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Facultad de Medicina
Escuela de Enfermería
Enfermería Oncológica
Adulto
“Sistema Inmunológico y Vacunas
Contra El Cáncer”
Como parte del equipo de salud, y como personas, enfrentarnos al cáncer es sin duda muy
complejo, el diagnóstico de esta enfermedad es un acontecimiento que afectará y provocará un
estrés gigante en todo el entorno del paciente y es muy común que se presenten cuadros de
depresión y ansiedad en la persona y su familia, pues comúnmente este diagnóstico, por sobre
otros, es asociado con la muerte. Cuando se ha logrado pasar la primera barrera y el paciente
comprende que la enfermedad no es un diagnóstico de muerte, aparece entonces otra gran
preocupación, la incertidumbre frente al tratamiento y el miedo a los efectos colaterales que este
significa, no solo físicos, sino que también, como el tratamiento afectará la vida que el paciente y
familia tienen normalmente.
Las estadísticas mundiales nos muestran que el cáncer es una enfermedad en aumento, y
es por esto que cada día es más necesario mejorar las técnicas de tratamiento y crear sistemas de
prevención que nos permitan evitar la aparición, y mejorar la calidad de vida de los pacientes
diagnosticados, con tratamientos más amigables y menos agresivos para las personas. La ciencia
nos permite el estudio de distintas alternativas para ayudar y mejorar los tratamientos contra el
cáncer, en el desarrollo de este trabajo conoceremos las nuevas técnicas en tratamiento y
prevención que están hoy bajo estudio y desarrollo.
El sistema inmune y las terapias biológicas
El sistema inmune es una red compleja de células y órganos que trabajan juntos para
defender el cuerpo contra ataques de invasores “foráneos” o que no pertenecen al cuerpo,
constituyéndose en una de las principales defensas del cuerpo contra las enfermedades e
infecciones. El sistema inmune lucha contra la enfermedad, inclusive el cáncer, en formas diversas.
Por ejemplo, puede reconocer la diferencia entre las células sanas y las células cancerosas y
trabajar para eliminarlas, pero no siempre ocurre así, ya que puede no reconocer a las células
cancerosas como “foráneas”. Además, el cáncer se puede iniciar cuando el sistema inmune deja de
funcionar o cuando no funciona adecuadamente. Las terapias biológicas están diseñadas para
reparar, estimular o mejorar las respuestas del sistema inmune.
Las células del sistema inmune son las siguientes:
Los linfocitos, que se encuentran en la sangre y en muchas otras partes del cuerpo. Las
células B, las células T y las células asesinas naturales son tipos de linfocitos.
Las células B (linfocitos B) maduran hasta convertirse en células plasmáticas que
segregan anticuerpos (inmunoglobulinas). Los anticuerpos reconocen y se adhieren a
las sustancias foráneas conocidas como antígenos, encajando perfectamente así como
una llave encaja en el ojo de una cerradura. Cada tipo de célula B produce un
anticuerpo específico, el cual reconoce un antígeno específico.
La función primaria de las células T (linfocitos T) es producir citocinas. Las citocinas
permiten que las células del sistema inmune; a saber, las linfocinas, los interferones, las
interleucinas y los factores estimulantes de colonias, se comuniquen entre sí. Algunas
células T, llamadas células T citotóxicas, segregan proteínas que forman poros y que
atacan directamente las células infectadas, foráneas o cancerosas. Otras células T,
llamadas células T colaboradoras, regulan la respuesta inmune al segregar citocinas y
mandar una señal a los otros defensores del sistema inmune.
Las células asesinas naturales (células NK) producen citocinas poderosas y proteínas
que forman poros que se adhieren a cualquier invasor foráneo, célula infectada o célula
de tumor y lo destruyen. A diferencia de las células T citotóxicas, las células NK están
listas para atacar rápido al encontrarse con sus blancos.
Los fagocitos son leucocitos que pueden tragarse y digerir partículas y organismos
microscópicos en un proceso conocido como fagocitosis. Hay varios tipos de fagocitos, inclusive los
monocitos, que circulan por la sangre, y los macrófagos, que se encuentran en tejidos de todo el
cuerpo.
La terapia biológica
La terapia biológica, llamada también inmunoterapia, bioterapia o terapia modificadora de la
respuesta biológica, es una adición relativamente nueva a la familia de tratamientos para el cáncer
que incluye la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia. Las terapias biológicas utilizan el sistema
inmune del cuerpo, ya sea directa o indirectamente, para combatir el cáncer o para disminuir los
efectos secundarios que pueden causar algunos tratamientos del cáncer.
Detener, controlar o suprimir los procesos que permiten que crezca el cáncer;
Hacer que las células cancerosas se puedan reconocer con más facilidad y, por lo tanto,
que el sistema inmune las destruya con más facilidad;
Reforzar el poder destructor de las células del sistema inmune, como las células T, las
células asesinas naturales y los macrófagos;
Alterar el patrón de crecimiento de las células cancerosas para fomentar que se
comporten como células sanas;
Bloquear o revertir el proceso que hace que una célula normal o célula precancerosa se
convierta en célula cancerosa;
Mejorar la capacidad del cuerpo de reparar o reemplazar las células normales dañadas o
destruidas por otras formas de tratamiento del cáncer, como la quimioterapia o la
radiación; e
Impedir que las células cancerosas se diseminen a otras partes del cuerpo.
Algunos modificadores de la respuesta biológica son parte normal del tratamiento de ciertos
tipos de cáncer, mientras que otros se están en estudios clínicos. Los modificadores de la
respuesta biológica se usan solos o en combinación con otros; y también se están utilizando con
otros tratamientos, como la radioterapia y la quimioterapia.
Los interferones:
Los interferones son tipos de citocinas que existen naturalmente en el cuerpo. Ellos fueron
las primeras citocinas producidas en el laboratorio para usarse como modificadores de la
respuesta biológica. Hay tres tipos principales de interferones: el interferón alfa, el interferón beta
y el interferón gama; el interferón alfa es el tipo más ampliamente usado en el tratamiento del
cáncer.
Los investigadores han descubierto que los interferones pueden mejorar la actuación del
sistema inmune, de un paciente con cáncer, contra las células cancerosas. Además, los
interferones pueden actuar directamente contra las células cancerosas al hacer más lento su
crecimiento o al facilitar que las células se desarrollen con un comportamiento más normal.
Los investigadores piensan que algunos interferones pueden también estimular las células
asesinas naturales, las células T y los macrófagos al reforzar la función anticancerosa del sistema
inmune.
La Food and Drug Administration (FDA) ha aprobado el uso del interferón alfa para el
tratamiento de ciertos tipos de cáncer, inclusive la leucemia de células pilosas, el melanoma, la
leucemia mieloide crónica y el sarcoma de Kaposi relacionado con el SIDA. En los estudios se ha
demostrado que el interferón alfa también puede ser efectivo en el tratamiento de otros cánceres
como el cáncer de riñón y el linfoma no Hodgkin. En los estudios clínicos, se están explorando la
combinación de este interferón con otros modificadores de la respuesta biológica o con
quimioterapia para tratar varios cánceres.
Las interleucinas
Las interleucinas son citocinas que se producen naturalmente en el cuerpo y se pueden hacer
en el laboratorio. Se han identificado muchas interleucinas, pero la interleucina-2 (IL–2 o
aldesleucina) ha sido la que se ha estudiado con mayor amplitud en el tratamiento del cáncer,
estimulando el crecimiento y la actividad de muchas células inmunes, como los linfocitos, que
pueden destruir las células cancerosas. La FDA ha aprobado la IL–2 para el tratamiento de cáncer
metastático de riñón y de melanoma metastático.
Los investigadores siguen estudiando los beneficios de las interleucinas para tratar otros
cánceres, como la leucemia, el linfoma, el cáncer cerebral, colorrectal, ovárico, de seno y de
próstata.
Vacunas
Las vacunas son medicamentos que estimulan la capacidad natural del sistema inmunitario
para proteger al organismo contra invasores que pueden causar enfermedades, y por lo general
son microbios que incluyen a las bacterias, los virus, los parásitos y los hongos.
El sistema inmunitario es una red compleja de órganos, tejidos y células especializadas que
trabajan de manera colectiva para defender el organismo, reconociendo al microbio que invade al
cuerpo, lo destruye y recuerda la exposición al microbio para prevenir otra infección. Las vacunas
se aprovechan de esta respuesta.
Las vacunas tradicionales suelen contener versiones innocuas de microbios―microbios
destruidos o debilitados, o partes de ellos―que no causan enfermedad, pero sí pueden estimular
una respuesta inmunitaria. Es decir, cuando se incorporan estas sustancias mediante una vacuna,
el sistema inmunitario reacciona, las elimina y crea una memoria de éstas. Esta memoria permite
una reacción rápida para proteger el cuerpo si es infectado por el mismo microbio en el futuro.
Las células B producen anticuerpos; es decir, proteínas grandes producidas por las células
B que se adhieren a los invasores foráneos y a las células anormales, los hacen inactivos y ayudan
a destruirlos. Muchas de las vacunas preventivas, incluso las vacunas contra el virus de la hepatitis
B (VHB) y contra el virus del papiloma humano (VPH), estimulan la producción de anticuerpos que
se adhieren a microbios específicos a los que están apuntados y bloquean su capacidad de causar
infección. Los linfocitos T citotóxicos, también conocidos como células T asesinas, destruyen las
células anormales o infectadas al producir sustancias químicas tóxicas o al impulsar las células a
que se destruyan ellas mismas (apoptosis).
Las células que ayudan a afinar las actividades de las células B y de los linfocitos T
citotóxicos incluyen las células T colaboradoras y las células dendríticas, las cuales ayudan a activar
los linfocitos T citotóxicos y permiten que reconozcan amenazas específicas.
Las células cancerosas pueden tener ambos tipos de antígenos. Tienen antígenos que las
identifican como parte del mismo individuo, como las células normales, pero también pueden
tener antígenos que son únicos en las células cancerosas. Estos antígenos asociados con el cáncer
marcan las células cancerosas como anormales, o foráneas, y pueden causar que las células B y los
linfocitos T citotóxicos emprendan un ataque contra el cáncer.
Las células cancerosas pueden también producir cantidades más grandes de lo normal de
ciertos antígenos que las identifican como parte del individuo. El sistema inmunitario puede ver
esta cantidad demasiado grande de antígenos del mismo individuo como algo foráneo y, por lo
tanto, puede desencadenar una respuesta inmunitaria contra el cáncer.
Vacunas profilácticas
Las vacunas profilácticas o preventivas se concentran en los gérmenes infecciosos que
causan o que contribuyen a que se presente el cáncer. Son similares a las vacunas tradicionales
que ayudan a prevenir enfermedades infecciosas como el sarampión o el polio al proteger el
cuerpo contra las infecciones. Tanto las vacunas profilácticas como las vacunas tradicionales están
basadas en los antígenos que llevan los gérmenes infecciosos y que son relativamente fáciles de
reconocer como foráneos por el sistema inmunitario.
Vacunas de tratamiento
Las vacunas de tratamiento de cáncer están diseñadas para tratar el cáncer ya existente.
Se trata de que las vacunas retrasen o detengan el crecimiento de las células cancerosas; que
reduzcan el tamaño del tumor; que impidan el regreso del cáncer; o que eliminen las células
cancerosas que no se destruyen con otras formas de tratamiento, como cirugía, radioterapia o
quimioterapia.
La producción de vacunas terapéuticas efectivas contra el cáncer requiere un profundo
entendimiento de cómo las células del sistema inmunitario interactúan con las células cancerosas.
El sistema inmunitario no suele “ver” las células cancerosas como células peligrosas o foráneas,
como lo hace generalmente con los microbios. Por eso, el sistema inmunitario no arma un ataque
agresivo contra las células cancerosas.
Hay muchas razones por las que el sistema inmunitario no reconoce fácilmente la
amenaza que presenta un cáncer que ya está creciendo. La razón más importante es que las
células cancerosas ya tienen antígenos propios normales además de los antígenos asociados con el
cáncer. Asimismo, las células cancerosas experimentan a veces cambios genéticos que resultan en
la pérdida de los antígenos asociados con el cáncer. Por último, las células cancerosas pueden
producir mensajes químicos que suprimen las respuestas inmunitarias específicas contra el cáncer
de los linfocitos T citotóxicos. Como resultado, aunque el sistema inmunitario reconozca un cáncer
creciente como una amenaza, es posible que el cáncer todavía se escape de un ataque agresivo
armado por el sistema inmunitario.
Otros microbios asociados con el cáncer
Muchos científicos creen que los microbios causan o contribuyen de 15% a 25% de todos
los cánceres que se diagnostican en el mundo cada año; los porcentajes son más bajos en los
países desarrollados que en los países en desarrollo. La Agencia Internacional para la Investigación
del Cáncer (IARC) ha clasificado varios microbios como carcinogénicos (que causan o contribuyen a
que se presente el cáncer en las personas), incluso los VPH y el VHB. Estos gérmenes infecciosos,
es decir bacterias, virus y parásitos, y los tipos de cáncer con los que están relacionados más
estrechamente se encuentran en la tabla:
Gérmenes Tipo de
Cáncer relacionado
infecciosos organismo
Producción de vacunas
Los científicos producen las vacunas profilácticas usando antígenos que provienen de los
microbios que causan o contribuyen al proceso del cáncer. Las vacunas profilácticas aprobadas en
la actualidad por la FDA se producen usando los antígenos que provienen del VHB y de tipos
específicos de los VPH. Recordar que estos antígenos son proteínas que forman parte de la
superficie exterior de los virus. Ya que solo parte de estos microbios son usados, las vacunas
resultantes no son infecciosas y, por lo tanto, no causan la enfermedad a la cual pertenecen.
Los investigadores pueden crear también versiones sintéticas de los antígenos en el
laboratorio para usarse en las vacunas. Al hacer esto, suelen modificar la estructura química de los
antígenos para estimular respuestas inmunitarias que son más fuertes que las causadas por los
antígenos originales.
Así como las vacunas profilácticas, las vacunas de tratamiento pueden producirse usando
antígenos de las células cancerosas, ya sea directamente o haciendo versiones modificadas de
ellas. Los antígenos que se han usado hasta la fecha incluyen proteínas; carbohidratos (azúcar);
glicoproteínas o glicopéptidos, que son combinaciones de carbohidratos y proteínas; y
gangliósidos, que son combinaciones de carbohidratos y lípidos (grasa).
Las vacunas de tratamiento pueden producirse también usando células cancerosas destruidas o
debilitadas que contienen un antígeno específico asociado con el cáncer. Estas células pueden
provenir del cáncer propio del paciente (lo que se llama vacuna autóloga) o del cáncer de otra
persona (lo que se llama vacuna alógena).
Otros tipos de vacunas de tratamiento pueden producirse usando moléculas del ácido
desoxirribonucleico (ADN) o del ácido ribonucleico (ARN) que contienen instrucciones genéticas
para los antígenos asociados con el cáncer. El ADN o ARN pueden ser inyectados solos en el
paciente como una vacuna de “ácido nucleico desnudo” o los investigadores pueden insertar el
ADN o ARN en un virus inocuo. Después de que se inyecte el ácido nucleico desnudo o el virus en
el cuerpo, el ADN o el ARN son absorbidos por las células que empiezan a producir los antígenos
asociados con el tumor. Los investigadores esperan que las células produzcan una cantidad
suficiente de antígenos asociados con el tumor para estimular una fuerte respuesta inmunitaria.
Los científicos han identificado un gran número de antígenos asociados con el cáncer, varios de los
cuales se están usando ahora para producir vacunas experimentales de tratamiento contra el
cáncer. Algunos de esos antígenos se encuentran en la superficie o dentro de muchos tipos de
células cancerosas o de la mayoría. Otros antígenos son únicos a tipos específicos de cáncer.
Los antígenos asociados con más de un tipo de cáncer son los siguientes:
Antígeno carcinoembrionario (CEA): Una glicoproteína que se encuentra en los tejidos del
feto en formación y en ciertos tipos de cáncer, incluso en el cáncer colorrectal, el cáncer
de estómago, cáncer de páncreas, cáncer de seno y cáncer de pulmón de células no
pequeñas.
Antígenos de cáncer de testículo, como NY-ESO-1: Una familia grande de proteínas que se
encuentran en las células germinales (espermatozoides) masculinos y en una gama amplia
de tipos de cáncer, como el melanoma y los cánceres de ovario, de lengua, de faringe, de
cerebro, de pulmón, de colon y de seno.
Mucin-1 (MUC1): Una glicoproteína que se encuentra en la membrana externa de las
células epiteliales que producen mucosidad (las células que forman la piel y revisten los
órganos internos) y muchos tipos de células cancerosas como las del cáncer de seno, de
próstata, de colon, de páncreas y de pulmón de células no pequeñas. Sialyl Tn (STn) es un
antígeno de carbohidrato relacionado con mucin-1 que se está usando en algunas vacunas
de tratamiento.
Gangliósidos, como GM3 y GD2: Moléculas que se encuentran en la membrana externa
de varios tipos de células cancerosas, incluso el melanoma, neuroblastoma, cáncer de
pulmón de células pequeñas y sarcomas de tejido blando.
Proteína p53: Una proteína producida por el gen supresor tumoral TP53. La mutación del
TP53, que resulta en la pérdida de la función de la proteína p53, es la anomalía más
común del cáncer humano. Una proteína p53 mutada suele acumularse en células
cancerosas, lo cual hace que la p53 sea un buen blanco para la vacuna.
Proteína HER2/neu (también conocida como ERBB2): Una proteína que se expresa
demasiado―o se produce demasiado―en el cáncer de seno, de ovarios y de otros tipos
de cáncer. La sobreexpresión de la proteína HER2/neu está asociada con una enfermedad
más agresiva y un pronóstico peor. Dirigirse directamente a la HER2/neu con un
anticuerpo monoclonal llamado trastuzumab (Herceptina®) ha resultado ser un
tratamiento efectivo para el cáncer de seno que sobreexpresa esta proteína.