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Eje 5: Rev.

Rusa / Service - Fitzpatrick - Figes


Service: “¿Y RUSIA?” (1900-1914)
El texto hace un recorrido sobre el último Zar Nicolás II, quien junto al Imperio ruso era odiado por
los demás países de Europa y por su propia ciudadanía, principalmente por los liberales y
demócratas que se sentían asfixiados ante un imperio que era casi dictatorial. El Imperio ruso era
inestable y además demasiado extenso como para cubrir sus límites, en 1854 se enfrentó
militarmente a fuerzas expedicionarias británicas y francesas en Crimea y fracasó en su intento de
expulsarlas, además consideraba posibles amenazas a Alemania y Austria- Hungría.
Otro problema fue la guerra contra Japón la cual terminó con una humillante derrota terrestre y
naval, que a la vez consolidó el poderío militar japonés. Japón dio por concluida la guerra en 1906
mediante la firma del tratado de Portsmouth, redactado en términos generosos para Nicolás II. Rusia
tuvo que cultivar relaciones cordiales con Francia para contrarrestar a los alemanes. La buena
marcha de la economía de Rusia dependía más de Francia y GB que de Alemania; y, a la larga, la
rivalidad con Alemania y Austria-Hungría sería difícil de mantener dentro de los márgenes de la
diplomacia.
Durante la década de 1830 se había empezado a construir ferrocarriles, y en las décadas de 1880 y
1890 el gobierno volvió a comprometerse en la tarea de lograr una industrialización rápida.
También, de la mano del ministro de Economía, se fomento la creación de fábricas, minas y bancos a
medida que el imperio ruso buscaba completar su desarrollo económico capitalista.
La producción fabril y minera aumentó a un promedio anual del 8 por 100 en la última década del S
XIX y del 6 por 100 entre 1907 y el estallido de la 1°GM. En 1914 se habían construido cincuenta mil
kilómetros de vías férreas. Las fábricas de armamento recibieron apoyo decidido por parte del
gobierno, y las inversiones del exterior también resultaron cruciales.
En Moscú había cada vez más fábricas textiles y una producción cada vez más elevada de bienes de
consumo. No solo la producción de armamentos y ferrocarriles, sino también la de calzado, muebles
y mantequilla eran elementos vitales de la transformación económica del imperio ruso, cuya
industria no descuidaba en absoluto el mercado de productos para el consumo popular.
La agricultura tampoco carece de dinamismo se diversifican los cultivos por la utilización de equipos
producidos en las fábricas, maquinaria que se contrataba principalmente en los grandes latifundios
donde los jornaleros constituían el principal segmento de la mano de obra.
Las actitudes sociales estaban cambiando con mucha lentitud, los campesinos seguían ligados a las
ideas y costumbres tradicionales. En Rusia, la principal institución rural era la comunidad agraria de
las aldeas, organismos que impartían justicia de acuerdo con las formas locales de entender la
equidad económica y social. Pero los campesinos ricos, conocidos como kulaks, prestaban dinero,
contratan mano de obra, arrendaban y compraban tierras, mientras que las familias más pobres
debían arreglárselas para la mayoría de los campesinos la vida era desagradable, brutal y corta.
Hasta mediados del S XIX, la mayor parte de los campesinos habían estado sujetos a la
nobleza latifundista. El zar Alejandro II en 1831 promulgó un Edicto de Emancipación que liberó a los
campesinos de su servidumbre; los términos de su liberación no les favorecieron. Se dejó a los
campesinos con un 13 por 100 menos de tierra para su cultivo. Se les anunció que deberían pagar
por estas tierras y estaban ofendidos, además por el hecho de que estuvieran sujetos a castigos
corporales por mala conducta.
El Edicto de Emancipación debía acompañarse de una serie de reformas en el ámbito del
gobierno local, la judicatura, el sistema educativo y el servicio militar.
Alejandro II insistió en que los campesinos debían obtener permiso de sus consumiciones
antes de marcharse a trabajar a las ciudades. La clase obrera urbana y rural se cuadruplicó en el
medio siglo que le siguió al Edicto de Emancipación.
Los latifundistas de las regiones más fértiles adoptaron técnicas agrícolas occidentales; la
aristocracia ocupó cargos en una burocracia estatal en proceso de expansión. Las ciudades del
imperio ruso estaban en plena ebullición gracias al florecimiento de un nuevo tipo de vida que se
superpuso a las viejas costumbres.
Durante el reinado de Nicolás II, la clase obrera existente en Moscú, San Petersburgo y
Tula creció rápidamente, pero la precariedad de sus condiciones de vida animó a los obreros a
mantener sus vínculos en el ámbito rural lo que ayudaba a conservar las ideas tradicionales.
El imperio ruso vivía una profunda fractura entre el gobierno y los súbditos del zar; entre
la capital y las provincias; entre las ideas occidentales y las rusas; entre los ricos y los pobres. El
nacionalismo no era un sentimiento predominante entre los rusos, el antinacionalismo era
especialmente característico de los socialistas, pero varios liberales destacados también
rechazaban la invocación de ideas nacionalistas rusas.
Pese a esto, los levantamientos contra la monarquía solamente tuvieron un carácter
esporádico. El 9 de enero de 1905 se inició un levantamiento de carácter revolucionario como
consecuencia de que se abriera fuego contra una pacífica manifestación. En el evento conocido
como “Domingo sangriento”, se provocó una matanza de civiles inocentes, incluidos mujeres y
niños. Acto seguido, se desencadenaron huelgas y marchas de protesta por todo el imperio ruso.
Los obreros formaron comités de huelga y los campesinos empezaron a hacer un uso ilegal
de los bosques y los pastos de los latifundistas y a tomar posesión de la tierra cultivable. El
manifiesto de octubre acabó con las hostilidades mostradas por la clase media urbana y permitió a
Nicolás II reprimir la revuelta.
En el verano de 1905 la mayoría de los distritos rurales de la Rusia europea se consideraban
que estaban “sublevados”. En abril de 1906 se reunió la primera Duma; el zar ordenó la disolución
de la misma ya que los mismos diputados pidieron la transferencia de la tierra al campesinado, ante
esto el Zar disolvió la Duma y el Partido Constitucional Demócrata quien tenía mayoría le pidió a sus
súbditos que se negaran a pagar impuestos y a realizar el servicio militar. Se conformó una 2da
Duma la cual se intentó que tuviera mayoría la nobleza para tener más fuerza que el campesinado.
Pero al volver a tener el mismo problema se disolvió nuevamente la Duma hasta armar una 3era mas
favorable al Zar.
El ministro de Asuntos Interno Piotr Stolypin intentó desde el conservadurismo abrir la cooperación
con la Duma y buscó alianzas con Los octubristas de Guchkov e intentó mayor participación del
pueblo, a la vez se recortó la autonomía de los polacos, finlandeses y otras naciones rusas. Algunos
veían a Stolypin como alguien que pretendía socavar los poderes del zar y fue asesinado por el
socialista Bogrov.
Para el zarismo ya no era posible gobernar el país a la vieja usanza. Las luchas sociales eran
continuas; entre los no rusos, las animosidades de carácter nacional estaban subiendo de tono; la
oposición política seguía siendo estridente y decidida; la monarquía se veía de manera cada vez más
extendida como una institución opresiva y obsoleta incapaz de atender las necesidades del país.
Desde el siglo XVIII la aristocracia empezó a adoptar la cultura europea y se comenzó a cuestionar la
legitimidad del zar, pese a la prohibición de formar partidos políticos hubo movimientos y
organizaciones clandestinas que atentaron contra el poder del imperio, esta cultura de oposición no
era solo de revolucionarios. En el siglo XX al expandirse el sistema educativo los estudiantes
desplegaron una fuerte oposición al régimen y la opinión pública tuvo gran libertad abarcando
diferentes ideas políticas desde el protofascismo a la extrema derecha al bolchevismo e izquierda.
Los sindicatos y asociaciones empezaron a ser lugares de agitación.
Si bien la represión logró que la dinastía perdurará, acentuó la determinación de los revolucionarios.
Los marxistas eran muy populares y formaron el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia pero se
fue fraccionando en los bolcheviques de Lenin quien proponía que al derrocamiento de los Romanov
debía seguirle la “dictadura democrática revolucionaria provisional del proletariado y el
campesinado” lo que anticipó el uso del terror a fin de establecer la dictadura. Por otro lado, los
mencheviques pensaban en una revolución burguesa para completar el desarrollo de la economía
capitalista para luego hacer una transición hacia el socialismo. Estos a su vez, denunciaron que las
ideas de los bolcheviques no tenían nada que ver con el socialismo y buscaron un partido más
organizado y abierto.
Gran partido el otro gran partido era el partido de los socialistas revolucionarios que no creían que
Rusia pudiera avanzar hacia el socialismo sin pasar antes por una fase de desarrollo económico
capitalista ,Mientras bolcheviques y mencheviques veían al proletariado urbano como la clase
revolucionaria los socialistas revolucionarios veían al campesinado por sus valores igualitarios y
comunales y a la vez también reclutaban a miembros de la clase obrera.
Estos eran los tres partidos que se jugaban el poder.
Nicolás II no tenía una visión del futuro Clara para Rusia, se rodeó de consejeros místicos y
curanderos entre ellos Rasputín.
En 1912 cuando la policía disparó sobre los mineros en huelga en el río Lena en Siberia, se
produjeron manifestaciones de solidaridad en todos los rincones del imperio. En junio de 1914 se
produjo un segundo levantamiento de la oposición en San Petersburgo por los salarios y las
condiciones de vida y por las restricciones políticas del momento. La asiduidad de las huelgas y
manifestaciones era responsabilidad del orden político y económico zarista, pero el zar reforzó sus
poderes monárquicos antes que llegar a un acuerdo con los diputados electos de la duma sin
respetar lo marcado por la ley. En esta época más de 2 millones de personas vivían bajo la ley
Marcial y 63 millones bajo “custodia armadas” el estado policial de los romanos dictaba de ser
absoluto. La arbitrariedad del gobierno no tenía fin, la naturaleza opresiva del estado se podría
haber reducido si Nicolás hubiera accedido a una monarquía constitucional.
Quien gobernara a Rusia se iba a enfrentar con tareas enormes para transformar sus medidas
económicas, culturales y administrativas; y eso si es que no caía víctima de las grandes potencias
rivales.
El imperio no hizo más que agudizar los problemas que seguramente aumentarían a medida que el
proceso de urbanización y de la educación continuara. No se tenía idea precisa acerca de qué era
Rusia, la demografía y la geografía del país estaban muy mal definidas. Las luchas sociales eran
continuas entre los no rusos, las animosidades de carácter nacional estaban subiendo de tono y la
oposición política seguía siendo estridente, la monarquía se veía de manera cada vez más extendida
como una institución opresiva y obsoleta incapaz de atender las necesidades del país.

Fitzpatrick: “Rev. Rusa. 1917: las revoluciones de febrero y octubre”


En febrero de 1917, la autocracia se derrumbó ante las manifestaciones populares y el retiro
del respaldo de la elite al régimen. En términos institucionales, el nuevo gobierno provisional
representaría la revolución de élite, mientras que el recientemente revivido soviet de Petrogrado
sería el portavoz de la revolución del pueblo. Su relación sería complementaria más que competitiva
y el “poder dual” sería una fuente de fortaleza.
Los liberales rusos habían tenido a considerar aliados a los socialistas y en forma similar los
socialistas rusos a los liberales burgueses.
Ocho meses más tarde las esperanzas y expectativas de febrero se habían derrumbado. El
“poder dual” resultó ser una ilusión que enmascaraba algo que se parecía mucho al vacío de poder.
La revolución popular se hizo cada vez más radical, mientras que la revolución de élite se desplazó
hacia una ansiosa posición conservadora en defensa de la propiedad, la ley y el orden. La tan
esperada Asamblea Constituyente se reunió pero no obtuvo nada, y en enero de 1918 fue disuelta
sin ceremonia por los bolcheviques. La revolución no llevó a la democracia liberal a Rusia, en cambio
trajo la anarquía y la guerra civil.
El paso directo del febrero democrático al octubre rojo asombró por igual a vencedores y
vencidos. Los aliados, quedaron horrorizados ante la catástrofe y se negaron a reconocer al nuevo
gobierno, que se disponía a retirar unilateralmente a Rusia de la guerra.
Las cicatrices que dejó la revolución de octubre fueron hondas e hicieron más dolorosa y
visible para el mundo exterior la emigración de grandes cantidades de rusos educados. La mayoría
de las explicaciones históricas de la revolución bolchevique enfatizaban su ilegitimidad, como si
buscase absolver al pueblo ruso de toda responsabilidad por el episodio y sus consecuencias.
En la clásica interpretación occidental de la victoria bolchevique y la subsiguiente evolución
del poder soviético, el arma secreta era: organización y disciplina partidaria, basándose en el
panfleto de Lenin, ¿Qué hacer?, el cual junto al Partido Bolchevique siguieron determinando la
conducta bolchevique aún después de la salida de la clandestinidad. La política abierta, democrática
y pluralista que imperó en Rusia en los meses que siguieron a febrero fue así subvertida, lo que
culminó con la toma ilegal del poder por parte de los bolcheviques en octubre mediante un golpe
organizado. Lo que llevó al nuevo régimen soviético al autoritarismo represivo y echó los cimientos
para la ulterior dictadura totalitaria de Stalin.
Para mediados de 1917, se había convertido en un partido de masas abierto, y se parecía
poco a la élite disciplinada de revolucionarios. En segundo lugar, en ese momento, ni el partido en
conjunto ni sus dirigentes estaban unidos en las más básicas cuestiones de política. Bien puede ser
que la mayor fuerza de los bolcheviques en 1917 consistiera en la posición partidaria de radicalismo
intransigente, a la extrema izquierda del espectro político, por lo cual los bolcheviques se
mantuvieron en las calles con la irresponsable y belicosa muchedumbre revolucionaria.
La relación de “poder dual” solía interpretarse en términos de clase como una alianza entre
burguesía y proletariado. Su supervivencia dependía de que continuase la cooperación, pero para el
verano de 1917 quedó claro que el frágil consenso de febrero había quedado seriamente
comprometido. A medida que la sociedad urbana se polariza crecientemente entre la derecha
comprometida con la ley y el orden; y la izquierda revolucionaria, el campo intermedio comenzó a
agrietarse.
La solución de la asamblea constituyente, al igual que el “poder dual” interino, requería
cierto grado de consenso político y de acuerdo en la necesidad de un compromiso. Las alternativas
que se percibían al consenso y al compromiso eran la dictadura y la guerra civil.

La Revolución de febrero y el “poder dual”


En la última semana de febrero, la escasez de pan, las huelgas, paros y finalmente una
manifestación llevaron a las calles de Petrogrado una multitud que no pudo ser disuelta por las
autoridades. El propio Nicolás II estaba ausente, su respuesta a la crisis fue que los desórdenes
debían finalizar de inmediato, pero la policía se desintegró y las tropas de la guarnición de
Petrogrado comenzaron a confraternizar con ésta. Para la noche del 28 de febrero, la multitud
revolucionaria había tomado todas las estaciones de ferrocarril, todo el parque de artillería y toda
la ciudad.
El comando superior del Ejército tenía dos opciones: enviar nuevas tropas que podían o no
responder, o buscar una solución política con la ayuda de los políticos de la Duma. Estos últimos
sugirieron que el Emperador abdicara y Nicolás abdicó en favor de su hermano el “Gran Duque
Miguel”, quien declinó la invitación ante el malestar general que se vivía en las calles.
Rusia ya no era una monarquía y se decidió que la futura forma de gobierno del país sería
determinada a su debido tiempo por una asamblea constituyente, entre tanto un “gobierno
provisional” auto designado se haría cargo y así Georgi Lvov, un liberal moderado quedó al frente. El
gobierno provisional no tenía mando electoral, la vieja burocracia zarista proveyó su mecanismo
ejecutivo pero debido a la disolución de la Duma, no tenía un cuerpo legislativo que lo sustentase.
Dadas su fragilidad y su falta de legitimidad formal, la asunción del poder por parte del nuevo
gobierno pareció notablemente fácil. Las potencias aliadas lo reconocieron de inmediato.
Había razones para dudar de la efectividad de la transferencia de poder, la más importante
era la revolución de febrero que había producido no una sino dos autoridades auto constituidas. La
segunda era el soviet de Petrogrado. La relación de “poder dual” emergió en forma espontánea.
Durante los primeros meses, el gobierno provisional estuvo integrado básicamente por
liberales, mientras que el comité ejecutivo del soviet estaba dominado por intelectuales socialistas,
sobre todo mencheviques y SR (social revolucionario) en términos partidarios. Kerensky, integrante
del gobierno provisional pero también socialista, quien había participado de la organización de las
dos instituciones, actuaba de enlace entre ambas.
Los socialistas del soviet pretendían ser custodios del gobierno provisional, protegiendo los
intereses de la clase trabajadora hasta que la revolución burguesa terminará.
El primero de marzo, se da la famosa orden número uno en nombre del soviet de
Petrogrado, la cual era un documento revolucionario y una afirmación del poder del soviet además
de poseer fuertes connotaciones de guerra de clases y no daba esperanza alguna sobre la posibilidad
de una cooperación entre las distintas clases, así presagiaba la forma menos practicable del poder
dual.
El comité ejecutivo del soviet hizo cuanto pudo por no comprometerse con la postura radical
que implicaba la orden número uno, pero en abril, Sujanov comentó acerca del “aislamiento de las
masas” producido por la alianza de facto del comité ejecutivo con el gobierno provisional, donde
había conflictos recurrentes.
La relación que se desarrolló entre el comité ejecutivo del soviet y el gobierno provisional
durante la primavera y el verano de 1917 fue intensa, íntima y pendenciera. El vínculo se estrechó en
mayo, cuando el gobierno provisional dejó de ser exclusivamente liberal y se transformó en una
coalición de liberales y socialistas.
La hostilidad popular hacia el gobierno provisional “burgués” creció a fines de la primavera,
a medida que aumentaba el rechazo hacia la guerra y la situación económica se deterioraba en las
ciudades. En manifestaciones callejeras (las jornadas de julio), los manifestantes llevaban pancartas
donde se exigía “todo el poder a los soviets”. Paradójicamente el comité ejecutivo del soviet de
Petrogrado rechazó el lema “todo el poder a los soviets” y de hecho, la manifestación se dirigía tanto
contra la presente dirigencia del soviet como contra el gobierno mismo, era un reclamo que aquellos
que se habían comprometido al “poder dual” no estaban en condiciones de conceder.

Los Bolcheviques
Para el momento de la revolución de octubre, los principales bolcheviques habían emigrado
al extranjero o estaban exiliados. No sólo se oponían a la participación de Rusia en la guerra sino que
argüían que una derrota rusa favorece a los intereses de la revolución.
Aquellos que habían emigrado a Europa encontraron mucho más difícil regresar, pero tras
negociaciones conducidas por intermediarios, el gobierno alemán les ofreció la oportunidad de
cruzar Alemania en tren. A Alemania le convenía permitir que revolucionarios rusos que se oponían
a la guerra regresaran a Rusia, pero los revolucionarios mismos debían evaluar cuán deseable era
regresar frente al riesgo de quedar comprometidos políticamente. Lenin junto a un pequeño
contingente de emigrados predominantemente bolcheviques, decidió correr el riesgo y partió hacia
fines de marzo. Antes de su regreso los ex exiliados en Siberia habían comenzado a reconstruir la
organización bolchevique y publicar un periódico pero los dirigentes mencheviques y SR del soviet
no habían olvidado cuántos problemas podría causar Lenin, y aguardaban su regreso con
intranquilidad.
La evaluación que hizo Lenin de la situación política era belicosa, intransigente y
decididamente desconcertante para los bolcheviques de Petrogrado, quienes habían aceptado
tentativamente la línea del soviet de unidad socialista y apoyo al nuevo gobierno.
Lenin predijo que los soviets serían las instituciones clave en la transferencia de autoridad de
la burguesía al proletariado, ya que uno de los lemas de las tesis de abril de él era un llamado a la
guerra de clases. Los bolcheviques adoptaron efectivamente una postura más intransigente que los
aisló de la coalición socialista. Sin embargo, ganaron apoyo popular, mientras que los socialistas de
la coalición lo perdieron.
Los bolcheviques aún estaban en minoría en el congreso, pero su creciente fuerza era a nivel
de las bases: en comité de obreros de fábricas, de soldados y marineros y locales de los distritos; la
afiliación al Partido Bolchevique también creció muchísimo..

La revolución popular
A comienzos de 1917 las fuerzas armadas habían sufrido pérdidas tremendas y el hastío con
la guerra se evidenciaba en la creciente tasa de deserción y en la respuesta de los soldados a la
confraternización impulsada por los alemanes en el frente. Para los soldados, la revolución de
febrero era una promesa implícita de que la guerra no tardaría en concluir, el ejército era una fuerza
de combate dudosa,conformada por campesinos y obreros. Para mayo, según se reportó, el
“antagonismo de clase” entre oficiales y tropas había socavado hondamente el espíritu de
solidaridad patriótica del ejército.
La guerra había cambiado la composición de la clase obrera, aumentando en forma
importante el porcentaje de mujeres. Fue la huelga de las trabajadoras en el día internacional de la
mujer lo que precipitó la revolución de febrero, y era de esperar que las que tenían maridos en el
frente se opusieron con más vigor a la continuación de la guerra.
La revolución de febrero había dado nacimiento a un surtido de organizaciones obreras en
todos los centros industriales de Rusia. Los soviets de obreros se creaban no sólo a nivel
metropolitano, sino en el nivel inferior de los distritos urbanos y allí la dirigencia solía surgir de los
propios obreros. Para fines de mayo de 1917, los bolcheviques tenían una posición dominante en los
comités de fábrica de Petrogrado. La función original de los comités era actuar como vigilantes de
los intereses de los obreros, pero en los hechos solían ir más allá y hacerse cargo de las tareas de
administración.
La creciente militancia obrera alarmó a los empleadores, pero en el campo, la alarma y el
miedo de los terratenientes ante los campesinos era mucho mayor. Para mayo estaba claro que al
igual que en la revolución de 1905, el campo se deslizaba hacia el desorden en respuesta a la
revolución urbana.
Esta nueva revolución significaba que la tierra debería pertenecer a quien la trabaja, aun así
la evidente vitalidad del MIR (comunidad campesina cuyas tierras se poseían y labraban en común,
se asignaban a cada familia en función de su tamaño) en 1917 sorprendió a muchos. Stolypin había
intentado disolver el MIR, pero los campesinos solicitaban una redistribución igualitaria de la tierra
en poder de la nobleza, el estado, la iglesia. En el verano de 1917, comenzaron las tomas de tierra no
autorizadas y a gran escala, éstas se realizaron en nombre de las comunidades aldeanas.
El gobierno provisional que debía realizar un mecanismo oficial de expropiación y
transferencia de tierras, no supo resolver esto y dejó el problema para la asamblea constituyente.

Las crisis políticas del verano


A mediados de junio, Kerensky, en esos momentos ministro de Guerra del gobierno
provisional, alentó al ejército ruso a lanzar una importante ofensiva en el frente de Galitzia (Polonia),
la cual fracasó sufriendo los rusos unas 200.000 bajas. Las deserciones rusas, crecieron hasta
alcanzar proporciones epidémicas. La credibilidad del gobierno provisional resultó gravemente
dañada y la tensión entre el gobierno y los jefes militares aumentó. A comienzos de julio, una crisis
gubernamental se precipitó con la retirada de todos los ministros del partido kadete (liberales) y la
renuncia de Lvov.
En medio de esta crisis, Petrogrado volvió a tener manifestaciones de masas, conocidas
como “las jornadas de julio”. Los marineros de Kronstadt, cuya llegada a Petrogrado precipitó los
desordenes, tenían bolcheviques entre sus líderes y su destino inicial fue el cuartel general del
Partido Bolchevique en el plació Kseshinskaya, aunque la recepción de Lenin no los alentó a realizar
actos de violencia contra el gobierno provisional y finalmente se dispersaron. Todo el episodio dañó
la moral bolchevique y la credibilidad de Lenin como líder revolucionario, el daño era aún mayor
porque fueron culpados por las jornadas de julio por el gobierno provisional y los socialistas
moderados del soviet. El gobierno provisional decidió reprimir, cancelando la “inmunidad
parlamentaria”. Varios destacados bolcheviques fueron arrestados, como Trotsky, emitiendo
órdenes para el arresto de Lenin también el cual era acusado por rumores de ser un agente alemán.
El comité central bolchevique temía por la vida de Lenin, por lo cual este paso a la
clandestinidad, cruzando a comienzos de agosto disfrazado de obrero, la frontera y refugiándose en
Finlandia.
Cada vez parecía más posible que el gobierno provisional cayera en una u otra dirección. La
pregunta era ¿en cuál? La amenaza de la izquierda era una insurrección popular en Petrogrado o un
golpe bolchevique. La otra amenaza al gobierno provisional era la posibilidad de un golpe desde la
derecha para que se estableciera una dictadura empeñada en la restauración de la ley y el orden.
En agosto, el golpe de derecha finalmente fue intentado por el general Kornilov, el cual
actuaba impulsado por su sentido del interés nacional. El intento de golpe falló en buena parte
debido a lo poco confiables que eran las tropas y al enérgico accionar de los obreros de Petrogrado.
Los políticos del centro y la derecha se apresuraron a reafirmar su lealtad al gobierno provisional.
Pero la posición de Kerensky se había deteriorado y el comité ejecutivo del soviet de Petrogrado
también emergió del paso con escasa credibilidad, ya que la resistencia a Kornilov se organizó en
gran parte en sindicatos y fábricas locales, y ello contribuyó a un crecimiento del respaldo a los
bolcheviques.
La izquierda fue la que más ganó con este episodio ya que dio sustancia a la hasta entonces
abstracta noción de un golpe contrarrevolucionario derechista, demostró la fuerza del sector obrero
y, al mismo tiempo, convenció a muchos trabajadores de que sólo la vigilancia armada salvaría a la
revolución de sus enemigos.
El nuevo giro de la opinión popular hacia ellos, se aceleró mucho tras el abortado golpe de
Kornilov y cosecharán beneficios futuros de la creación de milicias obreras o “guardias rojas” que
comenzó como respuesta a la amenaza de Kornilov.

La revolución de octubre
Los bolcheviques ganaron la mayoría en el soviet de Petrogrado el 31 de agosto y la mayoría
en el soviet de Moscú el 5 de septiembre. En septiembre, Lenin escribió que el momento
revolucionario había llegado y debían actuar antes de la reunión del segundo congreso de los
soviets. El diez de octubre, el comité central bolchevique acordó que un alzamiento era deseable,
pero estaba claro que muchos bolcheviques se sentían inclinados a usar su posición en el soviet para
lograr una transferencia de poder cuasi legal y no violenta.
Trotsky era ahora el jefe de la mayoría bolchevique del soviet de Petrogrado, parece
probable que también él albergara dudas acerca de la insurrección, y que opinara que el soviet podía
y debía ocuparse del problema de derrocar al gobierno provisional.
Zinoviev y Kamenev presentaron fuertes objeciones a la idea de una insurrección
bolchevique, exponiendo sus argumentos mirándolos con sus propios nombres en un diario no
bolchevique.
Kerensky no adoptó medidas preventivas decisivas contra los bolcheviques y el control por
parte de éstos del comité militar-revolucionario era organizar la resistencia de los trabajadores
contra la contrarrevolución.
La insurrección comenzó el 24 de octubre, vísperas del comienzo del segundo congreso de
los soviets, cuando las fuerzas del comité militar-revolucionario de los soviets comenzaron a ocupar
instalaciones gubernamentales clave donde casi no encontraron resistencia violenta. Para la tarde
del 25, el golpe prácticamente había triunfado, excepto el Palacio de Invierno que no había sido
tomado y albergaba a los integrantes del gobierno provisional, éste cayó tarde por la noche.
Los bolcheviques habían organizado el alzamiento por medio del comité militar-revolucionario del
soviet de Petrogrado y el congreso le había dado largas al asunto hasta la víspera del encuentro del
congreso nacional de los soviets. Cuando la novedad se difundió por las provincias, se dijo que los
soviets habían tomado el poder.
En el congreso, los bolcheviques llamaron a una transferencia del poder a los soviets de
obreros soldados y campesinos en todo el país. En lo que hacía al poder central, la consecuencia
lógica era que el lugar del viejo gobierno provisional sería tomado por el comité central ejecutivo
permanente de los soviets, elegido por el congreso y que incluía a representantes de distintos
partidos políticos. Pero esto no fue así, se anunció que las funciones del gobierno central serían
asumidas por un nuevo consejo de comisarios del pueblo. La cabeza del nuevo gobierno era Lenin y
Trotsky era comisario del pueblo (ministro) de Asuntos Exteriores.
Los bolcheviques no hicieron ningún esfuerzo por formar una coalición con otros partidos.
En las elecciones para designar la asamblea constituyente obtuvieron el 25 por ciento del voto
popular. Esperaban un mejor resultado, por lo tanto es probable que al votar, los campesinos sólo
tomarán en cuenta un tema y los programas agrarios de los SR y los bolcheviques, que eran casi
idénticos, pero los SR eran mucho más conocidos. Pero los bolcheviques no asumieron la derrota y
argumentaron que no pretendían representar al total de la población, habían tomado el poder en
nombre de la clase obrera.

Fitzpatrick: “Rev. Rusa. La NEP y el futuro de la revolución”


La victoria de los bolcheviques en la guerra civil los enfrentó a los problemas internos del
caos administrativo y la devastación económica del país. El Ejército Rojo y el fin de la guerra civil
significó que muchos de ellos fueron dados de baja, para los bolcheviques significó desmantelar
buena parte de lo que el régimen había logrado construir desde la revolución de octubre. El Ejército
Rojo había sido la espina dorsal de la administración bolchevique durante la Primera Guerra Mundial
y la economía del comunismo de guerra, además constituía el mayor cuerpo de “proletarios” del
país.
El destino del núcleo del proletariado de obreros industriales era igualmente alarmante. El
cierre de industrias, la conscripción en las fuerzas armadas, el ascenso a tareas administrativas y el
abandono de las ciudades producido por el hambre había reducido el número de trabajadores
industriales, más de la mitad de la “clase dictatorial” de Rusia se había esfumado.
Originariamente, los bolcheviques contaban con que el proletariado europeo apoyara la
revolución rusa. Pero la ola revolucionaria europea de posguerra se aplacó dejándolos sin aliados
permanentes. Lenin llegó a la conclusión de que la falta de apoyo externo hacía imprescindible que
los bolcheviques obtuvieron el respaldo del campesinado ruso. Pero las requisas y el derrumbe del
mercado producidos por el comunismo de guerra habían alejado a los campesinos.
El peor golpe para el nuevo régimen llegó cuando, tras un brote de huelgas obreras en
Petrogrado, los marineros de la cercana base naval de Kronstadt se rebelaron, y pareció una
separación simbólica entre la clase obrera y el Partido Bolchevique. Además ocurrió en forma
simultánea con otro desastre para la revolución, comunistas alemanes hicieron un intento
revolucionario que fracasó miserablemente.
Por lo tanto la revolución rusa debería sobrevivir por su cuenta, sin ayuda de nadie.
Todo esto hizo patente la necesidad de una nueva política económica para reemplazar al
comunismo de guerra. El primer paso, fue en 1921, el estado sólo tomaba un monto fijo a los
productores campesinos en vez de apoderarse de todo, lo cual les dejaba a los campesinos un
excedente comercializable, lo cual el paso lógico siguiente era permitir una resurrección del
comercio privado legal. Lenin aún se oponía a esto pero la aceptó.
Estos pasos fueron el comienzo de la nueva política económica, conocida como NEP, la cual
se trató de una respuesta improvisada a circunstancias económicas desesperadas. El impacto
benéfico sobre la economía fue rápido y espectacular, sumado al abandono del “comunismo de
guerra” y se permitió que el sector privado volviese a constituirse, aunque el estado mantuvo el
control de los elementos clave de la economía.
Se invitó a inversionistas extranjeros y el Comisario de finanzas y el Banco del estado
comenzaron a presionar para obtener la estabilización de la moneda y limitar el gasto público y del
gobierno.
Desde el punto de vista comunista, la NEP fue un retroceso, y muchos comunistas se
sintieron hondamente decepcionados.

La disciplina de la retirada
La NEP fue tomada por condiciones económicas desesperadas y por la necesidad de consolidar las
victorias alcanzadas por la revolución. Su propósito era restaurar la destrozada economía y calmar
los temores de la población no proletaria. Pero Lenin dejó muy claro que este relajamiento no debía
extenderse a la esfera política.
En lo que respecta a los demás partidos políticos, su libertad para expresar sus puntos de
vista debía ser restringida, por lo tanto la introducción de la NEP fue acompañada del arresto de un
par de miles de mencheviques. A partir de este momento, todos los partidos que no fueran el
gobernante partido comunista fueron efectivamente proscritos
En forma simultánea, la cuestión de la disciplina dentro del partido comunista estaba siendo
reexaminada, los afiliados al partido podían debatir libremente cualquier tema hasta que se
alcanzara una decisión política al respecto, pero que quedaban comprometidos a aceptar la decisión
que contará con el voto final en el congreso del partido o en el comité central.
Antes de 1917 el debate interno de la comunidad intelectual significaba el debate interno de
la comunidad de intelectuales bolcheviques emigrados, quienes tendían a aglutinarse en pequeños
grupos cada uno con sus propios dirigentes e identidades políticas. Lenin se opuso con fuerza al
desarrollo de cualquier situación como esa en el bolchevismo.
En 1917, los bolcheviques se preocupaban más por aprovechar la ola de revolución popular
que por la disciplina partidaria. Ahora, su partido estaba en el poder en un estado unipartidario, de
modo que abandonar el partido significaba abandonar por completo la vida política. Sin embargo las
viejas premisas teóricas de Lenin sobre la disciplina y la orientación partidaria aún hacían parte de la
ideología bolchevique hacia el fin de la guerra civil.
Existía considerable inquietud en las filas bolcheviques con respecto a la posibilidad de que
el partido se fragmentase, perdiendo así su legendaria unidad poderosa y su sentido de la
orientación. Lenin ciertamente no aprobaba este nuevo estilo de política partidaria. En primer lugar,
el debate por los sindicatos conducido por Trotsky y en segundo lugar las facciones cuestionan en
forma implícita el liderazgo personal de Stalin en el partido conducido por Shlyapnikov.
Por lo tanto Lenin se dispuso a destruir las facciones y el faccionalismo dentro del Partido
Bolchevique, utilizando tácticas tanto como facciosas como conspirativas, con las cuales las terminó
derrotando, asegurándose una mayoría leninista en el nuevo comité central y reemplazando dos
integrantes trotskistas de la secretaría del comité central por uno leninista.
El grupo de Lenin presentó una resolución “de la unidad partidaria”, que ordenaba que las facciones
existentes se disolvieran y prohibía toda actividad facciosa en el interior del partido. La cual según
Lenin sería temporal, aunque esto no fue así. Además la resolución contenía una cláusula secreta
que permitía al partido expulsar a los facciosos recalcitrantes.
En el otoño de 1921 se condujo una purga total del partido a instancias de Lenin, el objetivo
declarado era deshacerse de los “carreristas” y “enemigos de clase”.
Mientras que ningún opositor destacado fue expulsado del partido en la purga, la secretaría
del comité central envió a una cantidad de destacados integrantes de la llamada oposición de los
trabajadores lejos de Moscú.
El problema de la burocracia
Los bolcheviques estaban en contra de la “burocracia”, pero los funcionarios comunistas eran
“cuadros” y “órganos del poder soviético”. Los bolcheviques habían establecido una dictadura que
tenía el propósito de gobernar la sociedad pero también el de transformarla. No podían lograr esos
objetivos sin una máquina burocrática. La antigua burocracia gubernamental, ahora bajo el control
de los soviets, aún empleaba a muchos funcionarios y expertos heredados del régimen zarista,
necesitaban de éstos los conocimientos técnicos.
Pasaría mucho tiempo antes de que el partido pudiera abrigar la esperanza de entrenar a una
cantidad suficiente de comunistas expertos. Hasta entonces, los comunistas debían aprender a
trabajar junto a los expertos burgueses manteniéndolos firmemente controlados al mismo tiempo.
El aparato central del partido no podía competir con la vasta burocracia gubernamental en la
administración cotidiana, pero el comité del partido comenzó a surgir como autoridad local
dominante pasada la guerra civil, cuando los soviets comenzaron a decaer a un papel secundario.
Pero había un problema, el aparato del partido era una burocracia. En la lucha por la sucesión
ocurrida a mediados de la década de 1920 Trotsky intentó desacreditar a Stalin señalando que éste
había construido una burocracia partidaria y la estaba manipulando para sus propios fines políticos.
Sin embargo, la mayor parte de los comunistas simplemente no consideraban el aparato del partido
como una burocracia en el sentido peyorativo. Para ellos (al igual que Weber) una burocracia
operaba mediante un conjunto claramente definido de leyes y precedentes, y también se
caracterizaba por un alto grado de especialización y deferencia ante el conocimiento especializado.
Pero el aparato del partido de la década de 1920 no estaba especializado en ningún aspecto
significativo y no daba lugar a expertos profesionales.
Cuando los comunistas decían que no querían una burocracia, lo que querían decir era que
no querían una maquinaria administrativa que no pudiera o no quisiera responder a órdenes
revolucionarias.
En 1921, la clase obrera industrial estaba en ruinas, y la relación del régimen con la misma
estaba en estado de crisis. Pero para 1924, la reactivación económica había allanado algunas de las
dificultades y la clase obrera comenzaba a recuperarse y a crecer. Ese año, el partido reafirmó su
compromiso con una identidad proletaria, de continuar la creación de una “dictadura proletaria”.

La lucha por el liderazgo


Mientras Lenin vivió, los bolcheviques lo reconocieron como líder del partido, sin embargo,
formalmente el partido no tenía un jefe aunque usaba su excesivo empleo de la autoridad personal
en momentos de turbulencia política, pero no requería adulación ni ninguna demostración en
particular de respeto.
Lenin murió en enero de 1924 pero su salud había estado gravemente deteriorada desde
mediados de 1921. Por lo tanto su muerte política fue un proceso gradual y el propio Lenin pudo
observar sus primeros resultados. Sus responsabilidades como jefe de gobierno fueron tomadas por
tres suplentes, de los cuales el más importante era Rykov, pero estaba claro que la principal sede del
poder estaba en el politburó del partido que tenía siete miembros plenos, entre los que contaba
Lenin. Los otros eran Trotsky, Stalin, Zinoviev, Kamenev Rykov y Mijail Tomsky.
Durante la enfermedad de Lenin el politburó se comprometió a actuar como dirigencia
colectiva. Sin embargo, una feroz aunque furtiva lucha por la sucesión se desarrollaba en 1923, entre
el triunvirato de Zinoviev, Kamenev y Stalin por un lado y Trotsky por el otro. Este último era
percibido como un ambicioso aspirante a la posición suprema.
En el llamado “testamento” de diciembre de 1922, pasaba revista a las cualidades de diversos
dirigentes partidarios, destacando a Stalin y Trotsky, aunque Stalin no fue capaz de saber emplear
con cautela su poder acumulado siendo secretario general del partido y afirmando que era
“demasiado insolente” y que debía ser desplazado de su cargo luego de un choque con su esposa,
Nadezhda Krupskaya.
La batalla entre el triunvirato y Trotsky se definió en el invierno de 1923-24. En las discusiones
partidarias y la elección de delegados que precedieron a la 13° conferencia del partido, los
partidarios de Trotsky hicieron una campaña opositora, mientras que el aparato partidario fue
movilizado en respaldo de la “mayoría del comité central” la cual triunfó.
Unos pocos meses después, cuando se eligieron delegados en la primavera de 1924, el
respaldo de Trotsky parecía haberse evaporado casi por completo.
Se trató de una victoria de Stalin que no sólo podía castigar a sus oponentes políticos sino
manipular los congresos que aseguraban que él continuara en su cargo. En 1925, rompió con
Zinoviev y Kamenev. En 1927 los líderes de la oposición y muchos de quienes los respaldaban fueron
finalmente expulsados del partido por violar la regla que prohibía las facciones. A continuación,
Trotsky y muchos otros opositores fueron enviados a un exilio administrativo en provincias
distantes.
En el debate entre Stalin y Trotsky se invocaron temas de fondo referidos a la estrategia de
industrialización y a la política hacia los campesinos, aunque no estaban hondamente divididos ya
que ambos eran industrializadores que no sentían particular ternura hacia ellos.
El tema de fondo era un conflicto entre la maquinaria partidaria y quienes la desafían es la
maquinaria misma, por lo cual todas las oposiciones terminaron formulando la misma queja: el
partido se había “burocratizado” y Stalin había matado la tradición de democracia interna partidaria.
La muerte de Lenin y de la lucha por su sucesión constituyeron un punto de inflexión
político. En su lucha por el poder, Stalin empleó métodos leninistas contra sus oponentes. Una vez
llegado al poder, Stalin comenzó a hacerse cargo del papel desempeñado originalmente por Lenin: el
de primero entre sus pares del politburó.

Construyendo el socialismo en un país


Desde el poder, los bolcheviques resumieron sus objetivos como “la construcción del
socialismo” ya que tenían una clara idea de que las claves eran el desarrollo económico y la
modernización. Construir el socialismo significaba transformar a Rusia en una sociedad industrial
moderna, pero ellos habían tomado el poder en forma “prematura”, es decir que se habían
comprometido a realizar por su cuenta en su país la tarea de los capitalistas, cosa que no sabían
realmente cómo harían. Así y todo, seguían decididos a avanzar de alguna manera.
En 1923 hasta los bolcheviques más optimistas habían quedado conmovidos por la situación
económica que debieron enfrentar al finalizar la guerra civil. Era como si, burlándose de los anhelos
de los bolcheviques, Rusia se hubiese deshecho del siglo XX y hubiera revertido de un atraso
comparativo a un atraso total.
Como revelaría el censo de 1926, la Rusia europea estaba en realidad menos urbanizada en
los años inmediatamente posteriores a la guerra civil que en 1897.
Con la introducción de la NEP en 1921, en las ciudades se permitió revivir al comercio
privado y a la industria privada en pequeña escala. En el campo, ya habían permitido que los
campesinos hiciesen como mejor les pareciese en lo referido a la tierra, y ahora estaban ansiosos de
asegurarse de que desempeñan adecuadamente su papel de “pequeños burgueses” proveedores del
mercado urbano así como el de consumidores de los bienes de consumo producidos en las ciudades.
Desde el punto de vista bolchevique, la agricultura capitalista campesina en pequeña escala
era preferible a los tradicionales cultivos comunitarios de cuasi subsistencia de la aldea, e hicieron
cuanto pudieron por estimularla.
Pero la actitud de los bolcheviques hacia el sector privado durante la NEP siempre fue
ambivalente, ya que una resurrección parcial del capitalismo repugnaba y asustaba a la mayor parte
de los afiliados al partido. Cuando se otorgaron “concesiones” para manufacturas y minas a
empresas extranjeras, las autoridades soviéticas esperaban el momento en que la empresa pareciera
lo suficientemente sólida como para quitarle la concesión y comprarles el negocio a los inversores.
Además de esto las restricciones sobre las actividades empresariales llegaron a ser tan agobiantes
que para la segunda mitad de la década de 1920 muchas de las empresas de éstas fueron a la
quiebra.
La relación de los bolcheviques con los campesinos durante la NEP fue aún más
contradictoria. En el ínterin, se debía conciliar con el campesinado, permitiéndole seguir su propia
senda de pequeño burgués, e iba en interés del estado alentar a los campesinos a mejorar sus
métodos agrícolas y aumentar su producción. Sin embargo, en la práctica, los bolcheviques eran
suspicaces hacia los campesinos que prosperaron más que sus vecinos. Consideraban que tales
campesinos eran explotadores en potencia y capitalistas rurales, clasificándolos a menudo como
“kulaks”, lo que se traducía en que sufrían muchas discriminaciones, como por ejemplo la pérdida
del derecho al voto.
Pero era la ciudad, no la aldea, lo que los bolcheviques percibían como clave del desarrollo
económico. El principal proceso que tenían en mente era la industrialización, que en última instancia
transformaría no sólo la economía urbana sino también la rural. En el período que siguió
inmediatamente a la guerra civil, tan sólo restablecer la producción industrial a los niveles de 1913
parecía una tarea gigantesca.
Pero en 1924-25, una recuperación inesperadamente veloz de la industria y la economía en
general provocaron una oleada de optimismo entre los líderes bolcheviques. Dzerzhinsky, jefe de la
Cheka, ocupó la presidencia del Consejo Económico Supremo en 1924 y comenzó a forjar a partir de
él un poderoso ministerio de industria que se centraba mayormente en el desarrollo de la industria
metalúrgica, metalmecánica y de construcción de máquinas.
En 1925 Stalin dejó claro que la industrialización ahora era su causa además de una de las
más altas prioridades. Esta reciente decisión del partido de embarcarse en la industrialización sobre
la base de un plan quinquenal la comparó con la histórica decisión de Lenin de tomar el poder en
1917, con lo que ya estaba reservando su lugar en la historia como sucesor de Lenin: Stalin el
Industrializador.
La nueva orientación del partido se expresaba en la consigna de Stalin “socialismo en un solo
país”, con lo que les bastaba con sus propias fuerzas para triunfar. Ante el hecho innegable del
aislamiento soviético del resto del mundo más la intención de Stalin de industrializar a cualquier
precio, “socialismo en un solo país” era un lema convocante útil y una buena estrategia política. Al
fin y al cabo había problemas teóricos que solucionar.
Primero Zinoviev y luego Trotsky mordieron el anzuelo, planteando objeciones
ideológicamente impecables y políticamente desastrosas al “socialismo en un solo país”. Las
objeciones permitieron a Stalin denigrar a sus oponentes, señalando que él había tomado una
postura favorable a la construcción de la nación y a la fuerza nacional de Rusia.
Sin embargo, el financiamiento del camino a la industrialización era un tema serio. El
régimen soviético también debía acumular capital para industrializarse. La antigua burguesía rusa ya
había sido expropiada, y la nueva burguesía de los “hombres de la NEP” y los kulaks no había tenido
tiempo de acumular demasiado. Además, aislada políticamente como consecuencia de la revolución,
Rusia ya no podía obtener capitales de Occidente, el régimen debería recurrir a sus propios recursos
y a los de la población, que aún era predominantemente campesina.
A mediados de la década de 1920, este tema era motivo de debate entre el oposicionista
Preobrayensky y el por entonces estalinista Bujarin. Durante el debate que los enfrentó
Preobrayensky dijo que sería necesario extraer del campesinado un “tributo” para pagar la
industrialización, lo que a Bujarin esto le parecía inaceptable en términos políticos, y objetó que era
probable que alienara a los campesinos y que el régimen no podía arriesgarse a quebrar la alianza
obrero-campesino que según Lenin constituía la base de la NEP.
Stalin no participó en el debate, aunque ya había algunos indicios de que la actitud de Stalin
hacia el campesinado era menos conciliadora que la de Bujarin: había adoptado una línea más dura
frente a la amenaza representada por los kulaks y, en 1925, se habían disociado en forma explícita
de la alegre exhortación de Bujarin al campesinado a “enriquecerse”, con la bendición del régimen.
Además, Stalin se había comprometido muy firmemente con el programa industrializador, y la
conclusión que se extrajo del debate Preobrayensky-Bujarin era que Rusia debía posponer su
industrialización o arriesgarse a un importante enfrentamiento con el campesinado.
Como notó en 1927, la recuperación económica que trajo la NEP, había cambiado el
equilibrio de poder entre ciudad y campo a favor de la ciudad. Stalin tenía intención de industrializar,
y si ello significaba un enfrentamiento político con el campo, Stalin consideraba que ganaría “la
ciudad”, es decir el proletariado urbano y el régimen soviético.
La NEP fue presentada en 1921, y en menos de una década más tarde, Stalin abandonó la
mayor parte de las políticas de la NEP e inició una nueva fase de transformación revolucionaria con
el primer plan quinquenal de industrialización y la colectivización de la agricultura campesina. Stalin
afirmó, e indudablemente así lo creía, que ése era el verdadero camino leninista.
Los historiadores están divididos con respecto al legado político de Lenin. Algunos aceptan
que, para bien o para mal, Stalin fue su verdadero heredero, mientras que otros ven a Stalin
esencialmente como el que traicionó la revolución de Lenin.
A Lenin generalmente no le gustaba ser objeto pasivo de las circunstancias, y en esencia,
ésta era la visión que los bolcheviques tenían de sí mismos en lo que respecta a la NEP. Era un
revolucionario por el temperamento y, en términos políticos y sociales, la NEP no era de ningún
modo la realización de sus objetivos revolucionarios. Sin embargo, queda la cuestión mayor de si el
conjunto del Partido Bolchevique estaba dispuesto a aceptar a la NEP como fin y resultado de la
revolución de octubre.
Para los comunistas, la NEP olía a Termidor, el período de degeneración de la gran
revolución francesa. En 1926-27, el enfrentamiento entre la dirigencia del partido y la oposición
alcanzó nuevas cotas de encono.
También había indicios de que el descontento no se limitaba a la elite del partido. Muchos
comunistas y simpatizantes de las bases, comenzaban a desilusionarse, y se inclinaban a creer que la
revolución no había sido más que una etapa pasajera. El ánimo reinante en el partido no era de
satisfacción porque finalmente la joven república soviética hubiera ingresado a un remanso de paz.
Fitzpatrick: “Rev. Rusa. La revolución de Stalin”
El programa industrializador del primer plan quinquenal (1929-32) y la colectivización
forzada de la agricultura que lo acompañó se han descrito a menudo como una “revolución desde
arriba”. Era una guerra contra el atraso de Rusia y al mismo tiempo, una guerra contra los enemigos
de clase del proletariado, dentro y fuera del país.
La imaginería bélica tenía la clara intención de simbolizar un retorno al espíritu de la guerra
civil y del comunismo de guerra y un repudio de los pocos heroicos compromisos de la NEP. La Unión
Soviética bajo el Plan Quinquenal realmente parecía un país en guerra ya que la oposición política y
la resistencia a las políticas del régimen eran denunciadas como traición y a menudo castigadas con
severidad propia de tiempos de guerra, además de que se exhortaba a la población a la solidaridad
patriótica.
El estado psicológico de emergencia bélica comenzó con la gran alarma de guerra de 1927.
La Unión Soviética acababa de sufrir una serie de reveses en su política exterior y en la Internacional
Comunista: un allanamiento británico a la misión comercial soviética (ARCOS) de Londres, el ataque
de Kuomintang nacionalista contra sus aliados comunistas en China, el asesinato político de un
diplomático plenipotenciario soviético en Polonia. Trotsky y otros opositores responsabilizan a Stalin
de los desastres de la política exterior, en particular el de China.
La tensión en el frente interno aumentó cuando la GPU (sucesora de la Cheka) comenzó a
detener a presuntos enemigos del régimen y la prensa informó acerca de incidentes de terrorismo
antisoviético y del descubrimiento de conspiraciones internas contra el régimen.
La mayor parte de los historiadores occidentales llegan a la conclusión de que no había un
peligro de intervención real e inmediata.
El enfrentamiento entre Stalin y Trotsky en 1927 dio ocasión a un ominoso aumento de la
temperatura política. Quebrando lo que hasta entonces había sido un tabú del Partido Bolchevique,
la dirigencia autorizó el arresto y el exilio administrativo de opositores políticos, así como otras
formas de acoso de la GPU a la oposición.
La atmósfera de crisis se exacerbó en 1928 con el estallido de un importante enfrentamiento
con el campesinado y la formulación de cargos por deslealtad contra la antigua intelligentsia
“burguesa”.
Este fue el primero de una serie de juicios ejemplificadores a expertos burgueses, en los
cuales la parte acusadora asoció la amenaza interna de los enemigos de clase con la amenaza de
intervención de potencias capitalistas extranjeras y los acusados confesaron su culpabilidad y
ofrecieron pormenorizados testimonios de sus actividades clandestinas. Los juicios implican el
abierto mensaje de que la intelligentsia burguesa seguía siendo un enemigo de clase con el cual, por
definición, no se podía contar.
La nueva política recurre a los sentimientos de suspicacia y hostilidad hacia las antiguas
clases privilegiadas que eran endémicas en la clase obrera rusa y las bases comunistas. Fue una
política que tuvo enormes costos para un régimen que se disponía a embarcarse en un programa de
industrialización a marchas forzadas. Al país le faltaban expertos de toda clase, en especial
ingenieros. Las razones de Stalin para lanzar su campaña anti expertos se refuerza cada vez más en
la impresión de que realmente él creía en conspiraciones y sabotajes.
Más allá de qué, o en qué forma, Stalin y los otros dirigentes creyeran con respecto a
conspiraciones anti soviéticas y amenazas militares inmediatas, estas ideas se diseminan
ampliamente en la Unión Soviética, porque tales conceptos eran creíbles para amplios sectores de la
opinión pública soviética. A partir de 1920, el peligro de guerra se incorporó a la mentalidad
soviética de la época y recurrentes alarmas de guerra ocuparon la atención del politburó y del
público lector de periódicos hasta el verdadero estallido de la guerra en 1941.

Stalin contra la derecha


En el invierno de 1927-28, la conducción del partido se dividió sobre la política a seguir
respecto del campesinado, con Stalin de un lado y un grupo que ulteriormente se conoció como “la
oposición de derecha” del otro. El problema inmediato era el suministro de grano, la
comercialización por parte de los campesinos y el suministro por parte del estado cayeron muy por
debajo de lo que se esperaba. El temor a la guerra era un factor, pero también lo era el bajo precio
que el estado pagaba por el grano.
Durante la NEP, parte de la filosofía económica del régimen consistió en aumentar la
acumulación de capital del estado pagando precios relativamente bajos por la producción agrícola
de los campesinos, cobrando al mismo tiempo precios relativamente altos por bienes
manufacturados que producía la industria nacionalizada. Pero en los hechos, esta situación siempre
había estado mitigada por la existencia de un mercado libre de granos, que mantenía los precios que
pagaba el estado, cercanos al nivel que señalaba el mercado. Por entonces, el estado no quería
enfrentarse al campesinado.
Sin embargo en 1927, el inminente programa de industrialización cambió la ecuación en
muchas formas ya que ponía en peligro los planes para una exportación de grano en gran escala, y
además provocaría una suba del precio del grano que reduciría los fondos disponibles para la
expansión industrial, y tal vez hiciera imposible cumplir con el plan quinquenal. Parecía de esperar
que el aumento del precio del grano beneficiaría a los “kulaks”, más bien que al conjunto del
campesinado.
Stalin llegó a la conclusión de que el problema básico era que los kulaks estaban acumulando
granos a escondidas con el propósito de tener como rehén al estado soviético. El estado no podía
permitirse ceder a tales demandas, pues la inversión industrial tenía la prioridad, por lo tanto la
solución de corto plazo era la coerción. Stalin sugirió la colectivización agrícola, lo que aseguraría un
suministro de grano confiable para las necesidades de las ciudades, el Ejército Rojo y la exportación,
quebrando además el dominio de los kulaks en el mercado de granos.
En el politburó, dejó de lado su práctica inicial de construir un consenso y simplemente hacía
aprobar sus decisiones políticas a la fuerza de la forma más arbitraria y provocativa. Una oposición
de derecha a Stalin comenzaba a aglutinarse en la dirigencia del partido a comienzos de 1928. La
derecha además respondía que las metas de producción industrial del primer plan quinquenal
debían mantenerse “realistas”, también se oponían a la nueva política de guerra de clase agresiva
contra la antigua intelligentsia.
Los dos principales derechistas del politburó eran Rykov y Bujarin. Tras sus desacuerdos
políticos con Stalin subyace la noción de que éste había cambiado unilateralmente las reglas del
juego político según se jugaba éste desde la muerte de Lenin, descartando la conducción colectiva y
abandonando las bases políticas fundamentales de la NEP. Los derechistas del politburó no hicieron
ningún intento real de organizar una facción opositora y llevaron adelante sus discusiones con Stalin
y sus partidarios en el politburó a puertas cerradas.
Quedaba claro que se estaba desarrollando alguna clase de lucha por el poder. Los
derechistas no podían buscar apoyo en gran escala en el partido y su plataforma sólo fue dada a
conocer en forma distorsionada. Sus dos principales bases de poder eran la organización del partido
de Moscú, encabezada por Uglanov y el consejo central de sindicatos encabezado por Mijail Tomsky,
aunque ambos cayeron. Por lo tanto aislados y sin iniciativa, los derechistas del politburó finalmente
fueron identificados por sus nombres y llevados a juicio a comienzos de 1929. Tomsky perdió la
conducción de los sindicatos y Bujarin fue desplazado de sus puestos de la Internacional Comunista y
del consejo editorial Pravda. Rykov continuó al frente del gobierno soviético por casi dos años
después del derrumbe de la derecha, pero fue reemplazado por Molotov en 1930.
Sin embargo los funcionarios desplazados por el derechismo no necesariamente eran
derechistas ideológicos. El rótulo de derechistas se aplicaba tanto a los disidentes ideológicos como
al “peso muerto” burocrático, es decir funcionarios demasiado incompetentes, apáticos y corruptos.
Por lo tanto la derecha fue derrotada por la máquina partidaria que controlaba Stalin.

El programa industrializador
Para Stalin, como para el conde Witte, un veloz desarrollo de la industria pesada de Rusia
era un requisito previo a la fuerza nacional y el poderío militar. Éste era un asunto de total urgencia,
pues el ritmo de la industrialización determinaría si la patria socialista sobrevivía o se derrumbaba
ante sus enemigos. Con la adopción del primer plan quinquenal en 1929, la industrialización se
convirtió en la primera prioridad del régimen soviético. La agencia estatal que encabezaba la marcha
a la industrialización, el Comisario de la Industria Pesada fue dirigido entre 1930 y 1937 por
Orzhonikidze.
El primer plan quinquenal se centró en el hierro y el acero, llevando las plantas ya
establecidas en Ucrania a su máxima capacidad productiva y construyendo desde cero nuevos
complejos inmensos. Las plantas de producción de tractores también tenían alta prioridad. La
industria de máquinas-herramienta se expandió rápidamente con el fin de librar al país de la
importación de maquinarias del extranjero, en cambio la industria textil languidecía.
Stalin y Molotov estaban tan obsesionados con la producción de metal que tendían a olvidar
que las plantas dependían de la materia prima que les llegaba por ferrocarril y del suministro
sostenido de combustible, agua y electricidad.
Para comienzos de 1930 hasta los pequeños artesanos y tenderos habían sido forzados a
abandonar sus actividades o a integrar cooperativas supervisadas por el estado.
Para los bolcheviques, el principio de planificación centralizada y control estatal de la
economía tenía gran significado, y la introducción, en 1929, del primer plan quinquenal fue un hito
en el camino al socialismo ya que echaron los cimientos institucionales de la economía planificada
soviética, aunque fue un período de transición y experimentación.
Las prioridades de suministro estaban determinadas por una serie de decisiones ad hoc del
comisariato para la industria pesada, el consejo gubernamental de trabajo y defensa y aun el
politburó del partido. Había feroces competencias en torno de la lista oficial de los proyectos y
empresas de máxima prioridad, pero estas cambiaban constantemente en respuesta a la crisis, a
inminentes o a una nueva elevación de las metas en alguno de los sectores industriales claves.
El industrial soviético exitoso durante el plan quinquenal probablemente fue más bien un
movedizo empresario, dispuesto a tomar atajos y aprovechar cualquier oportunidad de ganarles de
mano a sus competidores. El fin era más importante que los medios.
Sin embargo el verdadero propósito del primer plan quinquenal era construir, eran una inversión a
futuro. Debido a la magnitud de la inversión, las decisiones tomadas durante el primer plan
quinquenal con respecto a la ubicación de los nuevos gigantes industriales rediseñaron en los hechos
el mapa económico de la Unión Soviética.
En los últimos años de la década de 1920, cuando las decisiones del primer plan quinquenal
se hicieron inminentes, cuando los ojos de los bolcheviques realmente se abrieron a una dimensión
política totalmente nueva: la competencia entre regiones por ser sede de la industrialización. La
fuerte competencia entre regiones a menudo terminaba con una doble victoria: la autorización para
construir dos plantas independientes, una en cada región. Éste fue uno de los factores que
provocaron el continuo aumento de las metas y el crecimiento incontrolable de los costos que
caracterizaron al primer plan quinquenal.
Como Stalin no se cansaba de señalar, la tecnología moderna era esencial para el proceso de
alcanzar y sobrepasar. Las nuevas fábricas de automóviles y tractores fueron construidas para
producir mediante el sistema de línea de montaje, legendario capitalista. En términos concretos, era
parte de la inversión del primer plan quinquenal para la producción futura. En términos simbólicos,
Stalin quería que el pueblo soviético y el mundo recibieran: la atrasada Rusia no tardaría en
convertirse en la “América soviética”, su gran paso al desarrollo económico ya estaba siendo dado.

Colectivización
La cuestión de la industrialización estaba estrechamente vinculada a la cuestión de la agricultura
campesina. Para que el proyecto de industrialización fuese exitoso, el estado necesitaba suministros
de grano confiables y bajos precios de grano.
En 1928, Stalin había manifestado que consideraba al especulador kulak culpable de la crisis de
suministros, y que creía que la colectivización de la agricultura campesina proveería el mecanismo
de control que el estado necesitaba para garantizar suministros al precio y en el momento que el
estado considerase adecuados. Pero el aliento a la colectivización voluntaria en 1928 y la primera
mitad de 1929 sólo produjo resultados modestos, y los suministros siguieron siendo un problema
agudo, que preocupaban al régimen no sólo por la carestía de alimentos en las ciudades sino por el
compromiso de exportar granos como medio de financiar la compra de bienes industriales en el
exterior. A medida que iban en aumento los métodos coercitivos de obtención de suministros
preconizados por Stalin, aumentó la hostilidad entre el régimen y el campesinado.
En el verano de 1929, una vez que eliminó en buena parte el mercado libre de granos, el
régimen impuso cuotas de suministro y penas por no cumplir con ellas. El enfrentamiento del
régimen con los campesinos había llegado tan lejos que ya no le era posible retroceder, ya que pocos
pueden haberse engañado con la idea de que el proceso pudiera ser llevado adelante sin una áspera
lucha, se intenta eliminar a los Kulaks.
La colectivización era un intento de reorganizar la vida campesina, estableciendo al mismo
tiempo controles administrativos que llegarán hasta las aldeas. En términos prácticos, la nueva
política requería que los funcionarios del campo forzaran un enfrentamiento inmediato con los
kulaks. Ello significaba que los comunistas locales entraban en las aldeas, juntaban una pequeña
banda de campesinos pobres o codiciosos y procedían a intimidar a un puñado de familias “kulaks”,
los expulsaban de sus casas y confiscaban sus propiedades. Al mismo tiempo, a los funcionarios se
les ordenaba alentar a los demás campesinos a organizarse voluntariamente en comunas, donde se
tenían que producir resultados rápidos y espectaculares. Además, los colectivizadores comunistas
solían profanar la iglesia e insultar a los “enemigos de clase” locales, como el sacerdote y el maestro.
Estas acciones produjeron inmediatamente indignación y caos en el campo. Ante este
evidente desastre, el régimen reaccionó de dos maneras. En primer lugar, llegó la OGPU a arrestar a
los kulaks expropiados y a otros revoltosos y ulteriormente organizó deportaciones en masa a
Siberia, los Urales y el norte. En segundo lugar, la dirigencia del partido retrocedió en algunos pasos
del enfrentamiento extremo con el campesinado a medida que se acercaba el momento de la
siembra de primavera.
La colectivización representó una verdadera “revolución desde arriba” en el campo. Pero no fue
exactamente la clase de revolución que describió la prensa soviética de la época, que exageró
enormemente el alcance de los cambios.
Las granjas debían entregar cantidades fijas de grano y alimento al estado, cuyo costo se dividió
entre los integrantes del koljos según su contribución en trabajo. Sólo el producto de las pequeñas
parcelas privadas de los campesinos se seguía comercializando en forma individual. Para el producto
general de cada koljós, las cuotas de entrega eran muy altas y los precios muy bajos. El resultado fue
que las principales zonas de producción de granos del país quedaron sumidos en la hambruna
durante el verano de 1932-33, lo que dejó un legado de enorme resentimiento.
Una de las consecuencias inmediatas de la hambruna fue que en diciembre de 1932, el
régimen introdujo los pasaportes internos, concediendo en forma automática a la población urbana
aunque no a la rural. Es indudable que esto reforzó la creencia de los campesinos de que la
colectivización era una segunda servidumbre, y produjo entre algunos observadores occidentales la
impresión de que uno de los propósitos de la colectivización era mantener a los campesinos
confinados en las granjas. Ésta no era la intención del régimen.
El campo ruso tenía un gran exceso de población, y los dirigentes soviéticos esperaban que
la colectivización y la mecanización racionalizaran la producción agrícola, de ese modo reduciendo
aún más la cantidad de brazos requerida por la agricultura.
Durante el período 1928-32, la población urbana de la Unión Soviética se incrementó, hubo
grandes migraciones hacia la ciudad sobre todo Moscú, esto contribuyó al debilitamiento de la
agricultura colectivizada.

Revolución cultural
La lucha contra los enemigos de clase fue una gran preocupación de los comunistas durante
el primer plan quinquenal, “liquidación de los kulaks como clase” y a los empresarios privados. El
enemigo de clase era la intelligentsia burguesa. La lucha contra esta, los valores culturales
burgueses, el elitismo, el privilegio y la rutina burocrática constituyeron el fenómeno que los
contemporáneos llamaron “revolución cultural”. El propósito de la revolución cultural era establecer
la “hegemonía” comunista y proletaria, lo que significaba afirmar el control del partido sobre la vida
cultural como abrir la élite administrativa y profesional a una nueva cohorte de jóvenes comunistas y
trabajadores. Esta fue iniciada por la dirigencia del partido en la primavera de 1928. Esta campaña se
vinculaba estrechamente a la lucha de Stalin contra la derecha.
Pero la revolución cultural iba más allá de una lucha facciosa en el interior de la dirigencia,
atraía mucho a la juventud comunista, organizaciones militantes comunistas y aún a grupos de
intelectuales no comunistas pertenecientes a distintos campos que disentían con la dirigencia
establecida de sus profesiones. Desde esta perspectiva, la revolución cultural fue un movimiento
juvenil iconoclasta y beligerante de mentalidad intensamente partidista, y afirmaban que, como
comunistas, tenían derecho a conducir y dar órdenes a los demás, pero al mismo tiempo, tenían una
hostilidad instintiva hacia la mayor parte de las autoridades y las instituciones existentes,
sospechadas de tendencias burocráticas y “objetivamente contra revolucionarias”.
Más de un año después, la dirigencia del partido comenzó un serio intento de disciplinar a
los activistas de la revolución cultural y terminar con sus “estúpidas intrigas”.
Aunque la revolución cultural se describe como proletaria, ello no debe ser tomado literalmente en
lo que hace al dominio de la alta cultura y la erudición.
Donde el aspecto proletario de la revolución cultural sí tenía solidez era en la policía de
“ascenso” proletario que el régimen estimulaba vigorosamente durante ese período. La traición de
la intelligentsia burguesa, dijo Stalin, hacía imprescindible entrenar a sus reemplazantes proletarios
a la máxima velocidad posible. La vieja dicotomía que enfrentaba a los rojos con los expertos debía
ser abolida. Era hora de que el régimen soviético adquiriera su propia inteligencia, la cual debía ser
reclutada entre las clases bajas, en particular la clase obrera urbana.
La política de “ascender” a los trabajadores a tareas administrativas y de enviar a jóvenes
trabajadores a recibir educación superior no era nueva, pero nunca había sido implementada con
tanta urgencia o en una escala tan enorme como durante la revolución cultural.
Al mismo tiempo, Stalin lanzó una campaña intensiva para enviar a jóvenes obreros y
comunistas a recibir educación superior, produciendo un importante trastorno en las universidades
y escuelas técnicas, indignando a los profesores “burgueses” y, mientras duró el primer plan
quinquenal, haciendo muy difícil que los egresados de la educación secundaria pertenecientes a
familias del sector medio pudieran acceder a la educación terciaria.
Para los integrantes de este grupo privilegiado la revolución realmente había cumplido con
sus promesas de darle el poder al proletariado y transformar a los trabajadores en amos del estado,
aunque para otros fue mucho menos favorable. Durante el primer plan quinquenal, los niveles de
vida y el salario real cayeron marcadamente para la mayor parte de los trabajadores. Los sindicatos
fueron agotados tras la destitución de Tomsky y perdieron toda capacidad real de presionar.
El trastorno social y demográfico durante el período del primer plan quinquenal fue enorme.
Las esposas de los hogares urbanos también trabajaban, porque con un salario no alcanzaba, las
esposas rurales habían sido abandonadas por esposos que desaparecen en las ciudades.
Hombres de la NEP y kulaks expropiados huían a ciudades donde no fueran conocidos para
iniciar allí una nueva vida. Los hijos de sacerdotes abandonan sus hogares para evitar el estigma de
la condición de sus padres. Trenes llevaban cargas de deportados y convictos a lugares desconocidos
y no deseados.
Una sociedad que apenas había tenido tiempo de asentarse después de los trastornos de la
guerra, la revolución y la guerra civil hacía una década, fue conmocionada despiadadamente otra
vez por la revolución de Stalin.
La declinación del nivel y la calidad de vida afectan a prácticamente todas las capas de la
población, urbana y rural. Quienes más sufrían eran los campesinos aunque la vida en la ciudad
también era dura.
También en la esfera política había habido cambios, aunque de tipo más sutil y gradual. El
culto a Stalin empezó en serio al fin de 1929 con la celebración de su quincuagésimo cumpleaños.
La prohibición a las facciones, que desde 1921 existía en teoría, ahora existe en la práctica,
con el resultado de que las potenciales facciones automáticamente devienen en conspiraciones. La
conducción del partido cada vez tenía una actitud más secreta acerca de sus deliberaciones y las
minutas de las reuniones del comité central ya no circulaban rutinariamente ni eran accesibles a las
bases partidarias.
La prensa soviética también cambió, volviéndose mucho menos vivaz e informativa en
materia de asuntos internos que en la década de 1920. Los diarios ya no incluían anuncios de estilo
occidental ni reportaban hechos menudos como accidentes callejeros, violaciones y robos.
El contacto con Occidente se volvió mucho más restringido y peligroso durante el primer
plan quinquenal. El aislamiento de Rusia frente al mundo exterior había comenzado con la
revolución de 1917, pero en la década de 1920 había bastante tráfico y comunicación. Los
intelectuales aún podían publicar en el exterior, aún se podían leer diarios extranjeros.
Comenzó a crecer una xenofobia de la dirigencia e indudablemente también de la población.
La meta de “autarquía económica” del primer plan quinquenal también implicaba alejarse del
mundo exterior. En esta época las fronteras cerradas, la mentalidad de asedio y el aislamiento
cultural que caracterizarían a la Unión Soviética del período de Stalin se establecieron firmemente.
La revolución de Stalin había extendido el control estatal directo a toda la economía urbana
y aumentado en gran medida la capacidad del estado de sacar provecho de la agricultura campesina.
También fortaleció mucho el brazo policial del estado y creó el gulag, trabajo que se asoció
íntimamente al proyecto industrializador.

Figes: Rusia
El texto trae diferentes testimonios de lo que fue a partir de 1920 vivir en Rusia comunista y cómo
se recrudece hacia 1930 con el estalinismo el control de la vida pública y privada de los ciudadanos.
Hubo grandes flujos de migraciones campesinas entre 1928 a 1933 hacia Moscú desbordando la
capacidad de vivienda e infraestructura, lo que lleva a la creación de un plan para crear en Moscú
una nueva ciudad moderna que albergará a más de 5 millones de ciudadanos con una nueva
infraestructura de comunicación, desagües, jardines. Levantando una capital imperial que fuera el
símbolo de la sociedad socialista:
Dentro de esta idea el metro fue un símbolo del progreso Comunista pese al haber empleado mano
de obra del gulag y de prisioneros, de las malas condiciones en las que estos debieron trabajar para
la construcción del metro, este fue sumamente importante ya que las estaciones eran imponentes
arquitectónicamente como palacios por sus accesorios.
La construcción de hogares familiares por la crisis habitacional: durante 1920 como forma del
colectivismo los bolcheviques crearon las casas comunales que eran enormes bloques comunitarios
de dormitorios que comparten cocina y baño. El objetivo en un principio era liberar a las mujeres
del trabajo doméstico y enseñarle a los vecinos a organizarse para vivir colectivamente. Pero hacia
1931 esto cambia, se decreta que se va a construir casas de lujo con apartamentos familiares
individuales por el crecimiento de una nueva clase política industrial resultante del plan quinquenal,
si bien está élite no contaba con la confianza del partido, luego fueron depurados en lo que se
denominó las purgas.
La gran ruptura había provocado un caos social que atenta contra el liderazgo de stalin, Stalin Se
recibieron muchas quejas por el plan quinquenal por la colectivización, las requisas, la corrupción de
los empleados de las fábricas y funcionarios, la escasez de viviendas y alimentos lo que conlleva que
hubieran levantamientos y huelgas; incluso reuniones secretas de miembros del partido que estaban
en contra de stalin y que luego al ser descubiertos se los encarceló y más tarde fusiló.
Esto provocó que se acentuara la paranoia de Stalin y se hizo otra purga que dio lugar a otra nueva
clase burócrata Industrial Leal pero poco formada.
Trotsky fue un fuerte crítico de stalin y de la burocracia que se conformó, ya que esta no compartía
los instintos democráticos que tenían los antiguos bolcheviques, esta burocracia le interesaba el
Confort doméstico, las posesiones materiales y además contaban con tu con costumbres patriarcales
y conservadoras; defendían el sistema soviético porque obtenían recursos materiales de él.
En 1930 mejoró el consumo y se levantó la racionalización de los productos, aumentando la
producción de bienes de lujo y generando una cultura consumista, por lo que aquí un cambio del
mensaje quedaba el régimen.
lo que provoca la consolidación del régimen estalinista es la creación de una jerarquía social basada
en recompensas el surgimiento de una clase media donde se encontraban las industriales , policía y
ejército, profesionales que servían en el estado.
De valores familiares tradicionales por la baja en la natalidad y el aumento de divorcios,
prohibiéndose el divorcio y el aborto, además de la homosexualidad Aquí se vuelve a dividir lo
público y privado.
Blat: red informal de clientes y proveedores.

Sternhell: El nacimiento de la ideología fascista


El autor se propone realizar una investigación sobre la formación de la ideología fascista, Hay dos
presunciones:
1) Se la ve como un fenómeno cultural como una rebelión contra la Ilustración y la Revolución
Francesa que surgió en Europa a fines del siglo XIX y principios del XX; la segunda es que luego de
este fenómeno cultural los movimientos fascistas fueron ascendiendo hasta llegar a la toma del
poder como sucedió en Italia Que además se dieron las condiciones políticas sociales y psicológicas
creadas A fines de la Primera Guerra Mundial .
2) Deriva del primero, y es que el desarrollo del fascismo se da por la cristalización ideológica y por la
acumulación de poder político que permitió la acción política.
El fascismo ha sido una fuerza rupturista capaz de arremeter contra el orden establecido y de
competir contra el marxismo tanto en los intelectuales como en las masas.
Es importante entender que el fascismo es parte de la historia de la cultura Europea, no es
solamente antiliberalismo ni una variante del marxismo o una reacción anti proletaria surgida en una
fase del capitalismo declinante, y que si bien el fascismo y el nazismo son movimientos y regímenes
que tienen puntos en común difieren en una cuestión fundamental y es que el nacionalsocialismo
alemán pregona el determinismo biológico, el racismo más extremo pero el determinismo racial no
aparecen todas las variedades de fascismo siendo que no es condición necesaria para la existencia
de este.
La ideología fascista no es solo una respuesta al marxismo sino una revisión muy específica de este,
esta revisión es antimaterialista y anti racionalista. quienes la hacen son los sorelianos de Francia e
Italia teóricos del sindicalismo revolucionario Siendo un rechazo a la cultura política dominante de
comienzos de siglo revelándose contra los sistemas establecidos como: el liberalismo, el marxismo,
el positivismo y la democracia. Siendo una síntesis del nacionalismo orgánico y de la revisión
antimaterialista del marxismo rechazando el individualismo de índole liberal o marxista e instaura
componentes de una cultura política nueva y original, comunitaria ante individualista y anti
racionalista repudiando la herencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa para construir una
colectividad humana en la que se integren todas las capas y clases sociales para que desaparezca los
efectos desastrosos de la modernización y la deshumanización en las relaciones humanas.
El fascismo:
- pretende desaparecer los efectos más desastrosos de la modernización del continente
europeo
- se rebela contra la deshumanización introducida por la modernización de las relaciones
humanas, pero desea preservar los logros del progreso
- re rebela contra la modernidad en cuanto ésta se identificó con el racionalismo, optimismo y
humanismo del S XVIII
El fascismo aparece como una revolución de otro tipo: una revolución que declara querer
aprovechar lo mejor del capitalismo, del desarrollo de la tecnología moderna y del progreso
industrial. La revolución fascista pretende cambiar la naturaleza de las relaciones entre el individuo y
la colectividad sin que por ello sea necesario romper el motor de la actividad económica, la
propiedad privada o la economía del mercado.

El primero de los dos elementos esenciales constitutivos del fascismo es el nacionalismo


tribal, que aparece en la escena política de finales del S XIX, tejido sobre un fondo de darwinismo
social y de determinismo biológico. Se veía al hombre como un ser irracional que se mueve a través
del sentimiento. Las masas se mueven a través de impulsos y estas son peligrosas porque tienen el
derecho al sufragio y pueden controlar a este grupo de gente que va a ser líder.
La nación es vista como un todo, como un cuerpo. Cada uno de los sujetos que existen lo
son, porque componen ese todo. El colectivo está por encima del individuo y éste está subordinado
a la nación.
La vieja teoría de la colectividad concebida como un agregado de individuos, consagrada por
la RF, se sustituirá por la teoría de la solidaridad orgánica de la nación. Ese nacionalismo total
pretende ser una ética, un conjunto de criterios de conducta dictados por el interés de todo el
cuerpo. La multitud es la verdadera encarnación de la Nación, por lo cual un verdadero movimiento
nacional necesita garantizar la integración de todas las capas sociales de la sociedad. Tanto el
marxismo como el liberalismo llevan a un choque entre dos grupos de la sociedad, una especie de
constante guerra civil.
Esto lleva, a fines del S XIX, a la creación del socialismo nacional de la mano de Barres en
Francia, lo que fue una primera forma del fascismo. Esta idea se extiende rápidamente por toda
Europa.
El EºGuerra es el EºNatural que prevalece desde siempre entre las naciones: la disciplina, la
autoridad, la solidaridad social, el sentido del deber y del sacrificio, los valores heroicos, son otras
tantas condiciones necesarias para la supervivencia del país. Todo lo que une es positivo: un Estado
fuerte, el individuo siempre al servicio de la colectividad, las clases sociales aunadas en un esfuerzo
común en pro de la grandeza nacional.

El segundo componente del fascismo que, en simbiosis con el nacionalismo antiliberal y


antiburgués conforma la ideología fascista, es la revisión anti materialista del marxismo ya que las
profecías del marxismo no se cumplen y las condiciones de vida de las clases populares han
mejorado. Después de la 2°RI, los obreros comienzan a recibir mejores salarios y son potenciales
consumidores; este panorama no era el que Marx se imaginaba, el cual creía que la sociedad llegaría
a un punto donde las desigualdades iban a ser enormes y la sociedad iba a estar totalmente
polarizada generando así que la clase obrera se levante contra su opresor: la clase burguesa.
Además, las masas se incorporaron en la política debido al sufragio universal masculino y surge el
Nacionalismo como una construcción de una identidad nacional.
Comienza la famosa “crisis del marxismo”. La modernización del continente europeo,
la participación política y la movilización de las masas conducen a la nacionalización de estas.
El revisionismo genera un debate intelectual donde algunos aceptan a la democracia como
la vía más útil para lograr los objetivos propuestos y otros que están totalmente radicalizados y
pretenden actuar de una forma más violenta y revolucionaria.
Revisionismo reformista: esta engloba prácticamente a todo el socialismo occidenta. Es un
revisionismo liberal y democratico; acepta los valores de estos dos términos y las reglas de juego de
la democracia liberal. Aceptan la inserción al sistema capitalista para llegar al poder, luego
pretenden destruirlo desde adentro; mientras tanto se sigue tratando de obtener logros desde el
sistema.
Revisionismo revolucionario: conformado por una minoría que reconoce el fracaso del
marxismo pero, aun así, rechazan el compromiso ideológico y político en el orden establecido. Las
vanguardias que llevan adelante la revolución tienen éxito en Europa del Este.
En Francia e Italia comienza una revisión antimaterialista del marxismo edificada sobre una violenta
crítica a la economía marxista.
Los sorelianos se mantienen fieles a la idea de que todo progreso depende y dependerá de
una economía de mercado. De aquí que toda intervención en el engranaje de la economía liberal, o
toda legislación que interviniera en el libre juego de las fuerzas económicas y sociales, representan
un peligro de muerte para el socialismo. En esto no se apartan de la idea originaria de Marx según la
cual el capitalismo produce las fuerzas que están destinadas a destruir. Pero la gran diferencia entre
los sorelianos y todos los demás socialistas revolucionarios reside en el hecho de que los primeros
nombrados, desde que empiezan a intervenir, jamás cuestionan el capitalismo; nada pueden poner
en lugar del capitalismo, no conciben el periodo post capitalista. Se mantienen fieles a la idea de que
una sociedad basada en la colectivización de la propiedad siempre será mejor que una sociedad cuya
razón de ser es la propiedad privada.
Los sorelianos son los primeros revolucionarios de la izquierda que se niegan a cuestionar la
propiedad privada, el beneficio personal y la economía de mercado. Ya que el capitalismo no parece
ser portador de los gérmenes de su propia destrucción, para destruir a esta sociedad burguesa, en
primer lugar, es preciso desarrollar los factores que favorecen la lucha de clases e introducir
elementos nuevos en el marxismo, elementos que puedan producir artificialmente este efecto.
La revolución no puede producirse si no se dan tres condiciones y si las tres no se
materializan a la vez. Estos tres elementos tomados en su conjunto y formando un todo, constituyen
el revisionismo revolucionario. Lo que cuenta es el conjunto, y ese conjunto, el que se desarrolla
finalmente en el sindicalismo nacional, que más tarde, lo hará en fascismo.
El primero de estos tres datos que aseguran el ascenso del pensamiento fascista, es el
anclaje de la dinámica revolucionaria dentro de la economía de mercado, considerada en su
conformidad a las leyes universales de la actividad económica.
El segundo es la introducción de catalizadores de un tipo nuevo y muy particular en el
marxismo. Esos elementos, destinados a provocar la escisión, modifican totalmente el tenor, el
sentido y el carácter del sistema. Dado que los efectos de los mecanismos económicos no conducen
a la catástrofe, es preciso recurrir a los mitos sociales, es necesario crear una censura psicológica y
moral. Solo se preserva el vocabulario, especialmente la noción de luchas de clase; se modifica
radicalmente el sentido de los conceptos fundamentales del socialismo.
La idea de luchas de clases en adelante sirve para encubrir una ideología en la que el
vitalismo, la intuición, el pesimismo y el activismo, el culto de la energía, del heroísmo y de la
violencia proletaria sustituyen al racionalismo marxista. La violencia se convierte en fuente de
grandeza y moralidad, una barrera a la decadencia occidental hacia la ruina degeneración.
Dado que el libre juego de las fuerzas económicas es incapaz de desencadenar el proceso
revolucionario, es preciso suplir la economía desfalleciente por la psicología. Es necesario apelar a
las fuerzas profundas del inconsciente y de la intuición. Se necesitaban mitos, puesto que los mitos
son “sistemas de imágenes” que no se pueden descomponer en sus elementos ni refutar.
Así es como Rosel entiende el corregir a Marx: introduciendo en el marxismo elementos
irracionales. El mito y la violencia son elementos claves para Sorel. No se trata de expedientes, sino
de valores permanentes, a la vez que medios de movilización de masas perfectamente adaptados a
las necesidades de las políticas modernas. De este modo se va desplazando el punto de apoyo
esencial del marxismo; la psicología sustituye a la economía como motor de la actividad
revolucionaria.
El tercer fundamento del revisionismo revolucionario es la destrucción del régimen de
democracia liberal, de sus normas intelectuales y de sus valores morales. Es absolutamente
necesario liberar el movimiento obrero del dominio de los pdos socialistas, romper todos los
vínculos entre los sindicatos obreros y las oficinas políticas socialistas. En una palabra, es necesario
destruir el sistema democrtivo en su conjunto.
Tales son los pasos de ese revisionismo revolucionario que en dos grandes etapas, se
convierte en el fascismo. En una primera fase, los sorelianos construyen la nación en el lugar del
proletariado desalentado en la lucha contra la decadencia democrática y racionalista.
La revolución de los sorelianos, por otro lado, se convirtió en una revolución nacional.
Quienes detentan las posiciones del revisionismo revolucionario, carecen de una
perspectiva. De ahí que la solución al dilema que les preocupa sea diferente: el proletariado
declinante será sustituido por la gran fuerza ascendente, surgida de la modernización, de las guerras
de independencia y de la integración cultural: la Nación. Este proceso llega a su culminación antes de
la guerra, y sin ninguna relación con ella.
Tantos hombres de la izquierda, antes y después de la guerra, se van deslizando hacia el
fascismo. Cuando esos izquierdistas de todos los colores y todas las variedades llegan a la conclusión
de que la clase obrera se ha batido definitivamente en retirada, no la seguirán en su repliegue. Su
socialismo seguirá siendo revolucionario, mientras que el del proletariado habrá dejado de serlo:
entre el proletariado y la revolución, optarán por la revolución; entre un socialismo proletario pero
moderando y un socialismo sin proletariado pero revolucionario y nacional, optaron por la
revolución no proletaria, una revolución nacional.
A la combinación de nacionalismo integral y revisionismo revolucionario se agrega, hacia
1910, un tercer elemento: el futurismo.
El estilo fascicsta, que causa impacto por su agresividad, expresa a la perfección los nuevos
valores éticos y estéticos. El estilo es la expresión de un contenido: no se trata en este caso de un
simple medio de movilización de masas, sino de una nueva escala de valores, de una nueva visión de
la cultura. Proclamando un soberano desprecio por el viejo mundo burgués.
El nacionalismo apoya también al primer fascismo el culto al poder fuerte. La guerra juega
un papel determinante en la cristalización final de la ideología fascista, no solamente porque aporta
la prueba de las capacidades movilizadoras del nacionalismo, sino también porque pone en
manifiesto el enorme poder del Estado moderno.

Fritzsche, Peter: Vida y muerte en el Tercer Reich:


Éste texto recopila diferentes visiones de alemanes durante el ascenso del partido nacionalsocialista
y como por diferentes motivos como convencimiento por las políticas y medidas tomadas, hasta el
rechazo de estas o para quienes no se encontraban convencidos por el hecho de querer pertenecer
terminan comulgando con las ideas y se dejan llevar por la alegría y la exaltación que provocaban la
penetración nazi en la cultura y vida de los alemanes.

Saludo “Heil Hitler”:


En 1933, se exigía a los funcionarios públicos que usaran el saludo en sus comunicaciones oficiales,
los maestros de escuela comienzan a saludar a sus estudiantes de esa manera también. Uno de los
interrogantes es ¿Qué significaba este saludo y cuántos de estos alemanes estaban convencidos o
eran nazis? El autor hace hincapié en que el saludo hitleriano fuera obligatorio para los funcionarios
públicos confirma el poder dictatorial del régimen. Pero, a medida que más alemanes empleaban el
Heil Hitler como saludo, más difícil se hizo no responder de la misma forma; muchos alemanes se
negaron por completo a participar, mientras que había otros que ejercían presión para que se usará
el saludo.
Esto constituía un intento firme de crear e imponer una unidad política. El saludo hitleriano, con el
agresivo movimeinto ascendente de la mano con la palma vuelta hacia el exterior, ocupo un nuevo
espacio social y politico y, lo puso a disposicion del movimiento nazi; permitio a los ciudadanos
demostrar su respaldo a la “revolución nacional” y excluir a los judios.

¿Cuánto respaldaron los alemanes a los nazis?


Dentro de las historia que se cuentan en el artículo, hay diferentes posturas algunos veían a Hitler
como quien buscaba la unidad patriótica de 1914 (1°GM) y que venía a hacerle frente a los traidores
de la revolución de 1918, los “comunistas”. Justamente, dentro de los decretos presidenciales que se
le otorgaron al nuevo gobierno de Hitler se le dieron poderes policiales sin precedentes. Por lo que
la policía y las tropas de asalto nazis arrestaron a los activistas socialdemócratas y comunistas,
cerraron sus periódicos y sindicatos, los cuales fueron enviados a “un periodo de prueba de tres años
en los campos de concentración”. A medida que los nazis fueron haciéndose más fuertes, la unidad
de la nación. El 1 de mayo, recién reconocido oficialmente como día festivo para honrar a los
trabajadores, generó un gran “entusiasmo nacional” y todos salieron a las calles a festejar.
Quienes no estaban de acuerdo con el régimen consiguieron describir cómo las conversiones de la
clase trabajadora contribuyeron a crear el nacionalsocialismo. Y otros, que no simpatizaban pero
veían el fervor de la gente que “ya no caminaba, sino que marchaba” hacía que pese a no estar de
acuerdo les terminara gustando el Tercer Reich.
Durante toda la existencia del Tercer Reich, los alemanes también cambiaron sus posturas:
fueron muchos los que se dejaron convencer por sus propuestas, pero igualmente, hubo quienes se
distanciaron aún más de ellos al desconfiar de Hitler. Todas las conversaciones acerca de los nazis
revelaban los esfuerzos que los alemanes realizaron para defender sus posturas y justificar sus
acciones. Millones de personas adquirieron nuevos vocabularios, se unieron a organizaciones nazis y
lucharon por convertirse en mejores nacionalsocialistas; de una u otra forma, la mayoría de los
alemanes intentaron convertirse.
Fue el amplio esfuerzo que la poblacion realizo para ajustarse a las nuevas normas raciales
con relacion a los judios y a las exigencias de la guerra total despues de 1941 lo que radicalizo al
regimen nazi. Los alemanes se convirtieron al nacionalsocialismo movidos por el afán de guardar las
apariencias.
Los alemanes se fueron convenciendo de que el nazismo representaba una “nueva
dirección” que ofrecía nuevas oportunidades y a la que los ciudadanos tenían que adaptarse. La
mayoria de los alemanes preferia el futuro nazi al pasado de Weimar; sin emabrgo, esa mayoria no
coincidia con todas las politicas nazis, tales como el asesinato de judios. No obstante, la felicidad
privada terminó entrelazada con el bienestar público del Tercer Reich.

Volksgemeinschaft: La comunidad del pueblo


La popularidad de los nazis descansaba sobre la idea de la Volksgemeinschaft o comunidad
del pueblo. Se atribuye a los nazis el mérito de haber puesto en práctica por fin la solidaridad
nacional que los alemanes habían anhelado durante tantísimo tiempo. Muchos de los logros de la
revolución nacional de 1933 fueron valorados positivamente por ciudadanos que no necesariamente
se identificaban con el nacionalsocialismo.
Desde la 1GM, la comunidad del pueblo había representado la reconciliación de los
alemanes, durante tanto tiempo dividido. La idea de la solidaridad nacional mostraba un camino
para integrar a los trabajadores en la vida nacional y desarmar la diferencia que exigen las elites del
país. Su tono democratico o populista era crucial para su atractivo. La comunidad del pueblo siempre
fue también una declaración de fuerza colectiva. Este aspecto adquiere más importancia después de
la derrota de Alemania en 1918. La rendición, los acuerdos de posguerra de Versalles y el caos
provocado por la inflación a comienzos de la década de 1920 fueron experiencias colectivas que
hicieron más comprensibles el sufrimiento de la nación.
Durante los años de la República de Weimar, la comunidad del pueblo denotaba la condición
de pueblo asediado que los alemanes compartían. Los nazis llevaron la noción de la comunidad del
pueblo hasta su conclusión más radical; insistieron en los enemigos internos y externos (judios,
usureros, marxistas, aliados), a los que culpaban de obstaculizar la regeneración nacional.
El nacionalsocialismo ofrece una visión de renovación que muchos alemanes encontraban
atractiva. Desde el punto de vista de los nazis, 1914 representaba la renovación y la vida, mientras
que 1918 era la amenaza de la revolución, el caos y la muerte. Los nazis desarrollaron una visión del
mundo en la que únicamente el conflicto garantiza la preservación de la vida. La comunidad del
pueblo estaba en peligro y existía un estado de emergencia permanente; esto contribuye a explicar
las exclusiones violentas que se aceptaron como parte del proceso de reconstrucción. Sin embargo,
solo los nazis más intransigentes se atuvieron a la lógica de la violencia como vida hasta el amargo
final de 1945.
La idea de la solidaridad nacional resultaba atractiva para los ciudadanos que veían con
temor la inseguridad económica y la inestabilidad política de los primeros años de la década de
1930.
El 30 de enero de 1933, miles de ciudadanos mostraron su apoyo al partido. Nacionalistas
alemanes antes que nazis se habían desplazado al centro de la ciudad para ser testigos de este
histórico acontecimiento. Para los Gebensleben y otros millones de familias alemanas, el triunfo de
los nazis era la culminacion de un levantamiento nacionalista que habia estado incubandose durante
años.
La fuerte presencia de la policía redujo la movilidad de los opositores, mientras que los
matones nazis asaltaron las sedes socialdemócratas y las oficinas de los sindicatos; los funcionarios
del régimen se encargaban de cerrar los periódicos socialistas. La oleada de violencia contra la
izquierda recibió sanción oficial en los decretos de emergencia.
El terror fue una venganza contra la izquierda tras años de peleas callejeras y una forma de
cobrarle los acontecimientos de 1918.
Tras la construcción de los primeros campos de concentración en marzo de 1933, la opinión
pública era muy consciente de que los nazis únicamente distinguían entre amigos y enemigos. La
violencia contra los pretendidos enemigos del pueblo seguiría siendo un elemento constitutivo de la
política alemana hacia el final del Tercer Reich. Pertenecer o no a la comunidad del pueblo podría ser
una cuestión de vida o muerte.
La separación de las organizaciones socialistas y nacionalistas fracturaron las comunidades
alemanas en todas partes. Los pdos políticos habían desaparecido.

Consumir la Nación
En éste punto el autor remarca que la comunicad del pueblo se vió favorecida por las mejoras
reales que hubo en la vida de los alemanes tanto en la estabilidad política y económica, pero además
porque sentían que Alemania había recuperado su futuro lo que fortalecía la confianza de los
ciudadanos.
Existían dos impresiones:
1. La decepción que produce la lentitud de la recuperación económica, los salarios bajos y los
precios altos siguió siendo generalizada. La solución del régimen a la crisis laboral fue un
gigantesco plan de obras públicas; la propaganda sobre el éxito económico del nazismo no
consiguió ocultar la gran cantidad de trabajadores que permanecían en la pobreza.
2. Los informes confirman que los trabajadores atribuyen a Hitler el mérito de haber
restaurado la estabilidad económica. Hacia finales de la década de 1930, la escasez de mano
de obra creó oportunidades para las mujeres.
Los nazis se dedicaron sin parar a vender el futuro. Uno de los proyectos favoritos de Hitler era
motorizar a Alemania mediante la fabricación de un Volkswagen, el coche del pueblo, al alcance de
todos los ciudadanos.
La popularidad de Hitler y el prestigio del régimen alcanzaron sus picos más altos después
del Anschluss con Austria en 1938. A través de estos triunfos de política exterior, el nazismo logró
presentarse como la resolución de la historia alemana; sin embargo, los alemanes no querían la
guerra que Hitler estaba decidido a librar.
Los alemanes empezaron a identificar su propio futuro con el futuro del Tercer Reich. Tanto
para sus opositores como para los judios y demás minorías perseguidas por el régimen, no parecía
haber muchas alternativas distintas a abandonar el país.

La radio y el cine: convirtieron al nazismo en un espectáculo, ayudaron a crear la voz colectiva y


reprodujeron el cuerpo de la nación alemana. Las transmisiones en radio consiguieron arrastrar a
cada vez más personas y aquellos que no estaban interesados en oír, terminaron viéndose asaltados
por las transmisiones que se escuchaban en todos lados, (Un decreto prohibió a los judios tener u oír
la radio). Las películas reforzaron la idea del “entre nosotros”; fundamento de la legitimidad del
nacionalsocialismo. La propaganda nazi se topo con un numero inmenso de consumidores deseosos
de apludir la nacionalizacion de la historia alemana.

Fullbrock: “Democracia y dictadura, 1918-1945”


En noviembre de 1918 en Alemania se proclamó una república parlamentaria: “La República
de Weimar”, un sistema político progresista, así como a un conjunto de compromisos sociales entre
los que se contaba un estado de bienestar bastante avanzado, pero nació de la agitación y la
derrota, en condiciones de guerra civil, obstaculizada por un duro acuerdo de paz y una economía
inestable, sometida a ataques de derecha y de izquierda, debido al rechazo de un gran número de
alemanes a la democracia como forma de gobierno y concluyó cuando Hitler asumió la cancillería.
Los primeros años de la República estuvieron marcados por la inestabilidad y la discordia,
hubo una aparente estabilización entre 1924 y 1928 y las debilidades luego manifestadas eran
preexistentes (1929 y 1933). No existe un solo factor que justifique el ascenso del nazismo.

La República de Weimar: sus orígenes y los primeros años


En el verano de 1918, estaba claro que Alemania había perdido la guerra. El intento de
desviar las tensiones sociales en el interior hacia aventuras imperialistas en el exterior había
fracasado y la Alemania derrotada iba a tener que enfrentarse a una exacerbación, de estas
tensiones sociales que habían contribuido a los orígenes de la guerra. La clase media baja se veía
más amenazada que antes, los grandes capitalistas más fuertes, aunque había aumentado el poder
de la clase organizada.
La industria y el gobierno habían hecho concesiones a los obreros organizados, mejorando
sus condiciones de trabajo y reconociendo a los sindicatos como representantes legítimos de los
trabajadores. Los traumas y la desorientación también estaban presentes, que dificultan la
adaptación y la reincorporación a la vida civil, como por su mayor dependencia del estado, a través
de las pensiones y subsidios del mismo.
Al final de la guerra, los líderes militares consideraron oportuno ceder el poder a un
gobierno civil, donde recayó la vergüenza de la derrota. Las reformas de octubre no fueron
simplemente una “revolución desde arriba”, ya que hacía tiempo que los partidos parlamentarios
presionaban a favor de las reformas.
En octubre de 1918, el príncipe Max Von Baden fue nombrado canciller e introdujo
reformas, como la del sufragio (eliminó el sistema prusiano de tres clases), la responsabilidad de los
ministros frente al parlamento y el control de las fuerzas armadas por el gobierno cívico y no la
monarquía. El emperador Guillermo III aceptó la monarquía constitucional.
A finales de octubre los jefes de la marina ordenaron un último ataque contra los ingleses
para redimir el honor alemán pero se amotinaron. Las demostraciones en Kiel propagaron motines
generalizados y se dieron muchos levantamientos revolucionarios por toda Alemania
constituyéndose “consejos” de soldados y obreros para sustituir los gobiernos existentes (Berlín se
convierte en centro de agitación). En noviembre quedó claro que el emperador debía abdicar:
Guillermo II se va a Holanda y el príncipe abdica.
En esta situación revolucionaria con un estado industrializado dotado de una clase obrera
numerosa y políticamente organizada, las condiciones parecían apropiadas para una revolución
marxista, pero no se dio ya que Alemania vivió muchos compromisos que no satisficieron ni a la
derecha ni a la izquierda. La llamada revolución de 1918 dio paso del Imperio a la República pero no
consiguió introducir cambios radicales en la estructura socioeconómica ni reformó los estamentos
clave: el ejército, la burocracia, la magistratura.
El 9 de noviembre el príncipe Max cedió su poder al líder del SPD, Ebert en su condición de
“canciller imperial”; los motines revolucionarios en Berlín y los rumores de acciones radicales
llevaron a Scheidemann, su colega, a proclamar una república. Esta república se enfrentaba a una
serie de problemas y tareas urgentes: la desmovilización de los soldados, la firma de un armisticio, el
control de las agitaciones y levantamientos en toda Alemania, la reconstrucción de la economía y la
redacción de una nueva constitución que resultara aceptable para la Alemania post imperial.
Dos compromisos cruciales: “pacto Ebert-Groener”, este general ofreció a Ebert el apoyo del
ejército si este reprimía a los movimientos de los consejos más radicales y con el tiempo fue
recurriendo cada vez más al poder del ejército para aplastar los levantamientos por la fuerza, en vez
de ver que pasaba; el acuerdo “Stinnes-Leggins”, donde el primero un industrial y el segundo líder de
los sindicatos cerraron un trato que consolidaba la posición de los sindicatos (mejoras laborales).
El gobierno inicial en si fue un compromiso; se dieron serias divisiones en el congreso entre
socialistas moderados y radicales: la mayor parte de los delegados respalda al SPD y los planes de
Ebert de convocar elecciones en una asamblea nacional constituyente que redactaría una nueva
constitución, la minoría respalda los puntos de vista más radicales del USPS muy crítico con el
gobierno de Ebert. Por esto el USPD acabó rompiendo con el SPD y a finales de 1918 el grupo
espartaquista de izquierda se constituyó en el nuevo Partido Comunista de Alemania, el KPD.
Se dieron nuevos levantamientos de Berlín en enero de 1919 que fueron aplastados por el
ejército y grupos paramilitares, lo que provocó una amarga hostilidad y resentimiento entre los
críticos izquierdistas del SPD. En la primera mitad de 1919, existía la impresión de que los
socialdemócratas bancaban a las fuerzas del antiguo régimen y no al nuevo, así que con la
proclamación en abril de una república comunista en Munich se dio una tremenda represión. Los
soldados desmovilizados no encontraban nuevas funciones en la vida civil e intentaban mantener la
camaradería de las trincheras en grupos paramilitares (freikorps). Mientras tanto estaba en marcha
la redacción de la nueva constitución.
En enero de 1919 el SPD formó un gobierno de coalición, con un gabinete constituido por la
“coalición de Weimar”, el SPD, el centro católico y el liberal DDP (Partido Demócrata Alemán).
La constitución de Weimar parecía muy progresista. Los presidentes se eligen por voto
popular directo y en condición de “emperadores suplentes” podían nombrar y destituir cancilleres,
podían gobernar por decreto de emergencia. Había un sistema electoral de representación
proporcional, con sufragio universal para todos los hombres y mujeres, un gabinete responsable
frente al parlamento y el mantenimiento de un grado de autonomía en los gobiernos estatales
individuales, dentro del estado descentralizado.
En el verano de 1919 se hizo público el Tratado de paz de Versalles (el gabinete de
Scheidemann dimitió). Alemania perdió grandes áreas de terreno: se devolvía Alsacia y Lorena a
Francia, Prusia Occidental pasaba entre otras a Polonia, etc. Alemania fue privada de todas sus
colonias y se prohibió toda unión entre esta y Austria el ejército se limitaba a 100.000 hombres, se
creaba una zona desmilitarizada cerca del Rin bajo supervisión aliada. Se dio una “cláusula de
culpabilidad de guerra” que cargaba al país con toda la responsabilidad de la guerra.
Los términos de la paz eran muy severos; en 1918 ya se había extendido el mito de la
“puñalada por la espalda”, según el cual enemigos internos (judíos/socialistas) habían derribado a un
ejercito que había sido traicionado por dentro. Este para 1919 se había vuelto moneda corriente.
Entre 1919 y 1923 se dieron diversos ataques contra la republica y varios intentos de golpe de
derecha y huelgas y movimientos revolucionarios de la izquierda en medio de una situación
económica que empeoraba ràpidamente (se daba un uso desproporcionado de l pena de muerte a
los militantes zurdos).
En 1920 se organizó una marcha de unidades de los freikorps y Ebert se vio obligado a huir.
En 1921 y 1923 los comunistas intentaron sin éxito provocar un levantamiento en Sajonia,
produciéndose numerosas huelgas, sobre todo en el Ruhr (exigencia de progresos económicos con la
nacionalización de las minas). Tras la disolución del USP en 1922 se produjo una cierta reagrupación:
algunos líderes fueron absorbidos por el SPD y la mayor parte de los militantes de base se afilió al
KPD.
En las elecciones al Reichstag de junio de 1920, los partidos de coalición de Weimar
perdieron votos y se dio una oscilación entre derecha e izquierda. Las crecientes dificultades
económicas y políticas relacionadas con la cuestión de reparaciones eran complicadas. Los
problemas económicos de Alemania estaban basados en parte en los métodos de financiación de la
guerra (a través de préstamos y bonos en vez de subir impuestos) y las raíces de la inflación habían
hecho aparición antes de la cuestión de las reparaciones; la inflación se vio salvajemente alimentada
por la llamada “política de cumplimiento” para demostrar que Alemania no podía cumplir con los
pagos de las reparaciones.
Francia queriendo el control de parte del Rin, retraso entregas de materiales para supervisar
la producción en la zona del Ruhr, respaldados por fuerzas armadas de “protección”. Los alemanes
respondieron con una política oficial de resistencia pasiva, negándose a cooperar con la ocupación
francesa e interrumpiendo la producción económica, lo que dañó más la propia economía. La única
solución aparente era la impresión de papel moneda y el dinero perdió todo su valor. Millones de
personas se encuentran en graves dificultades o la ruina financiera como quienes vivían de ingresos
fijos. El resultado general fue una pérdida total de la confianza en la república, el miedo y único
además de una ola de huelgas y disturbios.
El gobierno de Stresemann en 1923 consiguió controlar la situación combinando reforma
monetaria y finalización de la resistencia pasiva en el Ruhr, que acabó con la crisis inmediata. Los
intentos de golpe zurdos fueron aplastados con firmeza, en la derecha un grupo de oficiales del
ejercito, entre ellos un tal Hitler, líder del NSDAP (Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán) estaban
preparando una “Marcha sobre Berlín”, pero el a ultimo momento perdió apoyo y el putsch nazi fue
fácilmente reprimido (Hitler fue sentenciado a 5 años de cárcel pero solo estuvo encerrado unos
meses). Aquí aprovecho para dejar que el NSDAP del que se había hecho cargo a partir del anterior
DAP se disolviera en su ausencia para poder imponer su liderazgo fuerte al recuperar la libertad, y
renunció al enfoque golpista, adoptando a partir de 1925 la práctica del camino legal y
parlamentario para conseguir fines anti parlamentarios.

El periodo de estabilización aparente


Hacia 1924 comenzó a difundirse la sensación de que los problemas iniciales de la República
de Weimar habían terminado y se produjeron varias reformas: la evacuación del Ruhr, un final
anticipado a la ocupación de Renania, el levantamiento de los controles militares, la regularización
de las relaciones de Alemania con sus vecinos, el reconocimiento internacional de esta como
miembro de la Liga de las Naciones, una serie de acuerdos factibles sobre las reparaciones e incluso
la posibilidad de mantener abierta la cuestión de las fronteras orientales de Alemania gracias a
Stresemann como ministro de Asuntos Exteriores.
El tratado de Berlín normaliza las relaciones entre Alemania y Rusia (garantiza su neutralidad
la primera en caso de que ésta entrara a la guerra con una tercera potencia). Con el plan Dawes y
luego el Young se bajaron los costos de las reparaciones/ se le entregaron préstamos internacionales
como ayuda para “ponerse en marcha”.
En el terreno cultural, Weimar vivió un fermento de la actividad cultural y la creatividad
artística: la “cultura de Weimar” (surgieron las teorías del psicoanálisis o la teoría social,
arquitectura, decoración, música, etc). Se dio una época de expansión y comercialización de la
cultura popular, gracias sobre todo a la difusión de los cines, que proyectaban películas mudas hasta
la aparición del cine sonoro en 1929 y el creciente número de radios, que no tuvo fines políticos
hasta 1932. Mientras la izquierda se revelaba contra las desigualdades sociales de la moderna
sociedad capitalista industrial, la derecha atacaba la decadencia y la desintegración social y moral de
la moderna democracia de masas. A pesar de los indudables logros de los artistas e intelectuales de
Weimar, el impacto de esta cultura fue políticamente ambiguo y divisorio.
En un momento de debilidad, los empresarios habían hecho algunas concesiones a los
representantes de los sindicatos, alcanzando acuerdos sobre salarios, condiciones de trabajo y la
jornada de ocho horas en la que colaboraban sindicatos y empresarios y se fijaba la intervención
arbitral del estado si era necesario.
En el periodo de estabilización posterior a 1924, se amplió la política social a la construcción
de viviendas sociales y a la ley de subsidio al desempleo, aprobada en 1927, pero en 1923 los
empresarios renunciaron a algunos acuerdos y los sindicatos empezaron a perder afiliados, fondos,
poder y credibilidad; con una actitud defensiva recurrieron a la intervención del Estado para
coaccionar a los empresarios (organizaron aparte ataques contra el sistema). Los empresarios
estaban dispuestos a deshacerse del estado social intervencionista.
A pesar de la aparente estabilización de la Republica, no había mucha gente genuinamente
comprometida con el nuevo sistema político: con la elección en 1925 ganando Hindenburg, un
anciano héroe militar nacionalista, sustituyendo a Ebert que había fallecido quedo demostrado el
anhelo por regresar a los tiempos de la Alemania imperial. El gobierno de partidos con sistema de
representación proporcional y la existencia de un sinnúmero de partidos pequeños elimina la
posibilidad de que ninguno consiguiera una mayoría absoluta, y los partidos principales no formaban
coaliciones. Dada la fragilidad de los cimientos políticos y sociales de la república, a partir de 1929 la
democracia de Weimar fue sometida a una serie de ataques violentos.

La caída de la democracia de Weimar


La caída se vio afectada por las crisis económicas desatadas por la recesión mundial, cuyas
repercusiones en Alemania fueron especialmente severas. Luego del éxito relativo del SPD en las
elecciones de 1928 se formó una gran coalición bajo el canciller Muller. El desempleo aumentó
rápidamente y más de la mitad de las familias alemanas se vieron afectadas por la crisis. Una de las
consecuencias fue la caída de Muller y otra que los sindicatos, empresarios y miembros de distintos
partidos mantenían posiciones muy diferentes de cómo solucionar el problema.
El proyecto de gabinete de Brüning de 1930 (primer gabinete presidencial que gobernaría
desentendiendose de la democracia) quería quitarle poder al parlamento y devolverlo a las antiguas
élites bajo un régimen presidencial y autoritario. Se empezaron a promulgar estados de emergencia
y se redujeron las sesiones parlamentarias. Se llevaron a cabo políticas deflacionarias que agudizaron
el deterioro de la situación económica. Entre 1930 y 1933 ocurrieron dos factores que condenaron a
la República de Weimar: los ataques contra el gobierno parlamentario por parte de las viejas elites y
el ascenso de un nuevo movimiento de masas, que en un periodo de crisis, movilizó a una gran
porción de la población, seducida por los atractivos de un líder carismático como Hitler.
La primera acción de Hitler luego de su detención fue la de refundar el NSDAP en 1925. El
partido intentó ampliar su reclamo y extenderse desde su base original por las diferentes regiones
de Alemania y los diversos grupos sociales. Hubo un gran apoyo de los votantes de clase media y se
captaron de grupos profesionales y clase media baja. En las elecciones de 1928, el NSDAP obtuvo
muy pocos con 12 escaños en el parlamento, el avance electoral se dio en 1930 en el que se
convirtió en el segundo partido más grande del Reich. Al hundirse los partidos del “centro burgués” y
aumentar los votos de los partidos extremistas, desaparecía la base para una mayoría parlamentaria.
El gabinete de Bruning cayó en parte debido a la torpeza de él para manejar la humillante
reelección de Hindenburg (donde Hitler sacó un tercio de los votos). En las elecciones de julio de
1932 los nazis obtuvieron 230 escaños y con los del KPD, significaba que existía una mayoría
antiparlamentaria no dispuesta a tolerar al gobierno de Von Papen. En agosto de 1932, Hitler
rechazó la vice cancillería que Hindenburg le ofreció, esto que levantó críticas dentro de su partido,
ya que esta oportunidad podría no volverse a presentar.
En las elecciones de 1932 el NSDAP perdió dos millones de votos y vio como su fuerza
parlamentaria se reducía a 196 diputados. Seguía siendo el partido más grande del Reichstag, pero
esto no significaba que tuviera que dirigir un gobierno.
En enero de 1933 hubo una serie de debates para coaccionar a Hindenburg para que
nombrara a Hitler canciller de un nuevo gobierno de coalición. Y a fin de mes cedió: el 30 de enero
de 1933, Hitler fue nombrado constitucionalmente canciller de Alemania.
Hitler era el líder de un partido que, tras el fallido putsch, estaba abiertamente
comprometido con el “camino de la legalidad” como sistema para conseguir parlamentarios, ya que
los nazis no ocultaban su intención de destruir la democracia. El propio partido nazi en muchos
aspectos representaba un amplio movimiento de masa, a diferencia de los partidos limitados a los
intereses de grupo, tan características de la política de Weimar y podía afirmar ser un “partido del
pueblo” situado encima de las luchas de las facciones y los conflictos de clases de la anterior
Alemania. Su ideología amplia y poco concreta (antimoderna, anticapitalista, anticomunista, racial)
podía adaptarse a todas las necesidades, y con su creciente sofisticación en el uso de los medios de
comunicación y la escenificación de rituales políticos podía llegara convertirse en una forma de
religión pagana y poderosa.
El nazismo podía adoptar el papel de salvador y destino de Alemania, conducida por el
hombre fuerte que muchos alemanes llevaban esperando. La promesa de una nueva comunidad
nacional, que devolvería a Alemania su grandeza y acabaría con las disposiciones del odioso tratado
de Versalles y libraría a la raza aria de su contaminación representaba un poderoso atractivo para
gran cantidad de alemanes asustados y desesperados.
Los estamentos nacionalistas al apreciar la fuerza de semejante movimiento de masas y su
propia falta de una buena base popular, creyeron poderlo “controlar” y utilizar para sus planes
(destruir la democracia) una legitimidad que no podían conseguir por sí mismos.
Las viejas elites le dieron la bienvenida a Hitler. En medio de semejante conjunción única de
circunstancias, Adolf Hitler llegó al poder en Alemania.

La consolidación del poder de Hitler


Hitler necesito un cierto tiempo para controlar el poder. Se convocaron elecciones para el 5
de marzo de 1933, y, a pesar de la atmósfera intimidatoria provocada por el incendio del Reichstag
que los nazis utilizaron como pretexto para proclamar el estado de emergencia, ganó por mayoría
absoluta en las urnas.
A partir de ese momento, Hitler podía aprobar cualquier ley que quisiera. Durante los
primeros meses de verano de 1933 todos los partidos menos el NSDAP fueron declarados fuera de la
ley (empezando por el KPD), así se implantó un Estado Unipartidista.
En la administración se purgo a los opositores del nazismo, asi como a los judíos, gracias a la
“ley para la reinstauración de los funcionarios profesionales”. Los sindicatos se disolvieron y fueron
sustituidos por el “Frente Laboral Nazi”.
En 1934 se abolió la cámara alta del parlamento y se acabó con el sistema federal y con la
muerte del presidente Hindenburg en agosto Hitler aprovechó la ocasión para unir en su persona los
cargos de presidente y canciller, nombrándose Führer.
Los fines básicos de la política económica nazi eran la preparación de la guerra, la política de
rearme posterior a 1936 podría de hecho haber frenado en algunos aspectos el ritmo de esta
recuperación. La creciente concentración de capital representaba tendencias predominantes antes
de la llegada de los nazis al poder. El desempleo se redujo rápidamente y a finales de los treinta
hubo escasez de mano de obra. Este contraste con las incertidumbres y dificultades de los años de
Weimar llevo a muchos alemanes a asociar la dictadura nazi con un sueldo seguro y mejores
condiciones de vida, a pesar de las limitaciones en la libertad personal.
La imagen monolítica fomentada por los nazis y la idea del Führer carismático, situado por
encima de todos los conflictos locales y las fricciones de la vida cotidiana, representaba un poderoso
elemento de cohesión; la gente podía culpar de lo que no le gustaba a las autoridades locales del
partido, mientras suspiraba “si lo supiera el Führer…”. El estado nazi no estaba tan integrado, ni la
población era tan servil y carente de voluntad. En el seguía existiendo una “dualidad” de poder: en
efecto, las organizaciones del partido duplicaban y rivalizaban con, la ya existente maquinaria
administrativa del Estado. La superposición de las esferas de competencia dio lugar a un fuerte
antagonismo y a diversos conflictos en áreas diferentes. El único factor decisivo al final era el deseo
del Führer.
El pueblo alemán se vio sometido durante los años que antecedieron a la guerra una mezcla de
coerción y consentimiento, así como a unas experiencias y circunstancias diferentes, unas
condiciones materiales y sociales distintas de las conocidas hasta ese momento, que dieron lugar a
una mezcla de queja y apoyo, de aprobación y disconformidad, dependiendo de las cuestiones y del
momento. Los izquierdistas fueron ràpidamente apresados y encarcelados u obligados a pasar a la
ilegalidad, a una resistencia clandestina; otros se vieron discriminados por su herencia racial o sus
costumbres personales: los judíos, los homosexuales, los gitanos.
La política aplicada a los judíos en la década de los treinta estuvo caracterizada por una serie
de medidas: el intento de boicot contra las tiendas y empresas judías de abril de 1933, la exclusión
de los judíos de la administración y de determinadas profesiones, las “leyes de Nuremberg” de 1935,
por las que perdían derechos de ciudadanía y se imponían restricciones a los matrimonios entre
judíos y gentiles, la “noche de los cristales rotos” en la que atacaron, incendiaron y saquearon casa,
sinagogas y tiendas judías. Las exhibiciones publicas de brutalidad no tenían mucho apoyo popular
entre los alemanes, pero si se estaba a favor de “eliminar” a los judíos de la sociedad alemana y la
“arianizacion” de las propiedades judías fue muy bien recibida.
Había dos áreas en las que Hitler tenía unos objetivos muy definidos: la política racial y la
política exterior. Hitler quería convertir a Alemania en una comunidad racial “pura” y quería
expandir el “espacio vital” alemán, alcanzando primero el dominio europeo y a continuación el
mundial: todo lo demás debía subordinarse a estos fines.

Política exterior y guerra


Ya en la década de los años 20´Hitler había trazado el programa de su política exterior:
revisar el Tratado de Versalles, incorporar Austria y transformar Checoslovaquia y Polonia en dos
estados satélites, enfrentarse a Francia antes de conquistar Rusia y finalmente, conseguir el dominio
del mundo, quizás con GB como una especie de socio menor al que Alemania prestaría su
protección. Se abandonaron los tratados multilaterales por un sistema de política bilateral y
acuerdos económicos, con los que se pretendía extender la influencia de Alemania en el sureste y el
este de Europa. Cuando Hitler llegó al poder se continuó el compromiso con las viejas élites que
había llevado a Hitler al poder, con algunas tensiones y fricciones, hasta el invierno de 1937-38.
La estrategia general de Hitler durante la década de los treinta consistió en conseguir los
mayores resultados posibles a través de la diplomacia, mientras se dedicaba con todas sus fuerzas al
rearme y a los estudios de diferentes sistemas para expandir el ejército. En 1934 ya se estaban
produciendo explosivos, barcos y aviones, todo ello en contra de las disposiciones del tratado de
Versalles, pero aprobado por el ejército.
En 1935 se introdujo el servicio militar obligatorio. Alemania se retiró además de la
Conferencia de Desarme de Ginebra y de la Liga de Naciones en octubre de 1933 y en enero de 1934
firmó un pacto de no agresión con Polonia por 10 años. Hitler admiraba a Mussolinni y durante un
tiempo actuó con mucha prudencia en la cuestión austriaca. De todas maneras, la preocupación de
GB y Francia por la invasión italiana en Abisinia ofrecieron a Hitler la oportunidad y el impulso para
su primer paso en política exterior: en marzo de 1936, las tropas alemanas volvían a militarizar
Renania provocando el entusiasmo del pueblo alemán.
En 1936, Hitler anunció que en cuatro años Alemania debía estar preparada para la guerra, y
se lanzó un “Plan cuatrienal”. Esto supuso una ruptura en la gestión económica. Había que dedicarse
enérgicamente al rearme, pero no a costa de las condiciones de la vida de los consumidores
nacionales: Adolfo estaba continuamente pendiente de la opinión pública en general y su imagen
pública. La guerra civil española ayudó a reunir a Italia y Alemania en el “eje Berlín-Roma”, mientras
fracasó la posible alianza GB y Alemania. En 1938, bajo la influencia del ministerio de Asuntos
Exteriores, Japón se convirtió en el tercer miembro del Eje.
Entre 1937 y 1938 la planificación militar nazi había adquirido un carácter más ofensivo y no
defensivo. Hitler en febrero del ’38 organizó una purga del alto mando del ejército, sustituyéndolo a
los conservadores críticos con sus puntos de vista por otros más dóciles a los planes nazis. El puesto
de ministro de Guerra fue simplemente eliminado y el propio Hitler asumió el cargo de comandante
en jefe de las fuerzas armadas.
Hitler logró alcanzar entre 1938 y 1939 dos de sus principales objetivos de política exterior
por medios pacíficos. A pesar de las garantías alemanas de 18936 sobre el respeto a la
independencia austriaca, la tensión no había desaparecido en la relación con Austria y durante 1937,
la cuestión austriaca llegó en la primavera de 1938.
Luego de algunas reuniones, las tropas austriacas recibieron instrucciones de no ofrecer
resistencia a la entrada triunfal en la patria de Hitler de los soldados alemanes, aclamados con
entusiasmo por las masas y así se llevó a cabo la anexión de Austria. A pesar de que la anexión había
sido prohibida por Versalles, las demás potencias europeas no encontraron razones para protestar,
pero para los judíos austriacos las consecuencias fueron desastrosas: se dio rienda suelta a un
salvaje antisemitismo.
Hitler tuvo más problemas con Checoslovaquia y durante el verano de 1938 se produjo una
crisis, provocada en parte por informes erróneos sobre la movilización real de los checos. Cuando al
concluir la conferencia de Munich celebrada en septiembre de 1938 se cedieron algunas zonas
fronterizas, sobre todo a Alemania, el primer ministro británico regresó a Inglaterra con una
proclamación de Hitler de “paz para la época”.
Mientras tanto en Checoslovaquia, Hitler decidió invadir lo que quedaba del país, sus tropas
consiguieron entrar en Praga prácticamente sin oposición, Eslovaquia fue transformada a todos los
efectos en un estado satélite del Reich Alemán.
A partir de 1942-43, la guerra se volvió en contra de Alemania, gracias a las campañas del
desierto en el norte de África, los implacables ataques aéreos sobre Alemania por medio de las
fuerzas aéreas de la RAF y de los americanos, y las batallas en Italia, que prosiguieron incluso tras la
destitución de Mussolinni por parte del Gran Consejo Fascista, en julio de 1943. Alemania estaba
luchando en tres frentes, los rusos coincidiendo con el desembarco aliado en Normandía el 6 de
junio de 1944, lanzaron una ofensiva en el este; la moral en el frente interno se derrumbó.
El mismo Hitler se convirtió prácticamente en un recluso, reduciendo al mínimo sus
apariciones en público. La mayor parte del pueblo alemán, inmerso en sus problemas y
preocupaciones, no prestó atención a un fenómeno que estaba ocurriendo precisamente en ese
momento.

♦Holocausto, resistencia y derrota


El objetivo básico de Hitler había sido doble: conseguir la pureza de la raza alemana y por
otro, liberar a esa raza de lo que el consideraba un contaminante, una bacteria que envenenaba e
infectaba la saludable estirpe “aria”: los judíos. En un lento proceso comenzado en 1933, los judíos
habían sido identificados, estigmatizados y excluidos de la “comunidad nacional”; se habían
adoptado medidas para convertirlos en parias y muchos de ellos ya habían huido a otras tierras más
acogedoras.
Hitler hizo saber que quería el Reich ampliado “limpio de judíos” y en un principio se estudio
seriamente un proyecto de su deportación a Madagascar pero tras la invasión de Rusia en el verano
de 1941, la “solución final” se convirtió en algo más siniestro.
No se ha encontrado nunca una orden de puño y letra de Hitler para la exterminación de los
judíos, pero el dio a conocer sus deseos y fomento un clima en el que la política de exterminación
podía ser puesta en marcha. No existe acuerdo sobre qué consecuencia llevó a cabo un plan
predeterminado, o si se desarrolló de un modo más casual, como resultado de iniciativas locales
coordinadas posteriormente. Las primeras matanzas en masas de judíos se encargaron a grupos
especializados. Reunían a los judíos y los llevaban a los bosques y tras excavar fosas comunes, los
ponían en fila desnudos y a continuación los mataban frente a la tumba.
El problema de la masiva aglomeración de judíos requería una solución rápida. El medio
elegido fue la muerte inmediata por la inhalación de gas, en vez de fusilamiento. Algunos eran
transportados en camiones cuyos tubos de escape estaban dirigidos hacia el interior; cuando se
extinguen los gritos de los hacinados dentro del vehículo, los conductores se detenían y los cuerpos
se depositaban en fosas comunes en medio del bosque. Pero este sistema no podía eliminar a
millones.
El campo más terrible estaba dentro de las fronteras del gran Reich alemán y se llamaba
Auschwitz. Auschwitz era un importante centro industrial situado en la alta Silesia, en la línea
principal de ferrocarril que unía el este con el oeste. Auschwitz I dedicado sobre todo a prisioneros
políticos, fue el escenario de los espantosos experimentos “científicos” de Josef Mengele, siendo
diseñado específicamente para llevar a cabo asesinatos en masa. Cuando todas las cámaras de gas y
hornos crematorios de Auschwitz-Birkenau trabajaban a pleno rendimiento, podían matar hasta
90.000 personas en 24 horas. Este complejo proporcionaba mano de obra a otras empresas
alemanas, como Siemens. Este era un gran montaje del que grandes cantidades polacos y alemanes
eran perfectamente conscientes: la complicidad en el funcionamiento del Tercer Reich no alcanza
solamente a una pequeña banda de criminales y delincuentes nazis.
La mayor parte de los alemanes decidió desentenderse o no creer lo que no les concierne
directamente. No obstante, existían en la Alemania nazi algunos grupos e individuos valerosos que
intentaron oponerse a Hitler y acabar con su dominio; entre ellos había numerosos grupos
opositores clandestinos de izquierda, a pesar de la fuga de la cúpula del SPD y al exilio y la dispersión
de los miembros del KPD. Había muchos cuya única esperanza consistía en expresar su desacuerdo
de forma simbólica, como los grupos juveniles disidentes.
La manifestación de resistencia a la que mayor atención pública se prestó en Alemania
Occidental después de la guerra fue a la llamada Conspiración de Junio de 1944, a pesar de ser este
un legado un tanto ambiguo para la democracia del país.
A pesar de la contraofensiva alemana en el invierno de 1944-45, en la primavera de 1945 los
líderes alemanes sabían ya que la guerra estaba perdida. Hitler dio instrucciones a sus tropas para
que lucharan hasta el final, no se rindieron jamás y no dejarán nada que los vencedores pudieran
heredar ya que el pueblo si el pueblo alemán fuera para ganar, no merecía sobrevivir.
Hitler encerrado en su búnker bajo las ruinas de Berlín, se casó con su antigua y fiel amiga,
Eva Braun y el 30 de abril de 1945 se suicidaron juntos. Sus restos fueron incinerados por miembros
de su séquito. El 2 de mayo, Berlín capitulaba ante los rusos, y el 7-8 de mayo se firmaba la rendición
incondicional de Alemania y las potencias de ocupación asumieron el poder supremo del país. Tras
doce años que habían alterado profundamente el curso de la historia, el Reich de los mil años de
Hitler había acabado en ruinas y cenizas.

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