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Natalia Rueda Pinilla

Periodista Rompecabezas, investigadora del Cinep

Actualidad Colombiana habló con el periodista Carlos Alberto Chica acerca del papel de
los medios en el cubrimiento de temas de paz y conflicto, particularmente en la denominada
Operación Emmanuel y en la liberación de Clara Rojas y Consuelo González.

Carlos Alberto Chica es Comunicador Social ± Periodista de la Universidad Javeriana.


Treinta años en el oficio lo han llevado, a través de un recorrido por la radio, la televisión y
algunas agencias de prensa, a desarrollar un énfasis profesional centrado en el tema de Paz,
Derechos Humanos y desarrollo social. Hoy en día se desempeña como coordinador de
comunicaciones en el Informe de Desarrollo Humano para Bogotá del PNUD.


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En el capítulo 18 del Informe de Desarrollo Humano 2003 ³El conflicto, callejón con
salida´ analizamos la relación de los medios de comunicación con el conflicto. Esa mirada
consistió en ver en dónde estriba la responsabilidad de los medios en estos contextos, y
llegamos a la conclusión de que radica en la forma como los medios representan e informan
el conflicto armado; cuáles son los imaginarios que los medios y los periodistas tienen, así
como el resto de la sociedad, como el gobierno y la comunidad internacional, sobre el
conflicto armado. Llegamos a la conclusión de que los medios no son la excepción y que
suelen ver el conflicto en su dimensión puramente bélica, en su dimensión militar o su
solución política. Por eso los medios oscilan, como el resto de la sociedad colombiana, en
ver el conflicto con las euforias de la negociación política o con los reclamos masivos del
uso de las fuerzas. Los medios oscilan con mucha proclividad a la solución política
negociada cuando las circunstancias políticas se dan, como en el caso Caguán, por ejemplo,
o a una solución de fuerza motivada por la rabia y la indignación hacia las FARC, como
ocurrió con las dos elecciones del presidente Uribe.

Los medios no tienen una agenda propia frente al conflicto, suelen cubrir el hecho violento
mismo y a los protagonistas violentos más que a las víctimas del conflicto. Por eso me
parece que para los propósitos de esta reflexión sobre el Acuerdo Humanitario habría que
destacar un elemento que muy importante: en esta ocasión, más que nunca, se ha escuchado
la voz de las víctimas del secuestro, esa práctica atroz, cobarde inmisericorde e injusta.
Creo que esta vez, más que nunca, más que cuando el Mandato ciudadano por la Paz, la
vida y la libertad, más que las marchas del No más, más que cuando las expresiones de la
sociedad civil en muchas regiones del país en marchas espontáneas u organizadas, con lo
del Acuerdo Humanitario las víctimas han tenido una vocería, han tenido rostro, nombre,
cédula, foto; hemos visto la magnitud del conflicto desde las víctimas y desde sus familias.
Eso me parece factor importante que no debemos perder de vista como un hecho positivo.

    
  
 
      
 
 

        

 
 

Quienes alguna vez hemos trabajado estrategias de comunicación para poder tener un
impacto mediático preferiríamos, así la audiencia baje, las épocas frías de noticias para
difundir información. Yo creo que ha influido mucho la época. Los medios tuvieron la
ocasión de darle un gran despliegue a la Operación Emmanuel.

Contribuyó mucho el hecho que Emmanuel, por ser niño y porque doña Clarita había
iniciado la cruzada de ³liberen a Emmanuel´, era un hecho de dominio público. También
contribuyó mucho el hecho de que Chávez estaba de por medio, es la primera vez que en
una operación de este tipo participa de una forma tan directa un país extranjero. La
magnitud del episodio mismo, tal como fue diseñado por Chávez y por los gobiernos que
inicialmente se comprometieron en la operación, le dieron mucho protagonismo al evento
mismo, la presencia de un ex presidente como Kirchner le daba un realce muy fuerte al
episodio; estaba metido un combo de países de América Latina, entre ellos Cuba,
Argentina, Brasil, Bolivia, eso da mucho peso.

Muchos colombianos no hubiéramos tenido la oportunidad de hacerle tanto seguimiento a


esto sino fuera por Telesur (y Cable noticias que se enlazaba permanentemente con
Telesur). Es la primera vez que un hecho de Colombia no depende exclusivamente de los
canales privados, de Caracol y RCN, que incluso creo que se quedaron cortos frente a la
magnitud y el impacto que tendría la retransmisión propiamente de Telesur y Cable noticias
o Cable Net.

Telesur reprodujo una experiencia que tuvimos aquí en Colombia durante la presidencia de
Andrés Pastrana y la liberación de los secuestrados del Km 18 como la liberación masiva
de policías y secuestrados.
       
 
          

      


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Hay algo que a uno no se le puede olvidar en esto y es que la intimidad pertenece a las
víctimas y a sus familias, la intimidad aunque se esté viviendo en público no tienen derecho
a hacerla pública. Por ejemplo, la intimidad a la que tiene derecho una familia desplazados,
ya sea por terremoto, por una avalancha o por una masacre, esa intimidad dolorosa que uno
ve en un campamento de refugiados o desplazadas, sigue siendo derecho exclusivo de las
víctimas y aunque esté en un escenario público los medios no tienen derecho a eso. De
igual manera, un episodio como la liberación de un secuestrado que es un choque
emocional muy fuerte tanto para el secuestrado como para las familias.

Fíjese que solamente había una cámara (Telesur, Venezuela), que obviamente debe ser
manejada con un criterio lo más profesional posible, que evita que haya una chusma de
camarógrafos y reporteros encima de las víctimas provocándoles una sensación de
hostigamiento; eso se puede hacer en el caso de Colombia con RCN y Caracol si se ponen
de acuerdo y dicen ³va una cámara, nadie chivea a nadie, y cuando esa cámara venga
enlazamos la señal y transmitimos para que las personas puedan regresar de una forma
tranquila y reposada sin tener esa presión invasiva de su intimidad, como la hemos tenido
en Colombia en otros episodios.

Yo pienso que ese es un modelo que vale la pena seguir, independiente de que lo haga
Telesur o la Presidencia de la República de Colombia o que lo haga un canal privado en
convenio con otros medios de información, la intimidad sigue siendo intimidad a pesar de
que ocurran eventos públicos y esto nos deja una enseñanza.

        
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Pues en términos de medios de comunicación, que se siga llamando Acuerdo Humanitario


porque con bastante frecuencia oímos hablar de ³canje´ o ³intercambio humanitario´, esos
dos conceptos son lacerantes desde el punto de vista ético y político. Uno, creo que hay
propugnar en el lenguaje. Dos, que los medios de comunicación aprovechen esta coyuntura
para que se disocie la idea de que esto es una precondición para sentarse en una mesa de
diálogo, es decir, el Acuerdo Humanitario es Acuerdo Humanitario, no puede ser un
condicionante para sentar a las FARC o al gobierno Uribe o a cualquier gobierno en una
mesa de negociación.

Los medios tienen que mantener por razones éticas y morales la presión sobre este tema,
que no desaparezca de la agenda como no debe desaparecer el tema de los juicios a los
paramilitares. Fíjese que todo este episodio, desde el punto de vista mediático y político,
favorece profundamente a los sectores políticos y del Gobierno que han estado cercanos a
las organizaciones paramilitares. Este es un tema que el país no puede dejar dormir y que
ha pasado a un décimo plano con ocasión de estos episodios que estamos comentando.

Por último, no hay que esperar a que los hechos ocurran para ponerlos en la agenda pública;
los medios tienen capacidad anticipativa y pueden tener capacidad propositiva de temas
que, aunque otros actores de la vida política no los ponga, los medios si los puedan poner
como una prioridad. Eso puede aplicarse a muchos otros campos de la información. Los
medios no tienen por qué esperar que las FARC y Chávez y la senadora Piedad Córdoba y
el consentimiento del Gobierno creen un hecho para informar sobre él. Hay algunos hechos
que los medios pueden ayudar a poner en la agenda antes de que ellos ocurran.

Natalia Rueda Pinilla


Periodista Rompecabezas, investigadora del Cinep

Fuente: Actualidad Colombiana, Boletín Quincenal, Edición 466


http://www.actualidadcolombiana.org/<!--[endif]-->

http://alainet.org/active/22141


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por Franklin Falconí*

¿No comunican y no tienen derecho a comunicarse las centrales sindicales, los comerciantes minoristas, las amas de casa,
los campesinos, los pueblos y nacionalidades indígenas, los maestros, los estudiantes«?

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En primer gran error, y tal parece que deliberado, en la discusión del proyecto de ley de comunicación es confundir los conceptos comunicación
con periodismo. El debate se ha centrado en lo que piensan los proponentes de los proyectos y los periodistas que, en su mayoría, han aparecido
en representación de los intereses de sus respectivos medios.

Comunicación no solo es periodismo, no son términos sinónimos. Si bien el segundo está contenido en el primero, es claro que al hablar de
comunicación nos referimos a un principio más general, que en la Constitución ha sido reconocido acertadamente como un derecho humano. Las
empresas mediáticas, y la actividad periodística de sus trabajadores, no son de ninguna manera la materialización completa y única de ese
derecho. Lo que ha ocurrido en los diversos foros que se han desarrollado alrededor del tema y en los que han participado periodistas como
Carlos Jijón, subdirector de noticias de Teleamazonas, Juan Carlos Calderón, de diario Expreso, Arturo Torres de diario El Comercio, Emilio
Palacio de diario El Universo, etc., es que asumen a la vigencia de sus medios y de sus prácticas como la única garantía del respeto a la libertad
de expresión de todos los ciudadanos, y, sobre todo, como la concreción del derecho a la comunicación de los ecuatorianos. Cosa absurda si se
miran los hechos, si se analizan las relaciones de propiedad de esos medios con el poder.

Si bien el periodismo es la expresión más evidente de la actividad comunicativa a nivel masivo, en el sentido de la construcción de escenarios
políticos, económicos y sociales, noticiables o interpretados, comentados u opinados, lo que se emite a través de los medios no solo es este tipo
de contenidos (periodismo), están también productos de la industria cultural del sistema capitalista, que mostrados como entretenimiento se
orientan a reproducir sus fundamentos ideológicos. Por tanto, al hablar de un escenario de cambios ³revolucionarios´ en el tema comunicación
masiva, se debería abordar en su integralidad el fenómeno.

Lo que está en el fondo de la polémica en torno a la ley de comunicación es la disputa por el control de los medios y de lo que se dice a través de
ellos, tanto del lado de estos grupos de poder tradicionales, como del lado del gobierno, que considera estratégico para su proceso de ³revolución
ciudadana´ el control de una maquinaria ideológica mayor aún de la que actualmente tiene, y que le permita afirmar y perennizar su proyecto.
Por supuesto, en ninguno de los dos propósitos existe protagonismo de los pueblos; en ninguno de los dos casos se está cumpliendo con la idea
de democratizar la comunicación, de hacer que los ecuatorianos la ejerzamos como derecho.

El error de pensar al periodismo, y al periodista, como los ejes del derecho a la comunicación, no solo está en los proyectos de la derecha,
representada por César Montufar, o del gobierno, representado por Rolando Panchana, sino también en los proponentes del proyecto de ley
alternativo, del denominado Foro de la Comunicación. Eso quedó claro durante un debate que sobre esta ley realizó la Facultad de Comunicación
Social (quien lidera el denominado foro de la Comunicación), con la presencia del asambleísta Panchana. Al iniciar el evento, el decano de la
FACSO dijo: ³Vemos con preocupación que algunos asambleístas, incluso de la bancada del gobierno (he escuchado a asambleístas como Mauro
Andino o María Paula Romo), que se oponen a que este principio (el de la profesionalización) sea respetado; a pesar de que el proyecto del
asambleísta Panchana lo reconoce como algo importante´.

Y más tarde, María Eugenia Garcés, quien también fue parte de la elaboración del proyecto, sostuvo: ³El ejercicio profesional va a garantizar el
ejercicio del derecho a la comunicación. Su accionar en espacios de cobertura mediática contribuirá al buen vivir, que es lo que establece la
Constitución´.

Si bien de entre los tres proyectos presentados el del Foro es el más democrático, no deja de preocupar que se piense a la comunicación
únicamente desde la perspectiva de los que tienen títulos profesionales en esta área, o de académicos que teorizan sobre ella. Las
organizaciones populares, que son instancias naturales de conjunción de identidades e intereses en la sociedad, nunca tuvieron la oportunidad de
participar con su voz, con su opinión y sus definiciones en este debate. ¿No comunican y no tienen derecho a comunicarse los trabajadores
organizados en centrales sindicales, los comerciantes minoristas, las amas de casa, los campesinos, los pueblos y nacionalidades indígenas, los
maestros, los estudiantes«?, ¿por qué este tema debe estar restringido a la academia, a la Asamblea y a los medios?
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La legislación sobre los principios que establece el artículo 18 de la Constitución ha generado un debate en torno al papel que debe cumplir el
periodismo, y los controles que el Estado debe o no instaurar sobre éste.

En el mencionado artículo se habla del derecho a ³buscar, recibir, intercambiar, producir y difundir información veraz, verificada, oportuna,
contextualizada, plural, sin censura previa acerca de los hechos, acontecimientos y procesos de interés general, y con responsabilidad ulterior´.

Para valorar si una información cumple con todos esos requerimientos se necesitará de una alta carga subjetiva, y en eso tienen razón las
críticas que estos medios y algunos de sus periodistas han hecho a los proyectos de ley, pero todo se resolvería si se partiera por entender al
periodismo como una actividad no neutral, si se considerara que los medios y los periodistas no son y no pueden ser independientes. La supuesta
imparcialidad de los medios y de los periodistas no ha sido sino un escudo de impunidad para que estos actores políticos de primer orden
impongan agendas noticiosas, enfoques y supuestas realidades, como las únicas y definitivas.
Se requiere entonces transparentar públicamente las posturas ideológicas que estos medios defienden, sus posiciones políticas frente a
determinados grandes temas, y, sobre todo, los intereses de clase que defienden, para que su actividad pueda ser consumida con criticidad por
parte de la población. No se puede seguir ejerciendo una dictadura sobre la información y la opinión, a nombre de una supuesta imparcialidad e
independencia que no existen.

Por último, en la ley no puede exigirse las mismas condiciones a los tres tipos de medios que la Constitución define (privados, públicos y
comunitarios). Primero, que a nivel de comunicación popular, alternativa o comunitaria no se puede exigir profesionalización académica de
quienes la hacen, precisamente por las razones que ya habíamos expuesto; luego, que la práctica que éstos tengan no puede ser equiparada a
las de las empresas de comunicación, no puede mirarse a la comunicación alternativa desde el cristal del periodismo tradicional, burgués
capitalista. No puede exigirse, por ejemplo, a un medio comunitario que su información sea verificada o plural, en el sentido de contrastar
fuentes, o permitir el derecho a la réplica, puesto que no se mueven en el ámbito del periodismo de gran empresa, que tiene acceso y se mueve
con los intereses de determinadas fuentes oficiales y de ³la alta política´. Exigirle esto sería coartar la posibilidad de analizar, interpretar y opinar
sobre los acontecimientos de la vida del país, a nivel macro e incluso mezo, en sus propias formas de narrar y con sus propios parámetros
simbólicos y estéticos.

Tampoco se puede restringir a este tipo de comunicación a niveles marginales del ejercicio comunicativo. Es decir, ubicarlos como difusores de
problemas inmediatos y no generales. El medio comunitario debe estar en condiciones de representar los intereses de los pueblos, de mostrar la
perspectiva de los pueblos -organizados y no- en el ámbito local, regional, nacional y mundial. Esto sería realmente democratizar la
comunicación masiva, esto sería caminar hacia una apropiación del derecho humano a comunicarse.

Franklin Falconí

Comunicador social titulado en la Universidad Central del Ecuador. Es catedrático de la Universidad Técnica de Cotopaxi, además de coordinador
de investigación de la Carrera de Comunicación Social. Fue periodista en dos de los principales diarios ecuatorianos: 0  y diario 
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Actualmente es editor general del quincenario alternativo  . Autor del texto inédito:      
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