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WALTER BENJAMIN: HISTORIA, TIEMPO, MEMORIA.


Carlos S. Olmo Bau

Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres


anónimos que de las personas célebres.
La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no
tienen nombre.
Walter Benjamin.

Había nacido en Berlín en 1892 y estudiado en las Universidades de Friburgo,


Berna y su ciudad natal. Filósofo, crítico literario, narrador él mismo, poeta,… su obra
abarca desde la mística judía a la crítica de la modernidad, pasando por la sociología del
lenguaje, la estética o la política. Exiliado primero en París, con la ocupación nazi
intentó la huída a través de los Pirineos, pero la Guardia Civil española le impidió la
entrada al país. En la fronteriza Portbou, y ayudado por la morfina, puso fin a su vida.
En Agosto del 2002 Norman Foster visitaba esa localidad. Guiado por su autor –
Dani Karavan (Tel Aviv, 1930)- se introducía en una peculiar obra escultórica, Pasajes,
que recoge en su título uno de los objetos de investigación de Walter Benjamin1 y que,
con una angosta escalinata, une el cementerio de la localidad con un mar a cuya vera
hay una cita del filósofo alemán: la que da pié, precisamente, a estas líneas.
Foster paseó también por las calles de esa población pirenaica, tal vez dejándose perder
en ellas, antes de conocer el viejo Ayuntamiento; edificio que recuperará / reconvertirá
para ser sede de la Fundación que lleva el nombre del pensador.
En sus declaraciones a los medios el arquitecto resaltaba la importancia del proyecto
remitiendo a la interrelación en él -en sus propias palabras- de dos “vertientes: la parte
histórica y el tiempo presente (…) actualidad y pasado”2. Dos elementos poco menos
que fundamentales en el filosofar de Benjamin, hasta el punto de poder afirmar que el
tiempo, la historia, la memoria,… son precisamente algunas de las claves

Licenciado en Filosofía, profesor interino de secundaria. http://pensarescribirresistir.blogspot.com -


olmobau@terra.es Una versión de este texto fue publicada en el número 35 de la revista biTarte.
1 El inacabado estudio sobre los pasajes de París, con las nuevas configuraciones espaciales y
arquitectónicas como trasfondo.
2 Parals, C.; Foster velará por la memoria de Benjamin, en El País (Revista de Agosto), martes 6 de
agosto de 2002.
imprescindibles para la comprensión de obras tan aparentemente dispares como ‘El
origen del Drama Barroco alemán’ (1925/1928)3, el ensayo sobre el texto de Goethe
‘Las afinidades electivas’ (1922/1925) o su reflexión ‘Sobre el programa de la filosofía
futura’ (1918). En cierto modo constituirían una suerte de hilos en la sombra que
atraviesan y conectan toda la obra benjaminiana.

Naturaleza, Lenguaje, Estética.

Puede decirse que el peculiar sentido, concepto, que de la Historia tenía


Benjamin, tiene su expresión programática precisamente en el citado estudio sobre el
Drama Barroco. Es ahí donde, desde la comprensión de la verdad como algo
discontinuo, llega a asumir el sentido de la historia desde la catástrofe: “una catástrofe
única –dirá posteriormente- que amontona incansablemente ruina sobre ruina”4.
Ana Lucas resalta ese origen, esa vinculación con la Teoría del lenguaje y de la Crítica,
de la que la presencia de la alegoría "ruina", o la referencia indirecta a la fragmentación
de la realidad, son ya buenos ejemplos: "Su teoría del lenguaje preparará el terreno
para la consecución de una crítica literaria y estética que permite analizar las
representaciones de la literatura y del arte en general en las que la realidad queda
expresada, y cuyo objetivo final se centra en resaltar las aporías de la Modernidad a la
luz de una reflexión filosófica sobre la historia”5.
Pero esta confluencia sistematizada entre teoría literaria y reflexión sobre la
historia tiene su origen en escritos anteriores como ‘Sobre el lenguaje en general y
sobre el lenguaje de los hombres’ (1916) y se extiende a textos alejados –no sólo
temporalmente- como el ‘Fragmento Teológico-político’ (hacia 1940). En él la faceta
teológica, que junto a la orientación marxista caracterizan su pensar la historia, se
expresa afirmando el carácter mesiánico de la naturaleza, derivado de su eterna y total
fugacidad. Esto es: única y exclusivamente porque es efímero, lo real es eterno.
De la orientación marxista, sobre la que se volverá más tarde, son ejemplo las propias
‘Tésis de Filosofía de la Historia’ (también entorno a 1940). El materialismo histórico,

3 La de Walter Benjamin es una obra de problemática datación debido, en buna parte a la fragmentación
de su pensamiento, a la publicación en revistas de buena parte de sus escritos, a las diferencias entre las
fechas de concepción inicial, redacción y edición final, así como al hecho de que buna parte de ella quedó
inédita en vida.
4 Benjamin, W.; “Tesis de Filosofía de la Historia”, en Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus, 1973,
pág. 183 (tesis 9).
5 Lucas, A.; “La alegoría barroca y el lamento silencioso de la naturaleza”, en Creación, nº 1, Barcelona,
1990, pág. 78.
es más, una crítica del materialismo histórico muestra de la reconocida ausencia de
dogmatismo en el marxismo benjaminiano, aparece ya en la primera de las tesis e
impregna todo el texto.
Y de la misma forma en que no cabrá encorsetar a Walter Benjamin bajo ninguna
etiqueta de dogmatismo marxista; tampoco cabe encerrarlo en una caracterización de
fundamentalismo teológico. Adorno, en este sentido, prevenía: “su ensayismo consistía
en tratar textos profanos como si fueran sagrados”6, sin aferrarse a los restos, a la
herencia teológica - judaica.
Ello no impide reconocer en Benjamin un reflejo de la tradición hebraica que viene a
identificar el método histórico con el método filológico en cuya base, como señala
Francisco Jarauta, estaría el libro de la vida. Leer lo que jamás ha sido escrito –había
dicho Hofmannstahl, con anterioridad- fue el intento y el deseo del pensador berlinés.
La Historia, entonces, no es sólo una ciencia, sino –y fundamentalmente- una peculiar
forma de memoria.
Ambas facetas, sin embargo, no explican al cien por cien ni el origen, ni el
desarrollo, ni el contenido de la Filosofía de la Historia construida por este filósofo. Es
preciso destacar otros elementos. Entre ellos una concepción poética del lenguaje, de la
palabra, de lo divino, de lo mítico, del destino,... de la realidad, en fin,... de la que hay
buenas muestras en ‘El Origen Del Drama Barroco Alemán’. Desde este, o para ser
exacto, “desde la representación alegórica del drama barroco como imagen (idea) del
mundo, desde el rostro ajado (ruina) de la naturaleza, crea su imagen objetiva de la
historia”7.
En una obra anterior, ‘Metafísica de Juventud’ (1914), el contenido poético de
su expresión y reflexión es in disimulable. En ella Benjamin afirma que el presente
domina a quien habla, condenándolo a no "decir jamás el pasado del cual quiere
hablar"; mientras que quien escucha, calla y espera, posee (¿O es poseído - poseída?) el
pasado. El silencio remite al pasado y quien guarda silencio se erige en guardián, o
guardiana8, del lenguaje. ‘El origen del drama barroco alemán’ asoma ya aquí, también
la crítica sobre ‘Las afinidades electivas’, por no hablar de la intensísima e intimísima
relación con el hebraísmo.

6 Adorno, Th.; “Caracterización de Walter Benjamín”, en "Crítica, cultura y sociedad", Ariel, Barcelona,
1973, pág. 120.
7 Lucas. A.; Op.Cit., pág. 80.
8 El prototipo de persona que escucha, calla y espera era, para Benjamín, la mujer.
Tal es, en fin, la relación entre las Filosofías del Lenguaje y de la Historia en la obra de
Walter Benjamin, que, para el filósofo, el origen o aparición de la historia coincide con
el origen o aparición del significado en el lenguaje.
Si con anterioridad, en la teoría -digamos- teológica del lenguaje ya se lee, bien
entre líneas, bien directamente, un esbozo de teoría de la historia; en ‘El origen del
drama…’ esa lectura es mucho más clara y explícita. Allí, “el drama expresa una doble
tensión: Por una parte, dolor de la naturaleza traicionada por el lenguaje, por otra,
lamento del nacimiento de la historia”9.
En este sentido, el Drama Barroco es la expresión de luto de la naturaleza ante el
nacimiento del lenguaje y de la historia. Aunque la relación historia - naturaleza gire,
también, en torno al concepto benjaminiano de alegoría: “Mientras que en el símbolo,
con la transfiguración de la caducidad de manera fugaz, se revela el rostro
transfigurado de la naturaleza a la luz de la redención, en la alegoría se propone a los
ojos del observador la facies hipocrática de la historia como paisaje primordial
petrificado. La historia en todo cuanto tiene, desde el inicio, de inoportuno, de
doloroso, de equivocado, se configura en el rostro -más bien en el cráneo- de un
muerto”10.
Las ‘Tésis de filosofía de la historia’, como si de una nueva recapitulación se
trataran recogen todas esas ideas: “(...) la obra de una vida está conservada y
suspendida en la obra, en la obra de una vida la época, y en la época el decurso
completo de la historia”11 o, en traducción levemente distinta, “(...) en la obra se halla
conservada y suprimida la obra general, en la obra general la época, y en la época el
entero curso de la historia”.
Pero el eje de la de la Filosofía de la Historia, que bien se puede decir tiene en
estas dos obras sendos motores, sendos límites de un segmento, tiene entre ellos otras
expresiones cuales son el spleen baudeleriano, la memoria proustiana, o el surrealismo
como última instantánea de la inteligencia europea.
Sin esas otras coordenadas no puede entenderse, por ejemplo, la noción de historia que
Benjamin defendía de paulatino proceso de trasparencia del mundo (no en vano piensa
desde el opaco laberinto de la modernidad) y de progreso hacia una promesse de
bonheur que hunde sus raíces en la obra de Proust.

9 Lucas, A.; Op.Cit., pág. 83.


10Benjamin, W.; Ursprung des Deutschen Trauerspiels, en Gesammelte Schriften I.1., pág. 343.
11Benjamin, W.; “Tesis de Filosofía de la Historia”, (tesis 17), en Discursos interrumpidos I, pág. 183.
Aún hoy podemos afirmar que ni la trasparencia acompaña a nuestra experiencia del
mundo ni la promesa de felicidad aparece más acá de ese horizonte que algunos
llamamos utopía.
Tras todas y cada una de las obras de Benjamin citadas, tras todos y cada uno de
los objetos de sus ensayos (obras, personas o movimientos), se adivina una suerte de
historia natural del homo moderno.
La Filosofía de la Historia de Benjamin no es una epistemología, no es una ontología, ni
siquiera una crítica encaminada a reconstruir la propia historia. Sí, quizá, el papel de
ésta… Pero más bien, y siempre como crítica, es un empeñarse en mostrar, enseñar,
sacar a la luz los procesos, los procedimientos, las normas,... el acontecer de la
formación de la experiencia del mundo de ese homo moderno. Es aquí donde la
arqueología benjaminiana se hace sublime, por distinta, abriendo las sendas que,
dejando otras huellas, fijándose en otros paisajes, recorrerán después pensadores como
Foucault; atentos más al acontecimiento que al hecho.
Una Filosofía de la Historia a la que, más que de forma paralela, oblicuamente o
rodeando en espiral, acompaña el concepto de crítica definido desde su Filosofía del
Lenguaje; ejerciéndose aquí sobre rastros.

Un peculiar materialismo histórico.

La ya citada crítica al materialismo histórico en versión totalizadora e infalible,


la negación de una concepción evolucionista y objetivista que considerara, por ejemplo,
al socialismo como un producto ineluctable de las ‘leyes naturales’ de la historia, se
encuentran en ese periodo final de su reflexión sobre la Historia.
El acceso al marxismo de Benjamin no fue a través de la literatura ‘fundacional’ del tipo
de los libros de Kautsky, sino mediante la polémica con la heterodoxa ‘Historia y
conciencia de clase’ de Lukács. No es pues de extrañar que la crítica del progreso y del
fatalismo reformista tenga una expresión un tanto sui generis, no menos heterodoxa que
la de Lukács e incluso herética para según que corrientes del marxismo.
En las ‘Tesis de Filosofía de la Historia’, sin ir más lejos, se expresa así: “La teoría de
la socialdemocracia -y aun más su praxis- estaba determinada por un concepto de
progreso que no se atenía a la realidad, sino que se fundamentaba en una instancia
dogmática. Tal como se delineaba en el pensamiento de los socialdemócratas, el
progreso era, primero, un progreso de la humanidad misma (y no sólo de sus actitudes
y de sus conocimientos), y era, en segunda instancia, un progreso ilimitado (en
correspondencia con el carácter infinitamente perceptible de la humanidad) y, en
tercer lugar, era esencialmente continuo (en el sentido de automático y que sigue una
línea recta o espiral”12.
Benjamin redescubrió, al hilo de esta reflexión, la figura y pensamiento de
Blanqui, para quien ni la teoría ni la práctica transformadoras presuponían la fe ciega en
el progreso y, lejos de fundarse en este, lo hacían sobre el deseo de eliminar la injusticia
del presente (en la esperanza, si se quiere, de felicidad futura).
La tesis más conocida de la obra (la novena) es probablemente aquella en que Benjamin
realiza una interpretación alegórica del cuadro de Klee ‘Angelus Novus’, comparando el
progreso con una acumulación continua de desperdicios y ruinas, “con una catástrofe
ininterrumpida que el ángel de la historia, arrastrado por la tormenta, con las alas
desplegadas, impotente e invadido por el horror, ve crecer ante sí. Lo que,
equivocadamente había sido considerado como una marcha triunfal de la humanidad
hacia el progreso, en realidad no era sino la marcha triunfal de los vencedores hacia el
fascismo y hacia la guerra”13.
El carácter ‘político’ de esta obra es, como se puede constatar con estas citas,
obvio. Tan obvio como la vinculación entre Filosofía de la Historia y Revolución que se
da en ella. No hay en esta, ciertamente, un "programa político para la práctica", pero no
cabe duda de que es un documento revolucionario. Revolución que, para Benjamin, es
sinónimo de ruptura de la continuidad histórica, sinónimo de "salto al pasado" capaz de
liberar a los oprimidos y vencidos de la historia, permitiéndoles actuar en el presente.
En este sentido la revolución consistiría en un reavivar el pasado para arrancarlo del
"continuum" de la historia (Tesis XVI).
Esa ruptura de la continuidad del acontecer histórico es, de una parte, un método:
Benjamín interroga el objeto estudiado en sentido inverso a los razonamientos rutinarios
del historicismo positivista; realizando un análisis a contracorriente que permite ofrecer
claves nuevas para la comprensión de las realidades estudiadas. Consciente de que no
hay un pasado homogéneo, sino uno vencedor (la historia oficial) y muchos vencidos, el
pensador alemán propone, como manera de acceder a estos últimos (deslegitimando y

12 Benjamin, W.; “Tesis de Filosofía de la Historia” (tesis 13), en Para una crítica de la violencia y otros
ensayos, pág 131.
13 Traverso, E.; “Walter Benjamin y León Trotsky. afinidades y divergencias marxistas”, en Imprecor nº
83, Madrid, abril de 1991, pág 33.
desmitificando, de paso, la primera), analizar la historia desde una mirada que pase
sobre ella “el cepillo a contrapelo”.
Por eso dicha ruptura es, a la par, una vindicación de la multiplicidad y densidad
constitutiva del pasado. Un pasado integrado por diferentes líneas, proyectos,
perspectivas, propuestas,… en conflicto. Un constante enfrentamiento en batallas
sociales, políticas, económicas, artísticas… e incluso históricas; desde cuyos resultados
se dibuja y decide el “curso de la historia”
Quizá sea aquí donde de forma más clara se expresa la concepción cualitativa que
Benjamin posee del tiempo, frente al criterio uniforme - positivista. Una concepción en
la que el tiempo actual está cruzado por múltiples fuerzas en conflicto, con pasados
relevantes, vivos y eternos, convocados a su vez por los tiempos actuales de tal manera
que los tiempos pretéritos, lejos de quedar encerrados en una foto fija, emergen (plenos
de esperanzas no realizadas) en el presente.
Se está, pues, ante un intento de superación y redefinición tanto de las nociones de
progreso y de tiempo como de la dialéctica pasado-presente.
En relación con la idea benjaminiana de progreso, cabe llamar la atención sobre
la crítica a la defensa del dominio de la Naturaleza14 por parte del hombre, que enlaza
con el pensamiento de ciertos comunismos no marxistas, por una parte, y la obra de
Johann Jacob Bachofen y su interpretación (en clave mística) por cierto nacionalismo
alemán (Stefan George y Ludwig Flages). Lejos de esas coordenadas, el ecologismo
surgido como nuevo movimiento social en el último cuarto del pasado siglo, acogía sin
problemas una obra con citas como esta: “Marx dice que las revoluciones son las
locomotoras de la historia universal. Pero acaso las cosas sean completamente
distintas. Quizá las revoluciones son recursos al freno de emergencia por parte del
género humano que viaja en ese tren”15.
Tal talante político - revolucionario puede parecer extraño en comparación con
otras obras de Benjamin. Es, obviamente, distinta. Como Susan Sontag dice,
apasionada, pero irónicamente, Benjamin se colocó en las encrucijadas. Era
importante para él mantener abiertas sus muchas "posiciones": la teológica, la
surrealista / estética, la comunista. Una posición corrige a otra; el las necesitaba
todas16.

14 No es de extrañar que sea un pensador querido en el seno del "ecologismo político".


15 Benjamin, W.; citado por Riechaman, J.; en Cuidado con los frenos de emergencia, pág .7.
16 Sontag, S.; Bajo el signo de Saturno, pág. 152.
Las ‘Tesis de Filosofía de la Historia’ corrigen al ‘Origen del Drama Barroco Alemán
o la Metafísica de Juventud’, y viceversa. En unas se adivina, si quiera levemente, la
sombra de las otras. Y todas conforman un “intento de captar el aspecto de la historia
en las representaciones más insignificantes de la realidad, como si dijéramos en sus
desperdicios”17.

El tiempo vivido y recordado da la clave de la vida, su


explicación, y todo ello tendrá que escribirse en un libro que se
anuncia en el mismo momento en que terminamos de leerlo.
Walter Benjamin.

Bibliografía

17 Benjamin, W.; “Correspondencia”, cit. en Vernego, R.J. “Introducción”, en Benjamin, W.; Sobre el
programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986, pág. IV.
Adorno, Th.; “Caracterización de Walter Benjamin”, en Crítica, cultura y
sociedad, Ariel, Barcelona, 1973.
Aguirre, C.A.; “Walter Benjamin y las lecciones de una historia vista a
contrapelo”, en Revista Diálogos, nº 5, UEM, Maringá (Paraná- Brasil), 2001.
Hay versión electrónica en
http://www.dhi.uem.br/publicacoesdhi/dialogos/volume01/vol5_atg1.html
Benjamin, W.; Iluminaciones II, Taurus, Madrid, 1972.
Benjamin, W.; Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973.
Benjamin, W.; Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini,
Barcelona, 1986.
Benjamin, W.; El origen del Drama Barroco Alemán, Taurus, Madrid, 1990.
Benjamin, W.; Para una crítica de la violencia y otros ensayos, Taurus, Madrid,
1991.
Jarauta, F.; “Walter Benjamin: Una actualidad intempestiva”, en Claves de la
razón práctica, nº 25, Madrid, septiembre de 1992, págs. 59-61.
Lucas, A.; “La alegoría barroca y el lamento silencioso de la naturaleza”, en
Creación nº1, Barcelona, 1990, págs. 76-86.
Parals, C.; Foster velará por la memoria de Benjamin, en El País (Revista de
Agosto), martes 6 de agosto de 2002.
Riechmann, J.; ¿Problemas con los frenos de emergencia?, Talasa (antes
Revolución), Madrid, 1991.
Sontag, S.; Bajo el signo de Saturno, Edhasa, Barcelona, 1987.
Traverso, E.; “Walter Benjamin y León Trotsky; afinidades y divergencias
marxistas”, en Imprecor nº 83, Madrid, abril de 1991, págs. 30-34.

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