedios habían fracasado a la hora
de liberar a su hijo de un demonio terrible. Todos los días veía como su
querido hijo era lanzado sobrenaturalmente sobre el fuego de una hoguera o
al agua del mar. Cuando un padre contempla impotente al sufrimiento de su
hijo, descubre que toda ayuda es poca. Antes de arrodillarse ante Jesús, ya
había echado mano de las habilidades de sus discípulos: " Se lo traje a tus
discípulos, pero no pudieron sanarlo. " (Mt. 17:16). ¿Qué era lo que
fallaba? ¿Acaso no había potestad en ellos para echar a los demonios en el
nombre de Jesús?
La reacción de Jesús es realmente explosiva. Si fuesemos sus discípulos en
ese momento, nos sentiríamos desconcertados. "—¡Ah, generación
incrédula y perversa! —respondió Jesús—. ¿Hasta cuándo tendré
que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?
Tráiganme acá al muchacho. " (v.17). Todavía con la boca abierta, los
discípulos se preguntan qué quiere decirles Jesús con este repentino estallido
de indignación. Démonos cuenta de que Jesús acaba de bajar del Monte de la
Transfiguración. Había recibido el beneplácito de Su Padre. Había
contemplado la gloria que le estaba reservada. Y ahora, la incredulidad de sus
discípulos le mostraba cuánto trabajo quedaba por hacer.
El muchacho es llevado ante su presencia. Aún podemos ver las cicatrices y
las quemaduras en su piel. La locura coloca una máscara en su rostro. No es él
mismo. Alguien maneja los hilos de su vida como si de una marioneta se
tratase. Era la última oportunidad que quedaba a aquel padre angustiado y
cansado de probar tantas cosas. Jesús con voz de mando ordena al demonio
que deje en paz al muchacho: "Jesús reprendió al demonio, el cual
salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquel momento. " (v.
18). La sanidad instantánea de Dios curó todas sus heridas y lo devolvió a su
padre, llorando de alegría al ver tal milagro. La multitud asombrada y atónita
se maravilla de la autoridad de Jesús hacia los demonios.
Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Qué había fallado? ¿Por qué los discípulos
no pudieron expulsar a ese demonio con éxito? En primer lugar, nadie puede
compararse a Jesús. En segundo lugar, la fe en el nombre de Jesús es
confianza en el poder de Dios, y ellos carecían de esa clase de fe: " Después
los discípulos se acercaron a Jesús y, en privado, le preguntaron:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?—Porque ustedes
tienen tan poca fe —les respondió—. Les aseguro que si tienen fe
tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta
montaña: “Trasládate de aquí para allá”, y se trasladará. Para
ustedes nada será imposible." (vv. 19,20). La falta de fe les impidió
realizar la titánica tarea de reprender a ese demonio. Pero Jesús antes de
terminar con las razones del fracaso de sus discípulos, nos deja ese nexo
necesario entre ayuno y oración: "Pero este género no sale sino con
oración y ayuno." (v.21). ¿Te enfrentas a una empresa tan formidable que
ves tambalear tu fe? Oración y ayuno. ¿Tu problema es tan grande que te
cuesta encontrar la puerta de su solución? Oración y ayuno. Reconoce de
quién es el poder para que lo imposible sea posible en oración y manifiesta a
Dios que lo anhelas incluso más que el alimento, más que cualquier otra cosa
y ayuna. “Llamarás, y el SEÑOR responderá; pedirás ayuda, y él
dirá: “¡Aquí estoy!” (Is. 58:9a).

B. EL AYUNO Y LA CONFESIÓN DE PECADOS.

El ayuno también es expresado en la Palabra de Dios en un sentido de


arrepentimiento y confesión de los pecados. Samuel, profeta y juez de Israel,
vivió momentos terribles por la idolatría del pueblo. Pero algo ocurre:"y todo
el pueblo de Israel buscaba con ansiedad al SEÑOR. " (1 Sam. 7:2).
Samuel obedeciendo a la carga que Dios estaba poniendo en medio de Israel
propone a todo el pueblo lo siguiente: "«Si ustedes desean volverse al
SEÑOR de todo corazón, desháganse de los dioses extranjeros y de
las imágenes de Astarté. Dedíquense totalmente a servir sólo al
SEÑOR, y él los librará del poder de los filisteos.» (v.3). La solución
es clara. Debían dejar su vida antigua, destruyendo todo vestigio de idolatría
para servir y obedecer únicamente a Dios. Sólo así el yugo de los filisteos sería
partido en dos. Sólo así habría redención y liberación. "Así que los
israelitas echaron fuera a los ídolos de Baal y a las imágenes de
Astarté, y sirvieron sólo al SEÑOR. " (v.4). Samuel los convoca en
Mizpa para una confesión pública y unánime ante Dios: "Cuando los
israelitas se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la derramaron
ante el SEÑOR. También ayunaron durante el día, y públicamente
confesaron: «Hemos pecado contra el SEÑOR.» (v.6). Los resultados
de este ayuno de confesión: "Durante toda la vida de Samuel, el
SEÑOR manifestó su poder sobre los filisteos. Éstos fueron
subyugados por los israelitas y no volvieron a invadir su territorio.
" (v. 13). ¿Hay cadenas de pecado en tu vida? Ayuna y confiesa tus pecados
ante Dios. ¿Deseas como Israel volverte de tus caminos adúlteros e idólatras?
Ayuna y arrepiéntete. La liberación de tu alma llegará y podrás decir como
Samuel: "«El Señor no ha dejado de ayudarnos.» (v. 12).
Joel, profeta del Altísimo también recurrió al ayuno: "«Ahora bien —
afirma el SEÑOR—, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno,
llantos y lamentos.» Rásguense el corazón y no las vestiduras.
Vuélvanse al SEÑOR su Dios, porque él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga.
Tal vez Dios reconsidere y cambie de parecer, y deje tras de sí una
bendición. " (Joel 2: 12-14). Para Joel el ayuno muestra un corazón
humillado y contrito. Dios desea que reconozcamos a través de él que
necesitamos Su perdón y gracia.
Daniel es otro ejemplo más de un varón piadoso y recto ante Dios. Daniel no
es sospechoso de ser hipócrita o exhibicionista al ayunar: "Entonces me
puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de
orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas. Ésta fue la
oración y confesión que le hice: »“Señor, Dios grande y terrible,
que cumples tu pacto de fidelidad con los que te aman y obedecen
tus mandamientos: Hemos pecado y hecho lo malo; hemos sido
malvados y rebeldes; nos hemos apartado de tus mandamientos y
de tus leyes. " (Daniel 9:3-5). El arrepentimiento logra exponer nuestra
maldad ante Dios y nuestra necesidad acuciante de Su perdón: "Pero aun
cuando nos hemos rebelado contra ti, tú, Señor nuestro, eres un
Dios compasivo y perdonador. " (v. 9).

C. EL AYUNO Y EL DUELO.

El ayuno puede también ser el vehículo a través del cual podemos


compadecernos unos a otros cuando perdemos a nuestros seres queridos. La
tristeza hace que todo lo que era cotidiano pase a un segundo plano y sea
momento de dar rienda suelta a nuestra emotividad. Cuando ayunamos nos
unimos al dolor de la pérdida de nuestros hermanos. David sufrió un duro
golpe al enterarse de la muerte de Jonatán y de Saúl: " Lloraron y
ayunaron hasta el anochecer porque Saúl y su hijo Jonatán habían
caído a filo de espada, y también por el ejército del SEÑOR y por la
nación de Israel. " (2 Sam. 1:12). La muerte de Abner, general de Saúl,
entristeció en gran manera a David: "Todos se acercaron a David y le
rogaron que comiera algo mientras todavía era de día, pero él hizo
este juramento: «¡Que Dios me castigue sin piedad si pruebo pan o
algún otro alimento antes de que se ponga el sol!» (2 Sam. 3:35).
Daniel tenía este mismo sentir al recibir revelación de Dios de malos
tiempos: " «En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como
si estuviera de luto. En todo ese tiempo no comí nada especial, ni
probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. " (Dan. 10:1-3). Ester
también se dolió al enterarse de los planes de Amán para exterminar al
pueblo judío: "«Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para
que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día
ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual
que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey,
por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca!»
(Est. 4:16). Sentía la posibilidad de su propia muerte al hacer una petición
osada ante el rey Asuero, y quiso que todos se uniesen a ese lamento en un
mismo espíritu.
¡Qué bendición hallamos en el ayuno al llorar con los que lloran! ¿Has
perdido a un ser querido? Queremos acompañarte en los instantes de pena y
sufrimiento demostrando nuestro amor y consuelo con nuestro ayuno. ¿Ves
cercano el momento de partir? Invítanos a participar de ayuno y oración
unánimes para invocar la presencia del Señor en estos postreros momentos
de la vida.

CONCLUSIÓN.

Ya ves, hermano, que el ayuno es una bendición para el creyente. No es mi


voluntad e intención convencerte de nada que no esté registrado en las
benditas palabras de la Escritura. Ayunar sigue estando vigente en nuestros
tiempos. Olvida los peligros de su mal uso, y concéntrate en las innumerables
gracias que Dios otorga al que ayuna en espíritu y verdad. El espíritu del
ayuno se halla en la propia negación y surge de la profunda conciencia de
nuestra necesidad y urgencia. No quiero imponerte algo que puedas
aborrecer. No quiero que compitas con los hermanos ni que te muestres como
un creyente hipócrita. Pero nunca obvies un vehículo más a través del cual tú
y el pueblo de Dios podemos acercarnos a Dios en humildad y oración.
“¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día para que el
hombre se mortifique? ¿Y sólo para que incline la cabeza como un
junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día
de ayuno y el día aceptable al SEÑOR? »El ayuno que he escogido,
¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las
correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda
atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el
hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y
no dejar de lado a tus semejantes? Si así procedes, tu luz
despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu
justicia te abrirá el camino, y la gloria del SEÑOR te seguirá.
Llamarás, y el SEÑOR responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí
estoy!” (Is. 58: 5-9).

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