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Rogelio Salmona

La arquitectura: un acto poético

Tu recuerdo basta para iluminar,


tú ausente,
toda esa niebla que me envuelve.
Luis Cernuda

Por María Elvira Madriñán

Esta es para mí una oportunidad más de recordar a Rogelio y compartir con


ustedes mi visión particular sobre él, pues varios años su lado me permitieron ir
descubriendo sus secretos, me permitieron ir entrando a su mundo y constatar
cómo la arquitectura era para él un todo, un universo, un continente, una
geografía que superaba todos los límites y la volvía territorio de la fantasía, del
deseo y de los derechos.

Cuando ingresé a su estudio—apenas acabada de graduar como arquitecta—


ya Rogelio había recorrido un largo camino. Sus conocimientos, sensaciones y
emociones habían sido plasmados en una arquitectura que rompía con todos
los cánones establecidos en ese momento. Viviendas individuales y grandes
proyectos urbanos, con propuestas enriquecedoras para la ciudad y sus
habitantes, habían sido creados por él, proponiendo en ellos lugares para la
convivencia, el encuentro y la emoción, como solución a las complejas
necesidades de la sociedad.

Ansiosa por descubrir el nuevo mundo que se ofrecía ante mí, comienzo un
largo y difícil recorrido conducida por sus trazos, que hablaban de laberintos,
viajes, indagaciones, presencias, ritmos, medidas, escalas, proporciones. Sus
trazos eran reveladores, ocurrencia y presencia, pasado y futuro.

Cuántas implicaciones había en un simple trazo; difícil llegar a comprender


todo lo que cada uno de ellos representaba. Lo que para mí era una línea, para
Rogelio era espacio, volumen, universo; lo que para mi era una cota, para
Rogelio era proporción, armonía, relaciones; lo que para mí era una ventana,
para Rogelio era un límite, un vacío, una porción de paisaje; lo que para mi era
un patio, para Rogelio era un espacio abierto que permitía una comunión con
el cielo y las estrellas.

Sus trazos aparecían solo después de profundas reflexiones. Trazos incisivos,


certeros, casi mágicos, empezaban a volver realidad los universos soñados.
Tras cada trazo se extendía una historia compleja, cuyo inicio era inaccesible y
cuyo recorrido se dejaba ver en algunas de sus instancias, nunca en su
totalidad. Cada trazo era el puente entre el pasado y el presente, era el
encargado de traducir en espacios sus cargas históricas para empezar a
producir el proyecto arquitectónico.

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Sus trazos eran transportadores a otros mundos, a otras dimensiones. Era
necesario tener los sentidos atentos para poder captar toda la riqueza que se
encontraba encerrada en cada uno. Ellos me llevaban por la historia y la
geografía, pero también por lecturas, pues Rogelio lograba insinuar, con solo
pocas palabras, el camino a seguir, para poder llegar a descubrir y entender la
esencia de sus búsquedas. Era una conducción misteriosa, casi se podría
decir que secreta, que solo los interesados lograban captar para seguir el
camino trazado.

Los proyectos invadían su estudio, cada uno era sometido a su rigor


implacable. Su mirada pasaba vigilante por encima de ellos y con un simple
golpe de ojo detectaba en el dibujo el menor error, las malas interpretaciones,
desproporciones, que lograban alterar fácilmente su febril carácter. Siempre
armado de su lápiz, recuperaba del proyecto lo perdido, dibujaba con una
precisión aterradora, le imprimía al dibujo su carácter y le devolvía al proyecto
la espacialidad buscada.

Con cada proyecto se abrían nuevas posibilidades, nuevas búsquedas, nuevas


exploraciones que partían de sus proyectos anteriores, lo que le permitía crecer
sobre sí mismo, asegurando que sus proyectos tuvieran siempre un punto de
partida que yo, como su intérprete, debía descubrir para poder continuar su
camino y, a la vez, ir enriqueciéndome con esos descubrimientos.

Entender su sistema de trabajo no fue fácil. Era implacable ante errores e


incomprensiones. Los errores se pagaban duro y la respuesta, solo llegaba
cuando cada uno lograba comprender la esencia de lo que Rogelio buscaba.
Por eso muchos de sus colaboradores desistían rápidamente, pues no
encontraban el camino o se perdían en su búsqueda.

En todo ese proceso descubrí la capacidad de ensoñación que puede producir


la arquitectura. Cada etapa fue para mi un profundo aprendizaje, una
revelación, una invitación a participar en la creación de un mundo nuevo, lleno
de encantos y sortilegios. Me enseñó como con la arquitectura se puede
sublimar lo cotidiano y transformar la naturaleza.

Como diría Cernuda.

Los sentidos tan jóvenes


frente a un mundo se abren

Entrenada de manera precisa para captar la sutileza escondida en cada trazo,


empiezo a afinar la mirada y a descubrir, en ellos, las influencias de las
arquitecturas que tanto lo marcaron.

Empiezo a descubrir en sus patios los espacios abiertos de las arquitecturas


prehispánicas y a entender cómo esa espacialidad enriquecedora de los
sentidos, que él logró incorporar sabiamente a su arquitectura después de una
profunda decantación y una respetuosa implantación en el lugar, era también
parte fundamental de las arquitecturas mesoamericanas.

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Tengo aún vivo el recuerdo de su visita a Tlaxcala, México, fue para él una
revelación. La similitud que encuentra entre el planteamiento urbanístico de la
ciudad y los proyectos que estaba realizando fue sorprendente. Descubre en
ella cómo la organización de sus espacios públicos, las sucesiones de plazas
concatenadas, con giros repentinos que rompen las perspectivas y cambian la
orientación buscando el acontecimiento es lo mismo que él está desarrollando
a escalas diferentes, en varios de sus proyectos de vivienda. Buscaba hacer
una arquitectura que obligara a activar los sentidos y encontró toda una ciudad
que proponía a sus habitantes o a quienes la recorren, sensaciones y
emociones que forman parte del acontecimiento y de la arquitectura.

Las arquitecturas mesoamericanas mexicanas lograron conmoverlo hasta las


lágrimas, y de esas conmociones nos quedan sus rastros que fácilmente
identificamos en algunas de sus obras, como los patios de la Casa de
Huéspedes con el Cuadrángulo de las Monjas en Uxmal, el ritual de acceso a
la Biblioteca Virgilio Barco con el espacio ceremonial de Teotihuacan y, el gran
espacio abierto del Centro Jorge Eliécer Gaitán con los espacios ceremoniales
de Monte Albán, para citar unos pocos.

Pero la arquitectura no llegaba sola, había por el contrario que preparar su


llegada, por lo tanto sus trazos también creaban el entorno, construían el
paisaje, aquel que acompañaría por siempre a la arquitectura y que crecería
con ella. Ese paisaje creado palmo a palmo, permitía la llegada de taludes,
caminos y senderos, que no tardaban en cubrirse de verdes, azules, violetas y
rosas, respondiendo a una juiciosa selección de especies fruto de un minucioso
estudio y de un profundo conocimiento del entorno y de la geografía, producto
de sus viaje por Colombia, con alma de explorador, analizando paisajes,
vegetación, clima, factores tangibles e intangibles, para, en el momento de la
creación, poder ser respetuoso con el medio en el cual su arquitectura se
implantaría y se volvería parte indisoluble de ese nuevo lugar, formando un
todo con él, porque tenía el convencimiento de que “la arquitectura cuando ha
sabido expresar sabiamente lo mas profundo de una época y de un lugar, es el
acto poético por excelencia.”

Que mejor que sus palabras para entender sus búsquedas:

“Desearía diseñar una arquitectura que le permita al hombre recrear en


cada rincón, con todos sus sentidos, un estado emocional y un espacio
que evoque, que genere emociones y que despierte al hombre de su
letargo alienado; un espacio que se pueda apropiar, donde pueda
expresarse y que sea lugar de encuentro entre la razón, el
encantamiento y la poesía. Creo que eso es la arquitectura.”

Sus obras también nos revelan sus búsquedas y nos permiten ir descubriendo
en ellas aspectos que para él eran importantes, presentes en todos sus
proyectos. Es en el estudio de estos aspectos que podemos ir viendo la
evolución y la destreza adquirida en el manejo de los espacios, de los
materiales, pero sobre todo, nos permite descubrir como la geografía, en
algunos casos esquiva y distante, toma gran auge en la vida cotidiana,
logrando que los lugares de la realidad inmediata adquieran un significado

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particular que permite construir un habitar hecho de apropiaciones, límites y
fronteras, donde el paisaje se transforma y se funde con la arquitectura.

Desde sus primeros años, en los grandes proyectos de vivienda que desarrolló
se percibe el interés por crear viviendas dignas para las clases populares.
Para ello experimentó sistemas de prefabricación de bajo costo, partiendo del
ladrillo como elemento base, para luego desarrollar las viviendas, basándose
en módulos de esos mismos elementos, logrando así una economía
considerable, pero sin dejar a un lado el control del espacio tanto interior como
exterior. Desde ese entonces la relación con el entorno y con la geografía se
hace evidente. Los proyectos se escalonan, se retroceden, hacen concesiones
a los factores geográficos importantes de cada lugar. De esa época datan La
Cooperativa los Cerros, La Fundación Cristiana de Vivienda, Timiza,
Cavipetrol, Usatama y muchos otros.

Podríamos considerar las Torres del Parque como la culminación de esa


época, proyecto que recoge la experiencia acumulada durante años de trabajo
y la resume de manera magistral. Al ver las Torres hoy, nos es difícil imaginar
la desproporcionada polémica que suscitaron y el gran debate público que
lideraron importantes políticos de la época, con el ánimo de impedir la
realización del proyecto, al punto de llegar a promover manifestaciones, hacer
discursos, escribir artículos en los que anotaban que con la construcción de
proyectos como ese se convertiría a “Bogotá en el templo de la opresión, de la
agresividad, de la avaricia, del egoísmo, de la estrechez, de la desigualdad, de
la sordidez, quedando la ciudad amenazada por bárbaros que miden la
civilización por la altura de los edificios”. Rogelio, por el contrario tenía claro
desde un principio que su proyecto se integraría de manera respetuosa con la
imponente geografía del lugar y con la existente Plaza de Toros. Su interés era
contribuir a la consolidación de una ciudad democrática, abierta y participativa,
más humana y vital, proponiendo espacios abiertos que pudieran ser
apropiados no solo por sus habitantes sino por todos los ciudadanos, en
contraposición a los conjuntos cerrados que se construían y se siguen
construyendo bajo la falsa premisa de "seguridad entre rejas" para
insignificantes minorías, generando en ellas una falsa idea de ciudad.

Siguen varios proyectos, pero no me detendré en cada uno de ellos; solo


recalcaré que con cada proyecto que se hacía, se preparaba el proyecto
siguiente, y las frustraciones que dejaba uno, eran el punto de partida del
siguiente. Y así esa línea conductora nos va llevando hasta la Casa de
Huéspedes Ilustres, en Cartagena. Varios proyectos la precedieron y en ellos
se veía la intención de romper con el esquema de desarrollar la casa
alrededor de un solo patio, empiezan a aparecer otros patios que desde
entonces acompañan sus proyectos.

La conquista del espacio en la Casa de Huéspedes traspasa todos los límites.


En ella la arquitectura se vuelve sensorial, se preparan los sentidos para
percibir un mundo mágico que se va ofreciendo poco a poco, discretamente.
Patios, luces, sombras, espacios que se abren y se cierran y con la misma

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arquitectura, se ponen límites y se rompen; patios que insinúan, que esconden,
que dirigen que ofrecen colores, olores, que acompañan con los susurros del
agua, como cantos misteriosos, al caminante.

En este caso, la arquitectura prepara el entorno, aparte de las ruinas del viejo
depósito de municiones de San Juan de Manzanillo, no había nada en ese
lugar, ni siquiera el pasto cubría esa desértica península. El entorno se crea, se
hacen caminos, senderos, se crean recorridos, se labra el terreno, se forman
taludes para recibir la nueva vegetación que se funde con la arquitectura y se
vuelven una sola.

A partir de la experiencia de la Casa de Huéspedes sus búsquedas toman


nuevas rutas, la experiencia sensorial no lo abandona y vemos cómo sus
proyectos se enriquecen con todo un mundo de posibilidades que surgen de
ella. Empiezan a aparecer varios patios en sus proyectos, estos se vuelven los
elementos más importantes en sus composiciones, sus fuentes de exploración.
Los patios se alinean, se giran, se entierran, se levantan, recogen toda la luz y
forman un mundo con ella, abren perspectivas, fracturan el espacio, se elevan
al cielo para conquistar la naturaleza y el cosmos y le imprimen un halo
particular a cada espacio.

El agua, a su vez, tampoco abandona sus proyectos, cada vez los enriquece
de diferente manera, surgen estanques, aljibes, fuentes, espejos, atarjeas, que
los acompañan desde entonces llenando con sus cantos la arquitectura.

Y así con todo este bagaje que se va enriqueciendo en el tiempo, llega a sus
últimos proyectos, cargado de emoción y de conocimiento a la conquista de
nuevos espacios, de nuevos mundos donde se evidencian en ellos elementos
comunes, a través de los cuales podemos percibir la sutileza de su evolución.

En ellos sigue rompiendo límites, la arquitectura se vuelve un descubrimiento,


una experiencia, un recorrido, en el que toman valor el entorno, la geografía,
los ascensos, los descensos, las transparencias, las exploraciones por la
misma arquitectura. La arquitectura se vuelve protagonista, insinúa e invita a
ser descubierta. Se lanza a la conquista del cosmos, siempre respetando el
entorno, resaltándolo, magnificándolo. En ellos florecen sus pensamientos
sobre la ciudad, la arquitectura, lo público, lo democrático, sin olvidar las
tradiciones urbanas, los valores particulares de cada entorno, siempre teniendo
la historia presente, como punto de partida.

La arquitectura, entonces, se vuelve un medio de indagación y conocimiento,


de acuerdo con una dimensión de la realidad que pone en ella todo y más aún
de lo que en ella busca. La arquitectura es un trabajo continuo, nunca se
detiene, está encendida en la maravilla de la vida, que espera y se ofrece.

Y, como nos lo enseñó Rogelio: La arquitectura se aprende en la vida.

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