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Como abordar el proceso formativo de nuestros estudiantes desde la concepción pedagógica de


Rafael Flórez Ochoa. No es fácil responder a esta pregunta dada la compleja postura axiológica,
filosófica, psicológica y pedagógica del autor que estamos reflexionando, cuya escritura no es fácil de
abordar ni de comprender.

Nuestro intento se inicia identificando una perspectiva evolutiva e histórica, tanto del hombre
como de la naturaleza y de un proceso eminentemente humano como es la pedagogía, donde la
͞formación͟ es, de alguna forma, una ͞concentración de las fuerzas vitales sobre el eje de la evolución -
la universalidad, la autonomía y la inteligencia͟ (Flórez, 1994. P. 184), estas dos últimas asimilables a
libertad y razón.

Se entiende entonces, de acuerdo con Herder, citado por Flórez, a la formación como ͞proceso
de humanización o de ascenso a la humanidad͟, situación que sobrepasa el desarrollo de actitudes y
talentos propios del individuo y es, en realidad, un proceso interior en permanente desarrollo por el cual
͞uno se apropia por entero y perdurablemente de aquello en lo cual y por lo cual uno se forma͟ .

Esto significa que, diferente a otros seres de la naturaleza, el hombre no está determinado sino
que, paradójicamente su ͞destino͟ existencial es formarse, trascendiendo de lo obvio e inmediato hacia
la generalización: a la ͞universalidad͟ que le permita ͞convertirse en un ser espiritual capaz de asumir
sus propios deseos, necesidades e intereses͟ utilizando el trabajo o la reflexión teórica; que a su vez le
exige abrirse al otro ͞con sentido general y comunitario, con tacto y sensibilidad artística, capacidad de
buen juicio y sentido común͟.
Esta postura de Flórez, eminentemente histórica y con el soporte teórico de Heidegger, es una
franca contraposición a las concepciones racionalistas de la modernidad. Y se relaciona con una
temporalidad, que en el sentido humano y pedagógico, implica la existencia de una tradición, a la cual el
docente y el alumno se aproximan cuando constituyen la relación y la comprensión pedagógicas.

En párrafos siguientes ahondaremos en el concepto de comprensión. Por ahora, estamos de


acuerdo en que la tradición que acabamos de mencionar permite mantener a la pedagogía con una
significación histórica (ausente en movimientos como la escuela nueva con su puerocentrismo), desde la
cual se mantengan posturas sobre las cuales se soporta la práctica pedagógica (por ejemplo las
relaciones de autoridad del maestro, el respeto de la relación docente-alumno) que obviamente,
tensionan el concepto de formación.

Uno de estos aspectos básicos referentes a la formación, podríamos concretarlo al mencionar


que está soportada en la trasmisión de un bagaje cultural de una generación a la siguiente (tal como lo
consideraba Durkheim), donde se comprendería el concepto de ͞tradición͟ de Flórez; y aceptaríamos,
efectivamente, que la enseñanza y la formación siempre son tradición; más aún, tradición clásica, donde
las posturas ͞clásicas͟ lo son porque han trascendido en el tiempo, porque de alguna forma no han
pretendido ser únicas, completas, exhaustivas o verdaderas frente a las demás. La formación entonces
se exige el no olvidar y, por el contrario, volver al ͞placer y sentido de actualidad de Herbart, Pestalozzi,
Froebel o Montessori͟ pues ͞ningún pedagogo pasa de moda͟.

La formación por supuesto no tendría cabida en un escenario donde se desconociera el


presente, pero para Flórez el criterio principal no es tanto el avance cognitivo, como el mantener la
esencialidad histórica: lo que se busca es reconocer, desde la historicidad, lo que es más importante de
cada época o de cada modelo pedagógico como ͞ejemplaridad normativa y ͙ calidad y plenitud
concentrada de la expresión cultural humana͟; así, podemos mostrar al docente y al alumno la razón
por la cual estas épocas o modelos han podido sobrevivir, entre otras de sus cualidades por el ͞poder
vinculador de su validez que lo coloca al frente de toda reflexión histórica͟. Ello no implica que
agotemos la pedagogía en lo clásico o lo tradicional,y de otra forma, apreciemos la realidad actual, de
manera que vivamos la pedagogía como una disciplina científica dinámica y en construcción.

Queremos mostrar ahora la relación que entiende Flórez entre la formación y comprensión;
resaltamos el término ͞comprensión͟ pues implica en sí mismo una historicidad, un pasado y un
presente, unas anticipaciones y unas previsiones que le son propias tanto al ͞horizonte del cognoscente
y el horizonte de lo conocido ͙.que se interestructuran mutuamente͟. Esta relación, que puede originar
mal entendidos o comprensiones inadecuadas, exige a quienes están en la comprensión pedagógica, el
mantenerse abiertos a la opinión de los otros, con actitud receptiva, permitiendo que ͞la otra opinión se
presente en su alteridad͟.

No es el anterior párrafo un listado de frases inconexas con nuestra tarea de comprender la


formación, puesto que en ellas estamos reafirmando la postura del autor en cuanto a que la
comprensión implica el desplazamiento hacia la posición en la cual la otra persona ha generado su
propia opinión; y lo que se busca es ͞un acuerdo comunitario͟ sobre los contenidos, pero también sobre
los sentidos y los procesos. Obviamente este es un planteamiento con una clara perspectiva formativa
donde la relación con los otros, con los datos y con el conocimiento no están centrados en percepciones
espontáneas de algunos rasgos típicos (que, anticipando el comportamiento del otro buscan utilizarlo o
manipularlo a conveniencia); o a través de observaciones sistemáticas que buscar objetivizar el
comportamiento del otro (y al analizar sus regularidades intentarestandarizar, medir, cosificar y
manipular la personalidad del otro); o reconociendo al otro como persona mediante una reciprocidad
dialéctica y de mutuo reconocimiento (pero en la búsqueda de salir ganancioso en cada demanda que se
oponen como contraprestación, con clara intención de dominación).

Por el contrario, Flórez propone, como punto central de la comprensión de otro, una relación
donde las diferencias no sean obstáculo y ruta para eliminar al otro, sino para interpelarlo a manera de
pregunta comprensiva con la cual se le pueda conocer, dejarse hablar por él permitiéndole su alteridad,
sin menospreciar sus pretensiones; de manera que, como maestro se permita oír al alumno, que hable y
así aproximarse a su pretensión de verdad; entendiendo que exige al docente una apertura crítica
incluso de sus mismas concepciones.

Pero es esa concepción evolutiva, histórica, cultural, tradicional, crítica y comprensiva del ser del
alumno, mostrada y vivida por el maestro, la que permite la formación, pues es una franca apertura, a la
cual nos acogemos para formar a los alumnos ya que ͙͞es mucho más ejemplarizante para la verdadera
formación de los estudiantes que la ingenua imposición de valores͟; acompañada además de la
innegable ͞condición afectiva del conocimiento͟, pues consideramos que apertura y empatía son ejes
centrales de la relación y comprensión pedagógicas, bases conceptuales sobre las que este texto ha
mostrado esta compleja perspectiva de la formación.
REFERENCIA

Flórez, Rafael. (1994). ͞Pedagogía y formación del espíritu͟. En (   


 

 
.
McGraw-Hill, Santa fé de Bogotá.

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