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INTRODUCCIÓN.
Sin lugar a dudas, uno de los grandes desconocidos entre las actividades
cristianas, es el ayuno bíblico. Su práctica ha ido relegada a un plano marginal
en la vida devocional con el Señor. Tal vez eso ha llegado a ser así por la fama
que se ha ido creando en torno a su utilidad y mala práxis. Pero son mayores
sus bondades y bendiciones que los peligros en los que el creyente puede caer
al valorar el ayuno de un modo distorsionado. Es bien cierto que existen
fundamentalmente tres peligros a la hora de practicar el ayuno bíblico.
El primero de ellos es el formalismo. Celebrarlo ritualmente sin el
acompañamiento de un espíritu humillado y anhelante de justicia corrompe el
propósito original para el que fue instituido: "Pero el día en que ustedes
ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros. " (v. 3). Si nuestra
conducta es injusta para con los demás y nuestra fuerza es la que impulsa
todo cuanto tenemos, el ayuno no cumple con el objetivo de pedir el favor de
Dios sobre nuestras vidas.
El segundo es el peligro de la competitividad: "Ustedes sólo ayunan
para pelear y reñir, y darse puñetazos a mansalva." (v.4). Cuando el
ayuno se convierte en arma arrojadiza entre los hermanos para dilucidar
quién es el más espiritual, el ayuno pierde la meta. Las discusiones que se
relacionan con una posición de autoridad en la iglesia de Cristo o de la calidad
espiritual de los miembros, son las que han sepultado al ayuno. Mejor no
meneallo, no sea que hayan problemas. Obviamos las bendiciones de Dios por
las consecuencias catastróficas que crean ciertos hermanos en cuanto a quién
es mejor y quién menos maduro.
Y el tercer peligro es el de el exhibicionismo. Esta conducta que se
encuentran en todos los ámbitos de la sociedad, también salpica a la vertiente
espiritual. Jesús enseñó y condenó estos comportamientos: "Cuando
ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que
demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les
aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. " (Mt.
6:16). Por desgracia, aún hay personas en nuestras congregaciones que se
esconden tras las apariencias. Los hipócritas de los tiempos de Jesús, son los
hipócritas de hoy. Simulando y demostrando piedad denostan el ayuno
bíblico. Cuando hablamos del tema, enseguida viene a nuestras mentes el
ayuno, como si esta práctica fuese la culpable de la doblez en el testimonio
cristiano.
¿Qué dijo Jesús sobre el ayuno? " Pero tú, cuando ayunes, perfúmate
la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás
que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto;
y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. "
(Mt. 6:17,18); "Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le
preguntaron: —¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos,
pero no así tus discípulos? Jesús les contestó: —¿Acaso pueden
estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos?
Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán.
" (Mt. 9:14-15). Jesús nunca dijo que dejaramos de ayunar, sino que lo
hicieramos correctamente. Jesús dijo que sus discípulos no ayunaban porque
Él ya estaba en medio de ellos y ya no era necesario hasta que partiese de
nuevo a la gloria. Aún sigue siendo una práctica útil y bendita que poner en
manos del Señor.
¿Qué enseñaba la iglesia primitiva? "Mientras ayunaban y
participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo:
«Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he
llamado.» (Hch. 13:2); "En cada iglesia nombraron ancianos y, con
oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían
creído. " (Hch. 14:23). Notemos que para la primera iglesia, el ayuno era
una práctica que formaba parte del culto al Señor. Permitía escoger a los
siervos oportunos y aptos para el ministerio en las iglesias.
El ayuno aún sigue siendo para nosotros. El ayuno, el abstenerse de comida,
bebida o contacto sexual todavía es un instrumento de comunión con Dios y
no ha de quedar en el olvido de tantas cosas que nos permiten acercarnos al
Señor con más intensidad y mayor dependencia de Su poder.
A. EL AYUNO Y LA ORACIÓN.
C. EL AYUNO Y EL DUELO.
CONCLUSIÓN.