Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Académicos de Número
a) Peruanos: b) Extranjeros:
Américo Ferrari Bernard Portier
Alfredo Bryce Echenique Günther Haensch
Luis Loayza André Coyné
José Miguel Oviedo Germán de Granda
Fernando Tola Mendoza Reinhold Werner
Armando Zubizarreta Ernest Zierer
Luis Enrique López James Higgins
Rocío Caravedo Giuseppe Bellini
Eugenio Chang Rodríguez Marius Sala
Julio Ortega Wolf Oesterreicher
Pedro Lasarte Justo Jorge Padrón
Juan Carlos Godenzzi Humberto López Morales
Víctor Hurtado Oviedo Julio Calvo Pérez
Livio Gómez Flores
José Ruiz Rosas
Académicos Honorarios
Alberto Benavides de la Quintana
Johan Leuridan Huys
Comisión de Gramática
Coordinador Rodolfo Cerrón-Palomino
Luis Jaime Cisneros Vizquerra
Jorge Iván Pérez Silva
Carlos Garatea Grau
CONTENIDO
ARTÍCULOS
NOTAS
ONOMÁSTICA ANDINA
REGISTRO 195
METÁFORA Y POLISEMIA
MÉTAPHORE ET POLYSEMIE
Resumen:
El presente artículo trata de la distinción entre palabra y vocablo desde
una perspectiva lingüística siguiendo la terminología de Charles Muller.
Mientras la palabra esta sometida a los avatares del uso, a las constricciones
y también extensiones del discurso, del habla en el sentido saussureano, el
vocablo tiene significado biunívoco con su significante, lo que es propio
de la lengua tenida en sentido abstracto.
Los vocablos constituyen las entradas del diccionario en que todos los
estratos semánticos (perceptual, social, cultural y técnico) se armonizan para
dar unidad de significado principal a su significante, incorporando como
genuinos a él esos tropos (catacresis, metonimia, sinécdoque, metáfora)
que según la tradición clásica son contrariamente obstáculos, más que
beneficios, para el verdadero conocimiento de las palabras del idioma.
Résumé:
Le présent article traite de la distinction entre mot et vocable d’un point
de vue linguistique, selon la terminologie de Charles Muller. Tandis que
le mot est soumis aux avatars de l’usage, aux constrictions, ainsi qu’aux
extensions du discours, de la parole, au sens saussurien, le vocable possède
un signifié biunivoque avec son signifiant, propre à la langue, au sens
abstrait.
Abstract:
Following Charles Muller´s terminology, a distinction is made between
words and terms. Whereas the word is determined by usage, and undergoes
constrictions, and extensions becoming to the parole, the term relates
biunivocly to its significant, something proper to the langue. Terms and
the dictionary’s entries in which all semantic strata (be them perceptual,
social, cultural or tecnological) are joined to give unity of meaning to its
significant incorporaing to it some of the figues which classic tradition
has considered obstacles rather than assets to the true knowledge of the
words.
Palabras clave:
Metáfora; polisemia; palabra; término
Mots clés:
Métaphore; polysémie; mot; terme
Key words:
Metaphor; polysemics; word; term
1 En Étude de statistique lexicale, París, 1967, pp. 15-20. Cf. también mi Curso de lexicología,
sobre la definición de la unidad palabra y la abstracción del vocablo.
Sin embargo, la idea de que un signo sólo puede tener un solo significado
es la más común para todo ser humano que reflexiona espontáneamente
acerca de su propia lengua. Pues lo que parece ser evidente para cualquier
persona es que los vocablos son, ante todo, nombres de cosas y como cada
cosa es distinta de las demás, entonces cada nombre debe corresponder a una
sola cosa y no a varias. Es decir que lo común es considerar las lenguas como
grandes nomenclaturas: los árboles tienen cada uno su nombre; los insectos,
los pueblos, las pasiones, las transacciones comerciales, cada uno se clasifica
y recibe un nombre. Esa concepción nomeclaturista supone que los vocablos
corresponden uno a uno a los objetos de conocimiento; es decir que árbol es el
nombre del árbol, de la clase de los árboles y de cualquier ente que pueda formar
parte de esa clase; casi se diría que árbol es el “nombre propio” de los árboles;
cabeza es el nombre de la cabeza humana, de cada cabeza humana, etc.; pato es el
nombre del pato, de todo pato; discutir es el nombre de una acción en que dos o
más personas confrontan sus ideas acerca de algo y sólo de esa acción; rojo es el
nombre de un color que caracteriza a la sangre o cualquier otro objeto que tenga
la misma propiedad de color que la sangre; ayer es el nombre del día anterior
al de hoy, de cualquier día que anteceda a uno como el de hoy, etc. Cuando
se comprueba en el uso ordinario de la lengua que árbol también nombra un
esquema de líneas que se ramifican (un árbol genealógico, el árbol de Porfirio,
un árbol chomskyano), que cabeza también nombra el vehículo anterior de un
convoy, que pato es un recipiente dotado de un cuello largo para recibir la orina
de un enfermo cuando está acostado, que discutir es también poner en duda la
acción o el dicho de alguien, que rojo es un comunista y que ayer nombra a todo
el pasado, surge la necesidad de distinguir unos significados de otros, pues esa
polisemia se juzga como peligrosamente ambigua, en cuanto da al traste con la
nomenclatura y, en consecuencia, enturbia la manifestación de la verdad.
9 La idea de que los vocablos representan objetos merece un estudio en profundidad, que
discuta lo que se ha querido decir, desde la Antigüedad, con representación. A partir de
la teoría del signo saussureana hay que decir que los vocablos significan objetos, para
reconocer el espesor y la complejidad de la significación.
10 Como lo señala Ricoeur en La métaphore vive (Seuil, París, 1975, 1er. Estudio, p. 13),
la retórica aristotélica constaba de una teoría de la argumentación, de una teoría de
la elocución y de una teoría de la composición del discurso (de la que formaban parte
los tropos); pero a partir del siglo XVII se redujo a este último componente y la teoría
de los tropos se convirtió en la prescindible clasificación de las figuras de dicción y
de pensamiento. Dice Ricoeur: “La rhétorique mourut lorsque le goût de classer les
figures eut entièrement supplanté le sens philosophique qui animait le vaste empire
rhétorique”. San Isidoro de Sevilla, copiando a Casiodoro y Cicerón, definía todavía
la retórica a la manera aristotélica, como “la ciencia del bien decir en los asuntos
civiles, con los recursos de la elocuencia propios para persuadir lo justo y lo bueno.”
(Etimologías, Libro II, 1, p. 363).
11 En Des tropes ou de différents sens, figure et vingt autres articles de l’Encyclopédie, suivi de
l’Abregé des tropes de l’abbé Ducros, Presentation et notes de Françoise Douay-Soublin,
Critiques, Flammarion, 1988, París. (Art. IV, p. 69). Todas las traducciones son mías.
Para hacerlo hay que comenzar por reconocer que la unidad palabra
es el pivote de la formación del sentido, por cuanto es con ella, con su
capacidad para referir a la experiencia de la vida y para conformar un
significado inteligible para los hablantes de una lengua, como se construye
la predicación y se da sentido al discurso.
14 Ricoeur (3er. Estudio, p. 102) cita la opinión de LA. Richards (el coautor del famoso
“triángulo de Orden y Richards”’) respecto a la “superstición del significado propio”:
“La croyance que les mots possèdent une signification qui leur serait propre est un
reste de sorcellerie, le résidu de la ‘théorie magique des noms “’.
15 Según Françoise Douay-Soublin, editora del tratado de Dumarsais, “dans la définition
fondamentale de Dumarsais —le sens propre d’un mot, c’est la première signification du
mot— il me paraît inexact d’entendre première dans le sens étymologique...; première
signification chez Dumarsais est à prendre d’abord dans le sens philosophique de
signification dans l’ordre physique que lui prêtent ses postulats sur l’origine et la
demás tratadistas daban por significado propio el que les resultaba más
común. Sólo un ideal diccionario etimológico-histórico podría proponer,
con seriedad, un primer significado históricamente demostrado como
significado principal.
généalogie des idées” (n. 26, p. 247). Es decir que Dumarsais partía de una teoría
sensualista, a la manera de Condillac y Locke, del signo, que tiene una lejana
concordancia con mi propuesta del estrato perceptual.
16 Observa Ricoeur (3er. Estudio, p. 103) que “certes, la pratique des bons auteurs tend
à fixer les mots dans des valeurs d’usage. Cette fixation par l’usage est sans doute à
l’origine de la croyance fausse que les mots ont un sens, possèdent leur sens.”
de las ciencias y las técnicas basta con reconocer sus efectos en la unidad
aislada, como he tratado de demostrar con unos cuantos ejemplos,
para entender a plenitud el ámbito significativo de la metáfora hay que
considerar ahora lo que Ricoeur llama “el enunciado metafórico”.
17 Una idea que podría haberse dado en el marco del pensamiento estructuralista, en el
cual ese significado podría tener carácter de virtuema que, de realizarse plenamente en
el uso, se convertiría en un sema más de la matriz semémica del vocablo.
la lengua, más comparable con las señales marítimas o con las expresiones
cifradas de la policía, que a una lengua capaz de significarlo todo (de ahí,
a propósito, lo desafortunado de enseñar que una lengua es un código).
A la vez, el reconocimiento de las características de la metáfora viva debe
llevar a una mejor comprensión del discurso poético.
BIBLIOGRAFÍA
HEGER, Klaus. Teoría semántica II, Hacia una semántica moderna, Trad. José
Luis Rivarola, Alcalá, Madrid, 1971.
Resumen:
El texto postula que en el español algunos de los peruanismos más
conocidos son de origen mochica: cholo, cuculí, faique, pallar, poto. Se hace
un minucioso análisis de cada uno de estos vocablos.
Résumé:
L’auteur soutient qu’en espagnol certains des péruanismes plus connus
sont d’origine mochica: cholo, cuculí, faique, pallar, poto. Il est fait ici, une
analyse minutieuse de chacun de ces mots.
Abstract:
Some well-known Peruvian words are, according to the author, from
Mochica origin: cholo, cuculí, faique, pallar, poto. Detailed linguistic analyses
of these words are performed.
Palabras clave:
Español; mochica; peruanismos
Mots clés:
Espagnol; mochica; péruanismes
Kew words:
Spanish; Mochica; peruanisms
1 Hare (1999: 46) brinda el dato de que “cholo itzcuintle” es un tipo de perro indígena
en México.
2 En 1999, Hare propuso una posible etimología vasca de cholo, al constatar que la
palabra no pertenecía a las lenguas amerindias. La autora, no obstante, no consideró
al mochica dentro de las posibles lenguas y la evidencia que sustenta su propuesta
nos parece más bien débil.
cholo, la. (Del mochica cɥolu muchacho, cha) adj. Am. Mestizo
de sangre europea e indígena.
Los dialectos del quechua que poseen el término con /l/ son el
quechua de Ancash (Parker y Chávez 1976 & Carranza 2003) con el
significado de ‘paloma torcaz grande’, el de Huánuco (Weber, et alia
1998) con el significado de ‘paloma’, el de Ayacucho (Soto 1976) con
el significado de ‘paloma silvestre grande’ y el del Cuzco (Academia
Mayor 1995) con el significado de ‘paloma torcaza’. No obstante, en el
Vocabulario Políglota Incaico de 1905 se da para el dialecto del Cuzco
la voz <cucuri>, con probable influencia aimara. Podemos estar seguros
de que la voz aimara portaba una /r/, porque en la variedad del jacaru
cuculí. (De or. mochica cuculì, onomat. del canto de esta ave).
m. Ecuad. y Perú. (De or. aimara kukuri, onomat. del canto de
esta ave) Bol. y Chile. Especie de paloma silvestre del tamaño de
la doméstica, pero de forma más esbelta, de color ceniza y con
una faja de azul vivo alrededor de cada ojo.
faichass (Cf. moix = ‘alma’, eiñ = ‘quién’, moiñ = ‘yo’); mas, como, en
castellano, la consonante /ʧ/ no se encuentra en posición implosiva,
entonces, se elidió dejando una vocal no nuclear de diptongo. Téngase
presente que algo similar se produce en la evolución del latín al portugués:
multum > muito, nocte > noite. En el mismo mochica, encontramos
otros ejemplos que registran este tipo de cambio. Al caso de faichass,
añadimos el de la palabra <tzhaxlltzha> = /’tsaɬtsa/ = ‘seis’ (Fernando de
la Carrera, 1644, libro cuarto: 182) que Middendorf (1892: 68) presenta
como tsaitsa, en donde lo que era la consonante <xll> = /ɬ/ pasa a
elidirse dejando una vocal no nuclear. Vemos, pues, que el diptongo de
faique puede entenderse a partir de la palabra fachca, mas no a partir de
faik. Adicionalmente, podemos inferir que la forma faik alternaba con
la actual faique, si tenemos en cuenta el siguiente fragmento escrito por
Brüning (2004: xvii):
“(...) estos sonidos [...] son retenidos por los indígenas labriegos
de la villa de Eten (lugar en que permaneció como curiosísima
reliquia hasta hace algunos años, el antiguo dialecto), que
sustituyen en las sílabas finales la o y, a veces, la a por la e: Pícare
(pícaro), cabre (cabra), compadrite (compadrito).”
pallar1. m. Judía del Perú, gruesa como una haba, casi redonda
y muy blanca.
paxllæc (Carrera 1644: 129) y pexllæc (Carrera 1644: 116). Ambas serían
realizaciones del mismo lexema. Ahora, aun cuando la gramática más
antigua del mochica menciona las formas paxllæc y pexllæc, no da los
significados de las mismas. Esto se entiende, porque Fernando de la
Carrera, autor del Arte de 1644, no siempre proporciona la traducción
en castellano de los ejemplos que ofrece. Según Torero (2002: 229), los
nombres paxllæc y pexllæc son los que corresponden a lo que hoy llamamos
pallar. Como fundamento de esta aserción recurre a autores como
Bastian y Middendorf. Bastian ofrece la forma päckke con el significado
de ‘frijol’, mientras que Middendorf proporciona pajek con el significado
en alemán de ‘Bohne’. Ahora bien, cuando de la Carrera menciona la
forma paxllæc, lo hace como parte de Ñam paxllæc, antiguo nombre de la
ciudad de Lambayeque. Y cuando hace referencia a pexllæc, lo hace como
parte de un ejemplo gramatical que carece de traducción. Así, el análisis
formal tendrá que dar cuenta, en primer lugar, de la coherencia entre los
datos modernos y los que ofrece de la Carrera. En segundo lugar, será
necesario exponer los procedimientos gramaticales que nos permitirán
postular la forma reconstruida *paxllær como una realización morfológica
del mismo lexema que los ejemplos paxllæc y pexllæc.
autor 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Bastian päckke paּɬəʊk peּɬəʊk peּçəʊk peּçək peּçek peçּek peçּke pexּke pekּke
Brün1 pä́tši paּɬəʊk peּɬəʊk peּçəʊk peּçək peּçek peּʃek peּʃe peּʃi peּʧi
Midd1 paiĵque paּɬəʊk paּɬəʊk paiּçəʊk paiּçək paiּçek paiçּek paiçּke
Midd2 pajek paּɬəʊk paּɬəʊk paּçəʊk paּçək paּçek paּxek
Brün2 päšek paּɬəʊk peּɬəʊk peּçəʊk peּçək peּçek peּʃek
Brün3 pégy͡ek paּɬəʊk peּɬəʊk peּçəʊk peּçək peּçek
4 Para de la Carrera, el primer nominativo sería xllac ‘pescado’, mientras que xllacad
sería su llamado segundo nominativo.
Así pues, la forma posesiva potos debe haber tenido a *poto como
forma no posesiva. De la Carrera nos habla de una doble ss, lo cual no
se condeciría con la s simple de potos. Sin embargo, la sistematicidad es
algo que no se da en los gramáticos del siglo XVII. De hecho, Brüning en
su Mochica Wörterbuch nos proporciona poto en la siguiente frase que era
usada cuando se quería participar en alguna actividad sin contar con los
medios económicos para hacerlo (Brüning 2004: 31-32):
Una vez que poto se usó para la parte trasera del cuerpo humano
se ha seguido empleando de manera metafórica para partes de objetos
tales como botellas u ollas. Así, se dice ‘poto de botella’ o ‘poto de olla’.
Todo esto se da asumiendo metafóricamente que la parte donde se
asientan estos objetos es similar a aquélla en donde nos sentamos los
seres humanos. A su vez, es parte de la metáfora el que se considere zonas
posteriores en objetos que funcionalmente se utilizan con un eje vertical
y no tienen lados por ser curvos.
o
m
ta
és
pr
Éstas son palabras que se utilizan en las conversaciones del día a día.
Salvo faique, las otras son conocidas absolutamente por todos los peruanos
e incluso se usan fuera de las fronteras del Perú, sobre todo términos
como poto o cholo. Hay otras voces de origen mochica en el castellano
peruano, cuyo uso se restringe a ámbitos locales e, incluso, profesionales.
Silvia López Aranguí (1994) ha recopilado vocablos de la vida diaria de
Mórrope, en donde se aprecian voces mochicas como faneque (color
suave), fifo (algodón liláceo) y antiguos arcaísmos castellanos como coton
(blusón bordado). Hacemos votos para que los estudios de la historia de
las palabras se multipliquen, por ser tan necesarios como apasionantes.
BIBLIOGRAFÍA
BASTIAN, Adolf (1878) Die Cullturländer des Alten America (= Ein Jahr auf
Reisen. Kreuzfahrten zum Sammelberuf auf transatlantisches
Feldern der Ethnologie, erster Band). Berlin: Weidmannsche
Buchhandlung.
Rosa Luna
PERÚterm
Resumen:
A excepción de las últimas tres décadas, una de las características más
resaltantes del siglo pasado fue su censurable descuido por todo lo
tocante a la discapacidad. El actual, por el contrario, al preconizar la
tolerancia y el respeto por las diferencias, se presenta como un contexto
particularmente propicio para repensarla y convertirla en un tópico
ineludible en tanto condición inherente a todo ser humano.
Desde un punto de vista terminológico, la heterogeneidad de profesionales
involucrados en este campo presenta ventajas y desventajas. Las fortalezas
están vinculadas a la diversificación y al enriquecimiento conceptual y las
debilidades a la proliferación y coexistencia de una considerable variación
denominativa que entorpece la comunicación intra e interdisciplinaria.
El objetivo central de esta ponencia es contribuir con el proceso
de “dignificación terminológica” en el que se encuentra inmersa la
discapacidad como paso capital para lograr un cambio de actitud y de
imagen en torno a este tópico por parte de profesionales vinculados y de
la sociedad en general.
Résumé:
À l’exception des trois dernières décennies, une des caractéristiques les
plus frappantes du siècle dernier fut sa négligence censurable en matière
de handicap. À l’heure actuelle, au contraire, dû à la préconisation de
la tolérance et du respect des différences, celui-ci se présente comme un
contexte particulièrement propice afin de le repenser et de le reconvertir
en un lieu commun inévitable en matière de condition inhérente à tout
être humain.
D’un point de vue terminologique, l’hétérogénéité de professionnels
impliqués dans ce domaine présente des avantages et désavantages. Les
forces sont liées à la diversification et à l’enrichissement conceptuel, et les
faiblesses à la prolifération et la coexistence d’une variation dénominative
considérable qui met à mal la communication intra et interdisciplinaire.
L’objectif central de cet exposé est la contribution à travers le processus de
“dignité terminologique” dans lequel le handicap se trouve immergé. Il
s’agit d’une étape importante afin d’arriver à un changement d’attitude et
d’image en ce qui concerne ce lieu commun de la part des professionnels
qui y sont liés et de la société en général.
Abstract:
Due to current tolerance and respect for the differences, interest in
exceptionality is prevailing over the total carelessness of past times. However,
proffessionals involved in this field, although adding to diversification and
conceptual enrichment, when following their particular inclinations and
prejudices, make the terrain instable and terminologically confuse. This
article aims at contributing to the process of terminological “dignifying” of
the field, in order to change attitudes surrounding the topic.
Palabras clave:
Discapacidad; semántica; términos técnicos
Mots clés:
Handicap; sémantique; termes techniques
Key words:
Disability; semantics; technical terms
sugiere utilizar los adjetivos ‘mental’ y ‘físico’ para las deficiencias mas no
así para las discapacidades por su imprecisión, ni para las minusvalías por
ser inadecuados.
BIBLIOGRAFÍA
ARNAIZ, Pilar (2003) Educación inclusiva: una escuela para todos, Málaga,
Ediciones Aljibe.
NORMASUNIFORMESSOBRELAIGUALDADDEOPORTUNIDADES
PARA LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD. http://
www.un.org/esa/socdev/enable/dissres0.htm
Raquel Chang-Rodríguez
City College-Graduate Center
City University of New York (CUNY)
Resumen:
La Florida del Inca (1605) de Garcilaso de la Vega relata los sucesos de
la fallida expedición (1539-43) de Hernando de Soto a tierras de Norte-
América. La crónica evoca hechos ocurridos en varias latitudes: Europa,
el Caribe, América del Sur y del Norte y se centra en los capítulos del libro
sexto caracterizados por detallar la presencia en tierra mexicana (primero
en la zona del río Pánuco y después en México-Tenochtitlan) de los
sobrevivientes de la expedición ahora comandados por Luis de Moscoso
de Alvarado. En estos capítulos “mexicanos” el narrador entreteje los
sucesos con una tensión e intención particulares. Lo que nos obliga
a integrar lo regional en una red de acontecimientos cuyos signos
comienzan a fraguar una historia colectiva que nos permite vislumbrar a
América como una totalidad.
Résumé:
La Florida del Inca (1605) de Garcilaso de la Vega rapporte les évènements
de l’expédition manquée (1593-43) de Hernando de Soto sur les terres
d’Amérique du Nord. La chronique évoque les faits qui eurent lieu sous
diverses latitudes: Europe, Caraïbes, Amérique du Sud et du Nord et
se concentre sur les chapitres du sixième livre qui se caractérisent par
les détails de la présence des survivants de l’expédition, alors sous
le commandement de Luis de Moscoso de Alvarado, sur les terres
mexicaines (tout d’abord dans la zone du fleuve Pánuco et ensuite au
Mexique-Tenochtitlan). Tout au long de ces chapitres “mexicains”, le
narrateur entrelace les évènements avec une tension et une intention
particulières. Cela nous oblige à intégrer le facteur régional dans un
réseau d’évènements dont les signes commencent à forger une histoire
collective qui nous permet de considérer l’Amérique comme un tout.
Abstract:
La Florida del Inca offers an account of Hernando de Soto’s failed
expedition (1539-43) to american territories by tightly weaving together
events that have occurred in Europe, the Caribbean, South and North
America. The essay centers on the sixth book of La Florida del Inca
that describes the presence in Mexico (first in the area of the River
Pánuco and later in Mexico-Tenochtitlan) of the survivors of De Soto’s
expedition now under the command of Luis de Moscoso de Alvarado.
It contends that in these “Mexican” chapters the narrator links with
singular tension and deliberate intention events that have taken place in
different geographical areas. This strategy forces the reader to integrate
local events into a wider historical construction, and thus allows a glimpse
of America as a totality.
Palabras clave:
La Florida del Inca; México; Luis de Moscoso de Alvarado; Hernando de
Soto; contacto hispano-indígena.
Mots clés:
La Florida del Inca; Mexique; Luis de Moscoso de Alvarado; Hernando de
Soto; contact hispano-indigène.
Key words:
La Florida del Inca; México; Luis de Moscoso de Alvarado; Hernando de
Soto; contact hispanic-vernacular.
3 Entre ellas una india de Mauvila, concubina de Luis de Moscoso, cuya belleza causó
admiración en la Nueva España (F, Libro 3, cap. 24, 250). Con todo, el conquistador casó
en México con una rica prima suya, Leonor de Alvarado, hija de su tío Juan de Alvarado,
hermano de Pedro de Alvarado, su protector (Handbook of Texas Online, 2006).
4 En el libro 8, cap. 16, p. 180, de Comentarios reales, “De las frutas de árboles mayores”,
el Inca menciona otros detalles sobre el savintu: “. . . y haziendo principio de la que
los españoles llaman guayavas, y los indios sauintu, dezimos que son redondas, del
tamaño de mançanas medianas, y como ellas, con hollejo y sin corteza; dentro, en
la médula, tiene muchas pepitas o granillos redondos, menores que los de la uva.
Unas son amarillas por de fuera y coloradas por de dentro; éstas son de dos suertes,
unas tan agras que no se pueden comer, otras son dulces, de muy buen gusto. Otras
hay verdes por de fuera, y blancas por de dentro; son mejores que las coloradas, con
muchas ventajas; y al contrario, en muchas regiones marítimas tienen las coloradas
por mejores que las blancas. Los españoles hazen conserva della y de otras frutas
después que yo salí del Perú, que antes no se usava. En Sevilla vi la del sauintu, que
la truxo del Nombre de Dios un passajero amigo mío, y por ser fruta de mi tierra me
conbidó a ella”.
5 En Comentarios reales encontramos mayores precisiones: “De los frutos que se crían
encima de la tierra tiene el primer lugar el grano que los mexicanos y los barloventanos
llaman maíz y los del Perú çara, porque es el pan que ellos tenían”. El narrador
explica las tres categorías del pan hecho de çara: çancu para los sacrificios, huminta el
de las fiestas, y tanta el pan común o del diario (CR, Libro 8, cap. 9, 176-78).
6 Para los múltiples usos del maguey, véase CR, Libro 8, cap. 12, 182.
junto a las aves traídas por los ibéricos —“un gallo y dos gallinas de las de
España” (F, Libro 6, cap. 15, 426)—, en una choza indígena y que parte
de ello primero se consuma y después, el sobrante, junto al indígena
“bien asido porque no se les huyese” (F, Libro 6, cap. 15, 427), se lo
lleven los expedicionarios, remite tanto a la cornucopia cultural que el
encuentro abrió —y la escritura del Inca Garcilaso ejemplifica—, como
a la continuada rapacidad que marcó el intercambio entre europeos y
nativos en el norte y el sur de América.
Este capítulo inicial del arribo de los expedicionarios de La Florida a la
Nueva España concluye con una coda de corte lingüístico que bien puede
considerarse emblemática de las jornadas americanas de la expansión
imperial de España. La anécdota, sin embargo, adquiere aquí —y esto no
es raro en la obra del cronista cuzqueño— particular significación porque
nos transporta, como antes la guayaba y la zara, al Perú. En ella los
expedicionarios le preguntan a un nativo: “¿Qué tierra es ésta y cómo se
llama?” (F, Libro 6, cap. 15, 427). Aturdido, el indígena repetía “brezos”
y “bredos” porque el apellido de su amo era Cristóbal de Brezos; sus
interlocutores entendían “bledos” y responden: “Válgate el diablo, perro,
¿para qué queremos bledos?” (F, Libro 6, cap. 15, 427). El resultado: la
total incomprensión. El narrador explica: “A propósito del preguntar de
los españoles y del mal responder del indio porque no se entendían los
unos a los otros, habíamos puesto en este lugar la dedu[c]ción del nombre
Perú. . . [que] se causó de otro paso semejantísimo a éste . . .” (F, Libro 6,
cap. 15, 427).7 El evocativo comentario abre el espacio textual y a la
vez liga las diversas geografías. Al notar que esta incomprensión ocurre
en otras partes, la voz narrativa marca la frecuencia de tales incidentes en
distintas latitudes lo cual le sirve para de nuevo vincular lo novohispano
y lo peruano; a la vez, particulariza el incidente cuando trae a colación
el origen del nuevo nombre de su patria. Lo primero nos remite al
denominador común entre acontecimientos de Norte y Sur América
—la incomprensión lingüística y cultural, la violencia del encuentro— ; lo
7 Encontramos “La deducción del nombre Perú” en Comentarios reales (Libro 1, cap.
4, 17-19) y una mención a esta anécdota. Sobre Perú versus Pirú, véase Durand 1976:
148-160.
Con estas palabras y otras semejantes nacidas del dolor del bien
que habían perdido, se encendieron unos contra otros en tanto
furor y saña que, desesperados del pesar de haber desamparado
la Florida donde tantas riquezas pudieran tener, dieron en
acuchillarse unos con otros con rabia y deseo de matarse (F, Libro
6, cap. 17, 431)
Las acusaciones y ambiciones de los conquistadores tanto como el
recuerdo de las circunstancias que los obligaron a dejar La Florida, causan
pendencias y muertes en Pánuco. Como los sucesos que condujeron
a las guerras civiles del Perú, en ambas latitudes se dejan sentir los
“efectos ... de las determinaciones hechas sin prudencia y consejo” (F,
Así, el Proemio anuncia uno de los motivos por los cuales se escribe
la crónica, igualmente recalcado en los capítulos finales conectados con la
Nueva España. Las hazañas igualan a los “caballeros” indios y españoles
en el ejercicio de las armas; ahora estos hechos reclaman la admiración del
virrey Mendoza, quien trata a sus compatriotas de acuerdo a su conducta
heroica. En consonancia con esta postura, el narrador destaca cómo el
gobernante se deleita escuchando el relato de la destreza, ferocidad y
buena disposición de los floridanos tanto como de los españoles.
Todo ello permite al narrador a situar al virrey en dos categorías:
entre quienes son capaces de mirar al menos con curiosidad y hasta con
cierta admiración a la otredad americana; entre los europeos interesados en
las noticias de América, en particular si éstas atañen a tierras inexploradas
y cuantiosos tesoros. En cuanto a lo segundo, conviene recordar que la
documentación histórica confirma que el virrey Antonio de Mendoza
envió a fray Marcos de Niza y a Esteban (1539), el esclavo del norte de
África sobreviviente de otra fallida expedición floridana —la de Pánfilo
de Narváez—9, en busca de las legendarias “siete ciudades de Cíbola”.
Esteban murió en la empresa, pero fray Marcos confirmó la existencia
de las doradas ciudades. El Inca Garcilaso (F, Libro 6, cap.18, 433) y
los archivos igualmente indican que, en seguimiento de estas legendarias
urbes, el gobernante envió después (1540) una expedición por mar y tierra,
capitaneada esta última por Francisco Vázquez de Coronado10, gobernador
de la Nueva Galicia11. Un año más tarde éste regresó con las manos vacías
de tesoro pero repletas de acusaciones por su maltrato a la población
indígena y a otros expedicionarios como consta en la Relación (c.1560-65)
de Pedro de Castañeda de Nájera, uno de los participantes12.
9 Véase la edición de Adorno y Pautz (1999) de los Naufragios de Cabeza de Vaca, uno
de los participantes en esta expedición.
10 Equivocadamente el narrador de La Florida lo llama Juan Vázquez de Coronado
confundiéndolo con su sobrino, conquistador en la zona centroamericana de la
actual Costa Rica (F, Libro 6, cap. xviii, p. 433).
11 También envió a Juan Rodríguez Cabrillo a explorar las costas de California (1542-
43) y a Ruy López de Villalobos a las Filipinas (1542-43).
12 Carmen de Mora la editó por primera vez en español (1992).
14 Según acusaciones refutadas por el Inca Garcilaso (HG, Libro 5, cap. 23), el rebelde Gonzalo
Pizarro salvó la vida gracias al caballo que le cedió el capitán Garcilaso de la Vega.
15 En La Florida del Inca, el propio Garcilaso da cuenta de otros soldados con quienes
había tratado en el Perú y antes habían acompañado a Vázquez de Ayllón y a De
Soto a Norteamérica: Hernando Mogollón, participante en la expedición de Lucas
Vázquez de Ayllón ( F, libro 1, cap. 3: 16); Baltasar Hernández (F, libro 3, cap. 38:
285), Cristóbal Mosquera (F, libro 4, cap. 15: 325), Juan de Vega (F, libro 5, segunda
parte, cap. 6: 366) y Diego de Tapia (F, libro 6, cap. 18: 435-436), todos soldados en
la jornada de De Soto.
3. Conclusión
Vistos de este modo, los capítulos finales de La Florida del Inca donde
tan prominentemente figura la Nueva España, cumplen varios propósitos.
Los animales domésticos delimitan zonas o postulan nexos dentro de una
vasta geografía: el pavo o “gallo de Indias”, como lo llamó Covarrubias en
su Tesoro, singulariza a México; los nombres de la guayaba ligan al Caribe
y los Andes; la zara nos refiere a la compartida cultura americana del
maíz; los gallos y gallinas de Europa afirman el irrevocable asentamiento
de productos y personas de ese continente en el Nuevo Mundo. Los
objetos foráneos —la loza, el papel y la tinta—, adquieren otras valencias:
los restos de platos fraguados en Talavera y Malasa, no remiten a su
lugar de origen sino a la Nueva España; el papel y la tinta no lo otorgan
ni un clérigo ni un escribano, sino una nueva y emblemática figura de
la ecuación colonial: el indio letrado (Imagen 3 ) cuya agencia comunica
aquí a sendos grupos de expedicionarios procedentes de La Florida16.
Los dobles episodios lingüísticos, uno de diglosia (“lengua mexicana” y
castellana) y otro de total incomunicación, destacan la relevancia y validez
del conocer la lengua europea y los idiomas amerindios, de incorporar y
equiparar los códigos necesarios para establecer el diálogo intercultural.
Así lo reafirma la mención al origen del nombre Perú cuya historia el
narrador confiesa haber trasladado a Comentarios reales.
La llegada de los sobrevivientes a México-Tenochtitlan da cuenta de
la generosidad del virrey Mendoza y de los mexicanos, en contraste con
la mezquindad y los pleitos de los hombres de De Soto cuyo accionar lo
impulsan la imprudencia y la pasión. El relato floridano se abre entonces
contraponiendo episodios que obligan al receptor a nuevas categorías
de reflexión, necesarias para comprender el sentido de, por ejemplo, el
desfile de los misérrimos españoles en camino a la capital novohispana en
16 Me atrevo a añadir que, de igual modo que el alfabeto curaca mexicano, el Inca
Garcilaso pretende, por medio de sus escritos, servir de puente entre el saber europeo
y americano ligando así a múltiples mundos culturales. Para un repaso de la figura del
indígena letrado en México, véase el ensayo de Romero Galván (2002) en referencia a
Hernado Alvarado Tezozómoc, Domingo Francisco Chimalpain y Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl. Sobre los indios ladinos en el Perú, véase Adorno 1991.
BIBLIOGRAFÍA
Una versión de este trabajo aparecerá en las Actas, coordinadas con Carmen de
Mora, del Congreso realizado en Montilla, España (2005) en conmemoración del
cuarto centenario de la publicación de La Florida del Inca.
Óscar Coello
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Resumen:
El presente artículo, luego de contextualizar la figura del autor y fijar
la identidad actancial del narrador, llamado así mismo Inca, precisa las
categorías literarias de base para fortalecer la mejor intelección ficcional
de La Florida. Es un artículo conmemorativo producido con ocasión del
cuatricentenario de la edición de La Florida, celebrado por la UNMSM y
la Academia Diplomática del Perú.
Résumé:
Après avoir remis la figure de l’auteur dans son contexte et fixé l’identité
actancielle du narrateur, également appelé Inca, le présent article décrit
les catégories littéraires de base afin de renforcer la meilleure intellection
fictionnelle de La Florida. Cet article commémoratif fut rédigé à l’occasion
Abstract:
Alter placing the author in its relevant context and making precise his
actantial identity, the article lays down the basic literary categories for
better understanding the fictional intellection of La Florida. This article
forms part of the oncoming events commemorating the quadricentennial
edition of La Florida.
Palabras clave:
La Florida; Inca Garcilaso; ficcionalidad; literaturidad; narrador
Mots clés:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionnalité; littératurité; narrateur
Key words:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionalizing
leg. n.° 1451)1, nace con el esplendor del descubrimiento del Pacífico,
aquel día de San Miguel de 1513 cuando Balboa y Pizarro lo tocaron por
primera vez.
Es por ello que, unos años más tarde, cuando el capitán español Garcí
Lasso de la Vega y Vargas procrea un hijo en estas tierras, este habría de
ser —sin asomo de dudas— un súbdito español de por vida, cuyo nombre
oficial quedó asentado como el de Gómez Suárez de Figueroa, nombre del
bisabuelo español repetido en el niño, según la costumbre hispana.
1 MATICORENA, Miguel: “El vasco Pascual de Andagoya inventor del nombre del
Perú”. En: Cielo Abierto. Lima, Vol. II, N.° 5, octubre 1979, pp. 38-42.
2 GARCILASSO DE LA VEGA, El Ynca: Primera parte de los commentarios reales.
Lisboa: En la oficina de Pedro Crasbeeck, 1609. Libro I, cap. VI.
He dicho que bien quería a su padre, por eso prefirió llamarse como él
y no como su bisabuelo; además, le correspondía también, según el uso
hispano, llevar el nombre del padre si era el mayor. Los documentos
hablarán de él ahora como Garcilaso de la Vega, a secas. Y así se produce
el tránsito de Gómez Suárez de Figueroa a Garcilaso de la Vega, los dos
seres reales, los que existieron en sucesivos tiempos y espacios de este
mundo en que vivimos.
El Inca
El literato o escritor
4 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del Ynca. Lisbona: Impresso por Pedro
Crasbeeck, 1605. Proemio al lector, fol. 4.
5 Las primeras ediciones de sus libros reflejan las variaciones onomásticas; por ello, las
citas en este artículo las reproducen.
declara así ante el párroco. Y uno que otro insignificante papel tardío
donde se le llama Inca, es decir, cuando ya su nombre literario sin duda
había sido asimilado y confundido por el pueblo como su nombre real6.
En la vida real le placía llamarse “el capitán Garcilasso de la Vega”.
Tampoco consta por ningún lado que aquello de ‘inca’ le correspondiera
por algún título legal. Repito, nada documenta en la vida real el nombre
inequívoco de “el Inca Garcilaso de la Vega”. Lo de Inca solo está en
sus libros de creación. Recién al momento de morir es cuando asume la
transformación perpetua: “[...] yo garcí laso inga de la bega, clérigo que
por otro nombre me solía llamar gómez suárez de Figueroa”7. Entonces,
está claro que fue inca cuando descubrió que para los fines intelectuales
que se proponía, es decir, configurar, crear de golpe la literatura española
del Perú, de rango universal, a su condición de súbdito español había que
agregarle el plus ultra que lo distinguía: español, pero del Perú. Del famoso
‘Perú de los Incas’ que solo existía en el vocabulario de los españoles, en
la conciencia de la hispanidad, en el imaginario europeo, conforme a la
cita que hice, en su lugar, del P. Blas Valera. Era totalmente conciente de
que había dado con ese rico filón de las letras castellanas: el del Perú de la
leyenda; y ese fue el espacio que escogió para su creación. Fue como nadie
hasta entonces conciente de que él y solo él era poseedor de los títulos
indiscutibles para asumir la tarea: a cada trazo de su pluma nos recuerda
que era nacido en el Cuzco, y nos cuenta con candoroso orgullo que su
madre había pertenecido a la dinastía solar, por ello es que decía llamarse
el Inca; en tanto que, por el lado del padre, se entendía pertenecer a una
raza de escritores hispanos. En su primer libro, La traduzión del Indio de
los tres diálogos de Amor, le dice al rey don Felipe que lo ha servido con
la espada y con la pluma; como el Cisne de Toledo, el de las corrientes
aguas, puras cristalinas. “Con la espada y con la pluma” es el lema que
exhibe como pórtico de sus libros, junto a los simbolismos indios e
hispanos. Contemplemos, pues, juntas las razones por las que le placía
El narrador ficcional
8 GARCILASSO INGA DE LA VEGA: La traduzión del Indio de los tres diálogos de Amor
de León Hebreo. Madrid: En casa de Pedro Madrigal, 1590.
9 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Historia General del Perú. [1617]. Edición al
cuidado de Ángel Rosenblat. Buenos Aires: Emecé Editores, 1944. Tomo I, p. 15.
10 Ibíd., p. 16.
El lector implícito
11 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe: Nueva corónica y buen gobierno. [1615]. Edición
y prólogo de Franklin Pease G.Y. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Tomo
I, p. 3.
12 GARCILASO, La Florida del Ynca, óp. cit., fols. 39-40.
13 Ibíd., fol. 3.
14 Ibíd., fol 14.
15 Ídem.
16 Ídem.
Hay muchas más cosas, sin duda, no voy a referirlas todas ahora, con
las que logró encandilar nuestro primer escritor universal a los lectores
castellanos, de allende y aquende los mares; o europeos, en general, a
juzgar por las casi inmediatas y posteriores traducciones de sus libros
al inglés, francés, italiano, alemán, etc. Para los americanos, para los
peruanos, en particular, el Inca Garcilaso soñó para nosotros una patria
nueva, un país invalorable. Sin olvidar los avatares de la confrontación
inicial, la soñó armonizada, reconciliada y, sobre todo, nunca dudó de
soñarla incomparablemente bella.
Para finalizar, debo aquí citar las principales voces que he atendido
en esta visión del Inca Garcilaso de la Vega. Ya a finales del siglo XIX,
Marcelino Menéndez y Pelayo, en su memorable Historia de la poesía
hispanoamericana escribió que es: “uno de los más amenos narradores
que en nuestra lengua pueden encontrarse”21. Dice que en el espíritu del
Inca Garcilaso se formó “lo que pudiéramos llamar la novela peruana o
la leyenda incásica, que ciertamente otros habían comenzado a inventar,
pero que solo de sus manos recibió forma definitiva”22. Dice el insigne
don Marcelino que: “Garcilaso hizo aceptar esos sueños por el mismo tono
de candor con que los narraba y la sinceridad con que acaso los creía, y a
él somos deudores de aquella ilusión” 23. Culmina el eminente polígrafo
español con una afirmación rotunda: “Como prosista, es el mayor
nombre de la literatura americana colonial: él y Alarcón, el dramaturgo,
son los dos verdaderos clásicos nuestros nacidos en América”24.
Hay muchos más que están en esta línea, con mayor o menor
decisión. No necesito nombrarlos a todos, con los mostrados ya basta.
27 MIRÓ QUESADA, Aurelio: “El Inca Garcilaso”. [1945]. En: Obras completas, Tomo
IV. Lima: Empresa Editora El Comercio, 2002, 4.ª edición, p. 190.
28 MATICORENA ESTRADA, Miguel: “Un manuscrito de la Florida del Inca
Garcilaso”. El Comercio [Lima], “Dominical”, 09 de abril de 1989.
29 Ídem.
Estas son mis palabras finales: al comenzar dije que el Perú nace en la
leyenda, aunque la leyenda —bien lo sabemos— fue superada largamente,
por la realidad maravillosa. Con el Inca Garcilaso empezamos a amar
ese sueño. Gracias a su decantada formación humanista, que lo hizo
comprender la importancia de las epopeyas originales para los pueblos
que aspiran a ser grandes —como la vieja Ilíada, como la hechizada Eneida,
como la Sagrada Biblia— él se propuso soñar la epopeya del Nuevo Mundo.
La esbozó, la trazó, la configuró como una espléndida obra de arte; al
hacerlo inauguró las letras peruanas universales. Por ello, cuatrocientos
años después, desde la más noble sede de la cultura hispanoamericana, la
Universidad Mayor del Perú, en cuyos claustros aún resuenan con fervor
las voces de insignes garcilasistas: desde José de la Riva Agüero hasta Raúl
Porras Barrenechea, desde Aurelio Miró Quesada hasta Luis Alberto
Sánchez, José Durand Flórez, Carlos Araníbar, Miguel Maticorena, de
entre un largo elenco sanmarquino de estudiosos del Inca, venimos a
celebrar otra vez La Florida (1605) con decidido orgullo y justo regocijo.
30 Ídem.
31 Menéndez Pelayo, Marcelino: Orígenes de la novela. Tomo II. Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1961, 2.ª edición, p. 152.
BIBLIOGRAFÍA
Resumen:
El texto sitúa la poesía de Blanca Varela en el marco de la actividad
literaria de sus contemporáneos. Escoge algunos poemas emblemáticos
escritos en distintos tiempos, hace observaciones puntuales sobre cada
uno de ellos, los vincula entre sí y pondera las calidades artísticas de la
autora, dueña de una sólida retórica que no se percibe fácilmente.
Résumé:
Le texte situe la poésie de Blanca Varela dans le cadre de l’activité littéraire
de ses contemporains. Celui-ci choisit quelques poèmes emblématiques
écrits à différents moments, fait des observations ponctuelles sur chacun
d’entre eux, les relie et pèse les qualités artistiques de l’auteur, maîtresse
d’une solide rhétorique qui ne se perçoit pas facilement.
Abstract:
Varela’s poetry is observed within the framework comprising the literary
activity of her contemporary. The author chooses some emblematic
poems belonging to different times, finds linking characteristics among
them and weighs their artistic values.
Palabras clave:
Blanca Varela; poesía peruana de la generación del 50.
Mots clés:
Blanca Valera; poésie péruvienne de la génération des années 50.
Key words:
Blanca Varela; Peruvian poetry; generation of the 50’s
El Perú ha sido, desde el momento que empezó a ser llamado con ese
nombre, tierra de poetas. Puede que en otras áreas de la creación artística
haya intermitencias y discontinuidad. No ocurre lo mismo con la lírica,
en todo tiempo y circunstancia. Sin embargo, salvo las excepciones de
rigor, pocas mujeres, a lo largo de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, se
han dedicado a la poesía. En la época virreinal, la mitológica Amarilis que
intercambió escritos en verso con el célebre Lope de Vega, permanece, a
pesar de su rostro difuminado en su deseado anonimato, como el mejor
ejemplo de una mujer de temple que escoge la literatura como vehículo
de su naturaleza femenina. La incipiente marca literaria de la mujer en
el Perú, fue la de aquella fémina que se atrevió a hacer lo que las otras
soñaban.
En el primer siglo de nuestra época republicana, el XIX, hubo muchas
mujeres que escribieron versos. Aparecen en sesudas investigaciones, pero
no nos dejaron nada memorable. Fueron novelistas las que destacaron,
Clarinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera.
Iniciado el siglo XX, hubo una dama que pronto llamaría la
atención, por lo descarnado de sus versos y su capacidad de entrar de
lleno en la acción política. Tempranamente conocida por José Carlos
Mariátegui, su prestigio de luchadora opacó un poco su actividad literaria.
Finada su vida, lentamente se le empieza a valorar, como una de las más
importantes escritoras peruanas de estos tiempos difíciles. Magda Portal
es ahora estudiada en artículos de revistas especializadas, en tesis y en
libros que le son dedicados.
Hay una leyenda falsa que habla de una oposición y hasta de una
polémica entre los poetas llamados puros y los considerados sociales.
Machado decía no conocer la poesía pura y eso vale para los poetas
peruanos. Un orífice como Eielson es capaz de los más desgarrados
acentos en un libro como Habitación en Roma (1954) y un poeta
aparentemente ensimismado como Javier Sologuren puede entregarnos
un poema sentido que busca la entraña del significado del Inca Garcilaso.
Lo que hubo entre 1958 y 1959 fue una polémica entre un poeta,
Alejandro Romualdo, que había escrito en 1958 Edición extraordinaria y
algunos críticos como José Miguel Oviedo o Mario Vargas Llosa que le
reprochaban a Romualdo “el sacrificio de la poesía” como puede verse
en la revista Literatura Nº 3 de 1959, publicación que dirigían Abelardo
Oquendo, Luis Loayza y Mario Vargas Llosa. Más allá de la hojarasca
que deja un enfrentamiento de circunstancias, los críticos se equivocaron
porque en ese manojo de poemas de Romualdo hay tres o cuatro que
merecen estar en toda antología de poesía peruana.
Reactivado en los años cincuenta el grupo “poetas del pueblo”,
incorporó entre sus miembros a Juan Gonzalo Rose y a Manuel Scorza.
Rose es uno de los líricos más finos del siglo XX y Scorza después de
haber publicado tres libros de poesía, ha destacado como novelista y
como animador cultural.
Han pasado poco más de cincuenta años desde que estos poetas
empezaron a escribir. Algunos críticos prefieren la escritura de Jorge
Eduardo Eielson; otros, la de Javier Sologuren o la de Blanca Varela,
o la de Wáshington Delgado, o la de Carlos Germán Belli, o la de
Alejandro Romulado o la de Francisco Bendezú. En todo caso les
debemos agradecer a todos. En numerosos momentos de su historia el
Perú tuvo poetas de gran calidad desde González Prada, Vallejo, Eguren,
Martín Adán, Westphalen, Moro, Oquendo, Abril, pero entre ellos y
sus coetáneos hubo a veces diferencias abismales. No ocurre esto con los
poetas de los años cincuenta. Nunca hubo en el Perú antes un grupo de
tanta calidad. Después de este necesario paréntesis, volvamos a Blanca
Varela. Si existen, como dice Northrop Frye, poetas del cielo, del edén,
de la tierra y de las cavernas, aunque algunos como Dante, atraviesan
todas las zonas, conviene señalar que Blanca Varela es poeta de la tierra y,
principalmente, de las cavernas. Es una poeta que excava en sus propias
entrañas y que establece un curioso contraste entre una dicción límpida
y el sentimiento exacerbado de estar arrojada en el mundo. Es, si las
comparaciones caben, el par femenino de Paul Celan. Y si hablamos de
formación literaria, sin duda conoce bien el expresionismo, el surrealismo
y el existencialismo, pero resulta aventurado juzgarla de acuerdo a los
moldes de cualquier escuela literaria. La potencia de ese primer poema
que publicó Puerto Supe, llega intacta hasta nosotros, cuarenta años
después de su publicación.
Puerto Supe
Esta mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
que nos dice todo lo que expresa Puerto Supe. Repárese que esta situación
no volverá a repetirse en toda la escritura de Blanca Varela. Aun así,
la elección de una vox masculina para el primer poema que en su vida
da a conocer una mujer es un hecho revelador dentro de una sociedad
patriarcal. Cierto es que existen otras formas literarias diferentes de la
poesía lírica, el teatro por ejemplo o la novela, donde una mujer escritora,
indistintamente desarrolla parlamentos o modos de pensar de hombres,
pero pocas veces en la historia literaria, las mujeres, cuando se expresan
líricamente, escogen una vox masculina. El hecho amerita un esbozo de
interpretación por lo menos. Jung, el célebre discípulo de Freud que
tempranamente se apartó de las enseñanzas del maestro, sostenía que los
varones tienen una parte femenina a la que llamó alma, y que las mujeres
tienen una parte masculina, a la que llamó animus. Aceptemos o no las
denominaciones de Jung, no cuesta mucho consentir en que muchas
mujeres de valor, llámense Teresa de Avila o Sor Juana Inés de la Cruz,
destacan precisamente por su ánimo. Adjudicarle al ánimo, al temple, a
la fortaleza, valores masculinos, sin duda es una variable de la sociedad
patriarcal. Lo que hay en el texto de Blanca Varela es la desolación de un
individuo que rompe con el pasado, simbolizado por la casa de los padres
destruida, que rompe su mundo afectivo y queda desolado, en una costa
hermosa que es como un lecho donde llora a solas.
En uno de sus libros posteriores Valses y otras falsas confesiones de
1971 Blanca Varela escribe un texto que conviene contrastar con el que
acabamos de leer. Es su Vals del “Angelus”. Dice:
Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo, la de la última sala,
junto a las letrinas, la de la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo.
Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus crías, la que se traga
sus lágrimas y engorda. la que debe abortar en cada luna, la que sangra todos los
días del año.
Así te he visto vertiendo plomo derretido en las orejas inocentes, castrando
bueyes, arrastrando tu azucena, tu inmaculado miembro, en la sangre de los
mataderos. Disfrazado de mago o de proxeneta en la plaza de la Bastilla -Jules
te llamabas ese día y tus besos hedían a fósforo y cebolla. De general en Bolivia,
de tanquista en Vietnam, de eunuco en la puerta de los burdeles en la Plaza
México.
Formidable pelele frente a los tableros de control; gran chef de la desgracia
revolviendo catástrofes en la inmensa marmita celeste. Ve lo que has hecho de mí.
Aquí estoy por tu mano en esta ineludible cámara de tortura, guiándome
con sangre y con gemidos, ciega por obra y gracia de tu divina baba.
Mira mi piel envejecida al paso de tu aliento, mira el tambor estéril de mi
vientre que sólo conoce el ritmo de la angustia, el golpe sordo de tu vientre que
hace silbar al prisionero, al feto, a la mentira.
Escucha las trompetas de tu reino. Noé naufraga cada mañana, todo mar es
terrible, todo sol es de hielo, todo cielo es de piedra. ¿Qué más quieres de mí?
Quieres que ciega, irremediablemente a oscuras deje de ser el alacrán en
su nido, la tortuga desollada, el árbol bajo el hacha, la serpiente sin piel, el que
vende a su madre con el primer vagido, y el que sólo es espalda y jamás frente, el
que siempre tropieza, el que nace de rodillas, el viperino, el potroso, el que enterró
sus piernas y está vivo, el dueño de la otra mejilla, el que no sabe amar como a sí
mismo porque siempre está solo. Ve lo que has hecho de mí. Predestinado estiércol,
cieno de ojos vaciados.
Tu imagen en el espejo de la feria me habla de una terrible semejanza.
La diferencia con el primer texto de la escritura de Blanca Varela
es muy grande. Ahora la escritora no necesita recurrir a ningún recurso
retórico. No intenta guarecer su vox bajo ropajes masculinos. Es una
mujer la que habla, está claro. Y esta mujer tiene todas las marcas del
sufrimiento en la sociedad patriarcal. Pobre, miserable, debe abortar
cada luna. El hombre adopta, en cambio disfraces, mago o proxeneta,
general en Bolivia o tanquista en Vietnam, o eunuco en las puertas de
los burdeles. Individuo que expresa en sus actos la explotación símbolo
de la muerte, imagen de la castración. La vox narradora del poema se
Secreto de familia
échame de mi cuerpo
son las doce
sin sol ni estrellas
BIBLIOGRAFÍA
Ninguno de ellos presenta los hechos sino que los presiente, o los
ofrece en perspectiva: “el invierno ha principiado ya”, y “parece que va
a hendirse en el cielo”. La tía “venía con el primer calor y se iba con el
último”. Es decir, la acción no está comprometida en el discurso. Es sólo
la ‘impresión’ que de las cosas tenemos la que nos convoca, nos mueve y
nos circunda. La acción parece estar como depositada en las cosas, con
el secreto afán de que las vislumbremos. Más que verbos que las digan,
metáforas que las derivan hacia la fantasía:
hay que explicar como “una desviación” del camino natural del idioma,
porque, de acuerdo con el drae, no puede haber mutilados del abrazo
ni de la paz, pues mutilar es “cortar o cercenar una parte del cuerpo, y
más particularmente del cuerpo viviente” o “cortar o quitar una parte o
porción de algo que de suyo debiera tenerlo”. Y, claro, si estas dos cosas
diferentes son el significado de mutilar, parece evidente que Vallejo o no
lo usó bien, o se valió de algún “ardid poético” para decirnos algo que
sí pudiera admitirlo el diccionario3. La explicación de tales usos como
“desviación” o como “metalenguaje” se basa en la creencia primitiva de
que cualquier palabra, como ese mutilar, es el único y verdadero nombre de
los hechos o procesos que describe el diccionario. Esta ingenuidad que
propicia la lexicografía al uso obliga a algunos críticos a intentar justificar
el “error” de Vallejo echando mano de la supuesta lucidez de los autores
del drae. Este es el momento en que el crítico se preguntará qué pudo
querer decir Vallejo, diciendo algo “que no podía decirse”. Entonces irá
al diccionario y se verá obligado a cohonestar lo que éste dice con lo
que dice el poeta, sin darse cuenta de que esa es una tarea imposible,
porque el diccionario no dice realmente lo que es la palabra mutilar, sino
que describe alguna de las cosas que suelen entenderse con ella, que
es algo bien distinto, pues el lexicógrafo no presenta el significado de
la palabra mutilar, sino que sólo considera sus usos más frecuentes. Por
ello, hay que respetar, antes que nada, el principio saussureano de que
la palabra no es el nombre de ninguna cosa precisable: la palabra puede
significar —señalar— todas las cosas existentes, pero no tener significados
diferentes4, porque cada palabra sólo tiene un significado, como ya señaló
Cuervo en el Prólogo de su Diccionario de construcción y régimen.
3 Es notable y, a la vez, perniciosa esa ingenua creencia de que la verdad semántica está
en los diccionarios que, en el fondo, no son más que inventarios de los nombres de las
cosas concretas o abstractas, pero no de los significados.
4 Flor, por ejemplo, sólo es ‘flor’, pero puede significar —señalar como señala un dedo—
a una rosa, a una estrella, a una mujer, a un diamante, etc. Lo único que no puede
hacer es “no significar ‘flor’”: transforma en ‘flor’ a la rosa, a la estrella, a la mujer, al
diamante; pero es siempre, primaria y necesariamente, flor.
palabras o los textos son formas, en el sentido de que sólo pueden ser lo
que son, con independencia de lo que sugieran a la imaginación de los
que las manejan y emplean. /e/, por ejemplo, es una sola forma fónica
en español, con independencia de que sus realizaciones físicas sean tan
distintas entre sí, como [e, ε, ə, æ] y muchas más que, sin embargo, el
e
hispanohablante oirá siempre y de manera irremediable como /e/. Eso
es, precisamente, lo que sucede con mutilar, que siempre será ‘mutilar’
y que nunca se confundirá con sus referentes particulares, de manera
que, aunque no lo parezca, la palabra mutilado aplicada a la persona que
ha perdido un brazo en la guerra es la misma que la palabra mutilado
aplicada al que ha sufrido la privación de la paz, por ejemplo.
Y, siendo cada palabra una forma, lo primero que hay que descartar
es la mal llamada sinonimia. Es decir, que el hecho de que haya dos o
más palabras para una sola cosa no es un problema del lenguaje, sino de
la relación entre lengua y experiencia. Habría que suponer, por ejemplo,
que si perro significara lo mismo que can, serían lingüísticamente la
misma cosa y tendrían idénticas propiedades idiomáticas una y otra.
Pero no es nunca así: porque ni se dirá acanear, perrino, canera, ni vida
can, en tanto que sí se dirá vida perra, aperrear, perruno, perrera, etc. Las
dos palabras no significan lo mismo: lo único que sí es lo mismo es el
animal al que pueden referirse ambas, aunque no lo harán ni siempre
ni de la misma manera. Por eso la definición semántica de la palabra
no puede ser la definición lógica de una cosa o clase de cosas, que es
lo que hacen por lo general los diccionarios. El diccionario ideal, que
no es un imposible, tendrá que atenerse a los componentes idiomáticos
de cada palabra, señalando luego, en la lista teóricamente infinita de la
variación semántica, cómo y por qué puede referirse cada palabra a tantas
cosas que nada tienen que ver entre sí. El diccionario verdaderamente
científico tendrá que situarse siempre en el plano del idioma —en el valor
idiomático de cada palabra— y explicar desde ahí, y uno a uno, toda la
variedad de referentes a que suele o puede remitir.
fregado, da. (Del part. de fregar). adj. Am. Cen. y Am. Mer.
Exigente, severo. || 2. Am. Mer., C. Rica, Guat. y Hond. Dicho de una
persona: Majadera, enfadosa, importuna. || 3. Bol., Col., Ecuad. y Perú.
terco (|| pertinaz). || 4. coloq. Col., El Salv. y Ven. arduo (|| muy
difícil). || 5. C. Rica, Ecuad., El Salv., Hond., Méx. y Nic. Bellaco, perverso.
|| 6. Col., C. Rica, El Salv. y Hond. Astuto, taimado. || 7. Guat. y Nic.
Arruinado física, económica o moralmente. || 8. m. Acción y efecto de
fregar. || 9. coloq. Enredo, embrollo, negocio o asunto poco decente.
|| 10. coloq. Lance, discusión o contienda desordenada en que puede
haber algún riesgo imprevisto. || 11. f. Cuba. regañina. || 12. El Salv.
y Hond. Mala pasada, inconveniente grave. || 13. vulg. El Salv. y Méx.
engaño (|| acción y efecto de engañar). || a la ~. loc. adv. vulg. Méx.
a paseo. Me mandó a la fregada. ¡Váyase a la fregada! || de la ~. loc. adj.
vulg. Méx. pésimo. U. t. c. loc. adv. || 2. vulg. Méx. difícil (|| que no se
logra sin mucho trabajo). U. t. c. loc. adv. || estar ~. fr. coloq. Am. Estar
5 “Restregar con fuerza” o “limpiar algo restregándolo”, nos dice el drae. Por esto
pongo ahí ‘rudeza’, que es un componente semántico de este signo. Hay siempre en
este verbo un componente causativo, como “de A, hacer B”.
6 Como siempre, sólo se describen cosas o situaciones, nunca significados.
7 Una interpretación también posible, a tono con el sentido de las acepciones “clásicas”
del drae.
9 Cf. mi “Para una discusión del concepto de campo semántico”, en Gerd Wotjak
(ed.), Teoría del campo y semántica léxica / Théorie des champs et sémantique lexicale, Peter
Lang Verlag, Frankfurt am Main, 1998, pp. 87-125 y “Sobre algunas definiciones
del diccionario”, en Lengua, variación y contexto. Estudios dedicados a Humberto López
Morales, Ed. Arco / Libros, Madrid, 2003, Vol. I, pp. 451-463.
10 Es decir, percibido directamente y sin razonamiento, como se perciben los signos del
lenguaje en el habla normal.
por lo que queda a la vista y no por lo que realmente son. De ahí que
siempre tendamos a juzgar las cosas por las apariencias hasta que “las
fregamos” al encontrar su verdadera naturaleza ruda y desconocida. Todos
esos sentidos de fregar y de fregado sólo tienen que ver con el resultado
de “borrar” lo que las cosas o las personas parecen, para quedarnos con
imágenes que nos agradan o nos disgustan porque no coinciden con lo
que pensábamos de ellas.
QUECHUA
Rodolfo Cerrón-Palomino
Academia Peruana de la Lengua
0. En la presente nota nos ocuparemos del glotónimo quechua,
nombre con el que se designa a la lengua andina más importante del
continente sudamericano. Hablado en seis países (Colombia, Ecuador,
Perú, Bolivia, Argentina y Chile), el quechua constituye en verdad
una familia lingüística integrada por al menos cuatro ramas, que a su
vez contienen varios dialectos, con semejanzas y diferencias similares a
las que se dan entre las lenguas románicas, y, por ende, con distintos
grados de inteligibilidad entre sí. Como en el caso del aimara, y en
general de todo idioma, la lengua no tenía nombre propio, y el que
lleva, originariamente un etnónimo, le fue impuesto por los españoles.
Contrariamente a lo que se cree, tampoco runa simi es una expresión
acuñada por los antiguos peruanos, y, al igual que en el caso anterior, se
trata de una designación intervenida, es decir inducida desde fuera. En
las secciones siguientes ofreceremos la génesis del glotónimo aludido,
estableciendo su etimología, con particular énfasis en el origen prístino
En cada provincia tiene su lengua. Hay una lengua entre ellos que
es muy general, y ésta procuraron todos aprender, porque era ésta la
lengua de Guaynacava, padre de Atabalica (cf. Ruiz de Arce [1542]
1968: 434).
1 Por lo demás, en otro lugar ya nos hemos ocupado del tema (cf. Cerrón-Palomino
1987: cap. I, § 1.2), y el lector bien puede remitirse a él; aquí, sin embargo, ofrecemos
mayores precisiones al respecto, incorporando nuevos datos que enriquecen
notablemente la discusión presentada anteriormente.
Ruiz de Arce, a los incas, y entonces nos habla de “la lengua general de
los Ingas” (cf. Cieza de León [1553] 1984: xli, 132), o a su pretendido
lugar de procedencia, que sería la capital imperial, y entonces se referirá
a ella como a “la lengua general del Cuzco” (cf. op. cit., cap. xliiii, 142), o
simplemente “lengua del Cuzco” (Cieza de León [1551] 1985: XXIV, 72),
tal como lo hace también el cronista contador (cf. Zárate [1555] 1995:
VI, 39).
2 Carece, pues, de toda base la sugerencia hecha por Markham, en el sentido de que
habría sido el mismo sevillano quien bautiza la lengua como quichua, en razón
de haberla aprendido en la región de los <Quichuas> (cf. Markham [1910] 1920:
Apéndice B1, 268). Lo cierto es que fray Domingo, que pasa muchos años en
Chincha, evangelizando y fundando conventos, haya aprendido allí la variedad local,
es decir la chinchaisuya, que es la que describe y codifica. Por consiguiente, igual de
inexactas son las aseveraciones que hacen los académicos del quechua cuzqueño,
tornando en verdades absolutas las sugerencias del historiador británico, como se
puede ver en su Diccionario (cf. sub qheswa), obra por lo demás plagada de errores
y de falacias relativas a la cultura andina, e incaica en particular, según lo hemos
demostrado en nuestra reseña respectiva (cf. Cerrón-Palomino 1997).
3 Descartamos aquí el empleo de <quichua> que se hace en el texto anónimo del “Discurso
sobre la descendencia y gobierno de los Incas”, supuestamente escrito a instancias de Vaca
de Castro, alrededor de 1542 (cf. Anónimo [1608] 2004). Como lo ha demostrado Porras
Barrenechea ([1952] 1986), el documento aludido fue en verdad firmado y rubricado en
el Cuzco, a 11 de marzo de 1608, por un tal fray Antonio. Creemos que el empleo de
<quichua>, en el documento mencionado, es la mejor prueba de su carácter tardío,
perfectamente armonizable con la fecha señalada por Porras.
4 Obviamente, el hecho de que también el aimara fuera considerada “lengua general” (cf., por
ejemplo, Ramírez [1597] 1906: 297, quien llega incluso a considerarla como “la más general
de todas”), sin mencionar el puquina, creaba, en el mejor de los casos, cierta ambigüedad en el
empleo de la expresión “lengua general” a secas, aunque en algunos autores, como en el Inca,
podía advertirse un sesgo militante a favor de su quechua. Ver nota siguiente.
5 Lo señalado podría no ser del todo cierto, desde el momento en que no faltan
documentos en los cuales <quichua> parece haberse empleado también para
designar no sólo al aimara sino incluso al mochica (!). En efecto, en su “Relación”
de los chumbivilcas, el corregidor Francisco de Acuña, al dar cuenta de los indios
de Condesuyos, refiere que éstos “hablan algunos dellos en su lengua quíchua y la
mayor parte en la lengua general del inga” (cf. Acuña [1586] 1965: 310). Asimismo,
al mencionar el pueblo de Alca, señala que sus moradores “hablan algunos dellos
la lengua quíchua y otros la general del inga” (op. cit., 313). De otro lado, en un
documento dado a conocer por Josefina Ramos de Cox, y que lleva por título
“Memoria de las doctrinas que ay en los valles del Obispado de Trujillo” (ca. 1630),
se menciona que, en las doctrinas de Paiján y Chócope, se hablaba “la lengua de
los valles que es la que llaman qichua o mochica” (cf. Ramos de Cox 1950). Es más,
a Roque de la Cejuela, cura de Lambayeque, se le atribuye nada menos que un
“Catecismo de la lengua yunga o quichua y española”, cuya fecha remontaría a 1596,
según nos lo hace saber Zevallos Quiñones (1948). Para Alfredo Torero ([1972] 1972:
70), en el primer caso, tendríamos una clara evidencia de que el nombre en cuestión
designaba también al aimara, y que, por consiguiente, todavía no era exclusivo de la
lengua que hoy llamamos quechua. ¿Qué podemos decir al respecto? Como lo hemos
señalado en otro lugar, el argumento resulta deleznable (cf. Cerrón-Palomino 2000:
cap. I, § 1.2). De hecho, en el mismo texto de la “Relación”, al hablar sobre los indios
de Colquemarca, se dice que manejan “la lengua chunbivilca, y en general algunos
la lengua quíchua del inga” (p. 320); del mismo modo, de los pueblos de Livitaca y
Torora se afirma que “hablan la lengua chunbivilca y la general del inga, ques quíchua”
(p. 324). Como observa correctamente Tschudi ([1891] 1918: 164-165), lo más seguro
es que estemos sencillamente ante un error del copista. En cambio, el segundo caso
visto parece tener otra explicación, y aquí sí estamos de acuerdo con Torero (1986):
las citas podrían estar ilustrando, de manera inusitada (en el tiempo y en el espacio),
el empleo de la palabra con el significado de “valle”.
6 Diego de Molina ([1649] 1928) y Sancho de Melgar (1691) son dos personajes
importantes, autor de un sermonario el primero y gramático el segundo, que se
suman de manera explícita a la campaña a favor de la variante <qquechhua>, tal
como la escribe el segundo de los autores mencionados.
interpretación de la vocal quechua [] como <i>, fue adoptada por los
primeros gramáticos como el nombre de la lengua, dejando la forma
<quechua>, esta vez con identificación de [] como <e>, para referir a
‘zona templada’, y eventualmente a ‘valle’. Ello se manifiesta de manera
muy clara tanto en el Anónimo (1586) como en Gonçález Holguín: el
primero consigna <quichua> con el significado de “lengua general” y
<quechhua> como “tierra templada”; el segundo, si bien no recoge la
primera entrada, la emplea como parte del título de su obra: “lengua
qquichua o del inca”, a la vez que registra <qquechhua> “la tierra
templada o de temple caliente” (cf. Gonçález Holguín, op. cit., I, 300)10.
Los proponentes del cambio de <quichua> por <quechua> para referir a
la lengua, lo dijimos ya, desoyendo la convención establecida, preferían
ajustar el término sobre la base de la pronunciación del nombre que
aludía a “valle templado”, y que consideraban el étimo de la palabra,
aunque en este caso correctamente, como se verá. Notemos, en este
punto, un aspecto adicional del debate, no exento de ribetes ideológicos:
quienes reclaman el cambio no son mayormente, aparte de Alonso de
Huerta, los gramáticos y lexicógrafos, sino los prosistas del quechua,
por lo general criollos y mestizos, más preocupados por su fidelidad a la
pronunciación nativa de la lengua.
11 La influencia aimara en este caso está fuera de toda duda, y, sin ir muy lejos, basta
con ver cómo se pronunciaba el nombre de la lengua entre los lupacas, al tiempo en
que tales cambios aún no se habían consumado en el cuzqueño: el jesuita anconense
recoge <Quesua aro> “lengua quichua, o del Inga”, agregando a renglón seguido la
frase latina “Eiusdem pronuntiationis”, es decir la pronunciación de los hablantes de
aimara (cf. Bertonio [1612] 1984: II, 290).
12 Oigamos lo que nos dice al respecto nuestro colega y amigo Xavier Albó:
“Limitándonos a nuestro mundo andino, la complejidad de esta cuestión ortográfica
[del quechua] queda ilustrada en los índices de la bibliografía de Rivet [y Créqui-
Montfort] (1956) donde descubrimos que el nombre del idioma “quechua”, que sólo
tiene 5 o a lo más 6 fonemas, ha llegado a ser escrito de 83 maneras distintas” (cf.
Albó 1974: cap. 6, 125). Tales son las consecuencias por atender al llamado ingenuo
de la pronunciación nativa.
los datos dialectales del quechua permiten sostener, con seguridad, que la
consonante africada de la palabra estudiada no fue /č/, como la castellana,
sino /ĉ/, es decir una retrofleja, no desconocida del todo en algunos
dialectos del castellano, como el chileno (repárese aquí en la pronunciación
del grupo <tr>). Evidencias a favor de ello nos proporcionan las variedades
quechuas centrales, en las que se preserva la africada retrofleja, ausente en
los dialectos sureños. Así, por ejemplo, el quechua de Pacaraos (Huaral),
registra [qeĉwa] ‘valle’ y el de Huancayo consigna también [iĉwa] ‘habitante
de las estancias’, en este último caso, con eliminación de la /q/ inicial,
ausente en el dialecto. Con estos datos, que no son los únicos, podemos
reconstruir cómodamente *qiĉwa, como la forma registrada por el proto-
quechua13. Es, pues, a partir de esta postulación que se explica, como
producto de una evolución, su cambio en [qč.wa], que es la forma sureña
que escucharon los españoles en boca de los cuzqueños.
13 Lo propio podemos decir de la voz cachua (en el cuzqueño moderno, qhaswa), que
remonta al proto-quechua *qaĉwa. Como se ve, los cambios mencionados son, pues,
regulares y no simplemente producto del azar.
14 Nótese que el autor, que no hace uso oficial del alfabeto aimara, emplea <e> en
vez de <i> en su notación. Véase, en cambio, el tratamiento diferente por parte de
Büttner y Condori (1984: 183) y Callo Ticona (2007: 214): en ambos casos tenemos
<qhirwa>.
En relación con el segundo punto, que tiene que ver con el ajuste
entre el significado de ‘zona templada’ y el habitat de los quechuas
prehistóricos, fue Tschudi quien, cuestionando la etimología propuesta,
hizo el reparo en el sentido de que, de las “naciones” que se reclamaban
18 Observa al respecto Pulgar Vidal, que “no todas [las regiones naturales del Perú]
tienen las mismas e invariables condiciones y características”, pues ocurre que “entre
una zona y otra hay verdadera interpenetración como entre los pedazos de una tarjeta
rota en forma sinuosa, de suerte que las salientes de una región corresponden a las
entrantes de la otra, y recíprocamente” (cf. Pulgar Vidal, op. cit., 25).
19 Entre los topónimos con estructura derivada destacan <Quichua-s> (varios lugares en
Ancash, en Pasco, y en Tayacaja), <Quichua-y> (en Huailas y Huancayo), <Quichua-n>
(en Aija, Ancash), en los que se divisan los reflejos de los sufijos –ş, del quechua, al
lado de –y y –n, de origen aimara. Los topónimos <Quechua-ya> (en Lucanas y en
una isla del Titicaca) y <Quichua-ni> (en Langui, Canas) son variantes aimarizadas
(previa adición de la vocal paragógica [a]) de sus correspondientes <Quichuay> y
<Quichuan>, respectivamente, delatando, además, el sustrato aimara respectivo.
Para los sufijos referidos y los significados que les imprimen a la base a la cual se
agregan, ver Cerrón-Palomino (2002a, 2002b).
hahua ‘fuera, encima’. El siguiente pasaje es, en este punto, muy revelador: “Y en
este repartimiento [de Atunrucana y Laramati] hay muchas diferencias de lenguas,
porque casi cada cacique tiene su lengua, aunque todos hablan y se entienden en
la del Inga; y a las lenguas diferentes de las del Inga en que se hablan y entienden,
la llaman hahuasimi, que quiere decir lengua fuera de la general, que es la del Inga”
(cf. Monzón [1586} 1965: 228). Incidentalmente, la desbordada fantasía de nuestros
historiadores tradicionales, ayudada por su desconocimiento campante del quechua,
hizo que en vez hahua se leyera huahua ‘criatura’, de manera que, según esto, las
lenguas diferentes del quechua y del aimara serían ‘lenguas infantiles’.
21 Al lado de <runa simi>, también parece haberse empleado <quichua simi> ‘lengua
quechua’. Así, por ejemplo, en Pedro Pizarro ([1571] 1978: XIII, 75), quien recoge
<guichuasimi>. De paso, la versión consultada trae <quechuasimi>, a todas luces una
forma reñida con la manera en que se escribía la palabra en tiempos del cronista,
y que sólo puede ser atribuida a uno de los censores del que nos habla Lohmann
Villena, el editor de la obra (pp. XLIX-L).
sino también, aunque propiciada e inducida por ella a través del sistema
educativo, por los propios hablantes de la lengua. Baste con señalar que
la designación no goza de uso general, no ya entre los hablantes de las
ramas central y norteña del quechua, sino ni siquiera entre los usuarios
de la variedad sureña en su conjunto: de hecho, ella es desconocida en
Bolivia. Ya se dijo, en cambio, que el empleo del término quechua y sus
variantes fonéticas es prácticamente general en todos los ámbitos en los
que se habla la lengua involucrada.
R E F E R EN C I A S
ALBÓ, Xavier (1974) Los mil rostros del quechua. Lima: I.E.P.
CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo
1993 “Quechuística y aimarística: una propuesta terminológica”.
Alma Mater, 5, pp. 41-55. Aparecido también en Signo &
Seña, 3, pp. 21-53.
1999 “Tras las huellas del aimara cuzqueño”. Revista Andina, 33: 137-
161.
HUERTA, Alonso de [1616] 1993 Arte de la lengua qvechva general de los Yndios
de este Reyno del Piru. Quito: Proyecto Educación Bilingüe
Intercultural-Corporación Editora Nacional.
MIDDENDORF, Ernst W. (1891) Wörterbuch des Runa Simi oder der Keshua-
Sprache. Leipzig: Brockhaus.
PEREIRA Y RUIZ, Antonio [1816] 1983 Noticia de la muy noble y muy leal
ciudad de Arequipa. Edición y estudio filológico de Enrique
Carrión Ordóñez. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.
PIZARRO, Pedro [1571] 1978 Relación del descubrimiento y conquista del Perú.
Edición y Consideraciones Preliminares de Guillermo
Lohmann Villena. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.
PULGAR VIDAL, Javier [1941] 1981 Geografía del Perú. Las ocho regiones
naturales del Perú. Lima: Editorial Universo, S.A.
RAMÍREZ, Balthazar [1597] 1906 “Description del Reyno del Pirú, del
sitio, temple, prouincias, obispados y ciudades”. En
MAÚRTUA, Víctor M.: Juicio de límites entre el Perú y Bolivia.
Prueba peruana. Barcelona: Imprenta de Henrich y Comp.
Tomo I, pp. 281-363.
RUIZ DE ARCE, Juan ( [1542] 1968) Advertencias que hizo el fundador del
vínculo y mayorazgo a los sucesores en él. En Biblioteca Peruana.
Lima: ETA, S.A., Tomo I, pp. 407-437.
“Algunos aportes que ofrece el léxico del cultivo del mango en Piura
al DRAE”, de Liliana Fernández Fabián, corresponde al tipo de trabajos
que se ocupan de determinados tecnolectos, porciones de vocabulario
restringidas a ciertos campos laborales o profesionales y que lindan con
el territorio de la terminología. Habiendo realizado trabajo de campo y
trabajado con informantes del lugar, registra la autora voces no incluidas
en el DRAE y las presenta siguiendo las pautas lexicográficas de dicho
diccionario. Buen número de palabras que incluye existen en el habla
general, sólo que han adquirido un significado particular; adelantar
(‘Referido a una planta: Producir fruto antes del tiempo esperado’),
aplicaciones (‘Referido a la protección de una planta: Productos químicos
administrados interior o exteriormente’), despuntar (‘Dicho de las ramas:
Cortarlas de modo que el árbol tenga una forma simétrica’), guato
(‘Dicho de un fruto: Rama pequeña que lo sostiene’), etc. El lexema
que mencionamos en último lugar es común en las zonas de influencia
quechua y aimara, en las que “guato” (< watu) designa un cordoncillo o
cuerda que se usa para atar.
artículos léxicos del DRAE que analiza Lilia Llanto Chávez es dar.
Demuestra que tal como está organizado es una sucesión de acepciones
y formas complejas cuyo ordenamiento u organización reposa en el
alfabeto, pero no en las significaciones. Consecuentemente, sugiere la
profesora organizar las acepciones de dar (que son 53) en grupos que
tengan en común un significado que los relacione (“redes prototípicas”).
Propone reordenar las 53 acepciones en cinco grupos: 1) el que da la
idea de donar, entregar, conferir, otorgar; 2) el que da la idea de decir,
expresar, comunicar, impartir, recitar; 3) el que da la idea de producir
(rendir fruto, rentar un interés); 4) otro que da idea de producir
(causar, ocasionar). El objetivo de la propuesta es contar con un registro
lexicográfico semánticamente coherente y funcional, que ponga a salvo
de ambigüedades y abusos de sinonimia.
En el DRAE hay “chorear. tr. coloq. Arg., Chile y Perú. robar (║ tomar
para sí lo ajeno) […]”, en lo que Portilla nota que en el Perú la palabra no
es de uso coloquial sino popular, por lo que indica que se debe dar cuenta
de esa diferencia. Otro caso es guata. En el DRAE tenemos “guata2. […] f.
coloq. NO Arg., Bol., Chile, Ecuad. y Perú. Barriga, vientre, panza.” Portilla
hace notar que las palabras empleadas para definir (“barriga”, “vientre”
y “panza”) no remiten a sus acepciones precisas (por ejemplo, ¿a cuál de
sus ocho acepciones se refiere la palabra “vientre” utilizada para definir
guata?).
Por esta razón Portilla propone hacer definición aparte para nuestro
país: “guata2. […] f. […] coloq. Perú. Especialmente si es abultado: vientre
(║ región exterior del cuerpo, correspondiente al abdomen).” El balance
final es que de los 1 470 lemas con marca Chile, hay “más de 160 entradas
y acepciones compartidas con Chile, y más de 70 voces del léxico chileno
[…] donde hace falta agregar la marca diatópica Perú”.
REGISTRO
Rodolfo Cerrón-Palomino
Magíster en Lingüística por la Universidad de Cornell (USA). Doctor
en Letras y Ciencias Humanas por la UNMSM. Ph. D. en Lingüística
por la Universidad de Illinois (USA). Profesor emérito de la UNMSM.
Profesor en ejercicio de la PUCP. Especialista en lenguas andinas, con
numerosas publicaciones (artículos y libros) en el país y en el extranjero.
Vicepresidente de la Academia Peruana de la Lengua y Miembro de
Número de la Academia Peruana de la Historia.
Raquel Chang-Rodríguez
Ph.D. por la New York University, es Distinguished Professor de literatura y
cultura hispanoamericanas en el Graduate Center y el City College de la
City University of New York (CUNY). Su libro más reciente es La palabra
y la pluma en Primer nueva corónica y buen gobierno (2005, PUCP). En
2006 editó una colección de ensayos que apareció simultáneamente en
español, Franqueando fronteras: Garcilaso de la Vega y La Florida del Inca
(Lima: PUCP), y en inglés, Beyond Books and Borders: Garcilaso de la Vega
and La Florida del Inca (Lewisburg: Bucknell UP). En 1992 fundó la
revista interdisciplinaria Colonial Latin American Review. Ha sido becaria
de la National Endowment for the Humanities (NEH); es Honorary
Associate de la Hispanic Society of America y Profesora Honoraria de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Óscar Coello
Doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Magíster en Literaturas Hispánicas por
la Pontificia Universidad Católica del Perú. Licenciado en Literaturas
Hispánicas por la Universidad Mayor de San Marcos. También posee
el título de Profesor de Lengua y Literatura. Docente nombrado de las
universidades de San Marcos y de San Martín, en Lima. Miembro de
la Comisión de Lexicografía y Ortografía de la Academia Peruana de
la Lengua, del Instituto Peruano de Cultura Hispánica, del Instituto
Riva Agüero de la Universidad Católica, del Instituto de Investigaciones
Humanísticas y del Instituto del Investigaciones Lingüísticas de la
Universidad de San Marcos. Ha publicado en poesía: De dunas, ostras
Rosa Luna
Licenciada en Traducción inglés italiano por la Universidad Ricardo
Palma. Ha finalizado sus estudios de Maestría y Doctorado en Educación.
Es diplomada como segunda especialidad en Gestión y Didáctica
de Programas en Educación a Distancia por la Universidad Católica
del Perú. Es coordinadora del nodo peruano Antenas Neológicas del
Observatorio de Neología del IULA. Es autora del libro Temas de
Traducción. Ha participado, en calidad de ponente, en eventos nacionales
e internacionales sobre lengua, terminología y traducción. Es profesora
de los cursos Teoría de la Traducción, Ética profesional, Seminario de
Tesis y Terminología en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón
y de Terminología en la Universidad Ricardo Palma. En la actualidad
es Presidenta de la Asociación Peruana de Terminología PERÚterm y
miembro de las asociaciones Riterm y Realiter y recientemente forma
parte de la Comisión Lexicografía de la Academia Peruana de la
Lengua.
1. El Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, como revista de investigaciones, está abierta a las
colaboraciones de todos los académicos de nuestra corporación, así como a los trabajos de intelectuales
nacionales y extranjeros en las áreas de lingüística, filología, literatura, filosofía e historia. Es una
publicación de periodicidad semestral y sus artículos son arbitrados por el Comité Científico como
evaluador externo y por el Comité Editor. El Comité Editor se reserva el derecho de publicación
de los artículos alcanzados a la redacción. Está dirigida a los académicos de la lengua, profesores y
estudiantes universitarios.
2. Los Artículos deberán tener una extensión mínima de 15 páginas y máxima de 25. Cada página
deberá contener un máximo de 1 700 caracteres incluyendo las notas a pie de página. Deberá estar
compuesto en tipo Times New Roman de 12 ptos., con interlinea a espacio y medio. Se deberá
entregar en diskette, con su respectiva impresión. No se admitirán textos sin digitar.
3. Los Artículos deberán tener un título concreto y conciso. Se deberá adjuntar un resumen, palabras
clave (mínimo 3, máximo 5) y una breve nota biográfica del autor que incluya su correo electrónico.
El título, el resumen y las palabras clave deberán estar también en francés.
4. Las Notas y Comentarios críticos deberán tener una extensión máxima de diez páginas (1 700
caracteres cada una) en las que estén incluidas las notas a pie de página y la bibliografía, con la misma
familia tipográfica y puntaje señalado en el punto 2.
5. Para las Reseñas, la extensión máxima será de cuatro páginas (1 700 caracteres cada una) y deberán
tener los datos completos del material reseñado (autor, título, ciudad, casa editorial, año, número
de páginas).
6. Las Citas textuales deberán destacarse con un tabulado mayor al del párrafo, con tipo más chico (10
ptos.) y a espacio simple. Se indicará entre paréntesis el autor(es) seguido del año de edición (sin signo
de puntuación) y después el número de página correspondiente antecedido de dos puntos. Ejemplo:
(Boehner 1958: 229).
7. Las citas de menos de 5 líneas irán dentro del párrafo y entre comillas, en letra normal y no en
cursiva.
8. Las palabras de otras lenguas utilizadas en el texto deben estar sólo en cursivas, sin comillas, ni en
negritas, ni subrayadas. Las voces y expresiones latinas usadas en castellano, y que figuren así en el
Diccionario de la RAE, se acentuarán y no se destacarán con marca alguna.
9. Para el caso de las Notas a pie de página que incluyan datos bibliográficos, se deberá citar el autor
empezando por el nombre y apellidos, seguido del título del libro destacado mediante cursivas.
Ejemplo: César Vallejo. Obra poética completa, págs. 30-37. Se entiende que en la bibliografía se
empieza por el apellido, el título de la obra, y se incluirá la data editorial completa.
10. Los títulos de ensayos, artículos, cuentos, poemas, capítulos, etc., recogidos en otra publicación
(periódicos, revistas, libros), van entre comillas dobles. Sólo llevan mayúscula inicial la primera
palabra y los nombres propios.
11. En el caso de citarse lugares electrónicos o páginas electrónicas, se deberá indicar la dirección
electrónica completa, seguida de la fecha y hora de la consulta.
12. La Bibliografía —en tipo igual a las citas (10 ptos.)— deberá presentarse según el siguiente modelo:
a) Para el caso de artículos.
VELÁSQUEZ, Lorena. “El concepto, como signo natural. Una polémica acerca de Ockham”,
en Antología Filosófica. Revista de Filosofía. Investigación y Difusión. Año VII. Julio-diciembre.
N.° 2. México D.F., 1993.
b) Para el caso de libros.
MORRIS, Charles. Signos, lenguaje y conducta. Buenos Aires, Losada, 1962.
_______________. La significación y lo significativo. Madrid, Alberto Corazón, 1974.
c) Para el caso de documentos.
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN), Cristóbal de Arauz, 1611 (122), fol. 925.
d) Para el caso de direcciones electrónicas.
Huamán, Miguel Angel. “La poesía de Santiago López Maguiña”. En More Ferarum. José
Ignacio Padilla/ Carlos Estela, 2001, N.° 7: http:www.moreferarum.perucultural.org.pe/
index1.htm. Martes, 12 de enero de 2002, 3:45 horas.