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El tema del autorretrato siempre nos interesó. Sin embargo, no abundan estudios teóricos sobre el
tema. Tampoco existe en el mercado de arte mucha demanda o interés por éste dada su condición de arte
restringido al círculo de la expresión personal del artista y, por tanto, muy sui generis. Generalmente, el
interés por su adquisición surge cuando el artista muere. En Puerto Rico, se han presentado anteriormente
varias exposiciones que incluyeron el tema del retrato y el autorretrato. Dos de ellas fueron organizadas por
el artista Domingo García: la primera en abril de 1960, en la Galería Campeche; y la segunda, en 1989, en
la Galería Latinoamericana; ambas en San Juan. El Instituto de Cultura Puertorriqueña presentó una
exposición con el tema en octubre de 1965. Además, en 1993 la Asociación de Mujeres Artistas de Puerto
Rico presentó la muestra: Nuestro Autorretrato. La mujer artista y la autoimagen en un contexto
multicultural. Como vemos, la bibliografía no es extensa.
Para esta muestra seleccionamos obras realizadas en el medio de la pintura, para darle mayor
unidad, y porque el espacio físico de la Sala de Exposiciones, en este momento, no nos permite un escogido
amplio que abarque otros medios como el grabado, el dibujo, la fotografía, la escultura y la instalación,
entre otros. Se escogieron autorretratos tradicionales, otros simbólicos, testimoniales, metafóricos y otros
que no necesariamente presentan los rasgos del artista. Algunos captan las emociones y cambios de
expresión, otros plasman cambios físicos y psicológicos, y otros reflejan la historia del artista. Sin embargo,
fueron muchas las pinturas que no pudimos incluir. Para aquellos interesados, conservamos en nuestro
Centro de Documentación una lista de los autorretratos que se presentaron, a partir de 1930, en las
exposiciones organizadas en Puerto Rico. (Recopilación de Rafael Rodríguez, estudiante voluntario).
El autorretrato es una variante del retrato, en donde el artista dirige la mirada sobre sí mismo. Sin
embargo, según nos consta en sus comentarios, cada artista se autorretrata o se autocontempla por
diferentes razones: “para plasmar mi sentir y pensar sobre la realidad de cierto momento histórico y
existencial” (Colón Guzmán); “para confesar y brindar al público la vulnerabilidad íntima de mí mismo”
(Fonseca Vázquez); “para descubrir algo más acerca de mi propia identidad, de mi existencia
psicobiológica” (García Dávila); “para la experimentación formal” (Lind Ramos); “para conocerse mejor,
reflexionar, plasmar un sentir interno, hacer concreto un estado de ánimo” (Marichal Lugo); “para dar
testimonio visual del paso del tiempo por la propia imagen” (Martorell Cardona); “para dejar huellas”
(Millán Alvarez); “para presentar la esencia de una persona” (O’Neill Becerra); “como ejercicio retador,
experiencia emocional y un poco de vanidad” (Ortiz Meléndez); “para perpetuarnos después de la muerte,
para afirmarse en la jerarquía social o espiritual, o simplemente, “como estudio anatómico del rostro”
(Trelles Sosa); “por la proximidad y facilidad con el modelo, que soy yo mismo” (Rosado del Valle).
Exhortamos al público en general a observar con detenimiento cada uno de estos rostros que nos
miran insistentemente y expresan una gama de emociones y sentimientos para que nosotros, los
espectadores, podamos contemplar su yo interior y nos hagamos partícipes de su mundo.
Corría el año de 1900 y el joven Pablo Picasso firmaba, no una, sino tres veces, Yo, el rey, en un
pequeño autorretrato; ese mismo año, entre los pequeños retratos que exhibiera en el café Els Quatre Gats, en
Barcelona, uno llevaba el título de Yo, pero la imagen de factura tenebrista se parecía más a un joven Beethoven
que al genio en ciernes que debutaba, ya, como genial caricaturista y competente retratista. En el catálogo de la
exhibición Picasso and Portraiture (1996), el entonces Director de Pintura y Escultura del Museo de Arte
Moderno de Nueva York, Kirk Varnedoe, en su brillante ensayo sobre los autorretratos de Picasso, comentaba
que el artista todavía estaba reacio a dirigir sus precoces habilidades como caricaturista sobre su semblanza, a
modo de caracterización (lo que sí había hecho con amigos y conocidos). Picasso no había decidido la manera
en que proyectaría la imagen propia al escrutinio del mundo de las artes. No tardaría mucho en develar dos
obras maestras con las que daba inicio al asunto. En ellas señalaba parámetros de lo que a lo largo de su vida
rasgos realistas, y las infinitas metáforas artísticas, sicológicas y autobiográficas, que este género exigía para ser
una obra maestra, y no una mera semblanza, fue algo que comprendió, cuando apenas había cumplido la
mayoría de edad. Dos obras de 1901 -Yo Picasso, hoy en una colección privada (de marcada aproximación al
fauvismo), y Autorretrato, en el Musée Picasso (éste pintado en el sombrío estilo azul)- son de sus primeros
iconos de identidad física y mítica. El énfasis en elementos de estilo, prestados u originales, que fungen como
agentes catalíticos de caracterización en estas dos pinturas, ejemplifica la ascendencia de los aspectos formales,
con vida propia, en el autorretrato del siglo XX.
Picasso fue uno de los primeros en perpetuar y asegurar la supervivencia del autorretrato hasta el
presente, gracias a la metamorfosis de forma y substancia que él provocó en el mismo. En las palabras de
Varnedoe: “As one upshot of his overall fusion of truth-seeking and myth making, this process involved
dis •cov•ery, disclosure, and disguise in varying dialogue.” Este incidente en la vida del gran genio es
paradigmático de cómo, con su mirada irreverente y su magistral invención, re-definió géneros y diversificó
procedimientos y técnicas del pasado, para dar vida nueva al concepto de lo que sería arte durante el siglo XX.
Logró una fusión de lo real -la búsqueda de la verdad- y la posibilidad para la creación de un nuevo mito -para
que se (diera) el descubrimiento, la revelación y también el enigma- propios al dis curso del gran arte...
particularmente en el autorretrato.
Un vistazo general a la génesis del autorretrato y a su evolución durante los seis siglos de su existencia,
ayudan a definir la peculiaridad del género. El retrato tiene una existencia de miles de años, el autorretrato tan
sólo de siglos. Explicar las razones de por qué esto fue así requeriría mucho más espacio de lo que aquí
disponemos y, además, no es necesario para nuestro propósito. Lo que se quiere es dar un marco de referencia
que permita entender mejor y apreciar la muestra que se nos ofrece de pinturas del autorretrato en Puerto Rico.
Por lo tanto, lo que sigue no debe de entenderse sino como una selección mínima que informe sobre la
evolución del autorretrato, a grandes rasgos, desde el Renacimiento hasta el presente. El énfasis estará en
señalar sus múltiples roles, desde sus inicios, y destacar la variedad de funciones expresivas, sociales,
sicológicas, etc., que marcaron su evolución y variedad entre los otros géneros de las artes plásticas.
Un autorretrato no es otra cosa que un retrato de uno mismo. Hay dos puntos que se deben tener en
mente cuando se escribe o dialoga sobre el autorretrato. El primero es, que nadie se puede ver del cuello hacia
arriba, ni aún el más genial de los artistas. Nuestra faz está vedada a nuestra mirada. Tan sólo la podemos
conocer por la imagen que se refleja en un espejo o por otra representación, i.e. una fotografía o un boceto que
se ha hecho por otra persona, nunca nos podemos mirar la cara. El segundo punto tomaría en cuenta las razones
para la tardía aparición del genero del autorretrato entre otros de las artes plásticas (apareció por vez primera
hace aproximadamente seis siglos).
La explicación de por qué esto fue así sería larga y muy compleja; simplificando peligrosamente el
asunto, se podría decir lo siguiente. Cánones sociales y religiosos asignaron jerarquías al arte mimético (de la
imitación de la naturaleza) desde sus inicios, particularmente cuando del cuerpo humano se trataba. Es lo que
podríamos llamar la mística o hieratismo que rodeaba la representación de un ser humano -tenía que haber una
razón muy poderosa para que se pudiera reproducir la apariencia de quien fuera digno de esa distinción. El
artista-pintor fue considerado por siglos como un mero artesano, uno que se ganaba la vida laborando con sus
manos, y no se le reconocía fama individual alguna que lo hiciera meritorio de representarse a sí mismo. Dante
Alighieri, el gran poeta de la Divina Comedia (1306), fue el primero en reconocer a su contemporáneo, Giotto
di Bondone (1266-1337) -considerado hasta hoy como uno de los creadores de la pintura moderna occidental-
como un ‘hombre de fama’. Es decir, reconocía a un pintor como a los literatos de su día, los poetas, que sí se
consideraban dignos de este reconocimiento por ser su pensamiento lo que les distinguía, y no una labor física.
De Dante había retratos contemporáneos, pero habría que esperar al próximo siglo para reconocer los primeros
autorretratos de pintores (italianos y neerlandeses).
En el Protorrenacimiento (1401-1490), dos ejemplos sobresalientes que indican el surgimiento
incógnito del autorretrato, son de dos geniales artistas (conocidos por sus apodos): Masaccio (Tommaso di Ser
Giovanni di Mone, 1401-1428) y Botticelli (Sandro Filipepi, 1445-1510). Ambos se incluyen como modelos de
personajes en sus obras, en compañía de muy excelso rango. En el fresco del Tributo, una de las historias de la
vida de San Pedro en la Iglesia de Santa María del Carmen, en la Capilla Brancacci, en Florencia, Masaccio
aparece como uno de los apóstoles (muchos de los otros ‘apóstoles’ son sus amigos artistas); todos rodean a
Cristo que está dando órdenes a Pedro para que pague un tributo que se le exige. El creciente realismo permitió
que, anónimamente, se incluyeran como modelos al artista y sus amigos. Años después, Botticelli se colocó en
primer plano pictórico como uno de los acompañantes de los Reyes Magos en una de sus Adoraciones; en esta
pintura se retrata a varios miembros de la familia de los Medici como modelos de los personajes que adoran al
niño Jesús. Estos son dos ejemplos, entre otros que se podrían citar, de la primera aparición de autorretratos en
el nuevo diálogo entre lo sagrado y lo secular, que el humanismo renacentista hizo posible.
La costumbre de retratar a miembros de la nobleza, religiosos, ricos burgueses y mecenas de las artes
como parte de las historias sagradas, o flanqueando la historia central en el rol de donantes, estaba ya
generalizada durante el siglo XV en Italia y sobretodo en Flandes. Es en ese siglo que la pintura neerlandesa
tiene uno de sus capítulos más brillantes en la producción de retratos de impresionante realismo.
La excepcional fama, por no decir notoriedad artística, de El retrato de Giovanni (?) Arnolfini y su
mujer (1434), es paradigmático de la exquisita factura de estas pinturas y a la vez documenta el ascendente rol
del artista en la sociedad. En un espejo circular, colocado al fondo de la habitación en que se encuentra la
pareja, se puede ver, a la inversa, todo el interior de ésta, e incluye en su reflejo nuestro espacio, el del
espectador frente a la obra. Reflejados en el espejo se encuentran un desconocido y el artista. Una inscripción
encima del espejo lee: Jan van Eyck estuvo aquí. Esta pequeña obra maestra no sólo documenta la unión del
mat•ri•mo•nio Arnolfini, sino que señala enfáticamente el emergente reconocimiento del artista como
II. Autocontemplación
Cien años de autorretratos puertorriqueños
La acción de contemplar, dice uno de muchos diccionarios, es: a. aplicar la mente a un objeto o idea,
b. mirar durante largo tiempo y concentración, y c. complacer, ser muy condescendiente con alguien. Cuando
Flavia Marichal Lugo, curadora, y su equipo colaborador, decidieron llamar a la muestra Autocontemplación, y
no Autorretratos, me sospecho que querían definir más su selección, es decir, lo que ellos buscaban en las obras
que la constituyen, pues su meta era enfatizar el retrato interior del artista sobre su dimensión mimética. No hay
nada malo en la selección del título, aún cuando el vocablo no existe en español; al acuñarlo -como se hace en
mucha de la literatura de las artes plásticas contemporáneas - su intención es la de desplazar con el título la
mirada de identificación por parte de los espectadores, y dirigirla a una mirada que sea iconográfica, que
analiza, cuestiona e interpreta los autorretratos como una búsqueda de identidad íntima.
Siguiendo los parámetros que el título sugiere, los tres significados que se citan son un punto de partida
no sólo para el trabajo del artista, sino para mejor apreciar los cuarenta y cuatro autorretratos que se nos
ofrecen. El comentario de varios artistas sobre su proceso de invención, se incluye para indagar en aspectos y
categorías que informan sobre su auto-reflexión. Usar la imagen propia como un tropo variable de inagotables
propuestas plásticas y conceptuales, es uno de los grandes retos de todo pintor. La historia del género que
hemos esbozado anteriormente, bien lo ilustra en el pasado; ahora la mirada tiene que dirigirse hacia la muestra.
Perdido un supuesto autorretrato de José Campeche (reproducido por Ramón Atiles y Francisco Oller),
le toca ser el primero en dejar su semblanza para la historia de las artes en Puerto Rico a nuestro gran maestro
decimonónico Fran•cisco Oller y Cestero (1833-1917). Fue él también el primero en viajar desde su querida
isla a Europa, a España y Francia, para seguir estudios avanzados como pintor. Su presencia en el taller de
Courbet le brindaría la oportunidad de conocer el Realismo directamente del sumo pontífice del estilo. Courbet
consideraba la pintura realista como un dog•ma artístico. Los repetidos viajes de Oller a París le colocaron,
más tarde, en la compañía de los impresionistas y tuvo la oportunidad tratar a muchos de los principales
gestores de la nueva pintura como amigos íntimos.
Oller, como es sabido, fue un excelente retratista y en repetidas ocasiones se pintó a sí mismo guiado
más por los cánones miméticos de Courbet que, por los que iban cobrando ascendencia en variadas
manifestaciones que se divorciaban de las academias europeas, prevalecientes por casi cinco siglos. Su
imitación de la naturaleza fue casi siempre tradicional y no de vanguardia. Sus excelentes autorretratos de 1880,
de oscuras tonalidades, y el de 1903, con su luminoso contraste de la capa roja y fondo azul (incluido en esta
muestra), están separados por dos décadas, pero difieren solamente en lo adjetivo y no en estilo o concepto. La
tristeza que ambos proyectan, reflejo del espejo y de su mirada interior, parece ser prueba de sus tribulaciones
personales y de las dicotomías de pensamiento y ejecución artística que ser caribeño y ciudadano intermitente
de París le ocasionaban.
No es mi intención revivir ni mucho menos iniciar con mis comentarios, la compleja y polarizada
problemática de la metrópolis y la isla en nuestro arte, sino aclarar que, si Oller fue el primero en vivir y sufrir
el desplazamiento a centros de arte allende el mar, no fue el único. Hasta nuestros días, Europa, Estados Unidos,
y México, siguen siendo Meca de la talentosa juventud que, terminados sus estudios universitarios, viaja en
búsqueda de mayores conocimientos y contactos directos con el arte contemporáneo. Esta realidad vital al
desarrollo de su pensamiento y ejecución artística, llevada a su interpretación individual y particularizada en lo
formal está proclamada, a viva voz, en sus autorretratos.
Comentar, analizar e interpretar a casi cuatro docenas de artistas en estas líneas es imposible. Es por
eso que pecando en muchos renglones de las disciplinas críticas e históricas, que tanto respeto, he recurrido a
una clasificación sinóptica, que sin ser absoluta y con notables variables, permiten agrupar en cuatro
manifestaciones del autorretrato la gran diversidad de la muestra.
a.
Los primeros que se reconocen son los que en alguna forma favorecen la tradición de lo mimético-
descriptivo, variando el camino de Oller. En nada sugiero dependencias directas entre los artistas y Oller, ni
entre ellos mismos; es, sencillamente, la imagen que comienza con el espejo y aunque se varíe o elabore,
estilísticamente, prevalece y destaca un parecido realista, usando la mimesis como punto de partida para la
propuesta.
Además de dos españoles que hicieron a Puerto Rico su segunda patria y fueron maestros de futuros
artistas puertorriqueños, Cristóbal Ruiz Pulido y Alejandro Sánchez Felipe, hay unos doce pintores en este
grupo: Myrna Báez, Fran Cervoni Brenes, Osiris Delgado, José Elías Levis Bernard, Daniel Lind Ramos, Luis
Maisonet Crespo, Miguel Pou, Juan Rosado, y Rafael Tufiño.
Cristóbal Ruiz, Miguel Pou, y Fran Cervoni se nos presentan en la consagrada imagen del pintor,
pincel y paleta en mano, ejecutando su autorretrato; Osiris Delgado varía levemente la imagen eliminando los
instrumentos de pintar pero se coloca en análoga pose. Juan Rosado en estricto perfil, luciendo una boina y
lazo-corbata, símbolos del vestuario del artista. Sánchez Felipe, cigarrillo en boca, lanza su mirada al
espectador, en una factura que da preeminencia al trazo de la pintura, como es también el caso de Cervoni,
destacando el medio como protagonista de sus retratos. La mirada intensa, mezcla de cuestionamiento y
expectativa, que la joven Myrna Báez lanza al espacio fuera de su pintura, no va dirigida a nadie, ni tan siquiera
a un espejo: es un excelente ejemplo de un estado de reflexión que revierte sobre su persona. La espontaneidad
de la aplicación del color, que incluye chorreados y manchas expresivas, contrasta con el aspecto icónico,
estático, de imperioso gesto que el busto de tres cuarto proyecta. Maestra del autorretrato, lo ha llevado hasta
una presentación onírica -un desnudo propio, sentada al borde de su cama.
b.
Ramón Frade, Lorenzo Homar, Néstor Millán, Nora Rodríguez Vallés y Felix Rodríguez Báez, oscilan
entre lo narrativo y la alegoría, con frecuencia haciendo referencia a algún suceso biográfico, o artístico que les
sirve de comentario emblemático.
Frade, como tantos artistas, se vio obligado a estudiar una profesión que le diera el sustento suyo y de
su familia, que el arte no le proveía. El simpático autorretrato como agrimensor en un hermoso lugar de su
nativo Cayey, rodeado de niños curiosos y nubes pasajeras que crean un ambiente lumínico típico del trópico,
coloca también este lienzo en la tradición arraigada puertorriqueña, del paisaje como antonomasia de nuestra
identidad. Y el otro paisaje en la exhibición, el de mar, es el que identifica al maestro Lorenzo Homar; gimnasta
de toda la vida, identifica en las olas su ‘academia’ deportista como Ocean Park (ahí impartió por años
lecciones de gimnasia a los niños y adolescentes de caseríos como a los del Condado, y a mis hijos también).
Es, “...una composición donde la autorrepresentación (sic) del autor dialoga con otras obras en la
historia del arte.” De esa manera describe Néstor Millán la paráfrasis visual de los tapices medievales del
Unicornio, en la colección del Museo Metropolitano de Nueva York, en su división de los Claustros, y la
presencia, a la izquierda del lienzo, de una de las secuencias fotográficas de Edward Muybridge, autor de The
Human Body in Motion. Millán se representa en pose análoga a la derecha, pero invertida “...y observo
directamente el espectador.” Y en una variación del cuadro dentro del cuadro y el reflejo del espejo, en broma
y en serio, Nora Rodríguez, se posa como si fuera a nosotros a los que retrata. Todas estas pinturas son
metáforas extendidas en las que el artista se usa como personaje anecdótico, arrojando luz sobre intereses o
sucesos que considera reveladores de su personalidad.
c.
La fantasía, el expresionismo y el simbolismo se destacan en el tercer grupo como resorte inicial de
una de pronunciada carga sicológica y emotiva que caracteriza la imagen, Luisina Ordoñez (+1975) murió
cuatro años antes de nacer Cacheila Soto (1979), y a pesar de las obvias y grandes diferencias formales y
estilísticas que las separan en su obra, ambas usan su imagen como icono de agresividad/fragilidad emocional
en imágenes de ambivalencia gestual, paradójicamente colocando al espectador en un rol de adivinador más que
de observador. Carlos Collazo (1956-1990), Antonio Fonseca (1972) y Arnaldo Roche Rabell (1955) alteran
notablemente sus rostros -pintándose calvo y con arbitrariedad de colores, oponiendo la fragmentación de su
semblanza yuxtapuesta a una abstracción, y trastocando el color real de su tez con una negrura que recuerda los
fetiches de azabaches (nombre de la pieza) de origen africano- respectivamente. Estas son pinturas que
materializan profundas meditaciones sobre la muerte inminente, enfermedades y tragedias personales o una
desesperada búsqueda de identidad personal, artística y étnica. La explotación de recursos pictóricos -el uso de
la fotografía, el color, el dibujo, la escala, etc.- llevados a extremos o variaciones inesperadas, son protagónicos
en la transformación de la imagen y la postura conceptual que desarrollan.
Ángel Botello, el único autorretrato de marcado narcisismo en la exhibición, efecto logrado más por el
gesto ensimismado que llega hasta negar su mirada al espectador y parece sostener la paleta de pintor como
espejo rechazado, comparte con la imagen del joven Tufiño -quien usa un rojo encendido de fondo a su busto-
una sugerencia de sensualidad intencional.
Rafi Trelles, comentando sobre La ofrenda, confiesa que “...lo que más me interesa de esta obra es el
trabajo de la pincelada, el color y la intensidad sicológica del personaje representado como una talla de palo.”
Pero la pintura fue un regalo para su esposa Gradissa ‘’...en un momento en que la vida nos condujo por
caminos separados... es una metáfora tomada de algún romántico bolero... le ofrendo a la amada la luna y las
estrellas y un pedazo de cielo nocturno con forma de zapato...” etc. Jorge Zeno se convierte en casi escultura,
en monocromáticos tonos de azul, contrastado su busto con una roja pared que se abre en un ojo de buey, un
nimbo (?) dando vista a una esquina de casa y patio florido bañados en luz. Como en muchas de sus obras, la
fantasía no es para explicarse racionalmente, sino para intuir un estado de ánimo muchas veces lúdico.
Sigo pelú y barbú es la saga de Cecilio Colón: “...quise expresarme sobre varios aspectos personales,
artísticos, socio-políticos y existenciales que ocupaban mi mente y esfuerzos.”, que tiene que ganarse la vida en
la empresa privada, la que quería eliminar todo ese pelo ‘ofensivo’, para mantener su familia y su dedicación al
arte. Como lo indica el título ha logrado desafiar la hipocresía burguesa, la que le compra sus cuadros, por un
cuarto de siglo. Y para Elizam Escobar, El escindido, no es sólo un autorretrato (la cara del artista aunque
acontezca como máscara, el uniforme azul-gris de la prisión estatal, el kaki de la federal, la horca de la
muerte, el sol de la vida, etc.) es también una personificación de la solidaridad que surge entre el yo-real-
existente y su otro-imaginario que comienza a ser más real en su devenir trascendente.”
En otro humor muy distinto, Antonio Martorell afirma que, “El autorretrato siempre es un espejo a
destiempo y a veces a contratiempo.”, pero, “Es también una constancia de las in•qui•etudes tanto de
técnica como de estilo, de materiales, superficies, de cómo uno se quiere ver a sí mismo, que casi nunca
coincide con cómo nos ven los demás.” Lionel Ortiz Meléndez aclara que su autorretrato surge de una mirada,
no en un espejo, sino en “...una fotografía siendo yo niño, que reinterpreto lo que veo, con la experiencia del yo
adulto.”
Las fantasías de Nick Quijano y Ralph de Romero se valen de objetos y referencias que flotan en su
entorno para informar su intención con el autorretrato. De Romero con los ojos cerrados y un tanto tétrica
expresión, coloca sobre su cabeza una pequeñas imágenes de Win•ston Churchill y del British Museum, que
identifica con una foto, y otras referencias a Londres; y en un humor menos cultural, que traiciona la ironía de la
pieza, incluye pequeñas fotografías de féminas de prominente busto, y la palabra ‘experiencIA’. El joven
Quijano despliega fotos de su amada entre sus manos y muestra múltiples marcas de besos en huellas de lápiz
de labio sobre su cara y cuerpo; en la almohada de una cama de cuatro pilares, se dibujan la ropa íntima de la
mujer y también del artista. Criptogramas ofrecidos en forma jocosa al espectador que puede llegar a sus
propias conclusiones.
d.
La des-construcción o fuerte estilización de una imagen u objeto realista puede darse, a partir del
cubismo y otras vanguardias de principios del siglo XX de múltiples maneras que, entre otras consideraciones
intelectuales y plásticas, se aparta de la mimesis y la perspectiva de los espacios nacidos con el Renacimiento.
Este cuarto grupo que busca estructurar la imagen por la geometría, la planimetría o por variaciones estilísticas,
puede llegar hasta la caricatura. Es bueno recordar que uno de los retratistas más geniales del siglo XIX, Jean
Auguste Dominique Ingres, dijo que hay algo de caricatura en todo buen retrato.
Marimater O’Neill y José Rosa parten de dos vertientes estilísticas muy distintas, pero comparten
elementos caricaturescos: en O’Neill la imagen se convierte en mezcla zoológica y humanoide de coloración
fantástica, mientras que Rosa somete a su conocido esquematismo, su apariencia real. “Nunca me he
preguntado por qué hago autorretratos. Simplemente los hago como una cuestión plástica.”, comenta Rosa en
las notas biográficas del catálogo; es sin em•bar•go difícil creerle cuando dice que no se divierte cuando
pinta y que le es tarea angustiosa -para el espectador parece todo lo contrario. En 1993, Mujeres artistas de
Puerto Rico Inc., publicó bajo el título Nuestro autorretrato, el ciclo de conferencias que acompañó a la
exposición homónima celebrada en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico del 2 de octubre al 27 de
noviembre de1992. La introducción es de O’Neill; esta compilación de ensayos es el único documento de su
clase que conozco sobre autorretratos puertorriqueños.
Domingo García, quien ha hecho incontables retratos y autorretratos y fue llamado ‘el Narciso criollo’
por Mari Carmen Ramírez, según las notas citadas anteriormente, afirmó, en 1989: “Cuando un pintor se pinta
a sí mismo es porque necesita descubrir algo más acerca de su propia identidad, su existencia psicobiológica o
la lucha interna.”; aseveración que describe su autorretrato fantasmagórico de esta muestra. García organizó
dos exhibiciones del género en sus galerías Campeche (1960) y Latino Americana (1989; del opúsculo de esta
última es que proviene la cita anterior).
Narciso Dobal, Luisa Géigel, Rubén Miranda y Carlos Osorio se identifican con tendencias de
reducción geométrica y planimétrica de la imagen, muy distintas entre sí, que manifiestan fuertes alianzas a
diferentes propuestas del modernismo.
Por el contrario, Julio Rosado del Valle, quien en un conocido autorretrato de su juventud se pintó en
gesto digno de Gustave Courbet y con no menos narcisismo que el famoso francés, aquí se nos presenta con un
expresionismo de violenta distorsión fisonómica y exageración gestual. Este es uno de una serie de autorretratos
que, como ha comentado el Profesor Nelson Rivera, es ejemplo del método que Rosado del Valle usa al trabajar
un tema: “lo analiza, desarrolla y desmenuza hasta la saciedad.” Poli Marichal Lugo confiesa que en su obra
En Trance, más que copiar mis rasgos, busco un sentir interno... En esta pugna-goce-meditación, los pinceles y
las espátulas manchan, rayan, escarban, destruyen, vuelven a construir...mi cara en el canvas ya no es mi cara
sino la máscara desechada que queda después del rito.”
Y, por último, hay también representación del autorretrato naïf; Joaquín Reyes y el gran maestro
Manuel Hernández, en dos modos distintos de esta reducción pictórica que se caracteriza por su espontaneidad
y aire infantil, usan una línea negra para separar las áreas de color planimétrico para plasmar sus autorretratos.
En el primero, está presente su preferencia por la línea y la planimetría para elaborar sus imágenes
bidimensionales, mientras que en Hernández apreciamos la fuerza expresiva de sus dinámicas manchas de color
que dan movilidad a la imagen y a la superficie del lienzo.
Si los artistas han aplicado su mente a su persona, y han mirado durante largo tiempo y con mucha
concentración, a lo que se ve de ellos y a lo que llevan en lo más íntimo de su ser, nos toca a nosotros, los
espectadores, decidir a quien querían complacer -a ellos mismos o a nosotros. Como en la búsqueda del joven
Picasso, de una imagen que le identificara por su verosimilitud pero que también fuese un manifiesto de su
voluntad artística, los artistas puertorriqueños se han esforzado por hacer gran arte al girar su visión privilegiada
sobre sí mismos.
Autocontemplación es una oportunidad única de ver reunidos un gran número de autorretratos
puertorriqueños. Tradicionalmente, el autorretrato se presenta en exhibiciones como un capítulo entre otros que
estudian el retrato. A pesar de los cambios radicales que se han dado en las artes y en la teoría, crítica e historia
del arte durante los últimos cincuenta años, la reaparición de la pintura figurativa asegura la supervivencia, para
quienes quieran, del autorretrato. Esta muestra hace patente la pérdida enorme que sería si el artista deja de
recoger el guante que el género arroja a sus pies.
El Yo del autorretrato es una moneda de dos caras, y si una es condescendiente como resultado de la
autoestima que provoca su génesis, la otra cara va dirigida a quien tiene en sus manos el juicio final de la
apreciación de la obra, el espectador. En la literatura, la autobiografía es el autorretrato de quien la escribe.
Confieso que he vivido escribió el gran Neruda, y en la selección del título ya atisbamos la maravillosa vida y
secretos que el gran poeta nos va a revelar. Es de esta afirmación pública de la profesión del artista que se habla
en el autorretrato: Yo el artista.
Myrna Báez González(Santurce, Puerto Rico, 18 de agosto de 1931)
Una vez obtuvo el Bachillerato en Ciencias Naturales de la Universidad de Puerto Rico, en 1951, se marchó
a Madrid, España, para estudiar medicina. Sin embargo, pronto comprendió que ésta no era su vocación. En
1952 se matriculó, como estudiante libre, en la Real Academia de San Fernando de esa ciudad. Tiempo
después fue aceptada como estudiante regular. Obtuvo su Licenciatura en pintura, en 1957 y viajó
extensamente por Europa. Una vez de regreso en Puerto Rico, estableció en su residencia un estudio-taller
donde ofrecía clases de dibujo y pintura a niños y adultos. Se integró al Taller de Gráfica del Instituto de
Cultura Puertorriqueña, bajo la dirección de Lorenzo Homar. Allí conoció a los artistas Rafael Tufiño, José
Antonio Torres Martinó, Carlos Marichal, José R. Alicea, Antonio Martorell, José Rosa y otros. En 1963
asistió al Taller de Dimitri Papagiorgiu en Madrid para estudiar litografía e intaglio. Posteriormente, en
1969, se estableció en Nueva York para estudiar colografía con la artista norteamericana Clare Romano, en
el Pratt Graphic Center. Obtuvo el Premio de Gráfica en el Annual Print Exhibition and Competition del
Pratt Graphic Center y en el Festival de Navidad del Ateneo Puertorriqueño, en 1970. Es miembro
fundador, junto a José A. Torres Martinó y otros artistas, de la Hermandad de Artistas Gráficos de Puerto
Rico, en 1981; la cual se organizó como protesta por el dirigismo cultural practicado por el gobierno en ese
momento. En 1988, la Universidad del Sagrado Corazón la nombró Artista Residente de ese centro
universitario. Además, se le dedicó la exposición homenaje de la VIII Bienal de San Juan del Grabado
Latinoamericano y del Caribe. El Instituto de Cultura Puertorriqueña le otorgó, además, la Medalla
Nacional de la Cultura por su aportación a las artes plásticas. El Museo de Arte de Puerto Rico organizó
una exposición retrospectiva de su obra en 2001. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas en
Puerto Rico y fuera del país.
La artista ha realizado varios autorretratos en el transcurso de su vida, entre ellos: Autorretrato (1963),
Autorretrato (grabado, 1963), La artista y su modelo (1983), Autorretrato (1986), Retrato de un sueño
(1988-90), Espectadores (1994), Entre dos mundos (1992), Pensando en Proust (2004), y El marco (2005).
La pintura que se incluye en la exhibición es su primer autorretrato y es producto de un momento en que la
artista hacía numerosos retratos de amigos, colaboradores y familiares. La obra es un ensayo técnico con
aguadas de pintura de óleo sobre papel amarillo, pegado al masonite. Sus autorretratos han enfrentado el
reto de presentar un tema diferente cada vez.
Comenzó sus estudios en el Colegio de los Jesuitas de Vigo, España. Al fallecer su padre se trasladó junto a
su familia a Burdeos, Francia, donde estudió, de 1930 a 1934, en L’Ecole des Beaux Arts. En el 1935
regresó a España, para continuar sus estudios de arte en la Academia de San Fernando. Al estallar la Guerra
Civil Española, en 1936, fue reclutado por el Ejército Republicano para trabajar en la preparación de planos
cartográficos. Al terminar la guerra, huyó de España con su familia y se trasladó a Francia de donde partió,
junto a muchos exiliados españoles, rumbo a las Antillas. Llegó a la República Dominicana en octubre de
1939 y permaneció allí hasta 1941. Ese año fue invitado a participar en una exhibición en la Universidad de
Puerto Rico. Posteriormente, presentó una exhibición en el Salón de Actos del Casino de Puerto Rico. Fue
contratado por Angel Ramos, director del rotativo El Mundo, para ilustrar varias portadas de ese periódico
y de la revista Puerto Rico Ilustrado. Tras una estancia de cinco meses en Puerto Rico, regresó a la
República Dominicana. Posteriormente viajó a La Habana, donde permaneció por un año. Se trasladó a
Haití en 1944, donde se casó con Christianne Auguste. En 1948, Edna Coll, directora de una academia de
arte en Santurce, Puerto Rico, le ofreció una posición de profesor de pintura, cargo que aceptó y desempeñó
hasta 1950. Se radicó permanentemente en Puerto Rico en el 1953. Junto a la diseñadora Lorraine Dora,
abrió la Galería Las Antillas, en el Hotel Caribe Hilton, la cual mantuvo hasta 1960. Al año siguiente
estableció la Galería Botello, en el Viejo San Juan, la cual ha sido sede de múltiples exhibiciones de artistas
puertorriqueños con repercusión internacional. La galería existe hasta el presente.
Fran Cervoni Brenes (Guayama, Puerto Rico, 1 de agosto de 1913 – San Juan,
Puerto Rico, 17 de enero de 2001)
Cuando tenía ocho años, su padre lo matriculó en un curso de dibujo por correspondencia que ofrecía una
escuela de arte en Washington. Posteriormente aprendió a pintar letras y rótulos comerciales, lo cual
representó muchas veces una fuente de ingreso económico, según contara el mismo artista. Realizó estudios
de arte en varias academias de Europa. En España, asistió por dos años a la Academia San Fernando, en
Madrid, donde tuvo como maestros a Aurelio Arteta y José Garnelo. Conoció al escultor español Victorio
Macho y al poeta Rafael Alberti, de quienes obtuvo valiosos conocimientos de escultura y de poesía. Al
estallar la Guerra Civil en 1936, se encontraba de visita en Puerto Rico, y no pudo regresar a Europa. Se
trasladó a París, Francia, donde estudió en la Academia de la Grande Chaumière, y en la Escuela Nacional
de Bellas Artes. Allí tuvo como profesor a Charles Guerin. El último año de su carrera como maestro de
Dibujo y Pintura lo cursó en la Real Academia de San Marcos, en Florencia, Italia. Abandonó Europa
cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Para el 1939, se trasladó a México atraído por la obra de los
mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. En ese país estudió e impartió
clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos, de 1943 a 1946. También se interesó por el
arte del mural. En éste se entrenó bajo la tutela de Diego Rivera. En el 1947, recibió una invitación de la
Universidad de Puerto Rico para dedicarse a la enseñanza, por lo que regresó a Puerto Rico. Al producirse
la Huelga del 1948 de la Universidad de Puerto Rico, fue destituido por simpatizar con los estudiantes que
la apoyaban. Abrió una Academia de Dibujo en 1953. En 1955 obtuvo el Primer Premio en Pintura en el
Certamen celebrado por el Ateneo Puertorriqueño. Fundó, junto con otros artistas puertorriqueños, la
Asociación Pro Escuelas de Artes Plásticas, en búsqueda de la creación de una escuela nacional de Bellas
Artes. En los años 60 fue Secretario de Bellas Artes del Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico,
para el cual organizó múltiples exposiciones de pintura y grabado de índole patriótico. Para el 1966, el
Instituto de Cultura Puertorriqueña retoma la idea de la Escuela de Artes Plásticas, la cual se concreta. Allí
impartió clases por espacio de 23 años. En el 1992, se realizó una exposición retrospectiva de su obra en la
sede de esta institución cultural.
Carlos Collazo Mattei (Ponce, Puerto Rico, 28 de junio de 1956 - San Juan, Puerto
Rico, 12 de octubre de 1990)
Estudió arquitectura en la Universidad de Auburn, Alabama, de 1973 a 1975. A su regreso a Puerto Rico,
se matriculó, entre 1975 y 1979, en la Liga de Estudiantes de Arte de San Juan, donde tomó diversos
cursos. Posteriormente formaría parte de la facultad de esta institución. Fue profesor de pintura en la
Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Obtuvo, en 1983, el Premio Unico en el
VIII Salón de Pintura de la UNESCO, el Segundo Premio de Pintura en el Certamen Gulf, y el Primer
Premio de Pintura en el Certamen de Artes Plásticas del Ateneo Puertorriqueño. Participó en numerosas
exposiciones colectivas, entre ellas Ocho de los ochenta, en el Arsenal de la Marina, San Juan; Puerto
Rican Painting: Between Past and Present, en The Squibb Gallery, Princeton, Nueva Jersey y en la II
Bienal de Cuenca, Ecuador, en 1987. En 1989, expuso, junto a la pintora María de Mater O’Neill, trece
autorretratos, en el Chase Manhattan Bank. A través de ellos el artista manifiesta urgencia en comunicar la
preocupación por la precariedad de su existencia y afirma que el impacto sicológico es lo que debe
trascender.
Comentario del artista:
“Estos autorretratos marcan un momento en la vida en que uno empieza a mirar hacia adentro, en lugar de
hacia afuera. Yo creo que ese es un proceso por el que pasa todo el mundo en algún momento, sobre todo
cuando alguien tiene que enfrentarse a la muerte directamente. Te obliga a cambiar ese foco, y eso es lo que
está representado en mi trabajo…No creo que haya un elemento narcisista, no responde a una admiración
propia de decir ¡ese soy yo! No hay tampoco un intento de representarme como hermoso… Eliminé el pelo
por parecerme un elemento innecesario, accesorio, para darle más fuerza a la figura que, igual que está
desnuda, es calva. Quería reducirla a lo esencial. Le sustraje otro elemento extraño para dejar la figura al
descubierto”(1989).
Completó sus estudios de escuela superior en la Music & Art School de Nueva York e ingresó al
Departamento de Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico, en 1965 donde estudió con Félix Bonilla
Norat, John Balossi, Osiris Delgado y Carlos Marichal. Una vez graduado, regresó a Nueva York para
estudiar en Pratt Institute, de 1967 a 1970, donde obtuvo su Primer Premio por dibujo, del American Art
Association. En 1970 se le otorgó la Beca Fullbright y se transfirió a Ciudad de México, donde trabajó por
dos años bajo la supervisión del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Pero fue la década del 1970
la que realmente marcó el comienzo de su carrera profesional. En 1978 organizó su primera exhibición
junto a sus compañeros Peter Gaztambide y Rubén Ríos. En el 1980 estudió litografía en el Instituto de
Artes Plásticas de Puerto Rico. En 1982 obtuvo el Primer Premio en Pintura en el certamen de la Revista
Sin Nombre. Trabajó como Director de Arte de varias agencias de publicidad como: UPS Graphics, (1972),
Martí, Flores, Prieto, Inc. (1976), Young & Rubicam, (1979), BBDO, (1982) y Positive Promotions,
(1988). Cursó estudios, en 1981, en el Colorado Graphic Arts Center, en Denver, y en la Academia de la
Grande Chaumière, entre 1993 y 1995, en París. En 1990 realizó estudios de diseño por computadora en la
New School of Social Research de Nueva York. En 1993 recibió una beca de la Fundación Alfonso Arana
para estudiar y trabajar en París por dos años. Su trabajo se ha expuesto entre otros eventos, en la IV Bienal
de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe, 1979; International Miniature Print Exhibition,
Seoul, Korea, 1989; 25 Años de Pintura Puertorriqueña, Museo de Arte de Ponce, 1986; Contemporaries:
Juxtaponing Perceptions, Museum of Contemporary Hispanic Art, Soho, Nueva York, 1989. En 1998 su
obra fue seleccionada para el Proyecto de Arte Público del Municipio de San Juan.
Estudió en Puerto Rico con el español Alejandro Sánchez Felipe. En 1935 se trasladó a Madrid, España
donde ingresó como estudiante libre a la Academia de San Fernando. Allí fue discípulo de Aurelio Arteta,
Daniel Vázquez Díaz y Laínez Alcalá. Permaneció allí hasta dos meses después de declarada la Guerra
Civil, en 1936. Viajó a Niza, París y Nueva York para visitar museos. Regresó a Puerto Rico en 1938.
Exhibió su obra individualmente en el Ateneo Puertorriqueño y en la Universidad de Puerto Rico, en 1940.
Tecnólogo médico de profesión, se vio precisado a hacer a un lado la pintura y a recurrir a la ciencia como
fuente de ingreso económico. Trabajó en la Escuela de Medicina Tropical en San Juan y posteriormente fue
dueño del Banco de Sangre Metropolitano. Su obra se apartó por completo de la pintura realista del
momento, y estuvo más en consonancia con la búsqueda personal y formal de las tendencias del arte
moderno. En 1953 ilustró el libro Nociones de psiquiatría, neurología e higiene mental para el
Departamento de Instrucción Pública. Pintó los murales de la Iglesia de Bayview, diseñada por el arquitecto
alemán radicado en Puerto Rico, Henry Klumb, en la década del cincuenta.
Elizam Escobar Ortiz (Ponce, Puerto Rico, 24 de mayo de 1948)
Cursó estudios en la Pontificia Universidad Católica de Ponce y en la Universidad del Estado de Nueva
York. En 1973 obtuvo el Bachillerato en Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río
Piedras. Entre 1974 y 1977 tomó clases en la Escuela de Arte del Museo del Barrio, y, de 1977 a 1978, en
la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York. Trabajó como maestro en las escuelas públicas de esa
ciudad y en la Escuela de Arte del Museo del Barrio. El 4 de abril de 1980 fue arrestado y acusado de ser
miembro del movimiento clandestino puertorriqueño que lucha por la independencia de la nación y recibió
una sentencia de 68 años de cárcel. Durante sus años en prisión continuó pintando, escribiendo poesía y
ensayos teóricos. El 10 de septiembre de 1999 salió de la cárcel federal El Reno, en Oklahoma, y regresó a
vivir a Puerto Rico, donde se desempeña actualmente como profesor de pintura en la Escuela de Artes
Plásticas de San Juan. Escribió y publicó el libro Los ensayos del artificiero: más allá de lo político-directo
y el postmodernismo. Su obra ha sido exhibida en diversos países y ha participado en numerosas
exposiciones colectivas.
Comentario del artista:
“Para mí, el autorretrato es una oportunidad de visibilizar lo macro desde lo micro. Un mapa mejor
conocido -aunque siempre misterioso- que nos zumba hacia el espacio que da cabida a todos los otros
rostros-mapas. El escindido no es sólo un autorretrato (la cara del artista, aunque acontezca como máscara,
el uniforme azul-gris de la prisión estatal, el kaki de la federal, la horca de la muerte, el sol de la vida, etc.)
es también una personificación de la solidaridad que surge entre el yo-real-existente y su otro-imaginario
que comienza a ser más real en su devenir trascendente. Es esa mirada sin ojos que no quiere quedarse en
el horizonte inmediato de la muerte-en-vida sino que busca traspasar el tiempo y el espacio de todas las
cárceles y máscaras sociales, sicológicas, ideológicas, para ejemplificar eso mismo que nos exige la
práctica de la libertad”(2006).
Tras finalizar su Bachillerato en la Escuela de Artes Plásticas, en el 1997, se trasladó a Ithaca, Nueva York,
para hacer una Maestría en Cornell University, la cual concluyó 1999. Concentró sus estudios en el
grabado y el dibujo. Durante su estancia en Estados Unidos, tuvo la oportunidad de intercambiar nuevas
ideas y técnicas de impresión gráfica que no recurrían a químicos. Sus trabajos, entre los que sobresalen
los temas religiosos y de la cultura, utilizan esta técnica mayormente. Su primera exhibición profesional fue
celebrada en 1997, en la Galería Botello, con dibujos y grabados de gran formato. En 1998 asistió al
Tamarind Institute, en Albuquerque, Nuevo México, para participar en un seminario de grabado.
Posteriormente, estudió grabado no tóxico con Keith Howard. Entre los premios de arte que ha recibido
constan: Mención de honor, Arte Joven, Museo de Arte de Ponce, 1999; Tercer Premio, 34eme Festival
Internacional de la Peinture, Chateau-Musée, Cagnes sur Mer, Francia; y Mejor Exposición Individual
1997, otorgado por AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte de Puerto Rico). Desde 1996 al
presente ha impartido cursos-conferencias sobre arte, en Puerto Rico y los Estados Unidos, y supervisado
grabados en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; en el Worcester Center for Crafts and
the Fitchburg College, Worcester, Massachussets; en la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico y Cornell
University, en Ithaca, Nueva York. Desde el 2000 reside en Southbridge, Massachusetts, donde trabaja
como consultor para el manejo y control de problemas de conducta. Actualmente trabaja para el sistema de
educación del estado y mantiene un estudio donde continúa la experimentación con nuevos métodos de
creación, tales como instalaciones digitales, fotografía y esculturas.
Comentario del artista:
“El autorretrato ‘la auto representación’ es una síntesis, un espacio autobiográfico en la vida del artis ta. El
acto de confesar y brindar al público la vulnerabilidad íntima de sí mismo. El autorretrato tiene a su vez un
paralelo con la temática y la visión artística de su tiempo, es la definición de la dualidad existencial de la
vida del artista y el homb re”(2006).
Ramón Frade León (Cayey, Puerto Rico, 6 de febrero de 1875 – 30 de abril de 1954)
Huérfano desde temprana edad, fue adoptado por Nemesio Laforga, un comerciante español que se lo llevó
a vivir a Madrid. En el 1889 su familia se mudó a Santo Domingo, donde frecuentó la Escuela Municipal
de Dibujo. Asistió a los cursos nocturnos de la Escuela Normal, fundada y dirigida por Eugenio María de
Hostos. Aquí obtuvo el título de Institutor, en 1894. Frecuentó el taller de Luis Desangles, donde
concurrían Eugenio María de Hostos, Federico Henríquez y Carvajal, Américo Lugo, Abelardo Rodríguez
Urdaneta, García Obregón y muchos otros literatos y artistas. Trabajó, además, como retocador de
negativos en el taller fotográfico de Julio Pou. De ahí su afición por la fotografía. Colaboró como dibujante
en el periódico El Lápiz. En 1892, ingresó a la Escuela de Telégrafos, donde conoció a su verdadero
maestro, el pintor y diplomático francés M. Adolphe Laglande, del cual aprendió técnica y color. Tras
residir en Haití por varios años, regresó a Puerto Rico, en 1902. En 1905 terminó de pintar El Pan Nuestro.
Dos años más tarde, el gobierno le otorgó una beca para ir a Europa por cuatro meses. Allí visitó Roma,
Florencia, Nápoles, Venecia, Milán, Pisa, Barcelona y Málaga. Posteriormente, en 1913, estudió
arquitectura con la American School of Correspondence, y se certificó como agrimensor, lo que le proveyó
un medio para ganarse la vida. Trabajó como ingeniero con la Puerto Rico Relief Administration de 1936 a
1939. En sus últimos años, pintó murales, presentó proyectos de ley y ganó la “Medalla Benemerenti”
otorgada por el Papa Pío XII.
Frade utilizaba las imágenes de las fotografías que tomaba para sus composiciones artísticas. Pintó
numerosos retratos y paisajes. Realizó varios autorretratos en diferentes medios: dibujo, óleo y gouache. En
la obra que exhibimos, se pintó a sí mismo haciendo una mensura, rodeado de niños, del paisaje de
montaña de su pueblo natal y de una leve bruma.
Artista autodidacta que sólo completó sus estudios hasta el cuarto grado. Trabajó como carpintero,
zapatero, boxeador y cantante. Durante más de veinte años fue cantante del conjunto Hijos de Borinquen, y
fundó posteriormente otra agrupación llamada Guanabacoa. Su iniciación en el arte tuvo un origen casual.
A finales de los años cuarenta, comenzó a trabajar como mensajero en la Administración de Parques y
Recreo. Allí, la directora de la sección de Artes Gráficas, Irene Delano, creó un programa mediante el cual
todos los empleados dedicaban parte de su tiempo a pintar. Delano y Francisco Palacios lo entrenaron en la
mezcla de colores y en la impresión de serigrafía. Luego, en la División de Educación de la Comunidad
(DIVEDCO), bajo la tutela de Lorenzo Homar y Rafael Tufiño, comenzó a desarrollar sus habilidades
pictóricas. Trabajó como supervisor del taller de serigrafía de la DIVEDCO hasta 1977. Es considerado
uno de los más importantes intérpretes de la pintura primitiva en Puerto Rico. Se destacó en la serigrafía y
su temática favorita fue el viejo San Juan: sus edificios, sus casas, arrabales, calles, capillas, altares y su
gente. En 1981 fue el artista homenajeado por la V Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano. Su
obra ha estado expuesta en numerosas exposiciones colectivas, tales como: El cartel en Puerto Rico 1946-
1985, Museo de Historia, Antropología y Arte, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1985;
La estampa serigráfica en Puerto Rico: Cuatro décadas, Museo de Historia, Antropología y Arte,
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1987; El portafolio en la gráfica puertorriqueña,
Museo de las Américas, San Juan, Puerto Rico, 1995; Grabadores Latinoamericanos y del Caribe 1960-
1970, Chase Manhattan Bank, Hato Rey, Puerto Rico, 1995; El mundo de la ingenuidad, Museo de Arte de
Puerto Rico, 2002.
Emigró con su familia a Nueva York en 1928. Poco después conoció a Reginald Marsh, quien lo motivó a
ingresar, en 1931, en la Liga de Estudiantes de Arte de esa ciudad, donde estudió con George Bridgeman.
Asistió a Pratt Institute de Nueva York, de 1939 a 1942. En 1936 comienza a trabajar como aprendiz de
diseñador de joyas en la famosa Casa Cartier de esa ciudad. Ingresa voluntariamente al ejército en 1942,
durante la Segunda Guerra Mundial. Después de licenciarse, se integra a su empleo en la Casa Cartier.
Estudió pintura con Rufino Tamayo y Arthur Osver y grabado con Gabor Peterdi en las clases nocturnas
del Museo de Brooklyn. Regresó a Puerto Rico en 1950 y se unió al grupo de artistas que fundó el Centro
de Arte Puertorriqueño. Al año siguiente se integró como ilustrador, diseñador y cartelista a la Sección de
Gráfica de la División de Educación de la comunidad, donde permaneció hasta 1956 cuando recibió la
Beca Guggenheim. En 1957 organizó el Taller de Gráfica del Instituto de Cultura Puertorriqueña, el cual
dirigió hasta su renuncia en 1973. En él se entrenaron algunos de los artistas más destacados que
conocemos actualmente. Ese año estableció su propio taller y comenzó un proceso de experimentación
técnica en el medio serigráfico. Entre los premios que recibió se encuentran: el Premio de Grabado,
otorgado por el Ateneo Puertorriqueño en 1958; Certificado de Mérito, Typomundus 20, Stuttgart,
Alemania, 1966; Premio en el Festival del Libro , Leipzig, Alemania, en 1965; Primer premio en la Bienal
de ilustraciones de libros de niños, Bratislava, Checoslovakia, en 1971. Contribuyó a la organización de la
Primera Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano. El Museo de Arte de Ponce organizó una
exposición retrospectiva de su obra en 1978. En el transcurso de su vida, su obra estuvo expuesta en
numerosas exhibiciones colectivas nacionales e internacionales.
Realizó diversos autorretratos en medios como el grabado, el dibujo y la pintura. Entre éstos podemos
mencionar: Autorretrato, punta seca, 1951; 1928-1950, linóleo, 1957; Autorretrato, buril, 1967;
Autorretrato, serigrafía, 1974; Cuevillas 607, acrílico, 1985; Autorretrato, acrílico, 1986; Autorretrato en
Ocean Park, acrílico, 1989. Las dos grandes pasiones de Homar eran el arte y el deporte. Practicó la
acrobacia y la gimnasia durante toda su vida. Durante años, tres veces en semana, entrenaba gratuitamente
a jóvenes gimnastas en la playa de Ocean Park, para ayudarles
a liberar energías y superarse como seres humanos a través de una vida sana y disciplinada. En
la obra expuesta, el artista se presenta caminando hacia su área de práctica, con unas barras paralelas para
hacer la parada de manos, y un trampolín.
José Elías Levis Bernard (Aguadilla, Puerto Rico 1871- San Juan 1942)
Periodista, novelista, poeta, artista. Cursó en Añasco la instrucción primaria. Luego completó su formación
con su tío José Bernard, hombre de gran ilustración. Sus inquietudes artísticas se manifestaron desde
temprano a través del cultivo del dibujo y la pintura. Sus habilidades pudieron refinarse en ocasión de un
viaje por Europa, cuando tuvo la oportunidad de residir durante largas temporadas en Sevilla y en París. Un
cuadro suyo inspirado en la figura de Fernando III el Santo mereció ser premiado en la capital francesa. De
esta época de su vida datan también las estampas de viaje que coleccionó en el tomo titulado Bajo el sol de
España: La Semana Santa en Sevilla (1925). A su regreso a Puerto Rico ejerció como profesor de arte
durante varios años. En San Juan fundó y dirigió, en 1904, el semanario Blanco y Rojo, dedicado a las
clases populares, y en 1915, la revista ilustrada Hojas de arte. Además, fue redactor del Heraldo Español y
el Boletín Mercantil y colaboró frecuentemente en Puerto Rico Ilustrado. Se destacó primordialmente en la
literatura escribiendo novelas tales como: Estercolero (1900); Mancha de Lodo (1903); Planta
Maldita(1906) y Vida Nueva (1910). También incursionó en el teatro, para el cual escribió la obra Un
hombre nuevo, estrenada en San Juan en 1907. Como pintor, su estilo era romántico. Creó paisajes,
escenas puertorriqueñas dentro de un ambiente clásico, y retratos. Entre sus obras constan: Paisaje con
ganado (1910), Autorretrato (1919), Monseñor Pablo Benigno Carrión (1936). Su mayor aportación fue
su ardua labor en la promoción de las artes plásticas en Puerto Rico, durante la primera mitad de la década
del 30. Realizó labores polifacéticas que iban desde fundar la Sociedad de Escritores y Artistas (1912), ser
profesor de dibujo y pintura en el Asilo de Niños en Santurce (1913), hasta fundar la Asociación de
Periodistas de Puerto Rico (1915). Pero su más grande logro fue la creación de la Academia de Bellas Artes
para la clase trabajadora. Esta fue incorporada oficialmente en el 1920, con su programación de cursos a
ofrecer. Lamentablemente, el paso del huracán San Felipe frustró la construcción de las facilidades que
culminarían el proyecto.
Se inició en dibujo y pintura en el taller de Juan Cletos Noa. En 1851 viajó a España para proseguir
estudios en la Academia de San Fernando, en Madrid.Estudió con el pintor español Federico Madrazo.
Regresó a Puerto Rico en el 1853. Obtiene la Medalla de Plata en la Primera y Segunda Feria Exposición
de Puerto Rico, en 1854 y 1855 respectivamente. En varios períodos de su vida (1858-65; 1873-76; 1895-
96) vivió en París, lo cual fue determinante para el desarrollo de su estilo, influenciado por las tendencias
realistas e impresionistas. En el 1858 estudió en el taller del pintor Thomas Couture, en el 1859 se
inscribió en el atelier del pintor Gleyre y comenzó a trabajar en la Academie Suisse, en 1861, donde se
relacionó con artistas de la vanguardia del momento como Antoine Guillemet, Paul Cézanne, Armand
Guillaumin, Camille Pizarro y Claude Monet. Posiblemente también visitó el taller de Gustave Courbet.
Asistió, en 1863, a los cursos nocturnos de la École Imperiale et Spéciale de Dessin. En el 1872 recibió en
España el nombramiento de “Pintor de la Real Cámara de Madrid”. Residió en ese país entre 1877 y 1884.
En esta ocasión (1883), expuso en el Palacio de la Correspondencia. Regresó al año siguiente a su país
natal. Además de las ya mencionadas, participó, en la capital francesa, en las exhibiciones Salón de París
en 1864 y 1865 y el Salón de Refusés, en 1875. Pintó su famosa obra El Velorio entre 1892 y 1893. En este
año fue galardonado con la “Medalla de Oro” de la exposición con motivo del Cuarto Centenario del
Descubrimiento de Puerto Rico. Además de ser el pintor más importante de Puerto Rico en el siglo XIX,
realizó una valiosa labor como maestro. Abrió en San Juan, una academia que ofrecía clases gratuitas de
dibujo y pintura (1868). Publicó, en 1869, la primera edición de Conocimientos necesarios para dibujar de
la naturaleza: elementos de perspectiva al alcance de todos. En 1889 fundó una escuela de dibujo y
pintura para señoritas. Entre 1903 y 1904 fue profesor de dibujo en la Escuela Normal de Puerto Rico. Su
obra y su labor educativa contribuyeron a la formación de una generación pictórica en la Isla, a comienzos
del siglo XX.
María de Mater O’Neill Becerra (San Juan, Puerto Rico, 9 de marzo de 1960)
En 1978, ingresó a Cooper Union School of Art and Science en la ciudad de Nueva York. Se trasladó en
1982 a Lucca, Italia, donde estudió fotograbado bajo la supervisión de Luis Camnitzer. Trabajó como
impresora en el Taller Sagradini, en Florencia. En 1983 regresó a Nueva York y se reintegró a Cooper
Union donde, en 1984, completó su Bachillerato en Bellas Artes. Residió durante diez años en Nueva York
y regresó a Puerto Rico en 1988. Tras cultivar el grabado durante sus años de estudiante, incursionó, al
graduarse de pintura, en el diseño gráfico y el vídeo. Ha ganado un sinnúmero de galardones locales e
internacionales. Recibió Mención de Honor en Grabado en el Certamen Anual del Ateneo Puertorriqueño
de 1983 y 1984 respectivamente. En 1991, obtuvo el Primer Premio en pintura, de la III Bienal
Internacional de Pintura, Cuenca, Ecuador; y Mención de Honor en vídeo Experimental, San Antonio Cine
Festival, Texas. Ha realizado proyectos en la Internet y la computadora. Es editora y fundadora de la
revista cibernética sobre la cultura puertorriqueña contemporánea El Cuarto del Quenepón, desde 1995.
Ese mismo año obtuvo el Segundo Premio de Adquisición del Tercer Certamen Nacional de Artes
Plásticas del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico. Su obra ha sido seleccionada para participar
en numerosas exposiciones, entre ellas New Art from Puerto Rico, Museum of Fine Arts, Springfield,
Massachussets, 1990; y Latin American Women Artists 1915-1995, en el Milwaukee Art Museum,
Wisconsin, 1995-1996. Actualmente es profesora de la Escuela de Artes Plásticas de San Juan.
Comentario de la artista:
“El autorretrato, yo creo que siempre ha ido más allá de una cosa física, de parecido, el autorretrato es una
presentación de una esencia de una persona…Hay ciertos elementos que yo mantengo en el autorretrato.
Yo soy bien flaca; el factor de los cuellos largos y los huesos visibles y el ojo grande son como tres puntos
de mi apariencia”(1989). “La serie de Autorretratos comenzaron por accidente justo de ser recién graduada
de la universidad. Empecé como un ejercicio académico, siendo yo la modelo. Una excusa para pintar.
Me cogió de sorpresa no sólo que se volvieran una serie, pero por el desarrollo conceptual y estético de las
mismas. Además del recibimiento positivo que tuvieron. Ahora, luego de 20 años podría decir que nada de
lo que uno hace está fuera de un contexto. O sea, no hay tal cosa como la autonomía del arte. Pero hago
notar que no creo que la obra del artista siempre sea en cierta medida un autorretrato. Para ello requiere un
contexto autobiográfico, y soy fiel creyente que la obra no es el artista”(2006).
Carlos Osorio Collazo (Caguas, Puerto Rico, 1 de febrero de 1927 - San Juan, Puerto
Rico, 18 de junio de 1984)
Tuvo afición por el arte desde temprana edad, pero fue el impacto que le produjo el arte oriental, durante su
participación como soldado en la Guerra de Corea, en 1951, lo que determinó su dedicación al estudio de
las artes plásticas. En 1953 se matriculó en el School of Cartoonist and Illustrators (hoy School of Visual
Arts), en Nueva York. Allí conoció la obra de artistas abstractos como John Marin, William de Kooning y
Franz Kline. Regresó a Puerto Rico en 1954 y se incorporó como cartelista, diseñador e ilustrador a la
sección de gráfica de la División de Educación de la Comunidad, donde permaneció hasta 1964.
Posteriormente regresó a Nueva York donde, entre 1969 y 70, ayudó a fundar el Taller Boricua. Trabajó en
él, hasta 1974 junto a Marcos Dimas, Manuel Otero, Armando Soto, Adrián García y Martín Rubio. Fue,
además, miembro fundador del Museo del Barrio, en Nueva York. En 1975 estableció la Galería Tito, de la
cual fue director hasta 1977. En Austin, Texas, enseñó arte y dirigió un programa de murales, con ayuda de
la comunidad chicana, en el Montopolis Recreation Center. En 1980 regresó a Puerto Rico, donde continuó
la labor artística. Su obra incluye temas como el paisaje, la presencia de la imagen humana, el retrato y el
comentario social. En torno a su producción artística, Rafael Colón Morales comentó: “Su obra se
caracteriza por la confrontación con la abstracción, la presencia de lo espontáneo y lo simultáneo, y el uso
de los materiales y elementos del arte en su estado natural, crudo.” Osorio realizó múltiples autorretratos en
diferentes momentos de su vida, entre ellos los de: 1959, 1964,1971, 1974, 1982, y 1984.
Miguel Pou y Becerra (Ponce, Puerto Rico, 24 de abril de 1880 - San Juan, Puerto
Rico, 6 de mayo de 1968)
Se inició en el dibujo con el ponceño Pedro Clausells, de 1891 al 1892, y con el pintor español Santiago
Meana, de 1891 a 1894. En 1898 completó el grado de Bachiller en el Instituto Provincial de Puerto Rico y
poco después comenzó a trabajar como maestro. Estudió metodología de la enseñanza del dibujo en la
Escuela Normal de Hyanis, Massachusetts, en 1906. Cuatro años después fundó en Ponce, Puerto Rico, la
Academia Pou para la enseñanza del arte. Allí tuvo numerosos discípulos, algunos que luego se
desarrollarían como artistas: Rafael Ríos Rey, Luis Quero Chiesa, Epifanio Irizarry, Horacio Castaign, y
José Alicea, entre otros. Con el fin de continuar estudios de arte ingresó en la Liga de Estudiantes de Arte
de Nueva York, donde estudió por un año. A su regreso a la Isla, en 1920, se perfeccionó en su oficio. Este
momento marcó el verdadero inicio de su carrera como pintor. Dos años más tarde se retiraría de la
instrucción pública para dedicarse a la práctica y enseñanza del arte en su academia. En 1935 viajó a
Filadelfia para estudiar paisajismo en la Pennsylvania Academy of Fine Arts. Participó en numerosas
exposiciones colectivas y en 1957 y 1980, respectivamente, el Instituto de Cultura Puertorriqueña organizó
exposiciones retrospectivas de su obra. Su temática en la pintura abarca paisajes rurales y urbanos, retratos
y tipos populares. Realizó retratos de diferentes personalidades de su época y de próceres de nuestra
historia.
Comentario del artista:
“El pintor de retratos debe tener un conocimiento cabal de la naturaleza humana y debe entender
plenamente la vida interna del hombre que está pintando, así como sus costumbres”, (1940). “Un retrato no
es otra cosa que la expresión de un carácter, de una personalidad. El artista da a la expresión del retrato
todo lo que contiene su personalidad; es decir, expresa lo que éste lleva dentro de sí” (1955).
Nick Quijano Torres (Manhattan, Nueva York, 6 de julio de 1953)
Residió en la ciudad de Nueva York hasta los catorce años y se mudó a Puerto Rico, con carácter
permanente, en 1967. Ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, donde
permaneció de 1970 a 1972. Allí estudió grabado con José Antonio Torres Martinó, en el Taller de
Gráfica. Abandonó los estudios para dedicarse al arte pictórico. Obtuvo una Mención en el Salón de Arte
Joven organizado por el Royal Bank of Canada, en San Juan, en 1976. Recibió, en 1983, el Primer y
Segundo Premio, en el American National Miniature Show, en Wyoming. En 1985, obtuvo el Primer
Premio del First National Small Works Show, del Prescott Grass Gallery, Santa Fe, Nuevo México. A raíz
de su primera exposición, organizada en 1980, se dedicó de lleno a la pintura. Fue nombrado profesor
visitante en la Liga de Estudiantes de Arte de San Juan, en 1987. En 1995 comenzó a diseñar piezas de
mobiliario con maderas del país. Tras reintegrarse a sus estudios completó, en 1996, su Bachillerato en
Diseño Ambiental en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Ha explorado muchas
facetas artísticas a la vez. Es pintor, músico, diseñador de escenografías y diseñador de objetos y
artefactos. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas, entre ellas: Ocho de los ochenta, en el
Arsenal de la Marina, 1986; Puerto Rican Painting: Between Past and Present, en The Squibb Gallery,
Princeton, Nueva Jersey, 1987; The Decade Show, en la galería Mocha de Nueva York, 1990.
Comentario del artista:
“El retrato que se incluye es un autorretrato/testimonio. Es el momento en que ella se ha ido y me ha dejado
en la habitación solo, con algunas fotos suyas y ropa íntima sobre la cama. El observador se sensibiliza a la
intimidad y el retrato desnuda y revela el diálogo entre ambos” (2006).
Joaquín Reyes Mayo (Santurce, Puerto Rico, 29 de mayo de1949 - San Juan, Puerto
Rico, 24 de marzo de 1994)
Cursó sus estudios superiores en arte en la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura
Puertorriqueña, entre 1967 y 1970. Estudió bajo la tutela de artistas tales como Frank Cervoni, Luis
Hernández Cruz, Rafael Tufiño, Augusto Marín y Lorenzo Homar. Este último, lo introdujo al arte de la
serigrafía. Tras su graduación, en 1967, permaneció varios años en Nueva York. Regresó a Puerto Rico
en 1970, donde fundó el Taller Visión Plástica, junto a Wilfredo Chiesa y Eliasim Cruz. Presentó su
primera exposición individual Preparación, Ejecución, Integración, en el Museo de Bellas Artes de San
Juan, en 1972. Obtuvo el Primer Premio de Grabado en el Certamen del Ateneo Puertorriqueño, en 1974, y
una Mención de Honor en la VIII Bienal Iberoamericana de Arte, en 1992, auspiciada por el Instituto
Cultural Domecq, en Ciudad de México. En 1989, fundó el Taller Estudio Prisma, junto a Eliasim Cruz y
Omar Quiñones. Colaboró en los siguientes portafolios: Guaitiao (1979), Edna Manley (1980), Vida
Afirmada: Cinco artistas puertorriqueños por la Paz (1985), Encuentros (1988), Cuartetos (1988), Violetas
(1989), Primaveral (1991), 100 Años de Albizu Campos (1991), Máscaras (1993), Del Mar (1991).
Participó en numerosas exposiciones, entre ellas: Artistas puertorriqueños de la nueva generación,
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974; Contemporary Puerto Rican Drawing, Cayman Gallery, Nueva
York, 1983; La estampa serigráfica, Museo de Historia, Antropología y Arte, Universidad de Puerto Rico,
1988; Segundo Certamen Nacional de Artes Plásticas, Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico,
1993.
Carlos Raquel Rivera (Yauco, Puerto Rico, 4 de noviembre de 1923 - San Juan, Puerto
Rico, 10 de noviembre de 1999)
Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el Ejército de los Estados Unidos. Una vez fue
licenciado, en 1946, regresó a Puerto Rico. Realizó estudios formales de arte en la Academia de Arte de
Edna Coll, de 1947 a 1949. Allí tuvo como profesores de diversas materias relacionadas con el arte a
Hurtado de Mendoza, Angel Botello, Tomás Fuentes, Nino Sparaccino y Federico Enjuto. Entre 1950 y
1952 trabajó en el taller de rótulos de Juan Rosado, en Puerta de Tierra, donde aprendió el arte de trazar
letras, y se unió al grupo de artistas que fundó el Centro de Arte Puertorriqueño. Comenzó a trabajar como
ilustrador de libros, diseñador y cartelista en el Taller de Gráfica de la División de Educación a la
Comunidad, en 1954, allí permaneció hasta 1964, cuando decidió renunciar para vivir de su oficio. Entre
los premios que recibió se encuentran: Primer Premio de Grabado (1953), Segundo Premio de Grabado
(1954), y Premio de Grabado (1957) del Ateneo Puertorriqueño; Tercer Premio de Grabado de la Primera
Bienal Interamericana de Pintura y Grabado, México, en 1958; Primer Premio, Concurso de Paisaje,
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1961. En 1992 se le dedicó la Exposición Homenaje con motivo de la
X Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe, organizada por el Instituto de Cultura
Puertorriqueña por ser uno de los más vigorosos exponentes del grabado en Puerto Rico, y se le otorgó el
Premio Nacional de la Cultura. Su obra ha sido incluida en numerosas exposiciones colectivas, entre ellas:
Puerto Rican Painting: Between Past and Present, Squibb Gallery, Nueva Jersey, 1987; Heterotopias,
Medio Siglo sin-lugar: 1918-1968, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2000; Inverted Utopías,
Avant-Garde Art in Latin America, The Museum of Fine Arts, Houston, Texas, 2004. A través de su vida
realizó varios autorretratos en pintura y grabado. Su imagen puede apreciarse en los grabados Papá Abuelo
(1959), Autorretrato (1959), Familia con gato (1975) -en el que se autorretrata con su esposa Petra, y sus
hijos Olga Luz, Ubaldo, Edgardo y Rosita-, Tropel imaginario (1959), y Nadie (1981). Por otro lado,
conocemos dos excelentes autorretratos en óleo de 1950.
Juan A. Rosado Acevedo (Toa Alta, Puerto Rico, 14 de diciembre de 1891 - San
Juan, Puerto Rico 1962)
Las primeras lecciones se las impartió, en 1908, el pintor cubano establecido en Puerto Rico, Nicolás
Pinilla, quien lo adiestra en la decoración comercial y los rótulos; y el español Fernando Díaz McKenna,
en 1913. En 1922 abrió un taller de pintura y rótulos comerciales, Rosado Art Sign Shop, en Puerta de
Tierra, el cual constituyó su mayor fuente de ingreso hasta sus últimos días. Allí produjo rótulos, carteles, y
carrozas. Este taller fue un lugar importante en el desarrollo de las artes plásticas del país. Además de lugar
de trabajo, era escuela y centro cultural y artístico donde se reunían y se entrenaron artistas locales, tales
como Rafael Tufiño, Antonio Maldonado y Carlos Raquel Rivera, entre otros. A ellos les ofreció empleo,
albergue y estímulo constante. Por otro lado, se fomentaban también las diferentes disciplinas artísticas: el
teatro, la música y las bellas artes. Rosado usualmente pintaba escenas típicas rurales y callejeras, paisajes,
además de retratos, basándose casi siempre en fotografías de artistas y personalidades de la época. Pintó
murales en el restaurante La Mallorquina, en el Viejo San Juan y en el Hospital Auxilio Mutuo, en Río
Piedras. En 1933 obtuvo una Mención en la Tercera Exposición de Arte Puertorriqueño, en la Universidad
de Puerto Rico. Fue merecedor del Primer Premio en Pintura, en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de
Barcelona. El Instituto de Cultura Puertorriqueña organizó una exposición retrospectiva de su obra en
1986. El autorretrato que se exhibe es el único que realizó. En él se pinta con su boina y su chalina.
Su primera exhibición individual tuvo lugar en 1944, en la Escuela Superior de Bayamón. En 1945 exhibió
en la Sala de Exposiciones de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. La Universidad le
concedió una beca para estudiar en el taller del pintor español emigrado a la Isla, Cristóbal Ruiz.
Posteriormente estudió en The New School of Social Research, en Nueva York, y fue becado por la
Universidad de Puerto Rico. Allí se entrenó bajo la tutela del Maestro cubano Mario Carreño y el
muralista ecuatoriano Camilo Egas. En 1947 estudió en la Academia de Bellas Artes de Florencia y viajó a
París. A su regreso a Puerto Rico, trabajó para la División de Educación de la Comunidad, bajo el
Departamento de Educación entre 1949 y 1952. Perteneció en 1950 al grupo de artistas del Centro de Arte
Puertorriqueño. En 1955 fue nombrado artista residente de la Universidad de Puerto Rico, cargo que retuvo
hasta su retiro en 1982. Se trasladó a Nueva York, en 1957, con una beca de la John Simon Guggenheim
Memorial Foundation. Co mo muralista, ganó, en 1949, el Segundo premio para murales de la Compañía
de Fomento en el Hotel Caribe Milton; la Medalla de oro en el concurso Mural Painting Exhibition, Nueva
York, 1952; realizó el Mural para la Escuela Einstein y en la cafetería del Centro Médico de Puerto Rico,
en 1967. Ha participado en múltiples exhibiciones en Puerto Rico y el extranjero, siendo anfitriones de su
arte, países tales como Alemania, Yugoslavia, Francia, Brasil, México, Estados Unidos, El Salvador y
España, entre otros. Su obra ha estado expuesta en importantes bienales del mundo: Segunda Bienal de San
Juan del Grabado Latinoamericano (1972), Novena Bienal de Menton, Francia (1973), IV Exposición
Internacional de Dibujos, Galería Arte Moderno de Rijeka, Yugoslavia (1974) y 19na. Bienal
Internacional de Sao Paulo, Brasil (1987).
Sobre su obra, Nelson Rivera escribió en 1988: “Cuando trabaja un tema, lo hace tenazmente: lo analiza,
desarrolla y desmenuza hasta la saciedad, como podemos apreciar en su secuencia de autorretratos. A partir
de 1957 inició esta serie, en cuya ejecutoria ha persistido durante años presentando diferentes momentos en
su trayectoria vital, hasta llegar a la adultez... Su obra es reflejo de sus experiencias, de su visión de
mundo, de su conocimiento de la realidad que le rodea, una vez reinterpretada ésta con plena autenticidad y
unicidad por su ojo escudriñador.”
Comentario del artista:
“Yo soy bastante solitario por lo que en muchas ocasiones soy mi propio modelo. Para mí es lo más
rápido. Conmigo hago lo que quiero; me miro al espejo y pinto lo que siento en el lienzo, sin inhibiciones.
No tengo la preocupación de si gusta o no. Creo que (el retrato) debe expresar lo interior, pues lo físico es
secundario para mí. Lo importante es que sea una buena pintura”(2006).
Cristóbal Ruiz Pulido (Villacarrillo, Jaén, España, 15 de marzo de 1881 - México, DF,
1962)
Es el primer artista español exiliado de la Guerra Civil que llega a Puerto Rico. Realizó sus primeros
estudios en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, España. En 1898 se trasladó a Madrid para estudiar en
la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1902 se ubicó en París con el fin de proseguir estudios e
ingresó en la Academia Julien bajo la tutela de Jean Paul Laurens. Permaneció en Francia doce años. En el
ínterin viajó a Bélgica y Holanda para estudiar las pinturas de los grandes maestros europeos. Regresó a
España en 1914, donde se mantuvo en contacto con los círculos artísticos de Madrid, y con intelectuales de
la vanguardia española, como Antonio Machado, Victorio Macho y Ramón del Valle Inclán. Ejerció como
maestro en la Escuela de Artes y Oficios de Ubeda, de 1927 a 1932, y en la Academia de Bellas Artes de
San Fernando, en Madrid, de 1932 a 1936. Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes en diversas
ocasiones y obtuvo distinciones en 1917, 1921 y 1932. Al estallar la Guerra Civil Española ingresó al
Regimiento Médico del ejército republicano y más tarde se fue a Valencia donde colaboró con la Junta
Nacional de Conservación del Tesoro Artístico. Junto a un grupo de intelectuales y artistas, tuvo a su cargo
la protección y traslado de las obras del Museo del Prado. Obtuvo los permisos para salir de España en
1938. El 20 de octubre llegó a Nueva York y cuatro días más tarde arribó a Puerto Rico. Fue profesor de
dibujo y pintura en el Instituto Politécnico de San Germán y, en 1943, en la Universidad de Puerto Rico,
donde fue contratado para ofrecer cursos de dibujo y pintura, cátedra que continuó hasta la fecha de su
jubilación, en 1951. Durante esos años, ostentó también el título de Pintor Residente de la Institución. Ruiz
manifestó preferencia en la pintura por el retrato y el paisaje.
Alejandro Sánchez Felipe (España, 8 de marzo de 1895 – San Juan,
Puerto Rico, 1971)
Dibujante, pintor, acuarelista. Estudió en la Academia de San Fernando, en Madrid. En su peregrinar por
distintos países del mundo se detuvo en Puerto Rico en el 1935, y permaneció hasta 1940. En este período
abrió su escuela de arte en San Juan, en el edificio de la galería Casa del Arte, donde contribuyó a la
formación de muchos de nuestros reconocidos artistas. Algunos de sus discípulos fueron Fran Cervoni
Gely, Narciso Dobal, José Rafael Juliá, Augusto Marín, Luisina Ordoñez, Rafael Palacios, Osiris Delgado
y Francisco Delgado Llovet. El Negociado de Bellas Artes creado por la Administración de Auxilio de
Emergencia de Puerto Rico (Puerto Rico Relief Administration-PRERA), lo contrató en 1935 para que
ofreciera cursos en la Academia de Pintura establecida en San Juan. Llevó a cabo múltiples exposiciones en
Europa y América presentando una gran cantidad de obras inspiradas en temas de los distintos países que
visitó. Sobresalen en sus obras las pinturas y dibujos de escenas costumbristas en mercados, calles, y
lugares de los pueblos y ciudades por donde peregrinó, tales como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Canarias,
Chile, México, Colombia, en América, o como España y Francia, en Europa. Desarrolló un dibujo
meticuloso y altamente realista, que tomaba en cuenta los mínimos detalles, plasmados con gran pulcritud
técnica. Son notables también sus dibujos de interiores y exteriores arquitectónicos que, al igual que sus
estampas costumbristas, tienen un gran valor documental que añade al significado pictórico de su obra.
Cabe destacar entre sus obras las acuarelas del Viejo San Juan. Es autor de varios álbumes y libros de
dibujo.
Curaduría
Flavia Marichal Lugo
Directora/Curadora
Registraduría
Chakira Santiago Gracia
Producción de Exposición
Lionel Ortiz Meléndez
Diseñador de exposición, catálogo, invitación, brochure y banner
Fotografía
Jesús Emilio Marrero
Programa de Educación
Lisa Ortega Pol, Verónica Méndez Gallardo
Jeanette Cintrón Rosario, Ana T. López Vives, Oneida Matos Adorno, Sabrina Ramos Rubén
Estudiantes Asistentes
Mantenimiento
Gustavo Valentín Mercado
Seguridad
Gregorio González Nieves
Impresión
Impresos UPR
Producción Gráfica
RD Designs
Agradecimientos
El Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,
agradece profundamente a las siguientes instituciones, artistas, y coleccionistas su generoso préstamo de las
obras que hicieron posible la exposición.
Myrna Báez
Manuel Botello
Olga V. Cervoni
Cecilio Colón Guzmán
Carmen Correa
Familia Andreu-Pietri
Familia Font-Riefkohl
Familira Reyes-Veray
Domingo García
Poli Marichal Lugo
Antonio Martorell
Rubén Miranda
Ivonne Narganes Storde
Luis Nieves Falcón
Cielo Rosado
Federico Sánchez
Cacheila Soto
José Antonio Torres Martinó
Rafael Trelles
René Vélez Marichal
Jorge Zeno