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Patriótica con aroma a Cuba

Rogelio Benavides Rivas

Revista Dominical
http://wvw.nacion.com/dominical/1999/junio/27/dominical7.html

Una investigación histórica revela que la letra de nuestra más querida canción cívica, La Patriótica
Costarricense, rescatada del olvido y relanzada al acervo popular hace 70 años, se basó en un poema del
cubano Pedro Santacilia, yerno de Benito Juárez. La melodía La Patriótica Costarricense es tan tica como el
gallo pinto, pero su letra es tan cubana como el congrí, según se deriva de una investigación histórica sobre
el libertador caribeño Antonio Maceo y la influencia de Cuba en la Costa Rica del siglo XIX.
En un trabajo de indagación que ya le ha consumido seis años, el periodista Armando Vargas Araya
descubrió el texto original y al autor del canto cívico más enraizado en la conciencia popular. Hasta hoy, a
los escolares se les enseña que la letra es de creación desconocida y poco se dice del compositor que
aportó la música con que la cantan, emocionados, miles de ticos. Pero la verdad es que el creador de La
Costarricense, denominación original de la música de La Patriótica es el maestro Manuel María Gutiérrez,
autor también de los acordes del Himno Nacional. Gutiérrez la estrenó en 1862 como marcha, pero en un
santiamén la melodía se abrió camino propio al ritmo de vals. También se conoció en el siglo pasado una
versión en ritmo de mazurca, bajo el título de Vieja costarriqueña.

De palmas y goces
Los versos de La Patriótica con frecuencia han sido objeto de variadas dubitaciones. Tres casos de esas
inquietudes son, por ejemplo, las referencias que contienen sobre la sabana, la palma y la percepción de los
pobladores acerca de la cultura europea.
* "A la sombra nací de tu palma...". En nuestro territorio se dan la palmera del coyol, en las bajuras de
Guanacaste; el cocotero, cultivado en ambas costas pero sobre todo en el Caribe; la súrtuba del palmito,
que se localiza en las montañas, y la palmera del pejibaye. Pero muy poco se conoce la palma real
(Oreodoxa regia), emblemática de Cuba.
* "Tu sabana corrí siendo niño...". Las grandes extensiones planas, sin vegetación arbórea, se denominan de
dos formas en Costa Rica: llanura, como en San Carlos, o a la manera suramericana, pampa, típico de
Guanacaste. Según Vargas Araya, "sabana es término que procede de la lengua taína, que hablaban los
aborígenes de Cuba, al igual que tabaco, barbacoa y muchas más".
* "Yo no envidio los goces de Europa". En rigor, entre 1845 y 1886 la Costa Rica del auge cafetalero
experimentó una gran dependencia económica de Inglaterra, "y unos más, otros menos, los ticos todos
querían ser europeos blanquitos. Europeos son la estatua de Juan Santamaría, el Monumento Nacional y el
Teatro Nacional", dice Vargas.
No resulta aventurado, entonces, deducir que hay inspiración foránea en la letra. En algún momento, la
paternidad de los versos quiso ser atribuida a José Augusto Mendoza, periodista y músico español que llegó
al país en 1830, según versión que recogió Manuel Segura Méndez en la obra La poesía en Costa Rica.
Mendoza redactó algunos editoriales de La Gaceta, así como discursos y manifiestos del presidente Juan
Rafael Mora, y bajo el seudónimo Faust, publicó Recuerdos de Costa Rica, álvaro Acuña y otras piezas
musicales. Mas nunca se documentó la conjetura de que fuera el autor de La Patriótica.
Quizá dicha suposición, impresa por la Editorial Costa Rica en 1963, fue usada como apoyo documental por
el Ministerio de Educación Pública que en 1992 publicó Himnos de la Patria: versión oficial. Ahí se lee:
"Después de varias investigaciones se ha logrado identificar esta canción como obra del compositor Manuel
María Gutiérrez, y suletra como obra del poeta José Moendoza... destinada a motivar el fervor patriótico de
los soldados del ejército costarricense en 1856". Y agrega: "Su profundo significado, de inspirado
nacionalismo, nos obliga a considerarla como patrimonio sagrado, de gran valor artístico y patriótico".
Deplorables resultan el sigilo sobre las "varias investigaciones", así como el mutismo en torno al "inspirado
nacionalismo". Mas con todo eso, en 1997 el egregio profesor don Carlos Luis Altamirado argŸía en el
capítulo "La patriótica Costarricense" de su libro Los símbolos nacionales de Costa Rica: "No existen aún
pruebas o documentos fehacientes para atribuir... la letra, adjudicada a José A. Mendoza".
El hallazgo
Vargas Araya relata que en un viaje de negocios a Río de Janeiro, una noche curioseaba en la habitación del
hotel el libro Figuras cubanas del siglo XIX, de Salvador Bueno, cuando de pronto sus ojos se posaron sobre
unas palabras atribuidas a un tal Santacilia, quien las habría escrito en una celda, poco antes de salir hacia
España, el 25 de enero de 1852, como parte de la poesía A un ruiseñor:
...Cuba, Cuba, mi patria querida,
vergel bello de aromas y flores,
cuyo cielo de puros colores
densa bruma jamás ocultó;
yo en tu suelo nací venturoso,
tú abrigaste mi cándida infancia,
y por eso mi eterna constancia
adorarte por siempre juró...
A partir de ese instante, Vargas Araya inicia una búsqueda pormenorizada para tratar de identificar a
Santacilia y el poema completo. El primer hallazgo es un ensayo de José Manuel Carbonell, recogido en su
obra Los poetas, el cual formaba parte de El laúd del desterrado, editado en La Habana en 1930. Aquí
encuentra apuntes biográficos y reflexiones literarias sobre él, pero no la poesía. Pedro Santacilia nace en
Santiago de Cuba el 24 de junio de 1826. Tiene diez años de edad cuando su padre, teniente de granaderos
del ejército español, es expulsado de la isla por participar en un movimiento político. En España hace la
primaria y el bachillerato y regresa a la isla al cumplir 19 años, para completar su educación y dedicarse al
magisterio. Ejerce el periodismo y en la revista Ensayos literarios se distingue como poeta e historiador. A
consecuencia del alzamiento de la Sociedad Libertadora en CamagŸey, en agosto de 1851, hay varios
fusilamientos; la juventud santiagueña protesta y los españoles procesan a Santacilia y otros siete
dirigentes. A comienzos del año siguiente, es proscrito: nunca más volverá a su tierra natal.
Pese a las averiguaciones, A un ruiseñor seguía sin aparecer. "Consulté varias bibliotecas principales de los
Estados Unidos, sin éxito. Las antologías cubanas de poesía no la incluyen. Sin resultado, le seguí la pista al
poeta en Málaga, Sevilla, Córdoba y Granada, donde escribe los diez cantos de Hatuey, hasta su huida a
Nueva York en marzo de 1853", explica Vargas. Santacilia adopta la ciudadanía estadounidense. Se traslada
a Nueva Orleans, donde es socio de la casa comercial Domingo Goicuría y Compañía: ahí encontrará su
destino. El mismo año en que el poeta cubano llega a Nueva York, el dictador mexicano Antonio López de
Santa Ana encarcela a Benito Juárez, quien escapa a Nueva Orleans. Ahí, a través de la firma de Goicuría,
adquiere los barcos para realizar la expedición a Veracruz que planea, y conoce a Santacilia, quien lo
despide en el muelle, el 20 de junio de 1855. "¿Dónde nos volveremos a encontrar?", le pregunta el poeta, y
el prócer mexicano responde: "En México libre o en la eternidad".

Estrecha unión
Santacilia sigue pronto a Juárez, de quien nunca se separaría: fue su secretario particular y resultó elegido
diputado nacional siete veces. Aún más; en 1863 se casó con Manuela, hija mayor del que sería benemérito
de las Américas, quien lo llamaba "mi querido hijo Santa". El poeta murió el 10 de marzo de 1910 en la
ciudad de México, a los 84 años de edad. Un amigo mexicano, don Antonio García Alonso, apoyó
posteriormente a Vargas, hasta localizar dos valiosos libros: Pedro Santacilia: el hombre y su obra,
compilación y revisión de Boris Rosen Jélomer, y Correspondencia Juárez-Santacilia, 1858-1867, publicado
por la Secretaría de Marina. En el primero, se reproduce El arpa del proscripto.
"Comprobé que era mala la información de Bueno, y sus indicios eran excelentes. A un ruiseñor no resultó
ser el poema que buscaba, aunque sí está emparentado con La Patriótica", asegura. Vargas también pudo
comprobar que las nociones tan queridas a Santacilia de la sabana y la palma, como imágenes
representativas de su terruño, aparecen una y otra vez a lo largo de su creación poética. Producto de las
investigaciones, Vargas pudo determinar además que el texto de La Patriótica es el poema titulado A Cuba,
de 1850, que Santacilia dedica a un amigo suyo, Matías M. Averhoff. Vargas sostiene que sería muy difícil
argumentar que este no es el auténtico raigón del cual surgen las palabras que entonamos los ticos con
honda devoción cívica.
Tras la pista de Maceo
Un sugestivo panorama de fin de siglo XIX es el telón de fondo para la narración sobre los años del general
cubano Antonio Maceo en Costa Rica, que realiza Armando Vargas Araya en su libro, el cual se espera que
llegue a la imprenta este año. La meticulosa investigación de Vargas penetra los más diversos intersticios del
tejido social: religión y literatura, política y economía, gastronomía y costumbres, relaciones exteriores y
colonización agrícola. Las figuras descollantes de la época -Rafael Yglesias, Bernardo Augusto Thiel, Minor C.
Keith y Antonio Zambrana- son actores primordiales del escrupuloso relato.
Maceo cultivó en suelo costarricense amistades dilectas, como la de Ricardo Jiménez Oreamuno y Manuel
González Zeledón (Magón), y se granjeó algunos adversarios, como Pío Víquez. De todos ellos se ocupa la
obra. Los adalides del modernismo, Rubén Darío en la poesía y José Martí en la prosa, son protagonistas de
primer orden en la recopilación histórica de Vargas. El vate nicaragŸense vivió nueve meses en San José,
donde conoció a Maceo y sobre quien escribió a lo largo de los años. Martí visitó el país dos veces, en 1893
y 1894.
Maceo nació en 1845 y murió en 1896. El autor ha elaborado una detallada cronología de esa media
centuria en tres columnas: vida del héroe, Costa Rica y Cuba, resto del mundo. La investigación de Vargas lo
llevó a escrutar valiosos registros documentales como los Archivos Nacionales y la hemeroteca de la
Biblioteca Nacional en San José; la Biblioteca Nacional José Martí, los Archivos Nacionales y el Centro de
Estudios Martianos, en Cuba; el Archivo Histórico del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Archivo Histórico
Nacional, el Archivo General de Indias y el Servicio Histórico Militar, en España, y la British Library y la Public
Records Office, en Londres, entre otros.
Armando Vargas es periodista y hombre de negocios. Fue jefe de redacción del diario La República; editor
de noticias de la agencia norteamericana AP en Nueva York y de la británica Reuter en Buenos Aires, y
corresponsal jefe de Excelsior de México en Washington. Fue Ministro de Información y Comunicación en la
administración del presidente Luis Alberto Monge (1982-1986). Posteriormente se desempeñó como
Director para Latinoamérica de Inmarsat, en Londres, durante seis años. Desde hace pocos meses ocupa la
vicepresidencia para Latinoamérica de ICO Global Communications

© 1999. LA NACION S.A.

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