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Reseña:

Martine Joly. La interpretación de la imagen: entre memoria, estereotipo y


seducción. Paidos comunicación 144. Titulo original, L’ image et son
interpretation. 1ra edición, 2002 por Éditions NATHAN/VUEF. Traducida en
castellano por Ediciones Paidós Ibérica. Año 2003. 287 páginas.

Capítulo 1.

Los discursos <<sobre>>

La autora comienza el capítulo con una observación de algunos escritos,


críticos o literarios sobre las imágenes y más concretamente sobre el cine,
demuestra que estos escritos determinan la interpretación de las películas y lo
que fijaba su recuerdo no era de entrada su contenido, sino su forma y las
condiciones de recepción tales como el dispositivo de la sala de cine, por
ejemplo. Los discursos sobre el cine que ha examinado privilegiaban también
algunas de las propias modalidades del lenguaje cinematográfico, tales como
el centelleo luminoso, el montaje y el tratamiento del tiempo, más las
condiciones físicas y específicas de la recepción de la película que el tenor de
su contenido.

La autora explica que es necesario evocar la recepción de la película ante todo


como una experiencia estética específica, que de entrada supedita la
interpretación de las obras a la de un encuentro físico particular, a la de una
relación entre un sujeto y un objeto en un lugar específico y según unas
modalidades del lenguaje también específicas.

Capítulo 2. Las expectativas del espectador.

En este capítulo la autora trata las llamadas fotos ausentes o malogradas, pone
en relieve la relación imaginaria que mantenemos con las fotos en nuestras
expectativas más que su contemplación.

Explica que por incapacidad o negligencia no se toman las fotos, o se toman


mal. Cuando después de la espera para la toma perfecta nos encontramos con
ella, nos transformamos, cambiamos de mirada y de forma de vivir. Para
inmortalizar esa escena, retrocedemos para ver mejor, nos distanciamos física
y psíquicamente, así aparece la paradoja de una consciencia que quiere
intensificar el instante y para ello, se aparta de él. Al no fotografiar nos
ahorramos un sentimiento de culpabilidad, culpables del deseo de poder sobre
los otros y el mundo; porque somos incapaces de asumir ello, esa negligencia
se convierte en un acto fallido, como revelación de nuestra angustia. Nos
autocensuramos. Martine trata la imagen como ficción. La foto está compuesta
por ficción, narración, ilusión. La ausencia de la foto significa ausencia de
experiencia vivida. Esa ausencia pone en entredicho nuestra existencia, la
pone como aserto no verificable, en pura ficción. A través del deseo de poder
sobre lo real que representa la toma iniciamos una búsqueda, la del saber y del
conocimiento, conocimiento mediante la contemplación. El deseo de
conocimiento es el pecado de orgullo por antonomasia.

Luego desarrolla la relación imagen-virtual: virtualidad es empleado para


nombrar imágenes sintéticas, el multimedia de las redes, los videojuegos y
también para nombrar problemas sociales, culturales o políticos nacionales o
internacionales del momento. Imagen virtual es una metáfora invertida, la
connotación del término es desrealización que por inversión termina usando el
uso clásico del término (del siglo XVII). Son imágenes visibles, perceptibles a la
vista que se alejan de lo real. Estas nuevas formas de imágenes y las
posibilidades que ofrecen las últimas tecnologías afectan al contenido y la
forma de las nuevas ficciones o nuevos anuncios, no provocan nuevos
pensamientos, la interpretación es la misma que antes. En la interpretación y
en su condicionamiento de los discursos se ven las expectativas que de ellas
tenemos y más concretamente de la verdad. L a verdad es una característica
ambigua de la imagen porque está vinculada a lo visible “ver para creer” y lo
invisible “lo esencial es invisible a los ojos”, hay tres tipos de verdad, verdad
como mismo, como correspondencia y como coherencia, cada una unida a
distintos aspectos de la imagen, aspecto de huella, de testimonio y de género,
distinción peirciana entre icono: signo, índice y símbolo.

Capítulo 3. Del creer: entre documental y ficción.

La autora parte de la idea de que una interpretación es buena solo cundo se


ajusta perfectamente a las intenciones del autor. Martine procede a
ejemplificar el proceso de interpretación con el análisis de la película
“Dermantzi, un automne en Bulgarie” (Derrmantzi, una caida en Bulgaria) de
Malina Detcheva 1994. Trata de verificar que lo real y lo inconsciente subyace
a los avatares de las posibles actualizaciones o variantes del rodaje, ya que
estas designan a la película documental como una reserva de representaciones
posibles, como contrapunto a la película ficción.

Como conclusión la autora nos pide que tomemos la imagen como un conjunto
de signos, construido, semiotizado, desplazado, relativo y contextualizado, este
o no este grabada.

“Interroguémonos acerca de nuestras expectativas, nuestro placer o nuestras resistencias, de


forma que participemos activamente en la vida de la obra, cualquiera que sea. La imagen es una
realidad en sí, a nosotros nos corresponde tenerla en cuenta y no confundirlo todo, creíble, digno
de crédito, verificable y no verificable” [1]
En resumen, tomar conciencia de nuestras expectativas y de su influencia en
nuestras interpretaciones, permite adaptarlas al régimen mental que las rige:
el creer. Es necesario tener en cuenta que creer implica estar influenciado
también por recuerdos de las imágenes precedentes que actúan sobre la
interpretación del momento.

Capítulo 4. La interpretación de las imágenes entre memoria,


estereotipo y seducción.

Martine Jolie empieza el capítulo tratando la memoria de imágenes. Para


explorar esta cuestión “cotejaremos el poder de condicionamiento que se atribuye a las
propias imágenes de la antigua tradición de las imagines agentes para comparar su respectiva
fuerza de acción; en cuanto a los estereotipos […] y en qué medida las condiciones de urgencia del
montaje de los documentos de la actualidad contribuyen a activarlos y hacerlos vivir”[2]

Compara las imágenes agentes con las mediáticas y encuentra en estas,


imágenes actuantes y activas, destinadas a ser memorizadas. Las imágenes
mediáticas son ciertas fotos de prensa, televisivas o gráficas y se convierten en
agentes porque son herramientas para fabricar discursos. Reconocer una
función social en la imagen mediática es la expectativa que determina su
interpretación. Otra fuente de condicionamiento de las expectativas es el
estereotipo. A partir de este análisis la profesora francesa interrogar acerca de
lo que es un estereotipo. Toma la definición de Roland Barthes, que a propósito
de estereotipo opone cansancio de frescura “el estereotipo es lo que empieza a
cansarme, es ese emplazamientodel discurso donde falta el cuerpo, donde estamos seguros de que
no es” [3]. Estos, aclara Martine, logran imponerse porque, a su manera
expresan los valores del contexto sociocultural del cual proceden.
“[…]estereotipos en el modo de representación (mental) colectivamente compartidos que
reconocemos y reconstruimos a partir de índices visuales y sonoros que entonces son tópicos en el
sentido de figuras de estilo verbo-visuales.” [4]

En el mismo capítulo la autora explica como en las imágenes mediáticas se


utiliza el arte de la retórica, bajo la influencia de Roman Jakobson definida
como el “arte de persuadir” para la seducción del colectivo. Para el seductor el
secreto no es inconfesable sino inconfeso, porque a la vez está oculto y es
enseñado sin voluntad intencional. Cualquier televisión obedece a una lógica
de seducción.
[1] Op. cit, pág 210.

[2] Op. cit, pág 212.

[3]Op. cit, Roland Barthes por Roland Barthes, Paris, 1975, en La interpretación
de la imagen.

[4] Op. cit, pág 226.

*por Marlene Geraldine Ramírez.

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