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c 


   

    
Marcelo Pasternac

Para comenzar presentaré rápidamente mis conclusiones [1] . Eso


permitirá que termine mi exposición cuando se agote el tiempo asignado
[o que el lector interrumpa su lectura], cualquiera sea el punto en que me
encuentre en ese momento.

La situación del psicoanálisis, hoy, es la de su máxima victoria y la de su


máximo desastre. En realidad el "máximo desastre" ha sido el de siempre
y no sólo el de hoy, mientras que su "máxima victoria" fue progresiva y
encuentra en los últimos tiempos su culmin ación. En nuestros días
aparentemente toda la cultura, en lo que convencionalmente se designa
como "occidente", está impregnada de expresiones que suelen referirse
al psicoanálisis pero que en realidad tienen poco que ver con él tal como
son usados: comple jos, Edipo, inconsciente, libido, transferencia, etc.,
etc., términos utilizados salvajemente. La peste que según la historieta,
real o inventada, Freud creía llevar a Estados Unidos en particular, pero
a nuestras sociedades en general, contaminó más bien al psicoanálisis
transformándolo, para muchos, en cualquier cosa, menos en la
experiencia que realmente lo caracteriza.

Por eso sostengo que estamos en la época del máximo desastre. Pero a
diferencia de la creciente y falseada influencia ideológica en la c ultura
que culminó en los últimos cincuenta años, lo que designo como el
máximo desastre clínico ha estado siempre allí, a mi juicio, y al mismo
nivel. Hay muy poco psicoanálisis tanto en la realidad clínica de nuestros
días como en la del pasado. La dif erencia consiste en que ahora no
tenemos las coartadas de los fundadores y de las primeras generaciones
que trabajaban con frescura en la frontera del conocimiento analítico. La
impregnación que mencioné afectó siempre la relación entre la empresa
poco menos que absurda (para el sentido común) de la exploración del
deseo (y ahora podemos decir también -en la terminología lacaniana- del
goce) que perturba el mundo de las necesidades y de las conveniencias
así como la irremediable necesidad de sobrevivir, de disfrutar de los
bienes y del bien. En suma, se trata de la constante discordancia en esta
experiencia entre un objetivo psicoanalítico y la dimensión
psicoterapéutica que lo acompaña y que introduce un constante
malentendido en la relación con la medicina y con las concepciones
sobre la salud y la enfermedad. Y hago constar que no considero para
nada despreciable el logro de una añadidura de bienestar, posible como
consecuencia del tratamiento analítico, pero que se da, como acabo de
expresar, como un suplemento y que, además, cuando se busca como
objetivo principal (del lado del analista, porque es lógico, en cambio, que
el analizante comience ingenuamente por ahí) no produce habitualmente
ni análisis ni resultado terapéutico. En otros términos, cuando hay
análisis puede haber un agregado de terapéutica, cuando se buscan
fines terapéuticos, se pierde todo, no hay ninguno de los dos, ni análisis
ni "curación". Como en la expresión de Lacan: en la alternativa del
ladrón, ¡la bolsa o la vida!, si se elige la b olsa se pierden las dos. El
análisis no es una curación sino una cura, o sea etimológicamente, un
cuidado de la especificidad de esta experiencia... ¿cómo hacerlo aceptar
frente a una demanda social explícita de calmar los malestares, demanda
a la que no interesa abordar las redes determinantes de ese sufrir y que
encuentra una encarnación ingenua (de esa exigencia de la sociedad) en
los mismos protagonistas individuales que con toda legitimidad buscan
una mejoría para sus sufrimientos, y que la esperan de un modo rápido,
barato y fácil?. Se necesitan muchos fracasos en esos intentos, o una
lucidez excepcional, para que alguien se proponga la empresa de
enfrentar un largo rodeo por la exploración de su subjetividad hasta
lograr que en la dimensión del "yo" r eciba los beneficios de la tarea
realizada... En este sentido, para retomar la expresión de Freud, el
porvenir de las ilusiones tiene el futuro asegurado... salvo para una
minoría que no me atrevo a llamar privilegiada la cual, además, recorrerá
el laberinto de las ofertas hasta encontrar, quizás, algún personaje que
sostenga auténticamente la posición del analista. Porque, y con esto
culmino esta introducción que hace al mismo tiempo las veces de una
conclusión, del lado del supuesto analista también puede jugar la ilusión
de la que he hablado y entonces recaerá en la tentadora función de su
personaje oficial, y será, como dice el tango, "bueno, consecuente y ...
habrá querido" el bien de su paciente, quien a la vez habrá perdido su
condición de analizante. .. y así el mundo de las buenas intenciones
habrá empedrado, como anuncia el adagio, el camino al infierno.

җPesimismo, entonces, esto que expreso ahora? No, pues simplemente,


?  ha sido así. Mientras tanto, el siglo XX ("cambalache", otra vez
el tango...) habrá sido testigo de las consecuencias de la impregnación
ideológica del psicoanálisis, que tuvo la oportunidad de coincidir con una
serie de revoluciones tecnológicas, una serie de fracasos de las
revoluciones con pretensiones originalmente sociali stas, el triunfo de un
capitalismo totalitariamente globalizado, que sólo por redundancia
denominaremos "deshumanizado"... y ahora, hasta para los optimistas
como yo, será necesario un largo tránsito por el desierto para que una
nueva utopía, que aproveche la experiencia de todos esos fracasos,
vuelva a organizar las voluntades, pero advertidas esta vez por lo ya
experimentado, para un intento de transformación que enfrente las
injusticias que caracterizan la sociedad de nuestros días y donde,
entonces, el psicoanálisis quizás pueda comenzar a expandirse sin
mentiras ni promesas ilusorias y sin otro malentendido bien -entendido
que el de la transferencia.

Ahora podemos continuar, esta vez con el detalle de lo que sugiere esta
frase: 
 ?
  ? ?    

Este título recuerda el del artículo de Lacan: "Situación del psicoanálisis y


formación del psicoanalista en 1956". Como vemos su formulación en
esta ocasión es diferente: no hace referencia explícita a la formación del
psicoanalista en los años 2000 y siguientes. Sin embargo podemos
pensar que el tema está implícito y permitirnos bordar en algún momento
sobre esta cuestión. Otro aspecto que muestra cierto paralelismo es el de
los centenarios: en el artículo de Lacan el pretexto es el del centenario,
en 1956, del nacimiento de Freud. En nuestro caso se trata del
centenario de la obra princeps del psicoanálisis La interpretación de los
sueños situada en 1900, sin que esto nos haga olvidar que la fecha de
finalización de su escrito fue en realidad la de 1899. Pero Freud parece
compartir con muchos esa fascinación por los ceros que marcan el fin o
el comienzo de un siglo, según se mire. Cada uno sabrá de donde le
viene ahora esta fascinación por las cifras que tienen esa forma.

Por otra parte, Lacan juega con su propio título y propone como una
variante aplastarlo en una síncopa que lo transformaría en "  

[del psicoanálisis y formación]  psicoanalista en 1956". Y esto nos
propone otra veta que podemos explorar: la situación del psic oanalista
en el año 2000.

En resumen, tenemos tres temas:

Situación  ?
  ? ? en el año 2000


del analista en el año 2000

Situación del ?
  ? en el año 2000

En cuanto a la formación recordemos que aunque se pueda


sostener con aparente ingenuidad y simplicidad, como dice Lacan, que...

el psicoanálisis [es definible como] el tratamiento que se espera


de un psicoanalista

no es menos cierto que...

es el psicoanálisis el que define la calidad del segundo (es decir,


del psicoanalista)

lo que nos permitiría abandonar el segundo tema deducido del


título original de Lacan diciendo, quizá con demasiada rapidez, que la
formación del psicoanalista en 2000, como en aquel relativamente lejano
1956, se reduce al análisis que lo define con la cal idad de tal: la
formación del analista es el análisis de sus formaciones del
inconsciente... ¡y a otra cosa! La formación teórica es algo que
forzosamente, ?  ? ?  , y entonces un pasaje oportuno de la
posición del analizante a la de analista, en u n final de análisis concebible,
 
? será difícil concebir que el citado psicoanalista pueda
prescindir de encontrarse con otros para discutir y compartir problemas
de la práctica y de la teoría que, por otra parte, habrá seguramente de
ocuparlo inevitablemente todo el tiempo, si es cierto que el psicoanálisis
le interesa. Claro, pero җcómo garantizar que le interese, cómo garantizar
que esté "formado" plenamente? Allí es donde el psicoanálisis está
prensado entre una desaparición por burocratización in stitucional de la
formación con intervención del Estado y de la Universidad o de iniciativas
privadas académicas, muy privadas... de validez, o, por otro lado, el
aventurerismo posible de todo lo que se ofrece en nombre del
psicoanálisis. El juicio de la t rayectoria de los posibles analizantes es el
único criterio posible, sin ignorar los riesgos que corren y que se corren.
Todos nosotros podemos citar testimonios al respecto de formas
aberrantes de tratamiento hecho bajo la calificación de psicoanálisis y no
está descartado que otros -quizás aquí mismo en el público que asiste a
estas palabras- piensen del mismo modo acerca de quienes aquí
hablamos. ¿  puede,   puede garantizarles plenamente acerca
de nuestra capacitación, de nuestra coherencia, de nu estra disposición
para sostener el desarrollo de la experiencia de un psicoanálisis, sin caer
en formas groseras o disimuladas de ideologización, de conducción
pastoral, sin hacer jugar desde el lugar transferencial nuestros propios
valores, nuestros propios ideales, nuestra propia concepción del mundo,
como ahora que Derrida pide del psicoanálisis más y más respuestas
[2] ? La polémica sobre lo que Allouch llama l a
ideológicas y culturales
etificación (y yo prefiero designar como moralización [3] ) del
psicoanálisis apunta a esta cuestión. A eso alude, creo, el tema que he
dejado de lado, por ahora, al mencionar la cuesti ón de la situación del
psicoanalista en 2000.

En 1956, la coyuntura era muy distinta y vemos en esas páginas a Lacan


lidiando con sus ex-colegas, todavía no expulsado definitivamente de la
Internacional psicoanalítica y con ganas de permanecer en ella,
polemizando con pocas variedades institucionales. Hoy nos
encontramos, en cambio, con una floración sospechosa de versiones
asociativas y de numerosas individualidades autónomas, y con el riesgo
de aceptarlas a todas con una tolerancia simpática pero irrespo nsable o,
como peligro alternativo, la caída en el sostén de algún sectarismo
dogmático que sólo puede convencer a los que ya son de la misma
pandilla y, por lo tanto, convencidos de antemano e irreflexivamente. De
algún modo, esta reunión apuesta, me gust aría creerlo, a un diálogo sin
complacencias pero también con respeto por la racionalidad con que se
puede sostener, al fin y al cabo, que nada debería hacerse en nombre
del psicoanálisis sin fundarlo de una manera suficiente en una doctrina
coherente con la dimensión del deseo y de la singularidad, con una
diferenciación apropiada con relación a las profesiones, asumiendo la
excentricidad de esta práctica que se confronta con la demanda social de
una eficiencia medida en el logro de una domesticación tranq uila de los
que nos llegan, a menudo cómplices ingenuos éstos de lo mismo que los
oprime. Una práctica excéntrica, entonces, con respecto a las
formaciones profesionales consagradas y a las dimensiones terapéuticas
que encuentran su coherencia en la medici na, sin prejuzgar acerca de la
respuesta inadecuada que ésta pueda dar en su propio campo si no tiene
en cuenta, ella, los aportes del psicoanálisis -no su práctica aplicada
atópicamente- como ya lo había advertido Freud, y como muchos de
nosotros pueden haberla experimentado en el contacto con la práctica
hospitalaria, en el diálogo con los médicos y con los psiquiatras -
escasos- que se prestan al mismo [4] .

Cuando Lacan escribe su texto el panorama está totalmente


dominado, como he sugerido, por la institución internacional fundada por
impulso de Freud y de la que éste esperaba la garantía de la
supervivencia de la práctica que él había inventado y de la concepción
con que la acompañó.

En 1956, Lacan trata de permanecer, entonces, en esa


organización para evitar correr el destino de un Jung, en un ostracismo
que lo apartó del grueso de la producción estrictamente psicoanalítica.
Maniobra con ese objetivo y por razones tácticas, su a rtículo tiene dos
finales diferentes, publicados en épocas distintas.

En 1966, su exclusión de la IPA, consumada pocos años antes,


lo libera de toda concesión y revela lo que ya había escrito, y acallado
tácticamente diez años antes: su visión de la insti tución como una
metáfora del "Caso del señor Valdemar", personaje del relato de Edgar
Allan Poe. Si el centenario de un nacimiento sugiere la supervivencia de
una obra, aquí se trata de un fantasma al que se aferran, como único
signo de coincidencia de qui enes disienten entre sí en numerosos
puntos, y sobre todo en la cuestión central que Freud había planteado
acerca del análisis conducido por clínicos sin formación en medicina.

Valdemar... "Es un hombre -relata Lacan- al que


por haber permanecido bajo la hipnosis durante el
tiempo de su agonía, le sucede que fallece sin que su
cadáver deje por ello de mantenerse, bajo la acción del
hipnotizador, no sólo en una aparente inmunidad a la
disolución física, sino en la capacidad de atestiguar por
medio de la palabra su atroz estado.

Tal, metafóricamente -agrega-, en su ser


colectivo, la asociación creada por Freud se sobreviviría
a sí misma, pero aquí es la voz la que la sostiene, la cual
viene de un muerto.

җQué se propone Lacan en 1956 y hace público en 1966? ... pues


nada menos que:

... la operación del despertar, realizada con la palabras


tomadas del Maestro en una vuelta a la vida de su
Palabra, [que] puede venir a confundirse con los
cuidados de una sepultura decente.

Si hasta ese momento el riesgo que la institución trataba de


impedir, aferrándose a las palabras de Freud, pero vaciadas de su
contenido conceptual, era el de caer en la confusión de las lenguas de la
torre de Babel analítica (todo esto según Lacan), éste se propone darle
decente sepultura devolviendo a las palabras freudianas la significación
que, en su opinión, habían perdido y sacarlo de la hipnosis que lo
mantenía en el limbo.

En los alrededores del año 2000, la coyuntura es totalmente


diferente. La confusión babélica se ha instalado plena mente, y no sólo en
la internacional que lo excluyó, ya que la disolución de su escuela
dispersó en miríadas de grupos y grupúsculos y personas aisladas a los
que se dicen lacanianos. Hay dos grandes instituciones con vocación
multitudinaria: la Internacional heredera de Freud y la Asociación Mundial
de Psicoanálisis [5] , que se pretende heredera de la causa (sic) de
Lacan (dirigida por el yerno de éste) y, en tercer lugar, una pequeña
escuela, la elp, con sus escasos 150 miembros diseminados en diversos
países, con la pretensión de ser destinada a ponerse a prueba por la
experiencia, con el propósito de caracterizarse por un estilo, pero
acechada aun a pesar de sus pocos miembros por el r iesgo de una
exagerada heterogeneidad o el de un sectarismo pedante, hermético y
fundamentalista, riesgos entre los cuales pasa un estrecho desfiladero
que se trata de transitar. Entre los dos gigantes y la minúscula escuela se
despliega el caleidoscopio y a mencionado de los que se niegan a la
hegemonía de las dos macroinstituciones y no encuentran una posición
de doctrina que los pueda unificar.

Pero los analistas quieren hablarse, objetivo respetable, y no han


encontrado otro recurso que el de agruparse en dos movimientos, los
Estados Generales del Psicoanálisis [États généraux de la psychanalyse]
que confirman el proyecto derridiano impulsado por René Major, [6] y la
Convergencia lacaniana, con las características que su nombre sugiere.

La confusión de Babel, de la que hablaba Lacan se ha instalado y no se


puede decir que contribuya a la supervivencia del proyecto freudiano.
Pero indica la necesidad que tienen los analistas sin doctrina de
encontrar un territorio común frente a una dispersión que colabora para
confundir a la sociedad y difundir en ella una ideología analítica vaciada
de la especificidad de su experiencia.

Entonces, tenemos por un lado tres proyectos claros con sus difer entes
órdenes de heterogeneidad entre sí y en su propio interior. Veamos qué
lugar tiene en la sociedad lo que circula con el nombre de psicoanálisis y
luego observaremos más de cerca qué ocurre con los que están en
búsquedas orientadas por la ilusión de una organización de
yuxtaposiciones "democráticas" que les permitan convivir sin elaborar
una concepción coherente.

1.   ? 
 ?
  ? ?   ?
 

... su ideologización y las generalizaciones que lo vacían


de sentido como experiencia singular

Partamos de un sólo ejemplo tomado de un número de una


revista semanal [L express] cuyo tiraje es de medio millón de
ejemplares, aparecida en el verano boreal del año 2000. Cito casi
textualmente:

El juego se llama "¡El psicoanalista es usted!" y


se vende como Cdrom:

"Luciana tiene todo para ser feliz. Amigos,


trabajo y un novio. Pero unos accesos de angustia la
hacen sufrir: consulta a un psicoanalista. ¿Usted
pregunta a quién? Pues, a usted, ¡justamente a Usted!.
Extendida en el diván, la joven relata su último sueño y
sus disputas con su madre. A usted le corresponde
descubrir el origen de su depresión siguiendo las
reglas... ¿de qué? Pues, muy simplemente, las reglas de
este  muy cerebral, que salió a la venta en estos
días. Esta vez no se llama a James Bond para salvar a
la humanidad. Se escoge a Freud para salvar a
Luciana".

La revista agrega, [y se sobreentiende que se remite a un público


medianamente letrado] :

"Cien años después de la aparición de la


Interpretación de los sueños, que marca el nacimiento
del psicoanálisis, hablamos todos como terapeutas en
potencia. Un amante que se equivoca de nombre, una
vecina que olvida sus llaves... y nuestro diagnóstico cae
como una guillotina... Se lee psi, se aconseja psi, se
respira psi. Nuestra relación con los objetos familiares,
que creíamos anodina, es trabajada por el molinillo
freudiano: el automóvil encarna, para algunos de
nosotros, el pene del padre; la televisión, un sustituto
materno; nuestros hermosos sueños terminan tri turados
en Internet y ni una de nuestras palabras escapa a un
desciframiento suspicaz. ¿Quién no ha captado todavía
la importancia del inconsciente, de la sexualidad y de los
recuerdos de infancia? ¿Quién ignora hoy el término de
libido?

Lacan decía que el único psicoanálisis aplicado es el que se


aplica en la experiencia psicoanalítica singular. En esta larga referencia
popular, en cambio, la especificidad del psicoanálisis en su cura, en su
cuidado de la singularidad, ha desaparecido, totalmente degradado ,
como un equivalente del horóscopo cotidiano de cualquier periódico.
¿Necesitan otro ejemplo? Pues veamos. Un periodista afirma:

El psicoanálisis se ha vuelto la medicina [han escuchado


bien:  
] de nuestras almas, la medicina de las familias
esclarecidas [sic]. Al interesarse por nuestra vida íntima como
nunca antes se había hecho, se ha inmiscuido por todas partes,
se ha entrometido en todos lados, en las cabezas, el lenguaje,
las costumbres, los semanarios...

El psicoanalista Alain Vanier, en el libro colectivo Où en est la


psychanalyse? (Ed. Erès, Toulouse) [¿En qué punto está el
psicoanálisis?] dice que el psicoanálisis "infiltra hasta lo más íntimo de
las maneras de pensar, colorea la educación de los niños y nuestras
relaciones con los otros". Otro psicoanalista, Alain Ksensée, recuerda
que François Mitterrand decía, en relación con la candidatura de un
personaje político, Jacques Delors, que "su inconsciente quiere esa
candidatura, pero su conciencia se la rehusa" y que el psicoanalista
Gérard Miller, el hermano del yerno de Lacan, hace interpretaciones en
directo en el canal 2 de la televisión de Francia y que eso funciona [sic:
ça marche] y hace reír con ello a la gente. Culminación actual de lo que
ya sucedía en 1952 cuando la revista El le afirmaba que el psicoanálisis
sostenía a la astrología y cuando en otra revista (Marie France), también
destinada especialmente a las mujeres, se aconsejaba por sus virtudes
la crema marca "Complexe". Sin matizar ninguna afirmación, un
periodista se permite afirmar en L¶Express que el diván produce émulos
donde uno no lo esperaría. Como un empleado complacido consigo
mismo es más productivo... el psicoanálisis entró de un modo notable en
las empresas... y los consejeros de éstas, los bancos y otras empr esas
solicitan cada vez más, dice, los servicios del psicoanalista... . Pero, una
vez más, җse está hablando realmente de intervenciones del psicoanálisis
o del psicoanalista en estos casos?

El periodista de L¶Express no es totalmente inconsciente,


utilicemos la palabra, de que hay en todo esto una degradación. En
efecto, denuncia la desaparición de lo que constituía el ingrediente
subversivo de las primeras irrupciones en la cultura del psicoanálisis.
¿Qué, se pregunta, ahora el psicoanálisis consistiría en, cito
textualmente, "el inofensivo Gérard Miller... Acaso es esto
verdaderamente lo que queda de cien años de divanes : un
¶psicoanimador¶ telegénico, una estrellita lacaniana entrevistada en los
divertimentos televisivos"? Y esto nos permite pasar a un segundo
punto...

2. Ö 

 ? ?
  ? ?

Para los que pueden instalarse sin más interrogaciones en el


panorama psicoanalítico, la cuestión es planteada como si se tratara ante
todo de un tratamiento psicoterapéutico. Una vez más aparece la
ignorancia generalizada sobre la especificidad de la cura analítica, del
cuidado por la singularidad. Las querellas de capillas, evidentes para
cualquiera, no los conducen a reflexionar sobre esa especificidad sino
que, favorecidos por la misma confusión que les ofrecen los dizque
analistas de todo pelaje, temen que la proliferación de grupos rivales
pueda confirmar el temor de que, citando a J -B. Pontalis, "el psicoanálisis
ya no interesará pronto más que a un sector cada vez más restringido de
la población". Pero, en nuestra opinión, será una restricción más,
simplemente, que se agregará a limitaciones que siempre existieron y no
constituyen una novedad. Lo novedoso, en cambio, son las inquietudes
que se expresan como si fuera algo antes inexistente. Dice n, entonces,
que temen que el psicoanálisis, en una sociedad ebria de rentabilidad y
de velocidad, sufra la competencia de nuevas terapias y productos
farmacéuticos milagrosos... Pero, aparte de aumentar la incidencia de
esta competencia, ¿ha sido, acaso, algo que ocurría antes de un modo
diferente? Y, sobre todo, ¿se trata acaso de la misma demanda? Claro
que la confusión existe en la clínica y justamente el análisis enfrenta el
desafío de conducir el tratamiento de alguien que demanda
justificadamente alivio (éste es el punto en el que el campo de la
terapéutica y el del psicoanálisis pueden superponerse). Entonces, cómo
favorecer, éste es el desafío, que ese sufrimiento sea enfrentado de tal
modo que pueda hacer el rodeo que le permita descubrir, a partir de una
demanda explícita de ayuda o consuelo, el pasaje por la exploración de
la dimensión del deseo y de los desvíos que conducen a expresarlo por
una sintomatología cuya apariencia puede suponer una dependencia del
dominio médico o, más generalmente, te rapéutico. Tal es el arte de esa
práctica.

Estos problemas son enfrentados de modos diferentes según la


concepción y la experiencia de quienes se sitúan en el ámbito del
psicoanálisis. Es el punto en que las discrepancias exceden las
referencias a los personajes que juegan como "notables" o a sus capillas
y pueden constituir auténticas cuestiones de escuela, de doctrina,
fundadas sobre bases que respetan (o no) la especificidad de la
experiencia analítica.

Los que no lo comprenden así tratan de salvar su seudo-


psicoanálisis con la expectativa de una complementaridad con la
intervención médico-farmacológica. Esto les permitiría enfrentar la
necesidad de reclutar una clientela que se hace más y más raleada... si
se cree que es la misma que va a los médicos, o a los psiquiatras, o a la
variada gama de prácticas más o menos esotéricas. Y de algún modo es,
en efecto, un dominio confusamente compartido con todas esas ofertas.
Siempre ha sido difícil afrontar esta cuestión porque, en efecto, ¿quién
aceptaría semejante rodeo para pasar, como decía Freud, "de una
desdicha neurótica a una desdicha ordinaria , cuando con mucho menos
esfuerzo ahora se les promete la felicidad en píldoras"?

La confusión se agrava al creer que Lacan habla de lo mismo


cuando ve al porvenir del psicoanálisis depender de esos gadgets,
esos adminículos que provee la ciencia, "para tenerlos a nuestro alcance
en el lugar de lo que nos falta" aunque reconocen que para Lacan era
poco probable que el gadget fuera otra cosa que un síntoma más.
Justamente, se puede decir que los sustitutos ofrecidos por el capitalismo
globalizado se multiplican, pero desde la perspectiva psicoanalítica, al
menos la lacaniana, ese      ?   , es imposible de
colmar con ningún objeto de la realidad, sin desconocer por ello que la
magnitud de la disimulación cambia con las épocas, efectivamente, pero
la estructura de la carencia es la misma y la tendencia a disimularla
propia de todas las sociedades más allá de sus variaciones. De modo
que no se puede convocar a Lacan en la preocupación por una
complementaridad que es de otro orden. Por otra parte, nunca el
psicoanálisis fue propuesto como una competencia para la práctica de la
danza, el deporte o la lectura ni se empeñó, entonces, en sustituir a la
medicina, al alpinismo o a la horticultura. Prácticas todas ellas
respetables, e insustituibles, en sus características y objetivos propios.

3. Ö  ?   ? ?
  ? ?  ? 


Volvamos ahora al abanico de instituciones, agrupaciones y


singularidades que pueblan el mundillo psicoanalítico.

Sobre la !"#, habrá otros aquí [7] que podrán describir su


situación con más elementos de juicio directos, pero también con las
limitaciones que forzosamente impone la pertenencia. Mi impresión es
que la heterogeneidad de sus integrantes se ha acentuado y que, a la
vez, el solo hecho de la invitación a participar en este encuentro indica
una apertura a elaborarla, incluso con quienes están fuera de esta
institución. Otra impresión es que para ella el nombre de Lacan
representa, después de una época de ostracismo, simplemente una
corriente entre otras que se puede agregar junto a Anna Freud, Melanie
Klein, Kohut, Winnicott, etc. etc. co n sólo intercalarla en la letra L. Mi
posición no es esa, evidentemente. A mi juicio, la irrupción de Lacan ha
subvertido la dimensión clínica de la experiencia singular y modificado
todo el sistema de articulaciones de la teoría analítica.

La #?

$    "?
  ? ? %#$"&, por su parte,
experimentó hace poco su primera gran escisión. Apareció un segundo
gallo en el gallinero o, si se quiere, una nueva abeja reina que emigró
con su cortejo de obreras a formar otro enjambre y otra colmena que se
halla en construcción (los ? de Colette Soler). El grueso de la
colmena anterior se mantuvo junto a su jefe, Jacques -Alain Miller, un
gran empresario del psicoanálisis que tiene la herencia oficial de los
bienes de su suegro. Su lucidez le ha hecho vi slumbrar que conviene
ampliar su horizonte convocando a la "reunificación" del psicoanálisis.

En el resto, la situación muestra a miles (subrayo  ?...) de


presuntos analistas que tratan de salir de su aislamiento y darse lugares
de encuentro y diálogo. La empresa no es, en sí misma, criticable. El
problema con que se confrontan es que los que confluyen carecen de
una suficiente coherencia de estilo y doctrina que les permita salir de una
lógica puramente asociativa.

Por un lado encontramos a la  '


( $'   
)
 " * "?
  ? ?   , resultado de la unión de
dos proyectos, el de los llamados "Lacano -americanos" y el de la
"Interasociativa europea", con dominio de entusiasmo y población del
costado del continente americano. Se trata de una especie de
confederación de asociaciones, encerradas en una lógica de
coexistencia asociativa con escasos fundamentos doctrinales que no les
impedirá encontrarse cada año, o cada dos, en Europa y en América,
alternativamente, y yuxtaponer sus ideas. Tratan de organizarse y la
lógica asociativa se manifiesta claramente con una serie de disposiciones
administrativas: una asociación, un voto; se necesita el 75% de votos
para disolverse; las personas sueltas pueden participar con voz pero sin
voto; etc., etc. Hay algo que las une, un aspecto político, porque si bien
no está claro que tienen en común doctrinariamente salvo vagas
referencias/reverencias a Lacan, en cambio todas tienen en común el
rechazo al yerno de Lacan y a la transnacional que Mill er ha montado.
Como dice Sergio Rodríguez [8] :

[... El proyecto de Convergencia] habla de que el


psicoanálisis, al no ser una ciencia que forcluye al sujeto,
es movido por las diferencias que habitan los
anudamientos entre lo simbólico y lo real, por el efecto
que producen en sus sujetos. Diferencias que como
sabemos, no dejan de inquietar. Fraccionan, dividen,
fragmentan, angustian. De ahí que puedan provocar a
converger. Es lo que resulta pertinente a la función
abrochadora de lo imaginario. No le pasará
desapercibido al lector que las convergencias son sobre
un eje, un centro, son centrípetas. җEl movimiento
psicoanalítico no ex siste? ¿Converger, es centrado?
Pero además: "Centrar al lacanismo por el psicoanálisis
freudiano? En Caracas, Lacan nos dijo: "Sean ustedes
lacanianos, si quieren. Yo soy freudiano". El nombre que
tomó el movimiento fundado en Barcelona, indicaría que
su mayoría no todos , atrapada en la reverencia al
fundador, pierde la función indicadora de recuperación,
transformación y relanzamiento, desde los fundamentos
renovados, que porta el significante Lacan . No advierten
tal vez, que si Lacan dijo: "yo soy freudiano", fue porque
no podía fundar la serie y estar en ella. Formaba parte
de la serie que fundó Freud. [...] nosotros, los que lo
querramos, formaremos parte de la serie fundada por
Lacan, que fue más allá de Freud, pero sirviéndose de
él. Que es lo inverso de servirse de Lacan, por volver a
Freud. No estamos en los años 50, Lacan dejó su
marca...

Los 3 ?   +   ?,
 ,? -*? ?   ?
 ?
  ? ?. , por su parte, ya se realizaron y tuvieron lugar y
momento en París en julio 2000, con gran acumulación de asistentes,
más de mil [9] . Con ello muestran, en acto, la gran necesidad que tienen
los que habitan este ambiente de encontrarse y compartir sus
experiencias. Cosa que se puede comprender, pero exige precisar que,
más allá de la yuxtaposición de experiencias, se trata de una
ideologización extrema de las preocupaciones del análisis. He dicho más
arriba que hay en estos encuentros una carencia de una suficiente
coherencia de estilo y doctrina que les permita salir de una l ógica
puramente asociativa. Esto debería matizarse en este caso: aquí existe
efectivamente un proyecto bastante definido, aunque no se trate de un
proyecto precisamente psicoanalítico.

He tenido la oportunidad de leer una especie de acta de las


reuniones levantada por una participante brasileña [10] que tiene como
particularidad la virtud de constituir, en sus casi cincuenta páginas, un
testimonio suficientemente detallado, realizado desde el punto de vista
de alguien (Sonia Alberti) entusiasta partidaria de la realización de la
reunión. La heterogeneidad de las intervenciones resalta notoriamente,
aunque podría ser vista como un rasgo de simpática liberalidad y respeto
por todas las opiniones. Pero, sobre ese fondo heterogéneo, se
manifiesta de un modo dominante una ambición de insertarse
políticamente en la sociedad asignando al psicoanálisis una
omnipotencia transformadora que, por otra parte, como suele ocurrir con
estos movimientos pequeño-burgueses con pretensión revolucionaria, no
va más allá del efecto catártico de las palabras: las injusticias, la miseria
y la crueldad siguen allí con su malvada obstinación después de tales
manifestaciones de buena voluntad [11] . La responsabilidad indudable
de cada sujeto ante las circunstancias históricas que vive es transferida a
la práctica analítica, como si las limitaciones de cada sujeto que profesa
el psicoanálisis pudiera exorcizarse al declamar los compromisos que le
competen en cuanto protagonista de la vida política y pretender
endosárselas a las entidades analíticas. Un caso extremo lo muestra ese
asistente ( colega dice el texto) colombiano que, según este
testimonio:

... toma la palabra, denunciando una guerra civil


que ya dura cincuenta años y una intervención
norteamericana iniciada este mes de julio de 2000.
Convoca a los psicoanalistas a ayudarnos para
simbolizar, para no volvernos locos...

Si bien la informante se alarma al principio porque, dice:

... la impresión que los Estados Generales del


Psicoanálisis daban podía ser interpretada de manera
bastante inquietante. O sea, que era posible evaluar esa
jornada como una gran Babel [pues] todos hablaban
lenguas diferentes... [12]

luego se tranquiliza pues:

... a medida que las discusiones avanzaban, esa


primera impresión se disipaba, dejando claro que los
Estados Generales del Psicoanálisis son, ante todo, un
acto público contra el totalitarismo institucional , ?
(
con el cual el psicoanálisis tuvo que luchar durante todo
el primer siglo de su existencia -desde el totalitarismo de
las propias instituciones psicoanalíticas hasta el
totalitarismo en el mundo en que nació y dio sus
primeros pasos. [...] Analistas con experiencia, cada uno
con su propia historia, contribuirán con este acto,
manifestándose públicamente, como ciudadanos de un
mundo en el que el psicoanalista toma posición política ,
como demócrata. [Las itálicas y negritas son mías]

O sea que la responsabilidad no es de cada uno como


ciudadano, como sujeto responsable ante un mundo cuyas injusticias y
opresiones puede combatir como tal, asumiendo las consecuencias -
prisión, tortura, exilio, muerte...-, sino que se trata de tomar posición
política... en tanto psicoanalista demócrata. [13]

En este contexto se produce la intervención de Derrida,


culminación de los Estados generales. Allí expresa, según el texto
publicado con su firma en Le monde:

... El psicoanálisis, según yo, no emprendió


todavía, y, entonces, menos aún logró pensar, penetrar y
cambiar los axiomas de la ética, de lo jurídico y de lo
político especialmente en esos lugares sísmicos donde
tiembla el phantasme de la soberanía y donde se
producen los acontecimientos geopolíticos más
traumáticos, digamos todavía confusamente los más
crueles de este tiempo [...].

Tal como se puede leer en la crónica de St efano Cingolani en el


Corriere de la Sera, de los días 10 y 11 de julio de 2000, Derrida, como
invitado de honor en los Estados generales, dice, según el periodista:

... abandonando, al menos en parte, el hablar elíptico,


[...] "no estoy seguro, esta vez, de ser de los vuestros,
aun si por una parte sigo estando orgulloso de compartir
y reivindicar vuestras inquietudes". La toma de distancia
no está en relación con aspectos particulares y siempre
controvertidos del freudismo [o sea, acotemos, del
psicoanálisis propiamente dicho. MP] sino la capacidad
misma de interpretar la realidad contemporánea. "El
mundo, el proceso de mundialización del mundo -dice
Derrida, sin renunciar a los equilibrios lexicales - con
todas las consecuencias políticas, sociales, económ icas,
jurídicas, técnico-científicas, etc., resiste sin duda al
psicoanálisis".
Semejante omnipotencia asignada al psicoanálisis por Derrida
no deja de ser percibida en su impertinencia por otra relatora de la misma
publicación, Silvia Vegetti Finzi que, con una impresionante lucidez, de la
que carecen esos analistas, comenta:

En realidad, Freud ya había indicado la vía de la


convivencia [con problemas de distinto orden] en el
reconocimiento de la diferencia y de la especificidad. Y
Lacan había afirmado en los años 70 contra toda
pretensión de imperialismo [psicoanalítico]: el
psicoanálisis no dice todo de todo. Es sólo una
experiencia de palabra . Su saber deriva de la práctica
del inconsciente. Más difícil aparece la confrontación con
la resistencia genérica de la cultura.

Vegetti Finzi recuerda que la filosofía, pese a su cercanía con el


psicoanálisis por tradición y radicalidad en las interrogaciones, rechaza la
adopción de la subversión del sujeto que, latente en Freud, es
desplegada en las formulacion es de Lacan, pero sobre todo en la
experiencia analítica singular de la que Lacan extrae dichas
formulaciones. Derrida cree que con la subjetividad inconsciente, que
para Freud y Lacan implican la aceptación de la parcialidad, la falta de
unidad y de autosuficiencia, no se va suficientemente lejos y que se cae
en un elemento de síntesis subjetiva [14] . Vegetti subraya que con
"subjetividad" se entiende una doble operación, la de reconoce rse sujeto
sometido a un sistema de determinaciones pero, a la vez, autor de su
discurso en el interior de esas determinaciones y protagonista de su
historia, con la recuperación de los escasos grados de libertad que se
pueden conquistar. Justamente, porqu e ellos son limitados no son
inexistentes, y no impotentes, como ocurre cuando se cree en su
omnipotencia.

Vegetti culmina, entonces, señalando la ambigüedad de la


pretensión derridiana:

... El reclamo de Derrida me parece doble -dice-


por una parte pone en guardia al psicoanálisis [contra la
idea] de recomponer ese individuo que el pensamiento
de Freud había fragmentado y relativizado, por la otra
exige al psicoanálisis extender su capacidad de análisis
y develamiento de las falsas evidencias del planeta
entero. Hay en esta exigencia una contradicción de
fondo. ¿Es posible, acaso, que el psicoanálisis
deconstruya al sujeto, limite sus pretensiones, declare
ilusorios sus ideales y, por la otra, se asigne el objetivo
universal de crítica de la civilidad y de su futuro?

Como vemos se trata del colmo de la ideologización y de la politización


del psicoanálisis, de su transformación en una concepción del mundo,
una Weltanschauung, una filosofía (derridiana, por supuesto). [15]
Quizás se entienda entonces uno de los sentidos de haber llamado al
encuentro organizado por el amigo más cercano de Derrida en el
psicoanálisis, René Major, con el nombre de Estados generales del
psicoanálisis. Como en la revolución francesa, la reunión de todos los
estamentos de la sociedad terminará por matar al rey, matar al padre,
simbólicamente... pero җquién es aquí el padre? Todo conduce a la
conclusión de que se trata de matar al psicoanálisis y fundar con todo e l
entusiasmo de la omnipotencia ideológica un movimiento político que
responda al drama de la crueldad de nuestro tiempo. Vasto programa,
objetivo respetable y ambicioso, bien intencionado, por cierto, pero җqué
es lo que exige que se realice en nombre del psicoanálisis? ¡El pedido
del "colega colombiano" no resultaba, entonces, tan fuera de lugar... al
ser expresado en esa reunión!

Se comprenderá ahora el lugar que le conviene a la 




   ?,
 ,? , la , de la que formo parte. No participa
en la Convergencia porque no es una asociación sino una escuela, no
participa de los Estados generales porque no es una empresa más de
moralización superyoica ni un taparrabos político, sin perjuicio de que
cada uno de sus miembros se comprometa en la e mpresa política que le
parezca más digna de ello, a conciencia, como sujeto advertido, sin
atribuirse la representación de los demás y sin descargar sobre una
dimensión institucional la responsabilidad de su acto. Una escuela, la elp
entonces, que pretende, como tal, caracterizarse por un estilo en la
transmisión y producción del saber propio del psicoanálisis, un saber no
sabido en la experiencia singular y una exploración del campo freudiano
a partir de los límites en que nos deja la enseñanza de Freud re tomada y
reformulada por Lacan. Un estilo en el que hay una preocupación por los
textos heredados, por el establecimiento de la letra de Freud y Lacan
para, a partir de ello, producir un suplemento de discípulos que al
retomar la antorcha no se reduzcan a ninguna imitación. Quién desee
poner a prueba si se es o no consecuente con ese objetivo, dispone de
las producciones de las tres editoriales y de las cuatro revistas de la
escuela, de los seminarios de sus miembros e, incluso, del tono de esta
intervención. Seguramente podrán descubrir que muchos de los
miembros no están, o no estamos, a la altura de esos objetivos. En
efecto, ser miembro de la elp no garantiza para nada una posición
consecuente con el estilo que se pretende producir y transmitir.
Actualmente con alrededor de 150 miembros, esta cantidad es suficiente
para que la escuela esté amenazada como siempre de caer en una
heterogeneidad exagerada o en un elitismo pedante. En la práctica se
podrá comprobar hasta que punto cada miembro incurre en esas
desviaciones o persevera en la dirección que esos objetivos le
proponen.

[1] Ponencia presentada en una mesa redonda de la Asociación


Psicoanalítica Mexicana (IPA). La cordial invitación y el público
convocado determinaron muchos matices del texto. Una versión de este
texto, actualizada, apareció en la revista me cayó el veinte, número 3,
México, 2001.

[2] Véase a este respecto la intervención de Derrida en los États


généraux de la psychanalyse auspiciado por su portavoz René Major.
[3] He planteado en "¶Freud y Lacan¶ de Althusser, un c uarto de
siglo después" (Litoral 18/19, Córdoba, 1995), un anudamiento que sitúa
en el simbólico, la ética como centramiento en la singularidad del deseo
del sujeto. En El psicoanálisis, una erotología de pasaje, un participante
[Delia Bournissen] en el se minario de Jean Allouch en Córdoba
señala: Ética no es moral en griego, la moral es lo que admite sólo lo
semejante, ética es lo que admite lo desemejante . Esta observación va
en la dirección que pretendo sostener.

[4] En mi caso de allí vengo, primero como médico y luego como


psiquiatra, profesiones que conocí, entonces, desde adentro, y que
abandoné por mis propias razones para consagrarme a la práctica
analítica.

[5] Sic, sólo faltaría alguna, o la misma, que se designara como


Asociación Inter-Planetaria - la AIP- anticipándose al riesgo de que otros
ocuparan ese nombre [no es chiste, la école lacanienne de psyc hanalyse
(elp) no puede tomar este nombre en su site en internet porque ya lo
tiene otra "elp" -élevage de lapins et poulets -, cría de conejos y pollos].

[6] Que provocó un escándalo en la polémica de éste con Alain


Badiou. Cfr. Lacan avec les philosophes, París, Albin Michel, 1991.

[7] Estaban invitados por el organizador del encuentro Juan


Carlos Pla, además del autor de estas líneas, Roberto Castro y Octavio
Chamizo.

[8] Sergio Rodríguez, "De Obsesividades e Impotencias",


Psyche navegante, Junio 2000, en Internet.

[9] Un sexto de los cuales, 210, eran brasileños, subraya con


orgullo Sonia Alberti ,"Pequeno relatório do coloquio Os Estados Gerais
da Psicanálise", en el sitio de Internet de los États généraux de la
psychanalyse.

[10] Sonia Alberti, Artículo citado.


[11] Toda una generación, a la que pertenezco, intentó articular
la práctica analítica con la política. El intento político fracasó y no hubo
tal articulación. Hay una dimensión de política en el psicoanálisis cuando
el analista no toma una posición pastoral en su relación con el
analizante. Hay una posibilidad política, en la actividad política
propiamente dicha, de utilizar los conocimientos analíticos,
especialmente si se aplican a las consecuencias del narcisismo de los
militantes y sus dirigentes, en su organización. Y hay, finalmente, una
posibilidad de compromiso político de cada sujeto, que tiene su propia
lógica y que no es sustituida por ninguna de esas otras intervenciones
teóricas, clínicas, técnicas, doctrinales, etc.

[12] Es interesante la coincidencia con la expresión de Lacan


citada más arriba y que da título a este texto.

[13] Hay entonces en el mercado psicoanalistas freudianos,


psicoanalistas kleinianos, psicoan alistas lacanianos, psicoanalistas
demócratas.

[14] Contamos entonces con el texto de Le monde de la


intervención de Derrida, del testimonio admirativo de Alberti y de las
crónicas descriptiva de Cingolani y crítica de Vegetti. Estos documentos
coinciden e insisten en sus formulaciones con lo publicado por Derrida en
"Géopsychanalyse" [in Géopsychanalyse, Les souterrains de
l institution, Rencontre franco-latino-américaine, febrero 1981, Ed.
Confrontation, pág. 24] donde le reprocha al psicoanálisis el retardo con
relación a las reflexiones y a las luchas políticas, nacionales,
internacionales y superestatales [sic] y que no haya producido "la co -
traductibilidad de los conceptos psi coanalíticos y de los conceptos
político-jurídicos, ético-jurídicos, etc. en los que se enuncian esos
problemas y se organizan esas acciones" [traducción mía]. Resulta claro,
entonces, que el defecto del psicoanálisis, según Derrida, es no
compartir su megalomanía omnicomprensiva político -epistemológica.
Hace falta haber afrontado en un análisis la problemática de la carencia,
la cuestión de la castración, para no dejarse atrapar por el atractivo de
verse atribuida semejante omnipotencia. Pero, como dice De rrida, él no
necesita haber pasado por un análisis para ser "analyste à ses heures",
analista cuándo y cómo se le da la gana.

[15] Postdata para esta publicación. Conviene destacar q ue en la edición


ulterior de la intervención de Derrida en los Estados Generales del
Psicoanálisis se puede observar un viraje afortunado y fundamental de
este autor que contrasta con las expresiones citadas en nuestra nota
anterior. En efecto, se puede leer en su libro États d¶âme de la
psychanalyse, París, Galilée, octubre de 2000, pág. 77 que "el
psicoanálisis en tanto tal no produce ninguna ética, ningún derecho,
ninguna política, sino que les corresponde a estos tres dominios tomar
en cuenta al saber psicoanalítico". Estamos en este punto totalmente de
acuerdo. Cfr. Marcelo Pasternac , Lacan o Derrida. Psicoanálisis o
análisis deconstuctivo, México, Epeele, 2000. 

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