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Para adentrarse en esas sabanas nada mejor que comenzar por los poemas de
Raúl Gómez Jattin, en especial los de su libro "Amanecer en el Valle del Sinú".
En él, así como en "Del amor", entre otras publicaciones, muestra las bellezas de
esa región a partir del centro de gravedad de su Cereté del alma —su
verdadera ciudad natal así haya nacido y muerto en Cartagena, "un pueblo lindo
con una cabellera tenue de nubes blancas"—, pero también evidencia un
provincianismo que al final no supo acoger a uno de nuestros mayores poetas de
la segunda mitad del siglo XX reduciéndolo a un demente, drogo y homosexual.
Una región de tremendos contrastes, que así como tiene ríos preciosos y
serranías imponentes, por el otro lado no está exenta de vilezas (el departamento
de Córdoba es considerado una de las cunas del paramilitarismo en Colombia),
que Gómez Jattin retrató con su poesía cruda y contundente, que lo convierten,
como dijo el gran Carlos Monsiváis, en un "autor excepcional de la historia de la
poesía de América Latina.
Y eso es lo que hace la última de las novelas del cartagenero Roberto Burgos
Cantor, "Ver lo que veo".
Muestra una ciudad dual, a la que durante el siglo XX llegan inmigrantes
expropiados de las zonas rurales circunvecinas, que construyen su asentamiento
con sus propias manos entre el fango de una ciénaga, mientras una clase
económica privilegiada padece el arribo de la decadencia y recuerda años de oro
de un ingenio azucarero cercano.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de
escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de
enero.