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Cánceres de cabeza y cuello

La edad promedio de las personas que tienen cánceres de cabeza y cuello (excluyendo los
cánceres de cerebro, ojos y columna vertebral) es de 59 años. Por lo general, los cánceres de las
glándulas salivales, glándula tiroides o senos paranasales afecta a personas por debajo de 59
años, mientras que los cánceres de boca, garganta (faringe), o caja de la voz (laringe) afectan a
personas por encima de los 59 años.
En términos generales, los cánceres de la cabeza y del cuello se extienden primero hasta los
ganglios linfáticos cercanos. Estos cánceres no se diseminan (forman metástasis) a otras partes
del cuerpo durante 6 meses a 3 años. Las metástasis (cáncer que se ha extendido desde su
punto de origen a otras partes del cuerpo) suelen producirse a partir de tumores grandes o
persistentes y es más probable que se desarrollen en personas cuyo sistema inmune está
debilitado.

Causas

Alrededor del 85 por ciento de las personas que tienen cáncer de cabeza o de cuello fuman y
consumen alcohol, o lo han hecho en el pasado. El cáncer de boca (oral) también puede
producirse por una higiene bucal deficiente, una dentadura mal colocada y el uso de tabaco en
polvo o para mascar; en la India, el hecho de mascar nuez de betel es una de las principales
causas de cáncer de boca. El virus de Epstein-Barr, que causa mononucleosis infecciosa,
participa en el desarrollo del cáncer de la parte superior de la faringe (nasofaringe).
Las personas que hace 20 años o más recibieron pequeñas dosis de radioterapia para solucionar
problemas de acné, exceso de vello facial, agrandamiento del timo o de las amígdalas y de los
adenoides, corren mayor riesgo de desarrollar cáncer de tiroides y de glándulas salivales. En la
actualidad, la radioterapia ha dejado de utilizarse con esos propósitos.

Clasificación por estadios y pronóstico

La clasificación por estadios es un método que se usa para determinar el alcance de un cáncer y
así contribuir a guiar la terapia y establecer el pronóstico. Los cánceres de cabeza y cuello son
clasificados según el tamaño y la localización del tumor original, el número y tamaño de
metástasis en los ganglios linfáticos del cuello y la evidencia de metástasis en partes distantes
del cuerpo. El estadio I es el menos avanzado y el IV, el más avanzado.
Los tumores que crecen hacia fuera tienden a responder mejor al tratamiento que los que invaden
las estructuras circundantes, que forman úlceras o son duros. Si el tumor ha invadido músculo,
hueso o cartílago, la curación es menos probable. Para las personas con metástasis, la
posibilidad de vivir más de dos años es remota. Un cáncer que afecta al curso de un nervio,
provocando dolor, parálisis o adormecimiento, probablemente sea muy agresivo y difícil de tratar.
En total, el 65 por ciento de las personas que tienen cáncer no extendido viven al menos 5 años,
en comparación con el 30 por ciento, o menos, de aquellos cuyo cáncer se ha extendido a los
ganglios linfáticos o más allá. Las personas de más de 70 años suelen tener intervalos sin
enfermedad más prolongados (llamados remisiones) y mejores índices de supervivencia que los
más jóvenes.

Tratamiento

El tratamiento depende del estadio del cáncer. Los cánceres en estadio I, que se localicen en la
cabeza o en el cuello, responden de forma similar a la cirugía y a la radioterapia. Por lo general,
esta última se dirige no sólo al cáncer sino también a los ganglios linfáticos localizados a ambos
lados del cuello, ya que más del 20 por ciento de estos cánceres se extienden a los ganglios
linfáticos.
Algunos tumores, fundamentalmente los que tienen un diámetro superior a dos centímetros y los
que han invadido hueso o cartílago, se extirpan quirúrgicamente. Si se encuentra o se sospecha
la presencia de cáncer en los ganglios linfáticos, la cirugía suele ser seguida de radioterapia.
Alternativamente, en ciertos casos puede utilizarse radioterapia con o sin quimioterapia
(tratamiento con fármacos anticancerosos), lo que produce buenos índices de supervivencia; si el
cáncer recurre, puede entonces efectuarse la cirugía. En los casos de cáncer en un estadio
avanzado, la combinación de cirugía y radioterapia suele ofrecer un mejor pronóstico que
cualquiera de los dos tratamientos de forma individual.
La quimioterapia mata las células cancerosas en el lugar en que se originaron, en los ganglios
linfáticos y en todo el cuerpo. Aún se desconoce si la combinación de quimioterapia con cirugía o
radioterapia mejora el índice de curación, pero la terapia combinada sí prolonga la remisión. Si el
cáncer está demasiado avanzado para la cirugía o la radioterapia, la quimioterapia puede ayudar
a reducir el dolor y el tamaño del tumor.
El tratamiento casi siempre tiene efectos adversos. La cirugía suele afectar a la capacidad para
tragar o hablar; en estos casos, es necesaria la rehabilitación. La radioterapia puede causar
cambios en la piel (como inflamación, picor y pérdida del cabello), cicatrización, pérdida del
gusto, sequedad en la boca, y, en raras ocasiones, destrucción de los tejidos normales
adyacentes. La quimioterapia puede provocar náuseas y vómitos, pérdida temporal de cabello e
inflamación de la membrana que recubre el estómago y los intestinos (gastroenteritis); también
puede reducir el número de glóbulos rojos y blancos y debilitar temporalmente el sistema
inmunitario.

Cánceres metastásicos del cuello

El médico puede descubrir un bulto anormal en el cuello de una persona que no tiene ningún otro
síntoma. Estos bultos anormales pueden estar causados por un defecto de nacimiento o un
ganglio linfático agrandado, que a su vez puede ser el resultado de una infección o de un cáncer.
Los ganglios linfáticos del cuello suelen ser un punto frecuente para la extensión del cáncer de
cualquier otra parte del cuerpo. El cáncer original puede estar en la faringe, la laringe, las
amígdalas, la base de la lengua o un punto mucho más distante como el pulmón, la próstata, los
senos, el estómago, el colon o el riñón.

Diagnóstico y tratamiento

La causa de un único ganglio linfático agrandado en el cuello puede ser rápidamente descubierta,
o bien todo lo contrario, ser muy difícil de encontrar. El médico examina los oídos, la nariz, la
faringe, la laringe, las amígdalas, la base de la lengua y las glándulas tiroides y salivales. Las
pruebas pueden incluir radiografías del tracto gastrointestinal superior, del tiroides y una
tomografía computadorizada (TC) de cabeza, cuello y tórax. Es probable que sea necesario
realizar un examen directo de laringe (laringoscopia), pulmones (broncoscopia) y esófago
(esofagoscopia).
Se realizan biopsias (que consisten en tomar muestras de tejidos para examinarlas al
microscopio) si durante estos procedimientos se observan áreas que se piensan que pueden ser
cancerosas. Si aun así no se consigue localizar el cáncer original, también se toman muestras de
tejido de la faringe, de las amígdalas y de la base de la lengua. El médico puede insertar una
aguja fina en el bulto o en el ganglio linfático agrandado para extraer células y analizarlas, pero
en general se prefiere extraer la totalidad de la masa, más que sólo una parte, para poder
establecer el diagnóstico con total seguridad.
Cuando se encuentran células cancerosas en un ganglio linfático agrandado del cuello y es
imposible encontrar el cáncer original, puede aplicarse radioterapia a la faringe, las amígdalas, la
base de la lengua y a ambos lados del cuello. Además, los ganglios linfáticos cancerosos y otros
tejidos afectados pueden ser extirpados del cuello mediante cirugía.

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