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http://www.lacasadelabiblia.es/Recursos/Articulos/lectiodivina1.htm
Cuando quieras sumergirte en la lectura orante, busca un lugar donde puedas estar con
tu Padre Dios. Confía en que Él te atrae a sí para hablar a tu corazón y colmarte de
bendiciones. No digas: “No tengo tiempo”, porque las horas de tu jornada están a tu
servicio, y tú no eres esclavo del reloj.
Invoca al Espíritu Santo, aguárdalo, sabiendo que es Él quien abre tu inteligencia para
comprender, quien engendra en tu corazón al mismo Jesús.
Lee: Elige un texto y comienza a leer. Intenta comprender qué dice el texto. Sin prisas.
No leas sólo con los ojos, procura imprimir el texto en tu corazón. Que tu lectura sea
escucha.
Medita: Cuando empieces a comprender, rumia las palabras en tu corazón y aplícalas a
tu situación, a tu vida. Pregúntate ¿qué me dice el texto? No pienses hallar lo que sabes:
eso es presunción; no lo que más necesitas: eso es consumismo; ni lo que te gustaría
encontrar: puedes caer en la subjetividad.
Déjate atraer por la Palabra. Asómbrate de que la Palabra quede depositada en tu
corazón. Acoge al mismo Dios que se te entrega. Celebra en tu interior su amor más
fuerte que la muerte, más poderoso que el pecado.
Ora: Habla al Dios que te besa a través de su Palabra. Confiado y sin temor, lejos de
toda mirada sobre ti mismo. Da gracias, intercede por los hermanos, por las situaciones
que el texto te haya traído a la memoria. Da curso libre a tus capacidades creativas de
sensibilidad en la oración.
Contempla: Tu silencio y el silencio de Dios se unen en una soledad acompañada,
rebosante de vida. Permanece. Déjate abrasar como la zarza ardiente que arde sin
consumirse. Acepta ser engendrado de nuevo para llegar a ser hijo de Dios.
Ama: Conserva lo que has visto, oído y saboreado en la lectio divina. Que repose en tu
corazón y en tu memoria mientras acompañas a hombres, mujeres y niños. Ponte en
medio de ellos y deja que rebose de tu interior la paz y la bendición que has recibido.
Actúa con ellos para volver a reencarnar en la historia a Jesucristo, la Palabra hecha
carne.
Dios te necesita para construir en el mundo “unos cielos nuevos y una tierra nueva”.
Vuelve a leer la Biblia desde la vida y para la vida. No te asusten las dificultades. Has de
saber que te aguarda un día en el que, viendo a Dios cara a cara, Él mismo te revelará
que has sido Biblia viviente, lectio divina para tus hermanos.
Dios te necesita para construir en el mundo “unos cielos nuevos y una tierra nueva”.
Vuelve a leer la Biblia desde la vida y para la vida. No te asusten las dificultades. Has de
saber que te aguarda un día en el que, viendo a Dios cara a cara, Él mismo te revelará
que has sido Biblia viviente, lectio divina para tus hermanos.
Historia
En su origen, la Lectio Divina no era sino la lectura de la Biblia que hacían los cristianos
para alimentar su fe, esperanza y amor, animando así su caminar. La Lectio Divina es
tan antigua como la propia Iglesia, que vive de la Palabra de Dios y depende de ella
como el agua de su fuente (DV 7, 10 y 21). De ese modo prolonga una tradición de las
comunidades pobres (anawin) del Antiguo Testamento.
La Lectio Divina es la lectura creyente y orante de la Palabra de Dios, hecha a partir de
la fe en Jesús que dice: “El Espíritu os recordará lo que yo os he enseñado y os
introducirá en la verdad plena” (Jn 14,26; 16,13). El Nuevo Testamento, por ejemplo, es
el resultado de la lectura del Antiguo Testamento que los primeros cristianos hacían a la
luz de la nueva revelación, en la que Dios, a través de Jesús, se manifestó a sí mismo
vivo en medio de la comunidad.
A lo largo de los siglos, esta lectura creyente y orante de la Biblia fue alimentando a la
Iglesia, a las comunidades, a los cristianos. Inicialmente no se trataba de una lectura
metódica y organizada, sino de la propia Tradición que se transmitía de generación en
generación, a través de la práctica del pueblo cristiano.
Orígenes fue el primero en utilizar la expresión Lectio Divina, afirmando que para leer la
Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención y constancia. “¡Cada día, como
Rebeca, tenemos que volver, una y otra vez, a la fuente de la Escritura!”. Y como lo que
no se consigue con el propio esfuerzo debemos pedirlo en la oración, nos dice también
Orígenes: “es absolutamente necesario rezar para poder entender las cosas divinas. De
ese modo -concluye- llegaremos a experimentar aquello que esperamos y meditamos”.
Finalmente, a todos los laicos: “Sólo a la luz de la fe y con la meditación de Dios, buscar
su voluntad en todo momento y descubrir a Cristo en todos los hombres, cercanos o
lejanos” (A.A. nº 4).
La Lectio Divina volvió a aparecer de manera nueva, sin título y sin nombre, en medio
de las comunidades, donde los creyentes retomaron la lectura de la Palabra de Dios.
Últimamente comienza a ser cultivada y estudiada, en distintos ambientes eclesiales.
Guigo, un monje cartujo que vivió en el siglo XII, se imaginaba el itinerario de la Lectio
Divina como una escalera de de cuatro peldaños. El primer peldaño es la lectura, el
segundo la meditación, el tercero la oración y el cuarto la contemplación. Esta escalera
es la que une la tierra con el cielo. El mismo describe así estos cuatro momentos:
Aunque estas cuatro etapas no siempre siguen el mismo orden ni siempre se dan todas,
puede ser útil describir con más detalle en qué consiste cada una de ellas:
LECTURA: Es el punto de partida y debe hacerse con atención y respeto. Consiste en leer
y releer el texto, identificando a los personajes y la acción, preguntándose por el
contexto y los destinatarios. Hay que tener en cuenta los factores históricos (¿En qué
época se sitúa la acción? ¿Cuál era la situación de los destinatarios?), literarios (¿Qué
recursos literarios utiliza el autor? ¿Se trata de un relato, un poema, un código legal...?)
y teológicos (¿Qué experiencia de fe transmite? ¿Qué nos dice ècerca de Dios, del
mundo, de la historia, de nosotros mismos?). Es muy importante acercarse al texto sin
prejuicios y sin proyectar nuestra subjetividad. La pregunta que debemos hacernos en la
primera etapa del itinerario es esta: ¿Qué es lo que decía el texto en su contexto?
ORACIÓN: La lectura y meditación del texto nos conducen a la oración. Con ella se inicia
la segunda parte del diálogo. Hasta ahora hemos intentado escuchar a Dios que nos
habla en su Palabra, pero esta escucha nos mueve a dirigirnos a aquél cuya palabra
hemos escuchado. En la oración entran en juego el corazón y los sentimientos. Es una
respuesta profundamente nuestra, que se expresa en la súplica, la alabanza, la acción
de gracias, el reproche.... La pregunta aquí es: ¿Qué es lo que el texto me hace
decir a Dios?
de Dios, que lleva al compromiso y a la acción para hacer presente en el mundo dicho
designio salvador.
Tienes ante tus manos, una escalera de cuatro peldaños que une en doble dirección
el cielo con la tierra -decía Guido, monje cartujo del siglo XII-, a través de la cual los
cristianos han meditado provechosamente la Palabra de Dios como fuente de oración
y de compromiso. Es un ejercicio ordenado y metódico de escucha personal de la
Palabra. No siempre se dan todos estos escalones; no siempre siguen un mismo orden;
pero sigue siendo un sabio método para entrar en diálogo con Dios. En el encuentro
con la Biblia sucede lo que con las personas: hasta que no se entra dentro del otro no se
le conoce de verdad, en clima de confianza mutua.
http://www.architoledo.org/lectdiv/Default.htm
"Como de la fría piedra golpeada por el martillo saltan chispas
incandescentes, así de la lectura de la palabra divina, por la inspiración del
Espíritu Santo, brota el fuego" (San Gregorio Magno).
1º. Lectura
Leer y releer el texto con atención, unción y respeto, preguntándose por el contexto
y los destinatarios, teniendo en cuenta la situación histórica, los recursos literarios
empleados por el autor humano, y los contenidos revelados que, a través de él,
pretende transmitir el Autor principal. Por todo ello resulta muy útil la lectura de las
notas de la Biblia y la referencia a textos paralelos. Leer y releer bien es escuchar en
profundidad, refiriéndolo todo a Jesucristo, Palabra del Padre; es "aprender a conocer el
corazón de Dios en las palabras de Dios" (San Gregorio Magno). Hemos de fijarnos con
sosiego quiénes son los protagonistas, qué hacen, quién habla, a quién, etc. La pregunta
fundamental que nos hacemos en este primer escalón de nuestro itinerario de subida:
¿Qué es lo que decía el texto en su contexto?
2º. Meditación
Rumiar el texto hasta descubrir el mensaje que encierra para nosotros hoy, aplicado a
nuestra situación actual, concreta. Como María que "guardaba todas estas cosas en su
corazón", se trata de buscar el centro de gravedad del texto, para almacenar lo
fundamental, como la hormiga en sus graneros de inviero, como la abeja para elaborar
la miel en su celda, una vez extraído de las flores el nectar. Supone esfuerzo de reflexión
para meditar desde nuestra situación personal: ¿Qué me dice la Palabra? ¿Quién me
dice? Lo que sucedió entonces, también ahora se actualiza en mí. La pregunta de este
segundo peldaño ascendente es: ¿Qué me (nos) dice el texto en mi (nuestra)
situación actual?
3º. Oración
De la meditación brota la oración, como respuesta al Señor que ha hablado. La escucha
de la Palabra nos mueve al diálogo y coloquio con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu
Santo. En la oración entran en juego también el corazón y los sentimientos,
traduciéndose en expresiones de alabanza, acción de gracias, súplicas, petición
de perdón. Oro con el texto -hago mía la Palabra- y brota la oración viva. La pregunta
fundamental de este tercer paso es: ¿Qué es lo que el texto me (nos) hace decir a
Dios?
4º. Contemplación y Compromiso:
"Llamad orando y se os abrirá por la contemplación" (Guido el Cartujo). Entonces
nuestra atención se centra en la contemplación silenciosa del misterio de Jesucristo, y
en Él, del Padre y del Espíritu de ambos, como ocurre en la cima del Tabor de la
Transfiguración. Nuestra atención pasa de la Palabra hablada y escuchada a Aquel que
habla. Me postro, y, en silencio, adoro a Dios, le miro, me mira, y me inunda de alegría.
La contemplación nos proporciona -desde la montaña- una nueva mirada sobre Dios, el
hombre y el mundo, y revela cuál es su Voluntad para con nosotros, para elegir según
Cristo, como Él, aquí y ahora (discernimiento). Por eso la contemplación verdadera no
desemboca el corazón del yo -propio de otras visiones orientales-, sino que lleva a
compartirla con los hermanos en el grupo (compartir), y a convertirla -bajando ya al
valle de la vida- en acción (respuesta), mediante el compromiso de encuentro con los
hermanos. La Palabra da frutos, se realiza en nuestra vida, se transforma en acción de
Dios y nuestra; es -como Palabra incandescente- testimonio, anuncio evangelizador y
compromiso con los hombres. La pregunta entonces es silencio que contempla y
compromete ante el misterio insondable de Dios.
http://www.discipulasdm.org/PAST/biblia/lectio_2002/lectio_metodo3.htm
Invocamos al Espiritu
Palabra (Lectura), aprendiendo a vivir como Él vivió (Meditación), suplicando fuerza y luz
para sus pasos (Oración) y trabajando por el advenimiento del Reino (Contemplación).
Veamos más detenidamente estos cuatro peldaños, válidos tanto para orientar
experiencias oracionales individuales como comunitarias.
- Se trata, simplemente, de leer, leer y releer la Biblia hasta familiarizarnos con ella. La
Biblia no es un libro anticuado e insignificante para nuestra vida, sino ACTUAL Y
SIGNIFICATIVO. Tiene mucho que decirnos sobre nosotros mismos, sobre el mundo y
sobre el momento histórico que vivimos. Pero para descubrir ese nexo entre la Palabra,
escrita hace siglos, y nosotros, es preciso leer de forma constante y continua,
perseverante y diaria.
Tras responder a la pregunta ¿qué dice el texto?, ahora abordamos otra cuestión:
¿qué me dice el texto a mí, a nosotros? Se trata de actualizar el mensaje y entrar
en diálogo con el Dios que nos habla, en él, aquí y ahora.
¿Cómo podemos hacer la meditación?
A través de una serie de preguntas que establecen una conexión entre el texto y
nuestra vida:
¿Qué diferencias y qué semejanzas encontramos entre la situación del texto y la
nuestra?
¿Qué conflictos del pasado existen todavía hoy?
¿Cuáles son diferentes?
¿Qué dice el mensaje del texto para nuestra situación actual?
¿Qué cambio de comportamiento me sugiere a mí?
¿Qué quiere hacer crecer en mí, en nosotros?, etc.
La pregunta de este tercer escalón es: ¿qué me/nos hace decirle a Dios el
texto?
En este momento especialmente dedicado a la oración, el creyente responde a
Dios, movido por el Espíritu. Puede hacerlo valiéndose de los salmos (como hizo el
mismo Jesús), de oraciones ya existentes, de cantos o de palabras brotadas
espontáneamente de sus labios al hilo de la experiencia.
. Contemplatio: «Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció... "Bien vista tengo
la aflicción de mi pueblo en Egipto. He escuchado y he bajado para librarle"»
(Éx 2,25; 3,7-8)
http://www.ocarm.org/lectio/lectesp1.htm
La frase latina "Lectio Divina" significa "lectura divina" y describe el modo de leer la
Sagrada Escritura: alejarse gradualmente de los propios esquemas y abrirse a lo que
Dios nos quiere decir. En el siglo XII, un monje cartujo, llamado Guigo, describió las
etapas más importantes de la "lectura divina". La práctica individual o en grupo de la
Lectio Divina puede tomar diversas formas, pero la descripción de Guigo permanece
como fundamental.
Guigo escribió que la primera grada de esta forma de rezar es la lectio (lectura). Es el
momento en el que leemos la Palabra de Dios lenta y atentamente, de modo que
penetre dentro de nosotros. Para esta forma de oración se puede escoger cualquier
breve pasaje de la Escritura.
La segunda grada es la meditatio (meditación). Durante esta etapa se reflexiona y se
rumía el texto bíblico a fin de que extraigamos de él, lo que Dios quiere darnos.
La tercera grada es la oratio (oración), es el momento de dejar aparte nuestro modo de
pensar y permitir a nuestro corazón hablar con Dios. Nuestra oración está inspirada por
nuestra reflexión de la Palabra de Dios.
La última etapa o grada es la contemplatio (contemplación), en la cual nos
abandonamos totalmente a las palabras y pensamientos santos. Es el momento en el
cual nosotros sencillamente reposamos en la Palabra de Dios y escuchamos, en lo más
profundo de nuestro ser, la voz de Dios que habla dentro de nosotros. Mientras
escuchamos, nos estamos transformando gradualmente por dentro. Evidentemente esta
transformación tendrá un efecto profundo sobre nuestro comportamiento y, cómo
vivamos, testimoniará la autenticidad de nuestra oración. Debemos meter en nuestra
vida de cada día lo que leemos en la Palabra de Dios.