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GUÍA No.

PRIMERA SEMANA (I): EL MAL EN LA HISTORIA

MISTERIO DE INIQUIDAD

NUEVO PASO EN EL PROCESO

En las anteriores meditaciones es posible que hayas percibido algunos sentimientos


que deberías mantener presentes para el proceso de discernimiento que adelantarás en los
siguientes ejercicios.

Tienes a continuación varios signos indicativos que indicarán tu avance en este


proceso:

• Has asumido seriamente la necesidad y el propósito de ordenar tu vida según el


proyecto de Dios.
• Vas sintiendo el llamado a que tu vida, criterios, intenciones, actitudes, hechos y
palabras, sean la expresión de una existencia que glorifica al Padre.
• Tienes mayor conciencia de que eres creatura hecha a imagen de Dios, amada
por Él tal como eres.
• Te has sentido llamado a reproducir la imagen de Jesús, por la acción de su
Espíritu, para conformar una familia de hermanos cuyo primogénito es Jesús.
• Experimentas un mayor deseo de abrirte a la comunicación con tu Señor y de
ser espiritualmente libre.
• Has purificado tu imagen de Dios gracias a lo que él te ha manifestado de sí
mismo y te sientes más cercano al Dios, Padre cariñoso de Jesús.
• Sientes que la creación entera ha sido puesta en tus manos para que la disfrutes
ordenadamente y contribuyas a formar un mundo más justo, solidario y fraterno.
• Quizás percibes también en ti motivaciones y tendencias ocultas que pueden
estorbar tus decisiones libres y comprendes que debes hacerte indiferente para
poder desear y elegir lo que más conduce para el fin para el que fuiste creado.

En cuanto a la manera misma de hacer los Ejercicios, pregúntate si ha mejorado tu


capacidad para orar de manera más constante y natural, si te has hecho más consciente de
que Dios es quien lleva la iniciativa, si eres más perceptivo en tu examen de la oración.

FIN QUE SE PRETENDE


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El principio fundamental en todo lo referente al pecado durante la primera


Semana es que solo el amor de Dios revela lo que es el pecado. Todo otro conocimiento
del mismo es superficial; tu propio punto de vista no sirve aquí, es pobre o
desacertado, racionaliza, disminuye o exagera.

La primera Semana no es, pues, de carácter moral o psicológico. Es una experiencia


teológica. Por eso la revelación del pecado está en relación imprescindible con tu fe en un
Dios misericordioso. Estás llamado a crecer siempre en el sentido realista y salvífico del
pecado, un proceso que dura toda la vida. Es importante reconocer el pecado y
simultáneamente el perdón ofrecido por Dios, “rico en misericordia”. En el misterio de
iniquidad se nos revela el rostro misericordioso de Dios: «cuando el pecado aumentó, Dios
se mostró aún más bondadoso» (Ro 5, 20).

San Ignacio quiere que en esta Semana experimentemos a Jesús como Salvador.
Este aspecto nuclear de nuestra fe, aunque un poco desdibujado hoy, tiene que ver con la
revelación de un Dios que no puede hacer otra cosa que amarnos indeficientemente. Se
trata de llegar a una experiencia viva y profunda de este amor, hasta poder decir con San
Pablo que el amor de Dios es invencible: «nada podrá separarnos del amor que él nos ha
demostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Ro 8, 38-39). Pero esta conciencia no la
puedes producir tú: es un don, una gracia libremente regalada y recibida.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

Demandar «vergüenza y confusión de mí mismo…viendo cuántas veces yo


merecía ser condenado para siempre por mis tantos pecados» (EE. 48).

Las palabras que lees en el texto tienen el riesgo de orientarte por un camino
desviado. Podrías cosechar una rabia impotente y una gran frustración si solo consigues
hacerte más consciente de que tú mismo te has puesto en tales circunstancias de esclavitud
y falta de libertad. En realidad lo que pedimos está más allá de nuestras capacidades. Tiene
que ser concedido, regalado. Es una gracia y por lo tanto hay que suplicarla. Y lo que pides
es quedar profundamente confundido por tu ingratitud ante el continuo derroche de la
misericordia de Dios en Jesucristo, que cuando abundó el pecado en ti, hizo sobreabundar
para ti la gracia. Para comprender el verdadero sentido de esta “vergüenza y confusión”
convendría ver la significación que Ignacio da a estas palabras en los Ejercicios (74) y en la
Autobiografía (32-33).

TEXTO IGNACIANO

Todo el texto de este primer ejercicio (45-54), que evidentemente está elaborado en
un lenguaje muy diferente del nuestro de hoy, proviene, palabra por palabra, de la
experiencia profunda que vivió Ignacio a partir de su propia conversión. Hay que conocerlo
a él y sus escritos para saber lo que quiere expresar. Está destinado a guiar tu experiencia
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espiritual de oración hacia el encuentro con la esplendidez de la misericordia que él


descubrió en su peregrinación espiritual. En su concisión y dureza se adapta bien a sus
recomendaciones: «porque la persona que contempla…discurriendo y raciocinando por sí
mismo y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir la historia…es de
más gusto y fruto espiritual» (EE 2).

En este primer ejercicio Ignacio quiere que tomes conciencia de que eres miembro
solidario del género humano y de su suerte. Tus opciones afectan a otros y a la vez tú eres
afectado por los demás, para bien o para mal. La gradación de las creaturas (ángeles,
primera pareja, cualquier hombre), busca hacer una presentación a la vez histórica y causal
del pecado. Era lo que mejor daba razón en su tiempo de la omnipresencia del pecado y del
mal. Utiliza ahora lo que más te ayude a percatarte y a hacerte presente a esa proliferación
del mal en el mundo y en la historia, y a tu propia complicidad con él.

Este ejercicio podría parecerte externo a ti, pero te envuelve ya con las
comparaciones que sugiere el texto (EE 50-52). Permite que aflore todo el egoísmo, el
orgullo, la rabia, la autocomplacencia, que han estado detrás de tantas acciones tuyas y
compáralas con un solo acto de rebeldía o desobediencia. Además, el contexto cósmico de
esta meditación que presenta el pecado, sus consecuencias y la lucha contra él en
perspectiva universal, tiene una intencionalidad claramente apostólica.

La meditación te pone ante procesos de pecado ya concluidos, llegados a su


término, inmodificables, juzgados. Y en cambio tú, ¡tan semejante a quienes han estado
involucrados en esas situaciones, te experimentas ahora salvado! Puedes colocarte ante el
Señor que muere en la cruz por tus pecados, como te lo sugiere el coloquio de la primera
meditación (EE 53-54). De este primer encuentro con Jesús, tu Salvador, ha de brotar
espontáneamente una inmensa admiración y gratitud, a la vez que vergüenza y
confusión.

El ejercicio es en verdad un concentrado fuerte en el que el texto nos presenta todo


el antagonismo entre el bien y el mal, el poder y la ubicuidad invasora del mal, pero
también la contraofensiva abrumadora del bien. Este choque se da en la historia, desde sus
orígenes, en nuestras estructuras sociales, en ti mismo. Los resultados son muy diversos,
pero de hecho triunfa muchas veces el mal por la complicidad de las voluntades.

Tal antagonismo se dio dramáticamente en la vida de Jesús y llegó a su máxima


confrontación en la cruz, donde la victoria del bien y del amor sobre el mal fue aplastante.
Desde allí se hizo posible enderezar los corazones y la historia. «Pues por el delito de un
solo hombre, muchos murieron; pero el don que Dios nos ha dado gratuitamente por medio
de un solo hombre, Jesucristo, es mucho mayor y en bien de muchos» (Ro 5, 15). Por eso la
dinámica de esta meditación se encamina, toda ella, hacia el coloquio con Jesús puesto en
cruz, muerto por mis pecados. «Ustedes antes eran extranjeros y enemigos de Dios…ahora,
Cristo los ha reconciliado mediante la muerte que sufrió en su existencia terrena» (Col 1,
21-22); «Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió
por nosotros (Ro 5, 8).
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El Coloquio (EE 53) se hace «imaginado a Cristo nuestro Señor delante y puesto en
cruz», que de Creador se ha hecho hombre, y de vida eterna muerte temporal, «por mis
pecados». Este hombre, Jesús de Nazaret, condenado por blasfemo y rebelde a morir en el
máximo tormento de represión, es el Hijo de Dios, que de este modo ha venido a ser tocado
por el poder destructor y aniquilante del pecado. Ante este Jesús, el ejercitante coloca su
vida entera, pues acaba de ver la manera como Jesús colocó la suya para salvarlo. Son dos
vidas que se quieren unir y poner en estrecha relación ¿Qué he hecho, qué hago, que debo
hacer por Cristo, viendo lo que Él hizo y quiere hacer por mí? Relación también con el
Padre y con el Espíritu; y con un “nosotros comunitario” en la historia concreta («discurrir
por lo que se ofreciere»).

FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA

El texto de los Ejercicios es fuerte, nos confronta con las posibilidades extremas del
poder del pecado obligándonos a sacar a la superficie lo que verdaderamente creemos con
relación a él. Sin embargo, para algunos puede resultar demasiado duro. En concreto, si
eres una persona con tendencia a los escrúpulos, si te cuesta superar el pensamiento del
pecado y no consigues gustar la esperanza y el gozo del perdón, o si tienes una imagen muy
negativa de ti mismo, quizás te convenga hacer este primer ejercicio con la ayuda de
algunos textos de la Escritura.

Pero lo más importante es que tomes conciencia de que la primera Semana no está
destinada a sumirte en la tristeza y desolación de haber pecado, sino todo lo contrario:
apunta a abrirte a la alegría y a la gratitud hacia Dios que tomó la iniciativa de salvarte;
Dios que se adelantó y te demostró su amor cuando, siendo todavía pecador, Jesús murió
por tus pecados (cf Ro 5, 8ss).

Una impresionante oración de admiración y gratitud nos la ofrece el quinto punto de


la meditación de los pecados (EE 60): «Exclamación admirative con crecido afecto…».
Igualmente, los “coloquios de misericordia” que afloran a lo largo de los diversos ejercicios
de esta semana (EE 53, 61, 63, 71).

Textos bíblicos

• Reconocimiento de cómo Dios me libera del pecado sin mérito de mi parte.

Lc 15, 1-10: la oveja perdida


Eclo 18, 1-14: la misericordia divina
Is 1, l6-18: aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos
como la nieve

• Toma de conciencia de mi condición de pecador y asombro ante el espléndido


amor de Dios.

Lc 15, 11-32: el hijo pródigo y el amor de su padre


Lc 16, 19-31: el rico y Lázaro: el pecado como separación
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1 Ti 1, 12-17: Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo
soy el primero

• Experiencia agradecida del amor de Dios y de la misericordia que ha tenido


conmigo hasta ahora.

Jn 3, 14, 18: Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único
Col 2, 14 Dios anuló el documento de deuda que había contra nosotros y que nos
obligaba; lo eliminó clavándolo en la cruz
Sal 51: misericordia, Dios mío
Sal 103: bendice, alma mía, al Señor
Sal 116: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Sal 89: cantaré eternamente la misericordia del Señor

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