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Cuando Vlad Tepes Dracul llegó a ser el conde Drácula: del poder soberano al

disciplinario
Guido Fernández Parmo (Universidad de Morón)
guido@fernandezparmo.com.ar

“el Mal en su esencia es una manía solitaria, una pasión del alma única e individua”
El Pueblo Blanco. Arthur Machen
“Las novelas de terror deben leerse como novelas políticas”
Los Anormales. Michel Foucault

Introducción
En el Diccionario filosófico de Voltaire hay un artículo que comienza así: “¿Cómo? ¿En
nuestro siglo dieciocho han existido vampiros?”. Lo que sigue es un intento de dar una
explicación de por qué un ilustrado como Voltaire se toma el trabajo de hablar sobre la
supersticiosa creencia en los vampiros.
Para ello, nos proponemos analizar el paso de una configuración de poder
soberano a otra de tipo disciplinario en la historia europea. Nos centraremos primero en
la figura histórica del voivoda polaco Vlad Dracul como un ejemplo de un tipo de
monstruo que llamaremos “cruel” que representa al poder soberano, y, en segundo
lugar, en la literatura de vampiros del siglo XIX como la expresión del momento en
donde el poder se hace microfísico y positivo. El objetivo del trabajo le hace caso a un
consejo que Foucault da en su curso publicado con el título Los Anormales: debería
leerse la literatura de terror como una literatura política. La emergencia de la literatura
de vampiros, la transformación de la historia real de Drácula en una historia literaria,
expresa los temores de una época. Junto con las transformaciones en los cementerios,
los temores acerca de los muertos vivientes, las invenciones disciplinares, etc., los
vampiros reúnen los temores de una época golpeada por la peste: el contagio, la
indistinción, la enfermedad, la sangre, etc. Veremos cómo surge el monstruo vampiro
en la literatura por primera vez hasta llegar a su obra máxima con el Drácula de Bram
Stoker.

El monstruo cruel y el poder soberano


A partir de estos dos epígrafes, queremos reconstruir arqueológicamente las fuentes de
la literatura del terror del siglo XIX, puntualmente la de vampiros. El pasado de estos
monstruos no-muertos, al menos el de Drácula, es el de lo que llamaremos monstruo
cruel que tiene una primera figura en el soberano que se excede en su poder. El contexto
histórico en el que nos situaremos, así, es el de la primera modernidad: los siglos XV a
XVIII, para el poder soberano, y el siglo XIX para el microfísico. Tal como Foucault
demostró en sus obras, la configuración del poder soberano reina sobre la sociedad en
este período.
Vamos a definir muy brevemente al monstruo cruel a partir de la soberanía como
un monstruo solitario. La soledad que lo caracteriza habla de una ruptura del contrato
social. Aquí, la soledad del monstruo cruel se opone al interés o razón de los actos que
le dan su inteligibilidad. Este tipo de desvío es típico de los soberanos que abusan de su
poder en el marco de las teorías liberales del contractualismo, a excepción de Hobbes
que, a nuestro entender, representaría al soberano excesivo y abusivo dentro de cierta
legitimidad. El soberano es un hombre solo, solitario, por su misma soberanía. Si
seguimos a Bataille1 en sus análisis sobre la soberanía, podemos pensar en que el
soberano es el sujeto absolutamente heterogéneo que no depende de nada ni nadie. Su
poder es soberano, de allí la soledad

Vlad “Tepes” Dracul


La crueldad del príncipe valaco se puede observar en al menos dos tipos: en primer
lugar, en los castigos colectivos que los vecinos de Valaquia sufrieron, matanzas enteras
de poblaciones (siempre mediante la tortura del empalamiento); en segundo lugar, en las
variaciones de las torturas en casos particulares (Florescu y McNally 2 enumeran las
nueve anécdotas más importantes sobre las torturas del príncipe). A modo de ejemplo,
veamos el primer caso.
El soberano que quiere imponer su poder sobre sus súbditos tiene al castigo
como su expresión. Tal como lo analiza Foucault, la atrocidad de las penas comunica al
crimen con su castigo. Ahora bien, lo que quisiéramos plantear a modo de pregunta o
problema, es en qué medida la matanza de una población entera sigue comunicando al
crimen con la pena o si, acaso, se da un exceso del castigo injustificado, que desborda
todo modelo de inteligibilidad. Si esto es así, y pensamos que es el caso, la crueldad se
apodera de los actos del príncipe. Durante el primer gobierno de Vlad Tepes, en medio
de internas políticas y comerciales, que hacían de Valaquia el paso obligado para

1
Ver: Bataille, G. El Erotismo y La conjuración sagrada.
2
McNally, R.-Florescu, R. La verdadera historia de Drácula. 155
húngaros, alemanes y genoveses, para el comercio, Vlad Dracul dispuso que todas las
mercancías fueran ofrecidas antes en los mercados valacos, además de poner altas tasas
aduaneras. Ante tremenda amenaza comercial, las ciudades sajonas de Kronstadt y de
Hermannstadt, propusieron nuevos pretendientes al trono valaco. Ante la negativa de
dichas ciudades de hacer caso del pedido de Vlad Dracul de no dar asilo político a sus
competidores, su respuesta fue contundente: “Penetró en Transilvania, quemando e
incendiando, y saqueó la región de Kronstadt y Amlas. Ni siquiera a las mujeres y a los
niños se les perdonó la vida. Los que no sucumbieron en las llamas fueron arrastrados a
Valaquia y empalados”3. Eso ocurría a un año de asumir, en 1457. En 1460, los de
Kronstadt, con el apoyo del rey de Hungría, volvieron a la carga contra el príncipe
rebelde pero no tuvieron suerte. Su candidato, un tal Dan, fue decapitado. Kronstad tuvo
que claudicar. La siguiente movida estratégica de Vald Tepes, fue cargar sobre Fagaras
y Amlas, ciudades también enemigas del voivoda. “Entre julio y agosto se apoderó de
ambas ciudades e hizo empalar a toda la población. Esta expedición represiva debió
costarles la vida al menos a 20.000 personas. La repoblación de aldeas y villas
destruidas tardó varias generaciones y muchas poblaciones permanecieron desiertas
durante casi un siglo”4. Planeando un ataque contra los turcos, en 1462, Vlad Tepes
envió la siguiente carta al rey de Hungría, Matías Corvinus, junto con dos sacos llenos
de narices, orejas y cabezas para darle mayor realismo y verosimilitud a sus palabras:

«He matado a hombres y mujeres, a viejos y jóvenes, desde Oblucitza y Novoselo, donde el
Danubio entra en el mar, hasta Samovit y Ghigen. Hemos matado a 23.884 tucos y búlgaros, sin
contar a aquellos a los que quemamos en sus casas, o cuyas cabezas no fueron cortadas por
nuestros soldados. [...] 1.350 en Novoselo, 6.840 en Silistria, 343 en Orsova, 840 en Vectrem,
630 en Tutrakan, 210 en Marotim, 6.414 en Giurgiu, 343 en Turnu, 410 en Sistov, 1.138 en
Nicópolis, 1.460 en Rahovo. [...]»5

Sabemos que el voivoda valaco encontrará un límite a su soberanía y terminará preso


luego de sucesivos gobiernos. El monstruo cruel lentamente irá disciplinándose,
normalizándose. Las leyendas no tardaron en surgir. El cruel tirano que sirvió las veces
de tapón en esa región comunicante de Europa con el imperio turco, se irá asociando

3
Märtin, R.-P. Los «Drácula». P. 116
4
Märtin, R.-P. Los «Drácula». P. 131
5
Märtin, R.-P. Los «Drácula». P. 138
con actos crueles siempre nuevos, hasta el de comer insectos encerrado en su celda
(imagen que se reproduce análogamente en la novela de Bram Stoker).

Pasajes
Si la lepra representó los peligros y los temores de la Edad Media en torno al pecado y a
lo demoníaco, la peste fue el centro de atracción en el período que estamos trabajando.
Del mismo modo, así como a la lepra le corresponde un ejercicio lagunar del poder, a la
peste le corresponderá un ejercicio microfísico del mismo. Vlad Tepes Dracul se
transforma en el conde Drácula. El poder soberano se convierte en microfísico. Las
leyendas se transforman en literatura de terror.
Este pasaje del voivoda al conde puede ser entendido a partir de las
transformaciones discursivas que acompañaron a las transformaciones materiales de la
configuración del poder soberano a la del poder disciplinario. Sin extendernos en este
tema, sólo recordemos algunas de esas transformaciones: en primer lugar, un progresivo
desarrollo del individualismo. A partir de la Revolución Francesa, el ideal individualista
burgués comienza a imponerse a partir de una serie de transformaciones: desde la
reforma agraria realizada por la Revolución en Francia, que hace declinar al mundo
feudal fuertemente atravesado por prácticas comunitarias, y que da lugar al avance de la
propiedad privada individual6, hasta las transformaciones en los modelos familiares
(domesticidad de la mujer, familia nuclear, etc.)7, pasando desde luego por la filosofía
liberal (por ejemplo, el utilitarismo de Bentham o Mill).
Por otro lado, esta época es la época de la valorización del cuerpo. En principio,
en tanto fuerza de trabajo, pero también como un objeto que debe ser cuidado, atendido,
vigilado, conducido (es enorme, en algunos autores liberales, la importancia de la
educación para normalizar ciertas prácticas corporales, por ejemplo, la
homosexualidad8).
Si juntamos ambas transformaciones podremos comprender qué se modifica del
período anterior (XV a XVII): se tratará de individualizar a los cuerpos, tanto a los
vivos como a los muertos.

6
Ver: Bloch. M. El campesino y la tierra: “La Revolución agrícola y la Revolución Francesa”
7
Ver: Kertzer, D. I./Barbagli, M. Historia de la familia europea. Vol. II
8
Ver: Bentham, J. Sobre los delitos contra uno mismo
De esta forma, el vampirismo será la expresión de esa individualización y
control. Hay que controlar a los cuerpos de los muertos. Algo pasa en esos cuerpos que
genera desorden, que produce enfermedad, que altera el Buen Orden Burgués.
Podemos periodizar a la Historia en función de las distintas configuraciones
históricas, los distintos bloques históricos diría Gramsci, producto de la confluencia
entre determinadas prácticas y determinados discursos. Entre las prácticas sociales que
dan cuenta del pasaje que estamos trabajando, podemos pensar en fundación de los
primeros cementerios modernos, propios de la sociedad disciplinaria.
En este sentido, la creencia en los vampiros pone en evidencia los problemas de
la nueva sociedad que el paso de la soberanía a la microfísica del poder plantea. Cómo
se combate a este peligro: con la individualización de los sujetos (vivos o muertos). La
higiene como problema aparece por las grandes infecciones que el hacinamiento
urbano-industrial trae. El poder soberano, con su modelo lagunar y discontinuo, no tiene
mucho que hacer aquí, y es necesario reticular el territorio, individualizar a los sujetos,
aún después de la muerte. En efecto, este era una de los problemas que la sepultura
cristiana típica de la edad Media tenía: con el objetivo de estar enterrados cerca de los
santos, los cuerpos de los campesinos y gente humilde eran enterrados en fosas
comunes. La indistinción de la sepultura quedaba bajo el dominio de la tierra santa. Lo
que introduce la nueva sepultura es el correspondiente a la individualización del poder
disciplinario de las ciudades: a cada muerto su tumba. Dice Ariès: “Ahora sabemos que
en la segunda mitad del siglo XVIII la opinión ilustrada se conmovió por los “peligros
de las sepulturas””9. Esto último es el título de un ensayo de Vicq d’Azyr, de 1778, en
donde el médico expone casos cotidianos en donde las sepulturas antiguas representan
un peligro. El contagio es la forma pura de lo indeterminado, de lo que no tiene límites,
de lo que no los respeta, porque puede actuar en forma remota, más allá del contacto
físico, más allá de los límites entre la vida y la muerte. Nadie mejor que el vampiro para
estas cosas: contagio, sangre, continuidad entre los cuerpos (por ese flujo de sangre des-
codificada que mezcla a los individuos, que se verá sólo cuando el vampiro es
asesinado): en 1765 el Parlamento de París ordena trasladar los cementerios fuera de
París: “En el curso de apenas tres décadas se modificaron costumbres milenarias; y la
principal razón que adujeron los contemporáneos sobre la necesidad de estos cambios
fue el carácter infeccioso de los cementerios tradicionales y los peligros que implicaban

9
Ariès, P. Morir en Occidente. P. 148
para la salud pública”10. Estos peligros están asociados directamente con los vampiros.
Los vampiros son los “depredadores” o “parásitos” que se devoran a sí mismos, durante
las epidemias de peste, estando enterrados.
El vampirismo llega a su máxima popularidad por su vinculación con la peste.
Hasta el siglo XVIII existieron numerosas versiones sobre hombres-lobo y no-muertos
sedientos de sangre. En el siglo XVI, por ejemplo, el fenómeno había justificado una
investigación oficial de la Iglesia. Entre 1520 y el siglo XVII se contaron casi treinta
mil casos. Indudablemente, el problema dejaba de ser un problema de algunos
supersticiosos de los países atrasados del este. Los vampiros desencadenan las pestes.
Ante la peste, la cuarentena, el encierro individualizante en las casas, la separación de
los cuerpos en espacios cuadriculados.
Garman, un médico alemán que vivió de 1640 a 1708, publicó un libro titulado
De miraculis mortuorum, en donde está el capítulo que, traducido, se titula: De los
sonidos emitidos por los cadáveres en sus tumbas, semejantes a los de los cerdos
comiendo. Este texto reúne las interpretaciones científicas de la época con las creencias
y supersticiones del pueblo. El fenómeno descrito por Garman será el puente entre el
discurso médico y las leyendas sobre los vampiros. ¿Qué son esos sonidos que suben de
las tumbas? A los cuerpos algo les pasa en esas fosas comunes. Dice Garman: “Antes
del ataque de una epidemia mortal [por lo tanto un presagio, como los sonidos que
salían de la tumba de Gerbert; en los siglos XVI y XVII anunciaban la peste], ciertos
difuntos enterrados, en particular el sexo débil [...], devoran su sudario y su ropa
fúnebre lanzando un grito agudo semejante al de los cerdos cuando comen”11.
En 1679 se publica Dissertatio historica-philosophica de Masticatione
Mortuorum de Philip Rohr. Según el tratado, los no-muertos o los muertos vivos eran
cadáveres poseídos por demonios. Michael Ranft refuta esta tesis en su De Masticatione
Mortuorum in Tumulus liber diciendo que los demonios no tienen el poder de poseer los
cadáveres. La propia iglesia legitimó el fenómeno científico y sobrenatural, con célebres
tratados sobre el tema, el más importante: Tratado sobre los vampiros de Augustin
Calmet, de 1746, que se proponía refutar el tema de los vampiros, pero logró difundir
casos de vampirismo recopilados por Calmet, y, así, aumentar la importancia del tema
Es durante una epidemia de peste en Prusia en 1720 cuando el vampirismo
comienza a tomar forma: la peste es incontrolable. Junto con las nuevas tecnologías de

10
Ariès, P. Morir en Occidente. P. 150
11
Ariès, P. Morir en Occidente. P. 154
poder encontramos los discursos que las completan. Se abren tumbas para reconocer a
no-muertos en Austria, Serbia, Prusia, Polonia, Moravia y Rusia. Dos casos toman
renombre: el de un campesino húngaro, Pedro Plogojowitz, y el de Arnold Paole, un
campesino que murió al caer de un carro. A raíz del primer caso se redactó un informe
en alemán en donde aparece por primera vez la palabra “vampyr”. El caso de Arnold
Paole globalizó por toda Europa la creencia en los vampiros: el informe realizado por el
médico militar Flückinger Visum et Repertum (1732) llegó a las principales ciudades de
Europa.
Este último caso del campesino polaco es significativo porque dará pie a la
narrativa sobre los vampiros. Pero si quisiéramos citar, antes, algunas fuentes anteriores
en donde los vampiros o no-muertos aparecen, podríamos empezar por el texto más
antiguo en donde el vampiro moderno encuentra su pasado: el del canónigo Lincoln y
archidiácono de Oxford (1140-1208 aprox) Walter Map, quien reunió varios relatos de
muertos vivientes en su De Nugis Curialium de 1181-1193. Otra fuente importante para
ver los discursos históricos en torno a los vampiros, es el Historia Rerum Anglicarum o
History of English Affairs de William Newbourgh de 1206. Entre otros episodios
extraños, Newbourgh relata al menos cuatro historias vinculadas con los no muertos.
Hacia fines del siglo XVIII los vampiros son moneda corriente en los discursos
sociales. Los vampiros se vuelven cotidianos, se vuelven objeto de la reflexión
científica y filosófica. Estos monstruos llegados del oriente atrazado sintetizan los
nuevos temores de la época: mezcla, contagio, enfermedad. Recordemos que en
Drácula, a la contagiada Lucy se la toma por una enferma, y los métodos del Dr. Van
Helsing se inscriben en la práctica médica de la época: el discurso religioso está
mezclado del científico.

Conclusión: Literatura y vampirismo


El siglo XIX ve la invasión de los vampiros en la narrativa (en la poesía ya habían
aparecido en la segunda parte del XVII). Quien era el médico personal de Lord Byron,
John Polidori escribió la primera novela sobre un vampiro inspirándose en este caso real
del campesino Paole aparecido en el periódico (así como en el poema de Samuel Taylor
Coleridge, Christabel aparecido en 1816). Y, si bien es cierto que ya aparecían
vampiros en la novela del polaco Jon Potocki Manuscrito encontrado en Zaragoza de
1810, Polidori escribe toda una historia centrada en un vampiro en El Vampiro
publicada en 1819. Al relato de Polidori le seguirán tres magníficos relatos: Carmilla de
Joseph Sheridan Le Fanu, de 1872, y Drácula de Bram Stoker de 1897.
El poder soberano se transforma y Vlad Tepes Dracul deviene el conde Drácula,
el vampiro al que el poder disciplinario burgués intentará normalizar y domesticar. El
monstruo cruel se transforma en un nuevo monstruo. Y si la crueldad atentaba contra el
mismo poder soberano por exceso (al voivoda hay que ponerle un límite, en última
instancia), el vampirismo atenta contra el poder disciplinario e individualizante que
funda a la sociedad burguesa. La literatura de vampiros, así, es el síntoma de una época,
reuniendo los temores vinculados con el contagio y la mezcla, temores que además se
inscriben en una dimensión moral: sabemos de los gustos sexuales de estos vampiros
(por ejemplo, el de la bella Carmilla, vampiresa adolescente, que seduce a la también
bella hija adolescente de un señor feudal).
El caso de la literatura de vampiros nos permite comprender a la sociedad como
un entramado de discursos y prácticas que se conjugan, articulando así elementos
heterogéneos y dispares. La literatura nunca ha sido tan política como cuando se la
puede leer desde este punto de vista.

Bibliografía
Ariès, P. Morir en Occidente. Ed. Adriana Hidalgo, Bs. As., 2000
Bataille, G. El Erotismo. Ed. Tusquets, Barcelona, 2002
Bataille, G. La conjuración sagrada. Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2002
Bentham, J. Sobre los delitos contra uno mismo. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002
Bloch. M. El campesino y la tierra. Ed. Crítica, Barcelona, 2002
Foucault, M. Los Anormales. Ed. FCE, Buenos Aires, 2001
Foucault, M. Vigilar y castigar. S. XXI, Buenos Aires, 1991
Kertzer, D. I./Barbagli, M. Historia de la familia europea. Vol. II. La vida familiar
desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913). Ed.
Paidos, Barcelona, 2003
Märtin, R.-P. Los «Drácula». Ed. Tusquets, Barcelona, 1993
Marigny, Jean. El despertar de los vampiros. Ed. B, Barcelona, 1999
McNally, R.-Florescu, R. Drácula. La verdadera historia. Ed. Derramar, Buenos Aires,
2005
Newbourgh, William. Historia Rerum Anglicarum (versión electrónica)

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