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Desde esta postura tenemos interesantes abordajes que desde la arqueología se han

orientado a estudios espaciales en el campo de lo doméstico. En este sentido, el abordaje


de la cultura material –el paisaje en este caso- constituiría un ámbito particularmente
sencible para dar cuenta de procesos sociales de dominio y resistencia.

Asi por ejemplo Quiroga (valle del Bolsón) bajo la premisa de que “el poder y el
dominio colonial (deben ser entendidos y explicados observando no solo el lugar de las
instituciones y la acción de los poderosos, sino también el campo de lo doméstico y de
la vida cotidiana”.

para distintas geografías del NOA.

La condición de área marginal o periférica aparece como una categoría asignada desde
afuera, desde el poder, destinada a aquellas regiones donde se registra una escasa
incidencia de los instrumentos de control estatal, especialmente en aquellos ámbitos
vinculados con la generación y apropiación del excedente. Para Wolf (1982:39), las
categorías de centro y periferia propuestas por Wallerstein constituyen categorías de
ocultamiento, en las que se obstruye la posibilidad real de analizar los procesos
microhistóricos de las regiones y sociedades colonizadas que aparecen como meros
apéndices del irresistible ascenso del capitalismo y las relaciones de mercado

Las áreas marginales parecen regiones sin historia; regiones acerca de las cuales el
poder habla escasamente, generando de este modo vacíos documentales que no permiten
una reconstrucción pormenorizada de su historia en base a fuentes escritas (Martínez,
1991-1992:134). Sin embargo, con su silencio, están mostrando que el discurso colonial
y el acceso a la escritura constituyen una estrategia de poder desigualmente repartida
(…). Si carecen de una historia narrada a partir de textos, se debe a que no son nobradas
por el poder estatal, tanto como la oralidad de su cultura y relaciones sociales, llevando
el problema de su construcción a un campo metodológico más que teórico.

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Esto es describir el cambio de la cultura material en términos de cambio histórico. Por esto,
considero el estudio de las unidades residenciales como un prisma a partir del cual dar cuenta de
las transformaciones generadas por el dominio colonial en la región.

Concebir el paisaje como una construcción social, significa asumir que el


espacio no es resultado o reflejo pasivo de relaciones sociales, sino que es posible
establecer una analogía entre la producción y reproducción de la sociedad y el
espacio al mismo tiempo. El estudio de la vivienda en este contexto, constituye una
perspectiva de análisis planteada bajo una escala microsocial pero de largo alcance
temporal. Para esto se propone un análisis comparativo en las modalidades de
asentamiento y cultura material –entendidos como construcción de relaciones
sociales–, entre el período prehispánico tardío y el dominio colonial español en el
Valle del Bolsón con el fin de determinar y caracterizar su posterior orientación
productiva colonial, como un espacio ganadero articulado con redes mercantiles
extraregionales, en términos de paisaje, asentamiento y relaciones sociales. Se
propone reconstruir este proceso a través de una metodología comparativa que
apela a diferentes fuentes de información: el registro arqueológico y los
documentos escritos del período colonial.

La oralidad de la cultura popular y el acceso desigual a la palabra escrita, transforman el estudio de los
sectores ocultados por el poder, en un campo de análisis mediatizado por testimonios indirectos, en el que
las estrategias de investigación responden a la necesidad de extremar el análisis crítico de los textos y al
mismo tiempo, abordar otras fuentes de información. Por esto no corresponde un estudio arqueológico
sólo ante la falta de documentos escritos, sino que es posible -y hasta necesario- analizar las relaciones
sociales desde un lugar diferente, el de los objetos y su contexto, aún cuando se disponga de información
histórica

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