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Grandes como casas, los espejos de una planta eléctrica del sur de España atrapan cerca de
120 cuatrillones de vatios de la luz solar que cae constantemente sobre la Tierra. Los
subsidios gubernamentales para esta costosa aunque prometedora fuente de energía han
convertido a Europa en la capital solar del mundo. Foto de Michael Melford.
1. La luz solar nos baña con mucha más energía de la que necesitamos, sólo
tenemos que captar la que nos hace falta.
Es difícil imaginar una planta eléctrica igual de hermosa: 100 hectáreas de espejos
suavemente curvados y alineados en largos canales como ríos de luz. Con la cara vuelta
hacia el suelo durante la noche, los más de 182 000 espejos empiezan a despertar siguiendo
la trayectoria del sol.
“Al parecer hoy será un día de 370 grados”, comenta uno de los operarios en la sala de
control. Su tarea consiste en supervisar las hileras de espejos parabólicos que concentran la
luz solar en largas tuberías de acero repletas de aceite que, al calentarse, adquiere una
temperatura de hasta 400 ºC. Al regresar del campo de espejos, las tuberías vierten el
bullente líquido en gigantescos radiadores que extraen el calor y hierven agua
transformándola en vapor. A su vez, este activa una turbina y un generador, los cuales
introducen hasta 64 megavatios en la red de suministro eléctrico público, cantidad
suficiente para electrificar 14 000 hogares o un puñado de casinos de Las Vegas. “Cuando
el sistema produce vapor, su función es por demás convencional; el estándar de la
industria”, explica el gerente de la planta, Robert Cable, quien señala una planta generadora
que opera con gas al otro lado del Paseo Eldorado Valley. “Usamos las mismas
herramientas y refacciones que aquel sitio”.
Cuando inició sus actividades, en 2007, Nevada Solar One fue la primera gran planta solar
construida en Estados Unidos en más de 17 años a pesar de que, en aquellos días, la
tecnología solar florecía por doquier. Nevada Solar One es propiedad de Acciona,
compañía española que produce electricidad en el territorio estadounidense y la vende a NV
Energy, empresa regional de servicios públicos. Sin embargo, los espejos son de
fabricación alemana.
Protegidos con cascos y gafas oscuras, a bordo de una furgoneta, recorremos lentamente
hilera tras hilera de espejos junto con Cable. Desde una pipa, unos hombres usan
mangueras para mojar algunos de ellos. “Cualquier tipo de polvo los afecta”, informa
Cable. Nos detenemos en el extremo más apartado del campo de espejos y bajamos de la
furgoneta para dar un vistazo más de cerca. A fin de demostrar la resistencia del cristal,
Cable lo golpetea como un tambor. Por arriba, en el punto focal de la parábola, la tubería de
aceite se encuentra recubierta con cerámica negra para absorber la luz, contenida en un
cilindro hermético de vidrio que hace las veces de aislante. En un día despejado de verano,
con el sol directamente encima, Nevada Solar One puede convertir en electricidad casi 21
% de los rayos solares. Es verdad que las plantas de gas son más eficientes, pero este
combustible es gratuito y no desprende el bióxido de carbono que calienta el planeta.
“Si hablamos de energía geotérmica o eólica, no podemos dejar de señalar que la cantidad
de esas fuentes de energía renovable es limitada –dijo Eicke Weber, director del Instituto
Fraunhofer para Sistemas de Energía Solar en Friburgo, Alemania, donde nos
entrevistamos el otoño pasado–. Hoy día, la necesidad eléctrica total del planeta es de
aproximadamente 16 teravatios (un teravatio equivale a un billón de vatios). Pero se espera
que, para el año 2020, la demanda aumente a 20 teravatios. La luz del sol en la parte sólida
de la Tierra equivale a unos 120 000 teravatios y, desde esa perspectiva, la energía solar es
virtualmente ilimitada”.
Son dos los métodos más importantes para el aprovechamiento de dicha energía. El primero
consiste en la producción de vapor, ya sea en canales parabólicos como los de Nevada o
con un campo de helióstatos, espejos planos dirigidos por computadora que enfocan la luz
solar en un receptor situado en lo alto de una enorme “torre de energía”. El segundo sistema
convierte la luz solar directamente en energía eléctrica mediante paneles fotovoltaicos (PV,
por sus siglas en inglés) fabricados con materiales semicondutores, como el silicio.
En los siguientes años, a unos 260 kilómetros al suroeste de Las Vegas, cerca de Daggett,
California, se instalaron dos grandes campos de canales parabólicos denominados SEGS I y
II (siglas en inglés de Estación Solar para Generación Eléctrica), seguidos en breve por
otras siete plantas en las cercanías, en Kramer Junction y junto al desecado lago Harper.
Aún operativas, las instalaciones tienen un total aproximado de un millón de espejos
dispersos en 650 hectáreas y capacidad para generar 354 megavatios. Desde lejos, el
conjunto parece una ilusión óptica.
Dos décadas más tarde, parece que una nueva revolución solar está a punto de estallar.
Con la finalidad de abatir costos y limitar la necesidad de incentivos, los ingenieros del
NREL ensayan con espejos hechos de polímeros ligeros en vez de vidrio, así como con
tuberías de recepción que asimilen más luz solar y disipen menos calor. Asimismo, se
empeñan en resolver el principal problema de la energía solar: cómo almacenar parte del
calor generado durante las horas de luz para utilizarlo más tarde.
En este momento, los paneles resultan muy costosos y su eficiencia es de sólo 10 a 20 %
contra 24 % de los canales parabólicos, pero la culpa es más de la historia que de la física.
Luego del auge solar de mediados de los años ochenta, muchos de los mejores ingenieros
emigraron a la industria de la computación, donde utilizaban la misma materia prima:
silicio y otros semiconductores. Sin embargo, ahora los grandes talentos de la ingeniería
empiezan a reintegrarse al campo de las tecnologías solares para impulsar su desarrollo.
Otra estrategia consiste en sacrificar la eficiencia en aras del costo. Aunque generan menos
energía por centímetro cuadrado, los semiconductores de película delgada requieren menos
materia prima y, por ende, son más económicos que las grandes instalaciones fotovoltaicas.
Sin embargo, los ingenieros del NREL tratan de llegar más lejos y actualmente trabajan en
el desarrollo de líquidos fotovoltaicos. “El objetivo es producirlos al costo de un litro de
pintura –señala Stults–. La eficiencia no será de 40 o 50 %, sino de 10 % a lo sumo, pero a
un costo muy bajo. Con sólo pintar sus paredes tendrá electricidad”.
Por ahora, ninguna de esas plantas incluye un sistema de almacenamiento. Dado que las
celdas fotovoltaicas producen electricidad directamente, no requieren tanques para atrapar
el calor de la sal fundida. Una opción sería desviar parte de la corriente fotovoltaica
producida durante el día para impulsar bombas y comprimir aire en cavernas subterráneas –
aire que, desde hace décadas, se ha utilizado en Alemania y Alabama para almacenar la
producción nocturna de las plantas de energía convencionales, que es más barata y puede
aprovecharse durante los picos diurnos. En una planta solar el ciclo se invierte: cuando se
necesita electricidad por la noche, la energía acumulada durante las horas de luz se libera
rápidamente para impulsar una turbina.
Las personas que actualmente viven “desconectadas” de la red pública y generan su propia
electricidad con paneles PV instalados en sus techos dependen de baterías comunes para
pasar la noche, pero en un futuro no lejano podrían utilizar electrolizadores solares que
separen las moléculas de agua en hidrógeno y oxígeno; al recombinarse en una celda de
combustible, estos gases pueden generar electricidad. Aunque la idea ya es ampliamente
conocida, Daniel Nocera, químico del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets), el año
pasado informó que había logrado un adelanto importante: un nuevo catalizador que vuelve
mucho más económica la separación de los componentes del agua.
Nadie conoce, a ciencia cierta, el futuro de la energía solar, pero empieza a surgir un
consenso en torno de sus infinitas posibilidades; por supuesto, a condición de que nos
comprometamos a reactivar la tecnología.
Una fracción de esa energía procede de plantas centralizadas, como la pequeña instalación
de Morbach o incluso el extenso Parque Solar Waldpolenz, de 110 hectáreas y construido
hace poco con tecnología de película delgada en una base aérea soviética abandonada,
próxima a Leipzig. Dado el alto costo de la tierra en Alemania, los paneles solares se
instalan en tejados, granjas e incluso campos de futbol o junto a las autopistas. Aunque
dispersos por la campiña, todos están conectados con la red eléctrica nacional y las
compañías de servicios públicos están obligadas a pagar una prima de 50 centavos de euro
por kilovatio-hora, incluso a los productores más pequeños.
“Nos pagan por vivir en esta casa”, asegura Wolfgang Schnürer, residente de Solarsiedlung
(“asentamiento solar”), complejo de condominios de Friburgo. Afuera, la nieve resbala de
los paneles solares que cubren los techos del desarrollo. El día anterior, el sistema de
Schnürer produjo apenas 5.8 kilovatios-hora, ni siquiera suficiente para un hogar germano,
pero en los soleados días de mayo la instalación puede generar hasta siete veces esa
cantidad.
Luego de servir café y galletas navideñas, Schnürer extiende unos documentos en la mesa.
En 2008, su planta de energía personal produjo 6 187 kilovatios-hora, más del doble de lo
que su familia requiere; después de restar la electricidad consumida de la cantidad
producida, los Schnürer salieron ganando más de 2 500 euros (casi 3 700 dólares
estadounidenses).
Asentada a orillas de la Selva Negra, en el sur del país, la “soleada Friburgo” (así descrita
en los folletos turísticos) ha sido transformada por el uso extensivo de la energía solar. Al
otro lado de la calle, frente a Solarsiedlung, hay un estacionamiento y una escuela cubiertos
con paneles fotovoltaicos, y en la parte vieja de la ciudad, muros fotovoltaicos colosales
dan la bienvenida a quienes visitan la estación de trenes. En el vecino Instituto Fraunhofer
para Sistemas de Energía Solar se desarrolla la tecnología de siguiente generación. Uno de
los proyectos utiliza lentes Fresnel para concentrar 500 veces la luz solar y elevar a 23 % la
eficiencia de un panel fotovoltaico estándar.
Investigaciones como esta son impelidas por la demanda que ha creado el programa
gubernamental de “aranceles de alimentación” (en inglés, feed-in tariffs), explica Eicke
Weber, director del instituto. Cualquiera que instale un sistema fotovoltaico tiene una tasa
preferencial garantizada a 20 años, equivalente a un rendimiento anual de 8 % sobre la
inversión inicial.
Las torres de energía son una versión distinta de la tecnología solar térmica, otra forma de
aprovechar el sol para producir vapor. Aunque los canales parabólicos han demostrado su
eficacia en áreas extensas y llanas, las torres de energía pueden adaptarse a terrenos
montañosos, alineando los espejos para que converjan individualmente con el calentador
elevado. Debido a que la torre incrementa aún más la temperatura del vapor, es
potencialmente más eficiente.
No obstante, dado que la industria solar aún se encuentra en pañales, Abengoa Solar debe
compensar sus riesgos. Cerca de las torres de energía, unas grúas montan filas de canales
parabólicos. A espaldas de la PS10 se extiende un campo de celdas fotovoltaicas de
tecnología avanzada que siguen el paso del sol sobre dos ejes (Norte-Sur y Este-Oeste) a fin
de asegurar una exposición óptima durante todo el año. Cada panel ha sido adaptado con
espejos o lentes Fresnel para intensificar la luz. “Nuestro objetivo es capitalizar cada uno de
los rayos del sol”, declaró Fernández.
Tal vez al fin ha llegado el momento oportuno. En febrero pasado, BrightSource Energy
firmó contratos con Southern California Edison para construir una serie de torres de energía
en los desiertos del suroeste que, con el tiempo, producirán 1.3 gigavatios de electricidad
(lo mismo que una gran planta operada con carbón). Por supuesto, los ambientalistas están
preparándose para combatir algunos de estos proyectos, pues cubrirán grandes extensiones
de desierto y algunos utilizarán mucha de la escasa agua para el proceso de enfriamiento.
Como cualquier otra forma de generación de energía, la solar conlleva ciertos sacrificios.
Con todo, falta mucho camino por recorrer. Durante mi estancia en Nevada conduje hasta la
presa Hoover, uno de los primeros productores de electricidad renovable. Me dejó
esperanzado. Al volver a la parte superior, mientras leía las opacas placas de bronce y
admiraba la arquitectura art déco, reflexioné en la forma como Estados Unidos respondió al
desafío de la Gran Depresión. El Nuevo Acuerdo, nombre impuesto a aquel primer paquete
de estímulo, incluía no sólo a Hoover sino a la Autoridad del Valle de Tennessee, que llevó
energía hidroeléctrica al sureste, y a la Administración de Electrificación Rural, que realizó
el tendido eléctrico a lo largo del país. El paisaje de la nación se transformó durante una
época de sufrimiento económico y, siete décadas más tarde, seguimos cosechando sus
beneficios cada vez que movemos un interruptor.