Sunteți pe pagina 1din 129

Historia social de la literatura y el arte

la obra de arte original, un manifiesto carácter de mercancía. Y si


el trabajo de los talleres, en los que los discípulos se dedicaban a la
labor de copia, tiende ya a la «producción de mercancía», la es-
tampa, con sus múltiples ejemplares de una misma imagen, es un
ejemplo perfecto de la producción masiva, y ello mucho más en V
un campo en el que antes se trabajaba sólo por encargo previo.
En el siglo XV surgen estudios en los que se copian también RENACIMIENTO
manuscritos en serie que son ilustrados rápidamente a pluma, ex-
poniéndose luego los ejemplares para la venta, como en una libre-
ría. También los pintores y los escultores comienzan a trabajar en
forma masiva y se impone así, también en el arte, el principio de la
producción impersonal de mercancías. Para la Edad Media, que ha-
cía hincapié no en la genialidad, sino en la artesanía de la creación
artística, no era la mecanización de la producción tan difícil de
compaginar con la esencia del arte como para los tiempos moder-
nos, o< como lo hubiese sido ya para el Renacimiento si la tradición
medieval del arte como actividad artesana no hubiera puesto algún
límite a la difusión de su concepto de la genialidad.

314
1

EL C O N C E P T O DE RENACIMIENTO

C
U Á N T O hay de caprichoso en la separación que se acos-
tumbra hacer de la Edad Media y la Edad Moderna, y cuan
indeciso es el concepto de Renacimiento, se advierte sobre
todo en la dificultad con que se tropieza para encuadrar en una u
otra categoría a personalidades como Petrarca y Boccaccio, Genti-
le da Fabriano y Pisanello, Jean Fouquet y Jan van Eyck. Si se quie-
re, Dante y Giotto pertenecen ya al Renacimiento, y Shakespeare y
Moliere todavía a la Edad Media. La opinión de que el cambio se
consuma propiamente en el siglo XVIII, y de que la Edad Moder-
na comienza con la Ilustración, la idea de progreso y la industriali-
zación, no se puede descartar sin m á s P e r o sin duda es mucho me-
jor anticipar esta cesura fundamental situándola entre la primera y
la segunda mitad de la Edad Media, esto es, a finales del siglo XII,
cuando la economía monetaria se revitaliza, surgen las nuevas ciu-
dades y la burguesía adquiere sus perfiles característicos; pero de
ningún modo puede ser situada en el siglo XV, en el que, si mu-
chas cosas alcanzan su madurez, no comienza, sin embargo, ningu-
na cosa nueva.
Nuestra concepción del mundo, naturalista y científica, es, en
lo esencial, una creación del Renacimiento; pero el impulso hacia
la nueva orientación en la que tiene su origen la concepción que
ahora surge lo dio el nominalismo de la Edad Media^El interés por
la individualidad, la investigación de las leyes naturales, el sentido
de fidelidad a la naturaleza en el arte y en la literatura no comien-
zan en modo alguno con el Renacimiento. El naturalismo del siglo
XV no es más que la continuación del naturalismo del gótico, en

1
Cf. J. Huizinga, Das Problem der Renaissance, en Wege der Kulturgeschichte, 1930,
págs. 134 sigs.; G. M. Trevelyan, English Social History, 1944, pág. 97.

317
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

el que aflora ya claramente la concepción individual de las cosas in- n ton rapidez progresiva hacia la realidad; pero el naturalismo
dividuales; Los panegiristas del Renacimiento quieren ciertamente 01 unu novedad del Renacimiento,)como no lo es tampoco la
ver en todo lo que en la Edad Media es espontáneo, progresista y
éftXlomfu de lucro.
personal un anuncio o una prefiguración del Renacimiento; Burck-
El descubrimiento de la naturaleza por el Renacimiento es un
hardt considera que las canciones de los vagantes son ya proto-Re-
Invento del liberalismo del siglo XIX. El liberalismo contrapone el
nacimiento, y Walter Pater descubre que una creación tan íntima-
Utrucímiento sencillo y amante de la naturaleza a la Edad Media
mente medieval como el chantefable Aucassin et Nicolette es una
para combatir así a la filosofía romántica de la historia. Cuando
expresión del Renacimiento; pero todo esto no hace más que ilu-
Burckhardt dice que «el descubrimiento del mundo y del hombre»
minar desde el lado opuesto la misma situación, la misma conti-
M obra del Renacimiento, su tesis es a un tiempo un ataque a la
nuidad entre Edad Media y Renacimiento.
rwcción romántica y una defensa contra la propaganda destinada a
En su descripción del Renacimiento, Burckhardt ha acentua-
difundir la visión romántica de la cultura medieval. La teoría de la
do sobre todo el naturalismo, y señala en el retorno a la realidad
espontaneidad del naturalismo renacentista tiene la misma fuente
empírica, en «el descubrimiento del mundo y del hombre» el mo-
que la doctrina de que la lucha contra el espíritu de autoridad y de
mento esencial del «re-nacimiento». Él, lo mismo que sus segui-
jerarquía, el ideal de la libertad de pensamiento y de conciencia, la
dores, no se ha dado cuenta de queden el Renacimiento lo nuevo no
emancipación del individuo y el principio de la democracia son
era el naturalismo en sí, sino los rasgos científicos, metódicos e in-
conquistas del siglo XV. En este cuadro, la luz de los tiempos mo-
tegrales del naturalismo^ no han percibido ellos que^no eran la ob-
dernos contrasta por todos lados con las tinieblas de la Edad
servación y el análisis de la realidad los que superaban los concep-
Media,
tos de la Edad Media, sino simplemente la conciencia y la
La relación de este concepto del Renacimiento con la ideología
coherencia con que los datos empíricos eran registrados y analiza-
del liberalismo es todavía más clara en Michelet que en Burckhardt;
dos;.no han visto^en una palabra^ queden el Renacimiento el hecho
al primero se le debe la frase de «la découverte du monde et de
notable no era que el artista se fuese convirtiendo en observador de 2
l'homme» . Ya el modo que tiene de elegir sus héroes intelectuales,
la naturaleza, sino que la obra de arte se transformaba en un «estu-
uniendo a Rabelais, Montaigne, Shakespeare y Cervantes con Colón,
dio de la naturaleza». El naturalismo del gótico comenzó cuando 3
Copérnico, Lutero y Calvino , y el hecho de que incluso no vea en
las representaciones de las cosas dejaron de ser exclusivamente sím-
Brunelleschi más que al destructor del gótico, y consideré el Rena-
bolos y empezaron a tener sentido y valor, incluso sin relación con
la realidad trascendente, como mera reproducción de las cosas te- cimiento en general como el principio de la evolución que llevará al
rrenasj Las esculturas de Chartres y Reims, a pesar de que su rela- triunfo la idea de la libertad y de la razón, muestra que lo que le in-
ción supramundana sea aún tan evidente, se distinguen de las obras teresaba en su concepto del Renacimiento era sobre todo encontrar
de arte del período románico por su sentido inmanente, el cual es el árbol genealógico del liberalismo. Para él, la lucha es todavía con-
separable de su significación metafísica^Con la llegada del Renaci- tra el clericalismo y a favor del libre pensamiento, que fue el que
miento se realiza un cambio sólo en el sentido de que el simbolis- trajo a los filósofos ilustrados del siglo XVIII la conciencia de su
mo metafísico se debilita, y el propósito del artista se reduce de oposición a la Edad Media y su filiación renacentista.
manera cada vez más resuelta y consciente a la representación del Tanto para Bayle (Diccionario histórico y crítico, IV) como para
mundo sensible. A medida que la sociedad y la economía se libe-
2

ran de las cadenas de la doctrina de la Iglesia, el arte se vuelve tam- Jules Michelet, Histoire de la f ranee; VII. Renaissance, 1855, pág. 6.
5
Cf. Adolf Philippi, Der Begriff der Renaissance, 1912, pág. 111.

318 319
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

Voltaire (Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, cap. que agudizaron y difundieron este concepto, y a él se atuvieron la
121)/el carácter irreligioso del Renacimiento era cosa reconocida, investigación histórica, tanto burguesa-liberal como socialista. Aún
y condesas características ha llegado hasta hoy el Renacimiento, que hoy ambos campos ensalzan el Renacimiento como la gran lucha de
9

era en realidad solamente anticlerical, antiescolástico y antiascéti- la razón por la libertad y el triunfo del espíritu individual , cuando
co, pero en modo alguno incrédulo. Las ideas sobre la salvación, el en realidad ni la idea del «libre examen» es una conquista del Re-
10

más allá, la redención y el pecado original, que llenaban la vida es- nacimiento ni la idea de la personalidad fue totalmente descono-
piritual del hombre de la Edad Media, pasan a ser «meramente cida para la Edad Media, (EI individualismo del Renacimiento fue
A
ideas secundarias» , pero no se puede hablar en modo alguno de la nuevo solamente como programa consciente, como instrumento de
carencia de todo sentimiento religioso en el Renacimiento^Porque lucha y como gritó de guerra, pero no como fenómeno^
«si se pretende -como observa Ernst Walser- considerar de mane- En su concepto de Renacimiento, Burckhardt relaciona la
ra meramente inductiva la vida y el pensamiento de las personali- idea del individualismo con la del sensualismo, la idea de la auto-
dades más relevantes del Quattrocento, de Coluccio Salutati, Poggio determinación de la personalidad con la acentuación de la protes-
Bracciolini, Leonardo Bruni, Lorenzo Valla, Lorenzo el Magnífico ta contra el ascetismo medieval, la exaltación de la naturaleza con
o Luigi Pulci, se da el caso extraño de que precisamente en las per- la proclamación del Evangelio de la alegría de vivir y de la «eman-
sonas estudiadas no aparecen en absoluto los signos que se conside- cipación de la carne». De esta conexión de conceptos surge, en
5
ran característicos de la incredulidad...» . El Renacimiento no fue parte bajo el influjo del inmoralismo romántico de Heinse, y
ni siquiera tan hostil a la autoridad como pretenden la Ilustración como anticipación del amoral culto al héroe de Nietzsche ", el
y el liberalismo.ÍSe atacaba al clero, pero se respetaba a la Iglesia cuadro bien conocido del Renacimiento como una edad de hom-
como institución, y a medida que disminuía la autoridad de ésta se bres sin escrúpulos, violentos y epicúreos, un cuadro cuyos rasgos
la sustituía por la de la antigüedad clásica^ libertinos no tienen verdaderamente relación inmediata con el
El radicalismo del concepto de Renacimiento que se forjó la concepto liberal de Renacimiento, pero que sería inconcebible sin
Ilustración estaba todavía muy influido por el espíritu de la lucha las tendencias liberales y el individualista sentido de la vida del si-
6
por la libertad a mediados del siglo anterior . La lucha contra la glo XIX. La disconformidad con el mundo de la moral burguesa
reacción renovaba el recuerdo de las repúblicas italianas del Renaci- y la rebelión contra ella originaron el paganismo petulante que
miento e insinuaba la idea de que todo el esplendor de su cultura es- encontraba en la pintura de los excesos del Renacimiento una
tuvo en relación con la emancipación de sus ciudadanos . En Fran- 1 compensación del placer que les faltó. En este cuadro, el condottie-
8
cia fue el periodismo antinapoleónico y en Italia el anticlerical los re, con su demoníaca apetencia de placeres y su desenfrenada vo-
luntad de poder, era el prototipo del pecador irresistible, que en la
4
fantasía de los hombres modernos consumaba todas las monstruo-
Ernst Troelcsch, Renaissance und Reformation, en «Hist. Zeitschr.», 1913, vol.
110, pág. 530. sidades del sueño burgués de placer. Se ha preguntado, con razón,
5
Ernst Walser, Studien zur Weltanschauung der Renaissance, 1920, en Gesammelte si ha existido realmente este violento perverso tal como lo descri-
Studien zur Geistesgescb. der Renaissance, 1932, pág. 102.
6
Cf. Karl Borinski, Der Streit um die Renaissance und die Entstehungsgesch. der hist.
' Así, por ejemplo, también en Georges Renard, Hist. du travail a Ftorence, II,
Beziebungsbegriffe Renaissance u. Mittelalter, en Actas de la Academia Bávara, 1919, págs.
1 sigs. 1914, pág. 219.
10
7
Karl Brandi, Die Renaissance, en la Propylaen-Weltgesck., IV, 1932, pág. 160. E. Walser,»/». cit., pág. 118.
11
8
Werner Kaegi, Über die Renaissaneeforschung Ernst Wa/sers, en los Ges. Studien de Sobre la relación de Nietzsche con Heinse, véase Walter Brecht, Heinse und der
Ernst Walser, 1932, pág. XXVIII. astb. Immoralismus, 1911, pág. 62.

320 321

PII|PÍfl|lil|IW ' m '««i»! m


Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

be la historia de las costumbres renacentistas de las lecturas clási- trechez espacial de la pintura flamenca, sus figuras tímidas, un
12
cas de los humanistas . /
poco desmañadas, sus accesorios meticulosamente dispuestos y su
En la concepción sensualista del Renacimiento, amoralismo y graciosa técnica miniaturista producen, por el contrario, una im-
esteticismo se entrelazan de una manera que corresponde mejor a presión completamente medieval.
la psicología del siglo XIX que a la del Renacimiento. La visión es- Pero incluso si se quiere conceder a los factores constantes de
tética del mundo característica del período romántico no se agota- evolución, principalmente a los factores raciales y nacionales de los
ba en modo alguno en un culto al arte y al artista, sino que traía grupos portadores de la cultura, un cierto peso, no se debe olvidar
consigo una nueva orientación de todos los problemas de la vida se- que la aceptación de un factor de esta clase significa una renuncia
gún criterios estéticos. Toda la realidad se convertía para ella en al propio papel de historiador, y se debe demorar todo lo posible la
sustrato de una experiencia estética, y la vida misma pasaba a ser admisión de una renuncia como ésta. Por lo cumún resulta, en rea-
una obra de arte en la que cada uno de los factores era simplemen- lidad, que los pretendidos factores constantes de evolución no son
te un estímulo de los sentidos. Los pecadores, tiranos y malvados otra cosa que sedimentos de estadios históricos, o la sustitución
del Renacimiento le parecían a esta concepción grandes figuras pic- apresurada de condiciones históricas no investigadas, pero perfec-
tóricamente expresivas, protagonistas apropiados para el fondo co- tamente investigables. De cualquier manera,|el carácter individual
lorista de la época. La generación ebria de belleza y ávida de muer- de las razas y de las naciones tiene en las diferentes épocas de la his-
te que quería morir «coronada de pámpanos» estaba pronta y bien toria una significación distinta cada vez. En la Edad Media, su im-
dispuesta a perdonárselo todo a una época que se cubría de oro y de portancia es insignificante; el carácter colectivo de la cristiandad
púrpura, y que convertía la vida en una fiesta fastuosa en la que, posee un grado de realidad incomparablemente más alto que la in-
como se quería creer, hasta el pueblo simple se entusiasmaba ante dividualidad de cada uno de los pueblos componentes. Pero a fina-
las más exquisitas obras de arte. Naturalmente, este sueño de este- les de la Edad Media, el feudalismo, común a todo Occidente, y la
tas corresponde a la realidad histórica tan escasamente como la caballería internacional, la Iglesia universal y su cultura unitaria,
imagen del superhombre en figura de tirano/El Renacimiento fue son sustituidos por la burguesía nacional con su patriotismo ciu-
duro y práctico, objetivo y antirromántico; tampoco en este aspec- dadano, sus formas económicas y sociales distintas en cada lugar,
to fue muy distinto de la baja Edad Media.] las esferas de interés estrechamente limitadas de las ciudades y las
Los rasgos que el individualismo liberal y el esteticismo sen- provincias, los particularismos de los principados y la variedad de
sualista han atribuido al concepto de Renacimiento, en parte no le las lenguas nacionales. Y entonces es cuando el factor nacional y ra-
convienen en absoluto y en parte convienen también a la baja Edad cial se adelanta al primer plano como decisivo yfel Renacimiento
Media. Al parecer, en esto los límites son más bien geográficos y aparece como una forma histórica particular en la que el espíritu
nacionales que históricos. En los casos discutibles - p o r ejemplo, en italiano se individualiza con respecto al fondo de la unidad cultu-
Pisanello y en los Van Eyck— por lo general los fenómenos se re- ral europea^ f
solverán a favor del Renacimiento en el sur y a favor de la Edad Me- ^31 rasgo más característico del arte del Quattrocento es la liber-
dia en el norte. Las espaciosas representaciones del arte italiano, tad y la ligereza de la técnica expresiva, tan original respecto a la
con sus figuras que se mueven libremente en su disposición unita- Edad Media como al norte de Europa, y con ellas la gracia y la ele-
riamente concebida, parecen ser renacentistas, mientras que la es- gancia, el relieve estatuario y la línea amplia e impetuosa de sus
formas. Todo en este arte es claro y sereno, rítmico y melodioso. La
12
W. Kaegi, op. cil., pág. XLI.
rígida y mesurada solemnidad del arte medieval desaparece y cede

322
323
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

el lugar a un lenguaje formal, alegre, claro y bien articulado, en llón panorámica de la realidad, casi una reseña, y no una imagen
comparación con el cual incluso el arte franco-borgoñón contem- unilateral, unitaria, dominada por un único punto de vista^La pin-
poráneo parece tener «un tono fundamentalmente hosco, un lujo tura prefiere la representación cíclica, y el drama tiende a la pleni-
bárbaro y una forma caprichosa y recargada» . Con su vivo senti-13 tud de episodios, fomentando, en lugar de una síntesis de la acción
do para las relaciones simples y grandiosas, para la mesura y el or- en unas cuantas situaciones decisivas, el cambio de escenas, de los
den, para la plasticidad monumental y la construcción firme, el personajes y de los motivos^Én el arte gótico lo importante no es
Quattrocento anticipa, a pesar de la existencia de durezas ocasionales rl punto de vista subjetivo; no es la voluntad creadora la que se ma-
y de una dispersión frecuentemente no superada, los principios nifiesta a través del dominio de la materia, sino la riqueza temáti-
estilísticos del Renacimiento pleno. Es precisamente esta inma- ca que se encuentra siempre dispersa en la realidadjy de la que ni
nencia de lo «clásico» en lo preclásico la que distingue del modo artistas ni público llegan a saciarsc^El arte gótico lleva al especta-
más claro las creaciones de los primeros tiempos del Renacimiento dor de un detalle a otro y -como se ha hecho observar- le hace leer
italiano, frente al arte de la baja Edad Media y el arte contemporá- las partes de la representación una tras otra; el arte del Renaci-
neo del norte de Europa. El «estilo ideal» que une a Giotto con Ra- miento, por el contrario, no detiene al espectador ante ningún de-
fael domina el arte de Masaccio y de Donatello, de Andrea del Cas- talle, no le consiente separar del conjunto de la representación nin-
tagno y de Piero della Francesca, de Signorelli y de Perugino; guno de los elementos, sino que le obliga más bien a abarcar
ningún artista italiano del Renacimiento temprano escapa total- simultáneamente todas las partes^, f
mente a este influjo. Lo esencial en esta concepción artística es el Como la perspectiva central en la pintura, así la unidad espa-
principio de la unidad y la fuerza del efecto total, o, al menos, la cial y temporal y la concentración hacen posible en el drama, sobre
tendencia a la unidad y la aspiración a despertar una impresión todo, la realización de la visión simultánea. La modificación que el
unitaria, aun con toda la plenitud de detalles y colores. Al lado de Renacimiento aporta a la idea del espacio y a toda la concepción ar-
las creaciones artísticas de la baja Edad Media, una obra de arte del tística, tal vez en ninguna otra parte se revela mejor que en la
Renacimiento da siempre la impresión de enteriza; en ella existe un conciencia de la incompatibilidad de la ilusión artística con la es-
rasgo de continuidad en todo el conjunto, y la representación, por cena medieval compuesta de cuadros independientes . La Edad 15

rico que sea su contenido, parece fundamentalmente simple y ho- Media, que concebía el espacio como algo compuesto y que se po-
mogénea^ día descomponer en sus elementos integrantes, no sólo colocaba las
^La forma fundamental del arte gótico es la adición. En la obra diversas escenas de un drama una a continuación de otra, sino que
gótica, ya se componga de varias partes relativamente indepen- permitía a los actores permanecer en escena durante toda la repre-
dientes o no se pueda descomponer en tales partes, ya se trate de sentación escénica, esto es, incluso cuando no participaban en la ac-
una representación pictórica o escultórica, épica o dramática, el ción. Pues así como el actor no prestaba atención a aquella decora-
principio predominante es siempre el de la expansión y no el de la ción delante de la cual no se recitaba, ignoraba también la
concentración, el de la coordinación y no el de la subordinación, la presencia de los actores que no intervenían precisamente en la es-
secuencia abierta y no la forma geométrica cerrada. La obra de arte cena que se estaba representando. Semejante división de la atención
se convierte así en una especie de camino, con diversas etapas y es- es imposible para el Renacimiento.
taciones, a través del cual conduce al espectador, mostrando una vi-
11
Dagobert Frey, Gotik und Renaissance, 1929, pág. 38.
15 " Cf. para lo que sigue D. Frey, op. cit., pág. 194.
J. Huizinga, Herbst des Mittelalters, 1928, pág. 468.

324 325

•itmminitiii'iiiniHiiíttl
Renacimiento
Historia social de la literatura y el arte

miento temprano es un movimiento esencialmente italiano, mien-


El cambio de sensibilidad se manifiesta del modo más inequí- trus que el Renacimiento pleno y el manierismo son movimientos
voco en Scaligero, que encuentra ridículo que «los personajes no Culmines a toda Europa. (la nueva cultura artística aparece en pri-
abandonen nunca la escena, y que a aquellos que no hablan no se mer lugar en Italia porque es un país que lleva ventaja a Occiden-
16
los considere presentes» . Para la nueva estética, la obra de arte te también en el aspecto económico y social, porque de él arranca
constituye una unidad indivisible; el espectador quiere abarcar de el renacimiento de la economía, en él se organizan técnicamente el
una sola mirada todo el campo del escenario, lo mismo que todo el linautiamiento y transporte de las cruzadas "j en él comienza a de-
17
espacio de una pintura realizada según la perspectiva c e n t r a l . «urrollarse la libre competencia frente al ideal corporativo de la
Pero el tránsito de la concepción artística sucesiva a la simultánea lidttd Media y en él surge la primera organización bancaria de Eu-
significa al mismo tiempo una menor comprensión para aquellas ¿
ropa "; también porque en Italia la emancipación de la burguesía
«reglas del juego» tácitamente aceptadas sobre las cuales descansa ciudadana triunfa más pronto que en el resto de Europa, debido
en último término toda ilusión artística. El Renacimiento encuen-
u que en ella el feudalismo y la caballería están menos desarrolla-
tra absurdo que sobre la escena «se haga como si no se pudiera oír
ls
dos que en el norte, y la nobleza campesina.no sólo se convierte en
lo que uno dice de otro» , aunque los personajes están unos junto
ciudadana mucho más pronto, sino que se asimila completamente
a otros; esto puede considerarse ciertamente como síntoma de un
a la aristocracia del dinero; y, finalmente, también porque la tradi-
sentimiento realista más desarrollado, pero implica indudablemen-
ción clásica no se ha perdido enteramente en Italia, donde los mo-
te un cierto declinar de la imaginación.
numentos conservados están por todas partes y a la vista de todos?)
Como quiera que sea,^s sobre todo a esta unitariedad de la re- Sabida es la significación que se ha atribuido a este último factor
presentación a la que el arte del Renacimiento debe la impresión en las teorías sobre la génesis del Renacimiento.
de todalidad, esto es, el parecer un mundo auténtico, equilibrado, Nada más fácil que recurrir a una única influencia directa y
autónomo, y con ello su mayor verismo frente a la Edad Media. La externa y convertirla en principio de este nuevo estilo tan difícil-
evidencia de la descripción artísticamente realista, su verosimili- mente definible. Pero al hacer esto se olvida que una influencia his-
tud, su fuerza de persuasión, se basan también aquí^-como ocurre tórica externa no es nunca la razón última de un cambio espiritual,
con tanta frecuencia-^mucho más en la íntima lógica de la presen- pues una influencia de esta clase sólo se vuelve activa cuando exis-
tación y en la armonía de todos los elementos de la obra que en la ten ya las premisas para su admisión; su actualidad misma es la que
armonía de todos estos elementos con la realidad exterior/) hay que explicar; y, ciertamente, no es una influencia la que puede
^Italia anticipa con su arte concebido unitariamente el clasicis- explicar la actualidad de sus fenómenos concomitantes. Ante el he-
mo renacentista, lo mismo que con su racionalismo económico an- cho de que en un determinado momento la antigüedad comienza a
ticipa la evolución capitalista de Occidente. Porque el Renaci- tener una eficacia bien distinta de la que hasta entonces había te-
16
nido, hay que plantearse, en primer lugar, la cuestión de por qué
J. C. Scaligero, Poetices libri septem, 1591, VI, pág. 21.
ha ocurrido este cambio realmente, por qué de pronto la misma
" Dagoberr Frey, que designa la diversidad de la concepción artística medieval y
renacentista con la distinción del espacio figurativo concebido de manera sucesiva y si- cosa provoca efectos nuevos; pero esta cuestión es tan amplia, tan
multánea, se apoya evidentemente en sus explicaciones en la distinción de Erwin Pa- genérica y tan difícil de responder como aquella otra anterior de
nofsky entre un «espacio por agregación» y un «espacio sistemático» (Die Perspektive ais
19
«symbolische Form», 1927). La tesis de Panofsky presupone a su vez la doctrina de Wick- Jakob Strieder, Werden u. Wachsen des europ. Frühkapitalismus, en la Propylaen-
hoff de la representación «continuativa» y la «distintiva», en lo cual Wickhoff puede ha- Weltgesch., IV, 1932. pág. 8.
ber sido estimulado por los pensamientos de Lessing acerca del «momento pregnante». 20
ídem, Jacob Fugger, 1926, págs. 7 sigs.
'* Scaligero, loe. cit.

327
326

i * 1111 IIÜ * i ÍPW


Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

por qué y cómo el Renacimiento era distinto de la Edad Media. La Hizancio a la rigidez de la cultura, fue también en el Renacimien-
24
sensibilidad para la antigüedad clásica era sólo un síntoma; tenía to una remora antes que un estímulo . Louis Courajod va tan le-
profundas raíces en fenómenos sociales, lo mismo que la repulsa de jos por este mismo camino que niega toda relación íntima entre el
la antigüedad al comenzar la era cristiana. Pero no se debe tampo- Renacimiento y la antigüedad e interpreta el Renacimiento como
25
co sobrevalorar el valor sintomático de esta sensibilidad para lo clá- la renovación espontánea del gótico franco-flamenco . Pero tam-
sico. Los hombres de esta época tenían ciertamente conciencia cla- poco estos investigadores que defienden la continuación directa de
ra de un renacimiento, y, con ella, el sentido de renovación basado la Edad Media en el Renacimiento se dan cuenta de que la cone-
en el espíritu clásico, pero este sentido lo tenía también el Trecen- xión entre ambos períodos se funda en la continuidad de su desa-
2
to K En vez de citar a Dante y Petrarca como precursores, será me- rrollo económico y social, ni de que el espíritu franciscano de que
jor -como han hecho los adversarios de la teoría clasicista— rastrear habla Thode, el individualismo medieval de Neumann y el natu-
el origen medieval de esta idea de un renacer, y deducir de ella la ralismo de Courajod tienen su origen en aquella dinámica social
continuidad entre la Edad Media y el Renacimiento. que a finales del período de la economía natural de la Edad Media
Los representantes más conocidos de la teoría de un desarrollo cambió la faz de Occidente.
ininterrumpido de la Edad Media al Renacimiento otorgan in- (El Renacimiento intensifica realmente los efectos de la ten-
fluencia decisiva al movimiento franciscano y relacionan la sensibi- dencia medieval hacia el sistema capitalista económico y social sólo
lidad lírica, el sentimiento de la naturaleza y el individualismo de en cuanto que confirma el racionalismo, que en lo sucesivo domi-
Dante y Giotto sobre todo, pero también de los maestros más tar- na toda la vida espiritual y material. También los principios de uni-
díos, con el subjetivismo y la intimidad del nuevo espíritu religio- dad, que ahora se hacen decisivos en el arte —la unidad coherente
so, poniendo así en tela de juicio que el «descubrimiento» de la del espacio y de las proporciones, la limitación de la representación
antigüedad haya originado en el siglo XV una ruptura en la evolu- a un único motivo principal, y el ordenar la composición en forma
22
ción que estaba ya en curso . También desde otras posiciones se ha abarcable de una sola mirada— corresponden a este racionalismo;
mantenido la conexión del Renacimiento con la cultura cristiana expresan la misma aversión por todo lo que escapa al cálculo y al
de la Edad Media y el tránsito sin solución de continuidad de la dominio de la economía contemporánea, basada en el método, el
Edad Media a la Edad Moderna. Konrad Burdach califica de fábu- cálculo y la conveniencia; son creaciones de un mismo espíritu, que
23
la el pretendido carácter pagano del Renacimiento, y Cari Neu- se impone en la organización del trabajo, de la técnica comercial y
mann no sólo afirma que el Renacimiento se apoya «en la inmensa bancaria, de la contabilidad^por partida doble^y en los métodos de
26
energía que la educación cristiana había originado», y que el indi- gobierno, diplomacia y estrategia . Toda la evolución del arte se
vidualismo y el realismo del siglo XV son «la última palabra del articula en este proceso general de racionalización. Lo irracional
hombre medieval en su madurez plena», sino también que la imi- pierde toda eficacia. Por «bello» se entiende la concordancia lógi-
tación del arte y la literatura clásicos, que había conducido ya en ca entre las partes singulares de un todo, la armonía de las relacio-
21
nes expresadas en un número, el ritmo matemático de la composi-
Werner Weisbach, Renaissance ais Stilbegriff, en «Hist. Zeitschr.», 1919, vol.
120, pág. 262. ción, la desaparición de las contradicciones en las relaciones entre
22
Henry Thode, Franz von Assisi und die Anfange der Kunst der Reanissance, 1885;
24
idem, Die Renaissance, en «Bayreuther Blátter», 1899; Emile Gebhatdt, Origines de la Re- Cari Neuman, Byzantinische Kultur und Renaissancekultur, en «Hist. Zeitschr.»,
naissance en Italie, 1879; idem, Italie mystique, 1890; Paul Sabatier, Vie de Saint Francois 1903, vol. 21, págs. 215, 228 y 231.
dAssise, 1893. 25
Louis Courajod, Lecons professées a l'École du Louvre, 1901, II, pág. 142.
23
Konrad Burdach, Reformation Renaissance Humanismus, 1918, pág. 138. 26
Jakob Strieder, Studien z. Gesch. der kapit. Organisations-formen, 1914, pág. 57.

328 329
Historia social de la literatura y el arte

las figuras y el espacio, y las partes del espacio entre sí. Y así como
2
la perspectiva central no es otra cosa que la reducción del espacio a
términos matemáticos, y la proporcionalidad es la sistematización
de las formas particulares de una representación, de igual manera
poco a poco todos los criterios del valor artístico se subordinan a
EL PÚBLICO DEL ARTE B U R G U É S Y
motivos racionales, y todas las leyes del arte se racionalizan. Este CORTESANO DEL QUATTR0CENT0
racionalismo no se limita ni mucho menos al arte italiano; simple-
mente, en el norte adopta características más superficiales que en
Italia y se hace más tangible y más ingenuo^Un ejemplo caracte-
rístico de la nueva concepción artística fuera de Italia es Madona
londinense, de Robert Campin, en cuyo fondo .el borde superior de
una pantalla de la chimenea forma al mismo tiempo el nimbo de la
Virgen. El pintor utiliza una coincidencia formal para hacer
concordar un elemento irracional e irreal de la representación con
E L público del arte del Renacimiento está compuesto por la
burguesía ciudadana y por la sociedad de las cortes princi-
pescas. En cuanto a la orientación del gusto, ambos grupos
sociales tienen muchos puntos de contacto, a pesar de la diversidad
de origen. De un lado, el arte burgués conserva todavía los ele-
la realidad habitual, y si bien él está firmemente persuadido de la mentos cortesanos del gótico; además, con la renovación de las for-
realidad suprasensible del nimbo tanto como de la realidad sensi- mas de vida caballerescas, que no han perdido por completo su
ble de la pantalla, el mero hecho de que crea aumentar el atractivo atractivo para las clases inferiores, la burguesía adopta unas formas
de su obra por la motivación naturalista de este fenómeno es sig- artísticas inspiradas en el gusto cortesano; de otro lado, los círculos
no de una nueva época, aunque ésta no haya llegado sin prepara- cortesanos no pueden a su vez sustraerse al realismo y al racionalis-
ción previa. mo de la burguesía y participan en el perfeccionamiento de una
visión del mundo y del arte que tiene su origen en la vida ciu-
dadana. A finales del Quattrocento, la corriente artística ciudadano-
burguesa y la romántico-caballeresca están mezcladas de tal suerte
que incluso un arte tan completamente burgués como el florentino
adopta un carácter más o menos cortesano^ Pero este fenómeno co-
rresponde simplemente a la evolución general y señala el camino
que conduce de la democracia ciudadana al absolutismo monárquico.
Ya en el siglo XI surgen en Italia pequeñas repúblicas marine-
ras como Venecia, Amalfi, Pisa y Genova, que son independientes
de los señores feudales de los territorios circundantes. En el siglo si-
guiente se constituyen otros comuni libres, entre ellos Milán, Lucca,
Florencia y Verana, y se forman organismos estatales bastante indi-
ferenciados aún en el aspecto social, apoyados en el principio de la
igualdad de derechos entre los ciudadanos que ejercen el comercio y
la industria. Sin embargo, pronto estalla la lucha entre estos comuni
Y los nobles hacendados del contorno; esta lucha termina por el mo-
mento con el triunfo de la burguesía. La nobleza campesina
330
331
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

lada entonces a las ciudades y trata de adaptarse a la estructura so- [ La historia de Florencia es típica de todas las ciudades italia-
cial y económica de la población urbana. Pero casi al mismo tiem- nas en las que por el momento no se llega a una solución dinástica
po surge también otra lucha, que se desarrolla con mayor crudeza y y no se consigue por tanto desarrollar una vida cortesana^No es que
que no se decide tan pronto. Es la doble lucha de clases entre la pe- las formas económicas capitalistas se desarrollen en Florencia antes
queña y la gran burguesía, de un lado, y el proletariado y la bur- que en otras ciudades, pero los estadios parciales de la evolución
guesía en conjunto, de otro. La población ciudadana, que estaba capitalista se destacan en ella más agudamente, y los motivos de los
unida todavía en la lucha contra el enemigo común, la nobleza, se conflictos de clase que acompañan a esta evolución afloran en ella
divide en grupos de intereses opuestos que guerrean entre sí del 29
más claramente que en cualquier otra p a r t e . En Florencia, sobre
modo más encarnizado tan pronto como el enemigo parece haber todo, se puede seguir mejor que en otros comuni de estructura se-
desaparecido. A finales del siglo XII las primitivas democracias se mejante el proceso a través del cual la gran burguesía se sirve de los %
han transformado en autocracias militares. No conocemos con se- gremios como medio para adueñarse del poder político y cómo uti-^
guridad el origen de esta evolución, y no podemos por ello decir con liza este poder para acrecentar su supremacía económica. Después
certeza si fue la hostilidad de las sañudas facciones de la nobleza en de la muerte de Federico II, los gremios consiguen, con la protec-
lucha, o las luchas intestinas de la burguesía, o tal vez ambos fenó- ción de los güelfos, el poder en el comune y arrebatan el gobierno al
menos juntos, los que hicieron necesario el nombramiento del po- podesta. Se constituye el primo popólo, «la primera asociación políti-
desta como autoridad superior a los partidos contendientes; de cual- 30
ca conscientemente ilegítima y revolucionaria» , que elige su ca-
quier modo, a un período de luchas partidistas sucede antes o pitana. Formalmente éste está bajo la autoridad del podesta, pero de
después el despotismo. Los déspotas mismos eran, o miembros de hecho es el funcionario más influyente del Estado; no sólo dispone
las dinastías locales, como los Este en Ferrara, o gobernadores del de toda la milicia popular y no sólo decide todas las controversias
emperador, como los Visconti en Milán, o condottieri, como Frances- en materia de impuestos, sino que ejerce también «una especie de
co Sforza, sucesor de los Visconti, o sobrinos del papa, como los derecho tribunicio de ayuda e investigación» en todos los casos
Riario en Forli y los Farnese en Parma, o ciudadanos distinguidos 31
de queja contra un noble poderoso . Con esto se quebranta el do--
como los Médicis en Florencia, los Bentivogli en Bolonia y los Ba- minio de las familias militares y se expulsa a la nobleza feudal del
glioni en Perugia. En muchos lugares el despotismo se hace heredi- gobierno de la república. Este es el primertriunfo decisivo alcan-
tario ya en el siglo XIII; en otros, como en Florencia y Venecia so- zado por la burguesía en la historia moderna, y recuerda la victoria
bre todo, se mantiene la antigua constitución republicana, al menos de la democracia griega sobre los tiranos. Diez años después, la no-
en la forma, pero en general el advenimiento de las signarte señala bleza consigue nuevamente recuperar el poder, pero la burguesía
por todas partes el fin de la antigua libertad. El comune libre y bur- sólo necesita dejarse llevar por la corriente de los acontecimientos,
27
gués se convierte en una forma política anticuada . Los ciudadanos, que la mantienen siempre sobre las olas tempestuosas.^Hacia 1270
entregados a sus quehaceres económicos, no estaban ya acostumbra- surge ya la primera alianza entre la aristocracia de sangre y la del
dos a la guerra, y abandonan la milicia en manos de empresarios mi- dinero; con esto se prepara el gobierno de la clase plutocrática, que
litares y de soldados de oficio, los condottieri y sus tropas. Por todas determinará en lo sucesivo toda la historia de Florencia^
2ít
partes el signore es el caudillo directo o indirecto de las tropas .
29
Robert Davidsohn, Forschungen zur Gesch. von Florenz, IV, 1908, pág. 268.
27
Julien Luchaire, Les Sociétés italiennes du XIIV au XV sitie, 1933, pág. 92. 3
° Max Weber, op. cit., pág. 562.
28 51
Max Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, 1922, pág. 573. Ibid., pág. 565.

332 333
Renacimiento
Historia social de la literatura y el arte

s
gremial para oprimir a las clases inferiores y, sobre todo, para dis- )
^Alrededor de 1280, la alta burguesía posee de un modo abso-
luto el poder, que ejerce en lo fundamental a través de los priores minuir los salarios^ S
de los gremios. Éstos dominan toda la máquina política y todo el El siglo XIV está lleno de los conflictos de clase entre la bur-
aparato administrativo estatal, y como formalmente son los repre- guesía, dominadora de los gremios, y el proletariado, excluido de
sentantes de los gremios, puede decirse que Florencia es una ciu- ellos. Al proletariado se lo hirió gravemente al prohibírsele que se
32
dad g r e m i a l . Entre tanto, las corporaciones económicas se han asociase; esto le impedía toda acción colectiva para la defensa de sus
convertido en gremios políticos. Todos los derechos efectivos del ciu- intereses, y calificaba de acto revolucionario todo movimiento
dadano se fundan en lo sucesivo en la pertenencia a una de las cor- huelguístico. El trabajador es ahora subdito privado de todo dere-
poraciones legalmente reconocidas. El que no pertenece a ninguna cho de un Estado clasista en el que el capital, sin escrúpulos mora-
organización profesional no es un ciudadano de pleno derecho. Los les de ningún tipo, impera más desconsideradamente que nunca,
magnates son de antemano excluidos del priorato, a no ser que ejer- antes o después, en la historia de Occidente^). La situación es tan-
zan una industria, como los burgueses, o pertenezcan, al menos for- to más desesperada cuanto que no se tiene conciencia de que se tra-
malmente, a alguno de los gremios^ Naturalmente, esto no signi- ta de una lucha de clases; no se considera al proletariado como una
fica en absoluto que todos los ciudadanos de pleno derecho posean clase, y se define a los jornaleros desposeídos simplemente como
derechos iguales; la hegemonía de los gremios no es otra cosa que «los pobres que, al fin y al cabo, tiene que haber».^El florecimien-
la dictadura de la burguesía capitalista unida en los siete gremios to económico, que, en parte, se debe a esta opresión de las clases in-
mayores. No sabemos cómo se estableció realmente la diferencia de feriores, alcanza su apogeo entre 1328 y 1338. Después sobreviene
grado entre los gremios. Pero dondequiera que encontramos un do- la bancarrota de los Bardi y los Peruzzi, que origina una grave cri-
cumento de la historia económica florentina, la diferencia está ya sis económica y un estancamiento general. La oligarquía sufre una
33
realizada . En cualquier caso, los conflictos económicos no se pro- pérdida de prestigio aparentemente irreparable y debe doblegarse^
ducen aquí, como en la mayoría de las ciudades alemanas, entre los primero a la tiranía del duque de Atenas y luegq^á un gobierno po-
gremios, por un lado, y el patriciado urbano, todavía no organiza- pular, fundamentalmente pequeñoburgués, el primero de su clase
34
do, por otro, sino entre los distintos grupos gremiales . En con- en Florencia^Los poetas y los escritores, como antaño en Atenas, se
traste con lo que ocurre en el norte, en Florencia el particiado tie- pronuncian de nuevo por la clase señorial —por ejemplo, Boccaccio
ne desde el primer momento la ventaja de que está tan fuertemente y Villani-, y hablan en el tono más despectivo del gobierno de ten-
organizado como las clases medias de la población urbana. Sus gre- deros y artesanos.
mios, en los que están asociados el comercio en gran escala, la gran T o s cuarenta años siguientes, hasta la represión de la revuelta
industria y la banca, se convirtieron en auténticas asociaciones de de los Ciompi, constituyen el único momento auténticamente de-
empresarios.|Valiéndose de la preponderancia de estos gremios, la mocrático de la historia de Florencia, breve intermedio entre dos
alta burguesía consigue utilizar todo el aparato de la organización largos períodos de plutocracia^Naturalmente, también en este pe-
ríodo se impone en realidad la voluntad de la clase media, y las
32
grandes masas del proletariado han de recurrir constantemente a la
Alfred Doren, Italim. Wirtschaftsgesch., I, 1934, pág. 358; c£, por el contrario,
R. Davidsohn, Gesch. von Florenz, IV, 2, 1925, págs. 1 sig. huelga y a la r e v u e l t a . 1 levantamiento de los Ciompi de 1378 es,
33
Alfred Doren, Studien zu der Florentiner Wirtschaftsgesch., I, Die Florentiner Wo- entre estos movimientos revolucionarios, el^único del que tenemos
llentuchindustrie, 1901, pág. 399.
3,1
Alfred Doren, Studien zu der Florentiner Wirtschaftsgesch., II, Das Florent. Zunft-
Alfred Doren, Die Florent. Wollentuchindustrie, pág. 458.
wesen, 1908, pág. 752.

335
334
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

conocimiento preciso; y, en todo caso, es también el^más impor- burguesía poseía derechos políticos activos y privilegios econó-
tante. Por primera vez se logran ahora las condiciones fundamen- micos, pero esta clase se comportaba, al menos dentro de su propio
tales de una democracia económica^ El pueblo expulsa a los priores, ambiente, con una cierta equidad y empleaba, en general, medios
crea tres nuevos gremios representantes de los trabajadores y de la correctos. Bajo los Médicis, esta democracia, ya muy limitada, está
pequeña burguesía, e instaura un nuevo gobierno popular que pro- íntimamente vacía y pierde su sentido. Ahora, cuando se trata de
cede ante todo a una nueva división de los impuestos./La rebelión, los intereses de la clase dominante, no se modifica ya la constitu-
que era esencialmente una sublevación del cuarto estaao y luchaba ción, sino que simplemente se abusa de ella, se falsean las eleccio-
36
por una dictadura del proletariado , fue derrotada a los dos meses nes, a los funcionarios se les corrompe o se los intimida, y a los
por los elementos moderados coligados con la alta burguesía^ sin priores se los maneja como a simples muñecos. Lo que aquí se lla-
embargo, aseguró por otros tres años a las clases inferiores de la po- ma democracia es la dictadura no oficial del jefe de una sociedad fa-
blación la participación activa en las tareas de gobierno. La histo- miliar, que se pretende simple ciudadano y se esconde detrás de las
ria de este período demuestra no sólo que los intereses del proleta- formas impersonales de una aparente república^
riado eran incompatibles con los de la burguesía, sino que además En 1433, Cosme el Viejo, apremiado por sus rivales, se ve obli-
permite reconocer el grave error cometido por los trabajadores al gado a desterrarse, hecho bien conocido en la historia florentina;
querer imponer un cambio revolucionario de la producción en el pero después de su regreso, al año siguiente, vuelve a ejercer su po-
37
cuadro ya anticuado de las organizaciones gremiales . El comercio der sin obstáculo alguno. Se hace elegir una vez más gonfaloniere, por
en gran escala y la gran industria se dieron cuenta de que los gre- dos meses, después de haber desempeñado ya antes dos veces ese
mios se habían convertido en un obstáculo para el progreso, y tra- cargo; su actuación pública se extiende, pues, en total seis meses. En
taron de desembarazarse de ellos; en consecuencia, se les asigna realidad, sin embargo, gobierna entre bastidores, por medio de
cada vez más tareas culturales y menos tareas políticas, hasta que hombres de paja, y domina la ciudad sin dignidades especiales, sin
finalmente son sacrificados plenamente a la libre competencia. título alguno, sin cargo y sin autoridad: simplemente, por medios
,' Después del derrocamiento del gobierno popular, se vuelve al ilegales. Así, a la oligarquía sucede en Florencia, ya en el siglo XV,
punto de partida existente antes de la rebelión de los Ciompi.ADe una tiranía encubierta, de la que surge más tarde sin dificultad el
nuevo domina el popólo grasso, con la única diferencia de que el po- 39
principado propiamente d i c h o . El hecho de que en la lucha con-
der no lo ejerce la clase entera, sino sólo algunas familias ricas; su tra sus rivales los Médicis se alien con la pequeña burguesía no re-
predominio ya no se verá seriamente amenazado. En el siglo si- presenta modificación esencial alguna para la posición de esta clase.
guiente, tan pronto como se advierte un movimiento subversivo La hegemonía de los Médicis puede vestirse incluso con formas pa-
que amenace en lo más mínimo a la clase dominante, se lo sofoca triarcales, pero es por esencia más facciosa y arbitraria que lo había
38
inmediatamente y, por cierto, sin desorden .|Después del dominio sido el gobierno de la oligarquía. El Estado continúa siendo mante-
relativamente breve de los Alberti, los Capponi, los Uzzano, los Al- nedor de intereses privados; la democracia de Cosme consiste sola-
bizzi y sus facciones, los Médicis consiguen adueñarse finalmente mente en que deja que otros gobiernen en su nombre y, siempre que
del poder. En lo sucesivo ni siquiera se puede hablar justificada- es posible, emplea energías frescas y jóvenes . 40

mente de una democracia como antes, cuando sólo una parte de la ÍCon la calma y la estabilidad, aunque éstas fueran impuestas
36
Roberc Davidsohn, Gesch. v. Florenz, IV, 2, 1925, pág. 5. por la fuerza a la mayoría de la población, comenzó para Florencia,
37
Cf. Georges Renard, op. cit.. págs. 132-133. 39

38
R. Davidsohn, Gesch. v. Florenz, IV, 2, págs. 6 sig.
A. Doren, Das Florent. Zunftwesen, pág. 726. 40
Ferdinand Schewill, History of Florence, pág. 362.

336 337
Renacimiento
Historia social de la literatura y el arte

económica, convertido en una partida en la contabilidad. Sólo este


desde principios del siglo XV, un nuevo florecimiento económico^
nuionalismo absoluto hizo posible dar solución a los problemas
que no fue interrumpido durante la vida de Cosme por ninguna
que el incremento de tráfico comercial planteó a la economía. La
crisis importante. Surgió en más de una parte el paro, pero no tuvo
elevación de la producción exigía un aprovechamiento más intenso
significación alguna y fue de corta duración, f^lorencia alcanza en-
ile la mano de obra, una división del trabajo más precisa y una me-
tonces la cumbre de su potencialidad económica^ enviaba anual-
canización progresiva de los métodos de trabajo; esto no significa
mente a Venecia dieciséis mil piezas de tejidos, en tránsito; ade-
sólo la introducción de maquinaria, sino también la despersonali-
más, los exportadores florentinos utilizaban también el puerto de
zación del trabajo humano y la valoración del trabajador única y
Pisa, entonces subyugada, y desde 1421 también el puerto de Li-
exclusivamente según su rendimiento.
vorno, adquirido por cien mil florines. ¡Es comprensible que Flo-
Nada expresa mejor la mentalidad económica de la nueva épo-
rencia estuviera orgullosa de su victoria y que la clase dominante,
ca que este materialismo que reduce al hombre a su rendimiento,
que era la que sacaba provecho de estas adquisiciones^ como anta-
y su rendimiento a su valor monetario, esto es, al salario; este ma-
ño la burguesía en Atenas, Quisiera exhibir su poder y su riqueza.
terialismo convierte, en otras palabras, al trabajador en un simple
Ghiberti trabaja desde 1425 en la espléndida puerta oriental del
miembro de un complicado sistema de inversiones y rendimientos,
Baptisterio; en el año de la adquisición del puerto de Livorno, Bru-
pérdidas y ganancias, activos y pasivos. Pero el racionalismo de la
nelleschi se ocupa del desarrollo de su proyecto de la cúpula de la
época tiene su expresión sobre todo en el hecho de que el carácter
catedral. Florencia debía convertirse en una segunda Atenas. Los
esencialmente artesano de la antigua economía ciudadana se vuel-
comerciantes florentinos se vuelven petulantes, quieren independi-
ve ahora completamente comercial. Esta comercialización no con-
zarse del extranjero y piensan en una autarquía, esto es, en un in-
4
siste principalmente en el hecho de que en la actividad del empre-
cremento del consumo interno para igualarlo a la producción ^ /
sario lo manual pierda la supremacía y el cálculo y la especulación
En el curso de los siglos XIII y XIV la estructura originaria 42
la g a n e n , sino en el reconocimiento del principio de que el em-
del capitalismo se ha modificado esencialmente en Italia. En vez del
presario no ha de crear necesariamente nuevas mercancías para
antiguo afán de lucro, predomina la idea de la conveniencia, del mé-
crear valores nuevos. Lo característico de la nueva mentalidad eco-
todo y del cálculo, y el racionalismo, que desde el primer momento
nómica es la conciencia de la naturaleza ficticia y mudable del va-
era algo consustancial a la economía del lucro, se ha convertido en
lor del mercado, dependiente de las circunstancias; la inteligencia
un racionalismo absoluto. El espíritu de empresa de los adelanta-
de que el precio de una mercancía no es una constante, sino que
dos ha perdido sus rasgos románticos, aventureros y piráticos, y el
fluctúa continuamente y que su nivel no depende de la buena o
conquistador se ha convertido en un organizador y un contable, en
mala voluntad del comerciante, sino de determinadas circunstan-
un comerciante cuidadosamente calculador, circunspecto en sus ne-
cias objetivas. Como demuestra el concepto del «justo precio» y los
gocios. El principio de la organización racional no era nuevo en la
escrúpulos sobre los préstamos con interés, en la Edad Media el va-
economía del Renacimiento, ni tampoco lo era la favorable dispo-
lor era considerado como una cualidad sustancial inherente de ma-
sición a abandonar un sistema de producción tradicional tan pron-
nera fija a la mercancía; sólo con la comercialización de la econo-
to como se experimentaba otro mejor; lo nuevo fue la coherencia
mía se descubren los auténticos criterios del precio, su relatividad
con que se sacrificó la tradición al racionalismo, y la falta de consi-
y su carácter indiferente a consideraciones morales.
deraciones con que se valoró objetivamente todo factor de la vida
" Werner Sombart, Der modeme Kapitalismus, I, 1902, págs. 174 sigs.; Georg von
Below, Die Entsteh. des mod. Kapit., en
A. Doren, Die Florent. Wollentuchindustrie, pág. 413.

338
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

(El espíritu capitalista del Renacimiento lo componen junta- guesía, por el contrario, se vuelve cada vez más conservadora y fo-
mente el afán de lucro y las llamadas «virtudes burguesas»: la am- menta un arte que retrocede a los ideales cortesano-caballerescos y
bición de ganancia y la laboriosidad, la frugalidad y la respetabili- gótico-espiritualistas de la Edad Media, o, mejor dicho, estos idea-
43
d a d . Pero también en el nuevo sistema ético encuentra expresión les, que no han desaparecido nunca del arte burgués, vuelven aho-
el proceso general de racionalización!) Entre las características del ra a colocarse en primer plano^
burgués están la de perseguir miras positivas y utilitarias allí don- | Giotto es el primer maestro del naturalismo en Italia. Los au-
de parece tratar sólo de su prestigio, la de entender por respetabi- tores antiguos, Villani, Boccaccio e incluso Vasari, acentúan no sin
lidad solidez comercial y buen nombre, y la de que en su lenguaje razón el efecto irresistible que ejerció sobre sus contemporáneos su
lealtad significa solvencia. (Sólo en la segunda mitad del Quattro- fidelidad a lo real, y no en vano contraponen su estilo a la rigidez
cento los fundamentos de la vida racional retroceden ante el ideal y artificiosidad de la manera^bizantina, todavía bastante difundida
del rentista, y entonces por primera vez la vida del burgués asume cuando él aparece en escena.(Estamos acostumbrados a comparar la
características señoriales.^ claridad y la sencillez, la lógica y la precisión de su manera expre-
ÍLa evolución se consuma en tres etapas. En los «tiempos he- siva con el naturalismo posterior, más frivolo y mezquino, y desa-
roicos del capitalismo» el empresario burgués es sobre todo el con- tendemos con ello el inmenso progreso que su arte ha significado
quistador combativo, el aventurero audaz que se fía sólo de sí mis- en la representación inmediata de las cosas y cómo él da forma a
mo y que va más allá de la relativa seguridad de la economía todo y sabe narrar todo aquello que antes de él era simplemente
medieval. El burgués lucha entonces realmente, con armas en las inexpresable con medios pictóricos. Así, Giotto)se ha convertido
manos, contra la nobleza enemiga, los comuni rivales y las inhóspi- para nosotros en el representante de las grandes formas clásicas, es-
tas ciudades marineras. Cuando a esta lucha sucede una cierta cal- trechamente regulares, cuando(fue sobre todo el maestro de un arte
ma y las mercancías en tránsito por caminos seguros autorizan una burgués simple, lógico y sobrio, cuyo clasicismo proviene del or-
sistematización y un aumento de la producción, los rasgos román- den y la síntesis impuestos a las impresiones inmediatas, de la sim-
ticos desaparecen paulatinamente del tipo característico del bur- plificación y racionalización de la realidad, pero no de un abstrac-
gués; éste somete ahora toda su existencia a un plan de vida racio- to idealismo. Se quiere descubrir en sus obras una voluntad
nal, coherente y metódico. Pero tan pronto como se siente arcaizante, pero él no pretende ser otra cosa que un buen narrador,
económicamente seguro, se relaja la disciplina de su moral bur- breve y preciso, cuyo rigorismo formal debe ser interpretado como
guesa y cede con satisfacción creciente al ideal del ocio y de la bue- agudeza dramática y no como frialdad antinaturalista. La concep-
na vida. El burgués se aproxima a un estilo de vida irracional pre- ción artística de Giotto tiene sus raíces en un mundo burgués to-
cisamente cuando los príncipes, que ahora se rigen por criterios davía relativamente modesto, pero ya perfectamente consolidado
financieros, comienzan a amoldarse a los principios profesionales en sentido capitalista. Su actividad artística se desarrolla en el pe-
44
del comerciante sólido, probo y solvente . La corte y la burguesía ríodo de florecimiento económico, entre la formación de los gre-
se encuentran a medio camino. Los príncipes se vuelven cada vez mios políticos y la bancarrota de los Bardi y los Peruzzij es decir en
más progresistas y en sus aspiraciones culturales se muestran tan aquel primer gran período de cultura burguesa que hizo surgir los
innovadores como la burguesía recientemente enriquecida; la bur- edificios más espléndidos de la Florencia medieval: Santa Maria
43
Novella y Santa Croce, el Palazzo Vecchio, el Duomo y el Campa-
Werner Sombart, Der Bourgeois, 1913.
44
nile. El arte de Giotto es riguroso y objetivo como la mentalidad
Cf. Jakob Burckhardt, Die Kultur der Renaissance. 1908, 10.' ed., I, págs.
26 y 51. (Ed. cast., La cultura del Renacimiento.) de los hombres que le encargaban sus obras, los cuales quieren

340 341
Historia social de la literatura y el arte
Renacimiento

prosperar y dominar, pero no conceden todavía ningún valor espe-


r« efectivamente unitario y profundo, pero cuya profundidad no re-
cial al lujo y a la ostentación pomposa. El arte florentino posterior
husa la de un escenario, él crea en su vista de Siena una perspecti-
a Giotto es más natural en el. sentido moderno, porque es más cien-
VH que supera todo lo anterior en este aspecto, no sólo por su am-
tífico, pero ningún artista del Renacimiento se esforzó más honra-
plitud sino también por el enlace natural de las diversas partes en
damente que él en representar la naturaleza de la manera más di-
un único espacio. La imagen de Siena está dibujada con tal fideli-
r e c t a y verdadera posible^ /
dad a la realidad que todavía hoy se reconoce la parte de la ciudad
|Todo el Trecento esta bajo el signo del naturalismo de Giotto. que sirvió de motivo al pintor, y parece poderse caminar por aque-
Es cierto que aquí y allá hay manifestaciones de estilos anticuados llas callejuelas que, entre los palacios de los nobles y las casas de los
que no se han liberado de las formas estereotipadas de la tradición burgueses, entre los talleres y las tiendas, serpentean colinas arriba.
anterior a Giotto, pero son corrientes retrasadas, reacciones, que En Florencia la evolución marcha en un principio no sólo más
mantienen el estilo hierático de la Edad Media; la orientación pre- lentamente, sino también de manera menos unitaria que en Sie-
dominante en el gusto de la época es, empero, la naturalista. El na "'. Es verdad que se mueve fundamentalmente en el cauce del
naturalismo de Giotto experimenta su primera gran reelaboración naturalismo; sin embargo, no siempre lo hace en la dirección que
en Siena^y desde allí penetra en el norte y en el oeste, principal- corresponde a la pintura de ambiente de Lorenzetti. Taddeo Gad-
mente por mediación de Simone Martini y sus frescos del palacio di, Bernardo Daddi y Spinello Aretino son ingenuos narradores,
45
de los papas de Aviñón . Siena^se coloca por un momento a la ca- como el mismo Lorenzetti; también ellos, con su tendencia a la ex-
beza de la evolución, mientras Florencia queda en la retaguardia pansión, están en la línea de la tradición de Giotto y procuran so-
bastante retrasada^ Giotto muere en 1337; la crisis financiera pro- bre todo dar la ilusión de la profundidad espacial. Pero junto a esta
vocada por las grandes insolvencias comienza en 1339; el estéril orientación existe también en Florencia otra tendencia importante,
período de la tiranía del duque de Atenas se extiende de 1342 a la de Andrea Orcagna, Nardo di Cione y sus discípulos, que en vez
1343; en 1346 estalla una grave sublevación; 1348 es el año de la de la intimidad y la espontaneidad del arte de Lorenzetti mantie-
gran peste que se desencadena en Florencia de manera más terri- nen el hieratismo solemne de la Edad Media, su rígida geometría
ble que en otras partes; los años que median entre la peste y la su- y su ritmo severo, su ornamentalidad y su frontalidad planimétri-
blevación de los Ciompi son años llenos de inquietud, tumultos y cas y sus principios de alineación y adición. La tesis de que todo
revueltas; es un período estéril para las artes plásticas. En Siena, esto no es sino simplemente una reacción antinaturalista ha sido 47

donde la burguesía media tiene una influencia mayor y tanto las con razón discutida y se ha recordado a este propósito que el natu-
tradiciones sociales como las religiosas tienen raíces más profun- ralismo en pintura no se limita en modo alguno a la ilusión del es-
das, la evolución cultural no está turbada por catástrofes, y el sen- pacio profundo y a la disolución de las normas geométricamente
timiento religioso, precisamente porque es todavía un sentimien- trabadas, sino que aquellos «valores táctiles» (tactile valúes) que Be-
to vivo, puede revestir formas más adecuadas al tiempo y más renson aprecia precisamente en Orcagna son igualmente conquista
capaces de desarrollo. 48
del naturalismo . Orcagna representa, con el volumen plástico y
El progreso más importante, partiendo de Giotto, lo realiza el
sienes Ambrogio Lorenzetti, creador del paisaje naturalista y del 46
Cf. para lo que sigue Georg Gombosi, Spinello Aretino, 1926, págs. 7-11.
panorama ilusionista de la ciudad. Frente al espacio de Giotto, que 41
Ibid., págs. 12-14.
4
45 " Bernard Berenson, The Italian Painters of the Renaissance, 1930, pág. 76; cf. Ro-
Max Dvorak, Die llluminatoren des Johann Neumarkt, en «Jahrb. d. kunsthist.
berto Salvini, Zur florent. Mal. des trecento, en Kritische Berichte zur kunstgesch. hit., VI,
Samml des Allerhóchsten Kaiserhauses», 1901, XXII, págs. 115 sigs.
1937.

342
343
ÍWMií

Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

el peso estatuario que da a sus figuras, una dirección tan progresis- bnllcrcsca también en Toscana; sin embargo, en ella no existe un
ta en la historia del arte como Lorenzetti o Taddeo Gaddi con su público verdaderamente interesado en una épica realmente caballe-
profundidad y amplitud espacial. Lo infundado de la suposición de fci»ui o en una pintura inspirada en el estilo romántico caballeres-
que nos encontramos aquí ante un arcaísmo programático debido io-i ortesano. En las cortes de los príncipes de la llanura del Po, en
al influjo de los dominios se muestra sobre todo en los frescos de la Milán, Verona, Padua o Rávena y en muchas otras pequeñas ciuda-
Capilla de los españoles del claustro de Santa Maria Novella, que, si des, donde los dinastas y los tiranos conforman su séquito a imita-
bien están dedicados a la gloria de la orden dominica, son en mu- ción directa de los modelos franceses, no sólo se lee con entusiasmo
chos aspectos una de las creaciones artísticas más progresistas de la IN novela caballeresca francesa, no sólo se la copia y se la imita, sino
50
época. que se la ilustra también en el estilo del original .
• En el siglo XV Siena pierde su función de guía en la historia A su vez, la actividad pictórica de estas cortes no se limita en
del arte, y Florencia, que está ya en la cumbre de su potencia eco- modo alguno a los manuscritos miniados, sino que se extiende a la
nómica, se coloca nuevamente en primer plano. Esta situación no decoración de los muros, que se adornan con representaciones de
explica ciertamente de manera inmediata la presencia y la singula- los ideales caballerescos de la novela y con motivos de la vida de la
ridad de sus grandes maestros, pero sí explícita la demanda ininte- corte, con batallas y torneos, con escenas de caza y de cabalgatas, de
rrumpida de encargos, y, con ella, la competencia intelectual que juegos y de danzas, con narraciones de la mitología, de la Biblia y
las hacen posibles. Florencia es ahora} juntamente con Venecia, que de la historia, con figuras de héroes antiguos y modernos, con ale-
por lo demás tiene su desarrollo propio, que en modo alguno es el gorías de las virtudes cardinales, de las artes liberales y, sobre todo,
general,(el único lugar de Italia donde se desarrolla una actividad del amor en todas las formas y todos los matices posibles. Estas
artística Significativa y ordenadamente progresista, independiente pinturas se mantienen en general en el estilo de los tapices, género
en conjunto del estilo cortesano de la baja Edad Media en Occi- al que probablemente deben su origen. Buscan, lo mismo que és-
dente^) tos, causar una impresión de esplendor, sobre todo con el lujo del
En un principio, la Florencia burguesa tiene una comprensión atuendo y la actitud ceremoniosa de los personajes. Las figuras se
sólo limitada para el arte caballeresco importado de Francia y adop- representan en actitudes convencionales, pero están relativamente
tado por las cortes de Italia septentrional. También en lo geográfi- bien observadas y tienen cierta desenvoltura en el dibujo; esto es
co esta región septentrional está más próxima a Occidente y limi- tanto más comprensible si se piensa que esta pintura tiene sus raí-
ta de manera inmediata con territorios de lengua francesa. La ces en el mismo naturalismo gótico del que arranca el arte burgués
novela caballeresca francesa se difunde ya en la segunda mitad del de la baja Edad Media. Basta pensar en Pisanello para advertir
siglo XIII, y no sólo se la traduce, como en los otros países de Eu- cuánto debe el naturalismo renacentista a estas pinturas murales
ropa, y se la imita en el lenguaje del país, sino que se difunde en su con sus fondos verdes y sus plantas y animales observados con tan-
lengua original. Se escriben poemas épicos en francés lo mismo que ta vivacidad y tan bien pintados. Los escasos restos que se conser-
49
poemas líricos en la lengua de los trovadores . Las grandes ciuda- van en Italia de la más antigua pintura decorativa profana tal vez
des mercantiles de la Italia central no están ciertamente aisladas del no sean anteriores a los comienzos del siglo XV, pero los del siglo
norte y del oeste; sus comerciantes, que mantienen el tráfico con XIV no deben de haber sido en lo esencial muy diferentes de éstos.
Francia y con Flandes, introducen los elementos de la cultura ca- Los que se conservan todavía se encuentran en el Piamonte y en la
M1
Werner Weisbach, Francesco Pesellino u. die Romantik der Reanaissance, 1901,
Adolfo Gaspary, Storia della lett. i tal., I, 1887, pág. 97. pág. 13.

344 345
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

Lombardía; los más importantes están en el castillo de La Manta, (Sin embargo, a principios del Quattrocento esta evolución ha-
en Saluzzo, y en el Palazzo Borromeo, en Milán. Pero por fuentes f la lo cortesano apenas si se advierte. Los maestros de la primera
contemporáneas sabemos que muchas otras cortes de la alta Italia ptneración del siglo, principalmente Masaccio y Donatello, están
poseían una rica y fastuosa decoración pictórica, sobre todo el cas- Rlá» cerca del arte severo de Giotto, con su unidad espacial y el
tillo de Cangrande, en Verona, y el palacio de los Carrara, en Volumen estatuario de las figuras, que del arte preciosista corte-
51
Padua . tlino, y también del gusto preciosista y de las formas frecuente-
(En contraste con el arte de las cortes de los príncipes, el arte mente indisciplinadas de la pintura trecentista^ Después de las
de las ciudades comunales en el Trecento tenía un carácter pre- SOnmociones de la gran crisis financiera, de la peste y de la su-
ferentemente eclesiástico. Hasta el siglo XV no cambian su estilo blcvución de los Ciompi, esta generación tiene que comenzar casi
y su espíritu; entonces, por vez primera, adoptan un carácter pro- Completamente de nuevo. La burguesía se muestra ahora, tanto
fano que corresponde a las nuevas exigencias artísticas privadas y a •It I U S costumbres como en su gusto, más sencilla, más sobria y
la orientación racionalista general. Pero no sólo aparecen nuevos mal puritana que antes. En Florencia predomina de nuevo un sen-
géneros mundanos, como la pintura de historia y el retrato; tam- cido de la vida antirromántico, objetivo y realista, y un natura-
bién los temas religiosos se llenan de motivos profanos. Natural- llimo nuevo, más fresco y más robusto se va imponiendo, de ma-
mente, el arte burgués mantiene todavía más puntos de contacto nera progresiva, en oposición a la concepción artística cortesana
con la Iglesia y la religión que el arte de las cortes de los príncipes, aristocrática, a medida que la burguesía se va consolidando de
y, al menos en este aspecto, la burguesía sigue siendo más conser- Huevo.
vadora que la sociedad cortesana. Pero desde mediados de siglo se (Ll arte de Masaccio y del Donatello joven es el arte de una
advierten ya en el arte ciudadano burgués, principalmente en el nueva sociedad todavía en lucha, aunque profundamente optimis-
florentino, ciertas características cortesano-caballerescas, lia novela ta, y segura de su victoria, el arte de unos nuevos tiempos heroicos
caballeresca, difundida por los juglares, penetra en las clases más del capitalismo, de una nueva época de conquistadores. El confia-
humildes del pueblo y conquista en su forma popular también las do aunque no siempre totalmente seguro sentimiento de fortaleza
ciudades toscanas^con ello pierde su carácter originariamente idea- que se expresa en las decisiones políticas de aquellos años se mani-
lista y se convierte en simple literatura recreativa ".{Esta literatura fiesta también en el grandioso realismo del arte. Desaparece de él
es la que despierta el interés de los pintores locales por los géneros la sensibilidad complaciente, la exuberancia juguetona de las for-
románticos, aparte, claro está, de la influencia directa de artistas mas y la caligrafía ornamental de la pintura del Trecento. Las figu-
como Gentile da Fabriano y Domenico Veneziano, que difunden en ras se hacen más corpóreas, más macizas y más quietas, se apoyan
Florencia el gusto artístico cortesano de la alta Italia, de donde pro- firmemente sobre las piernas y se mueven de manera más libre y
ceden. Finalmente, la alta burguesía, ahora rica y poderosa, co-
natural en el espacio. Expresan fuerza, energía, dignidad y serie-
mienza a apropiarse las formas de vida de la sociedad cortesana y a
dad, y son más compactas que frágiles y, más que elegantes, rudas.
descubrir en los motivos románticos caballerescos algo que no es
121 sentido del mundo y de la vida de este arte es esencialmente
simplemente exótico, sino digno de imitacióny
untigótico, esto es, ajeno a la metafísica y al simbolismo, a lo ro-
mántico y lo ceremonial.^
51
Julius von Schlosser, Ein veronesisches Bilderbuch u. die hüfische Kunst des XIV. Esta es, en todo caso, la tendencia predominante en el nuevo
Jahrh., en «Jahrb. d. kunsthist. Samml. d. AUerh. Kaiserhauses», 1895, vol. XVI, págs.
173 sigs. arte, aunque no es la única. La cultura artística del Quattrocento es
" A. Gaspary, op. cit., págs. 108-109. yu tan complicada, intervienen en ella clases sociales tan disúfl^Oíij

346 347

• • • • •
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

por origen y por educación que no podemos encerrarla en un con- (lastagno, Uccello, Pesellino y Gozzoli el racionalismo y la fantasía
cepto único, válido para todos sus aspectos. romántica, lo burgués y lo cortesano. Las fronteras entre los segui-
J u n t o al estilo «renacentista» y clásicamente estatuario de dores del gótico y los precursores del gusto romántico burgués, afín
Masaccio y Donatello, la tradición estilística del esplritualismo gó- u aquél en muchos aspectos, son totalmente borrosas.
tico y el decorativismo medieval están complétamete vivos, y ello El naturalismo, que representa la tendencia artística funda-
no sólo en el arte de Fra Angélico y Lorenzo Monaco, sino también mental del siglo, cambia repetidamente su orientación según las
en las obras de artistas tan progresistas como Andrea del Castagno evoluciones sociales. El naturalismo de Masaccio, monumental,
y Paolo Uccello. En una sociedad económicamente tan diferencia- antigóticamente simple, tendente sobre todo a la claridad de las re-
da y espiritualmente tan compleja como la del Renacimiento, una laciones espaciales y de las proporciones, la riqueza de Gozzoli, casi
tendencia estilística no desaparece de un día para otro, ni siquiera pintura de género, y la sensibilidad psicológica de Botticelli, re-
cuando la clase social a la que originariamente estaban destinados presentan tres etapas distintas en la evolución histórica de la bur-
sus productos pierde su poder económico y político y es sustituida guesía, que se eleva desde unas circunstancias de sobriedad a una
por otra en sus funciones de portadora de la cultura, o esta clase auténtica aristocracia del dinero^ Un motivo recogido directamen-
modifica su propia actitud espiritual. El estilo espiritualista me- te de la realidad como Hombre que tirita, de Masaccio, en la escena
dieval puede parecer ya anticuado y carente de atractivo a la mayo- del bautismo de la capilla de los Brancacci, es una excepción a prin-
ría de la burguesía, pero corresponde todavía mejor que el otro a cipios del Quattrocento, mientras a mitad de siglo sería completa-
los sentimientos religiosos de una minoría muy considerable. En mente normal.(El gusto por lo individual, por lo característico y lo
toda cultura desarrollada conviven clases sociales distintas, artistas curioso ocupa ahora por vez primera el primer plano^ Ahora surge
diferentes que dependen de estas clases, diversas generaciones de la idea de una imagen del mundo compuesta por petits faits vrais
clientes y productores de obras de arte, jóvenes y viejos, precursores que la historia del arte había ignorado hasta este momento. ^Los
y epígonos; en una cultura relativamente vieja como el Renaci- episodios de la vida cotidiana burguesa -escenas de la calle e inte-
miento, las distintas tendencias espirituales no encuentran expre- riores, escenas de dormitorio en los días del puerperio y escenas de
sión ya en grupos definidos, separados unos de otros. Las tenden- esponsales, al nacimiento de María y la visitación vistas como esce-
cias antagónicas de la intención artística no pueden explicarse nas de sociedad, san Jerónimo en el ambiente de una casa burgue-
simplemente por la contigüidad de las generaciones, por la «si- sa y la vida de los santos en el tráfago de las ciudades— son los te-
53
multaneidad de hombres de edad distinta» ; las contradicciones se mas del nuevo arte naturalista^
dan frecuentemente dentro de la misma generación. Donatello y ^Pero sería erróneo deducir que con estas representaciones se
Fra Angélico, Masaccio y Domenico Veneziano, han nacido sólo quiere decir más o menos que «los santos son también hombres
con unos años de diferencia, y, por el contrario, Piero della Fran- simplemente», y que la preferencia por los motivos de la vida bur-
cesca, el artista más afín espiritualmente a Masaccio, está separado guesa es signo de modestia de clase; por el contrario, los pormeno-
de éste por el espacio de media generación. Los contrastes asoman res de aquella existencia se mostraban con satisfacción y orgullo.
incluso en la creación espiritual de un mismo individuo. En un ar- Con todo, los burgueses ricos, que se interesan ahora por el arte,
tista como Fra Angélico, lo eclesiástico y lo secular, lo lógico y lo aunque no desconozcan su propia importancia, no quieren aparen-
renacentista, están unidos tan indisolublemente como lo están en tar más de lo que son. Hasta después de mediados de siglo no apa-
recen signos de un cambio. En este aspecto, Piero della Francesca
Wilhelm Pinder, Das Problem der Generation, 1926, pág. 12 y passim. revela ya una cierta inclinación a la frontalidad solemne y una pre-

348 349
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

ferencia por la forma ceremonial. De cualquier modo, trabaja mu- público, como cien años más tarde lo estarán las estatuas de los
cho para príncipes y está bajo la influencia directa de los conven- grandes d u q u e s ^ 5

cionalismos cortesanos. En Florencia, sin embargo, el arte sigue \ El Quattrocento tardío ha sido definido como la cultura de una
estando en conjunto, hasta finales de siglo, libre de convenciona- «segunda generación», una generación de hijos malcriados y ricos
lismos y de formalismos, si bien se vuelve también más alambica- herederos; y se encontró tan tajante el contraste con la primera mi-
do y preciosista y tiende cada vez más a la elegancia y a la exquisi- tad del siglo que se creyó poder hablar de un movimiento de reac-
tez. El público de Antonio Pollaiolo, de Andrea del Verrocchio, de ción consciente, de una intencionada «restauración del gótico» y de
Botticelli y de Ghirlandaio no tiene nada, empero, en común con un «contra-Renacimiento»^. A esta concepción se opuso razona-
esta burguesía puritana para la que trabajaron Masaccio y Donatel- blemente que la tendencia que se había definido como retorno al
lo e n s u juventud^
gótico constituía una corriente subterránea permanente del Rena-
(El antagonismo existente entre Cosme y Lorenzo de Médi- cimiento temprano, y no aparece por vez primera en la segunda mi-
cis, la diferencia de principios con arreglo a los cuales ejercen su 56
tad de este período . Pero así como es evidente incluso en el Quat-
poder y organizan su vida privada, señalan la distancia que sepa- trocento la persistente tradición medieval y el contraste continuado
ra a sus respectivas generaciones. Al igual que desde los tiempos del espíritu burgués con los ideales góticos, es innegable también
de Cosme, la forma de gobierno, de ser una república, aunque lo que en la burguesía predomina hasta la mitad de siglo una orien-
fuera sólo en apariencia, ha pasado a ser un auténtico principa- tación espiritual adversa al gótico, antirromántica y realista, libe-
do, y el «primer ciudadano» y su séquito se han transformado en ral y anticortesana, y que el esplritualismo y el gusto por los con-
un príncipe y su corte, así también la burguesía antaño honrada vencionalismos y lo conservador no se imponen hasta el período de
y deseosa de ganancias se ha transformado en una clase de ren- Lorenzo de Médicis. No se debe, naturalmente, imaginar que esta
tistas que desprecian el trabajo y el dinero y quieren disfrutar de evolución significa que el espíritu burgués cambie repentina e in-
la riqueza heredada de sus padres y darse al ocio. Cosme era to- cesantemente su estructura dinámica y dialéctica por otra estática.
davía por entero un hombre de negocios; le gustaban, cierta- El predominio de las tendencias conservadoras, espiritualistas y
mente, el arte y la filosofía, hacía construir preciosas casas y vi- cortesanas no encuentra menos oposición en la segunda mitad del
llas, se rodeaba de artistas y eruditos y sabía también, cuando Quattrocento de la que encontró en la primera mitad del siglo el pre-
llegaba la ocasión, adaptarse al ceremonial; pero el centro de su dominio del espíritu innovador liberal y realista burgués. Lo mis-
vida eran la banca y la oficina. Lorenzo, en cambio, no tiene ya mo que en los primeros tiempos había junto a los círculos progre-
interés alguno por los negocios de su abuelo y de su bisabuelo; sistas otros que retardaban la evolución, ahora el elemento
los descuida y los lleva a la ruina; sólo le interesan los negocios progresista se hace valer por todas partes junto a los grupos con-
de Estado, sus relaciones con las dinastías europeas, su corte servadores.
principesca, su papel de guía intelectual, su academia artística y La retirada de la vida económica activa de las clases sociales ya
sus filósofos neoplatónicos, su actividad poética y su mecenazgo. saturadas, y el avance de otras nuevas, hasta ahora excluidas de las
Hacia afuera, naturalmente, todo se desarrolla todavía según for-
mas burguesas y patriarcales. Lorenzo no permite que se tribu- M
Wilhelm von Bode, Die Kunst der Frührenaissance in halien, 1923, pág. 80.

ten honores públicos a su persona y a su casa; los retratos fami- " Richard Hamann, Die Frührenaissance der ital. Mal., 1909, págs. 2 sig. y 16
sig.; idem., Gesch. d. Kunst, 1932, pág. 417.
liares se dedican simplemente a fines privados, lo mismo que los
" Friedrich Antal, Studien zur Gotik im Quattrocento, en «Jahrb. der Preuss. Kunst-
de cualquier otro ciudadano notable, y no están destinados al
samml.», 1925, vol. 46, págs. 18 sigs.

350 351
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

posibilidades de realizar grandes negocios, hacia los puestos vacan- de la clientela. El dominio de los Médicis, con su opresión fiscal, re-
tes, o, en otras palabras, el ascenso de las clases pobres a acauda- dujo sensiblemente el volumen de los negocios y obligó a muchos
ladas y de las acaudaladas a aristocráticas, constituye el ritmo cons- empresarios a abandonar Florencia, transportando sus negocios a
57
tante de la evolución capitalista . Las clases cultas, que todavía 58
utriis ciudades . La emigración de los trabajadores y el descenso de
ayer se sentían progresistas, hoy tienen ya ideales y sentimientos I* producción, síntomas de la decadencia industrial, pueden adver-
conservadores. Pero antes de que puedan transformar toda la vida 59
tirse ya en tiempos de C o s m e . La riqueza se concentra en menos
intelectual de acuerdo con su nueva mentalidad, se adueña de los mimos. El círculo de los ciudadanos particulares clientes artísticos,
medios culturales una nueva clase de mentalidad dinámica, un gru- que en la primera mitad del siglo tendía siempre a extenderse,
po que en la generación anterior estaba excluido de la esfera cultu- muestra ahora una tendencia a restringirse. Los encargos provienen
ral; éste a su vez se opondrá, una generación más tarde, a la evolu- principalmente de los Médicis y de algunas otras familias; como
ción que tiende a hacer sitio a una nueva clase progresista. (En la consecuencia de este fenómeno, la producción asume ya un carác-
segunda mitad del Quattrocento es, efectivamente, el elemento con- ter más exclusivo y refinado^
servador el que impone el gusto en Florencia; pero el relevo de cla-
I Durante los dos últimos siglos, en los comuni italianos no eran
ses sociales no ha finalizado ni mucho menos; están siempre en jue-
habitualmente las propias autoridades eclesiásticas las que hacían
go fuerzas considerablemente dinámicas que impiden al arte
los encargos de arquitectura religiosa y de obras de arte, sino sus
anquilosarse en el preciosismo cortesano, en el artificio y el con-
procuradores civiles y los encargados de sus intereses, es decir, de
vencionalismo^
un lado el comune, los grandes gremios y las cofradías religiosas, y
A pesar de la inclinación hacia una sutileza amanerada y hacia de otro, los fundadores privados, las familias ricas e ilustres . La 60

una elegancia frecuentemente vacía, se imponen constantemente actividad arquitectónica y artística de los comuni alcanza su cumbre
en el arte nuevos impulsos naturalistas. Aunque adopta tantos ras- en el siglo XIV, en el primer florecimiento de la economía urbana.
gos cortesanos y se vuelve tan formalista y artificioso, no excluye F,ntonces la ambición de los burgueses se exterioriza todavía en for-
nunca la posibilidad de renovarse y ampliar su visión del mundo. mas colectivas; sólo más tarde adopta una expresión más personaL;
El arte de la segunda mitad del Quattrocento sigue siendo un arte Los municipios italianos gastaron en esta actividad artística tanto
amante de la realidad, abierto a nuevas experiencias: es la expresión como antiguamente las poleis griegas. Y no sólo Florencia y Siena,
de una sociedad un poco afectada y descontentadiza, pero que no se también los pequeños municipios, como Pisa y Lucca, quisieron no
opone en absoluto a la admisión de nuevos impulsos. Esta mezcla ser menos, y se desangraron casi en su petulante actividad cons-
de naturalismo y convencionalismo, de racionalismo y romanticis- tructora. (Lin la mayoría de los casos, los señores que consiguieron
mo, produce al mismo tiempo el comedimiento burgués de Ghir- adueñarse del poder en la ciudad prosiguieron la actividad artísti-
landaio y el refinamiento aristocrático de Desiderio, el robusto sen- ca de los comuni, y la superaron hasta donde fue posible en el dis-
tido realista de Verrocchio y la poética fantasía de Piero de Cosimo, pendio. Se hacían así la mejor propaganda a sí mismos y a su go-
la gozosa amabilidad de Pesellino y la mórbida melancolía de Bot- bierno, halagando la vanidad de los ciudadanos y regalándoles
ticelli.rLas premisas sociales de este cambio de estilo ocurrido ha-
obras de arte que, por lo común, tenían que pagar los propios ciu-
cia mediados de siglo hay que buscarlas en parte en la disminución
" A. Doren, Die Florent. Wollentuchind., pág. 438.
" Ibid., pág. 428.
Cf H e n r i
" P i l o n e , Les périodes de l'hist. sociale du capilalisme, Bol. de la R Acad
Belga, 1914, págs. 259 sig., 290 ypassim. » Cf. Marrin Wackernagel, Der Lebensraum des Künstlers in der florent. Renaissance,
1938, pág. 214.

352 353

fllljl
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

dadanos. Esto ocurrió, por ejemplo, en la construcción de la cate- ro el proceso habitual de los concursos. En 1401 el gremio de Ca-
dral de MilánJ en cambio, los gastos de la construcción de la car- limala convoca un concurso público. Entre los concurrentes se eli-
tuja de Pavía fueron sufragados por el peculio particular de los Vis- ge a seis artistas para una selección posterior, entre otros Brune-
6
cont^ y los Sforza '. lleschi, Ghiberti y Jacopo della Quercia. Se les da un año para la
— {La actividad artística de los gremios en Italia no se limitó, ejecución de un relieve en bronce, cuyo motivo, a juzgar por la se-
como en otros países, a la construcción y adorno de los propios ora- mejanza temática de los trabajos conservados, debió de ser exacta-
torios y de las sedes gremiales, sino que se extendió también a la mente prescrito. El coste de la producción y el mantenimiento de
participación en las empresas artísticas del comune, principalmente los artistas durante el período de prueba estaba a cargo del gremio
en la construcción de las grandes iglesias/}Estas tareas caían desde de Calimala. Finalmente, los modelos presentados fueron juzgados
el principio dentro del círculo de actividades propias de los gre- por un tribunal nombrado por el gremio y compuesto por treinta
mios, que venían desarrollándolas más ampliamente a medida que y cuatro artistas famosos.
declinaba su influencia política y económica. Pero los gremios eran (Los encargos artísticos de la burguesía consistían en un prin-
por lo común simplemente el órgano de dirección y gerencia del co- cipio, sobre todo, en donaciones para iglesias y conventos; sólo ha-
mune, así como éste era frecuentemente nada más que el adminis- cia mediados de siglo comienza a encargar en mayor número obras
trador de fundaciones privadas. Las corporaciones no pueden en de arte de naturaleza profana y para usos privados. En adelante,
modo alguno ser consideradas como constructores por cuenta pro- también las casas de los burgueses ricos, y no sólo los castillos y pa-
pia, ni siquiera promotores espirituales de todas las empresas diri- lacios de príncipes y nobles, se adornaban ya con cuadros y esta-
gidas por ellas, pues en la mayoría de los casos administraban sim- tuas. También en esta actividad artística, naturalmente, considera-
plemente los medios puestos a su disposición para realizar la obra, ciones de prestigio, el deseo de brillar y de erigirse un monumento
o a lo sumo los completaban con préstamos o contribuciones vo- desempeñan un papel tan importante, si no mayor, que las exigen-
62
luntarias de los miembros del g r e m i o . Para la supervisión de la cias de orgen estético. Estos intereses no son, desde luego, ajenos
empresa que se les había confiado nombraban comisiones gremia- tampoco a las fundaciones de obras de arte religioso. Pero las cir-
les que, según la magnitud de la obra, se componían de cuatro a cunstancias han cambiado ahora hasta el punto de que las familias
doce miembros (operai). Estas comisiones organizaban los concur- más distinguidas, los Strozzi, los Quaratesi y los Rucellai, se ocu-
sos, contrataban a los diversos artistas, aprobaban sus proyectos, su- pan mucho más de sus palacios que de sus capillas familiares^
pervisaban los trabajos, procuraban los materiales y liquidaban los Giovanni Rucellai es probablemente el tipo más representati-
salarios. Si la apreciación de las aportaciones artísticas y técnicas re- vo de estos nuevos nobles interesados, sobre todo, en el arte profa-
64
quería una particular competencia, pedían consejo a especialistas . 63
n o . Procedía de una familia de patricios enriquecida en la indus-
Con tales atribuciones, el Arte della Lana dirigió en Florencia la tria de la lana y pertenecía a aquella generación entregada a los
construcción de la catedral y del Campanile; el Arte de Calimala, los placeres de la vida que, bajo Lorenzo de Médicis, comienza a retirar-
trabajos del Baptisterio y de la iglesia de San Miniato, y el Arte se de los negocios. En sus notas autobiográficas, uno de los célebres
della Seta, la construcción del Ospedale degli Innocenti. La historia tibaldoni de la época, escribe: «Tengo cincuenta años, no he hecho
de las puertas de bronce del Baptisterio muestra del modo más cla- otra cosa que ganar y gastar dinero, y me he dado cuenta de que pro-
61
porciona más placer el gastar dinero que el ganarlo.» De sus funda-
A. Doren, Ital. Wtrtschaftsgesch., I, págs. 561 sig.
62
A. Doren, Das florent. Zunftwesen. pág. 706.
M
* Ibid., págs. 709 sig. Cf. para lo que sigue M. Wackernagel, op. cit., pág. 234.

354 355
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

ciones religiosas dice que le han dado y le dan mayor satisfacción artistas interesadosjpensaban de manera bien distinta; así^trataron
porque redundan en honra de Dios y de la ciudad, y perpetúan su ile liberarse de estas trabas tan pronto como las condiciones del
propia memoria. Pero Giovanni Rucellai no es ya sólo fundador y mercado lo permitieron. Esto ocurre en el momento en que el mero
constructor, sino también coleccionista; posee obras de Castagno, consumidor es sustituido por el aficionado, el experto, el coleccio-
Uccello, Domenico Veneziano, Antonio Pollaiolo, Verrocchio, De- nista, es decir por aquel moderno tipo de cliente que ya no manda
siderio de Settignano y otros. La evolución que experimenta el hacer lo que necesita, sino que compra lo que le ofrecen. Su apari-
cliente artístico, transformándose de fundador en coleccionista, la ción en el mercado artístico significó el fin de aquella época en que
apreciamos mejor aún en los Médicis. Cosme el Viejo es todavía, so- la producción artística estuvo determinada únicamente por el hom-
bre todo, el constructor de las iglesias de San Marco, Santa Croce, bre que encarga el trabajo y el comprador, y aseguró a la libre ofer-
San Lorenzo y de la abadía de Fiésole; su hijo Piero es ya un colec- ta nuevas oportunidades hasta entonces desconocidas^
cionista sistemático, y Lorenzo es exclusivamente un coleccionista. El Quattrocento es, desde la antigüedad clásica, la primera épo-
^ El coleccionista y el artista que trabaja ajeno a los encargos son ca de la que poseemos una selección considerable de obras de arte
figuras históricamente correlativas; aparecen en el curso del Rena- profano^) y no sólo ejemplos numerosos de géneros ya conocidos,
cimiento contemporáneamente y el uno al lado del otro. Pero su como pintura mural y cuadros de pared de motivos profanos, tapi-
aparición no acaece de manera repentina, sino que sigue un largo cerías, bordados, orfebrería y armaduras, sino también muchas
proceso. El arte del primer Renacimiento conserva todavía, en ge- obras pertenecientes a géneros completamente nuevos, sobre todo
neral, un carácter artesanal, pues se acomoda al encargo del clien- creaciones de la nueva cultura doméstica de la alta burguesía, que
te, de manera que el punto de partida de la producción no hay que tiende, en contraste con el tono solemne de la corte, a lo conforta-
buscarlo, por lo general, en el impulso creador propio del artista, ble y lo íntimo: zócalos de madera ricamente tallada destinados a
ni en la voluntad subjetiva de expresión ni en la idea espontánea, ser adosados a las paredes, cofres pintados y tallados (cassoni), cabe-
sino en la tarea señalada de modo preciso por el cliente. El merca- ceros de cama pintadas y labradas, pequeños cuadros devotos colo-
do artístico no está, pues, determinado todavía por la oferta, sino cados en graciosos marcos redondos (tondi), platos ricamente ador-
65
por la demanda . Toda obra tiene aún una finalidad utilitaria bien nados con figuras, que servían de ofrendas para el alumbramiento
precisa y una relación concreta con la vida práctica. Lo que se en- (deschi da parto), además de las consabidas mayólicas y otros mu-
carga es un cuadro para el altar de una capilla que el pintor cono- chos productos de artesanía. (En todos ellos domina todavía un
ce bien, o un cuadro de devoción para un ambiente determinado, o equilibrio casi perfecto entre arte y artesanía, entre pura obra de
el retrato de un miembro de la familia para una determinada pa- arte y, mero instrumento del mobiliario^
red. Toda estatua está proyectada de antemano para ser colocada en (Esta situación no cambia hasta que se reconoce la autonomía
un lugar bien preciso, y todo mueble de precio está diseñado para de las artes mayores, libres de todo fin y toda utilidad prácticos, y
una habitación determinada^ se las contrapone al carácter mecánico de la artesanía. Entonces, por
En nuestros días, de gran libertad artística, se admite como ar- fin, cesa la unión personal entre artista y artesano, y el artista co-
tículo de fe que las coacciones de orden externo a que el artista de- mienza a pintar sus cuadros con una conciencia creadora distinta de
bía -y sabía- entonces someterse deben ser consideradas beneficio- la que tenía cuando pintaba arcas y paneles decorativos, banderas y
sas y útiles. Los resultados parecen confirmar esta creencia^pero los gualdrapas, platos y jarrones. Pero entonces comienza también a li-
berarse de los deseos del cliente y a transformarse, de productor de
65
Cf. ibid., págs. 9 sig. encargo, en productor de mercancía. Esta es la premisa por parte

356 357
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

del artista para la aparición del aficionado, el experto y el coleccio- iniciativas artísticas más que de exhibirlas. Los Pazzi, Brancacci,
nista. La premisa por parte del cliente consiste en la concepción hardi, Sassetti, Tornabuoni, Strozzi y Rucellai inmortalizaron su
formalista y libre de toda finalidad de la obra de arte, una forma, nombre con la construcción y adorno de capillas. Para ello se sir-
aunque todavía muy primitiva, de «el arte por el arte»). Un fenó- vieron de los mejores artistas de su tiempo. La capilla de los Pazzi
meno paralelo e inmediato de la aparición del coleccionista, fenó- fue construida por Brunelleschi, y las capillas de los Brancacci, Sas-
meno que no surge sino con el establecimiento de una relación im- setti, Tornabuoni y Strozzi fueron decoradas por pintores como
personal del comprador con la obra de arte y con el artista, es el Masaccio, Baldovinetti, Ghirlandaio y Filippino Lippi.
mercado artístico. En el Quattrocento, cuando no había sino casos Es muy dudoso que entre todos estos mecenas los Médicis fue-
aislados de colección sistemática, el comercio de obras de arte se- ran los más generosos e inteligentes. Entre los dos hombres más
parado de la producción, independiente, era poco menos que des- ilustres de la dinastía, Cosme el Viejo parece ser el que tuvo gusto
conocido; éste surge por vez primera en el siglo siguiente con la de- más sólido y equilibrado. ¿O quizá el equilibrio se debió a la épo-
manda regular de obras del pasado y la compra de trabajos de los ca misma? Él dio trabajo a Donatello, Brunelleschi, Ghibeti, Mi-
66
artistas más notables del presente . El primer comerciante de arte chelozzo, Fra Angélico, Luca della Robbia, Benozzo Gozzoli y Fra
o n a
cuyo nombre conocemos es, a principios del siglo XVI, el florenti- l'ilippo Lippi. D t e l l o , en cambio, el más grande de todos, tuvo
no Giovan Battista della Palla. Él hace encargos y adquiere en su en Roberto Martelli un amigo y un protector exaltado. ¿Hubiera
ciudad natal objetos de arte para el rey de Francia, y compra no sólo abandonado Donatello tan repetidamente Florencia si Cosme hu-
a los artistas directamente, sino también en las colecciones priva- biera sabido apreciar convenientemente su valor? «Cosme fue gran
das. Pronto aparece igualmente el comerciante que encarga obras amigo de Donatello y de todos los pintores y escultores», se dice en
con miras especulativas, para revenderlas luego provechosamente . 67
los recuerdos de Vespasiano da Bisticci. «Le pareció —se comenta
ÍLos burgueses ricos e ilustres de las repúblicas ciudadanas más adelante— que estos últimos tenían poco trabajo, y le apenaba
querían asegurarse al menos la fama postuma, ya que, por conside- que Donatello hubiese de permanecer inactivo, por lo que le en-
ración a sus conciudadanos, debían mantener entonces un cierto co- cargó el pulpito y las puertas de la sacristía de la iglesia de San Lo-
69
medimiento en lo referente a su modo de vida. Las fundaciones re- renzo» . ¿Pero por qué en aquellos tiempos áureos del arte un Do-
ligiosas eran la forma mas apropiada para conseguir la fama eterna natello tenía que correr el peligro de permanecer inactivo? ¿Por
sin provocar la reprobación pública. Esto explica en parte la des- qué un Donatello debía recibir un encargo como un favor?
proporción existente todavía en la primera mitad del Quattrocento Tan difícil, o más todavía, es dar una valoración del gusto ar-
entre la producción artística religiosa y la profana) La piedad no era tístico de Lorenzo. Se ha atribuido a mérito personal suyo la calidad
ya en modo alguno el motivo más importante de las donaciones. y la variedad de los ingenios que le rodeaban, y se ha considerado la
Castello Quaratesi quería dotar a la iglesia de Santa Croce de una intensa vitalidad que expresan las obras de los poetas, filósofos y ar-
fachada, pero cuando no se le autorizó a que figurase en ella su es- tistas protegidos por él como irradiada de su persona. Desde Voltai-
cudo, no quiso saber ya nada de la realización del proyecto . A los 68
re, su tiempo se encuentra entre los períodos felices de la humani-
mismos Médicis les parece razonable vestir su mecenazgo con una dad, juntamente con la época de Pericles, el principado de Augusto
capa de devoción. Cosme se preocupaba todavía de esconder sus y el grand sieck. Lorenzo mismo era poeta, filósofo, coleccionista y
66
fundador de la primera Academia de Bellas Artes en el mundo. Es
Ibid., pág. 291.
67
Ibid., págs. 289 sig.
68
Robert Saitschick, Menscben und Kunst der ital. Renaissance, 1903, pág. 188. Citado según Alfred von Reumont, Lorenzo de'Medici, 1883, II, pág. 121.

358 359
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

conocido el papel que el neoplatonismo jugó en su vida y cuánto diariamente a su mesa, le acompañaba en sus viajes, era su confi-
debe a él personalmente este movimiento. Se conocen los detalles de dente, su consejero artístico y el director de su Academia. Bertol-
sus relaciones amistosas con los artistas de su círculo. Es bien sabi- do tenía sentido del humor y tacto, y, a pesar de la intimidad de
do que Verrocchio restauró para él antigüedades, que Giuliano da sus amistosas relaciones, sabía guardar la distancia conveniente; era
Sangallo construyó para él la villa de Poggio en Caiano y la sacris- un hombre de fina cultura y tenía el don de saber intuir perfecta-
tía de Santo Spirito, que Antonio Pollaiolo trabajó mucho para él y mente los gustos artísticos y los deseos de su protector. Era hom-
que Botticelli y Filippino Lippi eran amigos suyos muy íntimos. bre de alto valor personal y, sin embargo, presto a una total subor-
¡Pero cuántos nombres faltan en esta lista! Lorenzo renunció no sólo dinación; en una palabra, era el ideal del artista cortesano . A 73

a los servicios de Benedetto da Maiano, el creador del Palazzo Stroz- Lorenzo tenía que causarle placer poder ayudar a Bertoldo en su
zi, y del Perugino, que durante su gobierno pasó muchos años en trabajo de «elaboración de complicadas y extrañas, y en ocasiones
Florencia, sino también a la obra del artista más grande después de 74
también triviales alegorías y mitos clásicos» y ver así realizarse su
Donatello, Leonardo, que, a lo que parece, hubo de dejar Florencia erudición humanística, sus sueños mitológicos y sus fantasías poé-
y emigrar a Milán por falta de comprensión. La circunstancia de que ticas. El estilo de Bertoldo, su limitación al bronce como material
70
estuviera muy lejos del neoplatonismo explica tal vez la falta de refinado, maleable y duradero, y a la forma de composiciones de
interés de Lorenzo por su persona./' pequeñas figuras graciosas y elegantes, eran la correspondencia más
El neoplatonismo, como ya el idealismo del propio Platón, ex- exacta a la concepción artística de Lorenzo. Su preferencia por las
presaba una actitud ante el mundo meramente contemplativa, y, artes menores es innegable. De las grandes creaciones de la plásti-
75
como toda filosofía que coloque en las meras ideas el único princi- ca florentina muy pocas se encontraban en su colección ; el núcleo
pio decisivo, significaba una renuncia a toda intervención en las co- de ésta estaba constituido por gemas y camafeos, de los que poseía
76
sas de la realidad «común». El neoplatonismo entregaba el destino entre cinco mil y seís m i l . Era éste un género procedente de la
de esta realidad a merced de los que de hecho poseían el poder; época clásica, y, como tal, tenía las preferencias de Lorenzo. El he-
pues el verdadero filósofo, como dice Ficino, aspira a morir a las co- cho de que Bertoldo se sirviera de una técnica típicamente clásica
71
sas terrenas y a vivir sólo en el mundo eterno de las ideas . Es na- y tratara temas característicos del ambiente clásico no era tampoco
tural que esta filosofía halagara a un hombre como Lorenzo, que lo menos importante para que su arte fuera grato a Lorenzo. Toda
destruyó los últimos restos de libertad democrática y reprobó toda la actividad de Lorenzo como coleccionista y mecenas no era otra
11
actividad política por parte de los ciudadanos . Por lo demás, la cosa que deleite de gran señor; y así como su colección conservaba
doctrina de Platón, tan fácil de traducir y diluir en la poesía, tenía muchas características de gabinete de curiosidades de un príncipe,
por sí misma que responder a su gusto. así también su preferencia por lo gracioso y lo costoso, lo capricho-
Nada caracteriza mejor la naturaleza del mecenazgo de Loren- so y lo artificioso, tenía muchos puntos de contacto con el gusto ro-
zo que sus relaciones con Bertoldo. El artista de las pequeñas es- cocó de tantos pequeños príncipes europeos.
culturas, elegante pero un poco superficial, era su preferido entre En el Quattrocento se desarrollan junto a Florencia, que sigue
todos los artistas de su época. Bertoldo vivía en su casa, se sentaba siendo hasta finales de siglo el centro artístico más destacado de Ita-

7
" Ernst Cassirer, ¡ndividualismus u. Kosmos in der Philos. der. Renaissance, 1927, 73
Wilhelm von Bode, Bertoldo und Lorenzo di Medid, 1925, pág. 14.
págs. 177 sig. 1A
Wilhelm von Bode, Die Kunst der Frührenaissance, pág. 81.
71
Richard Hónigswaid, Denker der ital. Renaissance, 1938, pág. 25. 7i
Jakob Burckhardt, Beitrage zur Kunstgeschich. ¡taitetú, 1911, 2." ed., pág. 397.
" Cf. Anrhony Blunt, Artistic Theory in Italy, 1940, pág. 21. 76
Lothar Brieger, Diegrossen Kunstsammler, 1931, pág. 62.

360 361
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

79
lia, otros importantes viveros de arte, sobre todo en las cortes Iti origen . Las cortes italianas del Renacimiento se distinguen,
de Ferrara, Mantua y Urbino. Éstas siguen en su constitución el mo- pues, de las medievales ya por su composición. Acogen en su círcu-
delo de las cortes del siglo XIV de la Italia septentrional; a ellas les lo ti aventureros afortunados y comerciantes enriquecidos, humanis-
deben sus ideales caballeresco-románticos y la tradición de su estilo tas, plebeyos y artistas descorteses, exactamente como si fueran todos
de vida formalmente antiburgués. Pero el nuevo espíritu burgués, personas de sociedad. En contraste con la comunidad exclusivamen-
con su racionalismo práctico y antitradicional, contamina también la te moral de la caballería cortesana, en estas cortes se desarrolla una
vida de las cortes. Es verdad que todavía se leen las viejas novelas ca- (ocialidad «de salón» relativamente libre y esencialmente intelectual
ballerescas, pero se adopta frente a ellas una nueva actitud de distan- que, de un lado, constituye la continuación de la cultura social refi-
ciamiento un poco irónico. No sólo Luigi Pulci en la Florencia bur- nada de los círculos burgueses, tal como la describen ya Decamerón y
guesa, sino también Boyardo en la Ferrara cortesana, tratan el asunto Varadisso degli Alberti, y, de otro, representa la preparación de los sa-
caballeresco en el nuevo tono desenvuelto y semiserio. Los frescos de lones literarios, que en los siglos XVII y XVIII desempeñan un pa-
los castillos y palacios de los príncipes conservan la conocida atmós- pel tan importante en la vida intelectual de Europa.
fera del siglo precedente; se prefieren los temas de la mitología y de La mujer no ocupa todavía el centro en el salón cortesano del
la historia, las alegorías de las virtudes y de las artes liberales, perso- Renacimiento, si bien interviene desde el principio en la vida lite-
najes de la familia reinante y escenas de la vida de la corte; pero el raria del grupo; e incluso más tarde, en la época de los salones bur-
antiguo repertorio caballeresco se utiliza cada vez menos . La pin- 11
gueses, será el centro en un sentido bien distinto a como lo fue en
tura no se presta al manejo irónico de los temas. Tenemos monu- tiempos de la caballería. Por otra parte, la importancia cultural de
mentos significativos del arte cortesano en dos lugares importantes: la mujer no es más que una expresión del racionalismo del Renaci-
en el Palazzo Schifanoja, en Ferrara, los frescos de Francesco del Cos- miento, que la eleva a una igualdad intelectual con el hombre pero
sa; y en Mantua, los frescos de Mantegna. En Ferrara es más fuerte la no la coloca en posición superior a él. «Todas las cosas que pueden
conexión con el arte francés del gótico tardío; en Mantua, en cambio, comprender los hombres, pueden también comprenderlas las mu-
predomina la afinidad con el naturalismo italiano; pero en ambos ca- jeres», se dice en el El cortesano (libro III, cap. XII). Sin embargo,
sos la diferencia respecto al arte burgués del momento está más en el la galantería que Castiglione exige del hombre de corte no tiene
tema que en la forma. Cossa no se diferencia sustancialmente de Pe- nada que ver con el servicio a la dama exigido al caballero. El Re-
sellino, y Mantegna describe la vida en la corte de Ludovico Gonza- nacimiento es una época viril; mujeres como Lucrecia Borgia, que
ga con un naturalismo casi tan directo como, por ejemplo, el de tiene su corte en Nepi, e incluso como Isabella d'Este, que es el
Ghirlandaio al reflejar la vida de los patricios florentinos. El gusto centro de la corte en Ferrara y Mantua y no sólo influía activamen-
artístico de ambos círculos ha encontrado un amplio equilibrio. te sobre los poetas de su ambiente, sino que también fue experta,
al parecer, en artes plásticas, son excepciones. Los mecenas y pro-
La función social de la vida cortesana es propagandística. Los
tectores del arte son hombres en casi todas partes.
príncipes renacentistas no sólo quieren deslumhrar al pueblo, sino
también imponerse a la nobleza y vincularla a ellos . Pero no de-78
La cultura cortesana de la caballería medieval creó un nuevo
penden ni de sus servicios ni de su presencia, y, por lo tanto, pueden sistema de virtudes y unos nuevos ideales de heroísmo y de huma-
y quieren servirse de todo aquel que les sea tiltil, cualquiera que sea nidad; las cortes de los príncipes italianos del Renacimiento no
persiguen tan altos fines; su contribución a la cultura social se li-
" J- von Schlosser, op. eit., pág. 194.
78 a
mita a aquel concepto de distinción que se difundió en el siglo XVI
Georg Voigt, Die Wiederbelebung des klassischen Altertums, 1893, 3 . ed., I,
pág. 445. 7
'' J. Burckhardt, Die Kultur der Renaissance, I, pág. 53-

362 363

i l | ll, i ;: : :
¡!|j! liilll!||! i;ii!í|!!!!!! !; !!" ; 'iii: .!;: ; >••>••?>">
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

por influencia española, pasó a Francia y se impuso allí, constitu- tínico. No debe olvidarse que en aquel tiempo los acontecimientos
yendo la base de la cultura cortesana y convirtiéndose en modelo públicos se desenvolvían en gran parte en la calle. Un cortejo de car-
para toda Europa. (Én el aspecto artístico, las cortes del Quattrocen- naval, la recepción de una embajada, un funeral, no despertaban se-
to apenas han creado nada nuevo. El arte que debe su origen a los guramente un interés menor que el boceto de Leonardo expuesto al
encargos hechos por los príncipes a los artistas de la época no es público, ante el que el pueblo, según se narra, se amontonó durante
mejor ni peor en su calidad que el arte promovido por la burgue- dos días. La mayoría no tenía, sin duda, ni idea de la diferencia entre
sía ciudadana?)La elección del artista depende quizá más veces de ti arte de Leonardo y el de sus contemporáneos, aunque el abismo en-
las circunstancias de lugar que del gusto personal y la inclinación tre calidad y popularidad no era entonces seguramente tan profundo
del cliente. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que Sigismun- tomo hoy. Entonces precisamente comenzaba a abrirse este abismo;
do Malatesta, uno de los tiranos más crueles del Renacimiento, re- todavía podía salvarse de vez en cuando, porque el juicio no era aún
clamó los servicios del más grande pintor de su época, Piero della propiedad exclusiva de los iniciados. Está fuera de toda duda que el
Francesca, y que Mantegna, el pintor más significativo de la gene- artista del Renacimiento disfrutó de cierta popularidad; lo demues-
ración siguiente, no trabajó para el gran Lorenzo de Médicis, sino tra el gran número de historias y anécdotas que corren sobre ellos;
para un príncipe de segunda categoría como Ludovico Gonzaga. pero esta popularidad se refería sobre todo al personaje encargado de
Esto no quiere decir que estos príncipes fueran algo así como tareas públicas, al que participaba en los concursos públicos, exponía
expertos infalibles. En sus colecciones se encuentran tantas obras de tus obras y ocupaba a las comisiones gremiales y revelaba ya su «ge-
segunda y tercera categoría como en las de los mecenas burgueses. La fiiul» originalidad, pero no al artista como tal.
tesis de que en el Renacimiento todos comprendían el arte aparece, ,A pesar de que en el Renacimiento la demanda de obras de
en un examen detenido, como una leyenda tan carente de funda- arte fuese relativamente grande en ciudades como Florencia y Sie-
mento como la del nivel universalmente elevado de toda la produc- na, no se puede hablar de un arte popularen el sentido que se ha-
ción artística de la época. Ni siquiera en las clases altas de la socie- bla de la poesía popular, de los himnos religiosos, de las sacre rap-
dad se consiguió una uniformidad en los principios del gusto, por no presentazioni y de las novelas caballerescas que degeneraron en
hablar de las clases inferiores. Nada caracteriza el gusto predomi- canciones de feria.jHabía probablemente un arte rústico y una pro-
nante mejor que el hecho de que Pinturicchio, decorador elegante ducción de baratijas destinada al pueblo y muy difundida, pero las
pero rutinario, fuera el artista más ocupado de su tiempo. ¿Pero po- verdaderas obras de arte, a pesar de su relativa baratura, eran de un
demos hablar siquiera de un interés general por el arte en el Renaci- precio exorbitante para la gran mayoría de la población/)
miento, en el sentido en que lo hacen las publicaciones corrientes so- Se ha comprobado que hacia 1480 había en Florencia 84 ta-
bre el Renacimiento? ¿Se interesaban de veras por igual «altos y lleres de talla en madera y labores de taracea, 54 de artes decorati-
bajos» por los asuntos artísticos? ¿Se entusiasmaba realmente «toda 80
vas en mármol y piedra y 44 de oréfices y plateros ; por lo que
la ciudad» por el proyecto de la cúpula de la catedral de Florencia? hace a pintores y escultores, faltan los datos correspondientes a este
¿Era verdaderamente «un acontecimiento para todo el pueblo» la período, pero el registro gremial de pintores en Florencia atestigua,
terminación de una obra de arte? ¿De qué clases sociales estaba com- 81
entre 1409 y 1499, 41 nombres . La comparación de estas cifras
puesto «todo el pueblo»? ¿También del proletariado hambriento?
con el número de artesanos ocupados en otros oficios, el hecho, por
No es muy verosímil. ¿También de la pequeña burguesía? Tal vez.
Pero, de cualquier modo, el interés de la mayoría por las cosas del
M. Wackernagel, op. cit., pág. 307.
arte debió de ser más religioso y patriótico local que propiamente ar-
Md., pág. 306.

364 365
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

ejemplo, de que en un mismo período hubiese en Florencia 84 ta- gió aquella insuperable distancia, fundamental para toda la evolución
82
llistas en madera y 70 carniceros , basta para dar una idea de la posterior, entre una minoría culta y una mayoría inculta, distancia
demanda artística en aquel tiempo. Los artistas identificables, sin que no conoció en esta medida ninguna de las épocas precedentes?)
embargo, son un tercio o tal vez un cuarto de los maestros inscri- La cultura de la Edad Media tampoco tuvo un nivel común, y
83
tos en el registro gremial . De los 32 pintores que en 1428 po- lus clases cultas de la antigüedad clásica eran totalmente conscien-
84
seían en Siena taller propio, sólo conocemos nueve . La mayoría de tes de su alejamiento de la masa, pero ninguno de estos períodos,
ellos probablemente no tuvo una personalidad individual y, como ion la excepción de pequeños grupos ocasionales, pretendió cerrar
Neri di Bicci, se dedicaron principalmente a la producción en se- Htm cultura deliberadamente reservada a una élite, y a la que la ma-
rie. Los negocios de estas empresas, de cuya naturaleza nos infor- yoría no pudiera tener acceso. Esto es precisamente lo que cambia
85
man suficientemente las anotaciones de Neri di Bicci , demues- rn el Renacimiento. El lenguaje de la cultura eclesiástica medieval
tran que el gusto del público estaba muy lejos de ser tan seguro era el latín, porque la Iglesia estaba ligada de manera directa y or-
como se acostumbra proclamar. La mayoría compraba mercancías gánica a la civilización romana tardía; (íos humanistas escriben en
de calidad mínima. Según lo que se lee sobre el Renacimiento en latín porque rompen la continuidad con las corrientes culturales
los manuales, podría pensarse que la posesión de obras de arte plás- populares que se expresan en los diferentes idiomas nacionales y
tico era de buen tono y que se las encontraba habitualmente al me- quieren crear para sí un monopolio cultural, una especie de clase
nos en casa de los burgueses acomodados. Pero, al parecer, no era sacerdotal. Los artistas se colocan bajo la protección y la tutela in-
así. Giovan Battista Armenini, crítico de arte de la segunda mitad telectual de este grupo; se emancipan, dicho de otro modo, de la
del siglo XVI, asegura que conocía muchas casas de este tipo en las Iglesia y de los gremios para someterse a la autoridad de un grupo
86
que no se veía ni un cuadro aceptable . que reclama para sí a un tiempo la competencia de ambos: de la
^El Renacimiento no fue una cultura de tenderos y artesanos, ni Iglesia y de los gremios. Ahora, los humanistas ya no son sólo au-
tampoco la cultura de una burguesía adinerada y medianamente cul- toridad indiscutible en toda cuestión iconográfica de tipo históri-
ta, sino, por el contrario, el patrimonio celosamente guardado de una co y mitológico, sino que se han convertido en expertos también en
élite antipopular y empapada de cultura latina. Participaban en él cuestiones formales y técnicas. Los artistas terminan por someterse
principalmente las clases adheridas al movimiento humanístico y a su juicio en cuestiones sobre las que antes decidían sólo la tradi-
neoplatónico, las cuales constituían una intelectualidad tan uniforme ción y los preceptos de los gremios, y en las que ningún profano
y homogénea como, por ejemplo, no lo había sido nunca el clero en podía inmiscuirse. El precio de su independencia de la Iglesia y los
su conjunto. Las creaciones decisivas del arte estaban destinadas a este gremios, el precio que han de pagar por su ascenso social, por el
círculo. Los círculos más amplios, o no tenían sobre ellas conoci- aplauso y la gloria, es la aceptación de los humanistas como jueces.
miento alguno, o las juzgaban con criterios inadecuados, no estéticos, No todos los humanistas son ciertamente críticos y expertos, pero
y se contentaban con productos de valor mínimo. En esta época sur- entre ellos se encuentran los primeros profanos que tienen idea de
12
Ibid., pág. 307.
los criterios del valor artístico y son capaces de juzgar una obra
81
M. Wackernagel, Aus dem florent. Kunstleben der Renaisíancezeit, en Vier Aufsátze de arte según criterios meramente estéticos. Con ellos, en cuanto
über gesch. u. gegenwdrtige Faktoren des Kunstlebens, 1936, pág. 13- que son parte de un público realmente capacitado para juzgar, sur-
84
M. Wackernagel, Das ital. Kunstleben u. die Künstlerwerkstatt im Zeitalter der
ge el público del arte en el sentido moderno^.
Ren., en «Wissen und Leben», 1918, cuaderno 14, pág. 39.
85
Thieme-Becker, Allgem. Lexikon der bild. Kúnstler, III, 1909.
86
Giov. Batt. Armenini, De' veri precetti della pittura, 1586. "' Cf. Albert Dresdner, Die Entstehung der Kunstkritik, 1915, págs. 86 sig.

366 367
Renacimiento

lido llamada la «escuela de arte» del siglo. Muchos esculto-


büjun en un principio en asociaciones de canteros o con ta-
ileíoradores, como habían hecho sus antecesores en la Edad
t, Donatello, al ser recibido en el gremio de San Lucas, es de-
P O S I C I Ó N SOCIAL DEL ARTISTA
'o lomo «oréfice y cantero». Sobre su pensamiento acerca del
EN EL R E N A C I M I E N T O
i lu artesanía nos informa de modo excelente el hecho de que
¿t tus últimas y más importantes obras, Grupo deJudit y Holo-
; ente proyectado como figura para una fuente en el pozo del

L A acrecida demanda de arte en el Renacimiento hace que el Igo Kiccardi.


artista deje de ser el artesano pequeñoburgués que antes era Pero las más importantes bottegbe de artistas de los comienzos
y se convierta en una clase de trabajadores intelectuales li- Enlucimiento persiguen ya, a pesar de su organización todavía
bres que antes sólo existía en algunos desarraigados, pero que aho- ;nu en lo esencial, métodos de educación individuales^ Esto se
J

ra comienza a formar un estrato económicamente asegurado y so- C decir, en primer lugar, de los talleres de Verroccnio, Pol-
cialmente consolidado, aunque no puede decirse que como grupo 0 y Ghirlandaio en Florencia, de Francesco Squarcione en Pa-
social esté en modo alguno unificado.' Los artistas de los comienzos de Giovanni Bellini en Venecia, cuyos directores son tan im-
del siglo XV son todavía en su conjunto gente modesta; son consi- itites y famosos maestros como arríscaseos aprendices ya no
derados como artesanos superiores, y no se diferencian ni por su kl primer taller que se les presenta, sino que buscan un maes-
origen ni por su educación de los elementos gremiales de la pe- determinado, al que halla acceso un número tanto mayor cuan-
queña burguesíaj Andrea del Castagno es hijo de un campesino; , más famoso es éste como artista. Estos muchachos son, aunque
Paolo Uccello, efe un barbero; Filippo Lippi, de un carnicero; los siempre la mejor, al menos la más barata mano de obra; ésta, no
Pollaiolo son hijos de un pollero.(Reciben su nombre tomándolo Orgullo de ser considerado como buen maestro, es la razón prin-
del oficio de su padre, de su aldea o región de origen, de su maes- ;1 de la educación artística intensiva que desde ese momento se
tro, y se les tutea como a los criados.^Están sometidos a las regulacio- leía, comenzando el aprendizaje, conforme todavía a la tradición
nes gremiales, y no es en modo alguno su talento lo que les da dere- iieval, con trabajos manuales de todas clases, como la disposi-
cho a ejercer su profesión de artistas, sino el aprendizaje realizado 1 de los colores, la fabricación de los pinceles y la preparación de
conforme a las prescripciones del gremio. Su educación la reciben |oi lienzos; viene después el encargo de pasar algunas composicio-
sobre los mismos fundamentos que los artesanos vulgares; se forman Ms del cartón al cuadro, pintar los paños y las partes secundarias
no en escuelas, sino en talleres, y no de manera teórica, sino prác- di 1* figura, y termina finalmente con la ejecución de obras ente-
tica. Entran, todavía niños, después de adquirir algunos conoci- fti sin otra base que simples bosquejos e indicaciones. Así, el
mientos de lectura, escritura y cuentas, bajo la disciplina de un iprendiz se convierte en el colaborador más o menos independien-
maestro, y suelen pasar muchos años con él) Sabemos que todavía U, que necesariamente ha de ser distinguido del discípulo. Pues no
Perugino, Andrea del Sarto y Fra Bartolommeo estuvieron someti- todos los colaboradores de un maestro son discípulos suyos, y tam-
dos a este aprendizaje ocho o diez años. La mayoría de los artistas poco todos los discípulos permanecen como colaboradores junto a
de los comienzos del Renacimiento, entre otros Brunelleschi, Do- sus maestros. El colaborador es muchas veces un artista equipara-
natello, Ghiberti, Uccello, Antonio Pollaiolo, Verrocchio, Ghir- ble al maestro]j pero a menudo también un instrumento imperso-
landaio, Botticelli, Francia, proceden de la orfebrería, que con ra- nal en manos clel jefe del taller.

368 369
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

Las múltiples combinaciones de estas posibilidades y la fre- .lio mantienen para la ejecución de sus grandes frescos un
cuente colaboración del maestro, los ayudantes y los discípulos en, 'ero estado mayor de ayudantes. El taller de Ghirlandaio, en
1
Aina misma obra hacen que muchas veces resulte no sólo una mez- • trabajan como asiduos colaboradores sobre todo los herma-
cía de estilos difícil de descomponer, sino acaso una fusión real de f rl cuñado del maestro, pertenece, junto con los talleres de los
las diferencias individuales^ina forma común, en la que lo decisi- lulo y de los de Della Robbia, a las grandes industrias familia-
vo fue en primer lugar la tradición artesanal. El hecho, bien cono- iel siglo; Hay también propietarios de talleres que son más
cido por las biografías de artistas del Renacimiento —lo mismo si empresarios que artistas, y por regla general sólo reciben en-
es real que ficticio-, de que el maestro deje la pintura porque uno j para hacerlos ejecutar por un pintor adecuadoTlA esta clase
de sus discípulos le ha superado (Cimabue-Giotto , Verrocchio-Leo- 'f haber pertenecido también Evangelista da Predis, de Milán,
nardo, Francia-Rafael), puede, bien representar un estadio evolu- jlurunte una época proporcionó trabajo, entre otros, a Leonardo.
tivo ulterior, en el que la comunidad del taller comenzaba ya a des- |^ Fuera de estas formas colectivas de empresas del trabajo artís-
componerse, bien, como por ejemplo en el caso de Verrocchio y encontramos en el Quattrocento la asociación en compañía de
Leonardo, tener una explicación más realista que la que las anéc- artistas, por lo general jóvenes, que tienen un taller común
dotas de artistas dan. Verrocchio deja probablemente de pintar y se lie todavía no pueden sostener los gastos de uno propio. (Así
limita a ejecutar trabajos plásticos después de que se ha convenci- bajan, por ejemplo, Donatello y Michelozzo, Fra Bartolommeo
do de que puede fiarse, para los encargos pictóricos, de un colabo-
88
Albertinelli, Andrea del Sarto y Franciabigio. Por todas partes
rador como Leonardo .
Mcontramos formas de organización suprapersonales, que impiden
^1 taller artístico de los inicios del Renacimiento está todavía U atomización de los esfuerzos artísticos. La tendencia a la solida-
dominado por el espíritu comunal de los antiguos constructores y ridad espiritual se realiza tanto en dirección horizontal como verti-
del gremio; la obra de arte no es todavía la expresión de una perso- cal, Las personalidades representativas de la época forman largas di-
nalidad autónomaique acentúa sus características y se cierra contra nastías ininterrumpidas, como, por ejemplo, en serie de maestro y
todo lo extraño. La pretensión de realizar por propia mano toda la discípulo: Fra Angelico-Benozzo Gozzoli-Cosimo Roselli-Piero di
obra, desde el primero hasta el último rasgo, y la incapacidad para Cosi mo-Andrea del Sarto-Pontormo-Bronzino, que hacen aparecer
trabajar conjuntamente con discípulos y ayudantes, se observan por •I desarrollo de la forma como una tradición que se mantiene sin
primera vez en Miguel Ángel, que también en este aspecto es el solución de continuidad.
primer artista moderno .[Hasta finales del siglo XV el proceso de la I El espíritu de artesanía que domina el Quattrocento se mani-
creación artística se efectúa todavía por completo en formas colec- fiesta en primer lugar en que los talleres artísticos reciben también
8l)
tivas J Para la realización de trabajos grandes, ante todo escultu- encargos de rango secundario y tipo artesanah\Por las notas de Neri
ras, srorganizan fábricas de tipo industrial con muchos colabora- di Bicci sabemos cuántos objetos de artesanía podían salir del taller
dores y obreros. Así, en el taller de Ghiberti, en la época de la de un pintor abrumado de encargos; aparte de pinturas, se realizan
ejecución de las puertas del Baptisterio, que figuran entre los más también allí armas, banderas, muestras para tiendas, taracea, tallas
grandes encargos artísticos del Quattrocento, aparecen empleados pintadas, dibujos para tapiceros y bordadores, elementos de deco-
hasta veinte colaboradores. Entre los pintores, Ghirlandaio y Pin-
ración para fiestas y otras muchas cosas. Antonio Pollaiolo, en su
88
calidad de pintor y escultor prestigioso, dirige una orfebrería, y en
Kenneth Clark, Leonardo da Vinci, 1939, págs. 11 sig. (Ed. cast., Leonardo da Vina.)
8
Cf. para lo que sigue M. Wackernagel, Der Lebensraum des Künstlers, págs. 316
su taller se realizan también, aparte de esculturas y trabajos de or-
sigs. febre, proyectos para tapicerías y dibujos para grabados en cobre.

370 371

||| || ||l !||l!,lll|l! ,l|||f:.|¡,|-. !!i;¡| *lJI|«¡i!.'fl!h: MI»? i l l i í . i " " " ' "
! ll ! 1 ¡ i
!
Historia social de la literatura y el arte l Renacimiento

Verrocchio sigue aceptando todavía, en la plenitud de su c a r r e a también lo que se podría llamar un proletariado artísti-
los más diversos encargos de barros cocidos y tallas. Donatello hatM rdnd que los pintores se quejan continuamente en sus de-
para su protector Martelli no sólo el célebre escudo de armas, sirfl es tributarias de sus menguados ingresos, pero tales docu-
también un espejo de plata. Luca della Robbia fabrica baldosas di ni> pertenecen, ciertamente, a las fuentes históricas más
mayólica para iglesias y casas particulares. Botticelli dibuja modal de crédito. Masaccio pretende que no ha podido pagar ni
los para bordados y Squarcione es propietario de un taller de b o a t vez u su aprendiz, y sabemos ciertamente que murió pobre
,;l
dar. Desde luego habrá que hacer diferencias, por lo que r e s p e c t a ! de tiendas . Filippo Lippi no tenía, según Vasari, para c o m - • c

estos trabajos, tanto según el estadio del desarrollo histórico comfl Ull pur de medias, y Paolo Uccello se queja en su vejez de
según la categoría de los diversos artistas, y no podemos imagina»! posee nada, ya que no puede trabajar y tiene a su mujer en-
nos, ciertamente, que Ghirlandaio y Botticelli pintasen muestrai i Todavía entonces! a los que mejor les iba era a los que esta-
para la tienda del carnicero o el panadero de la esquina^ tales en* lervicio de una corte o un protector^ Por ejemplo, Fra An-
cargos no serían ya aceptados en su taller. Pero la pintura de gon* obtuvo de la curia romana quince ducados mensuales en una
falones gremiales, arcas para novia y platos de parto se aceptó, poli en la que en Florencia, donde la vida era, desde luego, algo
el contrario, hasta los finales del primer Renacimiento, como ocu* barata, se podía vivir magníficamente con trescientos al a ñ o . 92

pación que no rebajaba al artista. Botticelli, Filippino Lippi, Pietd Bs significativo que los precios se mantuvieran en un nivel
di Cosimo siguieron ocupándose, todavía en el Cinquecento, de pin* 0 en general, y que incluso los artistas famosos no fuesen mu-
tar arcas nupciales o cassoni. mejor pagados que los medianos y que los mejores artesanos,
Un cambio fundamental en los criterios sobre el trabajo artís-1 onalidades como Donatello alcanzaban, desde luego, honora-i
tico sólo se observa a partir de los días de Miguel Ángel. Vasari ya \ más altos, pero verdaderos «precios de aficionado» no existían'
no considera conciliable con la conciencia que de sí tiene el artista **, Cientile da Fabriano obtuvo por su Adoración de los magos
la aceptación de encargos de artesanía. Este paso significa a la vez 0 florines de oro; Benozzo Gozzoli, 60 por una imagen para un
el fin de la dependencia en que estaban los artistas respecto a los tar¡ Filippo Lippi, 40 por una Madona; pero ya Botticelli obtu-
M
gremios. El final del proceso del gremio de pintores genoveses con- 75 , Como estipendio fijo percibía Ghiberti, durante su tra-
tra el pintor Giovanni Battista Poggi, al que se quería prohibir que Cttjo en las puertas del Baptisterio, 200 florines anuales, cuando el
ejercitase la pintura en Genova porque no había pasado allí el Canciller de la Señoría obtenía 600, con la obligación, además, de
aprendizaje de siete años prescritos, posee una significación sinto- Pagar por sí cuatro escribientes. Un buen copista de manuscritos
mática. 1590, año en que ocurrió ese proceso y resultó la resolución recibía en el mismo tiempo 30 florines y la plena manutención. Se
de principio de que no había de ser obligatoria la agremiación para Ve, pues, que los artistas no estaban mal pagados, si bien, con mu-
los artistas que no tuvieran tienda abierta, remata un proceso evo- cho, no lo estaban tan espléndidamente como los famosos literatos
90
lutivo.de casi dos siglos . y maestros, que muchas veces cobraban por año de 500 a 2.000
9
ÍLos artistas del primer Renacimiento están equiparados a los florines \
artesanos de la pequeña burguesía también en el aspecto económi- "' Gaye, Carteggio inédito ctartisti di sec. XIV-XVI, 1839-1840, I, pág. 115.
w

co; su posición, en general, no es brillante, pero tampoco precisa- Maud J. Jerrold, Ualy in the Renaissance, 1927, pág. 35.
M

mente p r e c a r ^ F a l t a n todavía entre ellos las existencias señoriales, ' H. Lemer-Lehmkuhl, Zur Struktur u. Gesch. des florent. Kunstmarktes im XV.
J.ihrh., págs. 28 y sig.
' A. Dresdner, op. cit., pág. 94. '" Ibid., págs. 38 sig.
" Ibid, pág. 50.

372 373
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

Todo el mercado artístico se movía todavía dentro de límites menos estrictas y pormenorizadas. Sebastiano del Piombo, en
relativamente estrechos; los artistas tenían que pedir anticipos ya Hinirato de 1524, recibe el encargo de pintar un cuadro cual-
durante el trabajo, y los clientes a menudo sólo podían pagar los vru, con la única condición de que no sea imagen de santo; y a
96
materiales a plazos '. También los príncipes luchaban con la esca- jlticl Ángel le encarga el mismo coleccionista, en 1531, una obra
sez de dinero, y Leonardo se lamenta muchas veces ante su protec- puede ser, a gusto del maestro, lo mismo una pintura que una
tor Ludovico el Moro de que no se le pagan sus honorarios . El ca- 97
ullura.
rácter de artesanía del trabajo artístico se manifestaba también, y flln la Italia del Renacimiento los artistas estaban ya desde un
no en último término, en el hecho de que los artistas estuvieran Incipio en mejor situación que en los demás países, y ello no tan-
frente a sus clientes en una relación laboral legal. En los grandes l'umo consecuencia de las formas más avanzadas de la vida ciu-
encargos artísticos, todos los gastos, esto es, tanto los materiales _;nu -en realidad, el ambiente burgués no les ofrecía mejores
como los salarios, e incluso muchas veces hasta la manutención de rtunidades que a la clase media artesana—, sino porque los prín-
ayudantes y aprendices, corrían a cargo del cliente, y el propio I y déspotas italianos podían emplear mejor los talentos artís-
maestro, en principio, recibía sus honorarios en proporción al tiem- K por tener de ellos más alta estima que los poderosos del ex-
po empleado. La pintura conforme a salario siguió siendo la regla (ljero. La mayor independencia de los artistas italianos frente al
hasta finales del siglo XV; sólo más tarde se limitó este tipo de tra- ""filio —en ello se fundamenta su posición privilegiada— es, ante
bajo, retribuido en esa forma de compensación, al mero trabajo ma- , el resultado de su repetido trabajo en las cortes. En los países
9S
nual, como restauración y copias . En la medida en que la profe- icos el maestro está ligado a la misma ciudad; en Italia, el ar-
sión artística se desliga del artesanado van cambiando poco a poco ta va a menudo de una corte a otra, de ciudad en ciudad, y esta
todas las condiciones que se establecían en los contratos. En uno de 'a errante trae ya consigo el relajamiento de las prescripciones
1485 se conviene aparte con Ghirlandaio el precio de los colores -{tlialcs, que están pensadas para las relaciones locales y sólo pue-
que habían de ser utilizados; pero, según un contrato con Filippi- I) cumplirse dentro de los límites de la localidad. Como los prín-
no Lippi de 1487, ya tiene el artista que hacerse cargo de los gas- e» estaban interesados en ganarse para su corte no sólo a los
tos de material, y un acuerdo análogo se halla también con Miguel Itros hábiles en general, sino a artistas determinados, a menu-
Ángel en 1498. Naturalmente, no podemos trazar una frontera forusteros, éstos habían de ser liberados de las limitaciones gre-
precisa, pero el cambio ocurre en todo caso hacia finales de siglo y eles^No podían ser obligados a tomar en cuenta las reglamenta-
también enlaza, de la manera más sorprendente, con la persona de nes profesionales de la localidad para la ejecución de sus
Miguel Ángel. En el Quattrocento era todavía generalmente usado ^Cargos, ni pedir a las autoridades del gremio autorización para
pedir al artista que designara un fiador que garantizara el cumpli- Jfabtjar, ni irles a preguntar cuántos ayudantes y aprendices habían
miento del contrato; con Miguel Ángel tal garantía se convierte en ()• ocupar. Los artistas, después de haber terminado su trabajo con
pura formalidad. En un caso, por ejemplo, ocurre que el escribien- Un cliente, se trasladaban con toda su gente bajo la protección de
99
te del contrato es el garante para ambas p a r t e s . Igualmente, las Otro, y allí gozaban de la misma situación privilegiada. Estos pin-
demás obligaciones del artista se van haciendo en los contratos cada tores áulicos errantes estaban ya por adelantado fuera de la juris-
dicción del gremio.
96
M. Wackernagel, Der Lebensraum des Künsüers, pág. 355. (Los privilegios de los artistas en las cortes no podían, empero,
97
R. Saitschick, op. cit., pág. 199.
9S
Paul Drey, Die wirtsch. Grundlagen der Malkumt, 1910, pág. 46.
df jur de surtir efecto sobre el trato que les daban las ciudades, tan-
99
Ibid., págs. 20 sig. to menos cuanto que a menudo eran los mismos maestros los que

374
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

eran empleados aquí y allá, y había que mantenerse en pie de igual-» «eric tic artistas traslada entonces su residencia de Florencia a
dad con la competencia de las cortes si se quería competir con ellas* tipléndida RomaJ Naturalmente, también los que se quedan
La emancipación de los artistas frente al gremio es, por consi- vei lian las ofertas más ventajosas de la corte papal, es decir, se
guiente, no consecuencia de una conciencia realzada de sí mismos: veclian propiamente sólo los artistas de más prestigio, aquellos
:
y del reconocimiento de sus pretensiones de ser equiparados a poe- hay afán en retener; los precios que se pagan a los otros sólo de
tas y sabios, sino el efecto de que se necesitaban sus servicios y los <w se aproximan a los honorarios más favorecidos en el mercado,
1
artistas habían de ser ganados. La conciencia de su importancia no por primera vez entonces aparecen diferencias considerables en el
es más que la expresión de su valor de cotización.*^ 102
n de los artistas .
^El ascenso social de los artistas se manifiesta ante todo en los I.a liberación de pintores y escultores de las cadenas de la or-
honorarios. En el último cuarto del siglo XV se comienzan a pagar nización gremial y su ascenso desde la clase de los artesanos has-
en Florencia precios relativamente altos por pinturas al fresco^ Gio- lu de los poetas y eruditos ha sido atribuida a su alianza con los
vanni Tornabouni conviene en 1485 con Ghirlandaio la pintura de manisras; y, a su vez, el que los humanistas tomaran partido por
la capilla familiar en Santa Maria Novella con unos honorarios filos se ha explicado porque los monumentos literarios y artísticos
de 1.100 florines de oro. Filippino Lippi cobra por sus frescos en de la antigüedad formaban una unidad indivisible a los ojos de es-
Santa Maria sopra Minerva, en Roma, la suma de 2.000 ducados de tos entusiastas, y porque éstos estaban convencidos del prestigio
oro, que vienen a corresponder a la misma cantidad en florines. Y ttjiiivalente que poetas y artistas tenían en el mundo clásico . 103

Miguel Ángel recibe por las pinturas del techo de la Sixtina 3.000 Pura ellos hubiera sido inimaginable que los creadores de las obras
10
ducados °. que por su origen común eran contempladas con igual venera-
|Hacia finales de siglo llegan varios artistas incluso a la rique- ción que las de la literatura fueran juzgados diversamente por los
za^ Filippino Lippi alcanza hasta disfrutar de considerable fortuna; contemporáneos, e hicieron creer a su propia época -y a la posteri-
Perugino posee casas; Benedetto da Maiano, una finca^Leonardo da dad entera hasta el siglo X I X - que el artista plástico, que para los
Vinci percibe en Milán un sueldo anual de 2.000 ducados y en antiguos nunca había sido otra cosa que un bañamos, compartía con
101
Francia cobra anualmente 35.000 francos . Los más celebrados ti píieta los honores del favor divino.
maestros del Cinquecento, como Rafael y Tiziano, disponen de in- (El servicio prestado por los humanistas a los artistas del Re-
gresos considerables y llevan una vida magnífica. Las apariencias nacimiento en su afán de emancipación es indiscutible^ los huma-
exteriores de la vida de Miguel Ángel son, es verdad, modestas, nistas les reforzaron en su posición realzada por la coyuntura del
pero sus ingresos son muy altos, y, cuando rehusa recibir pago por mercado de arte, y les pusieron en la mano armas con las que po-
sus trabajos en San Pedro, es ya un hombre acaudalado. Sobre el au- díun hacer valer sus pretensiones frente a los gremios, y en parte
mento de los honorarios de los artistas tuvo sin duda la mayor in- también frente a la resistencia de los elementos que en sus propias
fluencia, junto a la creciente demanda artística y la subida general filas eran de menor valor artístico y, por consiguiente, necesitados
de los precios, la circunstancia de que hacia 1500 la curia pontifi-
de protección.^Pero desde luego no fue la protección de los litera-
cia aparece más en el primer plano del mercado de arte y hace una
tos la razón de su ascenso en la sociedad; esta protección fue sólo un
competencia sensible a los clientes artísticos de Florencia. Toda
síntoma de la evolución que tuvo su origen en el hecho de que,

100
H. Lerner-Lehmkuhl, op. cit., pág. 34.
"° H. Lerner-Lehmkuhl, op. cit.. pág. 54.
101
R. Saitschick, op. cit., pág. 197. '•* A. Dresdner, op. cit., págs. 77-79.

376 377
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

como consecuencia de la formación de nuevas señorías y principa- y mcdieval^La sustitución de la imitación de los maestros por
dos, de una parte, y del crecimiento y enriquecimiento de las ciu- flidio de la naturaleza es proclamada en la teoría por Leonardo
dades, de otra, el desequilibrio entre oferta y demanda en el mer- Vliu i, quien con ello expresa en todo caso la victoria, ya logra-
cado artístico se hizo cada vez menor y comenzó a transformarse en >n lu práctica, del naturalismo y del racionalismo sobre la tradi-
un perfecto equilibrio. Como es sabido, todo el sistema gremial Su teoría artística orientada sobre el estudio de la naturaleza
tuvo su origen en el esfuerzo de salir al paso de tal desequilibrio en uestra que mientras tanto la relación entre maestros y discípu-
interés de los productores; pero los magistrados gremiales comen- ha cambiado por completo. La emancipación del arte frente al
zaron a hacer la vista gorda ante la infracción de los ordenamientos íritti ile la artesanía comenzó, sin duda, con el cambio del anti-
tan pronto como la falta de trabajo dejó de parecer amenazadora. A üistema de enseñanza y con la eliminación del monopolio do-
la circunstancia de que este peligro se hiciera cada vez menor en el tf ile los gremios. Mientras el derecho a ejercer la profesión de
mercado artístico y no a la benevolencia de los humanistas, debie- Uta estuvo ligado a haber recibido enseñanza de un maestro del
ron los artistas su independencia. Buscaron también la amistad de mi", no podía romperse ni la presión del gremio ni el predomi-
los humanistas, no para romper la resistencia de los gremios, sino 10
ilc la tradición artesana ^.
para justificar a los ojos de la aristocracia, que pensaba al modo hu- / La educación de las nuevas promociones artísticas hubo de pa-
manista, la posición que económicamente habían alcanzado, y para ucl taller a la escuela, y en parte la enseñanza práctica hubo de
tener consejeros científicos de cuya ayuda necesitaban para la reali- ir a la teórica, para eliminar los obstáculos que el viejo sistema
zación de los asuntos mitológicos e históricos predominantes^ nía a los jóvenes talentos.jEste, con el tiempo, creó, desde lue-
Para los artistas, los humanistas eran los fiadores que acredi- nuevos vínculos y nuevos obstáculos^La evolución comienza
taban su valor intelectual; por su parte, los humanistas reconocían tituyendo la autoridad de los maestros por el modelo de la na-
en el arte un eficaz medio de propaganda para las ideas en que fun- leza, y termina con el completo montaje docente de la educa-
damentaban su dominio intelectual. De esta mutua alianza resultó n académica en la que el lugar de los antiguos y desacreditados
por vez primera aquel concepto unitario del arte que para nosotros J
elos lo ocupan ideales artísticos igualmente estrechos, aunque
es cosa obvia, pero que hasta el Renacimiento era desconocido. No ndamentados científicamente. El método científico de la educa-
sólo Platón habla en un sentido completamente diverso de las artes artística comienza en los mismos talleres. Ya en los comienzos
plásticas y de la poesía, sino que en la antigüedad tardía, y todavía 1 Quattrocento los aprendices reciben, junto a las instrucciones
en la Edad Media, a nadie se le ocurrió suponer que entre arte y "ticas, los fundamentos de la geometría, la perspectiva y la ana-
poesía existiese un parentesco más próximo que el que existía, por tomía, y son iniciados en el dibujo sobre modelo vivo y sobre mu-
ejemplo, entre ciencia y poesía o entre filosofía y arte. Ateos articulados. Los maestros organizan en los talleres cursos de
(La literatura artística medieval se limitó a puras fórmulas.^) dibujo, y a partir de esta institución se desarrollan, por una parte,
Con tales instrucciones prácticas el arte no estaba delimitado en i t l academias particulares, con su enseñanza práctica y teórica , y, 105

modo alguno frente a la artesanía. El tratado de pintura de Cenni- por otra, las academias públicas, en las que la antigua comunidad
no Cennini se movía todavía en el mundo conceptual del gremio y alai taller y la tradición artesana desaparecen y son sustituidas por
operaba con los principios de virtuosismo de la artesanía del futu- Utia pura relación espiritual entre maestro y discípulo. La enseñan-
ro; exhortaba a los artistas a ser diligentes, obedientes y constantes,
y veía en la «imitación» de los modelos el camino más seguro para
'"" Ibid., pág. 95.
alcanzar la maestría. Todo ello era todavía pensamiento tradiciona- I1
" Joscph Medcr, D« Handzeichnung. Ihre Technik u. Entwkklung, 1919-

378 379
a

Historia social de la literatura y el arte Renacimiento


j
za en el taller y en academias particulares se mantiene durante todo •montaba a Simónides, de la pintura como poesía muda y de la
el Cinquecento, pero pierde poco a poco su influencia en la forma- lid como pintura parlante, y abre con ello aquella larga contra-
ción del estilo^ lla «obre la precedencia de las artes que continuó durante siglos
(La concepción científica del arte, que constituye los funda- ^ Itt que habría todavía de tomar parte Lessing. Leonardo pien-
mentos de la enseñanza académica, comienza con León Battista Al- fcjur si se considera como una imperfección la mudez de la pin-
bertiiÉl es el primero en expresar la idea de que las matemáticas |, con el mismo derecho se podría hablar de la ceguera de la poe-
son el cuerpo común del arte y de la ciencia, ya que tanto la doc- Un artista que hubiera estado más cerca de los humanistas
trina de las proporciones como la teoría de la perspectiva son dis- Ma se hubiera atrevido a hacer tan herética afirmación.
ciplinas matemáticas. En él se manifiesta claramente por primera i Una apreciación más alta de la pintura, que se elevará sobre el
vez la unión, en la práctica ya realizada desde Masaccio y Uccello, i Itto ile vista de la artesanía, se puede observar ya en los primeros
,06
del técnico que hace experimentos y del artista que observa . Tan- .cursores del humanismo. Dante dedica a los maestros Cimabue
to uno como otro intentan comprender el mundo por medio de ex- i liotto un monumento imperecedero (Purgatorio, XI, 94/96) y los
periencias, y extraer de ellas leyes racionales; ambos procuran co- ¡ .Apura con poetas como Guido Guinizelli y Guido Cavalcanti.
nocer y dominar la naturaleza; ambos se distinguen de los sabios iNria ensalza en sus sonetos al pintor Simone Martini, y Filippo
universitarios, puramente contemplativos y limitados al saber ¡Uni, en su panegírico de Florencia, cita entre los hombres fa-
escolástico, por un hacer, un poiein. Pero si el técnico y el investi- ¡ _DS ile la ciudad también a varios artistas. Las novelas italianas
gador de la naturaleza, por razón de sus conocimientos matemáti- j Renacimiento, sobre todo las de Boccaccio y Sacchetti, son ri-
cos, tiene la pretensión de ser un intelectual, también el artista, I en anécdotas de artistas. Y aunque en estas historias el arte mis-
que tantas veces se identifica con el técnico y el investigador de la i desempeña un papel mínimo, es significativo que los artistas
naturaleza, quiere ser distinguido del artesano y cuenta con el me- .jilo tales les parezcan a los narradores suficientemente intere-
dio eme le sirve de expresión entre las «artes liberales».
Ittrs como para hacerlos salir de la existencia innominada de los
(Leonardo no añade ningún pensamiento fundamental nuevo a «anos y tratarlos como a personalidades individuales.
las explicaciones de Alberti, en las que el arte es elevado a la cate- En la primera mitad del Quattrocento comienza ya la época de
goría de ciencia y el artista situado en el mismo plano que el hu- I biografías de artistas, tan características del Renacimiento ita-
manista; lo único que hace es acentuar y realzar las pretensiones de _JM). Brunelleschi es el primer artista plástico cuya biografía es es-
su predecesor. La pintura, dice él, es, por una parte, una especie rita por un contemporáneo; hasta entonces tal honor sólo les ha-
de ciencia exacta de la naturaleza; por otra, está por encima de las J lido concedido a príncipes, héroes y santos. Ghiberti escribe ya
ciencias, pues éstas son «imitables», esto es, impersonales, y el arte, ¡ primera autobiografía que tenemos de mano de un artista. En
: m

por el contrario, está ligado al individuo y a sus aptitudes inna- honor de Brunelleschi, el commune hace construir un sepulcro en la
107
tas . Leonardo justifica, por consiguiente, la pretensión de la pin- fMtdral, y Lorenzo desea repatriar los restos de Filippo Lippi, que
tura de ser considerada como una de las «artes liberales» no sólo por hobía sido sepultado en Spoleto, y enterrarlos con todos los hono-
los conocimientos matemáticos del artista, sino también por sus fft. Pero obtuvo la respuesta de que, aunque lo sentía mucho, Spo-
dotes propias, equiparables al genio poético^ renueva el dicho, que Itf o era bastante más pobre en grandes hombres que Florencia y no
podía acceder a la petición.
' Leonardo Olschki, Gesch. der neusprachl. wiss. hit.. I, 1919, págs. 107 sig.
7
A. Dresdner, op. cit.. pág. 72. "J. P. Richter, The Literary Work of Leonardo da Vinci, 1883, I, núm. 653.

380 381

!!
|||||l!|il!!¡!!:'l fii
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

En todo ello se expresa un innegable desplazamiento de la los Dux concluye los trabajos a que se había comprometido,
atención de las obras de arte hacia la persona del artista. El con- n Orvieto hace esperar tanto tiempo la realización de las pintu-
cepto moderno de la personalidad creadora penetra en la concien- que había aceptado hacer en la capilla de la Virgen en la cate-
cia de los hombres, y aumenta los signos del creciente sentido que 1,11iic el municipio hubo finalmente de encargar la ejecución a
el artista tiene de sí mismo^Poseemos firmas de casi todos los pin- horclli..; El progresivo ascenso del artista se refleja con mayor
tores importantes del Quattrocento, y precisamente Filarete expresa filiad en la carrera de Leonardo, que todavía en Florencia es un
el deseo de que los artistas firmen sus obras. Pero todavía más sig- bre apreciado sin duda, pero no precisamente abrumado de en-
nificativa que esta costumbre es la de que la mayoría de estos pin- ||Ox, en Milán es el cortesano mimado de Ludovico el Moro y
tores han dejado autorretratos, aunque es verdad que en éstos no fio el primer ingeniero militar de César Borgia, para terminar fí-
siempre aparecen ellos solos, sino en unión de otras personas. Los lmente su vida como favorito y confidente del rey de Francia")
artistas se retratan a sí mismos, como también a veces a sus pa- (lil cambio decisivo ocurre a comienzos del Cinquecento. Desde
rientes, junto a los donantes y protectores, junto a una madona y los tont.es los maestros famosos ya no son protegidos de mecenas,
santos, en forma de figuras secundarias) Así coloca Ghirlandaio, en no grandes señores ellos mismos. Rafael lleva, según nos informa
un fresco de la iglesia de Santa Maria Novella, enfrente del funda- Mari, la vida de un gran señor, no la de un pintor; habita en Roma
dor y su mujer, a sus propios parientes, y la ciudad de Perugia en- propio palacio y trata de igual a igual con príncipes y cardena-
carga a Perugino que ejecute su autorretrato junto a sus frescos en ; Haldesar Castiglione y Agostino Chigi son sus amigos; una so-
Cambio. Los honores públicos a los artistas se hacen cada vez más brina del cardenal Bibbiena es su prometida. Y Ticiano sube en la
frecuentes. Gentile da Fabriano obriene de la República de Venecia ttcula social aún más si es posible; su prestigio como el maestro
la toga de patricio; la ciudad de Bolonia elige a Francesco Francia mis codiciado de su tiempo, su tren de vida, su rango, sus títulos,
como gonfaloniero; Florencia concede a Michelozzo el alto título de U elevan a las capas más altas de la sociedad; el emperador Carlos
109
miembro del concejo .
V le nombra conde del palacio de Letrán y miembro de la corte im-
f Uno de los signos más importantes de la nueva conciencia que perial, le hace caballero de la espuela dorada y le concede, con la
los artistas tienen de sí mismos y de la nueva actitud que adoptan nobleza hereditaria, una serie de privilegios; príncipes se esfuerzan,
frente a su labor de creación, es que comienzan a emanciparse del muchas veces sin éxito, en ser retratados por él; tiene, como cuen-
encargo directo, y, por una parte, ya no ejecutan los encargos con la ta Aretino, una renta principesca; el emperador le concede, cada
antigua fidelidad, mientras, por otra, emprenden la solución de los Vez que es pintado por él, ricos regalos; su hija Lavinia tiene una
temas artísticos muchas veces espontáneamente, sin petición algu- dote magnífica; Enrique III visita personalmente al viejo maestro,
na.jEs sabido que ya Filippo Lippi seguía siempre el ritmo conti- y cuando en 1576 sucumbe víctima de la peste, la República le
nuo y regular del trabajo al modo artesano, y dejaba que ciertas hace enterrar en la iglesia de los Frari con los mayores honores ima-
obras reposasen durante un tiempo para emprender de pronto ginables, a pesar de la estricta orden, que en los demás se eje-
otras. En lo sucesivo, encontramos este modo rapsódico de trabajar cutaba sin excepción, que prohibía enterrar en una iglesia a un
110
cada vez con mayor frecuencia . Perugino es ya un divo mimado, apestado, j
que trata bastante mal a sus clientes; ni en el Palazzo Vecchio ni en v Miguel Ángel asciende por fin a una altura de la que antes de
él no hay ningún ejemplo. Su importancia es tan marcada que pue-
"" R. Saitschick, op. cit., págs. 185 sig.
110
Cf. la descripción que hace Bandello del método de trabajar a saltos de Leo- de renunciar por completo a honores públicos, a títulos y distin-
nardo en la Cena; cit. por Kenneth Clark, op. cit.. págs. 92 sig. ciones; desprecia la amistad de príncipes y papas, y puede permi-

382 383
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

tirse ser su enemigo; no es ni conde ni consejero, ni superinten* O tle coquetería; se hace que el artista nade en la luz para brillar
dente pontificio, pero le llaman el «Divino»; no quiere que en las u mismo con los reflejos. ¿Pero cesará alguna vez por completo
cartas a él dirigidas le llamen pintor o escultor; es Miguel Ángel reciprocidad del reconocimiento y de la alabanza, de la mutua
Buonarroti, ni más ni menos; desea tener nobles jóvenes por discí- Unificación y atención a los servicios, de la mutua salvaguardia de
pulos, y ello no habrá de serle puesto a la cuenta como puro esno- leresesi' Lo que se hará, a lo sumo, es velarla.
bismo; pretende pintar col cervello y no colla mano, y querría sacar las (l.o fundamentalmente nuevo en la concepción artística del
figuras arrancándolas mediante un conjuro al bloque de mármol nacimiento es el descubrimiento de la idea del genio, es decir de
por la pura magia de su visión. Esto es más que orgullo de artista, t la obra de arte es creación de la personalidad autónoma, y que
más que la conciencia de estar por encima del artesano, del bánau- U personalidad está por encima de la tradición, la doctrina y las
sos, del vil mortal; se manifiesta en ello la angustia de ponerse en. jilas, e incluso de la obra misma; de que la obra recibe su ley de
contacto con la realidad ordinaria. Miguel Ángel es el primer ar- ¡ Uclla personalidad; de que, en otras palabras, la personalidad es
tista moderno, solitario, movido por una especie de demonio que. ás rica y profunda que la obra y no puede llegar a expresarse por
aparece ante nosotros, el primero que está poseído de una idea y Completo en ninguna realización objetiva. Para la Edad Media, que
para el que no hay más que su idea; que se siente profundamente |U) reconocía ningún valor en la originalidad y la espontaneidad del
obligado para con su talento y se ve en su propio carácter de artis- píritu, que recomendaba la imitación de los maestros y tenía por
ta una fuerza superior que está por encima de él. El artista alcanza ito el plagio, que a lo sumo se sentía afectada por el pensamien-
así una soberanía junto a la que queda sin sentido todo el antiguo to ele la concurrencia intelectual, pero en modo alguno dominada
concepto de la libertad artística.j Oor él, tal concepto le fue completamente extraño. La idea del ge-
f Entonces se consuma, por vez primera, la emancipación del ar- nio como don divino, como fuerza creadora innata e intransferible;
tista; entonces se convierte en genicy tal como se nos presenta des- ta doctrina de la ley propia y excepcional que puede y debe seguir
r e a
de el Renacimiento^ ^e h z a ahora la última mutación en su as- ll genio; la justificación del carácter especial y caprichoso del ar-
censo; ya no el arte, sino él mismo es objeto de veneración: se pone tista genial: todo este círculo de pensamientos aparece por vez pri-
de moda. El mundo, cuya gloria había de pregonar, pregona ahora mera en la sociedad renacentista, que, como consecuencia de su
la gloria de él; el culto, cuyo instrumento era, le es a él rendido; la Hencia dinámica, penetrada por la idea de competencia, ofrece al
gracia de Dios pasa de sus favorecedores y protectores a él mismoy Individuo mejores oportunidades que la cultura autoritaria medie-
Propiamente existía ya desde antiguo una cierta reciprocidad en las Val y, como consecuencia de la acrecida necesidad de propaganda de
1
alabanzas entre el héroe y el glorificador, el mecenas y el artista ". IUS potentados, crea mayor demanda en el mercado artístico que la-
Cuanto mayor era la gloria del panegirista, mayor era el valor de la que hasta entonces tenía que satisfacer la oferta. )
gloria por él cantada. Pero ahora las relaciones se subliman tanto Pero al igual que la idea moderna de la competencia se re-
que el mecenas se eleva a sí mismo al realzar al artista por encima monta a las profundidades de la Edad Media, la idea medieval de
de sí, glorificándolo en lugar de ser glorificado por él. Carlos V se un arre objetivamente fundado, superior a las inclinaciones indivi-
inclina a recoger el pincel que Ticiano deja caer, y piensa que nada duales, sigue operando largo tiempo, y, aun después del fin de la
es más natural que un maestro como Ticiano sea servido por un em- Edad Media, la concepción subjetiva de la personalidad artística se
perador. La leyenda del artista se completa. Hay sin duda en ello va imponiendo sólo lentamente. El concepto individualista del Re-
nacimiento ha de ser corregido, por consiguiente, en dos direccio-
1,1
Edgar Zilsel, Die Entstehung des Geniebegriffs, 1926, pág. 109. nes. Pero en modo alguno hay que prescindir de la tesis de Burck-

384 385
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

hardt, pues aunque en la Edad Media existieron fuertes personal formas espirituales de expresión, y resulta también imagina-
112
dades, Bien marcadas individualmente , una cosa es pensar y ob Una forma de arte que tenga en sí misma un sentido y su fina-
individualmente, y otra tener conciencia de la propia individual! J
, A pesar de todos los intentos posteriores de cimentar todo el
dad, afirmarla y realzarla intencionadamente. De un individualis Unto de la cultura, incluido el arte, en la religión, ya nunca
mo en sentido moderno puede hablarse sólo cuando se manifiest Ivc a lograrse el restablecimiento de la unidad cultural medie-
una conciencia reflexiva individual y no una pura reacción subjetiva rtl se quita al arte por completo su autonomía. En adelante, el
La conciencia de la individualidad no comienza hasta el Renací «íjiiie siendo, aun cuando sea puesto al servicio de objetivos del
miento, si bien el Renacimiento no comienza con la individualid allá, gozable y lleno de sentido por sí mismo^Pero en cuanto
que cobra conciencia de sí misma. La expresión de la personalida jan de considerar todas las creaciones del espíritu como formas
se busca y aprecia en el arte mucho antes de que se tenga concien4
Mas de un mismo contenido de verdad, aparece ya la idea de
cia de que el arte está orientado no ya hacia un qué objetivo, sino a»
ertir en norma de su valor lo que tienen de característico y ori-
un subjetivo cómo. Se habla todavía de su contenido de verdad ob*
I.
jetivo, cuando ya hace tiempo que el arte ha pasado a ser autocon-'
lil Trecento está todavía completamente dentro de la estela de
fesión y adquiere valor general precisamente en cuanto que expre-
lulo maestro -Giotto— y de su tradición; en el Quattrocento apa-
sión subjetiva. (La fuerza de la personalidad, la energía espiritual y
n por todas partes afanes individuales. La voluntad de origina-
la espontaneidad del individuo son la gran experiencia del Renaci-
' se convierte en un arma en la competencia. El proceso de evo-
miento. El genio como quintaesencia de esta energía y espontanei-
lón social se apodera de un medio que él mismo no ha creado,
dad se convierte en ideal del arte, en cuanto que éste abarca la esen-
ro que adapta a sus propios objetivos y refuerza en cuanto a sus
cia del espíritu humano y su poder sobre la realidad.^
fftaos. Mientras las oportunidades del mercado artístico siguen
í El desarrollo del concepto de genio comienza con la idea de la liando en general favorables para el artista, el deseo de tener un ca-
propiedad intelectual. En la Edad Media falta tanto esta idea como Kktcr propio no se torna manía de originalidad. Ello acaece por
la intención de ser original; ambas cosas están en estrecha interde- primera vez en la época del manierismo, cuando la nueva situación
pendencia. Mientras el arte no es más que la manifestación de la IWe perturbaciones sensibles en el mercado de arte. El tipo de «ge-
idea de Dios, y el artista es sólo el medio por el que se hace visible nio original» no aparece, sin embargo, hasta el siglo XVIII, cuan-
el orden eterno y sobrenatural de las cosas, no se puede hablar ni de do el mundo de los artistas tiene que luchar más duramente que
autonomía del arte ni de propiedad del artista sobre su obra^Pare- nunca por su existencia material, al pasar del mecenazgo privado al
ce obvio poner en relación la pretensión a la propiedad intelectual mercado libre y sin protección.
con los comienzos del capitalismo, pero la aceptación de tal cone-
( E l paso más importante en el desarrollo del concepto de genio
xión se basaría en un puro equívoco idea de la productividad
el el que se da de la realización a la aptitud, de la obra a la perso-
del espíritu, y con ello de la propiedad intelectual, proviene de la
na del artista, de la valoración del simple éxito en la obra a la va-
desintegración de la cultura cristiana. En el momento en que la re-
loración de la voluntad y la idea. Sólo una época para la cual el
ligión deja de dominar en todos los campos de la vida intelectual,
modo de expresión se ha vuelto en sí trasunto y revelación del es-
centrándolos en sí misma, aparece la idea de la autonomía de las di-
píritu podía dar este paso^Que ya en el Quattrocento se dieran algu-
nos supuestos previos para ello, lo muestra, entre otras cosas, un
,u
Cf. D.etrich Schaefer, Weltgeschicbte der Neuze.t, 9* ed., 1920 róes U „* . r pasaje en el tratado de Filarete, en el que las formas de una obra de
8 g J
Hmzmga, Wege der Kulmrgesch., 1930, pág. 130. " '
arte se comparan con los rasgos de un autógrafo, por los cuales se

386 387
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

puede reconocer en seguida la mano de su autor '"(^El interés y la ompleto e inacabable, que al fin va ligado a toda creación artís-
creciente predilección por el dibujo, el proyecto, el bosquejo, el bo- N. Kealzar la capacidad por encima de la realización, rasgo fun-
ceto, lo inacabado en general, son nuevos pasos en la misma direc- mental del concepto de genio, significa precisamente creer que
ciómVEl origen del gusto por lo fragmentario hay que buscarlo de genialidad no es realizable sin más. Esta concepción explica por
todas maneras en la concepción subjetivista del arte, orientada so- Uf* el Renacimiento ve en el dibujo, con sus discontinuidades, una
bre el concepto del genio; la visión formada sobre la contemplación fina típica de arte.J
de los antiguos torsos sirvió a lo sumo a su intensificación. Del genio incapaz de expresarse por completo al genio desco-
JE1 dibujo, el boceto, se convirtió para el Renacimiento en algo cido y a la apelación a la posteridad contra la sentencia de los
importante no sólo como forma artística, sino también como docu- tpntemporáneos no había sino un paso. El Renacimiento nunca lo
mento y como huella del proceso de creación artística; se reconocía io, no porque fuera más entendido en arte que, por ejemplo, la
en él una forma expresiva especial, distinta de la obra de arte ter- fpocu siguiente, contra cuyo juicio apelaban los artistas sin éxito,
minada; lo que en él se apreciaba era la invención artística en su lino porque la lucha por la existencia de los artistas se desarrollaba
punto de origen, en un estadio casi todavía no desligado del suje- todavía dentro de formas relativamente inocuas. El concepto de ge-
to. ÍVasari cuenta que Uccello dejó tantos dibujos que con ellos se nio adquiere sin embargo, ya entonces, ciertos rasgos dialécticos;
podrían llenar arcas enteras. (De la Edad Media, por el contrario, permite reconocer el aparato defensivo que el artista dispone, por
puede decirse que no se nos han conservado dibujos casi en absolu- Una parte, contra los filisteos enemigos del arte, y, por otra, contra
t o ^ Aparte de que el artista medieval seguramente no daba a sus |(M diletantes. Contra los primeros, el genio se ocultará tras la más-
ocurrencias del momento la misma importancia que los maestros Carn del excéntrico; contra los últimos subrayará lo innato de su
de más tarde, y probablemente no creía que mereciera la pena con- talento y la imposibilidad de comprender su arte. Francisco de Ho-
servar aquella fugaz idea, la rareza de los dibujos medievales tiene landa observa en su Diálogo de la pintura (1548) que toda persona-
sin duda su fundamento en que, por un parte, el dibujo sólo alcan- lidad importante tiene en sí algo de especial, e insiste en el pensa-
zó difusión general cuando existieron clases de papel adecuadas y miento, que entonces ya no es nuevo, de que el verdadero artista
4
no caras " , y, por otra, en que de los dibujos que efectivamente se nace. La teoría de la inspiración del genio, de la naturaleza supra-
hicieran sólo una parte relativamente pequeña se conservó. Pero de personal e irracional de su obra, muestra que de lo que aquí se
su destrucción no sólo tiene la culpa el tiempo^es evidente que se trata es de la constitución de una aristocracia intelectual, que pre-
ponía en su conservación menos interés que más tarde. Precisa- fiere renunciar al servicio personal, a la virtü en el sentido del pri-
mente en esta falta de interés se expresa la diferencia entre la con- mer Renacimiento, sólo para marcar más la distinción frente a los
cepción artística de la Edad Media, que pensaba de manera objeti- demás.
va, y el Renacimiento subjetivista. Para la Edad Media, la obra de La autonomía del arte expresa en forma objetiva (desde el pun-
arte tenía sólo el valor del objeto; el Renacimiento le añadió tam- to de vista de la obra) el mismo pensamiento que expresa el
bién el valor de la personalidad. El dibujo se convirtió precisa- concepto del genio en forma subjetiva (desde el punto de vista del
mente en la fórmula de la creación artística para el Renacimiento, artista)(La autonomía de la creación intelectual es el concepto co-
porque ponía de la manera más destacada en valor lo fragmentario, rrelativo a la espontaneidad del espíritu. Pero la independencia del
arte significa para el Renacimiento en todo caso sólo la indepen-
"'Julius Schlosser, Die Kumtliteratur, 1924, pág. 139. dencia frente a la Iglesia y a la metafísica por la Iglesia representa-
114
Joseph Meder, op. cit., págs. 169 sig. da; mas no significa una autonomía incondicionada y total. El arte

388 389
Renacimiento
Historia social de la literatura y el arte

se libera de los dogmas eclesiásticos, pero sigue estrechamente li- mismo comienza a tomar posición ante el arte del artista, juzgan-
gado a la imagen científica del mundo que la época tenía, del mis- do el arte no desde el punto de vista de la vida y la religión, sino
mo modo que el artista, emancipado del clero, entra en una rela- drl arte.^El arte de la Edad Media quería explicar la existencia y
ción tanto más estrecha con el humanismo y sus seguidores. Pero llevar al hombre; el del Renacimiento aspiraba a enriquecer la vida
el arte no se convierte en modo alguno en servidor de la ciencia en el y encantar al hombre; añadía a las esferas empírica y trascendental
sentido en que en la Edad Media había sido «servidor de la teo- de la existencia, a las que se había limitado el mundo de la Edad
logía». Es y sigue siendo una esfera en la que uno se puede organi- Media, un nuevo campo vital, en el que alcanzaban un sentido pro-
zar intelectualmente apartándose del resto del mundo y entrar en pio y hasta entonces desconocido tanto las formas mundanas como
el disfrute de placeres intelectuales de naturaleza completamente ¡os modelos metafísicos del ser^
especial. Cuando uno se mueve en el mundo del arte, llega a estar (^La idea de un arte autónomo, no utilitario, gozable por sí mis-
separado tanto del mundo trascendental de la fe como del mundo mo, era ya corriente en la antigüedad clásica; el Renacimiento no
de los asuntos prácticos^ El arte puede quedar al servicio de los fi- hizo sino redescubrir tal idea después de su olvido durante la Edad
nes de la fe y hacerse cargo en común con la ciencia de problemas Media. Pero antes del Renacimiento nunca se llegó a pensar que
para resolverlos; pero aunque siga cumpliendo funciones extraar- Ulia vida dedicada al goce del arte pudiera representar una forma
tísticas, puede ser siempre considerado como si fuera objeto de sí
más elevada y más noble de existencia?!Plotino y los neoplatónicos,
mismo.
que, desde luego, habían asignado al arte una finalidad más amplia,
Este es el nuevo aspecto ante el que la Edad Media fue inca- lo privaban al mismo tiempo de autonomía y hacían de él un puro
paz de tomar posición. Ello no significa, desde luego, que antes del vehículo del conocimiento inteligible^La idea de un arte que, con-
Renacimiento no se hubiera sentido y disfrutado la calidad formal icrvando su esencia estética autónoma, y a pesar de su independen-
de una obra de arte; pero no se tenía de ello conciencia, y se juzga- cia frente al resto del .mundo espiritual, e incluso como consecuencia
ba, en cuanto se pasaba de la reacción sensitiva a la consciente, úni- de su intrínseca belleza, se vuelve educador de la humanidadjjpen-
U 7
camente por el objeto representado, por el contenido sensible y el lamiento que ya se anuncia en Petrarca ^ e s tan ajeno a la Edad
valor simbólico de la representación. El interés de la Edad Media Media como a la antigüedad clásica. También es muy distinto del
por el arte era material; no sólo se preguntaba en el arte cristiano medieval y del antiguo todo el esteticismo del Renacimiento, pues
de la época exclusivamente por la significación de su contenido, aunque también la aplicación de los puntos de vista y las propor-
sino que se juzgaba el arte de la antigüedad puramente por lo que ciones del arte a la vida no son ajenas a la época final del mundo
5
contenía y representaba el t e m a " . El cambio de actitud del Rena- antiguo, un caso parecido al que se cuenta del Renacimiento, de
cimiento frente al arte y la literatura clásicos no hay que atribuirlo que un creyente en su lecho de muerte se niega a besar el crucifi-
al descubrimiento de nuevos autores y nuevas obras, sino al des- jo que le presentan porque es feo, y pide otro más hermoso, es ini-
plazamiento del interés desde los elementos de contenido hacia los maginable en cualquier época anterior^ . 118

elementos formales de la representación, lo mismo si se trataba de El concepto renacentista de la autonomía estética no es una
monumentos recién descubiertos que de los conocidos ya con an- Idea purista. Los artistas se esfuerzan por emanciparse de las cade-
6
terioridad " . Significativo de la nueva actitud es que el público nas del pensamiento escolástico, pero no tienen un celo particular

"' Karl Borinski, op. cit., pág. 21. "' K. Borinski, op. cit., págs. 32 sig.
M
E. Walser, Ges. Schriften, págs. 104 sig. "" Philippe Monnier, Le Quattrocento, 1901, II, pág. 229

390 391

'Ml»l I ,'I;íI|I«i;F¡IIIIí¥IÍII,«II«I'»''<I|I |»lln¡l'IIBKI¡|'i::«f!¡HISII!l!!l!IW.!!


; | •-. .
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

por mantenerse sobre sus propios pies, y no se les ocurre preci Vülorcs espaciales de Hildebrand, en el geometrismo de Cé-
mente hacer una cuestión de principio de la independencia del ar i rn el fisiologismo de los impresionistas, en el psicologismo
Por el contrario, acentúan la naturaleza científica de su activid '« la épica y dramática moderna: en todas partes a donde di-
intelectual(Sólo en el Cinquecento se aflojan los lazos que reúnen s la mirada descubrimos un afán por situarse en la realidad
ciencia y el arte en un órgano homogéneo de conocimiento d lea, por explicar la imagen del mundo, acrecentar los datos
mundo; sólo entonces se crea un concepto del arte autónomo ta experiencia, ordenarlos y trabarlos en un sistema racional^El
b i e n frente a la ciencia.¿El arte tiene sus períodos orientados cié CS para el siglo X I X un medio de conocer el mundo, una for-
tíficamente, como la ciencia tiene sus períodos artísticamen experiencia vital, de análisis y de interpretación de los hom-
orientados. En los comienzos del Renacimiento, la verdad del art Este naturalismo dirigido al conocimiento objetivo tiene, em-
se hace depender de criterios científicos; en el Renacimiento tardí , SU origen precisamente en el siglo XV. Entonces fue cuando
y en el Barroco, la imagen científica del mundo se forma mucha*! e recibió la primera disciplina científica^}y vive en parte toda-
veces según principios artísticos. La perspectiva pictórica del Quat4 hoy del capital que entonces invirtió^La matemática y la geo-
trocento es una concepción científica; el universo de Kepler y de Ga» ffa, la óptica y la mecánica, la doctrina de la luz y de los coló-
lileo es en el fondo una visión estética. Dilthey habla con razón de la anatomía y la fisiología fueron los medios que empleó; el
119
la «fantasía artística» en la investigación científica renacentista ,.: ejo del espacio y la estructura del cuerpo humano, los cálculos
pero con el mismo derecho se podría hablar de la «fantasía cientí- movimiento y de las proporciones, los estudios de paños y ex-
fica» en las creaciones artísticas del primer Renacimiento. Imentos de colores los problemas de que se ocupó"^
El prestigio de los sabios e investigadores en el Quattrocento, ^ Q u e , desde luego, también la fidelidad a la naturaleza del
Itrocento, con todo su cientificismo, fue sólo una ficción, es cosa
sólo en el siglo XIX volvió a ser alcanzado. En ambas épocas todos
los afanes se encaminaron a favorecer la expansión de la economía se aprecia sobre todo en el medio de expresión que puede con-
por caminos y con medios nuevos, con nuevos métodos científicos erarse como la forma más concentrada del arte del Renacimien-
e invenciones técnicas. Esto explica en parte la primacía de la cien- I la representación del espacio con perspectiva central. La pers-
121

cia y el prestigio del científico, tanto en el siglo XV como en el 'tiva no fue en sí misma invención del Renacimiento . Ya los
XIX. Lo que Adolf Hildebrand y Bernard Berenson entienden por tiguos conocieron el escorzo y reducían el tamaño de los distin-
120
«forma» en las artes plásticas es - l o mismo que el concepto de tos objetos según su alejamiento del espectador; pero no conocían
perspectiva en Alberti y Piero della Francesca- más bien un con- h representación del espacio unitario desde el punto de vista de la
cepto teórico que estético. Ambas categorías son orientaciones en perspectiva única, ni tenían la aptitud o el deseo de represenrar los
el mundo de la experiencia sensible, medios para explicar la espa- diversos objetos, y los intervalos espaciales entre ellos, de modo
cialidad, instrumento de conocimiento óptico. Las ideas estéticas Continuo. En sus pinturas el espacio era algo compuesto de partes
del siglo X I X pueden disimular tan poco el carácter teórico de sus dispares, no una continuidad unitariajjo, en palabras de Panofsky,
principios artísticos como los aficionados renacentistas el carácter era un «espacio de agregación», no un «espacio sistemático»^Sólo
predominantemente científico de su interés por el mundo externo. desde el Renacimiento partió la pintura de la idea de que el espa-
cio en el que se encuentran las cosas es un elemento infinito, con-
119
Wilhelm Dilthey, Weltanscbauung u. Analyse des Alenscben seit Renaiss. u. Refor-
mation. en Ges. Scbriften, II, 1914, págs. 343 sigs.
1M
Adolf Hildebrand, Das Problem der Form in der hild. Kunst, 1893; B. Berenson, — ^ ¡ s e para lo que s.gue Erwin Panofsky, Dte Perspekttve ais .synéolische Form»,
op. cit.
rn ..Vortráge der Bibl. Warburg», 1927, pág. 270.

392 393
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

tinuo y homogéneo, y de que las cosas las vemos por lo regular d [miento la variedad del talento y, especialmente, la reunión del
122
modo unitario, esto es, con un ojo único e inmóvil . Pero lo q y de la ciencia en una misma persona^ Desde luego, el fenó-
percibimos en realidad es un espacio limitado, discontinuo y corrí no de que los artistas dominaran varias técnicas, de que Giotto,
puesto de modo heterogéneo. Nuestra imagen del espacio es en rea •»gna, Brunelleschi, Benedetto da Maiano y Leonardo da Vinci
lidad aberrante y confusa en los bordes; su contenido se divide e mn arquitectos, escultores y pintores; de que Pisanello, Antonio
más o menos grupos y trozos independientes; y como el campo ví<j luidlo y Verrocchio fuesen escultores, pintores, orfebres y meda-
sual que fisiológicamente nos es dado es esferoide, vemos en parte tHN, y que, a pesar de la creciente especialización, Rafael fuese
curvas en lugar de rectas. La imagen espacial de perspectiva plana; vía pintor y arquitecto, Miguel Ángel aún escultor, pintor y
tal como el arte renacentista la pone ante nuestros ojos, con la cla- uitecto, está en relación más bien con el carácter de técnica ar-
ridad igualada y la consecuente conformación de todas sus partes,
nul de las artes figurativas que con el ideal renacentista del po-
con el punto común de confluencia de las paralelas y el módulo
"ctismo.(Propiamente la omnisciencia y la habilidad múltiple
unitario de las distancias"^-esto es, la imagen que L. B. Alberti de-
virtud medieval; el Quattrocento la recibe con la tradición arte-
finió como la sección transversal de la pirámide óptica-{es una au-
til y se aleja de ella en la medida en que se aleja del espíritu de
daz abstracción. La perspectiva central da un espacio matemática-
entinado. En el Renacimiento tardío encontramos cada vez más
mente justo, pero no real, desde el punto de vista psicofisiológico»
"mente artistas que practican a la vez varias artes^La victoria del
(Sólo un período tan completamente científico como fueron lo
al educativo humanista y la idea del uomo universale señalan cier-
siglos que median entre el Renacimiento y los finales del XIX po-
ente una tendencia intelectual contraria a la especialización y
día considerar esta visión espacial tan completamente racionaliza-
vnn al culto de un polifacetismo que ya no es de naturaleza arte-
da como la copia adecuada de la efectiva impresión óptica. Unifor-
*nUi sino diletantesca. A finales del Quattrocento confluyen ambas
midad y congruencia precisamente eran consideradas durante todo
Irtcciones: por un lado, rige el universalismo del ideal cultural
este período como los más altos criterios de verdad. Sólo reciente-
humanista, cortado según el patrón de las clases superiores, bajo
mente hemos vuelto a adquirir conciencia de que no vemos la rea-
luyo influjo los artistas procuran completar sus habilidades ma-
lidad en forma de un espacio unitariamente cerrado, sino que abar-
|U*les con conocimientos de educación intelectual; por otro, rriun-
camos continuamente sólo grupos dispersos desde distintos centros
fa el principio de la división del trabajo y de la especialización, y
visuales, ya que nuestra mirada va pasando de un grupo a otro, y
í poco a poco llega a imponerse en el campo del arte. Cardano seña-
sumamos el panorama total de un complejo más amplio a partir de
vistas parciales^ como, por ejemplo, hizo Lorenzetti en sus gran- la ya que ocuparse de muchas cosas diferentes mina el prestigio de
des frescos de Siena. La representación espacial discontinua de es- Un intelectual.
tos frescos produce hoy, en todo caso, un efecto más convincente que Frente a la tendencia a la especialización hay que señalar sobre
el espacio construido por los maestros del Quattrocento según las re- todo el curioso fenómeno de que, entre los principales arquitectos
glas de la perspectiva central . 123 de pleno Renacimiento, sólo Antonio da Sangallo se había prepa-
rado para la carrera de arquitecto. Bramante era primitivamente
^Se ha considerado como particularmente característica del Re- pintor; Rafael y Peruzzi siguen siéndolo mientras actúan como ar-
quitectos; Miguel Ángel es y continúa siendo en primer lugar es-
122
Ibid., pág. 260. i nitor. El hecho de que la arquitectura fuera abrazada como profe-
V , 2 «v/^T M e S n ¡ 1
' ° k K U m t h h r e
* F
' ü h r
— ™ » * Werke Masacaos, e n
sión a una edad relativamente tardía, y que la preparación de
Vortr. derBibl. Warbtirg, 1928, pág. 127.
muchos maestros para esta profesión fuese principalmente teórica,

394 395
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

muestra, por una parte, cuan rápidamente fue desplazada la eduo tlH y laicos, ricos y pobres, altos funcionarios y pequeños no-
! 126
ción profesional por la intelectual y académica, y, por otra, q u e , comerciantes y maestros de escuela, juristas y eruditos .
arquitectura se convierte en una afición de gran señor, que muchi flprcsen cantes de las clases inferiores forman en todo caso en
veces se toma como ocupación accesoria. Ya con anterioridad grar INH de los humanistas un contingente que continuamente va
des señores se ocupaban con fervor no sólo de promover construc lindo. El más famoso, influyente y temido de todos es hijo de
ciones, sino de dirigirlas como aficionados. Wpuiero. Todos son hijos de la ciudad; este rasgo, al menos, es
Ghiberti necesitó todavía decenios para terminar las puerta Ün a todos; muchos son hijos de padres pobres; algunos, niños
del Baptisterio; Luca della Robbia gastó casi diez años en realizar sí Igio, que, destinados de repente a una carrera que se les abría
Cantoría para la catedral de Florencia. Por el contrario, el modo díl ile promesas, enrraban desde el principio en relación con gen-
trabajar de Ghirlandaio se caracteriza ya por una técnica genia truordinaria. Las ambiciones que pronto se despertaban y exas-
de fa presto, y ya Vasari empieza a considerar la ligereza y rapidez áé bun, el estudio forzado y muchas veces ligado con privaciones,
12i
la creación como un signo del artista verdadero . Ambos rasgo! omodamiento como profesor doméstico y secretario, la perse-
- e l diletantismo como el virtuosismo—, por contradictorios que eri Idií ile puestos y de gloria, las amistades exaltadas y las enemis-
sí sean, se encuentran reunidos en la figura del humanista, al qu¿» n llenas de resentimiento, los éxitos fáciles y los fracasos no ene-
con razón se ha llamado «virtuoso de la vida intelectual», e iguala ldos, el ser colmado de honores y admiración, por un lado, y la
mente podría ser caracterizado como el eterno diletante, incorrup- Ifencia vagabunda, por otro: todo esto no podía pasar por ellos
tible e insobornable. Ambos rasgos pertenecen al ideal de la perso- ocasionarles graves daños morales. La situación social de la épo-
nalidad que los humanistas se esforzaron por llevar a la práctica, y nfrecia a un literato oportunidades y lo amenazaba con peligros
en su paradójica unión se expresa la naturaleza problemática de la t eran adecuados para envenenar desde el comienzo el alma de
existencia intelectual que llevaron los humanistas.
|oven bien dotado.
Esta problemática tiene su origen en el concepto mismo de li- > La aparición del humanismo como una clase de literatos teó-
terato, cuyos primeros representantes fueron ellos: concepto de una fícumente libres se basaba en la existencia de una clase acomodada
profesión completamente independiente en sus pretensiones, pero ¡ilativamente amplia, adecuada para proporcionar un público lite-
en realidad todavía muy dependiente en muchos aspectos. Los es- firio. Es verdad que los focos principales del movimiento huma-
critores italianos del siglo XIV procedían aún, en la mayoría de los rlUta fueron originariamente las cortes y las cancillerías de los es-
casos, de las clases superiores; eran patricios de las ciudades o hijos tados; pero la mayoría de sus componentes eran comerciantes
de comerciantes ricos. Cavalcanti y Ciño da Pistoia eran nobles; Pe- Opulentos y otros elementos que habían llegado a poseer riquezas e
trarca era hijo de un notario; Brunetto Latini, notario él mismo; Influencia por medio del desarrollo del capitalismo. Las obras de la
Villani y Sacchetti eran comerciantes acomodados; Boccaccio y Ser- literatura medieval estaban destinadas todavía a un círculo limita-
cambi, ricos hijos de comerciantes. Estos autores apenas tenían do, generalmente bien conocido de los autores; los humanistas fue-
1 2
nada en común con los juglares de la Edad Media \ Pero los hu- ron los primeros que en sus escritos se dirigieron a un público más
manistas no pertenecen, ni por educación ni por profesión, a una amplio, en parte desconocido. Hasta que ellos no aparecieron no
categoría social uniforme como clase o estamento; hay entre ellos comenzó a existir algo así como un mercado literario libre y una
124
opinión pública condicionada e influible por la literatura. Sus dis-
Es celebrada también la rapidez en el modo de trabajar en las cartas de Areti-
no a Tintoretto de 1545 y 1546.
125
E. Zilsel, op. cit., págs. 122 sig.
E. Walser, op. cit., pág. 105.

396 397
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

cursos y hojas volantes son las primeras formas del periodismo Hlris naturales del mundo, perdió para ellos su inocuidad. La
derno; sus cartas, que corrían en círculos relativamente ampli jfin de la inteligencia con la propiedad y la fortuna se hace cada
127
eran los periódicos de su t i e m p o . Aretino es el «primer p e r i* complicada. En un principio los humanistas compartían la
dista» y, precisamente, el primer periodista libelista. La liberta rill estoica de los vagantes y de los monjes mendicantes, y pen-
que debe su existencia sólo fue posible en una época en la que el que la riqueza carece en sí misma de valor. Mientras siguie-
critor ya no era absolutamente dependiente de un protector o de llrtulo estudiantes vagabundos, maestros y literatos pobres, no
círculo de protectores estrictamente limitado, sino que tenía t ntíun dispuestos a cambiar de opinión; pero cuando entraron
tos consumidores para sus producciones espirituales que ya no Ilición más estrecha con la clase pudiente, surgió un inevitable
cesitaba estar en buena relación con cada uno de ellos. Icto entre sus antiguas opiniones y sus nuevos modos de
Pero al cabo era sólo una capa ilustrada relativamente supe IJH
cial la que los humanistas podían considerar como su público; co N i al sofista griego ni al rétor romano, ni al clérigo medieval,
parados con los literatos modernos, llevaban una existencia de p l ocurrió abandonar su postura, en el fondo contemplativa, o a
rásitos, a no ser que personalmente tuvieran fortuna y fuera "umo activa en la pedagogía, para pretender rivalizar con la cla-
independientes. En la mayoría de los casos dependían del favor • dominante. Los humanistas son los primeros intelectuales que
!
la corte o de la protección de algunos ciudadanos influyentes, a 1~ Iritn a disfrutar de los privilegios de la propiedad y del rango, y
que en general servían de secretarios o de preceptores. Recibía arrogancia intelectual, fenómeno hasta entonces desconocido, es
sueldos, pensiones, prebendas, beneficios, en lugar del antigu defensa psicológica con la que reaccionan ante su falta de éxito,
mantenimiento, y regalos. Su manutención, bastante costosa, mi afán de ascensión, los humanistas son en un principio favo-
considerada por la nueva élite como uno de los gastos indispensa- •¡dos y animados por las clases superiores, pero al fin y al cabo
bles que tenía que sobrellevar toda casa elegante. Ahora los seño- intenidos. Desde el principio existe una recíproca desconfianza
res, en lugar de los cantores cortesanos y los bufones, mantenían *Stre la altiva clase intelectual, que se rebela contra todo vínculo,
historiadores particulares y humanistas que hacían profesio- y U clase profesional, orientada económicamente, y en el fondo aje-
nalmente panegíricos, los cuales, en formas algo más sublimadas, 129
|M al espíritu . Pues así como en la época de Platón se había per-
les prestaban por lo general los mismos servicios que sus precur- cibido exactamente el peligro que en sí encerraba el pensamiento
sores. En todo caso, se esperaba de ellos algo más que la prestación lofístico, de igual manera, también en ese momento, la clase do-
de estos servicios. Pues así como la gran burguesía se había enlaza- minante, con todas sus simpatías por el movimiento humanista,
do antes con la nobleza de sangre, se quería ahora unir con la no- mantiene un no disimulable recelo contra los humanistas, que en
bleza intelectual. Gracias a la primera gran alianza, la burguesía realidad, como consecuencia de su desarraigo, constituyen un ele-
participó de los privilegios de sangre; por la segunda había de en- mento destructivo.
noblecerse intelectualmente.
El conflicto latente entre la aristocracia intelectual y la econó-
Prisioneros de la ficción de su libertad intelectual, los huma- mica no se manifestó en ninguna parte claramente durante largo
nistas tenían que sentir como humillante su dependencia de la cla- tiempo; donde menos, entre los artistas, que en este aspecto reac-
se dominadora. El mecenazgo, institución primitiva y nada pro- 128
Hans Barón, Francisca» Poverty and Civic Wealth as Faclors in the Rise of Huma-
blemática, que para un poeta de la Edad Media figuraba entre las
Hhlic Thaught, en «Speculum», XIII, 1938, págs. 12, 19 sigs. Cit. por Ch. E. Trinkaus,
127
Cf. J. Huizinga, Erasmus, 1924, pág. 123; Karl Bücher, Die Anfdnge Jes Zei- Adwrsity's Noblemen, 1940, págs. 16 sig.
a
tungswesens, en Die Enístehung der Volkswirlschafl, 12. ed., I, 1919, I, pág. 233- 129
Alfred von Martin, Soziologie der Renaissance, 1932, págs. 58 sigs.

398 399

1 11 1
ilPllsiliiFII'illilll'fllSI'tl'IWffll'' ™''''''' ' ''''''^'*"'"'''
Renacimiento
Historia social de la literatura y el arte
Imc ile las formas artísticas con objetivos trascendentes al a t t e

cionan más lentamente que sus maestros humanistas, los cuales p»ra la Edad Media era algo obvio, ingenuo y nada problema
neralmente tenían mayor conciencia social. El problema, sin e
ir ha perdido para ellos.
bargo, aunque sin ser reconocido ni expresado, se manifiesta
Pero los humanistas son no sólo apolíticos hombres de l e t r a s
todas partes, y toda la intelectualidad, es decir tanto los lite
ores ociosos y románticos del mundo, fanáticos pioneros rj^i
tos como los artistas, está amenazada del peligro de convertirse
reso y, ante todo, pedagogos entusiastas y futuristas. Los p i ^
una bohemia desarraigada, «antiburguesa» y llena de resentimie
to, o en una clase conservadora, pasiva y servil, de académic y escultores del Renacimiento les deben no sólo su a b s t r a ^
Ante esta alternativa, los humanistas se refugiaban en su torre tlcismo, sino también la idea del artista como héroe del espf j r

marfil y finalmente sucumbieron a los dos peligros de que querí y lu concepción del arre como educador de la humanidad. E l l ^
escapar. Todo el mundo de los estetas modernos los sigue por ron los primeros en hacer del arte una parte esencial de la ed^
camino, y a la vez se vuelve desarraigado y pasivo, sirviendo así Ion intelectual y moral.
los intereses de los conservadores, sin poderse adaptar al orden qi
defiende. El humanista entiende por independencia la desvincul
ción; su desinterés social es extrañamiento; su huida del presente^
irresponsabilidad; se abstiene de toda actividad política para no
comprometerse, pero con su pasividad no hace sino afirmar en su
puesto a los detentadores del poder. Esta es la verdadera «traición
de la inteligencia» al espíritu, y no la politización del espíritu, de
150
la que se le ha acusado recientemente .
El humanista pierde la conexión con la realidad, se vuelve un
romántico que llama desprecio del mundo a su extrañamiento de
él, libertad intelectual a su indiferencia social, soberanía moral a su
modo incivil de pensar. «La vida es para él —como dice un conoce-
dor del R e n a c i m i e n t o - escribir escogida prosa, tornear versos
refinados, traducir del griego al latín... A sus ojos lo esencial no es
vencer a los galos, sino que se hayan escrito los comentarios sobre
su vencimiento... La belleza del hecho cede ante la belleza del esti-
l31
lo» . Los artistas del Renacimiento no están ni con mucho toda-
vía tan alejados del mundo de su tiempo como los humanistas, pero
también su existencia intelectual está minada y ya no consiguen
encontrar el equilibrio que estaba vinculado a su encuadramien-
to en la estructura social medieval. Se encuentran en la encrucija-
da entre la vida activa y el esteticismo. ¿O acaso han escogido ya?

1,0
Julien Benda, La trahison des clercs, 1927. (Ed. cast., La traición de los intelectuales.)
"' Ph. Monnier, op. cit., I, pág. 334.
401
400
, ; ; P , ( 1;:.":! ^ 'i >•
t
Renacimiento

4 todavía se hizo más intenso durante la Contrarreforma y siguió


lulo hasta muy entrada la época barroca. Desde el regreso de
papas de Aviñón, la Urbe no sólo se había convertido en un
EL CLASICISMO DEL CINQUECENTO to de cita diplomático, adonde acudían embajadores y legados
todas las partes del mundo cristiano, sino también en un im-
"lute mercado de dinero, donde, para la medida de entonces,
faban y salían sumas fantásticas. La curia pontificia superaba

C U A N D O Rafael llegó a Florencia en 1504^ hacía ya más


un decenio que Lorenzo de Médicis había muerto y que s
sucesores habían sido expulsados y el gonfaloniero Piet
Soderini había introducido de nuevo en la república un régim
o poder económico a todos los príncipes, tiranos, banqueros y
erciantes de la alta Italia; podía invertir sumas mayores que és-
to fines culturales, y en el terreno del arte tomó la dirección
hasra entonces había poseído Florencia^Cuando los papas re-
laron de Francia, Roma estaba todavía casi en ruinas después de
burgués. Percala transformación del estilo artístico en cortesan
protocolario y estrictamente formal ya estaba iniciada, las líne ataques de los bárbaros y de las destrucciones ocasionadas por
fundamentales del nuevo gusto convencional ya estaban fijadas seculares luchas de las grandes familias romanas. Los romanos
reconocidas por todos y la evolución podía continuar por el cami ll pobres, y tampoco los grandes dignatarios eclesiásticos dispo-
no iniciado sin recibir de fuera nuevos estímulos. Rafael no teñí n de riquezas tales como para hacer posible un progreso en las
más que seguir esta dirección, que ya se señalaba en las obras de Pi ^ en competencia con Florencia.
rugino y Leonardo, y, en cuanto que artista creador, no podía hace ^ Durante el Quattrocento, la corte pontificia no dispuso de nin-
otra cosa que sumarse a esta tendencia, que era intrínsecamente', n artista indígena; los papas tenían que servirse de elementos éx-
4
conservadora por basarse en un canon formal intemporal y abstrae- itos. Desde luego, llamaron a Roma a maestros famosos de la
to, pero que en aquel momento de la historia de los estilos resulta-' r 0ca, entre otros a Masaccio, Gentile da Fabriano, Donatello, Fra
ba progresista. Por lo demás, no faltaban estímulos externos que le tl({elico, Benozzo Gozzoli, Melozzo da Forli, Pinturicchio, Man-
impulsaran a mantenerse en esta dirección, aunque ya el movi- gna; pero éstos, después de ejecutar los encargos, abandonaban la
miento no partía de la misma Florencia. Pero fuera de Florencia, udad sin dejar la menor huella fuera de sus obras. Ni siquiera
casi por todas partes gobernaban en Italia familias con pretensiones fetjn Sixto IV (1471-1484), que con los encargos para adornar su
dinásticas y aires principescos, y, ante todo, se formó en Roma, al- (Ipilla hizo de Roma durante una época un centro de producción
rededor del papa, una verdadera corte, en la que estaban en vigor Wtística, llegó a crearse una escuela o tendencia que tuviera carác-
los mismos ideales sociales que en las demás cortes que juzgaban el ter local romano. Tal orientación sólo se pudo observar bajo Julio
arte y la cultura como elementos de prestigioA 11 (1503-1513), cuando Bramante, Miguel Ángel y, finalmente,
Rafael, se establecieron en Roma y pusieron sus talentos al servicio
\ Los Estados de la Iglesia habían atraído hacia sí en la dividida
del papa. Sólo entonces comienza la excepcional actividad artística
Italia la dirección política.JLos papas se sentían los herederos de los
Cuyo fruto es la Roma monumental tal cual se muestra ante nues-
Césares, y en parte consiguieron poner al servicio de su afán de po-
tros ojos no sólo como el mayor monumento del pleno Renaci-
der las fantasías que en el país florecían por todas partes tendentes
miento, sino como el más representativo que pudo surgir sólo en-
a renovar la antigua grandeza romana. Sus ambiciones políticas
tonces en las condiciones que se daban en la corte pontificia.^
quedaron, ciertamente, insatisfechas, perc^Roma se convirtió en el
Frente al arte del Quattrocento, de inspiración predomina;
centro de la cultura occidental y logró ejercer un influjo intelectual

402 403

¡ I B
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

mente mundana, nos encontramos aquí con los comienzos de ti 1*8 uno de los más magníficos amigos del arte de la época, y
nuevo arte eclesiástico en el que el acento no está puesto en la i rtt Agostino Chigi trabajan, con la excepción del enemigo de Ra-
terioridad y el misticismo, sino en la solemnidad, majestad, fue I, Miguel Ángel, todos los artistas famosos de la época; él da tra-
y señorío. La intimidad y desvío del sentimiento cristiano frente jo -aparte de a Rafael- a Sodoma, Baldassare Peruzzi, Sebastia-
mundo ceden el paso a la frialdad distante y a la expresión de u tk'l Piombo, Giulio Romano, Francesco Penni, Giovanni da
superioridad tanto física como espiritual. Con cada iglesia, cada c diñe y muchos otros maestros más. El tercer grupo está formado
pilla, cada imagen y cada pila bautismal parecen los papas hab ir los miembros de las antiguas familias romanas, ya empobreci-
querido, ante todo, erigirse un monumento a sí mismos y habe s, que puede decirse que no tienen parte alguna en la vida artís-
pensado antes en su propia gloria que en la de Dios. Bajo León J C H , y mantienen sus nombres con lustre gracias a que casan a sus
(1513-1521) alcanza la vida de la corte romana su punto culmi i jos e hijas con los vastagos de burgueses ricos y con ello dan lu-
nante. La curia papal se parece entonces a la corte de un empera* »r a una fusión de clases semejante, aunque más reducida, a la que
dor; las casas de los cardenales semejan pequeñas cortes principes* * untes se había producido en Florencia y otras ciudades como
cas, y las de los otros señores eclesiásticos, hogares aristocráticos, Consecuencia de la participación de la antigua nobleza en los nego-
que buscan superarse unos a otros en esplendor. La mayoría de es- cios de la burguesía.
tos príncipes y dignatarios de la Iglesia son aficionados al arte; dan Al comienzo del pontificado de Julio II se pueden contar en
trabajo a los artistas para inmortalizar su propio nombre, sea con la total de ocho a diez pintores establecidos en Roma; veinticinco
fundación de obras de arte eclesiásticas, sea con la construcción y iflos más tarde pertenecen ya a la Hermandad de San Lucas ciento
decoración de sus palacios^ Los ricos banqueros de la Urbe, con Veinticuatro pintotes, de los cuales, ciertamente, la mayoría son ar-
Agostino Chigi, el amigo y protector de Rafael a la cabeza, inten- tesanos ordinarios que acuden a Roma desde todas partes de Italia,
tan imitarlos como mecenas; mas aunque acrecen la importancia Itraídos por la demanda artística de la corte pontificia y de la bur-
del mercado artístico de Roma, no le añaden ninguna nota nueva. 1}
guesía rica K Por grande que fuera la participación de los prelados
A diferencia de la clase señorial de las otras ciudades italianas, y los banqueros como mecenas de la producción artística, tiene ex-
en primer lugar Florencia, que es en su conjunto unitaria, la aris- tremada significación para el arte del pleno Renacimiento, y es de-
tocracia de Roma se compone de tres grupos perfectamente dife- cisivo para la formación del estilo, el que trabajaran en el Vaticano
L52
renciados . El más importante está formado por la corte pontifi- Miguel Ángel, casi exclusivamente, y Rafael, en su mayor parte.
cia con los parientes del papa, el clero más alto, los diplomáticos Sólo allí, al servicio del Papa, se podía desarrollar aquella maniera
del país y extranjeros y las infinitas personalidades que participan gratule junto a la cual las orientaciones artísticas de las otras escue-
de la magnificencia pontificia. Los miembros de este grupo son los liis locales tienen un carácter más o menos provinciano. En ningún
más ambiciosos y los mejor dotados económicamente para favore- otro lugar hallamos este estilo sublime, exclusivo, tan profunda-
cer el arte. Un segundo grupo abarca a los grandes banqueros y ri- mente penetrado de elementos culturales y tan incansablemente li-
cos comerciantes, que en la disipada Roma de entonces, centro de mitado a problemas formales sublimados. El arte del primer Rena-
la administración financiera pontificia, que se extendía a todo el cimiento podía ser al menos medio comprendido por las capas
mundo, tenían la mejor coyuntura imaginable. El banquero Alto- sociales más amplias; también los pobres y los incultos podían ha-

Hermann Dollmayr, Raffaels Werkstatte, en «Jahrb. d. kunsthist. Samml. d.


l s a e C a s m i r v o n C h I e d o w s k 1 R m i m
*m i m f Z ^ Z t ' ' - * — * *•* Allerh. Kaiserhauses», XVI, 1895, pág. 233.

404 405
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

llar conexiones con él, aunque estuvieran en la periferia del efe r es de tal naturaleza que de sus elementos no se puede quitar
estético; pero con el nuevo arte ya no tienen las masas ninguna añadir nada sin dañar la belleza del conjunto . Este pensa- 1 M

lación. ¡Qué hubiera podido decirles la Escuela de Atenas de R Irnro, que Alberti halló en Vitruvio, y que propiamente se re-
y las Sibilas de Miguel Ángel, aun en el caso de que hubieran 1 3
uma a Aristóteles \ es uno de los postulados fundamentales de
dido llegar a contemplarlas teoría clásica del arte. Pero ¿cómo se concilia esta relativa uni-
\ Pero precisamente en tales obras se realizó el arte clásico rmidad en la concepción artística renacentista - e l comienzo del
Renacimiento, cuya validez general suele ensalzarse tanto, pero q lasicismo en el Quattrocento y la pervivencia del naturalismo en el
en realidad sólo se dirigía a un público más reducido de lo que j Cinquecento- con los cambios sociales del Renacimiento?(El pleno
más se dirigió arte alguno. Su influencia en el público era de t< Renacimiento conserva el sentido del naturalismo, mantiene los
maneras aún más limitada que la del clasicismo griego, con el cu rriterios experimentales de verdad artística e incluso los perfila,
sin embargo, tenía en común el hecho de que representaba, a pes evidentemente porque, lo mismo que el período clásico de los grie-
de su tendencia a la estilización, no un abandono, sino, por el con,,, gos, en medio de su conservadurismo es todavía una época esen-
trario, un realce y perfeccionamiento de los logros naturalistas del cialmente dinámica, en la que el proceso del ascenso social no está
período precedente. Lo mismo que las esculturas del Partenón es* aún terminado, y en la que todavía no se habían podido desarrollar
tan «mejor» conformadas, concuerdan más con la expresión empí-; convenciones y tradiciones definitivas. Sin embargo, el esfuerzo por
rica, que los frontones del templo de Zeus en Olimpia, así también llar por terminado el proceso de nivelación y por impedir toda nue-
los distintos motivos de las creaciones de Rafael y Miguel Ángel' va ascensión está en marcha desde la llegada de la burguesía y su
están tratados de modo más fresco, obvio y natural que en las obras enlace con la nobleza. A esta tendencia corresponden los comienzos
de los maestros del Quattrocento. No hay en toda la pintura italiana ile la concepción clásica del arte en el Quattrocento^
anterior a Leonardo ninguna figura humana que, comparada con las La circunstancia de que el paso del naturalismo al clasicismo
figuras de Rafael^ Fra Bartolommeo, Andrea del Sarto( Ticiano y no se realice inmediatamente, sino que sea preparado tan de ante-
Miguel Ángel no tenga todavía algo de esquinado y rígido. Por ri- mano, puede fácilmente conducir a no entender todo el proceso
cas que sean en pormenores bien observados, las figuras del primer histórico de la transformación del estilo. Pues si uno se fija en los
Renacimiento nunca están seguras sobre sus piernas, sus movi-
preludios del cambio y parte de fenómenos de transición tales
mientos son limitados y forzados, sus miembros crujen y rechinan
como el arte de Perugino y Leonardo, tiene la impresión de que el
en las coyunturas, su relación con el espacio es a menudo contra-
cambio estilístico se desarrolla sin cesura, sin salto, casi con una ló-
dictoria; su modelado, inexistente; su luz, artificiosa. Los afanes na-
gica necesidad, y que el arte del pleno Renacimiento no es sino la
turalistas del siglo XV sólo se completan en el XVI. La unidad
pura síntesis de los logros del Quattrocento. En una palabra, uno se
estilística del Renacimiento, empero, se expresa no sólo en el he-
siente arrastrado a aceptar la conclusión de que se trata de un de-
cho de que el naturalismo del XV halla su continuación directa y
sarrollo endógamo.
su remate en el Cinquecento, sino también en el hecho de que el pro-
El cambio del arte antiguo al cristiano o del románico al gó-
ceso de estabilización que lleva al arte clásico del pleno Renaci-
miento se inicia ya en el Quattrocento^ tico trae consigo tantas cosas fundamentalmente nuevas que el
nuevo estilo apenas puede ser explicado de modo inmanente, esto
| U n o de los más importantes conceptos del clasicismo, la de-
terminación de la belleza como armonía de todas las partes,! en- T ^ o n Batt. Alberti, De re aedificatoria, 1485, VI, pág 2
pág. 100.
cuentra ya en Alberti su formulación. Alberti piensa que la obra de >» Ed. Müller, Gesch. der Theorie der Kunst bei den Alten, I, 1SS4,

406 407
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

es, como pura síntesis o antítesis dialéctica de los anteriores esf Itltiklad y a lo permanente. ('Todo el formalismo artístico del
zos artísticos, y desde el primer momento exige una explicación Miento corresponde en cierto aspecto sólo al formalismo de los
sada en motivos extraartísticos, que infringen la coherencia hi epios morales y de las reglas del decoro que se ha señalado la
rica de los estilos.[En el caso del tránsito del Quattrocento toe rada de la época. Lo mismo que la aristocracia y los círculos
Cinquecento,\ún embargo, las cosas están situadas de otra maner 'tlnis aristocráticas ponen la vida bajo la disciplina de un canon
cambio estilístico ocurre casi sin solución de continuidad, de iitl, para guardarla de la anarquía del sentimiento, someten
fecto acuerdo con la evolución social, que es continua. Por ello m bien la expresión de los sentimientos en el arte a la censura de
mo se perfecciona de un modo que no es nada automático, es d MS fijas, abstractas, impersonales. Para esta sociedad el supre-
como una función lógica con coeficientes perfectamente conocid mundamiento es, tanto en la vida como en el arte, el dominio
Si la situación social a finales del siglo XV se hubiera desarrolla m mismo, la represión de los afectos, la sujeción de la esponta-
de otro modo) por cualquier circunstancia que nosotros no p liliul, de la inspiración, del éxtasis. El despliegue de los senti-
mos imaginarnos bien^y se hubiera pasado, por ejemplo, a una f fnios, las lágrimas y los gestos de dolor, el desmayarse en la im-
volución económica, política o religiosa, en lugar de a una confi 'cncia, los lamentos y el retorcerse las manos; en resumen, toda
mación de la tendencia conservadora ya antes iniciada, entone Uolla emotividad burguesa del gótico tardío que quedaba toda-
desde luego, el arte, de acuerdo con esta revolución, se hubiera d I en el Quattrocento desaparece del arte del Renacimiento pleno.
sarrollado en dirección distinta, y el estilo así resultante hubie Uto ya no es un mártir que sufre, sino otra vez el rey celestial que
levanta sobre las debilidades humanas. La Virgen contempla a su
traído a la realidad otra consecuencia «lógica» del Renacimient
Ijo muerto sin lágrimas ni gestos, e incluso frente al niño reprime
distinta de la que se concentró en el clasicismo.^Pues si se quid
Ja ternura plebeya. La mesura es la consigna de la época para
aplicar de todas maneras el principio de la lógica a la evolución his
do. Las reglas de vida del dominio y del orden encuentran su más
tórica, se habrá de conceder por lo menos que una constelación his-
Cttrana analogía en los principios de sobriedad y contención que el
tórica puede tener varias consecuencias «lógicas» divergentes entre sí.
s
í Los Tapices de Rafael han sido llamados las esculturas del Par- Iftc se impone.^
tenón del arte moderno; puede dejarse en vigor esta analogía si, por L. B. Alberti se anticipó al pleno Renacimiento también en la
encima de la semejanza, no se olvida la diametral diferencia que Idea de esta economía artística. «Quien en su obra busca dignidad
existe entre el clasicismo antiguo y el moderno. Al arte clásico de -dice-, se circunscribirá a un reducido número de figuras; pues, al
la modernidad le falta, en comparación con el de los griegos, el ca- Igual que los príncipes ensalzan su majestad con la escasez de sus
lor y la inmediatez; tiene un carácter derivado, retrospectivo, más palabras, así se aumenta el valor de una obra con la reducción de las
o menos clasicista, ya en el Renacimiento. Es el reflujo de una so- figuras» 136
( En lugar de la pura coordinación como fórmula de
ciedad que, llena de reminiscencias del heroísmo romano y de la ca- Composición, aparece por todas partes el principio de la concentra-
ballería medieval, quiere, persiguiendo un sistema de virtudes y un ción y de la subordinación) Pero no hay que imaginarse el funcio-
ritual social creados artificialmente, aparecer como algo que pro- namiento de la causalidad social como si la autoridad que domina
piamente no es, y estiliza sus formas de. vida conforme a esta fic- en la sociedad a los individuos se aplicara en el campo del arte in-
ción. El pleno Renacimiento describe esta sociedad tal cual ella se mediatamente al ptedominio de un plan de conjunto sobre las di-
ve a sí misma y quiere ser vista. Apenas hay un rasgo en su arte del versas partes de una composición, o, por decirlo así, que la demo-
que, fijándose más, no pueda demostrarse que es como la traduc-
ción de su ideal de vida aristocrático, conservador, dirigido a la 1. B. Alberti, Delta pittura, lib. II.

408 409

m
inanaiiiniBiMip'i'ilFii'iliBMli m mmmmm
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

cracia de los elementos artísticos se transformara en una mona lie lo que el hombre abarca de él; pero cada obra de arte t e r

del pensamiento fundamental en la composición. La simple c 'tt expresa a su modo toda la realidad abarcable."^
paración entre el principio de autoridad en la vida social y la III arte del pleno Renacimiento está orientado por c o m p l e t o

de subordinación en el arte resultaría un puro equívoco.fUna • este mundo. Su estilo ideal, incluso en las representacio nes

ciedad orientada sobre las ideas de autoridad y sumisión Habrá losas, lo logra no poniendo en contraste la realidad natutal C o n

favorecer, naturalmente, también en el arte la expresión volun «obrcnatural, sino creando una distancia entre las cosas d^ [ a

riosa, la manifestación de la disciplina y del orden, la victoria ni realidad natural, distancia que en el m u n d o de la e x p e r i en

bre la realidad, en lugar de la sumisión a ella. \ Óptica crea diferenciaciones de valor semejantes a las que e)j¿ s

í Tal sociedad habrá querido prestar a la obra de arte el carác íiitre la aristocracia de la sociedad y el vulgo. Su armonía es l a

de normatividad y necesidad. Habrá expresado con ello una « en utópica de un mundo del que toda lucha ha sido e l i m i n a

blime necesidad» y procurado demostrar mediante el arte que ex :


y precisamente no como consecuencia del predominio de un

ten criterios y normas de validez general, inconmovibles e intan ficipio democrático, sino autocrático. Sus creaciones represer^n
bles, que en el mundo domina un sentido absoluto e invariablej» realidad sublimada, ennoblecida, exceptuada de ser perecec4 era

que este sentido se halla en posesión del hombre^si bien no de otidiana. Su más importante principio estilístico es la limitación
hombre cualquiera.^Las formas del arte habrán de ser, de acuer lo representado a lo esencial^Y ¿qué es realmente esto « e s . e n

con las ideas de esta sociedad, paradigmáticas, habrán de operar I»? Es^lo típico, lo solemne y extraordinario, cuyo valor expt j_ es

manera definitiva y perfecta, lo mismo que el orden que enseñor consiste ante todo en su alejamiento de la mera actualidad y
la época. La clase dominante buscará en el arte, ante todo, la im ortunidad. Por el contrario, para este arte no es esencial lo ton-
gen del sosiego y la estabilidad que persigue en la vida. El pie* to e inmediato, lo contingente y momentáneo, lo particul e ar

Renacimiento desarrolla la composición artística en forma de s~ dividual, en una palabra, justamente lo que para el arte del Q , Uat

metrías y correspondencias de las partes componentes, y reduce fo mto aparecía como lo más interesante y sustancial en la r e a l i ^ j
zosamente la realidad al esquema de un triángulo o un círculo; pero M élite de la época del pleno Renacimiento crea la ficción de u r )

ello no significa sólo la solución de un problema formal, sino tam- •irte «de humanidad eterna», intemporalmente válido, p o r q e U

bién la expresión de un sentido estático de la vida y el deseo de quiere juzgarse a sí misma como intemporal, imperecedera, inalte-
perpetuar la situación que corresponde a tal sentido. Este arte co- 1
rable., En realidad su arte está tan ligado al tiempo, con sus patro-
loca la norma por encima de la libertad personal, y considera que nes de valor y criterios de belleza tan limitados y perecederos, Como
la obediencia a ella, aquí como en la vida, es el más seguro camino el arte de cualquier otro período estilístico. Pues también la i d ^ ¿ e

de perfección.) 1* intemporalidad es un producto del tiempo, y la validez de) b - a

(A esta perfección corresponde en el arte, ante todo, la totali- nilutismo es tan relativa como la del relativismo.
dad de la imagen del mundo, que se consigue por adición y nunca ( De todos los factores del arte del pleno Renacimiento el s m a

por la perfecta integración de las partes en un todo. El Quattrocento ligado al tiempo y el más sujeto a las condiciones sociales es el i j . l ea

ha representado el mundo como un infinito fluir y oleaje, un deve- de la %aA,OXÓcytx6í(X. En ningún otro de los elementos de aquel
nir que no puede ser forzado ni concluido. El individuo se ha sen- urte se expresa de manera tan marcada la dependencia de su con-
tido pequeño e impotente en este mundo, se ha entregado a él de cepto de belleza respecto del ideal humano de la aristocracia Lo
buena gana y con agradecimiento. El Cinquecento, en cambio, vive nuevo no es el hecho de que la corporeidad alcance su derecho pi
el mundo como una totalidad limitada; él mundo es ni más ni me- es tampoco éste un signo especial de sensibilidad aristocrática

410 : , , t ¡ i u d 4ii

1 l i'iihiií'tíVl::
• l i l i » wmmmmmmmmm írW"!'""" ""
Historia social de la literatura y el arte Renacimiento

—pues ya el siglo XV, en contraposición al espiritualismo de dimensiones de sus modelos. El ideal cortesano contiene en lo
Edad Media, había tenido ojos amorosos para la apariencia co filial todos los motivos capitales de la representación humana de
ral—; lo nuevo es que la belleza física y la fuerza se convierten en plenitud del Renacimiento. Lo que Castiglione desea en primer
plena expresión de la belleza y de la fuerza espiritual^ La Edad 1 »r del perfecto hombre de mundo es que sea polifacético, que
dia sentía una oposición inconciliable entre el ser espiritual y i gu la misma educación de las aptitudes corporales y de las espí-
sensualidad y el ser corporal sin espíritu. Esta oposición se ace llales, que sea hábil tanto en el manejo de las armas como en las
tuaba ora más ora menos, pero estaba continuamente presente en es de la sociedad refinada, diestro en la poesía y en la música, fa-
mundo intelectual del hombre. Para la época cuatrocentista pier lliarizado con la pintura y las ciencias. No se puede negar que en
su sentido la medieval inconciliabilidad entre lo espiritual y lo c~ pensamientos de Castiglione da el toque decisivo la repugijan-
poral; la significación espiritual no está todavía ligada de modo iam • de toda aristocracia frente a toda especialización y todo profe-
condicionado a la belleza corporal, si bien no la excluye^La tensióJM tinalismo. Las figuras heroicas del arte del pleno Renacimiento
que existe todavía entre las propiedades espirituales y las corporaw n, en su XOcA,OX¿Íycx0ia, simplemente la traducción a lo visual
les desaparece por completo en el arte del pleno Renacimiento^! t este idealismo humano y social.^Pero no es sólo esta falta de ten-
Partiendo de los supuestos de este arte, parece, por ejemplo, ini#l Ion entre las cualidades espirituales y corporales, ni sólo la equi-
maginable representar a los apóstoles como labradores ordinarios al paración de belleza física y fuerza de alma, sino ante todo la liber-
toscos obreros, como el siglo XV ha hecho con tanta frecuencia y! tad con que se mueven, la soltura y abandono, la misma indolencia
agrado. Los proferas, apóstoles, mártires y santos son para el a r t e l del continente, lo que importa] Castiglione ve la quintaesencia de
del Cinquecento figuras ideales, libres y grandiosas, llenas de p o d e r ! U elegancia en conservar la calma y mesura en todas las circuns-
y de dignidad, graves y patéticas, una raza de héroes de belleza flo-1 tancias, evitando toda ostentación y exageración, en aparecer
reciente, madura, sensual. En Leonardo hay todavía, junto a e s t a s ! abandonado y natural, en portarse en sociedad con inafectado des-
figuras, otras realistas y tipos de género; pero progresivamente ya I cuido y no forzada dignidad.(En las figuras del arte del Cinquecento
no parece digno de representación lo que no es grandioso. La agua- hallamos no sólo esta tranquilidad de los gestos, este continente
dora, en Incendio del Borgo, de Rafael, pertenece a la misma raza que descuidado, esta libertad de movimientos, sino que el cambio res-
las madonas y Sibilas de Miguel Ángel, que forman una humanidad pecto del período estilístico precedente se extiende también a lo
de gigantes, de enérgica garra, con conciencia de sí y que se mueve puramente formal. La forma gótica esbelta y exangüe, la línea cua-
con seguridad. Las dimensiones de'estas figuras son tan enormes trocentista de corto aliento logran un trazado seguro, un eco sono-
que, a pesar de la antigua aversión de las clases nobiliarias por la re- ro, una hinchazón retórica, y con tal perfección como desde la an-
presentación del desnudo, pueden aparecer sin vestidos; nada pier- tigüedad no había poseído ningún arte^)
den con ello de su grandeza. La noble conformación de sus miem- ( Los artistas del pleno Renacimiento ya no hallan ningún pla-
bros, la sonoridad retórica de sus gestos, la mantenida dignidad de cer en los movimientos breves, esquinados, rápidos, en la elegancia
su continente expresan la misma distinción que el traje, ora pesado espaciada y ostentosa, en la belleza agria, juvenil, inmadura, de las
y de profundos pliegues y grandes vuelos, ora contenido con gus- figuras del Quattrocento; celebran, por el contrario, la plenitud de la
to y rebuscado con refinamienlo, que en otro caso llevan.) fuerza, la madurez de la edad y de la belleza, describen el ser, no el
El ideal humano que el escritor Castiglione presenta en El cor- devenir, trabajan para una sociedad de triunfadores, y piensan,
tesano como alcanzable, y aun como alcanzado, se toma por modelo como éstos, de manera conservadora^ Castiglione pide que el noble
en el arte, y aun realzado en ese grado que todo arte clásico añade procure evitar, en su conducta como en su vestido, lo sorprenden-

412 413
Historia social de la literatura y el arte

te, ruidoso y colorista, y recomienda que se vista, como el esp


,37
de negro, o al menos de o s c u r o . El cambio de gusto que aq
manifiesta es tan profundo que tambiénfel arte evita la policr~
y luminosidad del Quattrocento. Con ello se muestra ya la pref
cia por lo monocromo, es decir, el blanco y negro, que domi
VI
gusto moderno. Los colores desaparecen ante todo de la arqu/
tura y la escultura, y a partir de este momento la gente siente MANIERISMO
evidente dificultad en imaginarse polícromas las obras de la arq
tectura y la escultura griegas. El clasicismo lleva ya en sí el gerr
13
del neoclasicismo ^.
(^El Renacimiento pleno fue de corta duración; no floreció más
veinte años. Después de la muerte de Rafael apenas se puede ya '
blar de un arte clásico como dirección estilística colectiva. La br
dad de su vida es sumamente característica del destino de los
dos de estilo clásico en la época moderna; las épocas de estabilid
son, desde finales del feudalismo, nada más que episodios^ El rigo"
mo formal del Renacimiento en su esplendor ha continuado sien
ciertamente para las generaciones posteriores una continua
:
ción; pero aparte de movimientos breves, en general sin espontane '
dad y puramente culturales, nunca ha vuelto a predominar otra -
¡Con todo, se ha demostrado que es la más importante vena subterr
hea del arte moderno, pues si es verdad que el ideal estilístico pura*
mente formalista y orientado hacia lo típico y normativo no pud
sostenerse frente al naturalismo fundamental de los tiempos moder-
nos, ya no fue posible después del Renacimiento un retorno a la fort
ma medieval, no unitaria, hecha a base de coordinación. Desde el Re-
nacimiento comprendemos bajo el nombre de obra pictórica o
plástica una imagen concentrada de la realidad, tomada desde un
punto de vista único y unitario, imagen formal que surge de la ten-
sión entre el amplio mundo y el sujeto que se enfrenta a aquél como
unidad. Es verdad que esta polaridad de arte y mundo se ha debili-
tado de cuando en cuando, pero nunca ha desaparecido del todo. En
ella consiste la verdadera herencia del Renacimiento.^

n
' Baldassare Castiglione, // Cortegiano, II, págs. 23-28.
Cf. Heinrich Wolfflin, Die klass. Ktmst, 1904, 3." ed., págs. 223 sig.

414
,,
w ^ •^mmm^'
EL C O N C E P T O DE M A N I E R I S M O

L manierismo ha aparecido tan tarde en el primer plano de


la investigación histórico-artística que el juicio peyorativo
que está en el fondo de este concepto todavía se sigue mu-
veces sintiendo como decisivo y dificulta la comprensión de
estilo como una categoría puramente histórica, que no lleve
plít'ito un juicio de valor. En otras denominaciones estilísticas,
o el gótico y el Renacimiento, el Barroco y el neoclasicismo, el
or primitivo -positivo o negativo- se ha borrado ya por com-
to; frente al manierismo, empero, es todavía de tanta influencia
postura despectiva que hay que luchar con una cierta resistencia
terior antes de atreverse a designar como «manieristas» a los
ftndes artistas y poetas de este período. Sólo cuando se separa por
~mpleto el concepto de manierista del de amanerado se obtiene
na categoría histórica-artística útil para los fenómenos a estudiar.
~H conceptos de especie y de calidad, que hay que distinguir, coin-
ciden entre sí, en grandes trechos de su desarrollo, pero esencial-
mente no tienen, puede decirse, nada en común.
Los conceptos de arte posclásico como fenómeno de decaden-
cia y de ejercicio manierístico del arte como rutina fijada e imita-
dora servil de los grandes maestros proceden del siglo XVII, y fue-
fon desarrollados por primera vez por Bellori en su biografía de
Annibale C a r r a c c i E n Vasari, maniera significa todavía lo mismo tfáÜí&A
jjue personalidad a^t^tica^ _y_es una expresión condicionada histó- ,
rica, personal o técnicamente: es decir. sigjiifka-&estilci» en el más
amplio sentido de la palabra, Vasari habla, por ejemplo, de una
gran' maniera, y por ella entiende algo positivo. Una significación

1
Bellori, Vita dei pittori..., 1672. Cf. Werner Weisbach, Der Maniertsmus, en
«Zeitschr. f. bild. Kunst» 1918-1919, vol. 54, págs. 162 sig.

417
« M I M ^

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

plenamente positiva tiene maniera en Borghini, quien en ciertos i oca moderna han sido siempre únicamente el resultado de un
2
tistas la echa de menos hasta lamentándolo , y con ello realiza rama, y más bien la expresión de una esperanza que una ver-
la moderna distinción entre estilo y carencia de él. Por primera \ rra pacificación. Incluso el hábil equilibrio que se creó haciaJqs_
los clasicistas del siglo XVII -Bellori y Malvasia- unencon.el cq les del Quattrocento por_obra de la gran burguesía satisfecha y
cepto de maniera la idea de un ejercicio artístico rebuscado, en c uesta a transformarse en cortesana, y de la curia pontificia, po-
ches, reducible a una serie de fórmulas; ellos fueronlos primeros i fosa en capital y con ambiciones políticas, fue de corta duración,
comprobar la cesura gue_el_manierismo significa en la evolución.] apiles de la pérdida de la supremacía económica de Italia, de la
se dan cuenta del alejamijentc^jjue respecrjo. del r l a s i r k m n se ha moción ocurrida en la Iglesia por obra de la Reforma, de la in-
sensjblej:n_el jjreejÍ£S4iu£s_dx_L5_20. íl ión del país por los franceses y españoles y del sacco de Roma, ya
Pero ¿por qué se llega tan pronto a este alejamiento? ¿Por qjjl se podía sostener la ficción de equilibrio y estabilidad. En Italia
el Renacimiento pleno es —como Wólfflin dice— una «sutil crestajl minaba un ambiente de catástrofe que pronto —y partiendo no
que, apenas alcanzada, ya está superada? Es una cresta incluso m i l lo de Italia- se expandió por todo Occidente.j
estrecha de lo que se podría pensar por las explicaciones de WoLb Las fórmulas de equilibrio sin tensión del arte clásico ya no
flini^Pues no_sólo las obras de Miguel Ángel, sino ya las de Rafael! stan; y, sin embargo, se continúa aferrado a ellas, y a veces in-
llevan en sí los elementos de disolución. Expulsión de Heliodoro j luso con más fiel, angustiosa y desesperada sumisión que si se hu-
Transfiguración están llenas de tendencias anticlásicas, que rompeí lera tratado de una adhesión sin vacilaciones. La¿ctitjjdjde los jó-
en más de una dirección los marcos renacentistas^ ¿Qué es lo qu< venes artistas frente al Renacimiento gleno^s extraordinariamente
cirb>í?J
explica la brevedad del tiempo en que dominan todavía sin altera-j complicada; no pueden simplemente renunciar a los logros artísti-
ción los principios clásicos, conservadores, de rigor formal? ¿Poij ros del clasicismo, si bien_laj.rmonio¿a.irri£ujen del mundo de tal
qué el clasicismo, que en la antigüedad es un estilo de calmajf^du- jirte se les ha vuelto extraña por comr¿ietfl. Su deseo de continuar
ración, aparece ahora como.un puro «estadio de rransirión»? ¿Por sin interrupción el desarrollo artístico apenas podía realizarse si no 4*.
qué se llega ahora tan pronto, por una_parte, a la imitación pura- prestaba su empuje a tal esfuerzo la continuidad de la evolución so-
mente externa de los modelos clásicos, y. por otra, a un ínrimo dis- cial. Pero artistas y público son en lo esencial los mismos que en la
tanciamieoto de ellos? Quizá porqueffel equilibrio que encontró su época del Renacimiento, si bien el suelo empieza a ceder bajo sus
expresión artística en el clasicismo del Cinquecento fue desde su co- jjles. Elcsentimiento de inseguridad) explica la naturaleza contra-
mienzo más bien un ideal soñado y una ficción que una sólida rea- dictoria de su relación con el arte clásico,. Esta contradicción ya la
lidad, y el Renacimiento siguió siendo hasta el final una época. ¡ habían sentido los tratadistas de arte del siglo XVII, pero no se die-
r
esencialmente dinámica, quejifj se jraQjgujljgaba p o completo con ron cuenta de que la imitación y la sjmu^jáflCa distorsión de los
ninguna solución El intento de dominar la insegura naturaleza del mcdelp^xlásicos en su tiempo estaban condicionadas no por la fal-
espíritu capitalista moderno y la dialéctica característica de lina vi^ ta de espíritu, sino por el espíritu nuevo de los manieristas, com-
iiásjjd,muncla¿asad?i en las_iiejücias..Dauirale.s jo_dcanzó, en todo pletamente ajeno al clasicismo.
caso, el Renacimiento tampoco.como los períodos ulteriores de la > Sólo nuestro tiempo, cuya problemática situación frente a sus
época moderna. Una estática permanente de la sociedad nunca se antepasados es similar a la del manierismo respecto del clasicismo,
ha vuelto a alcanzar desde la Edad Media; por eso los clasicismos de podía comprender el modo de crear de este estilo, y reconocer en la
imitación, a veces minuciosa, de los modelos clásicos una compen-
R. Borghín,, Urtpm, 1584. Cf. A. Blunt, op. cit., pág. 154. sación con creces del íntimo distanciamiento respecto a e'los^&r

418 419

iiiinii
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

comenzamos a comprender que en todos los artistas creadores d Hite, y que la agudización subjetiva de sus formas expresa el te-
| manierismo, en Pontormo y Parmijyamjio como en Bronzino !
or a que lafMma_pueda fallar ante la vida y apagar el artejm una_
| Beccafumi, en Tintorettp y El Greco com^en_Bruegel y Spran rlleza sin alma..)
, el afín estilístico se dirige sobre todo a romper la sencilla regular La actualización del manierismo para nosotros, la revisión a

Í dad y arrrroníadel arte clásico y a sustituir su normalidad su


personal por rasgos más sugestivos y subjetivos. Unas^xeces. _e
' profundización e(mtf^ñzac\6n d e j a experiencTayreligi^^ y la v
que recientemente ha sido sometido el arte de Tintoretto, de El Gre-
fo, ele Bruegel y del Miguel Ángel tardío, es tan significativa de la
ilinación espiritual de nuestros días como lo fue la nueva valora-
s i ó n d e u n nuevo universo vital, espiritual jo que lleva a apando ción del Renacimiento para la generación de Burckhardt y la hon-
i la forma_£lásica; otras, un (jr^^ectuaTIsmo extremad^ conscien" rosa salvación del Barroco para la generación de Riegl y Wólfflin.
deja realidad y deformándola de intento, m u c j ] ^ j ^ ^ s £ e £ d i é n d Burckhardt consideraba todavía a Parmigianino como un artista
i * en juegojron lo bizarro y lo abstruso; en algún caso, también la m„ desagradable y afectado, y también Wólfflin veía aún en el manie.-
durez pasada d£ un^^finámiem^precibsTsla^que todo lo jrraduce flsmo algo así como.una desviación en la evolución natural y sana,
lo elegante y sutil. Pero la solución artística es siempre lo mism un internado superfluo entre el Renacimiento y el Barroco. Sólo
si se exterioriza como protesta contra el arte clásico que si procu" Una época que ha vivido como su propio problema vital la tensión
mantener las conquistas formales de este arte, un «derivativo», un rntre fotrna y contenido, belleza y expresión, podía hacer justicia al
criatura que en último término sigue dependiendo del clasicismo manierismo y precisar su peculiaridad tanto frente al Renacimien-
y que, por consiguiente, tiene su origen en una experiencia de cul to como frente al Barroco. A Wólfflin le faltaba todavía la auténti-
tura y no de vida^Nos encontramos aquí frente a un estilo privad; ca e inmediata vivencia del posimpresionisno, esto es, la experien-
de ingenuidad*, que orienta sus formas no tanro por el cotnenido ex cia que puso a Dvorak en situación de medir la importancia de las
¿0 jaresJxcixuantn pO£.ejjMtte..-de..Ja épocajmteriQt, y en tal medida tendencias espirituales en el arte y de reconocer en el manierismo
¡A^eoi/iíMcomo hasta entonces no había ocurrido con ninguna dirección ar-> lu victoria de una de estas tendencias. Dyorák^abía muy bien que
tística importante; La conciencia del artista se extiende no sólo a la el espiritualismo no agota el sentido del^rte_^nanierista yque_no
selección de los medios que corresponden a su intención artística,
»e trata en él, como en el trascer^entalismo de: la Edad Media, de_
sino también a las determinaciones de esa misma intención^ El pro-
una completa renujiaa al^mundo; en modo alguno olvidó que jun-
grama teórico^se_refiere tantoajos métodos artísticos cgmoa.lasji-
to a El Greco hubo también un Bruegel y junto a Tasso un Sha-
nes del arte.IE1 manierismo es en este sentido la primera orienta- 4
kespeare y un Cervantes . Sujproblema_ capital parece haber sido
ción estjjístirq moderna la primera que está ligada a un problema
t
precisamente hallarja mutua r e l a d ó n , j j c o j r m ^
cultural y que estima que la relación entre la tradición,y la inno-
principio de diferenciación de los diversos fenómenos -espiritua-
vación es tema que ha de resolverse por medio dfi la inteligencia.
listas y naturalistas— dentro del manierismo. Las explicaciones de
La tradición no es más que una defensa contra la novedad demasia-
este autor, tempranamente desaparecido, no van desgraciadamente
do impetuosa, sentida como un principio de vida pero a la vez de
mucho más allá de la formación de estas dos tendencias, «deducti-
destrucción. l^No se comprende el manierismo si no se entiende que
va» e «inductiva», según él las llamó, y hacen que lamentemos
sufimitación) de los modelos cjásicos^es una huida del caos inmi-
muchísimo que la obra de su vida quedara inconclusa precisamen-
te en este punto.
1
' Wilhelm Pinder, Zur Phys.ogr.om.k des Manierismus, en Die Wissenscbaft am Schei- Max Dvorak, Über Greco u. den Manierismus, en Kunstgesch. ais Geistesgesch., 1924,
Ludwig Klages-Festschrift, 1932, pág. 149.
prfg. 271.

420 421

11 T
t*n iIP i "tt* >!'tHtr>ítHl m¡ H*
m
t| ni i ipi iq H
H i »h i wihufi i üi< i hh m i i nti^mniiftfn(ritn?W*twm*(*9ni i <m "8"' •••»•» • ' i» •• • •
1
lili' lililí

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

V Lasados corrientes contrapuestás)en_ej_manierismo -esplritua- que pueda formularse lógicamente. Temasjque,£arajel_objeto mis-
lismo rrrísticp de El Greco .y. naturalismo papteísta de Bruegel— no mo semejan ser accesorios aparecen a veces de modo dominante, y
están siempre por completo, como t e n d e n c i a s estilísticas distintas, el motivo aparentemente principal queda^esp^iaJjTíerit^desyaJc^i;
personificadas en artistas..divexsQS. sino que suelen estar revueltas /ado y rjJegado.)Como si el artista quisiera decir: ¡No está en modo
entre si de manera insoluble. Pontormo y Rosso, Tintoretto y Par- alguno definido quiénes son aquí los protagonistas y quiénes los
migianino, Mor y Bruegel, Heemskerck y Callot son tan decidida- comparsas!! El<ferecto finaQes el movimiento de figuras reales en un
mente realistas como idealistas, y la(unída¿ colripÍe]a^y apenas di- espacio irracional construido capriclwsamjnte, la reunión de por-
jjferenciada de naturalismo y espiritullliffi^"Táit:á"cle forma y menores naturalistas en un marco fantástico, el libre operar con los
J; formalismo, concreción y abstracción en su,arte, es la fórmula fun- coeficientes espaciales según el objeto que se desea alcanzar. Larnás
ti damental de todo el estilo, que une a unos con otros. Pero esta he- próxima analogía a este mundo de realidad mezclada es disueno, j
H terogeneidad de las tendencias no significa puro subjetivismo ni cjue elimina las conexiones reales y pone a las cosas entre sí en re-
puro capricho en la selección de los grados de realidad de la repre- lación abstracta, pero describe cada uno de los objetos concia ma-
5
sentación^ como todavía pensaba Dvorak ^sino que es más bien un yor concentración y la más aguda observación de la realidad.^En al-
rp
signo de la conmoción en los criterios de realidady_d. s u Irado.del gunos detalles recuerda al surrealismo actual, tal cual se expresa en
Íí2tei¡JtO, ,mu^ai.yece¿jde las pinturas por asociación del arte moderno, en los sueños fantás-
maUdad dp |a Edad Media con el realismo del Renacimiento.^ ticos de Franz Kafka, en la técnica de montaje de las novelas de
"~5> ( N a d a caracteriza mejor la^^esmicci^)de.lajarjncmjja.clásica. Joyce y en el soberano dominio del espacio en las películas. Sin
^MtM3 que la de~sintegracioñ}de la unidad espacial, en la que la visión ar- la experiencia de esta dirección artística, el manierismo apenas ha-
tística deJ^Renacirmejr£q,había hallado su expresión más quintae- bría conseguido tener para nosotros la significación que tiene en
senciada.jLa unidad de la escena, la coherencia local de la compo- realidad.
sición, la lógica trabada de la construcción espacial eran para el \ Ya la caracterización general del manierismo contiene rasgos
Renacimiento los supuestos más importantes dd efecto artístico de muy dispares, difíciles de reunir en un concepto unitario. Una di-
unajobra. Todo el sistema del dibujo <de. perspjectiva, todasJajyre- ficultad especial está en que en este caso el concepto estilísticojno_
es en modo alguno un concepto puramente temporal. Es verdad
medios para lograr este efecto^espjfcial.(El manierismo comienza jj que el f^nierísScTes^el^estilo que prevale.ce entre el tercer decenio
por disolver la estructura renacentista del espacio y^descomponer Ja , y el fin de siglo, pero_ji2_dxinújw^
escena, que se representa en distintas partes espaciales, no sólojii- , ;' mente al pr^ricipio y al fin, del per/octo sejcoflfunde mn ^nrlfinr^^
yidjdaj^nrre^jíjexternamente, sino también organizadas_interna- j. il barrocas. Ambas líneas se entrelazan ya en las obras tardías de Ra-
mente de forma diversa: ba^j'aJej^eA.cadja.s^^ ' fael y Miguel Ángel. Ya en ellas compite la voluntad artística apa-
espaciales, escalas distintas, djferentes posibilidades de movimien- / sionadamente expresionista del Barroco con la concepción intelec-
to; en una, el principio de la economía; en otra, el del despilfarro ;' tualista «surrealista» del m^nifxisrpo Los dos estilos posclásicos
del espacio. Lajdjsj^cjónjdeT^ se expresa de la ma- surgen casi contemporáneamente a la crisis espiritual de los pri-
nera más sorprendente en rJLhecho de que las-proporciones y la sig- meros decenios del siglo: el manierismo, como expresión del anta-
nificación temática de las figuras no guardan entre sí unaxelacióx^ gonismo entre la corriente espiritualista y la corriente sensualista
de esta época; el Barroco, como equilibrio provisionalmente inesta-
ídem, Pieter Bruegel der Aelt., ibid., pág. 222. ble de esta contradicción basada en el sentimiento espontáneo.
Imtótf
422 423

i ||||IÍUI|HS|8l'ünilHII»!ll iiilipiiir.iiiilimi.llHI, 1'i.il.liülillii >ill»r»llrll


Historia social de la literatura y el arte El manierismo

Después del sacco de Roma, las tendencias estilísticas barrocas fue- tiente, y experimenta en algunas cortes, por ejemplo en Fontaine-
ron reprimidas progresivamente; sigue entonces un período de más hleau, un realce mayor. La corte de los Valois es ya muy grande y
de sesenta años en los que el manierismo domina la evolución^ Al- pretenciosa y muestra rasgos que recuerdan el Versalles de más tar-
8
gunos investigadores comprenden el manierismo como una reac- de ^ Menos magnífico, menos público y más acorde en muchos as-
ción que subsigue al Barroco inicial, y el Barroco en su plenitud pectos con la naturaleza íntima e intelectualizada del manierimo es
6
como el contramovimiento que después disuelve el manierismo . el ambiente de las cortes menores. Bronzino y Vasari en Florencia,
La historia del arte en el siglo XVI consistiría, según esto, en el re- Adrián de Vries, Bartholomáus Spranger, Hans de Aquisgrán y
petido choque de Barroco y manierismo, con la victoria provisional José Heinz en Praga, Sustris y Candid en Munich disfrutan, junto
de la tendencia manierista y la definitiva de la barroca. Pero esto es a la magnanimidad de sus protectores, de un ambiente más intimo
una construcción que, sin fundamento suficiente, hace comenzar el y menos pretencioso.! Hasta entre Felipe II y sus artistas domina
Barroco inicial antes del manierismo y exagera el carácter transi- una cordialidad de relaciones sorprendente en este hombre adusto,
7
cional de éste . til pintor portugués Coelho pertenece a su círculo más íntimo; un
J j La contraposición de arofeQSjgaÜpg es en realidad más_bien s o - ^ corredor especial une las habitaciones del rey con los talleres de los
9
I ciológica que eyolutiva^hisakka. El manierismo gs gl estilo ar- artistas áulicos, y, según se dice, él mismo p i n t ó . Rodolfo II se
tístico de un estrato cultural e s e Q a g l r n e j ^ J r j ^ n m c j o M l v_dg_.es,-. traslada, al llegar a ser Emperador, al Hradschin en Praga, se aisla
píritu aristocrático; el Barroco temprano lo es de una dirección del mundo con sus astrólogos, alquimistas y artistas, y hace que
. espiritual más popular, más afectiva, más matizada nacionalmente. pinten para él cuadros cuyo erotismo refinado y rápida elegancia
ElJBarroco maduro triunfa sobre el más refinado y exclusivo ma- hacen pensar en un ambiente rococó gozador de la vida, no en el
nierismo, mientras queja propaganda eclesiástica je ja Contraffe- alojamiento sombrío de un maníaco. Ambos primos, Felipe y Ro-
farma- gana en amplitud y el catolicismo vuejyea ser de nuevo re- dolfo, tienen siempre dinero para comprar obras de arte, y tiempo
ligión popular. El arte cortesano del siglo XVII acomoda al Barroco para los artistas o los marchantes. La manera más segura de acer-
sus exigencias específicas; por una parte, realza sus rasgos emocio- 10
carse a ellos es a través del a r t e . En el afán coleccionista de estos
nales en magnífica teatralidad, y, por otra, desarrolla su clasicismo príncipes hay algo de celoso y secreto; los motivos propagandísti-
latente, hasta que sirva de expresión a un principio de autoridad es- cos y representativos quedan casi por completo por debajo de su
tricto y severo. Pero en e| siglo XVI p\ m a n i e r i s m o es-aL esriln rnr. gusto y goce.
r exí:e £ac a
Í . ? H S £ J E 9 - ^ i - En todas las principales cortes de Europa dis- yELmanierismo cortesanoes, especialmente en su forma tardía,
fruta de preferencia sobre cualquier otra tendencia^ Los pintores un movimiento unitario y de extensión europea: el primer gran es-
áulicos de los Médicis en Florencia, de Francisco I en Fontaine- tilo internacional desde el gój___o. La fuente de su valor general está
bleau, de Felipe II en Madrid, de Rodolfo II en Praga, de Alberto en el absolutismo monárquico que se extendía por todo Occidente
V en Munich son manieristas. Con J a s c o s m r n b r e s y BSPS d e 1"S ene- y en la moda de las cortes orientadasjntejectualmente y ambicio-
j e s prmdpescasj|tajiajrj^ se extiende el^^aazg^^Qjc„tftdo„Qcfib. sas ¿rTelterrencídel arteTOi lengua y el arte italianos adquieren en
ITslgTolíVIulTTaTor general que recuerda la autoridad del latín en
6
W. Pinder, Das Problem der Generation, pág. 140; Ídem, Dk deutsche Plastik vom la Edad Media; eLmanierismo es la forma P ^ r r i a j a r ^ ^ e j c ^ j o -
ausgebenden Mittelalter bis zum Ende der Renaiss., 1928, II, pág. 252.
7
Ello acontece ante todo en W. Weisbach, Der Manierismus, pág. 162 y Marga- " Ernest Lavisse, Histom de France, V, 1, 1903, pág- 208.
rete Horner, Der Manierismus ais künstl. Anschaungsform, en «Zeitschr. f. Aesth ,. vol 22 ' Ludwig PhndlSpaniscbeKulturu. Sittedes 16. u. ll.Jabrh., 1924, pág. 5.
1926, pág. 200. ' ' 111
L. Brieger, op. cit, págs. 109 sig.

424 425
Historia social de la literatura y el arte

gros arti___xps del Renacimiento italiano encuentran djj__sj__f>Hwi 2


terns^onaL Pero el manierismo no sólo tiene de común con el g
tico este internacionalismo. Lj¡j_engy_tí_ió_^^
nueva mígtjc^, la nostalgia de dj^materializacicjn jf salvación,,, LA É P O C A DE LA POLÍTICA REALISTA
desprecio del cuerpo y el sumirse en la vivencia de lo sobrenatu
llevan a una «gotificación» que halla muchas veces expresión no
nrrir>nf <
sólo eyjdente, sino "exagerada, r " „ l _ ¿ . p r p p ' i alargada d
forrqas manieristas. El nuevo esplritualismo se anuncia, e m t —

E
L manierismo es la expresión artística de la crisis que con-
más bien en una tensión de los elementos espirituales y corporal mueve en el siglo XVI a todo Occidente y se extiende a
que en la absoluta superación de la %aXoxayoi8ía clásica. L todo el campo de la vida política, económica y espiritual.
r
_mieva¿J ormas ideales no renuncia^n en modoalgunQj^o^encanto LH crisis política comienza con la invasión de Italia por Francia y
de la belleza corporal, pero pintan el cuerpo en lucha sólo por ex España, las primeras potencias imperialistas de la Edad Moderna.^
presar el espíritu, en el estado de retorcerse y doblarse, tenderse}
I'runcia es el resultado de la liberación de la monarquía frente al
torsionarse bajo la presión de aquél, agitado por un movimient feudalismo y del éxito favorable de la guerra de los cien años; Es-
que recuerda los éxtasis del arte gótico. El gótico dio, mediante 1 paña es creación del azar, al unirse con Alemania y los Países Bajos,
animación de la figura humana, el primer gran paso en la evolució con lo que bajo Carlos V se convierte en una potencia política sin
del arte expresivo moderno; el segundo lo dio el manierismo, con precedentes desde Carlomagno. La creación estatal en que Carlos V
la disolución del objetivismo renacentista, la acentuación del pun-i transforma los países que le correspondían por herencia resulta, con
to desvista personal del artista y la experiencia personal del espec-
lu incorporación de Alemania, comparable al Imperio franco y ha
tador^
lido considerada como el último intento de testablecer la unidad
n
de la Iglesia y el Imperio . Pero tal idea no tenía ningún funda-
mento real desde el fin de la Edad Media, y, en lugar de la deseada
unión, resultó el antagonismo político que debía predominar en la
historia de Europa durante más de cuatrocientos años.
( Francia y España devastaron Italia, la sometieron y la llevaron
ni borde de la desesperación^Cuando Carlos V comenzó su campa-
na a través de Italia, ya estaba borrado por completo el recuerdo de
las incursiones de los emperadores alemanes durante la Edad Me-
dia. Es cierto que los italianos se hacían la guerra unos a otros de
manera ininterrumpida, pero ya no sabían lo que era estar domi-
nados por un poder extranjero.lQuedaron como entontecidos por el
repentino ataque y ya nunca pudieron restablecerse del choque^Los
franceses ocuparon primero Ñapóles, después Milán y, por fin, Flo-
rencia. De la Italia meridional fueron, ciertamente, expulsados

" H. Dollmayr, op. cit., pág. 363-

426 427
• K * » - •

lliiiiilfiilill ,:;,;¡.;:;:, :,. : , ,

\{J\<,\ es «*bi\i¿ por E s p y y fWai


H i s t o r i a social de la literatura y el arte El manierismo

14
pronto por los españoles, pero la Lombardía siguió siendo durante liano . Desde entonces, el capital financiero empezó a dominar el
decenios el teatro de las luchas y rivalidades de ambas grandes po- mundo. Los ejércitos con que Carlos V vencía a sus enemigos y
tencias. Allí se sostuvieron los franceses hasta 1525, cuando Fran-j mantenía la unidad de su Imperio eran creación de ese poder^ Sus
cisco I fue derrotado en la batalla de Pavía y trasladado a España,; guerras y las de sus sucesores arruinaron, ciertamente, a los más
Carlos V tenía entonces a Italia en su mano y no permitió más las, grandes capitalistas de la época, pero aseguraron al capitalismo el
intrigas del papa. En 1527 se lanzan 12.000 lansquenetes contra dominio del mundo. Maximiliano I no estaba todavía en situación
Roma para dominar a Clemente VII. Se reúnen con el ejército im-í de cobrar tributos regulares y de mantener un ejército permanen-
perial a las órdenes del condestable de Borbón, caen sobre la Ciu- te; el poder, en su época, residía todavía esencialmente en los seño-
dad Eterna y la conquistan en ocho días. Las bases de la cultura re- res territoriales. La organización de la hacienda según principios
nacentista parecen destruidas; el papa es impotente, los prelados y puramente de empresa; la creación de una burocracia unitaria y de
los banqueros ya no se sienten seguros en Roma. Los miembros^ un gran ejército de mercenarios, la transformación de la nobleza
de la escuela de Rafael, que habían dominado la vida artística dé feudal en una nobleza cortesana y de funcionarios sólo pudo reali-
Roma, se dispersan, y la ciudad pierde en la época siguiente su im- zarlo su nieto. Los fundamentos de la monarquía centralizada eran,
12
portancia artística . En 1530 también entran en Florencia los ejér- con todo, muy antiguos. Pues desde que los señores territoriales
citos hispanoalemanes. Carlos V instala, de acuerdo con el papa, a arrendaban sus tierras en lugar de administrarlas ellos mismos, dis-
Alejandro de Médicis como príncipe heredero, borrando con ello minuyó el número de su gente y estaba dada la premisa para que
15
los últimos restos de la República. Los disturbios revolucionarios predominara el poder central . Se demostró que el proceso hacia el
que después del sacco de Roma habían estallado en Florencia y ha- absolutismo era una pura cuestión de tiempo... y de dinero. Como
bían causado la expulsión de los Médicis apresuran la decisión del los ingresos de la Corona en gran parte consistían en los tributos
papa de ponerse de acuerdo con el Emperador. El jefe del Estado de la población no noble y no privilegiada, era de interés para el Es-
1S
Pontificio se convierte en aliado de España; en Ñapóles hay un vi- tado favorecer la prosperidad económica de estas clases . Claro que
rrey español; en Milán, un gobernador español; en Florencia go- en cada momento crítico el cuidado por ellas debía ceder el paso a
biernan los españoles por medio de los Médicis; en Ferrara, por me- los intereses del gran capital, a cuyo apoyo, a pesar de sus ingresos
dio de los Este; en Mantua, por medio de los Gonzaga.^En los dos regulares, todavía no podían, de ninguna manera, renunciar los
centros culturales de Italia, Florencia y Roma, dominan formas de reyes.
vida y costumbres españolas, etiqueta y elegancia españolas. El pre- guando Carlos V comenzó a organizar su dominio en Italia, el
dominio espiritual de los vencedores, cuya cultura carece del refi- centro del comercio mundial se había desplazado desde el Medite-
namiento de la italiana, no es en todo caso muy profundo, y el con- rráneo hacia Occidente, como consecuencia del peligro turco, del
tacto del arte con su tradición propia se mantiene.^Pues también descubrimiento de nuevas vías marítimas y del predominio econó-
donde la cultura italiana parece sucumbir ante el hispanismo con- mico de las naciones oceánicas. Y cuando, por vez primera en la
tinúan sus íntimas tendencias tal cual resulta de las premisas cin- organización de la economía mundial, en lugar de los pequeños es-
quecentistas y orientadas por sí al formalismo cortesano -„ 13
tados italianos aparecen grandes potencias administradas centralis-
/Carlos V conquistó Italia con la ayuda del capital alemán e ita-
14
Richard Ehrenberg, Das Zeitalter der Fugger, 1896, I, pág. 415.
15
Franz Oppenheimer, The State, 1923, págs. 244 sig.
12
H. A. L. Fisher, A History ofEurope, 1936, pág. 525. 16
Cf. W. Cunningham, Western Civilisation in its Economic Aspeéis. Medieval and
" Cf. Benedetto Croce, La Spagna nella vita ital. del Rinascimento, 1917, pág. 241.
Modern Times, 1900, pág. 174.

428 429
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

tamente y que disponen de territorios incomparablemente mayores i i ñámente en un terreno más peligroso. La segunda mitad de siglo
y de medios más abundantes, termina la época inicial del capita- . presencia una ininterrumpida serie de crisis financieras; en 1557
lismo y comienza el capitalismo moderno en gran estilo.^La im- ¡ hay la bancarrota del Estado en Francia y la primera en España; en
portación de metales preciosos de América a España, por impor* I 575, la segunda en España. Estas catástrofes no sólo sacuden los
tantes que sean sus consecuencias inmediatas, el aumento del (imientos de las casas comerciales principales, sino que significan
numerario disponible y la subida de los precios no bastan para ex- ¡ la ruina de infinitas existencias menores.
plicar el comienzo de la nueva era de gran capitalismo. Mucho más i El grande y tentador negocio es la transacción de los emprés-
importante que la interferencia de la plata americana, que se que- titos estatales; pero dado el exceso de deudas de los príncipes, es a
ría manejar, de acuerdo con la doctrina mercantilista, como un te- la vez el más peligroso^En el juego de azar participan ampliamen-
soro, esto es, inmovilizándola y guardándola en el país, es la alian-;: te, además de los banqueros y de los especuladores profesionales,
za entre el Estado y el capital, y, como consecuencia de esta alianza,! las clases medias, con sus depósitos en las bancas y sus inversiones
el fondo de capitalismo privado que tienen las empresas políticas | en las bolsas, nacidas a la vida hacía poco. Como el numerario de
de aquel tiempo. los diversos banqueros resultaba insuficiente para las necesidades
^ La tendencia a pasar de la empresa de tipo artesanal, que tra- de capital de los monarcas, se comenzó entonces a utilizar, para
7
baja con un capital relativamente pequeño, a la gran industria, y ;
conseguir créditos, el aparato de las bolsas en Amberes y Lyón ' .
del comercio con mercancías a los negocios financieros, ya se pue- j En parte en relación con estas transacciones se desarrollan todas las
de observar desde muy pronto; adquiere la supremacía en los cen- ' formas posibles de la especulación bursátil: el comercio de efectos,
la
tros económicos italianos y flamencos a lo largo del siglo XV. Pero los negocios a plazo, el arbitraje, los seguros . Todo Occidente se
el quedarse anticuada la pequeña industria artesana debido a la ve envuelto en un clima bursátil y una fiebre especulativa que to-
gran industria, y la independización de los negocios financieros del davía se acrece cuando las sociedades de comercio transoceánico in-
comercio de géneros sólo acontecen hacia finales de siglo^El de- glesas y holandesas ofrecen al público la oportunidad de participar
sencadenamiento de la libre competencia lleva, por una parte, a en sus ganancias, a menudo fantásticas.^Las consecuencias para las
terminar con el principio corporativo; por otra, al desplazamiento grandes masas son catastróficas; el paro relacionado con el despla-
de la actividad económica a terrenos siempre nuevos, cada vez más zamiento del interés desde la producción agrícola hacia la indus-
alejados de la producción. Los pequeños negocios son absorbidos trial, la superpoblación de las ciudades, la subida de los precios y
por los grandes, y éstos, dirigidos por capitalistas, que se dedican el mantenimiento de los bajos salarios se hacen perceptibles por to-
cada vez más a los negocios financieros. Los factores decisivos de das partes^
la economía se vuelven cada vez más oscuros para la mayoría de la (El punto más alto lo alcanza la inquietud social allí donde por
gente, y cada vez más difíciles de gobernar desde la posición del co- de pronto se da la mayor acumulación de capital: en Alemania, y
mún de los hombres. La coyuntura adquiere una realidad misterio- prende en la clase que había sido más descuidada: los campesinos.
sa, pero, por ello, tanto más implacables; pesa como una fuerza su- Estalla en contacto inmediato con el movimiento religioso de ma-
perior e inevitable sobre la cabeza de los humanos. Los estratos sas; en parte porque este movimiento está condicionado por la di-
inferiores y medios pierden, con su influencia en los gremios, el námica social de la época, en parte porque las fuerzas de la oposi-
sentimiento de seguridad; mientras tanto, los capitalistas no se
sienten más seguros. No hay para ellos, cuando se quieren detener, 17
R. Ehrenberg, op. cit., II, pág. 320.
ningún reposo; pero según van creciendo, se van metiendo paula- 18
Henri Sée, Les origines du capitalisme mod, 1926, págs. 38 sig.

430 431

iyiUlliílllilllilllillliilliliiiiinnnilUlllllllllliiiiflifM'inii- ni ' "TiuiiiM i


: ; u
i,,,,.,,,,,..,,,;...;.,. : " ~

El manierismo
Historia social de la literatura y el arte

mente de parte de aquellos estratos cuyos intereses estaban enlaza-


ción se encuentran todavía del modo más fácil bajo la bandera de dos con el mantenimiento del orden y la autoridad. Así pues, no
una idea religiosa.^La revolución social y la religiosa no forman en sólo dejó a las masas en la estacada, sino que excitó a los príncipes
modo alguno una unidad inseparable sólo bajo los anabaptistas. y a sus seguidores contra «las mesnadas asesinas y rapaces de los
Voces de la época, como los exabruptos de un Ulrico de Hutten campesinos». Evidentemente quería a toda costa guardarse de toda
contra la economía monetaria y monopolista, los usureros y la es- apariencia de tener algo que ver con la revolución social.
peculación con la tierra, en una palabra, contra la Fuggerei, como él La defección de Lutero tuvo, sin duda, un efecto catastrófico . 20

19
d i c e , permiten deducir que la intranquilidad se encuentra en un La escasez de testimonios directamene relacionados con esto tiene
estadio todavía caótico e impreciso.f\Esta intranquilidad une a los su explicación en que los traicionados, fuera de las filas de los ana-
estratos sociales a los que interesa más la revolución religiosa que baptistas, no tuvieron ningún portavoz propio. Pero la tenebrosa
la social con los que desde luego están más empeñados, o casi ex- visión del mundo de esta época es sólo una expresión indirecta de
clusivamente, en realizar la revolución social. Pero como estos ele- la desilusión que amplios círculos debieron senrir ante la marcha
mentos están siempre divididos, y el ambiente es tan medieval, to- de la Reforma^La «conducta razonable» de Lutero fue un terrible
das las ideas imaginables se revisten del modo más natural de las ejemplo de «política realista». No sucedió entonces por primera
formas de pensar y de sentir la fe religiosa. Esto explica el estado vez que el ideal religioso sellara un compromiso con la vida prácti-
oscuro y febril, la general y vaga esperanza de salvación en que se ca —toda la historia de la Iglesia cristiana parece un equilibrio en-
acumulan motivos religiosos y sociales J tre lo que es de Dios y lo que es del César-, pero las concesiones
¡.Pero es característico de la sociología de la Reforma el hecho anteriores fueron paulatinas, en transiciones apenas perceptibles,
de que el movimiento tuvo su origen en la indignación por la co- cuando el trasfondo del acontecer político en general se había man-
rrupción de la Iglesia, y que la codicia del clero, el negocio de las tenido invisible para el público. Mas la desviación del protestan-
bulas y los beneficios eclesiásticos fueron la causa inmediata de que tismo ocurrió, por el contrario, a plena luz del día, en la época de
se pusiera en movimiento. Los oprimidos y explotados no querían la imprenta, los folletos, el general inrerés y la capacidad de juicio
renunciar a la idea de que las palabras de la Biblia que hablaban de político^ Los representantes espirituales de la época pueden haber
la condenación de los ricos y hacían promesas a los pobres se refi- sido completamente ajenos a la causa de los campesinos, e incluso
rieran sólo al Reino de los Cielos. Pero los elementos burgueses que haber representado intereses contradictorios, pero el espectáculo de
hacían con entusiasmo la guerra contra los privilegios feudales del la degeneración de una gran idea no pudo quedar sin efecto sobre
clero no sólo se retiraron del movimiento tan pronto como consi- aquéllos, aunque hubieran sido de opinión contraria a la Reforma.
guieron sus fines propios, sino que se opusieron a todo progreso El punto de vista de Lutero en la cuestión de los campesinos era
que hubiera perjudicado sus intereses en beneficio de los estratos sólo un síntoma de la evolución que había de tomar toda idea re-
inferiores. El protestantismo, que como movimiento popular co- volucionaria en la era del absolutismo . 21

menzó sobre una ancha base, se apoyó principalmente en los seño- En la primera mitad del siglo -esto es, en la época de las gue-
res territoriales y en los elementos burgueses^)Al parecer, Lutero, rras de religión, el Concilio de Trento y la Contrarreforma intran-
con verdadero olfato político, juzgó tan desfavorablemente las opi- sigente-, el protestantismo significó para Occidente no sólo un
niones de las clases revolucionarias que, poco a poco, se puso total-
20
E. Belfort Bax, The Social Side of the Germán Reformation, II, The Peasant War in
Germany 1525-1526, 1899, págs. 275 sigs.
" Fr. von Bezold, Staat u. Ges. des Reformationszettalters, en Staat u. Ges. d. mueren 21
Friedrich Engels, Der deutsche Bauernkrieg, passim.
Zeit. Die Kultur der Gegenwart, II, 5/1, 1908, pág. 91.

433
432

«IHWIIHIHBWIHitWIIHHIiHHMiiiiiHtilHlHliHiitiimiitiiitMi rrit» i r
|ll|ll_llllliliUlliilllli.llUill>il>I<i

CWruios Um^iikcfl) 4s c¿i¿Y<Ca& 014» bü¿c"<»? ÜO

Historia social de la literatura y el arte ' ' El manierismo

problema eclesiástico y confesional, sino también -como la sofísti- ile los más sabios y prestigiosos miembros del clero romano, como
ca en la antigüedad, la Ilustración en el siglo XVIII y el socialis- Sadoleto, Giberti, Thiene y Caraffa, pertenecían a él. El sacco de
mo en nuestros días— una cuestión de conciencia, ante la que no se Roma puso fin también a esta empresa; el círculo se disolvió y se
puede cerrar ningún hombre moralmente responsable. Después de tardó tiempo hasta que las fuerzas volvieron a reunirse. El movi-
la Reforma no sólo no hubo ya ningún buen católico que no estu- miento fue continuado en Venecia, donde sus mantenedores fueron
viera convencido de la corrupción de la Iglesia y de la necesidad de Sadoleto, Contarini y Pole. Allí, como también más tarde en
su purificación, sino que el efecto de las ideas que venían de Ale- Roma, el objetivo de los afanes era la conciliación con el luteranis-
mania fue mucho más profundo: se adquirió conciencia de la in- mo y la salvación para la Iglesia católica del contenido moral de la
terioridad, supramundanidad y falta de compromiso perdidas en la Reforma, es decir de la doctrina de la justificación por la fe.
fe cristiana, y se sintió una inextinguible nostalgia por su restaura- De estos c í r c u l o j j ^ i r ^ n í s t k o s ^ p j ^ ^ lu- ^,^oe!
ar
ción. Lo que por todas partes excitaba y entusiasmaba a los buenos K en cuestiones religiosas, estaban m_iy cerca Vittoria Colorína y Aflagl
cristianos, y ante todo a los idealistas e intelectuales de Italia, era sus Mnigos, a l o s _ q u e j d e s d e ( J 5 3 ^ t a m b i é n perteneció Miguel., V^""*
el antimaterialismo del movimiento reformista, la doctrina de la Ángel. El pintor portugués Francisco de Holanda, en Diálogos * .
justificación por la fe, la idea de la comunión directa con Dios y del de la pintura (1539), describe el entusiasmo religioso de este grupo,
tato •
sacerdocio universal. Pero cuando el protestantismo se convirtió en
en el que rae introducido por un amigo, y cuenta, entre otras co- ^
la confesión de los príncipes interesados puramente en la política,
sas, sus reuniones en la iglesia de San Silvestre de Monte Cavallo,
y de la burguesía preocupada en primer lugar por la economía, y se
donde un teólogo entonces famoso explicaba las Epístolas de san
puso en camino de convertirse en otra Iglesia, estos idealistas e in-
Pablo. En este ambiente que rodeaba a Vittoria Colonna recibió
telectuales, que consideraban la Reforma como un movimiento pu-
(Miguel Angel.^sin duda, los estímuJbs_quej£jcon^ujeron a un re-
ramente espiritual, se sintieron profundamente desilusionados.
nacimiento religioso y al espiritualismo dej__estilo de^sujvejez.^La
El deseo de interiorización y profundización de la vida reli-
evolución religiosa que experimentó es completamente típica de la
giosa en ninguna parte era más fuerte que en Roma, y en ninguna
época de transición entre el Renacimiento y la Contrarreforma; lo
parte se percibió mejor que aquí el peligro que la Reforma alema-
único extraordinario fue lo apasionado de su evolución íntima y
na significaba para la unidad de la Iglesia, si bien el foco de estos
lo riguroso de la expresión que alcanza en sus obras. Miguel Ángel
sentimientos e ideas no se encontraba en el círculo inmediato del
parece haber sido ya en su juventud muy sensible a los estímulos
papa. Los jefes del movimiento reformista católico fueron, ante
religiosos. La personalidad y el fin de Savonarola dejaron en él una
todo, humanistas ilustrados que pensaban de un modo muy pro-
impresión inextinguible. Durante toda su vida proclamó frente al
gresista sobre la enfermedad de la Iglesia y la profundidad de la ne-
mundo un alejamiento que tuvo sin duda su origen en aquella ex-
cesaria revisión, pero cuyo radicalismo se detenía ante la absoluta
periencia. Con la edad, su piedad se hizo más profunda; se volvió
justificación de la legitimidad del pontificado. Todos querían re-
cada vez más ardiente, rigurosa, exclusiva, hasta que llenó su alma
formar la Iglesia desde dentro; pero querían reformarla, precisa-
por completo, y no sólo borró sus ideales renacentistas, sino que lo
mente, por medio de la convocación de un concilio libre y general,
llevó a dudar del sentido y el valor de toda su actividad artística.
del cual Clemente VII no quería saber nada, pues nunca se sabía lo
El cambio no se realizó por completo y de una vez, sino paso a paso.
que podía resultar de tal concilio. Hacia 1520 se formó en Roma
Ya en las tumbas de los Médicis y en las pechinas de la bóveda de
el Oratorio del Divino Amor. Esta congregación debía ser un ejem-
la Sixtina se pueden descubrir los signos de una concepción artísti-
plo de piedad y había de estimular la reforma de la Iglesia. Muchos
ca manierista, turbada en su sentimiento de armonía. En el Juicio

434 435
iiimmiHiiiiiiiiiiii'iii <i.

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

final (1534-1541) el nuevo espíritu domina ya sin limitación al- (Los frescos de la Cappella Paolina, Conversión de san Pablo y
guna; ya no es un monumento de belleza y perfección, de fuerza y Crucifixión de san Pedro (1542-1549), representan la fase siguiente
juventud lo que surge, sino una imagen de la confusión y la deses- en el desarrollo. Del orden armonioso del Renacimiento ya no que-
peración, un grito de liberación del caos, que de repente amenaza da aquí ni la más ligera huella. Las figuras tienen en sí algo de fal-
con devorarlo todo. El deber de entrega, de purificación de todo lo ta de libertad, de ensoñadora abulia; parece como si se encontraran
terrenal, corpóreo y sensual, domina la obra. La armonía espacial de bajo una presión misteriosa e inevitable, bajo una carga de ines-
las composiciones renacentistas ha desaparecido. Es un espacio irreal, crutable origen. Las zonas de espacio vacías alternan con otras si-
discontinuo, ni visto unitariamente ni construido con un patrón niestramente llenas; trozos de abandonado desierto están metidos
unitario, aquel en que se mueve la representación. La infracción entre aglomeraciones humanas, comprimidos como en una pesadi-
consciente y ostentosa de los antiguos principios de ordenación, la lla. La unidad óptica, la coherencia continua del espacio, han desa-
deformación y desintegración de la imagen renacentista del mun- parecido; la profundidad espacial no está construida gradualmente,
do, se manifiestan a cada paso, ante todo en la renuncia al efecto de sino como lanzada de repente; las diagonales se trazan a través del
perspectiva ilusionista. Uno de los más visibles signos de ello es plano de la representación y perforan hoyos abismales en el fondo.
que las figuras superiores de la composición estén sin reducir de ta- Los coeficientes espaciales de la composición parecen estar allí sólo
maño, es decir representadas mucho más grandes en comparación para expresar la desorientación y extrañamiento de las figuras. Fi-
22
con las de abajo . El Juicio final de la Sixtina es la primera creación gura y espacio, hombre y mundo no están ya en relación. Los por-
artística de la época moderna que no es «bella» y que apunta a tadores de la acción pierden todo carácter individual; los signos de
aquellas obras de arte de la Edad Media que aún no son hermosas, la edad, del sexo, de los temperamentos, se confunden; todo tien-
sino sólo expresivas. Pero la obra de Miguel Ángel es, con todo, de a la generalidad, a la abstracción, al esquematismo. El sentido de
muy diversa de ellas; es una protesta de violento éxitocontra la for- la personalidad desaparece junto a la inaudita significación de ser
ma hermosa, terminada y sin mácula, un manifiesto cuya falta de hombre. Después de la terminación de los frescos de la Cappella
forma tiene en sí algo de agresivo y autodestructor. La obra de Mi- Paolina ya no produjo Miguel Ángel ninguna obra grande; Pietá en
guel Ángel niega no sólo los ideales artísticos que los Botticelli y el Duomo de Florencia (1550-1555) y Pietá Rondanini (1556-
los Perugino intentaron realizar en el mismo espacio, sino también los
1564) son, con los dibujos de una crucifixión, toda la producción
fines que Miguel Ángel persiguió antaño en las representaciones
artística de los últimos quince años de su vida, y también estas
del techo de la misma capilla, y rechaza aquellas ideas de belleza a
obras se limitan a extraer las consecuencias de la decisión ya antes
las que debe toda la capilla su existencia y toda la arquitectura y ar-
tomada^}En Pietá Rondanini ya no hay, como dice Simmel, «ningu-
tes figurativas del Renacimiento su origen. Y no se trata del expe-
na materia contra la que el alma tenga que defenderse. El cuerpo
rimento de un excéntrico irresponsable, sino de una obra creada por
ha renunciado a la lucha por su propio valor; los fenómenos care-
el más prestigioso artista de la cristiandad, que había de decorar el 23
cen de cuerpo» . La obra apenas es ya una creación artística; es más
lugar más importante que el mundo cristiano tenía, el muro prin-
bien la transición entre una obra de arte y una confesión extática,
cipal de la capilla doméstica del papa. Era todo un mundo el que
una ojeada única a aquella zona transicional del alma en que la es-
estaba en trance de perecer^
fera estética se toca con la metafísica, y la expresión, vacilando en-
tre la sensualidad y la suprasensualidad, parece escaparse del espí-
, C d l e r
1520 l !«Repertormm
I32U, en ^ 7 Íf. Kunstwiss»,
' D k E m S
' vol. 46,
* «» e h m g
™"0*«
1925, pág. 58.
m
* * M Mal um "S~G^S Simmel, Mkhelangdo, en Pbilosophiscbe Kultur, 1919, 2.° ed., pág. 159.

436 437
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

ritu por la violencia. Lo que al cabo surge está cerca de la nada; es lución, y sólo la práctica planeada de modo realista halló en él su
informe, átono, inarticulado. primer abogado objetivo. Maquiavelo fue sólo un exponente y un
El fracaso de laj^nej>oc.krio_¡£¿ religiosas de„Contarini en la portavoz de su época. Si su doctrina no hubiera sido más que una
Dieta imperial de Ratisbona en 1541 señala el fin_dgl primer pe» ocurrencia chocante de un filósofo ingenioso y cruel, no habría te-
ríodo «Jwmjmístico>>_ddlj^ Los_días nido los efectos destructores que en realidad tuvo, los cuales remo-
de los ilustrados, filantrópicos y tolerante^ Sadoleto, Contarini f.- vieron la conciencia de todo hombre moral. Y si se hubiera tratado
Pole están contados. Triunfa ea tgd¿JsJ^e¿jí^tip£ÍpÍQ_¿^l rea* sólo de los métodos políticos de los pequeños tiranos italianos, se-
lismo. Se ha demostrado que los idealistas son incapaces de domi* guramente sus escritos no hubieran conmovido los ánimos más
nar la realidad. Paulo III (1534-1549) representa ya la transición profundamente que las historias fantásticas que se difundieron so-
de un Renacimiento cauteloso a una Contrarreforma intolerante,' bre las costumbres de estos tiranos. Mientras tanto, la historia pro-
En 1542 se crea la Inquisición; en 1543, la censura de imprenta}? dujo ejemplos más demostrativos que los crímenes del bandolero y
en 1545 se abre el Concilio de Trento. El fracaso de Ratisbona trae' envenenador que Maquiavelo presentó como modelo. Pues ¿qué era
como consecuencia una actitud militante, y conduce a la restaura- Carlos V, el protector de la Iglesia católica, al amenazar la vida del
ción del catolicismo mediante la autoridad y la fuerza. Comienza la santo padre y destruir la capital de la cristiandad, sino un realista
persecución de los humanistas en las filas del alto clero. El nuevo; sin escrúpulos? Y ¿qué otra cosa era Lutero, el fundador de la reli-
espíritu fanático y antirrenacentista se anuncia por todas partes, so- í gión popular por excelencia, que luego entregaba el pueblo a los se-
bre todo en nuevas fundaciones de órdenes, nueva ascética, la apa- ; ñores y dejaba que la religión de la interioridad se convirtiese en el
rición de nuevos santos, como san Catlos Borromeo, san Felipe. credo de la clase social más hábil para la vida y más decididamen-
24
Neri, san Juan de la Cruz y santa Teresa . Pero nada es más carac- te mundanas? ¿E Ignacio de Loyola, que hubiera crucificado a Cris-
terístico de la orientación que las cosas toman que la fundación de i to de nuevo si las doctrinas del Resucitado, como en la leyenda de
la pompañía ^eTjes^j que se convertirá en modelo_de rigorismo Dostoievski, hubieran amenazado la subsistencia de la Iglesia? ¿Y
en la fe y en la disdphna eclesiástica y pasará a ser la primera realiza- cualquier apreciado príncipe de la época, que ofrendaba el bienes-
ción del pensamiento totalitario) Con su principio de la santifica- tar de sus depauperados subditos a los intereses de los capitalistas?
ción de los medios por los fines significa el triunfo pleno de la idea Y ¿qué fue en último término toda la economía capitalista, sino
de la política realista y expresa de la manera más precisa los rasgos una ilustración de la teoría de Maquiavelo? ¿No demostraba ella
fundamentales del espíritu del siglo. bien claro que la realidad obedecía a su propia y estricta necesidad
La teoría y el programa del realismo político fueron desarro- interna, y que, frente a la implacable lógica de ésta, toda idea era
llados por vez primera por Maquiavelo; en él se encuentra la clave impotente, y que había de adaptarse a ella o ser si no por ella des-
de toda la visión del mundo del manierismo, que lucha con esta truida?
idea. Pero Maquiavelo no inventó el «maquiavelismo», esto es, la Es imposible sobrestimar la importancia de Maquiavelo para
separación de la práctica política y los ideales cristianos; cualquier sus contemporáneos y para la primera y aun segunda generación in-
pequeño príncipe renacentista era ya un maquiavélico nato. Sólo la mediatamente siguientes. El siglo quedó aterrorizado al encontrar-
doctrina del racionalismo político adquirió en él su primera formu- se con el primer psicólogo del develamiento, el precursor de Marx,
Nietzsche y Freud, y se halló profundamente revolucionado. Basta
24
con pensar en el drama inglés de la época isabelina y jacobina, en
Cf. Nikolaus Pevsner, Gegenreformation und Manierismus, en «Repert. £ Kunst-
wiss», vol. 46, 1925, pág. 248. el que Maquiavelo se convierte en figura viva, en personificaciájj.de

438 439 r ¡
K.'oeior¿5 d«l Cene*!-"* efe Tr©té»; r ¡ 0 » r i j r » « U

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

todo disimulo y astucia, y su nombre propio pasa a ser el apelad los hubo; todo mentiroso parecía hablar la lengua de Maquiavelo;
de «maquiavelo», para hacerse una idea de en qué medida ocupó toda persona aguda era sospechosa.
fantasía de los hombres. No fueron las violencias de los tiranos 1 El Concilio de Trento se convirtió en la alta escuela del realis-
que causaron la conmoción general, ni la alcahuetería de sus poet mo político. Tomó con fría objetividad las medidas que parecían
áulicos la que llenó el mundo de desencanto, sino la justificad adecuadas para adaptar las organizaciones de la Iglesia y los funda-
de sus métodos por un hombre que hacía valer, junto a la filos mentos de la fe a las condiciones y exigencias de la vida moderna.
fía de la fuerza, el evangelio de la clemencia, junto al derecho d I.os directores espirituales del Concilic^c^ui^krpntrazar una fronte-
hábil también el del noble, junto a la moral del «zorro» t a m b i ' ' ra clara entre la ortodoxia y la herejía. Si ya no se podía disimular
25
la del «león» . Desde que hubo señores y subditos, amos y cri la secesión, al menos se debía impedir la ulterior difusión del mal.
dos, explotadores y explotados, hubo también dos distintos órd Se reconoció que, dadas las circunstancias, era más razonable acen-
nes de parrones morales, uno para los poderosos y otro para los d tuar las antítesis que velarlas, y aumentar frente a los creyentes las
biles. Maquiavelo fue sólo el primero que puso ante la concienc* exigencias que reducirlas. La victoria de esta concepción significó
de los hombres este dualismo moral e intentó justificar que en 1 el fin de la unidad del cristianismo occidental . Con todo, inme- 27

asuntos de Estado valen otras máximas de actuación que en la vi diatamente después de la conclusión de las sesiones tridentinas,
privada, y que, en primer lugar, los principios morales cristianos que duraron dieciocho años, se estableció otro patrón político, dic-
fe dada y verdad no son absolutamente obligatorios para el Estad tado por un profundo sentido realista, que atenuó esencialmente el
y para los príncipes. El maquiavelismo, con su doctrina de la dob. rigorismo de los años conciliares, especialmente en cuestiones ar-
26
moral , tiene un único paralelo en la historia de la humanidad oc tísticas. Ya no había que temer confusiones en cuanto a la inter-
cidental, y es la doctrina de la doble verdad, que escindió la cultu pretación de la ortodoxia; ahora se trataba de iluminar la severidad
de la Edad Media y dio paso a la época del nominalismo y el natuf del catolicismo militante, de ganar también a los sentidos para
ralismo. En el momento que tratamos ocurrió en el mundo moral la fe, de hacer más atractivas las formas del culto, y de convertir la
un corte análogo al que hubo entonces en el intelectual, pero la Iglesia en una casa magnífica y agradable. Estas fueron tareas a las
conmoción esta vez fue tanto más grande cuanto más vitales erarí que sólo el Barroco pudo atender —pues durante la época del ma-
los valores de que se trataba. El corte fue en realidad tan profundó nierismo las decisiones rigoristas del Tridentino se mantuvieron en
que un conocedor de todas las producciones literarias importantes vigor—; pero fueron los mismos principios del realismo objetivo y
de la época podría determinar si una obra fue compuesta antes Ó frío los que en un caso señalaron el camino del rigor ascético y, en
después de que el autor conociera las ideas de Maquiavelo. Para fa- otro, el de la adulación a los sentidos.
miliarizarse con ellas no era, por lo demás, en absoluto necesario (Con la convocatoria del Concilio cesó el liberalismo de la Igle-
leer las obras del propio Maquiavelo, cosa que hicieron los menos. • sia respecto del arte. La producción artística de la Iglesia fue pues-
La idea del realismo político y de la «doble moral» era propiedad ta bajo la vigilancia de teólogos, y los pintores habían de atenerse,
común, que pasó a las gentes de las maneras menos controlables. especialmente en las empresas mayores, estrictamente a las indica-
Maquiavelo hizo escuela en todas las zonas del vivir, aunque luego ciones de sus consejeros espirituales^ Giovanni Paolo Lomazzo, la
se exageró, encontrando discípulos del diablo incluso donde nunca mayor autoridad de la época en cuestiones teórico-artísticas, pide

Machiavelli, 11 Principe, cap. XVIII. (Ed. cast., El Príncipe.) r A l b e r t Ehrhard, Kathol. Christentum u. Kirche Westeuropas in der Neuzeit, en Gesch.
Cf. Pasquale Villari, Machiavelli e i suoi tempi, III, 1914, pág. 374. d. christl. Religión, Die Kultur der Gegenwart, I, 4/1, 1909, 2.' ed., pág. 313.

440 441
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

expresamente que el pintor, al representar temas religiosos, se haga decisiones del Concilio prohiben las representaciones de desnudos,
27 b,s
aconsejar por teólogos . Taddeo Zuccari se atiene en Caprarola a así como la exhibición de representaciones excitantes, inconve-
las prescripciones recibidas hasta en la elección de los colores, y Va- nientes y profanas en los lugares sagrados. Todos los escritos sobre
sari no sólo no tiene nada que decir contra las direcciones que du- arte religioso que aparecen después del Concilio de Trento, así, en
rante su trabajo en la Cappella Paolina recibe del erudito domini- primer lugar, Dialogo degli errore deipittori, de Gilio (1564) e // ripo-
co Vincenzo Borghini, sino que se siente incómodo cuando so, de Rafael Borghini (1584), atacan toda desnudez en el arte ecle-
30
28
Borghini no está cerca de él .|E1 contenido conceptual de los ci- siástico . Gilio desea que el artista, incluso en los casos en que una
clos de frescos y de los retablos manieristas es generalmente tan figura ha de representarse desnuda según el relato de la Biblia, lle-
complicado que, incluso en los casos en que no está atestiguada la ve al menos un paño de pureza. San Carlos Borromeo hace retirar
colaboración de los pintores con los teólogos, debemos suponerla. de los lugares sagrados, en todo el ámbito de su influencia, las re-
Así como en el Concilio de Trento la teología medieval no sólo re- presentaciones que le parecen indecentes. El escultor Ammanati
cupera sus derechos, sino que profundiza su influjo^ mientras que reniega, al cabo de una vida llena de triunfos, de los desnudos, en
muchas cuestiones, cuya explicación había sido en la Edad Media sí muy inocentes, de su juventud. Pero nada es más significativo
entregada a la escolástica, se resuelven ahora de modo autoritario , 29 del espíritu intolerante de esta época que el trato que se da al Jui-
í la elección de los medios artísticos también es prescrita por las au- cio final de Miguel Ángelf^Paulo IV encarga en 1559 a Daniele da
Volterra revestir las figuras desnudas del fresco que parecieran es-
toridades eclesiásticas en muchos aspectos más estrictamente que
pecialmente provocativas. Pío V hace en 1566 desaparecer otros
en la Edad Media, cuando en la mayoría de los casos se dejaba la
fragmentos «indecentes». Clemente VIII quiere por fin hacer destruir
cosa tranquilamente a la decisión de los artistas. Ante todo se pro-
todo el fresco, y sólo es detenido en sus planes por un memorial de
hibe tener en las iglesias obras de arte que estén influidas o inspi-
la Academia Romana di San Lucca. Pero más curiosa todavía que la
radas por errores religiosos doctrinales. Los artistas han de atener-
conducta de los papas es que también Vasari, en la segunda edi-
se exactamente a la forma canónica de las historias bíblicas y a la
ción de sus Vite, condena la desnudez de las figuras en el Juicio fi-
exposición oficial de las cuestiones dogmáticas. Andrea Gilio re-
nal como indecente, considerando el sitio a que estaban destinadas.)
procha en el Juicio final de Miguel Ángel el Cristo sin barba, la mi-
Estos años de cambios bruscos han sido designados como «las ho-
tológica barca de Caronte, los gestos de los santos, que, en su opi- 31
ras natales de la gazmoñería» . Como es sabido, son las culturas
nión, convendrían en una corrida de toros, la disposición de los
aristocráticas u orientadas hacia cimas supraterrenas las que desde-
ángeles del Apocalipsis, que, contra la Escritura, están unos junto
ñan la representación del desnudo; pero «gazmoñas» no eran ni la
a otros en lugar de distribuidos en los cuatro ángulos del cuadro,
sociedad aristocrática de los inicios de la antigüedad ni la cristiana
etc.JVeronese es acusado ante el tribunal de la Inquisición porque
de la Edad Media. Evitaban el desnudo, pero no se asustaban de él,
en su cuadro Banquete en casa de Leví las personas citadas en la Bi-
y tenían desde luego una relación mucho más clara con el cuerpo
blia se completan con toda clase de motivos caprichosamente ele-
como para andar con la «hoja de parra» a la vez velando y acen-
gidos, como enanos, perros, un bufón con un loro y otras cosas. Las
tuando la sexualidad (La ambigüedad de los sentimientos eróticos
21 b
aparece sólo con el manierismo y pertenece a la escisión de esta cul-
" Giov. Paolo Lomazzo, Idea del templo della pittura, 1590, cap. VIII, 1884,
pág. 263.
2B
Charles Dejob, De l'influence du Concite de Trente.
,0
29
R. V. Laurence, The Cburch and the Reformation, en Cambridge Mod. Hist., II, Emile Male, L'art religieux apris le Concite de Trente, 1932, pág. 2.
1903, pág. 685. 31
Julius Schlosser, Die Kunstliteratur, pág. 383.

442 443

:|i»i!»¡¡-i¡i» :
¡
,.rj|i,i¡-:''!¡!! 'f Hi.,::-'!»!»»»!' ; 'f^mmm
r
' 0 i ^ prtibfc ^ el te r e i m o s * So que. nl.¿»«ffoí*V: d(\t tom* p r * p é n e t e

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

tura, que reúne en sí las mayores antítesis: el sentimiento más es- formadores —especialmente en Carlostadio, que hizo quemar en
pontáneo con la más insoportable afectación, la más estricta fe en Wittenberg, en 1521, las imágenes de los santos; en Zuinglio, que
la autoridad con el individualismo más caprichoso, y las represen- en 1524 movió a los magistrados de Zurich para que retiraran las
taciones más castas con las formas más desenfrenadas del arte^ Pero obras de arte de las iglesias y las hicieran destruir; en Calvino, que
la gazmoñería no es sólo la reacción consciente contra la tentado- no halla ninguna diferencia entre orar a una imagen y el placer que
ra lascivia del arte independiente de la Iglesia, tal cual es cultiva- 33
se siente ante una obra de a r t e ; y, finalmente, en los anabaptistas,
do en la mayoría de las cortes, sino que es una forma de la misma cuyo odio al arte es una parte de su odio a la cultura-, el recelo de
lascivia reprimida.
los herejes anteriores contra el arte se convierte en una verdadera
^El Concilio de Tiffltp r^t¡ajgba^el^nn^ismoj; el sensualis-
T iconofobia. Sus condenaciones del arte no sólo son mucho más in-
mo del arte en todos los aspectos) Gilio, según el espíritu del Con- transigentes y consecuentes que, por ejemplo, la actitud de Savo-
cilio, se lamenta de que los pintores ya no se ocupen del tema y narola, que en realidad no era una actitud iconoclasta, sino purifi-
quieran sólo hacer brillar su habilidad virtuosista. La misma opo- 34
cadora , sino, más aún, que el propio movimiento iconoclasta
sición contra el virtuosismo y la misma exigencia de un contenido bizantino, que, como sabemos, no se dirigió tanto contra las imá-
de sentimiento inmediato se expresan también en la purificación de genes mismas cuanto contra los explotadores de su culto.
la música eclesiástica por el Concilio, esto es, la subordinación (La Contrarreforma, que aseguró g l a r t e en el cujtd_laparte ma-
de la forma musical al texto y en el reconocimiento de absoluto va-
?
yor que se puede imaginar, no quería sólo seguir fiel a la tradición
lor de modelo a Palestrina.^Pero, a diferencia de la Reforma, el Tri- cristiana de la Edad Media y del Renacimiento, para acentuar con
dentino no fue, a pesar de su rigorismojjnpral y de su posición añ^" ello su oposición al protestantismo, siendo amiga del arte cuando
formalista, e j ^ n j ^ ^ l g m i o ^ conocida sentencia los herejes eran.enemigos_d_.il, sino que quería servirse del arte,
de Erasmo -«ubicumque regnat Lutheranismus, ibi literarum est in- ante .todo, como arma contra J a s doctrina^ de Ja herejía. El arte,
teritus»— no se puede aplicar en modo alguno a las decisiones conci- gracias a la cultura estética del Renacimiento, había ganado mu-
liares. Lutero veía en la poesía, a lo sumo, una sierva de la teología, chísimo también como medio de propaganda; se hizo mucho más
y en las obras de las artes plásticas no podía descubrir absoluta- dúctil, soberano y útil para la finalidad de la propaganda indirec-
mente nada digno de alabanza; condenó la «idolatría» de la Iglesia ta, de manera que la Contrarreforma poseía en él un instrumento
católica, lo mismo que el culto de las efigies de los paganos, y te- de influencia desconocido para la Edad Media con tales efectos^ Si
nía aquí ante los ojos no sólo las imágenes del Renacimiento, que hay que ver la expresi_6ji. artística primigenia e j n n ^ d k t a ^ d e ^
en realidad muchas veces no tenían apenas que ver con la religión, Contrarreforma en el manierismo o en el Barroco, « c u e s t i ó n en
sino la expresión en general del sentimiento religioso mediante el 3
que las opiniones se dividen \^Ironoh5j>^ca^^
arte, la «idolatría» que él descubría ya en la simple decoración de la Contrarreforma el manierjsrriOr y la orientación espiritualista
las iglesias con imágenes. Todos los movimientos heréticos de la de la época tridentina halla en él una expresión más pura que en el
Edad Media tenían en el fondo una actitud iconoclasta. Tanto los
albigenses y los valdenses como los lolardos y husitas condenan la
32 » Ibid., pág. 486.
profanación que la fe recibe del esplendor del a r t e . Entre los re- M
Gustave Gruyer, Les illustrations des écrits de Jéróme Sawnarola publiés en italie au
XV et XVI' sueles et les paroles du Sawnarola sur l'art, 1879; Josef Schnitzer, Savonarola,
1924, II, págs. 809 sigs.
32
Eugéne Muenrz, Le Protestantismo et Vart, en «Revue des Revues», 1900 1 de " Werner Weisbach, Der Barock ais Kunst der Gegenreformation, 1921; Nikolaus
marzo, págs. 481 sig.
Pevsner, op. cit.

) ¡"3 f, 444
e x p r e s a e ? H a * ^ $ « < > • .

H^HfflmHrHHmWltHtHH(íWmmmWHmiFH(m¡fM¡tMiiilinilt1¡miHiffi¡itF¡itii(rí?ri¡fr=i
lili i
1 W „ a( iVv^'iffv» esteta dirigid* j an redoré* ra)

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

Barroco, que se complace en los sentidosí^El programa artístico de nunciar a la creación artística a causa de su experiencia de Dios?
la Contrarreforma - l a propaganda del catolicismo en las amplias (Aianto más profundos fueran sus sentimientos religiosos, más pro-
masas populares mediante el arte— fue, sin embargo^ sólo realizado lunda era la fuente de que podía extraer su inspiración artística. Y
por el Barroco. Los miembros del Concilio Tridentino no soñaban, no sólo porque fuera un creyente verdaderamente cristiano, sino
desde luego, con un arte que, como el manierismo, estuviera diri- también porque era un artista efecrivamente creador. Si cesaba de
gido a un reducido estrato de intelectuales, sino con un arte popu- producir arte, era que ya no era nada. Por el contrario.,.Miguel
lar, como llegó a serlo el Barroco. En la época del Concilio, ej^ma- Ángel, aun cuando ya no creaba más obras de a.Lte.,jseguía siendo
njerismo era la forma^másdifujidida Xjóyjejne de arte, pero no un hombre muy interesante, tantojí los ojos del rnu,nd,ci ,cort)0 ajos
representaba precisamente la orientación mejor, adecuada para rg-.; suyos propios. En la Edad Media no se hubje^atjodj^o^egar^^^urj
solver los problemas artísticos de .la Contrarjrefojma. El hecho de ujafliooJejaaná^ , miiÓBjííiugsr,
que tuviera que ceder el paso al Barroco se explica ante todo por su ' , 0
l íauej^Jinj|^^
ineptitud para resolver los problemas eclesiásticos en el sentido de maneta, que con su arte, y, además, también porgúela rjgida^Qrde-
la Contrarreforma^ nKJÓQ^S!^J&J»^O^M:i)kfí:íí>- a»»° ¿omhw>.rHmgHnart)Osibili-
•-**»• j¡ ^LosjirtistjLSjM^ por lo demás, en las doc-_ ffedjdjjejri^sj£a^ oficio. En el siglo XVI, por el con-
¡i trinas de la Iglesia sólo un débil apoyo. Las orientaciones del Con- trario, un artista podía ser rico e independiente, como Miguel
cilio no ofrecían a los artistas ningún sustitutivo de su anterior in- Ángel, o hallar aficionados exrravagantes, como Parmigianino, o
corporación dentro del sistema de la cultura cristiana y del orden también estar dispuesto a aceptar fracaso tras fracaso, llevando una
social corporativo. Pues, aparte de que aquellas orientaciones eran existencia problemática y apartada de la sociedad organizada, pero
más bien de naturaleza negativa que positiva, y de que fuera del fiel a una idea, como Pontormo^
arte religioso los artistas no tenían a su disposición instrucción al- ^EliSrtist^de laépocamanieristahabía^perdjdo^casi todolpjjuej" f 5
guna, los eclesiásticos tenían que darse cuenta de que, dada la es- había podido contener al artista artesano de la Edad Media, v en •*
tructura diferenciada del arte de su época, podían fácilmente des- muchos aspectos todavía al artista renacentista que se estaba eman- , ,
truir la efectividad de los medios de que querían valerse si eran cipando de la artesanía: una posición determinada en la sociedad, «
demasiado rígidos con ellos. No se podía pensar, en las circunstan- U^rotjeccjér^l^gE^i^, hjS^S^^MüáMSSS^^kJ¿m^'m riy^e
cias existentes, en una regulación inequívocamente hierática de la rekción en conjunto nqjproblemáti^a^cjan.la.r redición. La c u l t u - J
producción artística que hubiera sido comparable a la de la Edad ra del individualismo le ofrecía infinitas posibilidades que estaban
Media. Los artistas no podían, aun cuandoJueran todavía excelen- cerradas al artista en la Edad Media, pero le colocaba en un vacío
tes cmrianos y namndezasy^^ religiosas, renunciar sin de libertad en el que muchas veces estaba a punto de perderse. En
más a los ekmentosmundanos y paganos de la tradición artística; la crisis £st5Íritua¡i,,cJel, s i g l o X V I , que empujó a los artistas hacia
tenían que sentir que la íntima ¡gc^radicciofo existente entre los di- unajjrientación nueva en cuanto a su imagen del mundo, ellos no
versos factores de sus medios expresivos, a p a s t a b a resuelta y era estaban en condiciones de entregarse sin más a un guía externo ni
apareriTfrnen^ Los que no estaban en condiciones de so- de abandonarse por completo al propio impulso interior. Esxahaa
portar el peso de este conflicto buscaban refugio en la embriaguez divididos entre la imposición yjlafibertad, y se encontraban inde-
del arte, o, como Miguel Ángel, en «los brazos de Cristo». Pues fensos frente al caos que amenazaba el orden del mundo espiritual.
también la solución de Miguel Ángel era.realmente ujiaJbuidjL En ellos je nos presenta por primera vez el_£rffitajnóderftó> conjju
¿Qué artista medieval se hubiera como él sentido obligado a re- escisión interna, su hambre de yjda, su huida del j n u n d o y su re-

446 447

ilHHiltliiiMiiiniHiiiiiiñlííiimn
erClc
réUo^ ae| arlé o> id n fw»tur¿rf¿^ ,

Historia social de la literatura y el arte i-S&S- t#S J O « O El manierismo

beldía sin piedad, su subjetividad exhibicionista y su último guar- verdad, de dónde procede la coincidencia de las formas del espíri-
—^ dado secreto. A. partir de .este momento aumentan de día e n d í a , tu y de las formas de la realidad, el problema de si la «idea» del arte
entre los,artistas, el raro, d£3UÁ3£lÍ£9, Ú-.RÚ£ÜQm- Parmigianino no procede de la naturaleza. La respuesta es qus^las formas verda-
se entrega a la alquimia en los últimos años de su vida, se vuelve deras de las cosas surgen en el alma del artista como consecuencia
melancólico y presenta un aspecto exterior completamente lamen- de una participación inmediata en el espíritu divino, jiljrriterio de
table. Pontormo padece desde su juventud graves depresiones, y cejrjtezjaJojiOTman, como^ya en la escolástica, y más tarde en Des-
con los años se vuelve cada vez más misántropo y arisco . Rosso 3<s cartes, las ideas innatas oJnicifias.rinr,nins en ,fl...aima>ÍMiinana-
termina en el suicidio; Tasso muere en la locura, El_Greco pasa el Dios crea una coincidencia, entre la naturaleza que produce las co-
41

claro día tras las ventanas con las cortinas echadas , £SigiUlS¡t£SÍS2£ 37
sas reales y el hombre que crea lascosas artísticas ^ P e r o en Zuc-
que un artista del Renacimkmr¿jioJh^ cari está muy acentuada la espontaneidad del espíritu no sólo como
en los escolásticos, sino también como en Descartes.yEl espíritu hu-
n£Juj_deljdía, pero_sí hubierajvisto, si eran visibles, un artista de
la Edad Media^ mano había llegado ya en el Renacimiento a la conciencia de su na-
turaleza creadora, y la derivación djvuT£jd£j>u_ej>p^
En la teoría del arte ocurre un cambio gue, corresponde a la ge-
[ ém neral crisis intelectual. Frente jal ^naturalismo, 9, como se diría en
según la idea del manierismo, a su suprema justificación. La inge-
nua relación de sujeto y objeto entre artista y naturaleza en que el
tejrjmjnolo£Ía_ filosófica, el «dogmatismo ingenuo» del Renaci-
Renacimiento se quedó, se ha perdido; el genio se siente no reteni-
miento, el manierismo plantea por primera vez, en relación con el
jarte, la cuestión de la troría^eLconocimie.nff: se experimenta de do y necesitado de integración. La doctrina, surgida en el Renaei- V
ni

prontajf_prjo,Q problema la relación del arte con la naturaleza (Para 38 mjj_ato, r|el ' " d ¡vidual ismo e irracionalismo de la creatividad ar-
el Renacimiento, la naturaleza era el origen de la forma artística; el tjj__ic&, ante todo la tesis dje_jgj^_jJ_arte__no_jj j
artista adquiría ésta mediante un acto de síntesis, al reunir y unifi- ejnstóable y j d £ , q u e d artista_nace, llega a..su. formulaciónjnás ex- j
car elementos de belleza dispersos en la naturaleza. ^ forma artís- tremada en la época del manierismo, y precisamente en Giordano
ri_2. ÜSSaSLS^- ESÍXUüJSI?' estaba para e t o j g g ^ u j a d j j m Bruno, que habla no sólo de la libertad de la creación artística, sino
de su falta de reglas.) «La poesía no nace de las reglas —dice-, sino
el objeto. El manierismo^abandonó e¿t¿_t^rj| ^Ja_cjjjgja; ¡el. arte l

crea, acorde la nueva doctrina, no jegún la nflfuraleza. sino c o m o la que las reglas derivan de la poesía; y así, existen tantas normas
A2
39
naturaleza^TajTto_en Lornazzp como en Federico Z u c c a r i el arte 40
cuantos son los buenos poetas» {Bs ésta la doctrina estética de una
tiene un origen espiritual espontáneo. Según Lomazzo, el genio ar- época que aspira a unir la idea del artista inspirado por Dios con la
tístico obra en el arte como el genio divino en la naturaleza; para del genio dueño de sí mismo)
Zuccari, la idea artística - e l disegno interno— es la manifestación de (El antagonismo existente entre las reglas y la no existencia de
lo divino en el alma del artista. Zuccari es el primero que plantea ellas, entre la sujeción y la libertad, entre la objetividad divina y la
expresamente la cuestión de dónde le viene al arte su contenido de humana subjetividad, que domina en esta doctrina, se expresa tam-
bién en el cambjo_dje_laJ^ El origen y sentido *
36
Fritz Goldschmidt, Pontormo, Rosso u. Bronzino, 1911, pág- 13.
primitivo de las academias era liberal; s m a e r o n ^ a l j K ^ como
" Según una carta del pintor Julio Clovio. Cf. H. Kehrer, Kunstchronik, vol. 34,
a r a
1923, pág. 784. mediojjara emanciparse del g r e j j ^ Y P elevarse sobre la clase de
38
Erwin Panofsky, Idea, 1924, pág. 45.
39
Giov. Paolo Lomazzo, Trattato dell'arte delta pittura, ¡cultura et architettura, 1584; " E. Panofsky, Idea, pág. 49-
Idea del templo delta pitt., 1590. 42
Giordano Bruno, Eroici furori, I, Opere italiane, ed. Paolo de Lagarde, 1888,
40
Federico Zuccari, L'idea de' pittori, scultori e architetti, 1607.
pág. 625.
s
(xe¿h*é¿J drti'stvc. 449 « Ú *rbsk* nm/

rio •* ]f>(<*i f»<r <tA\tnét\ip


. . 1/ h Ttor^'d es ¿vnddóó Bor V*san

\Jasan es el p r i m e r <*w«)í«r*^ conüwfe o<e s<js c¿»jé¿iY¿£


Historia social de la literatura y el arte El manierismo

los artesanos. Los miembros de las academias estuvieron más pronto bro de la academia de Vasari significaba un título de honor que sólo
o más tarde, en todas partes, exentos de pertenecer a un gremio y se concedía a artistas independientes y creadores. Una educación
de atenerse a las limitaciones de los ordenamientos gremiales") En completa y variada estaba entre las condiciones indispensables para
Florencia disfrutaban los miembros de la Acad^mi^deXDisegno, ya ser admitido. El Gran Duque y Miguel Ángel eran capi de la insti-
desde 1571, de estos privilegios^Pero las academias tenían no sólo tución; Vincenzo Borghini pasó a ser luogo tenente, esto es, fue nom-
una finalidad representativa, sinojamJ2Íéji_dejensejia^ tenían brado presidente; como miembros fueron elegidos treinta y seis ar-
I 0S
que iu§ÍÍÍHÍL£jPi_£££ TÍ no sólo como ..corporaciones, sino tam- tistas. Los profesores tenían que enseñar a un cierto número de
bién como establecimientos docentes. En cuanto que tales, empe- jóvenes, parte en sus propios talleres, parte en los locales de la Aca-
ro, resultaron ser sólo otra forma de la vieja institución, estrecha y demia. Cada año, además, tres maestros, actuando como visitatori,
enemiga del progreso. La enseñanza fue regulada en las academias tenían que inspeccionar el trabajo de los giovani en las diversas bot-
de modo incluso más estrecho que en los gremios. La marcha de las teghe de la ciudad. Así pues, la enseñanza en el taller no cesó en
cosas se orientó inconteniblemente hacia el ideal de un canon de es- modo alguno, y sólo las materias auxiliares teóricas, como geome-
tudios, que si es verdad que se realiza por primera vez en Francia y tría, perspectiva, anatomía, habían de ser enseñadas en cursos de
en el siguiente período estilístico, tiene aquí su origen. Contrarre- 44
tipo escolar .
forma, autoridad, academicismo y manierismo forman distintos as- En 1593, por iniciativa de Federico Zuccari, la Academia Ro-
pectos del mismo espíritu, y no es ninguna casualidad que Vasari, mana di San Lucca fue elevada a la categoría de escuela de arte con
el primer manierista consciente de sus objetivos, sea a la vez el fun- local fijo y enseñanza organizada, y como tal sirvió de modelo a to-
dador de la primera academia regular de arte. Las organizaciones de das las fundaciones posteriores. Pero también esta academia, como
tipo académico anteriores representaban simples improvisaciones: la de Florencia, siguió siendo una asociación honorífica, y no era un
surgieron a la vida sin ningún plan sistemático de estudios, limi- 45
centro de enseñanza en el sentido moderno . Es verdad que Zuc-
tándose en general a una serie de cursos nocturnos desordenados, y
cari tenía ideas muy concretas y ejemplares con respecto a las aca-
consistían en un grupo impreciso de maestros y discípulos. Por el
demias sobre la misión y los métodos que había de seguir una es-
contrario, las academias de la época manierista eran instituciones
45
cuela de arte; pero el modo de enseñar al estilo artesanal estaba
perfectamente organizadas , y la relación de maestro y discípulo
todavía tan profundamente arraigado en su generación que no
estaba tan perfectamente determinada, aunque regulada por otros
pudo hacer triunfar sus planes. En Roma, desde luego, la finalidad
principios, como la relación de maestro y aprendiz en los talleres
educativa estaba más en primer plano que en Florencia, donde lo
gremiales^
predominante eran los objetivos de política artística y de organiza-
46
Los artistas formaban en muchos sitios, junto a los gremios, ción profesional , pero también en Roma lo conseguido quedó
asociaciones religiosas y caritativas organizadas de modo liberal, las muy por detrás de lo planeado. Zuccari señala en su discurso de
llamadas hermandades; también había una de éstas en Florencia, la apertura, que, de modo muy significativo, contiene también una
Compagnia di San Lucca, y Vasari se apoyó en ella cuando impul- exhortación a la virtud y a la piedad, la importancia de las confe-
só en 1561 al gran duque Cosme I a fundar la Academia del Di- rencias y discusiones sobre cuestiones de teoría del arte. En primer
segno. A diferencia de la organización impuesta de los gremios, y lugar, entre los problemas tratados está el de la polémica sobre el
de acuerdo con el principio electivo de las hermandades, ser miem-
" Ibid., págs. 47 sig.
* Cf. A. Dresdner, op. cit., pág. 96.
Nikolaus Pevsner, Academies óf Art, 1940, pág. 13. 46
N. Pevsner, Academies of Art, pág. 66.

450 451

lllÉilllllllliiillIfallflF» l l *i -liririüiini'iiiiniíiiMnimiHíiT
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

rango de las artes, tan de actualidad desde el Renacimiento, y la de- a ser un criterio de distinción social. Antes, en el Renacimiento, al-
finición del concepto fundamental y palabra mágica de toda la teo- gunos artistas recibieron, ciertamente, honores extraordinarios,
ría manierista: el disegno, es decir el dibujo, el plan, la idea artísti- pero la gran mayoría llevaba una existencia relativamente modes-
ca. Las conferencias de los miembros de la Academia se publican ta, aunque asegurada; ahora todo pintor reconocido es un professore
también más tarde y se ponen al alcance del público en general; a del disegno, y ya no es ninguna rareza entre~Tos^xHstas un caváliere.
partir de ellas se desarrollan las famosas conférences de la Academia Tal diferenciación no sólo es adecuada para destruir la unidad so-
de París, que habían de representar un papel tan importante en la cial de los artistas y dividir a éstos en estratos diversos y completa-
vida artística de los dos siglos siguientes. Pero las tareas de las aca- mente extraños entre sí, sino que tiene también como consecuen-
demias de arte no estaban en modo alguno limitadas a la organiza- cia que el más elevado de estos estratos se identifique con la
ción profesional, la educación artística y las explicaciones estéticas; aristocracia del público, en lugar de hacerlo con el resto de los ar-
;
ya la institución de Vasari se convirtió en una entidad consultiva tistas. La circunstancia de que tjyxJaie&jyia^
sobre todas las cuestiones artísticas imaginables; se le preguntaba ran elegidos miembros de las academias artísticas crea entre los
cómo habían de ser expuestas las obras de arte, se le pedían reco- círculos ilustrados del público y de los artistas una solidaridad de
mendaciones de artistas, aprobación de planos arquitectónicos, la que no hay ejemplo en la anterior historia del arte. La aristocra-
confirmación de permisos de exportación. cia florentina tiene múltiples representantes en Ja Academia del
(Durante tres siglos el academicismo dominó la política artís- Disegno, _y esta función crea en ella un interésjsorlas cosas djj jarte
tica oficial, el fomento público de las artes, la educación artística. completanieme^istmto del que estaba vinculado al pasado mece-
los principios conforme a los que se adjudicaban premios y esti- \ nazgo. Así pues, el propio academicismo, que por abajo separa a los
pendios, las exposiciones, y, en parte, también la crítica de arte. Al artistas del mero trabajador aficionado, sirve por arriba para salvar
academicismo hay que atribuir, en primer lugar, eljjue la tradición como puente la distancia entre el artista que trabaja y produce y el
orgánicamente desarrollada de los tiempos anteriores fuera susti- profano elegante.)
tuida por el ¡C^véñoóñall^ñ^cle los modelos clásicos y la imita* Esta mezcla de círculos sociales encuentra también su expre-
ción ecléctica de los maestros del Renacimiento. Sólo el naturalis- sión en el hecho de que los escritores,de arte escriben en adelante
mo del siglo XIX consiguió remover el prestigio de las academias í no sólo para los artistas, sino también para los aficionados. Borghi-
y orientar con novedad la teoría del arte, que desde su creación es- ni, autor del famoso ll riposo, lo hizo así expresamente, pero el que se
taba planteada de modo clasjcjsta, Es verdad que en la misma Ita- crea obligado a justificarse de que, sin pertenecer al oficio, escriba,
lia la idea de academia nunca experimenró. el anquilosamiento v la sin embargo, de arte, es un síntoma de que entre los artistas hay to-
estrechez a que fue sometida en su trasplante a Francia; pero las davía una cierta resistencia contra la crítica de profanos. Ludovico
academias poco a poco adquirieron también en ^taíia)un carácter Dolce trata expresamente en L'Aretino el problema de si uno que no
más exclusivo. En un principio, la pertenencia a_estas instituciones es artista tiene derecho a hacer de juez en cuestiones de arte, y lle-
había sencillamente de diferenciar a los_ artistas de los artesanos ga a la conclusión de que a los profanos educados les ha de ser re-
manuales; pronto, empero, el academicismo se convirtió en un me- conocido, desde luego, tal derecho, excepto en cuanto a la explica-
_dio de realzar a una parte, de los artistas, precisamente a los más ción de cuestiones puramente técnicas. De acuerdo con esta idea, la
II ilustrados y materialmente independientes, por_encimaHe los ele^ exposición de la técnica artística pierde importancia en ios escritos
mentos menos cultos y menos_adineradqs. La educación que las aca- de los teóricos de este momento, en comparación con los tratados de
demias presuponían en los artistas reconocidos tendía cada vez más
arre renacentistas. Con todo, debido a la circunstancia de que la

452 453
& /tapienSrno C O r V ^ y too „ n ¿ ¡ pro-ifsfe co/jrjfw ©( o k «ÜaioS'dao/ s i e n » ^ r * * » «i J-UIU e\

. y Ur «¿t<arh¥» " P°<~ $¿ (Morí U


W manierismo
" r
Historia social de la literatura y el arte v»* , c
«•»** El
• tiíá» SU
y sm» Sobos» *

técnica del arte es tratada principalmente por no artistas, son sub-. lifica esto como un desvío de los ideales clásicos, que él y sus con-
rayados, naturalmente, aquellos rasgos del arte que no están unidos), temporáneos, es decir la generación de los nacidos entre 1500 y
a técnicas especiales, sino que son comunes a todas las artes, fijan- 1510, veneran de nuevo. En realidad, la desyiactójnjdePontormo de
dose en ellos con mucha más atención que antes . Poco a poco sc> 47
los maestros italianos renacentistas hacia Durero no es sólo una
| impone una doctrina estética que no sólo descuida la irnporranrja cuestión de gusto y de forma, como^asarij^ensa, sino la expresión
artl a a I c )
de lo manual y de taller, sino_gy_e encubre lo esr¿e__uxc_xde.cada una de '?£ÍE jÉ£LE ££ lE£i i espiritual c m e j L m £ j J ^ ^ e j i e r a c i ó n de Pon-
las artes y se orienta hacia un concepto general del arte. Con ello* tormojeon la Rjeforma^lemana. Junto con la religiosidad nórdica,
resulta claramente perceptible cómo un fenómeno sociológico pue-v gana también terreno el arte nórdico en Italia, y ante todo el de
de pesar sobre las cuestiones puramente teóricas. La entrada de los aquel artista alemán que entre todos sus paisanos está más cerca del
artistas en círculos sociales más altos y la participación de los esn gusto italiano y por la difusión de sus grabados es, igualmente, el
tratos superiores de la sociedad en la vida artística llevan, aunque- más popular en el sur. Pero no son en absoluto los rasgos comunes h
con rodeos, a l a desaparición de la autonomía dejas técnicas artís con el arte italiano los que hacen a Durero precisamente atractivo
ticas y a la instauración de la doctrina de la unidad fundamental del para j _ o n t 5 r j 3 T p _ j ^ u s cofrades, sino la profundidad espiritual y la |¡
arte. Es verdad que con Federico Zuccari y Lomazzo aparecen de?' interiorización, el espiritudjsmo e ijeafismo_gj_ticos, es decir las jj
nuevo, en el primer plano de la literatura sobre arte, artistas profe- cualidades que se echan de menos en el arte clásico jtaliano. Pero '
sionales, pero el elemento profano se encuentra ya en camino dé* I las antinomias de «gótico» y «Renacimiento»,..c_ge,e,n. DujRe.SB.Ae
apoderarse de ese campo. La crítica de arte en el sentido más es-jl i compensan _tan comjgljej^mentg, en losjrianjeristas chocan entre sí
tricto de la palabra, esto es, la explicación de las cualidades artísti- | como antítesis,jnco^ijia^as^iíjcrj^ciliablgs djejayisjón artística.
cas de las obras con mayor o menor independencia de la doctrina
técnica y filosófica sobre el tema, especialidad que sólo en el períor visjión del^pacjcD Pontormo, Rosso, Beccafumi dan un efecto hi;
do siguiente de la historia del arte adquiere importancia, es desde pertenso al espacio de sus_.BiDtu.ras, y presentan sus figuras agrupa-
sus orígenes un coto de los artistas. das, ora hundiéndose en la profundidad, ora lanzándose _dLssds_£Í_
j£% (La primera fase, relativamente breve, del manierismo florgntj-' fondo, mienttas que, por otra parte, niegan el espacio, y no sólo
íJIV<M . 1 n o
' que comprende esendahr^nte_ el decenio de 1520 a_!5j_Q, porque suprimen su unidad óptica y su homogeneidad estructural,
CSN» U n a reacción contra el academicismo del Renacimiento. Esta ten- sino también porque orientan la composición según un modelo
4 3 r & ,
^ l V
<j i 3io se acentúa con la aparición de una segunda fase, que al-_
e n c a S(
plano y (lanería tendencia a la profundidad con la inclinación ha-
c_m¿a-¿uajauttcunás.j^^ y tiene sus cia la superficie. El espacio es para el Renacimiento, como para
principales representantes en B^on^moy Vasari. EJ_rnanierismo cq- toda cultura movida, fluyente y dinámica, la categoría fundamen-
mienza, pues, conjma_rjrc^t£st££ontra el arte del_Renacimiento, y tal de la imagen óptica del mundo; en el manierismo la espaciali-
los contemporáneos_se dieron cuenta perfectamente _del corte que dad pierde esta preeminencia, sin perder por ello enteramente su
con ello ocurría^ Ya lo que dice Vasari sobre Pontormo demuestra valor, a diferencia de las culturas estáticas y conservadoras, anti-
mundanas y espiritualistas, que suelen renunciar a la representa-
que la nueva orientación artística se siente como una ruptura con
ción del espacio y describen los cuerpos en abstracto aislamiento,
el pasado. Pues Vasari hace la observación de que Pontormo, en sus
sin profundidad y sin atmósfera. La pintura de las culturas expan-
frescos de la cartuja de Val d'Ema, imita el estilo de Durero, y ca-
sivas, afirmadoras del mundo y gozadoras de la experiencia, repre-
senta los cuerpos por de pronto en una relación espacial sin solu-
J. Schlosser, Die Kunstliteratur, pág. 338; A. Dresdner, op. cit., pág. 98.

454
: : :
jéimiirtm*»" »•• - " ,'

tn ?V0K<¿ El manierismo !•> pr»«ifPJ •


Historia social de la literatura y el arte

vagancia, pero que en realidad tiene su origen en la conmoción del


ciones de continuidad, y los convierte poco a poco en sostenes delj
si-nridn dp'realidad^ en l a _ f j n r a ^
espacio, para disolverlos al cabo en él completamente) Este es el ca-
v Con la consolidaciónjdel dominio de los príncipes, el manie-
mino que va desde el clasicismo griego, a través del arte del siglo
rismo pierde en Florencia mucho de su frivolidad artística y adop-
IV a . C , hasta la época helenística, y del Renacimiento inicial, pa-
ta un carácter preferentemente ^o¿fe§^c^y .académufo^por una par-
sando por el Barroco, al impresionismo. La alta Edad Media quie-
re se reconoce el valor de modelo indiscutible a Miguel Ángel, y,
re ignorar el espacio y la espacialidad tan completamente como el
por otra, se admite la sujeción a convenciones sociales. Sólo enton-
arcaísmo griego. Sólo a finales de la Edad Media se convierte la es-
ces se hace más fuerte en el manierismo la dependencia del arte clá-
pacialidad en principio de la vida movida, en portadora de la luz y
sico que su oposición a él, gracias ante todo a la influencia del es-
de la atmósfera que lo envuelven todo. Mas tan pronto como se
píritu autoritario que domina la Florencia de la corte y quehace
aproxima el Renacimiento, esta conciencia d^^spacJQ_se_¿c^ierte i 1 ^ ..ni m •-ll»' X~— " • TU «i m.i.Tl— ¿ ,Jn i li ' I I I
al

en una verdadera obsesión. Spengler ha visto en la visión y el pen- segurr^mSién al arte patrones fijadosjLa idea de la fría e inabor-
samiento espaciales de los hombres de ese período -del hombre dable grandeza que la duquesa Leonor trae consigo de su patria es-
48
«fáustico», como lo llama — un rasgo esencial de todas las cultu- pañola se expresa de la manera más inmediata en^Éronzino) que con
ras dinámicas. PuesjíbjidD_^ más que dos las formas cristalinas y correctas de su arte es el pintor áulico nato.
distintos niodqs_djej>mrar el foncjo: eri_re^h^djad jndieari dos posi- J
Con la naturaleza equívoca de su relación frente a Miguel Ángel y
n s
ciones fundamentales distintas ante la realidad. Una procede 4s l al problema espacial en el arte, con su íntima contradicción frente
liombres; la otra, del rnundo. Ujaa^lÉttapaJíUe-^^ 50
a todo lo que se ha llamado el equilibrio psíquico conmovido tras
ja.Mibj£^£spacií); ja_otra.ha.ce dprriinar..alje^acio, como elementa
la coraza del sosiego, es también a la vez el manierista típico. En
de la apariencia y jsopprte deJa ^e^enen^ja^^njjMe, sobre la sus-
n p
Parmigianiric^ que trabaja bajo el dominio de convenciones menos
rancialidad del b p ^ b ^ r Y-logra absorber a la fiftura. tanvW f !
estrechas, la «coraza» es más delgada y los signos de la agitación
espacio. «El espacio existe antes que el cuerpo puesto en su lugar»,
interío£a£arecen másJnmedjatamenrp. Es más tierno, más nervio-
dice el mejor representante de la concepción renacentista en este
49
so, más mórbido que J_£qnjyjrio; j r j y e ^ ^
aspecto, Pomponio Gaurico .
tor áulico y el cortesano de F l o r e r í a . P£ro_es tan preciosista y ar-
\ EXffl^ierisnjQ^e^fereri^a de esta típica postura porque^jTor
tificioso como éste^Pqr todas partes se desarrolla en Italia un estilo
una parte, procura sobreponerse a toda limitación espacial, y,
pr
de corte refinado, uñ^uperrococ'ó^uya sutileza no cede en nada aí
por otra, nq_se resigna todavía a renunciar a l o s ff fftS expresivos d i T
arte francés del siglo XVIII, pero que a menudo es más rico y com-
panucos de la profundidad espacial. La plasticidad tantas veces exa-
» I! plicado que el dixhuitieme. Entonces adquiere el manierisji^por
j gerada^lajgovilidad en peneral_recargada de_sus fijaras sirven de
primera vez el carácter i.otexnadonal y la general vigencia que nun-
c*. compensación a la irrealidad del espacio, que deja de formar un sis-
ca poseyó el arte del Renacimiento. En este estilo que se extiende
2, || tema coherente para convertirse en la pura suma de los coeficientes
ya por toda Europa, el arte preciosisra y rococó tiene una parte tan
espaciales. Esta paradójica situación respecto de los problemas es-
importante como el estricto canon miguelangelesco. Y aunque am-
paciales lleva en obras como el londinense Regreso de los hermanos de
bos elementos tengan entre sí tan poco en común, el virtuosismo
José de Egipto, de Pontormo, o Madonna del eolio lungo, de Parmigia-
ya existía, en germen, en Miguel Ángel, precisamente en obras
nino, a una fantasía en las relaciones que casi parece pura extra-
como Genio de la victoria y en las tumbas de los Médicis^
» W. Pinder, Zur Physiogn. i s Manierismus.
48
Oswald Spengler, Der Untergang des Abendlandes, I, 1918, págs. 262 sig.
49
Pomponius Gauricus, De scultura, 1504, cit. por Panofsky, Perspektwe. pág. 280.
{vf>'/> (j p (¿{je fóteñéó®' 457
456

¡ t i i i i i i »
„„„,..
Totora-,!-,, «?i el vtórá^átir* heredero <¡fe ftíjüj A ^ s / -

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

\ P e r o j ¿ verdadero heredero de Miguel Ángel no es el manie- de la Scuola di San Rocco, que se ejecutan en dos fases, en los años
rismo internacional « n i i g u e ^ g d e s c p » , sincffintorettQ_>c|ue_en rea¿ 1 565-1567 y 1576-1587, representan los héroes del Antiguo Tes-
lidad no carece de relación con este estilo internacional, pero que i tamento, relatan la vida de Cristo y ensalzan los sacramentos del
en lo esencial se mantiene apajrtgjde él. Venecia.,no tiene una corte^ cristianismo. En cuanto a los temas, son, desde el ciclo de frescos
^Tintoretto tampoco trabaja para cortes extranjeras, como TJciajno; de Giotto en la Capilla Dell' Arena, la más amplia serie del arte
la misma República sólo le hace encargos en los últimos años de su cristiano; y por lo que hace al espíritu, hay que retroceder hasta las
vida. En lugar de la corte y el Estado son principalmente las_j_ej>; imágenes de las catedrales góticas para hallar una descripción tan
m a r i d e s j¿s_cruj^ J e d a n ocup>ariórij|Si el carácter religioso de su ortodoxa del cosmos cristiano. Miguel Ángel es un pagano que lu-
arte estaba condicionado ante todo por las exigencias de sus clien- cha con los misterios del cristianismo, si se le compara con Tinto-
tes, o si él se adelantaba a buscarlos en los círculos que estaban cer- ' retto, que ya está en segura posesión del misterio por cuya solución
ca de él espiritualmente, es cosa difícil de decir; de todas maneras, \ tenía aún que luchar su precursor. Las escenas bíblicas, la anun-
Ti fi^xfft*» ,fite el único artista en Italia en el que elúcépacer religipsc)5de la épo- • ciación, la visitación, la cena, la crucifixión, ya no son para él sim-
1 T*~~* ca encontró una expresión tan, profunda como en Miguel Ángel, si _ ples acontecimientos humanos, como lo eran para la mayoría de los
|",V©>pc<¿j b i e n m u y diferente. Trabajó para la^Scu^adi San Rocco, en la que artistas del Renacimiento, ni meros episodios de la tragedia del
ingresó como miembro en 1 5 7 5 con condiciones tan modestas
1 Salvador, como para Miguel Ángel, sino los misterios, hechos visi-
que hay que suponer que para aceptar el encargo tuvieron peso de- bles, de la fe cristiana. Las representaciones toman en él un carác-
cisivo razones sentimentales^La orientación espiritual y religiosa ter visionario y, a pesar de que reúnen en sí todas las conquistas
.' de su arte fue en todo caso hecha posible, si no condicionada o crea- naturalistas del Renacimiento, producen un efecto irreal, espiri-
da, por la circunstancia de que trabajaba para una clientela com- tualizado, inspirado. Lo natural y lo sobrenatural, lo mundano y lo
pletamente distinta en ideas de la de Ticiano, por ejemplo. Las co- sacro, aparecen ahora sin distanciamiento alguno. Este equilibrio,
fradías surgidas sobre bases religiosas, generalmente organizadas por lo demás, forma sólo un estadio transitorio; el sentido ortodo-
profesionalmente, son muy características de la Venecia del siglo xo cristiano de las representaciones vuelve a perderse. En las obras
XVI. La boga que tienen es síntoma de la intensificación de la vida de la vejez de Tintoretto la imagen del mundo es muchas veces pa-
religiosa, que en la patria de Contarini es más activa que en la ma- gana y mítica, en el mejor de los casos bíblica, pero en modo algu-
! , yoría de las otras partes de Italia. Los miembros son generalmente no evangélica. Lo que en ellas se realiza es un acontecimiento cós-
gentes modestas, y ello sirve también para explicar la preferencia mico, un drama del origen del mundo, en el que tanto los profetas
que daban en sus intereses artísticos al elemento estrictamente re- y los santos como el mismo Cristo y Dios Padre son, por decirlo así,
ligioso. Pero las cofradías mismas son ricas y pueden permitirse actores, no ya protagonistas. En el cuadro Moisés haciendo brotar el
adornar sus casas de reunión con pinturas importantes y pretencio- agua de la roca tiene que renunciar a su papel de protagonista no
sas. Mientras Tintoretto trabaja en la decoración de una de estas sólo el héroe bíblico, que se queda detrás del milagroso chorro de
casas de cofradía, la Scuola di San Rocco, pasa a ser el pintor más agua, sino que el mismo Dios se convierte en un cuerpo celeste en
51
grande y representativo de la Contrarreforma . Su renacimiento movimiento, en una rueda de fuego como un torbellino en la má-
espiritual se realiza hacia 1560, época en que el Tridentino se acer- quina del Universo. En Tentación y en Ascensión se repite este es-
ca a su fin y llega a sus decretos sobre el arte. Las grandes pinturas pectáculo macrocósmico, que tiene escasísima determinación his-
tórica y ambiente humano para poder ser llamado en rigor cristiano
Cf. E. von Bercken-A. L. Mayer, Tintoretto, 1923,1, pág. 7. y bíblico. En otras obras, como Huida a Egipto y Las dos Marías,

458 459
i,,,,,..,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,-,,,,

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

Magdalena y Egipcíaca, el escenario se transforma en un ideal pai- gar correspondiente a Pietá Rondanini, las figuras se disuelven ya
saje mitológico, en el que las figuras desaparecen casi por comple- por completo en la luz y se convierten en sombras pálidas que
to y el fondo domina la escena^ transcurren sin peso en un espacio indefinible, irreal y abstracto!^
ÍE1 único sucesor verdadero de Tintoretto es El Greco. Al igual (^Tampoco El Greco tuvo un continuador directo^ también él se
que él arte de los grandes manieristas venecianos, el suyo se desa- quecló solo con su solución de los problemas artísticos del momen-
rrolla en lo esencial independiente de los círculos de la corte. Tole- ;
to. Valor general obtiene ahora sólo el nivel medio, en contraposi-
do, donde El Greco se establece después de los años de su aprendi- ción a la Edad Media, cuyo estilo unitario comprende en sí también
zaje en Italia, es, junto a Madrid, sede de la corte, y Sevilla, centro las más perfectas creaciones de la época.^El esplritualismo de El
principal del comercio y del tráfico, la tercera capital de la España Greco no encuentra ni siquiera una continuación indirecta, ni pa-
de entonces, y centro de la vida eclesiástica . No es ninguna ca- 52
ralelos, como los halla la visión cósmica del manierismo italiano en
sualidad que el artista más profundamente religioso desde la Edad el arte de Bruegel. Pues con todas las diferencias en lo restante, el
Media eligiera por patria tal ciudad. Es verdad que no han faltado sentimiento cósmico es en este artista el elemento predominante,
por parte de El Greco intentos de buscar colocación en la corte de si bien los soportes del cosmos, a diferencia de, por ejemplo, Tinto-
53
Madrid , pero su falta de éxito es señal de que también en España retto, son muchas veces las cosas más triviales, como una montaña, -^f
empieza a desarrollarse una antítesis entre la cultura cortesana y la un valle, una ola. En Tintoretto, lo ordinario es sacrificado ante el
religiosa y de que para un artista como El Greco la fórmula corte- aliento del cosmos; en Bruegel, el cosmos está inmanente en los
sana del manierismo se ha hecho ya demasiado estrecha. Su arte en objetos de la más cotidiana experiencia. Es una nueva forma de
modo alguno niega el origen cortesano del estilo de que se sirve, simbolismo la que aquí se realiza, la cual en cierta medida se con-
pero se levanta, con mucho, por encima de todo lo cortesano. El en- trapone a todas las anteriores^ En el arte medieval, el sentido sim-
tierro del conde de Orgaz es una escena solemne, en correcto estilo cor- bólico era realzado con tanta mayor fuerza cuanto más se alejaba la
tesano, pero al mismo tiempo se eleva a regiones que dejan muy le- representación de la verdad de experiencia, cuanto más estilizada y
jos detrás de sí todo lo social e interhumano. Por una parte, es un convencional era; aquí, por el contrario, la fuerza simbólica de la
cuadro ceremonial irreprochable; por otra, la representación de representación aumenta con la trivialidad y la naturaleza periférica
un espectáculo terrestre y celeste de la más profunda, tierna y mis- de los temas .(Como consecuencia de la esencia abstracta y conven-
teriosa intimidad. A este momento de equilibrio sigue también en cional de su simbolismo, las obras de arte medievales tenían sólo
El Greco, como en Tintoretto, un período de deformación, despro- una única interpretación justa; por el contrario, las grandes crea-
porción y tensión. En Tintoretto, el escenario de sus representacio- ciones artísticas desde el manierismo tienen, por razón de la vulga-
nes se amplía hasta inconmensurables espacios cósmicos; en El ridad de sus motivos, infinitas interpretaciones posibles. Las pin-
Greco resultan entre las figuras incongruencias que en sí son inex- turas de Bruegel, las creaciones de Shakespeare y Cervantes, para
plicables y exigen una interpretación que trasciende todo lo racio-
ser comprendidas tienen que ser interpretadas constantemente. Su
nal y natural. En sus últimas creaciones, El Greco se acerca a la des-
naturalismo simbolista, con el que comienza la historia del arte
materialización miguelangelesca de la realidad. En obras como
moderno, tiene su origen en el entendimiento manierista de la
Visitación y Esponsales, que ocupan en la línea de su evolución el lu-
vida, y significa la completa inversión de la homogeneidad homé-
rica, la escisión fundamental de sentimiento y ser, esencia y vida,
" L. Pfandl, op. cit., pág. 137.
53
O. Grautoff, Spanien. en Pevsner-Grautoff, Barockma/, i. d. román, hdndern, del
Dios y mundo. El cosmos ya no tiene sentido simplemente porque
Handb. d. Kunstwiss., 1928, pág. 223. es, como en Homero; estas representaciones artísticas no son tam-

460 461

1
i!lHIMBIIiiÉÉlil¡Éi»»lí»'»»¡» «¡'i'"™"""
El manierismo
Historia social de la literatura y el arte
que describe la vida de la pobre gente está destinado también a
, i calidad ordinaria, co ella, cuando en realidad la verdad es lo contrario. La copia del per-
poco verdaderas porque sean diversas ae
Inriones de continuidad y sonal modo de vida, la descripción del propio entorno social, lo
en la Edad Media, sino que, con sus soiuc /• buscan en el arte normalmente sólo los estratos sociales de ideas y
f i. j .-j r • • ^¡ran una totalidad mas perrec
falta de sentido por si mismas, indican u» sentimientos conservadores, los elementos que están satisfechos de
y más llena de sentido/\ , < . r n m i n
{ ' tiene poco de común c
P su puesto en la sociedad. Las clases oprimidas y que luchan por as-
iBruegel parece a primera vista que ^ ^ ^ ks
cender desean ver representadas circunstancias vitales que les pare-
la mayoría de los manieristas. Faltan en e ^ , a r b ¡ t r a r i e d a d
cen un objetivo, no aquellas de las que se esfuerzan por salir. Una
nezas artísticas, las convulsiones y contorsi ' p e s p a d a l a
actitud sentimental respecto de una vida sencilla la mantienen por
las proporciones y los antagonismos en la campesin-
regla general sólo gentes que están por encima de esas circunstan-
rece, especialmente cuando s e atiene uno ^ ^ q u e nQ se
cias^ Esto es hoy así, y en el siglo XVI no era de otro modo. Lo mis-
de su último período, que es un robusto na l e m á t ¡ c o £ i a t e l e 0
mo que los obreros y pequeños burgueses quieren ver en el cine el
moda en absoluto al marco del manierismo? ^ ¿ e s t á i e r a
ambiente de los ricos, y no las circunstancias de su propia vida es-
tualmente escindido. La imagen del mun ^ ^ ^ ^ y
ttecha, y lo mismo que los dramas de obreros del siglo pasado al-
pero, e n realidad tan rota, y s u sentido ^ ^ ^ ¿
canzaban su éxito decisivo no en los teatros populares, sino en los
ingenuo y tan poco espontáneo como en a ^ ^ . ^ . ^
de los barrios elegantes de las grandes ciudades, también el arte de
manieristas. Carece de ingenuidad no solo ^ ^
Bruegel estaba destinado a las clases superiores, o en todo caso a las
en lo que carecen de ingenuidad todas las ^ ^
u e 1
ciudadanas, y no a las campesinasJ¡^Sus pinturas de campesinos te-
miento, sino también en el sentido de q „«„„,<,r«» 51
rdad sino su representacion nían su origenycomo se ha demostrado^en la cultura cortesana .
representación pura y simple de la realza , ; y de q u e
El interés por la vida del campo como tema del arte se observa, por
consciente y programática, i» explicación ^ ^ ^
primera vez, en las cortes; en el calendario de los libros de oración
todas sus obras podrían ser comprendidas J ^ .:
e m ¡ n e n t e m e n
del duque de Berry, ya a comienzos del siglo XV, encontramos ta-
yo lo veo». Este rasgo es lo radicalmente nu j ^ ^ m a n i e r i S r
les descripciones cortesanas de escenas campestres. Miniaturas de
te moderno, tanto en el arte de Bruegel com ^ ^ ^
esta clase son una de las fuentes del arte de Bruegel; la otra se ha
mo. Sólo falta en Bruegel el virtuosismo capnc
individualismo, n o l a v o l u n - descubierto en aquellos tapices murales, también destinados a la
de los manieristas, pero no su picante incu ^ e f l forma q u e
corte y a los círculos áulicos, que representan, junto a damas y ca-
tad d e expresarse ante todo a s í mismo, p « * c o n B m e

n m £
balleros que cazan, bailan y se ocupan en juegos de sociedad, cam-
jamás s e había dado. Nadie olvidará s u P l te 5
i n c i p a m e n
pesinos trabajando, leñadores y viñadores ).
gel. Lo característico del arte de otros mae > •
i rlor sin experiencia previa ^El efecto de estos cuadros costumbristas de la vida del campo
i a a o
más antiguos, se le ofrece al c o n t e m p ' , • y de la naturaleza no tenía en un principio ningún tono sentimen-
¿i j . . . . • • • i mente confunde al comien-
solo después de algún ejercicio; generaimci _^ estilo de tal ni romántico -tal efecto sólo apareció en el siglo X V I I I - , sino
zo las obras de los diversos maestros unas con
n oara los principiantes más bien cómico y grotesco. La vida de las pobres gentes, de los la-
Bruegel es inolvidable e inconfundible aun y
F ' rambién con el arte ma bradores y jornaleros, les causaba a aquellos círculos para los que se
«,La pintura de Bruegel tiene en común
. \ , . s B i d o en él tan poco apre-
ha s M
nierista s u carácter antipopular.\Esto n a s i " „ „ ~„ „ m
Guscav Glück, Bruegel und der Ursprung seiner Kunst, en Aus drei Jahrhunderten
J -i ,* sido considerado como un
na
europ. Mal., 1933, pág. 154.
ciado como su estilo en general, que ha sw ^ rf

naturalismo sano, ingenuo e inalterablei|Se n " Ibid, pág. 163.


• n i i >i , i error d e pensar que u n arte
«campesino Bruegel» y se ha caído en el en« r 463

462
Historia social de la literatura y el arte

hacían los libros de oraciones miniados y los tapices, un efecto i


cosa curiosa, de algo extraño y exótico, en modo alguno de algo hu.
manamente próximo y conmovedor. Los señores hallaban en las re
presentaciones de la vida cotidiana de estas gentes una diversió
como en los fabliaux de siglos pasados, sólo que aquéllos, desde LA S E G U N D A DERROTA
principio, servían de entretenimiento a las clases inferiores, mienri DE LA CABALLERÍA
tras que el consumo de las caras miniaturas y tapices estaba linr
tado a los más elevados círculos ^También los clientes de las pintuj
ras de Bruegel deben de haber pertenecido a los estratos socialef

E L renacimiento del romanticismo caballeresco, con su reno-


1
más acomodados y cultos. El artista se estableció, después de un*,
estancia en Amberes, en la corte aristocrática que era Bruselas, ha*, vado entusiasmo por la vida heroica, y la nueva moda de las
cia 1562-1563. Con este traslado experimenta el cambio de estila/ novelas de caballerías, fenómeno que se percibe por vez pri-
decisivo de su última manera y la orientación hacia los motivos dq, mera hacia finales del siglo XV en Italia y Flandes y que alcanza su
aquellos cuadros de campesinos que sirvieron de base a su gloria ' j ^ punto culminante en el XVI en Francia y España, son esencial-
mente un síntoma del incipiente predominio de la forma autorita-
ria de Estado, de la degeneración de la democracia burguesa y de la
progresiva cortesanización de la cultura occidental. Los ideales de
vida y los conceptos de virtud caballerescos son la forma sublimada
de que revisten su ideología la nueva nobleza, que en parte asciende
desde abajo, y los príncipes, que se inclinan al absolutismo. El em-
perador Maximiliano es considerado el «último caballero», pero
tiene muchos sucesores que aspiran a este título, y todavía Ignacio
de Loyola se llama a sí mismo «caballero de Cristo» y organiza su
Compañía según los principios de la ética caballeresca, aunque a la
vez con el espíritu del nuevo realismo político. Los mismos ideales
caballerescos no son ya suficientemente apropiados; su inconcilia-
bilidad con la estructura racionalista de la realidad política y social,
así como su falta de vigencia en el mundo de los «molinos de vien-
to», son demasiado evidentes. Después de un siglo de entusiasmo
por los caballeros andantes y de orgía de aventuras en las novelas
caballerescas, la caballería sufre su segunda derrota. Los grandes
poetas del siglo, Shakespeare y Cervantes, son nada más que los
portavoces de su tiempo; únicamente anuncian lo que la realidad
denota a cada paso, a saber; que la caballería ha llegado al fin de sus
días y que su fuerza vital se ha vuelto una ficción.
" Cf. Ch. de Tolnai, P Bruegel rAnden, 1935, pág. 42. En ninguna parte alcanzó el nuevo culto de la caballería la in-
tensidad que en España, donde, en la lucha de siete siglos contra
464
465
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

los árabes, las máximas de la fe y del honor, los intereses y el pres- ¿,'leses. La tragedia del caballero se repite en gran escala en el des-
tigio de la clase señorial se habían fundido en unidad indisoluble, tino del pueblo caballeresco por excelencia. La culpa de la derrota,
y donde las guerras de conquista en Italia, las victorias sobre Fran-.' en lo grande como en lo pequeño, la tiene, como ahora se ve bien
cia, las extensas colonizaciones y el aprovechamiento de los tesoros claramente, el anacronismo histórico de la caballería, la inoportu-
de América se brindaban, puede decirse, por sí mismos a convertir nidad del romanticismo irracional en este tiempo esencialmente
en héroe la figura del guerrero. Pero donde brilló con más esplen-j untirromántico. Si Don Quijote achaca a encantamiento de la rea-
dor el resucitado espíritu caballeresco se produjo también lia desi- lidad la inconciliabilidad del mundo y de sus ideales y no puede
1
lusión más grande, al descubrirse que el predominio de los idéale» comprender la discrepancia de los órdenes subjetivo y objetivo de
caballerescos era una ficciónt A pesar de sus triunfos y de sus tesq* las cosas, ello significa sólo que se ha dormido mientras que la his-
ros, la victoriosa España hubo de ceder ante la supremacía econó- toria universal cambiaba, y, por ello^je parece que su mundo de
1
mica de los mercachifles holandeses y de los piratas ingleses; no es^ sueños es el único real, y, por el contrario, la realidad, un mundo
taba en condiciones de aprovisionar a sus héroes probados en 1% encantado lleno de demoniosj Cervantes conoce la absoluta falta de
guerra; el orgulloso hidalgo se convirtió en hambriento, si no es| tensión y polaridad de esta actitud, y, por ello, la imposibilidad
picaro y vagabundo. Las novelas caballerescas en realidad se prob& de mejorarla, ^e que el idealismo de ella es tan inatacable desde la
que eran la preparación menos adecuada para las tareas que había; realidad como la realidad exterior ha de mantenerse intocada por
de realizar un guerrero licenciado para establecerse en el mund este idealismo^ y que, dada la falta de relación entre el héroe y su
burgués. mundo, toda su acción está condenada a pasar por alto la realidad.
La biografía de Cervantes revela un destino sumamente tipie Puede muy bien ocurrir que Cervantes no fuera desde el prin-
de la época de transición del romanticismo caballeresco al realismo»' cipio consciente del profundo sentido de su idea, y que comenzara
Sin conocer esta biografía es imposible valorar sociológicamen*" en realidad por pensar sólo en una parodia de las novelas de caba-
Don Quijote. El poeta procede de una familia pobre, pero que SQ llería. Pero debe de haber reconocido pronto que en el problema
considera entre la nobleza caballeresca; como consecuencia de su. que le ocupaba se trataba de algo más que de las lecturas de sus
pobreza se ve obligado desde su juventud a servir en el ejército de> contemporáneos. El tratamiento paródico de la vida caballeresca
Felipe II como simple soldado y a pasar todas las fatigas de las cam* < hacía tiempo que no era nuevo; ya Pulci se reía de las historias ca-
pañas en Italia. Toma parte en la batalla de Lepanto, en la que esv ballerescas, y en Boiardo y Ariosto encontramos la misma actitud
gravemente herido. A su regreso de Italia cae en manos de los pi-i burlona frente a la magia caballeresca. En Italia, donde lo caballe-
ratas argelinos, pasa cinco amargos años en cautividad, hasta qu«( resco estaba representado en parte por elementos burgueses, la nue-
después de varios intentos fracasados de fuga es redimido en 1580< va caballería no se tomó en serio. Sin duda, Cervantes fue prepara-
En su casa encuentra de nuevo a su familia completamente empoi do para su actitud escéptica frente a la caballería allí, en la patria
brecida y endeudada. Pero para él mismo - e l soldado lleno de mé- del liberalismo y del humanismo, y desde luego hubo de agradecer
ritos, el héroe de Lepanto, el caballero que ha caído en cautividad a la literatura italiana la primera incitación a su universal burla.
en manos de paganos- no hay empleo; tiene que conformarse con Pero su obra no debía ser sólo una parodia de las novelas de caba-
el cargo subalterno de modesto recaudador de contribuciones, su- llerías de moda, artificiosas y estereotipadas, y una mera crítica de
fre dificultades materiales, entra en prisión, inocente, o como con- la caballería extemporánea, sino también una acusación contra la
secuencia de una leve infracción, y, finalmente, tiene todavía que realidad dura y desencantada, en la que a un idealista no le queda-
ver el desastre del poder militar español y la derrota ante los in- ba más que atrincherarse detrás de su idea fija. No era, por consi-

466 467
¿Jiiiwl

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

guíente, nuevo en Cervantes el tratamiento irónico de la actitud v ;


a la fama ganada por los personajes gracias a la primera, la circuns-
tal caballeresca, sino la relativización de ambos mundos, el román tancia, por ejemplo, de que lleguen a la corte ducal merced a su
tico idealista y el realista racionalista. Lo nuevo era el insolubl gloria literaria, y cómo Sancho Panza declara allí de sí mismo que
dualismo de su mundo, el pensamiento de que la idea no pue c'l es «aquel escudero suyo que anda, o debe de andar en la tal his-
realizarse en la realidad y el carácter irreductible de la realidad co toria, a quien llaman Sancho Panza, si no es que me trocaron en la
respecto a la idea. cuna, quiero decir, que me trocaron en la estampa». Manierista es
^.En su relación con los problemas de la caballería, Cervante también la idea fija de que está poseído el héroe, la constricción
está determinado completamente por la ambigüedad del sentí bajo la cual se mueve, y el carácter marionetesco que en conse-
miento|manierista de la vida; vacila entre la justificación del ide cuencia adquiere toda la acción. Es manierista lo grotesco y capri-
lismo ajeno del mundo y de la racionalidad acomodada a éste-__ choso de la representación; lo arbitrario, informe y desmesurado de
ahí resulta su actitud ambigua frente a su héroe, la cual introducf la estructura; el carácter insaciable del narrador en episodios siem-
una nueva época en la literatura.- Hasta entonces había en ella sola^ pre nuevos, comentarios y digresiones; los saltos cinematográficos,
mente caracteres de buenos y de malos, salvadores y traidores, san-r divagaciones y sorpresas. Manierista es también!la mezcla de los
tos y criminales, pero ahora el héroe es santo y loco en una persia- elementos realistas y fantásticos en el estilo, del naturalismo del
na.'Si el sentido del humor es la aptitud de ver al mismo tiempo; pormenor y del irrealismo de la concepción total, Ja unión de los
las dos caras opuestas de una cosa, el descubrimiento de estas dos rasgos de la novela de caballería idealista y de la novela picaresca
caras en un carácter significa el descubrimiento del humor en la lif. vulgar, eljuntar el diálogo sorprendido en lo cotidiano, que Cer-
58

teratura, del humor que antes del manierismo era desconocido en vantes es el primer novelista en usar , con los ritmos artificiosos y
este sentido. No tenemos un análisis del manierismo en la litera-? los adornados tropos del conceptismo. ¡Es manierista también, y de
tura que se salga de las exposiciones corrientes del manierismo,; manera muy significativa, que la obra sea presentada en estado de
gongorismo y direcciones semejantes; pero si se quisiera hacer tal hacerse y crecer, que la historia cambie de dirección, que figura tan
análisis, habría que partir de Cervantes J u n t o al sentido vacilan- ¡ importante y aparentemente tan imprescindible como Sancho Pan-
te ante la realidad y las borrosas fronteras entre lo real y lo irreal, za sea una ocurrencia a posteriori, que Cervantes - c o m o se ha afir-
59

se podrían estudiar también en él, sobre todo, los otros rasgos funr mado — no entienda al cabo él mismo a su héroe. Manierista es, fi-
damentales del manierismo: la transparencia de lo cómico a través nalmente, lo desproporcionado, ora virtuosista y delicado, ora
de lo trágico y la presencia de lo trágico en lo cómico, como tam- descuidado y crudo, de la ejecución, por la que se ha llamado a Don
bién la doble naturaleza del héroe, que aparece, ora ridículo, ora su- Quijote la más descuidada de todas las grandes creaciones litera-
60

blime. Entre estos rasgos figura especialmente también el fenóme- rias , es verdad que sólo a medias con razón, pues hay obras de
no del «autoengaño consciente», las diversas alusiones del autor a Shakespeare que merecen igualmente tal título.
que en su relato se trata de un mundo ficticio, la continua trans- Cervantes y Shakespeare son casi compañeros de generación;
gresión de los límites entre la realidad inmanente y la trascenden- mueren, aunque no de la misma edad, en el mismo año. Los pun-
te a la obra, la despreocupación con que los personajes de la nove- tos de contacto entre la visión del mundo y la intención artística de
la se lanzan de su propia esfera y salen a pasear por el mundo del ambos poetas son numerosos, pero en ningún punto es tan signifi-
lector, la «ironía romántica» con que en la segunda parte se alude 58
J. F. Kelly, Cervantes and Shakespeare, 1916, pág. 20.
59
57
Max Dvorak y Wilhelm Pinder han señalado el carácter manierista de las obras Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho, 1914.
de Shakespeare y Cervantes, sin entrar por lo demás en su análisis. 60
W. P. Ker, Collected Essays, 1925, II, pág. 38.

468 469
liil'l, lililí •lililí l i lili! lili;

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

cativa la coincidencia entre ellos como en su r e l a c i ó n j ^ n j a r a monetarias, e inmediatamente entró a participar en las e r r . ^
e S a
Hería, que ambos tienen por algo extemporáneo y decadente. A; los Drake y Raleigh. El espíritu de empresa privada e x p , s ^ e j

e
sar de esta unanimidad fundamental, sus sentimientos respecto d una protección sin precedentes hasta entonces; no sólo la ^ t>t _
ideal caballeresco de vida/como no cabe esperar de otro modo a t r i ración, sino la misma legislación fue orientada hacia la d^
61 C t l S a
fenómeno tan complejo/son muy distintos. El dramaturgo Shafséí mis intereses . La economía de lucro se halló en ascerts d 0 e

peare adopta ante la idea de la caballería una actitud más positi rrumpido y el ambiente de prosperidad a ella ligado a b a t ^ ^ t ^
a
que el novelista Cervantes; pero el ciudadano de Inglaterra, ra' i ion entera. Todo lo que se podía mover e c o n ó m i c a m e ^ ri _ a

s
adelantado en su historia social, rechaza la caballería como, para especular. La burguesía rica y la.nobleza_ terrateniejti^ » t v j 6

más terminantemente que el español, no tan completamente lib cada a la industria formaron la nueva claje.^eJojrial. En. ^
ía
de prejuicios a causa de su propia prosapia caballeresca y de su c' de la corona con ella se expresó la estabilización de la s o j , o . . > c e a

ac
rrera militar. El dramaturgo no quiere, incluso por razones estilíf Pero no se debe, desde luego, sobrestimar la influencia *-
ticas,jreriunciar al realce social de sus héroes: tienen que ser prínci ta e intelectual de estas clases. La corte, en la que seguía. ^ ^ í t ú
1 0
pes, generales y grandes señores para levantarse teatralmente sqb" tono la antigua aristocracia, forma el centro de la vida p ú b p ^ ^ el
C
_sus contemporáneos, y caer desde una altura suficiente para causa Corona prefiere a la nobleza cortesana por encima de la b * V y l u a

es
con la peripecia de su destino, una impresión tanto mayor. la pequeña nobleza, siempre que pueda hacerlo sin daño i'a y
l
La monarquía se había convertido bajo los Tudor en despoti», La corte, en todo caso, se compone ya de elementos q u ^ § t e 0

e t l
mo. La alta nobleza, al término de la guerra de las dos rosas, est blecen sólo bajo los Tudor y que han ascendido gracias j Ho. a

r i
ba aniquilada casi por completo; la nobleza territorial inferior, 1 za. Los escasos descendientes de la antigua alta nobleza y , ^ % , e

Ca
campesinos propietarios de tierras y la burguesía ciudadana qu lleros terratenientes se encuentran de buena gana d i s ^ fc>a_
rían ante todo paz y orden, y cualquier gobierno les parecía bi enlazar en matrimonios y a cooperar económicamente C Q ^ o $ ^ e s t

siempre que fuese suficientemente fuerte como para impedir el r rica y conservadora de la burguesía. La nivelación social ^ f>a 0 c rt:e

e
torno de la anarquía. Inmediatamente antes de la ascensión de Isa! como en casi toda Europa, en parte por los matrimonios c4 j * ¡Ui^ e

s
bel al trono, el país fue visitado por el terror de la guerra civil; 1? tagos de los burgueses con la nobleza, en parte por la e d i ^ ° Vá ^ s

l ó t
diferencias religiosas parecían haberse hecho más inconciliables d los hijos de la nobleza de cuna para profesiones burguesa ^ * d s e

er
lo que ^ h a b í a n sido nunca; la hacienda estaba en una situación d^ Inglaterra, donde la regla es lo segundo, se realiza e s e n _ ^ o ci e f l

sesperada; la política exterior era confusa y en modo alguno trari una burguesización de la nobleza, en oposición ante todo, ^ ^ t e a

a
quilizadora. Ya el hecho de que la reina consiguiera apartar algún- ocurre en Francia, donde es fenómeno característico la s c . ° % e t l s e

l0r
de estos peligros y esquivar otros le aseguró cierta popularidad en la butguesía a la clase nobiliaria. Decisiva para la relación ^ > d e

a
tre amplios estratos de la población. Para las clases privilegiadas burguesía y de las clases medias terratenientes con la co_- ^ * a l Q t¡l

a s i
pudientes su gobierno significaba, ante todo, una protección a n t siendo la circunstancia de que la monarquía, tras luchas g^ s?

U a
el peligro de los movimientos revolucionarios que amenazaba: restablece el orden y está dispuesta en adelante a g a r a n t ^ * t e s

r a
desde abajo. Todas las suspicacias de las clases medias frente al au , guridad de las clases poseedoras. El principio del orden, i * s^ e

mentó del poder real enmudecían en consideración al bastión q u é la autoridad y la seguridad se convierten en fundamento <j ' ^ a . j
tenían en la monarquía para la lucha de clases. Isabel favoreció en • la U
todos los aspectos la economía capitalista; se encontraba, como la a
W. Cunningham, The Growth of English Industry and Commerce i ^ n

mayoría de los príncipes de su tiempo, en continuas dificultades The Mercantile System, 1921, pág. 98. Jv

470 471
Historia social de lá literatura y el arte El manierismo

logia burguesa, una vez que las clases adquirentes se han convenci- mismo. Shakespeare no aprueba seguramente los prejuicios de Co-
do de que para ellas nada es más peligroso que una autoridad débil riolano, pero la lamentable ceguera del aristócrata no le estropea la
y la conmoción de la jerarquía social. «Cuando la jerarquía vacila, visión imponente del «todo un hombre». Mira desde arriba y con
la empresa padece» (Troi/o y Crésida, I, 3): tal es el resumen de su superioridad a las amplias masas populares, en lo cual -como ya
filosofía social. El monarquismo de Shakespeare, lo mismo que el observó Coleridge- se mezclan desprecio y atenta benevolencia. Su
de sus contemporáneos, se explica, en primer lugar, por su miedo posición corresponde en conjunto a la actitud de los humanistas,
al caos. El pensamiento de la anarquía los persigue a cada paso; el cuyas consignas sobre la multitud «iliterata», «políticamente in-
orden del universo y la disolución de que tal orden parece amena- madura» y «tornadiza» repite fielmente. Que estos reparos no se
zado siempre es un tema fundamental en su pensamiento y su poe- fundan sólo en razones de educación resulta claro si se piensa que
62
sía . Prestan al cuadro del desorden social las dimensiones de la ar- la aristocracia inglesa, más cercana del humanismo desde un prin-
monía alterada del Universo y explican la música de las esferas cipio, presta al pueblo más comprensión y benevolencia que la bur-
como el canto de triunfo del ángel de la paz, en señor de los ele- guesía, más inmediatamente amenazada por las pretensiones eco-
mentos rebeldes. nómicas del proletariado, y que Beaumont y Fletcher, que entre los
¿Shakespeare ve el mundo con los ojos de un burgués bien si- compañeros de Shakespeare son los que están más cerca de la aris-
tuado, que piensa muy liberalmente, y es escéptico y en muchos as- tocracia, hacen aparecer al pueblo bajo una luz más favorable que
64
pectos desilusionado. Expresa opiniones políticas que arraigan en la mayoría de los dramaturgos de la época . Pero estimara Shakes-
la idea de los derechos humanos -como hoy los llamaríamos-, con-' peare mucho o poco las cualidades morales de la multitud, tuviera
dena los abusos del poder y la opresión del pueblo, pero condena muchas o pocas simpatías personales por el pueblo «maloliente» y
también lo que él llama la arrogancia y prepotencia del populacho,. «honrado», sería una simplificación excesiva de las cosas conside-
yj-°l ' o c a en su t e m o r
burgués, e l principio del «orden» por enci- rarlo como un puro instrumento de la reacción. Marx y Engels re-
ma de todas las consideraciones humanitarias .JLos críticos conser- conocieron en él lo decisivo con el mismo acierto que en el caso de
vadores suelen coincidir en que Shakespeare desprecia al pueblo y Balzac. Ambos, Shakespeare y Balzac, fueron, a pesar de su posi-
odia a la «turba» de las calles, pero muchos socialistas, que que- ción conservadora, campeones del progreso pues ambos habían
rrían sumarlo a sus fdas, piensan que no se puede hablar de odio y comprendido lo crítico e insostenible de la situación ante la que la
desprecio en este aspecto, y que de un poeta del siglo XVI no se mayoría de sus contemporáneos estaban tan tranquilos. Mas pensa-
puede esperar que se pusiera de parte del proletariado en el senti- ra Shakespeare como quisiera sobre la monarquía, la burguesía y el
do actual, tanto menos cuanto que entonces no existía tal proleta- proletariado, j j j p u r p hecho de que en una época de ascenso de la
63
riado todavía . Los argumentos de Tolstói y Shaw, que identifican nación y de florecimiento económico, del cual él mismo tanto pro-
las opiniones políticas de Shakespeare con las de sus héroes aristo- vecho sacaba, expresara una visión trágica del mundo y un pesi-
cráticos, ante todo con las de Coriolano, no son muy convincentes, mismo profundo, demuestra su sentido de responsabilidad social y
si bien es digno de notarse que Shakespeare insulta al pueblo con su convencimiento de que no todo estaba bien cual estaba. Shakes-
visible satisfacción, en lo cual desde luego no ha de olvidarse tam- peare no era seguramente ningún revolucionario ni ningún lucha-
poco el_ gusto especial que hay en el teatro isabelino por el insulto dor, pero pertenecía al campo de los que por su sano racionalismo
62
E. M. W. Tillyard, The Elhabethan World Picture, 1943, pág. 12.
3
T. A. Jackson, Marx and Shakespeare en «International Literarure», 1936, núm. 64
Cf. A. A. Smirnov, Shakespeare. A Marxist Interpretation, en Critics Group Series,
2, pág. 91. 1937, págs. 59 sig.

473
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

estorbaban el renacimiento de la nobleza feudal, lo mismo que Bal- ro corrompido por su aburguesamiento, que se ha vuelto un opor-
zac, con su revelación de la psicología de la burguesía, involunta- tunista y un cínico y querría aparecer todavía como un idealista
ria e inconscientemente se convirtió en uno de los precursores del abnegado y heroico. Falstaff reúne rasgos de la estampa de Don
socialismo moderno. Quijote con dotes del carácter de Sancho; pero, a diferencia de los
De los dramas de reyes de Shakespeare resulta claramente que héroes de Cervantes, es sólo una caricatura. Los tipos quijotescos
el poeta, en la lucha entre Corona, burguesía y nobleza inferior de puros los representan en Shakespeare figuras como Bruto, Hamlet,
66
un lado, y alta nobleza feudal de otro, no estaba completamente Timón y, en primer lugar, Troilo . Su idealismo alejado del mun-
de parte de los rebeldes arrogantes y crueles. Sus intereses e incli- do, su ingenuidad y credulidad son cualidades que evidentemente
naciones le unían a los estratos sociales que abarcaban la burguesía tienen en común con Don Quijote. ^Característico de la visión sha-,
y la nobleza de sentimientos liberales y aburguesada, que formaban kespeariana es solamente s u j t e m M g j ^ .
en todo caso, frente a la antigua nobleza feudal, un grupo progre- pena sin fondo que les causa el tardío descubrimiento de la verdad.
sista. Antonio y Timón, los ricos comerciantes, elegantes y magná- La actitud de Shakespeare frente a la caballería es muy com-
nimos, con sus maneras cuidadas y gestos señoriales, correspondían plicada y no del todo consecuente, Shakespeare transforma el oca-
mejor que nadie a su ideal humano. A pesar de sus simpatías por so de la clase caballeresca, que todavía describe en sus dramas de
la vida señorial, Shakespeare se colocaba siempre de parte del buen reyes con plena satisfacción, en la tragedia del idealismo, no por- >•
sentido humano, de la justicia y del sentimiento espontáneo, don- que se hubiera acercado, por ejemplo, a la idea de la caballería, sino
dequiera que estas virtudes burguesas entraran en colisión con los porque_también se le hace extraña la.realidad «anticaballeresca»
oscuros motivos de un romanticismo caballeresco irracional, de la COQ-SUJnaquiavelismo. Pues se veía adonde había llevado el predo-'
superstición o del turbio misticismo. Cordelia representa de la ma- minio de esta doctrina. Marlowe aparece todavía fascinado por Ma-
65
nera más pura estas virtudes en medio de su ambiente feudal . quiavelo, y el joven Shakespeare, el poeta de la crónica de Ricardo
Pues aunque como dramaturgo Shakespeare sabe apreciar el valor III, estaba evidentemente más entusiasmado con él que eLShakesr •
decorativo de la caballería, no puede intimar con el hedonismo sin peare tardío, para quien el maquiavelismo, lo mismo que para sus
escrúpulos, el absurdo culto al héroe, el individualismo violento y contemporáneos, se había convertido en una pesadilla. Es imposi-
desenfrenado de esta clase. Sir John Falstaff, sir Toby Belch, sir An- ble caracterizar de modo unitario la posición de Shakespeare ante
drew Aguecheek son parásitos desvergonzados; Aquiles, Áyax,
las cuestiones sociales y políticas de su época sin tomar en cuenta
Hostpur, perezosos y jactanciosos bravucones; los Percy, Glendo-
los diversos estadios de su desarrollo. Su visión del mundo experi-
wer, Mortimer, desconsiderados egoístas, y Lear es un déspota feu-
mentó precisamente hacia el final de siglyí en el momento de su
dal en un Estado en el que única y exclusivamente dominan prin-
plena madurez y del apogeo de su éxito,/úna crisis que cambió sus-
cipios heroico-caballerescos y donde nada que sea tierno, íntimo y
tancialmente todo su modo de juzgar la situación social y sus sen-
modesto puede subsistir.
timientos respecto de las distintas capas de la sociedad. Su anterior
Se ha creído poder reconstruir tranquilamente a partir de la fi- satisfacciórj_ante la situación dada y su optimismo ante el futuro
gura de Falstaff la idea que Shakespeare tenía de la caballería. Pero sufrieron una.conmoción, y aunque siguió ateniéndose al principio
Falstaff representa sólo una especie del caballero shakespeariano, es del orden, del aprecio de la estabilidad social y del desvío frente al
decir el tipo desarraigado por la evolución económica y el caballe- heroico ideal feudal y caballeresco, parece haber perdido su con-

66
Sergei Dinamov, King Lear, en «Intern. Lic.», 1935, núm. 6, pág. 61. Cf. Wyndham Lewis, Tbe Lion and the Fox, 1927, pág. 237. ^

474
BIIIlllIlillIlBíi

El manierismo
Historia social de la literatura y el arte

un género de segunda categoría. La lírica y la épica son ahora los


fianza en el absolutismo maquiavélico y en la economía de lucro sin
géneros poéticos y preferidos en los círculos cortesanos cultos; jun-
escrúpulos. Se ha puesto en relación este cambio de Shakespeare ha-
to a ellos el drama, con el amplio público a que se dirige, es consi-
cia el pesimismo con la tragedia del conde de Essex, en la que tam-
derado como una forma de expresión relativamente plebeya. Des-
bién estuvo complicado el preceptor del poeta, Southampton; y asi-
pués del fin de la guerra de las dos rosas, cuando los artistas
mismo, otros acontecimientos desagradables de la época, como la
ingleses comienzan a seguir el ejemplo de sus compañeros italianos
enemistad entre Isabel y María Estuardo, la persecución de los pu-
y franceses y participar en la literatura, la corte se convierte en In-
a
ritanos, la progresiva transformación de Inglaterra en un estado po-
glaterra, corno en los otros países, en centro de la vida literaria. La
licíaco, el fin del gobierno relativamente liberal y la nueva direc-
literatura inglesa renacentista es cortesana y practicada por aficio-
ción absolutista iniciada bajo Jacobo I, la agudización del conflicto
nados, a diferencia de la medieval, que sólo en parte era cortesana,
entre la monarquía y las clases medias, de ideas puritanas, han sido
67
siendo practicada principalmente por poetas de profesión. Wyatt,
señaladas como causas posibles de este cambio . Sea de ello lo que
Surrey, Sidney son elegantes aficionados, pero también la mayoría
se quiera, ja. crisis que Shakespeare experimentó conmovió todo.su
de los escritores profesionales de la época están bajo la influencia
equilibrio y le proporcionó un modo de ver el mundo, del que nada
espiritual de aristócratas cultos. Por lo que hace al origen de estos
es más significativo que el hecho de que, desde entonces, el poeta
literatos, sabemos que Marlowe era hijo de un zapatero; Peele, de
sienta más simpatía por las personas que fracasan en la vida públi-
un platero, y Dekker, de un sastre; que Ben Jonson abraza primero
ca que por aquellas que tienen fortuna y éxito. Bruto, el político
68
el oficio de su padre y se hace albañil; pero sólo una parte relativa-
inepto y desgraciado, queda particularmente cerca de su corazón .
mente pequeña de escritores procede de las clases inferiores; la ma-
Tal subversión de valores apenas puede explicarse por un simple 69
yoría pertenecen a la gentry, son funcionarios y comerciantes ricos .
cambio de humor, una aventura puramente privada o una inteli-
Ninguna literatura puede estar más condicionada en su origen y
gente corrección de opiniones anteriores. El pesimismo de Shakes-
sus orientaciones por razones de clase que la isabelina, cuyo objeto
peare tiene una dimensión suprapersonal y lleva en sí las huellas de
principal es la formación de nobles verdaderos y que se dirige, ante
una tragedia histórica.
todo, a círculos directamente interesados en la consecución de tal
La relación de Shakespeare con eí público teatral de su época
objetivo. Se encontró extraño que en un momento en que la vieja
corresponde muy bien a su actitud social en general; pero el cam-
nobleza estaba extinguida en gran parte y la nueva todavía hacía
bio de sus simpatías se puede seguir mejor en este aspecto concre-
poco que pertenecía a la burguesía, se pusiera tanto precio a la as-
to que en la abstracta generalidad. Podemos dividir su carrera ar- 70
cendencia y a la actitud nobiliaria ; pero precisamente el carácter
tística en varias fases separables bastante exactamente según los
advenedizo de una clase noble explica, según es bien sabido, las
estratos sociales para los que tiene más consideraciones como pú-
exageradas pretensiones que exhibe frente a los propios miembros
blico y según las concesiones que les hace. El autor de los poemas
de la clase. La educación literaria es en la época isabelina una de las
Venus y Adonis y Lucrecia es todavía un poeta que se atiene por com-
principales exigencias que un hombre elegante tiene que satisfacer.
pleto al gusto de la moda humanística y que escribe para los círcu-
La literatura es la gran moda, y es de buen tono hablar de poesía y
los aristocráticos, que elige la forma épica para cimentar su gloria,
discutir problemas literarios. El estilo artificioso de la poesía de
evidentemente porque en el drama, conforme la idea cortesana, ve

Phoebe Sheavyn, The Literary Profession m the Elizabethan Age, 1909, pág- 160.
Max J. Wolff, Shakespeare, 1908, II, págs. 56-58. David Daiches, Literature and Society, 1938, pág. 90.
Cf. John Palmer, Political Characters of Shakespeare. 1945, pág- VIII.

477
476
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

moda se admite en la conversación cotidiana ; también la reina ha- mimos domésticos habían formado compañías autónomas de cómi-
bla en este estilo afectado, y quien no habla así parece tan inade- cos. La protección de sus antiguos señores les servía de ayuda con-
71
cuado como si no supiese francés . La literatura se convierte en un tra la hostilidad de los funcionarios del Estado y les aseguraba un
juego de sociedad. Los poemas épicos y ante todo los líricos, los in- ingreso suplementario. Su protector les pagaba una renta anual y
finitos sonetos y canciones de los elegantes aficionados circulan reclamaba sus servicios a cambio de un salario especial siempre que
manuscritos entre la buena sociedad; no se imprimen, para con ello quería organizar para una fiesta de su casa una representación tea-
subrayar que el autor no es un poeta profesional, no lima sus obras 72
t r a l . Estos cómicos domésticos y de corte forman así la transición
y desea de antemano limitar su público. inmediata desde los actores y mimos de la Edad Media hacia los ac-
Un poeta lírico o épico es en estos círculos, aun entre los poe- tores profesionales de la Edad Moderna. Las antiguas familias se ex-
tas profesionales, más estimado que un dramático; encuentra más tinguen poco a poco, las grandes casas se acaban y los comediantes
fácilmente un protector y puede contar con un magnífico apoyo. Y, tienen que sostenerse por sí mismos; el impulso decisivo para la
sin embargo, la existencia material de un dramaturgo, que escribe formación de las compañías teatrales lo da la rápida evolución y
73
en primer lugar para el teatro público, gustado por todas las clases la centralización de la vida cortesana y cultural bajo los Tudor .
de la población, está más asegurada que la de los poetas que están Ya en tiempo de Isabel comienza una verdadera caza de protec-
limitados a un protector privado. Las obras teatrales son, desde tores. La dedicatoria de un libro y el pago por tal honor se convier-
luego, mal pagadas —Shakespeare adquiere una fortuna no como ten en un negocio ocasional, que no supone la menor dependencia ni
dramaturgo, sino como accionista de un teatro—, pero aseguran, verdadero respeto. Los escritores se superan en los aduladores encare-
dada la continua demanda, un ingreso regular. Por ello, casi todos cimientos, que además dirigen muchas veces a gente completamen-
los escritores de la época trabajan, aunque sea transitoriamente, te extraña. Mientras tanto, los protectores son cada vez más mezqui-
para el teatro; todos prueban su suerte en el teatro, aunque a veces nos y menos seguros en sus regalos. La antigua relación patriarcal
74
con remordimientos, lo cual es tanto más curioso cuanto que el tea- entre los mecenas y sus protegidos camina hacia su disolución . En-
tro isabelino tiene su origen en parte en la vida cortesana o casi cor- tonces aprovecha también Shakespeare la ocasión de pasarse al teatro.
tesana de las grandes casas. Los actores que andan vagando por el Si lo hizo, en primer lugar, para asegurarse la existencia, o porque en-
campo y los establecidos en Londres proceden de modo directo de tre tanto subió la estimación del teatro, y porque sus intereses y sim-
los bufones que habían estado al servicio de estas casas. Las grandes patías se desplazaron desde el estrecho círculo aristocrático hacia es-
casas señoriales tenían al final de la Edad Media sus propios acto- tratos más amplios, es difícil de decir; verosímilmente, pesaron en su
res -fijos u ocasionalmente empleados-, lo mismo que tenían sus decisión todos estos motivos a una. Con su paso al teatro comienza
juglares. Primitivamente, ambas clases debían de ser idénticas en- la segunda fase del desarrollo artístico de Shakespeare. Las obras que
tre sí. Representaban piezas en las fiestas, sobre todo en navidad y ahora escribe no tienen ya el tono clasicista y afectadamente idílico
en las festividades familiares, especialmente en las bodas, y tales de sus escritos primerizos, pero se siguen orientando por el gusto de
piezas eran compuestas generalmente para estas ocasiones. Lleva- las clases superiores. Son en parte orgullosas crónicas, pretenciosas
ban la librea y el escudo de su señor, lo mismo que las otras gentes piezas históricas y políticas, que ensalzan la idea monárquica, en par-
de la comitiva y los criados. La forma exterior de esta relación ser-
72
E. K. Chambers, The Elizabethan Stage, 1923.
vil se mantenía todavía en la época en que los antiguos juglares y 73
C. J. Sisson, The Theatres and Companies, en A Companion to Shakespeare Studies,
ed. por H. Granville-Barker y G. B. Harrison, 1944, pág. 11.
71
J. R. Green, A ShorI Hist. of tbe English People, 1936, pág. 400. 74
Ph. Sheavyn, op. cit., págs. 10 sig., 21 sig., 29.

478 479
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

te comedias ligeras y de romántica exuberancia, que, llenas de opti- fases de su evolución fue prefiriendo clases distintas y al final ya no
mismo y alegría de vivir, despreocupadas de los cuidados del día, se se podía identificar del todo con ninguna. Jihakespeare fue de todos
mueven en un mundo completamente ficticio. modos el primero, si no el único, gran poeta en la historia del teatro
Hacia el final de siglo comienza el tercer período,/él trágico, de que se dirigió a un público amplio y mezclado, que comprendía,
la carrera de Shakespeare. El poeta se ha alejado mucho del eufuís- puede decirse, a todas las clases de la sociedad, y ante él logró plena
mo y del frivolo romanticismo de las clases altas;43arece también ha- ¡j resonancia. La tragedia griega era un fenómeno demasiado comple-
berse separado de las clases medias. Compone sus grandes tragedias jo; la participación del público en ella estaba formada de componen-
sin consideraciones a una clase determinada, para el gran público tes muy diversos como para que podamos juzgar su efecto estético;
mezclado de los teatros de Londres. Del antiguo tono ligero no los motivos religiosos y políticos desempeñaban en su acogida un pa-
queda ninguna huella; también las llamadas comedias de este pe- pel por lo menos tan importante como los artísticos; su público era,
HócTo están llenas de melancolía. Después sigue la última fase en la por razón de la limitación de la entrada a los ciudadanos libres, más
evolución del poeta, época de resignación y de paz, con sus tragi- unitario que el del teatro isabelino; sus representaciones ocurrían
comedias que alguna vez hacen incursiones en el romanticismo, además en forma de festividades que se celebraban relativamente po-
Shakespeare se aleja cada vez mas de la burguesía, que en su puri- cas veces, de manera que su capacidad de atracción sobre las clases
tanismo se hace de día en día más miope y mezquina. Los ataques más amplias nunca fue de verdad puesta a prueba. Tampoco el dra-
de los funcionarios estatales y eclesiásticos contra el teatro se vuel- ma medieval, cuya representación se realizaba en condiciones exter-
ven cada vez más violentos; los actores y dramaturgos han de buscar nas semejantes a las del isabelino, presentó ninguna obra verdadera-
de nuevo sus protectores y valedores en los círculos de la corte y de mente importante, por lo que su aceptación entre las masas no
la nobleza, y acomodarse una vez más al gusto de ellos. La direc- plantea un problema sociológico a la manera planteada por el drama
ción representada por Beaumont y Fletcher triunfa; también Sha- shakespeariano. Pero el verdadero problema en el caso de Shakes-
kespeare se suma a ella en cierta medida. Escribe otra vez piezas en peare no consiste en .que/él, el más grande poeta de su tiempo, fuera
las que no sólo predominan los temas románticos y de cuento, sino a la vez el dramaturgo más popular, ni que aquellas de sus piezas que
que en muchos aspectos recuerdan los desfiles y mascaradas de la preferimos nosotros fueran también las de más éxito entre sus con-
75
corte. Cinco años antes de su muerte, en la cumbre de su carrera, temporáneos , sino que fen_cada ocasión las más amplias clases del
Shakespeare se retira del teatro y cesa por completo de escribir co- público juzgaran con más.acierto que los cultos y los entendidos. La
medias. ¿La más magnífica obra dramática que le había sido dado gloria literaria de Shakespeare alcanzó hacia 1589 su cénit y dismi-
crear a un poeta fue el regalo del destino a un hombre que, en pri- nuyó precisamente a partir del momento en que había alcanzado la
mer lugar, tenía que suministrar a su empresa teatral material uti- plena madurez; pero el público teatral le siguió siendo fiel y confir-
lizable, y que cesó de producir cuando se aseguró a sí mismo y a su mó aquella posición sin rival que él había alcanzado ya antes.
familia una existencia sin cuidados, o fue más bien la creación de un Para contradecir la idea de que el teatro de Shakespeare fue un
poeta que dejó de escribir cuando según su sentir ya no existía teatro de masas en el sentido moderno de la expresión, se ha alega-
16
un público al que valiera la pena dirigirse? do la cabida relativamente pequeña de los teatros de entonces .
Respóndase como se quiera a esta pregunta, y hágase a Shakes- Pero las pequeñas dimensiones del teatro, que por otra parte esta-
peare retirarse del teatro satisfecho o aburrido, lo cierto es que du-
rante la mayoría del tiempo de su carrera teatral Shakespeare man- " Alfred Harbage, Shakespeare'! Audience, 1941, pág. 136.
M
tuvo una relación muy positiva con el público, aunque en las diversas J. Dover Wilson, The Essential Shakespeare, 1943, pág. 30.

480 481

•Ilflifiiii^ IlllllllllllliimilllllllllllllllWltiillllWI'ffl»!»!»"'
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

ban compensadas por las diarias representaciones, no modifican nada do la pregunta de si Shakespeare se sirvió de aquellos efectos que
el hecho de que su público estuviera compuesto por las más diver- empleaba aparentemente para dar gusto a la parte menos exigente
sas clases de la población londinense. Los oyentes de patio no eran de su público sin remordimientos o con repugnancia. La diferen-
en modo alguno los señores absolutos del teatro, pero, con todo, cia de educación entre los diversos estratos del público no habrá
allí estaban y no podían en ninguna circunstancia ser olvidados. sido de todos modos tan grande como para que tengamos que su-
Además, estaban allí en número relativamente grande. Si bien las poner sólo en los espectadores menos educados la afición a una ac-
clases superiores aparecían mejor representadas de lo que hubiera ción bien visible y a bromas de gusto equívoco. Los exabruptos de
correspondido proporcionalmente a la parte que formaban de la po- Shakespeare contra los espectadores de patio son desorientadores;
blación, las clases trabajadoras, que eran la mayoría dominante en hay en ellos, sin duda, algo de afectación, y puede haber influido el
la población de la capital, constituían la mayor parte del público, deseo de halagar a la parte más distinguida del auditorio . 78

a pesar de estar peor representadas. Así permiten establecerlo los Tampoco entre los teatros «públicos» y los «privados» parece
precios de las entradas, que estaban principalmente calculados den- haber sido muy grande la diferencia que antes se suponía. Hamkt
77
tro del alcance de estos elementos . En todo caso era un ayditorio_ tuvo en unos y en otros el mismo éxito, y frente a las reglas artís-
jieterogéneo, tanto desde el punto de vista económico como del de ticas clásicas el auditorio era, en una como en otra clase de teatro,
clase y educación, el que Shakespeare tenía ante sí; el público de las 79
indiferente . Pero no es lícito en el mismo Shakespeare contrapo-
tabernas se reunía con representantes de la clase alta ilustrada y con ner marcadamente lo que comprendemos bajo el nombre de
los miembros de las clases medias, ni particularmente cultas ni conciencia artística y los supuestos que se daban en su teatro, como
completamente inciviles. Y aunque no era ya, en modo alguno, el 80
suele ocurrir en la bibliografía crítica del pasado .' Shakespeare no
público de los escenarios ambulantes de los mimos el que llenaba .escribe un drama porque quiere conservar una vivencia o resolver
los teatros del Londres isabelino, era siempre el público de un tea- un problema; no se da en él primero el tema, ni busca a posteriori la
tro popular, y precisamente de un teatro popular en el amplio sen- forma y la posibilidad de exponerlo, sino que antes que nada exis-
tido de los románticos. te una demanda, y él procura principalmente satisfacerla. Escribe
La coincidencia de calidad y popularidad en el drama shakes- sus piezas porque su teatro las necesita. Por otra parte, no se debe
peariano ¿radica en una profunda relación íntima o en un puro ma- extremar, a pesar del profundo vínculo de Shakespeare con el tea-
lentendido? Al ^público, en todo caso, parecen haberle gustado en_ tro viviente, la teoría de la justificación escénica de su arte. Los dra-
las piezas de Shakespeare no sólo los violentos efectos escénicos, la mas estaban dedicados ante todo a un teatro popular, pero en una
acción brutal y sangrienta, las toscas burlas y las largas tiradas de época de humanismo, en la que también se leía mucho. Se ha ob-
versos, sino también los pormenores tiernos y más profundamente servado que considerado el tiempo corriente de dos horas y media
poéticos, pues en otro caso estos pasajes no habrían podido alcan- de representación, la mayoría de las piezas de Shakespeare son de-
zar la importancia que alcanzaron. Es con todo posible que los es- masiado largas como para poder ser representadas sin cortes. (¿Es
pectadores de pie en el patio dejaran que actuara sobre ellos el puro que se suprimirían en las representaciones precisamente los pasajes
ruido y el tono general de tales pasajes, como bien puede suceder
con un público aficionado al teatro e ingenuo. Pero estas son cues- 78
C. J. Sisson, op. cit., pág. 39.
tiones ociosas, por insolubles. No tiene tampoco mucho más senti- 79
H. J. C. Grierson, Cross Currents in English Lit. of the 11 th Century, 1929, pág.
173; A. C. Bradley, Shakespeare'.! Theatre and Audience, 1909, pág. 364.
80
Cf. Roben Bridges, On the lnfluence of the Audience, en The Works of Shakespeare,
77
A. Harbage, op. cit.. pág. 90. Shakespeare Head Press, vol. X, 1907.

482 483
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

de valor poético?) La explicación de la longitud de estas piezas es, tender y lo que de ello se puede esperar. Ante una pieza teatral, por
evidentemente, que el poeta al componerlas pensaba no sólo en la el contrario, no es éste en absoluto el caso. Pero en los tiempos de
escena, sino también en la publicación en forma de libro . Son, por 81
Isabel iban las gentes al teatro como nosotros vamos al cine, y coin-
consiguiente, irreales ambas ideas, la que atribuye toda la grande- cidían en sus exigencias respecto de lo que allí se les daba, por dis-
za de Shakespeare al origen de puro oficio y a la orientación popu- tintas que fueran en otros órdenes sus necesidades intelectuales. El
lar de su arte, y también la contraria, que considera todo lo que en criterio común de entretenimiento y emoción en las diversas clases
sus obras es ordinario, sin gusto y descuidado, como una concesión de la sociedad hizo posible el arte de Shakespeare, aunque en modo
a las amplias masas del público. alguno lo creara, y condicionó sus caractetes, pero no su calidad.
De la grandeza de Shakespeare no hay una explicación socioló- No sólo el contenido y la tendencia, sino también la forma del/<
gica, como no la hay de la calidad artística en general. El hecho, sin drama shakespearianoestán condicionados por la estructura políti-
embargo, de que en los tiempos de Shakespeare existiera un teatro ca y social de la época. Surge de la fundamental vivencia de la po-
popular, que abarcaba las más diversas capas de la sociedad y las lítica realista, es decir de la experiencia de que la idea pura, no fal-
unía en el goce de los mismos valores, debe poder ser explicado. sificada, sin cqncesipnes^nojniede realizarse en la tierra, y que, o
Frente a las cuestiones religiosas es Shakespeare, como la-mayoría hay-que'sacrificaT la-pureza de la idea a la realidad o la realidad ha-
de los dramaturgos de su época, completamente indiferente. De un brá'de quedar intuca.da por la idea. El dualismo del mundo ideal y
sentido de comunidad social no puede hablarse en su público. La fenoménico no se descubrió entonces por vez primera, pues ya lo
conciencia de unidad nacional está haciéndose entonces, y todavía conocieron la Edad Media como también la antigüedad. Pero a la
no se expresa culturalmente. La reunión de las distintas clases de la epopeya homérica le es todavía completamente extraña esta antíte-
sociedad en el teatro la hace posible tan sólo la dinámica de la vida sis, y la misma tragedia griega no trata aún propiamente el con-
social, que mantiene fluidos los límites entre las clases y que, aun- flicto de estos dos mundos. Más bien describe la situación en que
que no borra las diferencias objetivas, permite pasar a los sujetos de caen los mortales por la intervención de los poderes divinos. La
una categoría a otra. Las diversas clases de la sociedad están en la complicación trágica no surge en ella porque el héroe se sienta
Inglaterra isabelina menos separadas entre sí que en el resto de Oc- empujado hacia un más allá, y tampoco lleva la tragedia al héroe
cidente. En primer lugar, las diferencias de educación son menores cerca del mundo de las ideas, a que sea empapado más profunda-
que, por ejemplo, en la Italia del Renacimiento, donde el huma- mente por ellas. Tampoco en Platón, que no sólo conoce el antago-
nismo trazaba entre los distintos círculos de la sociedad fronteras nismo entre idea y realidad, sino que lo convierte en fundamento
más claras que en Inglaterra, económica y socialmente estructura- principal de su sistema, se tocan entre sí ambas esferas. El idealis-
da de modo semejante, pero «más joven», y donde, por consi- ta de mente aristocrática se mantiene en una pasividad contempla-
guiente, no podía aparecer ninguna institución cultural que fuera tiva frente a la realidad y pone la idea en una lejanía inaccesible e
comparable en universalidad con el teatro inglés. Este teatro-es_re- incalculable. La oposición entre este mundo y el otro, entre exis-
sultado de una nivelación sin ejemplo fuera de Inglaterra. En este tencia corporal y espiritual, imperfección y plenitud del ser, la per-
aspecto es verdaderamente instructiva la analogía, a menudo exa- cibió la Edad Media más profundamente que cualquier época antes
gerada, entre la escena isabelina y el cine. Al cine se va para ver una o después, pero la conciencia de esta oposición no engendró en el
película; sea uno culto o no, ya se sabe lo que por ello hay que en- hombre medieval ningún conflicto trágico. El santo renuncia al
mundo; no busca realizar lo divino en lo terrenal, sino prepararse
L. L. Schuecking, Die Charakterprobleme bei Shakespeare, 1932, 3." ed., pág. 13. para una existencia en Dios. Según la doctrina de la Iglesia, no es

484 485
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

misión del mundo elevarse al más allá, sino ser el escabel bajo los ses culturales de Europa tres formas más o menos autónomas de
a
pies de Dios. Para la Edad Media hay sólo diversos distanciamien- teatro: 1. , el drama religioso, que, con excepción de España, en to-
a
tos de lo divino, pero no hay conflicto posible con ello. Un punto das partes se aproxima a su fin; 2. , el drama erudito, que se ex-
de vista moral que quisiera justificar la oposición a la idea divina y tiende por todas partes con el humanismo, pero en ninguna se tor-
a
dar valor a la voz del mundo frente a la voz del cielo sería comple- na popular, y 3. ,;iel teatro popular, que crea formas diversas que
tamente absurdo desde el punto de vista de la mentalidad medie- oscilan entre la commedia dell' arte y el drama shakespeariano, las
val. Estas circunstancias explican por qué la Edad Media no tiene cuales se acercan a la literatura, ora más ora menos, pero, sin em-
tragedia y por qué la tragedia clásica es fundamentalmente distin- bargo, no pierden del todo su conexión con el teatro medieval. El
ta de lo que nosotros entendemos por final trágico. Sólo la época drama humanístico! introdujo tres novedades importantes: trans-
del realismo político descubre la forma de drama trágico que co- formó el teatro medieval, que en lo esencial era representación y
rresponde a nuestra idea y traslada el conflicto dramático de la ac- pantomima, en obra de arte literaria; aisló, para realzar la ilusión,
ción al alma del héroe, pues sólo una época que es capaz de com- la escena del público; y, finalmente, concentró la acción tanto en el
prender los problemas de la acción realista, orientada sobre la espacio como en el tiempo, sustituyendo, con otras palabras, la des-
inmediata realidad, puede atribuir su valor moral a una actitud que mesura épica de la Edad Media por la concentración dramática del
83
tiene validez para el mundo, aunque no la tenga frente a las ideas. Renacimiento . Shakespeare fue sólo el primero en apropiarse de
La transición de los misterios no trágicos ni dramáticos de la estas innovaciones, pero en cierta medida conserva tanto la falta
Edad Media a las tragedias de la Edad Moderna la forman las mo- medieval de separación entre la escena y los espectadores como la
ralidades de la Baja Edad Media. En ellas se expresa por primera épica amplitud del drama religioso y el carácter movido de la ac-
vez la lucha psicológica, que en el drama isabelino se eleva a trági- ción. En este aspecto es menos avanzado que los autores de dramas
82
co conflicto de conciencia . Los motivos que Shakespeare y sus humanísticos, y propiamente no ha tenido ningún heredero en la
contemporáneos añaden a la descripción de esta lucha psicológica literatura dramática moderna. Tanto la tragédie classique, el drama
consisten en la inevitabilidad del conflicto, en lo insoluble de su fi- burgués del siglo XVIII y el del clasicismo alemán, como el teatro
nal y en la victoria moral del héroe en medio de su caída. Esta vic- naturalista del siglo XIX, de Scribe y Dumas hijo a Ibsen y Shaw,
'toria se hace sólo posible con la concepción de la idea moderna de están más cerca del drama humanístico, por lo menos en el aspec-
destino, que se diferencia de la antigua ante todo en que el héroe to formal, que del tipo shakespeariano, con su suelta estructura y
trágico afirma su destino y lo acepta como lleno de sentido. En el su relativamente pequeño ilusionismo escénico. Su continuación la
pensar moderno, un destino se vuelve trágico sólo mediante su afir- tiene propiamente la forma shakespeariana sólo en el cine. Pero en
mación. El parentesco espiritual de esta idea de lo trágico con el él únicamente se mantiene una parte de los principios formales
pensamiento protestante de la predestinación es innegable, y aun- shakespearianos; así, en primer lugar, la composición por suma, la
que quizá no hay en ello ninguna dependencia directa, existe en discontinuidad de la acción, la sucesión brusca de escenas, la acción
todo caso un paralelismo desde el punto de vista de la historia de libre y cambiante en el espacio y en el tiempo. Pero de una renun-
las ideas, que permite aparecer llena de sentir» la simultaneidad cia al efecto ilusionista de la escena puede hablarse en el cine tan
de la Reforma con la formación de la tragedia moderna. poco o aun menos que en el drama. La tradición medieval y popu-
En la época del Renacimiento y del manierismo hay en los paí-
83
Cf. Hennig Brinkmann, Anfdnge des modernen Dramas in Deutschland. 1933,
2
" Cf. Alkrdyce Nicoll, British Drama, 1945, 3." ed., pág. 42. pág. 24.

I 487
486
„;!¡„j„;i';,í; •.. ¡.¡¡¡;;!:.!".:!.:¡..!¡¡Ji¡
mi i l i i h i : . i, i ., «JÉIIÉÉÉKIÉI

Historia social de la literatura y el arte El manierismo

el tan conocido tema del incesto, o The Changeling (El supositicio),


lar del teatro, que todavía estaba viva en Shakespeare y sus con-
de Middleton, sobre la psicología del pecado. En todas estas pie-
temporáneos, fue destruida por el humanismo, el manierismo y el
zas, a las que hay que añadir el drama sensacionalista anónimo Ar-
Barroco, y en los dramaturgos posteriores pervive a lo sumo como
den of Feversham, es «burgués» el interés por lo criminal, que para
pálido recuerdo; lo que en el cine recuerda esta tradición no está
los burgueses que se aferran temerososjü_principio del orden sig-
evidentemente en relación de continuidad con Shakespeare, sino
nifica simplemente el caos. En\Shakespearej la violencia y el peca-
que resulta de las posibilidades de una técnica que está en condi-
do nunca tienen este sello criminal; sus criminales son fenómenos
ciones de resolver las dificultades a las que el teatro shakespeariano
naturales que no podrían respirar en el ambiente cerrado de los
hubo de dar soluciones ingenuas o crudas.
dramas burguesesJae Heywood, Dekker, Middleton y Ford. Y,._sin
_ Lo más característico en Shakespeare, bajo el aspecto estilísti-
embargo, el carácter fundamental del arte de Shakespeare es com- •' ~_'
co, es el enlace de la tradición popular del teatro con la evitación
J pletamente naturalista. No sólo en el sentido de que abandona los¡N(
•'- ' de la tendencia que conduce al «drama burgués». En él, a dife-
principios de unidad, economía y orden del arte clásico, sino tam-
rencia de la mayoría de sus contemporáneos, no se hallan como
bién de que trabaja en la continua expansión y complicación de -,
S: protagonistas figuras realistas burguesas, ni existen el sentimenta-
sus motivosfEs naturalista en Shakespeare ante todo el dibujoCot
lismo y la inclinación a moralizar que caracterizan a tales drama-
de los caracteres, la psicología diferenciada de sus figuras y el for-
turgos. En Marlowe encontramos protagonistas como Barrabás el
mato humano de sus héroes, que incurren en evidentes contradic-
usurero y Fausto el doctor que en los dramas humanistas hubieran
ciones y están llenos de debilidades. Piénsese solamente en Lear,
podido ser a lo sumo figuras secundarias. Shakespeare, cuyos hé-
que es un viejo necio; Ótelo, que es un mocetón ingenuo; Corio-
roes, aun cuando pertenecen a la clase burguesa, manifiestan una
lano, que es un chico de escuela obstinado y ambicioso; Hamlet,
actitud aristocrática, significa en el aspecto de la historia social un
débil, gordo y de corto aliento; César, epiléptico y sordo de un
cierto retroceso en comparación con Marlowe. Pero entre los con-
oído, supersticioso, vano, inconsistente, fácil de influir y, sin em-
temporáneos más jóvenes de Shakespeare hay ya dramaturgos que,
bargo, de una grandeza a cuyos efectos nadie puede escapar. Sha- ¡4
como Thomas Heywood y Thomas Dekker, en primer lugar, ha-
kespeare realza el naturalismo del trazado de los caracteres por el
cen transcurrir sus piezas muchas veces por completo en el mun-
.detalle de sus petits fgjti vrah, entre los que está que el príncipe
do de la clase media y expresan el sentido de la vida de la burgue- a

Enrique pida cerveza después de su lucha, o que Coriolano se se-


sía. Eligen como héroes a comerciantes y trabajadores, describen
que el sudor de la frente, o el que Troilo, después de la primera
la vida y las costumbres familiares, buscan efectos melodramáticos
noche de amor, prevenga a Crésida contra el aire fresco de la ma-
y una enseñanza moral, gustan de motivos sensacionales y am-
ñana y le diga: «You will catch cold and curse me» (Vas a atrapar
bientes crasamente realistas, como manicomios, burdeles, etc.
un catarro y a maldecirme).
Ejemplo típico de la manera de tratar «burguesamente» una tra-
El naturalismo de Shakespeare tiene, empero, límites demasia-
gedia amorosa en esta época es A Woman killed with Kindness (La
do visibles. Los rasgos individuales están en él mezclados por todas
mujer asesinada con amabilidad), de Heywood, pieza cuyo prota-
partes con los convencionales; los diferenciados, con los simples e
gonista es ciertamente un noble, pero que ante su desgracia con-
ingenuos; los refinados, con los primitivos y crudos. De los medios
yugal reacciona de una manera antiheroica y anticaballeresca en
artísticos que halla a su disposición acepta muchos con intención y
grado sumo. Es un drama de tesis, que gira alrededor de la cues-
para sus fines, pero la mayoría sin crítica y sin pensarlo. El peor
tión, en aquella época tan candente, del adulterio, lo mismo que
error de los antiguos estudios sobre Shakespeare consistía en ver en
'Tis a Pity Sbe's a Whore (Lástima que sea una puta), de Ford, sobre

488

• • i l l i i l i i i i i l i i i i i i
Historia social de la literatura y el arte El manierismo

todos los medios de expresión del poeta soluciones bien pensadas, un rasgo común con Balzac— una verdad íntima tan incontrasta-
cuidadosamente calculadas y condicionadas artísticamente, y, ante ble, una sustancialidad tan inagotable que no cesan de vivir ni
todo, en procurar explicar todos los rasgos de sus caracteres por de respirar, por muy forzados y muy desdibujados que estén. En
motivos de psicología íntima, cuando, precisamente, en realidad realidad, apenas hay una falta contra la verdad psicológica que
muchas veces se han mantenido porque se daban ya en las fuentes cometan los otros dramaturgos isabelinos y de la que Shakespea-
de Shakespeare, o fueron elegidos porque constituían la solución re esté libre; es incomparablemente mayor que ellos, pero no dis-
más sencilla, cómoda y breve de una dificultad de la que el drama- tinto. Tampoco su grandeza tiene nada de la «perfección», nada
84
turgo no creía que mereciera la pena ocuparse m á s . El conven- de la «falta de tachas» de los clásicos. Le falta el carácter de mo-
cionalismo de la psicología de Shakespeare se expresa de la manera delo de éstos, pero le falta también su simplicidad, su monoto-
más evidente en el empleo de tipos ya fijados en la literatura ante- nía. La peculiaridad del fenómeno Shakespeare y la antítesis en-
rior. No sólo las comedias de la primera época conservan las figu-
tre su estilo dramático y la forma clásica y normativa han sido
ras estereotipadas de la comedia clásica y del mimo, sino que un ca-
sentidas y subrayadas desde hace tiempo. Ya Voltaire y el propio
ráctet aparentemente tan original y complicado como Hamlet es¿
Jonson reconocieron que en él operaba una fuerza violenta y na-
como se sabe, una figura fijada, esto es, el «melancólico», que en
tural que no se cuidaba de las «reglas», que no podía ser sujeta-
los días de Shakespeare estaba muy de moda y que hallamos a cada
da por éstas, y que hallaba expresión en una forma dramática
paso en la literatura contemporánea.
completamente distinta de la tragedia clásica. Todo el que tenía
Pero el naturalismo psicológico de Shakespeare es también sentido de las diferencias estilísticas veía que se trataba de dos
en otros aspectos limitado. La falta de unidad y consecuencia en tipos distintos de un género; únicamente, no siempre se recono-
el dibujo de los caracteres, los cambios inmotivados y las con- ció que la diferencia era histórica y sociológica. La diferencia so-
tradicciones en el desarollo de ellos, la descripción y explicación ciológica sólo se hace visible cuando se busca la explicación de
que las figuras hacen de sí mismas en monólogos y apartes, la por qué en Inglaterra se impuso un tipo y en Francia el otro, y
falta de perspectiva de sus juicios sobre ellos mismos y sobre sus qué pudo haber tenido que ver la relación del público con la vic-
antagonistas, los comentarios que ellos hacen, que a menudo hay toria de la forma shakespeariana del drama en una parte y con la
que tomar a la letra, el mucho hablar sin significación y sin re- de la tragédie classique en la otra.
lación alguna con el carácter del que habla, la falta de atención La comprensión de la peculiaridad estilística de Shakespeare se
del poeta^que muchas veces olvida quién está hablando, si Glos- ha hecho difícil precisamente por el empeño de ver en él sencilla-
ter o Lear, o si el propio Timón o Lear, y que no pocas veces dice mente al poeta inglés del Renacimiento. Ciertos rasgos renacentis-
palabras que tienen función puramente lírica, de ambiente, mu- tas —individualistas y humanistas— se hallan sin duda en su arte, y
sical, y que muchas veces habla por boca de sus figuras todo esto u
poder demostrar un movimiento renacentista propio era en el siglo
son infracciones de las reglas de aquella psicología cuyo primer
pasado el orgullo de cada una de las literaturas nacionales de Occi-
gran maestro es precisamente Shakespeare. Su sabiduría y pro-
dente. ¿Quién hubiera podido representar más dignamente tal mo-
fundidad psicológicas quedan intactas a pesar de los descuidos
vimiento en Inglaterra que Shakespeare, cuya desbordada vitalidad
que se le escapan. Sus caracteres tienen -y también esto es en él
correspondía lo mejor posible al concepto corriente de Renaci-
miento? Pero, de todos modos, quedaba sin explicar lo caprichoso,
84
Cf. L. L. Schücking, Die Cbarakterprobleme bei Shakespeare, passim; E. E. Stoll, Art desmesurado y exuberante del estilo de Shakespeare. A la conside-
and Artífice in Shakespeare. 1934. ración de este resto inexplicado hay que añadir que, desde hace

490 491

UuuiiélilU iL¡nl,,]i,J r- ',' Ti ih.imiiniiiiirniiiiii ini ,


Historia social de la literatura y el arte El manierismo

aproximadamente una generación, cuando el concepto de Barroco lidad en el lenguaje de Shakespeare. Es manierista su eufuísmo, sus
fue sometido a revisión y en el cambio de apreciación de las obras metáforas tantas veces recargadas y confusas, su acumulación de an-
de este arte ha surgido como una moda de él, la idea del carácter títesis, asonancias y juegos de palabras, su preferencia por el estilo
barroco del drama shakespeariano ha encontrado numerosos parti- complicado, eniredfrdo~y-«nigmático. Manierista es también lo ex-
85
darios . Si se consideran la pasión, el pathos, la impetuosidad, la travagante,' raro y paradójico, de que no está libre por completo
exageración como rasgos fundamentales del Barroco, es evidente- ninguna "obra de Shakespeare: el juego erótico con el disfraz de
mente fácil hacer de Shakespeare un poeta Barroco. Pero un para- hombre de papeles de muchacha representados por hombres en las
lelo del modo de composición de los grandes artistas del Barroco, comedias, el amante con cabeza de asno en El sueño de una noche de
como Bernini, Rubens y Rembrandt, con el de Shakespeare, no se verano, el negro de protagonista en Ótelo, la enredada figura de Mal-
puede realizar en forma concreta. La traslación, por ejemplo, de las volio en Noche dereyes o Lo que queráis, las brujas y el bosque en mar-
categorías wolfflinianas del Barroco - l o pictórico, la profundidad cha en Macbeth, las escenas de locura en Lear y Hamlet, el incómo-
espacial, la falta de claridad, de unidad y la forma abierta- al caso do ambiente de juicio final en Timón de Atenas, el retrato parlante
de Shakespeare, o se queda en generalidades que nada dicen, o se en Cuento de invierno, la máquina del mundo mágico en La tempes-
funda en puros equívocos. El arte de Shakespeare contiene natural- tad, etc. Todo esto forma parte del estilo de Shakespeare, si bien no
mente también elementos barrocos, como el de Miguel Ángel; pero agota por completo el arte del poeta, j
el creador de Ótelo es un artista barroco tan escasamente como l o '
es el de las tumbas de los Médicis. Cada uno de ellos es un casojes-_
r pecial, en el que se mezclan de modo particular los elementos del
^Renacimiento, "del' nranierísmo y del Barroco, sólo que en Miguel».
Ángel es predominante la tendencia renacentista, y en Shakespea-
re, la-manierista. Ya la insoluble combinación de naturalismo y
convencionalismo nos lleva a partir, para la explicación de la forma
shakespeariana, del manierismo. De la justicia de tal proceder ha-
bla también la continua mezcla de los temas trágicos y cómicos} la
naturaleza mixta de los tropos, la grosera síntesis de los elementos
concretos y abstractos, sensuales e intelectuales, la a veces forzada
ornamentación de la composición (como, por ejemplo, la repetición
del motivo de la ingratitud filial en Lear), la acentuación de lo iló-
gico, insondable y absurdo de la vidirj la idea de lo teatral, de en-
sueño forzado y dificultoso de la existencia humana. Manierista, y
no explicable de otro modo que por el gusto manierista contempo-
ráneo, es lo artificioso y decorativo, la afectación y afán de origina-

85
Oskar Walzel, Shakespeare! dramatische Baukunst, en «Jahrb. der Deucschen Sha-
kespeare-Ges.», vol 52, 1916; L. L. Schücking, The Baroque Character of the Elizabetban
Hero, en «The Annual Shakespeare Lecture», 1938; Wilhelm Michels, Barockstil in Sha-
kespeare und Calderón, en «Revue Hispanique», 1929, LXXV, págs. 370-458.

492 493
1

EL CONCEPTO DE B A R R O C O

E L manierismo correspondió como estilo artístico a un sen-


tido de la vida escindido, pero igualmente extendido por
todo Occidente; en el Barroco se exterioriza una mentali-
dad en sí más homogénea, pero que en los diversos países cultos de
Europa adopta formas diferentes. El manierismo fue, como el gó-
tico, un fenómeno europeo general, aunque se limitó a círculos
mucho más estrechos que el arte cristiano de la Edad Media; el Ba-
rroco comprende, por el contrario, esfuerzos artísticos tan diversi-
ficados, los cuales surgen en formas tan varias en los distintos paí-
ses y esferas culturales, que parece dudosa la posibilidad de
reducirlos a un común denominador. No sólo el Barroco de los am-
bientes cortesanos y católicos es completamente diverso del de las
comunidades culturales burguesas y protestantes; no sólo el arte de
un Bernini y un Rubens describe un mundo interior y exterior-
mente distinto del de un Rembrandt y un Van Goyen. Incluso den-
tro de estas mismas dos grandes corrientes estilísticas se marcan
otras diferencias tajantes. La más importante de estas ramificacio-
nes secundarias es la del Barroco cortesano y católico en una direc-
ción sensual, monumental y decorativa «barroca» en el sentido tra-
dicional, y un estilo «clasicista» más estricto y riguroso de forma.
La corriente clasicista está presente en el Barroco desde un princi-
pio y se puede comprobar como corriente subterránea en todas las
formas particulares de este arte, pero no se hace predominante has-
ta 1660, en las especiales condiciones sociales y políticas que ca-
racterizan a Francia en esta época. Junto a estas dos formas funda-
mentales del Barroco eclesiástico y cortesano hay en los países
católicos una corriente naturalista que aparece automáticamente al
comienzo de este período estilístico, y que tiene sus representantes
especiales en Caravaggio, Louis Le Nain y Ribera, pero que más

497
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

tarde impregna el arte de todos los maestros importantes. Gana fi- ran de cartón, figuras en los cuadros que están iluminadas de modo
nalmente en Holanda el predominio, lo mismo que en Francia, el antinatural y que hacen gestos antinaturales como en la escena, es-
clasicismo, y en estas dos direcciones se expresan de la manera más culturas que buscan superficiales efectos ilusionistas, cuales corres-
pura los supuestos sociales del arte barroco^ ponden a la pinturajjy que, como se subraya, debían quedar reser-
\^Desde el gótico se fue haciendo cada vez más complicada la vados a ésta. La experiencia del arte de un Robin -debería
estructura de los estilos artísticos; la tensión entre los contenidos pensarse— habría de bastar ya en sí para aclarar el sentido y valor de
psicológicos se hizo de día en día mayor, y de acuerdo con esto los rales esculturas. Pero las salvedades contra el Barroco son, en gene-
diversos elementos del arte se conforman cada vez más homogénea- ral, también salvedades contta el impresionismo, y cuando Croce
mente. Antes del Barroco se podía, desde luego, decir siempre si la 2
truena contra el «mal gusto» del arte batraco , tepresenta a la vez
intención artística de una época era en el fondo naturalista o anti- prejuicios académicos contra el presente.
naturalista, integradora o diferenciadora, clásica o anticlásica; pero El cambio en la interpretación y valoración del arte barroco en
ahora gibarte no tiene ya carácter unitario en este spnridn estricto, el sentido actual, hazaña que fue realizada principalmente por
y es a lap_ar naturalista^ cMsjo^analítico y sintético. Somos testi- Wólfflin y Riegl, sería inimaginable sin la admisión del impresio-
gos del contemporáneo florecimiento de direcciones artísticas com- nismo. Ante todo, las categorías wólfflinianas del Barroco no son
pletamente opuestas, y vemos que personas como Caravaggio y sino la aplicación de los conceptos del impresionismo al arte del si-
Poussin, Rubens y Hals, Rembrandt y Van Dyck militan en cam- glo XVII, es decir a una parte de este arte, pues lo inequívoco del
pos completamente diferentes^ concepto de Barroco lo adquiere el mismo Wólfflin al precio de de-
La denominación del arte del siglo XVII bajo el nombre de jar en sus consideraciones en lo esencial intacto el clasicismo del si-
Barroco es moderna. El concepto fue aplicado en el siglo XVIII, glo XVII. Tanto más cruda es la luz que como consecuencia de esta
cuando aparece por primera vez, todavía exclusivamente a aquellos unilateralidad cae sobre el arte barroco no clásico. A ello hay que
fenómenos del arte que eran sentidos, conforme a la teoría del arte adscribir que el arte del siglo XVII aparezca para él casi exclusiva-
clasicista de entonces, como desmesurados, confusos y extravagan- mente como antítesis dialéctica del arte del XVI y no como su con-
tes '. El clasicismo mismo estaba excluido de este concepto, que si- tinuación. Wólfflin subestima la significación del subjetivismo en
guió siendo el dominante casi hasta el final del siglo XIX. No sólo el Renacimiento y la sobrestima en el Barroco. Comprueba en el
la posición de Winckelmann, Lessing y Goethe, sino también la de siglo XVII el comienzo de la intención artística impresionista, de
3
Burckhardt, se orienta en el fondo según los puntos de vista de la la «más capital desviación que conoce la historia del arte» , pero
teoría neoclásica. Todos rechazan el Barroco a causa de su «falta de desconoce que la subjetivización de la visión artística del mundo,
reglas», de su «capricho», y lo hacen en nombre de una estética que la transformación de la «imagen táctil» en «imagen visual», del ser
cuenta entte sus modelos al artista barroco que es Poussin.JBurck- en parecer, la concepción del mundo como impresión y experien-
hardt y los puristas posteriores, como, por ejemplo, Croce, que son cia, la comprensión del aspecto subjetivo como lo primario, y la
incapaces de liberarse del racionalismo frecuentemente estrecho del acentuación del carácter transitorio que lleva en sí toda impresión
siglo XVIII, perciben en el Barroco sólo los signos de la falta de ló- óptica, se completan ciertamente en el Barroco, pero son amplia-
gica y de tectónica, ven sólo columnas y pilastras que no sostienen mente preparadas por el Renacimiento y el manierismo. Wólfflin,
nada, arquitrabes y muros que se doblan y retuercen como si fue- a quien las premisas extraartísticas de esta imagen dinámica del
2
Benedetto Croce, Storia della etd barocca in Italia, 1929, pág. 23.
1
Cf. Francesco Milizia, Dizionario delle belle arti del disegno, 1797. ' Heinrich Wólfflin, Kunstgeschicbtliche Gmndbegriffe, 1929, 7." ed., págs. 23 sig.

498 499
El Barroco
Historia social de la literatura y el arte

que la espacialidad es una forma de existencia dependiente de él y


mundo no le interesan, y que comprende todo el transcurso de la
por él creadaTLa inclinación del Barroco a sustituir lo absoluto por
historia del arte como una función cerrada y casi lógica, pasa por
lo relativo, lo más estricto por lo más libre, se manifiesta, sin em-
alto, con las condiciones sociológicas, el verdadero origen del cam-
bargo, con la máxima intensidad en la preferencia por la forma
bio de estilo. Pues aunque es completamente exacto que un descu-
«abierta» y atectónica. En una composición cerrada, «clásica», lo
brimiento como, por ejemplo, el de que una rueda girando, para la
representado es un fenómeno limitado en sí mismo, cuyos elemen-
impresión subjetiva, pierde sus rayos, contiene una imagen del
tos están todos enlazados entre sí y referidos unos a otros; en este
mundo nueva para el siglo XVII, no hay que olvidar que la evolu-
aspecto nada parece ser superfluo, ni tampoco faltar.fTas composi-
ción que lleva a este y otros descubrimientos semejantes comienza
ciones atectónicas del arte barroco producen, por el contrario,
ya en la época gótica con la disolución de la pintura de ideas sim-
siempre un efecto más o menos incompleto e inconexo; parece que
bólicas y su sustitución pdr la imagen de la realidad siempre más
pueden ser continuadas por todas partes y que desbordan de sí mis-
pura ópticamente, y está en relación con el triunfo del pensamien-
mas. Todo lo firme y estable entra en conmoción; la estabilidad que
to nominalista sobre el realista.
se expresa en las horizontales y verticales, la idea del equilibrio y
Wólfflin desarrolla su sistema apoyado en cinco pares de con-
de la simetría, los principios de superficies planas y ajustamiento
ceptos, de los que cada uno contrapone un rasgo renacentista a otro
al marco pierden su valor. Siempre un lado de la composición es
barroco, y que, con la excepción de una sola de estas antinomias,
más acentuado que el otro, siempre recibe el espectador, en lugar de
señalan la misma tendencia evolutiva de una concepción artística
a los aspectos «puros», de frente y de perfil, las visiones aparente-
más estricta a otra más libre. Las categorías son: 1. , lineal y pictó-
a a mente casuales, improvisadas y efímeras^ «En última instancia
rico; 2. , superficial y profundo; 3. , forma cerrada y forma abierta;
a a —dice Wolfflin-existe la tendencia a presentar el cuadro no como
4. , claridad y falta de claridad; 5. , variedad y unidad^La lucha por
un trozo de mundo que existe por sí, sino como un espectáculo
lo «pictórico», esto es, la disolución de la forma plástica y lineal en
transitorio en el que el espectador ha tenido precisamente la suer-
algo movido, palpitante e inaprensible; el borrarse los límites y
te de participar un momento... Se tiene interés en hacer aparecer el
contornos para dar la impresión de lo ilimitado, inconmensurable
conjunto del cuadro como no querido» ^ La intención artística del
e infinito; la transformación del ser personalmente rígido y objeti-
Barroco es, en otras palabras, «cinematográfica»; los sucesos repre-
vo en un devenir, una función, un intercambio entre sujeto y obje-
sentados parecen haber sido acechados y espiados; todo signo que
to, constituye el rasgo fundamental de la concepción^ wolffliniana
pudiera delatar interés por el espectador es borrado, todo es repre-
Ulel Barroco. La tendencia desde la superficie hasta el fondo expre-
sentado como si fuera aparente voluntad del acaso. A este carácter
sa el mismo sentido dinámico de la vida, la misma resistencia con-
improvisado corresponde también la relativa falta de claridad de la
tra lo permanente y contra todo lo fijado de una vez para siempre,
representación. Las frecuentes y a veces violentas superposiciones,
contra lo delimitado; con ello, el espacio es concebido como algo
las diferencias de tamaño en desproporcionada perspectiva, el aban-
que se va haciendo in fieri, como una función. El medio preferido
dono de las líneas de orientación dadas por los marcos, la disconti-
por el Barroco para hacer sensible la profundidad espacial es el em-
nuidad de la materia pictórica y el tratamiento desigual de los mo-
pleo de primeros planos demasiado grandes, de figuras que se acer-
tivos son otros tantos medios de dificultar la abarcabilidad de la
can al espectador en repoussoir, y de la brusca disminución en pers-
representación. Una cierta participación en el creciente desvío con-
pectiva de los temas del f o n d o . % espacio gana así no sólo un
carácter ya de por sí movido, sino que el espectador siente, como
4
Ibid., pág. 136.
consecuencia de la elección demasiado cercana del punto de vista,

501
500
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

tra lo demasiado claro y evidente lo trae sin duda consigo la propia cambio, ningún detalle tiene sentido por sí solo. Las composicio-
evolución, dentro de una cultura artística en continuo despliegue nes de los maestros del Barroco son más ricas y complicadas que las
de lo sencillo a lo complicado, de lo claro a lo menos claro, de lo de los maestros del Renacimiento, pero son a la vez más unitarias,
manifiesto a lo oculto y velado. Todo público que se hace más ilus- están llenas de un aliento más amplio, más profundo, más ininte-
trado, más entendido en arte, más pretencioso, desea este realce de rrumpido. La unidad en ellas no es un resultado a posteriori, sino la
excitantes. Pero junto al estímulo de lo nuevo, difícil y complica- condición previa de la creación artística; el artista se acerca con una
do se expresa aquí también, ante todo, el afán de despertar en el visión unitaria a su objeto, y en esta visión se hunde finalmente
contemplador el sentimiento de inagotabilidad, incomprensibili- todo lo particular e individúan Ya Burckhardt reconoció un rasgo
dad, infinitud de la representación, tendencia que domina en todo esencial del Barroco en que cada una de las formas es presentada en
el arte barroco.^ su propio sentido, y Riegl acentúa repetidas veces la falta de im-
í En todos estos rasgos se exterioriza, frente al arte clásico, el portancia y la «fealdad», es decir la falta de proporción de los por-
mismo impulso hacia lo suelto, lo ilimitado, lo caprichoso.^En una menores en las obras del arte barrocc^Lo mismo que el Barroco en
sola de las características estilísticas estudiadas por Wólfflin, en la arquitectura prefiere las ordenaciones colosales, y allí donde, por
del afán de unidad, se expresa una acrecida voluntad de síntesis, y ejemplo, el Renacimiento separaba cada uno de los pisos con orga-
con ello un principio más estricto de composición. Si el desarrollo nización horizontal, realizada con filas corridas de columnas y pi-
transcurriera según una lógica unívoca, como supone Wólfflin, la lastras, también se esfuerza principalmente en subordinar los por-
inclinación a lo pictórico, especialmente profundo, atectónico y no menores a la conformación de los motivos principales y en dirigir
claro, estaría ligada a una tendencia a lo vario, a la acumulación y el vértice de la representación a un efecto único. La composición
coordinación de los motivos.(Pero en realidad el Barroco muestra pictórica resulta así dominada muchas veces por una única diago-
casi por todas partes en sus creaciones la voluntad de síntesis y su- nal o una mancha de color; la forma plástica, por una única curva^
bordinación. En este aspecto^-que Wólfflin descuida señalar-(es la pieza de música, por una voz que domina en solo.
continuación del arte clásico del Renacimiento, no su antítesis. Ya Wólfflin quiere reconocer en la evolución de lo estricto a lo li-
en el primer Renacimiento se podía observar, frente a la composi- bre, de lo simple a lo complicado, de la forma cerrada a la abierta,
ción por adición de la Edad Media, un afán de unidad y subordi- un proceso histórico-artístico típico, que vuelve a repetirse siempre
nación; el racionalismo de la época halló su expresión artística en en el mismo tono. La historia estilística del Imperio romano, del
la indivisibilidad de la concepción y en el carácter consecuente de la gótico tardío, del siglo XVII y del impresionismo son para él fe-
disposición.|Sólo si el espectador no tenía que cambiar su punto de nómenos paralelos. En estos casos siempre, según su idea, sigue a
vista, es decir su criterio de verdad natural, durante la recepción un clasicismo, con su rigidez formal objetiva, una especie de Ba-
de la obra, podía, según la opinión dominante, surgir una ilusión, rroco, es decir un sensualismo subjetivo y una disolución de las for-
i Pero la unidad en el arte del Renacimiento era simplemente una mas más o menos radical. La polaridad de estos estilos le parece a
especie de coherencia lógica, y la totalidad de sus representaciones él que es precisamente la fórmula fundamental de la historia del
era nada más que un agregado o una suma de pormenores en la que arte. Si es posible en alguna parte, aquí, piensa él, debe tratarse de
todavía se podían reconocer los distintos componentes. Esta rela- una regla de la historia universal, de una periodicidad del desarro-
tiva autonomía de las partes desaparece en el arte barroco. En llo en su conjunto. Y de este retorno de estilos artísticos típicos
una composición de Leonardo o Rafael los elementos se pueden go- extrae él sus tesis de que en la historia del arte domina una lógica
zar todavía aislados; en una pintura de Rubens o Rembrandt, en interna, una necesidad propia e inmanente. El método antisocioló-

502 503
El Barroco
Historia social de la literatura y el arte

compartido de una clase, del todo unitaria, y mucho menos lo era


gico de Wólfflin lleva a un dogmatismo antihistórico y a una cons-
en un siglo como el XVII, cuando ya existen varios círculos cultu-
trucción de la historia completamente arbitraria. El «barroco» he-
rales orientados de manera completamente diversa en el aspecto so-
lenístico, el medieval tardío, el impresionista y el propiamente Ba-
cial, económico y religioso, los cuales plantean al arte tareas a me-
rroco tienen en realidad sólo los rasgos comunes contenidos en sus
nudo completamente diversas.^Los objetivos artísticos de la curia
momentos de semejantes premisas sociales. Pero aun si en la suce-
de Roma eran esencialmente distintos de los de la corte monárqui-
sión de clásico y Barroco hubiera que ver una ley general, nunca se
ca de Versalles, y lo que tenían entre sí de común una y otra no
podría explicar por razones inmanentes, es decir, puramente for-
puede en absoluto ponerse al lado de la voluntad artística de la cal-
males, por qué la evolución en un determinado momento camina
vinista y burguesa Holanda. Sin embargo, se pueden señalar algu-
de lo estricto a lo libre y no de lo estricto a lo más estricto. No exis- nos rasgos comunes. Pues aparte de que el desarrollo que promue-
te ninguna de las llamadas «cumbres» en la evolución; se alcanza ve la diferenciación espiritual siempre sirve a la integración, al
una altura y se sigue una inflexión cuando las condiciones genera- facilitar la difusión de los productos culturales y las mutuas in-
les históricas, esto es, sociales, económicas y políticas, terminan su fluencias entre las distintas zonas culturales, una de las más im-
desarrollo en una dirección determinada y cambian su tendencia. portantes creaciones de la época barroca, la nueva ciencia natural y
Un cambio estilístico sólo puede ser condicionado desde fuera; no la nueva filosofía orientada sobre esta ciencia, era desde el primer
existe ninguna necesidad interna. momento internacional; el sentido general del mundo que en ella
|A1 arte clásico de la época barroca no pueden aplicársele la ma- se expresaba dominó también en las diferentes clases en que se di-
yoría de las categorías wolfflinianas. Poussin y Claudio de Lorena vidía la producción artística.^
no son.ni «pictóricos» ni «oscuros», ni la estructura de su arte es
La nueva visión del mundo basada en la ciencia natural partió
atectónica. También la unidad de sus obras es distinta del exagera-
del descubrimiento de Copérnico^La doctrina de que la Tierra gira
do afán de unidad, voluntariamente hipertenso, violentamente
alrededor del Sol, en lugar de considerar, como hasta entonces, que
arrebatado, de un Rubens. ¿Pero es que puede hablarse todavía de
el mundo gira alrededor de la Tierra, cambió definitivamente la
una unidad estilística del Barroco? De un «estilo de época» unita-
tradicional posición señalada por la Providencia al hombre en el
rio, que domine en toda ella, propiamente no se podría hablar nun-
Universo. Pues tan pronto como la Tierra no se juzgase el centro
ca, pues en cada momento hay tantos estilos diversos cuantos son
del Universo, el hombre no podía ya significar el sentido y finali-
los grupos sociales que producen arte^ Incluso en épocas en las que dad de la creación. Pero la doctrina copernicana no significaba sólo
la producción artística principal se apoya en una única clase cultu- que el mundo cesara de girar alrededor de la Tierra y de los hom-
ral, y de las que nada más nos ha quedado el arte de esta clase, bres, sino que aquél ya no tenía ningún centro, y estaba constitui-
habrá que preguntar si las creaciones artísticas de otros grupos no ha- do por otras tantas partes iguales y de igual valor, cuya unidad se
brán sido sepultadas o perdidas. Sabemos, por ejemplo, que en la mostraba única y exclusivamente en la general validez de las leyes
antigüedad clásica, junto a la elevada tragedia, había un mimo po- de la naturaleza. El Universo era, según esta doctrina, infinito, y,
pular, cuya importancia era seguramente mucho mayor de lo que sin embargo, unitario; un sistema de mutuas influencias; algo con-
se podría creer fundándose en los fragmentos conservados. También tinuo, organizado según un principio propio, para una conexión vi-
en la Edad Media las creaciones del arte profano y popular deben tal orgánica; un mecanismo ordenado y en buen funcionamiento;
de haber sido más importantes, en comparación con el eclesiásti- una máquina de reloj ideal, para hablar con la época^Con la con-
co, de lo que permiten suponer las obras llegadas a nosotros. La cepción de la ley natural, que no conoce ninguna excepción, surgió
producción artística no era, incluso en esta época de predominio no

505
504
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

el concepto de una nueva necesidad, completamente distinta de la del eco de los espacios infinitos y de la correlación de todo el ser.
teológica. Pero con ello estaba conmovida no sólo la idea del arbi- La obra de arte pasa a ser en su totalidad, como organismo unita-
trio de Dios, sino también la del derecho del hombre a la divina rio y vivificado en todas sus partes, símbolo del Universo. Cada una
misericordia y a participar en la existencia supramundana de Dios. de estas partes apunta, como los cuerpos celestes, a una relación in-
El hombre se convirtió en un factor pequeño e insignificante en finita e ininterrumpida; cada una contiene la ley del todo; en cada
el nuevo mundo desencantado. Pero lo más curioso fue que, ante una opera la misma fuerza, el mismo espíritu. Las bruscas diago-
esta nueva situación, adquirió un sentimiento nuevo de confianza en nales, los escorzos de momentánea perspectiva, los efectos de luz
sí mismo y de orgullo. La conciencia de comprender el Universo, forzados: todo expresa un impulso potentísimo e incontenible ha-
grande, inmenso, implacablemente dominador, de poder calcular cia lo ilimitado. Cada línea conduce la mirada a la lejanía; cada for-
sus leyes y con ello de haber vencido a la naturaleza, se convirtió en ma movida parece quererse superar a sí misma; cada motivo se en-
fuente de un ilimitado orgullo hasta entonces desconocido!) cuentra en un estado de tensión y de esfuerzo^ como si el artista
(fin el mundo homogéneo y continuo en que se había transfor- nunca estuviera completamente seguro de que consigue también
mado la antigua realidad dualista cristiana apareció, en lugar de la expresar efectivamente lo absoluto^Incluso detrás de la tranquili-
antigua visión del mundo antropocéntrica, la conciencia cósmica, dad de la vida diaria representada por los pintores holandeses se
esto es, la concepción de una infinita interdependencia de efectos, siente la intranquilizadora infinitud, la armonía siempre amenaza-
que abarcaba en sí al hombre y también la última razón de la exis- da de lo finito) Esto es, sin duda, un rasgo unificador, pero ¿es su-
tencia de éste. El sistematismo ininterrumpido del Universo era in- ficiente para poder hablar de una unidad del estilo barroco? ¿No
conciliable con el concepto medieval de Dios, de un Dios personal resulta tan vano querer definir el Barroco por este afán de infinitud
existente fuera del sistema del Universo; en cambio, una visión in- como querer derivar el gótico simplemente del esplritualismo de la
manentista del mundo, que había disuelto el trascendentalismo Edad Media?
medieval, reconocía sólo una fuerza divina que actuaba desde den-
tro. Esto, como doctrina desarrollada sistemáticamente, era nuevo,
pero también el panteísmo, que formaba el compendio de la nueva
teoría, procedía, como la mayor parte de los elementos progresistas
existentes en el pensamiento del Renacimiento y del Barroco, de
los inicios de la economía monetaria, de la ciudad de la baja Edad
Media, de la burguesía y del nominalismo.VLa creación del panteís-
mo europeo moderno -dice Dilthey- es obra... de la revolución es-
5
piritual que sigue al siglo XIII y llena casi tres siglos» . Al final
de este desarrollo, en lugar del temor al juez del Universo aparece
el «estremecimiento metafísico», la angustia de Pascal ante el «si-
lence éternel des espaces infinis», el asombro ante el largo e ince-
sante aliento que penetra el Todo.
Todo el arte del Barroco está lleno de este estremecimiento,

5
Wilhelm Dilthey, Ges. Schriften, II, 1914, pág. 320.

506
^JJJIWj]i.i^l II

El Barroco

fines puramente eclesiásticos y las que servían a fines profanos; pero


2
con la formación del estilo de los Carracci se realiza la fundamen-
6
tal división ^La iconografía del arte sagrado católico se fija y es-
quematiza; la anunciación, el nacimiento de Ctisto, el bautismo, la
EL B A R R O C O DE LAS CORTES
ascensión, la cruz a cuestas^ el encuentro con la Samaritana, el Noli
CATÓLICAS
me tangereíy muchas otras escenas bíblicas adquieren la forma que
todavía hoy es en conjunto la establecida para la imagen devota. El
arte eclesiástico adquiere carácter oficial y pierde sus rasgos espon-
táneos y subjetivos; está determinado cada vez más por el culto y

H ACIA finales del siglo XVI aparece en la historia del arte


italiano un cambio sorprendente. El manierismo frío,
complicado e intelectualista cede el paso a un estilo sen-
sual, sentimental, accesible a la comprensión de todos: el Barroco.
Es la reacción, por un lado, de una concepción artística esencial-
cada vez menos por la fe inmediata. La Iglesia conoce demasiado
bien el peligro que amenaza desde el espíritu subjetivista de la Re-
forma, y desea que las obras de arte expresen el sentimiento de la
fe ortodoxa de manera tan inequívoca y tan libre de toda capricho-
; interpretación como los escritos de los teólogos^ La estereotipia
mente popular, que a su vez mantenía igualmente la clase culta do-
ac producciones le parece, comparado con el peligro de la li-
minante, pero tomando más en consideración a las grandes masas
bertad artística, el mal menor.
populares, a diferencia del exclusivismo aristocrático del período
precedente. El naturalismo de Caravaggio y el emocionalismo de (^También Caravaggio tuvo en un principio grandes éxitos; su
los Carracci representan las dos direcciones^El alto grado de edu- influjo sobre los artistas de su siglo fue quizá más profundo que el
cación de los manieristas baja tanto en uno como en el otro campo. de los Carracci. Su naturalismo atrevido, sin afeites, crudo, no podía,
Pues también en el taller de los Carracci son cosas sencillas relati- empero, a la larga, corresponder al gusto de sus altos clientes ecle-
vamente las que se imitan de los grandes maestros del Renaci- siásticos^echaban en él de menos la «grandeza» y la «nobleza» que,
miento, y pensamientos y sentimientos sencillos los que se quieren en opinión de ellos, correspondían a la esencia de una representa-
expresar de modo general. De los tres Carracci propiamente sólo ción religiosa/Sospechaban de sus cuadros^ con los cuales nada se
Agostino puede ser designado como «culto», pero Caravaggio es podía comparar en calidad en la Italia de entonces^y los rechazaron
precisamente el bohemio enemigo de la cultura, que está alejado de muchas veces, pues sólo veían las formas fuera de la convención,
toda especulación y de toda teoría. pero no estaban en coadiciones de comprender la profunda piedad
del maestro, que se expresaba en un lenguaje verdaderamente po-
(La significación histórica de los Carracci es extraordinaria. La
pular. El fracaso de Caravaggio es tanto más de notar desde el pun-
historia de todo el «arte eclesiástico» moderno comienza con ellos.
to de vista sociológico cuanto que él es, por lo menos desde la Edad
Ellos transforman el simbolismo difícil y complicado de los ma-
Media, el primer gran artista que es rechazado precisamente a cau-
nieristas en aquella alegoría sencilla y firme de la que toma su ori-
sa de su originalidad artística, y que cabalmente suscita contra sí la
gen la evolución de la imagen devota con sus figuras y fórmulas fi-
repugnancia de sus contemporáneos por aquello que constituye su
jadas: la cruz, el resplandor de la gloria, los lirios, la calavera, la
gloria posterior. Pero si Caravaggio es realmente el primer maestro
mirada dirigida al cielo, el éxtasis del amor y el sufrimiento. Des-
de la Edad Moderna postergado a causa de su valor artístico, el Ba-
de este momento el arte sagrado se diferencia del profano de modo
definitivo.] En el Renacimiento y en la Edad Media había todavía
infinitas formas de transición entre las obras de arte que servían a 6
Emile Male, op. cit., pág. 6.

508 509
:
!!: li ¡ ! i: i'' i: ¡: ': . . , ,....:.:.„ ^w*...,,. i

Historia social de la literatura y el arte '* El Batroco


\

rroco significa un importante cambio en la relación entre arte y pú- tridentinos^La Iglesia abandona la lucha frente a las exigencias de
blico: el fin de la «cultura estética» que se inició con el Renaci- la realidad historien y procura acomodarse a ellas en lo posible. Se
miento, y el comienzo de aquella estricta separación entre conteni- hace respecto de loa
lo^ fieles cada vez más tolerante, aunque a los «he-
do y forma, en la que la perfección formal ya no sirve de disculpa a rejes» los persigue jtan implacablemente como hasta entonces. En
ningún desliz ideológico.^ el propio campo pefrmite todas las libertades posibles; no sólo tole-
[El espíritu aristocrático de la Iglesia se manifiesta a cada paso, ra, sino que favore re la apertura frente al ambiente y consiente el
a pesar de su deseo de influir en el amplio público. La curia desea- disfrute de los inte/:teses y alegrías de la vida profana. En casi todas
ba crear para la propaganda de la fe católica un «arte popular», partes se convierte en Iglesia nacional y en instrumento del Esta-
pero limitando su carácter popular a la sencillez de las ideas y de do, con lo cual \¡4 unida desde el primer momento una amplia su-
las formas; desea evitar la directa plebeyez de la expresión. Las san- bordinación de los fines espirituales a los intereses del Estado. En
tas personas representadas deben hablar a los fieles con la mayor la misma Roma, las consideraciones religiosas tienen que ceder el
eficacia posible, pero en ningún momento descender hasta ellos. paso a las políticas. Ya Sixto V hace concesiones a la sospechosa
Las obras de arte tienen que ganar, convencer, conquistar, pero han Francia para poner límires al predominio de la ortodoxa España, y
de hacerlo con un lenguaje escogido y elevado. Dado el nuevo ob- bajo los posteriores papas del Barroco la orientación mundana de la
jetivo propagandístico, no siempre se pueden evitar una democra- política de la curia se hace aún más evidente.^
tización y un aplebeyamiento del arte; los efectos son muchas veces f A Roma le corresponde ahora representar brillantemente el
tanto más gruesos cuanto más profundo y auténtico es el senti- papel no sólo de residencia del papa, sino de capital de la cris-
miento religioso de que las obras brotan. Pero a la Iglesia le inte- tiandad católica. El carácter grandioso y pomposo del arte corte-
resa no tanto la profundización como la expansión de la fe. En la sano predomina también en el arte de la Iglesia. El manierismo
medida en que mundaniza sus propósitos, se debilita el sentimien- debía ser estricto, ascético, negador del mundo; el Barroco puede
to religioso de los fieles. El influjo de la religión no pierde nada de seguir una dirección más liberal y más gozadora de los sentidos.
su amplitud; al contrario, la piedad ocupa en la vida cotidiana más La lucha con el protestantismo ha cesado; la Iglesia católica ha re-
espacio que antes, pero se convierte en una rutina exterior y pierde nunciado a los países perdidos y se ha sentido más segura en los
7
su carácter estrictamente supramundano ") Sabemos que Rubens conservados. Comienza ahora en Roma un período de la más rica,
iba a misa todas las mañanas y que Bernini no sólo comulgaba dos voluptuosa y fastuosa producción artística. Esta época produce tal
veces por semana, sino que todos los años, siguiendo la recomen- cantidad de iglesias y capillas, pinturas de bóveda e imágenes de
dación de Ignacio de Loyola, se retiraba a la soledad de un claustro altar, estatuas de santos y monumentos sepulcrales, relicarios y
para dedicarse a los ejercicios espirituales. ¿Pero quién sostendrá exvotos como ninguna época anterior^Y no son en modo alguno
que estos artistas poseyeran un pensamiento más auténticamente sólo los géneros eclesiásticos del arte los que deben su esplendor
religioso que sus predecesores? al catolicismo restaurado. Los papas construyen no sólo magnífi-
La afirmación vital que con el Barroco reprime la tendencia a cas iglesias, sino también grandiosos palacios, villas y jardines. Y
huir del mundo es ante todo síntoma de la fatiga que se siente des- los cardenales nipoti, que cada vez adoptan en su modo de vida
pués de las largas guerras de religión y de la disposición a un com- más estilo de príncipes reales, despliegan en sus construcciones
promiso que disuelve la intransigencia confesional de los tiempos un lujo casi igualmente ostentoso^ El catolicismo representado
por el papa y el alto clero se hace cada vez más protocolario y cor-
7
Albert Ehrhard, op. cit., pág. 356. tesano, en oposición al protestantismo, que tiende más y más a lo

510 511

HillAi !IÍI|IÍI|MI»I
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

8
burgués .jEl escudo con abejas de los Barberini se ve por todas curia y el empobrecimiento de Roma, el centro del arte se despla-
partes en la Roma barroca, lo mismo que se ve el águila de Na- za desde Italia al país donde encuentra su forma el tipo más pro-
poleón en el París del Imperio. Pero los Barberini no forman en gresivo de Estado de la época - l a monarquía absoluta- y donde es-
absoluto una excepción entre las familias papales. Además de tán a disposición de la producción artística los medios más
ellos y de los igualmente famosos Farnese y Borghese, también abundantes.)
los Ludovisi, Pamfili, Chigi y Rospigliosi pertenecen a los más |La victoria del absolutismo fue en cierta medida una conse-
celosos aficionados al arte de aquel tiempo. cuencia de las guerras de religión. Francia estaba al término del siglo
(Bajo Urbano VIII, el papa Barberini^Roma se convirtió en la XVI tan debilitada por la inacabable carnicería, las continuas ham-
ciudad barroca que nosotros conocemos (Roma domina, por lo me- bres y epidemias, que se deseaba tener a toda costa paz y tranqui-
nos en la primera mitad de su pontificado, la vida artística entera lidad y se tenía nostalgia de una política de mano dura, o al menos
de Italia y es el centro artístico de todo Occidente. El arte barroco se la aceptaba. Esta política se ejerció sobre todo frente a la antigua
romano es internacional^ como lo había sido el gótico francés;(asi- nobleza, siempre dispuesta a conspirar contra la Corona, y cuya re-
mila todas las fuerzas existentes y reúne todos los esfuerzos artísti- sistencia había de ser deshecha si se quería gobernar sin molestias.
cos vivientes en un estilo que en la Europa de entonces significa el Por el contrario, en la burguesía, que sólo prospera con paz interior
único acorde con el tiempo. Hacia 1620 se ha impuesto en Roma y siempre está dispuesta a apoyar la «política de mano dura», en-
el Barroco definitivamente^ Los manieristas, ante todo Federico contró el absolutismo un partidario entusiasta, que por otra parte
Zuccari y el Cavaliere d'Arpino, pintan todavía, pero su orienta- el rey y el gobierno supieron apreciar. El ennoblecimiento de los
ción está anticuada, y también Caravaggio y los Carracci se en- miembros de la burguesía, que ya hacía tiempo había comenzado
cuentran superados en la evolución estilística^ Pietro da Cortona, de nuevo, se hizo ahora aún más indiscriminadamente que nunca?)
Bernini y Rubens son los nombres que ahora tienen vigencia; ellos El ascenso de personas no nobles a la clase nobiliaria era desde an-
forman la transición a una evolución que ya no tiene su centro en taño el premio con que los príncipes solían pagar servicios especia-
Italia, sino en el oeste y norte de Europa. El arte de Cortona, maes- les; pero desde el siglo XVI aumenta desmesuradamente el núme-
tro principal de la pintura al fresco de la plenitud del Barroco en ro de estos ennoblecimientos, después de que en la Edad Media ya
Roma, tiene su continuación ya fuera de Italia, en el estilo decora- se había puesto algún coto a la extensión de esta práctica. Francis-
tivo, impetuoso, bullente y exuberante del intérieur francés^ Ya co I honra con el título de noble servicios no sólo militares, sino
Bernini tropieza en Francia, donde por lo demás es recibido como también civiles, y ya hace negocios con las cartas de noblezaf Poco
un príncipe, con una resistencia nacional, que impide la ejecución a poco, con la investidura de ciertos cargos va unido el derecho a
de su proyecto para el Louvre. El duque de Bouillon llama a París un título nobiliario, y en el siglo XVII hay ya cuatro mil cargos de
hacia mediados de siglo la capital del mundo y Francia, en reali- justicia, hacienda y administración cuyos poseedores pertenecen
dad, no sólo se convierte en la potencia dirigente de la política en 10
a la nobleza heteditaria . De este modo, cada vez más burgueses
Europa, sino que toma también la dirección en todas las cuestiones hallan acceso a la clase nobiliaria, y la nobleza de nacimiento que-
de la educación y del gusto. Con el retroceso de la influencia de la da frente a ellos en minoría ya en el siglo XVII. Las antiguas fami-
8
lias nobles, en parte han sido exterminadas en las ininterrumpidas
Eberhard Gothein, Staat u. Gesellschaft des Zeitalters der Gegenreformation. Kultur
der Gegenwart, II, 5/1, 1908, pág. 200. campañas, guerras civiles y rebeliones, en parte han sido arruinadas
' Reinhold Koser, Staat und Gesellschaft zur Hohezeit des Absolutismus. Kultur der
Gegenwart, II, 5/1, 1908, pág. 255. 10
Uid., pág. 242.

512 513
IIIIIIÉÉIlM iiiii «¡liiiuii i iiiiiliiilliWiiijü u a , u . i i u i i » . i i i , i i u j u i j . i u u ™ i . i , » ! u k ,

Historia social de la literatura y el arte El Barroco

económicamente y vueltas ineptas para la vida. Para muchos, aco- bleza de sangre y profesa los ideales de la caballería. Heroísmo y fi-
modarse en la corte, donde podían mendigar prebendas y pensio- delidad, mesura y contención, generosidad y cortesía son las virtu-
nes, significaba la única posibilidad de vivir^Una gran parte de la des que ha de tener; corresponden a la presencia del mundo bello y
antigua nobleza terrateniente seguía viviendo todavía en el campo, armonioso en que el rey se presenta con su corte al público. Se
pero la mayoría de ella llevaba una existencia muy precaria. Los obraba como si tales virtudes valieran realmenre, y se desempeñan,
aristócratas empobrecidos no tenían ni medios ni vías para enri- muchas veces engañándose a sí mismo, los papeles de una nueva
quecerse de nuevo, y el rey no quería ya concederles una función es- Tabla Redonda. De aquí la irrealidad de la vida en la corte, que no
11
pecífica en el Estado . Con el desarrollo del ejército permanente es más que un juego de sociedad, un teatro escenificado con cega-
disminuyó su importancia militar. Los cargos públicos eran ocupa- dora brillantez. Fidelidad y heroísmo son los nombres que la pro-
dos en su mayoría por elementos burgueses, y trabajar, esto es, ocu- paganda poética da a la sumisión servil, si se trata de los intereses
parse en la industria y en el comercio, lo consideraban impropio de del Estado y de la voluntad del monarca. Cortesía significa la ma-
su clase. yoría de las veces «poner a mal tiempo buena cara», y generosidad
^La relación del rey y del Estado absolutista con la nobleza es, es la actitud que hace olvidar a los señores que se han convertido
sin embargo, complicada. Se persigue al noble rebelde, en modo al- en mendigos. Mesura y contención son sus únicas verdaderas vir-
guno al noble como tal; éste, por el contrario, es considerado siem- tudes que la vida nobiliaria y cortesana exige. El hombre distin-
pre como la médula de la nación. Sus privilegios, con excepción de guido y fuerte de alma no demuestra sus sentimientos y pasiones;
los puramente políticos, se mantienen; en primer lugar, le son con- se acomoda a la norma de su clase y no quiere conmover ni con-
sentidos los derechos señoriales frente a los campesinos y conserva vencer, sino demostrar su importancia e imponer. Es impersonal,
su plena inmunidad tributaria. El absolutismo no suprimió en reservado, frío y duro; considera plebeyo todo exhibicionismo; y
modo alguno el antiguo orden social por estamentos; modificó, enfermiza y turbia toda pasión, indigna de ser tomada en cuenta.
desde luego, la relación de las diversas clases con el rey, pero dejó No abandonarse en presencia de otros, y ante todo en la presencia
12
sin cambiar su mutua relación . El rey se siente siempre como del rey; ésta es la regla fundamental de la moral cortesana. Uno no
perteneciente a la nobleza y se designa de buena gana como el pri- se confía, procura ser distinguido, y representa su clase con toda la
mer gentilhombre del país. Compensa a la aristocracia de la pérdida perfección que puede. La etiqueta de la corte se rige por el mismo
de prestigio que sufre como consecuencia de los nuevos ennobleci- estilo en que están construidos los palacios del rey y diseñados sus
mientos con la ampliación de la leyenda de su carácter de modelo jardines.
moral e intelectual por todos los medios del arte y la literatura ofi- (Vero como todos los fenómenos del Barroco francés, también
ciales. La distancia entre la aristocracia y la plebe, por una parte, y la vida de la corte evoluciona desde una relativa libertad a una es-
la aristocracia de nacimiento y la otorgada, por otra, se amplía ar- tricta reglamentación. La familiaridad en el trato entre el rey y su
tificialmente y se siente con más fuerza que antes. Todo ello con- corte, que era todavía tan característica de la de Luis XIII, desapa-
13
duce a una nueva aristocratización de la sociedad y a un nuevo re- rece bajo su sucesor . El antes impetuoso y arrogante noble se con-
nacimiento de la vieja idea de la moral caballeresco-romántica^ El vierte en cortesano domesticado y bien educado. El cuadro poli-
verdadero noble es ahora el honnete homme, que pertenece a la no- cromo y variado de antaño cede el paso a una monotonía general.
11
Se borran las distinciones entre las diversas categorías de la noble-
E. Lavisse, op. cit., VII, 1, 1905, pág. 379.
12
Walter Platzhoff, Das Zeitalter Ludwigs XIV, en Propylden Weltgesch., VI, 1931,
13

pág. 8. F. Funck-Brentano, La Cour du Roi Soleil, 1937, págs. 142 sig.

514 515
El Barroco
Historia social de la literatura y el arte

por el gobierno, ni tienen validez reglas artísticas sancionadas por


za cortesana, en la corte hay ahora cortesanos solamente, que en
parte del Estado. El «gran siglo» no es en modo alguno idéntico con
comparación con el rey son todos pequeños e insignificantes^ «Les
la época de Luis XIV^c orno todavía mucho tiempo después de Vol-
grands mémes y sont petits», dice La Bruyére^La cultura del Ba-
taire se seguía pensando. La obra de Corneille, de Descartes, de Pas-
rroco se hace cada vez más una cultura autoritaria y cortesana. Lo
cal, ya estaba acabada antes de la muerte de Mazarino; a Poussin y
que se entiende por bello, bueno, espiritual, elegante, distinguido,
Le Sueur nunca llegó Luis XIV a conocerlos de vista; Louis Le Nain
se orienta por lo que en la corte es así estimado. También los salo-
muere en 1648; Vouet, en 1649- De los autores importantes del si-
nes pierden su significación originaria, y la corte se convierte para
glo sólo pueden considerarse representantes de la época de Luis XIV:
todas las cuestiones de gusto en foro inapelable. Allí obtiene ante
Moliere, Racine, La Fontaine, Boileau, Bossuet y La Rochefoucauld.
todo el arte solemne y protocolario sus orientaciones, allí se forma
Pero cuando el rey se hace cargo personalmente del gobierno, La
aquella grande maniere que presta a la realidad un realzado carácter
Rochefoucauld tiene ya cuarenta y ocho años; La Fontaine, cuaren-
ideal, brillante y protocolario, que pasa a ser el modelo para el es-
ta; Moliere, treinta y nueve, y Bossuet, treinta y cuatro; sólo Raci-
tilo del arte oficial en toda Europa. La corte francesa alcanza vali-
ne y Boileau están en una edad en que la evolución espiritual pue-
dez internacional para sus costumbres, su moda y su arte, a costa
de todavía ser influida desde fuera^La segunda mitad del siglo no
del carácter nacional de la cultura francesa.)Los franceses se sienten,
es, en modo alguno^ a pesar de sus importantes poetas,\ tan creado-
como antaño los romanos, ciudadanos del mundo, y nada es más
ra como había sido la primera. Domina por todas partes} y en las ar-
significativo de su espíritu cosmopolita, como se ha observado, que
tes figurativas más exclusivamente aún que en la poesíafel tipo ge-
en todas las tragedias de Racine no aparezca ni un solo francés.
neral, en lugar de la personalidad artística peculiar. Las obras de arte
Ver en el clasicismo de esta cultura cortesana el «estilo na-
aisladas pierden su autonomía y se incorporan al conjunto de un in-
cional» de los franceses es completamente falso. El clasicismo tiene
terior, de un palacio, de un castillo; en mayor o menor medida, son
en Italia una tradición tan larga y casi tan ininterrumpida como en
todas sólo partes de una decoración monumental. Al imperialismo
Francia. (Un Barroco sensualista, única y exclusivamente dirigido a
político corresponde desde 1661 también un imperialismo intelec-
la riqueza y encanto de los motivos, no lo hay en el siglo XVII en
tual. Ningún terreno de la vida pública queda exento de la inter-
casi ninguna parte; más bien encontramos en todas partes donde se
vención del Estado. Derecho, administración, economía, religión,
hallan impulsos barrocos también un clasicismo más o menos desa-
literatura y arte, todo es regulado por el Estado. La vida artística tie-
rrollado. Pero con tan poca razón como de un Barroco unitario se
ne en Le Brun y Boileau sus legisladores; en las academias, sus tri-
puede hablar del grand siecle de los franceses como de una época uní-
bunales; en la persona del rey y de Colbert, sus protectores.jArte y
voca en la historia del espíritu, de una época consecuente en sus ob-
literatura pierden su conexión con la vida real, las tradiciones de la
jetivos artísticos. En realidad, una profunda grieta atraviesa el siglo
Edad Media y el espíritu de las clases más numerosas^Él naturalis-
y lo divide, con la inauguración del gobierno personal de Luis XIV,
14 mo es excomulgado, porque en lugar de la realidad se quiere ver en
en dos fases estilísticas perfectamente separables . Antes de 1661,
todas partes la imagen de un mundo arbitrariamente construido y
esto, bajo Richelieu y Mazarino, domina todavía una tendencia re-
forzosamente conservado, y la forma disfruta ya por eso de preferen-
lativamente liberal en la vida artística; los artistas no están aún bajo
cia sobre el fondo^ porque, como Retz dice, el velo nunca se levan-
la tutela estatal, ni hay todavía una producción artística organizada
ta de ciertas cosas Moliere es el único que mantiene contacto con

" Cf. para lo que sigue Henry Lemonnier, L'art/raneáis au lemps de Richelieu et Ma-
15

zarin, 1893,passim y especialmente pág. 28. Ibid., pág. 38.

516 517
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

la poesía popular de la Edad Media, pero también habla con des- mitada está su validez general y en qué pocos piensan cuando ha-
precio del blan de «todos» y de «cada uno». Su universalismo es una comu-
nidad de la minoría, de la minoría cual la ha formado el absolutis-
...fade goüt des monuments gothiques, mo. Apenas hay una regla o una exigencia de la estética clasicista
Ces monstres odieux des siécles ignorants . l6
que no esté orientada por las ideas de este absolutismo^El arte debe
tener un carácter unitario, como el Estado; causar efecto, con una
( L a provincia, los centros regionales de cultura, pierden su im- forma perfecta, como los movimientos de una formación de tropas;
portancia: la Cour et la Ville, la corte y París, son los escenarios don- ser claro y correcto, como un teglamento, y estar sometido a reglas
de se desarrolla toda la vida espiritual de Francia. Todo esto lleva a absolutas, como la vida de cada subdito en el Estado. El artista,
la completa desvalorización de la individualidad, de la característi- como cualquier otro subdito, no debe estar abandonado a sí mis-
ca personal, de la libre iniciativa. El subjetivismo, que todavía do- mo, antes bien debe tener en la ley y en la regla una protección y
minaba en el período del Barroco en su plenitud, es decir en el se- una guía para no perderse en la selva de su propia fantasía!)
g u n d o tercio del siglo, cede el paso a una cultura autoritaria La quintaesencia de la forma clásica es la disciplina, la limita-
regujada uniformemente.^ ción, el principio de concentración e integtación. En nada se ex-
[La teoría artística del clasicismo se rige, como todas las formas presa este principio de modo más característico que en las «unida-
de vida y cultura de la época, y como, en primer lugar, el sistema des» dramáticas, cuya validez para el clasicismo francés se hizo tan
económico mercantilista, por las finalidades del absolutismo. Se obvia que, después de 1660, a lo sumo se formularon diferente-
17
trata de la absoluta primacía de la concepción política frente a las mente, pero en modo alguno se volvieron a cuestionar . Para los
restantes creaciones espirituales. Lo característico de las nuevas for- griegos, la limitación temporal y espacial del drama resultaba de
mas sociales y económicas es su tendencia antiindividualista, deri- las premisas técnicas de la escena; podían por ello tratarla tan elás-
vada de la idea absoluta del Estado^También el mercantilismo está ticamente como consentían las posibilidades del teatro de en-
orientado, a diferencia de las formas más antiguas de la economía tonces. Mas para los franceses, la doctrina de las unidades estaba
de lucro, por el centralismo estatal, y no por las unidades indivi- dirigida también contra el modo de composición medieval, des-
duales, y procura eliminar los centros regionales del comercio y de mesurado, sin economía, que amontonaba infinitamente episodios.
la industria, los municipios y las corporaciones, esto es, poner en Con ella no sólo reconocían su filiación de los antiguos, sino que a
lugar de las distintas autarquías la autonomía del Estado^Y lo mis- la vez se liberaban de la «barbarie». El Barroco significó también
mo que los mercantilistas buscan aniquilar todo liberalismo y par- en este aspecto la disolución definitiva de la tradición cultural me-
ticularismo económico, los representantes del clasicismo oficial dieval. Pues sólo entonces, después de que con el manierismo ha-
quieren poner fin a toda libertad artística, a todo intento de impo- bía fracasado el último intento de renovar aquélla, termina efecti-
ner un gusto personal, a todo subjetivismo en la elección de temas vamente la Edad Media. La nobleza feudal ha perdido en cuanto
y formas. Exigen del arte validez general, esto es, un lenguaje for- que clase guerrera toda importancia en el Estado; las comunidades
mal que no tenga en sí nada de arbitrario, raro y peculiar y corres- políticas populares se han transformado en Estados nacionales ab-
ponda a los ideales del clasicismo como estilo menos misterioso, solutos, esto es, modernos; la cristiandad unida se ha dividido en
más claro y racional.! No se dan cuenta de cuan estrechamente li- iglesias y sectas; la filosofía se ha hecho independiente de la meta-

17
'" La Gloire de Val-de-Gráce, vs. 85 sig. Rene Bray, La formation di la doctrine rfassique en Frame, 1927, pág. 285.

518 519
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

física orientada religiosamente, y ha tomado la forma de «sistema marco del señorío real^Ni el rey ni Colbert tienen verdadera inte-
natural de las ciencias»; el arte, finalmente, ha superado el objeti- ligencia del arte ni amor auténtico por él. Este Rey es incapaz de pen-
vismo medieval y se ha vuelto expresión de vivencias subjetivas. El sar en el arte de otto modo que en relación con su propia persona.
rasgo antinatural, forzado y a menudo agarrotado, que distingue el «Yo os confío lo más precioso de la tierra —dice una vez ent un dis-
moderno clasicismo del de la antigüedad y el Renacimiento, pro- curso a los miembros directivos de su Académie—: mi gloría.» Hace
cede de que ese mismo afán de tipicidad, impersonalidad, validez que su historiógrafo Racine, y Le Brun y Van Meulen, sus pintores
general, tiene que imponerse en adelante sobre la subjetividad del de historia y batallas, vayan a los escenarios de sus campañas, donde
artista. Todas las leyes y reglas de la estética clasicista recuerdan los él mismo los guía en el campamento, les explica los detalles técni-
artículos de un código penal; corresponde a la fuerza policíaca de cos militares y se ocupa de la seguridad personal de ellos. Pero de
las academias procurarles validez. La constricción bajo la que se en- la significación artística de sus favoritos no tiene la menor idea.
cuentra la vida artística en Francia se expresa de la manera más in- Cuando Boileau observa una vez que Moliere es el más grande
mediata en estas academias. La concentración de todas las fuerzas artista del siglo, responde el Rey asombrado: «Pero eso no lo sa-
disponibles, la opresión de todo afán personal, la superlativa mag- bía yo.»
nificación de la idea del Estado personificada en el rey: tales son los (l& Académie dispone de todas las prebendas con las que úni-
temas que les son encomendados. ;E1 gobierno desea romper las re- camente puede contar un artista, y de todos los medios de poder que
laciones personales de los artistas con el público y ponerlas en di- son adecuados para intimidarle. Regala los puestos oficiales, los en-
recta dependencia del Estado. Quiere terminar tanto con el mece- cargos públicos y los títulos; posee el monopolio de la enseñanza y
nazgo privado como con el apoyo a los intereses y afanes privados tiene la posibilidad de vigilar el desarrollo de un artista desde sus
de artistas y escritores. Artistas y poetas deben en adelante servir primeros comienzos hasta su actividad definitiva; concede los pre-
18
sólo al Estado , y las academias deben educarlos y mantenerlos mios, en primer lugar el premio de Roma, y las pensiones; de ella
para tal servicio.) depende la concesión de permiso para hacer exposiciones o concur-
^La Académie Royale de Peinture et Sculpture, que comienza sos; las opiniones artísticas que ella representa tienen un prestigio
su actividad en 1648 como asociación libre de miembros de dere- particular a los ojos del público y aseguran por anticipado al pintor
chos iguales y que tenían entrada en número ilimitado, se convier- que se rige por ellas una posición privilegiadai La Academia de Be-
te desde 1655, en que obtiene una subvención real, y especialmen- llas Artes se dedicó ya desde su fundación a la educación artística,
te desde 1664, cuando Colbert se convierte en el surintendent des pero el privilegio de esta enseñanza sólo lo disfruta desde la reforma
bátiments, es decir algo así como en ministro de Bellas Artes, y Le de Colbert; desde entonces no se permite a ningún pintor fuera de
Brun en premier peintre du Roi, en una institución estatal con admi- la Academia dar enseñanza pública y hacer dibujar del modelo. En
nistración burocrática y presidencia estrictamente autoritaria. Para 1666 funda Colbert la Académie de Rome, y diez años más tarde la
Colbert, que de este modo sitúa a la Académie en inmediata de- incorpora a la Academia de París, a la vez que hace a Le Brun di-
pendencia del rey, el arte no es más que un medio del gobierno del rector de la fundación romanas Los artistas son desde ese momento
Estado, con la especial función de realzar el prestigio del monarca: puras criaruras del sistema educativo estatal: no pueden ya escapar
por una parte, con la formación de un nuevo mito del rey; por otra, al influjo de Le Brunj Están bajo su inspección en la Academia de
aumentando la magnificencia que la corte ha de desplegar como París, tienen que guiarse por las directivas de él en Roma, y si allí
pasan el examen, su empleo en el Estado bajo Le Brun se presupo-
18
E. Lavisse, op. cit., VII, 2, 1906, pág. 82. ne que es lo mejor que pueden esperar.

520 521
iüliyjiliii,.¡ JliJiii.:!..:.;!i ¡..iiiil. !i tul;.:;. ;..;.:.^_,..aJ;.Li;Í,],J ¡i — ——

Historia social de la literatura y el arte El Barroco

í Al sistema que asegura al estilo de la corte, con sus reglas y puras \ La técnica de la nueva producción de mercancías hace po-
limitaciones, un predominio absoluto, corresponde, además del sible el descubrimiento de valores de belleza en la masa, y subes-
monopolio de la educación artística, la organización estatal de la timar el valor de la unicidad, de la forma individual incambiable.
producción de arte. Colbert hace del rey el único cliente de arte La circunstancia, sin embargo, de que esta tendencia no se man-
del país, y por medio de él desplaza a la aristocracia y la alta fi- tuviera junto al progreso técnico, y que épocas posteriores volvie-
nanza del mercado artístico. La actividad arquitectónica del rey en ran en su apreciación de lo individual a la concepción artística an-
Versalles, el Louvre, los Inválidos, la iglesia de Val-de-Gráce a b - ' terior - a l estilo renacentista-, demuestra que el carácter
sorbe, puede decirse, todas las fuerzas disponibles} La aparición de impersonal del estilo Luis XIV no depende sólo de las premisas
constructores como Richelieu o Fouquet sería ahora ya técnica- técnicas de la manufactura, sino que también influyen otros mo-
mente imposible. A la manera como había hecho de la Academia tivos. La manufactura es, por otro lado, más antigua que la men-
lugar de concentración de la educación artística, organiza Colbert talidad mecanicista del siglo XVII y la voluntad artística imper-
también la manufactura de tapices adquirida en 1662 a la familia sonal que a aquélla correspondía . 20

Gobelin y la convierte en marco de toda la producción artística del Casi todo lo que se fabrica en Gobelinos se halla bajo la per-
país. Une para el trabajo común a arquitectos y decoradores, pin- sonal vigilancia de Le Brun. Él mismo dibuja gran parte de los pro-
tores y escultores, tapiceros y mueblistas de arte, sederos y tejedo- yectos; otros se hacen según sus indicaciones y se realizan bajo su
res de paños, broncistas y orfebres, ceramistas y artífices del vi- inspección. El «arte de Versalles» adquiere allí su figura y es en
drio. Bajo Le Brun, que en 1663 toma también la dirección, esencia creación de Le Brun. Colbert sabía muy bien a quién to-
desarrolla la Manufacture des Gobelins una actividad enorme. To- maba como hombre de confianza: Le Brun dirigía las instituciones
dos los objetos de arte y decoración para los palacios y jardines rea- a él subordinadas según principios doctrinarios y totalitarios, con-
les se realizan en sus talleres. Allí hace Colbert ejecutar las obras forme al espíritu de su señor. Era un dogmático y un amigo de la
de arte destinadas a la exportación, y el rey, las que se dedicaban a verdad indiscutible, y, además, hombre de mucha experiencia y
las otras cortes y a las altas personalidades extranjeras. Todo lo que digno de confianza en todas las cuestiones de técnica artística. Si-
sale de la real manufactura es intachable en el gusto, técnicamen- guió siendo durante veinte años el dictador artístico de Francia y
te perfecto, creación de una cultura artesanal sin precedentes. La como tal fue propiamente el creador del «academicismo», al que el
unión de la tradición creadora de la Baja Edad Media con lo que arte francés debió su fama universal. Colbert y Le Brun eran natu-
se había aprendido de los italianos origina realizaciones de artes ralezas pedantescas, que no sólo seguían la doctrina, sino que la
menores que nunca han sido superadas en su género, y que si bien querían ver fijada con todas sus letras. En 1664 se introdujo en
no muestran creaciones individuales únicas, tienen un nivel de ca- la Academia celebrar las famosas conférences, que se mantuvieron du-
lidad más igualado^Por otra parte, las obras de la pintura y de la rante diez años. Entonces el punto de partida de estas conferencias
escultura tienen igualmente un carácter de arte industrial. Tam- académicas lo formaba el análisis de un cuadro o de una escultura,
bién los pintores y escultores realizan decoraciones, repiten y ha- y, como resultado, el conferenciante resumía su juicio sobre la obra
cen variaciones sobre tipos fijos, y tratan el marco decorativo con criticada en una tesis en forma doctrinal. Después seguía una dis-
el mismo cuidado que la propia obra de arte, si es que sienten en cusión con el fin de llegar a la formulación de una regla de valor
absoluto el límite entre la obra de arte y su marco. El trabajo me-
" Cf. Hans Rose, Spátbarock, 1902, pág. 11.
canizado y como de fábrica de la manufactura lleva a una estanda-
rización de la producción tanto en las artes aplicadas como en las

522
ÜJlÍEü.iU±;ii,,i;J¡¡ ¡I.Ul.i.Jiil.li.tJLü^...i ..:,..U,,.. _
i J .»..¡. . ':• : • »•

Historia social de la literatura y el arte El Barroco

general, lo cual muchas veces sólo se conseguía por medio de una tica artística a ella correspondiente se hace sentir muy pronto a pe-
votación o por la decisión de un arbitro. Colbert deseaba que los re- sar de los premios que se ofrecían al que la siguiese. Ya en tiempos
sultados de estas conferencias y discusiones, que él llamaba précepts de Le Brun hay cierta tensión entre el arte oficial, producto de tan
positifs, fueran «registrados», lo mismo que las decisiones de un ju- meditado programa cultural, y el espontáneo ejercicio del arte, tan-
rado, para de este modo tener una colección fijada y consultable de to dentro como fuera del círculo académico. Excepto Le Brun mis-
principios estéticos definitivos. Y así resultó realmente un canon mo, no hubo nunca up artista cuyo modo de expresión fuese per-
de valores artísticos que nunca ha sido formulado con mayor clari- fectamente ortodoxo;(desde 1680, el gusto artístico en general se
dad y precisión. En Italia, por el contrario, conservó la doctrina vuelve abiertamente contra los dictados de Le Brun.j
académica un cierto liberalismo; en modo alguno tenía la intransi- f^La tirantez entre la concepción artística de los círculos oficia-
gencia que la caracterizaba en Francia. Esta diferencia se ha expli- les, tanto de la Iglesia como de la corte, y el gusto de los artistas y
cado diciendo que la teoría del arte en Italia había surgido de la aficionados que no se preocupaban de aquélla no es un rasgo espe-
práctica artística local, unitaria en sus líneas generales, mientras cífico de la vida artística francesa, sino más bien un fenómeno que
que a Francia había llegado con el arte italiano y como género de distingue a todo el Barroco. Lo que ocurre en Francia es que se
importación destinado a las clases más elevadas, y, en cuanto que vuelve más aguda la antítesis, que ya se había expresado en la po-
tal, se encontraba desde el primer momento en oposición tanto a la sición adoptada por los distintos grupos de público frente a Cara-
21
tradición artística medieval como a la popular . Pero también en vaggio. Pues aunque ya antes podía suceder que un artista bien do-
Francia era todavía a mediados de siglo mucho más liberal que des- tado o una corriente artística no correspondieran a uno u otro de
pués. Félibien, el amigo de Poussin y autor de Entretiens sur la vie sus clientes eclesiásticos o mundanos, con anterioridad a la época
et les ouvrages des plus excelents peintres (1666), reconoce la importan- del Barroco no podía hacerse una distinción de principio entre un
cia de artistas como Rubens y Rembrandt, pero subraya aún que no arte oficial y un arte para el público. Ahora sucede por primera vez
hay nada en la naturaleza que no pueda presentarse bella y artísti- que las tendencias progresistas tienen que luchar no sólo con la len-
camente, y habla todavía contra la imitación servil de los grandes titud del proceso de evolución, sino también contra los convencio-
maestros. Los más importantes elementos de la teoría artística aca- nalismos protegidos por el aparato de fuerza del Estado y de la Igle-
démica se hallan también en él, desde luego; así, en primer lugar, sia. El conflicto, típicamence moderno y bien conocido para
la tesis de la corrección de la naturaleza por el arte y de la prima- nosotros, entre los factores conservadores y los factores progresistas
22
cía del dibujo sobre el color . La doctrina propiamente dicha cla- de la vida artística, que no resulta sólo de la diferencia entre las
sicista llega a formularse sólo hacia los años 60 por Le Brun y sus orientaciones del gusto, sino que se juega ante todo como una lu-
partidarios. Entonces se constituye por primera vez el canon de be- cha de poder, y precisamente en la que todos los privilegios y opor-
lleza académico con sus modelos situados por encima de toda críti- tunidades están de parte del conservadurismo y todas las desventa-
ca -los antiguos, Rafael, los boloñeses y Poussin- y sólo desde en- jas y peligros de parte del progreso, fue desconocido antes del
tonces comienza a valer en la representación de los temas históricos Barroco. Había naturalmente antes ya, junto a las gentes entendi-
y bíblicos la absoluta preocupación por la gloria del rey y el pres- das en arte, otras que no tenían sentido ni interés artístico; pero
tigio de la corte. La oposición a esta doctrina académica y la prác- ahora, dentro del mismo público del arte, hay dos partidos, uno
enemigo del progreso y las innovaciones, y otro liberal, abierto por
21
A. Dresdner, op. cit., págs. 104 sig. anticipado a todos los nuevos esfuerzos. El antagonismo de estos
22
André Fontaine, Les doctrines d'arten Frunce, 1909, pág. 56. dos partidos, la oposición entre un arte académico y otro no oficial

524 525
^WtimiMhtíáUb*hi*i.ilMUií - t á M j; t , ( J ¡ l l , ¡ | i | u ¡,,,,1M í | K i L „ i [I [' 11', ..!.

Historia social de la literatura y el arte El Barroco

y libre, la lucha entre una teoría artística abstracta y programáti- sino «conmover», y que la conducta adecuada frente a él no es la
ca y otra viviente que se desarrolla con la práctica, presta precisa- actitud de la razón, sino la del «sentimiento». El siglo XVIII se
mente al Barroco y al período artístico siguiente su carácter pecu- atrevió a señalar la superioridad del profano sobre el especialista y
liar y moderno^La lucha de los Poussinistes y de los Rubénistes entre a expresar la idea de que el sentimiento de las gentes que se ocu-
sí, la antítesis entre la tendencia clásica y lineal y la sensualista y pan de la misma cosa se embota necesariamente, mientras que el
pictórica, que termina con la victoria final de los coloristas sobre Le sentimiento del aficionado y del profano se mantiene fresco y sin
Brun y sus partidarios, eran sólo un síntoma de la general tensión. prejuicios.
(La elección entre dibujo y color era más que una cuestión técnica; {La composición del público artístico no cambió de un día para
la decisión en favor del colorido significaba tomar posición contra otro. Incluso la comprensión ingenua y nada profesional, y aun el
el espíritu del absolutismo, de la rígida autoridad y de la regla- puro interés por las obras de arte, tenían premisas culturales que
mentación racional de la vida; era un síntoma del nuevo sensualis- en la Francia del siglo XVII no deben de haber estado al alcance de
mo y condujo finalmente a fenómenos como Watteau y Chardin.) muchos. El público artístico ctecía, empero, de día en día en ex-
La oposición de los años 70 contra el academicismo de Le tensión, abarcaba elementos cada vez más diversos y formaba ya al
23
Brun preparó esta nueva evolución artística en más de un aspecto . final del siglo un grupo social que, con mucho, no estaba tan uni-
Entonces se formó por primera vez un círculo de amigos del arte tariamente compuesto ni era fácil de manejar como el público cor-
que no sólo constaba de especialistas, esto es, artistas, mecenas y tesano de la época de Le Brun. Con esto no queremos decir que el
coleccionistas, sino también de profanos que se permitían tenet público del arte clasicista fuera completamente homogéneo y se li-
opinión propia. Hasta entonces concedía exclusivamente la Acade- mitara exclusivamente a los círculos cortesanos. La severidad arcai-
mia el derecho a opinar en cuestiones arrísticas, y se lo concedía ca, la tipicidad impersonal, el mantenimiento de los convenciona-
sólo a gentes del oficio. Ahora se discutía la misma autoridad de la lismos eran desde luego rasgos que correspondían especialmente al
Academia. Roger de Piles, el teórico de la generación siguiente a sentido aristocrático de la vidaj-pues para una clase que funda sus
Félibien, se declaró a favor de los derechos del público lego, preci- privilegios en la antigüedad, la sangre y la actitud, el pasado es más
samente fundamentándolo en que también el gusto ingenuo y sin real que el presente; el grupo, más sustancial que el individuo; la
prejuicios tiene sus derechos, y en que el sano sentido común pue- mesura y la educación, más apreciables que el temperamento y el
de tener razón contra las reglas del arte, y la visión natural y senci- sentimiento—^pero en el racionalismo del arte clasicista se expresa-
lla contra el juicio artístico de los especialistas. Esta primera victo- ba, tan característicamente como la de la nobleza, la mentalidad de
ria del público lego halla su explicación, en parte, en que los la burguesía. Este racionalismo arraigaba en la mentalidad de la
encargos que Luis XIV hacía confiar a los artistas se hicieron cada burguesía incluso más profundamente que en la de la nobleza, que
vez más escasos hacia el fin de su gobierno, y la Academia estaba había tomado precisamente de la burguesía la concepción raciona-
obligada en mayor o menor grado a dirigirse al amplio público lista de la vida. El burgués codicioso de lucro había comenzado a
24
para compensar la falta de la subvención . La conclusión lógica de orientarse según un plan de vida racionalista antes que el aristó-
las premisas de De Piles las sacó en todo caso el siglo siguiente; Du crata, tan orgulloso de sus privilegios. Y el público burgués en-
Bos fue el primero en subrayar que el arte no quiere «instruir», contró más pronto agrado en la claridad, simplicidad y concisión
del arte clasicista que los círculos nobiliarios. Éstos se hallaban to-
23
A. Dresdner, op. cit.. págs. 121 sigs. davía bajo el influjo del gusto artístico novelesco, retumbante, ca-
:i
E. Lavisse, op. cit., VIII, 1, 1908, pág. 422. prichoso y extravagante de otro país, cuando la burguesía sabía en-

526 527

¡l!!Í!!i|¡l|¡i¡|||||pi|¡H
1
' :.v,.;

Historia social de la literatura y el arte El Barroco

i miento sutil de los hombres| Y si bien el primer impulso para la


tusiasmarse por la lucidez y regularidad de Poussin. En todo caso j formación de aquella antropología con la que comienza la historia
las obras del maestro, que fueron creadas casi todas todavía en la de la psicología moderna lo habían dado la ascensión de la burgue-
época de Richelieu y Mazarino, fueron compradas generalmente sía y el comienzo del capitalismo moderno, el verdadero origen de
por miembros de la burguesía, por empleados, comerciantes y fi- nuestro análisis psicológico hay que buscarlo en las cortes y en los
2
nancieros \ Poussin^ como se sabe( no aceptó ningún encargo de salones del siglo XVII. La psicología renacentista, orientada en un
grandes pinturas decorativas; toda su vida siguió ateniéndose al principio de manera puramente científica, es decir como ciencia
formato pequeño y al estilo sin pretensiones; encargos eclesiásticos natural, adquiere ya en los escritos autobiográficos de Cellini, Car-
los aceptó sólo raras veces; no percibía ninguna conexión entre el dano y Montaigne, pero sobre todo en los retratos y análisis histó-
2
estilo clasicista y los fines oficiales del arte ^. ricos de Maquiavelo, un sello práctico de filosofía de la vida y de
(La corte pasó poco a poco del Barroco sensualisra al clasicista, I autoeducación. La psicología despiadada de Maquiavelo contiene
lo mismo que la aristocracia, a pesat de su repugnancia contra to- ) ya el germen de toda la literatura psicológica posterior; su concep-
dos los cálculos, se apropió el racionalismo económico de la bur- ción del egoísmo y de la hipocresía sirve a todo el siglo XVII de
guesía. Uno y otro, tanto el clasicismo como el racionalismo, clave para comprender los motivos ocultos de las pasiones y accio-
correspondían a la tendencia progresista de la evolución; más pron- nes humanas. El método de Maquiavelo debía, desde luego, expe-
to o más tarde fueron aceptados por todos los estratos de la socie- j rimentar un largo desarrollo en la corte y en los salones de París
dad. Es verdad que los círculos cortesanos seguían con el clasicis- antes de que pudiera convertirse en instrumento de un La Roche-
mo una orientación del gusto primitivamente burguesa, pero foucauld. Las observaciones y fórmulas de las Máximes son inima-
transformaron su simplicidad en gravedad, su economía de medios ginables sin el arte de vida y la cultura de sociedad de esta corte y
en contención y dominio de sí, su claridad y regularidad en los I de estos salones. La mutua observación de los miembros de estos
principios de rigorismo y de intransigencia. Desde luego, fueron , círculos en la convivencia diaria, su espíritu crítico, que aguzan
sólo las clases más altas de la burguesía las que encontraron satis- unos contra otros, el culto de los bon mots y de las médisances, que es
facción en el arte clasicista, y aun estas mismas no lo hicieron de su pasatiempo, la competencia intelectual que se desarrolla entre
modo exclusivo. El principio racional de orden del clasicismo co- ellos, su afán de expresar un pensamiento del modo más sorpren-
rrespondía, es verdad, a su modo de pensar realista; pero, con todo, dente, refinado y agudo posible, el autoanálisis de una sociedad que
y pese a su mentalidad eminentemente práctica, las clases altas es- hace de sí misma problema y objeto de meditación continuo, el
taban más abiertas a efectos naturalistas^ Le Sueur y los Le Nain análisis de las sensaciones y pasiones, que se practica como una es-
27
son, a pesar de Poussin, los pintores burgueses por excelencia . pecie de juego de sociedad: todo esto es el supuesto previo de las
ÍMas tampoco el naturalismo se quedó en posesión exclusiva de la cuestiones características y de las típicas respuestas de La Roche-
burguesía. Pasó a ser, como el racionalismo, un arma espiritual im- foucauld. En este ambiente halló no sólo la primera incitación a sus
prescindible para todos los estratos de la sociedad en la lucha por ideas, sino que éstas fueron sometidas a la prueba de su eficacia.
la vida. No sólo el éxito en los negocios, sino también el triunfo en la Al savoir-vivre cortesano y al ambiente social de los salones
corte y en los salones presuponía agudeza psicológica y conoci- hay que añadir, como fuente principal de la nueva psicología, el
:s
Josef Aynard, La Bourgeoisie francaise, 1934, pág. 255. pesimismo de la nobleza, desengañada y vaciada de contenido en
ír
' Werner Weisbach, Franzüsische Malerei des XVII. Jabrbunderts im Rabmen von su existencia. Madame de Sévigné dice una vez que tiene con Ma-
Kultur und Gesellschaft, 1932, pág. 140.
21
H. Lemonnier, op. cit., pág. 104; W. Weisbach, Franz. Mal., pág. 95.
dame de Lafayette y La Rochefoucauld a menudo tan tristes con-

528 529

JMiiBilBMÉÉii™
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

versaciones que harían todos muy bien en hacerse enterrar en se- de la marquesa, prototipo de todos los álbumes de jovencita, es el
guida. Los tres pertenecen a aquella aristocracia fatigada y expul- producto más representativo de la literatura del círculo. El mismo
sada de la vida activa que, a pesar de su falta de éxito, persiste en estilo «preciosista» sólo con limitaciones puede ser considerado
sus prejuicios sociales, y son, como Retz y Saint-Simon, nobles afi- creación de los salones; propiamente es la variante francesa y la con-
cionados, para quienes la alta sociedad, la que inmediatamente ex- tinuación del marinismo, gongorismo, eufuismo y demás artes de-
presa la clase y el rango, tiene mucha más realidad que para los es- formadoras del manierismo. Se trata del modo de expresarse y en-
critores burgueses, que se sienten ante todo individuos. No es
tenderse gentes que se ven a menudo y que se apropian de una jerga
ninguna imagen ventajosa la que trazan del ser humano, y, sin em-
especial, un lenguaje secreto, cuyas más ligeras insinuaciones ellos
bargo, es justo, como se ha observado, que el individuo, conside-
comprenden en seguida, pero que a los otros les resulta ingrato y
rado por los ojos de ellos, no tenga ya nada en sí de misterioso y
aun hermético, y aumentar esa peculiaridad y secreto es la ocupa-
terrible, ya no es «espantoso enigma», monstre incomprehensible,
ción favorita de los iniciados. Con este lenguaje artificioso y de
como todavía en Pascal y hasta en Corneille, sino que «desnudo de
grupo estuvo ya emparentado -si no se quiere retroceder hasta los
todo carácter extraordinario logra unas dimensiones medias, ma-
28
alejandrinos- el «estilo oscuro» de los trovadores, que también era
nejables, ratables» . De sus pecados, sus delitos contra Dios, con-
en primer lugar un medio de distanciarse socialmente y buscaba
tra sí mismo y contra sus semejantes como hermanos y sangre de
como señal de distinción lo desacostumbrado, innatural y difícil.
su sangre no se habla ya; todos los impulsos psicológicos y rasgos
Pero el preciosismo, como con razón se ha señalado, no era única-
de carácter, todas las virtudes y vicios se miden sólo con el patrón de
mente el desvarío de moda de un círculo reducido; hablaban en es-
la sociabilidad.
tilo preciosista no sólo unas docenas de damas elegantes y altaneras
|Los salones tuvieron su época de florecimiento en la primera y un grupo de poetas nulos o mediocres; toda la intelectualidad
mitad del siglo, en un momento en que la corte no era aún el cen- francesa del siglo XVII era más o menos preciosista, hasta el seve-
tro cultural del país y se traraba todavía de crear un verdadero pú- ro Corneille y el burgués Moliere. Los héroes y heroínas de la esce-
blico para el arte y un ambiente capaz de juzgar, que, a falta de una na no olvidaban su buena educación ni aun en el estado de mayor
crítica profesional, tenía que decidir sobre la calidad de las obras de excitación, tratándose entre sí de monsieur y madame. Seguían sien-
arte^Los salones pasaron de esta manera a ser pequeñas academias do corteses y galantes en todas las circunstancias; pero esta galan-
no oficiales, en las que se creaba la gloria y la moda literaria, y que, tería era sólo una forma, y de ella no se pueden extraer conclusio-
como consecuencia de su apertura hacia afuera y su libertad dentro, nes sobre la sinceridad de sus sentimientos; expresaba, como toda
eran adecuadas para crear entre los productores y los consumidores forma y todo lenguaje, lo auténtico y lo no auténtico con el mismo
de arte un vínculo mucho más inmediato que más tarde la corte y vocabulario . }0

las verdaderas academias. La significación educadora y civilizadora Los salones contribuyeron a la formación de un público artís-
del salón es incalculable, pero la producción literaria por ellos traí- tico también porque reunieron en su círculo a los entendidos y afi-
da a la vida es de poca imporrancia. Ni siquiera del Hotel de Ram- cionados al arte de los más diversos estratos. Se encontraban los
bouillet, el primero y más importante de todos los salones, surgió miembros de la nobleza de sangre, que naturalmente siempre esta-
29
un solo gran talento . Guirlanck de Julie, compuesta para una hija ban en mayoría, con los de la nobleza de funcionarios y la burgue-

2
" Karl Vossler, Frankreicbs Kultur im Spiegel seiner Spracbentw., 1921, pág. 366. iü
Viktor Klemperer, Zur franzbúschen Klassik, en Oskar Walzel-Festschrift, 1924,
29
Bédier-Hazard, Hist. de la litt. franc., I, 1923, pág. 232.
pág. 129.

530 531
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

sía —especialmente la alta finanza—, que ya desempeñaban un papel protege contra los ataques de la corte una y otra vez. Se podría pen-
31
en el mundo del arte y la literatura . La nobleza aportaba todavía sar en designar a Moliere como un poeta que, si bien no reniega de
los oficiales del ejército, los gobernadores de las provincias, los di- su origen, piensa de manera conservadora en lo esencial, y se ha
plomáticos, los funcionarios de la corte y los altos dignatarios ecle- convertido, por razones de oportunismo, en sostén del orden social
siásticos; la burguesía, por el contrario, poseía no sólo los altos existente; pero haría falta que fuera sencillo distinguir en arte a un
puestos en los tribunales de justicia y en la administración de la ha- conservador de un revolucionario. En modo alguno se podrá poner
cienda, sino que comenzaba a competir con la nobleza en la vida a Moliere en la misma categoría que Aristófanes, si bien en más de
cultural. Los empresarios no tenían en Francia la consideración de un aspecto fue más servil que éste. Habrá más bien que contarlo
que disfrutaban en Italia, Alemania o Inglaterra. Posición social entre aquellos poetas que, con todo su conservadurismo subjetivo,
elevada sólo podían adquirirla con una cultura elevada y un estilo desenmascarando la realidad social, o por lo menos una parte de
exquisito de vida. Por eso en ninguna parte fueron tan celosos los esra realidad, se convirtieron en campeones del progreso. El Fígaro
hijos de esta clase por abandonar la vida del negocio y convertirse de Beaumarchais no habrá de ser considerado como el primer men-
en rentistas dedicados al bel esprit. Los escritores principales, que en sajero de la revolución, sino sólo como el sucesor de los criados y
tiempo del Renacimiento procedían en Francia todavía sobre todo camareras de Moliere.
de la nobleza, en el siglo XVII pertenecen ya en su mayor parte a
la burguesía. Junto a los relativamente pocos aristócratas y prínci-
pes de la Iglesia que desempeñan en este momento un papel en la
literatura francesa, como el duque de La Rochefoucauld, la mar-
quesa de Sévigné y el cardenal de Retz, son, limitándonos a los más
importantes, Racine, Moliere, Lafontaine y Boileau, burgueses sin
distinción y escritores profesionales.
La posición social de Moliere y sus relaciones con las distintas
clases sociales son muy significativas de la situación de la época.
Por su origen, su carácter intelectual y los rasgos de su arte es com-
pletamente burgués. Debe sus primeros grandes éxitos y su com-
prensión de las exigencias del teatro a su contacto con la gran masa.
Durante mucho tiempo de su vida es un espíritu crítico y a menu-
do plebeyamente irrespetuoso, que sabe ver lo ridículo y grosero en
el labrador astuto, en el comerciante mezquino, en el vanidoso bur-
gués, en el áspero hidalgo y en el conde estúpido con la misma agu-
deza, y lo representa con idéntico descaro. Se guarda, por lo demás,
de atacar la institución de la monarquía, el prestigio de la Iglesia,
los privilegios de la nobleza, la idea de jerarquía social, y aun a un
solo duque o marqués. A este cuidado debe el favor del rey, que le

Roger Picard, Les Saltms littéraires et la sociétéfranc., 1943, pág. 32.

532 533

¡11^
El Barroco

obras. El catolicismo restaurado concedió al artista más libertad


3
que en otras partes, y a este liberalismo hay que atribuir que el arte
barroco flamenco tuviera un carácter más libre y agradable que el
arte cortesano en Francia, y que estuviera lleno de un espíritu to-
EL B A R R O C O P R O T E S T A N T E Y B U R G U É S
davía más libre de prejuicios y más gozador del mundo que el arte
eclesiástico en Roma) Si es verdad que todas estas circunstancias no
explican el genio artístico de un Rubens, al menos permiten com-

E L dominio de España en Flandes y su aceptación por la aris- prender que éste hallara en el ambiente cortesano y eclesiástico de
tocracia del país crearon unas circunstancias que en muchos Flandes la forma apropiada de su arte.
aspectos eran semejantes a las de la Francia contemporánea. t En ninguna parte, excepto en los países del sur de Alemania,
33

También la aristocracia fue puesta en completa dependencia del po- tuvo tanto éxito la Iglesia católica restaurada como en Flandes , y
der del Estado y transformada en una dócil nobleza cortesana; tam- nunca fue la alianza entre el Estado y la Iglesia tan íntima como
bién el ennoblecimiento de la burguesía y su inclinación a dejar la bajo Alberto e Isabel, es decir, en el momento de esplendor del arte
vida activa de los negocios en cuanto podía era un rasgo predomi- flamenco. La idea católica se unió de manera tan natural con la mo-
32
nante de la evolución social ; también la Iglesia adquirió una po- narquía como el protestantismo del norte se identificó con la re-
sición sin competencia, aunque siempre a costa de convertirse, pública. El catolicismo derivaba de Dios la soberanía de los prínci-
como en Francia, en un instrumento del gobierno; también la cul- pes, de acuerdo con el principio de la representación de los fieles
tura de las clases dominantes adoptó un carácter completamente pot el Estado eclesiástico; por el contrario, el protestantismo, con
cortesano y perdió poco a poco todo contacto no sólo con las tra- su doctrina de la filiación inmediata respecto de Dios, era esencial-
diciones populares, sino igualmente con el espíritu de la corte bor- mente antiautoritario. La elección de confesión se acomodaba, em-
goñona, influido todavía en mayor o menor grado por el espíritu pero, muchas veces a la actitud política. Inmediatamente después
burgués. El arte especialmente tuvo aquí un sello en conjunto ofi- de la escisión, los católicos eran todavía en el notte casi tan nume-
cial, sólo que, a diferencia del barroco francés, estaba influido por rosos como los protestantes, y sólo más tarde se pasaron al campo
la religión, lo cual se explica por el influjo español. No había en protestante. El antagonismo religioso entre los estados del sut y del
Flandes tampoco, a diferencia de lo que ocurría en Francia, una norte no fue, pot consiguiente, en modo alguno la razón específica
producción artística organizada por el Estado y absorbida total- de la antítesis cultural entre ambos territorios; tampoco puede de-
mente por la corte; y no sólo porque la corte archiducal no estu- rivarse esta oposición del carácter racial de los habitantes; en reali-
viera en condiciones de financiarla, sino también porque tal regla- dad, tiene razones económicas y sociales. Éstas explican también la
mentación de la vida artística no se hubiera podido cohonestar con fundamental diferencia de estilo dentro del arte de los Países Ba-
el modo conciliador con que los Habsburgo querían gobernar en jos. En ningún capítulo de la historia del arte es más concluyente
Flandes. También la Iglesia, con mucho el más importante cliente el análisis sociológico que en éste, precisamente donde dos direc-
artístico del país, se conformaba con prescribir al arte una dirección ciones artísticas tan esencialmente diferentes como el Barroco fla-
católica en general, pero sin imponerle ninguna otra coerción es- menco y el holandés surgen, en coincidencia temporal casi perfec-
pecial que afectase al tono general o a los temas particulares de las ta, en estrecho contacto geográfico y, excepto por lo que hace a la

52
Henri Pierenne, Histoire de Belgique, IV, 1911, págs. 347 sig. " P. J. Block, Gesch. der Niederlande, IV, 1910, pág. 7.

534 535
Bill

El Barroco
Historia social de la literatura y el arte

37

situación económica y social, en condiciones completamente aná- Países Bajos fue una revolución de conservadores . Las victoriosas
tía
logas.iEsta separación de estilos, cuyo análisis permite descartar to- provincias del norte defendían conceptos de libertad medievales y
dos los factores de realidad no sociológicos, puede precisamente una autonomía regional anticuada^El hecho de que pudieran resis-
consjderase como ejemplo típico de la sociología del arte. tir durante algún tiempo muestra quizá, según se ha observado, que
el absolutismo no era la única forma de Estado que correspondiera
í Felipe II, en cuya época ocurrió la bifurcación de la cultura de
a las exigencias de la época; pero la breve duración de su éxito de-
los Países Bajos, era un príncipe progresista que quería introducir los
mostró al cabo lo insostenible de una forma de Estado federal en la
logros del absolutismo, el sistema del Estado centralizado y un
época de los estados centralizados.
racional orden en la administración financiera también en Holan-
M
da . Todo el país se levantó en contra; el norte con éxito, el sur sin (Las provincias libres del norte formaron un Estado de ciuda-
él. Las provincias meridionales «católicas» se opusieron a los nuevos des; pero en un sentido completamente distinto al de las provin-
sacrificios de dinero que la administración centralizada exigía de los cias del sur, que en realidad tenían tantas y tan grandes ciudades
burgueses tan violentamente como el norte «protestante». La opo- como el norte, pero donde la función de las urbes cambió funda-
sición cultural entre las dos zonas no se manifestaba aún antes de la mentalmente después de la pérdida de la autonomía local. En el
lucha contra España, sino que se desarrolló sólo como consecuencia sur, después del aplastamiento de la rebelión, ya no fue la bur-
de la diversa fortuna con que fue llevada y como reflejo de las dife- guesía ciudadana el elemento social predominante, como en Ho-
rencias sociales que resultaron, después del final de la lucha, en el landa, sino el estrato superior aristocrático o aristocratizante, que
sur y en el norte. En un principio, la burguesía se comportó frente se orientaba hacia la corte. La dominación extranjera condujo en el
a España de igual modo por todas partes. Y era esta clase social de sur a la victoria de la cultura cortesana sobre la cultura ciudadana
espíritu gremial y anticentralista la que pensaba y sentía de modo y burguesa, mientras que la liberación nacional en el norte acarreó
conservador, no el monarca, criado en el círculo de ideas de la razón el mantenimiento de las características de la ciudad. Pero en el flo-
de Estado y del mercantilismo. Los burgueses querían ante todo recimiento económico de Holanda no tuvieron la mayor parte las
conservar la autonomía de sus ciudades y los privilegios a ellas uni- virtudes de la libertad, sino la fortuna y el acaso. La favorable po-
dos, y sobre ello estaban de acuerdo en todo el país^La historia de sición marítima que predestinaba al país para desarrollar el co-
los holandeses protestantes y republicanos que se sublevan contra el mercio entre el norte y el sur de Europa, las guerras, que obliga-
déspota católico respaldado por la Inquisición implacable y la sol- ron a España a hacer sus compras al enemigo, la escasez de dinero
dadesca desvergonzada no es más que pura leyenda^ Los holandeses de Felipe II en 1596, que causó la ruina de los banqueros italianos
no se levantaron contra España porque fueran protestantes, si bien y alemanes e hizo convertirse a Amsterdam en centro del mercado
el individualismo de la fe protestante aumentó quizá el ímpetu de monetario europeo, fueron una serie de posibilidades que Holan-
35
su movimiento . El catolicismo en sí era en tan escasa medida reac- da sólo tuvo que aprovechar y no crear. A su propio sistema eco-
cionario como era revolucionario el protestantismo 7, si bien un nómico pasado de moda tenía que agradecerle que la riqueza acu-
calvinista se rebela contra su rey con la conciencia más tranquila que diera a la burguesía ciudadana, organizada medievalmente y que
un católico.! Pero sea de ello lo que se quiera, la sublevación de los pensaba dentro de las categorías de aislamiento y autonomía eco-
nómica, y no al Estado y a la dinastía. Pero con esto, el estamen-
M
Véase para lo que sigue J. Huizinga, Holldndische Kultur des XVII Jahrhunderts, to formado por los empresarios del comercio y la industria se con-
1933, págs. 11-14; G. J. Renier, The Dutch Nation, 1941, págs. 11 sigs.
" G. J. Renier, op. cit., pág. 32.
36
Cf. Franz Mehring, Zur Literaturgesch. von Calderón bis Heine, 1929, pág. 1 1 1 . " J. Huizinga, Ho/l. Kultur, pág. 13.

536 537

flíil!
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

virtió en la clase predominante. Y como en todas partes que llegó 3S


aristocracia antimonárquica . Pero el poder estaba en manos de la
al poder, oprimió lo mismo a los trabajadores a jornal que a la pe-
burguesía y no podía ser amenazado seriamente desde parte alguna, j
queña burguesía compuesta de artesanos y comerciantes autóno-
(El espíritu burgués siguió siendo en el arte, a pesar del conti-
mos pero sin medios. Esta alta burguesía, cuya posición social en
nuo coquetear de las clases adineradas con las corrientes de gusto
Holanda se fundaba más exclusivamente que en otras partes sobre
aristocrático, el predominante, y prestó a la pintura holandesa un
el bienestar, y servía para el enriquecimiento, encomendó la re-
sello esencialmente burgués, en medio de una cultura cortesana ge-
presentación de sus intereses a un estamento especial, que se reclu-
neral en Europa. En la época en que Holanda alcanza su mayor flo-
taba de entre ella misma: los llamados regentes. De estos regentes
recimiento cultural, en los demás sitios ya ha pasado el punto cul-
se componían las magistraturas de las ciudades, con sus burgo- 39
minante de la cultura burguesa ; en los otros países de Europa, la
maestres, escabinos y consejeros, y ellos eran propiamente los que
burguesía sólo en el siglo XVIII comienza a desarrollar de nuevo
ejercían el poder como clase dominante. Como su cargo por regla
una cultura que recuerde la holandesa. A su carácter burgués debe
general se heredaba de padres a hijos, poseían de antemano más
el arte holandés, en primer lugar, la desaparición de las trabas ecle-
autoridad y disfrutaban de un prestigio mayor que la clase de ma-
siásticas. Las obras de los pintores holandeses se pueden ver por to-
gistrados ordinarios. Poco a poco se convirtieron en una verdade-
das partes, excepto en las iglesias; la imagen devota no se da en ab-
ra casta, que incluso se mantuvo cerrada frente a la mayoría de
soluto en el ambiente protestante. Las historias bíblicas obtienen,
aquella alta burguesía a la que debía suipoder. Los regentes de la
ciudad eran en un principio, por lo general, antiguos comer- en comparación con los temas profanos, un puesto relativamente
ciantes que vivían de sus rentas y que desempeñaban su cargo modesto, y se tratan generalmente como escenas de género. Se pre-
por afición, pero sus hijos estudiaban ya en las universidades de fiere sobre todo representar la vida real y cotidiana; el cuadro de
Leiden y Utrecht y se preparaban, ante todo, con el estudio del costumbres, el retrato, el paisaje, el bodegón, el cuadro interior y
derecho, para los puestos de gobierno que habían de heredar de la arquitectura. Mientras en los países católicos y en los regidos por
sus padres.j príncipes absolutos sigue siendo la forma artística predominante el
cuadro de historia bíblica y profana, en Holanda se desarrollan con
f Los nobles, especialmente en las provincias de Gheldria y plena autonomía los objetos hasta entonces tratados sólo de mane-
Overijssel, no carecían totalmente de influencia, pero eran escasos ra accesoria. Los temas de género, de paisaje y naturaleza muerta no
en número^y los que de entre ellos se mantenían aparte del patri- forman ya el mero complemento de composiciones bíblicas, histó-
ciado urbano se limitaban a atender a sus familias^La mayoría se ricas y mitológicas, sino que poseen un valor propio y autónomo;
mezclaba con la burguesía rica por connubios o participando en sus los pintores no necesitan ningún pretexto para recogerlos. Cuanto
empresas. Por lo demás, la gran burguesía se transformó en una más inmediato, abarcable y cotidiano es un tema, tanto mayor es
aristocracia de comerciantes, y, en primer lugar, las familias de los su valor para el arte. Es una posición indistanciada, de género por
regentes comenzaron a adoptar un estilo de vida que las alejaba excelencia, la que frente al mundo se expresa aquí, concepción ante
cada vez más de las clases más numerosas. Formaban la transición la que la realidad se presenta como algo dominado y familiar. JEs
entre la nobleza y las clases mediasjy representaban una fijación de como si esta realidad se hubiera descubierto ahora, y de ella se hu-
la jerarquía social, que por lo demás era casi desconocida.;Pero mu- biera tomado posesión y en ella se hubiera el artista instalado^Se
cho mayor que entre la burguesía y la nobleza era siempre la ten-
ie

sión entre los monárquicos que rodeaban al Stadhouder, de ideas mi- Kurt Kaser, Gesch. Europas im Zeitalter des Absolutismus, en Weltgesch.feJLM.
Hartmann, VI, 2, 1923, págs. 59 y 61.
litaristas, y, de otra parte, los pacifistas de la burguesía y .la " Fr. von Bezold, Staat u. Ges. d. Ref., pág. 92.

538

.fflflilllflfllfllifl
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

vuelve objeto del arte, en primer lugar, la parte de realidad que es bros acomodados que por la especial riqueza de cada uno de ellos
propiedad del individuo, de la familia, de la comunidad y de la na- por lo que tiene importancia. Nunca antes, ni siquiera en la Flo-
ción: la habitación y la tierra, la casa y el patio, la ciudad y sus al- rencia del Renacimiento inicial, por no hablar tampoco de Atenas
rededores, el paisaje del país y la tierra libertada y reconquistada.] en la época clásica, se ha mantenido el gusto burgués privado tan
^Todavía más significativo que la elección de los temas para el libre de toda influencia oficial y pública y ha sustituido tan am-
atte holandés es, empero, el peculiar naturalismo por el que se dis- pliamente los encargos públicos por los privados. Pero tampoco en
tingue no sólo del Barroco general europeo y su postura heroica, su Holanda la demanda es completamente homogénea, pues junto a
solemnidad estricta y rígida y su sensualismo tempestuoso y des- los clientes particulares se señalan también los oficiales y semiofi-
bordante, sino también de cualquier otro estilo anterior orientado ciales: municipios, corporaciones, asociaciones ciudadanas, hospi-
de modo naturalista. Pues no es sólo la sencilla, honrada y piadosa cios, hospitales, asilos, si bien su influencia artística es relativa-
objetividad en la representación, ni únicamente el esfuerzo por des- mente pequeña. El estilo de las obras de arte destinadas a esta
cribir la existencia de modo inmediato, en su forma cotidiana y clientela tiene ya, como consecuencia del formato de mayor im-
comprobable por cualquier observador, sino la capacidad personal portancia, una forma en cierto modo distinta de la pintura bur-
de vivir el aspecto lo que da a esta pintura su especial carácter de guesa. Y si bien el arte en gran estilo, como se desea en Francia y
verdad. El nuevo naturalismo burgués es un modo de representa- en Italia, no tiene en Holanda empleo alguno, ni siquiera para fi-
ción que procura no tanto hacer visible todo lo anímico cuanto ani- nes representativos, el gusto clásico y humanístico, cuya tradición
mar todo lo visible e interiorizarlo. Los cuadros íntimos en que en la tierra de Erasmo nunca se había extinguido del todo en cier-
toma cuerpo esta concepción artística han pasado a ser la forma ca- tos círculos, se manifiesta, con más fuerza que en la producción ar-
racterística de todo el arte burgués moderno, y ningún otro es tan tística destinada a los particulares, en el arte oficial, en la arquitec-
adecuado al alma burguesa como éste, con su impulso hacia lo pro- tura de los grandes edificios públicos, en las esculturas de las salas
fundo y sus limitaciones. Este arte es resultado de la limitación al de sesiones y de los salones, en los monumentos que la República
pequeño formato, y, a la vez, del más alto realce del contenido hace erigir a sus hombres meritorios^
psicológico en este estrecho marco. La burguesía no da empleo a las ( Pero tampoco el gusto artístico burgués privado es en modo
grandes decoraciones; las proporciones de la corte no entran en los alguno homogéneo; la burguesía pertenece a distintas esferas en
cálculos de sus usos privados; los fines solemnes y protocolarios son cuanto a educación, y plantea al arte exigencias distintas. Los ilus-
relativamente poco frecuentes y, al lado de las exigencias de las trados, que se han formado en la literatura clásica y continúan la
grandes cortes, insignificantes. La residencia del Stadhouder, orien- tradición del humanismo, favorecen las corrientes italianizantes,
tada a la francesa, no llega nunca a convertirse en un verdadero cen- muchas veces vinculadas al manierismo. Prefieren, a diferencia del
tro cultural, y es, además, demasiado pequeña y pobre para ejercer gusto popular, representaciones de la historia clásica y de la mito-
influjo en el desarrollo del arte. Y así en Holanda la pintura, esto logía, alegorías y pastorales, ilustraciones bíblicas agradables e in-
es, la más modesta entre las artes figurativas, y en especial el cua- teriores elegantes^ como los hacen Cornelis van Poelenburgh, N i -
dro de gabinete, su forma de menores pretensiones, es el género colás Berchem, Samuel van Hoogstraten y Adriaen van der Werff.
predominante.) (Pero tampoco el gusto de la burguesía no intelectual es completa-
^No es la Iglesia, ni un príncipe, ni una sociedad cortesana mente homogéneoj Terborch, Metsu y Netscher trabajan evidente-
quien decide el destino del arte en Holanda, sino una burguesía mente para los estratos más elegantes y ricos de la burguesía; Pie-
que, por lo demás, es más bien por el gran número de sus miem- ter de Hooch y Vermeer van Delft, para un círculo desde luego más

540 541
Historia social de la literatura y el arte El Barroco

42

modesto; Jan Steen y Nicolás Maes tienen, por el contrario, según nes de defensa . La cuestión de en qué medida los distintos es-
parece, sus clientes en todas las categorías de la sociedad. tratos culturales de la Holanda del siglo XVII sabían apreciar el
¿El gusto naturalista-burgués y el clasico-humanista se hallan valor de sus pintores figura entre los problemas más difíciles de
durante todo el período de florecimiento de la pintura holandesa la historia del arte. El sentido de la calidad artística seguramen-
en estado de tensión. La orientación naturalista es incomparable- te no correspondía siempre a la cultura general, pues en otro caso
mente más importante, tanto por lo que hace a la calidad como a Vondel, el mayor poeta holandés, no hubiera colocado a un Flinck
la cantidad de su producción, pero la orientación clasicista es fa- por encima de un Rembrandt. Había, desde luego, también en-
vorecida por los círculos ricos e ilustrados, y ello asegura a sus re- tonces gente que sabía bien quién era Rembrandt, pero ella po-
presentantes mayor prestigio y mejor venta.^La contraposición dría identificarse con los literatos de educación humanística en
entre la burguesía media, más sencilla en sus modos de vida y tan escasa medida como buscarse en las amplias capas de la bur-
más estrecha en sus opiniones religiosas, y los círculos orientados guesía. Era esta gente, desde luego, como los amigos de Rem-
hacia el clasicismo humanista y de opiniones más mundanas, co- brandt, predicadores, rabinos, médicos, artistas, altos funciona-
rresponde en Holanda, como se ha señalado, al antagonismo de rios, en una palabra, hombres de los más variados círculos de la
40
los puritanos y los caballeros en Inglaterra . De una parte están clase media ilustrada, y lo mismo que los amigos de Rembrandt,
en ambos países los representantes de un modo de vida modesto, no muy numerosos. El gusto de la mediana y la pequeña burgue-
serio y práctico; de otra, los de un elegante epicureismo, a menu- sía, que formaba la mayoría de la clientela de arte, no estaba muy
do enmascarado de idealismo. Sólo que no hay que olvidar que la desarrollado, y apenas tenía otro criterio para lo artístico que el
cultura holandesa del siglo XVII, a diferencia de la inglesa de parecido. No es lícito, por consiguiente, suponer que la gente
la época de la restauración, nunca niega en absoluto su carácter bur- comprara cuadros según su gusto propio; en general se orientaba
gués.^ Sin embargo^ también en Holandaf^se puede observar una por lo que era preferido en los círculos más elevados, lo mismo
progresiva aproximación del gusto burgués a la concepción artís- que estos círculos, a su vez, se dejaban influir por las opiniones
tica más elegante. El proceso corresponde a la tendencia a aristo- artísticas de los intelectuales de cultura clásica y humanística. La
cratizarse que por todas partes se puede observar en la segunda demanda por parte de un público ingenuo y sin pretensiones sig-
mitad del siglo. Que se prescindiera de Rembrandt al hacer el en- nificaba para los artistas, en un principio, una gran ventaja, si
cargo de las pinturas del Ayuntamiento de Amsterdam es cosa bien más tarde se convirtió en un peligro igualmente grande. Les
sintomática: no sólo se alejaban de Rembrandt, sino, con él, de permitió trabajar libremente conforme sus ideas, sin tener que
41
todo naturalismo , y entonces vence también en Holanda el aca- tomar en cuenta los deseos de cada uno de los clientes; sólo más
demicismo clásico con sus profesores y epígonos^El nuevo espíri- tarde esta libertad, como consecuencia de la anárquica situación
tu antidemocrático se expresa, por ejemplo, también, como seña- del mercado, se convirtió en una catastrófica superproducción.
la Riegl, en que desaparecen, puede decirse que por completo, los f^En el siglo XVII muchas gentes hicieron dinero, el cual, dado
grandes retratos en grupo con la representación de compañías en- el exceso de capital, no siempre podía ser colocado provechosa-
teras de guardias, y sólo se retratan los oficiales de las asociacio- mente, y muchas veces no bastaba para hacer adquisiciones impor-
tantes. La compra de objetos de menaje y adorno, especialmente
10
J. Huizinga, Holl. Kultur., págs. 28 sig.
42
41
Schmidt-Degener, Rembrandt u. der holl. Barock, en «Stud. der Bibl. Warburg», Alois Riegl, Das holldndische Gruppenportrdt, en «Jahrb. d. kunsthist. Samml. d.
1928, IX, págs. 35 sig. Allerhochsten Kaiserhauses», 1902, vol. 23, pág. 234.

542 543
:
¡¡iiíhíiJiiíJÜniiji.hiiJhí *:! ¡i i ;':Hi'i:Vi::1:V<

Historia social de la literatura y el arte


El Barroco

cuadros, se convirtió en la forma preferida de colocar el dinero, en 44


tuación muy embarazosa . Pero en un comienzo la pintura debe de
la que podían tomar parte también gentes relativamente modestas.
haber asegurado buena ganancia, pues sólo así se explica la inun-
Éstas compraban cuadros, ante todo, muchas veces, porque no ha-
dación de profesionales) Sabemos que la producción artística ya en
bía otra cosa que comprar; después también porque los demás, y
el siglo XVI, en Amberes, que tenía una importante exportación
precisamente gentes más elevadas, los compraban igualmente, por-
de cuadros, era muy grande. Hacia 1560 deben de haber estado
que lucían bien en casa y producían un efecto de respetabilidad, y
ocupados allí, en la pintura y el grabado, trescientos maestros,
en último término se podían vender otra vez. Desde luego, era en
mientras que la ciudad no tenía más que 169 panaderos y 78 car-
último lugar para satisfacer su sed de belleza para lo que los com- 45
niceros . La producción en masa de cuadros no comienza, pues,
praban^ Puede muchas veces haber ocurrido que conservaran los
por consiguiente, en el siglo XVII, y tampoco en las provincias
cuadros, al no haber necesitado el dinero en ellos invertido, y que
septentrionales; lo nuevo en éstas es que la producción se apoya
luego sus hijos sintieran verdadero placer en la belleza de los mis-
principalmente en el público indígena, y que se llega a una grave
mos. Y también pudo suceder que unas obras de arte primitiva-
crisis en la vida artística cuando este público ya no es capaz de ab-
mente modestas, en la segunda o tercera generación pasaran a ser
sorber la producción. Acontece en todo caso por primera vez en la
un verdadero gabinete artístico, de los que más tarde por todas par-
historia del arte occidental que podemos comprobar un número ex-
tes en el país, incluso en círculos relativamente modestos, se po- 46
cesivo de maestros y la existencia de un proletariado artístico .
dían hallar.^En el creciente bienestar de la población no había qui-
(La disolución de los gremios y el desuso de la reglamentación
zá efectivamente ninguna casa burguesa sin cuadros; pero si se dice
de la producción artística por una corte o por el Estado permiten
que en Holanda todos, «el más rico patricio como el más pobre la-
que la coyuntura en el mercado artístico degenere en una compe-
brador» los poseía, esto apenas puede convenirle «al más pobre»
tencia violentísima, a la que sucumben los talentos más peculiares
labrador; y si el labrador rico se los procuraba, evidentemente lo
y originales. Había, es verdad, también antes artistas que vivían es-
hacía con otra finalidad y miraba los cuadros con otros ojos que «el
trechamente, pero no había miseria entre ellos. La penuria de los
más rico patricio»^
Rembrandt y de los Hals es un fenómeno concomitante de aquella
John Evelyn, el coleccionista y mecenas inglés, da noticia en
libertad y anarquía económica en el campo del arte que entonces
sus memorias del activo negocio en cuadros, y no precisamente
aparece por vez primera plenamente desarrollada y desde entonces
en buenas muestras, que observó en la feria de Rotterdam en 1641.
domina en el mercado artístico. Así comienza el desarraigo social
Había, como él observa, muchos cuadros, y la mayoría eran muy
del artista y la problematización de su existencia) que parece que es
baratos. Los compradores eran en gran parte pequeños burgueses y
superflua, pues lo que produce existe de sobra. Los pintores holan-
aldeanos, y entre estos últimos debe de haberlos habido que po-
deses vivieron en su mayor parte en una situación tan angustiosa
seían cuadros por valor de dos mil o tres mil libras; de todas ma-
43
que muchos de los más grandes entre ellos estuvieron obligados a
neras, volvían después a venderlos y, además, con provecho ^Bajo
practicar cualquier otro oficio al lado de su arte. Así, Van Goyen
los efectos de la coyuntura favorable, consecuencia de la general es-
comerciaba en tulipanes, Hobbema estaba empleado como recau-
peculación en el mercado de arte, se creó en Holanda, después de
dador de contribuciones, Van der Velde era propietario de una len-
1620, una tal cantidad de cuadros que, a pesar de la gran demanda,
constituía una superproducción, lo que acarreó a los artistas una si- 44
W. Martin, The Life of a Dutch Artist, VI, How the painter sold hit work, «The
Burlington Magazine», 1907, XI, pág. 369.
45
15 Hans Florke, Studien zur niederl, Kunst - u. Kulturgesch., 1905, pág. 154.
John Evelyn, Memoirs, 1818, pág. 13.
46
N. Pevsner, Academies, pág. 135.

544
545
Historia social de la literatura y el arte
\
cería, Jan Steen y Aert van der Velde eran taberneros. La pobreza chos años de aprendii -Ante este tiempo no pueder ganar
de los pintores parece en general haber sido tanto más grande cuan- dinero con sus propios uaüajos, pues todo lo que pinta, según el es-
to más importantes eran. Rembrandt por lo menos tuvo aún sus píritu del orden gremial, pertenece a su maestro. Nada es más ade-
buenos tiempos, pero Hals nunca fue estimado especialmente y ja- cuado en estas circunstancias que la idea de sostenerse a flote con
más alcanzó los precios que, por ejemplo, se pagaban por un retra- el tráfico de arte. Compra y vende en un principio, en primer lu-
to de Van der Helst. Pero no sólo Rembrandt y Hals, sino Vermeer, gar, grabados, copias, trabajos escolares, es decir género barato.
el tercero de los grandes pintores holandeses, hubo de luchar con Pero no son en modo alguno sólo jóvenes, ni pintores aún no capa-
dificultades materiales. Y los dos restantes de los máximos pince- ces de ganar dinero con su oficio, los que se ocupan del comercio
les del país, Pietet de Hooch y Jacob van Ruisdael, tampoco fueron de arte; entre los más antiguos son David Teniers el Joven y Cor-
particularmente estimados por sus contempotáneos; en modo al- nelis de Vos únicamente los más famosos. Grabadores aparecen
guno estuvieron entre los artistas que llevaron una vida acomo- muy a menudo como traficantes en arte; Jerome de Cock, Jan Her-
47
dada . A esta historia heroica de la pintura holandesa corresponde mensz de Muller, Geeraard de Jode son los nombres más conocidos;
también el que Hobbema hubiese de abandonar la pintura en los el carácter de mercancía de sus producciones les lleva involuntaria-
mejores años de su vida. mente a dedicarse al tráfico de cuadros junto al de sus grabados.
Los comienzos del comercio de arte en los Países Bajos se re- La formación e independización del comercio de arte ha teni-
montan al siglo XV y están en relación con la exportación de mi- do inmensas consecuencias en la vida artística moderna. Conduce,
niaturas flamencas, tapices y cuadros religiosos desde Amberes, en primer lugar, a la especialización de los pintores en distintos gé-
48
Brujas, Gante y Bruselas . El mercado de arte en los siglos XV y neros, dado que los vendedores reclaman de ellos aquella especie de
XVI está, sin embargo, todavía en manos de los artistas, que trafi- labores que son las más divulgadas de su mano. Así se llega a una
can no sólo con obras propias, sino también con otras de origen aje- división del trabajo casi mecánica, en la que un pintor se limita a
no. Los libreros y los editores de grabados ya desde muy pronto ha- los animales, otro a los fondos de paisaje. El comercio de arte es-
cían también comercio de cuadros; a ellos se suman los prenderos y tandariza y estabiliza el mercado; no sólo establece esa producción
joyeros, e igualmente los enmarcadores y los posaderos . Las limi- 49 sobre tipos fijados, sino que regula el tráfico de las mercancías, en
taciones que los gremios de pintores ponen en los siglos XV y XVI otro caso anárquico. Por una parte, crea una demanda regular, pues
al comercio artístico demuestran que el mercado de arte tiene que muchas veces surge precisamente donde el cliente privado falta, y,
luchar con un exceso de género y que hay demasiados traficantes en por otra, informa al artista sobre los deseos del público de un modo
él. Las diversas ciudades se defienden contra la importación y con- mucho más amplio y rápido que el que tendría a su alcance para in-
tra un desordenado tráfico callejero, y permiten la venta de cuadros formarse él mismo. La mediación del comercio de arte entre la pro-
sólo a las personas que pertenecen a un gremio de pintores. Pero tal ducción y el consumo conduce de todos modos también al extra-
medida no establece ninguna diferencia entre un pintor y un trafi- ñamiento entre el artista y el público. Las gentes se acostumbran a
cante y no pretende algo así como limitar el comercio de arte a los comprar lo que encuentran en el surtido del vendedor y comienzan
50
artistas, sino sólo proteger el mercado local . Un pintor pasa mu- a considerar la obra de arte como un producto tan despersonaliza-
do como cualquier otra mercancía. El artista, a su vez, se acostum-
4
' W. von Bode, Die Meister der holl. u. fldm. Malerschulen, 1919, págs. 80 y 174. bra a trabajar para clientes desconocidos e impersonales, de los cua-
ig
H. Florke, op. cit., págs. 74 sig.
les él sólo sabe que hoy buscan cuadros de historia donde ayer
*' Ibid., págs. 92-94.
50
Véase para lo que sigue ibid., págs. 89 sig. compraban escenas de género. Este comercio lleva consigo el aisla-

546 547
Historia social de la literatura y el arte

miento del público respecto del arte contemporáneo. Los mar- mente en Flandes, el país hermano, obtenía Rubens por sus cuadros
chantes hacen con preferencia la propaganda del arte de tiempos precios mucho más altos que los más prestigiosos pintores holan-
pasados por la sencilla razón de que, como agudamente se ha ob- deses^Cobraba en su mejor época cien florines por un día de traba-
56

servado, los productos de tal arte no pueden aumentar, y, en conse- j o , y recibió de Felipe II por su Acteón 14.000 francos, el más alto
57

cuencia, tampoco pueden desvalorizarse, y así se convierten en ob- precio que se alcanzó por un cuadro antes de Luis X I V . Bajo Luis
jeto de la menos arriesgada especulación". El tráfico de cuadros XIV y Luis XV se estabilizaron los ingresos en primer lugar de los
tiene una devastadora influencia sobre la producción por la conti- pintores de la corte, manteniéndose en un nivel relativamente alto;
nua reducción de los precios. El marchante se hace cada vez más el así, por ejemplo, Hyacinthe Rigaud, entre 1690 y 1730, ganó por
patrono del artista, y por lo mismo se encuentra en condiciones de término medio 30.000 francos por año; sólo por el retrato de Luis
58

dictarle los precios en tanto mayor medida cuanto más se ha acos- XV cobró 40.000 francos . Rigaud era en todo caso una excepción
tumbrado el público a comprar obras de arte al comerciante y me- en la misma Francia, donde a los artistas nunca les fue tan bien
nos a encargárselas al que las produce. El comercio inunda final- como a los escritores, que muchas veces eran hasta mimados. Boi-
mente el mercado de copias y falsificaciones, y con ello desvaloriza leau, como se sabe, llevaba en su casa de Auteuil la vida de un gran
los originales. señor y dejó a su muerte un capital líquido de 186.000 francos; Ra-
^Los precios en el mercado artístico eran en Holanda, en gene- cine cobró en diez años, como historiógrafo del rey, un salario de
ral, muy bajosj^por un par de florines ya se podía comprar un cua- 145.000 francos; Moliere ganó en el curso de quince años, como di-
dro. Un buen retrato costaba, por ejemplo, sesenta florines, cuan- rector de teatro y actor, 336.000 francos, y además, como autor,
59

do por un buey había que pagar noventa". Jan Steen pintó una vez otros 2 0 0 . 0 0 0 . En la diferencia entre los ingresos de un escritor
53
tres retratos por veintisiete florines . Rembrandt percibió por La y los de un pintor se manifestaba todavía el viejo prejuicio contra
ronda nocturna, en la cumbre de su gloria, no más de 1.600 florines, el trabajo manual y la mayor estimación de gentes que no tuvieran
y Van Goyen cobró por su vista de La Haya 600 florines, el más nada que ver con un oficio. En Francia, hasta el siglo XVII, los
alto precio de su vida. Con qué salarios de hambre tenían que con- mismos pintores de la corte tenían sólo la categoría de empleados
60

tentarse famosos pintores lo demuestra el caso de Isaak van Osta- subalternos de la misma . Cochin cuenta todavía que el duque de
de, que entregó a un marchante trece cuadros por 27 florines en Antin, sucesor de Mansart en el cargo de surintendent, solía tratar
M
1641 . En comparación con los precios, muchas veces exagerada- muy altaneramente a los miembros de la Academia, tuteándoles
61

mente altos, que se pagaban por obras de los artistas que habían vi- como a criados y obreros . Lógicamente, con un Le Brun se pro-
sitado Italia y trabajaban a la manera italiana, los cuadros pintados cedió de distinta manera, pues era, desde luego, el trato de los ar-
al estilo naturalista del país eran siempre baratos. Frans Hals, Van tistas muy diferente según los individuos.
Goyen, Jacob van Ruisdael, Hobbema, Cuyp, Isaak van Ostade, De La consideración, relativamente escasa, que se daba a los artis-
,5
Hooch nunca alcanzaron altos precios .^En los países de cultura tas acarreó que dedicarse a esta profesión, tanto en Francia como en
cortesana y aristocrática, los artistas eran mejor pagados. Precisa-
* Ibid, pág. 54.
51
Ibid., pág. 120. " G. D'Avenel, Les revenus d'un intellectuel de 1200 d 1913, 1922, pág. 231.
58
52
N. S. Trivas, Frans Hals, 1941, pág. 7. Ibid, pág. 237.
59
" W. Martin, loe. cit., pág. 369. Ibid., págs. 293, 300, 341.
M
Adolf Rosenbetg, Adrián und Isaak Ostade, 1900, pág. 100. 60
Paul Drey, Die wirtsch. Grundlagen der Malkunst, 1900, pág. 50.
" H. Florke, op. cit,, pág. 180. 61
A. Dresdner, op. cit., pág. 309.

548 549
Historia social de la literatura y el arte

\
los Países Bajos, se limitara a los estratos medianos y bajos de la el deseo de \ - u o esto en su pureza pone de antemano lí-
burguesía. Rubens también en este aspecto figura entre las excep- mites a la di ^on del trabajo. Rubens se apropia, de modo bien
ciones; era hijo de un alto funcionario del Estado, tuvo ya en sus significativo, la concepción clasicista de la creación del lienzo pre-
primeros años la mejor educación y la terminó como hombre de cisamente en aquel período de su vida en que tiene que trabajar con
mundo al servicio de la corte. Todavía antes de que se convirtiera el máximo aparato y se ve obligado a abandonar la ejecución de sus
en pintor de cámara del archiduque Alberto estuvo al servicio de obras generalmente a sus ayudantes. Esto se manifiesta por prime-
Vincenzo Gonzaga, en Mantua, y durante toda su vida se mantuvo 6i
ra vez en Erección de la cruz, de A m b e r e s , y desaparece en la últi-
estrechamente vinculado a la vida y diplomacia de la corte. Ganó, ma fase de su actividad, de la cual volvemos a tener más obras de
además de su brillante posición social, una fortuna principesca y su propia mano^
dominó como un monarca toda la vida artística de su país. En todo ^Rembrandt llega a un grado de evolución correspondiente al
ello sus aptitudes de organizador tuvieron tanta parte como su ta- estilo de la vejez de Rubens ya inmediatamente después de su pri-
lento artístico. Sin tales aptitudes le hubiera sido imposible ejecu- mera actividad como retratista. Desde entonces la pintura es para
tar los encargos que afluían a él y a los que supo atender siempre él comunicación personal directa, forma siempre inmediata, recon-
perfectamente. Esto lo consiguió, en primer lugar, mediante la quistada en todo momento, de un «impresionismo» que transfor-
aplicación de métodos de manufactura a la organización del traba- ma la realidad en creación de los ojos, que todo lo animan y se lo
jo artístico, la escrupulosa selección de colaboradores especializados apropian. Riegl divide la historia del arte en dos grandes períodos:
y el modo racional de emplearlos. J u n t o a su procedimiento orde- en el primero, el primitivo, todo es objeto; en el segundo, el pre-
nado estrictamente según la división del trabajo y al modo de una sente, todo es sujeto. La evolución entre la antigüedad y el Barro-
fábrica, los talleres holandeses -incluso el de Rembrandt- operan co no es, según esta tesis, otra cosa que el tránsito gradual del pri-
de modo patriarcal. mero al segundo período, con k) pintura holandesa del siglo XVII
Con razón se ha subrayado que|el método de trabajar de Ru- como recodo más importante en el camino hacia la situación pre-
bens fue hecho posible por la interpretación clásica del proceso de sente, en la cual todos los objetos aparecen como puras impresiones
creación artística. La organización racional del trabajo artístico, 64
y vivencias de la conciencia subjetiva . Al prestigio de Rubens no
que por primera vez fue empleada de modo sistemático en el taller le dañó nada ante su público el radicalismo artístico que alcanzó al
de Rafael, y que separa fundamentalmente la concepción de la idea fin de su vida, pero el mismo radicalismo le costó a Rembrandt
artística y su ejecución, tiene como supuesto previo la noción de todo lo que podía perder. El ocaso comienza después de la termi-
que el valor artístico de un cuadro ya está por completo en el car- nación de La ronda nocturna en 1642, sin que este mismo cuadro
tón, y de que la trasposición del pensamiento pictórico a la forma 65
hubiera sido un completo fracaso . Entre 1642 y 1656 Rembrandt
62
definitiva tiene una significación secundaria . Esta concepción no está todavía desocupado, si bien sus relaciones con la burguesía
realmente idealista era todavía predominante en la teoría y en la rica comienzan a debilitarse. Sólo por los años 50 disminuyen visi-
práctica del Barroco cortesano y clasicista, pero no lo era ya en el blemente los encargos y comienzan las dificultades financieras se-
naturalismo de la pintura holandesa. En ésta la ejecución material, S6
rias . Rembrandt no fue en modo alguno víctima de su naturale-
el ductus pictórico, la pincelada y todo el contacto de la mano maes-
tra con el lienzo adquieren una significación tan extraordinaria que a
Ibid., pág. 118.
" Alois Riegl, op. cit., pág. 277.
í!
Cari Neumann, Rembrandt, 1902, pág. 406.
Rud. Oldenburg, P. P. Rubens, 1922, pág. 116. 66
Max J. Friedlaender, Die niederl. Mal. des XVII. Jahrh., 1923, pág. 32.

550 551
ií . i: .: .i;.a..;i..;Uü¡..,

Historia social de la literatura y el arte

za poco práctica y del estado desesperado de sus circunstancias par-


ticulares, sino que su fracaso fue más bien consecuencia de la pro-
67
gresiva orientación del público hacia el clasicismo y de su propio
desvío frente al Barroco patético, por el cual en su juventud no ha- Índice onomástico
68
bía sentido en absoluto repugnancia . La no aceptación de su
Claudius Civilis, pintado para el Ayuntamiento de Amsterdam, es
la primera señal de la crisis artística de aquella época. Rembrandt
fue su primera víctima) Ningún otro tiempo anterior le hubiera t Abraham, Pol, 285, 286. Altoviti, 404-405.
dado su fisonomía, pero tampoco ningún otro le hubiera dejado Academia de Bellas Artes (Florencia), Amenofis IV (Amenhotep IV), 52, 59,
359. 60; véase Akenatón.
hundirse así.(Én una cultura cortesana y conservadora quizá un ar- Academia de Bellas Artes de París, Ammanati, 443.
tista de su estilo nunca hubiera llegado a ser apreciado, pero, una 452,521,522,523,526, 549; vé- Amor, 254.
vez reconocido, se habría sostenido, desde luego, mejor que en la ase Académie Royale de Peinture Anacreonte, 99, 149-
et Sculpture. Andrea del Castagno, 324, 348, 349,
Holanda liberal y burguesa, que le permitió desarrollarse libre- Academia del Disegno, 450, 451, 453. 356, 368.
mente, pero que le aplastó cuando no se quiso inclinat^La existen- Academia Romana di San Lucca, 443, Andrea del Sarto, 368, 371, 406.
cia espiritual del artista siempre y en todas partes está en peligro; 451, 452. Andrea del Verrocchio, 350, 352, 356,
Académie de Rome, 521. 360, 368, 369, 370, 372, 395.
ni un orden social autoritario ni un orden liberal están para él en Antal, Friedrich, 351.
Académie Royale de Peinture et Sculp-
absoluto exentos de riesgos; uno le asegura menos libertad; el otro, ture, 520, 521; véase Academia de Antt'gona (Sófocles), 80, 122.
menos seguridad. Hay artistas que únicamente se sienten seguros Bellas Artes de París. Antonio (Shakespeare), 474.
Achard, 211. Antonio da Sangallo, 395.
en libertad, pero los hay que sólo pueden respirar libremente en se-
Acrópolis, 100, 115. Apeles, 147.
guridad. Del ideal de unir libertad y seguridad estaba en todo caso Acteón (Rubens), 549. Apolo/Apolos, 77, 95, 127.
el siglo XVII muy lejos. Adam, I., 29. Apolonio, 253.
Adoración de los magos (Gentile da Fa- Apoxiómeno (Lisipo), 118.
briano), 373. Aquiles (Shakespeare), 474.
Adrasto, 112. Aquiles, 87.
Adriano, 149, 188. Archiduque Alberto, 535, 550.
Afrodita, 82, 127. Arden of Feversham (anónimo), 489-
Aguecheek, sir Andrew (Shakespeare), Aretino, Pietro, 383, 396, 398.
474. Aretino, Spinello, 343.
Akenatón, 59, 61, 63, 68; véase Arae- Arión, 99.
nofis IV. Ariosto, Ludovico, 467.
Alberti (familia), 336. Aristófanes, 108, 109, 533.
Alberti, León Battista, 380, 392, 394, Aristónoo, 97.
406, 407, 409. Aristóteles, 108, 109, 407.
Albertinellí, 371. Armenini, Giovan Battisra, 366.
Alberto V, 424. Arnaut Daniel, 268, 269.
Albizzi (familia), 336. Arquíloco, 97, 149.
Alcalde del pueblo (El Cairo), 52. Arte de la Calimala, 354, 355.
Alceo, 96. Arte de Versalles, 523.
67
Willi Drost, Barockmalerei in den german. iJindern, en Handb. d. Kunstwiss., 1926, Alejandro Magno, 128, 134, 147. Arte della Lana, 354.
pág. 171. Alejandro Severo, 149- Arte della Seta, 354.
68
F. Schmidt-Degener, op. cit., pág. 27. Altamira, cuevas de, 18. Artemisa, 127.

552 553

¡ ¡ ¡ P i p i l » ' » in» ií !ii!if!i¡ff|l¡^!I|f!!!fli¡I ¡•¡ií


Historia social de la literatura y el arte ice onomástico

Arturo, 252. Bentivogli (familia), 332. Brigt Carlostadio, 445.


Ascensión (Tintoretto), 459. Beowulf, 81, 193, 195, 196.
Brinki \ Carmina Burana, 273, 274.
Asterio de Amasia, 173. Berchem, Nicolás, 541. Brinkm ¿, 251, 265, 273, Carolingios, 187.
Asurbanipal, 68. Berenson, Bernard, 343, 392. 487. ^' ' Carente, 442.
Atenea pensativa (Museo de la Acrópo- Bergson, Henri, 8. Briseida, 253. Carracci (taller de los), 508, 509, 512.
lis), 115. Bernart de Ventadour, 267-268. Bronzino, 371, 420, 425, 448, 454, Carracci, Agostino, 508.
Atila, 193, 196. Bernini, 492, 497, 510, 512. 457. Carracci, Annibale, 417.
Aucassin et Nko/ette (chantefable), 318. Bertoldo, 360, 361. Bruegel el Viejo, Pieter, 8, 420, 421, Casiodoro, 196, 207.
Augusto, 137, 148, 359. Bertrán de Bron, 267. 422,461,462,463,464. Cassirer, Ernst, 360.
Áyax (Shakespeare), 474. Beth, K., 19. Brunelleschi, 319, 338, 355, 359, 368, Castiglione, Baldesar, 363, 383, 412,
Aynard, Josef, 528. Bethe, E., 134. 381, 395. 413,414.
Bibbiena (cardenal), 383. Bruni, Leonardo, 320. Cauer, Paul, 87.
Baglioni (familia), 332. Biese, Alfred, 278. Bruno, Giordano, 449. Cavalcanti, Guido, 381, 396.
Baldovinetti, 359. Birt, Th., 138. Bruto (Shakespeare), 475, 476. Cavaliere d'Arpino, 512.
Balzac, Honoré de, 473, 474, 491- Bloch, Marc, 244, 246. Bücher, Karl, 23, 218, 234, 235, 398. Cellini, Benvenuto, 529.
Bandello, Matteo, 382. Block, P. J ., 535. Bühler, Joannes, 217, 220, 242, 247. Cennino Cennini, 378.
Banquete de los dioses (Partenón), 115. Blunt, Anthony, 360, 418. Burckhardt, Jakob, 96, 145, 146, 272, Cervantes, Miguel de, 8, 319, 421,
Banquete en casa de Leví (Veronese), Boccaccio, Giovanni, 317, 335, 341, 318, 319, 321, 340, 361, 363, 461, 465, 466, 467, 468, 469,
442. 381, 396. 385-386,421, 498, 503. 470, 475.
Baptisterio (Guibetti), 338, 370, 373, Boiardo, 467. Burdach, Konrad, 263, 265, 328. César (Shakespeare), 489-
396. Boileau, Nicolás, 517, 521, 532, 549. Burkitt, M. C, 18, 28, 32. Césares, 136, 402,433.
Baquílides, 99. Boissonade, P., 208, 240. Burn, A. R., 72, 79, 87. Cézanne, Paul, 393.
Barberini (familia), 512. Borchardt, Ludwig, 47. BuryJ. B., 165. Chadwick, H. M., 79, 81, 86, 196.
Bardi (familia), 335, 341, 359- Borghese (familia), 512. Chambers, E. K, 255,479.
Barón, Hans, 399. Borghini, Rafael, 418, 443, 453. Calderón de la Barca, Pedro, 492, Chardin, Jean-Baptiste-Siméon, 526.
Barrabás (Marlowe), 488. Borghini, Vincenzo, 442, 451. 536. Chigi (familia), 512.
Bartsch, 197. Borgia, César, 383. Callot, 422. Chigi, Agostino, 383, 404, 405.
Baum, Julius, 230. Borgia, Lucrecia, 363. Calvino, 319,445. Chrétien de Troyes, 270, 271.
Bayle, Pierre, 319. Borinski, Karl, 320, 390, 391. Campanile (Ghirlandaio), 354. Cimabue, 370, 381.
Beaumarchais, Pierre-Agustin Carón Bossuet, Jacques-Bénigne, 517. Campin, Robert, 330. Ciño da Pistoia, 396.
de, 533. Botticelli, Sandro, 349, 350, 352, 360, Candid, 425. Ciompi (rebelión de los), 335, 336,
Beaumont, Francis, 473, 480. 368, 372, 373, 436. Cantar de Hildebrando, 203. 342, 347.
Beazley, J. D., 100. Bowra, C. M., 98. Cantar de Roldan, 201, 203. Clanville, S. R. K., 48.
Beccafumi, 420, 455. Boyardo, 362. Cantaría (Luca della Robbia), 396. Clark, Kenneth, 370, 382.
Becker, C. H., 189, 366. Bracciolini, Poggio, 320. Capilla de la Arena (Giotto), 459. Claudio de Lorena, 504.
Bédier, Joseph, 199, 200, 201, 205, Bradley, A. C, 483. Capilla de la Virgen en Orvieto (Signo- Claudius Civilis (Rembrandt), 552.
268, 272, 273, 307, 530. Bramante, 395, 403. relli), 383. Clemente de Alejandría, 172.
Beenken, H., 227. Brancacci (familia), 358, 359. Capilla de los españoles, 344. Clemente VII, 428, 434.
Bek (escultor), 59. Brandi, Karl, 320. Capponi (familia), 336. Clemente VIII, 443.
Belch, sir Toby (Shakespeare), 474. Bray, Rene, 519. Caraffa, 435. Clístenes, 112.
Belfort Bax, E., 433. Breasted, J. H., 46, 59, 62. Caravaggio, 497, 498, 508, 509, 512, Clodoveo, 196.
Bellini, Giovanni, 369. Brecht, Walter, 321. 525. Cloe, 254.
Bellori, 417, 418. Bréhier, Louis, 175. Cardano, 395, 529. Clovio, Julio, 448.
Beloch, K.J., 128. Brentano, Lujo, 163, 171. Carlomagno, 187, 188, 189, 192, 193, Cochin, 549.
200, 201, 205, 223, 224, 242,427. Código de Hammurabi, 66,
Benda, Julien, 400. Breuil, Henri, 12, 28.
Benedetto da Maiano, 360, 376, 395. Bridges, Robert, 483. Carlos V, 383, 384, 427, 428, 429, Coelho, 425.
Benjamín, Walter, 18, 313. Brieger, Lothar, 361. 439. Coellen, Ludwig, 288.

554 555
Historia social de la literatura y el arte \ índice onomástico
\
\
Cohén, Gustave, 192. Dafnis, 2 5 4 . \ El altar de Gante, (Van Eyck), 311.
\
Colbert, 5 1 7 , 5 2 0 , 5 2 1 , 5 2 2 , 5 2 3 , Daiches, David, 477. El caballero de Bamberg, 251.
L \ .o.
524. Dalí, Salvador, 7 El cortesano (Castiglione), 3 6 3 , 4 1 2 ,
Di , ó 4 , 268.
Coleridge, Samuel Taylor, 4 7 3 . Dalton. O. M., 174, 175. 414.
Dip e s t i l o ) , 89, 90.
Colón, Cristóbal, 319. Dante Alighieri, 268, 280, 310, 317, El Crucificado, 230; véase Cristo, El
Divinae institutiones (Lactancio), 149.
Colonna, Vittoria, 435. 3 2 8 , 381. Salvador, Jesús, Resucitado. •
Dizionario delle belle arti del disegno (Mi-
Columna de Trajano, 139, 156. Davidsohn, Robert, 3 3 3 , 3 3 4 , 3 3 6 , El discóbolo, 113-
lizia), 498.
Coram. in Polit. (Tomás de Aquino), 337. El doríforo, 229.
Dolce, Ludovico, 4 5 3 .
206. De Cock, Jerome, 547. El entierro del conde de Orgaz (El Greco),
Dollmayr, Hermann, 4 0 5 , 427.
Commedia dell'arte, 487. De Hooch, Pieter, 5 4 1 , 546, 548. 460.
Don Quijote (Cervantes), 3 0 2 , 4 6 6 ,
Compagnia di San Lucca, 450. De Jode, Geeraard, 547. El escriba sentado, 52.
467, 4 6 9 , 475.
Compañía de Jesús, 438, 465. DeMély, E, 212. El Greco (Domenikos Theotokopou-
Donatello, 324, 347, 348, 350, 359,
Concilio de Trento, 4 3 3 , 4 3 8 , 4 4 1 , De Phyllide et Flora, 21 A. los), 7, 4 2 0 , 4 2 1 , 4 2 2 , 4 4 8 , 4 6 0 ,
360, 368, 369, 371, 372, 373,
442 4 4 3 4 4 4 , 446; véase Triden- De Piles, Roger, 526. 461.
403.
tino. De re aedificatoria (Alberti), 407. El Salvador, 230, 459; véase Cristo, El
Dopsch, Alfons, 178, 182, 183, 2 0 7 ,
Conálium in Monte Romarici, 274. De scultura (Gaurico), 456. Crucificado, Jesús, Resucitado.
218.
Conde de Essex, 476. De veri precetti della pittura (Armenini), El sueño (Luciano), 149-
Doren, Alfred, 3 3 4 , 3 3 5 , 3 3 6 , 3 3 8 ,
Condestable de Borbón, 428. 366. El sueño de una noche de verano (Shakes-
353, 354.
Constantino, 164. De Vos, Cornelis, 547. peare), 493-
Dover Wilson.J., 4 8 1 .
Contarini, 4 3 5 , 4 3 8 , 458. De Vries Adrián, 425. Empédocles, 108.
Drake, 4 7 1 .
Conversión de san Pablo (Miguel Ángel), Decamerón (Boccaccio), 363. Enéadas (Plotino), 147.
Dresdner, Albert, 367, 372, 377, 380,
437. Dédalo, 78, 210. Eneas, 253.
4 5 1 , 4 5 4 , 5 2 4 , 5 2 6 , 549.
Conze, Alexander, 12. Degas, Edgar, 14. Engels, Friedrich, 4 3 3 , 4 7 3 .
Drey, Paul, 374, 549.
Copérnico, 319, 505. Dehio, Georg, 178, 190, 192, 2 2 2 , Enrique (Shakespeare), 489.
Drost, Willi, 552.
Cordelia (Shakespeare), 474. 224, 230, 2 3 2 , 285, 313. Enrique III, 383.
Droysen, 142.
Coriolano (Shakespeare), 4 7 2 , 4 7 3 , Dejob, Charles, 4 4 2 . Enrique VI, 267.
Du Bos, 526.
489. Dekker, Thomas, 4 7 7 , 488, 489. Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de
Dumas hijo, Alexandre, 487.
Corneille, Pierre, 517, 530, 5 3 1 . Della Palla, Giovan Battista, 358. las naciones (Voltaire), 320.
Duque de Antin, 549.
Cosme I (Gran Duque), 450, 4 5 1 . Della pittura (Alberti), 409. Entretiens sur la vie et les ouvrages des plus
Duque de Atenas, 335, 342.
Coulton, G. G., 208. Demódoco, 8 1 , 85. excelentspeintres (Félibien), 524.
Duque de Berry, 3 1 2 , 4 6 3 .
Courajod, Louis, 329. Descartes, Rene, 4 4 9 , 517. Epimarco, 99.
Duque de Bouillon, 512.
Crésida (Shakespeare), 489. Deschamps, P., 2 1 1 . Epistulae (Plinio el Joven), 137.
Duques de Borgoña, 312.
Cristo, 161, 167, 172, 173, 227, 230, Desiderio de Settignano, 352, 356. Espístolas (Pablo), 435.
Duquesa Leonor, 457.
248, 409, 439, 442, 446, 459, Diádocos, 129, 147. Erasmo de Rotterdam, Desiderio, 398,
Durando, 160.
4 6 5 , 509; véase El Crucificado, El Diálogo de la pintura (Francisco de Ho- 444, 541.
Durero, Alberto, 4 5 4 , 455.
Salvador, Jesús, Resucitado. landa), 389, 435. Erección ele la cruz (Rubens), 551.
Dux (los), 383.
Croce, Benedetto, 4 2 8 , 498, 499. Diálogo degli errore dei pittori (Gilio), Erman, Adolf, 46, 47, 56.
Dvorak, Max, 8, 141, 142, 154, 159,
Crucifixión de san Pedro (Miguel Ángel), 443. 342,421,422,468. Ermanrico, 193.
437. Diana, 80. Ermengarda de Narbona, 252.
Diccionario histórico y crítico (Bayle), Eberhard, Gothein, 512. Ernst, Viktor, 245.
Cuento de invierno (Shakespeare), 4 9 3 .
319. Ebert, Max, 4 7 , 6 7 , 7 1 . Eroici Jurori (Bruno), 449.
Cunningham, W., 2 4 1 , 4 2 9 , 4 7 1 .
Dido, 253. Eginardo, 193. Eróstrato, 80.
Curtius, Ludwig, 4 2 , 51. 71, 97.
Diehl, Charles, 169, 176. Ehrenberg, Richard, 4 2 9 , 4 3 1 . Escuela de Atenas (Rafael), 406.
Cuyp, 548,
Diels, H., 80. Ehrenberg, Victor, 108. Esponsales (El Greco), 460.
D'Avenel, G., 549. Dietz, Friedrich, 258. Ehrhard, Albert, 4 4 1 , 510. Esquilo, 7 9 , 9 9 , 108, 119, 120, 121,
D'Este, Isabella, 363. Dill, Samuel, 184. Ehrismann, Gustav, 249. 122, 123, 135.
Daddi, Bernardo, 343. Dilthey, Wilhelm, 392, 506. Eicken, H. V, 2 6 1 . Este (familia), 332, 428.

556 557
i i ¡i lili i

Historia social de la literatura y el arte índice onomástico

Estoa, 128. Francesco del Cossa, 362. Giuliano de Sangallo, 360. Harrison, J., 112.
Estrabón, 160. Francia, Francesco, 368, 370, 382. Glendower (Shakespeare), 4 7 4 . Hartmann, L. M., 539-
Eurídice, 77. Franciabigio, 3 7 1 . Gloster (Shakespeare), 490. Haskins, Ch. H., 205.
Eurípides, 108, 109, 119, 120, 121, Francisco de Holanda, 389, 435. Glotz, G., 70, 72, 162, 186, 226. Hauck, Alberr, 2 4 1 .
122, 123, 124, 1 3 3 , 134, 135, Francisco I, 4 2 4 , 4 2 8 , 513. Glück, Gustav, 4 6 3 . Hausenstein, Wilhelm, 30, 56.
253. Frankl, Paul, 286. Gobelin (familia), 5 2 2 , véase Gobeli- Hazard, 268, 3 0 7 , 530.
Eusebio, 172. Freud, Sigmund, 439- nos, Manufacture des Gobelins. Hearnshaw, F. J. C, 303.
Evangeliario de Amiens, 227. Frey, Dagobert, 286, 325, 326. Gobelinos, 523, véase Gobelin (fami- Hebbel, C. E, 119.
Evangeliario de Rossano, 156. Freymond, Emile, 272. lia). Manufacture des Gobelins. Héctor, 87.
Evangelista da Predis, 371. Friedlaender, L., 150. Goethe, Johann Wolfgang, 284, 498. Heemskerck, 4 2 2 .
Evelyn, John, 544. Friedlaender, Max J., 551. Goldschmidt, Fritz, 8, 448. Hefesto, 77.
Friedlaender, Walter, 436. Gombosi, Georg, 343. Heichelheim, F. M., 32, 35, 51.
Falstaff, sir John (Shakespeare), 4 7 4 , Frínico, 112. Gonzaga (familia), 428. Heideloff, Cari, 291.
475. Fugger (familia), 429. Gonzaga, Ludovico, 362, 364. Heine, Heinrich, 536.
Faral, Edmond, 2 0 2 , 2 6 9 , 2 7 2 . Fugger, Jacob, 327. Gonzaga, Vincenzo, 550. Heinse, 321.
Farnese (familia), 3 3 2 , 512. Fuggerei (Ulrico de Hutten), 4 3 2 . Gordon Childe, V., 12, 2 3 , 27. Heinz, José, 4 2 5 .
Fauriel, M., 256, 260. Funck-Brentano, F., 515. Goya, Francisco de, 7 Helena, 2 5 3 .
Fausto (Marlowe), 488. Gozzoli, Benozzo, 349, 359, 3 7 1 , 3 7 3 , Heü.Josef, 2 6 3 .
Federico II, 333. Gaddi, Taddeo, 3 4 3 , 344. 403. Henrici, E., 256, 2 6 1 .
Félibien, 524, 526. Gdlatas (Pablo), 1 6 1 . Graco, Tiberio Sempronio, 138. Hera, 127, 149.
Felipe II, 4 2 4 , 4 2 5 , 4 6 6 , 5 3 6 , 5 3 7 , Galileo Galilei, 392. Graeven, H., 190. Heracles, 49.
549. Gall, Ernst, 285, 286. Gran Duque, véase Cosme I. Heráclito, 80, 108.
Femio, 8 1 , 82. Ganzenmüller, Wilhelm, 264, 278. Granviüe-Barker, H., 479. Hermandad de San Lucas, 405.
Ferri, Silvio, 136. Gardner, E. A., 85. Grautoff, O., 4 6 0 . Hermensz de Muüer, Jan, 547.
Feuerlicht, I., 259, 2 6 1 . Garger, E. V., 158. Green, J. R., 4 7 8 . Hermes (Praxíteles), 118.
Ficino, Marsilio, 360. Gaspary, Adolfo, 344, 346. Gregorio de Tours, 184, 186. Hero, 254.
Fidias, 149. Gaurico, Pomponio, 456. Grierson, H . J . C , 4 8 3 . Herodoto, 4 9 , 108.
Fígaro (Beaumarchais), 533. Gaye, 373. Grimm.Jakob, 198. Herondas, 135.
Filarete, 382, 387. Génestal, R., 236. Gronbeck, V., 85. Hertz, Wilhelm, 202.
Filemón, 149. Genio de la victoria (Miguel Ángel), Grosse, Ernst, 12. Hesíodo, 79, 88.
Filoctetes (Sófocles), 122. 457. Grossman, Henryk, 523. Heusler, Andreas, 194, 197, 199.
Fisher, H. A. L., 428. Gentile da Fabriano, 317, 346, 3 7 3 , Grupp, Georg, 166, 173, 206. Heywood, Thomas, 488, 489.
Flach, Jacques, 256. 382, 4 0 3 . Gruyer, Gustave, 445. Hierón, 99.
Flavios, 136. Gerbhardt, Emile, 328. Guardianes de la puerta, 67. Hildebrand, Adolf, 392, 393.
Fletcher, John, 4 7 3 , 4 8 0 . Gercke-Norden, 134. Guillermo de Aquitania, 267. Hilduardo, 210.
Fliche, A., 226. Ghiberti, Lorenzo, 3 3 8 , 3 5 5 , 3 5 9 , Guillermo IX conde de Poitiers, 257. Hilka, Alfons, 2 7 3 , 274.
Flinck, 543. 368, 370, 373, 3 8 1 , 396. Guinizelli, Guido, 3 8 1 . Hinks, Roger, 191, 192.
Flinders Petrie, W. M., 4 9 , 62. Ghirlandaio, Domenico, 3 5 0 , 3 5 2 , Guirlande deJulie, 530. Historia de Francia (Michelet), 319.
Flórke, Hans, 545, 546, 548. 359, 362, 368, 369, 370, 3 7 1 , Historias (Polibio), 137.
Focillon, Henri, 279, 285. 372, 374, 376, 3 8 2 , 396. Habsburgo (dinastía), 534. Hobbema, 545, 546, 548.
Fontaine, André, 524. Giberti, 4 3 5 . Hals, Frans, 4 9 8 , 545, 546, 548. Hogarth, D. G., 72.
Ford, John, 4 8 8 , 489. Gilio, Andrea, 4 4 2 , 4 4 3 , 4 4 4 . Hamann, Richard, 3 5 1 . Hombre que tirita (Masaccio), 349.
Fouquet, 522. Gilson, Etienne, 267. Hamlet (Shakespeare), 4 7 5 , 4 8 9 , 490. Homero, 77, 8 1 , 8 5 , 87, 8 8 , 109, 147,
Fouquet, Jean, 317. Giotto di Bondone, 3 1 7 , 3 2 4 , 328, Hamlet (Shakespeare), 4 8 3 , 4 9 3 . 203,461.
Fra Angélico, 3 4 8 , 3 5 9 , 3 7 1 , 3 7 3 , 341, 342, 343, 347, 370, 387, Hans de Aquisgrán, 425. Honisgswald, Richard, 360.
403. 395,459. Harbage, Alfred, 4 8 1 , 4 8 2 . Hoops, Joh, 194, 197.
Fra Bartolommeo, 368, 371, 406. Giovanni da Udine, 405. Harrison, G. B., 479. Horner, Margarete, 4 2 4 .

558 559

¡iiuiiiéiiBFisii, ílllflKHWmw 1 11
miiiiMiwiimin Wlillilllllpíf
índice onomástico
Historia social de la literatura y el arte

Lagarde, Paolo de, 449. Lot, Ferdinand, 182, 186, 189.


Humes, H , 27, 33, 34, 35, 70, 72. Kaerst, Julius, 130.
Lamprecht, Karl, 12, 303. Louvre, 52, 9 0 , 329, 512, 522.
Hostpur (Shakespeare), 474. Kafka, Franz, 4 2 3 .
Lange, Julius, 12, 56, 9 2 . Lowy, Emmanuel, 12, 9 1 ,
Hotel de Rambouillet, 530. Karlinger, H., 312.
Lanson, 8 Luca della Robbia, 359, 3 7 1 , 3 7 2 ,
Hradschin (Praga), 425. Karo, G., 7 1 .
Laqueur, Richard, 164. 396.
Hugo de San Víctor, 267. Kaschnitz-Weinberg, Guido, 137,
Las dos Marías (Tintoretto), 459. Luchaire, Julien, 3.32.
Huida a Egipto (Tintoretto), 459. 229.
Las Euménides (Esquilo), 112. Luciano, 149-
Huizinga, Johan, 312, 317, 324, 386, Kaser, Kurt, 539.
Latini, Brunetto, 396. Lucrecia (Shakespeare), 476.
398, 536, 537, 542. Kautsky, Karl, 305.
Laurence, R. V., 4 4 2 . Ludovico el Moro, 374, 383.
Hull, Eleanor, 182. Kautzsch, Rudolf, 141.
Lavinia (Tiziano), 383. Ludovisi (familia), 512.
Huth, Hans, 294. Kehrer, H„ 4 4 8 .
Lavisse, Ernest, 4 2 5 , 514, 520, 526. Luis XIII, 515.
Kelly, J. F.,469.
Le Brun, 5 1 7 , 5 2 0 , 5 2 1 , 5 2 2 , 5 2 3 , Luis XIV (Rey Sol), 5 1 4 , 5 1 6 , 5 1 7 ,
Ibsen, Henrik, 119, 487. Kepler, Johannes, 392.
524, 525, 526, 527, 549- 520, 5 2 1 , 5 2 2 , 523, 526, 549.
ícaro, 78. Ker, W. P., 197, 469.
Le Nain, Louis, 4 9 7 , 517, 528. Luis XV, 549-
Idea del tempio della pittura (Lomazzo), Klemperer, Viktor, 531.
Le Sueur, 517, 528. Luquet, G. H, 12, 19.
4 4 2 , 448. Kluckhohn, Paul, 246, 260.
Leandro, 254. Lutero, 319, 4 3 2 , 4 3 3 , 4 3 9 , 4 4 4 .
Ignacio de Loyola, 4 3 9 , 4 6 5 , 510. Knoop, G., 292.
Lear (Shakespeare), 4 7 4 , 4 8 9 , 490.
// riposo (Borghini), 418. Kobersrein, 197.
Lemonnier, Henry, 516, 528. Macbeth (Shakespeare), 493-
Uiada (Homero), 80, 253. Koch, Hetbert, 138, 142.
Madame de Lafayette, 530.
Lenz, Max, 303.
Incendio del Borgo (Rafael), 4 1 2 . Koegel, Rudolf, 197.
León III, 173, 174, 175. Madame de Sévigné, 530, 532.
Inquisición, 4 3 8 , 4 4 2 , 536. Koemstedt, Rudolf, 160, 170.
León X, 4 0 4 . Madona londinense (Campin), 330.
Isabel de Inglaterra, 4 7 0 , 4 7 6 , 4 7 9 , Kondakoff, N . , 169.
Leonardo da Vinci, 3 6 0 , 3 6 5 , 3 7 0 , Madonna del eolio lungo (Parmigianino),
485. Korte, Alfred, 253.
371, 374, 376, 379, 380, 381, 456.
Isaurios, 173. Koser, Reinhold, 512.
382, 383, 395, 402, 406, 407, Madre de Dios, 230; véase María (vir-
Isemberto, 211. Kühn, Herbert, 12, 18, 25, 29.
412, 502. gen), Virgen María.
Kulischer, Jos., 209. Maes, Nicolás, 542.
Leonor de Aquitania, 252.
Jackson, T. A., 4 7 2 .
Lerner-Lehmkuhl, H., 3 7 3 , 376, 377. Mahaffy, J. P., 147.
Jacobo I, 476. L'Aretino (Dolce), 4 5 3 .
Lessing, 47, 139, 326, 3 8 1 , 498. Malatesta, Sigismundo, 364.
Jacopo della Querica, 355. L'idea dépittori, scultori e architetti (Zuc-
Lévy-Bruhl, 16. Male, Emile, 169, 4 4 3 , 509.
Jaeger, Werner, 92, 98, 117, 120. cari), 448.
Lewis, Wyndham, 475. Malvasia, 418.
Jaufré, Rudel, 267. La Bruyére, Jean, 516.
Leyes (Platón), 125, 145. Malvolio (Shakespeare), 493-
Jeanroy, Alfred, 259, 264. ha divina comedia (Dante), 310.
Libertad (diosa), 138. Manet, Edouard, 157.
Jerrold, Maud J., 373. La Fontaine, Jean de, 517, 532.
Libros de horas, 312. Mann, Thomas, 8
Jesús, 158; véase Cristo, El Crucifica- La Gloire de Val-de-Gráce (Moliere),
Lippi, Filippino, 359, 360, 3 7 2 , 374, Mannheim, Karl, 8, 124.
do, El Salvador, Resucitado. 518.
376. Mansart, 549.
Jones, G. R, 292. La Orestt'ada (Esquilo), 122.
Lippi, Filippo, 3 5 9 , 3 6 8 , 3 7 3 , 3 8 1 , Mantegna, Andrea, 362, 364, 403-
Jonson, Ben, 4 7 7 , 4 9 1 . La Rochefoucauld, Francpis, 517, 529,
382. Manufacture des Gobelins, 522, véase
Jorga, Nicolás, 279. 530, 532.
Lisipo, 118, 133. Gobelin (familia), Gobelinos.
Joyce, James, 4 2 3 . La ronda nocturna (Rembrandt), 548,
Loch Laig, 181. Maquiavelo, Nicolás, 4 3 8 , 4 3 9 , 4 4 0 ,
Joyce, P. W., 182. 551.
Lomazzo, Giovanni Paolo, 4 4 1 , 4 4 2 , 4 4 1 , 475, 529.
Judas, 156. La tempestad (Shakespeare), 4 9 3 .
448, 454. Marcabrú, 267, 269.
Juicio final (Miguel Ángel), 4 3 5 - 4 3 6 , La Teñe, cuevas de, 177.
Lorenzetti, Ambrogio, 342, 343, 344, Marco Aurelio, 149, 188.
4 4 2 , 443. La traición de los intelectuales (Benda),
394. María (virgen), 167, 349; véase Madre
Julio II, 4 0 3 , 4 0 5 . 400.
Lorenzo el Magnífico, 320; véase Me- de Dios, Virgen María.
Justiniano, 163, 164, 168. La últinut cena (Leonardo), 382.
diéis, Lorenzo de María de Champaña, 252.
Juvenal, 137. Laberinto, 78.
Los argonautas (Apolonio), 253. María Egipcíaca, 460.
Lachmann, Karl, 200, 203.
Los Nibelungos, 86, 203. María Estuardo, 476.
Kaegi, Werner, 320, 322. Lactancio, 149.

561
560

lilillllllllllllíllllllllllllilll
Historia social de la literatura y el arte índice onomástico

María Magdalena, 460. Milizia, Francesco, 498.


Oppenheimer, Franz, 429. 4 5 1 , 4 6 0 , 545.
Marlowe, Christopher, 475, 4 7 7 , 488. Mirón, 106, 113.
Oratorio del Divino Amor, 4 3 4 . Pfandl, Ludwig, 4 2 5 , 460.
Martelli, Roberto, 359, 372. Misch, Georg, 5 3 , 133.
Orcagna, Andrea, 343, 395. Philippi, Adolf, 319.
Martin, E. J., 173, 175. Moisés haciendo brotar el agua de la roca
Orfeo, 77. Picard, Roger, 532.
Martin, W., 545, 548. (Tintoretto), 4 5 9 .
Ostrogorsky, Georg, 163, 166. Picasso, Pablo Ruiz, 7.
Marrini, Simone, 3 4 2 , 381. Moissac, 229- Piero della Francesca, 324, 348, 349,
Ótelo (Shakespeare), 4 8 9 , 4 9 2 .
Marx, Karl, 218, 4 3 9 , 4 7 2 , 473- Moliere (Jean-Baptiste Poquelin), 317,
Ótelo (Shakespeare), 4 9 3 . 364, 392.
Masaccio, 3 2 4 , 3 4 7 , 3 4 8 , 349, 3 5 0 , 517,521,531,532,533,549. Otón III, 227. Piero di Cosimo, 3 5 2 , 3 7 1 , 372.
359, 373, 380, 4 0 3 . Mommsen, Th., 137. Otto, Walter, 66. Pierce, H., 156.
Matilde, 231. Monaco, Lorenzo, 348. Ovidio Nasón, Publio, 2 5 4 , 263. Pietá (Miguel Ángel), 437.
Máximes (La Rochefoucauld), 529. Monnier, Philippe, 3 9 1 , 400. Pietá Rondanini (Miguel Ángel), 4 3 7 ,
Maximiano, 169. Montaigne, Michel de, 319.
Palas Atenea, 127. 461.
Maximiliano I, 4 2 9 , 465. Montaigne, Michel Eyquem de, 529.
Palestrina, 444. Pietro da Cortona, 512.
Mayer, A. L., 4 5 8 . Mor, 422.
Palmer, John, 476. Pigmalión, 16.
Mazarino, 516, 517, 528. Mortet, V., 211.
Pamfili (familia). 512. Pillee, A., 263.
Medea, 119, 253. Mortimer (Shakespeare), 474.
Panofsky, Erwin, 326, 3 9 3 , 4 4 8 , 4 4 9 , Píndaro, 93, 94, 9 9 , 108, 117, 124.
Meder, Joseph, 379, 388. Muentz, Eugéne, 4 4 4 .
456. Pinder, Wilhelm, 297, 298, 3 1 1 , 348,
Médicis (familia), 332, 336, 337, 353, Mulertt, Werner, 265.
Paradiso degli Alberti, 363. 4 2 0 , 4 2 4 , 4 5 7 , 468.
356, 358, 359, 424, 428, 435, Müller, Ed., 407.
Paris, Gastón, 189, 200, 264. Pinturicchio, 364, 3 7 0 - 3 7 1 , 4 0 3 .
457, 492. Müller, Günther, 250.
Parménides, 108. Pío V, 443.
Médicis, Alejandro de, 4 2 8 . Müller, I., 82.
Parmigianino, 4 2 0 , 4 2 1 , 4 2 2 , 4 4 7 , 4 4 8 . Pió, Ludovico, 193.
Médicis, Cosme el Viejo, 3 3 7 , 3 3 8 , Mumford, Lewis, 207.
Parrasio, 147. Pirenne, Henri, 162, 184, 186, 2 1 8 ,
350, 356, 358, 359. Murray, Gilbert, 108, 122.
Partenón, 114, 115, 4 0 6 , 4 0 8 . 2 2 2 , 2 3 9 , 2 4 0 , 2 4 3 , 3 5 2 , 534.
Médicis, Lorenzo de, 350, 3 5 1 , 355, Musa/Musas, 77, 8 5 , 188, 2 5 1 .
Pascal, Blaise, 506, 517, 530. Pisanello, Antonio, 3 1 7 , 3 2 2 , 3 4 5 ,
356, 359, 360, 361, 364, 3 8 1 ,
Pater, Walter, 318. 395.
402. Napoleón Bonaparte, 512.
Paulicianos, 173. Pisístrato, 9 9 , 112.
Médicis, Piero de, 356. Nardo di Cione, 343.
Paulo III, 438. Platón, 108, 123, 124, 125, 126, 145,
Mehring, Franz, 536. Naumann, Hans, 244, 250.
Paulo IV, 4 4 3 . 254, 360, 378, 399, 485.
Meissner, Bruno, 67. Nausícaa, 253.
Pausanias, 9 5 , 100. Platzhoff, Walter, 514.
Melozzo da Forlí, 4 0 3 . Neri di Bicci, 366, 3 7 1 .
Pazzi (familia), 3 5 8 , 359. Plinio, 96, 137.
Menandro, 134, 135, 147. Nerón, 149.
Peele, George, 477. Plotino, 147, 391.
Menghin, O., 27, 3 3 , 3 5 , 7 0 , 7 2 . Netscher, 541.
Penélope (Homero), 253. Plutarco, 149, 150.
Merovingios, 183, 184, 187. Neumann, Cari, 174, 328, 329, 551.
Penni, Francesco, 4 0 5 . Poética (Aristóteles), 108, 109.
Mesnil, Jacques, 394. Neumann, Friedrich, 2 6 1 .
Percy (Shakespeare), 4 7 4 . Poetices libri septem (Scaligero), 326.
Metsu, 541. Neumarkt, Johann, 342.
Perger, Arnulf, 283. Poggi, Giovanni Battista, 372.
Meyer, Eduard, 62. Neurath, O., 66, 83, 130, 148.
Periandro, 99. Pohlenz, M., 119.
Meyer, Kuno, 180. Neuss, Wilhelm, 156.
Perkles (Plutarco), 149. Pole, 4 3 5 , 4 3 8 .
Michelet, Jules, 319- Nicoll, Allardyce, 486.
Pericles, 107, 125, 3 5 9 . Polibio, 137.
Michelozzo, 359, 3 7 1 , 3 8 2 . Nietzsche, Friedrich, 3 2 1 , 439.
Perciegesis (Pausanias), 100. Policleto, 114, 118, 149.
Michels, Wilhelm, 4 9 2 . Noche de reyes o Lo que queráis (Shakes-
Perugino, 3 2 4 , 3 6 0 , 3 6 8 , 3 7 6 , 3 8 2 , Polícrates de Samos, 99-
Middleton, Thomas, 489- peare), 493.
402, 407, 436. Polignoto, 109, 149.
Miguel Ángel Buonarroti, 370, 3 7 2 ,
Peruzzi (familia), 335, 341. Pollaiolo, Antonio (y los), 350, 356,
3 7 4 , 3 7 5 , 3 7 6 , 3 8 3 , 384, 3 9 5 , 4 0 3 , Obermaier, Hugo, 12, 18, 29, 32.
Peruzzi, Baldassare, 395, 405. 360, 368, 369, 3 7 1 , 395.
405,406,412,418,421,423,435, Odisea (Homero), 8 1 , 82, 87, 253.
Pesellino, Francesco, 345, 349, 352. Pontomo, 3 7 1 , 4 2 0 , 4 2 2 , 4 4 7 , 4 4 8 ,
436,437,442,443,446,447,451, Oldenburg, Rud., 550.
Petrarca, Francesco, 317, 3 2 8 , 3 8 1 , 454,455,456.
457, 458, 459, 492. Olschki, Leonardo, 380.
3 9 1 , 396. Poussin, Nicolás, 4 9 8 , 504, 517, 524,
Milcíades, 107. Ónfale, 49.
Pevsner, Nikolaus, 4 3 8 , 4 4 5 , 4 5 0 , 528.

562 563
• |¡ 1 :¡ i! .I! i. Í I 1 i'fi ¡Si li 3 Si» 1 : :
il ¡ . v í i l H l i l f c í ! ' ¡il¡ WMHIi; i V •• I 'i!-IB,.

Historia social de la literatura y el arte índice onomástico

Praxíteles, 118, 133. Rigaud, Hyacinrhe, 549. San Nilo, 160. Séneca, 149-
Prestage, Edgar, 303. Robin, 499. San Pablo, 435. Sercambi, Giovanni, 396.
Prisco, 196. Rodenwaldt, G., 7 1 , 7 2 , 138, 142. San Patricio, 180. Sforza (familia), 354.
Prochno, J., 231. Rodolfo II, 4 2 4 , 425. San Pedro (catedral de Moissac), 229. Sforza, Francesco, 332.
Psique, 254. Roeder, 47, 64. San Vítale (Rávena), 167, 169. Shakespeare, William, 8, 6 4 , 135,
Pulci, Luigi, 320, 362, 467. Román de Renart, 307. Sancho Panza (Cervantes), 469, 475. 317, 319, 4 2 1 , 4 6 1 , 4 6 5 , 4 6 8 ,
Purgatorio (Dante), 381. Romano, Giulio, 405. Santa Teresa, 438. 469, 470, 472, 473, 474, 475,
Romer, Adolf, 110. Santiago, 201. 476, 478, 479, 480, 481, 482,
Quaratesi (familia), 355. Rose, Hans, 523. Santo Tomás, 206, 277. 483, 484, 485, 486, 487, 488,
Quaratesi, Castello, 358. Roselli, Cosimo, 371. Sassetti (familia), 359. 489, 490, 4 9 1 , 4 9 2 , 4 9 3 .
Rosenberg, Adolf, 548. Sátiras (Juvenal), 137. Shaw, George Bernard, 4 7 2 , 487.
Rabelais, Francois, 319- Rospigliosi (familia), 512. Savonarola, Gerolamo, 4 3 5 , 445. Sheavyn, Phoebe, 477, 479.
Racine, Jean, 516, 517, 521, 532, 549. Rosso, 422, 4 4 8 , 455. Scaligero, J. C, 326. Sibilas (Miguel Ángel), 4 0 6 , 412.
Rafael Santio Sanzio, 4 7 , 3 2 4 , 3 7 0 , Rostovtzeff, M., 128. Schaefer, Dietrich, 386. Sidgwick, E, 255.
376, 383, 395, 402, 403, 404, Rouault, 157. Schaefer, Heinrich, 50, 55, 64. Sidney, Philip, 477.
405, 406, 408, 414, 418, 423, Rubens, 4 9 2 , 4 9 7 , 4 9 8 , 502, 5 0 4 , Schedula diversarum artium, 209. Sieveking, Heinrich, 166, 207.
4 2 8 , 502, 524, 550. 510, 524, 535, 549, 550, 551. Scheler, Max, 278. Signorelli, 324, 383.
Rajna, Pió, 200, 203. Rucellai (familia), 355, 359. Scheludko, D . , 263. Simmel, Georg, 8, 237, 437.
Raleigh, Walter, 4 7 1 . Rucellai, Giovanni, 355, 356. Scherer, Wilhelm, 202, 307. Simónides, 9 3 , 9 4 , 9 9 , 120, 3 8 1 .
Rambaud, Alfred, 238. Ruisdael, Jacob van, 546, 548. Schewill, Ferdinand, 337. Sismondi, 263.
Ranke, H., 46, 47. Runciman, Steven, 162. Schifanoja (familia), 362. Sisson, C. J., 479, 4 8 3 .
Read, Herbert, 29. Schlegel, A. W, 266. Sixto IV, 403.
Réau, Louis, 192. Sabatier, Paul, 328. Schlosser, Julius, 388, 4 4 3 , 454. Sixto V, 511.
Regreso de los hermanos de José de Egipto Sabouret, Víctor, 285. Schmid, W , 82, 85, 88. Smirnov, A. A., 4 7 3 .
(Pontormo), 456. Sacchetti, Franco, 381, 396. Schmidt-Degener, E, 542, 552. Snijder, G. A. S., 7 1 .
Reich, Hermann, 85, 202. Sacristía de Santo Spirito (Giuliano de Schneider, H., 199, 204. Soderini, Pietro, 4 0 2 .
Reinach, Salomón, 12. Sangallo), 360. Schnitzer, Josef, 4 4 5 . Sodoma, 4 0 5 .
Rembrandt, 4 9 2 , 497, 4 9 8 , 502, 524, Sadoleto, 4 3 5 , 438. Schober, Arnold, 136. Sofista (Platón), 125.
542, 543, 545, 546, 548, 550, Safo, 96, 97. Schrade, H., 311. Sófocles, 80, 108, 109, 119, 121, 122,
551, 552. Saint-Simon, Louis de Rouvroy de, Schróter, F. R., 266. 123, 124, 135.
Renard, Georges, 321, 336. 530. Schrbter, Wilibeld, 254. Solón, 93.
Renier, G. J., 536. Saitschick, Robert, 3 5 8 , 3 7 4 , 3 7 6 , Schuchhardt, Cari, 2 1 , 72, 177. Sombart, Werner, 207, 218, 296, 304,
Resucitado, 439; véase Cristo, El Cru- 382. Schücking, L. L., 4 8 3 , 490, 4 9 2 . 339, 340.
cificado, El Salvador, Jesús. Salones literarios, 252, 363, 516, 529, Schuhl, P. M., 125. Southampton; 476.
Retz, cardenal de, 517, 530, 532. 530, 5 3 1 , 532. Schulte, Alois, 2 0 6 , 214. Spengler, Oswald, 2 2 1 , 4 5 6 .
Rey Lear (Shakespeare), 474, 492, 49.3. Salterio de Utrecht, 190, 191. Schuman, Otto, 2 7 3 , 274. Spiegelberg, W, 53, 54, 6 1 .
Rey Sol, 515; véase Luis XIV. Salutati, Coluccio, 320. Schurtz, Heinrich, 29- Spranger, Bartholomaus, 4 2 0 , 425.
Reynaud, Louis, 244. Salvini, Roberto, 343. Schwarzlose, Karl, 173, 175. Springer, Antón, 227.
Rhode, Erwin, 252. Samaritana, 509. Schweitzer, Bernhard, 8 9 , 9 8 , 146, Squarcione, Francesco, 369, 372.
Riario (familia), 332. San Benito, 205. 147, 150. Staehlin, O., 82, 85, 88.
Ribera, 497. San Bernardo de Claraval, 210, 267. Scribe, Eugéne, 487. Stammler, Wolfgang, 272.
Ricardo III (Shakespeare), 475. San Carlos Borromeo, 4 3 8 , 443. Scuola di San Rocco, 4 5 8 , 459. Steen.Jan, 542, 546, 548.
Riccardi (familia), 369. San Eligió, 210. Sebastiano del Piombo, 375, 405. Stoll, E. E., 4 9 0 .
Richelieu, 516, 522, 528. San Felipe Neri, 438. Sée, Henri, 4 3 1 . Strieder, Jakob, 327, 329.
Richter, J. R, 381. San Francisco de Asís, 328. Seignobos, Charles, 240. Strozzi (familia), 355, 359, 360.
Riegl, Alois, 11, 12, 157, 286, 4 2 1 , San Jerónimo, 349. Semper, Gottfried, 11, 12, 2 4 , 2 8 4 , Surrey, Henry Howard, 477.
4 9 9 , 503, 542, 543, 551. San Juan de la Cruz, 438. 286. Süssmilch, Holm, 272.

564 565
Vil! Ji ti* il i " M ü ii 5 "Siiiiil i liar,.¡i„i-;.¡

índice onomástico
Historia social de la literatura y el arte

Velázquez, Diego, 7 Von Reumont, Alfred, 359.


Sustris, 425. Tridentino, 4 4 1 , 4 4 4 , 458; véase Con- Veneziano, Domenico, 346, 348, 356. ' Von Schlosser, Julius, 210, 346, 362.
Swarzenski, Georg, 191. cilio de Trento. Venus y Adonis (Shakespeare), 476. Vondel, 543.
Trinkaus, E., 399. Vermeer van Delft, Jan, 5 4 1 , 546. Vossler, Karl, 2 7 1 , 5 3 0 .
Tabla Redonda, 515. Trivas, N. S., 548. Veronese, Paolo, 4 4 2 . Vouet, 517.
Taia, 47. Troeltsch, Ernst, 8, 2 0 6 , 2 1 6 , 2 2 1 , Vespasiano da Bisticci, 359.
Tapices (Rafael), 4 0 8 . 224, 237, 320. Vida de Don Quijote y Sancho (Unamu- Wackernagel, Martin, 3 5 3 , 355, 365,
Tapiz de Bayeux, 2 3 0 , 231. Troilo (Shakespeare), 4 7 5 , 489. no), 469. 366, 370, 374.
Tasso, Torcuato, 4 2 1 , 448. Troilo y Crésida (Shakespeare), 4 7 2 . Vierkandt, A., 247. Walser, Ernst, 320, 3 2 1 , 390, 397.
Taylor, H. O., 252. Trois-Fréres (cavernas de), 18. Vierkandt, Alfred, 19, 124. Walzel, Oskar, 492.
Temístocles, 107. Tucídides, 108. Villani, Filippo, 381. Watteau, Antoine, 526.
Templo de Zeus (Olimpia), 113, 406. Tudor (dinastía), 4 7 0 , 4 7 1 , 479. Villani, Giovanni, 335, 3 4 1 , 396. Weber, Alfred, 121.
Teniers el Joven, David, 547. Tuotilo, 210. Villari, Pasquale, 4 4 0 . Weber, Max, 8, 4 8 , 134, 1 4 2 , 2 3 4 ,
Tentación (Tintoretto), 459. Tutmosis (escultor), 55. Viollet-le-Duc, 2 0 9 , 2 8 4 , 2 8 5 , 2 8 6 , 332, 333.
Teodora, 168. Tyler, R„ 156. 297. Webster, T. B. L., 9 9 , 122.
Teodorico, 193, 196. Tylor, E. B., 15. Virgen María, 2 3 0 , 2 6 6 , 3 3 0 , 3 8 3 , Wechssler, Ed., 2 5 3 , 2 5 6 , 2 5 7 , 2 5 8 ,
Teófilo, 209. 'Tis a Pity She's a Whore (Lástima que 259, 266, 269,
409.
Teognis, 93. sea una puta) (Ford), 488. Weisbach, Werner, 3 2 8 , 3 4 5 , 4 1 7 ,
Virgilio, 253.
Terborch, 541. 4 2 4 , 4 4 5 , 528.
Visconti (familia), 332, 354.
Tersites, 87. Uccello, Paolo, 3 4 8 , 3 4 9 , 3 5 6 , 368, Whibley, L., 127.
Visitación (El Greco), 460.
The Changeling (El supositicio) (Midd- 3 7 3 , 380, 388. Wickhoff, Franz, 136, 140, 141, 326.
Vite dei pittori (Vasari), 4 4 3 .
leton), 489. Ulises (Homero), 8 2 , 8 7 , 122. Wilamowitz-Móllendorff, U. V., 8 8 ,
Vitruvio, 407;
Thibaudet, A., 270. Ulrico de Hutten, 4 3 2 . 9 4 , 122, 126, 134.
Vitzthum, 178.
Thieme, 366. Unamuno, Miguel de, 469. Winckelmann, Johann Joachim, 498.
Voge, Wilhelm, 210, 279, 297.
Thiene, 4 3 5 . Unger, Eckhard, 67. Wolf, 200.
Voigt, Georg, 362.
Thode, Henry, 328, 329. Urbano VIII (papa Barberini), 512. Wolff, M a x J . , 4 7 6 .
Volbach, 178.
Thompson, J. W., 243. Uzzano (familia), 336. Wólfflin, Heinrich, 8, 4 1 4 , 4 1 8 , 4 2 1 ,
Volpe, Gioacchino, 242.
Thomson, George, 79, 85, 108, 119. 4 9 9 , 500, 5 0 1 , 502, 5 0 3 , 504.
Voltaire (Fran^ois-Marie Aronet), 320,
Thurnwald, Richard, 58, 290. Valentiniano I, 149. Wolfram de Eschenbach, 2 6 7 , 310.
359,491,517.
Tibulo, 263. Valla, Lorenzo, 320. Wulff, Oskar, 156, 175.
Volterra, Daniele da, 4 4 3 .
Ticiano, 376, 383, 384, 4 0 6 , 458. Valois (corte), 425. Von Below, Georg, 218, 2 7 2 , 339. Wundt, Wilhelm, 12.
Tillyard, E. M. W., 4 7 2 . Van der Helst, 546. Von Bercken, E., 4 5 8 . Wyatt, Thomas, 477.
Timmling, Walter, 286. Van der Velde, Aert, 545, 546. Von Bezold, Fr., 266, 4 3 2 , 539-
Timón (Shakespeare), 4 7 4 , 4 7 5 , 490. Van der Werff, Adriaen, 541. VonBode, Wilhelm, 3 5 1 , 3 6 1 , 546. Zadoks-Jitta, A., 137.
Timón de Atenas (Shakespeare), 493. Van Dyck, Antón, 498. Von Chledowski, Casimir, 404. Zeus, 113, 127, 149, 406.
Tintoretto (Jacopo Robustí), 8, 3 9 6 , Van Eyck, Jan y/o Hubert, 3 1 2 , 317, Von der Vogelweide, Walter, 267. Zeuxis, 147.
420, 421, 422, 458, 459, 460, 322. Von Eicken, Heinrich, 215. Zikel,.Edgar, 9 4 , 123, 144, 149, 384,
461. Van Goyen, Jan, 4 9 7 , 545, 548. Von Gierke, Otto, 296. 396.
Tirteo, 9 3 . Van Hoogstraten, Samuel, 541. Von Inama-Sternegg, K. Th., 210. Zuccari, Federico, 4 4 8 , 4 4 9 , 4 5 1 , 4 5 4 ,
Tolnai, Ch. de, 4 6 4 . Van Meulen, 521. VonLbsch, H., 295. 512.
Tolstói, León, 8, 4 7 2 . Van Ostade, Adrián, 548. Von Luecken, G., 228. Zuccari, Taddeo, 4 4 2 .
Tornabuoni (familia), 359. Van Ostade, Isaak, 548. Von Martin, Alfred, 247, 399. Zuinglio, 445.
Tornabuoni, Giovanni, 376. Van Poelenburgh, Cornelis, 541.
Toulouse-Lautrec, Henride, 14. Van Scheltema, Adama, 13.
Trajano, 136, 138. Vasari, Giorgio, 3 4 1 , 3 7 2 , 373, 3 8 3 ,
Tratato dell'arte della pittura, scultura et 388, 396, 417, 425, 442, 443,
arihitettura (Lamazzo), 448. 450, 4 5 1 , 4 5 2 , 4 5 4 , 4 5 5 .
Trevelyan, G. M., 317. Veblen, Th., 4 8 , 143, 144, 150.

567
566
SOCIAL

A r n o I d A f o í d d A r n o I d
*r • — '

H a u s e r H s e r
i r
i H a u s e r

S O C I A L

A T E D E B A T E
SOCIAL

A r n o I d , id Arnold
e r
H a u s e r
Hauser

>CIAL

DEBATE

S-ar putea să vă placă și