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Reseña
LU: 31.958.427
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los
orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza Editorial, 1987.
El objetivo de este libro, esbozado por el autor en las palabras iniciales, es lograr
una aproximación al pasado indígena de los andes centrales a través de una perspectiva
étnica. Como lo indica el propio título del libro, el período a analizar abarca todo el pasado
precolombino y los inicios de la época colonial española. De este modo, el autor se
concentrará en la relación existente entre ideología y poder a lo largo de la historia de los
Andes Centrales, intentando buscar elementos característicos que hayan persistido en el
tiempo, así como las principales rupturas producidas, en especial con el ascenso de los
incas y la colonización española.
Para su propósito el autor utilizará una amplia gama de fuentes, que incluyen tanto
las investigaciones arqueológicas como los documentos escritos que datan del período
colonial, incluyendo aquí crónicas, procesos legales, visitas, etc. Respecto al grupo de
documentos coloniales, el autor formula una serie de precauciones que deben tenerse en
cuenta al momento de analizarlas con fines históricos. Millones muestra las dificultades que
entraña la lectura de estas fuentes, ya que “la voz de aquellas poblaciones nos llega en
idioma y conceptualización extranjeros y habla como colonizados”1. En efecto, los
españoles interpretaron los relatos incaicos de acuerdo a sus propios cánones culturales,
tratando de hallar analogías con la historia europea y, más particularmente, la peninsular.
Por otro lado, las versiones indígenas deben haber sido modificadas, tanto para que los
españoles las entendieran como para tratar de favorecer su posición en la sociedad colonial.
A esto debe agregarse que la información era transmitida en forma oral antes de la llegada
de los españoles, hecho que indudablemente favorecía su modificación para servir a
determinados intereses de los grupos dominantes. Cabe recordar con respecto a esto que los
pueblos originarios no tenían una visión de la historia al estilo occidental, sino que estos
relatos, al cumplir funciones legitimadoras de la realidad presente, eran susceptibles de
sufrir variaciones en su contenido, de acuerdo a los intereses de los grupos dominantes.
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987.p. 74
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En el caso de la historia pre-incaica, el caso es aún más complejo, ya que se trata no
solamente de lo que los españole interpretaban, sino también de lo que los incas contaban
(o querían contar) acerca de lo que hubo antes de ellos. Nos hallamos, entonces, ante un
doble recorte de la historia, lo que dificulta seriamente la interpretación de estos datos.
Finalmente, otra de las dificultades de interpretación se debe que aun no se han realizado
los suficientes avances en la comprensión de determinadas fuentes no convencionales,
como los textiles y los quipus.
El desarrollo del libro es de fácil comprensión, ya que el autor opta por ir viendo los
cambios en el universo ideológico y político de los Andes de forma cronológica. El libro
consta de siete capítulos más un epilogo, aunque podría decirse que el autor divide su
análisis en dos partes. La primera (capítulos I a III) narra el periodo comprendido desde la
llegada del hombre a América hasta la organización de los primeros estados andinos,
incluyendo dos que fueron contemporáneos a los incas: Chimor y Lupaca. En este período
el autor se basa principalmente en los registros arqueológicos, a las que agrega los relatos
de los incas compilados por los españoles. La segunda parte (del capitulo IV al epílogo)
comienza con la conformación del poderío incaico y culmina durante la primera etapa de la
colonización española, más precisamente en el siglo XVII. Aquí es donde Millones
realizara su mayor despliegue teórico, ya que también es cuando dispone de una mayor
cantidad de fuentes para analizar.
En el periodo inicial, Millones analiza a partir de la evidencia arqueológica la forma
en la que se fueron instalando los grupos humanos en los Andes y como fue variando su
forma de vida en relación con el contexto ecológico. El principal proceso que caracteriza al
periodo es el de sedentarización de los grupos, permitidos por la domesticación de ciertas
especies animales y vegetales (básicamente los camélidos, el maíz y la papa). No obstante,
Millones se cuida de establecer una unilinealidad en el proceso y siempre tiene en cuenta
que las formas de vida variaron mucho entre los distintos nichos ecológicos y las distintas
sociedades.
Este proceso de sedentarización favoreció la edificación de santuarios de gran
importancia, si se tiene en cuenta la tecnología con que contaban estos pueblos. Estos
santuarios son el reflejo de una incipiente especialización en las actividades sociales,
tendiente a crear una elite de especialistas en culto que comienza a dirigir a la comunidad,
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gracias a sus progresivos conocimientos de la naturaleza. Es en este período donde
comienza a tener importancia un objeto que habría de perdurar hasta los tiempos incaicos:
el mullu, es decir, el Spondylus.
El mayor exponente de este período fue la cultura Chavín, proveniente del
asentamiento de Chavín de Huantar, que constituyó el primer caso de unificación o, más
bien, predominio cultural en la región. Esta cultura instaló además un elemento clave en la
iconografía panandina: la imagen del jaguar. Este universo cultural entraría en crisis, sin
embargo, alrededor del 500 a.C., dando lugar a una nueva regionalización que otorgaría el
poder a los líderes locales. Los conflictos entre estas jefaturas regionales no tardarían en
surgir, lo que generaría un aumento de poder para los que pudieran movilizar mayor
cantidad de mano de obra y soldados. Por lo tanto, esta fragmentación, y su consecuente
incremento de la conflictividad general, tuvieron como característica que el poder dejara de
estar en manos de los sacerdotes para pasar a manos de los jefes seculares 2, ya que eran
estos los que dirigían las operaciones militares. Es necesario aclarar como precaución,
como también lo hace Millones, que no puede realizarse una distinción clara entre lo
religioso y lo secular en sociedades de este tipo.
De este escenario surgirán los primeros intentos estatales e imperiales en
Tiahuanaco primero y Huari después. Es en este periodo en donde, según Millones
aparecen los primeros vestigios del control vertical de los distintos nichos ecológicos. En lo
que podría ser tomado como una corrección al trabajo de Murra, Millones afirma que este
control vertical es una de las características del estado en el mundo andino3. De ser así,
quedaría descartado el modelo de control vertical como un ideal panandino propuesto por
Murra, ya que dicho modelo se hallaría directamente vinculado con las exigencias del
estado para obtener todo tipo de recursos. Se trataría entonces de un modelo impuesto a las
etnias y no desarrollado por estas por propio interés. No obstante, Millones no continúa con
las posibles implicaciones de su afirmación, por lo que este dato queda como un punto débil
de su caracterización del estado andino.
En el capítulo III, Millones pretende establecer una clasificación para los las formas
políticas andinas de acuerdo a su grado organizativo. El primer estadio lo conformarían
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 56
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 65
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aquellas estructuras políticas que se basan en la depredación de otras unidades vecinas. En
estas sociedades, por lo tanto, no habría una extracción del excedente que permita una
estratificación mayor, ya que el producto del saqueo se consume al poco tiempo. Otro
estadio, más avanzado, estaría caracterizado por el desarrollo de la apropiación del
excedente y por la conformación de una ideología redistributiva, en la que el factor de
mayor importancia sería el acceso a la fuerza de trabajo de los subordinados. Finalmente, el
tercer estadio sería el logrado por los incas, que amplió el poder del estado con el control de
recursos y regiones estratégicas, que contaba con un grupo de servidores y “que permitía la
aparición de cierto tipo de propiedad privada entre la clase noble”4.
El problema de esta clasificación es que no indica claramente la forma en que se
pasaría de un estadio a otro. El desarrollo posterior del libro daría algunos indicadores en
cuanto al pasaje del segundo al tercero para el caso incaico, pero la explicación del pasaje
del primero al segundo nunca es formulada en forma clara. Otro problema se refiere al
hecho de hablar de una “propiedad privada” en el mundo inca, sin llegar a aclarar las
características de esta, dado que no se trataría de una propiedad como la capitalista.
Al comenzar la segunda parte de su análisis, Millones muestra como el incremento
del poder de los incas llevó a una modificación de los mitos acerca del origen del
Tahuantinsuyu. El relato más antiguo, el de los hermanos Ayar, muestra como Ayar Inca,
que representaría a este pueblo, es solo uno de los personajes y que se deshace de los otros
en forma trabajosa. El origen de este mito se ubicaría, según Millones en el período en que
los incas eran solo una de las etnias de la región del Cuzco, sobre las que se irían
imponiendo a través de una larga serie de guerras. Sin embargo, luego del triunfo incaico
sobre los chancas, punto nodal en la expansión incaica, surge una versión legitimadora del
poder. Esta se centra en la figura de Pachacuti (“el que trastorna el universo”), que logra
derrotar a los chancas en las condiciones más adversas y luego asume el gobierno,
iniciando una serie de reformas de gran importancia en la organización del futuro imperio.
En este relato, se pone el énfasis en la participación sobrenatural, en particular del dios
Huiracocha. La figura sobredimensionada de Pachacuti es reflejo de un incremento de
poder por parte de ciertos personajes y una reestructuración política entre los incas. A su
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 80
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vez, el hecho de que Pachacuti sea visto como el “civilizador” lleva a que los otros pueblos
queden reducidos a la barbarie, cosa que no aparecía en el mito de los Ayar.
El autor analiza también la relación entre los cultos oficiales incaicos y las
divinidades regionales. Los incas llegaron a desarrollar un panteón oficial y una jerarquía
sacerdotal más o menos rígida. No obstante, a nivel de las comunidades, perduraron las
divinidades locales, las huacas. La relativa autonomía de las comunidades al comienzo del
imperio permitió que su culto perdurara. En efecto, al estar estas deidades directamente
vinculadas con las prácticas cotidianas, su importancia no acabó con la llegada del poderío
incaico. Esto se debe a que los inicios del período incaico (es decir, antes de Pachacuti),
estaban marcados por la interpretación del universo o mañay, que era característico del
mundo andino anterior a los incas. Aun no se había impuesto una relación política
centralizada característica de un imperio. Hacia el final del imperio, sin embargo, ambos
cultos comenzaron a entrar en conflicto. Las necesidades de la elite cuzqueña de
incrementar la centralización en un imperio que se hacia cada vez más inmanejable por su
extensión favoreció la implementación de una persecución religiosa más activa.
El proceso de centralización antes mencionado, acarreó grandes conflictos hacia el
interior del Tahuantinsuyu. A los lógicos problemas administrativos de un imperio en
expansión, hay que agregar que, al crecer en importancia la función del inca, este puesto se
volvió más codiciable para las panacas, grupos de linaje que descendían cada una de un
inca anterior. Debido a la importancia de los antepasados en el pensamiento andino, estas
panacas acumularon enormes poderes, ya que eran custodios de las momias de los
gobernantes anteriores. Por lo tanto, cada momento de traspaso de poder implicaba la
posibilidad de enormes conflictos en el Tahuantinsuyu, debido a los intereses opuestos de
las panacas5. Esta situación requería de una gran capacidad de negociación, aunque también
podía llevar a la guerra, como sucedió entre Guascar y Atahualpa.
Fue precisamente esta guerra la que marcó, según Millones, el final del mañay
existente hasta el momento. En efecto, este ya había entrado en crisis con las reformas de
Pachacuti, que implicaron un cambio de relaciones entre las etnias. La posibilidad latente
de un conflicto de grandes proporciones en el imperio estalló aquí en su mayor nivel,
provocando una lucha sin precedentes en el seno de la nobleza que contribuyo a quitarle su
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 136 y ss.
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poder. La llegada de los españoles, también marcada por los conflictos internos de estos,
lejos de pacificar el panorama provocó un caos mayor, que solo pudo ser apaciguado en la
segunda mitad del siglo XVI. Esta situación, sumada a una crisis alimenticia y ecológica,
provocó la ruptura del mañay existente y un nuevo proceso de regionalización, que volvió a
centrar la vida de los indígenas alrededor de las comunidades6.
Los cambios que implicó el establecimiento del orden colonial, trastornaron
enormemente la vida indígena, confirmando que su anterior relación con el universo, su
antiguo mañay, ya no existía. La persecución religiosa forzó a los cultos locales a la
clandestinidad, al tiempo que fueron repensados dadas las diferentes condiciones en las que
e vivía. Esta reaparición del lugar principal de las deidades locales era favorecida, como se
dijo antes, por el retorno a la organización regional. Un ejemplo de esto es el Taki Onqoy,
movimiento religioso contra-evangelizador que proponía una “federación” de huacas que
derrotara al dios de los cristianos. La ausencia de referencias a los incas en este movimiento
es indicador de otro de los cambios. En efecto, también se reinterpreta el pasado, en
especial el incaico, donde la figura del inca comienza a aparecer idealizada y contrapuesta
al “tiempo de los españoles”, asimismo se espera la aparición de un nuevo “pachacuti” o
transformador para una campaña de liberación.
Desde la mirada de Millones, entonces, los indígenas, agobiados por la situación a
la que se veían sometidos, intentaban el establecimiento de un nuevo mañay que les
permitiese sobrevivir en esa situación, al tiempo que se invocaba a la esperanza de una
transformación que trajera un mundo mejor. Como afirma el autor en el epílogo, fue su
abrupta caída y la implementación de un pesado régimen colonial lo que permitió la
supervivencia del imaginario del Tahuantinsuyu como una época idealizada.7
Tal como puede verse, la segunda parte del libro cuenta con una mayor coherencia y
datos que la primera. Es aquí donde Millones puede establecer, favorecido por la mayor
disponibilidad de fuentes, un hilo conductor que guíe el análisis. Sus argumentos gozan de
una profundidad mayor, especialmente en lo que se refiere al universo ideológico de los
Andes, aunque también al explicar la caída del imperio de los incas. Es especialmente
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 153
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Luis Millones, Historia y poder en los andes centrales (desde los orígenes al siglo XVII), Madrid, Alianza
Editorial, 1987. p. 190
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destacable su análisis del mañay, donde muestra como fue variando la relación del hombre
andino con el universo y como ello estructuraba su vida cotidiana.
La primera parte, por el contrario, no llega a lograr una claridad igual ni una solidez
tan marcada de los argumentos. El proceso del surgimiento del estado no llega quedar del
todo claro en el período anterior a los incas, aunque este hecho es perdonable si se tiene en
cuenta lo escueto de los materiales a analizar. Relacionado con esta crítica, está el hecho de
que la extensión del libro sea quizás demasiado breve para el amplio período que desea
analizar el autor. Esto es especialmente notorio en la parte pre-incaica, donde muchos
elementos quedan sin demasiada profundidad.
Más allá de estas críticas, Historia y poder en los Andes centrales es un libro
interesante y de fácil lectura. La prosa de Millones es buena y logra que el lector mantenga
un buen ritmo de lectura, sin perjuicio de la calidad argumentativa. . Si bien quizás no sea
posible clasificarlo como un libro de difusión, ya que no esta pensado para el público en
general, no es un libro que quede restringido al ámbito de investigaciones y constituye una
buena introducción para quienes se hallen interesados por la historia del mundo andino