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A finales del siglo xix, Rusia era un país atrasado en relación con el resto
de Europa. Su sistema político seguía siendo el absolutismo, mientras que
sus estructuras sociales y económicas se encontraban anquilosadas por la
rémora del pasado. Rusia era predominantemente agrícola. Los campesinos
representaban el 80% de la población, pero la tierra estaba en manos de una
nobleza que mantuvo al campesinado en un régimen de servidumbre hasta
que, en 1861, el zar Alejandro ii la abolió. Junto a su liberación, los campesi-
nos recibieron una parte de la tierra que habían trabajado durante largos años,
por la que tuvieron que pagar importantes cargas a los señores. Esta situa-
ción no significó un cambio importante en las vidas de los campesinos, que
siguieron dominadas por la escasez y la miseria, por lo que muchos de ellos
emprendieron el camino hacia las ciudades donde se estaba desarrollando
una industria incipiente.
En las dos últimas décadas del siglo xix, Rusia se fue industrializando con
la ayuda de una fuerte presencia de capital extranjero. La industrialización
implicó transformaciones económicas y sociales similares a las acontecidas
en otros lugares de Europa, así la población asalariada fue en aumento y los
obreros rusos tuvieron que soportar las mismas largas jornadas de trabajo o
el cobro de salarios mínimos. Sin embargo, hubo una cuestión que difirió del
resto del continente: la importante concentración de trabajadores que se dio en
las fábricas rusas. Casi la mitad de los obreros trabajaban en empresas de más
de 500 operarios, ambiente que favoreció la rápida conciencia de clase de este
nuevo proletariado. Otra circunstancia, que la diferenciaba en esos momentos
de Europa, era la falta de derechos sindicales y de huelga, por lo que cualquier
protesta, y la consiguiente represión, implicaba graves enfrentamientos con
empresarios y poderes públicos.
El zar Nicolás ii, que accedió al trono en 1894, dirigía el país de forma
absolutista, apoyado en un gran ejército y en la iglesia ortodoxa. El zar estaba
en contra de cualquier cambio que implicara una merma de sus poderes, por
lo que no aceptaba ningún tipo de control ni de representación política. En los
años de cambio de siglo, aparecieron grupos opositores al zarismo desde dife-
rentes estamentos de la sociedad. La primera oposición vino del medio rural,
donde los anarquistas promovían el cambio en la estructura de la propiedad
agraria y la transformación de la sociedad, apoyándose, en más de una oca-
sión, en acciones violentas. En 1901, se fundó el partido Social Revoluciona-
rio, que defendía principalmente los intereses de los campesinos, a quienes
señalaba como sujetos de la futura revolución.