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1. A principios del siglo XX, el Imperio ruso era un gigante con pies de barro, gobernado de forma autocrática por el zar Nicolás II sobre un vasto pero atrasado territorio.
2. La economía y sociedad rusas eran muy desiguales, con una agricultura atrasada, industrialización limitada y grandes diferencias entre la nobleza y los campesinos empobrecidos.
3. La participación en la Primera Guerra Mundial agravó los problemas económicos y el descontento político, llevando a
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Titlu original
Tema 8. La Revolución Rusa y el Origen del Estado Soviético (HMC)^ (1)
1. A principios del siglo XX, el Imperio ruso era un gigante con pies de barro, gobernado de forma autocrática por el zar Nicolás II sobre un vasto pero atrasado territorio.
2. La economía y sociedad rusas eran muy desiguales, con una agricultura atrasada, industrialización limitada y grandes diferencias entre la nobleza y los campesinos empobrecidos.
3. La participación en la Primera Guerra Mundial agravó los problemas económicos y el descontento político, llevando a
1. A principios del siglo XX, el Imperio ruso era un gigante con pies de barro, gobernado de forma autocrática por el zar Nicolás II sobre un vasto pero atrasado territorio.
2. La economía y sociedad rusas eran muy desiguales, con una agricultura atrasada, industrialización limitada y grandes diferencias entre la nobleza y los campesinos empobrecidos.
3. La participación en la Primera Guerra Mundial agravó los problemas económicos y el descontento político, llevando a
A principios del siglo XX, el Imperio regentado por Nicolas II era
un gigante con pies de barro. El zar gobernaba sobre un territorio
inmenso (20 millones de km2) y muy poblado (100 millones de habitantes). Pero este vasto imperio constituía uno de los Estados más atrasados de Europa. En el ámbito político, Rusia continuaba siendo una autocracia: el zar gobernaba directamente el imperio y no estaba sujeto a ninguna Constitución, ni tenía que rendir cuentas ante ningún Parlamento. Los partidos políticos estaban prohibidos y una eficaz policía reprimía cualquier oposición. La Iglesia ortodoxa gozaba de influencia social y constituía uno de los pilares ideológicos del zarismo. La economía: -La economía rusa se sostenía en una agricultura técnicamente muy atrasada y con una baja producción, que a duras penas conseguía alimentar a toda la población. La moderna industrialización y el capitalismo solo habían penetrado en la parte más occidental del Imperio (San Petersburgo, Moscú, Ucrania, el Mar Negro…). La sociedad: -La sociedad era una de las más desiguales de Europa. En la cúspide se hallaba la nobleza, que era la propietaria de la mayor parte de la tierra y que hacía exhibición de sus riquezas y de su vida lujosa. En el otro extremo se encontraban los campesinos, la inmensa mayoría de la población. Vivían en condiciones de extrema pobreza, sometidos a un duro ritmo de trabajo y la mayoría eran analfabetos. En medio de ambos, se situaban los kulaks, medianos propietarios, que se habían enriquecido acumulando tierras. En las ciudades industriales se había concentrado un importante contingente de obreros. Muchos de ellos eran antiguos campesinos que habían emigrado en busca de trabajo huyendo de la miseria rural. La mayoría trabajaba en grandes empresas, percibía salarios bajos y vivía en condiciones precarias. La débil industrialización comportaba que la burguesía fuese numéricamente escasa y tuviera poca influencia en los ámbitos del poder. Desde finales del siglo XIX, se había desarrollado una creciente oposición a la autocracia zarista y a sus arcaicas estructuras sociales, que había adquirido fuerza entre el campesinado y el proletariado. Los primeros opositores eran conocidos como populistas (narodniki) y propugnaban la destrucción del zarismo y la construcción de un socialismo de base agraria. Entre ellos arraigó el anarquismo, que produjo algunos de sus grandes intelectuales, como Bakunin y Kropotkin. Una de sus organizaciones era Tierra y Libertad, que propugnaba el reparto de la tierra entre los campesinos y defendía la acción directa contra la autocracia (asesinato del zar Alejandro II, en 1881). A principios del siglo XX se creó el Partido Socialista Revolucionario (SR, denominados eseritas), que tenia una gran influencia sobre los campesinos porque defendía la necesidad de expropiar la tierra de los terratenientes. El desarrollo del proletariado comportó la difusión del marxismo y, en 1898, se fundó el Partido Socialdemócrata Ruso (POSDR), que tenía a Georgi Plejánov como inspirador. En 1904, este partido se escindió en dos alas: bolchevique, con Vladimir Ilich Uliánov (Lenin) como líder, y menchevique. El segundo constituía un partido de masas que seguía las directrices de la II Internacional, mientras los primeros propugnaban un nuevo tipo de partido más minoritario, con una organización rígida y centralizada e integrado por una élite de revolucionarios disciplinados dispuestos a tomar el poder por la fuerza. En Enero de 1905 estalló un movimiento revolucionario en San Petersburgo, la capital del Imperio. Una gran manifestación ante el Palacio de Invierno, donde residía el zar, protestó contra el despotismo y la injusticia social y demandó mejoras en las condiciones de vida de la población y la celebración de una Asamblea Constituyente elegida por el pueblo. La protesta fue reprimida por el ejército, y provocó más de 300 muertos y mil heridos (Domingo Sangriento). La revolución obligó al zar a emprender algunas reformas económicas y políticas, que anunció en el Manifiesto de Octubre, en el que se comprometía a respetar las libertades públicas. Respondiendo a las populares, el zar convocó una Duma (nombre del Parlamento en Rusia) y el ministro Pyotr Stolypin propuso una reforma agraria con el objetivo de mejorar la producción agrícola. La creación de la Duma propició el surgimiento de partidos liberales de composición burguesa. El Partido Octubrista defendía una monarquía constitucional y apoyó las tímidas reformas propuestas por el zar. El Partido Democrático Constitucional (KDT, conocido como kadete) representaba a las clases medias y proponía una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal que determinase la forma del Estado ruso. Las reformas iniciadas tras la revolución de 1905 quedaron muy lejos de transformar las arcaicas estructuras sociales y políticas del Imperio. El sufragio para elegir a la Duma se estipuló de forma corporativa e indirecta para impedir el auge de las fuerzas opositoras. El poder del Parlamento era escaso y el zar y sus ministros no eran responsables ante él. Además, la reforma agraria había favorecido a los kulaks, que habían aumentado sus propiedades a costa de los campesinos más pobres o de las tierras de las comunas rurales. Pero en 1914 parecía que el zarismo había superado sus problemas. El poder del zar controlaba a la Duma, que era clausurada cuando le interesaba. La industrialización de las ciudades crecía a buen ritmo y los problemas en el campo parecían apagados. Sin embargo, la participación de Rusia en la Primer Guerra Mundial al lado de las potencias aliadas creó la coyuntura para un nuevo estallido revolucionario de mayor envergadura que el de 1905. La economía rusa se orientó en abastecer al ejército. La mayoría de las fábricas se transformaron en industrias de guerra y el reclutamiento de campesinos hizo disminuir la producción agraria. Los productos de primera necesidad comenzaron a escasear, los precios subieron y la capacidad adquisitiva de los asalariados disminuyó. La escasez y el hambre se extendieron entre la población. A este malestar se sumaron las derrotas militares ante Alemania. El ejército ruso estaba poco equipado, deficientemente armado y mal dirigido. Las bajas entre los combatientes, procedentes mayoritariamente de las clases populares, eran enormes y muchos soldados desertaban. A las manifestaciones contra la carestía de la vida se unió el descontento por lo que sucedía en el frente. Para frenar las críticas, el zar disolvió la Duma y el malestar político aumentó. La confianza en el zar se había hundido y el Estado se desintegraba. Los complots se sucedían en una corte en la que el monje Rasputín, un personaje muy discutido, que tenia cada vez mayor influencia sobre la familia Romanov. Rasputín fue asesinado por un complot nobiliario en 1916. Ante esta coyuntura, la situación revolucionaria se desató de nuevo. El desastre militar, la penuria económica y el descontento político condujeron a la revolución de febrero de 1917. La revolución comenzó el día 23 de febrero con una gran manifestación en Petrogrado, y encontró eco en diversas ciudades del Imperio. Como ya había ocurrido en 1905, en todo el país se formaron comités revolucionarios de obreros, campesinos y soldados (los soviets), que agrupaban a las fuerzas revolucionarias de oposición al zarismo (eseritas, anarquistas, mencheviques y bolcheviques) y que adquirieron un gran protagonismo en la organización de la revuelta. El día 27 de febrero tuvo lugar una huelga general en las principales ciudades, que se fue seguida por el amotinamiento de la guarnición militar de la capital, que se negó a disparar a la multitud. Todas las protestas populares exigían la retirada de la guerra, la dimisión del zar y la mejora de las condiciones de vida. Ante la insistencia de parte del ejército y la presión popular y de los partidos de la Duma, el zar decidió abdicar. La Duma tomó protagonismo en la crisis y, de acuerdo con el sóviet de Petrogrado, nombró un gobierno provisional presidido por el conservador príncipe Lvov. El nuevo gobierno prometió reformas políticas y sociales, al tiempo que se comprometía a convocar elecciones libres para una Asamblea Constituyente que decidiese el destino político de Rusia. El nuevo gobierno no atendió a las demandas de retirada de la guerra y decidió mantener los compromisos militares con los aliados. A pesar de las reformas prometidas, las condiciones de vida de la población no mejoraron, las manifestaciones proliferaron de nuevo y la unanimidad de las fuerzas políticas que habían derrocado al zar empezó a resquebrajarse. Empezó entonces a perfilarse la existencia de un doble poder. Por un lado, el gobierno provisional, apoyado por los sectores de la burguesía y del socialismo moderado, que aspiraba a convertir Rusia en una república parlamentaria al estilo occidental. Por otro, los sóviets, que agrupaban a las fuerzas revolucionarias y exigían la retirada inmediata de la guerra, el reparto de tierras entre los campesinos, la mejora de las condiciones salariales y laborales, etc. El gobierno provisional permitió el regreso a Rusia de los exiliados políticos del zarismo. En el mes de abril, un grupo de ellos, entre los que se hallaba el dirigente bolchevique Lenin, llegó a Petrogrado. Su llegada dio un giro inesperado a los acontecimientos. Lenin defendía que la revolución que acababa de producirse debía superar la fase liberal-burguesa que representaba el gobierno provisional y convertirse en una revolución proletaria, que acabase con el capitalismo y la burguesía y otorgase el poder a los obreros y campesinos (dictadura del proletariado). Lenin y sus colaboradores prepararon la insurrección de los sóviets y planificaron la toma del poder por los bolcheviques. Para ello dedicaron sus esfuerzos a las siguientes tareas: Convencer a los bolcheviques de la necesidad de la insurrección armada, y para ello se lanzó la consigna “¡Todo el poder para los sóviets!”, que se convirtió en un programa revolucionario para poner fin a la dualidad de poderes existente. Aumentar la influencia bolchevique en los sóviets, y conseguir que estos retirasen su apoyo al gobierno provisional y preparasen el asalto al poder. Planificar la insurrección armada con rapidez y disciplina. El desencanto de las clases populares con las promesas no cumplidas por el gobierno provisional y las dificultades cotidianas derivadas de la guerra crearon las condiciones para el triunfo de la revolución obrera. El Segundo Congreso de los sóviets destituyó al gobierno provisional y aprobó la formación de un Consejo de Comisarios del Pueblo con mayoría bolchevique y dirigido por Lenin, que se constituyó en el primer gobierno obrero y campesino. El nuevo ejército decretó las primeras medidas revolucionarias: abolición de la propiedad privada de la tierra y expropiación, por parte de los sóviets, de los grandes latifundios, control obrero de las empresas de más de cinco trabajadores, nacionalización de la banca, supresión del ejército zarista y reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los diversos pueblos del Imperio. Un nuevo decreto mostró la determinación del gobierno de establecer la paz con Alemania. Las conversaciones llevaron a la firma de un tratado en Brest-Litovsk (1918), en el que se aceptaban todas las exigencias de la parte alemana. Rusia renunció a los países bálticos, Finlandia, los territorios polacos y Besarabia, mientras Ucrania se declaró independiente. En noviembre de 1917 se convocaron las elecciones previstas por el gobierno provisional para elegir una Asamblea Constituyente. Los resultados electorales no fueron los esperados por los bolcheviques. Ante esta situación, decidieron disolver la Asamblea en su primera y única sesión porque esta se negaba a someter sus decisiones a la aprobación de los sóviets. La revolución bolchevique daba la espalda al sistema democrático- parlamentario y un Congreso de sóviets sería el encargado de establecer las nuevas instituciones del Estado proletario. La revolución había triunfado, pero los bolcheviques solo controlaban una amplia zona alrededor de Petrogrado y Moscú, que se convirtió en la nueva capital. Los defensores del zarismo, los sectores que apoyaban al gobierno provisional y aspiraban a una república parlamentaria y los campesinos propietarios de tierras iniciaron la resistencia armada con el objetivo de impedir la consolidación del Estado soviético. A ellos se sumaron, en 1918, algunas potencias occidentales (Gran Bretaña, Estados Unidos, Polonia…) que invadieron Rusia con sus ejércitos. Dirigidos por los viejos mandos del ejército zarista, los partidarios del antiguo orden acabaron llamándose rusos blancos por oposición a la Rusia roja o revolucionaria. Se inició entonces una guerra que se extendería a lo largo de tres años. Para hacer frente a la guerra civil, los bolcheviques crearon el Ejército rojo y su artífice fue León Trotsky. El nuevo ejército revolucionario se basaba en la disciplina y los grados militares clásicos, pero unos comisarios políticos vigilaban a los combatientes y fomentaban el ánimo revolucionario. El conflicto bélico fue largo y cruel: costó un elevado número de vidas y sumió en el hambre y la miseria a millones de personas. Además, las revanchas y castigos por apoyar a un bando u otro fueron frecuentes y aterrorizaron a la población. En medio de este clima de violencia y ante el temor que el zar pudiese ser rescatado por el Ejército Blanco, en julio de 1918, Nicolás II y su familia fueron ejecutados por los bolcheviques en Ekaterinburgo, donde se hallaban prisioneros. En los primeros meses, el Ejército Blanco obtuvo algunas victorias, pero a partir de finales de 1918, el Ejército Rojo comenzó a dominar la situación. Consiguieron movilizar un elevado número de soldados, y en las medidas revolucionarias, como el reparto de tierras, que les valió el apoyo de buena parte del campesinado. También contribuyó a este dominio victorioso la desorganización de los blancos, la falta de un mando único y la retirada de los ejércitos extranjeros. En 1921, tras la victoria en Ucrania, el Ejército Rojo quedó vencedor en la guerra. La contienda militar comportó que todos los recursos del país, tanto humanos como económicos, se orientasen hacia un único objetivo: avituallar al ejército para ganar la guerra. El gobierno soviético estableció el “comunismo de guerra”, que implicaba un estricto control de la economía por el Estado y una rígida vigilancia sobre la población. En nombre de las necesidades bélicas se nacionalizaron las industrias de más de 10 trabajadores, la banca, los transportes y el comercio. La producción de cereales quedó controlada y los agricultores fueron obligados a entregar al Estado la mayor parte de sus cosechas. La disciplina laboral aumentó, llegando casi a la militarización de la producción, y se limitaron los derechos sindicales, prohibiéndose el derecho a huelga. Estas rígidas medidas tropezaron con las resistencias de un gran sector del campesinado y tuvieron que implantarse por la fuerza. Ante la falta de alimentos, se extendieron el acaparamiento y el estraperlo, que fueron severamente castigados. El descenso de la producción, y los problemas derivados de la guerra comportaron enormes dificultades para toda la población, ya que las ciudades quedaron desabastecidas de la mayoría de productos básicos. La necesidad de crear un bloque compacto de revolucionarios capaz de imponerse a los contrarevolucionarios comportó el establecimiento de fuertes medidas represivas: se reimplantó la censura, se prohibió la prensa opositora y se intervinieron los tribunales. Para perseguir a los opositores, en diciembre de 1917 se creó una policía política, la checa, que detenía y castigaba no solo a los defensores del viejo orden, sino también a todos aquellos que criticaban las decisiones del partido bolchevique. Finalizada la guerra civil, en 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que comprendía distintas repúblicas autónomas y federadas. La Constitución soviética de 1923 estableció un nuevo modelo de Estado basado en los sóviets, que negaba las elecciones libres y el parlamentarismo. Estos principios marcaron la estructura política del Estado soviético, que fue reafirmada por Stalin y se mantuvo con muy pocos cambios hasta el fin de la URSS. El Partido Comunista de la Unión Soviética se constituyó en el centro del poder del nuevo Estado soviético. Partido y Estado quedaron identificados y solo aquellos que pertenecían al partido podían aspirar a ejercer cargos en los sóviets y en el Estado. Las voces contrarias a esta situación entre los mismos revolucionarios fueron eliminadas o neutralizadas. La dictadura del proletariado, en que las fuerzas obreras debían imponerse sobre las de la burguesía, fue transformándose en la dictadura del Partido Comunista. Tanto Lenin como Trotsky defendían que la consolidación de la revolución soviética debía basarse en el fortalecimiento del Estado de los sóviets, y en la extensión de la revolución proletaria. Con este propósito hicieron una llamada a los revolucionarios para abandonar los partidos socialistas y fundar partidos comunistas. Tenían que unir sus esfuerzos en una nueva organización, la III Internacional o Komintern, que debía apoyar la revolución de los sóviets y extenderla por Europa. Como consecuencia de la guerra civil y del consumo de guerra, la economía soviética se hundió estrepitosamente y el desabastecimiento de las ciudades se hizo general. La revolución empezó a perder una parte de sus antiguos apoyos: hubo levantamientos campesinos, y en marzo de 1921, se rebeló la marinería del puerto de Kronstadt. Ello hizo que el propio Lenin propusiese iniciar una nueva orientación de la economía que permitiese mejorar las condiciones de vida de la población y acallar las críticas. La Nueva Política Económica (NEP) suponía dar un paso atrás en algunas de las medidas más radicales del consumismo de guerra para permitir una economía mixta en la que los dos sectores socializados controlados por el Estado conviviesen con la economía de mercado y la pequeña propiedad privada. La NEP cumplió rápidamente sus objetivos económicos y, en 1926, la economía soviética había superado los niveles anteriores a la Gran Guerra. Pero la vuelta al mercado hizo subir los precios y las diferencias entre precios agrarios e industriales volvió a originar problemas de acaparamiento y desabastecimiento de las ciudades. Los beneficios privados hicieron aumentar las diferencias sociales y volvieron a surgir los pequeños empresarios industriales y los campesinos acomodados, que gozaban de un cierto nivel de bienestar. En 1924 murió Lenin, el líder indiscutible de los bolcheviques. Su sucesión desencadenó una lucha entre los dirigentes del partido bolchevique, que se desarrolló entre 1924 y 1928 en diversos frentes: por la jefatura del partido, por el poder en el Estado soviético y por la orientación que debía tomar la revolución en el futuro. El debate se polarizó en torno a dos figuras: Trotsky, que en aquel momento era uno de los bolcheviques más destacados y Stalin, que desempeñaba la secretaria del Partido Comunista (PCUS). Pero las intrigas también implicaron a otros líderes bolcheviques como Kámenev, Zinóviev, Bujarin y Lunacharski. Trotsky y sus aliados defendían el abandono de la NEP y la profundización en el comunismo, es decir, impulsar la colectivización de la agricultura, extender la revolución en Europa, la denominada revolución permanente, y promover un funcionamiento más democrático del partido. Otros dirigentes, con Stalin a la cabeza, proponían continuar con un sistema de economía mixta, centrar los esfuerzos en consolidar el socialismo en Rusia y reservar las decisiones políticas a los dirigentes del PCUS, eliminando el debate interno del partido. En 1927, el enfrentamiento se agudizó y Stalin, que manejaba los resortes internos del partido, consiguió hacerse con el poder, encarcelar a Trotsky y mandarlo al exilio. El resultado fue el establecimiento de un poder autoritario, el reforzamiento del partido y sus métodos centralistas de decisión y la imposibilidad de cualquier vía de participación democrática. Stalin optó por poner fin a la economía mixta (NEP), forzar la colectivización de la tierra, implantando una planificación de la economía dirigida por el Estado y estimulando el desarrollo industrial de Rusia, especialmente de la industria pesada. Stalin persiguió a sus opositores, y también a algunos de sus antiguos colaboradores que podían hacerle sombra, expulsándolos del país o condenándolos a la cárcel o a la muerte. Este fue el primer episodio de la instauración de un régimen totalitario, basado en el poder absoluto de Stalin dentro del PCUS y del nuevo Estado soviético.