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De Henrik Ibsen
Versión de David Amitín y Mauricio Kartun
EL PATO SALVAJE
De Henrik Ibsen
Versión de David Amitín y Mauricio Kartun
El pato salvaje se estrenó, durante la tem- JENSEN: Dicen que en sus tiempos, el di-
porada 1997, en la Sala Casacuberta del rector...
Teatro San Martín de Buenos Aires, con
la dirección de David Amitín PETTERSEN: Mujeriego como el que mas.
ASESOR: ?Dios, que comida! Esto se lla- GREGORIO: El mismo buen aspecto de
ma trabajar. siempre.
SENADOR: Es increible lo que se puede HIALMAR: Bueno, el cuerpo puede ser. Pero
comer en tres horas con un poco de bue- el espiritu si que no es el mismo. No es
na voluntad. necesario que te cuente como se ha hun-
dido todo para nosotros desde entonces.
ASESOR: El problema no es la entrada...
es la salida mi amigo... La salida. GREGORIO: ¿Cómo está tu padre?
SENADOR: Ahh... Ahora un buen café y un HIALMAR: Mejor no hablar de ciertas co-
poco de música. sas. Vive conmigo el pobre. No tiene a
nadie mas en el mundo. Pero es tan do-
ASESOR: La senora Soerby tocara algo se- loroso para mi tener que hablar de eso
guramente. que... En fin: ?Como te ha ido alla en la
fabrica?
SENADOR: Con tal de que no nos olvide...
Digo, ahora que... GREGORIO: En fin... Aislado alli, en las
montanas, tanto tiempo... Digamos que
ASESOR: ?Berta? Berta no abandona a los fue una buena oportunidad para medi-
viejos amigos. tar sobre muchas cosas.
WERLE: (Frotandose los ojos.) Creo que tie- HIALMAR: A... Algunas.
ne razón.
Continua la charla entre risas y bromas.
Entran Pettersen y Jensen con bandejas.
GREGORIO: (Por lo bajo.) Tendrias que
SOERBY: (A los invitados del salón.) Seño- animarte a participar en la charla,
res... Si gustan una copa... por aquí, por Hialmar.
favor.
HIALMAR: ¿Yo? De qué podría hablar...
ASESOR: ?Pero por amor de Dios! ?Es ver-
dad que nos ha derogado el sagrado de- GREGORIO: Vamos...
recho de fumar?
ASESOR: Buena idea la del oporto, senor
SOERBY: Si senor Asesor. Aqui en los do- Werle. Un magnifico digestivo.
minios del senor Werle, esta prohibidisi-
mo. WERLE: Y por si no se dio cuenta, el que se
acaba de servir es de uno de los mejores
SENADOR: ?Y cuando se ha decretado ese anos.
nuevo articulo en la ley de los puros?
ASESOR: Un bouquet francamente delicio-
SOERBY: Desde la ultima comida senor so.
Senador. Ciertas personas se abusaron
de tal forma... HIALMAR: (Inseguro.) ?Existe alguna di-
ferencia en el vino entre un ano y otro?
SENADOR: ?Y un poquito de exceso no esta
permitido senora Berta? ASESOR: (Ríe.) ¿Cómo...?
SOERBY: De ninguna manera, senor se- WERLE: A usted si que no vale la pena ser-
nador. virle bebidas nobles.
Los criados sirven las copas. SENADOR: Con los vinos, senor Ekdal,
pasa como con la fotografia: dependen
WERLE: (A Hialmar quien permanece jun- mucho de la luz del sol..
to a una mesa.) ¿Qué está mirando,
Hialmar? HIALMAR: Si... Claro...
SOERBY: Lo que si es cierto es que hay una ASESOR: ¿Pero qué es lo que...
gran diferencia de un ano a otro. A mas
estacionados, mejor. Cuchicheos.
MAGISTRADO: ?A mi me contaria entre los SOERBY: (Al criado.) Fijese que le den algo
anejos?. para llevarse.
SOERBY: Como vinos dulces, naturalmen- GREGORIO: Pero dijiste que no lo conocias.
te, caballeros.
HIALMAR: En una circunstancia así...
Rien. Cómo podía yo...
GRAABERG: Si... Se han llevado las llaves. ASESOR: Una lástima. ¿Qué podríamos
hacer Senador? (Salen ambos hacia la
WERLE: Pase por aqui. otra habitación.)
GREGORIO: (A Hialmar.) Pero... ?No era HIALMAR: Como no. (A Gregorio.) No hace
PETTERSEN: Nada le gusta mas al senor WERLE: Quizá. Pero lo cierto es que a él lo
Ekdal que su botella de aguardiente, condenaron y a mi me absolvieron. No
senora. encontraron una sola prueba en contra
mio.
ASESOR: (Asomandose con unas partitu-
ras.) ¿Qué le parece señora Soerby si to- GREGORIO: Lo sé.
camos algo a cuatro manos?
WERLE: Y una absolución es una absolu-
SOERBY: Con mucho gusto. ción. ¿Se puede saber a qué viene esto
de remover toda esa historia? ¿Esto es lo
LOS INVITADOS: ?Bravo! que estuviste rumiando todos estos años
alla? En lo que a mi respecta todo eso se
Salen todos hacia el salón. ha olvidado aqui hace tiempo.
GREGORIO: Insisto: ?estan anotados esos GREGORIO: Si. Creo que ya es hora.
gastos?
WERLE: Pensaba, justamente... ?De qué
WERLE: Sigo sin entender a qué viene eso. sirve que estés allá encerrado, en la fá-
brica, como un vulgar dependiente, sin
GREGORIO: Yo sí. ¿Este desprendimiento cobrar un centavo más que tu sueldo?.
tan generoso tuyo, no coincidió justa- Es una verdadera locura. (A un gesto de
mente con su casamiento? Gregorio.) No, no, lo entiendo. Ser libre...
No deberme nada... Lo entiendo. Pero
WERLE: ¡¿Como voy a acordarme después precisamente ahora se presenta la opor-
de tantos anos?!. tunidad de independizarte de una vez por
todas, Gregorio. De ser dueno de tu pro-
GREGORIO: Me escribiste una carta enton- pio destino.
ces -comercial, naturalmente- y en la
postdata me anunciabas el matrimonio GREGORIO: ¿Ah sí? ¿Y cómo?
de Hialmar con una tal senorita Hansen.
WERLE: Cuando te escribí pidiéndote que
WERLE: Asi se llamaba. Exactamente. volvieses enseguida a la ciudad, pensa-
ba...
GREGORIO: Pero no parecias recordar que
esa senorita Hansen era Gina, nuestra GREGORIO: Qué. Estuve esperando todo
antigua sirvienta. el dia a que me lo dijeras de una vez.
WERLE: No sabia que te interesaran tanto WERLE: Quiero proponerte que entres
las criadas. como socio en el negocio.
GREGORIO: Ningún interés particular. (Ba- GREGORIO: ?En tu negocio? ?Yo, socio
jando la voz) Pero aquí en la casa había tuyo?.
alguien que sí lo tenía.
WERLE: Si. No tendriamos necesidad de
WERLE: ¿De qué estás hablando? ¿Supon- estar siempre juntos. Dirigirias la casa
go que no te referiras a mi? central aqui en la ciudad, y yo me trasla-
daria a la fabrica.
GREGORIO: Precisamente.
GREGORIO: ?A la montana?
WERLE: ¿Pero cómo te...? ¿Cómo se per-
mite ese desagradecido... ese fotógrafo WERLE: Tengo que cuidar mis ojos, Gre-
de... de... insinuar que yo... gorio. Mi vista se ha debilitado bastante.
GREGORIO: Un acuerdo aparente, querras WERLE: Bueno, seas lo que seas me has
decir. quitado un peso de encima. Me alegra
mucho contar con tu aprobación.
WERLE: Bueno. Algo es algo. ¿Qué te pa-
rece? GREGORIO: Ahora termino de entender
para que me necesitabas. El cuadro vivo
GREGORIO: Hay algo detras de esto. de amor familiar. La escenita hogareña
de reconciliación entre padre e hijo para
WERLE: Nada. satisfacción de la señora Soerby.
GREGORIO: Algo util para tus planes se- WERLE: ?No te permito!.
guramente.
GREGORIO: ?Cuando hubo vida de fami-
WERLE: Entre un padre y un hijo siempre lia en esta casa?. Nunca, que yo recuer-
es probable que uno necesite al otro. de. Pero hoy, claro, seria de un efecto ex-
traordinario tener algo que se le parez-
GREGORIO: Asi dicen. ca. Poder decir que el hijo, en un arran-
que de amor filial ha vuelto volando al
WERLE: Me gustaría que te quedases al- hogar paterno para asistir al casamiento
gún tiempo en casa. Toda la vida me he del padre anciano. ¿Qué quedaría así de
sentido muy sólo, pero ahora que me los rumores sobre lo que tuvo que sufrir
estoy poniendo viejo... Necesito alguien la pobre difunta? Ni el eco. Su propio hijo
a mi lado. los habria desmentido ?no es asi?
GREGORIO: Esta la senora Soerby. WERLE: Gregorio, creo que no hay perso-
na en el mundo a la que desprecies mas
WERLE: Si. Esta la senora Soerby. Y ha lle- que a mi.
gado a hacerse indispensable para mi.
GREGORIO: Te he visto demasiado de cer-
GREGORIO: Bien. ¿Para qué más? ca.
WERLE: Bueno... Me temo que las cosas no WERLE: Si. Pero con los ojos de tu madre.
puedan seguir así. Una mujer en su situa- Y esos ojos vieron turbio muchas veces.
ción crea una imagen equívoca en los de-
más. No le conviene a un hombre como yo. GREGORIO: Es posible. ¿Pero quién tuvo la
culpa en todo caso? ¡El Director Werle, y
GREGORIO: Un hombre que da banquetes cada una de sus amantes! La última de
como el de hoy, a gente como la que esta las cuales fue esa mujer que encajaste a
alli, puede permitirse cosas peores. Hialmar Ekdal cuando te cansaste de ella.
WERLE: Yo si. Pero esta ella. Aun supo- WERLE: Palabra por palabra: Como si es-
niendo que por afecto hacia mi estuviese tuviera escuchando a tu madre.
dispuesta a desafiar el escandalo, ?Te pa-
rece admisible, Gregorio, con tu sentido GREGORIO: Y ahi queda ese infeliz, ese
tan estricto de la rectitud, que...? pobre ingenuo rodeado de enganos. Vi-
viendo bajo el mismo techo con una
GREGORIO: (Interrumpe.) Digamos, en re- mujer de esa clase y sin sospechar si-
sumen, que has decidido casarte. quiera que eso que llama inocentemente
«su hogar» esta edificado sobre una re-
WERLE: ¿Y si así fuese, qué? verenda mentira. Cuando miro tu vida,
tu pasado, me parece ver algo asi como
GREGORIO: Eso digo yo: qué. un inmenso campo de batalla sembrado
de cadaveres hasta el horizonte.
WERLE: ?Te seria muy... desagradable?
WERLE: Creo, Gregorio, que el abismo que
GREGORIO: ?A mi? De ninguna manera. nos separa es infranqueable.
WERLE: ?Y cual es?, si se puede saber. Por la puerta de calle aparece el viejo Ekdal
con un rollo de papeles bajo el brazo y
GREGORIO: Te reirias si lo dijera. un paquete en el bolsillo del abrigo.
WERLE: Un solitario como yo no se rie tan GINA: Vuelve tarde esta noche, abuelo.
facilmente, Gregorio.
EKDAL: Habian cerrado la oficina. Tuve que
GREGORIO: (Senalando a la sala.) Los in- esperar a Graaberg y pasar por... (Calla)
vitados estan jugando a la gallina ciega
con la senora Soerby, senor Werle. Bue- EUGENIA: ?Te dieron algo mas para copiar,
nas noches, y buena suerte. (Sale.) abuelo?
Gina Ekdal Cose. Eugenia, su hija, lee un EUGENIA: ?No pasara frio en el cesto, abue-
libro. lo?
GINA: Eugenia... (Eugenia absorta no la EKDAL: ¿Con tanta paja...? Qué ocurren-
escucha.) Eugenia. cia. (A Gina) Tengo mucho que copiar,
Gina... Que nadie me moleste en mi cuar-
EUGENIA: Si mama. to, ?eh?. Nadie. (Sale.)
GINA: Vamos... (Eugenia obedece. Tiempo.) EUGENIA: Si. Se pone mas alegre la casa,
?no?.
EUGENIA: ?No estas orgullosa, mama, que
el director Werle lo haya invitado a papa Hialmar Ekdal entra desde la calle. Lleva
a su banquete?. abrigo y sombrero.
HIALMAR: Bueno... Un poco. Un poco con EKDAL: ?Les dijiste que no?
cada uno. Gregorio me acaparó por com-
pleto. ¿Volvió papá? GINA: ?Hialmar, podrias haber...!
EUGENIA: Esta alli en su cuarto, escribien- HIALMAR: No, no. No va a andar uno ha-
do. ciéndole los gustos a todo el mundo.
EKDAL: ?No me viste...? Alli cuando pasa- HIALMAR: Al final todo terminó amistosa-
ba, digo... mente, como es natural. Al fin y al cabo
eran buena gente, no había razón para
HIALMAR: No, no... Pero me dijeron que herirlos.
EUGENIA: ¡Qué elegante estás con ese HIALMAR: No, no... Se me pasó, y... ¡Pero
smoking, papa. Y lo bien que te queda! tengo otra cosa que te va a gustar!. (Bus-
ca en los bolsillos del smoking.)
HIALMAR: ¿Verdad, no? Como a medida.
Un poco ajustado acá en los hombros. A EUGENIA: ?Mama... Mama...!
ver Eugenia... (Eugenia lo ayuda.) ¿Dón-
de está mi saco, Gina?. GINA: ?Ves? Hay que saber esperar.
GINA: Aquí. (Lo ayuda a ponérselo. Eugenia HIALMAR: (Sacando una cartulina.) Aqui
colabora amorosamente.) esta.
EUGENIA: Claro que si, papa. HIALMAR: Bueno... Es que no valian gran
cosa todas esas golosinas. En cambio el
HIALMAR: La corbata abierta, así... ¿Qué menu... Vamos: no sentamos a la mesa y
tal? yo te voy diciendo el gusto que tenia cada
plato. A ver, Eugenia...
EUGENIA: Te combina con la barbita. Y con
los rulos. EUGENIA: (Tragandose las lagrimas.) Gra-
cias. (Se sienta pero no lee. Gina le hace
HIALMAR: Bueno, rulos... Algunas ondas, senas que advierte Hialmar.)
Eugenia.
HIALMAR: Pero... Es... ?Es increible la can-
EUGENIA: Los rulos mas bonitos del mun- tidad absurda de cosas que se pretende
do. que un padre de familia tenga presente
en la cabeza! ?Increible...! ?Y si se olvida
HIALMAR: Esta chica... de... del mas minimo detalle enseguida le
ponen mala cara!. En fin: a todo hay que
Tiempo. acostumbrarse. (A su padre.) ?Echaste un
vistazo ya?
EUGENIA: Papa...
EKDAL: Se metió en el cesto.
HIALMAR: Si mi amor.
HIALMAR: ?En el cesto! ?Ya empieza a fa-
EUGENIA: Vamos... miliarizarse!.
GINA: Manana no creo que quede tiempo. HIALMAR: No, no. No me llames asi. No me
lo... Me he sentado a la mesa del hombre
EUGENIA: ?Si que habra tiempo, mama! rico, repleta de platos suculentos,
regodeandome... ?Y no fui capaz de...!
GINA: Con todas esas placas que hay que
retocar. Ya las han venido a buscar va- GINA: ¡Pero, qué tonterías, Hialmar...!
rias veces.
HIALMAR: Ninguna tonteria. Pero no me lo
HIALMAR: ?Otra vez las benditas fotogra- reprochen, ustedes saben que a pesar de
fias! Ya se haran. ?Hubo algun pedido eso yo las quiero.
nuevo?
EUGENIA: Y nosotras te adoramos, papa.
GINA: No. Para manana estan solo esos dos
retratos que ya sabias. HIALMAR: Y si... si... si a veces me ven así,
un poco lunático, tengan en cuenta que
HIALMAR: ?Nada mas?. Bueno, era previ- soy un hombre que ha tenido que pasar
sible. Cuando uno no se ocupa... muchas tormentas. (Pausa) No voy a to-
mar cerveza. La armónica, Eugenia.
GINA: ¿Qué más puedo hacer? Puse todos
los avisos que he podido. Hialmar sentado en el sofa. A su lado Gina
y Eugenia abrazandolo con gesto amo-
HIALMAR: ¡Bah, los diarios! Para lo que roso. Hialmar toma la armónica y co-
sirven. ¿Por la habitación ha venido al- mienza una melodía lenta y sentimen-
guien? tal.
HIALMAR: No, no. Nada de armónicas. Está GINA: Hialmar... Alguien llama.
visto que esto de disfrutar no está hecho
para Hialmar Ekdal. Muy bien... Enton- HIALMAR: ?A esta hora!
ces, desde mañana trabajaré hasta que
no pueda más. Hasta deslomarme, sí Gina abre la puerta.
señor.
GREGORIO: (Desde el umbral.) Disculpe...
GINA: Hialmar, querido... No era eso lo que
yo queria... Gina retrocede un paso.
HIALMAR: (Detiene a Eugenia que sale ha- GREGORIO: En realidad me parezco mu-
cia la cocina. La abraza.) Eugenia... cho mas a mi madre. Usted seguramen-
Eugenia. te se acordara de ella.
HIALMAR: ¿Pero cómo...? Bueno, ya que HIALMAR: No sospecha nada. No nos he-
estás aquí dame el abrigo. Sentémonos mos atrevido a decirselo. Gorjeando como
un poco. un pajarito inconsciente, vuela hacia la
noche eterna. Es una verdadera tortura
GREGORIO: Gracias. para mi, Gregorio.
HIALMAR: Bueno, como ves, éste es el es- GREGORIO: No, no, gracias.
tudio.
HIALMAR: Bueno, en todo caso... Solo un
GINA: Acostumbramos a estar aqui. Como par, con bastante manteca si hay.
es la pieza mas grande...
Eugenia vuelve a salir.
HIALMAR: Antes teniamos una casa me-
jor, pero esta tiene un desvan enorme. GREGORIO: Se la ve muy sana, sin em-
Es una gran ventaja. bargo. (Pausa.) ¿Y qué edad tiene?.
GINA: Y nos sobra una pieza ademas, que HIALMAR: Catorce. Los cumple pasado
la podemos alquilar si queremos. manana.
HIALMAR: Bueno, todavia no. No es tan GINA: Pegó el estirón el año pasado.
facil. Hay que ocuparse mucho, y... A ver
Eugenia, esa cerveza... GREGORIO: Viendo crecer a los ninos uno
se da cuenta de lo viejo que es. Realmente
Eugenia sale hacia la cocina. grande y hermosa. (Pausa) ?Cuanto hace
ya que se casaron?
GREGORIO: ?Tu hija? (Hialmar asiente
orgulloso.) ?Y es hija unica? GINA: Pronto van a ser quince anos.
GINA: La madre de Hialmar sufría de los HIALMAR: Papá, tenemos visita. Gregorio
ojos también. Werle, no sé si recordarás.
GREGORIO: Le traigo saludos de sus anti- EKDAL: Una mano aqui, Hialmar, para ayu-
guos montes de caceria, teniente Ekdal. darme a abrir.
GREGORIO: ?Se acuerda cuando Hialmar GINA: Bueno, no vaya a pensar que es nada
y yo lo ibamos a visitar alla arriba, en las extraordinario, tampoco.
vacaciones?
Hialmar y su padre van hasta la pared del
EKDAL: ?Usted y...? Bueno, mucho no re- fondo y empujan las hojas de la puerta
cuerdo. Pero si es por la caza, me per- corrediza. A través de la puerta se vis-
mito decirle que si ha habido alla en lumbra una buhardilla amplia y profun-
Hoidal un cazador, ese cazador fue el da, de dimensiones irregulares. Rinco-
Teniente Ekdal, si senor. ?Osos! He nes, vigas, y canos de chimenea que la
matado osos senor Werle! ?Nueve! Y de atraviesan de arriba a abajo. Por las cla-
buen tamano. raboyas, una luz lunar ilumina algunos
rincones y deja otros entre sombras.
GREGORIO: ?Y ahora? ?Ya no se dedica a
la caza?. EKDAL: Venga, venga... Acérquese.
EKDAL: (Rie.) Bueno... No se esta tan mal GREGORIO: ¿Palomas? ¿Tiene palomas
aqui, en realidad. No se esta tan mal... también?
GREGORIO: ?Y no extrana aquello...? ?Los EKDAL: Bajo el alero. Arriba. Les gusta
bosques, la vida libre, la montana...? anidar en altura.
EKDAL: Bueno... habra que ir cerrando por GREGORIO: ¿Encerrado?. Tal vez. Te doy un
hoy. Mas vale no interrumpirles el des- sólo consejo: que no vea nunca ni cielo ni
canso. La puerta, Eugenia. mar. (Un tiempo.) Entre paréntesis: Dijiste
que tenías una habitación para alquilar...
Cierran.
HIALMAR: Si. ?Se te ocurre alguien que...?
EKDAL: Ya lo verá mejor alguna otra vez.
(Se sienta en el sillón junto a la estufa.) GREGORIO: ?Me la alquilarias?.
Son muy extraños los patos salvajes,
?sabe?. GINA: Pero senor Werle...
EKDAL: ?Yo...? En todo caso habria que HIALMAR: Por nosotros encantados...
preguntarselo a su padre.
GINA: Pero es que... Señor Werle esta no es
GINA: Pero no ha sido el senor Werle mis- una habitación digna de una persona
mo que nos ha regalado el pato. como...como...
HIALMAR: Yo, sin embargo, la encuentro HIALMAR: Cuidado, la escalera esta oscu-
bonita, y esta bastante bien amueblada. ra.
GINA: Con esos... esos dos que viven aba- Hialmar lo acompana hasta la puerta. Sale
jo... Esos... Gregorio.
HIALMAR: El licenciado Molvik, y el doctor HIALMAR: ?Al fin puede uno comerse un
Relling. bocado! (Come su sandwich.) ?Lo ves,
Gina...? Hay que saber moverse.
GREGORIO: ?Relling? Hubo un doctor
Relling durante un tiempo en Hoidal. GINA: Sí. Hubiese preferido que fuese otro
el inquilino. ¿Qué va a decir el director?
HIALMAR: El mismo.
HIALMAR: ¿Werle? ¿Y qué le puede impor-
GINA: Creo que lo mejor es consultarlo con tar?
la almohada antes de decidirse.
GINA: Es claro que algo no anda bien entre
GREGORIO: No la veo muy dispuesta a te- ellos.
nerme en su casa, senora Ekdal.
HIALMAR: Nunca anduvo bien.
GINA: ¡Dios me libre! ¿Cómo se le ocurre?.
GINA: No sea cosa que crea que somos no-
HIALMAR: ?Realmente Gina...! (A Gregorio.) sotros los que le hemos llenado la cabe-
?Vas a quedarte por el momento en la za.
ciudad?
HIALMAR: Bueno, si lo quiere creer... El
GREGORIO: (Poniéndose el abrigo.) Sí. director Werle ha hecho mucho por mi,
lo reconozco; pero eso no significa que
HIALMAR: ?Y que harias aqui?. yo tenga que estar a sus órdenes por toda
la eternidad.
GREGORIO: (Pausa) Bueno, si lo supiera
seguramente estaria mas tranquilo. Pero GINA: Mientras no se desquite con el po-
cuando uno tiene la desgracia de llamar- bre abuelo, y le saque el trabajo de las
se Gregorio Werle. copias.
GINA: Si. Cuidado al levantarlo. ?Vamos? HIALMAR: No doy abasto con estas foto-
grafias.
HIALMAR: Si. Vamos.
EKDAL: Bueno, bueno, nada. Si estas tan
Se llevan con cuidado al viejo dormido. ocupado... (Vuelve a su cuarto dejando
la puerta abierta.)
ACTO TERCERO
HIALMAR: (Deja el pincel y va hasta la puer-
Estudio de Hialmar por la manana. Luz por ta de Ekdal.) ?Estas haciendo algo?
la claraboya del techo. Esta corrido el cor-
tinaje. Hialmar, a la mesa, retoca unas EKDAL: Ya que estas tan atareado, yo tam-
fotografias. Eugenia merodea y fastidia. bién, caramba.
Entra Gina de la calle.
HIALMAR: Bueno... bueno... (Vuelve al tra-
HIALMAR: ?Echaste una ojeada al cuarto bajo.)
de Gregorio?
EKDAL: (Unos instantes después vuelve a
GINA: Si. asomarse a la puerta.) En fin... Ahora,
ya, tanto apuro no tengo.
HIALMAR: Lo invité a desayunar. Como es
el primer dia. ?Hay algo en casa? HIALMAR: ?Hacias copias?.
GINA: Habra que buscar algo. EKDAL: ¡Maldita oficina! ¿No pueden es-
perar un día más? No es cuestión de vida
HIALMAR: Creo que Relling y Molvic van a o muerte, tampoco.
subir también. Me encontré con Relling
en la escalera y tuve que... HIALMAR: Y al fin y al cabo uno tampoco
es un esclavo, ?no?
GINA: ¿Así que también esa pareja de sin-
vergüenzas? EKDAL: Y con todo lo que hay que hacer
ahi adentro.
HIALMAR: ¡Dos más, dos menos...!
HIALMAR: Eso justamente es lo que iba a
EKDAL: (Asomando desde su puerta.) decirte. ?Abro?
Hialmar... (Nota la presencia de Gina.)
Ah... EKDAL: Y... No estaria mal, ir viendo...
GINA: ?Necesitaba algo, abuelo? HIALMAR: Asi acabamos de una vez por
todas, ?no?
EKDAL: No, no, es igual. (Vuelve a entrar.)
EKDAL: Tendria que estar listo manana a
HIALMAR: Gina... un poco de ensalada de la manana. ?Porque es manana, no?
arenque no vendria mal. Relling y Molvic
han andado de... de copas seguramente HIALMAR: (Asiente) Manana.
anoche, y...
Hialmar y Ekdal abren las puertas del
GINA: Mientras no se me aparezcan ahora. desvan. Entra luz por el tragaluz del te-
cho. Vuelan algunas palomas de aqui a
HIALMAR: Pero si no hay ningun apuro... alla, y otras permanecen en las vigas arru-
Tenemos todo el tiempo del mundo. llando. Las gallinas cacarean en el fondo.
GINA: No. No espero a nadie. Solo esa pare- EUGENIA: Parece que quiere abrir un ca-
ja de novios que tienen que posar juntos. mino nuevo para que el pato llegue has-
ta la tina.
HIALMAR: ¡Pero caramba, ¿no podían po-
sar juntos otro día?! HIALMAR: Trabajando así, sólo, no lo va a
terminar nunca. Y yo aquí condenado a
GINA: Hialmar, mi amor... Los cité para esta silla.
después de comer, mientras estés hacien-
do la siesta. EUGENIA: Yo lo puedo hacer, papa. Dame
el pincel.
HIALMAR: Ah, bueno, bueno. Entonces si,
pondremos aqui la mesa. HIALMAR: ?Que locura! No harias mas que
estropearte la vista.
GINA: Igual no hay ningun apuro. Se la
puede seguir usando, digo. EUGENIA: Para nada. Dame ese pincel.
HIALMAR: Ya ves que estoy usandola todo HIALMAR: (Duda.) Bueno... (Levantándo-
lo que puedo. se.) Es sólo un minuto ¿eh?.
HIALMAR: Si, eso estaba pensando. HIALMAR: ?Ahi va! ?Muy bien, Eugenia...!
Muy bien... Un minuto, eh... Un minuto.
EKDAL: En fin... En fin... (Vuelve a entrar.) O dos. (Se mete apresuradamente en el
desvan.)
Hialmar trabaja un momento, mira de reojo
la buhardilla, se levanta a medias. Apa- Eugenia trabaja. Ekdal y Hialmar discuten
rece Eugenia por la puerta de la cocina. adentro. Hialmar se asoma.
EUGENIA: Papa y el abuelo. Voy a avisarles. EUGENIA: Si. Unos armarios enormes, lle-
nos de libros... Y muchos tienen estam-
GREGORIO: No, no. Prefiero esperar un pas.
rato.
GREGORIO: ?Ah...!
EUGENIA: ?Hay un desorden en esta mesa!
(Empieza a sacar las fotos.) EUGENIA: Y un escritorio antiguo con ca-
joncitos, y un reloj grande con figuras
GREGORIO: Por favor, no... ?Son las foto- que salen cuando suena la hora. Pero no
grafias para retocar? funciona mas.
GREGORIO: ¿Durmió bien el pato salvaje EUGENIA: Siempre que puedo. Lo que pasa
esta noche? es que la mayoría están en inglés; y yo
no entiendo inglés. Pero miro las figu-
EUGENIA: Creo que si, gracias. ras. Hay uno enorme, así, que se llama
«History of London» y tiene muchísimos
GREGORIO: (Por el desvan.) Con luz de dia grabados. Debe tener, no sé, cien años,
se lo ve muy distinto. por lo menos. Doscientos... En la prime-
ra página se ve a la muerte con un reloj
EUGENIA: Cambia mucho, si. de arena, y una muchachita. ¡Horrible!
Mas adelante, si, hay otras con iglesias y
GREGORIO: Y... ?Te gusta estar alli? Con castillos, y barcos por los mares...
el pato salvaje, digo...
GREGORIO: Y digo yo, Eugenia. cuando
EUGENIA: Si. Siempre que puedo. estas ahi metida, mirando las estampas:
?No se sienten ganas de salir y ver el
GREGORIO: Seguramente, mucho tiempo mundo de verdad...?
de sobra no tendras. Con el colegio y to-
das esas cosas. EUGENIA: No senor. Me gusta asi. Quedar-
me siempre en casa con papa y mama. Y
EUGENIA: No voy al colegio. A papa le da el abuelo. Y el pato... Mi pato.
miedo que me estropee la vista.
GREGORIO: Aja...
GREGORIO: ¿Te enseña él mismo?
EUGENIA: (Aclara) Se lo presto a veces a
EUGENIA: Ajá. Bueno... me lo prometió. papá y al abuelo, pero el pato es sólo mío.
EUGENIA: Claro. Es un auténtico pato sal- GREGORIO: Me han dicho que sabe reto-
vaje. Da tanta pena el pobre, sin tener car, senora Ekdal.
con quien entretenerse.
GINA: Claro que sé.
GREGORIO: No tiene familia, como los co-
nejos. GREGORIO: Una feliz coincidencia.
GREGORIO: Y, como si fuera poco, viene EUGENIA: Mamá también sabe hacer foto-
de la profundidad de los mares. grafías.
EUGENIA: (Reprime una sonrisa.) ¿Por qué GINA: Bueno. Tuve que aprender, claro.
dice «de la profundidad de los mares»?
GREGORIO: ?Asi, que en realidad, es us-
GREGORIO: ¿Y cómo habría que decirlo? ted la que lleva el negocio?.
EUGENIA: Bueno, podria haber dicho... «del GINA: Y... Cuando Hialmar no tiene tiem-
fondo del mar». po...
GREGORIO: ¿Y por qué no «de la profundi- GREGORIO: Claro, ocupado como esta, con
dad de los mares»? su padre...
EUGENIA: No sé. Me suena tan... raro que GINA: Sí. Se da cuenta que esto de tener
lo diga usted. que andar retratando a fulano o a men-
gano no es algo justamente para un hom-
GREGORIO: ¿Y por qué será? A ver. bre como él.
EUGENIA: En realidad... Bueno, no sé. Una GREGORIO: Bueno, pero estando en el ofi-
tontería. cio...
EUGENIA: ?Que no es mas que un desvan? HIALMAR: (Desde adentro.) ¿Llegaste, Gre-
gorio? Ni me enteré, estaba tan ocupa-
GREGORIO: ?Absolutamente segura? do. (A Eugenia.) ¡Si nadie me avisa! (A
Gregorio, enseñando un pistolón de do-
Eugenia calla asombrada. Gina llega de la ble caño.) Es con esto nada más.
GINA: Los hombres son gente rara. Si yo HIALMAR: Bueno, las cosas mas sencillas
tendria que divertirme... se las confio a ella. Asi puedo refugiarme
en la sala a pensar en cosas mas impor-
HIALMAR: (Interrumpe.) Tuviese. Si yo «tu- tantes, en mi... (Indeciso) Gregorio, te han
viese». hablado seguramente de mi invento...?
HIALMAR: Y no hay más que hablar. (A HIALMAR: Bueno, todavía no está del todo
Gregorio.) De afuera no se escuchan... terminado, pero estoy trabajando en él.
Los tiros, digo. (Coloca el arma en el es- Te podrás imaginar que cuando decidí
tante.) Cuidado con el arma, Eugenia. dedicarme a la fotografía no era para
Uno de los cañones quedó cargado, ¿sí?. hacer retratos a cualquiera.
GREGORIO: Yo no diria que estas herido, HIALMAR: Basta, Gregorio, de ideas sinies-
pero si que te metiste en un pantano, que tras.
HIALMAR: (Por Gina y Eugenia.) Así lo es- RELLING: ?»La exigencia de los ideales.»!
pero por ellas. ¡Pero ahora sentémonos, Asi era.
comamos, tomemos, y disfrutemos!
GREGORIO: Una tonteria.
GREGORIO: ?No esperamos a tu padre?
RELLING: ?Tonteria? Recorria el pueblo de
HIALMAR: No. Prefiere comer en su cuarto Hoidal reclamando el cumplimiento de
mas tarde. «La exigencia de los ideales.»
Comen y beben. Gina y Eugenia van y vie- GREGORIO: Bueno. Era muy joven.
nen sirviéndolos.
RELLING: Indudablemente era joven, sí. Y
RELLING: ?Que borracho estaba Molvik que yo recuerde, mientras estuve allí no
anoche, senora Ekdal! ?Habia que verlo! consiguió un solo seguidor.
RELLING: ¿No lo oyó cuando lo traje? RELLING: Presumo que habra tenido la
cordura de transigir un poco.
GINA: No, no escuché nada.
GREGORIO: No transijo nunca cuando tra-
RELLING: Mejor, porque estaba hecho una to con hombres dignos de ese nombre.
lástima, realmente.
HIALMAR: Eso me parece muy bien, muy
GINA: ?Si, Molvik? bien. Gina: un poquito mas de manteca,
?podria ser?
MOLVIK: Corramos un velo sobre los acon-
tecimientos de anoche, senora. Esas co- RELLING: Y una tajada de panceta para
sas son totalmente ajenas a mi yo supe- Molvik.
rior.
MOLVIK: ?Por favor, no...! ?Ni la palabra,
RELLING: El pobre se pone como un poseí- panceta!
do. Lo domina una especie de sugestión,
y no hay más remedio que sacarlo de fa- Se escuchan golpes en la puerta del altillo.
rra por ahí. No hay nada que hacer. Nos
guste o no nos guste el Licenciado Molvik HIALMAR: Eugenia... El abuelo quiere sa-
es un auténtico demoníaco. lir.
RELLING: ?Un brindis por el viejo cazador! GINA: Dios sabe que en esta casa olor no
va a encontrar. Todas las mananas, an-
HIALMAR: ?Si, por nuestro Buffalo Bill al tes que nada se ventila pieza por pieza.
borde de la tumba!. (Brinda y ríe.)
GREGORIO: (Abandonando la mesa.) Créa-
RELLING: ¡Hialmar Ekdal sí que es un hom- me que el hedor al que me refiero no suele
bre feliz! ¡Tiene una misión por la cual ventilarse en esta casa.
luchar...! ¡Y una mujercita que va silen-
ciosa de aquí para allá moviendo esas HIALMAR: ?Hedor?
caderas... Haciendo todo confortable, y
abrigadito a su alrededor...! GINA: ¿Qué te parece eso, Hialmar?
HIALMAR: La verdad, Gina, es una buena RELLING: Perdone... ?No sera usted el que
companera. trae el olor de alla, de la fabrica?
GINA: Quieren hacer el favor de dejar de GREGORIO: Es propio de usted llamar olor
cotorrear sobre mi. a lo que yo traigo a esta casa.
HIALMAR: ?Para mi, nada mejor que la hora El director Werle, con abrigo de piel, entra
de comer! en el estudio.
GREGORIO: Por mi parte, me ahoga el olor WERLE: Disculpen. Tengo entendido que
del pantano. mi hijo vive aqui.
WERLE: Aha... Asi que es la conciencia la WERLE: ?Tampoco accederias a ser mi so-
que esta en juego. cio?
GREGORIO: A cumplir mi misión. Exclusi- RELLING: Es una verdadera pena que este
vamente. tipo no se haya desbarrancado en uno
de esos precipicios de Hoidal.
WERLE: ¿Y de qué vas a vivir?
GINA: ¡Jesús! ¿Por qué dice una cosa así?
GREGORIO: Algo tengo ahorrado de mi
sueldo. RELLING: Yo me entiendo.
WERLE: ?Y para cuanto tiempo alcanzara? GINA: ?Le parece que esta loco de verdad...?
GREGORIO: Creo que durara lo que yo RELLING: No. no se trata de eso. No esta
dure. mas loco que la mayoria.
GREGORIO: No tengo nada que contestar. RELLING: Voy a decirselo, Gina: Gregorio
Werle es nada mas ni nada menos que
WERLE: Entonces adiós, Gregorio. un extremista de la rectitud.
Werle se va. RELLING: Hoy por hoy: grave. Por suerte apa-
rece sólo de manera esporádica. (Saludan-
HIALMAR: (Asomando.) ?Se fue? do a Gina.) Le agradezco el almuerzo.
RELLING: Pero... ?Mierda! No ves que ese GINA: ?Estas segura que no esta abajo en
tipo esta chiflado, tocado de la cabeza, la pieza de Relling?
loco.
EUGENIA: Pregunté hace un momento.
GINA: ¡Que te decía yo! Su madre también
tenía ataques así, a veces. GINA: Se le va a enfriar la cena.
HIALMAR: Razón de más para necesitar el EUGENIA: Con lo puntual que es papa para
cuidado de un amigo. Adiós. Hasta luego. la comida.
GINA: Te traigo la cena entonces HIALMAR: Por eso mismo no lo hago. Aun-
que en el fondo de mi alma sepa que es-
HIALMAR: No. No quiero comer. toy haciendo mal. No tengo por qué so-
portar bajo mi techo nada que venga de
EUGENIA: ?Te estas sintiendo mal, papa? esas manos.
HIALMAR: Regular. Dimos un paseo muy GINA: ¿Pero qué tiene que ver que el idiota
largo Gregorio y yo. de Pettersen se lo haya regalado al abue-
lo, para que...?
GINA: No tendrias que haber ido. No estas
acostumbrado. HIALMAR: Hay ciertas exigencias... la exi-
gencia de los ideales, ciertos compromi-
HIALMAR: Bah... Hay muchas cosas en este sos que un hombre no puede eludir sin
mundo a las que un hombre tiene que danar profundamente su alma.
acostumbrarse. ?Vino alguien mientras
yo no estuve? EUGENIA: Papa... Es solamente un pato...
un pato salvaje...
GINA: Los dos novios solamente.
HIALMAR: ?Y por eso te dije que lo perdo-
HIALMAR: ?Ningun encargo nuevo? no! Porque es tuyo. Y porque tengo otros
deberes mas importantes que cumplir.
GINA: No. Hoy tampoco. Bueno Eugenia, es hora de tu paseo.
EUGENIA: Seguro que manana va a haber EUGENIA: No tengo ganas de salir, ahora.
muchos.
HIALMAR: Este aire viciado no te sienta
HIALMAR: Espero. Porque desde mana- bien.
na pienso ponerme a trabajar en se-
rio. EUGENIA: Papa... Dame tu promesa de que
no le vas a hacer nada malo al pato cuan-
EUGENIA: ¿Mañana? ¿Qué día es maña- do yo esté afuera.
na, papá...?
HIALMAR: Te dije que no le tocaré ni una
HIALMAR: Ah... si. Verdad. Pasado mana- pluma. (La abraza.) Eugenia... Nosotros...
na, entonces. En adelante voy a hacer- (Le señala la puerta.) Vamos.
me cargo yo mismo de todo el trabajo.
Eugenia sale.
GINA: ?Y cual seria la ventaja, Hialmar?
Complicarte la vida... Si yo con la HIALMAR: Gina...
fotografia me arreglo bien. Mientras pue-
das seguir con el invento... GINA: ¿Qué?
EUGENIA: Y con el pato salvaje, papa, y HIALMAR: Desde manana..., o bueno, pa-
con las gallinas, los conejos... sado manana, quiero llevar yo mismo las
HIALMAR: ?No sera que a mi padre le estan GINA: Bueno... Supongo que sera mejor que
pagando demasiado generosamente esas lo sepas de una vez por todas: No paró
copias que hace para Werle? hasta que consiguió lo que buscaba.
HIALMAR: Resumiendo: ?Cuanto cobra, GINA: Hice mal. Lo reconozco. Tendría que
mas o menos? habértelo contado mucho antes.
GINA: Lo que gasta. Y algo mas para algu- HIALMAR: Si. Asi me habria dado cuenta a
na pequenez. tiempo de quién eras.
HIALMAR: ?Lo que gasta...? No me habias GINA: ?Te habrias casado conmigo?
dicho nada de eso.
HIALMAR: No.
GINA: No. Te hacia tan feliz pensar que con
tu plata lo mantenías. GINA: Por eso justamente no me animé. Yo
te quería demasiado, Hialmar. Y nadie
HIALMAR: Y resulta que lo mantiene el di- busca su propia desgracia.
rector Werle.
HIALMAR: ¡La madre de mi Eugenia! ¡Y
GINA: A Werle le sobra el dinero. pensar que mi casa...,(Patea una silla.)
todo ésto que llamo mi hogar, se lo debo
HIALMAR: (Seco) ?Podrias encender la al canalla de Werle!
lampara?
GINA: ?Vas a renegar de los quince anos
Gina lo hace. que vivimos juntos?.
HIALMAR: ?Es verdad..., puede ser verdad, GINA: Bien sabe Dios que casi me habia
que cuando trabajabas en casa del di- olvidado esas viejas historias.
GINA: No quiero discutir eso ahora. Lo cier- HIALMAR: (Sombrio.) Si. Ya lo hice.
to es que te volviste una buena persona
gracias a que tenias un hogar y una fa- GREGORIO: ?Si?
milia. Viviamos tranquilos y felices, y
ahora que nos habiamos instalado bien, HIALMAR: Y pasé la hora más amarga de
que Eugenia y yo ibamos a comprar un mi vida.
poquito de ropa, a comer un poco me-
jor... GREGORIO: Pero también la más pura,
¿no?
HIALMAR: ?Si, en el pantano de la menti-
ra!. HIALMAR: Lo cierto es que ya esta todo en
claro.
GINA: ?Dios mio! ?Ojala ese lunatico no
habria venido nunca a esta casa! GINA: Dios lo perdone senor Werle.
HIALMAR: ¡Y yo que estaba tan contento GREGORIO: La gran explicación que debía
con mi casa, que creía que el mío era un servir de punto de partida a una nueva
verdadero hogar! ¿Dónde voy a encon- vida conyugal, Hialmar... basada en la
trar ahora el estado de ánimo necesario verdad, y sin ninguna reserva.
para sacar mi invento a la luz?. Va a morir
conmigo, Gina, y el culpable de ese cri- HIALMAR: Sí, sí, ya sé... Lo sé muy bien.
men habra sido tu pasado.
GREGORIO: Estaba convencido de que al
GINA: (A punto de llorar.) Hialmar, yo no entrar iba a saltarme a la vista la transfi-
he querido mas que tu bien. guración resplandeciente del marido y la
esposa. ¡Y qué veo! ¡Sombras y oscuridad!
HIALMAR: Cada vez que me recostaba alli
en el sofa a pensar sobre el invento, GINA: (Quitando la pantalla de la lampara.)
sentia el presentimiento claro que la ta- Si es por eso...
rea me estaba absorbiendo hasta las úl-
timas fuerzas; que el día que tuviese la GREGORIO: Bueno, usted no entiende se-
patente entre mis manos ése sería el de ñora Ekdal. Pero, Hialmar: es imposible
RELLING: ¿El director Werle? ¿Hablaban RELLING: Miren, nunca estuve lo que se
de él? dice casado propiamente, con lo que no
puedo hablar mucho de esto. Pero de lo
HIALMAR: De él, y de nosotros. que no tengo la menor duda es de que la
unión incluye también a los hijos. ¡Así
RELLING: (Por lo bajo a Gregorio.) ?Vayase que dejen en paz a Eugenia!
a la mierda!
HIALMAR: Eugenia... Mi pobre Eugenia.
HIALMAR: ¿Qué estás diciendo?
RELLING: Hagan el favor, les pido, de no
RELLING: Expreso el deseo sincero de que mezclar a Eugenia en nada de esto. Us-
este charlatan vuelva a su lugar de ori- tedes son personas mayores. Pueden
gen. Si sigue aqui es capaz de arruinar- chapotear en sus existencias y arruinar-
les la vida a los dos. las si se les antoja. Pero la de Eugenia
no.
GREGORIO: Pierda cuidado senor Relling.
Aqui nadie va a arruinarse. Ni Hialmar, HIALMAR: No, Relling, no. Mientras Eugenia
a quien conocemos bien, ni esa mujer que me tenga a mi, mientras yo viva...
conserva a pesar de todo un fondo leal y
honrado. Llaman a la puerta de la escalera. Callan.
GINA: ¿Cómo? ¿Te vas? SOERBY: Bastante sí. Hace muchos años
hubo algo entre nosotros. En esa época
SOERBY: Sí. Mañana a la mañana. A parecía que las cosas irían mucho más
Hoidal. El director se ha ido esta tarde. lejos.
(A Gregorio.) Me pidió que le dejara salu-
dos de su parte. GREGORIO: Fue una gran suerte para us-
ted que no sucediera, ?no?
HIALMAR: Asi que el senor Werle... ?Y aho-
ra se va usted? SOERBY: Tiene razón. Pero siempre me
cuidé mucho de actuar impulsivamente.
SOERBY: Si. ?Que le parece? A una mujer no le conviene desperdiciar
sus oportunidades.
HIALMAR: Que tenga cuidado. Eso me pa-
rece. GREGORIO: ¿Y no le asusta que yo le ha-
ble a mi padre de esa vieja relación suya?
GREGORIO: Hialmar... Mi padre se casa
con la senora Soerby. SOERBY: ?Usted piensa que no lo he ha-
blado yo misma?
HIALMAR: ?Se casa...!
GREGORIO: ?Lo hizo?
GINA: ?Si, Berta? ?Por fin!
SOERBY: Su padre esta enterado hasta del
RELLING: (Acusando el impacto.) ?Eso no menor detalle de cuanto se pueda decir
sera en serio, no? de mi. Jamas me he valido de mentiras
ni de enganos. Quiza parezca que he te-
SOERBY: En serio querido Relling. Abso- nido suerte, y asi es en cierta forma. Pero
lutamente en serio. creo en realidad que no recibo mas de lo
que doy. Bueno; lo cierto es que puedo
RELLING: ?Asi que piensa casarse de nue- decir con seguridad que estaré a su lado
vo, Berta? siempre y que me considero capacitada
para cuidarlo y atenderlo cuando no pue-
SOERBY: Asi parece. Werle ha arreglado los da valerse por sí mismo, como va a ocu-
papeles, y haremos una boda sencilla alla rrirle pronto.
arriba, en la fabrica.
HIALMAR: ?Que no podra valerse...?
GREGORIO: Entonces como buen hijastro
que cumple con su deber tendré que fe- GREGORIO: (A Soerby.) Esta bien, esta
licitarla. bien. Mas vale que no hable de eso aqui.
GREGORIO: Estoy seguro de que Hialmar GREGORIO: Como el hombre que siempre
Ekdal no aceptara esa oferta. imaginé.
SOERBY: ?No? Bueno, yo tenia entendido HIALMAR: Hay momentos en la vida en los
que en otro tiempo... que uno no puede andar eludiendo la exi-
gencia de los ideales. Como sostén de la
GINA: No, Berta. Ahora Hialmar no necesi- familia sé el esfuerzo que me va a costar
ta nada del director. conseguirlo. No es broma, ni mucho me-
nos que un hombre así, sin fortuna, como
HIALMAR: (Lentamente.) Salude a su futu- yo, se proponga saldar una deuda...
ro esposo en mi nombre y dígale por fa- ¿cómo es que se dice...? Enterrada...,
vor que en estos días iré a ver al conta- digámoslo así, en el polvo del olvido.
dor Graaberg...
GREGORIO: Hialmar, ?no estas contento
GREGORIO: ?Serias capaz?. finalmente de que haya venido?
SOERBY: Bueno, adiós. Me hubiera gusta- EUGENIA: La senora Soerby me trajo algo.
do que habláramos algunas cosas más
Gina, pero tendrá que ser en otra opor- HIALMAR: ?Algo?
tunidad.
EUGENIA: Si. Para manana.
Gina acompana a la senora Soerby al um-
bral. GINA: Berta siempre te ha regalado alguna
cosita para tu cumpleanos.
HIALMAR: No pases del umbral, Gina.
HIALMAR: ¿Qué es?
Sale Soerby. Gina cierra la puerta.
EUGENIA: No, no se puede ver todavia.
HIALMAR: Muy bien. Aqui me ves, Grego- Mama me lo tiene que traer manana a la
rio, libre de esa deuda intolerable. manana a la cama.
EUGENIA: Si vas a ponerte de mal humor HIALMAR: Dice que podras disfrutarlo
te lo enseno. Es una carta. (La saca.) mientras vivas. ?Se entiende, Gina?
EUGENIA: Sí. Lo otro vendrá después, me EUGENIA: ?Imaginense, toda esa plata para
imagino. ¡La primera carta que recibo en mi! ?Papa, no estas contento?
mi vida! Y pone: «Señorita Eugenia Ekdal»
¡Esa soy yo! HIALMAR: (Rechazandola.) ?Contento? (Se
pasea excitado.) ?Con el panorama que
HIALMAR: Eugenia... ?Puedo abrir esa carta? estoy empezando a...? ?Asi que es a la
propia Eugenia a quien dota de esta
EUGENIA: Bueno... si te pone contento, si. manera?
EUGENIA: Pero me parece que es para el GREGORIO: «Lo vas a comprobar ensegui-
abuelo. da», me dijo.
HIALMAR: El director Werle le comunica a GINA: Será mejor que vayas a dejar el abri-
Eugenia que su abuelo ya no necesitara go en tu habitación.
cansarse haciendo copias, y que desde
ahora podra cobrar cien coronas men- Eugenia sale a punto de llorar.
suales en la oficina.
GREGORIO: Hialmar: éste es el momento
EUGENIA: ?Cien coronas mama, lo dice de demostrar quién tenía razón.
clarito...!
HIALMAR: (Rompe lentamente el papel en
GINA: ¡Qué suerte para el abuelo! dos pedazos y los deja sobre la mesa.)
Esta es mi respuesta.
HIALMAR: Cien coronas mientras viva.
GREGORIO: Es lo que esperaba.
GINA: Bueno, ya esta asegurado el pobre,
entonces. HIALMAR: (A Gina. Oscuro.) Y ahora basta
de mentiras. Si las relaciones entre us-
HIALMAR: Hay más. No leíste lo que sigue, tedes habian acabado cuando... empe-
Eugenia. (A Gina.) Después la donación zaste a quererme, como decías, ¿por qué
será transferida a ella. nos dio los medios para casarnos?
HIALMAR: ??Si o no?! ?Eugenia es hija mia, GINA: Si, si, pero no llores mas. Voy a bus-
o...? ?Pronto! carlo. (Se pone el abrigo.) Debe estar aba-
jo, en casa de Relling. Pero no llores mas,
GINA: (Desafiante.) No lo sé. ?si, Eugenia? ?Prometido?
HIALMAR: Para un hombre como yo, aqui EUGENIA: Ahora digame qué es lo que
no hay nada que reflexionar. pasa. ¿Por qué papá no me quiere más?
GREGORIO: Al contrario. Hay mucho que GREGORIO: Mejor no preguntar eso hasta
reflexionar. Para llegar al supremo sacri- que seas mayor, Eugenia.
ficio, el que lleva a la auténtica purifica-
ción, es necesario que sigan viviendo los EUGENIA: ?Pero no puedo seguir así has-
tres juntos. ta que sea grande...! Yo sé lo que pasa.
Me lo imagino. ¿Es que no soy hija de
HIALMAR: ?Nunca! ?Mi sombrero! (Lo toma.) papá, no?
Se ha derrumbado mi hogar. (Estalla en
llanto.) ?Gregorio, ya no tengo hija! GREGORIO: (Inquieto.) ¿Y cómo sería po-
sible...?
EUGENIA: (Que llega desde la cocina.) ¿Qué
estás diciendo? (Corre hacia él.) ¡Papá, papá! EUGENIA: A lo mejor mamá me encontró
en alguna parte y papá no sabía. En los
GINA: (A Hialmar.) ?Lo unico que faltaba! libros leí una vez una cosa asi.
HIALMAR: ¡No te me acerques! ¡Fuera! ¡No GREGORIO: Sin embargo, aunque fuese
puedo verte! ¡Ah, esos ojos...! Adiós. (Va asi...
hacia la puerta.)
EUGENIA: Igual podría quererme. ¡Sí, más
EUGENIA: (Se le cuelga.) ?No, no, papa! ?No que antes todavía ! El pato salvaje tam-
me hagas eso! bién nos lo dieron de regalo y yo igual lo
quiero muchísimo.
HIALMAR: ?No puedo! ?No quiero! ?Tengo
que irme lejos de todo esto! (Se despren- GREGORIO: (Tratando de cambiar de
de violentamente de Eugenia y sale ha- tema.) Ahi esta: el pato salvaje... Vamos
cia la calle.) a hablar del pato salvaje, Eugenia.
EUGENIA: ?Nos deja mama! ?Se va para EUGENIA: Pobre pato. Ya ni a él lo quiere
siempre! ver más. Le quería retorcer el pescuezo.
EUGENIA: ?Y usted cree que serviria de algo? EKDAL: Hialmar, queria decirte... ?No esta
Hialmar...?
GREGORIO: Yo haria la prueba.
GINA: Salió.
Un tiempo. Se miran.
EKDAL: ¿Tan temprano? ¿Y con esta neva-
EUGENIA: Sí. Probaré. da? Bueno, bueno... daré el paseo solo,
entonces. (Se dirige al desván al que en-
GREGORIO: ?Tendras el valor que hace tra ayudado por Eugenia, quien cierra la
falta? puerta tras él.)
EUGENIA: Le puedo pedir al abuelo que lo EUGENIA: (En voz baja.) Mamá... ¿Qué va
haga. a hacer el abuelo cuando se entere que
papá nos va a dejar?
GREGORIO: Muy bien. Pero ni una pala-
bra sobre esto a tu madre. GINA: No, Eugenia. El abuelo no tiene que
saber nada. Fue una bendición del cielo
EUGENIA: ¿Por qué no? que no estuviera aquí durante el disgus-
to de ayer.
GREGORIO: Bueno... Ella no nos compren-
de. EUGENIA: Si, pero...
EUGENIA: El pato salvaje, si... Manana a la Entra Gregorio desde la puerta de la escalera.
manana... (Entra Gina.) ??Lo encontraste?!
GREGORIO: ?Alguna novedad?
GINA: No. Salió con Relling.
GINA: Dicen que esta abajo en casa de
GREGORIO: ?Seguro? Relling.
GINA: Me lo dijo la portera. Molvic iba con GREGORIO: ?Pero es posible que haya sa-
ellos. lido con esos individuos...!
RELLING: ¡Y cuánta! Pero el suyo es un caso RELLING: ¿Y qué quiere decir eso de «de-
complicado. Primero esa molesta fiebre moníaco»? Una ocurrencia cualquiera.
de rectitud extremista y después, lo que Una estupidez que inventé para salvarle
es peor, esos delirios de adoración que lo la vida. Si no lo hubiera hecho, ese po-
hacen admirar aturdido cualquier cosa bre cerdo bonachón se hubiera dejado
de las tantas que usted no tiene. destruir por su complejo de inferioridad
hace ya mucho tiempo. ¡Y ni hablar del
GREGORIO: Es verdad. Siempre he nece- teniente! ¡Aunque ese encontró el reme-
sitado buscar fuera de mi. dio solo!
EUGENIA: ¿Qué? ¿Lo del pato...? No. Ano- Eugenia se acerca a la estantería. Toma el
che cuando conversábamos me parecía pistolón de dos caños y lo examina. En-
una idea extraordinaria, pero hoy al des- tra Gina con la escoba. Eugenia deja el
pertarme ya no me parecía tan buena. arma sin que su madre lo note.
GREGORIO: Tiene su precio haberse criado GINA: No revuelvas las cosas de papa,
en esta casa. Algunas cualidades tuyas Eugenia.
tenian forzosamente que malograrse.
EUGENIA: Estaba quitandoles un poco el
EUGENIA: No me importa. Lo unico que polvo.
quiero es que mi papa vuelva.
GINA: Más vale que vayas a la cocina a ver
GREGORIO: Bueno... Si tuvieras verdade- el café. Quiero llevarle la bandeja cuan-
ro espiritu de sacrificio, decidido y ale- do baje a verlo.
gre, ya verías como regresaba él a casa.
En fin... No pierdo la fe, Eugenia. (Sale Sale Eugenia. Gina barre. Se abre la puerta
por la puerta de la escalera.) con timidez y asoma Hialmar con el abri-
go puesto, pero sin sombrero. El cabello
Eugenia se pasea inquieta. Se dirige hacia desgrenado y la mirada somnolienta.
la cocina. Llaman a la puerta del desvan.
Eugenia abre a medias. Sale Ekdal. GINA: ?Hialmar...! De vuelta...
EKDAL: Humm... No es nada divertido dar HIALMAR: Sólo... solo un minuto. Vuelvo
el paseito de la manana solo. para irme enseguida.
EUGENIA: ?No te gustaria salir de caza, GINA: Sí... Claro... ¡Pero cómo estás, Dios
abuelo? mío...!
HIALMAR: ¿Qué...? ¿Voy a tener que lle- GINA: ¿Qué estás buscando?
varme también los conejos...?
HIALMAR: Manteca.
GINA: El abuelo no podria vivir un dia sin
sus conejos. GINA: Ahora mismo te la traigo. (Sale ha-
cia la cocina.)
HIALMAR: Tendra que acostumbrarse. Yo
voy a hacer sacrificios mas grandes que HIALMAR: ?No hace falta! Me arreglo con
esos conejos. un pedazo de pan seco.
GINA: ?Te guardo la armónica en la valija? GINA: (Trae la manteca.) Aquí está. Recién
batida. Fresquita. (Vuelve a llenarle la
HIALMAR: ¡Como para armónica estoy yo! taza de café. El se sienta en el sofá, unta
¡La escopeta quiero! ¡Cargada! manteca en el pan. Come y bebe en si-
lencio.)
GINA: (Buscandola.) No esta. La debe ha-
ber agarrado el abuelo. HIALMAR: ¿Te... Te parece que podría vivir
un par de días en el salón sin que nadie
HIALMAR: Estara en el desvan. me molestara, nadie en absoluto?
HIALMAR: Mi pobre viejo... Tan sólo y... HIALMAR: Porque, la verdad, no veo como
(Toma una tostada, la come, y termina voy a poder sacar todas esas cosas de
su taza de café.) papa en tan poco tiempo.
GINA: Si no habrias alquilado el cuarto... GINA: Y ademas, primero tendrias que de-
cirle que no vas a vivir mas con noso-
HIALMAR: (Corrige mecanicamente.) Hu- tras.
bieses.
HIALMAR: Sí, claro, sí. No tendré más re-
GINA: Hubieses... Si no hubieses alquila- medio que revelarle toda esta historia
do el cuarto te podrias haber mudado ahi. sórdida. Tengo que ver cómo... Necesito
unas horas de respiro. Pensar un poco.
HIALMAR: ?Yo? ?En la misma casa que...? No puedo cargar con todo esto en un solo
?Jamas! dia.
GINA: Podrías instalarte en el salón un par GINA: No... Y menos con este tiempo horri-
de días. Estarías completamente sólo, ble...
con tus cosas.
HIALMAR: (Repara en el papel del director
HIALMAR: Nunca entre estas paredes. Werle.) Veo que ese papel anda por aqui,
todavia.
GINA: ?Y abajo, con Relling...?
GINA: Si. Yo no le he tocado.
HIALMAR: ?No me nombres a esa gentuza,
te lo pido!. Me da nauseas de solo pen- HIALMAR: Por lo que me importa.
sarlo. No; esta visto que no hay mas re-
medio que salir en medio de la nieve y el GINA: Si, claro... Yo tampoco pienso utili-
viento a buscar de casa en casa un refu- zarlo.
gio para mi padre y para mi.
HIALMAR: De todos modos ésto no es ra-
GINA: ?Pero sin sombrero, Hialmar...? Lo zón para dejar que se pierda. Entre tan-
perdiste. to papelerío podría pasar que...
HIALMAR: El cuerpo también tiene sus exi- HIALMAR: ?Y lo feliz que me hizo, meterme
gencias. en todo eso...! No tanto por el invento en
si... Por Eugenia, que estaba tan entusias-
GREGORIO: ?Decidiste algo? mada, que confiaba en el invento con esa fe
ingenua que tiene los chicos. Bah... por lo
HIALMAR: Para un hombre como yo hay menos asi me lo hacia creer. Tonto de mi.
un solo camino posible. Estoy recogien-
do mis cosas. Pero... lleva su tiempo, GREGORIO: ?Podrias creer que fue falsa?
?no?.
HIALMAR: ¿Qué importa lo que crea o no?.
GINA: (Algo impaciente.) ?Entonces, prepa- Lo cierto es que se me cruza en el cami-
ro la habitación o la valija? no. Va a ensombrecer mi existencia siem-
pre.
HIALMAR: (Enojado. Mirando de reojo a
Gregorio.) ¡La valija, por supuesto...! ¡Y GREGORIO: ?Eugenia? ?Es posible que
la habitación! pienses asi?
GINA: (Toma la valija.) Te pongo la cami- HIALMAR: ¡Con el cariño que he sentido
sa... Y los calzoncillos. (Sale hacia el sa- por esa criatura!. ¡Qué felicidad volver
lón.) cada vez a esta casa humilde y verla co-
rrer hacia mí con sus hermosos ojos en-
GREGORIO: (Tras un silencio.) Nunca hu- fermos! ¡Cuánto amor!. Y me hacía la ilu-
biera pensado que esto terminaria asi. sión que ella me correspondía.
?Te parece verdaderamente necesario
abandonar el hogar? GREGORIO: ¡¿Hialmar, por qué ilusión?!
GREGORIO: Lo sabia. Por la nina debía GINA: Dicen que Eugenia se pegó un tiro.
iniciarse la redención.
HIALMAR: (Le indica que se acerque)
El viejo Ekdal se asoma a la puerta de su ?Relling, por favor...!
cuarto, vestido de uniforme, muy ocu-
pado en cenirse el sable. RELLING: ?Un tiro? (Revisa a Eugenia.)
HIALMAR: ?Esta tirada en el suelo! HIALMAR: ?Si, pero esta reaccionando, no?
Hialmar, Gina y Gregorio traen a Eugenia. HIALMAR: ?No senor, no senor! ?Tiene que
En su mano crispada trae el arma. vivir! ?Por el amor de Dios, Relling...!
?Aunque sea un momento! ¡Para que
HIALMAR: (Trastornado.) ¡Se disparó...! ¡El pueda decirle que no la dejé de querer...!
arma se disparó...! ¡Se hirió sin querer!
¡Pidan auxilio! ¡Auxilio! RELLING: La bala le atravesó el corazón.
Hemorragia interna. Murió instantánea-
Entre Hialmar y Gregorio acomodan a mente.
Eugenia en el sofa.
HIALMAR: ¡Yo, yo...! ¡Yo la rechacé como a
GINA: (Por la puerta del pasillo.) ?Relling! un perro! ¡Se mató por mí! ¡Y ya no lo
?Doctor Relling! ?Venga rapido por fa- podré reparar! ¡Ya no le podré decir...!
vor! (Los puños al cielo.) ¿Por qué me hiciste
esto, Dios...? Si es verdad que estás ahí
EKDAL: (Por lo bajo.) Yo lo decia yo. El bos- arriba, ¿por qué me hiciste esto? ¡Por qué!
que se venga.
GINA: Por lo que mas quieras, no cometas
HIALMAR: ?Ahora va a reaccionar! ?Ya esta ese pecado, Hialmar. Sera que no
recobrando el conocimiento! ?Si, si...! teniamos derecho a conservarla.
GINA: Tendremos que ayudarnos entre los RELLING: Ya hablaremos cuando se hayan
dos, Hialmar. Porque ahora si que es hija secado las primeras flores sobre la tum-
de los dos. ba. Entonces lo escuchará recitar a cho-
rros sobre «la niña arrebatada prematu-
MOLVIC: (Con los brazos abiertos.) ?Ala- ramente del corazón de su desconsolado
bado sea el senor! ?Polvo eres y en polvo padre...» Luego verá como se empapa en
te convertiras! un jarabe de sentimentalismo y autocom-
pasión. Ya lo verá.
RELLING: ?Basta animal...! ?Estas borracho!
GREGORIO: Si usted tiene razón, y yo soy
Hialmar y Gina se llevan el cuerpo de el equivocado, entonces sí que la vida no
Eugenia por la puerta de la cocina. merece ser soportada.
Relling la cierra tras ellos. Molvic se es-
cabulle por la escalera. RELLING: La vida podria ser bastante so-
portable si nos dejaran en paz esos mal-
RELLING: (A Gregorio.) Nadie me va a ha- ditos acreedores que vienen a golpear-
cer tragar lo del accidente. nos la puerta, en medio de nuestras mi-
serias, exigiendo que se les pague en
GREGORIO: (Aterrado.) ?Quién puede sa- nombre de no se que ideales.
berlo?
GREGORIO: (Con la mirada perdida.) En
RELLING: El disparo quemó la blusa. Dis- ese caso estoy satisfecho de la resolu-
paró apoyando el caño contra el pecho. ción que he tomado.