Sunteți pe pagina 1din 6

EMILIO ADUCE

JUEVES 31 DE DICIEMBRE DE 2009

MÉXICO 2000-2009: La década perdida


El fin de la primera década del siglo XXI exige una reflexión profunda de los principales
acontecimientos en la vida política del México contemporáneo.
Lo que se presagiaba en el año 2000 podría ser el inicio de una nueva era en la historia de
nuestra amada patria, se convirtió en uno de los desperdicios más costosos para la población
mexicana: la elección de Vicente Fox a la presidencia de la República. Como señalo en mi
artículo “MÉXICO: A 9 años de la alternancia, Estado-nación sin rumbo”, la elección del
guanajuatense pudo representar el evento capital en la reconfiguración del Estado Mexicano,
tras cerca de 70 años de un sistema político unipartidista y monopolizador de la vida
nacional. Las esperanzas estaban cifradas en él, su victoria fue incuestionable: parecíamos
alcanzar finalmente la ansiada democracia.
Sin embargo, en su momento, la izquierda advirtió de lo que se había fraguado el 6 de julio
del año 2000: un pacto entre la derecha, representada por el Partido Acción Nacional, y el
partido hegemónico, emanado supuestamente de la Revolución Mexicana, el PRI. Este pacto
político tenía como objetivo nodal eternizar en el poder a la cúpula política guardiana de los
intereses de la rancia oligarquía mexicana, así como los intereses de las grandes
corporaciones internacionales asentadas en este país. Vicente Fox se convirtió pues en el
artífice de este pacto entre las elites políticas y económicas dominantes: ese terminó siendo
su papel en la historia contemporánea nacional.
Baste recordar que durante la presidencia de Fox los niveles de crecimiento económico bruto
fueron tan bajos como en periodos de las crisis de 1982 y 1995. Que durante su gobierno se
desatendieron rubros tan importantes como la educación y el problema cardinal de nuestro
país: el combate a la pobreza. En este punto, Vicente Fox puso en marcha un programa
gubernamental llamado “Oportunidades”, (nombrado en primera instancia “Progresa”) el cual
tenía como noble propósito combatir los altos niveles de pobreza que existían en nuestro
país. Sin embargo, aunque no se debe despreciar el apoyo real que ha dado a miles de
familias mexicanas, el programa “Oportunidades”, no es lo que verdaderamente México
necesita para resolver este acuciante problema nacional. En realidad, fue una política fallida,
que lo único que se proponía era hacer publicidad al gobierno federal, pretendiendo que se
estaba trabajando en el combate a la pobreza. Los recientes números de la CEPAL
comprueban mi aserto anterior: al final de la primera década del siglo XXI México es el país
de Latinoamérica en donde más ha crecido la pobreza extrema. ¿Funcionó “Oportunidades”?
En cuanto al rubro educacional se refiere, la década de 2000-2009 consolidó un fenómeno
que se venía dando en los sexenios anteriores: el control de la educación nacional por parte
del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Dicha situación se
agudizó tras el papel que jugó este organismo sindical durante las elecciones presidenciales
del año 2006. Su líder, la nefasta, corrupta y aciaga Elba Esther Gordillo, equilibró la balanza
definitivamente a favor del candidato presidencial del PAN. El resultado fue la inacción de la
Secretaria de Educación Pública en el intento de reforma educativa conocida como Alianza
por la Calidad de la Educación, cuya implementación ha dependido de los intereses del
Sindicato y no de las prioridades que debiera tener el Estado Mexicano en una verdadera
refundación del sistema educativo a nivel nacional. Es lamentable que México ocupe el
último lugar en desarrollo educativo de los países de la OCDE, como el último informe de
esta organización señala.
En cuanto al rubro de transparencia se refiere, durante los gobiernos de la década conocida
en términos políticamente correctos como de la “alternancia,” se mejoró a comparación de
las décadas de gobiernos priístas en el poder. En este sentido, la creación del IFAI por
Vicente Fox, significó el primer paso para liberar información concerniente a la administración
de las finanzas y contabilidad públicas. Fue un buen paso, no obstante, una vez más como
en la mayoría de los programas impulsados por los gobiernos federales de esta década, el
Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI) sirvió para crear una atmósfera de
confiabilidad en los manejos del gobierno, mientras al mismo tiempo se ocultaba a la
población la cantidad inmensa de contratos que el gobierno federal hacía con empresas
privadas en sectores estratégicos como la electricidad, el petróleo y la minería. Además de
que se trataba de mantener la serie de concesiones ventajosas a favor de familiares de los
miembros de la cúpula política y económica. Recordemos el escándalo de los contratos de
los hermanos Bribiesca para sostener el anterior aserto.
Ahora bien, la situación económica es sin lugar a dudas el rubro en el que los gobiernos del
2000-2009 mostraron más su ineficacia. La continuidad del neoliberalismo emanado del
Consenso de Washington, inaugurado en el plano oficial con la entrada del México al GATT
en 1985 y concretado con la implementación del ominoso TLCAN en 1994, significó en
términos generales en la profundización de la pobreza a escala nacional. El neoliberalismo,
al contrario de lo pensado por la cúpula priísta a partir del gobierno de Miguel de la Madrid,
no resultó ser una política económica eficaz para un país con profundas diferencias sociales.
Funcionó hasta cierto punto en las economías fuertes de Occidente, pero en las naciones
subdesarrolladas y con altos índices de pobreza lo único que significó fue la agudización de
la diferenciación social.
No es de extrañarse, entonces, las declaraciones recientemente hechas por el premio Nóbel
de Economía Joseph Stiglitz, quien señaló que México fue uno de los países que peor supo
manejar la reciente crisis económica global. No es menester ser un experto en economía
para confirmar la declaración del premio Nóbel, por cierto rechazada por el ex Secretario de
Hacienda Agustín Carsents. Es suficiente con saber algo de teoría económica para saber que
cuando hay una crisis económica se deben recortar los impuestos y aumentar el gasto
corriente, tal como lo afirma el gran economista británico John Maynard Keynes en su
obra Teoría general del trabajo, interés y dinero. Dicho modelo de intervencionismo del
Estado en la economía sirvió para mitigar grandes crisis económicas en la historia del siglo
XX. Recordemos cómo Franklin Delano Roosevelt enfrentó el desastre en la economía
estadounidense, provocado por la desregularización financiera impulsada por los gobiernos
republicanos de Warren Harding a Herbert Hoover. O, más recientemente, como Barack
Obama ha decidido seguir estos mismos patrones para tratar de resolver la reciente crisis
sistémica del capitalismo global. En México fue totalmente lo contrario: se subieron y crearon
nuevos impuestos, se detuvo el gasto corriente, además de que se aumentaron precios de
productos básicos como la tortilla, el azúcar y la gasolina.
Ahora bien, un punto sensible en que los gobiernos de la década 2000-2009 intentaron
innovar fue la cuestión energética, principalmente en materia de petróleo. La reforma
propuesta por Felipe Calderón resultó ser ineficaz, oscura y superficial. La lógica del
liderazgo neoliberal en el poder es que los energéticos deberían de estar privatizados. No se
puso de manifiesto de manera descarada, pero los propósitos de la reforma tenían muchos
afanes privatizadores, como la participación de privados en la comercialización, la refinación,
la transportación y la exploración del petróleo nacional lo pueden demostrar. La cúpula en el
poder no se da cuenta del fenómeno global en materia energética: la renacionalización y
estatización de los recursos energéticos. Las compañías petroleras de mayor capacidad y
volumen no son precisamente las transnacionales estadounidenses, británicas o españolas,
sino aquellas compañías estatales como ARAMCO (Arabia Saudita), NIOC (Irán), CINOPEC
(China), entre otras. Así pues, los dirigentes de la empresa estatal mexicana, en lugar de
seguir preocupándose por su ineficiencia, deberían de ponerse a trabajar para hacerla
regresar a los primeros lugares en los listados de las empresas petroleras. La reforma
debería comenzar con limpiar el sindicato petrolero de la enorme corrupción concentrada en
la figura de Carlos Romero Deschamps. Empero, luce complicado que Calderón se
comprometa a dicha tarea, pues paradójicamente el PAN, que tanto se quejó de la política
charrista del PRI, sigue continuando con esta vieja práctica, haciendo de los sindicatos
cómodos parte nodal de su mantenimiento en el poder.
La década de 2000-2009 se caracterizó asimismo por la gradual pérdida de poder del
gobierno federal ante los gobiernos estatales. Los gobernadores han adquirido cada vez más
poder, recuperando el terreno perdido tras décadas de presidencialismo omnipotente del PRI.
Esta característica dentro del sistema político nacional, hace pensar en la necesidad de
definir cuál es el sistema político que necesita México: ¿un semipresidencialismo?¿una
república parlamentaria?¿regresar al presidencialismo, pero ahora de manera consensuada
con el Congreso y los gobiernos estatales?
El presente representante del Ejecutivo no se ha dado a la tarea de definir tal interrogante,
tan necesaria para el correcto funcionamiento de nuestras instituciones, la eficacia de
nuestras leyes y la verdadera representación de las mayorías. Sólo lanza propuestas
mediáticas y sin sentido, como la reelección de alcaldes y diputados, cuyo verdadero
propósito es perpetrar a la clase política priísta y panista en el poder. En este punto, uno de
los mayores pecados de la derecha en el poder durante esta década es la gran indiferencia
que ha mostrado frente a la Reforma del Estado, apoyada principalmente por la izquierda
legislativa. La Reforma del Estado es una iniciativa que pretendía reformar las instituciones
políticas en aras de acercar los dos componentes vivos del Estado-nación, es decir, la
población y el gobierno. En pocas palabras, lo que se busca es la refundación de un Estado
Mexicano cada vez más ineficiente, atado a los mandamientos de los liderazgos políticos
dominantes, cuyos intereses con otras entidades no estatales ocasionan severos daños al
buen funcionamiento de las instituciones, afectando de manera considerable a la mayoría de
la población.
Otra oportuna interrogante que no puede escapar a este análisis es ¿qué nos dejó la década
de 2000-2009 en materia de política exterior?
México durante el siglo XX se caracterizó por ser un país vanguardia en política
internacional. Fuimos sin lugar a dudas la principal potencia de América Latina. Participamos
activamente en el liderazgo de los países no alineados durante la Guerra Fría. Organizamos
importantes cumbres internacionales en donde los principios de política exterior de no
intervención y autodeterminación, enunciados en la Doctrina Carranza, eran política de
Estado. México participaba como nación líder en la resolución de conflictos en la esfera
latinoamericana, basta recordar nuestro papel en la crisis centroamericana de los 70 y la
subsiguiente creación del Grupo Contadora a iniciativa de nuestro país. En suma, sin ser una
potencia a escala global, México era incuestionablemente el país de vanguardia en
Latinoamérica. Incluso, esta política exterior se mantuvo con los gobiernos neoliberales de
Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Si bien es cierto que durante estos dos sexenios,
nuestra política exterior comenzó a adoptar otro tipo de discurso: como el de la apertura
comercial en el caso de Salinas y la democratización en el caso de Zedillo, México
continuaba siendo un país hasta cierto punto congruente con nuestros pilares básicos en
materia de política exterior.
Sin embargo, toda la presencia e importancia que tuvo México en el ámbito latinoamericano y
mundial bajo los regímenes priístas, se revirtió con la llegada de la derecha al poder en el
año 2000. El episodio más conocido fue aquel suscitado en Monterrey con las infortunadas
declaraciones de Fox a la figura del líder cubano Fidel Castro. Así, México, que había sido
tradicional defensor del gobierno cubano emanado de la Revolución de 1959, traicionó de
manera flagrante los principios de no intervención y autodeterminación, cuando en las
votaciones llevadas a cabo en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU cambió por
primera vez en su historia su votación en cuanto a la situación de derechos humanos en
Cuba se refiere. Dicha conducta tiene una explicación en la enorme presión que Estados
Unidos infringió en México, dominando todos los aspectos de nuestra política exterior, y
perdiendo la poca independencia que habíamos tenido durante el régimen priísta.
Consciente de la necesidad de enmendar la plana, Felipe Calderón decidió cambiar de
rumbo y mejorar la relación con Cuba. Fue elegido un miembro del Servicio Exterior
Mexicano (SEM) para dirigir la Secretaria de Relaciones Exteriores, lo cual fue celebrable.
Con esta medida se esperaba hacer más funcional nuestra política exterior, pero en realidad,
la acción de Patricia Espinosa al frente de la Cancillería ha sido tibia y mediocre.
Ciertamente, se ha mejorado y aumentado el SEM, empero, se sigue con la vieja práctica de
nombrar embajadores políticos, sin conocimiento alguno de la realidad internacional y el
papel que México debe tener en ella. La designación de Jorge Zermeño como embajador de
México en España, así como el reciente nombramiento del oscuro ex procurador Eduardo
Medina Mora como embajador de México en Gran Bretaña, son hechos lamentables que
restan credibilidad a México en el exterior.
Asimismo, dos recientes episodios son muestra de la pérdida de acción del Estado Mexicano
en el exterior: la implementación de visas para los mexicanos por parte del gobierno de
Canadá y la crisis en Honduras. Con respecto al primer punto, México mostró impotencia
ante la imposición unilateral de visas por parte de nuestro socio de Norteamérica. Fuimos
incapaces de responder de manera enérgica ante semejante imposición. Por su parte, la
crisis de Honduras es el episodio que más representa la pérdida de poder de México en el
exterior, y lo peor de todo, es que se trata de un área en donde México siempre fue
indiscutible protagonista, como en el caso de Contadora en los 80. Fue en esta ocasión
Brasil el país que asumió el liderazgo para la negociación del conflicto originado por el golpe
de Estado de la derecha hondureña. Así pues, la crisis de Honduras representó el nuevo
equilibrio de fuerzas de América Latina, con un Brasil líder indiscutible de la región y muy
presente en los principales foros internacionales, mientras que por su parte México cada día
se ha rezagado más. Por lo tanto, salvo el buen papel que recientemente tuvimos en la
cumbre climática de Copenhaguen, que de hecho no es novedad pues nuestro país siempre
ha sido impulsor de políticas a nivel mundial para combatir el medio ambiente, México se
perfila progresivamente hacia una pérdida de prestigio, influencia y presencia en la escena
global.
De todos los aspectos de los gobiernos federales de la década 2000-2009, el narcotráfico
resulta ser el peor manejado por Fox y Calderón. El primero, de plano hizo caso omiso al
problema, simplemente lo dejó continuar e intentó distraer a la población con otras acciones
gubernamentales que tuvieron poca trascendencia para el mejoramiento de las condiciones
de vida del país. De hecho, el mismo Calderón mencionó hace algunos meses que su
antecesor había pecado de inacción frente a este importante problema.
En cuanto al actual ejecutivo se refiere, su llamada guerra contra el narcotráfico ha resultado
en un estrepitoso fracaso de magnas proporciones. De 2006 a la fecha han muerto
aproximadamente más de 23, 000 personas a causa del combate armado que emprendió
Calderón al poco tiempo de asumir la Presidencia en julio de ese mismo año. Estas cifras
rebasan por mucho a las bajas estadounidenses en las actuales guerras de Irak y Afganistán
juntas. Su política se ha centrado en enviar miles de soldados a los estados en donde más
existe este problema: 45, 000 militares y 20,000 agentes de la Policía Federal, dando un total
de 65,000 hombres armados, cifra que es casi comparable con el total de soldados
estadounidenses en Afganistán. De esa magnitud estamos hablando.
Asimismo, dentro de este marco Calderón propuso la Iniciativa Mérida, cuyo carácter es
similar al Plan Colombia. En esta Iniciativa se pide ayuda a EU para lidiar con este
preocupante problema, sacrificando soberanía nacional, dado que dentro de los postulados
de este programa de asistencia está implícita la entrada a México de cientos de agentes
estadounidenses, con derechos extraconstitucionales. Así pues, en términos generales la
guerra de Calderón contra el narcotráfico ha resultado en una verdadera carnicería y en la
militarización de varios estados de la República. Además, se han cometido flagrantes
violaciones de derechos humanos por parte del Ejército, al grado de que organizaciones
internacionales como Amnistía Internacional denunciaran al Estado mexicano de ser
cómplice en los abusos a la población civil.
Al igual que todos los programas implementados tanto por su gobierno como el de Fox, la
guerra contra el narcotráfico es un intento más de hacer creer a la población que se está
haciendo algo para resolver este problema. Ciertamente, se han detenido numerosos
narcotraficantes, decomisado grandes cantidades de droga e incluso asesinado a
importantes líderes como Arturo Beltrán Leyva, pero en realidad se está afrontando esta
cuestión de manera superficial; pues la mejoría de la educación, la creación de empleos y la
lucha contra la corrupción en las instituciones judiciales, que deberían ser las verdaderas
armas contra el narco, son temas en los que Calderón no se ha querido comprometer en lo
absoluto.
Podría continuar este texto enumerando lo que ha dejado 10 años de derecha en el poder en
México, sin embargo, basta concluir señalando la gran cantidad de violaciones a nuestra
Carta Magna que se han cometido a lo largo de estos años. El último ejemplo fue la extinción
de la compañía estatal Luz y Fuerza del Centro, cuyo decreto de extinción viola
explícitamente el artículo 89º de la Constitución, en donde se dice que el Presidente podrá
“promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera
administrativa a su exacta observancia.” Calderón cínicamente citó al comienzo de su
decreto este artículo, cuando en realidad no se tomó la molestia de consultar al Congreso de
la Unión de esta decision, violando asimismo, el artículo 90º de nuestra Carta Magna en el
que se establece que la administración pública federal, de acuerdo con las leyes expedidas
por el Congreso “definirá las bases generales de creación de las entidades paraestatales y la
intervención del Ejecutivo Federal en su operación”. Huelga decir que Calderón, además
viola el artículo 87º de la Constitución en el que se establece que el Presidente deberá hacer
la siguiente declaración al tomar posesión de su cargo: “protesto guardar y hacer guardar la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y
desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me
ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que
la Nación me lo demande”. La pregunta sería ¿Lo hizo Fox y lo ha hecho Calderón hasta el
momento? Los hechos demuestran que no.
En suma, la década de 2000-2009 ha sido un periodo en el cual la cúpula política gobernante
ha recrudecido su avaricia y su afán desmedido de poder. Un periodo en el que se ha
aumentado estrepitosamente el número de pobres y la diferenciación social. Un periodo en
que la educación de nuestros niños es cada día más deficiente. Un periodo en el que México
ha perdido liderzgo internacional y regional. Un periodo en el que han muerto miles de
inocentes en una guerra fallida contra el narcotráfico y en el que se han cometido numerosos
atropellos a los derechos humanos de la ciudadanía. Un periodo en la que se han
implementado políticas fiscales medianas, cuyo impacto se refleja en las clases más bajas y
en los sectores medios de nuestro país, mientras los grandes corporativos siguen pagando
cantidades miserables de impuestos. Un periodo en el que la derecha ha contradicho sus
ideales y se ha montado en sindicatos cómodos para mantenerse en el poder, como el SNTE
y el SNTPRM, mientras que desecha aquellos que le resulta incómodos como el SME. Un
periodo en el que la izquierda ha puesto en primer término sus intereses partidistas y
personales, en lugar del interés nacional.
Por consiguiente, no es exagerado concluir este texto mencionando que el periodo que
acaba de finalizar ha sido una década perdida en la historia de México. En donde las
oportunidades de cambio se han convertido en peores pesadillas y en donde las ilusiones de
millones de mexicanos se han esfumado hacia el vacio más profundo de los vientos, tierras y
mares de esta amada patria.

S-ar putea să vă placă și