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¿Dónde está tu padre?

Te hicieron desaparecer hace casi un año. Sin nombre ni identidad reconocida, sin sepultura, sin
memoria en ninguna plaza. Te arrancaron de la vida en este mundo con violencia, sin piedad y sin
contemplaciones. No podías vivir. No debías vivir. Era imprescindible eliminarte y lo hicieron
rápidamente.
Los días previos y posteriores a tu ignominiosa muerte – recordémoslo, con casi cinco meses de
gestación en el vientre de tu madre- fueron terribles. Y una vez más los argentinos fuimos
testigos de algo horrendo, ya vivido pero todavía no corregido por nuestra sociedad: admitir que
algunos puedan ejercer poder discrecional de vida o muerte sobre otros. Es verdad que, en
buena hora, los argentinos ya dijimos: Nunca más. Pero todavía no aplicamos ese Nunca más
consecuentemente.
Si está mal perseguir, torturar, matar, hacer desaparecer a causa de sus ideas o por meras
sospechas a un adulto – y sin duda lo está- ¿cómo va a estar bien hacerlo con un ser humano en la
situación de mayor indefensión en que pueda encontrarse, mientras está en el seno materno? Y
que no me digan que no eras un ser humano, porque cuando un estudiante de genética no es
capaz de reconocer y diferenciar un embrión de mono de uno humano, simplemente reprueba su
examen. ¿Es serio – a esta altura del desarrollo científico- decir que no eras humano como razón
para eliminarte?
Para justificar tu asesinato se dijeron muchas cosas, pero la más recurrente era que tu mamá,
discapacitada y violada, no podía darte a luz. La violación –real o supuesta- en la que sin
responsabilidad ni culpa alguna de tu parte fuiste engendrado, fue el motivo más fuerte que se
invocó como razón suficiente de tu exterminio. Tanto fue así que hasta separaron expresamente
restos de tu cuerpo con el fin de poder identificar sin dudas a tu padre.
Y hoy, pasado casi un año de tu muerte, me pregunto: ¿dónde está tu padre? ¿Dónde está? ¿Quién
es ese hombre que te engendró abusando de tu mamá, indefensa ella también? ¿Está acaso en la
cárcel? ¿Qué juicio se le ha seguido? ¿Lo han buscado a él con tanta intensidad y determinación
como lo hicieron para procurar tu muerte? No lo sé. En realidad, no sabemos nada, porque
después de tu muerte poco se dijo sobre el asunto.
¡Qué paradoja! Violador suelto, niño muerto...
Hoy, como hace un año, vuelvo a decirte algo que ya sabés, pero lo digo para decírnoslo a todos
los argentinos, en especial a los entrerrianos: la vida humana no es un espacio de propiedad del
hombre. Nadie viene por sí a la vida, nadie tiene por tanto derecho de vida o muerte sobre otro
humano. Aquí, en la Argentina de los derechos humanos, no tememos proclamar que el derecho
a la vida es el primero de los derechos sin el cual todos los demás se convierten en pura
palabrería.
Lo que algunos pretenden lograr con la despenalización del aborto, no es –como dicen- ayudar a
las víctimas de las violaciones –visto está que el violador anda suelto... Lo que buscan es
posibilitar que unos sean los propietarios de la vida de otros, como si fueran dioses, y eso no es
sino una forma de dictadura.
Valientemente decía Schulz, el judío de insólita fortuna en la genial obra de Charles Chaplin, El
gran dictador, que un mundo en el que unos hombres pueden decidir quien podrá vivir y quien
no, es un mundo dictatorial, generador de infelicidad, tristezas y desgracias para la humanidad,
*
Nota: El 22 de septiembre de 2007 un niño concebido en la ciudad de Paraná (Entre Ríos-
Argentina) con cinco meses de gestación fue sacado del vientre de su madre y dejado morir en un
hospital de Mar del Plata. Su madre, una joven discapacitada cuya madre alegó que había sido
violada, fue amparada por la justicia local para impedir que se le practicara un aborto. El abuelo
del niño se ofreció a hacerse cargo de la criatura una vez nacida. Los médicos del hospital San
Roque, de Paraná, donde estaba internada la joven embarazada, se negaron a practicar el
aborto, que era insistentemente solicitado por la diputada provincial Lucy Grimalt y por la
directora del INADI local. En un operativo digno de mejor causa y en el que quedaron
involucrados los gobiernos provinciales de Entre Ríos y Buenos Aires y el entonces Ministro de
“Salud” de la Nación, Ginés González García, la joven fue trasladada a Mar del Plata donde
finalmente encontraron alguien dispuesto a asesinar al niño. Las investigaciones prometidas para
dar con la identidad del violador quedaron en la nada.
y con mirada serena y voz firme proclamaba ante inesperadas multitudes: “En el mundo hay sitio
para todos”.
Cuando te escribí el año pasado, a muchos jóvenes les hizo bien. Y yo me alegré porque pensé
que tu breve paso por este mundo había sido al menos ocasión para iluminar las conciencias de
algunos. Es verdad también que otros leyeron mis palabras con aires de superioridad académica
pero no sé si realmente con mejores razones...
Recuerdo que cuando se hizo una marcha hasta los Tribunales para lamentar tu muerte, algunos
escribieron en una pared: “No usen a los niños”, porque familias enteras se movilizaron por amor
a la vida. ¡Qué irónico! Nos acusaron de usar a los niños, y ciertamente estaría muy mal
usarlos. Sin embargo, al leer eso se me ocurrió que los niños corren más peligro cerca de los que
escribieron esa curiosa frase... porque ellos no se andan con pequeñeces: no sólo los matan sino
que luchan para tener el “derecho de matarlos”.
En una de sus obras inconclusas, América, Franz Kafka coloca a su personaje, el joven y
desesperado Karl Rossmann, quien ha debido abandonar su patria y sufrir toda clase de
desventuras, ante un sorprendente cartel en la puerta de un teatro: “Aquí nunca nadie es
rechazado”. Ante esas palabras, un futuro esperanzado se abre para el pobre Rossmann. Ese
teatro es, en realidad, una hermosa metáfora de la vida: sólo donde nadie es rechazado puede
haber esperanza para todos.
Aquí a vos algunos te rechazaron hasta darte muerte. Y eso nos asusta. Nadie está seguro donde
comienzan estas prácticas. De todos modos no pudieron acabar con vos porque estás vivo. Yo sé
que estás vivo. Lo sé. Es sólo que algunos hombres creen que el espacio de la vida –que es el
que pretenden controlar- se limita a los confines de este mundo. No saben todavía lo que vos ya
sabés, porque, aunque te fuiste muy pequeño, ahora sos más grande que cualquiera de nosotros.
Te sonrío y doy gracias, a vos y a Dios, porque tu vida y tu muerte me han hecho querer ser
mejor y me han inspirado estas cartas con las que sólo he pretendido hacer el bien.

Haydée Copati
Paraná, septiembre de 2008

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