Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Resumen:
Abstract:
The debate about the leadership and the management competencies has been re-opened now.
Actually the management competencies that the leader must develop are really very important, and
it is opposite to the traditional offers of the features, the roles and the management styles. The
management competencies are a set integrated of "knowing", of “be able to do” and of "be able to
be". It makes possible a performance adapted in a certain context. The present article constitutes a
review of the traditional contributions on the leadership, and presents the recent offers on the
competencies of the leader.
Para ver el artículo completo en formato pdf comprimido zip pulse aquí
Investigadores como Hiep y Pruijs (2006) afirman que el liderazgo es un factor crítico que distingue
a unas organizaciones de otras en la consecución de sus objetivos, especialmente en época de
crisis. Un buen liderazgo, añaden los autores, genera en las organizaciones nuevas perspectivas y
cambios de actitud y mentalidad, lo que conlleva nuevas emociones, nuevas conductas y mejores
resultados.
Según DiStefano (2001), mientras que el éxito en el mercado depende de la capacidad del directivo
para desarrollar liderazgo, los resultados extraordinarios dependen de su capacidad para ofrecer
un liderazgo extraordinario. Peo, ¿cómo consiguen los líderes obtener tales resultados? ¿Hay un
comportamiento homogéneo en todos los líderes mundiales o existen diferencias entre los países y
las corporaciones? El líder, ¿nace o se hace? ¿En qué se diferencian los hombres y mujeres que
lideran organizaciones? Estas y otras cuestiones son las que, en la actualidad, se plantean muchos
directivos y no pocos investigadores (Cuadrado, 2003).
Cardona y Rey (2010) y Rodríguez y Álvarez (1999) destacan que la importancia del liderazgo no
ha dejado de crecer en las últimas décadas, y que muy probablemente seguirá creciendo en las
venideras. Cada vez es mayor el número de empresas que realizan programas de formación para
el desarrollo del liderazgo. De hecho, cada vez se impulsa más el desarrollo del liderazgo entre los
empleados en todos los ámbitos y niveles de la organización. Esta tendencia forma parte de un
proceso evolutivo que está directamente relacionado con la generación de ventajas competitivas,
es decir, con el éxito, el fracaso y la supervivencia de las empresas.
El liderazgo ha sido estudiado desde diferentes puntos de vista. Para algunos investigadores la
clave del éxito de un directivo se halla en sus características personales: rasgos, carisma,
inteligencia, vocación, etc. Otros se han centrado en los estilos del directivo. Y otros han
investigado los roles que el directivo asume (mentor, negociador, etc.) o en los procesos que
desarrolla por la naturaleza de su trabajo. En la actualidad ha cobrado importancia el liderazgo
como conjunto de competencias directivas. A continuación abordaremos todas estas perspectivas.
1.- Liderazgo
Para Castro (2006) el liderazgo es el proceso por el cual una persona tiene la capacidad de influir y
motivar a sus seguidores, contribuyendo al logro de los objetivos establecidos y al éxito del
proyecto organizacional. Desde este punto de vista el liderazgo es fundamentalmente un proceso
atributivo, resultado de la percepción social: el sujeto es percibido como líder por los demás. Si una
persona es catalogada como líder entonces es posible observar la influencia sobre sus seguidores,
algo que no ocurre si ocupa la posición de jefe y sólo es percibido como tal.
Respecto a la evolución del liderazgo, Cetina, Ortega y Aguilar (2010) señalan que, a pesar de la
existencia de múltiples teorías explicativas, la mayoría de las propuestas poseen algo en común:
se centran en el líder, en sus características o en sus comportamientos. Los investigadores citados
proponen considerar otros enfoques que se centren en la importancia que el contenido relacional y
social posee. Esto nos lleva a entender el papel que tienen los subordinados en del proceso de
construcción del liderazgo de sus jefes. Y eso es así porque, aunque en teoría la organización
proporciona igual autoridad a cada uno de los puestos que se encuentran en el mismo nivel
jerárquico, el grado de influencia que tienen quienes los ocupan es diferente.
a) En la primera mitad del siglo XX los investigadores buscaban las características personales y
exclusivas de los dirigentes célebres, en un intento por diferenciar a los líderes de aquellos que no
lo eran (Castro y Benatuil, 2007). Estas teorías fueron denominadas teorías del gran hombre: sólo
podían ser considerados líderes los sujetos con relevancia y alcance social. Pero no se lograron
encontrar dichas características comunes. Entre las variables analizadas estaban los rasgos, las
aptitudes y, sobre todo, la inteligencia.
c) A partir de los años ochenta surgen los enfoques relacionales del liderazgo. Se sostenía que el
liderazgo eficaz era el que se basaba en las relaciones de influencia entre directivos y
colaboradores. Las teorías más importantes fueron la del liderazgo transformador y la del liderazgo
transaccional, que en seguida comentaremos. Actualmente se ha impuesto la teoría del liderazgo
trascendente.
d) Otra propuesta para la explicación del liderazgo es la que se relaciona con el desempeño de
determinados roles por parte del directivo. Según estas teorías el líder es aceptado y tiene éxito
como directivo porque desempeña con acierto el rol del mentor, el del planificador, el del monitor,
etc.
Para Pedraja y Rodríguez (2004) existen multitud de tipologías de estilos de liderazgo, aunque son
tres los estilos fundamentales: el estilo de liderazgo participativo, el estilo de liderazgo colaborativo
y el estilo de liderazgo instrumental. Otros autores han investigado el estilo democrático, el liberal y
el autárquico. Obviamente, se trata de dimensiones que no son excluyentes entre sí.
a) El estilo de liderazgo participativo se caracteriza porque el directivo que utiliza dicho estilo tiene
en cuenta la opinión de los subordinados y les consulta para decidir. De igual modo, cuando se
enfrenta a un problema consulta a sus subordinados y pregunta por sus sugerencias.
b) El estilo de liderazgo colaborativo se caracteriza porque el líder ayuda a los suyos en los
trabajos encomendados, está atento al bienestar del grupo, trata a todos por igual y se afana en los
detalles para que todos se sientan bien.
c) En el estilo de liderazgo instrumental el líder explica a sus subordinados cómo llevar a cabo el
trabajo, decide el modo en el cual las cosas se deben hacer, define los estándares de desempeño
y los esquemas de trabajo, sin realizar consultas de ningún tipo.
Según Vallejo (2009) las nuevas aportaciones sobre el estudio del liderazgo pueden ser
agrupadas, con carácter general, en torno a dos líneas distintas: el liderazgo carismático y el
liderazgo transformacional (frente a las de corte más clásico incluidas en la categoría de liderazgo
de tipo transaccional). La diferencia entre ambos enfoques del liderazgo – el carismático y el
transformacional - estriba en que el liderazgo carismático se interesa por estudiar el
comportamiento percibido del líder, mientras que el enfoque transformacional se centra en la
naturaleza de la influencia del líder sobre sus seguidores.
Vallejo (2009) identificó una serie de dimensiones del comportamiento en el caso del liderazgo
carismático que, básicamente, se resumen en tres: orientación permanente al cambio, desarrollo
de una visión clara respecto a la organización y compromiso efectivo del líder con dicha visión
mediante actos y conductas que son consistentes. Por su parte, el liderazgo transformacional se
fundamenta en cuatro pilares fundamentales:
b) Atención individual: el líder presta atención a las necesidades de sus seguidores y les asigna
proyectos significativos para su crecimiento personal.
c) Estímulo intelectual: el líder enseña a sus subordinados a encontrar caminos racionales para
examinar una situación. Anima a sus seguidores a ser creativos.
d) Motivación inspiradora: capacidad de los líderes para generar entusiasmo, ánimo y optimismo,
comunicando su visión de futuro alcanzable con fluidez y confianza, en base a motivadores
intrínsecos.
Cardona y Rey (2008) afirman que, efectivamente, el significado de la palabra liderazgo ha sufrido
importantes cambios durante el siglo XX, como proponen otros investigadores. De hecho, con el
paso del tiempo el liderazgo ha dejado de ser una característica exclusiva de los altos directivos y
se ha convertido en una competencia crítica en todos los niveles de la organización. Los autores
distinguiendo tres tipos de liderazgo, dependiendo de la relación de influencia que exista entre líder
y colaborador,
El liderazgo transaccional se caracteriza por una relación de influencia entre el directivo y sus
colaboradores que es esencialmente económica, pues el directivo se apoya en los premios y
castigos para motivarlos. De hecho, su capacidad de influencia coincide con su capacidad de dar o
de retirar incentivos, y también de establecer reglas de juego claras y objetivos bien diseñados. Su
estilo de dirección tiende a ser de “ordeno y mando”, con énfasis en el control y fuerte uso del
poder formal.
Es un líder que se fija en el corto plazo y maneja los procesos y los recursos de manera eficiente.
Se trata, por tanto, de un buen gestor, aquel que busca la mejora permanente a base de una
conseguir una mayor estandarización y repetición de los procesos que ya son conocidos en la
organización. Suelen ser buenos negociadores, autoritarios y hasta agresivos, de modo que casi
siempre obtienen el máximo fruto de la relación de influencia de intercambio que han creado. Sin
embargo las cosas pueden no ir tan bien cuando se trata de crear y gestionar otras relaciones de
mayor valor añadido, pues este tipo de directivo se centra especialmente en los comportamientos
exigidos formalmente.
Por su parte, el liderazgo transformador se caracteriza por una relación de influencia profesional
con los colaboradores que va más allá del intercambio de esfuerzos e incentivos. En este caso el
colaborador no sólo está interesado en la retribución económica que percibirá a cambio de su
trabajo, sino también en el trabajo mismo: el reto de llevarlo a cabo, el aprendizaje que conlleva, el
atractivo que representa, etc. La influencia del líder transformador es más profunda que la del líder
transaccional, pues éste no sólo influye a base de premios y castigos, sino también a base de
ofrecer un trabajo atractivo en el que los colaboradores aprendan y se comprometan.
Cardona y Rey (2008) consideran que el líder transformador es inconformista, visionario y
carismático. Replantea continuamente el modo de hacer las cosas en la empresa y también las
aspiraciones e ideales de los seguidores. Es un líder con gran capacidad de comunicación:
arrastra, convence y tiene una gran confianza en sí mismo y en su visión. También tiene un alto
grado de determinación y energía para llevar a cabo los cambios que se proponga realizar. El líder
transformador no es necesariamente opuesto al líder transaccional: más bien es un líder
transaccional enriquecido.
Sin embargo, aunque en determinados contextos este liderazgo pueda ser efectivo, dificulta
enormemente el desarrollo de nuevos líderes en la organización y, a su vez, constituye un freno
para la captación, el desarrollo y la retención del talento para el liderazgo. De este modo los
colaboradores que poseen un alto potencial como líderes suelen verse forzados a buscar
alternativas, en caso de no conseguir subir a la cúspide en un plazo relativamente corto de tiempo,
para poder desarrollar su liderazgo en otros ámbitos de la empresa o en otras organizaciones.
Se trata de un líder generador de líderes, que tiene una mayor capacidad que los demás directivos
para captar, desarrollar y retener el talento vinculado al liderazgo, y que concibe su labor como un
servicio a sus colaboradores. Por ello, está más desprendido de su propio ego que todos los
demás. Exige una gran responsabilidad y prefiere compartir el éxito con sus colaboradores. Es un
líder más ambicioso y, a la vez, más humilde que el líder transformador.
Por último, quisiéramos presentar la propuesta de liderazgo de Cardona y Rey (2008). Ellos
proponen un liderazgo centrado en la misión (LCM), cuya fórmula contiene en el numerador el
compromiso, la cooperación y el cambio. El denominador de su fórmula sólo contiene la variable
“ego”. La propuesta de Cardona y Rey es tan simple como expresiva: cualquiera de las tres
variables del numerador debe ser superior a cero; además, cuanto más reducido sea el
denominador – el ego del directivo – mejor resultado arrojará la fórmula y, por tanto, más eficaz
será el liderazgo.
Al margen del ingenioso planteamiento matemático el mensaje es claro: sólo el directivo que se
libera de su ego para centrarse en los demás podrá liderar con éxito a los otros. Se trata, en
definitiva, de liderase a sí mismo para liderar a los colaboradores. No obstante, en el numerador de
la fórmula bien pudieran incluirse otras variables, como la comunicación o la confianza
Algunos investigadores (García, 2006; Rodríguez, 2006) han afirmado que el término competencia
constituye un concepto amplio y difícil de definir y de evaluar, además de ser multimedia y
multidisciplinar. Amplio porque, cada vez más, incluye aspectos vinculados al ser (valores,
actitudes, etc.), no sólo los relativos al saber o al saber hacer. Difícil de definir porque, entre otras
cosas, tiene que ver con elementos internos y externos al sujeto. Y es difícil de evaluar
precisamente por todas esas características, lo que hace “farragoso” encontrar o emplear medidas
objetivas válidas y fiables.
a) Como hemos mencionado, la competencia integra contenidos relativos a los tres ámbitos del
sujeto: saber, saber hacer y saber ser-estar (Yáñiz, 2008).
b) Además, cada vez más también, las definiciones del término competencia incluyen más
elementos del ser (motivaciones, rasgos, actitudes, aspectos sociales, etc.) que del saber o del
saber hacer.
Inicialmente era competente quien dominaba una disciplina de conocimiento o poseía ciertas
habilidades, aptitudes o rasgos considerados adecuados (inteligencia, comprensión verbal,
seguridad, etc.). De este modo un directivo era competente en la medida en que demostraba que
“atesoraba” contenidos teóricos-prácticos en el área de dirección de empresas, posiblemente por
haber recibido la formación teórica correspondiente, o también porque su puntuación tras
cumplimentar algunos test era superior a la media. En la actualidad, afortunadamente, esta
definición está en desuso (Alonso, Fernández y Nyssen, 2009) y autores como Zabala y Arnau
(2007) ofrecen ahora acepciones contextuales amplias.
Y es que, como afirma Perrenoud (2004, 2008), poseer conocimientos o disponer de capacidades
no implica ser competente. Por ejemplo, podemos conocer las técnicas o las reglas de gestión
contable y no saberlas aplicar con eficacia en un momento y en un contexto determinado; y
podemos conocer el derecho comercial y redactar mal los contratos. De hecho la experiencia
demuestra que las personas que están en posesión de conocimientos o de capacidades no
siempre las saben movilizar de forma pertinente y en el momento oportuno.
Desde un punto de vista sistémico González y Wagenaar (2005) y García y Pérez (2008) conciben
la competencia como el buen desempeño del estudiante en contextos diversos y auténticos,
basado aquel en la integración y la activación de conocimientos, normas, técnicas, procedimientos,
destrezas, actitudes y valores. Su visión sistémica incluye los términos de input y output: los input
se refieren a los conocimientos, habilidades y actitudes, entre otros elementos, mientras que el
output estaría representado por el dominio competencial demostrado en un contexto determinado.
Medina y García (2005) van más allá aún. Definen la competencia como algo más que “saberes”,
sean éstos los que sean: se trata de una configuración psicológica y social, un conjunto que
sintetiza conocimientos, rasgos, destrezas y actitudes que ha de ser capaz de movilizar una
persona, de forma integrada, para actuar eficazmente ante las demandas de un determinado
contexto. Para las autoras las competencias han de apoyarse, como configuración psicológica, en
el desarrollo de las capacidades cognitivas, socio-afectivas y físicas del sujeto, y han de
capacitarlos para desenvolverse adecuadamente en diversos contextos, tanto vitales como
profesionales.
Por tanto, buscando el sentido y la naturaleza de las competencias, tal y como hoy son concebidas,
podemos afirmar que constituyen capacidades complejas y vinculadas al propio ser, que van más
allá del saber, del saber hacer o del saber ser-estar, que son fundamentalmente aprendidas, que
se pueden evaluar, que poseen distintos grados de integración y que se manifiestan en una gran
variedad de situaciones en los diversos ámbitos de la vida humana. Constituyen expresiones de los
diferentes grados del desarrollo personal y de la participación activa de los sujetos en los procesos
sociales. Y, en gran medida, sintetizan dicho desarrollo.
Así es, como afirman Cardona y Rey (2010) en la actualidad las competencias constituyen un
sistema que integra “saber”, “saber hacer” y “saber ser-estar”. Esta acepción de la competencia ha
sido tan aceptada que incluso los procesos de enseñanza y aprendizaje en la Universidad, en el
contexto del Espacio Europeo de Educación Superior, están basados precisamente en el desarrollo
autónomo por parte de los estudiantes de competencias, que son concebidas de esa manera:
c) El saber estar, es decir, adoptar las actitudes y desarrollar el comportamiento adecuado a las
normas y cultura de la organización.
e) El poder hacer, es decir, disponer de los medios y recursos necesarios para llevar a cabo la
actividad.
Por otra parte, las competencias y las habilidades no son la misma cosa. Para Climent (2010)
existen importantes diferencias entre las habilidades y las competencias:
La identificación y desarrollo de las habilidades debe hacerse desde temprana edad, a través de la
infancia, la adolescencia y la juventud.
Para el desarrollo de habilidades el contexto puede ser secundario, para las competencias es
siempre crítico.
Las habilidades conciernen al aprendizaje y a la educación de los individuos en todas las etapas de
la vida.
No todas las habilidades individuales son relevantes para el desarrollo de las competencias de una
persona.
Los valores son el soporte fundamental de las competencias. Las habilidades, salvo por el valor
que en sí mismas representan, carecen de éstos.
Como afirman Castillo y Abad (2004) el concepto de competencias empezó a usarse en el contexto
de la empresa a partir de las aportaciones de McClelland (1973), para mostrar que el éxito
profesional y personal no se puede predecir únicamente a partir de una serie de variables
personales, como los rasgos o las actitudes. Es cierto que los rasgos conllevan un determinado
potencial, pero el comportamiento concreto del sujeto es el resultado de una compleja interacción
de variables.
McClelland (1973) mantenía que los rasgos que diferenciaban a las personas más sobresalientes
de aquellas que simplemente hacían bien las cosas había que buscarlos en competencias tales
como la empatía, la autodisciplina y la iniciativa, entre otras muchas. De este modo, una
competencia se concebía como un rasgo personal o un conjunto de hábitos que eran observables y
que llevaban a un desempeño superior o más eficaz, una habilidad que aumentaba el valor
económico del esfuerzo que una persona realizaba.
McClelland (1998) demostraría después que, aunque en el fondo todas las competencias
contribuyen por sí mismas a la consecución de la eficacia, es más útil considerarlas una a una que
examinarlas en su conjunto, para evaluar las sinergias y puntos fuertes en el uso de varias
competencias que permiten el rendimiento sobresaliente. Ya en su obra de referencia más antigua,
McClelland (1968) establecía la orientación hacia el logro como la competencia que dirige el éxito
de las personas.
Las competencias directivas del modelo de McClelland (1998) eran las siguientes:
a) Dirigismo
c) Liderazgo de equipo
d) Pensamiento analítico
e) Pericia técnica
El concepto de competencia directiva en el contexto organizacional también fue abordado por
Boyatzis (1982). Él preguntó a un conjunto de directivos por los comportamientos específicos que
les habían ayudado a ser eficaces en su puesto. Y así definió la competencia como una
característica subyacente del individuo que está casualmente relacionada con un rendimiento
eficaz o superior (una desviación estándar por encima de la media, en definitiva).
Como sucediera con McClelland, en sus investigaciones descubrió que la mayor parte de las
competencias que diferencian a las personas con rendimiento superior eran competencias
emocionales. Afirmaba, además, que alcanzar o sobrepasar un punto crítico en al menos tres de
los cinco grupos de competencias propuestas era necesario para tener éxito. En realidad se podían
apreciar, según Boyatzis (1982), cuatro modos de relacionarse distintos existente entre
competencias:
Para Boyatzis (1982) la efectividad y el éxito requieren un buen ajuste entre la persona (es decir,
su capacidad, valores, intereses, etc.), las demandas de una actividad o desempeño concreto y el
entorno organizativo (cultura, estructura, estrategia, políticas, etc.), de modo que las competencias
son necesarias pero no suficientes para predecir el rendimiento. Las competencias directivas en el
modelo de Boyatzis son las siguientes:
1. Logro
1.2. Iniciativa
2. Asociación
2.1. Empatía
3. Poder
3.1. Persuasión
3.5. Contactos
3.6. Negociar
4. Dirección
4.3. Cognitiva
5. Eficacia personal
5.1. Autoconfianza
5.2. Flexibilidad
5.4. Autocontrol
Para Spencer y Spencer (1993) las competencias operan juntas, de manera integrada,
conformando una pauta de aptitudes significativas que facilita el rendimiento superior de un
directivo. Para ellos, cuanto más encajan los requisitos de una tarea y las competencias de una
persona, más elevado será el rendimiento de esa persona y su satisfacción. Ellos han identificado
conjuntos de competencias que tienden a caracterizar a individuos de elevado rendimiento en
campos específicos, como la asistencia sanitaria, los servicios sociales, las ventas, el liderazgo, la
ingeniería técnica o el servicio y la atención al cliente.
Aunque el conocimiento técnico y el ámbito cognitivo continúan siendo muy importantes para el
éxito, determinadas cualidades personales como la conciencia de uno mismo, la auto-motivación,
la flexibilidad o las habilidades sociales, entre otras, son ingredientes vitales para un resultado
exitoso y satisfactorio.
El análisis de competencias realizado en más de 286 organizaciones de todo el mundo indicó que
la mayor parte de las competencias del modelo genérico para distinguir líderes con rendimiento
superior eran muy similares a las presentadas por McClelland:
1. Logro
1.2. Iniciativa
2. Asociación
3. Poder
4. Dirección
4.1. Dirigismo
5. Eficacia personal
5.1. Auto-confianza
5.2. Flexibilidad
5.4. Autocontrol
Para Goleman (1996, 2005) son las competencias emocionales las que distinguen a un directivo
ejemplar de otro que no lo es. Él señalaba que cerca de trescientos estudios patrocinados por
organizaciones diferentes subrayan que la excelencia del liderazgo dependía más de las
competencias – esencialmente emocionales - que de las capacidades cognitivas.
La competencia – a diferencia de la inteligencia - muestra hasta qué punto el sujeto sabe trasladar
con éxito el potencial a un contexto concreto, aproximándose de este modo su acepción de
competencia al actualmente imperante. El hecho de poseer una elevada aptitud no garantiza que el
sujeto sea competente, sino tan sólo que está dotada de un excelente potencial para desarrollarla.
3 Autoconfianza y seguridad
4 Autocontrol y hábitos
5 Fiabilidad y confianza
6 Minuciosidad
7 Adaptabilidad y aprendizaje
8 Innovación y creatividad
9 Motivación
10 Compromiso, responsabilidad
12 Optimismo y positividad
13 Empatía
15 Orientación al servicio
16 Aprovechar la diversidad
17 Conciencia política
18 Influencia y negociación
19 Comunicación
20 Resolución de conflictos
22 Catalizar el cambio
23 Establecer vínculos
24 Cooperar
25 Hacer equipo
2.3. Las competencias directivas en la actualidad
Según Cardona (1999), Cardona y García (2004) y Cardona y Rey (2010) existen dos tipos de
competencias en el ámbito de la organizacional: las competencias técnicas y las competencias
directivas. Las primeras se refieren a los atributos que exige un puesto determinado, y pueden
alcanzar un carácter altamente específico. Este es el caso, por ejemplo, del dominio del cálculo de
estructuras en ingeniería o de la interpretación de un balance contable en administración de
empresas.
Las segundas se refieren a los comportamientos observables y habituales que posibilitan el éxito
de una persona en su función directiva. Éstas son más genéricas y aunque cada organización
según su estrategia, política, estructura organizativa y cultura pueda enfatizar más unas que otras,
pueden considerarse de forma conjunta a partir del análisis de la función directiva.
Una de las más divulgadas propuestas sobre competencias directivas es la del IESE, que surge del
análisis empírico resultante de la aplicación el Cuestionario de Competencias Directivas a una
muestra de 150 directivos (Chinchilla y Torres, 2002; García, Cardona y Chinchilla, 2001), y que
incluye las siguientes competencias:
a) Visión de negocio
b) Resolución de problemas
c) Gestión de recursos
d) Orientación al cliente
f) Negociación
g) Orientación inter-funcional
a) Comunicación
b) Organización
c) Empatía
d) Delegación
e) Coaching
f) Trabajo en equipo
g) Desarrollo y compromiso de los empleados
h) Liderazgo
i) Dirección de personas
j) Resultados económicos
3. Competencias de eficacia personal: son los hábitos que facilitan una relación eficaz de la
persona con su entorno y que se refieren tanto al equilibrio y desarrollo personal como al
mantenimiento de una relación activa, realista y estimulante con el medio, potenciando la eficacia
de las competencias directivas antes mencionadas. Las competencias de eficacia personal miden
la capacidad de auto-dirección, imprescindible para dirigir a otras personas, y contienen seis
competencias básicas, cada una de las cuales se divide a su vez en varias competencias más:
c) Gestión personal, que implica gestión del tiempo, gestión del estrés y gestión del riesgo
Carreras, Leaverton y Sureda (2009) han investigado las competencias del líder en las
organizaciones sociales, más concretamente en las ONG. Sus investigaciones consiguen aportar
un triple conjunto de datos de gran interés:
b)
Son coherentes
Tienen empatía
Inspiradores y motivadores
Son optimistas
Poseen inteligencia emocional
Arriesgados y valientes
Poseen carisma
Responsables y trabajadores
Son honestos
Son accesibles
Generan confianza
Son flexibles
Hacer equipo
Desarrollar personas
Asumir riesgos
Comunicarse y escuchar
Relacionarse
Inspirar y cohesionar
Innovar
Hacer auto-crítica
• Comunicación y motivación
• Toma de decisiones
• Selección y reclutamiento
• Desarrollo de colaboradores
• Resolución de conflictos
• Aprendizaje organizativo
• Iniciativa emprendedora
• Creatividad e innovación
• Tolerancia a la frustración
• Orientación a resultados
• Caber-activismo
• Presión política
• Networking y alianzas
Algunos investigadores han analizado recientemente las características generacionales, para poder
determinar pautas de liderazgo adecuadas y competencias directivas que deben desarrollar los
gerentes. También han investigado los estilos de dirección que los miembros de las diferentes
generaciones prefieren. Estos trabajos pueden ser de gran valor para desarrollar políticas y
procesos de atracción y retención de los colaboradores.
García, Stein y Pin (2008), del IESE, han descrito con notable acierto a la generación Y, la que
actualmente tiene una edad comprendida entre 18 y 24 años. Las principales características de la
generación Y, según los investigadores citados, son las siguientes. No le será difícil al lector
determinar cuáles son las competencias directivas que debe desarrollar:
12. Piensan en el corto plazo: todo muere con el tiempo, el futuro no existe.
13. Tienen espíritu de inclusión: son individualistas pero formando grupos sociales. No les importa
estar en grupo pero ellos son lo primero.
14. El trabajo puede ser también una forma de desarrollarse, pero la vida son más cosas: amigos,
aficiones, etc.
15. Saben sacarse las castañas del fuego: han viajado, han estado solos…
16. Viven con el cambio, están acostumbrados a lo que a los padres dejó con la boca abierta.
17. Quieren saber qué hay que hacer, hacerlo a su manera y ver recompensas por ello.
19. Les gusta escalar posiciones como manera de experimentar, descubrir y de iniciar, y no les
importa rotar de puestos.
23. Desean flexibilidad temporal y espacial, entorno de trabajo agradable, no rechazan estabilidad
laboral, oportunidades de aprender, equilibrio trabajo-vida, autonomía profesional y delegación.
24. Están informados y saben buscar información sobre productos, etc. La gente de marketing y
ventas lo tiene difícil con ellos, pues son capaces de buscar información sobre el producto mejor
que el vendedor.
28. Lo que les gusta prefieren hacerlo ellos, lo que no les gusta (aunque deban hacerlo y les
convenga) que lo hagan otros.
Por su parte, Simón et al. (2006), del Instituto de Empresa, han investigado las preferencias de
liderazgo en el resto de generaciones, es decir, las que tienen más de 24 años (más
concretamente entre 24 y 48 años).
1. Con iniciativa
12. Es transparente
4.- Conclusiones
Dirigir empresas en épocas de crisis no es una tarea fácil. Ahora más que nunca se necesitan
líderes que sean flexibles y sean capaces de involucrar a los colaboradores en el proyecto de la
organización. No es suficiente que el directivo conozca las técnicas de dirección, ni que posea los
rasgos y los atributos que le faciliten desarrollar su labor. Ni siquiera es válido el uso de un estilo de
dirección concreto. No obstante, todo lo anterior puede ser de una gran ayuda.
Actualmente el líder debe desarrollar determinadas competencias, esto es, formas de pensar, de
sentir, de actuar y de relacionarse que le permitan afrontar con éxito situaciones y experiencias
directivas. Es precisamente el éxito alcanzado en un contexto determinado lo que constituirá la
prueba de que el directivo es un líder competente. Y eso conlleva, no en pocos casos, liberarse del
ego y gestionar competencias que tienen que ver con él mismo, con los demás y con el propio
proyecto.
Bibliografía
Alonso, L. E., Fernández, J. C. y Nyssen, J. M. (2009). El debate sobre las competencias. Una
investigación cualitativa en torno a la educación superior y el mercado de trabajo en España.
Madrid: Aneca, 27-32.
Boyatzis, R.E. (1982). The competent manager: a model for effective performance. Nueva York:
Wiley.
Cardona, P. y Rey, C. (2008). El liderazgo centrado en la misión: cómo lograr el liderazgo en toda
la organización. Ocasional paper 08/04. Barcelona: IESE.
Carreras, I., Leaverton, A. y Sureda, M. (2009). Líderes para el cambio social. Características y
competencias del liderazgo en la ONG. Barcelona: Instituto de Innovación Social de Esade.
Castro, A. (2006). Teorías implícitas del liderazgo, contexto y capacidad de conducción. Anales de
psicología 22(1), 89-97.
Cetina, T., Ortega, I. y Aguilar, C. (2010). Habilidades directivas desde la percepción de los
subordinados: un enfoque relacional para el estudio del liderazgo. Psicoperspectivas, 9(1), 124-
137.
Chinchilla, M. y Torres, M. (2002). Liderazgo personal. Nota técnica. Barcelona: IESE Publishing.
Cuadrado, M. I. (2003). ¿Emplean los hombres y mujeres diferentes estilos de liderazgo? Análisis
de la influencia de los estilos de liderazgo en el acceso a los puestos de dirección. Revista de
psicología social, 18(3), 283-307.
DiStefano, J. (2001). Liderazgo para un resultado extraordinario. Capital humano, 14(12), 60-64.
García, P., Stein, G. y Pin, J. R. (2008). Políticas para dirigir a los nuevos profesionales.
Motivaciones y valores de la generación Y. Documento de investigación. Barcelona: IESE
Publishing.
González, J. y Wagenaar, R. (Coord.) (2005). Tuning educational structures in Europe: Informe final
Fase Uno. Bilbao: Universidad de Deusto.
McClelland, D. (1973). Testing for Competence Rather than Inteligence. American Psychologist, 46,
70-84.
Pedraja, L. y Rodríguez, E. (2004). Efectos del estilo de liderazgo sobre la eficacia de las
organizaciones públicas. Revista de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tarapacá,
12(2), 63-73.
Perrenoud, P. (2008). Construir las competencias, ¿es darle la espalda a los saberes? Red U.
Revista de Docencia Universitaria, número monográfico. Consultado el 20 de febrero de 2011 en:
http://www.redu.m.es/Red_U/m2.
Spencer, L. y Spencer, S. (1993). Competence at work: models for superior performance. New
York: Wiley.
Zabala, A. y Arnau, L. (2007). 11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias. Barcelona:
Grao.
http://www.eumed.net/ce/2011a/jamg.htm
Distinguiendo competencias:
1. Visión Personal
Para que la Visión Personal no sea un mero concepto teórico sino que
adquiera la dimensión de una energía impulsora de nuestro accionar
cotidiano, deberá estar basada en tres elementos constitutivos que interactúan
en forma convergente. Estos elementos son:
I. Visión de Futuro
II. Autoconocimiento
III. Diseño y Construcción de Futuro
2. Fortaleza Emocional
Cada emoción nos predispone para un tipo de acción diferente y es por esto
que la emocionalidad impacta fuertemente en la efectividad laboral de los
individuos y equipos de trabajo, e incide en la productividad organizacional y
en la competitividad empresaria. La Fortaleza Emocional es la capacidad de
las personas para conocer y gestionar sus emociones. Para su desarrollo
proponemos reconocer tres niveles que se interrelacionan mutuamente:
Conciencia Emocional
Autodominio Emocional
Liderazgo Emocional
4. Competencias Conversacionales
Gran parte de las tareas que desarrollamos en nuestra actividad laboral tienen
un importante componente conversacional, ya que las realizamos dialogando
con alguna otra persona. La mayoría de las competencias genéricas tienen en
común que están basadas en competencias conversacionales. Nadie puede
liderar, negociar, coordinar acciones o trabajar en equipo si no es a través de
sus conversaciones. Así, la comunicación humana se constituye en un factor
clave de la efectividad personal y la productividad organizacional.
5. Efectividad Interpersonal
ARTÍCULOS RELACIONADOS
Liderazgo en tiempos de crisis e incertidumbre , por Oscar Anzorena
http://www.pnlnet.com/chasq/a/18852
Share
Share |
Los líderes son aquellos que son capaces de influir y provocar cambios positivos en las
personas. Sin embargo, existe una crisis de liderazgo en las organizaciones, el poder se
viene ejerciendo tradicionalmente mediante sus elementos más nocivos: la coacción, la
amenaza y el miedo.
Para Seth Godin 3 los herejes son los nuevos lideres, aquellos que desafían el statu quo,
quienes se ponen a la cabeza de sus tribus, quienes crean movimientos (Godin, 2009)4.
Estamos hablando del liderazgo 2.0. Un líder que es capaz de conocer a los demás y
conocerse a si mismo y que utiliza la Web 2.0, las redes sociales, la “alquimia social”
(Romo, 2009)5.
Gestor
Líder
Administra
Innova
Es original
Desarrolla
Acepta la realidad
La cuestiona
Imita
Original
Lo cuestiona y revisa
Es un buen soldado
Es uno mismo
Inspira desconfianza
Inspira confianza
Controla
Deja hacer
Busca lealtades/sumisión
Busca compromiso
El éxito de los líderes no depende tanto del qué hacen, como del modo en que lo hacen,
si un líder carece de la capacidad para encauzar adecuadamente las emociones, nada de
lo que haga funcionará como es debido. Por el contrario, cuando los líderes canalizan las
emociones en una dirección positiva, movilizan lo mejor de las personas y provocan un
efecto denominado “resonancia”.
Los líderes resonantes tienen muchos dominios y competencias muy en línea con el
liderazgo 2.0 (Goleman 10, Boyatzis 11 y McKee, 2003)12:
Autogestión:
Adaptabilidad: Flexibilidad para afrontar los cambios y superar los obstáculos que se
presenten.
Empatía: Ser capaz de experimentar las emociones de los demás y comprender su punto
de vista e interesarnos activamente por las cosas que les preocupan.
Desarrollo de los demás: Saber desarrollar las habilidades de los demás mediante el
feedback y la guía adecuada.
Los mejores líderes, además de tener estas competencias, pueden utilizar seis
modalidades diferentes de liderazgo. Cuatro de estos estilos (el visionario, el coaching, el
afiliativo y el democrático) alientan a las personas y promueven el rendimiento, los otros
dos (el timonel y el autoritario) son útiles pero solo deben utilizarse en situaciones muy
concretas (Goleman, Boyatzis y McKee, 2003)13:
Visionario: Proyecta un objetivo común que resulta motivador. Moviliza. Es muy apropiado
cuando la necesidad de cambiar requiere de una nueva visión o cuando es necesaria una
dirección clara.
Timonel: Establece objetivos desafiantes y presiona para su logro. Mal utilizado suele ser
muy negativo. Resulta apropiado para conseguir que un equipo competente y motivado
alcance resultados excelentes.
El líder 2.0 ayuda a los miembros más antiguos a ser dirigidos y conducidos por personas
más jóvenes en edad, pero con más experiencia en las nuevas tecnologías. Abre la
cultura de la organización a una comunicación sin límites, concediendo la propiedad de la
organización a todos los miembros, creando y manteniendo un entorno estimulante. Es
capaz de conectar la organización a redes y desarrolla lideres capaces de seguir la
orientación estratégica (Quinn, 2002)14.
Miopía estratégica
Miopía organizativa
Miopía directiva
El viejo mundo era centralizado y dirigido, basado en el concepto de línea directa (mando
y control)
El nuevo mundo es descentralizado, diplomático, conectado
Los rasgos de un líder 2.0 son (Godin, 2009)16, (Bennis y Nanus, 2008)17, (Hyatt,
2009)18 y (Bolivar, 2010)19:
1. Enredado: El líder 2.0 nace de la red, en la red y para la red, cualquier tipo de red,
no solo las virtuales. Este tipo de liderazgo se ejecuta en redarquía.
3. Visionario: Comunica su visión del futuro, necesita transmitir una imagen atractiva
de una situación deseada, que produzca entusiasmo y compromiso.
8. Distribuido: Por ser adhocrático, el liderazgo 2.0 está distribuido entre los
miembros de la red y puede recaer sobre cualquiera de ellos en función de las
circunstancias y las necesidades. El líder 2.0 cede y comparte su liderazgo con quien
mejor uso de él puede hacer en cada momento.
10. Crea equipo: Siente el placer de trabajar con otros y de construir una comunidad
sostenible que se mantendrá mucho después de que se haya ido. Obtiene satisfacción de
trabajar con otros en lugar de trabajar solo.
11. Conector: El líder 2.0 conecta a las personas con la información que buscan o
necesitan; franquea las barreras que dificultan o impiden el intercambio de información y
aprovecha y promueve el uso de la tecnología para potenciarlo. Facilitan las conexiones y
relaciones entre seguidores.
12. Transparente: Más allá de la autenticidad o el ser genuino, el líder 2.0 no sólo es
transparente sino que fomenta esa transparencia a su alrededor mediante la empatía, la
simplicidad y la libertad. Permite que se los vea por lo que son, incluidos los errores.
Prefiere mostrar lo que es, en lugar de pretender ser algo que no es.
13. Artesano: El líder 2.0 disfruta de su trabajo y de la calidad del mismo (ética hacker)
e inspira a otros a recuperar la satisfacción y el orgullo producido por el trabajo bien
hecho.
14. Curioso: Tienen una enorme curiosidad sobre el mundo que están tratando de
cambiar. No puede esperar a descubrir que hará el grupo.
Pasado.
Futuro
Fuente:Iniciativa Social
http://liredazgo.blogspot.com/2011/02/revision-del-liderazgo-20-atributos.html
Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook
Compartir con Google Buzz