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© 1993 Emma Darcy.

ALTO RIESGO
Alto riesgo (1995)
En Harmex: Cita con el destino (Jazmín)
Título Original: High risk
Colección: Bianca N° 763 - 27.12.95
Protagonistas: Dominic Savage y Caroline "Carrie" Miller
Argumento:
Sólo la enfermedad pudo forzar a Carrie a desprenderse de su hijo. Ahora
quería recobrarlo, y Dominic Savage era el único que podía ayudarla. Dominic
aceptó participar, pero estableció sus propias condiciones.
Capítulo 1

ELLA tenía que buscarlo. Durante días, esa idea estuvo torturando a Carrie a
pesar de que trató de apartarla de su mente. Lo último que deseaba hacer era
pedirle ayuda a Dominic Savage; sin embargo, parecía que no tenía
alternativa.
Él podía rescatar a Danny de las garras de esos profesionales de la
beneficencia. Probablemente sólo tendría que hacer una llamada telefónica a la
persona indicada. Las reglas y normas, inalterables para gente sin importancia
como ella, se tornaban siempre flexibles cuando se aplicaban a gente con
poder, riqueza e influencia.
«Momentos amargos fuerzan decisiones amargas», reflexionó. La riqueza y el
poder de Dominic una vez suscitaron su admiración, hasta que comprendió que
eso la excluiría a ella de convertirse en un elemento permanente en su vida.
Puesto que le había resultado dolorosa la experiencia, se sentía con derecho a
usarla ahora por el bien de Danny más que por el suyo propio, y sólo por esa
ocasión.
Ella sabía que corría el riesgo... un alto riesgo... al concertar esa reunión con
Dominic Savage. No quería volver a abrir viejas heridas; lo único que quería era
una solución rápida y satisfactoria a su problema.
A veces deseaba haberse quedado en Fiji, donde por lo menos tenía amigos.
Sidney le parecía muy solitaria ahora que su madre había muerto y a Danny lo
habían alejado de ella. No conocía a nadie allí. Aun así, no había sido posible
prever lo que sucedería a partir de su regreso a Australia. La pregunta que la
atormentaba, considerando la naturaleza de su breve relación, era la siguiente:
¿la ayudaría Dominic Savage?
El hecho de que ella lo recordara no significaba que el también lo hiciera. Ocho
años eran mucho tiempo, y para él sólo había sido una aventura de vacaciones,
Se estremeció desolada. Lo único que debía importarle era recuperar a su hijo.
No tenía sentido preocuparse de si Dominic la recordaría o no. En caso
necesario, ella le recordaría quién era. Él era la única persona que conocía y a
la que podía acudir, y teniendo en cuenta lo que le ocurría, consideró que no
era mucho pedir.
Decidió que iría a su oficina. Llamarle por teléfono sería inútil.
Se levantó de la cama lentamente; nunca había tenido una dolencia seria en
su vida... hasta ahora. Ser abatida por una neumonía viral justo cuando más
necesitaba que todo marchara bien había sido una cruel jugarreta del destino,
además de que el período de convalecencia se estaba alargando demasiado.
Tenía que curarse con rapidez. Cuanto más pronto se forzara a entrar en
acción, mejor.
Buscó en su guardarropa la prenda de vestir más apropiada. El orgullo insistió
en que debía presentar su mejor aspecto para su reunión con Dominic. En su
estado actual era imposible estar absolutamente bien, pese a que tenía que
hacer todo lo posible para parecer relativamente aceptable.
Había adelgazado tanto que la ropa le estaba grande. Por fin, eligió un vestido
de algodón con lunares en verde y blanco. Tenía un cinturón y mangas largas
que cubrían sus delgados brazos. Sus sandalias blancas de tacón bajo no eran
precisamente elegantes, pero no se sentiría segura con tacones altos debido a
su debilidad. Hizo una mueca a su imagen reflejada en el espejo del baño. Con
veintisiete años, aparentaba una mayor edad; estaba cansada y desgastada.
Su cabello rubio oscuro ya no estaba jaspeado por el sol; colgaba sin vida sobre
sus hombros y necesitaba con desesperación un buen corte. Se lo cepilló con
fuerza sin poder obtener ningún brillo.
A la una en punto salió del pequeño y modesto apartamento de Ashfield. Se
hallaba contenta de poder salir a tomar el sol por un rato. La agobiaba ese
lugar depresivo, y oscuro que era todo lo que podía pagar en alquiler.
Por supuesto, no se planteó permanecer allí más tiempo del período de prueba
de tres meses que le concedieron en el empleo que consiguió. Asistente del
jefe de cocina en un famoso restaurante era un trabajo lo suficientemente bien
remunerado como para encontrar un mejor alojamiento; de cualquier modo, la
natural cautela de Carrie la impulsó a seguir ahorrando hasta que estuviera
segura de contar con una situación permanente en el personal, lo cual habría
conseguido una semana antes de caer enferma. No culpaba a la gerencia por
no haberla mantenido en el puesto. No obstante, si no se reponía pronto para
conseguir otro trabajo, tendría que mudarse a un lugar más barato y peor.
La amarga ironía de su situación era que cuando estaba en Fiji echaba de
menos Australia, y en cambio ahora anhelaba lo que había dejado detrás. Fiji
era un magnífico lugar. El sol brillaba casi siempre, el coste de la vida era bajo
y los nativos eran la gente más amable del mundo. Por ello, vivir allí durante
seis años no la preparó para los altos precios de las viviendas en Sidney. Sin
embargo, Carrie se negaba a rendirse al pesimismo. Ese era el día. Iba a
recuperar a Danny a cualquier precio.
Tardó una hora en llegar al gran edificio de APIC en Bridge Street. En otros
tiempos ese edificio dominaba toda la zona del muelle. En la actualidad sólo
era uno de los muchos rascacielos que comprendían el distrito de negocios de
la sección central de la ciudad. A pesar de eso aún resultaba imponente.
La joven leyó el directorio que estaba junto a los ascensores y en seguida se
dirigió al primer piso. Entró en una sala amplia y lujosa, aspiró profundamente
para darse ánimos y se aproximó al gran mostrador de recepción, detrás del
cual trabajaban varias jóvenes vestidas con elegancia.
— ¿Puedo ayudarla en algo? —le preguntó una de ellas, recibiendo a Carrie con
una atenta sonrisa.
—He venido a ver al señor Savage —contestó Carrie, adoptando una actitud de
seguridad—. ¿Podría indicarme dónde está su despacho?
—Suba al piso veintisiete; allí la recepcionista la conducirá al despacho del
director —contestó la joven de forma servicial.
—Me refería al señor Dominic Savage, no a su padre.
La empleada le dirigió una curiosa mirada inquisitiva.
—El señor Dominic Savage es ahora el director. Asumió la dirección hace dos
años, a la muerte del señor James Savage —explicó.
Carrie le dirigió una mirada llena de desconcierto y asimiló lentamente ese
nuevo detalle.
Ocho años eran mucho tiempo. Ella perdió a su madre y él a su padre. Dominic
estaba incluso en el puesto de responsabilidad más elevado que ella habría
imaginado que pudiera conseguir. No obstante, eso no cambiaba nada. De
hecho, cuanto más importante fuera el puesto que ocupara, más influencia
podía ejercer, si quería. Ahora tenía el poder, además del apellido.
—Gracias —murmuró Carrie y se dirigió a los ascensores, consciente de que las
jóvenes no dejaban de mirarla. Se preguntó si una llamada la precedería al piso
veintisiete, con el aviso de que una mujer muy extraña se dirigía hacia allí.
Sin embargo, en apariencia, la recepcionista de dicho piso no tuvo ningún
problema en señalarle el amplio pasillo que conducía al despacho del director.
—Allí encontrará el despacho de la señora Coombe —le indicó y añadió—: La
señora Coombe se encarga de todas las citas del señor Savage.
Carrie le dio las gracias y avanzó por el pasillo hasta llegar a una amplia sala
de espera. Allí, ante una mesa de escritorio de forma semicircular, se
encontraba sentada la señora Coombe. De mediana edad, no ofrecía un
aspecto agradable. Parecía el guardián de la ciudadela del poder. Llevaba el
cabello corto, peinado en un estilo masculino, y unas grandes gafas
enfatizaban sus inflexibles ojos grises. Carrie tuvo la sensación de que la
juzgaba y la encontraba deficiente. La señora asumió una expresión de
superioridad y condescendencia, la cual le pareció de mal agüero a la chica.
—Buenas tardes —saludó con tono tajante y levantó las cejas al agregar—: ¿En
qué puedo servirle?
—Deseo ver al señor Dominic Savage —respondió Carrie de modo terminante.
— ¿Quiere concertar una cita?
Carrie dominó su furia.
—No. Quiero verlo hoy —manifestó con firmeza—. En realidad, lo antes posible.
—Me temo que eso es imposible, señorita...
—Miller. Caroline Miller.
—Señorita Miller. El señor Savage es un hombre muy ocupado. Si me deja sus
datos y su número de teléfono, lo consultaré con él y en el momento en que
esté disponible le haré saber cuándo sería oportuna una cita.
Otra evasiva como la de la oficina de beneficencia, se dijo Carrie. Tendría que
ser más dura para que no la detuvieran unos trámites burocráticos. Quizá
Dominic no la admitiría, pero desde luego no estaba dispuesta a que esa mujer
le negase la entrada.
—He venido por un asunto personal, señora Coombe. Un asunto personal
urgente —enfatizó Carrie—. El señor Savage y yo somos viejos conocidos.
Comprendo que es un hombre muy ocupado, sin embargo lo esperaré hasta
que pueda verme. Aguardaré toda la tarde si es necesario.
Los ojos grises de la señora Coombe brillaron dudosos.
—Estoy familiarizada con todos los amigos del señor Savage, señorita Miller, y
su nombre no está en mi lista.
Carrie pensó con desagradable ironía que era indudable que, si la señora
Coombe no la consideraba una conocida, menos aún la consideraría una
amiga. Era obvio que no poseía la riqueza, el estilo ni la presencia de alguien
de la clase alta de la sociedad. Ese había sido el problema hacía ocho años del
que entonces había huido. Sin embargo, ya no era una joven ingenua e
inexperta de diecinueve años y no huiría ahora.
—He estado fuera del país durante muchos años —explicó—. El señor Savage
no tenía ninguna razón para darle mi nombre, señora Coombe, por lo que si
usted es tan amable de informarle de mi presencia aquí, estoy segura de que
no me rechazará.
Carrie se dijo que era falso que estuviera segura, pero si no mostraba
confianza, su caso estaría perdido.
—El señor Savage está reunido —le informó la señora Coombe—. Supongo que
la reunión se prolongará una hora más, señorita Miller, y tengo las más
estrictas instrucciones de no interrumpirlo a no ser que se trate de una
urgencia extrema.
Era precisamente así como Carrie veía la situación, como una urgencia
extrema, pero no estaba en posición de mostrarse exigente.
—Entonces esperaré hasta que usted pueda hablar con él —manifestó con
tanta calma como pudo.
—Como guste —la señora hizo un pequeño movimiento con la cabeza hacia un
grupo de sillones, y enseguida la ignoró.
Carrie se alegró de poder sentarse al fin después del esfuerzo desplegado.
Necesitaba un descanso antes de enfrentarse a Dominic Savage. Tenía que
recuperar sus escasas energías.
Durante largo rato, Carrie ensayó en su mente lo que le diría en caso de que lo
viera, si acaso todavía la recordaba.
Había dos juegos de puertas dobles en la sala de espera, una situada a la
derecha de donde Carrie estaba sentada y la otra a la izquierda de la mesa de
la señora Coombe. La joven sospechó que las puertas que se encontraban más
cerca de la secretaria comunicaban con el despacho de Dominic. Las observó
en espera de que se abrieran.
No obstante, fue el otro juego de puertas el que se abrió y el silencio fue roto
de repente por la irrupción de voces masculinas.
A Carrie se le encogió el corazón en el mismo momento de verlo. Dominic
Savage se encontraba en su madurez, más atractivo que cuando lo conoció.
En aquel entonces ella lo consideró el joven más guapo que hubiera visto, tan
atractivo que apenas podía dejar de mirarlo. Tenía los ojos azules, unas
facciones perfectas y una fuerte masculinidad, además de un fascinante
hoyuelo en la barbilla. Ahora parecía más grande y corpulento, lo cual le daba
una formidable aura de autoridad.
El se detuvo para hablar con uno de los hombres y Carrie se levantó del sillón.
Su pulso saltaba ante su audacia... o quizá por el hecho de verlo otra vez en
persona. Dominic terminó de hablar y su interlocutor inclinó la cabeza en señal
de aprobación. Una sonrisa satisfecha se dibujó en sus labios al tiempo que
avanzaba.
Sus ojos azules le concedieron a Carrie un vistazo rápido y superficial. No hubo
la más ligera señal de reconocimiento.
Carrie lo siguió con la mirada, demasiado aturdida por su indiferencia para
hacer cualquier movimiento. De alguna forma, en lo más profundo de su
corazón habría deseado que Dominic la reconociera al instante, a pesar de la
brevedad de su relación, a pesar de su cambio de apariencia, a pesar de los
años. Se sintió dolida, tanto que hasta se olvidó del motivo de su presencia allí.
De pronto él se detuvo a mitad de camino y dio media vuelta para lanzar a
Carrie una aguda y penetrante mirada.
Duró solamente un segundo o dos, pero fue suficiente para volver a la vida el
corazón congelado de Carrie.
Él se volvió bruscamente hacia adelante.
—Señora Coombe, venga a mi despacho por favor —pronunció con tono áspero
mientras pasaba ante su secretaria.
No hizo pausa alguna ni esperó por ella. Se retiró directamente a su despacho
dejando la puerta abierta para que la señora Coombie lo siguiera.
En cuanto se levantó de su escritorio, la secretaria frunció el ceño, como
advirtiéndole a Carrie que se quedara donde estaba y no creara problemas.
La agitación provocada por la segunda mirada de Dominic se consumió rápido
dejando a Carrie temblorosa.
Se desplomó en el asiento en lugar de sentarse. Estuvo a punto de caerse, y
otra vez renegó de su debilidad.
Trató de ahuyentar las emociones que el reencuentro con Dominic Savage
había evocado en ella. No podía amarlo todavía, no después de todos esos
años. Era imposible ya que ella había tratado con mucho cuidado de controlar
todos esos sentimientos. Era absurdo desear lo que tuvieron juntos una vez y
que obviamente no era posible compartir. De todos modos, eso sólo fue por
parte de ella. Para él Carrie estuvo disponible, deseable; fue simplemente un
poco de diversión hasta que sus amigos llegaron. Ahora era sólo una memoria
vaga.
¡Demasiado para el momento que estaba viviendo! Durante algunos intensos y
desoladores segundos Carrie deseó morir allí mismo, en ese preciso momento.
Entonces recordó a Danny y recobró su propósito de vivir. Lo que había
compartido con Dominic Savage estaba muerto hacía mucho tiempo.
Siempre lo había sabido. Era estúpido y frustrante permitir que tales
sentimientos la influyeran.
Aún cuando él no la hubiera reconocido, ella esperaba ese recibimiento. Pero
eso no significaba que tuviera que renunciar a Danny. Debía haber otro
camino. Lo pensaría esa noche. Entre tanto, era inútil permanecer allí. Había
sido otra buena idea que no había funcionado y podría ocasionarle problemas
que ella prefería evitar.
Se levantó del sillón y empezó a caminar sin mucha seguridad, rumbo a los
ascensores de la sala de recepción. Oprimió un botón y en seguida apoyó la
frente contra la fría pared de mármol. Se dijo que eso la haría sentirse mejor.
—Señorita Miller.
Carrie levantó la cabeza. La señora Coombe respiraba con agitación, como si
hubiera corrido por el corredor detrás de ella. Lo cual, según la joven, era
impensable.
—El señor Savage la verá ahora mismo —anunció la señora, como si le
estuviera concediendo un gran e inmerecido privilegio.
Por algunos segundos, Carrie no logró asimilar esa información. Entonces un
enorme estremecimiento la invadió. No era alivio. Ahora que el momento había
llegado, se sentía invadida por un miedo agobiante que le impediría manejar la
entrevista de la forma en que la había planeado. Si decía algo mal... pero no lo
haría. Había demasiado en juego.
— ¿Señorita Miller? —la secretaria frunció el ceño.
Carrie se calmó todo lo que pudo.
—Gracias —expresó. Tenía las piernas débiles y temblorosas; sin embargo, se
empeñó en caminar por el pasillo. «Por Danny», se decía con ferocidad a cada
paso que daba.
La señora Coombe la condujo al despacho de Dominic, le abrió la puerta y en
seguida se hizo a un lado para anunciar a Carrie.
Era un despacho grande y lujoso, digno del presidente de APIC... pero Carrie no
se fijó en ningún detalle; sólo tenía ojos para el hombre al que iba a pedir
ayuda. Dominic estaba de pie al lado de un gran ventanal, que sin duda le
brindaba una vista panorámica de Sidney.
Le daba la espalda.
La secretaria se retiró de forma discreta. Dominic se volvió lentamente al
escuchar el sonido de la puerta al cerrarse. Se miraron fijamente el uno al otro
a través de la habitación, después de ocho largos años.
Ella pudo percibir su tensión; sabía que estaba comparando a la Carrie actual
con la que él recordaba y parecía como si no le agradara lo que veía. La
expresión de su rostro lo delataba.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo con tono tranquilo, sin dejar de estudiarla.
—Sí —convino ella con una voz que era apenas un susurro—. Gracias por
recibirme, Dominic.
—No podía creer que fueras tú la que estaba ahí afuera, Carrie. No hasta que la
señora Coombe me lo informó.
—Sabía que no me habías reconocido.
—Al principio, no —reconoció él con seca ironía—. Es difícil hacerse a la idea.
Carrie se humedeció un poco los labios. Se dijo que no podía permitir que los
recuerdos la desviaran de su propósito.
—No te quitaré mucho tiempo —soltó las palabras de forma abrupta—.
Perdóname por haber irrumpido de esta forma cuando te hallas tan ocupado.
—Usa todo el tiempo que necesites, Carrie —le ofreció él con tono amable—,
Dime... qué es lo que necesitas.
Ella se ruborizó por su amabilidad. —Sólo unos minutos, probablemente un
poco más. Él frunció el ceño; era evidente que no se inquietaba por la falta de
interés de ella por su generosidad.
— ¿Es suficiente para «ponerse al día» después de ocho años? —Preguntó con
un tono ligero que no se reflejaba en sus ojos—. Ocho años y dos meses, si mi
memoria no me falla.
¿Por qué querría él «ponerse al día»? Carrie no podía imaginárselo. Pensó que
probablemente era sólo un comentario cortés. De cualquier forma, ella no
quería hablar de su vida, ni de lo que le había ocurrido en todo ese tiempo.
Tampoco deseaba saber lo que le había sucedido a él. De hecho, cuanto menos
supiera, mejor. Lo importante era conseguir su propósito y salir de allí lo antes
posible.
—Dominic —comenzó a decir al borde de la desesperación. Sus ojos verdes
suplicaban indulgencia—, he venido porque necesito tu ayuda. No conozco a
nadie más que pueda hacer lo que necesito. Tú eres mi única oportunidad; de
otra forma no me inmiscuiría en tu vida.
—Por supuesto —murmuró él. Sus ojos brillaron con una expresión cínica—.
¿Por qué otra razón podrías haberte presentado aquí? No se me ocurrió otra
cosa al verte.
La agitación que ella sentía y que ruborizaba sus mejillas retrocedió con
devastadora rapidez. Carrie comprendió entonces que lo que tenía que decirse
y hacerse requería prontitud. A cada segundo que transcurría se sentía con
menos control de sí misma. Se las arregló para dar un paso hacia él y levantó
una mano, implorante.
—Discúlpame por haberte molestado.
—No lo has hecho —objetó rápidamente—.
¿Qué puedo hacer por ti?
El tono de sus palabras no era áspero, aunque sonaba frío y controlado. Avanzó
hacia su escritorio, como si se retirara de ella.
—Se trata de mi bebé... —Carrie pensó que eso estaba muy cerca de la verdad.
Danny era su bebé, siempre lo sería. Sin embargo, el efecto que causaron sus
palabras en Dominic Savage fue instantáneo e incomprensible. Adoptó una
actitud rígida y sombría.
«He perdido este encuentro», pensó Carrie. «No me ayudará de ninguna
manera». ¿La estaría juzgando severamente por tener un bebé? Se sintió
mareada de nuevo. «Ahora no», suplicó en silencio.
— ¿Qué le pasa a tu bebé? —preguntó con un tono carente de emoción.
Carrie reunió toda su fuerza de voluntad para darle el mensaje final, y se las
ingenió para pronunciar las palabras:
—Quiero que encuentres a Danny. Necesito que recuperes a Danny para mí.
Entonces se desplomó sobre la gruesa alfombra gris, y llegó al final de su
misión. No sintió dolor al caer. Se sintió abrigada, suave, cómoda y segura,
como si estuviera envuelta en algodones. Justo donde quería estar.
Ese fue el último pensamiento que tuvo durante algún tiempo.
Capítulo 2
ALGO frío y duro se movía sobre su pecho. Le repugnaba ese contacto y
deseaba que se alejara. Quería que se detuviera. Al fin el duro y frío objeto se
alejó de repente.
La joven tenía curiosidad por abrir los ojos, pero decidió que no lo haría. El
esfuerzo requerido era muy grave. Era mucho, mucho más fácil dejar las cosas
como estaban. Se sentía en el lugar adecuado. Abrigada, cómoda, protegida...
De repente se dio cuenta de una intrusión. Al fondo podía escuchar un
murmullo de voces.
Carrie se esforzó por captar lo que decían.
— ¿Doctor, qué es lo que tiene?
Era la voz de Dominic Savage, con un matiz de nerviosismo. Probablemente
había pensado que se iba a morir allí mismo. Una muerte en su despacho no
daría una buena imagen a sus negocios. ¡No era de extrañar que se sintiera
nervioso!
Pero Carrie se dijo que, si había médicos de por medio, tenía que despertarse
rápido. Ya había tenido demasiado que ver con los médicos. Debía levantarse y
salir de allí, dejar atrás a Dominic Savage y pensar en algún otro modo de
solucionar su problema.
Intentó moverse, y entonces pensó que otro minuto - o dos de descanso no le
harían daño.
—En realidad es difícil estar seguro.
Esa era la voz del médico, baja y controlada. Como todos los médicos que ella
había conocido, parecía reacio a estar seguro de algo. Eso sólo la hacia sentirse
furiosa y frustrada. Carrie escuchó el incierto diagnóstico:
—Hay líquido en sus pulmones. El corazón puede estar demasiado tenso.
¡O sea que era un estetoscopio lo que se movía sobre su pecho y le causaba
esa aflicción! Ella había aprendido a odiar los estetoscopios en el hospital.
—Es imposible estar seguro sin hacer más análisis —añadió la voz distante del
médico.
«No más análisis», pensó Carrie con una violenta emoción que la inquietó
profundamente.
—Sin embargo, mi diagnóstico provisional es que el problema básico es
desnutrición. « ¡Qué disparate!», pensó Carrie. — ¡Usted debe de estar
bromeando! —la voz de Dominic expresaba furia e incredulidad. Ella lo
aplaudió en silencio. — ¡Échele una mirada! —sugirió el médico. «Así que estoy
muy delgada», pensó Carrie de mala gana. «No es culpa mía no haber tenido
mucho apetito en estos últimos días. De todas maneras debo intentar comer
más», se aconsejó.
Se hizo un inquietante silencio. —Es mi opinión hasta que los análisis de
laboratorio lo confirmen o desaprueben —determinó el médico.
— ¿Qué es lo que va a hacer al respecto? —preguntó Dominic con mal
disimulada preocupación.
—Llamaré a una ambulancia y haré que la trasladen al hospital Prince Alfred.
Entonces...
Un instantáneo impulso de protesta se elevó en el interior de Carrie. Abrió los
ojos y se sentó, aunque sentía que todo daba vueltas a su alrededor.
—No voy a ir —su voz era un gruñido, pero hasta donde pudo darse cuenta, su
tono era decidido.
Se dijo que, desde el principio, hospitales y médicos le habían ocasionado los
problemas que la aquejaban. Una repetición sería muy difícil de soportar. De
hecho, cuanto más lejos se mantuviera de ellos, más oportunidades tendría de
recobrar a Danny.
—Carrie, has oído lo que el médico acaba de decir —había un tono de
incredulidad en la voz de Dominic—. Tienes que hacer lo que te aconseja. ¡De
hecho, seguirás su consejo al pie de la letra!
Carrie se concentró en Dominic Savage. Nunca lo había visto así, dominante e
imperioso. Ella lo recordaba siempre complaciente y relajado, lleno de
simpatía, alegre y sonriente. Sacudió la cabeza.
—No voy a ir —repitió con torpeza. No le gustaba contradecir a Dominic, pero
tenía que hacerlo.
— ¡Claro que irás! —exclamó tensando la mandíbula.
A pesar de todo, la actitud de Carrie era mucho más firme ahora.
— ¡Antes tendrás que pasar por encima de mi cadáver! —exclamó.
El pareció aún más inflexible después de oírla.
—Así será si no haces lo que te digo.
Carrie concluyó que él no entendía nada.
—Lo siento —musitó; de algún modo reunió fuerzas para levantarse sin caer de
nuevo—. Me voy a casa —manifestó con decisión.
Dominic la sujetó de inmediato por los hombros, como si la protegiera de
caerse otra vez. Se sentía débil y temblorosa.
—Nada de ambulancias —dijo él—. Yo mismo te llevaré al hospital.
—No. Me voy a casa —insistió Carrie—. Disculpa la molestia. Adiós Dominic —
por un momento, se apoyó en su pecho para recobrar su fuerza y equilibrio. De
algún modo, eso la hizo sentirse más débil y temblorosa.
—Carrie, no tienes otra opción. La voz de Dominic revelaba un rudo y grave
sentimiento. «Exasperación», pensó ella. Estaba siendo un problema para él.
Tenía que terminar con eso y alejarse de allí. En realidad no podía engañarse
diciéndose que la debilidad que sentía se debía enteramente a su enfermedad.
Dominic siempre había producido esa clase de efecto en ella.
Sin embargo, se detuvo. Estaba siendo indulgente consigo misma cuando
debería pensar en Danny, únicamente en Danny. Y eso significaba no más
médicos que dijeran que estaba demasiado enferma para que le devolvieran su
hijo.
—Si te atreves a forzarme... —pronunció con desafío y firmeza—, te acusaré de
secuestro, invasión de intimidad y...
—desesperada, buscó alguna otra amenaza.
Los ojos azules de Dominic se clavaron en ella con intensidad.
— ¡Por favor, Carrie! ¡Hazlo por mí!
— ¡Lo siento! —Repitió con fuerza—. No, es por tu bien, Dominic —agregó con
rapidez.
— ¡Maldición! ¡Te estás comportando de una forma estúpida, terca e
imposible!
—Sí —convino ella, no deseando molestarlo más—. Eso es cierto.
Dominic mantuvo un brazo sobre sus hombros a la vez que se volvía para
dirigirse al médico.
— ¿No hay nada que podamos hacer? —pareció implorar el apoyo de la
autoridad médica.
Carrie no iba a ceder tan fácilmente. ¡No después de sus recientes
experiencias!
—Si la jovencita es obstinada... está en su derecho de rechazar el tratamiento.
Nadie puede forzarla a ello—señaló el médico.
«Ya era hora de que alguien reconociera mis derechos», pensó Carrie con
actitud beligerante. «Si tan sólo pudiera hacer que la gente de la beneficencia
hiciera lo mismo, no habría ningún problema».
Dominic suspiró con cansancio.
—Gracias por su tiempo y preocupación, doctor Burridge —dijo Dominic con un
forzado acento de resignación—. Me pondré en contacto con usted cuando algo
se pueda hacer.
El médico le brindó un triste gesto.
—Le deseo suerte.
Carrie estaba contenta. No era que tuviera algo personal contra el médico. Tal
vez era un hombre agradable. Sin embargo, ella había tenido demasiados líos
en el hospital, y en definitiva el tratamiento no la había ayudado. De hecho, ya
se sentía como un conejillo de indias, y no pensaba volver allí.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás del médico, Dominic la abrazó de
nuevo, atrayéndola más hacia sí, y brindándole apoyo. Ella apoyó la cabeza en
su hombro; empezaba a sentirse mejor. Incluso podía soñar un poco. Soñar que
él la amaba, que siempre la amaría.
—Háblame de tu bebé, Carrie. Dime cuál es el problema. Pídeme cualquier
cosa que quieras que haga. Las palabras sonaron desprovistas de todo
sentimiento. Sin embargo, a pesar de eso, Carrie pudo sentir calor y nobleza
detrás de ellas. Había ido en busca de la ayuda de Dominic; en ese momento él
se le ofrecía y ella la aceptaría con gratitud. Y dejaría de soñar con el pasado.
Aspiró con fuerza y relató su historia desde el principio. Ella cayó enferma y
alguien llamó a una ambulancia. Omitió el dato de que fue Danny quien lo hizo;
se dijo que era irrelevante. Todo funcionó perfectamente hasta que llegaron al
hospital. Después las autoridades averiguaron que Danny no tenía a nadie más
que lo cuidara.
Ella acababa de regresar a Australia y no tenía amigos o conocidos en quienes
confiar. Sus padres habían muerto y los parientes que aún vivían se habían
disgustado mucho cuando su madre se casó con su padrastro. Ni siquiera sabía
dónde encontrarlos. Por ello, la gente de la beneficencia llamó para hacerse
cargo de Danny. En un principio se sintió muy agradecida. El problema
sobrevino más tarde cuando salió del hospital, pues resultó obvio que no
harían nada más por ella. Entonces deseó recuperar a Danny. La gente de la
beneficencia se negó terminantemente. Dijeron que no estaba en condiciones
de hacerse cargo de un niño, algo que ella consideraba totalmente infundado.
No tenían derecho a mantener a un niño alejado de su madre.
— ¿No crees que pueden tener razón? —la voz de Dominic reflejaba cierta
ironía.
—Habría salido adelante —replicó Carrie de forma defensiva—. Siempre lo
hago. Después de todo, llegué hasta ti ¿o no?
—Sólo eso.
—Pero lo hice.
—Sí —aceptó él con pesadumbre—. Lo hiciste.
—Y cuidar a Danny no supone mucho esfuerzo. Él nunca da problemas. Es el
mejor niño del mundo y quiero que me lo devuelvan. Debe de estar inquieto
por mí, sin saber qué es lo que ocurre. Seguramente siente que nadie lo quiere.
Los extraños nunca le cuidarán ni le darán el cariño que yo le doy, y nada será
tan familiar para él como en Fiji.
— ¿Fiji?
—Es de donde vinimos, a lo que él está acostumbrado. Me necesita. No está
bien separar a un niño de su madre. Dominic, tengo que recuperarlo. Todo lo
que te pido es que hagas una o dos llamadas a la persona adecuada; que
saltes sobre los trámites burocráticos y las normas intolerantes para que me
devuelvan a Danny —terminó suplicante—. ¿Dominic, harías eso por mí?
Levemente, él asintió con un movimiento de cabeza.
—Sí, haré eso por ti, Carrie.
Un sentimiento de impetuoso triunfo la asaltó. Había conseguido su propósito a
pesar de las circunstancias. Dominic no podía saber lo que significaba para
ella. Se iría pronto de su vida otra vez, pero Danny volvería a la suya. Era
suficiente. «Ahora me repondré más rápido», se prometió.
—Gracias —murmuró con un gran alivio, y estuvo a punto de añadir: «Esto
compensa todo el dolor que alguna vez me causaste».
Pero sabía que sería un error. Jamás debía confesarle la agonía que le había
ocasionado. En vez de eso, manifestó:
—Siempre te estaré agradecida por esto.
—Bueno, pero primero te llevaré a casa, Carrie.
El reconfortante agradecimiento se desvaneció de forma instantánea para ser
sustituido por una oleada de terror. « ¡Oh, no, eso no!», pensó. No podía
permitir que Dominic regresara a su vida. Sería un desastre quizá peor del que
ya vivía. Él volvería a abrir las heridas y provocaría más, y sobre todo, sabría
dónde vivía, y eso sería demasiado espantoso. De algún modo, debía impedir
aquello de inmediato.
— ¡No puedes hacer eso! —exclamó alarmada, levantando la cabeza.
Él tenía una mirada aún más dura que antes y sus ojos azules se encendieron
con una resolución inmutable. No obstante, Carrie no estaba dispuesta a
titubeos. —Todo lo que necesito de ti es una pequeña llamada telefónica —
insistió—. Nada más.
—Si quieres que la llamada tenga éxito, necesito todos los hechos —manifestó
él con tono terminante.
En seguida, mientras ella trataba de darle vueltas al asunto, él la levantó en
brazos y Carrie se encontró apoyada con firmeza contra su pecho.
— ¡No!, ¡no! —Protestó aterrada—. ¡Bájame Dominic! —y entonces se le
ocurrió una idea. Cualquier táctica evasiva estaba justificada—. No me puedes
llevar a casa, ahora no. Él se detuvo. — ¿Por qué no, Carrie?
—Tienes toda la tarde comprometida. Eres un hombre muy ocupado, no
puedes desatender a esa gente.
«Ya lo tengo», pensó ella con un sentimiento triunfal. Al parecer, lo sabía todo
acerca de él mejor que él mismo. Tuvo suerte al recordarlo y ahora la dejaría
partir. «Tan cerca y tan lejos», pensó, con un arrepentimiento doloroso, pero
no podía aceptar su ayuda cuando él quería inmiscuirse más allá de lo que ella
le había pedido.
—Me ocuparé de eso —repuso él con tono inflexible y empezó a avanzar hacia
la puerta, apretándola contra su pecho.
—No me puedes llevar de esta forma —adujo ella con desesperación.
—Sí puedo.
—Peso mucho —gimió.
Sus ojos azules se posaron sobre los de ella con una incredulidad desafiante.
— ¡De todos modos algo tiene que hacerse al respecto, te guste o no! Quieres
que esa llamada tenga éxito ¿verdad?
-Sí.
—Bueno, debemos aprovechar todas las oportunidades.
-Pero...
— ¡No hay pero que valga! ¡Todas las oportunidades! ¡Recuérdalo!
La joven se sintió aterrada. Eso no era en absoluto lo que había planeado. No
podía permitir que Dominic fuera más lejos. El riesgo era muy alto. Se preguntó
cómo podría detenerlo.

Capítulo 3
DOMINIC abrió la puerta del despacho mientras Carrie todavía estaba
pensando en cómo podría hacerlo cambiar de opinión. Él salió y se detuvo un
momento ante la mesa de su secretaria. —Señora Coombe, por favor cancele
todas mis citas para esta tarde. —Sí señor Savage.
Carrie se dijo que era impresionante. El último vistazo que le lanzó el «dragón»
fue para notar su mirada de incredulidad. Su semblante estaba rígido como el
de una caricatura.
Dominic avanzó por el corredor hasta la sala de recepción. Carrie seguía
pensando en que no podía permitir que aquello fuera más lejos. De hecho, era
de suma importancia que se detuviera sin tardanza alguna.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Dominic era una fuerza difícil de resistir. No
era justo que él fuera tan fuerte y ella tan débil. Sólo le quedaba su ingenio
para combatir, y por alguna razón éste parecía menguar. Antes de que pudiera
usarlo para defenderse, Dominic ya la llevaba hacia el ascensor.
—Llame al aparcamiento —le ordenó a la recepcionista—. Dígales que tengan
mi coche listo de inmediato. No quiero tener que esperar.
—Sí, señor Savage —respondió la mujer con los ojos saliéndosele de las órbitas
al ver a su jefe llevando a una mujer en brazos, como una especie de pirata
contemporáneo.
—Dominic, tienes que dejarme ir —suplicó Carrie—. ¿Qué va a pensar la gente?
—No me interesa.
Ella apenas daba crédito a tan irresponsable actitud. Pensó que, como siempre
los rumores acerca de ese extraordinario incidente cundirían entre sus
empleados. Debía ser más insistente, no sólo por su propio bien, sino también
por el de él.
— ¡Piensa en tu mujer! —susurró con tono apremiante.
El rostro varonil experimentó un cambio casi violento.
—Precisamente en ella estoy pensando —afirmó con voz áspera.
Carrie se retrajo al instante. Si él la estaba utilizando de algún modo como
arma para herir o vengarse de su esposa, ella no podía formar parte de esos
planes. Deseó no haber tocado el tema. Por supuesto, se había casado con esa
chica, Alyson Hawthorn, la sofisticada y extraordinaria caza fortunas. Siempre
sucedía lo mismo. Alyson no solo se lo dijo, sino que no le dejó duda alguna
acerca de la naturaleza de su propuesta de matrimonio.
En ese momento era obvio que el matrimonio de Dominic no iba muy bien.
Carrie nunca había entendido la clase de matrimonios que toleraban las
relaciones extramatrimoniales, pero de alguna manera se había visto forzada a
creer en ellos. Recordó la risa burlona de Alyson ante la idea de sentirse
ofendida por el hecho de que Dominic había dormido con Carrie.
—Todos lo hacemos —replicó como si no le importara, burlándose de la
ingenuidad de Carrie.
En ese momento Carrie miró a Dominic, sin poder ocultar el dolor que
reflejaban sus ojos.
—Lo siento —murmuró—. No he debido decir eso. —Es mejor hablar con
franqueza —musitó Dominic. Carrie se hundió en una profunda depresión.
Tenía razón, jamás debió volver ni intentar verlo. La decisión de hacerlo había
sido de Danny. El factor de alto riesgo se hacía más peligroso cada momento.
De alguna ma- riera debía detener eso antes de que todo quedara fuera de
su control.
—Por favor... preferiría que llamaras a un taxi —suplicó.
—Los hechos, Carrie, necesito hechos —le recordó él.
Las puertas del ascensor se abrieron y él entró con ella en brazos.
—Esto no es lo que planeaba —protestó Carrie con vehemencia.
— ¿Quieres dejar de hacer objeciones?
—No quería que tú pasaras por todo este problema.
—Ya veo.
Él le lanzó una dura mirada, que le provocó un estremecimiento. Carrie tenía la
sospecha de que cuando Dominic Savage decidía algo, ni siquiera un ejército
era capaz de disuadirlo de su propósito. No obstante ella no era ninguno de sus
empleados, siempre dispuestos a complacerlos.
—Tú no puedes hacer lo que quieras conmigo, Dominic —le advirtió—. Sabes
que soy una persona libre.
—Es obvio que te has hecho insoportable y obstinadamente independiente,
Carrie. Sin embargo, tú me has pedido ayuda; por eso has venido y eso es lo
que obtendrás.
—Sólo para eludir la burocracia.
—Debo conocer los hechos relevantes para conseguir eso —explicó él con
inflexible paciencia.
Las puertas del ascensor se abrieron nuevamente y Dominic salió al vestíbulo.
Había mucha gente que se le acercaba para ofrecerle ayuda; un portero le
abrió la puerta del coche. Carrie fue depositada en un frío asiento de piel, y
Dominic se apartó a continuación de ella.
— ¿Estás bien? —le preguntó con delicadeza.
Fatigada, la joven levantó los ojos hacia él, sintiéndose vulnerable y sensible a
la vez. Por su parte, Dominic la miraba con preocupación.
—Por favor... olvídate de que he venido, olvida lo que te he dicho. Me las
arreglaré sin tu ayuda.
Dominic apretó los labios. En silencio, le puso el cinturón de seguridad y se lo
abrochó. Entonces sus ojos se encontraron con los de ella, y de alguna forma
los sentimientos de Carrie parecieron reflejarse en sus pupilas azules.
—Ya es muy tarde, Carrie —señaló tranquilo.
En seguida cerró la puerta y se sentó ante el volante.
Alguien le mantuvo la puerta abierta, y al cerró una vez que Dominic se halló
en su asiento con el cinturón de seguridad puesto. No se volvió a mirarla, sólo
dijo:
—Carrie, dime dónde vives.
La joven pensó que sólo tendría que soportar el trayecto a su casa; entonces le
despediría definitivamente. Era obvio que su ansiedad por Danny y su
enfermedad le habían entorpecido el cerebro esa mañana. Pero ahora era
cuando su sólido sentido común tomaba el mando.
—Ashfield —contestó de forma breve—. La calle Bond número once.
Pensó que el interior de aquel lujoso coche hablaba de riqueza. En realidad,
todo lo que se refería a Dominic hablaba de riqueza. Recordó su ilusión, su
temor y su emoción cuando él pareció sentir la misma loca atracción que ella
tiempo atrás, en aquellas vacaciones en que se conocieron. Fue una locura de
verano, algo que no se fundamentaba en realidad alguna. Pronto sobrevino un
cruel final, cuando la realidad apareció en la forma de Alyson Hawthorn y los
amigos ricos de Dominic.
«Todo tiene que ver con el dinero», pensó Carrie con amargura. «Como este
coche, como Alyson Hawthorn, que era un símbolo de la clase privilegiada, con
sus amistades de la jet set».
El trayecto a Ashfield parecía no tener final, aunque sólo habían transcurrido
veinte minutos. La sensación de fatiga y tensión que Carrie experimentaba en
el coche hizo imposible cualquier clase de conversación. Además, se dijo que
ellos nada tenían que decirse. Vivian en distintos mundos, y la chica no cesó de
recriminarse por haber sido tan tonta al provocar incluso esa corta entrevista
entre ellos.
Llegaron a la calle Bond, donde las viviendas habían sido construidas en el
siglo pasado: casas modestas, deterioradas, ocupadas por trabajadores
manuales que no necesitaban la luz del sol o la esperanza en sus vidas, sólo un
techo sobre sus cabezas. Carrie vio en la boca de Dominic un gesto de
desagrado. Aquello era diferente a lo que él estaba acostumbrado. Sabía que
desaprobaría la clase de vivienda que ella podía alquilar.
Se detuvieron frente a la entrada. Carrie se las arregló para salir del coche
antes de que Dominic la ayudara. Era fundamental que ella afirmara su
independencia tan pronto como le fuera posible y continuara con su vida sin él.
— ¿Cuál de ellas es? —le preguntó Dominic.
—Es la del sótano —respondió Carrie—. Bajando por estos escalones.
Se adelantó a toda prisa y se apoyó en la oxidada barandilla de hierro para
mantener el equilibrio.
—Déjame ayudarte.
—No, Dominic. Estoy bien ahora.
Él la alcanzó y la sujetó de un brazo en el momento que ella se abalanzaba
escaleras abajo. Carrie no se molestó en protestar. Mantuvo la mirada
apartada de la de él, ya que no quería verle la cara. No quería soñar ahora; era
estúpido permitirse siquiera ese gusto por unos minutos. Sabía muy bien lo que
su expresión reflejaría.
Carrie sacó la llave de su bolso, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta.
Entró en el pasillo y encendió la luz, ya que era necesario hacerlo incluso de
día.
No trató de impedir que Dominic entrara. Al fin y al cabo rechazaría todo lo que
él le sugiriera, pensó furiosa.
— ¡Bueno, ésta es mi casa! —Exclamó con ánimo forzado—. Y ahora que me
has traído aquí, quedas libre de cualquier sentido del deber que puedas sentir.
Gracias por tu generosidad y consideración, y...
— ¡Carrie, esto es deprimente! —la interrumpió él con el ceño fruncido y
expresión preocupada. Clavó los ojos en ella expresando un total rechazo a su
definición de «casa».
—No deberías decir eso —replicó ella con inflexible orgullo—. Aunque lo
pienses.
—Éste no es lugar para educar a un niño —expresó él con tono más suave.
—Saldremos adelante —repuso ella a la defensiva— Siempre lo hemos hecho y
lo seguiremos haciendo. La expresión de Dominic cambió lentamente a una
más modesta. Carrie se dijo que se había equivocado, pero él parecía mirarla
con una intensa y anhelante avidez, como si ella tuviera algo que él deseara
mucho. —En tu condición —opinó él con tono suave—, y viviendo en este lugar,
puedo entender la postura de la gente de la beneficencia. Ellos creen que le
están haciendo un favor al niño. -¡No!
—Carrie, no me interrumpas. Abre tu mente a los problemas que ellos ven, a
los que yo veo. Para mí es muy evidente lo que se necesita si deseas recuperar
a tu hijo. Si quieres la mejor oportunidad para conseguirlo y mantenerlo, lo que
debemos hacer es presentarles una situación diferente, una situación que no
deja ninguna duda acerca de tu bienestar...
— ¿Qué es lo que sugieres? —preguntó Carrie con expresión de sospecha.
—Tengo una gran casa con sirvientes que viven en ella. Hay espacio suficiente
para que Danny y tú viváis allí. Carrie, quiero que vengas a mi casa ahora. Lo
prepararemos todo para Danny, y entonces tendré el más fuerte y mejor
argumento para utilizar con la gente de la beneficencia. Tendrás a tu bebé de
vuelta mañana mismo, te lo prometo.
Carrie lo miró aturdida a la vez que su mente se llenaba de horror ante su
propuesta. No había imaginado eso. ¿Qué era lo que creía él que estaba
haciendo? ¿Acaso estaba tratando de darle una lección a Alyson? ¿Acaso
Alyson se estaba divirtiendo demasiado y no le brindaba lo que él deseaba?
Carrie recordó la reacción de Dominic cuando habló por primera vez de su
bebé. ¿Acaso Alyson se negaba a darle hijos?
¡Pero de eso a llevar a una amante a su casa! ¡De ninguna manera Carrie
podría formar parte de ello! El solo hecho de pensarlo la llenaba de
repugnancia. Se sentó en el taburete de la cocina, sintiéndose de repente muy
enferma. Sacudió la cabeza en un intento de aclarar las ideas.
—No, Dominic —declaró con firmeza—. Gracias, pero no. No lo haré.
—Carrie, no estás siendo sensata —argumentó él—. Si tú te niegas, significaría
otro retraso para recuperar a Danny.
—No lo haré —respondió ella. Rechazaba con furia la persuasiva proposición.
Para Danny y para ella, ser puestos en la situación que Dominic le proponía
sería incluso peor que la que estaban viviendo en ese momento.
—Carrie, sé razonable —insistió Dominic—. Debe de ser porque has estado
enferma...
—Nunca cambiaré de opinión. No acerca de esto —repitió con énfasis.
Hubo una tensa pausa, y después él le preguntó:
— ¿Qué es lo que hice mal, Carrie?
La cautivó con su mirada, y ella se vio atraída por un momento a ese lugar
vacío y negro del pasado... la época en que dio la espalda a la clase de vida
que Dominic llevaba para alejarse de él, desolada. Su propio dolor parecía
reflejarse en los ojos de Dominic, pero la chica se dijo que en realidad el hecho
de que ella se alejara no habría podido lastimarlo. Quizá sólo había herido su
orgullo. Y por supuesto, siempre había tenido cerca a Alyson para ayudarlo.
—Nada; es sólo que no está bien para mí, Dominic—apuntó inflexible.
— ¿Tanto me odias? —preguntó él con pesar. Dominic lo distorsionaba todo,
pensó Carrie con tristeza. Tenía demasiadas cosas positivas, y los sentimientos
de ella hacia él eran precisamente lo más opuesto que podía existir. Pero era
necesario enfrentarse a la realidad, por muy brutal que fuera. Ella se las
arregló para forzar una irónica y pequeña sonrisa. —Yo no odio a nadie
Dominic, y menos a ti. —Ya veo —murmuró él.
Sin embargo, se dijo la joven, no parecía ver nada en absoluto. Sus ojos tenían
una mirada vidriosa, como si estuvieran enfocados hacia dentro.
—Encontraré otra forma de resolver el problema —repuso ella, deprimida.
Quizá dejaría Sydney y se trasladaría a algún otro lugar del país. Taree,
Dubbo... cualquier ciudad grande que pudiera ofrecerle alguna clase de trabajo
para el que ella fuera apta. Tal vez conseguiría empleo en una pastelería. Y la
vida podía ser más barata en las provincias...
—Yo también encontraré otra solución —dijo Dominic con tono resuelto. Ella
frunció el ceño.
— ¡Por favor, déjalo así! Todo lo que quería era una llamada telefónica...
—Lo haré.
—... nada más.
—Déjamelo a mí.
Carrie deseaba averiguar a qué se refería, pero no podía aceptar nada más de
él.
—Adiós Dominic —se despidió en tono terminante.
Los ojos azules de Dominic se posaron sobre los de ella durante un largo y
tenso momento; después él inclinó la cabeza.
—Yo mismo encontraré la salida.
—Gracias —susurró Carrie con voz ahogada.
—Adiós, Carrie.
La forma en que él pronunció esas últimas palabras fue casi una caricia. Los
ojos de la joven se inundaron de lágrimas. Esa vez él salía de su vida para
siempre. Escuchó el sonido de sus pasos al alejarse por el pasillo. Entonces se
sentó, inmóvil, con el rostro pálido y el cuerpo sin fuerzas. Después, por
primera vez en muchos años, apoyó la cabeza en sus brazos sobre la mesa de
la cocina y lloró amargamente.
Capítulo 4
AL día siguiente Carrie se sentía agotada, consumida y sin ninguna decisión,
voluntad o energía. Se reprendió a sí misma por permitir que eso le sucediera.
No podía buscar apoyo en Dominic Savage. Debía recobrarse y lo primero que
tenía que hacer era empezar a comer más. De ese modo quizá recuperaría la
energía que necesitaba.
Se preparó unos huevos revueltos y logró masticar una tostada. Después se
preparó una taza de café con leche. En los últimos días había estado viviendo a
base de sopa, ya que su estómago no resistía nada más que eso, y resultaba
obvio que no era suficiente.
De hecho, si el día anterior se hubiera obligado a comer antes de salir a ver a
Dominic, le habría ido mucho mejor. O al menos no se habría desmayado en su
presencia.
Se le ocurrió la idea de llamar o escribir a un miembro del parlamento. Era una
lástima que no se hubiera cansado tan pronto como regresó de Fiji, pero esa
era la clase de deber oficial que todos eludían hasta que la necesidad los
obligaba a hacerlo. Se encargaría de eso de inmediato y seguiría esa vía,
aunque significara más papeleo. Al dirigirse al dormitorio para cambiarse, no
pudo evitar mirar el apartamento a través de los ojos de Dominic.
Se dijo que en parte él tenía razón. Ese no era un lugar apropiado para educar
a un niño. Lo comparó con crueldad con el bure lleno de sol que Danny y ella
habían ocupado en Fiji. Eso no era más que un humilde y pequeño agujero en
el suelo.
Sabía que Danny odiaba ese lugar tanto como ella, aunque nunca se quejaba.
Él había cedido ante su insistencia de que sólo sería un hogar temporal hasta
que consiguiera un empleo permanente. No obstante, la joven descubrió que lo
que buscaban no era fácil de encontrar en Sydney a pesar de sus excelentes
recomendaciones y años de experiencia.
Después de decidir el próximo paso que iba a dar, Carrie se puso una hermosa
falda estampada para animarse. La camiseta que hacía juego le quedaba muy
grande, se la puso de todos modos.
Se dijo que por lo menos ahora sí podría calzarse sus cómodas sandalias
romanas.
Fue a la oficina electoral de Ashfield y se registró como votante. Después
compró un block de papel y sobres. También adquirió el periódico para mirar
los anuncios de empleos. En el último momento se acordó de la comida, y
compró algunas verduras para ensalada. Luego entró en la pastelería y compró
una tarta, dispuesta a subir de peso como fuera.
En el camino de vuelta a casa se detuvo a descansar en el parque. Se sentía
demasiado mareada para leer el periódico. Concentrarse en los pequeños
impresos empeoró las cosas por lo que decidió hacerlo más tarde, cuando se
sintiera mejor.
Después de un rato, se acordó de la tarta y se la comió. Algunos pájaros
descendieron a recoger las migajas. Carrie sonrió, contenta de pasar el tiempo
de una forma tan agradable. Se preguntó si Danny estaría a gusto. «Pronto»,
se prometió en silencio, «te recuperaré, amor mío».
Para cuando regresó a la calle Bond era ya media tarde. Lo primero que vio fue
el coche de Dominic aparcado frente a su portal, por lo que se quedó
paralizada y su corazón empezó a palpitar a una velocidad alarmante.
« ¡Diablos!», exclamó para sí. « ¿Qué pretenderá Dominic ahora?».
En seguida recordó la llamada telefónica que él le había dicho que haría, y la
idea de que quizá pudiera darle noticias acerca de Danny la hizo correr.
Él no la oyó acercarse. Estaba sentado en los escalones del sótano, arrojando
con irritación pequeñas piedras a una pared cercana. Tenía el ceño fruncido. A
pesar de su madurez y de su espléndido traje de negocios, parecía un chiquillo
petulante que se hubiera quedado sin su golosina preferida. El corazón de
Carrie dio un pequeño vuelco. Se dijo que no debía sentir nada por Dominic
Savage. Era territorio prohibido.
— ¡Hola! —Lo saludó con vivacidad—. Ojalá no te haya hecho esperar mucho
tiempo.
Su expresión ceñuda desapareció al instante y Dominic se levantó ansioso. Sin
embargo, cuando se volvió hacia ella, la miró de manera cautelosa.
—No —expresó—. Tenía varias cosas que hacer, las citas que cancelé ayer por
la tarde.
—Por supuesto —ella se ruborizó—. Sin embargo, no fue culpa mía. Yo hice...
—Carrie, no te lo estoy reprochando —la interrumpió de inmediato.
Los ojos de ella buscaron ansiosos los de él, esperanzados.
— ¿Sabes algo del centro de beneficencia?
-Sí.
Ella lo miró con una expresión de súplica y él hizo un ademán hacia la puerta.
— ¿Podemos pasar?
— ¡Oh Claro! —asintió ella de inmediato, sólo por saber noticias de Danny.
—Permíteme ayudarte con tus bolsas.
Ella aceptó.
— ¿Te has estado forzando demasiado otra vez? —le preguntó Dominic.
—No te inquietes, estoy bien —afirmó ella, aunque su presencia la hacía
sentirse un tanto débil e insegura.
Abrió la puerta con rapidez y lo condujo a la cocina. Él colocó las bolsas de
plástico sobre la mesa y se sentó en el taburete de Danny. Su actitud denotaba
su intención de quedarse por algún tiempo, y Carrie se dijo que no podía
despedirlo, al menos no de inmediato.
— ¿Quieres una taza de té? —preguntó, tratando de ser educada.
La seriedad de Dominic se rompió en una ligera sonrisa.
—Sí, gracias.
Carrie puso la tetera a calentar, luego se sentó en su taburete, frente a
Dominic.
— ¿Y bien? —preguntó, incapaz de esperar por más tiempo.
—Danny estará de vuelta mañana.
Carrie no se había tomado conciencia de lo tensa que estaba hasta que esa
noticia la impactó y dejó salir toda su tensión en un fuerte suspiro. Una ola de
júbilo la inundó. Una sensación de felicidad burbujeó a través de su cuerpo.
Quiso saltar de su taburete, abrazar a Dominic, besarlo, darle las gracias y
demostrarle su gratitud. Todo lo cual era imposible.
—Nunca podré pagártelo —dijo emocionada—. Darte las gracias simplemente
no expresa...
—Existe una condición.
A Carrie se le revolvió el estómago. Él no podía repetir la propuesta del día
anterior. ¡No podía! Ella había sido clara y firme al rechazarla. Si estaba
tratando de chantajearla... Se levantó, demasiado agitada para continuar
sentada.
— ¿Cuál es esa condición? —exigió con frialdad.
Dominic se levantó de su taburete; su expresión indicaba claramente que se
preparaba para la batalla.
—No me mires así, Carrie —empezó a decir—. No es lo que piensas. No te
estoy traicionando. Estoy sinceramente preocupado por ti y por tu bebé —
insistió con vehemencia. Luego moderó su tono en tanto agregaba—: Por favor
escúchame, por tu propio bien y el de tu hijo.
—No voy a ir a tu casa, Dominic —manifestó ella, furiosa—. No me importa lo
que digas. ¡No voy a ir!
Él se mantuvo serio.
—Ya me lo aclaraste suficientemente ayer.
— ¿Entonces cuál es la condición? —preguntó enfadada.
Dominic hizo un visible, esfuerzo para relajarse y hablar con tranquilidad.
—Carrie, el lugar donde vives es realmente un obstáculo.
— ¿Qué es lo que sugieres? —los ojos de ella destellaron en una feroz
advertencia.
Dominic no vaciló y le sostuvo la mirada con firmeza, intentando proyectar una
confianza tranquilizadora.
—Mi compañía es propietaria de un apartamento, que es utilizado para
ejecutivos de sucursales, socios de negocios, clientes extranjeros... gente a la
que alojamos y que prefiere no quedarse en un hotel. Es el lugar más
apropiado para ti y para Danny, Carrie. Podréis usarlo hasta el momento en
que...
— ¿Y endeudarme contigo? —ella echaba chispas por los ojos. Cada una de sus
palabras destilaba un cruel orgullo.
—De ninguna manera. No hay razón por la que no puedas usarlo hasta que te
encuentres mejor.
—Y mientras tu compañía se verá perjudicada por no tener un lugar dónde
alojar a sus ejecutivos, asociados y clientes —apuntó ella con sarcasmo.
Dominic hizo una mueca y sacudió la cabeza. Después, lenta y pacientemente,
lo intentó de nuevo.
—En este momento, el apartamento está siendo redecorado. Sólo contiene los
muebles más básicos. Si puedes soportar la molestia de un decorador de
interiores entrando, saliendo y haciendo cosas a tu alrededor, por lo menos
vivirás en un lugar mejor que éste. Es amplio, tiene mucha luz, cocina, cuartos
de baño...
Carrie se sentía tentada a pesar de su renuencia. —Dominic, ¿se trata de una
oferta legítima? —preguntó—. No aceptaré una limosna. Puedo pagar... —
Carrie, ya te lo he explicado todo. Nuestra compañía en realidad no necesita tu
dinero. El apartamento no tiene un fin lucrativo. ¿Qué más te puedo decir? —le
preguntó con una apariencia de completa sinceridad—. Lo principal es que la
gente del centro de beneficencia apruebe el plan y nos entregarán a Danny si
tú estás de acuerdo.
Ella se encontraba en un dilema. Era una oportunidad demasiado buena para
perderla, incluso aunque conllevara un trato más asiduo con Dominic... y si él
tenía algún problema con su matrimonio, ella no quería verse mezclada. De
hecho, no podía soportar ninguna clase de compromiso con él. Siempre debía
anteponer todo lo relacionado con Danny a esos sentimientos que la turbaban.
Parte de la amargura de sus pensamientos, ensombreció su expresión.
—No quiero... que vayas a verme. Dominic.
El alivio que él manifestó la dejó sorprendida. En apariencia Dominic no
deseaba verla. ¿Acaso ella lo había malinterpretado todo? ¿Habría cambiado él
de opinión, comprendiendo que no era justo aprovecharse de su estado de
necesidad?
—Sólo si es necesario —expresó él, deseoso de tranquilizarla.
Carrie siempre había creído en la bondad y generosidad de Dominic. Vaciló por
un momento, considerando en su mente varias opciones. Al fin su urgencia de
reunirse con Danny triunfó.
—Está bien, acepto.
— ¡Gracias, Dios mío! —Dominic suspiró y su alivio se hizo aún más evidente—.
Por lo menos una vez en tu vida eres razonable. Voy a traer las maletas.
Acababa de ponerse en movimiento cuando Carrie asimiló sus palabras.
—Dominic ¿sabías que aceptaría?
Él se volvió dispuesto a apaciguarla otra vez.
—Era la única decisión sensata, Carrie —señaló brindándole una irónica sonrisa
—. No obstante, debo confesarte que no estaba tan seguro de que aceptaras.
Traje las maletas sólo en caso de que así fuera.
—Ya veo —asintió ella, tratando de dominar su nerviosismo. Tenía el
presentimiento de que acababa de cruzar una línea que no era tan recta como
a ella le hubiera gustado que fuera. Al otro lado se encontraba Danny, y el
anhelo que sentía por él no podía ser negado—. Gracias, Dominic —dijo con
suavidad.
-Todo saldrá bien, Carrie —le aseguró él—. Te lo prometo.
La chica se dijo que no tardaría mucho tiempo en preparar las maletas ya que
se había librado de todas sus pertenencias innecesarias antes de dejar Fiji. Se
sentó en la cama, debilitada por la tensión de estar con Dominic en ese
pequeño espacio. Pensó con alivio que a partir del día siguiente no lo volvería a
ver, a menos que fuera necesario, lo cual no sucedería. Ella se las arreglaría
sola. Además, sólo era una medida temporal.
Dominic entró con dos maletas grandes y las depositó ya abiertas sobre la
cama de Danny. Abrió el cajón superior del mueble situado cerca de la cama y
empezó a sacar la ropa.
Carrie lo miró con la boca abierta. — ¿Qué estás haciendo? —Preguntó,
impresionada de que se tomara tal libertad—. ¡Esa es mi ropa interior! —
Pensaba que podría ayudarte —repuso él. — ¡No lo harás!
— ¿Por qué no? Parece que necesitas descanso, Carrie. He hecho esto
muchísimas veces por mi mujer.
Al oírlo mencionar a su mujer, Carrie se inquietó aún más.
— ¡No quiero que toques mi ropa interior! —le advirtió con vehemencia.
Él le dirigió una mirada que le decía que recordaba haber tocado cosas mucho
más íntimas que su ropa interior. El corazón de la joven latió acelerado, con
frenética protesta. En realidad estaba demasiado asustada para analizar lo que
sentía.
—Aquello ocurrió hace ocho años y dos meses —manifestó con voz tensa,
tratando de controlarse—. ¡Antes de que te casaras!
—Sí, lo recuerdo —respondió él con ternura y otra vez apareció en sus ojos esa
expresión de amargura y dolor.
—Las cosas han cambiado —comentó Carrie, confundida—. Yo he cambiado, tú
has cambiado y no quiero... no quiero...—desvalida, levantó las manos, sin
poder sostener aquella mirada que le recordaba tantas cosas que había creído
olvidadas.
— ¿Puedo recoger la comida de la cocina? —preguntó Dominic con
tranquilidad.
Carrie podía sentir la tensión que se desbordaba de él a raudales. Inclinó la
cabeza, demasiado alterada para hablar.
—Después iré a sacar algunas cajas del coche —añadió él.
Carrie se levantó para hacer las maletas. Estaba temblando y tuvo que
sentarse otra vez. Sin embargo, cuando oyó a Dominic regresar con las cajas,
se obligó a ponerse en movimiento.
Dominic le llevó una taza de té. Ella recordó entonces que había puesto la
tetera a calentar. Le dio las gracias bruscamente y él se retiró. Al instante ella
se arrepintió de su comportamiento. Reconocía que era un gesto amable por su
parte, pero no podía permitirse bajar la guardia.
Dominic llevó las cajas al coche mientras ella llenaba lentamente las maletas.
Casi había terminado cuando él se detuvo de camino hacia la puerta.
—Carrie. ¿Y qué hay de los muebles? ¿Son tuyos?
—No, sólo las cortinas.
—Las quitaré y guardaré en una caja —dijo él—. Ya he sacado todo lo de la
cocina y el cuarto de la parte de atrás. ¿Te importaría que me encargase del
baño? —preguntó con tacto, consciente de que podría tener artículos
personales allí.
—Yo lo he sacado —repuso ella.
—Bien —convino él y, animado recogió la taza y el plato antes de desaparecer
de nuevo.
Cuando Carrie fue finalmente a inspeccionar lo que él había hecho, se encontró
con que todo había sido ejecutado con eficiencia. El lugar estaba reluciente, y
la joven lo miró con inquisitivo asombro.
—Estoy preparado para realizar tareas del hogar —declaró él con frialdad—.
Incluso cocino.
« ¡Gracias al cielo!», pensó ella, « ¡qué cambio!» El antiguo Dominic no tenía ni
la más remota idea de cocinar.
—Gracias otra vez por toda tu ayuda, Dominic —expresó con rigidez,
haciéndolo entender que no lo llama-ría para nada más.
— ¿Estás lista para partir ahora?
-Sí.
Cerraron la casa y se dirigieron a ver al gerente inmobiliario que se encargaba
del alquiler. Dominic insistió en que Carrie permaneciera en el coche y
descansara mientras él se hacía cargo de entregar la llave y finalizaba el
asunto. Ella no discutió; se sentía exhausta mental, emocional y físicamente.
Después de un rato pensó que ni siquiera le había preguntado a Dominic dónde
se encontraba el apartamento, algo que, por otra parte, tampoco le importaba,
con tal de que la gente del centro de beneficencia lo considerase adecuado
para Danny. Eso era lo único que contaba.
Capítulo 5
CUANDO continuaron su camino, Carrie cerró los ojos. Pensaba que era más
fácil tolerar la presencia de Dominic si no lo veía. Además, estaba muy
cansada. Había sido el día más activo que había tenido en mucho tiempo. Un
día agotador en extremo.
— ¿Carrie?
Ella realmente no deseaba contestar a la suave llamada; sin embargo, el tono
que Dominic utilizó, el cariño que llevaba implícito...
— ¿Sí? —preguntó fatigada.
—No había nada de comida para bebés en la cocina —había un tono de
confusión en la voz de Dominic—. ¿Y qué me dices de una cuna o una camita?
Si duermes con el bebé, no descansarás de una forma adecuada —agregó con
preocupación.
Carrie exhaló un profundo suspiro para aliviar la tensión. Ahora tenía que
decirle la verdad. Por lo menos, la parte de la verdad que necesitaba saber.
Después de todo, al día siguiente conocería a Danny. Carrie se concentró en
inyectar un tono de franqueza a su voz.
—Lo siento, Dominic. Creo que te engañé un poco. Para mí Danny es como si
siguiera siendo un bebé, pero ya no lo es. Ya está bastante crecidito. Come lo
que como yo y la cama donde colocaste las maletas era su cama.
— ¡Oh! —exclamó aliviado—. Entonces todo está bien. Una cama —añadió
como si fuera para sí mismo.
Para alivio de Carrie, allí terminó la conversación. Por supuesto, sería retomada
al día siguiente, cuando Dominic conociera a Danny y ella tenía que prepararse
mentalmente para ello. Sin embargo, tenía suficiente tiempo para pensar al
respecto.
Una vez que llegaron al centro de la ciudad Carrie se puso alerta otra vez.
Pensó luego que era lógico que APIC quisiera alojar a sus clientes y socios
importantes en una prestigiosa zona del centro. La zona de Harbour siempre
había sido considerada como una de las mejores. La gente de la beneficencia
seguramente no podría menospreciar a alguien que viviera en ese lugar.
Dominic no le permitió a Carrie sacar nada del coche. El fue quien llevó las
maletas hasta el ascensor.
—Espero que no te afecten las alturas, Carrie —comentó mientras subía al
ascensor.
—De ninguna manera —aseguró ella.
De nuevo él se mostró aliviado.
—Todos los cristales del apartamento están laminados, a prueba de golpes y
hay aire acondicionado. Como ves, es muy seguro. Lo único que me preocupa
es que todavía no esté amueblado de forma conveniente, pero lo estará
dentro de poco.
—Estará bien, Dominic. Todo estará bien tan pronto como...
—Recuperes a Danny —finalizó él por ella, brindándole una sonrisa de íntimo
entendimiento que le quitó la respiración.
Durante varios segundos, pareció como si no hubieran pasado ocho años y dos
meses. Luego Carrie apartó la mirada de él y la fijó en las puertas, deseando
que el ascensor se detuviera, que las puertas se abrieran. Necesitaba con
urgencia escapar de esa intimidad que Dominic le evocaba. Tenía la sensación
de que sus nervios estaban a punto de romperse.
Al fin las puertas se abrieron y ella salió, haciendo lo posible por sacar a
Dominic de sus pensamientos. Quizá su cuerpo estaba débil y cansado, pero
por lo menos podía controlar su mente. Tenía que hacerlo o nunca finalizaría
esa penosa experiencia. El vestíbulo que conducía al apartamento estaba
decorado con azulejos de un antiguo modelo etrusco. La joven siguió a Dominic
al interior de una enorme cama. Los únicos muebles que había eran dos
sillones azules de piel y una mesa para café, los cuales le parecían vagamente
familiares a Carrie. Se preguntó si serían duplicados de los que estaban en el
despacho de Dominic.
Descartó ese pensamiento cuando su atención fue atraída por la magnífica
vista del puerto de Sydney y que le ofrecían los ventanales del apartamento.
— ¿En qué piso estamos? —preguntó.
—En el diecinueve. El ascensor es privado, por lo que no tendrás ningún
problema para ir y venir. Tienes el invernadero muy cerca, así que Danny y tú
podréis ir andando. Hay tiendas a lo largo del muelle...
—Vosotros los hombres de negocios sois verdaderamente altivos. ¡Siempre lo
mejor de todo! —Comentó Carrie con frialdad, comprendiendo de inmediato
que había sido ofensiva; se excusó con una sonrisa—. ¡Esto es —hizo un
ademán—... fantástico!
Él adoptó una expresión de profundo placer.
— ¡Bien! Echa un vistazo mientras traigo todas las cosas.
Eso debía de ser lo que llamaban un penthouse, pensó ella, y no serviría de
nada preguntarse cuánto costaba. Seguramente cerca de un millón de dólares,
con esa vista y situación, o quizá más. Lo sentiría cuando tuviera que mudarse,
pero por el momento lo disfrutaría. Era una experiencia que no había creído
que pudiera volver a vivir.
El comedor tenía una mesa grande y cuatro sillas que no hacían juego con el
resto. Carrie pensó que posiblemente se tratara del lugar de trabajo del
decorador de interiores, y los muebles serían reemplazados en el momento
indicado.
Había tres dormitorios, cada uno con su propio y lujoso baño y hermosos
armarios empotrados. La habitación principal era la única amueblada, con una
gran cama, ya arreglada, y al lado una mesa sobre la cual reposaba un
televisor portátil.
La cocina era enorme y moderna. Tenía un horno microondas computarizado,
además de una campana extractora, una parrilla para barbacoa, un lavavajillas
e incluso un triturador de basura. Carrie pensó en todos los platos que podría
cocinar allí.
El cuarto de lavado era espacioso, con una lavadora automática y una
secadora que hacían juego, además de un mueble para planchar.
Volvió a la cocina para una exploración más profunda. Había una enorme
nevera de dos puertas, y cuando abrió la del congelador lo encontró lleno de
helados, pasteles y toda clase de carnes congeladas y bocadillos. En ese
instante Dominic entró en la cocina con una caja de alimentos.
—Hay muchísima comida aquí dentro, Dominic.
Él se encogió de hombros.
—Alguien viene y se encarga de eso. Puedes disponer de ella, Carrie. Lo que
tenga que usarse, úsalo.
Ella frunció el ceño.
—Más vale que le digas a esa persona que deje de hacerlo —señaló—. Hasta
que me vaya.
Diciéndose a sí misma que se comportaría de forma natural, abrió la parte
inferior de la nevera, que contenía una enorme cantidad de refrescos y zumos
de frutas, mantequillas, una amplia variedad de quesos y naranjas y
manzanas. La joven sacudió la cabeza.
—Creo que debes llevarte estas cosas a tu casa, Dominic.
Él le brindó una sonrisa irónica.
—Te aseguro que no lo necesito. De hecho, si me las llevo a casa mi ama de
llaves pensará que me he vuelto loco. Hazme un favor y utiliza todo lo que
desees. Sería una lástima que se desperdiciara.
«Es sorprendente cómo la gente rica desdeña las cosas», pensó Carrie en un
arranque de amarga ironía. Abrió la puerta de la habitación contigua a la
cocina, que era la despensa. Había latas de comida en abundancia, paquetes
de galletas, botellas de salsas, todos los ingredientes básicos para cocinar,
especias y condimentos.
—Utiliza también todo lo que quieras —le ofreció Dominic con despreocupación
—. Antes de que se ponga rancio. Haremos la limpieza de todo cuando el
decorador termine.
«Sería un pecado tirarlo a la basura», pensó Carrie.
— ¿Estás seguro? —preguntó, sin querer abusar pero a la vez sin poder tolerar
tal desperdicio.
—Claro —insistió Dominic.
Ella suspiró aliviada.
—No tendré que comprar nada durante semanas —expresó, deleitada al ver
tantas provisiones.
—Necesitarás carne, fruta y verduras —apuntó Dominic con el ceño fruncido.
—Sí, tienes razón —convino Carrie con rapidez.
—Ya está todo aquí, Carrie ¿quieres deshacer tú las maletas?
—Sí, yo lo haré. ¡Y gracias! Te estoy muy agradecida por todo lo que has
hecho, Dominic.
Tal vez porque adivinó su nerviosismo, o quizá porque deseaba irse de todos
modos, Dominic no la presionó más y simplemente le pidió:
—Prométeme que te lo tomarás con calma y que no te agotarás.
—Te lo prometo.
Ella se encontró brindándole una sonrisa antes de que pudiera impedirlo, y él
sonrió también, inquietándola de nuevo.
—De acuerdo. Ven, te mostraré cómo funciona el sistema de
intercomunicación. El decorador de interiores vendrá por la mañana y tendrás
que dejarlo entrar.
Carrie lo siguió para escuchar sus instrucciones. Eran fáciles de recordar. Él le
entregó la llave y al fin se metió en el ascensor.
—No sé a qué hora llegaré con Danny mañana por la tarde, Carrie. Sólo cuídate
para que estés bien cuando lleguemos. ¿De acuerdo?
—Quiero ir contigo, Dominic —suplicó ella, deseando por un lado ver a Danny
tan pronto como fuera posible y temiendo por otro la reacción de Dominic
hacia su hijo.
Existían también muchas incertidumbres acerca de cómo Danny reaccionaría
ante Dominic. Él le tomó las manos antes de que ella pudiera impedirlo. Sus
cálidos dedos se cerraron sobre los de ella, acelerándole el pulso. Se los apretó
de una forma tan intensa como sus ojos reclamaban su cooperación.
—Créeme, Carrie esto funcionará mucho mejor si me lo dejas a mí. Sé cómo
entendérmelas con esa gente. Seguramente a ti te vencerá la emoción y ese
no es el camino, déjame recuperar a tu hijo para ti. Confía en mí.
Ella no podía dudar de su sinceridad. Él tenía razón y quizás ella había sido su
propio enemigo en sus inútiles gestiones con la gente del centro de
beneficencia. En silencio, inclinó la cabeza accediendo a su plan. Confiar en
Dominic era diferente. Ya lo había hecho antes y el sabor que le quedó después
fue amargo, además de que los efectos duraron mucho tiempo.
Él le apretó las manos una vez más.
—Todo saldrá bien —le prometió.
Carrie abrigaba la esperanza de que así fuera. Asintió, demasiado nerviosa
para decir algo. Él le soltó las manos y le sonrió otra vez. Finalmente las
puertas del ascensor se cerraron, aliviándola de la necesidad de mantener la
serenidad.

Capítulo 6
EL sonido de alguien en la cocina despertó a Carrie. ¿Quién podía ser? ¿Un
intruso? Ciertamente no era el decorador de interiores, ya que no tenía llave.
¿Habría vuelto Dominic por alguna razón?
Miró el reloj que estaba sobre la mesilla. Eran las nueve y media. Se había
quedado dormida hasta muy tarde, después de semanas de casi no dormir. Esa
cama era tan amplia y cómoda, a diferencia de la deprimente cama individual
que había estado usando durante los últimos días, y las almohadas eran tan
suaves... y lo mejor de todo era saber que Danny estaría otra vez con ella ese
día. Esto mitigaba su tensión y le daba una sensación de tranquilidad.
Entre tanto, más valía que investigara qué estaba pasando en la cocina. Salió
de la cama, se puso la bata y se dirigió con inquietud hacia la puerta.
— ¿Hay alguien allí? —preguntó.
—Sí, yo estoy aquí.
Carrie había oído esa voz en otro lugar recientemente. « ¡Ese es el dragón!»,
exclamó para sí.
—Soy yo, querida. La señora Coombe.
«Voy de sorpresa en sorpresa», pensó la joven.
«Ahora me llama querida». « ¡Seguramente ya figuro en la lista de amigos y
conocidos de Dominic Savage, e incluso con honores especiales! Haberme visto
en los brazos de Dominic ha debido de impresionarla mucho».
Carrie se dirigió a la cocina, considerando que era mejor averiguar qué estaba
tramando la secretaria de Dominic. Él no había avisado acerca de esa visita.
La señora Coombe estaba inclinada sobre un carrito de compras, metiendo los
paquetes en la nevera.
—No quería despertarte —explicó—. Estabas durmiendo tan tranquila...
«Ah», pensó Carrie, «así que ha estado andando de puntillas por ahí, viendo lo
que pasaba».
—No ha debido preocuparse —señaló—. Necesitaba levantarme. Iba a ir de
compras...
—Ya lo he hecho por ti, querida.
— ¿Qué? —Carrie la miró con la boca abierta, aún más sorprendida cuando la
señora le sonrió de forma indulgente.
—Sí, aquí está la carne. Un filete de ternera, salchichas, cordero,
hamburguesas...
Carrie se recuperó lentamente.
—Señora Coombe, no ha debido... no era necesario.
La secretaria volvió a mostrar su expresión más severa.
—El señor Savage no quiere que malgastes tus fuerzas en estos quehaceres.
Carrie sintió el loco impulso de cuadrarse, saludar y decir: «Sí, mi sargento».
—Es muy amable de su parte —respondió al fin.
—De ninguna manera. Tienes que ponerte bien. Te he traído una libreta de
notas y la pondré cerca de tu cama. Cualquier cosa que quieras, anótala y la
tendrás el mismo día; y, por supuesto, debes llamar a la oficina para cualquier
urgencia. Te anotaré el número para llamarme por línea directa. A cualquier
hora, no vaciles en hacerlo.
Carrie la miraba atónita. Sin duda la señora Coombe tenía un nuevo concepto
de los «asuntos urgentes». La chica estaba consternada. «Realmente me están
consintiendo», pensó. Se sentía un tanto incómoda como una invalida, y ella
estaba acostumbrada a ser autosuficiente.
—Yo puedo cuidarme sola —señaló de forma defensiva.
—Ya lo veo —la señora Coombe le respondió con una mirada seca que la
confundió—. He traído leche fresca, y aquí está la fruta y la verdura —continuó
con su aire de eficiencia—. Si quieres te las guardo. También hay uvas y...
—Es suficiente para alimentar a un ejército —protestó Carrie.
—Los convalecientes necesitan comer bien para estimular el apetito —explicó
la señora Coombe con autoridad—, debería saberlo —añadió de forma
terminante.
El sistema de intercomunicación sonó en ese momento.
—Ese debe ser el decorador de interiores —dijo Carrie distraída—. Voy a abrir.
—Adelante —la secretaria la apresuró—. Estarás ocupada ayudándolo con eso.
Yo terminaré aquí y me retiraré para no molestarte.
Carrie no sabía cómo se suponía que iba a ayudar, excepto manteniéndose
fuera del camino del decorador, pero como el timbre volvió a sonar no se
detuvo a discutir.
—Gracias, señora Coombe.
Fue una agradable sorpresa para Carrie encontrarse con que el decorador era
una joven de más o menos su misma edad y un carácter extrovertido y
amable. Se presentó como Georgina Winslow...
—Llámame Gina. Todo el mundo lo hace —le dio su tarjeta de presentación.
Carrie supuso que era buena en su trabajo a pesar de su edad. Nadie podía
conseguir un contrato como ése a menos que fuera muy eficaz.
Tenía el cabello de color castaño rojizo, cortado en un estilo elegante y
apropiado para su cara un tanto redonda. Lo más bonito de sus facciones eran
sus brillantes ojos verdes. Llevaba un vestido de color crema con dibujos
geométricos y un cinturón muy atractivo.
De pronto Carrie se dio cuenta de su apariencia desarreglada.
—Discúlpame por no estar vestida. Me he quedado dormida.
—No te preocupes. Quiero echar un vistazo y tomar algunas medidas y notas.
¿Te importaría?
—Claro que no. Me voy a vestir. ¿Quieres que me vaya? ¿Te estorbaré?
— ¡Oh, no! —Fue su rápida respuesta—. Preferiría que te quedaras. Será
mucho más fácil si tengo a alguien con quién hablar. Además, tú opinión podría
serme útil.
Carrie se quedó estupefacta. Su opinión no contaba para nada. No obstante, si
Gina quería hablar de sus ideas con ella, no le molestaría. Pensó que sería
interesante ver cómo un decorador empezaba a amueblar un lugar como ése.
Por lo menos no tendría que salir y quizá perderse la llegada de Danny. La idea
le convenía.
Para cuando estuvo vestida y arreglada, Carrie descubrió que la señora
Coombe ya se había ido. Gina estaba extendiendo una serie de muestras sobre
la mesa del comedor.
— ¿Quieres una taza de té, o prefieres café?
—Café, por favor —respondió la decoradora con una sonrisa.
En la cocina, Carrie se encontró con que la señora Coombe había dejado un
vaso de zumo de naranja, un tazón de fruta fresca recién cortada, una jarra de
leche y un plato de panecillos recién hechos.
Como no podía soportar que se desperdiciara la comida y la ensalada de frutas
ofrecía un aspecto muy tentador, se la comió mientras preparaba el café. En
seguida puso las tazas y el plato de panecillos en una bandeja y la llevó al
comedor.
— ¡Oh, qué amable! —exclamó Gina al verla, haciendo sitio en la mesa para la
bandeja—. No he desayunado esta mañana y me estoy muriendo de hambre.
—Come todo lo que quieras —la invitó Carrie.
—Debes comer tú también —repuso Gina—. De otra forma me sentiré mal.
Carrie ya estaba satisfecha con la ensalada de fruta; sin embargo, trató de
comerse un panecillo para acompañarla. Por curiosidad, le preguntó a la joven
por su metodología de trabajo.
—Bueno, primero hay que saber lo que quiere el cliente. Después me encargo
de crear una atmósfera donde la gente pueda relajarse y sentirse cómoda.
«Tiene sentido», pensó Carrie. Si los clientes de Dominic preferían no alojarse
en un hotel, era lógico que no quisieran una decoración impersonal en el
apartamento.
—Y es en lo que más me puedes ayudar —señaló Gina, mirando expectante a
Carrie—. Dime qué colores son los que te hacen feliz. No queremos nada
neutral. Necesitamos tonos cálidos pero relajantes.
—Bien, me gusta la mayoría de los colores —contestó Carrie.
—El señor Savage me dijo que tenías un niño. ¿Qué me dices acerca de él?
Carrie sonrió feliz al pensar que Danny estaría con ella al cabo de unas cuantas
horas.
—Oh, a él le encantan el rojo, el naranja y el amarillo.
Creció en Fiji, y la gente de las islas es adicta a los colores brillantes.
—Estupendo —asintió Gina—. Puedo trabajar en esto. El rojo, el naranja y el
amarillo son cálidos.
Carrie hizo una mueca.
—Más que cálidos.
—Pues tendremos un dormitorio muy caliente. Vamos a ver las telas y las
opciones que tenemos.
Carrie se divirtió mucho hojeando los libros de muestras y hablando con Gina.
La joven decoradora estaba ansiosa por saber la opinión de Carrie.
Fueron interrumpidos más tarde por el timbre de la puerta. Era un repartidor
que quería hacer entrega de una cama. Carrie lo dejó entrar y Gina se hizo
cargo de él, mostrándole el lugar más adecuado para colocarla, en el segundo
dormitorio. Entonces le preguntó a Carrie si podía hacer algunas llamadas
telefónicas.
—Ahora que ya escogimos las telas para este cuarto, solicitaré la entrega de
ropa para la cama de forma que quede lista hoy para Danny —explicó. Carrie
intentó protestar.
—No deberías tomar nota de nuestro gusto, Gina. Tú sabes que no somos
huéspedes permanentes aquí. Gina la miró perpleja por un momento. —Eso no
importa. Esto está funcionando bien. Carrie dudó. Se dijo que al final,
cualquiera que fuera el resultado, sería responsabilidad de Gina.
—Como tú quieras —expresó con un secreto deleite al pensar que Danny
tendría una preciosa habitación para él solo. Un hermoso y alegre dormitorio,
por lo menos durante un tiempo.
Se sentía tan contenta que fue a la cocina a preparar una buena comida,
esperando que Gina la compartiera con ella. La decoradora se mostró
encantada.
— ¡Esto es espléndido! ¡Realmente adorable! Sin embargo, no hagas que se
convierta en una costumbre —se rió—. No quiero terminar engordando y
tampoco deseo molestarte.
—No es ninguna molestia —le aseguró Carrie—. Me gusta hacerlo.
Puso su toque especial a la ensalada de salmón y Gina se mostró
entusiasmada.
— ¿Qué es? Tendré que comprar un poco de esto. —Es mi receta especial —
dijo orgullosa Carrie—. Y jamás revelo mis secretos.
— ¡Lo sabía! —Gina abrió los ojos en señal de apreciación—
. Tú eres una profesional en esto, ¿verdad? ¡La manera en que has preparado
la ensalada... el aliño, el sabor! ¡Vamos, Carrie, admítelo! Carrie rió a placer. —
Tengo un poco de experiencia —reconoció.
Y le habló acerca de su experiencia en el Ports o'Call, el famoso restaurante del
Sheraton de Fiji, uno de los mejores restaurantes del mundo.
La ropa para la cama de Danny llegó después de la comida. Las sábanas y
fundas eran color crema con rayas rojas que formaban modelos geométricos.
Una manta de color naranja las acompañaba, y había un juego de toallas para
baño exactamente del mismo tono. Carrie preparó la cama y colgó las toallas
en el baño, deleitada.
Gina también parecía complacida con el efecto. Sin embargo, no se quedó allí
más tiempo y se disculpó, ya que debía ir a buscar el resto de los muebles para
la habitación de Danny.
Su partida dejó a Carrie sin nada en qué ocuparse. De pronto se sintió cansada
y decidió descansar. Había sido un día lleno de sucesos y el más importante
estaba por llegar. No debía estar débil y agotada cuando Danny llegara.
Gina la había mantenido distraída, pero al quedarse sola sus preocupaciones
retornaron.
Lo primero y lo más importante eran los sentimientos que Dominic hacía surgir,
en su interior. Debía mantenerlos bajo un rígido control. En seguida estaban las
preguntas que inevitablemente surgirían acerca de Danny. Ella había
postergado eso, pero sabía que no podría hacerlo por más tiempo.
Debía ser firme acerca de su decisión de que Dominic permaneciera fuera de
sus vidas. No podía empezar a depender de él para todo.
Pasaban algunos minutos de las cuatro cuando sonó el intercomunicador-. La
joven corrió hacia el vestíbulo y contestó la llamada con voz tan firme como le
fue posible.
—Subimos —anunció Dominic. El corazón de Carrie palpitó de temor y
emoción. Dominic lo había logrado. Ya habían pasado casi dos meses desde
que se separó del niño, y el solo pensamiento de que lo volvería a ver la
llenaba de dicha. Se colocó en el centro del vestíbulo, justo enfrente del
ascensor. Estaba temblando por la emoción cuando al final las puertas se
abrieron. Por un instante, Danny la miró pasmado, como si no esperara verla.
Entonces se arrojó hacia ella al tiempo que Carrie se arrodillaba para abrazarlo.
—Mamá, mamá —musitó con alivio, ansiedad y amor; casi la estrangulaba al
abrazarla por el cuello.
— ¡Oh, Danny! Te he echado tanto de menos —sollozó
Carrie, rozando con la mejilla el suave cabello oscuro de su hijo. Apenas se dio
cuenta de que Dominic salía del ascensor y se dirigía hacia la sala, dejándolos
solos.
—Ya les dije que yo cuidaría de ti, mamá —declaró Danny, furioso—. Y ellos no
me hicieron caso. Me dijeron que estabas muy enferma. Yo tenía miedo de que
te murieras y de que no te volviera a ver.
—Lo sé, lo sé —ella lo tranquilizó—. Me dijeron que estaba demasiado enferma
para cuidar de ti. Sin embargo, ya estoy bien, de verdad, y cada día me siento
mejor.
Danny se separó de ella un momento para mirarla bien. Sus ojos azules
reflejaban su angustia y preocupación.
—Estás terriblemente delgada, mamá.
—No he podido comer mucho, Danny —le explicó ella—. Pero ya lo hago y
pronto engordaré, ya lo verás.
Él contuvo el aliento.
—Intenté volver contigo, mamá. Estaba en un lugar cerca del río Hawkesbury y
les pregunté a los otros niños cómo podía llegar a Ashfield; lo habría
conseguido pero me atraparon cuando subía al tren —hizo un gesto de
desagrado—. Después me vigilaron muy bien y ya no pude escapar.
Ella le sonrió. Su corazón lleno de amor estaba a punto de estallar.
—Eso ya no importa ahora, Danny. Ya estamos juntos otra vez.
—No nos separarán otra vez, me quedaré contigo.
— ¡Puedes estar seguro! —afirmó ella con vehemencia y lo abrazó de nuevo.
—Tenía miedo de venir con el señor Savage y la señora Coombe —confesó el
niño—. Supuse que habrías ido a buscarme si todo hubiera salido bien. Creí que
era un truco para llevarme a otro lugar.
—Lo siento, Danny. No me encontraba bien para convencer a esa gente de que
volvieras conmigo, y te quería con tanta desesperación que intenté cualquier
cosa.
—Está bien, mamá. Sólo estaba preocupado por ti —el chico intentó darle
seguridad—. Ahora que estoy aquí te voy a cuidar muy bien.
—Sé que lo harás.
Él le brindó una sonrisa y en seguida miró a su alrededor.
— ¿Dónde está el señor Savage?
El corazón de Carrie latió con fuerza. Sabía que no había escape a ese
encuentro, aunque eso no lo hacía más fácil.
—Creo que está en la sala.
—Será mejor que hable con él, mamá —comentó Danny ansioso—. No creí todo
lo que me decía y por eso no le contestaba. Debe de pensar que soy un niño
maleducado.
—Creo que sería una idea estupenda que le diéramos las gracias. Él ha hecho
mucho por nosotros. Incluso nos ha prestado este bonito lugar para vivir hasta
que esté lo bastante recuperada como para conseguir trabajo. Es por eso que
tenemos mucho que agradecerlo.
Dominic se encontraba cerca de las ventanas de la sala, en apariencia
contemplando la vista del puerto; no obstante, Carrie dudó de su aparente
tranquilidad. Él se volvió lentamente. Sus ojos sondearon los de ella en un
intenso examen antes de fijarse en los del niño. Carrie sabía que era natural
que se hiciera preguntas, y no sólo porque el pequeño se pareciera a él por
tener los ojos azules. En realidad, mucha gente los tenía. Era la edad de Danny
lo que suscitaba sospechas. Él hizo un visible esfuerzo por suavizar su
expresión.
— ¿Estás contento ahora? —le preguntó. —Sí —respondió Danny, emocionado
—. Muchas gracias, señor Savage. Discúlpeme por no contestarle antes. Creía
que me estaba engañando y hasta que vi. a mi mamá...
—Está bien, Danny —asintió Dominic con tranquilidad—. Lo que necesito ahora
son algunas respuestas de tu parte. Para matricularte en una escuela, tengo
que saber en principio tu edad.
Hablaba con tono tranquilo, sin la más ligera insinuación de que algo pudiera
estar fuera de lugar.
—Tengo siete años —contestó el niño con prontitud.
Dominic inclinó la cabeza como si eso fuera lo que había esperado, y formuló la
siguiente pregunta:
-¿Y cuándo es tu cumpleaños, Danny?
—El diez de septiembre.
Carrie pudo ver que Dominic hacía cálculos y llegaba a la conclusión de que
Danny había nacido ocho meses después de que se conocieron. Alcanzó a ver
la desilusión en sus ojos. No podía ser el padre. Después, por supuesto,
surgieron también otras conclusiones.
Decidió actuar para impedir cualquier duda acerca de aquel doloroso momento
de su pasado.
—Dominic, yo me encargaré de matricular a Danny en una escuela —dijo con
expresión vivaz—. Ya has hecho demasiado por nosotros y te estoy muy
agradecida por todo; sin embargo, no hay necesidad de que te preocupes más.
Puedo encargarme de todo desde este momento.
Había un matiz de burla en los ojos de Dominic al mirarla.
— ¿Has pensado ya en alguna escuela?
Ella se ruborizó.
—Hay una escuela de primaria en Ashfield. Supongo que debe de haber alguna
por esta zona.
Él sacudió la cabeza.
—Algunas no son tan buenas como otras. Tengo experiencia en esto, y tú no
estás muy bien que digamos, Carrie. ¿No crees, por el bien de Danny, que es
más inteligente dejarme eso a mí?
Ella frunció el ceño y levantó hacia él sus angustiosos ojos.
—Yo puedo hacerlo, Dominic. Ya no quiero darte más problemas.
Él le brindó una pequeña sonrisa; después dirigió su mirada a Danny. Fue como
una tremenda sacudida para el corazón de Carrie ver que la pregunta aún
persistía en los ojos de Dominic. Y fue peor la mirada que sugería que quería a
ese niño para él. De pronto recordó la desolada expresión de Dominic la
primera vez que le habló de su hijo. ¿Sería ese uno de los problemas de su
matrimonio, el hecho de no tener hijos?
—No me importa —aseguró él con tranquilidad—. Confías en mí para elegir una
escuela ¿verdad, Danny?
— ¡Claro! —Afirmó Danny y en seguida lanzó una mirada de preocupación a su
madre—. ¿Existe alguna diferencia si el señor Savage escoge la escuela,
mamá? No quiero que te pongas enferma otra vez.
En silencio, Carrie se irritó por la situación. Pensó que quizás lo mejor para
Danny era que Dominic se encargara del asunto, pero su compromiso con ella
y con su hijo tenía que acabarse. Si continuaba tratando a Danny como a un
hijo... se produciría una terrible y peligrosa situación.
—Carrie, es necesario que Danny ingrese en una escuela lo antes posible —
apuntó Dominic.
Ella exhaló un profundo suspiro y dijo con resignación:
—Está bien.
—Te avisaré cuando todo esté organizado.
Carrie lo miró con firmeza.
—Sólo llámame. No hay necesidad de que vengas.
El alzó una ceja, pero asintió.
—Muy bien. Me voy ahora —le sonrió a Danny—. Cuida mucho a tu mamá. No
dejes que se esfuerce mucho.
—Yo cuidaré de mamá; y gracias por todo.
—De nada.
Era visible el afecto y el orgullo en los ojos de Dominic cuando se volvió hacia
Carrie.
—Adiós, Dominic —dijo ella con firmeza.
—Te veré después, Carrie —dijo él con suavidad.
Pero mientras lo observaba partir, la chica comprendió que ese no era el final.
Dominic no permitiría que aquello terminara. No mientras siguiera en su mente
la duda acerca de la identidad del padre de Danny. Y tarde o temprano ella
tendría que enfrentarse a eso de algún modo.
Capítulo 7
CONTENTA de tener a Danny en casa y al mismo tiempo preocupada por la
reacción de Dominic hacia el niño, Carrie se olvidó por completo de las visitas
programadas de la señora Coombe. Cuando se levantó a la mañana siguiente,
no esperaba encontrarla en el comedor extendiendo un rompecabezas sobre la
mesa, ni a Danny haciendo amistad con ella.
— ¡Mira lo que me ha traído la señora Coombe! —Exclamó el niño con emoción
—. Y además me ha regalado varios libros y juegos.
—Mis hijos ya son demasiado mayores para jugar con ellos —explicó la señora
y su rostro severo se relajó de forma increíble—. Pensé que de esa forma
entretendría a Danny mientras tú descansabas.
Carri contuvo el aliento. No podía privar a Danny del placer que con tanta
claridad se dibujaba en su semblante, aun cuando aceptar esos obsequios
fuera en contra de su independencia.
—Ha sido muy amable de su parte, señora Coombe, y muy considerado —dijo
esforzándose por mostrarse simpática.
—De ningún modo. Sé lo que les gusta a los niños.
Yo tuve tres que ahora ya son hombres —exhaló un triste suspiro que
humanizó su expresión de forma considerable—. ¿Necesitas algo, querida?
Puedo traértelo antes de ir a la oficina.
—Gracias. En realidad estoy bien, señora Coombe —respondió Carrie con
énfasis—. No necesitaremos nada por lo menos durante una semana, y para
entonces estoy segura de que podría ir de compras yo misma y usted ya no
tendrá que preocuparse.
Al instante la señora se levantó de su silla, asumiendo el mando.
—Tienes que tener cuidado. Las recaídas son peligrosas. Yo lo sé y por eso le
he dado a Danny mi número de teléfono, para que me llame si te ocurre algo
malo durante el fin de semana —le lanzó al niño una severa mirada—. No
estarás dispuesto a perderla ahora, ¿verdad?
— ¡Claro que no, señora Coombe! Voy a cuidar muy bien a mi mamá —le
prometió él.
Carrie pensó que Danny debería haberla saludado al estilo militar, pero en
lugar de eso el niño le brindó una gran sonrisa.
—Y gracias por todo.
—Sí —dijo Carrie con docilidad, sintiendo que su independencia menguaba de
forma sistemática.
La señora Coombe definitivamente era el vencedor de ese encuentro, habiendo
reclutado a Danny como un entusiasta y bien recompensado aliado. No sólo le
había servido al niño su desayuno, sino que el de Carrie estaba esperando en
la cocina. La chica pensó que era obvio que cuando el dragón tomaba una
decisión, era invencible.
Gina llegó más tarde, y tras ella los muebles de la habitación de Danny: un
armario, un escritorio, un juego grande de estantes para libros, un tablón de
corcho para pegar papeles y otro escritorio para un ordenador personal. Todo
en madera de pino de primera clase.
—He decidido que esa habitación sea a la vez un estudio —les informó Gina.
Una cómoda silla de oficina tapizada en un tono naranja llegó en seguida. Una
maravillosa pintura de loros en medio de un follaje tropical fue colgada en la
pared. Otro televisor portátil, con un vídeo, fue entregado e instalado en el
mueble próximo a la cama de Danny. Al final, una gran silla de color naranja
hizo su aparición,
—Las cortinas, colchas y cojines decorativos llegarán dentro de unos días —dijo
Gina con pesar—. Por ahora, todo combina muy bien, ¿no te parece?
— ¡Es fantástico! —fue todo lo que Carrie pudo decir.
Danny se hallaba en el séptimo cielo.
—Carrie, el lunes decidiremos qué vamos a hacer con tu dormitorio —expresó
Gina, resplandeciente de satisfacción—. Así que empieza a pensar en lo que
más te gustaría. Son de gran ayuda tus ideas.
A continuación se retiró. Danny estaba guardando sus cosas en el armario
cuando Dominic llamó por teléfono. Tan pronto como Carrie escuchó su voz, se
tensó.
— ¿Cómo estás hoy, Carrie? —le preguntó él con delicadeza.
—Bien —respondió ella, lacónica—. Danny y yo estamos bien, Dominic.
—Ya he matriculado a Danny en una escuela que se encuentra en Bellevue Hill.
Empezará a asistir el próximo lunes. Tiene un excelente servicio de autobús
desde el muelle circular, por lo que no habrá ningún problema con el
transporte. Yo mismo lo llevaré el primer día de clase para presentarlo al
director.
—Yo me puedo encargar de eso, Dominic —no estaba dispuesta a permitir que
él se comprometiera más con ellos. Ya había ido demasiado lejos. El simple
sonido de su voz la inquietaba y la hacía desear lo que no podía tener.
—Me gustaría que estuvieras ahí, Carrie.
La calidez de su tono le nubló los sentidos. Luego comprendió que le estaba
sugiriendo que lo acompañase, los dos juntos, como padres del niño.
—Es extraño —continuó él—, cómo en un mundo imperfecto estas cosas
pueden contar.
—A lo que me refería es que no es necesario que vayas, Dominic —replicó ella,
muerta de vergüenza por su actitud casi grosera y sintiéndose cada vez más
desesperada para evitar otro encuentro con él—. Puedo hacerlo sola —agregó
con firmeza.
Hubo un silencio durante varios segundos. En seguida, lentamente y con
infinito cuidado, Dominic expresó:
—Carrie, yo creo... espero que no te importe. Sólo será por un corto período de
tiempo... al parecer es una buena idea que Danny tenga lo mejor por lo menos
una vez. Conozco al director. De hecho, es uno de mis antiguos profesores.
Sería una descortesía que no apareciese contigo.
Para Carrie estaba claro que Dominic había utilizado sus influencias para
colocar a Danny en una buena escuela.
—Como te decía, este es un mundo imperfecto—prosiguió él—. La primera
impresión es fundamental, y yo puedo ayudar, Carrie —agregó con persuasión.
Carrie se dijo que esa era una realidad que no podía soslayarse. La gente
normal y corriente era generalmente ignorada. Ella había acumulado una
buena cantidad de esas frustrantes experiencias, y el recuerdo aún era
amargo. Pero, ¿que culpa tenía Danny de que ella no fuera tan importante
como Dominic? En su opinión, Danny era tan bueno como cualquier otro niño,
incluso mucho mejor que la mayoría.
—Muy bien, Dominic. Sólo por esta vez —consintió al fin, diciéndose a sí misma
que sería el último favor que aceptaría de él.
—Pasaré a recogerte a las ocho en punto del próximo lunes.
Se despidió antes de que ella pudiera discutir el tema con más profundidad.
Carrie ni siquiera le había dado las gracias por los trámites hechos en la
escuela. Sin embargo, no quería volver a llamarlo. Aún faltaban nueve días
para que Danny fuera a la escuela, nueve días para ponerse más fuerte.
Cuando viera a Dominic de nuevo, debía estar segura de no volver a rendirse
ante él. Debía insistir en su independencia. Ya había aceptado demasiado de
él. Aunque, ¿qué podría hacer sin Dominic?
Sacudió la cabeza y se dijo que aprendería a vivir sin él. Lo más importante era
tener a Danny otra vez con ella.
Pasaron un maravilloso fin de semana. El sábado Danny y ella dieron un paseo
por los invernaderos, y el domingo fueron en el trasbordador al puerto de
Manly. Comieron bien, jugaron mucho y disfrutaron sobremanera estando
juntos.
El lunes por la mañana la señora Coombe apareció para anunciarle que el
señor Savage le había dado el día libre para llevar a Danny a comprar el
uniforme de la escuela.
— ¡No es necesario! —protestó Carrie.
La secretaria impuso su ley.
—Tú tienes que descansar. Ir de compras es demasiado cansado para ti a estas
alturas. En particular para comprar el uniforme, lo cual no es tan sencillo.
—Además, Gina te necesita aquí para decorar tu habitación, mamá —Danny
levantó la voz, asumiendo su papel de aliado de la señora Coombe.
Carrie frunció el ceño. Recordó que Gina le había pedido su ayuda.
—Danny, podemos ir de compras mañana —insistió.
El rostro del niño mostró desilusión.
— ¿Por qué no puedo ir con la señora Coombe?
Era una pregunta difícil de contestar.
—Querida, debes aprender a confiar en mí —expresó la señora, mirando a
Carrie con severidad.
—Ya lo hago, señora Coombe...
— ¡Entonces ya está! ¡Vamos, Danny!
« ¡Maldición!», pensó Carrie. «Estoy derrotada».
La mujer mayor se puso en camino con Danny rápidamente. Antes de que
Carrie pudiera decir algo más, las puertas del ascensor se cerraron frente a dos
sonrisas triunfantes. Ahora cobraban un perfecto sentido los juegos y libros
para Carrie. ¡La señora Coombe había sobornado a Danny! A pesar de eso, se
prometió que la mujer no se saldría con la suya por segunda vez.
Estaba pensando en la alegría de Danny por salir con la señora Coombe
cuando llegó Gina.
— ¿Qué te parece el color albaricoque como motivo principal? —preguntó—.
Quizás ese tono le dé un toque magnífico.
A Carrie la atrajo la idea de inmediato y una vez más examinaron las muestras
de telas. Para cuando la señora Coombe dejó a Danny en casa, con una
formidable cantidad de paquetes, ya había elegido todos los muebles de la
habitación principal.
—Recuerda lo que te he dicho acerca de limpiar tus zapatos negros todas las
mañanas, Danny —dijo la señora Coombe cuando se retiraba—. No esperes
que tu madre lo haga.
—No, señora Coombe. Quiero decir, sí, lo recordaré, señora Coombe.
— ¿Qué me dice del precio de todo esto? —le preguntó Carrie a la señora.
—Tendrás que hablar con el señor Savage al respecto, querida —fue su
respuesta—. Lo he pagado todo con su tarjeta de crédito.
Esa noche Carrie apuntó los precios de las etiquetas de la ropa nueva de
Danny. Una buena escuela, pensó, costaba mucho dinero incluso antes de que
la primera clase empezara. Y la cantidad a la que llegó al final por el uniforme
completo era exorbitante...
Parte del problema consistía en que la señora Coombe había comprado lo
mejor de todo, mientras que Carrie habría buscado las ofertas. De todos
modos, se suponía que no debía quejarse. Después de todo, no pagaba alquiler
alguno. Además, por orgullo propio no quería que Danny se sintiera menos bien
vestido que el resto de los niños, aunque eso provocara por algún tiempo una
merma considerable en su presupuesto.
Se sintió incómoda, como si fuera una mujer mantenida, a pesar de que sabía
que ese no era el caso. No sabía cómo podría compensar a Dominic por todo lo
que había hecho por ella.
Los días pasaron volando. El dormitorio de Danny quedó maravilloso y la
habitación de Carrie comenzaba a cobrar forma. Gina iba y venía, pidiéndole
constantemente consejos a Carrie y entregándole en seguida los más
sorprendentes y estupendos resultados.
Danny insistía en usar sus zapatos nuevos cada vez con más frecuencia. Carrie
sospechó que formaba parte de las instrucciones de la señora Coombe, pero no
podía contradecir esas órdenes. La secretaria apareció el viernes por la
mañana, para cerciorarse de que todo estuviera bien.
Por primera vez, no discutió ni trató de pasar por encima o vencer a Carrie. Por
el contrario, le comentó que la veía mucho mejor, pero lo echó a perder cuando
elogió a Danny por cuidar muy bien de ella.
De todos modos, Carrie estaba contenta de sentirse mucho mejor, aunque el
estado de su cabello dejaba mucho que desear. El brillante cabello castaño
rojizo de Gina despertó su envidia.
—Gina, ¿quién te arregla el cabello? —preguntó—. Necesito desesperadamente
que me arreglen el mío.
Quizás fuera orgullo, pero necesitaba ofrecer la mejor apariencia posible
cuando llevara a Danny a conocer al director de su nueva escuela. Por otro
lado, y principalmente, ése sería su último encuentro con Dominic.
—Si quieres, te concierto una cita con mi peluquero—le ofreció Gina de
inmediato—. Él es un as cortando el cabello. Te prometo que no te reconocerás
cuando termine contigo —agregó con una sonrisa alentadora. La cita se
concertó para la mañana siguiente, y Gina insistió en acompañarla,
explicándole que era lo menos que podía hacer por ella, por esas dos comidas
que le había ofrecido. Danny también las acompañó y se quedó impresionado
por la actividad del salón de belleza. — ¡Santo Dios, mamá! En serio que
pareces diferente —observó cuando ella estuvo lista.
Ella se rió, deleitada por el efecto del corte, que resaltaba sus ojos verdes.
— ¿Diferente en el buen sentido o en el mal sentido? —preguntó.
— ¡En el buen sentido! —Le aseguró Danny—. En realidad estás muy bonita,
como antes de que te pusieras enferma.
Carrie pensó con tristeza que Danny estaba siendo sincero. No obstante, le
complacía ahora poder dejarle a Dominic un recuerdo más bonito de sí misma.
En realidad no era por Dominic, se dijo para tranquilizarse. Su apariencia
seguramente causaría buena impresión en la escuela de Danny, y ella deseaba
que éste se sintiera orgulloso de su madre. Esa idea ahuyentó cualquier
perturbador remordimiento de conciencia. A lo largo del fin de semana, Carrie
preparó a Danny para que se familiarizara con el barrio y así no se extraviara
una vez que empezara a ir a la escuela. El lunes por la mañana, una vez que
Dominic y ella ya estaban preparados, su nerviosismo estaba en su punto
álgido. Desesperada, se negaba a reconocer que en esa ocasión se debiera a
que iba a ver a Dominic de nuevo. Se decía que el motivo era que empezar la
escuela significaba un gran momento para Danny. Deseaba que todo saliera
bien. Por esa razón se había preocupado tanto por su propia apariencia.
Se había puesto un traje de color marrón, al cual tuvo que hacerle un pequeño
arreglo en la parte posterior de la falda para que le ajustara la cintura. Por
fortuna la chaqueta disimulaba ese pequeño detalle, así como la holgura de la
blusa blanca.
Danny estaba muy elegante y emocionado con su uniforme nuevo. Ya no podía
llamarlo su «bebé», se dijo Carrie con tristeza.
Estaban listos y esperando cuando Dominic salió del ascensor y entró en el
apartamento a las ocho en punto. Su sonrisa le quitó el aliento a Carrie. Estaba
impresionante con su traje gris oscuro, atractivo y dominante, y sus ojos azules
eran tan cálidos y brillantes como un cielo de verano.
—Carrie...
Sorpresa, placer y algo más profundo e infinitamente turbador la embargó al
oírlo pronunciar su nombre con cariño. « ¡Me quiere ahora! ¡Y lo peor de todo
es que aún lo deseo!» exclamó la chica para sí.
—Ese corte de cabello te sienta bien, aunque estaba acostumbrado...
«A que lo llevara largo», pensó Carrie, recordando cómo se lo acariciaba con
suavidad y lo enredaba en sus dedos, diciéndole que parecía seda.
El realizó un visible esfuerzo por recobrar la compostura y adoptar una
expresión menos reveladora.
—Puedo ver que has engordado —apuntó, mirándola con detenimiento.
—Ya te dije que me curaría por mí misma —comentó ella a la defensiva.
—Al parecer has hecho un buen trabajo cuidando a tu madre, Danny —dijo
Dominic con tono cariñoso.
—Mi mamá ahora ya no descansa tanto —declaró el niño, contento por la
aprobación de Dominic—. Y además comemos muy bien.
Dominic sonrió, extendiendo la mano para acariciarle la cabeza. Carrie se
quedó muy confundida ante ese afectuoso gesto paternal. Se dijo que no
estaba bien que Dominic despertara ese anhelo tan intenso en ella.
Desesperada por reducir la intimidad de ese momento, sacó de inmediato un
sobre con un cheque que había conseguido del banco.
—No es todo lo que te debo Dominic, pero te pagaré el resto cuando me sea
posible —le explicó avergonzada.
—Hasta donde yo sé, no existe ninguna deuda entre nosotros, Carrie —
respondió él, frunciendo el ceño.
El cariño que reflejaban sus ojos casi la hizo derrumbarse. Una vez más volvía
aquel momento en que creyó en esa mirada cariñosa.
Sin embargo, se dijo que se estaba imaginando cosas. Además, no podía
arriesgarse a recorrer ese peligroso camino otra vez. Ahuyentó la tentación y
se enfrentó a él con firmeza.
—No puedo consentir que pagues el uniforme de Danny, ni la comida que la
señora Coombe nos trajo esa primera mañana —insistió—. Por favor, tómalo.
Los ojos azules de Dominic lucharon contra los obstinados de la joven y
después se retrajeron lenta y resignadamente. Para alivio de Carrie, tomó el
sobre sin más discusión.
—Será mejor que nos vayamos ya —señaló con una triste y leve sonrisa—.
¿Listo para irnos, Danny?
— ¡Estoy listo desde hace años! —replicó Danny con impaciencia.
Cuando bajaban en el ascensor, el niño abrumaba a Dominic con preguntas
acerca de la escuela. Todas las respuestas eran tranquilizadoras y dadas en un
tono indulgente y amable, lo cual entristeció profundamente a Carrie,
Por un momento, le pareció terrible que Danny se viera privado de un padre
con el que pudiera contar y que hiciera la clase de cosas que Dominic estaba
haciendo por él en ese momento. Pero no había nada que pudiera hacer al
respecto.
Una profunda depresión la invadió cuando entraron en el elegante coche de
Dominic. Se dijo a sí misma que estaría agradecida de que él aceptara su
postura independiente; de ese modo no habría razón para que siguieran
viéndose por más tiempo.
No obstante, se sentía mal y ni siquiera su amor por Danny podía llenar el
doloroso vacío que se abría en su vida.
Era casi una agonía sentarse al lado de Dominic, consciente de su presencia,
recordando lo que hubo una vez entre ellos, escuchándolo hablar de una forma
tan encantadora con Danny. Deseó poder tocarlo y hablarle abiertamente,
encontrar en sus ojos la intimidad que una vez compartieron.
Si sólo llevaran a Danny a la escuela como unos verdaderos padres que se
enorgullecieran de su hijo... Sin embargo, no podía permitirse el lujo de
fantasear ya que jamás sucedería. Tenía que aceptar que la íntima unión que
una vez habían compartido sólo era una ilusión.
Si permitía que Dominic descubriera sus sentimientos, sospechaba que él no
tendría más escrúpulos que antaño acerca de lo que quería tomar. Si un
compromiso no había sido suficiente impedimento para satisfacer su deseo por
ella, tampoco un matrimonio lo detendría. En particular la clase de matrimonio
que sin lugar a dudas tendría con Alyson. Pero a pesar de que lo deseaba,
Carrie se negaba a tener una aventura con Dominic, ya que las consecuencias
estaban muy claras para ella.
— ¿Es ésta? —preguntó Danny de repente, emocionado, cuando el coche
disminuyó la velocidad.
Carrie se sobresaltó al mirar por la ventana. Magníficos e inmaculados campos
de juego rodeaban la escuela; pistas de tenis, piscinas, jardines, campos y los
mismos edificios hablaban de riqueza. No era una escuela normal y corriente.
¡Tenía que ser una de las escuelas privadas de mayor prestigio de Sydney!
—Ésta es —confirmó Dominic, conduciendo el coche a través de una verja de
hierro forjado.
Carrie apenas tuvo tiempo de recuperarse de la impresión antes de que
aparcaran ante lo que suponía era el edificio administrativo. Danny se revolvió
en el coche, casi saltando por la emoción, a la vez que Dominic bajaba para
abrirle la puerta a Carrie. Ella le hizo miles de preguntas con la mirada
mientras la ayudaba a salir, las cuales él rechazó con un gesto de
determinación.
«Estoy atrapada de nuevo», pensó Carrie desesperada, en el momento en que
Danny se les unía hablando de lo maravillosa y grande que era su escuela. Los
trámites estaban hechos, los uniformes ya se habían comprado, y estaban a
punto de conocer al director. A Carrie la invadió el pánico al pensar en todo lo
que eso significaba. Pero cuando Dominic la tomó del brazo para guiarla hacia
la entrada, no pudo encontrar la forma de detener aquello. Con Danny mirando
y escuchando todo, era imposible.
Una vez dentro, fueron conducidos al despacho del director. El antiguo profesor
de Dominic les dio la bienvenida con cordialidad y se mostró muy interesado
por el hecho de que Danny se hubiera criado en Fiji. Le hizo muchas preguntas,
las cuales fueron contestadas por el niño con una confianza desinhibida,
despertando el orgullo maternal de Carrie, a pesar de todos sus temores.
—Creo que el joven Danny será un estudiante tan bueno como tú lo fuiste,
Dominic —comentó el director, obviamente complacido con la entrevista—.
Ahora podéis dejarlo conmigo; yo lo llevaré personalmente a que conozca a sus
profesores.
Ese era un trato preferencial, y Carrie se sintió avergonzada al descubrir la
mirada especulativa que le dirigió el director cuando salió. Pensó que
seguramente sacaría sus propias conclusiones. Aunque ni él ni Dominic dijeron
nada, Carrie presentía que algún entendimiento se habría producido entre ellos
cuando se hicieron los trámites.
Tan pronto como volvieron a la intimidad del coche, ella se volvió hacia
Dominic con toda la violencia que la reunión había originado en ella.
—No tienes ningún derecho a matricular a Danny en esta escuela —le espetó.
El hizo una mueca con expresión severa, a la vez que encendía el motor para
conducir hacia la salida.
— ¿Por qué no? —dijo al fin.
—Tú sabes por qué —lo acusó ella—. El precio debe ser astronómico y ni
siquiera me consultaste.
—Querías una buena escuela para Danny y estuviste de acuerdo en que yo la
eligiera. Yo sé que es una buena escuela.
— ¡Ése no es el problema!
—Yo me he hecho cargo de la matrícula, cuyo precio, por cierto, no es tan alto,
Carrie. Es la escuela a la que asistí yo, y los antiguos alumnos tienen ciertos
privilegios. Descuentos.
— ¡No soy ninguna estúpida, Dominic! —Replicó Carrie con furia—. Esas cosas
siempre se relacionan con familiares.
El mostró cierta tensión, aunque habló muy tranquilo.
—Carrie, ¿cómo puedo saber que Danny no tiene que ver directamente
conmigo?
El corazón de ella dio un vuelco. Tenía que contestarle, pero no sabía cómo.
—Me gustaría llegar a un arreglo contigo —dijo Dominic con suavidad—. Y
prefiero hacerlo en un lugar tranquilo. ¿Te importaría si subo un momento a tu
apartamento cuando regresemos?
Ella sentía una terrible tensión en la garganta. Su voz sonó medio ahogada al
replicar: —Creo... creo que es una buena idea. No sabía si lo era o no, pero las
acciones de Dominic en relación con Danny no le habían dejado otra opción.
Deseó con furia no haber recurrido nunca a Dominic. El riesgo que había
corrido por el bien de Danny le estaba costando caro. Ahora era de suma
importancia convencer a Dominic de que no existía ninguna razón para que él
imaginara que existía alguna relación directa entre los dos.
Capítulo 8
EL viaje por el muelle circular transcurrió con demasiada rapidez para Carrie.
Estaba decidida a no contestar algunas de las preguntas, aunque también lo
estaba o no engañando.
Mantuvo un desagradable silencio, incluso al subir al apartamento. Su
estómago estaba hecho un nudo cuando se dirigieron a la sala. Gina estaba
fuera buscando algunos muebles, por lo que se encontraban completamente
solos. No había riesgo de interrupción alguna.
— ¿Quieres sentarte? —la invitó ella con rigidez.
—Siéntate tú —contestó él.
Ella sabía que no podía relajarse; no podía ni siquiera parecer relajada. Arrojó
su bolso a uno de los sillones y fue hacia las ventanas fingiendo contemplar el
puerto, porque no deseaba encontrarse con los ojos de Dominic.
—He solicitado una copia de la partida de nacimiento de Danny.
Carrie se sintió como si un puño de hierro le atenazase el corazón.
—No tenías ningún derecho a hacerlo. Estás invadiendo mi vida privada.
—Pensaba que podía tener derecho, Carrie —replicó él con suavidad—. El
nombre del padre no está registrado. Por lo general estas situaciones se
presentan en caso de un hijo ilegítimo.
Ella oyó el duro tono de su voz y se sobresaltó. Se dijo que debía ser enérgica,
no era momento para doblegarse. Esperó con paciencia a que todos sus
sentidos se afinaran como nunca lo habían estado en toda ' su vida. Era el
momento de la verdad, del que había estado huyendo durante todos esos
años.
—Danny nació ocho meses después... —Dominic balbuceó—, ocho meses
después de que nosotros estuvimos juntos.
Carrie mantuvo una expresión indiferente. Las siguientes palabras de Dominic
fueron más sutiles, aunque igual de determinantes e inquisitivas.
—Algunas veces incluso las precauciones bien intencionadas no son
completamente seguras. Ocurren accidentes —hizo una pausa y guardó en
vano un comentario—. Y algunos bebés nacen prematuramente —continuó él,
implacable.
Ella esperó lo inevitable.
—Carrie, ¿es eso lo que sucedió?
De algún modo, ella logró pronunciar las palabras necesarias.
—Aunque es muy duro de aceptar, Dominic, la mayoría de los embarazos
llegan a su término.
Hubo un tenso silencio y en seguida, con lentitud y dolor, Dominic hizo la
siguiente pregunta:
— ¿Estás tratando de decirme que ya estabas embarazada en el momento en
que estuvimos juntos?
Carrie estaba angustiada. Sabía que debía tomar la iniciativa o de otro modo
las preguntas no cesarían.
Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, ordenando a su cuerpo que no la
traicionara, poniendo una máscara de indiferencia en su rostro, y entonces se
volvió lentamente hacia él. Dominic no estaba más que a unos cuantos pasos,
y el dolor que se reflejaba en su semblante desató en ella un salvaje
resentimiento. ¿Qué sabía él del dolor? Él había quedado satisfecho entonces,
¿o no? Y había vuelto con Alyson después de tener su pequeña aventura.
— ¿Estás criticando mi estilo de vida? —le preguntó Carrie.
Él volvió la cabeza con violencia, como si lo hubiera golpeado, y Carrie pudo
ver el tormento reflejado en su rostro. Se dio cuenta luego de la aceptación
que gradualmente fue surgiendo de ese tormento, aunque ella no sintió ningún
alivio. El vacío se extendió por todo su cuerpo, aturdiéndola más allá del dolor
o de cualquier otro sentimiento.
—Yo nunca te criticaré, Carrie.
Ella escuchó esas palabras, y registró el hecho de que él las había pronunciado
en un tono amable. Se preguntó si él se arrepentiría de la forma en que había
jugado con ella. Tal vez no, pensó y se volvió de nuevo hacia la ventana.
Dominic se colocó detrás de ella y con delicadeza la tomó de los hombros. Su
cabeza estaba muy cerca de la de ella. Carrie podía sentir su respiración sobre
la nuca. Su mente le decía que él deseaba algo más de ella, quizá alguna
recompensa por todo lo que había hecho por ellos.
—Siento mucho desilusionarte, Dominic —decidida, se separó de él con
frialdad. Tenía la garganta seca, como el solitario desierto que había en su
interior.
—No estoy desilusionado. Se trata de otras cosas —murmuró él con vaguedad.
Carrie no le preguntó acerca de esas otras cosas, ni deseaba saber cuáles
eran. Lo dicho no podía ser borrado y causaba mucho dolor; lo mejor era
dejarlo así. «Sólo déjame ir, Dominic», pensó ella, sin poder reunir la energía
suplicante para expresarlo en voz alta.
Él le rozó el cabello con la boca, cerca de la oreja. Le acarició la mejilla con los
labios, con una ligera y tierna presión que le provocó un estremecimiento de
necesidad. Carrie se apoyó en él y alzó la cara, comprendiendo demasiado
tarde lo que estaba haciendo. El impulso de echarse en sus brazos, de aceptar
sus besos, de rogarle que le hiciera el amor, de guiarlo hasta su cama... ese
impulso se alborotaba a través de su cuerpo con una fuerza casi irresistible.
Sin embargo, él estaba casado, le recordó una voz interior. Tenía una esposa y
quizá incluso hijos. Aunque ella no quería saber nada acerca de eso. Debía
detener esa locura antes de que fuera tarde, así que volvió la cabeza lejos de
ese tentador contacto.
—Creo que no deberías tocarme, Dominic. No es justo.
No pudo dar el toque necesario de frialdad a su voz, y en lugar de ello, las
palabras fueron pronunciadas con todo el amor y la ternura que abrigaba su
corazón.
Dominic se puso rígido y, de repente se apartó.
—Lo siento —se disculpó.
Alyson no era una pareja adecuada para él, pensó Carrie. Su intuición le decía
que él sentía el mismo triste vacío que ella. La idea de permitirle hacerle el
amor llegó espontáneamente a su pensamiento, y tomó la firme decisión de
alejarla. Un acto como ése no era una solución, sino el principio del final para
ella.
—No tienes que disculparte.
Oyó cómo paseaba Dominic por la habitación, en apariencia esforzándose por
hallar la forma de llegar a un acuerdo respecto a su situación. Al final él aspiró
profundamente. Cuando habló, estaba tranquilo y liberado de cualquier
emoción.
—Así que viniste a mí por despecho. Huyendo de alguna otra relación que
terminó mal.
—Algo parecido —mintió ella con torpeza.
—No es de extrañar que las cosas no funcionaran.
La voz de Dominic sonó tan torpe y desesperanzada como la de ella. Carrie
permaneció en silencio. No tenía nada que decir. Si él pensaba que todo estaba
explicado, a pesar de que fuera con base en sus propias conclusiones,
entonces no había más preguntas.
Dominic le brindó una melancólica sonrisa.
—La gran ironía —comentó con acritud—, es que todas las precauciones que
tuvimos para que no te quedaras embarazada fueron innecesarias e inútiles.
Carrie sintió que una injustificada furia surgía amenazante en su interior y se
imponía al control de sí misma que tanto trabajo le costaba mantener. La
repentina pasión de su voz lo sorprendió.
—Dominic —comenzó a decir, sin importarle su reacción, desesperada por
terminar con esa entrevista—, no quiero hablar de nuestra relación —pronunció
esas dos palabras con un particular énfasis por la necesidad de conciliar el
pasado con la realidad actual—. ¡Ciertamente no deseo recordar aquello con
una detallada descripción!
Él se encogió y su boca dibujó una mueca de dolor.
En seguida sacudió la cabeza con expresión de rechazo antes de enfrentarse
con una triste resignación.
—Supongo que es mejor que me vaya —dijo con tono rotundo.
—Creo que es la mejor decisión —opinó ella, arrepentida de su propio tono
distante. Se dijo que no había nada que pudiera ser rescatado.
—Por lo menos te estoy muy agradecido por haber puesto nuestra... relación...
—él enfatizó la palabra con amarga ironía—, en una perspectiva adecuada.
Tenía una impresión errónea. Creía que era diferente de lo que fue.
—No sé qué pensar —respondió angustiada—. Ahora no importa más que antes
—la amargura comenzó a reflejarse en su voz—. A pesar de lo que puedas
pensar de mí, por lo menos nunca fui promiscua.
El se volvió y una emoción violenta se vislumbró en su rostro.
— ¿Estás insinuando que yo sí lo era?
Carrie se encogió de hombros con indiferencia; sus ojos verdes destilaron
desprecio ante la inocencia que él simulaba.
—Tú eres lo que eres, y lo que hagas no me incumbe.
Ella comprendió que estaba cometiendo un terrible error, incluso antes de ver
cómo su expresión cambiaba. Se dijo que debería haberse callado y dejarlo ir
sin importar lo injusta que fuera la calumnia que él le lanzara.
Dominic se quedó inmóvil. Parecía una estatua, excepto por sus ojos, que
sondearon los de ella con una intensa mirada, como si trataran de penetrar en
su alma. Carrie se enfrentó a esa mirada con toda la resistencia que pudo
reunir.
Él frunció el ceño en señal de reflexión. Se había erguido y su mandíbula se
tensó con determinación. Una mirada de resolución transformó su cara.
—Así que todo está resuelto —dijo con tono enigmático—; sin embargo, nada lo
está.
Una temeraria mirada brilló en sus ojos y sonrió provocativamente. Ella no se
movió; no podía hacerlo. El corazón le retumbaba en el pecho cuando él
levantó una mano para posarla con delicadeza en su mejilla, en una persuasiva
y pequeña caricia.
—Carrie, hay una última cosa que quiero saber —dijo Dominic con suavidad—,
Y me figuro que sólo hay un camino para averiguarlo.
Tomándola por sorpresa, se inclinó con rapidez y la besó con seductora
sensualidad, enviando ondas eléctricas a través de su cuerpo. Ella tembló y
sintió cómo su boca se suavizaba con docilidad al movimiento persuasivo de la
de Dominic; fue entonces cuando se dijo que debía separarse, detenerlo antes
de que sucumbiera a aquella erótica invitación.
Pero ya era demasiado tarde.
Él la besó con toda la pasión de un hombre hambriento, y esos ocho años de
separación fueron el catalizador de una reacción que ahogó su conciencia y
cualquier otro pensamiento del pasado o del futuro. Quizá fue la desesperación
latente en algún lugar de su subconsciente lo que provocó su loca sensualidad,
lo que la hizo echarle los brazos al cuello, presionar su cuerpo contra el de él
en una ciega búsqueda de satisfacción
Dominic fue el primero en retirarse, separando la boca de la de ella para
cubrirle de apasionados besos el rostro y el cuello.
—Creí que te había perdido —dijo con un susurro de anhelo que encontró un
profundo eco dentro de Carrie—. Perdido para siempre —entonces, en un
estallido de alivio, continuó—: Pero no es así. Gracias a Dios que no es así.
Carrie, no puedes negarlo ahora —suplicó con suavidad—. Dime que me amas.
Las palabras estaban allí, incrustadas en el corazón de la joven. Carrie quería
pronunciarlas. Se había prometido que sólo le diría la verdad. Sin embargo, su
cuerpo traicionaba de todas maneras esa verdad. Por otra parte ¿dónde estaba
el compromiso de Dominic con ella? Él le estaba pidiendo demasiado, y
después la dejaría por volver con su esposa.
Abrió los ojos y echó la cabeza hacia atrás de forma desafiante.
— ¿Por qué no me dices tú a mí esas palabras, Dominic?
Sus ojos azules la acariciaron con todas las promesas que ella tanto ansiaba.
—Carrie, te amo. Siempre te he amado, sólo a ti.
El había hablado con franqueza. Carrie apenas podía creer que aquello fuera
verdad. «Dominic Savage, el gran mentiroso, no ha cambiado», le susurró una
amarga voz interior. La única diferencia sería que ahora el impedimento para
cualquier relación seria entre ellos estaba al descubierto.
— ¿Y por eso te casaste con otra? —preguntó ella con desprecio.
— ¿Y qué importa eso ahora? —replicó él—. Ahora que nos hemos encontrado
de nuevo.
Una pequeña y amarga risa brotó de la garganta de la joven.
—Puede parecerte irrelevante en estos tiempos, pero a mí sí me importa, y
mucho.
La angustia oscureció los ojos de Dominic y endureció la voz.
—Carrie, debes saber por experiencia propia que existen diferentes clases de
relaciones. Entre nosotros hubo algo especial y aún sigue ahí. Para mí y para ti,
Carrie. Te necesito en mi vida y creo que tú me necesitas de la misma forma.
Esa era una necesidad que ella había aprendido a reprimir tiempo atrás, y
simplemente seguiría haciéndolo. Sus ojos verdes eran duros e implacables al
contestar:
—No nos engañemos, Dominic. Tú eres tan realista como yo. No hay vuelta
atrás —«ni siquiera para mitigar tu soledad o la mía», añadió en silencio.
Dominic sacudió la cabeza.
—No te entiendo, Carrie. Tus labios, tu cuerpo, son tan suaves y dóciles... me
dicen lo que quiero saber de ti, aun cuando tu mente sea dura como el acero.
La joven esbozó una mueca de ironía.
—Considérame como una aberración en tu vida.
— ¿Y si no lo hago?
Cada nervio de Carrie protestaba vehementemente contra la idea de liberarse
de sus brazos, de separarse del contacto de aquel cuerpo que todavía le
despertaba demasiadas sensaciones placenteras. Ella vaciló, considerando una
vez más la tentación.
¿Podría vivir siendo «la otra»? ¿En realidad importaba que él se burlara de
Alyson?, se preguntaba. Después de todo, con sus actitudes, no cabía la menor
duda de que ella estaba burlándose de él.
¿Pero a qué conduciría eso? ¿Y cuál sería el efecto en Danny?
No, ella no podía ceder a un egoísmo ciego. Ni siquiera enfrentarse a las
consecuencias de otra aventura con Dominic. Sacudió la cabeza.
—Dominic, no hay futuro para nosotros —manifestó con firmeza.
Entonces él la soltó y levantó las manos para acariciarle la cara con infinita
ternura. Sus ojos le suplicaban indulgencia.
—Carrie, no puedo creerte y no lo haré. No creo que conozcas bien tus propios
sentimientos. Has estado últimamente bajo un esfuerzo intenso... —No es eso.
Él la acalló poniéndole un dedo sobre los labios. —Carrie, no me digas que no.
Piénsalo. Piensa en cómo te sentías conmigo hace un momento. Piensa en lo
que podría ser... para nosotros... juntos. Cuidaré a Danny como si fuera mi
propio hijo. Por lo menos considera la posibilidad.
« ¡Dios mío! ¡Él sabe cómo dar en el clavo!», se dijo Carrie. El retiró el dedo de
sus labios y depositó en ellos un beso dulcísimo.
—No ejerceré ninguna presión sobre ti. Quizá todo esto sea demasiado
precipitado. Sólo piénsalo y házmelo saber.
Entonces se dio la vuelta y salió.
Capítulo 9
CARRIE pensó sobre ello muy detenidamente, ya que era fácil dejar que sus
emociones influyeran sobre sus pensamientos. Amaba a Dominic Savage,
siempre lo había amado, reconoció. Nunca hubo otro hombre en su vida desde
que lo dejó ocho años atrás. Quería creer que entonces había cometido un
terrible error, que Dominic en realidad la amaba y que no había sido una
simple aventura para él. Aun cuando eso significara que todos esos años
habían sido un desperdicio, aún quería creer que él siempre la había amado.
Aún así, no era verdad. Sabía que no podía ser verdad.
Desde el principio comprendió que era demasiado bueno para ser cierto. Su
encuentro fue como una fantasía y, por supuesto, eso había sido...
Aquellas dos semanas en Surfers's Paradise fueron sus primeras vacaciones
lejos de su casa y de su madre. Había ahorrado durante todo el año para
pagárselas. En su primera noche allí, visitó el casino Júpiter, no para jugar, sino
sólo para verlo, ya que parecía ser el lugar más atractivo de todos. La intrigaba
la gente allí reunida y los juegos. Dominic estaba en una de las mesas de
juego. Tan pronto como Carrie lo vio, el resto de la enorme sala de jugadores
se desvaneció hasta convertirse en algo insignificante. Ella lo observó jugar y al
fin él levantó la mirada y la sorprendió mirándolo. Le sonrió y ella le devolvió la
sonrisa en una respuesta automática. Los brillantes ojos azules empezaron a
enviarle señales invitadoras... Aquella silenciosa coquetería era lo más
excitante que Carrie había experimentado en su vida.
Él no jugó durante mucho tiempo más. Le cedió su asiento a otra persona y
prácticamente raptó a Carrie, llevándosela a una discoteca, a cenar a un
restaurante y por último a su casa, un fabuloso apartamento con vistas a la
playa. Ella comprendió que no era de su clase social desde el primer momento;
no obstante, estaba tan ilusionada que no dejaba que la razón le dictara que no
debía estar con él. Su diferencia no quería decir que no pudiera penetrar en su
mundo, en particular cuando la invitaba y la quería allí con él.
Vivieron dos semanas de idilio. Dominic la mimaba. El dinero no era ningún
problema. La llevó a todas partes y le mostró las principales atracciones
turísticas de la Costa de Oro. Carrie podía tener todo lo que quisiera, aunque lo
que más deseaba era estar en su compañía. El momento que más disfrutó fue
cuando él, cierta noche, le cantó una melodía acompañado de su guitarra,
sentados en el balcón, con las estrellas encima de ellos y el suave sonido del
océano como fondo. Cuando Dominic le pidió que se quedara el mes completo
de sus vacaciones, Carrie aceptó gustosa.
El problema comenzó con la aparición del grupo de amigos de Dominic y de
inmediato resultó obvio que para quien había planeado las vacaciones del
grupo, ella no estaba incluida en sus planes. Había una mujer que sobraba
entre las otras, y era ella. Todas fueron muy inteligentes en hacérselo saber de
una forma no muy sutil.
Desde el principio, a Carrie no le agradó Alyson Hawthorn. Carrie intuyó que
era una chica muy problemática, en la que no podría confiar. A pesar de que
delante de Dominic era toda dulzura, a ella la trataba con grosería, exhibiendo
un aire de superioridad.
De ninguna forma encajaba Carrie en el grupo. Todos ellos, sofisticados en sus
actitudes, conocían medio mundo y estaban acostumbrados a todo lo que el
dinero podía comprar. Fastidiaron a Carrie sin misericordia... por lo menos las
mujeres lo hicieron... aunque nunca delante de Dominic.
En un principio, Carrie no le dio importancia. Teniendo a Dominic, no le
importaba. Podía ser que no encajara en su mundo; no obstante, lo soportaría,
y quizá lo superaría con el tiempo.
Pero nunca tuvo esa oportunidad. La culminación sobrevino en pocos días.
Dominic había ido con sus amigos a hacer esquí acuático mientras las chicas
tomaban el sol en la playa. Carrie se disculpó diciendo que tenía que hacer
algunas compras aunque cuando volvió, se obligó a reunirse con ellas en la
playa.
Al instante, Alyson empezó a provocarla.
—Carrie, ¿qué se siente al estar enamorada?
Las otras cinco chicas reían con disimulo ante lo que se avecinaba.
—Me las estoy arreglando muy bien —contestó Carrie con brusquedad.
— ¡Querida! Eres tan inocente —se burló Alyson—. Apuesto a que eras virgen,
y Dominic se ofreció a ejercer de tutor. Sin embargo, no esperes retenerlo, ya
sabes... Esto es sólo una advertencia, eres simplemente una temporal y
pequeña aventura.
—No te creo —protestó Carrie con vehemencia.
Alyson se encogió de hombros.
— ¡Peor para ti, querida! Y si necesitas alguna evidencia para poner las cosas
en su justa perspectiva... —levantó la mano izquierda y le enseñó una enorme
sortija de diamantes—... éste es el anillo que Dominic me regaló como muestra
de sus serias intenciones.
Si sólo se hubiera tratado de Alyson, Carrie no le habría creído. Incluso cuando
las otras chicas afirmaron que Alyson y Dominic estaban comprometidos para
casarse, Carrie aún se aferró a la creencia de que todo aquello no era más que
una cruel broma. Pero ellas tenían respuesta para todo.
A la pregunta acerca de la evidente infidelidad de Dominic, se burlaron de ella
y la ridiculizaron.
—Todos lo hacemos —explicó Alyson—. Sin embargo, cuando sobreviene el
matrimonio, querida, lo único que cuenta es el patrimonio. El dinero se casa
con el dinero. Esa es la forma en que el mundo funciona.
— ¿Por qué no llevabas puesto ese anillo de compromiso antes? —preguntó
Carrie.
La sonrisa de Alyson se redujo a una mueca.
—Dominic quería estar un poco más tiempo contigo.
— ¿Y por qué me lo enseñas ahora?
Alyson exhaló un suspiro de impaciencia.
—No soy celosa, pero ya me estoy hartando de tus empalagosos ojos verdes
que siguen a Dominic por todos lados como un perro, y de los mimos que él te
hace. El problema con Dominic es que tiene un buen corazón, en particular con
la gente pobre. Ya es hora de que despiertes, quiero decir de que te des cuenta
de que te estás convirtiendo en un estorbo.
Las otras chicas secundaron esa opinión.
Alyson asestó el golpe final con infinito cansancio.
—Carrie, ¿por qué no nos haces un favor y te largas de aquí? Estás fuera de
este ambiente y ya no nos resulta muy divertido. Dominic ya te ha hecho
muchos favores estas últimas semanas. Ha conseguido que te lo pases bien, ¿o
no? Bueno, haz algo por él. Desaparece rápidamente, coge el autobús, regresa
a dondequiera que pertenezcas y juega con los de tu clase.
Pensó que mucho de lo que Alyson le dijo era cierto, incluso el empalagoso y
tierno amor que Carrie sentía por Dominic. Demasiado herida para tener un
encuentro con él delante de Alyson, Carrie se dirigió al apartamento e hizo su
equipaje. Le resultaba imposible quedarse, dada la actitud de sus amigos hacia
ella. Sin embargo, no quería partir sin hablar con Dominic primero. A pesar de
lo doloroso que pudiera resultarle, todavía albergaba la esperanza de que él en
realidad compartiera lo que sentía.
Cuando terminó de hacer su equipaje, miró por la ventana de la sala,
esperando a que Dominic regresara. Cuando él por fin volvió a la playa, Carrie
pudo ver cómo Alyson iba a su encuentro. Hablaron y él la tomó de los brazos
como si pensara abrazarla; después tomó la toalla que ella le llevaba. Volvieron
a donde estaban los otros y se tumbaron en la playa con ellos.
Carrie se dijo que indudablemente Alyson era la mujer con quien Dominic se
casaría. La desesperación que había sentido en aquel entonces era la misma
que sentía ahora. Nada había cambiado respecto a ellos. Ella aún era una
aventura para él, una relación diferente de la que mantenía con su esposa.
Lo más sensato que podía hacer era salir de inmediato de su vida, como lo
había hecho ocho años atrás. Sin discutir con él. El problema era que eso no
era tan simple en las actuales circunstancias. Y ella lo deseaba incluso más que
antes. Lo quería para ella y para Danny.
La mente de Carrie continuó dando vueltas en círculos tortuosos. Cualquiera
que fuese el rumbo que tomaran sus pensamientos, aún existía un hecho
ineludible: Dominic estaba casado. Era posible que él ignorara ese hecho, pero
ella no. Tener una relación con un hombre casado, aunque lo estuviera con esa
mujer, no era algo aceptable para Carrie.
Si él en realidad la amaba y la deseaba para compartir su vida, para estar
juntos, para ser el padre de Danny, debía divorciarse de Alyson.
Pensó que podría decirle eso. No obstante, eso no era lo que él quería
escuchar; de otra forma se lo habría dicho.
Se sorprendió cuando Danny llegó a casa de la escuela. Ni siquiera había
notado el paso del tiempo. Aún llevaba puesto el traje que se había puesto esa
mañana y se había olvidado de comer. Danny estaba hambriento después de
un día tan emocionante, y Carrie preparó de inmediato el té de la tarde.
Su corazón se contrajo al escuchar a Danny elogiar las maravillas de su nueva
escuela, la antigua escuela de Dominic, la cual estaba mucho más allá de sus
posibilidades. Al niño le agradaron todos sus maestros. Las instalaciones
deportivas eran grandiosas, e incluso había una sala de ordenadores para
practicar.
—Y el profesor ha dicho que tendremos clases de informática los jueves y
viernes. ¡No puedo esperar hasta mañana! —Rebosaba entusiasmo—. En Fiji no
teníamos ordenadores.
Al escucharlo, Carrie se consoló con la idea de haber tomado una buena
decisión al dejar Fiji. Quería que Danny tuviera oportunidad de instruirse y
destacar en lo que quisiera.
Si llegaba a un acuerdo con Dominic, Danny permanecería en esa escuela y
seguramente tendría la mejor educación que su dinero pudiera pagar. Pensó
que tal vez debería olvidarse de sus escrúpulos.
Y a Danny le caía simpático. Claro, era natural, después de que Dominic lo
rescatara de la institución de beneficencia y lo llevara de vuelta con ella. Y
todas las emocionantes cosas que habían sucedido desde que Dominic entró
en sus vidas... el fabuloso apartamento, la ropa nueva, la escuela... Y todas las
cosas buenas que vendrían, si ella aceptaba lo que Dominic le proponía.
Aunque, ¿por cuánto tiempo?
Tarde o temprano, su hijo empezaría a hacer preguntas acerca de su relación.
¿Cómo se lo explicaría ella?
Carrie refrenó su confusión interior tanto como pudo y se concentró en
responder con naturalidad a la emoción de Danny. Fue un alivio cuando llegó la
hora de acostarse.
Sin embargo, la chica pasó en vela la mayor parte de la noche, pensando.
Al día siguiente empezó a redactar solicitudes de trabajo. Cada mañana
revisaba los anuncios de empleo del Heraldo Matutino de Sidney.
Los días transcurrieron y Carrie continuó mandando su curriculum. Esperaba
ansiosa que alguna respuesta le llegara por correo. Deseaba que la gente
decidiera con tanta rapidez como ella. Aunque Dominic le había dicho que
esperaría una respuesta sin presionarla, ella sospechaba que no aguardaría por
siempre. Aún evitaba cualquier contacto con él, temerosa de flaquear sin el
soporte de un empleo seguro.
La decoración del apartamento continuaba y la preocupación de Carrie
aumentó al ver que todo estaba a punto de finalizar y ella todavía no tenía un
lugar definitivo dónde vivir. Sintió un secreto alivio cuando Gina le anunció que
tardaría un poco más, por lo menos des meses debido a los muebles del
comedor, que se habían mandado hacer. Con seguridad para entonces Carrie
tendría asegurado algún trabajo y sabría a dónde se mudaría.
Varias semanas después de la última vez que Carrie vio a Dominic, el doctor
Burridge llegó al apartamento. Carrie comprendió al instante que Dominic lo
había mandado para examinarla. Sintió una punzada de culpa. Después de
todo lo que había hecho por ella, al menos debió llamarla por teléfono para
apaciguar cualquier preocupación sobre su estado de salud. A pesar de que no
tenía ningún deseo de someterse a otro examen médico, pensó que sería
ingrata y descortés si despedía al doctor Burridge.
Además, casi no tenía que prestar atención a lo que el médico le pudiera decir.
Ella sabía que ahora evolucionaba bien casi cada día. Sólo en ocasiones tenía
ligeros mareos, y esto sucedía invariablemente cuando se agachaba y
levantaba con rapidez.
En efecto, cuando hizo pasar al médico, la sorpresa de éste ante su apariencia
se hizo evidente. Sin embargo, aún quiso utilizar el espantoso estetoscopio y
Carrie no tuvo más remedio que resignarse una vez más.
—Bien jovencita, tengo que reconocer que después de todo no necesitarás que
te hospitalicen —declaró al final con una sonrisa de satisfacción—. Te has
cuidado bien; de hecho, eres uno de mis mejores casos.
Carrie no pudo resistir esbozar una expresión de triunfo.
—O sea que he hecho lo adecuado. Me he recuperado yo misma.
—Te lo diré de este modo —le corrigió el médico—. Esta vez ha funcionado bien
—luego añadió pensativo—: Déjame decirte que si no hubiera creído que
funcionaría, habría regresado antes. Contigo he tenido que utilizar la más
avanzada tecnología que se conoce en la profesión médica.
Carrie lo miró atónita.
— ¿Usted cree que hizo algo conmigo para que yo mejorara?
—Por supuesto.
Carrie experimentó una justa indignación. No podía permitir que él se saliera
con la suya con esa declaración.
— ¿Qué técnica ha utilizado? —le preguntó.
—Inactividad magistral. Sólo los mejores médicos la usan.
—En otras palabras, dejar que la naturaleza siga su curso —sonrió Carrie. —Es
una triste realidad que las camas de los hospitales están repletas de pacientes
que sufren enfermedades iatrogénicas —proclamó haciendo gala de su
terminología médica—. Un médico inteligente sabe cuándo dejar que la
naturaleza siga su curso.
— ¿Qué quiere decir iatrogénicas?
—Ah, una condición inducida por el médico. —Los conejillos de indias de los
médicos —le acusó con franqueza—. Es lo que pensaba.
—Como te he dicho antes, con frecuencia es mejor dejar trabajar a la
naturaleza.
—Quiere decir que no me aconseja hacer nada más que lo que estoy haciendo.
Un travieso destello apareció en los ojos del médico. —Hay una cosa más que
puedes hacer para que te recuperes más rápido.
1¿Qué es? —preguntó Carrie con escepticismo.
—Enamorarte, querida. Definitivamente, es la mejor cura. No puedo darte
mejor consejo.
Carrie lo miró con una seria sospecha. ¿Estaría abogando por Dominic, o habría
percibido demasiadas cosas en aquel primer encuentro en su despacho?
—Me temo que está exagerando —opinó con frialdad.
—De ninguna manera —el médico mostró su desacuerdo con una sonrisa—. El
amor es extremadamente útil y benéfico.
Carrie no discutió. Era obvio que el hombre tenía razón. Aunque ella habría
podido alegar que sus dos benéficas semanas de enamoramiento habían sido
muy poco en comparación con ocho años de desgaste emocional y lágrimas.
Sin embargo, no expresó ninguna de esas preocupaciones. Le regaló al doctor
Burridge una deslumbrante y saludable sonrisa al verlo partir.
Con la conciencia tranquila por la idea de que el informe del médico borraría
cualquier preocupación que Dominic tuviera por su salud, continuó con sus
insistentes esfuerzos por encontrar una nueva vida para Danny y para ella.
Cierto día que estaba leyendo el periódico, echó un vistazo a las páginas de
sociedad, que rara vez leía. Una fotografía llamó su atención. No tuvo que leer
el titular para saber de quién se trataba. Alyson Hawthorn. «Alyson Savage», se
corrigió.
Su primer impulso fue volver la página con rapidez y olvidarse de esa mujer.
Ver a Alyson sólo le recordaba a Dominic y eso la dolía. Arrojó a un lado el
periódico y salió del apartamento.
No obstante, de algún modo, cuando regresó, un desagradable impulso la
obligó a mirar de nuevo la fotografía. Se dijo que era una curiosidad morbosa
acerca de la clase de vida que llevaba la mujer de Dominic. Tenía que mirar,
leer, demostrarse a sí misma que estaba haciendo lo correcto al negar la
relación que Dominic pretendía tener con ella.
Alyson no estaba sola en la fotografía. La acompañaba un hombre que parecía
lo bastante mayor como para ser su padre; Carrie pensó que probablemente lo
era, hasta que leyó al pie de la foto:

Sonrientes y orgullosos, la aristocrática Alyson Hawthom y el magnate


cervecero, Howard Slater, han confirmado que contraerán matrimonio
tan pronto como finalicen los trámites de sus respectivos divorcios.

Carrie leyó y releyó las palabras: apenas se atrevía a creerlas. Alyson había
vuelto a utilizar su apellido de soltera, y estaba embarazada, aunque no de
Dominic.
Emocionada, se dijo que el matrimonio de Dominic había terminado. Por tanto,
no había impedimento para iniciar una relación con él, una relación de toda la
vida. Dominic no era un inmoral al pedirle que se quedara con él. ¡Había un
futuro posible para ellos! Aterrada, pensó que había estado a punto de cometer
el peor error de su vida. Si no hubiera seguido el impulso de leer la noticia
acerca de AJyson, habría abandonado Sydney, sin saber que tenía todo el
derecho del mundo a disfrutar de una segunda oportunidad con Dominic. Y
llevaba haciéndolo esperar una respuesta durante casi tres semanas...
En ese momento saltó y corrió al teléfono, preocupada por la idea de que
Dominic se hubiera rendido a causa de su largo silencio. Le temblaban los
dedos al marcar el número que la señora Coombe había anotado para ella. Su
mente era una mezcla de pensamientos caóticos: miedo, esperanza, necesidad
y un profundo amor desesperado, todos clamando por expresarse.
La voz autoritaria de la señora Coombe le llegó, deseando saber quién la
llamaba. Carrie trató de calmarse, de hablar con sensatez, de pensar en cómo
cruzaría la brecha que había creado con su ignorancia sobre el estado civil de
Dominic.
—Soy Carrie Miller, señora Coombe —anunció.
1¡Oh, querida! —La secretaria mostró una genuina ansiedad—. ¿Qué sucede?
¿En qué te puedo ayudar?
—Todo está bien, señora Coombe —le aseguró con rapidez—. Me preguntaba
si podría hablar con el señor Savage en algún momento. Sé que es un hombre
muy ocupado y que no hay prisa, pero le estaría muy agradecida si me hiciera
saber cuándo sería conveniente verlo —como la señora no dijo nada, continuó
titubeante—: No quiero interrumpir nada. Si usted me dice cuándo puedo
volver a llamar...
—Las prioridades son prioridades. Cualquier llamada tuya tiene alta prioridad. Y
yo sé cuándo es una llamada urgente. Espera un segundo, querida. Te pongo
en contacto con él de inmediato.
Carrie apenas tuvo tiempo para recobrarse de saber que era una «alta
prioridad» en el ocupado mundo de Dominic. En seguida escuchó su voz a
través de la línea.
-¿Carrie? ¿Qué sucede?
—Dominic. No quería interrumpirte. En realidad no pasa nada —parecía que no
podía ordenar sus pensamientos.
Él se mostró preocupado por su confusión al preguntar:
— ¿No te habrá molestado el hecho de que el doctor Burridge te haya visitado,
verdad Carrie? ¿Ha encontrado algo malo?
—No, estoy mucho mejor. ¿Es que no te lo ha dicho él?
Él se aclaró la garganta.
—Sí. Tú no me llamabas, y estaba preocupado.
—Siento mucho haberte hecho esperar tanto, Dominic, pero yo... —aspiró
profundamente y abordó el propósito de la llamada—. He tomado una decisión.
Me gustaría verte otra vez... si todavía quieres.
Hubo un momento de electrizante silencio. Luego:
—Carrie... —era un tembloroso susurro cargado de alivio—. Eso sería
maravilloso —añadió él con fervor.
Un intenso mareo invadió a Carrie, pero no se debía a su debilidad. Era alivio,
alegría y turbulenta liberación de todas sus emociones reprimidas durante
tanto tiempo.
—Te debo mucho. He pensado que... si estás libre esta noche, podría
prepararte una cena. Es lo menos que puedo hacer por...
—Estoy libre. ¿A qué hora?
—A la hora que te sea posible.
— ¿A las seis es muy temprano? Puedo dejar la oficina tan pronto como ordene
algunas cosas y entonces iré directamente para allá.
—Bueno, Danny y yo siempre cenamos a las seis y media, aunque... —iba a
añadir que a las seis estaba bien; sin embargo, no tuvo tiempo. —Entonces
estaré a las seis y media. —A Danny le encantará. Adora la escuela, Dominic.
—Carrie, no quiero causarte molestias. Podemos salir a cenar fuera.
—No, quiero cocinar para ti, Dominic. Algo especial. Será un placer.
—Y mío también —soltó un profundo suspiro—. Esperaré ansioso el momento,
Carrie.
—Yo también —colgó el auricular con los ojos inundados de lágrimas.
Pensó que quizá fuera una locura quererlo tanto aún. Una especie de
incertidumbre empezó a invadirla, aplastando su alegría recién nacida. Quizá
Dominic la quería para consolarse de la pérdida de Alyson. Su orgullo debió de
haber resultado herido al saber que su mujer estaba embarazada de otro
hombre.
Quizá por eso se sorprendió cuando ella llamó a Danny «su bebé» el primer
día; por eso quería llevarla a su casa con él y por eso pensó en su esposa
cuando Carrie mencionó los rumores que sus acciones provocaban. No habría
nada más satisfactorio que llevarse a su amante a su casa mientras Alyson
jugaba a vivir con el magnate que trataba de revivir su juventud. «Ojo por ojo»,
pensó Carrie.
El deseo de Dominic por ella debía de estar parcialmente motivado por la
necesidad de desquitarse, de herir el orgullo de su esposa.
Tal vez, al fingir que Carrie era lo que quería, haría todo más aceptable para él.
Y ella estaba justo en el lugar adecuado, a la mano, todavía cautivada por su
atractivo.
Con un furioso destello de resolución, Carrie luchó contra todos sus temores.
Era estúpido pensar en todas esas cosas negativas. Dominic sentía algo por
ella. No podía creer que todo se debiera solamente a su buen corazón, como
Alyson le había dicho. Tenía que ser algo más que eso. Probablemente no era
la clase de amor que ella quería; sin embargo, era algo que podía crecer.
Ya no era una inexperta chica de diecinueve años. Esa noche podría
demostrarle lo buena anfitriona que era capaz de ser. Pero sobre todo, ella lo
amaba más que cualquier otra mujer podría hacerlo. Tenía mucho que darle si
en realidad la deseaba para siempre. Por lo menos ella conseguiría que la
quisiera para siempre... como ella a él.
Había una oportunidad para que todo funcionara.
¡Incluso la más leve oportunidad era mejor que nada! Significaba mucho, no
sólo para ella, sino también para Danny.
«Por favor, Dios mío, haz que todo salga bien», rezó con fervorosa pasión. «
¡Deja que me quiera por lo que soy! No dejes que me engañe otra vez. Esto
significa demasiado para todos...».
Capítulo 10
DOMINIC llegó treinta minutos antes de la hora acordada. Carrie acababa de
ponerse un ligero vestido dorado y beige y se encontraba en el baño
cepillándose el cabello cuando sonó el timbre. Fue Danny quien lo recibió
mientras Carrie se pintaba los labios.
No sabía si era aprensión o placer lo que la hacía sentirse tan nerviosa; sin
embargo, en cuanto entró en la sala y vio a Dominic, la salvaje aceleración de
su pulso no le dejó duda alguna de que estaba en peligro de perder la cabeza y
además el corazón.
Aunque él llegó temprano, era obvio que había tenido tiempo de cambiarse el
traje formal. Llevaba un espléndido pantalón gris y una camiseta con diseños
marineros en gris y blanco. De alguna forma su masculinidad se acentuaba en
ese estilo de ropa. Los más íntimos recuerdos de Carrie se despertaron de
inmediato.
— ¡Mira lo que el señor Savage te ha traído, mamá! —gritó Danny con
emoción.
Ella no necesitó ver el ramo de rosas rojas, la caja de bombones, la botella de
champán. Una mirada a Dominic fue suficiente. Sus ojos le dijeron todo lo
necesario al posarse en los de ella, exigiendo una respuesta que ella no podía
ocultar por más tiempo. Él esbozó una sonrisa de intensa satisfacción.
—Estás preciosa, Carrie —dijo con suavidad.
Y de algún modo los años desaparecieron, y fue como la primera sonrisa que él
le brindó en el casino Júpiter. Carrie quedó completamente cautivada.
—Es cierto, mamá —manifestó Danny con una graciosa mueca—. Ya ni siquiera
estás delgada.
Ella rió con timidez, consciente de que se ruborizaba de placer. Forzó a sus
piernas a caminar, diciéndose que debería parecer elegante en todos los
sentidos.
—No tenías por qué haber traído todos esos regalos, Dominic. Me haces más
difícil corresponder a tu generosidad —lo reprendió con lo que esperaba fuera
una encantadora sonrisa.
—El estar contigo es más que suficiente para mí, Carrie —sus ojos azules
brillaban con un calor que le hacía arder la sangre en las venas.
«Quizá no sea una fantasía», pensó la joven. Quizá fuera tan real como había
creído ella hacía tiempo, antes de que Alyson y las otras lo convirtieran en algo
horrible; quizá fuera tan real como lo sentía en ese momento. Carrie se
recomendó firmemente ser precavida, refrenarse hasta que no hubiera
ninguna duda de la sinceridad de Dominic. Tenía que proteger a Danny del
dolor que una vez sufrió.
—Me las llevaré a la cocina y las pondré en un florero —comentó a la vez que
tomaba las rosas.
—Voy contigo para abrir el champán —se ofreció Dominic con rapidez.
— ¿Puedo abrir la caja de bombones y así ayudaros en algo? —sugirió Danny.
—Después de la cena —respondió Carrie, esforzándose por hablar con firmeza.
Durante las siguientes dos horas hizo un gran esfuerzo por mantenerse
tranquila. Los elogios de Dominic a los diferentes platos de la cena le
aseguraron que todos sus esfuerzos habían merecido la pena y que eran muy
apreciados.
La presencia de Danny ayudó a dar un toque de normalidad a la noche. El niño
charló con Dominic, reclamando gran parte de su atención. Carrie estaba
agradecida por el interés que demostraba Dominic hacía su hijo. No había la
más ligera señal de condescendencia en su conversación. Efectivamente, le
pareció que él escuchaba atento la narración de Danny acerca de su vida en
Fiji como si no hubiera oído suficiente al respecto.
Más tarde, por supuesto, a Danny le llegó la hora de acostarse. Fue entonces
cuando el niño quiso enseñarle su habitación a Dominic. Carrie se alegró de
dejarlos ir juntos mientras ella preparaba el café. Fue un error que de
inmediato lamentó. Le había ordenado a Danny prepararse para irse a la cama
sin pensar en la posibilidad de que pudiera cantar. El distintivo sonido del
pequeño ukelele debió de advertirla, pero se imaginó que Danny le diría a
Dominic que se trataba de un regalo de despedida del personal de Fiji, la isla
de recreo donde vivieron por última vez. Sin embargo, su complacencia se
desvaneció de inmediato al oír la clara voz de su hijo entonando la tradicional
canción de despedida. —Isa lei, na noqu rarawa...
Un escalofrío le recorrió la espalda. Dejó todo en la cocina y corrió por el pasillo
hasta el dormitorio.
— ¡Danny! —casi le gritó en su urgencia por detenerlo.
—Dom me ha pedido que le cante —se disculpó Danny, confundido por su
actitud.
— ¿Dom? —ahora fue el turno de Carrie de mostrarse confundida. Su mirada se
desplazó del niño que se encontraba sentado con las piernas cruzadas en la
cama al hombre que ocupaba la silla cercana.
—Le he dicho a Danny que puede llamarme así —explicó Dominic.
Sus ojos azules la desafiaron a negarle el derecho de hacerlo. Su relación con
Danny había llegado a un grado de intimidad que ella no había esperado. Al
menos no tan rápido. Desvió la mirada, más preocupada por lo que tenía que
hacer.
—Danny, te he dicho que es la hora de dormir —señaló con reprobación.
— ¡Vamos, mamá! ¡Sólo unos minutos más! —Exclamó el niño en son de
protesta—. Dom quería que cantara Isa Lei. Le estaba diciendo que se la he
cantado a todos los niños de mi clase. El profesor me llevó con el director del
coro durante el recreo y tuve que cantar para él también. Me dijo que me
pondría en la escuela de música de inmediato.
—No me contaste eso —comentó Carrie con cierta exasperación.
—Ha ocurrido hoy mismo. Lo olvidé hasta este momento. No puedo recordarlo
todo. Lo único que recuerdo es que el director del coro dijo que no había oído
una voz tan buena como la mía desde que Dom estuvo en la escuela.
El corazón de Carrie se detuvo un instante. No podía mirar a Dominic.
—Podría cantarme algo —propuso Dominic con tono apacible.
Carrie aspiró con fuerza para calmar su agitación interna. Esa escena la estaba
superando. Aun así, sus miedos y aprensiones podían ser infundados. Tomó
una rápida decisión.
—Sólo una canción —expresó con firmeza.
—Y un verso —añadió Danny, y antes de que ella pudiera contradecirlo,
empezó a tañer su pequeño instrumento.
Era la más alegre de las canciones, y también la más triste. Muy a menudo, a
través de los años, había invadido el corazón de Carrie con una incontrolable
emoción y arrancando lágrimas a sus ojos. De alguna forma las palabras
estaban ligadas a su corta relación con Dominic, y automáticamente tradujo lo
que Danny cantaba.
Isa, Isa, tú eres mi único tesoro
Debes dejarme, muy solo y desamparado
Cuando las rosas echan de menos el sol al amanecer
Cada momento mi corazón te anhela.
Isa leí, las sombras púrpuras caen
Triste el mañana amanecerá sobre mi pena
¡Oh! No olvido, cuando tú estás tan lejos.
Momentos preciosos junto a la bahía Nanuya.
Era evidente que Danny estaba embargado por la nostalgia de cantar la
canción una vez más. Carrie no pudo detenerlo en esa ocasión. El daño ya
estaba hecho, y para terminar de arreglar las cosas, Dominic se le unió,
pronunciando las palabras que conocía.
Carrie los observó con horror. Sus peores temores se hicieron realidad frente a
sus ojos. Dominic no sólo parecía resentirse de la pérdida de su mujer,
embarazada por otro hombre, sino que miraba con creciente anhelo a Danny.
Realmente creía que había encontrado a su hijo, y Carrie no sabía cómo
quitarle esa idea de la cabeza.
¿Y dónde quedaba ella? No quería que Dominic la quisiera y amara a causa de
Danny. Sin embargo, era egoísta querer que Dominic la amara a ella sola.
La última y persistente nota flotó en el aire. Carrie miró a su hijo, tratando de
valorar lo que sentía. A pesar de que Danny nunca lo había expresado, ella
sabía que deseaba la figura de un padre. Eso era muy natural, y era cierto que
a ella no le importaría que esa persona fuera Dominic, si su relación fuera
permanente.
—Ha sido precioso, Danny —comentó Dominic con tranquilidad.
— ¡Caramba! Ojalá pudiéramos hacer esto más a menudo —respondió Danny
con sinceridad—. Mamá es fenomenal, pero es incapaz de cantar.
—Claro que puedo —se defendió Carrie con desesperación.
—No como Dom, mamá.
Ese era un hecho que no podía refutar.
—Tengo una guitarra en casa —dijo Dominic con suavidad—. Si quieres, puedo
traerla la próxima vez que venga, y así todos podemos cantar juntos.
— ¡Sería estupendo, Dom! —Expresó Danny con entusiasmo—. Me encantaría
aprender a tocar la guitarra —agregó con franqueza.
Dominic se echó a reír.
—Bueno, si tu madre lo aprueba, te puedo enseñar algo. Sólo recuerda que ella
es la que manda, Danny.
Carrie se sintió aliviada… Todo estaba bien. Dominic no asimilaría un papel que
no le correspondía.
—No tienes inconveniente, ¿verdad, mamá? —preguntó Danny con ansiedad.
—Siempre y cuando no le impongas nada a Dominic. No debes pedir más allá
de lo que se te ofrece —lo reprendió ella con delicadeza.
Danny le lanzó una mirada preocupada a Dominic. —No quería molestarte.
—Está bien, Danny. Me encantaría —aseguró él. Los dos sonrieron
mutuamente; sus ojos azules reflejaban un íntimo entendimiento.
—A la cama —dijo Carrie con voz ronca, adelantándose para tomar el pequeño
ukelele y ponerlo sobre el escritorio.
Danny estaba muy contento. Animado, les dio las buenas noches a los dos. Al
darle un beso a Carrie, murmuró:
—Pídele a Dom que venga mañana por la noche, mamá.
—Ya veremos —respondió ella sin comprometerse—. Ahora sé bueno y
duérmete.
Dominic se dirigió a la sala cuando Carrie apagó la luz y cerró la puerta del
dormitorio. Se quedó parada en el pasillo durante varios segundos,
recuperando la compostura, diciéndose que no sería inteligente dejar que las
cosas fueran demasiado rápido entre ellos. Esto fue lo que hizo antes. Le
convenía moverse con más cuidado en esa ocasión.
Decidió ir primero por el café. Después, cuando fue a la sala, tendría algo que
hacer y no se sentiría tan tensa, tan consciente de la intimidad que Dominic
parecía pretender crear entre los dos. Era mejor mantener el encuentro en un
plano puramente amistoso.
Cuando Carrie entró en la sala, llevaba una bandeja que contenía un plato de
pasteles especiales que había preparado, además de las tazas de café.
Dominic estaba de pie cerca de los grandes ventanales, aparentemente
contemplando la ciudad y las luces del puerto. Se volvió en el momento en que
la oyó entrar y avanzó con rapidez para ayudarla con la bandeja.
—No, está bien, gracias —dijo Carrie con una sonrisa nerviosa—. Por favor...
siéntate y relájate.
Él tomó asiento en uno de los sillones pequeños.
—Me gusta la decoración de esta sala, Carrie —hizo una observación
apreciativa—. Es muy cómoda.
—Todo esto es el trabajo de Gina Winslow, Dominic —se apresuró a decir ella
—. En realidad yo no elegí nada. Gina me preguntó cuáles eran mis gustos en
estilo y color, y por casualidad siempre estuvimos de acuerdo en lo que
quedaría mejor. Nunca impuse mis ideas. Yo jamás haría eso.
Una pequeña y extraña sonrisa revoloteó en los labios de Dominic.
—Bueno, debo utilizar los servicios de la señorita Winslow en mis futuros
proyectos. Es obvio que tiene buen gusto.
—Y es muy eficiente —agregó Carrie deleitada por la aprobación de Dominic y
además por darle todo el mérito que Gina merecía—. Lo hizo todo con gran
rapidez. Si no fuera porque el juego de sillas del comedor aún tardará, ya
tendrías de nuevo este apartamento funcionando la semana próxima, y yo
estaría fuera de inmediato.
—No hay prisa. De hecho... —vaciló, frunciendo el ceño.
—No debes preocuparte por mí —señaló Carrie de inmediato—. Ya me siento
mejor para conseguir trabajo.
Él la miró perplejo.
—No debes ni siquiera pensar en conseguir trabajo todavía —protestó con
vehemencia—. Estás muy bien; no obstante, para mejorar más debes tomarte
tu tiempo. No merece la pena correr el riesgo —se inclinó hacia adelante y sus
ojos se clavaron en los de ella casi con una expresión de súplica—. Y no
pienses siquiera en mudarte de aquí. Por lo menos, no hasta... bueno, no hasta
que toda la decoración esté terminada, de cualquier forma. Y probablemente
habrá más retrasos. Sólo cuando todo esté terminado habrá que pensar en tu
traslado a otro lugar. No es mi intención ponerte en la calle. Seguramente ya
sabes que antepongo tus necesidades a cualquier otra cosa.
Así parecía, pero a la vez que Carrie deseaba creerle, todavía tenía algún
recelo.
—Puedo mantenerme a mí misma y a Danny, Dominic —expresó con
tranquilidad y añadió con dolor—: No al nivel al que tú estás acostumbrado,
pero...
— ¡No, Carrie! —La interrumpió él y en su rostro apareció una expresión de
angustia—Lo has pasado muy mal todos estos años y deseo facilitarte las
cosas. Por favor... ya es suficiente con saber todo lo que has sufrido sin la
ayuda de nadie.
—Tuve mucha ayuda —insistió ella. Su orgullo se imponía una vez más—. La
gente de Fiji es la más adorable de la tierra, en particular cuando se trata de
los niños. Amar y ser amado es todo lo que importa en la vida. A Danny nunca
le hizo falta esa comodidad; siempre fue un niño feliz.
— ¿Y tú? ¿Fuiste feliz durante todos estos años, Carrie?
Ella bajó la mirada y sirvió más café.
—Algunas veces sí fui feliz. Otras no —manifestó con llaneza—. La vida no es
muy agradable cuando se tienen grandes responsabilidades.
—Me gustaría hacer que tu vida fuera agradable, Carrie —comentó Dominic
con suavidad.
Ella terminó de servir el café, arreglándoselas para no derramar nada.
Entonces levantó la mirada hacia él. —Eso no es posible, Dominic, ya que no
soy una persona despreocupada. Me preocupan muchas cosas —esbozó una
leve e irónica sonrisa—. Sin embargo, gracias por ser tan amable conmigo y
con Danny.
El sonrió con ironía a la vez que se inclinaba hacia adelante para servirse
azúcar.
—Danny es un niño estupendo, Carrie. Has hecho un maravilloso trabajo al
educarlo. Estaría muy orgulloso de él... si fuera mi hijo.
El corazón de la joven se contrajo. La tentación de contarle toda la verdad vibró
en su lengua durante varios segundos antes de renunciar a ello. Pasar una
noche placentera juntos no era una prueba de lo que sería un compromiso de
por vida.
—Estoy muy orgullosa de él —comentó con rigidez.
—Y yo estoy deseoso de pasar más tiempo con él.
¿En realidad no te importa mi sugerencia acerca de la guitarra?
—Por supuesto que no. A mí me encantaba... —iba a decir «cuando tú tocabas
y cantabas para mí», pero se detuvo—. ¿Todavía te gusta tocar?
Dominic adoptó una extraña expresión, como si se burlara de sí mismo.
—Me temo que lo dejé hace muchos años. En algún momento a lo largo de este
tiempo perdí la alegría por la música.
Carrie frunció el ceño.
— ¿Entonces por qué le has hecho ese ofrecimiento a Danny?
—Carrie, quiero volver a intentarlo. Quiero intentar muchas cosas nuevamente.
Cosas que me importaban antes... mucho, pero que sin la gente idónea para
compartirlas... dejaron de tener sentido para mí.
«Alyson consiguió que nada de aquello tuviera sentido», pensó Carrie con
amargura. No entendía, nunca entendería por qué Dominic no se dio cuenta de
ello antes de comprometerse en matrimonio con esa mujer. Por fortuna ahora
estaba terminado. Nada se ganaba viviendo del pasado. Si ella le
proporcionara a Dominic el futuro que el esperaba...
Sonrió.
—Me temo que Danny se ha hecho muchas ilusiones acerca de tu habilidad,
Dominic. Más vale que empieces a practicar si quieres satisfacer sus
expectativas.
Él se relajó.
—Estoy seguro de que puedo tocar lo suficiente como para satisfacer a un niño
de siete años. Sin embargo, practicaré. No desilusionaré a mí... compañero de
canto.
—Avísame cuando estéis listos para dar un concierto —sugirió ella—. Danny
quiere que vengas mañana por la noche otra vez, aunque creo que eso sería
comprometerte.
—De ninguna manera —se apresuró a negar Dominic—. Si mañana por la
noche no tienes compromisos, estaré encantado de venir. Simplemente dime si
estás de acuerdo, Carrie. No seseo abusar de tu hospitalidad.
—Disfruto cocinando para un invitado tan agradecido —le aseguró ella—. Sólo
una cosa: prométeme que no traerás más regalos.
—Trataré de refrenarme —su sonrisa sugirió un doble sentido reforzado por sus
ojos.
Carrie se llevó la taza a los labios para atajar el violento surgimiento de deseo
que se extendió por todo su cuerpo. Ninguno de los dos parecía tener algo que
decir mientras tomaba el café. Carrie procuró desesperadamente encontrar
otro tema de conversación. ¡Algo seguro!
Él se levantó con la tensión vibrando en su cuerpo.
—Creo que será mejor que me vaya, Carrie —dijo con rapidez.
La desilusión la hirió inesperadamente. Dejó su taza con rapidez y se levantó
del sofá hecha un manojo de nervios. Sus ojos buscaron los de él; necesitaba a
toda costa conocer sus sentimientos.
—He disfrutado muchísimo de la noche, de la compañía y de la cena —comentó
Dominic, y luego hizo un gesto triste—. No quiero excederme en mi
agradecimiento, Carrie.
—No podrías, Dominic —las palabras brotaron con espontaneidad. La
necesidad que tenía de él era demasiado intensa como para disimular.
—Carrie... esto significa un gran riesgo si doy un paso en falso. Sólo contigo me
doy cuenta de que no puedo confiar en mí mismo para comportarme como sé
que debo hacerlo.
— ¿Cómo debes comportarte?
Sabía que había sido una locura preguntarle eso; era como jugar con fuego.
Aún así, no había podido dejar de hacerlo. El deseo que él trataba de reprimir
destellaba en sus ojos. Su pecho se expandió al aspirar profundamente. La
batalla por controlarse continuaba.
—Ha sido una larga espera, Carrie —manifestó con voz áspera—. Puedo
esperar un poco más... hasta que te demuestre lo que tenga que demostrarte
para que confíes en mí. ¿Si me voy ahora todo estará bien o no?
El tono de desesperación de su voz conmovió a Carrie.
—Sí —fue una explosión de sus propios sentimientos contenidos—. Sí —repitió,
a pesar de que sus ojos reflejaron la incontrolable necesidad que se revolvía en
su interior, la necesidad que con tanta desesperación necesitaba ser satisfecha
desde hacía tanto tiempo...
—Carrie... —él avanzó hacia ella con las manos extendidas, tratando de
alcanzarla, y luego las dejó caer. Una expresión de angustia apareció en su
rostro y sacudió la cabeza.
—Tengo que irme. Gracias por...por dejarme venir.
—Dominic.
Fue una súplica espontánea e imprevista, pronunciada cuando él ya empezaba
a alejarse de ella. Su llanto lo detuvo y sus ojos se encontraron. Un doloroso y
cruel deseo afloraba entre ellos, más allá de cualquier control, y la distancia
que los separaba fue repentinamente cerrada con violencia. El choque de sus
cuerpos aniquiló todo pensamiento coherente.
Sólo quedaron las sensaciones: los fuertes abrazos de Dominic alrededor de
ella; el calor de su boca extendiéndose por el cabello de Carrie en una
apasionada ráfaga de besos; las manos moviéndose con ansia febril; los labios
que se en encontraban, para alimentarse del deseo que brotaba como un
veneno...
—Si esto está mal, no sé qué es lo que está bien —gimió Dominic contra sus
labios—. Dímelo, Carrie. Dime que tú deseas esto tanto como yo.
-Sí...
Dominic no necesitaba preguntar más. La levantó en brazos y la condujo al
dormitorio impulsado por una necesidad que no podía esperar para ser
satisfecha.
Capítulo 11
QUIZÁ fue la respiración de Dominic lo que despertó a Carrie de su ligero
sueño. Tenía la cabeza apoyada sobre su hombro, y él la sostenía con firmeza
contra su cuerpo con un brazo. Incluso en sueños parecía que Dominic no la
dejaba ir. Pensó que era hermoso estar a su lado, entrelazados en la intimidad.
Para ella era como estar en casa. Tuvo la sensación de que estaba en el lugar
adecuado.
Habían hecho el amor varias veces, hasta que el cansancio los venció.
Ahora la luz de la mañana se filtraba por las cortinas resucitando la conciencia.
Miró el reloj. Eran más de las cinco. Danny se despertaba normalmente a las
seis y media. Carrie se tranquilizó de nuevo; una dulce sonrisa de satisfacción
se dibujó en sus labios al volverse hacia el hombre recostado a su lado.
Dominic...
Su nombre era como una canción jubilosa dentro de ella. Deslizó la mirada por
la firme musculatura de sus hombros, la anchura de su pecho. Él siempre había
tenido un físico magnífico, y el simple hecho de mirarlo la excitaba ahora. Con
delicadeza, tiró de la sábana hacia abajo. Le encantaba la firmeza de su
trasero. Era perfecto. Y sus poderosas y musculosas piernas. Tembló de placer
cuando su mirada recorrió los muslos... No pudo evitar tocarlo. Toda la noche
había sido como abrir un tesoro enterrado durante años. El estómago se le
contrajo por el glorioso placer de saber que él era todo suyo.
Se inclinó para besar la curva de su cuello y le rozó el pecho con las puntas de
sus senos. Sus pezones se estremecieron de excitación. Con una repentina
sensualidad, empezó a frotarlos contra la piel de Dominic mientras deslizaba
los labios por el hombro y una mano por su duro estómago.
Con mi cuerpo te idolatro...
Las palabras de una antigua ceremonia de matrimonio acudieron a su mente.
Suspiró de felicidad al imaginarse casada con Dominic. Tenerlo así, estar con
él, para siempre. Él la amaba. Ahora estaba segura de ello, y le demostraría
que podía ser una buena esposa. No sólo en la cama, sino a su lado en
cualquier circunstancia.
De pronto se dio cuenta de que él estaba despierto. En el mismo momento de
su descubrimiento, el brazo de Dominic la asió con fuerza. Tenía los ojos azules
bien abiertos, y resplandecían de placer. Sonrió ante su perplejidad.
—Carrie, puedes despertarme así a cualquier hora —comentó con sensualidad.
Ella se rió algo cohibida, dichosa de que él estuviera feliz y de que aún la
deseara a pesar de los excesos de la noche.
— ¿Es hora de que me vaya? —preguntó él con un matiz de ansiedad en su
voz.
—Pronto.
— ¿Cuándo?
—Danny se despierta a las seis y media.
Él exhaló un suspiro de alivio, miró su reloj y entonces sonrió.
—Eso nos da suficiente tiempo —levantó una mano para apartarle el cabello de
la mejilla y colocárselo detrás de la oreja. Su mirada era tan cálida y amorosa
que le producía un cosquilleo en la piel.
Inclinó la cabeza y la besó. Carrie le echó los brazos al cuello, invitándolo a
tomar lo que quisiera de ella. Él la besó una y otra vez, empujándola poco a
poco hacia una apasionada entrega.
Deslizó una mano hacia sus senos y frotó con delicadeza sus pezones erectos,
excitándolos hasta endurecerlos. Carrie gimió cuando flechas de placer se
dispararon a través de su cuerpo.
—Me encanta acariciarte los senos, Carrie —murmuró él—. Son tan suaves...
Entonces deslizó la lengua por sus pezones, excitándola cada vez más. Cuando
la sintió convulsionarse, Dominic deslizó una mano entre sus muslos para
mitigar el doloroso deseo.
—Dominic... por favor... —gimió ella al borde de la desesperación.
Él se movió, llevándola con él, a la vez que se colocaba boca arriba.
—Hagamos el amor, Carrie —pronunció con una mirada llena de sensualidad;
sus manos la sostenían y la guiaban hacia él.
Con lentitud y timidez, ella fue dándole cabida en el lugar que siempre había
reservado para él.
Dominic deslizó las manos por sus caderas, deleitado.
—Eres tan exquisita, Carrie. Tocarte, mirarte, probarte, sentirme inmerso en ti
como ahora... es la mayor maravilla del mundo.
Todo el amor que ella siempre había sentido por él fluyó incontenible y no
pudo, no quiso negarle las palabras que él le había pedido que pronunciara
unas semanas antes.
—te amo, Dominic.
—Lo sé —asintió él con suavidad. Había un destello de feroz resolución en sus
ojos—. Ya nunca nos separaremos. ¡A pesar de todo lo que suceda!
— ¡No podemos quedar prendidos así para siempre! —bromeó ella.
—Me parece una gran idea.
—Mmm... —ronroneó Carrie, ejecutando un ondulante movimiento de caderas.
Dominic respiró rápidamente. Todo su cuerpo se puso rígido por un momento.
Después la sujetó por la cintura y tomó el control, transportándola a un nivel
de salvajes sensaciones, más rápido, más profundo. Sólo cuando Carrie vio que
Dominic alcanzaba el climax, su cuerpo tembló en respuesta y pareció
derretirse alrededor de él.
Dominic la abrazó y le frotó la espalda con lentas y sensuales caricias. Al final
inclinó la cabeza para besarla con fervor.
—Ya es hora, Carrie —murmuró—. Creo que debo irme.
—Sí —ella suspiró con resignación—. Gracias, Dominic.
Él le brindó una triste y leve sonrisa.
—Es una lástima. Bueno, existe la promesa de esta noche.
—Sí —ella le devolvió la sonrisa y sus ojos recompensaron su preocupación con
un brillo de agradecimiento—. No olvides traer tu guitarra.
Él rió y la besó en la punta de la nariz.
—Tú eres la música de mi vida —susurró para después soltarla y bajar de la
cama—. Y te lo recordaré esta noche, con guitarra o sin ella —se irguió con
orgullo al dirigirse al baño.
Carrie se sentó y se abrazó las rodillas. Sus ojos recorrieron la habitación que
Gina había decorado para ella, deleitada por todo lo que veía.
Ahora podía permanecer allí.
Dominic quería que se quedara. Después de todo desde el principio había
querido llevarla a su casa y ella había sospechado que era eso lo que en
realidad deseaba. Sin embargo, él había sido cuidadoso al no apresurar las
cosas, al no presionarla, lo cual la hacía sentirse feliz. No estaba preparada
para trasladarse a su casa a menos que él se propusiera casarse con ella.
Él no le había hablado de matrimonio, pero le había dicho que no se separarían
jamás. Carrie se dijo con firmeza que debía ser paciente. Tenía que
demostrarle que sería la esposa apropiada para él. Por el momento,
comprendía que él no quisiera hablar de matrimonio, después del desastre
ocurrido con AJyson. Además, su divorcio aún no se había concretado. Por lo
menos el tiempo estaba de su lado en esa situación.
La única pregunta que necesitaba ser contestada era aquella que la había
torturado a través de los años, e incluso últimamente. ¿Qué fue lo que Dominic
vio en Alyson Hawthorn para elegirla como esposa?
Se dijo que en realidad no tenía sentido que el dinero y las propiedades
influyeran en su elección.
Seguramente la familia de Dominic era lo suficientemente rica como para no
necesitar una unión con otra familia acaudalada.
Parecía que había algo más que Alyson tenía... alguna cualidad particular que
Dominic identificó como de valor especial para un matrimonio.
Y si ese era el caso, Carrie necesitaba averiguar qué era para poder cultivarlo.
No era sólo curiosidad; le urgía saberlo. Ahora que tenía una segunda
oportunidad, no deseaba que él encontrara algún defecto en ella o en su unión.
Él salió del baño, duchado y afeitado. Estaba tan espléndido que la chica se
olvidó en seguida de sus pensamientos. Dominic sonrió amenazador.
—Si continúas mirándome así, Carrie, todas mis buenas intenciones se irán por
la ventana. Estás demasiado tentadora, amor mío.
Ella rió y se cubrió los senos con la sábana.
—No estoy seguro de que eso sea lo mejor —se quejó él.
—Creo que deberías vestirte y dejar de burlarte de mí —replicó ella con
amabilidad.
Él se echó a reír, disfrutando del relajado ambiente que había entre ellos, y
empezó a recoger su ropa del suelo.
Carrie lo observó vestirse con gran placer. Se dijo que así sería cada mañana si
estuvieran casados. ¿O acaso Dominic sólo quería que fueran amantes?
Esa incertidumbre le hizo recordar la pregunta acerca de Alyson. Tal vez
debería esperar. Tenía el presentimiento de que si no lo hacía abriría la caja de
Pandora, la cual sería mejor mantener cerrada. Si Dominic estaba muy dolido
por su matrimonio, sería estúpido recordárselo.
Si aún la amara... después de esa noche, ¿ya no estaría interesado en Alyson?
La necesidad de saberlo la dominó. Además, ya había esperado demasiado,
tratando de no herir a nadie.
—Dominic...
Él levantó la mirada cuando se metía la camisa bajo el pantalón y sonrió. Carrie
aspiró profundamente.
—Hay una pregunta que me gustaría me contestaras, pero si no quieres no lo
hagas, no importa —añadió con precipitación, para no echar a perder la
armonía que había entre ellos.
—Adelante —la invitó él, animado.
—Bueno... ¿te importaría decirme...?
Dominic la miró inquisitivo y ella finalizó la pregunta con apuro.
— ¿...qué fue lo que te atrajo de Alyson?
Él se quedó inmóvil, como petrificado. La mente de Carrie le gritó que había
cometido una grave equivocación. El pasado era el pasado. Había sido estúpido
indagar en aquello cuando el futuro se vislumbraba tan brillante.
—Carrie... —su voz era áspera—. ¿Qué te hizo pensar que a mí me atraía
Alyson?
Ella sintió que el corazón se le encogía. La estupefacción fue seguida por una
dolorosa tormenta de confusión.
—Bueno, tenía que haber alguna razón... La mirada de Dominic le demostró
que cualquier sentimiento que hubiera experimentado por Alyson estaba
olvidado.
—No he debido preguntar. Lo siento. Ya no importa.
— ¡Claro que importa! —él avanzó hacia ella, se sentó en la cama a su lado y la
tomó de los hombros, forzándola a mirarlo.
—Carrie, yo sé que es importante. Tienes que decírmelo.
La confusión de ella empeoró. Pensó que los papeles se habían invertido. Era él
quien tenía que revelarle cosas a ella. Sacudió la cabeza, diciéndose de nuevo
que no debería haberle hecho esa pregunta.
—Por favor, Carrie... dime una razón por la que yo podía encontrar atractiva a
Alyson.
El apremiante tono de su voz sólo sirvió para aumentar la sensación de
irrealidad que estaba experimentando Carrie. No podía entenderlo. Nunca lo
haría.
—Nunca entenderé qué es lo que viste en ella —expresó con torpeza,
deseando que él sólo le contestara o se olvidara del tema.
— ¿Y si te digo que no vi nada en ella?
Los ojos de Carrie se llenaron de dolorosa acusación. ¿Por qué trataba de
engañarla ahora? ¿Qué objeto tenía? ¿Por qué no podía decirle sólo la verdad?
Esa parte de sus vidas estaba terminada. No tenía que esconderlo ni
convertirlo en algo diferente. Todo lo que ella quería era entender.
— ¿Entonces por qué te casaste con ella? —le preguntó, forzándolo a que
contestara.
El horror y la incredulidad se dibujaron en el rostro de Dominic.
— ¡Casarme con ella! —las palabras brotaron de sus labios con un rechazo
violento—. ¡Casarme con esa mentirosa y manipuladora mujerzuela!
Se levantó de la cama y empezó a pasear por la habitación con extrema
inquietud. Carrie lo observó estupefacta.
— ¿No te casaste con ella? —le preguntó confundida.
-¡No!
La explosiva negativa hizo añicos cualquier control que aún le quedara. Lo miró
fijamente, intentando entender las consecuencias de su revelación. Si no
estaba casado con Alyson, por lógica no se estaba divorciando...
—Te casaste con otra mujer, entonces —infirió.
—Carrie...
Ella notó su esfuerzo por controlarse. La tensión se dibujaba con claridad en su
semblante. Él se aproximó a la cama y se sentó, tomándole en esa ocasión las
manos.
—Sí, me casé con otra mujer —le confesó—. Siento mucho que esto te duela.
Su nombre era Sandra Radcliffe. No estaba presente en aquel verano. Creo que
no llegaste a conocerla.
—No tiene importancia —comentó ella a la defensiva—. No he debido
preguntar —sin embargo, sabía que sí importaba. No podía evitar el tono de
desesperación de su voz.
—Carrie por favor, entiéndelo...
Ella pudo detectar la súplica en su voz. Quería entenderlo. Lo deseaba
desesperadamente, por lo que le prestó toda la atención de que fue capaz.
—Durante años traté de encontrarte, hasta que por fin perdí la esperanza. Mi
vida estaba vacía... solitaria... fue entonces cuando conocí a Sandra. No la amé
como te amo a ti. Nunca lo hice. Tenía treinta años y deseaba tener hijos.
La fecha o la razón de su matrimonio no importaba realmente, se dijo Carrie.
La inexorable verdad era que no estaba soltero. Tenía una esposa y Carrie
había cometido adulterio con él. No sentía dolor desde luego. En realidad, ella
no era culpable. Sin embargo, había sucedido.
Recordó con torpeza lo que Dominic había tratado de decirle acerca del
retirarse sin tocarla. Él incluso había admitido que no estaba bien... aunque
tuviera la sensación de estar en lo cierto.
¡Aún así no estaba bien! Nunca lo estaría. Dominic estaba casado con otra
mujer.
—Sandra no pudo tener hijos —continuó Dominic con tristeza—. Sin embargo,
me necesitaba, Carrie...
—Por supuesto —susurró ella con la garganta seca—. Lo entiendo, Dominic.
Lo entendía perfectamente. Cualquier mujer casada con Dominic lo necesitaría
durante el resto de su vida. Ya no podía soportar oírlo hablar de su esposa; no
cuando el recuerdo de su ilícita intimidad le causaba tanto dolor.
—Creo que será mejor que te vayas. Se está haciendo tarde —señaló con
firmeza. Él frunció el ceño. —En cuanto a Alyson...
—Tuve una idea equivocada acerca de ella. Eso es todo —lo interrumpió ella
con rapidez.
La joven pensó que era extraño que su mente pudiera trabajar tan bien
mientras su brillante y nuevo mundo se desmoronaba a su alrededor.
—Y ahora sé que no estuvo bien. No quiero continuar con eso. Prefiero que
dejes el tema, Dominic. Ya me siento demasiado tonta.
Él la miró con pesar, frustración y desilusión. Al final adoptó una expresión
resignada.
— ¿Es lo que querías saber o no, Carrie? —preguntó con tono amable.
—Sí —se apresuró a contestar ella.
—No quería molestarte —los ojos de Dominic buscaron los de ella con
ansiedad. Era obvio que deseaba ponerlo todo en su lugar antes de retirarse—.
Créeme, soy feliz al tenerte conmigo otra vez, Carrie. En cualquier forma que
pueda.
El cuerpo de la chica tembló por la satisfacción que acababa de perder.
—Sí —convino. Era la palabra más fácil de decir. Su conciencia la acusaba por
haber abusado demasiado de ella últimamente, por lo que se refería a Dominic.
—Entonces te veré esta anoche —dijo él y se inclinó para darle un beso de
despedida.
Ella sabía que no debía corresponderle, aunque una terrible desesperación le
atenazó el corazón y, antes de que supiera lo que hacía, le echó los brazos al
cuello y lo besó.
Cuando Dominic se apartó, sacudió la cabeza con ironía y aspiró
profundamente.
—Esta noche —murmuró como si necesitara repetir la promesa que le había
hecho antes de verse forzado a partir. Le dio una palmada cariñosa en la
mejilla como una última y tierna caricia.
—Dile a Danny que traeré mi guitarra.
Carrie inclinó la cabeza en señal de asentimiento; estaba demasiado
conmocionada para hablar.
Dominic sonrió y se fue, cerrando la puerta del dormitorio muy despacio y
cuidándose de no hacer ningún ruido que pudiera despertar a Danny.
Carrie, sentada, miró fijamente la puerta cerrada. Su corazón luchaba
ferozmente contra su conciencia. Pensó que podía dejar la puerta abierta otra
vez, y mantener a Dominic en su vida y dejar a su mujer a un lado.
Seguramente se divorciaría de ella con el tiempo y...
Y quizá no lo haría... Su esposa lo necesitaba.
En ese momento Danny llamó a su puerta y dijo:
—Mamá, ¿estás despierta?
— ¡Espera un minuto!
Se levantó de la cama, recogió su ropa y con rapidez se puso una bata.
« ¿Y qué hay de los derechos de Danny?», se preguntó al abrirle la puerta a su
hijo. Aun así, sabía que no existía ningún argumento. Nunca habría alguno. No
utilizaría a su hijo para conseguir nada de Dominic. Y menos en ese momento.
Los vivos ojos azules de Danny brillaron.
— ¿Se lo preguntaste, mamá?
Ella frunció el ceño.
— ¿Qué y a quién Danny?
—A Dom. Si va a venir esta noche con su guitarra.
La ansiedad que se pintaba en el rostro del niño conmovió a Carrie. ¿Era
correcto mantener al niño lejos de su padre? ¿Era mejor tener un padre a
medias que no tenerlo? Dominic podía ser muy bueno con él.
—Tiene otros compromisos, Danny —indicó.
— ¡Oh! —el pequeño se mostró desilusionado.
« ¿Y cuántas otras desilusiones tendríamos cuando Dominic tuviera que estar
con su esposa? ¿Qué excusa le daría por su ausencia de la noche anterior?
¿Qué excusa daría por esta noche? ¿Cuándo empezaría a darnos excusas a
Danny y a mí?», pensaba la joven.
Carrie sacudió la cabeza. No podría vivir con esa situación. Era mejor para
Dominic no saber que Danny era su hijo, y mejor para Danny saber que él era
su padre. Quizá podrían ser amigos...llegado el momento.
Carrie desechó con violencia ese pensamiento. No había respuesta para su
dilema, aunque debía encontrarla, y antes de esa noche.
Capítulo 12
POR primera vez la suerte estaba de su lado. La respuesta llegó con la
correspondencia, en forma de acuse de recibo a una de las solicitudes de
empleo de Carrie. Una respuesta positiva. Le ofrecían un puesto como jefe de
cocina en el restaurante de un hotel de Mudgee. Se le facilitaría un alojamiento
con teléfono. El gerente la necesitaba con urgencia. Quería que aceptara el
trabajo tan pronto como fuera posible.
Eso significaba que podía ser de nuevo independiente por completo. Tendría un
lugar para vivir y unos ingresos para mantenerse. Se encontraba en una
situación comprometedora allí, en el apartamento de la compañía APIC, con
Danny matriculado en una escuela que pagaba Dominic. Con ese trabajo, ella
le pagaría todo lo que le debía. En términos de dinero, por supuesto.
A pesar de que se le rompía el corazón por dejarlo otra vez, sobre todo
después de lo sucedido, si él estaba realmente preparado para rehacer su vida
con ella y con su hijo, la opción seguía abierta. Aunque otra persona resultara
lastimada.
Dominic podría elegir entre dejar su matrimonio o conservarlo.
Si decidía conservar su matrimonio, entonces Danny y ella se irían. El amor a
medias sin un compromiso total no era algo con lo que ella estuviera dispuesta
a conformarse.
Llamó al hotel Mudgee y aceptó el trabajo. El gerente le indicó el tren que
debía tomar desde Sydney para llegar a su nuevo hogar. Ella le informó que
llegaría por la mañana. En esa ocasión no intentaría huir de la vida de Dominic
sin hablar antes con él.
Estaba a punto de hacer las maletas cuando sonó el timbre del portal. De
inmediato supuso que era Gina, por lo que se quedó perpleja cuando por el
telefonillo descubrió que se trataba de la señora Coombe. Se preguntó qué
estaría haciendo allí en un día de trabajo.
Carrie esperó en el vestíbulo, confiando en poder rechazar cualquier
intromisión de la secretaria de Dominic. La señora Coombe salió del ascensor
con un estuche para guitarra y le dedicó una benevolente sonrisa.
—Hola, querida. ¡Dios mío, tienes un sorprendente efecto sobre el señor
Savage! —sus ojos grises parpadearon—. ¡Se ha llevado su guitarra a la oficina
y se ha puesto a cantar! ¡Nunca lo he visto tan contento! Tuvo que asistir a una
conferencia en Peppers, en el valle de Hunter, y me pidió que pasara a dejarte
la guitarra para evitar que volviera a por ella. De todos modos no llegará tarde,
querida. El helicóptero estará esperándolo para volver de inmediato a Sydney.
Carrie estaba demasiado sorprendida para hablar. Además, estaba
avergonzada por esa inusual serie de confidencias por parte de la señora
Coombe; por ello no tuvo coraje suficiente para detener a la formidable dama,
que entré en la sala y colocó el estuche sobre uno de los sillones.
— ¡Oh, qué bonito! —miró a su alrededor sin perderse ningún detalle del genio
decorativo de Gina—. Está muy cómodo y agradable. Admiro tu buen busto,
querida.
—Es el trabajo de la señorita Winslow, señora Coombe. Yo no he tenido nada
que ver en ello.
— ¡Por supuesto! —Exclamó con ironía—. Bueno, debo decir que ha realizado
un maravilloso trabajo. ¿Te importa si echo un vistazo en las otras
habitaciones?
Considerando que la señora Coombe ostentaba el más alto puesto como
secretaria ejecutiva de APIC, y quizá tenía la responsabilidad de hacer los
preparativos necesarios para el alojamiento de los clientes, Carrie pensó que
no le quedaba más remedio que acceder a su petición.
—Por supuesto que no me importa —al oír que sonaba el timbre de nuevo, se
sintió aliviada de tener una excusa para no acompañarla—. Por favor,
discúlpeme, señora Coombe. Vaya y mire todo lo que quiera.
Era Gina, y Carrie se puso muy contenta de recibirla. Aparte de que la
compañía de la señora Coombe la incomodaba, quería despedirse de su amiga
y contarle de lo encantado que había quedado Dominic con su trabajo.
Constituía siempre un placer tratar a un gran profesional y poder elogiar su
trabajo, y con certeza Gina era acreedora de esos elogios. Era una gran
persona.
Sin embargo, en el momento en que salió del ascensor, la decoradora la miró
frunciendo el ceño.
—Me temo que te traigo malas noticias. Recordarás que te dije que el juego de
comedor lo traerían en dos meses. Bueno, habrá un retraso con los materiales,
y no me garantizan una pronta entrega. Lo único que podemos hacer es
esperar y ver qué es lo que pasa.
—No te preocupes, Gina —la tranquilizó Carrie—. Por pura coincidencia,
Dominic... el señor Savage... me explicó ayer mismo que seguramente habrá
más retrasos.
— ¿De verdad? —preguntó Gina con una pequeña y maliciosa sonrisa.
—Sí. Y piensa que has realizado un brillante trabajo hasta ahora. Incluso dijo
que se acordaría de ti para otros proyectos.
La sonrisa de Gina adquirió deslumbrantes proporciones.
—Eso me agrada. ¡Este trabajo ha sido un verdadero sueño!
— ¿Tienes prisa, Gina, o te queda tiempo para tomarte una taza de café? —
preguntó Carrie.
—Un café me sentará muy bien —respondió la decoradora—. He andado de un
lado para otro toda la mañana.
Fueron hacia la cocina, sólo para ser detenidas por la mirada de la señora
Coombe, que avanzaba por el pasillo con un brillo beligerante en los ojos.
— ¿Qué significan todas esas maletas?
Carrie hizo una mueca. No tenía sentido mentir.
—Señora Coombe, estoy haciendo las maletas porque me voy mañana
temprano —contestó con sinceridad.
— ¡Te vas! —exclamaron a coro Gina y la señora Coombe, cada una con el
mismo gesto de horror.
Carrie las miró confundida por su vehemente reacción.
—Desde el principio estaba claro que mi presencia aquí era provisional. He
encontrado un trabajo y un lugar dónde vivir.
No quiso decirles dónde. Podía imaginar a Dominic siguiéndola sólo porque no
había conseguido lo que quería. Si tenía que desligarse de él, más valía que lo
hiciera con dignidad, como en el pasado.
— ¡Tú no puedes aceptar un trabajo en ningún lugar! —le espetó la señora
Coombe.
Carrie empezaba a enfadarse. En realidad eso no le incumbía a nadie más que
a ella.
—Tengo derecho a hacer lo que me plazca, señora Coombe —manifestó con
firmeza.
Esa respuesta encolerizó a la mujer mayor; sin embargo, se limitó mirarla con
severa censura.
— ¡Verdaderamente eres la criatura más desagradecida que he conocido!
— ¿Yo? ¿Desagradecida? —Carrie apenas podía dar crédito a sus oídos—. ¿Con
quién? ¿Cómo que soy desagradecida?
La señora Coombe se irguió con formidable autoridad. Sus ojos grises reflejaron
una intensa desaprobación.
—El señor Savage te compró este apartamento y lo decoró completamente a tu
gusto...
— ¡Señora Coombe, está usted total y terriblemente equivocada! —La
interrumpió Carrie, asombrada por las conclusiones a las que había llegado la
secretaria de Dominic—. Para el puesto que tiene, debería estar mejor
enterada. Este apartamento no es para mí. Pertenece a APIC, para dar
alojamiento a los ejecutivos de la compañía, sus socios y clientes.
La secretaria echaba fuego por los ojos.
—APIC no tiene nada que ver con esto. La compañía nunca se ha molestado
por tal cosa.
— ¡Es cierto! —Argumentó Carrie con vehemencia—. . Usted no sabe.
— ¿Que yo no sé? ¡Mi querida niña, soy la secretaria de confianza del señor
Savage, antes lo fui de su padre durante veinte años! ¡No hay nada que yo no
sepa!
— ¡Bueno, pues usted está equivocada respecto a esto! —contestó Carrie con
terquedad, negándose a ceder ante sus tácticas amedrentadoras.
— ¡Te aseguro que no lo estoy! El contrato preliminar que el señor Savage
firmó incluía una cláusula penal. Si el contrato definitivo se retrasaba o no se
llevaba a efecto dentro de los dos meses siguientes, él tendría que pagar
muchos miles de dólares a la semana por daños y perjuicios. ¡Y sólo por tener
este apartamento disponible a la mayor brevedad posible y poder instalarte
ese mismo día! Incluso los agentes lo encontraron sorprendente e inexplicable.
Fue el peor de los tratos que el señor Savage ha hecho en su vida, y sólo
porque debía hacerse con rapidez. ¡Por ti! —finalizó con aire triunfante.
Carrie la miró con incredulidad. —Usted tiene que estar bromeando —murmuró
con debilidad.
— ¡Nunca he bromeado en mi vida! ¡Por ninguna razón! ¡Nunca! —La señora
Coombe descargó toda su autoridad sobre Gina—. ¡Dile a la señora Miller las
instrucciones que recibiste del señor Savage! —le ordenó.
—Señora Coombe... —Gina se inquietó. Miró con cautela a uno y a otro
adversario—. No puedo hacer eso -empezó a decir con incertidumbre—. Le di
mi palabra al señor Savage.
—Por favor, haz lo que se te dice. En este asunto yo hablo por el señor Savage
—declaró la señora Coombe—. Yo misma te elegí y ahora te lo ordeno de parte
del señor Savage, Por lo tanto, haz lo que te digo o las consecuencias...
créeme... serán que nunca volverás a trabajar para APIC otra vez.
Los angustiados ojos de Gina se volvieron hacia Carrie y no tuvo más remedio
que comenzar a hablar.
—Es verdad... Las instrucciones que me dio el señor Savage fueron de
cerciorarme de todo lo que te gustaba y hacer lo posible para complacerte. Él
quería que te sintieras feliz aquí, que tuvieras todas las cosas que te gustaran
sin que el precio constituya objeción alguna. Todo lo que tú imaginaras debía
de conseguirlo de un modo u otro. Sólo debía ser cuidadosa para que no te
dieras cuenta de que todo se hacía especialmente para ti. Mi trabajo debía
terminar rápido para que tú te sintieras cómoda a la mayor brevedad posible,
excepto por una pieza importante, la cual debía ser retrasada.
—El juego del comedor —murmuró Carrie con torpeza.
—Sí. El señor Savage me llamó esta mañana y me pidió que retrasara aún más
la entrega —Gina exhaló un suspiro—. Siento mucho haberte engañado, Carrie,
pero no vi. ningún daño en ello. Además, te pusiste tan contenta con mi
trabajo. En realidad me ha encantado trabajar para ti y darte el placer que el
señor Savage deseaba. Por favor, créelo.
—Sí —susurró aturdida Carrie. Se sentó en el sofá más cercano y trató de
encontrar sentido a todo lo que Dominic había hecho por ella desde el
momento en que la dejó aquella primera tarde, antes incluso de que viera a
Danny o sospechara que podía ser su hijo. Había hecho todo aquello, lo había
preparado todo, se había gastado miles de dólares... ¡sólo por ella!
— ¿Por qué? —Murmuró mientras miraba a la señora Coombe buscando
respuestas—. ¿Cómo ha podido hacerlo?
— ¡Cuando el señor Savage decide hacer algo, lo hace y punto! —afirmó la
secretaria, categórica—. El motivo es tan obvio. Aunque no le ames, por lo
menos podría demostrarle un poco de gratitud.
—Señora Coombe... —toda la angustia abrigada en su mente y corazón se
vertió en su voz—. ¿Y qué hay de su mujer?
—Aquello terminó más o menos hace dos años. Al mismo tiempo que su padre
murió. ¿No comprendes lo desgarrador que es que las dos personas que más
quieres mueran casi al mismo tiempo?
Era una pregunta retórica y no necesitaba contestación. Carrie se limitó a
mirarla sin poder hablar.
—Hubo más que un decente período de luto para Sandra. No puedes privarlo
de algo de felicidad ahora, después de todo lo sucedido, primero con su padre,
luego con Sandra... y tú estabas tan delgada y enferma que temía que tuvieras
cáncer también... y la aflicción que le causó... tu negativa de ir a un hospital o
ver a los médicos. Considerando la misma actitud voluntariosa y
autodestructiva que Sandra tomó... — ¿Su mujer...Sandra... murió? Era el
hecho más importante del torrente de palabras de la señora Coombe. Saber lo
demás ya reflexionaría más tarde. Su corazón ya saltaba con una fuerza
salvaje.
La señora adoptó una actitud de disgusto. —Por supuesto. ¿Es que no conoces
al señor Savage? Es el hombre más honesto que conozco, tanto en los negocios
como en su vida privada. ¿Eres tan ignorante que no te has dado cuenta de
que él nunca se interesaría por otra mujer estando casado? ¡Y hay pocos
hombres de los que puedo hablar así!
—Pensé... —Carrie suspiró con alivio—. He cometido una terrible equivocación.
— ¡Así es! —La señaló con un dedo al tiempo que la reprendía con firmeza—.
Ese hombre se merece un poco de consideración por tu parte. Una gran
consideración. Si hay algo que no puedo soportar es la ingratitud. Ya es hora
de que le devuelvas algo en lugar de perseguir tus propios y egoístas
intereses, en lugar de continuar con esa estúpida idea de conseguir trabajo e
irte. Podrías empezar por darle las gracias, y después...
— ¡Claro que lo haré, señora Coombe, lo haré! —sollozó de alegría Carrie,
sorprendiendo a la mujer al saltar del sofá y abrazarla y besarla en la mejilla.
— ¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó la señora.
—Le demostraré mi gratitud al señor Savage —contestó Carrie.
—Bueno... deberías hacerlo.
—Y le estoy muy agradecida a usted por habérmelo explicado todo —añadió la
joven con sinceridad.
La señora Coombe recobró su habitual compostura.
—De ninguna forma. Lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer, y yo soy la
persona indicada —miró con firmeza a Carrie—. Lo único que te pido es que no
le hagas saber al señor Savage nada de lo que te he dicho. Todo es a
discreción mía, de la cual tengo mucha. No obstante él no me lo agradecería.
Los hombres en ocasiones son muy difíciles en materia de orgullo.
—Ah, Carrie... —intervino Gina—. Si no te importa, preferiría que él no supiera
que yo te lo confesé todo también. Quiero decir... bueno, me gustaría trabajar
en más proyectos del señor Savage... con la ayuda de la señora Coombe.
Emocionada, Carrie la abrazó también.
—No te preocupes por nada. Te lo prometo y gracias por todo, Gina.
La chica se echó a reír y le devolvió el abrazo.
—Tú eres la cliente más fácil que he tenido. Un trabajo de sueño. Y déjame
decirte que si yo tuviera un hombre como Dominic Savage que quisiera
hacerme feliz, lo atraparía de inmediato y nunca lo dejaría escapar.
—No es tan sencillo como eso —expresó Carrie con pesar—. Existen cosas
entre nosotros...
¿Cómo confesarle la verdad acerca de Danny y explicarle por qué no se lo dijo
antes? No podía continuar así. Había que aclarar el pasado y no podía hacerlo
delante de su hijo.
Se dirigió a la señora Coombe: — ¿Puedo pedirle un último favor?
—Haré lo que sea necesario, con discreción. Y si tengo que ayudar en algo, lo
haré —la severa actitud de la señora Coombe se suavizó.
—Se trata de Danny. Quiero estar con el señor Savage a solas por un rato, si
fuera posible...
—Iré a buscar a Danny a la escuela y lo llevaré a la función de cine de la tarde.
Luego nos iremos a una hamburguesería. A mis chicos siempre les encantó
hacerlo. No te preocupes por él. Nos divertiremos muchísimo. Te lo traeré de
regreso a las siete. ¿Es suficiente tiempo?
—Si no es mucha molestia... —Carrie suspiró aliviada. Es usted un tesoro,
señora Coombe. Muchas gracias.
—De nada —no dio importancia a las palabras de Carrie a pesar de que su
rostro brillaba de placer—. El señor Savage tiene una voz muy bonita. Debería
cantar con más frecuencia —se aclaró la garganta y se dirigió a Gina con su
acento de sargento—: señorita Winslow, será mejor que nos vayamos. Tiene
mucho que hacer. Hay que apresurar la entrega del juego de comedor ahora
que ya nos hemos entendido y cambie todo lo que la señora Miller quiera
cambiar. Sólo que esa parte esperará hasta mañana. La señora Miller no tiene
tiempo para hablar de esas cosas ahora —a continuación se volvió hacia Carrie
—. Tú tienes mucho que hacer. Los trámites para ese empleo deben ser
cancelados de inmediato. Deshaz las maletas, guárdalo todo en su lugar y
prepárate para la visita del señor Savage.
—Tiene razón, señora Coombe —convino Gina con un travieso parpadeo en los
ojos al volverse para mirar a Carrie—. Nuestra amiga tiene muchas cosas que
hacer.
«Muchas más de las que Gina puede imaginar», pensó Carrie con nerviosismo.
Dominic la amaba, más de lo que ella hubiera soñado. Y ella también.
Y estaba Danny... su hijo. Dominic tenía que saberlo. Aunque las consecuencias
fueran desagradables por las explicaciones que tenía que darle, tendría que
contarle toda la verdad. Se lo debía. Si Dominic pudiera encontrar en su
corazón el perdón y el entendimiento...
Era un riesgo que debía correr de todas formas. No había vuelta de hoja, y ella
no deseaba que la hubiera. Sólo en la verdad se basaría su futura felicidad.
Capítulo 13
POR fortuna el gerente del hotel Mudgee tenía otro candidato al puesto que
Carrie rechazó, Deshacer las maletas no le llevó mucho tiempo.
No estaba segura de a qué hora llegaría Dominic. Lo más probable era que
pensara que lo esperaría a las seis y media como el día anterior, aunque
deseaba fuera más temprano. Necesitaba estar más de media hora a solas con
él.
Teniendo en cuenta que Danny no cenaría con ellos, y recordando que a
Dominic le gustaba la comida italiana, preparó una lasaña especial. Estuvo
indecisa respecto a qué ropa usar, hasta que por fin, eligió algo. De todas
formas, él la amaba. Rezaba porque aún fuera así, a pesar de lo que le había
dicho.
Alyson le mintió. La señora Coombe había insistido en que Dominic era un
hombre honesto, y alguien así no le haría el amor si estuviera comprometido
para casarse con otra mujer. Esperaba que él le perdonara la falta de confianza
en su amor; entonces entendería por qué lo había hecho. Ojalá lo hubiera
esperado aquel día. Había sido una tonta por no darle la oportunidad de
explicarse antes de partir, por permitir que sus pensamientos fueran
envenenados por aquella mentirosa en lugar de hacer caso a su propio
corazón.
Pensó en todos los años desperdiciados... Alyson se había burlado de todos: de
Dominic, de ella y de Danny. Carrie se preguntó por qué. Quizá esa mujer no
podía soportar que alguien más fuera feliz, que estuviera enamorado y tuvo
celos de lo que Dominic y ella habían compartido. Y al final tuvo éxito en su
cruel manipulación. Carrie no había creído que AJyson pudiera ser tan malvada,
ni que Dominic tuviera esa clase de amigos aunque nunca compartiera sus
actitudes, y mucho menos que en realidad la amara a ella.
Carrie continuaba revolviéndose entre la culpa y la esperanza, al miedo y la
desesperación cuando Dominic apareció. Eran más de las cinco y media
cuando salió del ascensor, y todas las emociones de Carrie de un amor
arrollador se cristalizaron. Él estaba allí por ella, el hombre a quien había
deseado tener durante tanto tiempo. Se lanzó a sus brazos con tanta fuerza
que él se quedó pasmado.
— ¿Carrie? ¿Sucede algo? —preguntó con ansiedad.
—Es sólo que te quiero muchísimo, Dominic —declaró ella con vehemencia.
Con delicadeza, él le sonrió; sus ojos azules brillaban de felicidad.
—Me alegra que me lo digas, Carrie. Con lo que sucedió anoche temí haberte
perdido de nuevo. Es bueno saber que todo está bien —de repente descubrió
una íntima inquietud en su rostro—. ¿Algo va mal, verdad? —Frunció el ceño y
sus ojos recorrieron la sala—. ¿Dónde está Danny?
Ella se separó un poco de él y reunió todo el valor de que fue capaz.
—Se ha ido con la señora Coombe a ver una película. Yo le pedí que se lo
llevara. Quería hablar contigo a solas.
El se tensó y la miró consternado.
—Carrie, si algo te preocupa, lo podemos solucionar.
—Eso espero, Dominic —asintió ella con fervor—. Ven, siéntate —lo cogió del
brazo y lo guió hacia la sala—. ¿Quieres algo de beber? —le preguntó, nerviosa.
—Ahora no, gracias, Carrie. Prefiero escuchar primero lo que tengas que
decirme.
La joven se dijo que tenía razón. No merecía la pena prolongar esa agonía. Lo
vio sentarse en uno de los sillones; sin embargo, ella sentía tal agitación
interior que no pudo imitarlo, se dirigió a los ventanales antes de obligarse a
volverse para mirarlo.
—No he sido justa contigo, Dominic —pronunció con vergüenza.
La expresión de preocupación de Dominic fue sustituida por otra de extrema
cautela.
— ¿De qué forma, Carrie? —preguntó con suavidad.
Ella sintió que una oleada de calor encendía sus mejillas. Se esforzó por
sostenerle la mirada, a pesar de la culpa que se le anudaba en el estómago.
—No creía que me amaras —reconoció.
Él inclinó poco a poco la cabeza, todavía con la misma expresión de reserva en
los ojos.
—Pero ahora sí lo crees —expresó.
—Sí. Y siento muchísimo haber tardado tanto tiempo...
—Eso ya no me importa, Carrie. Lo importante es que te tengo —señaló él con
tranquilidad.
Ella sacudió la cabeza.
—No lo entiendes, Dominic. Esta mañana... —respiró profundamente—. Esta
mañana, cuando me contaste lo de Alyson Hawthorn... durante todos estos
años yo creí algo distinto.
—Lo suponía, Carrie —repuso él con tono conciliador.
—No, no puedes saberlo. Yo... yo cometí una seria y terrible equivocación.
Él se levantó del sillón y con delicadeza deslizó las manos alrededor de sus
hombros, dándole un tranquilizador y ligero apretón. Sus ojos expresaron
compasión.
—Carrie. Dije que nunca te recriminaría y no lo haré —le prometió con ternura
—. Sé que hiciste lo que pensabas que era lo correcto en aquel momento.
Ella no pudo detener las lágrimas que brotaron de sus ojos. No se merecía su
comprensión ni su maravillosa generosidad, aunque le estaría eternamente
agradecida por ellas.
—Fue Alyson quien se interpuso entre nosotros, ¿no es cierto? —le dijo él con
tono suave.
—Sí —la palabra fue pronunciada con dificultad—. No sólo fue ella. Aquella
tarde, en la playa, todas las otras chicas me confirmaron que era verdad. A
pesar de que yo sabía que no encajaba en... tu ambiente social, de alguna
forma esperaba oírlo de tus labios, que me explicaras por qué me habías hecho
eso.
—Carrie, ¿qué te dijeron?
—Alyson llevaba un anillo de compromiso. Me dijo que tú se lo diste como
promesa de matrimonio, y que yo no era más que una aventura en tu vida.
Todas dijeron... que tú y tus amigos... tenías ese tipo de aventuras... y que no
significaba nada.
—Por eso me acusaste de ser promiscuo.
Ella asintió con la cabeza; sus ojos suplicaban su perdón.
—Carrie, te juro que nunca fui así —insistió él con firmeza—. Y jamás tuve nada
que ver con Alyson. Con frecuencia se me ofreció, pero nunca le hice caso o le
mostré interés alguno. Con seguridad eso hirió su orgullo, o pensó que tendría
una mejor oportunidad conmigo si te quitaba a ti de en medio.
—Supongo que yo le facilité sus propósitos —pronunció Carrie con tristeza—.
Te creo, Dominic, aunque cuando dejaste de esquiar, no me buscaste, sino que
te quedaste con ella y con los otros. Fue entonces cuando pensé que yo no era
lo que querías, que jamás sería como tú... como los otros.
—Fue culpa mía —murmuró él con un profundo suspiro—. Debí actuar de
inmediato —sus ojos suplicaron su comprensión—. Yo sabía lo que pasaba y la
forma en que te trataban. Aquella tarde, cuando salí del agua, tomé una
decisión. Te quería alejar de ellos, aunque en mi orgullo, pensé que aquello era
como huir, aceptar la derrota. Tomé a Alyson de los hombros... quería
estrangularla... y le di un ultimátum. Que te dejara en paz o que se fuera.
—Yo creía que no lo notabas... o que preferías ignorarlo. Que querías volver
con ella.
La mirada de Dominic estaba llena de un profundo arrepentimiento.
—Ya lo noté. Pero Alyson era toda dulzura y comprensión. Me dijo que aún
estabas de compras y que no habías regresado, así que decidí quedarme con
ellos y hacer las paces para que fueran más agradables contigo. Además,
comprendía que no tenía nada que hacer con ellos después de que las
vacaciones terminaran.
—No obstante, ellos eran tan superiores a mí...
—Vamos, Carrie, tú eres superior. Ellos estaban resentidos y celosos de ti.
— ¿Por qué?
—Porque tú poseías algo que ellas no tenían. Tú tenías alma, Carrie. Un alma
hermosa y receptiva que sabía amar, y un inocente corazón que no sabía
humillar, herir o destruir. El anillo que te mostró Alyson probablemente era el
que guardó cuando un desilusionado amigo mío decidió no casarse con ella.
Alyson es de las que toman y no dan nada. No se interesan por nadie excepto
por sí mismas. Y al quedarme con ellos en la playa aquella tarde, escuchando
sus mordaces comentarios y sofisticado cinismo, me sentí cada vez más
avergonzado de estar en su compañía. Sólo deseaba estar contigo.
Carrie se angustió al comprender hasta qué punto había malinterpretado las
acciones de Dominic aquel día.
—Lo único que puedo decir... es que parecías muy relajado y contento con
ellos.
—Los dejé luego, Carrie —le aseguró él—. Volví al apartamento para esperarte.
Esperé y esperé, y comencé a pensar que tal vez te había ocurrido algún
accidente. Llamé a la policía y me informaron que no había noticias de
accidente alguno. Entonces me metí en el dormitorio y me di cuenta de que tus
pertenencias no estaban —respiró profundamente—. Al principio no pude
creerlo. No podías haberte ido así, sin más. Registré a fondo toda la habitación,
tratando de encontrar algo que te perteneciera... pero no habías dejado nada.
No tenía tu dirección. Todo lo que recordaba era el barrio donde vivías en
Sydney. Me dirigí al hotel donde te habías alojado antes de que nos
conociéramos, y tu nombre no estaba registrado.
—Mi madre hizo la reserva por mí —recordó Carrie.
El corazón se le encogía cada vez más ante la evidencia de su preocupación.
—No tenían ninguna Miller registrada —la frustración era evidente en la voz de
Dominic—. ¡Ninguna!
—El apellido de mi madre era Wainwright. Se casó otra vez cuando mi padre
murió.
Dominic gimió.
—Carrie, existen mil quinientas veintisiete Millers en la lista telefónica de
Sydney, o existían cuando me puse a marcar el teléfono de cada una de ellas,
tratando de encontrarte. Déjame decirte que lo primero que hice fue volar a
Sydney. Durante semanas estuve interceptando cada autobús que entraba,
incluso después de que finalizara tu período de vacaciones. Estaba seguro de
que el siguiente pasajero ibas a ser tú. Pero nunca fue así.
El dolor que reflejaba su voz era demasiado real para dudar de él, y los detalles
de lo que había hecho entristecieron a Carrie aún más. La secuela de
circunstancias que se habían producido para que no se encontraran fue una de
las ironías más crueles e inmisericordes del destino.
—Me bajé del autobús en Taree —explicó ella—. No quería irme directamente a
casa. Sabía que mamá me interrogaría, ya que le había llamado para decirle
que me quedaría, y no estaba preparada para hablar con ella. Todo era tan
duro, tan vergonzoso... Cerca de una semana después, un grupo de mujeres
que conocí me llevaron a Sydney en su coche.
—Oh, Carrie, Carrie... —él la envolvió en sus brazos y la estrechó con fuerza—.
No tenías por qué avergonzarte... Intenté localizarte con desesperación... Era
todo lo que podía pensar. Recorrí en mi coche los barrios del oeste los fines de
semana, esperando encontrarte en algún lugar. Pregunté por ti en incontables
restaurantes. Me acusé de no averiguar más cosas de tu vida en lugar de
hablar de la mía sin cesar.
—Yo deseaba saber cosas de la tuya, Dominic. La mía era tan ordinaria y
limitada. Tú me enseñaste un nuevo mundo.
—Un mundo vacío... sin ti. Carrie.
Y la besó como un hombre hambriento, como si el tiempo fuera todavía un
enemigo y tuviera que aprovecharlo para llenar ese vacío, por miedo a que el
futuro fuera sólo un espejismo que desaparecería en cualquier momento.
Carrie respondió con igual pasión, asegurándole que le pertenecía y que
siempre sería así desde ese momento.
—Lo siento, Dominic —dijo con suavidad—. Lo siento por todo lo que hemos
sufrido. Porque yo te amaba. Nunca dejé de amarte. Si me hubiera quedado lo
suficiente para...
—No te culpes, Carrie —la interrumpió él—. Estuve ciego al no ver cómo podía
afectarte aquella situación. Tu partida fue lo que me abrió los ojos. Demasiado
tarde —murmuró con arrepentimiento.
—Aún tenemos el resto de nuestras vidas —le recordó ella, esperanzada.
— ¡Sí, gracias a Dios! Nunca pensé en darle las gracias por la enfermedad de
alguien, sin embargo, lo hice. Por la enfermedad que te trajo de vuelta a mí... a
pesar de que al principio me causó horror.
Ella le acarició la mejilla.
—Siento mucho lo que le ocurrió a tu esposa. No sabía nada de Sandra ni de
cómo murió hasta que la señora Coombe me lo contó hoy.
Él frunció el ceño.
—Cuando trajo tu guitarra, la interrogué —le explicó ella con rapidez—. No
sabía si aún estabas casado o no y...
— ¡Oh, Carrie! Perdóname, cariño. Nunca se me ocurrió que no lo supieras.
Incluso esta mañana, cuando me preguntaste por Alyson...
—El periódico publicó una fotografía de ella con un pie de foto que decía que se
divorciaba y se casaba con otro hombre. Pensé que estabas libre de nuevo.
Dominic, por eso te llamé...
Él cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula, — ¡Dios mío! ¿Quieres decir
que toda mi futura felicidad dependió de la casualidad de que vieras una
fotografía de Alyson en el periódico?
—Por una sola vez. Dios estuvo de nuestra parte —susurró Carrie, esperando
que le perdonara esa equivocación con tanta facilidad como le había
perdonado el resto—. Hay algo más que tengo que decirte.
Lentamente él abrió los ojos, mirándola con feroz resolución.
—Nada nos separará otra vez. Quiero que te cases conmigo. Prométeme ahora
mismo que lo harás. No soportaría que algo más se interpusiera entre nosotros.
Dime que te casarás conmigo.
La intensa energía de aquellas palabras eliminó hasta el último de los temores
de Carrie. El amor y la felicidad se alzaron dentro de su corazón y se reflejaron
en su semblante.
—Lo haré cuando tú lo dispongas. Deseo ser tu esposa por encima de todo y
compartir nuestra vida. Además, existe algo más que compartimos también.
2¿Qué es?
—Nuestro hijo.
Ella lo miró a los ojos con ansiedad, y ya no pudo descubrir ni la más ligera
sombra en la alegría que destilaban. Y la sonrisa que había brotado en sus
labios cuando aceptó su propuesta de matrimonio se transformó en una
enorme carcajada.
—O sea que Danny es mío —exclamó él con una expresión de gloriosa
satisfacción—. Estaba seguro de ello.
—Tenías razón el día que lo llevaste a la escuela —se apresuró a decir Carrie—.
No sé qué es lo que salió mal con las precauciones que tomamos; sólo te digo
que no hubo ningún otro hombre. Temía lo que harías si te confesaba que
Danny era tuyo. Creía que estabas casado con Alyson y...
El echó la cabeza hacia atrás y rió; después la levantó en brazos y giró con ella
como si fuera un niño.
—Entonces fue prematuro —comentó exultante—. Y cuando me pediste ayuda
para recuperar a tu bebé de la gente de la beneficencia, en realidad me pedías
ayuda para mi hijo.
—Sí. Lo siento.
— ¡Carrie Miller, tú no tienes vergüenza!
—Si hubiera tenido otra opción, no lo habría hecho. Sabía que era un paso
anticipado, pero estaba desesperada.
—Nunca volverá a ocurrirte algo parecido —le aseguró él. De pronto agregó—:
Así como tú diste pasos arriesgados, déjame decirte que yo di también los míos
en mi desesperación por mantenerte en mi vida desde aquel día en que
entraste en ella por segunda vez. Supuse que la suerte se pondría de mi lado
tarde o temprano. ¡Y lo hizo!
Ella no pudo decirle lo que sabía acerca del apartamento y la decoración. Le
había dado su palabra a la señora Coombe y a Gina. Aun así, lo amaba por todo
lo que le había hecho para retenerla y, de esa forma, asegurarse de que ella se
quedara donde pertenecía.
Con él.
— ¿Te gusta Danny? —preguntó con ansiedad.
—Lo adoro.
—Tiene tus mismos ojos —dijo Carrie.
—Y mi voz —agregó él, orgulloso, y en seguida se rió satisfecho—. Me moría
de ganas de que lo reconocieras anoche. Cuando no lo hiciste, pensé que tenía
que demostrarte mucho más.
—Casi me muero yo, también, cuando comenzó a cantar. Sólo pensé que era
mejor esperar... para ver.
—Le gusto, Carrie.
Ella rió.
3¡Por supuesto! ¿Cómo no? Su primera pregunta de la mañana fue acerca de ti,
si ibas a venir esta noche.
—Es un niño estupendo.
—Mmm... Muy parecido a su padre. — ¿Cuándo se lo diremos?
—Esta misma noche, si tú quieres, aunque será mejor que primero lo
acostumbremos a la idea —agregó ella con preocupación.
—Tienes razón. Lo haremos poco a poco —convino él de inmediato. Después
suspiró con enorme satisfacción—. Esta es la mejor noche de mi vida. Tú... y
Danny también. ¿A qué hora volverá a casa? —A las siete en punto.
—Entonces tenemos tiempo de hablar más. Aún hay muchas cosas que quiero
saber de ti. Por qué dejaste tu casa y te mudaste a Fiji, qué le sucedió a tu
madre y al resto de tu familia... es demasiado lo que no sé. Se sentaron en el
sillón grande, Carrie sobre sus piernas para que él pudiera acariciarle el cabello
y besarla cuando lo deseara.
Ella le explicó que apenas recordaba a su padre, que había muerto cuando ella
tenía seis años. Entonces vivían en Penth. Cuando su madre se volvió a casar,
se mudaron a Sydney para empezar una nueva vida. Fue entonces cuando
perdió contacto con la familia de su padre. Su madre era una inmigrante
inglesa, por lo que no tenía familia en Australia. Cuando su segundo
matrimonio terminó en divorcio, ya estaba establecida y no tenía sentido
regresar a Penth. Ayudó a Carrie durante su embarazo y cuidó de Danny
mientras ella terminaba su aprendizaje como jefe de cocina. Justo después
sufrió un ataque cardíaco mortal.
—Debió de ser espantoso para ti...perder a tu madre de repente —murmuró él,
apenado.
—Ella dejó un horrible vacío en nuestras vidas... —le confesó Carrie con tristeza
—. No pude continuar en Sydney. Era muy duro no tener a nadie, excepto a mi
hijo, sabiendo que vivías tan cerca. La tentación de ponerme en contacto
contigo era peor que nunca. Pensé que la mejor manera de seguir con mi
propia vida, sin que me persiguieras todo el tiempo, era marcharme.
—Entonces te fuiste a Fiji —concluyó él—. Nunca pensé en buscarte allí. A
pesar de que en dos ocasiones pasé las vacaciones en ese lugar en los ocho
últimos años.
—Quería olvidarte —suspiró y le acarició la mejilla—, pero nunca lo conseguí, y
cuando regresé, fue únicamente por la educación de Danny. Muy en el fondo,
quería estar cerca de ti de nuevo —sus ojos verdes se llenaron de recuerdos
conmovedores al tiempo que estudiaba el rostro que tanto amaba—. En la
canción que Danny te cantó, Isa Lei hay un verso:
Cada momento mi corazón anhela...
Eso mismo fue lo que siempre sentí, Dominic.
—Yo también —murmuró él. Y la besó con ternura al saber que el prolongado
anhelo había llegado a su fin. Eran sumamente felices con el solo hecho de
estar juntos, disfrutando de aquella maravillosa y total confianza. El tiempo
pasó volando. Se encontraban tan absortos el uno en el otro que el timbre
anunciando la llegada de la señora Coombe con Danny los asustó. Su
respuesta fue rápida y llena de anticipada alegría. Ambos salieron al vestíbulo
para darles la bienvenida a su hijo y a su cuidadora.
Las puertas del ascensor se abrieron. — ¡Dom! —gritó Danny con sorprendido
placer. —Si te parece bien, creo que podrías llamarme papá —dijo Dominic—.
Tu madre acaba de aceptar casarse conmigo —levantó sus brillantes ojos hacia
su secretaria—. Usted puede ser la primera en felicitarnos, señora Coombe.
— ¡Mis felicitaciones de todo corazón, señor Savage! —exclamó la señora con
entusiasmo, avanzando hacia él para estrecharle la mano. En seguida estrechó
la de Carrie. Sus ojos grises brillaban de aprobación.
— ¿Eso significa que vas a ser mi papá para siempre? —preguntó Danny casi
saltando de alegría.
—Definitivamente —le confirmó Dominic—. Estarás conmigo toda la vida,
Danny.
— ¡Es fabuloso! Siempre he querido tener un papá. Has hecho un buen trabajo,
mamá. Ella se echó a reír. —Gracias, hijo.
Dominic manejaba muy bien la situación. Había decidido que más tarde,
cuando su relación se cimentara, habría tiempo suficiente para revelarle a
Danny que él era su verdadero padre, cuando la confianza creciera entre ellos.
— ¡En efecto, ha estado muy bien! —Convino la señora Coombe—. Debo irme
ahora. Que pasen una feliz noche.
—Gracias, señora Coombe —dijeron todos a coro con alegría.
La señora entró en el ascensor, y a Carrie le pareció que despedía un aura de
brillante benevolencia. No era un dragón, pensó. Ni un sargento, ni siquiera un
buen perro guardián. Era una especie de hada madrina, debajo de esa
armadura de hierro.
—He traído mi guitarra, Danny —dijo luego Dominic—. ¿Qué te parece una
canción?
— ¡Sí, señor! —gritó Danny y pasó entre ellos hacia la sala para ver el
instrumento.
Dominic estrechaba los hombros de Carrie con un brazo cuando siguieron a su
hijo.
— ¿Podemos intentar la canción de aleluya? —le sugirió con tono suave a la
joven.
— ¿Puedes tocarlo en la guitarra?
—No. Aunque la canto con el corazón.
—Yo también.
— ¿Qué te parece una luna de miel en Fiji?
— ¿En Nanuya Bay?
—Magnífica idea.
—Es el lugar más encantador del mundo.
—Donde están tus amigos. Iremos allí con frecuencia, Carrie.
Se sonrieron mutuamente, sabiendo que nada en la tierra los separaría de
nuevo. Su unión era definitiva.

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