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Fallas del Mercado, Regulación y Competencia

Se acepta generalmente que una economía de mercado altamente competitiva, donde las barreras
a la entrada de nuevos agentes (empresas) en el mercado son francamente bajas, produce los
mejores resultados posibles en materia de eficiencia económica (reducción de costos y, en
consecuencia , de precios; aumento en la calidad de los bienes o servicios ofrecidos, aumento en
la información sobre productos o servicios disponibles; u oferta de nuevos productos y
servicios).

El consenso no llega a ser tan amplio al abordar el tema de si en la práctica, y sobretodo para
economías pequeñas como la panameña, es posible llegar a contar con un sistema donde los
mercados funcionen lo más libre posibles. En este momento se empiezan a mencionar un
conjunto de situaciones que no permiten que el sistema de mercado produzca los resultados
esperados. Nos referimos a lo que en la literatura económica se conoce como fallas del mercado.

Un ejemplo de este tipo de situaciones, quizás es el más emblemático, es el de la existencia de


sectores cuyas características particulares hacen que la estructura de mercado idónea sea la de un
monopolio o, en el mejor de los casos de un oligopolio, que puede ser sólo aparente a nivel
nacional ya que se puede asemejar mejor, quizás, a una agrupación de monopolios a nivel
regional o provincial.

Bajo esta estructura de mercado es muy difícil lograr que los agentes se comporten de forma
competitiva, máxime si no existen sustitutos cercanos para los bienes y servicios producidos en
estos sectores. En este caso, que para Panamá podemos señalar abarca específicamente a los
servicios públicos (energía eléctrica, telecomunicaciones, agua potable y alcantarillado
sanitario), la opción generalmente disponible para el Estado es de la regulación directa de la
actividad.

Existen varias opciones de regulación. La que puede repercutir de forma más directa sobre los
consumidores (clientes o usuarios de las empresas reguladas) implica la fijación de tarifas. Otras
alternativas incluyen limitar el monto de las utilidades a una cifra determinada, o una tasa de
retorno sobre la inversión. Generalmente, y más allá de cualquier opción regulatoria utilizada,
también se le exige a las empresas reguladas el cumplimiento de ciertos estándares en cuanto a
cobertura y calidad de los bienes y servicios ofrecidos.

Cuando la menor tarifa a ser cobrada a lo usuarios por el acceso a los servicios ofrecidos no es la
opción utilizada, el control de la entrada de nuevos agentes en el mercado y el control de los
precios son aspectos tradicionales de la regulación de monopolios naturales. Cuál sería la
división de tareas entre las agencias de regulación sectorial (v. gr. Ente Regulador de los
Servicios Públicos) y la agencia responsable de la política de competencia (CLICAC) en lo que
se refiere a estas tareas tradicionales?

Naturalmente, la tarea de aplicar el control de la entrada de nuevos agentes y el control de los


precios debe estar bajo responsabilidad de la agencia de regulación sectorial, en conformidad con
el diseño institucional más tradicional en el área. No obstante, la tarea de definir la política a ser
aplicada en términos de la entrada y de los precios puede resultar conveniente que se comparta
con la agencia de competencia, una vez que en ambos los casos existen importantes
implicaciones para la eficiencia económica y el bienestar de la sociedad.

Otro tipo de fallas de mercado es el caso de los llamados bienes públicos, que no deben
confundirse con los bienes o servicios de utilidad pública como los mencionados en los párrafos
anteriores o con otros como el de transporte público (colectivo o selectivo). En este caso, los
bienes o servicios gozan de las siguientes características: es difícil excluir a ciertos individuos de
su disfrute, aunque no hayan pagado por él; su consumo no se encuentra rivalizado, esto es, el
hecho que una persona lo consuma no inhabilita a otras personas a que también se puedan
beneficiar de su disfrute. El ejemplo clásicos es el del aire limpio. Todos los consumidores se
pueden beneficiar de él, pero seguramente ninguno estará a dispuesto a pagar por su consumo,
dado que el Estado no puede impedir que cualquiera lo obtenga. El alumbrado público, al menos
el de las calles y avenidas no residenciales, puede resultar otro ejemplo útil, ya que si bien su
generación se hace a un costo es imposible hacer una asignación de éste a cada consumidor
proporcional al consumo que cada individuo ha disfrutado. En este caso, y dado que el servicio
tiene necesariamente que ofrecerse, algunas de las opciones disponibles para el Estado son
asumir directamente el costo, compartirlo de alguna forma con las empresas distribuidoras de la
energía eléctrica

Otro caso que se menciona relativo al de las fallas de mercado es de la escasa (y asimétrica)
información que pueden tener los agentes económicos, por lo que sus decisiones no
necesariamente van a producir un resultado óptimo. Aquí, aunque la conformación del mercado
no sea oligopólica, o que en los bienes o servicios transados pueda caber la exclusión del
consumo vía precio, o que no genere alguna externalidad susceptible de ser apropiada (cuando es
positiva) o de tener que compensarla (si es negativa), los resultados no serán los que produciría
una economía altamente competitiva. El papel del Estado puede ser, al menos en parte, el de un
oferente directo de este servicio. En la CLICAC, así lo hemos entendido.

Artículo preparado por Oscar García Cardoze, Director Ejecutivo Económico de la CLICAC,
aparecido en la edición de El Panamá América del miércoles 28 de abril de 1999.

RECUADRO

La tarea de definir la política a ser aplicada en términos de la entrada de nuevos


agentes y de los precios puede resultar conveniente que se comparta con la
agencia de competencia, una vez que en ambos los casos existen importantes
implicaciones para la eficiencia económica y el bienestar de la sociedad.

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