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Capítulo 1

Conocí y hablé por primera vez con Jorge Gurdjiéff en 1924, la tarde
de un sábado de junio, en el Chateau du Prieuré en Fointainebleau Avon
en Francia.
Aunque las razones de mi estancia no estaban muy claras para mí (tenía
once años de edad), mi recuerdo del encuentro permanece brillantemente
claro.
Era un día brillante y soleado. Gurdjiéff estaba sentado al lado de
una mesa con cubierta de mármol, sombreada con un parasol y daba espalda
al chateau, de cara a una gran extensión de prados y lechos de flores.
Tuve que sentarme un rato en la terraza del chateau, detrás de él, antes
de ser llamado a su presencia para una entrevista. De hecho, lo había
visto una vez antes, en el invierno anterior, en Nueva York, pero no
sentía que lo había 'conocido'. El único recuerdo de esa primera vez es
que le había tenido miedo; en parte por la forma en que vió hacia (o a
través) de mí y en parte por su reputación. Me habían dicho que era por
lo menos un 'profeta' y lo más, algo muy cercano a la 'segunda venida de
Cristo'.
Conocer cualquier versión de un 'Cristo' es un acontecimiento y ese
tipo de evento no era algo que yo estuviera esperando. Confrontar su
presencia no solo no me llamaba la atención, sino que me aterrorizaba.
El encuentro en sí, no llegó a la medida de mis temores. 'Mesías' o
nó, a mi me pareció un hombre franco y sencillo. No estaba rodeado por
ningún halo y, si bién su inglés tenía un fuerte acento, hablaba de una
manera mucho más simple que lo que la Biblia me habría hecho sospechar.
Hizo un vago gesto en mi dirección, me dijo que me sentara, pidió café y
luego me preguntó porque estaba ahí. Sentí alivio al encontrar que
parecía ser un ser humano normal, pero me inquieté por la pregunta. Me
sentí seguro de que tenía que darle una respuesta importante; que debía
tener una excelente razón. Como no la tenía, le dije la verdad: que
estaba ahí porque me habían llevado.
Luego me preguntó porque quería estar ahí, para estudiar en su
escuela. Otra vez lo único que pude responder es que ello estaba fuera
de mi control; no me habían consultado; había sido transportado a ese
lugar, por así decirlo. Recuerdo el fuerte impulso que tuve de mentirle y el
sentimiento, igual de fuerte, de que no podía hacerlo con el. Me sentía seguro de que
él sabía la verdad de antemano. La única pregunta que respondí menos
honestamente, fué cuando me preguntó si quería permanecer ahí y estudiar con el.
Respondí que si, lo que no era esencialmente cierto. Lo dije porque sabía que se
esperaba de mi. Me parece ahora que cualquier niño habría respondido igual. Lo que
fuera que el prieuré pudiera representar para los adultos, (y el nombre literal de la
escuela era 'El Instituto Gurdjiéff para el Desarrollo Armónico del Hombre'), yo sentía
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que experimentaba el equivalente a ser entrevistado por el Director de una escuela


secundaria. Los niños van a la escuela y yo estaba en el acuerdo general de que
ningún niño le diría a su próximo maestro que no quiere ir a la escuela. Lo único que
me sorprendió es que se me haya preguntado.
Gurdjiéff me hizo entonces otras dos preguntas:
1. ? Qué crees que es la vida ? y
2. ? Qué quieres saber ?
Respondí a la primera diciendo: 'Creo que la vida es algo que se nos
da en charola de plata y que a uno le corresponde hacer algo con ella'.
Esta respuesta provoco una larga discusión acerca de la frase 'en
charola de plata', incluyendo una referencia de Gurdjiéff a la cabeza de
Juan el Bautista. Yo me retracte, sintiendo que me batía en retirada, y
modifique la frase para dar a entender que la vida es un 'regalo' y eso
pareció satisfacerle.
La segunda pregunta (? Que quieres saber ?) era más fácil de responder. Mis
palabras fueron: 'Quiero saberlo todo'.
Gurdjiéff replicó inmediatamente: 'No puedes saberlo todo. ? Todo
acerca de que ?
Yo dije: 'Todo acerca del hombre' y agregué: 'En inglés se le llama
sicología o tal vez filosofía.'
Entonces suspiro y después de un breve silencio dijo: 'Puedes quedarte. Pero tu
respuesta hace la vida difícil para mí. Yo soy el único que
enseña lo que tu pides. Tu haces que tenga más trabajo.'
Como mis metas infantiles eran adaptarme y agradar, me sentí desconcertado por
su respuesta. La último que yo quería era hacerle la vida
mas difícil a alguien; me parecía que ya era suficientemente difícil. No
respondí nada a eso y él continuo diciéndome que ademas de aprender
'todo', tendría también la oportunidad de estudiar temas menores como
lenguajes, matemáticas, diversas ciencias, etc. También dijo que yo
notaría que esa no era una escuela usual: 'Puedes aprender muchas cosas
aquí que no enseñan en otras escuelas'. Luego
me dió unas palmadas en el hombro, con benevolencia
Uso la palabra 'benevolencia' porque su gesto fué de gran importancia
para mi en ese momento. Ansiaba la aprobación de alguna autoridad
superior. Recibir esa 'aprobación' de este hombre al que los adultos
consideraban como un 'profeta', un 'vidente' y/o un 'Mesías' y, ademas,
en un gesto amistoso tan sencillo, resultaba inesperado y enternecedor.
Yo sonreí radiante. Su actitud cambio abruptamente. Golpeo la mesa
con uno de sus puños, se me quedo viendo con gran intensidad y me dijo:
'? Puedes prometer que harás algo para mí ?'
Su voz y la forma en que me había visto eran atemorizantes y excitantes, a la vez.
Al mismo tiempo me sentí acorralado y retado. Le respondí
con una palabra, un firme 'Si'.
Hizo un gesto en dirección a la extensión de prados que estaba ante
nosotros: '? Ves ese pasto ?' 'Si.' 'Te doy trabajo. Debes cortar
ese pasto, con maquina, cada semana.'
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Mire los prados, el pasto extendiéndose frente a nosotros en lo que


me pareció una infinitud. Sin duda era el prospecto de mayor trabajo que
jamas en mi vida hubiera contemplado para una semana. Otra vez dije:
'Si'.
Por segunda vez golpeo la mesa con el puño. 'Debes prometerlo por tu
Dios'. Su voz era mortalmente seria. 'Debes prometer que harás esto pase
lo que pase.'
Mire hacia el, interrogante, respetuoso y con temor considerable.
Ningún prado, ni esos (había cuatro), me había parecido antes tan
importante. 'Lo prometo', dije con sinceridad.
'No solo prometas'. reitero. 'Debes prometer que lo harás pase lo que
pase, sin importar quien quiera evitarlo. Muchas cosas pueden pasar en
la vida.'
Por un momento sus palabras conjuraron una visión de pleitos terribles sobre si
podar o no los prados. Pude entrever grandes dramas
emocionales que ocurrirían en el futuro con relación a los prados y yo.
Prometí otra vez. Yo estaba tan serio como el. Hubiera muerto, de ser
necesario, en el acto de podar los prados.
Mi sentimiento de dedicación era obvio y él pareció satisfecho. Me
dijo que empezara a trabajar el lunes y luego me despidió. Creo que
entonces no me di cuenta, es decir, la sensación era nueva para mí, pero
me aparte de él con el sentimiento de haberme enamorado; de él, de los
prados o de mi mismo, no importaba. Mi pecho se expandió mucho más allá
de su capacidad normal. A mi, un niño, una pieza sin importancia en el
mundo que pertenecía a los adultos, se me había pedido que llevara a
cabo algo que parecía ser vital.
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Capítulo 2

? Que era 'El prieuré', que es el nombre que le dábamos la mayoría, o


el 'Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre'?
A la edad de once años yo entendí que era simplemente cierto tipo de
escuela especial, dirigida, como ya lo he dicho, por un hombre que era
considerado por mucha gente como un visionario, un nuevo profeta, un
gran filosofo. El mismo Gurdjiéff lo definió una vez como un lugar en
donde él intentaba, entre otras cosas, crear un pequeño mundo que
reproduciría las condiciones de otro más grande, el mundo exterior;
siendo el propósito principal preparar a los estudiantes para una
experiencia o una vida humana. En otras palabras, no era una escuela
dedicada a una educación común que, en general, consiste en la adquisición de
varias facultades, tales como lectura, escritura o
aritmética. Una de las cosas más simples que intentaba enseñar, era una
preparación para la misma vida.
Puede ser necesario señalar aquí, especialmente para beneficio de las
personas que han tenido algún contacto con la teoría Gurdjieffiana, que
estoy describiendo el 'Instituto' como lo vi y lo comprendí siendo un
niño. No intento definir su propósito o el significado que tuvo para los
individuos que estaban interesados en o atraidos hacia Gurdjiéff, por su
filosofía. Para mí era simplemente otra escuela, seguramente muy diferente a las que
había conocido, pero la diferencia esencial era que la
mayoría de los 'estudiantes' eran adultos. Aparte de mi hermano y yo, el
resto de los niños eran parientes, sobrinos, sobrinas, etc. del Sr.
Gurdjiéff, o sus hijos naturales. En total no éramos muchos; solo
recuerdo a diez.
La rutina de la escuela era igual para todos, excepto los más pequeños. El día
empezaba con un desayuno a base de café y pan tostado, a
las seis en punto.
De las siete en adelante, cada individuo trabajaba en la tarea que se le
había asignado. La ejecución de esas tareas solo se interrumpía para
comer: comida a las doce (usualmente sopa, carne, ensalada y algún tipo
de budín dulce); te a las cuatro de la tarde; una cena sencilla a las
siete de la noche. Después de la cena, a la 8:30, había gimnasia o
danzas, en lo que se llamaba la 'casa estudio'. Esta rutina era constante seis dais a la
semana, excepto los sábados
por la tarde, cuando las mujeres iban al baño turco; los sábados al
anochecer había 'demostraciones' de las danzas, en la casa estudio,
ejecutadas por los que lo hacían mejor, para el resto de los estudiantes
y para los visitantes que venían con frecuencia para los fines de
semana. Después de las demostraciones, los hombres iban al baño turco y
al término de este se hacia un 'festín' o comida especial. Los niños no
participaban en estas cenas como comensales, solo como meseros o ayudantes en la
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cocina. El domingo era día de descanso.


Las tareas asignadas a los estudiantes eran, invariablemente, relativas al
funcionamiento en si de la escuela: jardinería, cocina, limpieza,
cuidado de los animales, ordeñar, hacer mantequilla y casi siempre se
hacían como trabajo de grupo. Como supe después, el trabajo de grupo se
consideraba de real importancia: Al trabajar juntas diferentes personalidades, se
producen conflictos humanos subjetivos; esos conflictos
producen fricción y la fricción revela características que, si son
observadas, podrían revelar al 'Yo'. Una de las metas de la escuela era
'vete a ti mismo como te ven los demás'; verse a sí mismo desde lejos,
por así decirlo y ser capaz de criticar a ese 'Yo' en forma objetiva;
pero al principio simplemente 'verlo'. Un ejercicio que debería
hacerse todo el tiempo, independientemente de la actividad física, era
llamado
'observación de sí mismo' u 'oponer Yo a ello', siendo 'Yo' la conciencia (potencial) y
'ello' el cuerpo, el instrumento.
Al principio, antes de que comprendiera alguna de esas teorías o
ejercicios, mi tarea y, en cierto sentido, mi mundo, estaba centrado en
cortar el pasto, ya que mis prados, como llegué a llamarlos, se hicieron
considerablemente más vitales que lo que pude haber anticipado.
Al día siguiente de mi entrevista, el Sr. Gurdjiéff se fué a París.
Nos habíamos dado cuenta de que acostumbraba pasar dos dais de la semana
en París, acompañado usualmente por su secretaria, Madame de Hartmann y
a veces por otros. Esta vez se fué solo, lo que resultaba extraño.
Según recuerdo, no fué sino hasta la tarde del lunes (el Sr. Gurdjiéff se había ido el
sábado al atardecer) cuando el rumor de que había
tenido un accidente automovilístico se empezó a filtrar hasta los
niños de la escuela.
Escuchamos primero que había muerto, luego que se había lastimado
seriamente y que no podría vivir. La noche del lunes una persona con
autoridad hizo el anuncio formal. No había muerto, pero estaba seriamente lastimado
y moribundo en el hospital.
Es difícil describir el impacto de tal anuncio. La existencia misma
del 'Instituto' dependía totalmente de la presencia de Gurdjiéff. El
asignaba el trabajo de cada individuo y, hasta ese momento, había
supervisado personalmente hasta el ultimo detalle de la operación de la
escuela. Ahora, la inminente posibilidad de su muerte llevo todo a un
estancamiento. Solo pudimos comer regularmente, gracias a la iniciativa
de algunos de los estudiantes más viejos, la mayoría de los cuales
habían llegado con él de Rusia.
Aunque no sabía que iba a pasarme a mi, personalmente, lo que aun
permanecía vívidamente en mi mente, era el hecho de que me había dicho
que podara los prados 'pase lo que pase'. Era un alivio para mí tener
algo concreto que hacer; una tarea definida que él me había encomendado.
También fué la primera vez en que tuve el sentimiento de que a lo mejor
si era un ser extraordinario. El me había dicho 'pase lo que pase' y su
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accidente paso. Su mandato se hizo aún más fuerte. Yo estaba convencido


de que él sabía de antemano que 'algo' iba a pasar, aunque no necesariamente un
accidente automovilístico.
No fuí el único que sintió que su accidente estaba predestinado. El
hecho de que se haya ido solo a París (supe que era la primera vez que
lo hacia) era prueba suficiente para la mayoría de los estudiantes. En
todo caso, mi reacción fué que se hizo absolutamente esencial podar el
pasto; estaba convencido de que, por lo menos en parte, su vida podría
depender de mi dedicación a la tarea que me había encomendado.
Esos sentimientos que tenía asumieron una importancia especial
cuando, unos días más tarde trajeron al Sr. Gurdjiéff de regreso al
Prieuré, a su habitación, que tenía una ventana a 'mis' prados. Se nos
dijo que estaba en estado de coma y lo mantenían vivo a base de oxigeno.
Iban y venían doctores, a intervalos; se instalaban y quitaban tanques
de oxigeno; una atmósfera de silencio descendió en el lugar; era como si
todos estuvieran envueltos en una oración silenciosa y permanente por
el.
Fué uno o dos días después de su regreso cuando se me dijo (probablemente fué
Madame de Hartmann) que el ruido de la podadora debía cesar.
La decisión que me vi forzado a tomar resulto de gran trascendencia para
mi. Por mucho que respetara a Madame de Hartmann, no podía olvidar la
fuerza con la que él me había hecho prometer que haría mi trabajo.
Estábamos parados en el borde del prado, directamente debajo de las
ventanas de su cuarto, cuando tuve que darle mi respuesta. No pense por
mucho tiempo, según recuerdo, y me rehuse con toda la fuerza que tengo.
Se me dijo entonces que su vida podría depender de hecho de mi decisión
y seguí rehusándome. Lo que me sorprende ahora es que no se me haya
prohibido categóricamente continuar, o aún que se me hubiera reprimido a
la fuerza. La única explicación que puedo encontrar a esto, es que el
poder que tenía sobre sus discípulos era tal, que ningún individuo
estaba dispuesto a asumir la responsabilidad de negar totalmente mi
versión de lo que él me había dicho. En todo caso, no se me reprimió;
simplemente se me prohibió podar el pasto. Yo seguí haciéndolo.
Este rechazo a la autoridad, nada menos que a la máxima autoridad,
fué algo mortalmente serio y pienso que lo único que me sostuvo fué la
convicción de que el ruido de una podadora no podía matar a nadie;
también, aunque no tan lógico, sentía entonces que, inexplicablemente,
su vida podría depender de mi ejecución de la tarea que me había dado.
Sin embargo, esas razones no me defendían de los sentimientos de otros
estudiantes (en esa época había unos ciento cincuenta, la mayoría
adultos) que estaban convencidos por igual de que el ruido que yo hacia
todos los días, era mortal.
El conflicto continuo por varias semanas y cada vez que se reportaba
que su condición estaba 'sin cambio', se me hacia más difícil iniciar mi
tarea. Recuerdo que todas las mañanas tenía que rechinar los dientes y
superar mi temor por lo que podía estar haciendo. Mi resolución se
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fortalecía o se debilitaba por las actitudes de otros estudiantes. Me


encerraron en un ostracismo, me excluyeron de toda actividad; nadie se
sentaba conmigo a comer en la misma mesa, si me sentaba en una mesa
ocupada todos se iban y no puedo recordar a una persona que me haya
hablado o sonreído durante esas semanas, con excepción de unos pocos de
los adultos más importantes quienes, de vez en cuando, me exhortaban a
que dejara de podar.

Capítulo 3

A medio verano de 1924 mi vida estaba centrada en el pasto. Para


entonces ya podía podar el pasto de mis cuatro prados en un total de
cuatro días. Las otras cosas que hacia no eran importantes: ocupar mi
lugar como ayudante de cocina o portero, en la pequeña caseta de la reja
a la que llamábamos 'portería'. Pocas cosas hay que recuerde, ademas del
ruido de esa maquina podadora.
Mi pesadilla terminó repentinamente. Una mañana temprano, mientras
empujaba la podadora hacia el frente del chateau, voltee hacia las
ventanas del cuarto del Sr. Gurdjiéff. Siempre hacia eso, como si
esperara un signo milagroso. Esa mañana en particular, lo vi por fin.
Estaba parado frente a la ventana abierta, viendo hacia mi. Me detuve y
lo vi fijamente, inundado de una sensación de alivio. No hizo nada por
lo que me pareció un largo rato. Luego, con un movimiento muy lento,
llevo su mano derecha a sus labios para hacer un gesto que le era
característico (lo que supe después): usando sus dedos índice y pulgar
peinaba su bigote, partiendo del centro; después dejo caer su mano a un
lado y sonrió. El gesto lo hizo real; sin el, podría haber pensado que
la figura que veía era solo una alucinación o el producto de mi imaginación.
La sensación de alivio fué tan intensa que explote en llanto, mientras aferraba la
podadora con ambas manos. Seguí viéndolo, a través de
mis lagrimas, hasta que se alejo lentamente de la ventana. Entonces
empece a podar otra vez. El ruido de la maquina, que resultaba horrible
antes, se convirtió en un sonido gozoso para mí. Empuje la podadora para
uno y otro lado, para acá y para alla, con todas mis fuerzas.
Decidí esperar a mediodía para anunciar mi triunfo, pero para la hora
en que fuí al almuerzo, me di cuenta de que no tenía pruebas, nada que
anunciar y, con lo que ahora me parece una sabiduría sorprendente, no
dije una palabra, aunque no podía contener mi alegría.
Para en la noche todos sabían que el Sr. Gurdjiéff estaba fuera de
peligro y la atmósfera, a la hora de la cena, era de gratitud y acción
de gracias. La parte que tuve en su recuperación (había llegado a
convencerme de que solo yo sería responsable, en parte, de lo que le
sucediera) se perdió enmedio del regocijo general. Lo único que ocurrió
es que el rechazo que me manifestaban desapareció tan repentinamente
como había surgido. Si no se me hubiera prohibido, realmente, hacer
ruido cerca de su ventana unas semanas antes, habría pensado que todo
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ocurrió solo en mi cabeza. Para mí fué un golpe el no recibir algún


reconocimiento o triunfo.
Sin embargo el incidente no quedo cerrado entonces. El Sr. Gurdjiéff
apareció unos días después, cuidadosamente vestido y caminando lentamente. Vino
a sentarse ante la mesita en la que me había entrevistado
por primera vez. Yo estaba, como de costumbre, batallando de un lado a
otro con mi podadora. Se sentó ahí, aparentemente ausente de todo lo que
le rodeaba, hasta que termine el prado que había estado podando esa
mañana. Era el cuarto y, gracias al ímpetu que me dió su recuperación,
había reducido el tiempo para podar, a tres días. Mientras empujaba la
maquina frente a mi, llevándola de regreso al cobertizo donde se guardaba, él volteo
hacia mi y me llamo con una seña. Deje caer la podadora
y fuí a pararme a su lado. Sonrió, diría otra vez que con 'benevolencia'
y me preguntó cuanto tiempo me llevaba podar los prados. Respondí
orgullosamente que podía podarlos en tres días. Suspiro, fijando la
vista frente a él en dirección a la extensión de pasto y se puso de pie.
'Debes poder hacerlo en un día', dijo. 'Eso es importante'.
! Un día ! me sentí asombrado y lleno de emociones mezcladas. No solo
no se me dió crédito por mi logro; al menos por haber sostenido, a pesar
de todo, mi promesa, sino que prácticamente fuí castigado por ello.
Gurdjiéff no presto atención a mi reacción, que debe haber sido
visible en mis muecas, sino que puso una mano en mi hombro y se apoyo
pesadamente en mi. 'Esto es importante', repitió, 'porque cuando puedas
podar los prados en un día, tendré otro trabajo para tí'. Luego me pidió
acompañarlo a una área en particular no lejos de ahí, explicándome que
no podía caminar bién y por eso me pedía ayuda.
Caminamos juntos lentamente y, con dificultad considerable aún con mi
ayuda, subimos por un sendero hacia el área que había mencionado. Era
una colina inclinada llena de rocas, cerca del gallinero. Me mando a un
cobertizo de herramienta cercano al gallinero y me pidió le llevara la
guadaña. Luego me guío al terreno, retiró su mano de mi hombro, tomo la
guadaña con ambas manos e hizo un movimiento como si cortara, de un lado
a otro. Al verlo sentí que el esfuerzo que hacia era muy grande; temía
debido a su palidez y su evidente debilidad. Luego me regreso la guadaña
y me dijo que la guardara. Ya que lo hice regrese a pararme junto a él y
otra vez se apoyo pesadamente en mi hombro.
'Cuando puedas podar todos los prados en un día, este será tu nuevo
trabajo. Siega este terreno cada semana'.
Voltee a ver la pendiente; la larga hierba, las rocas, los arbustos y
los árboles. También estaba consciente de mi tamaño; era pequeño para mi
edad y la guadaña me había parecido muy grande. Todo lo que pude hacer
fué quedarme viéndolo fijamente, asombrado. Fué solo su mirada, sería y
adolorida, lo que me impidió hacer una protesta inmediata, con llanto y
furia. Solo baje la cabeza y asentí. Luego camine con el, lentamente, de
regreso a la casa principal, por las escaleras, hasta la puerta de su
habitación.
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A los once años la auto compasión no me era ajena, pero lo que había
pasado era demasiado para mí. De hecho, la auto compasión ocupaba poco
lugar en mis sentimientos. También sentía ira y resentimiento. No solo
no había recibido reconocimiento, no se me dieron las gracias; había
sido castigado, prácticamente. ? Que tipo de lugar era esta escuela y,
después de todo, que clase de hombre era él ? Amargamente, pero lleno de
orgullo, recordé que regresaría a América en el otoño. Yo le enseñaría.
! Todo lo que tenía que hacer era no arreglármelas para podar el pasto
en un día !
Curiosamente, cuando mis emociones cedieron y empece a aceptar lo que
parecía ser inevitable, encontré que mi ira y mi resentimiento, aunque
seguían ahí, no se dirigían personalmente contra el Sr. Gurdjiéff. Había
notado una mirada de tristeza en sus ojos cuando camine con él y me
había sentido preocupado por el, por su salud; una vez más, aunque no se
me había advertido que era absolutamente necesario que hiciera ese
trabajo, sentí que había tomado cierta responsabilidad y que tendría que
hacerlo por el.
Al día siguiente tuve otra sorpresa. Me mando llamar a su habitación
en la mañana y me dijo severamente que si era capaz de guardar un
secreto ante todos. Al hacerme la pregunta, había una firmeza y una
fiereza en su mirada que contradecían la debilidad del día anterior. Le
asegure, valientemente, que podía hacerlo. Otra vez sentí un gran reto.
! Guardaría el secreto pasara lo que pasara !
Me dijo entonces que no quería preocupar a los otros estudiantes y,
particularmente a su secretaria, Madame de Hartmann, pero que estaba
casi ciego y que yo era el único que lo sabia. Me describió un plan
intrigante: había decidido reorganizar todo el trabajo que se hacia en
el prieuré. Yo tendría que acompañarlo a todas partes, cargando un
sillón; el pretexto para eso sería que aún estaba débil y tendría que
descansar a ratos. Sin embargo, la verdadera razón era parte del secreto; yo debería
seguirlo porque en realidad no podía ver por donde iba.
Abreviando, yo sería su guía y guarda; me haría cargo de su persona.
Sentí que mi recompensa había llegado finalmente; que mi convicción
no había sido falsa y que el mantener mi promesa había sido tan importante como lo
había esperado. El triunfo era solitario puesto que no
podía compartirlo, pero era genuino.
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Capítulo 4

Mi nuevo trabajo de 'carga sillas' o, como yo me lo decía de 'guardián', me tomaba


mucho tiempo. Se me excuso de todas las tareas, con
excepción de los interminables prados. Podía seguir con mi podadora,
pero tenía que hacer la mayor parte antes de que el Sr. Gurdjiéff
apareciera en la mañana, o después de que se retiraba a su habitación
cerca del anochecer.
Nunca he sabido que había de cierto en su historia de ceguera parcial. Asumí que lo
era porque siempre creía implícitamente en el;
parecía que solo podía decir la verdad, aunque su forma de hacerlo no
fuera directa siempre. Se me ha sugerido y también lo he pensado, que
ese trabajo de carga sillas y guía fué inventado para mí y que invento
la historia de la ceguera como una excusa. Dudo que haya sido así solo
porque eso representaría darme una importancia exagerada, algo que no
puedo imaginar en Gurdjiéff. Ya era suficientemente importante por
haber sido seleccionado, sin razones adicionales.
En las semanas siguientes, probablemente un mes, más o menos, cargue
esa silla por millas cada día, siguiéndolo a una distancia respetable.
Estaba convencido de su ceguera ya que con frecuencia se salia del
camino; yo tenía que soltar la silla, correr a su lado, advertirle de
cualquier peligro que corriera, como la posibilidad, a veces inminente,
de caminar directamente hacia una pequeña zanja que cruzaba toda la
propiedad, para correr de regreso por la silla para recogerla y seguirlo
otra vez.
El trabajo que dirigia entonces involucraba a todos en la escuela.
Había varios proyectos que se realizaban al mismo tiempo: se construia
un camino, lo que implicaba romper rocas con un marro, para darles el
tamaño adecuado; limpiar una area boscosa quitando varios acres de
árboles, quitando troncos y raiz con pico y pala. Aparte de ese proyecto
especial, continuaban incesantemente las tareas usuales; jardinería,
siembra, cosecha de verduras, cocina, limpieza, etc. Siempre que el Sr.
Gurdjiéff inspeccionaba un proyecto dado por un rato, yo me unia al
trabajo con los demas, hasta que él decidía inspeccionar otro o regresar
a la casa.
Cerca de un mes despues se me relevo de mi asignación de carga sillas
y regrese a mi trabajo regular de podar los prados y a otras ac-
tividades: ayudante de cocina una vez a la semana y portero a cargo de
abrir la puerta y responder el telefono.
Durante el periodo en que tenía que seguirlo, había tenido que
ajustar mi tiempo de podar cuando podía, como dije antes y fué con
cierta consternación que encontre al regresar a mi actividad normal que,
sin esfuerzo perceptible, había llegado a la meta que se me había
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propuesto; por un tiempo había olvidado la colina que eventualmente


debia segar cada semana. En el momento en que hice ese descubrimiento,
una tarde despues de la hora del te, al terminar el cuarto prado del
dia, el Sr. Gurdjiéff estaba sentado en una banca, no en su mesa, de
cara a los prados. Deje a un lado la podadora, me fuí a la terraza y
camine desconsoladamente en su dirección. Aunque nunca ame los prados,
el prospecto de mi siguiente trabajo me ponía sentimental respecto a
ellos. Me detuve a una distancia que considere respetuosa y espere.
Estaba dudando si decirle o dejar las cosas para otro dia.
Paso un tiempo antes de que volteara hacia mi, como si estuviera
molesto por mi presencia y me preguntara con aspereza si se me ofrecía
algo. Asenti con la cabeza y me pare a su lado. Dije rapidamente: 'Sr.
Gurdjiéff, ya puedo podar todos los prados en un solo dia'. Me vió
frunciendo el ceño, sacudio su cabeza, desconcertado y me dijo: '?
Porque me dices eso ?'. aún parecía molesto conmigo.
Le recorde de mi nueva 'tarea' y luego pregunte, al borde del llanto,
si debería empezar al día siguiente.
Me vió fijamente durante mucho tiempo, como si no pudiera recordar o
hasta comprender lo que yo le decía. Finalmente, con un gesto brusco y
afectuoso me jalo hacia él y me hizo sentarme a su lado, apoyando su
mano en mi hombro. Otra vez me sonrió con esa increíble y distante
sonrisa que califique antes de 'benevolente' y dijo, sacudiendo la
cabeza: 'No es necesario trabajar en el campo. Ya has hecho ese traba-
jo.'
Me quede viéndolo, confundido y lleno de alivio. Pero tenía que saber
que iba a hacer; ? continuar con los prados ?
Penso un rato en ello y luego me preguntó cuanto tiempo más iba a
estar ahí.Le dije que se suponía que debía regresar a America, a pasar
el invierno, el siguiente mes. Penso en esto y, dando por terminado el
asunto como si ya no tuviera importancia, dijo que continuara trabajando
en grupo en las tareas usuales; jardinería cuando no estuviera en cocina
o portería. 'Tendre otro trabajo para tí, si regresas el proximo año',
me dijo.
Aunque estuve un mes más ese año, a mi me pareció como que el verano
terminó en ese momento. El resto del tiempo fué como un vacio: sin
eventos ni dramas. Aquellos de nosotros, los niños que trabajabamos con
adultos en los jardines, podíamos disfrutar de juegos agradables tales
como recoger frutas o legumbres, atrapar grillos, caracoles y babosas,
quitando hierba de aqui o alla con poco interés o devoción por nuestro
trabajo. Era un lugar alegre para los niños: vivíamos con seguridad
dentro de los limites de una rigurosa disciplina, pero la estructura,
excepto por ser casi todo el dia, no resultaba pesada para nosotros. Nos
las arreglabamos para jugar bastante y hacer nuestras intrigas, mientras
los infatigables adultos nos veían indulgentemente, con ojos entrecerra-
dos.
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Capítulo 5

Dejamos el prieuré en octubre de 1924 para regresar a Nueva York y


pasar ahí el invierno. En esa epoca yo era miembro de un 'grupo familiar
muy inusual'. Mi hermano Tom y yo vivimos varios años en un mundo
extrano y errante. Mi madre, Lois, se divorcio de mi padre cuando yo
tenía unos diez y ocho meses de edad; durante varios años tuvimos un
padrastro, pero en 1923, cuando mi madre fué hospitalizada por casi un
año, Jane Heap y Margaret Anderson (Margaret es hermana de mi madre), se
hicieron cargo de nosotros. Ellas eran coeditoras de la notoria, si no
famosa publicación 'Little Review'. Hasta la fecha no estoy seguro de
haber comprendido porque Jane y Margaret asumieron esa responsabilidad.
Era una extraña forma de 'paternidad planeada' para dos mujeres que, me
parecía, no querían tener hijos propios y, desde todo punto de vista,
esto era una 'bendición' mixta. Como Margaret no había regresado de
Francia con nosotros, la verdadera responsabilidad recayó en Jane.
Solo puedo describir nuestro hogar como me parecía entonces: Tom y yo
ibamos a una escuela particular en Nueva York; teníamos también varios
deberes en casa, ayudar con la comida, lavar trastes, etc., y, a la vez
que estabamos expuestos a muchas influencias inusuales, tenían menos
efecto en mi que lo que pudiera esperarse. En un hogar, si esa es la
palabra adecuada, en el que se editaba una revista y que era visitada
exclusivamente por artistas, escritores y, a falta de una palabra mejor,
intelectuales, me las arregle para vivir mi propia vida privada. La
rutina diaria de la escuela, que implicaba, naturalmente, a otros niños
y actividades ordinarias y comprensibles, era mucho más importante
para mí que la vida 'interesante' y temperamental que formaba, de hecho,
el trasfondo de nuestra vida. El mundo del arte no era un sustituto de
la infancia; incluso la vida familiar con mi madre y mi padrastro era
mas 'normal' para mi, que vivir en Nueva York lejos de mi familia que
giraba, basicamente, alrededor de mi mama.
El evento exterior más importante de ese invierno, fué la aparición
repentina de mi padre. Jane había decidido, por razones que nunca
comprendí plenamente, que ella (o tal vez Margaret y ella) debian
adoptarnos a Tom y a mi, legalmente. Los procedimientos de adopción
fueron la causa de que mi padre regresara a escena, despues de unos diez
años de ausencia total. Al principio no se presento personalmente.
Simplemente se nos dijo que no quería la adopción y que quería
hacerse cargo de nosotros.
Segun lo comprendí entonces, Jane, ayudada por A. R. Orage y otras
'gentes de Gurdjiéff', despues de consultarnos, pudo convencer a mi
padre de que permitiera la adopción legal.
13

Fué un invierno aterrador para mí, en varios sentidos. Creo que es


imposible que un adulto comprenda los sentimientos de un niño al que se
le dice, en un lenguaje perfectamente claro, que puede o no ser adoptado
por tal o cual persona. No creo que al consultar a un niño sobre estas
cosas, pueda tener una 'opinión'; naturalmente se aferrara a la situa-
ción conocida y relativamente segura. Mi relación con Jane, como la
senti y experimente, era sumamente volatil y explosiva. En ocasiones
había mucha emoción y amor entre nosotros, pero precisamente esa inten-
sidad emocional era lo que me atemorizaba. Cada vez más caia en la
tendencia a cerrarme a todo lo exterior. Para mí las personas eran algo
con lo que tenía que vivir, algo que soportar. Vivía solo el mayor
tiempo posible, ensoñando en mi propio mundo, anhelando el tiempo en que
podría escapar del mundo, complejo y a veces totalmente incomprensible
para mí. Quería crecer y estar solo; lejos de todos. Debido a ello, casi
siempre andaba en problemas. Era perezoso en mis obligaciones en casa,
resentía cualquier demanda que se me hiciera y cualquier tarea que se
suponía debía llevar a cabo. Obstinado e independiente debido a mi
sentimiento de soledad, tenía usualmente problemas y con frecuencia me
castigaban. Ese invierno, poco a poco al principio pero con firmeza,
empece a despreciar mi ambiente y a odiar a Jane y a Tom, principalmente
porque eran parte de la vida que estaba viviendo. En la escuela iba bién
pero, como me resultaba muy fácil,tenía poco interés en lo que hacia.
Mas y más me fuí retirando a un mundo de sueños fabricado por mi mismo.
En ese mundo propio había dos personas que no eran enemigos y que se
destacaban como faros brillantes; sin embargo no había forma de comuni-
carme con ellas. Eran mi madre y, desde luego, el Sr. Gurdjiéff. ?
Porque 'desde luego' ? La simple realidad de Gurdjiéff como ser humano,
lo que para mi fué una relación sin complicaciones durante los meses del
verano anterior, se convirtió en una tabla de salvación para mí.
Cuando se me consulto sobre la posibilidad de ser 'cuidado' por mi
padre (quien para mí era simplemente otro adulto hostil) exprese en alta
voz mi oposición, aunque no esperaba que mis palabras tuvieran algun
peso. Mi mayor temor era que no me sentía capaz de enfrentar otro mundo
nuevo, extraño y desconocido. También, y esto era muy importante enton-
ces para mí, estaba seguro de que ese cambio eliminaría toda posibilidad
de volver a ver a mi madre o al Sr. Gurdjiéff otra vez.
Para complicar las cosas todavia más, mi madre llegó a Nueva York con
otro hombre, no mi padrastro y Jane la rechazo sin preambulos. Recuerdo
que me permitieron hablarle en las escaleras del departamento; solo eso.
Me resulta imposible juzgar ahora los motivos o propósitos de Jane, en
aquella epoca. Estoy convencido de que, en su mente, estaba motivada por
las mejores intenciones. Pero el resultado fué que, a partir de ese
momento, la considere como un enemigo mortal. Me parece que la relación
entre un niño promedio y su madre, especialmente cuando el padre no ha
vivido por años con ellos, es suficientemente fuerte. En mi caso, era
violenta y obsesiva.
14

Las cosas no mejoraron cuando apareció mi padre, en persona, poco


antes de la Navidad. Fué una reunion incomoda y difícil; había poca
comunicación (hablo solo por mi). No podía comunicarse sin revelar su
verguenza, siendo un hombre timido y 'bién educado'. Una cosa que logro
comunicar fué que, antes de que tomaramos una decisión final sobre la
adopción, pasaramos un fin de semana con él y su esposa (yo tenía la
impresión de que lo de la adopción era un hecho consumado y que usaban a
mi padre solo como una amenaza).
Me pareció que lo justo era darle una oportunidad. Si parece que la
frase esta dicha 'a sangre fria', solo puedo decir que la mayoría de las
decisiones infantiles son asi y lógicas, ademas' o por lo menos la mia
lo fué. Se tomo la decisión, presumiblemente entre Jane y mi padre (y
con el consentimiento de Tom y mio), de que iríamos a visitarlo a Long
Island durante una semana.
Desde mi punto de vista, la visita fué un desastre. Pudo ser menos
molesta si mi padre no nos hubiera avisado casi al llegar que, en el
caso de que decidieramos vivir con el, no podríamos hacerlo en su casa,
sino que seríamos enviados a Washington, D. C., con dos de sus tias
solteras. Supongo que es inevitable que los adultos deban explicar a los
niños los hechos y circunstancias que estan enfrentando. Sin embargo,
ese anuncio, hecho sin 'sentimiento' o emoción (no sugirió que nos amaba
o nos quería, o que las tias en cuestion necesitaran a dos niños en
casa), me pareció totalmente ilógico e incluso, al final, hilarante.
Empece a sentirme aún más solo que antes; como una pieza de equipaje
abandonada para la que se necesitaba un lugar donde almacenarla. Como mi
gentil padre parecía estar buscando constantemente nuestra aprobación y
siempre estaba haciendonos preguntas, declare firmemente, a los dos dias
de estar en su casa, que no quería vivir con él o con sus tias y
que quería regresar a Nueva York. Tom se quedo el resto de la semana; yo
no. Sin embargo, para poder irme se me puso como condición que pensara
la posibilidad de regresar en Navidad. Acepte, friamente, considerarlo.
No recuerdo ahora, pero puede ser que haya aceptado sin reservas.
Hubiera hecho cualquier cosa por irme de ahí.Hasta Jane, a pesar de que
rechazo a mi madre, era terreno familiar y lo que yo temia era lo
desconocido, lo inusual.
De alguna manera paso el invierno. De alguna manera también, aunque
tenía pesadillas frecuentes sobre la posibilidad de no volver a ver el
Prieure, se decidio que iríamos en la proxima primavera. Para ese
tiempo, Gurdjiéff se había convertido en el único faro en el horizonte,
la unica isla de seguridad en un futuro impredecible y atemorizante.

Durante el invierno, la primera pregunta que me hiciera el Sr.


Gurdjiéff: '? Porque has venido a Fontainebleu ?', asumio una tremenda
importancia. Al evocar esos meses, recuerdo como Gurdjiéff asumio un
gran valor en mi mente y mi corazón. A diferencia de todos los adultos
que conocí, su conducta era absolutamente sensata. Era completamente
15

positivo; me había ordenado hacer cosas y yo las había hecho. No me


había interrogado, no me había obligado a tomar decisiones para las que
estaba totalmente incapacitado. Empece a anhelar tener a alguien que
hiciera algo tan sencillo como 'ordenarme' podar un prado, que me
hiciera una demanda que fuera realmente 'una demanda', sin importar que
tan incomprensibles fueran sus motivos (despues de todo, todos los
adultos son 'incomprensibles'). Empece a considerarlo como el único
individuo maduro y lógico que había conocido. Por ser un niño, no estaba
preocupado por, ni quería saber, el porque de la conducta de los adul-
tos. Necesitaba desesperadamente y quería por encima de todas las cosas
estar bajo una autoridad. Para mi edad, una autoridad era cualquier
persona que supiera lo que estaba haciendo. Pedirle opinión a un niño de
once años, pedirle que tome desiciones vitales sobre su futuro (y eso
parecía haber ocurrido todo el invierno), no solo era imposible de
comprender sino también muy atemorizante.
Aquella pregunta se convirtió en '? Porque quiero regresar a Fon-
tainbleu ?' y era muy fácil de responder. Quería regresar y vivir cerca
de un ser humano que sabía lo que estaba haciendo; el que yo entendiera
o no lo que hacia, no tenía importancia alguna. Sin embargo no deseche
la formulación original de la pregunta; una de las razones por la que
permanecía viva en mi mente, era que no había tenido nada especifico que
hacer yendo ahí.Solo podía agradecer a la fuerza (la idea de 'Dios' era
muy vaga para mí) que me había permitido estar ahí.Un año antes, el
mayor atractivo de ir a Fontainbleu había sido que teníamos que cruzar
el oceano y yo amaba los barcos.
En el transcurso del invierno y debido a la importancia que Gurdjiéff
había cobrado en mi mente, me sentí fuertemente tentado por el sen-
timiento de que mi presencia en ese lugar había sido 'inevitable'; como
si hubiera habido una lógica mística e inexplicable que había hecho que
fuera necesario que yo, personalmente, arrivara a ese lugar en par-
ticular y precisamente en ese momento; que había existido un propósito
real en el hecho de que yo estuviera ahí.El hecho de que en la mayoría
de las conversaciones de los adultos que me rodeaban, se asociara a
Gurdjiéff con actividades metafísicas, religion, filosofía y misticismo,
parecía aumentar la posibilidad de que hubiera habido algun tipo de
predestinación en nuestro encuentro.
Pero a fin de cuentas no sucumbi a la idea de que mi asociación con el
estaba 'predestinada'. El recuerdo del mismo Sr. Gurdjiéff era lo que me
impedia entregarme a tales sueños. Yo no estaba en posición de negar la
posibilidad de que fuera clarividente, místico, un hipnotizador o hasta
un 'ser divino'. Lo importante es que ninguna de esas cosas tenían
valor. Lo que importaba es que él era un ser humano positivo, práctico,
sensato y lógico. En mi pequeña mente, el prieuré parecía la institución
mas sensata de todo el mundo. Como yo lo veía, era un lugar que alber-
gaba a un gran número de personas extremadamente ocupadas en el trabajo
físico necesario para mantener su existencia. ? Que podía ser más
16

sencillo y práctico ? Estaba conciente de que podía haber otros


beneficios por estar ahí.Pero, a mi edad y en mis terminos, solo había
una meta y una meta muy sencilla. Ser como Gurdjiéff. Era fuerte,
honesto, directo, sin complicaciones, un individuo libre por completo de
'tonterías'. Podía recordar, con toda honestidad, que me había sentido
aterrorizado por el trabajo que implicaba podar los prados; pero me
resultaba evidente que una de las razones para ello era mi pereza.
Gurdjiéff 'me hizo' que podara los prados. No lo hizo con amenazas, no
me prometio premios por ello, ni me preguntó si quería hacerlo. El me
'dijo' que lo hiciera. Me dijo que era importante y yo lo hice. Un
resultado evidente, obvio para mi a los once años, fué que perdi el
miedo al trabajo (simple trabajo físico normal). También comprendí,
aunque tal vez no intelectualmente, porque no había tenido que segar la
colina y porque él me dijo que 'ya lo había hecho'.
El efecto total del invierno de 1924 a 1925 en Nueva York, fué que
anhele mi regreso a Francia. La primera visita había 'sucedido', como
resultado de una cadena de eventos inconexos y sin propósito que resul-
taron del divorcio de mi madre, de su enfermedad, de la existencia de
Margaret y Jane y de su interes por nosotros. El regreso, en la prima-
vera de 1925, parecía predestinado. Yo sentía que, de ser necesario,
iría solo.
En navidad llegó a su climax mi desencanto e incomprensión de la vida
de los adultos. Me converti en algo asi como un hueso por el que se
pelean dos perros (asi lo senti). La lucha de voluntades, al quedar
fuera del pleito mi madre, se siguio manifestando entre Jane y mi padre,
luchando por custodiarnos a Tom y a mi. Ahora estoy seguro de que ambos
actuaban solo para 'salvar las apariencias'. No puedo creer que ningún
bando nos quisiera por alguna razón especial; yo me portaba suficien-
temente mal como para no ser particularmente deseable. De cualquier
manera, había aceptado por lo menos considerar la posibilidad de visitar
a mi padre en navidad. Cuando llegó la hora, decidí rehusarme. La
invitación de Jane de pasar una navidad 'de adulto', glamorosa,
con muchas fiestas, visitas al teatro, etc., fué mi mejor y ostensible
pretexto para rehusar la visita a mi padre. Sin embargo, la verdadera
razón siguio siendo la de siempre: tan difícil como pudiera parecerme la
relación con Jane, era de cualquier manera mi pasaporte para ir con
Gurdjiéff y yo hice todo lo posible por lograr algo de armonía entre
nosotros. A ella le agrado mi decisión, no siendo inhumana ni infalible,
sintió una aparente preferencia de mi parte por ella.
Mi padre se puso muy triste. No pude comprender porque, si se me
había dicho que la decisión era mia. Vino a Nueva York a recoger a Tom,
quien había aceptado pasar la navidad con el, y me trajo varios regalos.
Me sentí apenado con eso, pero, cuando me pidió reconsiderar mi deci-
sión, sobornandome en apariencia con los regalos, me sentí herido y
furioso. Sentí que la suciedad y la injusticia del mundo adulto se
sintetizaba en ese acto. Le dije, con lagrimas de furia, que a mi no se
17

me podía comprar y que siempre lo odiaría por lo que me estaba haciendo.


Quisiera, en favor de la memoria de mi padre, desviarme lo suficiente
como para aclarar que estoy totalmente conciente de sus buenas inten-
ciones y que me doy cuenta de que fué un terrible golpe emocional el que
le produje esa vez. Posiblemente lo que fué más triste o doloroso para
el, fué que no tenía idea de lo que realmente estaba pasando. En su
mundo los niños no rechazaban a sus padres.
Finalmente terminó el invierno; a la fecha me parece que fué intermi-
nable. Pero terminó y mi anhelo por ir al prieuré se intensifico con la
llegada de la primavera. Solo cuando subi al barco que me llevaría a
Francia, pude creer que realmente regresaría. Y solo al cruzar la reja
del prieuré, una vez más, pude dejar de soñar, creer y alimentar mi
esperanza.
Cuando lo vi otra vez, Gurdjiéff puso su mano en mi cabeza; yo
levante la vista hacia su fiero bigote y la grande y abierta sonrisa que
apareció bajo su calva y brillante cabeza. Me atrajo hacia si, como un
gran y calido animal, apretandome afectuosamente con su brazo y su mano,
diciendome: 'Asi que ... ? regresaste ?' Lo dijo en forma de pregunta;
un poco más que la declaración de un hecho. Lo único que pude hacer fué
recargar mi cabeza contra él y contener mi explosiva alegria.
18

Capítulo 6

El segundo verano, el verano de 1925, fué como venir a casa. Encon-


tre, como lo había soñado, que nada había cambiado esencialmente.
Faltaban algunas personas del verano anterior y había otras nuevas, pero
el ir y venir de individuos era poco importante. Una vez más me absorbio
el lugar y me converti en un engrane en el funcionamiento de la escuela.
Con excepción del trabajo de podar, que era entonces responsabilidad de
otro, me integre a las actividades rutinarias y habituales, junto con
todos los demas.
Para un niño, la gran sensación de seguridad que daba el Instituto, a
diferencia, por ejemplo, de un internado, era que de inmediato se sentía
uno integrado en el. Puede ser cierto que había una meta más alta en el
trabajo comun de mantenimiento de la escuela, que es a lo que nos
dedicabamos todos, pero, a mi nivel, me hacian sentir que era un pequeño
eslabon esencial en el trabajo, independientemente de mi importancia
como individuo. A todos nos daba la sensación de ser utiles, de valer.
Encuentro ahora difícil imaginar cualquier cosa que pueda ser más
estimulante para el ego de un niño. Todos sentíamos que teníamos un
lugar en el mundo; se nos necesitaba por la simple razón de que
realizabamos actividades que tenían que hacerse. No haciamos cualquier
cosa, como sería estudiar para el propio beneficio, sino que lo que
haciamos era para beneficio de todos.
No teníamos lecciones ni 'aprendíamos' nada, en el sentido usual. Sin
embargo, si aprendíamos a lavar y planchar nuestra ropa, a cocinar,
ordeñar, cortar leña, pulir pisos, pintar casas, reparar techos, remen-
dar nuestra ropa y cuidar animales; todo eso ademas de trabajar en
grandes grupos para los proyectos mayores: construcción de caminos,
limpieza de areas boscosas, siembra y cosecha, etc.
Ese verano hubo dos cambios en el Instituto, aunque no los percibi de
inmediato. La madre de Gurdjiéff había muerto en el invierno, lo que
produjo un sutil cambio emocional en la atmosfera del lugar; ella nunca
participo en las actividades, pero siempre estabamos concientes de su
presencia. El otro cambio, mucho más importante, es que Gurdjiéff empezo
a escribir. Apenas había pasado un mes, cuando se anuncio que se haría
una reorganización completa del funcionamiento del Instituto y que, para
alarma general, no todos podrían permanecer ahí,ya que Gurdjiéff no
tendría el tiempo o la energía necesaria para supervisar personalmente a
sus discípulos. Se nos dijo también que en los siguientes dos o tres
dias, Gurdjiéff entrevistaría a cada persona y decidiría si se le
permitiría quedarse y, en ese caso, le diría que iba a hacer.
La reacción general fué parar toda actividad y esperar hasta que se
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decidiera el destino de cada quien. A la mañana siguiente, despues del


desayuno, los edificios hacian eco a los murmullos y especulaciones;
todos expresaban sus dudas y temores por el futuro. Para muchos de los
estudiantes más viejos, el anuncio significaba que la escuela ya no
tendría valor para ellos, ya que las energías de Gurdjiéff se concentra-
rian en sus escritos y no en la enseñanza personal. Yo me puse nervioso
con tanta especulación y expresión de temores. Como no tenía idea de lo
que Gurdjiéff podría decidir sobre mi destino, me pareció más sencillo
seguir con el trabajo que tenía asignado: limpieza de terreno y sacar
troncos. Muchos habían sido asignados a ese trabajo, pero esa mañana
solo fuimos dos o tres. Para el final del día ya se habían hecho varias
entrevistas y se había pedido a algunas personas que abandonaran el
lugar.
Al día siguiente me fuí a trabajar como de costumbre, pero despues de
la hora de la comida me toco turno de ser entrevistado.
Gurdjiéff estaba sentado en el exterior, en una banca frente al
edificio principal; me acerque y me sente a su lado. Me vió como sor-
prendido de que yo existiera. Me preguntó que había estado haciendo y,
en particular, que había hecho desde que se hizo el anuncio. Le respondí
y me preguntó entonces si quería permanecer en el prieuré. Desde luego
dije que si. Dijo, con sencillez, que le daba gusto, porque tenía un
nuevo trabajo para mí. A partir del día siguiente me haría cargo de sus
cosas personales; su habitación, su vestidor y su baño. Me dió una
llave, insistiendo firmemente que solo yo tendría llave, ademas de él, y
me explicó que tendría que tender la cama, barrer, limpiar, pulir,
sacudir y, en general, mantener el orden. Cuando cambiara el clima,
debería encender las chimeneas, cuidando que no se apagaran; una respon-
sabilidad adicional sería que me convirtiera en su 'serviente' o 'mese-
ro', lo que implicaba que si quería cafe, licor, comida o lo que fuera,
yo debía llevarselo a la hora que fuera, de día o de noche. Debería
instalarse una chicharra en su habitación, para ese propósito.
También me dijo que no participaría más en proyectos generales, pero
que cubriría las actividades usuales de cocina y portería, dependiendo
del tiempo que necesitara para la limpieza de su cuarto. Otra actividad
nueva sería el cuidado del gallinero; alimentar a los pollos, recoger
los huevos, matar a los patos o gallinas que me pidieran, etc.
Yo estaba muy orgulloso de haber sido seleccionado como su 'guarda' y
el se sonrió ante mi gozosa reacción. Me informo, muy seriamente, que la
selección se había hecho sin pensarlo; había despedido a la persona que
hacia eso y, cuando apareci para la entrevista, se dió cuenta de que yo
no era esencial en alguna de las funciones generales y estaba disponible
para ese trabajo. Me sentí avergonzado por mi orgullo, pero no menos
feliz. Seguía sintiendo que era un honor.
Al principio no tuve mas contacto que antes con Gurdjiéff. Temprano
en la mañana soltaba a las gallinas, las alimentaba, recogia huevos y
los llevaba a la cocina. Para esa hora Gurfjieff ya estaba listo para su
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cafe matutino; se vestía y se sentaba en una de las mesitas que estaban


cerca de la terraza y ahí se pasaba la mañana escribiéndo. Yo limpiaba su
cuarto a esa hora, lo cual me llevaba mucho tiempo. La cama era enorme y
siempre estaba en un gran desorden. ! Y el baño ! Lo que podía hacer con
su vestidor y su baño no puede describirse sin invadir su privacidad;
solo dire que, físicamente, el Sr. Gurdjiéff vivía como un animal; por
lo menos hasta donde pude darme cuenta. La simple limpieza de esos dos
cuartos era un proyecto mayor, cada dia. A veces el desorden era tan
grande que yo imaginaba grandes dramas nocturnos en el baño y el ves-
tidor. Con frecuencia pensaba que tenía alguna meta conciente por
destruir esos cuartos. En ocasiones tuve que usar una escalera para
limpiar las paredes.
A medio verano mi tarea de guarda empezo a tomar proporciones real-
mente grandes. Debido a que estaba escribiéndo, Gurdjiéff recibía muchas
visitas en su habitación; personas que estaban traduciendo sus libros,
conforme él escribía, pasandolos al Ingles, Frances, Ruso y posiblemente
a otros lenguajes. Me entere de que el original era una combinación de
Armenio y Ruso; porque decía que no podía encontrar un solo lenguaje que
le diera la libertad de expresar sus complicadas ideas y teorías. Mi
trabajo adicional era basicamente de 'mesero'; todas las personas que se
entrevistaban con Gurdjiéff lo hacian en su habitación lo que implicaba
servir café y Armagnac y retirar todo despues de la reunion. Gurdjiéff
prefería recostarse en la cama durante esas reuniones. De hecho,
excepto al entrar o salir de la habitación, lo recuerdo siempre tendido
en la cama. Algo tan sencillo como tomar café podía convertirse en un
holocausto; habría café por toda la habitación y en la cama, la que
tenía que tenderse con sabanas limpias cada vez.
En ese tiempo había rumores, y no estoy en posición para negarlos, de
que en esa habitación pasaban muchas cosas, aparte de tomar café y
Armagnac. El estado normal de su habitación despues de la noche indicaba
que podía haber ocurrido casi cualquier actividad humana ahí.No hay
duda de que se vivía en sus habitaciones, en el sentido más pleno de esa
palabra.
Nunca he olvidado la primera vez en que me vi envuelto en un inci-
dente que fuera mas que el desempeño de mis actividades de limpieza de
su cuarto. Ese día tuvo un distinguido visitante, A. R. Orage; un hombre
bién conocido por todos nosotros y aceptado como un acreditado maestro
de la teoría de Gurdjiéff. Despues de la comida ambos se retiraron a las
habitaciones de Gurdjiéff y se me pidió llevara el acostumbrado cafe.
Era tal la estatura de Orage que todos lo tratabamos con gran respeto.
No había duda sobre su inteligencia, su dedicación y su integridad. Era
ademas un hombre calido y compasivo, por el que sentía un gran afecto
personal. Cuando llegué al quicio de la puerta de la habitación me
quede parado dudando, debido a lo violento de unos gritos que daba
Gurdjiéff. Toque y, al no recibir respuesta, entre. Gurdjiéff estaba
parado cerca de su cama en un estado que me pareció de furia totalmente
21

incontrolada. Estaba enfurecido contra Orage, quien estaba de pie,


impasible y muy palido, enmarcado por una de las ventanas. Tuve que
caminar entre los dos para poner la charola en la mesa. Lo hice sintien-
dome desollado por la furia de la voz de Gurdjiéff y luego retrocedi,
tratando de hacerme invisible. Cuando llegué a la puerta, no pude
reprimir el deseo de verlos: Orage, un hombre alto, se veía marchito y
arrugado mientras se doblaba en la ventana y Gurdjiéff, que no era muy
alto, se veía inmenso; una encarnación completa de la ira. Aunque la
perorata era en ingles, no podía escuchar las palabras; el flujo de
rabia era demasiado enorme. De pronto, en el espacio de un instante, me
dedico una amplia sonrisa; se veía increiblemente pacifico y callado
interiormente. Me hizo seña de que me retirara y siguio con su perorata
con la misma fuerza de antes. Esto ocurrió tan rapido, que no creo que
el Sr. Orage haya notado siquiera el cambio de ritmo.
Cuando recien escuche el sonido de la voz del Sr. Gurdjiéff, desde
afuera del cuarto, quede horrorizado. Que este hombre, al que yo respe-
taba más que a cualquier otro ser humano, pudiera perder el control tan
totalmente, fué un golpe terrible para mis sentimientos de respeto y
admiración por el. Cuando pase entre ellos para poner la charola, solo
había sentido piedad y compasión por el Sr. Orage.
Ahora, al abandonar la habitación, mis sentimientos se invirtieron
completamente. aún estaba impresionado por la furia que había visto en
Gurdjiéff, aterrado por ella. En cierto sentido, estaba más aterrado aun
al salir, porque me había dado cuenta de que no solo no era 'incontrol-
ada', sino que en realidad era totalmente conciente y tenía control
total de ella. aún sentía lastima por el Sr. Orage, pero estaba conven-
cido de que debía haber hecho algo terrible, a los ojos de Gurdjiéff,
que produjera esa conducta. No me paso por la mente que Gurdjiéff
pudiera estar equivocado en ningún sentido. Creía en él con todo mi ser,
en forma absoluta. El no podía hacer algo mal. Por extraño que parezca,
y no he podido explicar esto a personas que no lo conocieron personal-
mente, mi devoción a él no era fanatica. No creía en él como se cree en
un dios. Para mí él siempre estaba en lo correcto, por razones
lógicas y sencillas. Su extraño estilo de vida, incluso cosas como el
desorden de sus cuartos, el pedir café a todas horas del día y de la
noche, parecían mucho más lógicas que lo que llaman un modo de vida
normal. Todo lo que hacia era porque quería o necesitaba hacerlo.
Invariablemente se preocupaba por los demas y los consideraba. Por
ejemplo, nunca dejaba de agradecerme y pedirme disculpas cuando tenía
que llevarle cafe, medio dormido, a las tres de la mañana. Sabia
instintivamente que tal consideración era mucho más que una cortesia
comun adquirida. Tal vez esa sea la clave; él se interesaba. Siempre
que lo veía, siempre que me ordenaba algo, estaba totalmente atento a
mi, completamente concentrado en las palabras que me decía; su atención
no variaba cuando yo le hablaba. sabía siempre, con exactitud, lo que yo
estaba haciendo y lo que había hecho. Creo que todos sentían, como yo,
22

como recibían su atención total. No creo que haya algo más halagador en
las relaciones humanas.
23

Capítulo 7

Fué a la mitad de ese atareado verano cuando Gurdjiéff me preguntó,


con brusquedad, si aún quería estudiar. Me recordo, con gran sarcasmo,
que yo quería aprenderlo 'todo' y preguntó si había cambiado de opinión.
Le dije que no.
'? Entonces, si no has cambiado de opinión, porque no preguntas ?'
Respondi, avergonzado e incomodo, que no lo había hecho por varias
razones. Una era que ya le había pedido aprender y asumia que él no lo
había olvidado, otra, que estaba tan ocupado escribiéndo y conferencian-
do con otros que pensaba no tenía tiempo.
Me dijo que tenía que aprender sobre el mundo. 'Si quieres algo,
debes pedir. Debes trabajar. Esperas que yo recuerde por ti; ya trabajo
mucho, más de lo que puedas siquiera imaginar; estas mal si esperas que
recuerde también lo que tu quieres'. Luego agrego que cometia yo un
error al asumir que estaba demasiado ocupado. 'Si estoy ocupado es
asunto mio, no tuyo. Si digo que te enseñare, debes recordarmelo,
ayudarme pidiéndolo otra vez. Eso muestra que quieres aprender'.
Acepte mansamente que estaba en un error y pregunte cuando empezaría-
mos las 'lecciones'. Esto ocurrió un lunes en la mañana; me dijo que lo
buscara en su cuarto a las 10 de la mañana siguiente, martes. Al dia
siguiente me puse a escuchar trás la puerta para asegurarme de que se
había levantado, toque y entre a la habitación. Estaba de pié a la mitad
del cuarto, perfectamente vestido. Me vió, como asombrado. '? Quieres
algo ?' me preguntó, sin rudeza. Le explique que estaba ahí para mi
lección. Me vió, como lo había hecho en otras ocasiones, como si jamas
me hubiera visto. '? Se suponía que vinieras esta mañana ?' preguntó,
como si lo hubiera olvidado por completo. 'Si', respondí, 'a las diez de
la mañana'.
Volteo a ver el reloj que tenía junto a la cama. Marcaba las diez con
dos minutos y yo ya tenía un minuto ahí.Volteo a verme como si mi
explicación lo hubiera aliviado mucho.: 'Recordaba que tenía algo esta
mañana a las diez, pero olvide que. ? Porque no estuviste aqui a las
diez ?'
Vi mi propio reloj y le dije que había llegado a las diez en punto.
Sacudio la cabeza. 'Llegaste diez segundos tarde. Un hombre puede
morir en diez segundos. Yo vivo por mi reloj, no por el tuyo. Si quieres
aprender de mi, debes estar aqui cuando mi reloj marque las diez en
punto. Hoy no hay lección'.
No discuti con el, pero logre reunir el coraje suficiente para
preguntarle si eso significaba que nunca me daría 'lecciones'. Me
despidió con la mano. 'Claro que habra lecciones. Ven el proximo martes
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a las diez en punto. Si es necesario llega más temprano y espera; es una


forma de no llegar tarde', y agrego con cierta malicia, 'a menos que
estes muy ocupado como para esperar a tu maestro.'
El siguiente martes llegué a las nueve y cuarto. Salio de la habita-
ción en el momento en que iba yo a tocar, unos cuantos minutos antes de
las diez; sonrió y me dijo que se alegraba por mi puntualidad. Luego me
pregunto cuanto tiempo había estado afuera. Le dije y él sacudio la
cabeza, irritado. Me dijo: 'la semana pasada te dije que si no estabas
ocupado podías venir temprano y esperar. No te dije que desperdiciaras
casi una hora. Ahora vamonos'. Me dijo que trajera un termo con café de
la cocina y lo alcanzara en su automóvil.
Recorrimos una corta distancia por un camino estrecho, casi sin
trafico y se detuvo. Descendimos y me dijo que me llevara el cafe; él se
sento en un árbol caido, cerca del borde del camino. Se había detenido a
unos noventa metros de un grupo de trabajadores que construian un
desague de piedra al lado del camino. Su trabajo consistía en acarrear
piedras de uno de dos montones que estaban a un lado, llevandolas a la
sección incompleta del desague, en donde otros las colocaban en el lodo.
Los observamos en silencio, mientras Gurdjiéff fumaba y tomaba cafe.
Despues de mucho tiempo, por lo menos media hora, pregunte por fin a que
hora sería la lección.
Me vió con una sonrisa tolerante. 'La lección empieza a las diez en
punto', dijo. '? Que ves ? ? notas algo ?'
Le dije que había estado observando a los hombres y que lo único
extraño que había notado era que uno de ellos traia las piedras del
monton más lejano.
'? Porque crees que hace eso ?'
Dije que no sabia, pero que parecía que se estaba haciendo el trabajo
mas difícil ya que tenía que acarrear pesadas piedras desde más lejos.
Sería tan fácil tomarlas del monton cercano.
Gurdjiéff dijo, 'es verdad, pero siempre hay que ver todos los lados
antes de hacer un juicio. Este hombre tiene también un breve pero
agradable paseo, en la sombra que hay a lo largo del camino, cada vez
que regresa por más. Ademas, no es estupido, en un día no acarrea tantas
piedras. Siempre hay una razón lógica en porque las personas hacen las
cosas de cierta manera; es necesario encontrar todas las razones posi-
bles, antes de juzgar a la gente'.
El lenguaje de Gurdjiéff, aunque no usaba el tiempo correcto de los
verbos, era siempre preciso y claro sin dejar lugar a dudas. No decía
una palabra de mas y siento que eso se debía en parte a su con-
centración, con lo que me forzaba a observar lo que ocurría alrededor
mio, con toda la concentración que me era posible. El resto de la hora
transcurrió rapidamente y regresamos al prieuré; él a sus escritos y yo
a mi limpieza. debía regresar el siguiente martes para la proxima
lección. No estuve pensando en lo que aprendi o no; empezaba a
comprender que 'aprender' en el sentido de Gurdjiéff, no dependía de
25

resultados obvios o repentinos y que no se podía esperar que hubiera


borbotones de conocimiento o comprensión. Empece a tener la sensación de
que repartia su conocimiento mientras vivía, indiferente a si se acep-
taba o no, o si se usaba o no.
La siguiente lección fué totalmente diferente a la primera. Se
recosto en su cama y me dijo que limpiara el resto de la habitación. Me
estuvo viendo todo el tiempo, sin hacer comentarios, hasta que encendi
la chimenea; era una mañana lluviosa y humeda y el cuarto estaba frio,
por lo que despues de prenderla empezo a echar mucho humo. Agregué leña
seca y estuve soplando afanoso a las brasas, pero con poco exito. No
siguio observando mis esfuerzos por mucho rato. Repentinamente se paro,
tomo una botella de cognac, me empujo a un lado y vacio un chorro de
cognac en la pequeña flama; se hizo una gran llamarada y luego se
estabilizo. Sin hacer comentarios se fué al vestidor y se arreglo,
mientras que yo hacia la cama. Fué hasta que estaba listo para salir del
cuarto cuando me dijo en forma casual: 'Si quieres un resultado necesa-
rio de inmediato, debes usar cualquier medio'. Luego sonrió. 'Cuando no
estoy aqui, tienes tiempo; no es necesario usar fino Armagnac añejo'.
Y ese fué el final de la lección. Me llevo el resto de la mañana
limpiar el vestidor, al que había demolido silenciosamente en unos
cuantos minutos.
26

Capítulo 8

Como parte de la 'reorganización completa' de la escuela. el Sr.


Gurdjiéff nos dijo que iba a nombrar un 'director' que supervisara a los
estudiantes y sus actividades. Nos hizo ver claramente que ese director
debería reportarle regularmente y que asi él seguiría perfectamente
informado de todo lo que ocurría en el prieuré. Sin embargo, su tiempo
sería dedicado casi totalmente a sus escritos y pasaría mucho más tiempo
en Paris.
El director resulto ser una tal Sra. Madison, una dama inglesa
solterona (como la llamaban los niños), quien hasta entonces había
estado a cargo de los jardines de flores. Para la mayoría de los niños
siempre había sido una figura un tanto comica. Era alta, de edad indefi-
nida, con una forma huesuda y angulosa rematada por algo parecido a un
nido sucio de pelo rojizo entrecano. Hasta ese dia, se dedicaba a
acechar entre los jardines de flores cargando una palita; se adornaba
con listones de rafia amarrados al cinturon que fluian como ondas desde
su cintura, al caminar. Asumio la dirección con celo y entusiasmo.
Aunque el Sr. Gurdjiéff nos había pedido responder a la Sra. Madison
en todo 'como si se tratara de mi mismo', yo me preguntaba si merecería
tal respeto; también sospechaba que no estaría tan bién informado como
cuando él mismo supervisaba el trabajo. De cualquier manera, la Sra.
Madison paso a ser una figura muy importante en nuestras vidas. Empezo
por imponer una serie de reglas y reglamentos (con frecuencia me pregun-
taba si no vendría de una familia de la Armada Inglesa), que eran,
ostensiblemente, para simplificar el trabajo y, en general, para intro-
ducir procedimientos eficientes, en lo que llamaba el funcionamiento
azaroso de la escuela.
Como el Sr. Gurdjiéff estaba fuera casi la mitad de la semana, la
Sra. Madison sintió que yo no tenía suficiente que hacer con solo el
cuidado del gallinero y la limpieza de las habitaciones. Se me asigno el
cuidado de nuestro único caballo y el burro y algo de trabajo en los
lechos de flores, bajo la supervisión inmediata y personal de la Sra.
Madison. Ademas de esas actividades especificas, estaba sujeto, como los
demas, a una gran cantidad de reglas generales. Nadie podía salir de la
propiedad sin el permiso de la Sra. Madison; nuestras habitaciones
debian ser inspeccionadas a intervalos regulares; en fin, debía seguirse
una disciplina general de tipo militar.
Otro cambio que resulto de la 'reorganización' de la escuela, fué que
se descontinuaron las demostraciones nocturnas de movimientos o danzas.
Seguían las clases por la tarde, pero solo duraban una hora y, en raras
ocasiones, cuando Gurdjiéff traia visitantes el fin de semana, se daban
27

demostraciones. Debido a esto teníamos todas las tardes libres y muchos


de nosotros nos ibamos al poblado de Fontainbleue, una caminata de dos
millas. Los niños no teníamos mucho que hacer en el pueblo, excepto ir
ocasionalmente al cine o, a veces, a una feria o carnaval del pueblo.
Ese pequeño privilegio, que no estaba supervisado (de hecho ni se había
mencionado), era muy importante para nosotros. Hasta entonces a nadie le
había preocupado lo que hicieramos con nuestro tiempo libre, en tanto
estuvieramos presentes y listos para trabajar en la mañana. Nos rebela-
mos cuando nos vimos confrontados con la orden de que necesitariamos
algo asi como 'pases' para poder ir al pueblo y que tendríamos que dar
una 'buena razón' para poder salir de los limites de la escuela. No hubo
un acuerdo comun para rebelarse o ignorar esa regla en particular.
Individualmente nadie la obedeció; nunca se pidió un 'pase'.
No solo no pediamos permiso para salir de la propiedad, sino que
ibamos al pueblo aunque no tuvieramos una razón o ganas de hacerlo.
Desde luego no saliamos por la reja del frente, en donde tenían que
enseñarse los pases al que estuviera de portero, sino que simplemente
saltabamos las bardas, al salir y al entrar. No hubo una reacción
inmediata de la Sra. Madison, pero pronto nos enteramos de que, aunque
no concebia como pudo hacerlo, llevaba un registro exacto de las ausen-
cias de cada uno. Supimos de la existencia de ese registro a través del
Sr. Gurdjiéff cuando, al regresar al prieuré despues de una ausencia de
varios dias, nos anuncio que la Sra. Madison tenía un' 'pequeño libro
negro' en el que registraba todas las 'fechorias' de los estudiantes.
También nos dijo que se reservaba su opinión por el momento, acerca de
nuestra conducta, pero nos recordo que había nombrado a la Sra. Madison
como directora y que se suponía que debiamos obedecerla. Aunque parecía
una victoria técnica para la Sra. Madison, resultaba hueca; nada hizo el
para fomentar su disciplina.
Mi primer problema con la Sra. Madison apareció debido a las galli-
nas. Una tarde, cuando acababa de irse Gurdjiéff a Paris y yo limpiaba
su cuarto, me entere por otros de los niños de que mis gallinas, por lo
menos varias de ellas, habían encontrado una salida en el gallinero y
que estaban desgarrando alegremente los jardines de flores de la Sra.
Madison. Cuando llegué a la escena de destrucción, la Sra. Madison
correteaba gallinas, furiosamente, por todo el jardín; juntos nos las
arreglamos para regresarlas al gallinero. No se había hecho mucho daño a
las flores y, por orden de la Sra. Madison, ayude a dejar las cosas como
estaban. Luego me dijo que era mi culpa que las gallinas escaparan,
debido a que no tenía en orden la cerca; también me prohibio salir del
Instituto por una semana. Agrego que si encontraba una gallina en los
jardines, la mataría con sus propias manos.
Arregle la cerca, pero aparentemente no hice un buen trabajo. Una o
dos gallinas escaparon al día siguiente y regresaron a los jardines de
flores. La Sra. Madison cumplio su promesa y retorcio el pezcueso a la
primera gallina que pudo atrapar. Como yo me había encariñado mucho con
28

las gallinas (tenía una relación personal con cada una y hasta les había
puesto nombre) me vengue de la Sra. Madison destruyendo una de sus
plantas favoritas. Ademas, por pura satisfacción personal, sali de la
propiedad y me fuí a Fointenbleu.
La Sra. Madison me hablo seriamente la siguiente mañana. Dijo que si
no podíamos llegar a un entendimiento juntos tendría que llevar el
asunto hasta el Sr. Gurdjiéff; que sabía que él no toleraría ninguna
burla contra su autoridad. También me dijo que, para entonces, yo
encabezaba la lista de infractores en su librito negro. Mi defensa
consistió en decirle que las gallinas eran utiles y el jardín no; que no
tenía derecho a matar a mi gallina. Ella respodió que yo no estaba en
posición de juzgar a que tenía o no derecho y también que el Sr. Gurd-
jieff había hecho claro que deberíamos obedecerla.
Como no llegamos a un acuerdo o tregua, el incidente fué llevado a la
atención del Sr. Gurdjiéff a su regreso de Paris, al finalizar la
semana. En cuanto llegó fué asaltado, por decirlo asi, por la Sra.
Madison y encerrado en su habitación, por largo rato. Si llegué a
ponerme ansioso durante ese tiempo. Despues de todo, cualquiera que
fueran mis razones, la había desobedecido y no tenía seguridad de que el
Sr. Gurdjiéff viera las cosas a mi manera.
Pidió café ya al atardecer, despues de la cena y cuando se lo lleve
me dijo que me sentara. Luego me preguntó como me estaba llevando con la
Sra. Madison y si me caia bién. Como no sabía que le había dicho ella,
respondi cautelosamente que me llevaba bién con ella y que suponía que
ella tenía razón, pero que el prieuré era muy diferente estando ella a
cargo.
Me miro seriamente: '? Diferente como ?', preguntó.
respondí que la Sra. Madison imponía demasiadas reglas, que había
demasiada disciplina.
No hizo comentarios a esto, sino que me dijo que la Sra. Madison le
había platicado acerca del pleito en los jardines y de que había matado
una gallina y quería conocer mi versión de la historia. Le dije como me
había sentido al respecto y que, en especial, sentía que la Sra. Madison
no tenía derecho a matar a la gallina.
'? Que hiciste con la gallina muerta ?' me preguntó.
Le dije que la había limpiado y la había llevado a la cocina para que
la guisaran.
Considero esto, afirmo con la cabeza y dijo que yo debería entender
que la gallina no fué desperdiciada despues de todo y que aunque la
gallina estaba muerta había sido util, pero la flor muerta que yo había
arrancado por coraje, no servia a ningún propósito; por ejemplo, no
podía servir de comida. Luego preguntó si había arreglado la cerca. Le
dije que la repare una segunda vez despues del segundo escape de galli-
nas y dijo que eso estaba bién; luego me mando por la Sra, Madison.
fuí por ella, sintiendome alicaido. No podía negar la lógica de lo
que me había dicho, pero aún sentía, con resentimiento, que la Sra.
29

Madison no había tenido toda la razón. La encontre en su recamara; ella


me dedico una mirada de suficiencia y superioridad y me siguio de
regreso a la habitación de Gurdjiéff. Nos dijo que nos sentaramos y
luego le dijo a ella que había platicado conmigo acerca del problema de
las gallinas y el jardín y que estaba seguro, volteo a verme al decir
eso, de que no habría mas problemas. Luego dijo, inesperadamente, que
ambos le habíamos fallado. Que mi falla había sido no ayudarlo mediante
mi obediencia a la Sra. Madison, ya que él la había puesto a cargo, y
que ella le había fallado al matar a la gallina, la que, dicho sea de
paso, era 'su' gallina; no solo era su gallina sino que ademas era mi
responsabilidad, algo que él había delegado en mi y que, si bién yo
debia mantenerla en el gallinero, ella no tenía derecho a matarla.
Luego le dijo a la Sra. Madison que se fuera, pero agrego mientras
ella salia que ya había usado mucho tiempo, teniendo tanto que hacer,
dedicado a la discusión de este asunto de las gallinas y el jardín y que
una de las funciones del director, era la de aliviarlo de tales proble-
mas sin importancia y que hacen perder mucho tiempo.
La Sra. Madison salio del cuarto, antes me había pedido que me
quedara, y me preguntó si sentía que estaba aprendiendo algo. Yo me
sorprendi con la pregunta y no supe como contestarla; solo dije que no
sabia. Fué entonces, creo, la primera vez que mencionó directamente una
de las metas y propósitos basicos del Instituto. Haciendo a un lado mi
insatisfactoria respuesta, me dijo que lo más difícil de lograr, para el
futuro, y tal vez lo más importante, era aprender a vivir con las
'manifestaciones desagradables de los demas'. Dijo que la historia en si
que ambos le habíamos platicado era totalmente irrelevante. La gallina y
la planta no importaban. Lo importante era nuestra conducta; que si
cualquiera de los dos hubiera estado 'conciente' de su conducta y no
simplemente reaccionando uno al otro, el problema se hubiera resuelto
sin su intervención. Dijo que, en cierto sentido, lo único que había
ocurrido es que la Sra. Madison y yo habíamos cedido a nuestra mutua
hostilidad. No explicó mas y yo le dije que estaba confundido. Me
respodió que tal vez lo comprendería más tarde en mi vida. Luego me
dijo que tendría mi lección al día siguiente, aunque no fuera martes y
se disculpo por no poder mantenerlas en forma regular debido a sus
otras actividades.
30

Capítulo 9

Al llegar la siguiente mañana para mi lección, Gurdjiéff se veía muy


cansado. Me dijo que había estado trabajando muy duro la mayor parte de
la noche; que escribir era un trabajo muy pesado. aún estaba en cama y
ahi se quedo todo el tiempo de la lección.
Empezo por preguntarme acerca del ejercicio que nos había dado a
todos, al que hice referencia antes como 'auto observación'. Me dijo que
era muy difícil de hacer y que quería que yo lo hiciera con mi mayor
concentración y lo más constante que me fuera posible. Me dijo que la
principal dificultad con este ejercicio, como con la mayoría de los que
había dado o daría en el futuro, era que para hacerlos correctamente era
necesario no esperar resultados. En este ejercicio en particular, lo
importante era verse a sí mismo, observar la propia conducta automática,
mecanica y reactiva, sin hacer comentarios y sin tratar de cambiarla.
'Si la cambias', dijo, 'entonces nunca veras la realidad. Solo veras
el cambio. Cuando empieces a conocerte, el cambio vendra o podras
hacerlo si quieres, si ese cambio es deseable'.
Continuo diciendo que este trabajo no solo era muy difícil sino que
podía ser muy peligroso para algunas personas. 'Este trabajo no es para
todos', dijo. 'Por ejemplo, si quieres aprender a ser millonario es
necesario que te dediques desde la niñez a esa meta y no te desvies. Si
quieres ser sacerdote, filosofo, hombre de negocios o profesor, no debes
venir aqui. Aqui solo se enseña la 'posibilidad' de como convertirse en
un hombre de un tipo tal que no es conocido en la actualidad, especial-
mente en el mundo occidental.
Luego me pidió que me asomara por la ventana y le dijera lo que veía.
Le dije que desde esa ventana solo podía ver un roble. ? Y que ves en el
roble ?, preguntó. Bellotas, le respondí.
'? Cuantas bellotas ?'
Cuando respondí, muy inseguro, que no sabia, me dijo impaciente: 'No
exacto, no digo eso. ! Adivina cuantas hay !'
Dije que suponía que había varios miles de ellas.
Estuvo de acuerdo y luego me preguntó cuantas de ellas se conver-
tirían en robles. Respondí que suponía que solo unas cinco o seis
llegarían a ser árboles, tal vez menos.
Asintió con la cabeza. 'Tal vez solo una, tal vez ninguna. Hay que
aprender de la Naturaleza. El hombre también es un organismo. La Natura-
leza hace muchas bellotas, pero la posibilidad de convertirse en árbol
solo existe para algunas. Es lo mismo con el hombre, nacen muchos pero
muy pocos crecen. La gente cree que eso es un desperdicio, cree que la
Naturaleza desperdicia. Pero no es asi. El resto se convierte en ferti-
31

lizante, regresa a la tierra y crea la posibilidad de nuevas bellotas,


nuevos hombres; de vez en cuando más árboles, más hombres reales. La
Naturaleza siempre da, pero solo da posibilidad. Para convertirse en
un roble real o un hombre real, se necesita de esfuerzo. Comprende esto,
mi trabajo, este Instituto, no es para fertilizantes. Solo para hombres
reales. Pero hay que comprender también que los fertilizantes son
necesarios para la Naturaleza. La posibilidad para ser un roble real, un
hombre real, depende también de este fertilizante'.
Despues de un silencio muy prolongado, continuo: 'El occidente, tu
mundo, hay la creencia de que los hombres tienen un alma, dada por Dios.
No es asi. Nada da Dios, solo la Naturaleza da. Y la Naturaleza solo da
la posibilidad de un alma, no da un alma. El alma se adquiere a través
de trabajo. Pero, a diferencia de un árbol, el hombre tiene muchas
posibilidades. Como existe el hombre ahora, tiene también la posibilidad
de crecer por accidente, de crecer incorrectamente. El hombre puede
llegar a ser muchas cosas, no solo fertilizante no solo hombre real:
puede llegar a ser lo que ustedes llaman 'bueno' o 'malo', cosas que no
son propias para el hombre. El hombre real no es bueno ni malo; el
hombre real es solo consciente, solo desea adquirir un alma para un
desarrollo adecuado.'
Lo había escuchado, tenso y concentrado y mi único sentimiento, tenía
doce años entonces, era un de confusión e incomprensión. Sentía con
cuerpo y emoción la importancia de lo que estaba diciendo, pero no lo
comprendía. Como si se se diera cuenta de ello (que lo hacia, con
seguridad), me dijo: "'Piensa en lo bueno y lo malo como en la mano
derecha y la izquierda. El hombre siempre tiene dos manos, dos lados de
si mismo, el bueno y el malo. Uno puede destruir al otro El hombre debe
tener la meta de hacer que ambas manos trabajen juntas, debe adquirir
una tercera cosa: la cosa que hace la paz entre las manos, entre los
impulsos de bién y de mal. El hombre que es todo 'bueno' o todo 'malo',
no es un hombre completo, es unilateral. La tercera cosa es la concien-
cia moral; la posibilidad de adquirir la conciencia moral ya existe en
el hombre al nacer; esa posibilidad es dada, gratis, por la Naturaleza.
Pero solo es una posibilidad. La verdadera conciencia solo puede ser
adquirida por medio de trabajo, aprendiendo primero a comprenderse a si
mismo. Incluso tu religion, la religion occidental, tiene la frase
'Conocete a ti mismo'. Esta frase es la más importante en todas las
religiones. Cuando se empieza a conocer a sí mismo se empieza a tener la
posibilidad de convertirse en un hombre genuino. Asi que lo primero que
hay aprender es a conocerse a sí mismo mediante este ejercicio de auto
observación. Si no haces esto, entonces seras como una bellota que no
llega a ser árbol, seras fertilizante. Fertilizante que regresa a la
tierra y se convierte en posibilidad para un nuevo hombre.
32

Capítulo 10

Como en un proceso de asentamiento, la dirección de la Sra. Madison


vino automaticamente a convertirse en algo que podíamos tolerar sin mayores
dificultades. Había demasiado trabajo ordinario que hacer para mantener
la escuela, como para que alguien se preocupara mucho por las reglas y
reglamentos o por la forma en que se realizaba el trabajo. Ademas había
demasiada gente ahí y la configuración física era demasiado grande como
para que la Sra. Madison (que no dejaba su interminable trabajo de jar-
dinería) pudiera observar constantemente a cada uno de nosotros. Hubo solo otro
incidente en el que la Sra. Madison y yo entramos en conflicto ese verano;
suficientemente grande como para que se llevara a la atención del Sr. Gurdjiéff. Fué
el incidente del jardín japones.
Tiempo atrás, mucho antes de que yo fuera al prieuré, uno de los
proyectos del Sr. Gurdjiéff había sido la construcción de lo que él llamaba un 'jardín
japones'. Se había creado una isla entre los árboles, usando agua de la zanja que
recorría toda la propiedad. Se construyo en la isla un pequeño pabellon de seis u ocho
paredes, con apariencia oriental y un puente de arco, típicamente japones, que
llevaba a la isla. La apariencia era típicamente oriental y era un sitio agradable en
donde retirarse los domingos, cuando no estabamos trabajando en alguna de
nuestras tareas usuales. La tarde de un domingo fuí con un estudiante adulto, un
americano; había llegado recientemente al prieuré y, si recuerdo correctamente, la
razón por la que fuimos es que yo era su guía para que conociera las instalaciones de
la escuela. Era una práctica usual, entonces, que los niños caminaran por todos los
setenta y cinco acres de terreno, acompañando a los recien llegados, mostrandoles
las hortalizas, el baño turco, la ubicación de los proyectos, etc.
Mi compañero y yo nos detuvimos a descansar en el jardín japones y
el, como burlándose del jardín, me dijo que aunque fuera 'japones' en intención,
quedaba totalmente arruinado por la presencia, justo frente a la puerta del pabellon,
de dos bustos de yeso, uno de Venus y otro de Apolo. Mi reacción fué inmediata e
iracunda. También, de una curiosa manera, sentí que la critica de los bustos era una
critica personal al buen gusto del Sr. Gurdjiéff. Con una mezcla de razones y consi-
derable atrevimiento, le dije que resolvería la situación y, rapidamente, lance los dos
bustos al agua. Recuerdo que senti, oscuramente, que al hacer eso estaba
defendiendo el honor y buen gusto de Gurdjiéff.
La Sra. Madison se entero de esto, por los medios de información que
nunca pude determinar. Me dijo, horrorizada, que esa destrucción voluntaria de los
bustos no podía pasar desapercibida y que se informaría al Sr. Gurd-
jieff, en cuanto llegara de Paris.
Su regreso de Paris fué un fin de semana, venía acompañado por varios
invitados, en su automóvil y llegaron varios más en sus carros o en tren.
Todos los estudiantes se reunieron, despues de la cena, en el salon
principal del Chateau, lo que era costumbre cuando regresaba de sus viajes. En
presencia de todos (parecía una reunion de accionistas), recibió un reporte formal de
33

la Sra. Madison que cubría los eventos generales ocurridos en su ausencia. Despues
de ese reporte, la Sra. Madison presentaba un resumen de los problemas que se
habían presentado y que ella consideraba requerían de la atención de Gurdjiéff. En
esa ocasión se sento a su lado, con el librito negro abierto con firmeza sobre su
regazo y le hablo seriamente, por un rato, con voz inaudible para nosotros. Cuando
terminó, él le hizo seña de que se fuera a una silla y pidió que se acercara aquel que
había destruido las estatuas en el jardín japones.
Avergonzado por la presencia de todos los estudiantes, asi como de un
buen número de visitantes distinguidos, camine hacia el, con el corazón
hundido, furioso conmigo mismo por mi acto de abandono. En ese momento no podía
pensar en una justificación para lo que había hecho.
Gurdjiéff me preguntó, desde luego, porque había cometido ese crimen
y que si me daba cuenta de que la destrucción de propiedad es, de hecho,
criminal. Dije que me daba cuenta de que no debía haberlo hecho, pero que lo hice
porque las estatuas pertenecían al periodo y civilización incorrectos, historicamente y
que, para empezar, nunca debieron estar ahí.No involucre al americano en mi
explicación.
Gurdjiéff me informo, con considerable sarcasmo, que, aunque mi
conocimiento de la historia podría ser impresionante, yo había destruido
'estatuas' que le pertenecían; que el, personalmente había sido respon-
sable de que se colocaran ahi; que, de hecho, le gustaban las estatuas griegas en los
jardines japoneses; en cualquier caso, le gustaban en ese jardín japones en particular.
Dijo que, en vista de lo que había hecho, tendría que ser castigado y que el castigo
sería no recibir mi 'dinero de chocolate' (asi llamaba al dinero que recibían los niños
para sus gastos), hasta que se reemplazaran las estatuas. Dió instrucciónes a la Sra.
Madison de que investigara el precio de reemplazos equivalentes y de que tomara de
mi dinero, por el tiempo que fuera necesario.
Basicamente debido a mi situación familiar, Jane y Margaret no
disponían de mucho dinero entonces (y menos para nosotros), yo no tenía del
llamado 'dinero de chocolate'; al menos no regularmente. El único dinero que tuve
para gastos fué algun envio ocasional que hizo mi madre desde America, para
navidad o mi cumpleaños o sin razón aparente. En ese momento en particular yo no
tenía dinero. Ademas, estaba seguro de que las estatuas serían espantosamente
caras. Pude preveer un eternidad en la que estaría dando el dinero que pudiera
recibir, para bién de pagar mi irreflexivo acto. Era un prospecto horrible,
especialmente porque mi cumpleaños había sido solo unos meses atrás y la navidad
estaba a muchos meses a futuro.
Mi deprimente futuro sin dinero llegó abruptamente a su fin cuando
recibí, inesperadamente, un cheque de mi madre por veinticinco dolares. Antes de
llevar el cheque a la Sra. Madison, ella me había comentado que las 'estatuas' eran
comunes, vaciados de yeso y que solo costarían unos diez dolares. Me resultaba difícil
deshacerme aún de esa cantidad. Los veinticinco dolares me hubieran durado por lo
menos hasta navidad.
En la siguiente asamblea, la Sra. Madison informo al Sr. Gurdjiéff de
que yo había dado el dinero para las nuevas 'estatuas' (el se negaba incluso a
entender la palabra 'busto') y le preguntó si debería reemplazarlas.
34

Gurdjiéff penso en ello por un rato y, finalmente, dijo 'No'. Me


llamo a su lado, me regreso el dinero y dijo que podía conservarlo, con la condición
de que lo compartiera con todos los demas niños. Dijo también que, aunque había
sido un error destruir su propiedad, quería que yo supiera que había pensado en toda
la situación y que yo había tenido razón acerca de lo impropio de colocar en ese sitio,
esas estatuas en particular. Sugirió que, aunque no lo hiciera por el momento, podría
haberlas reemplazado con el tipo apropiado de estatuas. Nunca más se mencionó el
incidente.
35

Capítulo 11

Hacia el final del verano, me entere de que el Sr. Gurdjiéff estaba


haciendo planes de ir a America en una prolongada visita, probablemente todo el
invierno de 1925-1926. La cuestion de que pasaría con Tom y conmigo vino
automaticamente a mi mente, pero se resolvio pronto: para mi gran alivio, Jane nos
dijo que había decidido que regresaría a Nueva York, pero que Tom y yo nos
quedaríamos ese invierno en el prieuré. Nos llevo a Paris un fin de semana y nos
presento a Gertrudis Stein y a Alicia B. Toklas; de alguna manera Jane persuadio a
Alicia y Gertrudis de que, por asi decirlo, nos echaran un ojo en su ausencia.
En nuestros ocasionales viajes a Paris habíamos conocido a muchas
personas distinguidas y controvertidas: James Joyce, Ernest Hemingway, Constantin
Brancusi, Jacques Lipschitz, Tristan Tzara y otros, la mayoría de los cuales habían
colaborado en una epoca u otra con la revista 'Little Review'. Man Ray nos tomo
fotografias; Paul Tchelitchev, despues de dos o tres dias consecutivos de trabajar en
mi retrato al pastel, me saco de su estudio, diciendo que era 'impintable'. 'Te ves
como todos', dijo, 'y tu rostro nunca esta quieto'.
Estaba yo demasiado joven, o demasiado encerrado en mi, como para
tener conciencia plena del privilegio, si esa es la palabra, de conocer o
reunirme con esas personas. En general, no producian una gran impresión en mi; no
entendía su conversación y sabía de su importancia, solo porque me habían dicho
que eran importantes.
De todos ellos, Hemingway y Gertrudis Stein se destacaron como
impresionantes para mí. En nuestro primer encuentro con Hemingway, antes de que
publicaran su "Adios a las Armas", nos impresiono con sus historias de corridas de
toros en España; exhuberantemente se quito la camiseta para mostrarnos las
'heridas en batalla' y luego se dejo caer en manos y rodillas, aún desnudo hasta la
cintura, para jugar con su hijo, que era entonces un bebe, fingiendo que era un toro.
Pero fué Gertrudis Stein la que me causo el mayor impacto. Jane me
había dado algo suyo a leer (no se que era) y yo lo había encontrado totalmente sin
sentido; por esa razón estaba ligeramente alarmado ante la perspectiva de conocerla.
Pero me gusto de inmediato. parecía sin complicaciones, directa y enormemente
amistosa. Tenía también una cualidad de no 'decir tonterías' que me atraia como
niño; nos dijo que la visitaramos cada tercer jueves durante el proximo invierno y que
nuestra primera visita sería el día de Acción de Gracias. Aunque estaba preocupado
por la partida de Gurdjiéff, ya que sentía que el prieuré no podría ser el mismo sin su
presencia, el gusto inmediato que me dió conocer a Gertrudis y el conocimiento de
que la vería regularmente, era un consuelo considerable.

Gurdjiéff solo me hablo directamente de su proximo viaje, en una


ocasión. Me dijo que dejaría a la Sra. Madison en total cargo y que sería necesario
36

para mí (y para todos los demas) trabajar con ella. La Sra. Madison ya no me
preocupaba ni asustaba, me estaba acostumbrando a ella, por lo que le asegure que
haría lo mejor posible. Luego me dijo que era importante aprender a llevarse bién con
la gente. Importante solo en un sentido; aprender a vivir con todo tipo de personas y
en todo tipo de situaciones; vivir con ellos, en el sentido de no reaccionar a ellos
constantemente.
Antes de su partida, convoco una reunion con algunos estudiantes y la
Sra. Madison. Solo aquellos, americanos la mayoría, que se quedarían en el
Prieure en su ausencia (ademas de su familia y discípulos viejos que lo habían
seguido por muchos años y que, aparentemente, no estaban sujetos a la autoridad de
la Sra. Madison. Tenía la impresión de que los familiares cercanos de Gurdjiéff, su
hermano, su cuñada y sus sobrinos, no eran tanto 'seguidores' o 'estudiantes' como,
simplemente, la 'familia' que sostenía.
En esta reunion o asamblea, la Sra. Madison nos sirvio te a todos. Me
parece ahora que lo hizo por su iniciativa y, también, que estaba haciendo un intento
por 'empezar con el pié derecho', con aquellos estudiantes que estarían bajo su
cargo, el proximo invierno. Todos escuchabamos mientras ella y el Sr. Gurdjiéff
discutían varios aspectos del funcionamiento del Instituto, basicamente problemas
prácticos, asignación de trabajos y cosas asi; pero el recuerdo sobresaliente de esa
reunion, fué el acto de la Sra. Madison de servir el te. En lugar de sentarse en un sitio
para vaciarlo y pasarnoslo, vaciaba cada taza, de pié,y se la llevaba a cada quien.
Para su desgracia, tenía un hábito físico (era suficientemente delicado, en realidad,
como para parecer un cierto tipo de refinamiento), cada vez que se inclinaba
ventoseaba suavemente y tenía que hacerlo cada vez que daba la taza de te a una
persona. Inevitablemente se oiría un muy leve y corto estampido por el que,
inmediatamente diría 'Disculpeme' y se erguiría.
Todos estabamos divertidos y apenados por esto, pero nadie se diver-
tia más que Gurdjiéff. La observaba atentamente, con el leve inicio de una
sonrisa en su rostro. Resultaba imposible no verlo mientras que 'escuchabamos' a la
Sra. Madison. Empezo a hablar, como si ya no pudiera controlarse más. Dijo que la
Sra. Madison era una persona muy especial, con muchas cualidades que podrían no
ser aparentes de inmediato al observador casual (podía hablar un inglés muy verboso
y fluido cuando quería). Como un ejemplo de una de sus cualidades, citó el hecho de
que ella tenía una forma particularmente excepcional de servir el te. Que solo la Sra.
Madison servia el te con el acompañamiento de un agudo y breve estampido, como el
de una pistola de juguete. 'Pero tan delicado y refinado', dijo, 'que es necesario estar
alerta y altamente perceptivo para poder percibirlo'. Continuo para hacer la
observación de que deberíamos notar su extrema cortesia: el hecho de que, sin fallar,
se disculpaba despues de cada
estampido. Luego comparo esta 'gracia' suya con otras gracias sociales,
declarando que esta era no solo inusual sino, para él, aún con su amplia
experiencia, completamente nueva.
Es imposible dejar de admirar la compostura de la Sra. Madison durante ese
comentario prolongado y despiadado sobre su infortunado hábito. Aunque
evidentemente se 'pedorreaba', ninguno de nosotros pudimos usar esa
palabra tan gruesa, ni en pensamiento. Conforme Gurdjiéff hablaba de eso, el hábito
37

se hizo prácticamente 'simpatico' para nosotros, haciendonos sentir tiernos y llenos


de simpatia hacia la Sra. Madison. El 'resultado final' fué que, mientras alguien hacia
juegos de palabras sin misericordia, todos sentimos espontaneamente un afecto
genuino por la Sra. Madison, afecto que nadie había sentido antes por ella. Muchas
veces me he preguntado si Gurdjiéff estaba o no aprovechando una pequeña
debilidad en la 'armadura' aparentemente impenetrable de la Sra. Madison con el
propósito preciso de bajarla del nivel de un estricto 'director' a una concepción más
humana en las mentes de los que estabamos presentes. De ahí en adelante resultaba
claramente imposible tomar a la Sra. Madison demasiado en serio; pero era
igualmente imposible molestarse mucho con
ella; de ahí en adelante, parecía demasiado humana y demasiado falible.
Por mi parte, cada vez que he escuchado un delicado 'pedo' en mi vida, siempre ha
estado acompañado, en mi mente, de un recuerdo muy tierno de la Sra. Madison.
No voy a decir ahora que el ventorreo de la Sra. Madison me enseño a
llegar a amarla; pero, ciertamente, estuvo cerca de hacerlo. Hubo tiempo en que
podíamos trabajar juntos sin problemas o rivalidad y atribuyo todos esos periodos a
su hábito, o por lo menos al recuerdo. Me resultaba y me
resulta imposible despreciar totalmente, por ninguna razón, a una figura comica.
había un aspecto patetico en ese 'pedorreo' y, como el hábito es
relativamente universal, nos reíamos también de nosotros, inevitable-
mente, cuando haciamos bromas con ella, a sus espaldas. aún la frase, ya que
siempre estabamos haciendo cosas 'a sus espaldas', tenía connotaciones hilarantes
inmediatas. De hecho, nada podía ser más apropiado para ella. aún sus 'estampidos',
o la mención de ellos, era suficiente para ponernos a reir a carcajadas. Y como niños
haciamos, desde luego, elaboradas e inmisericordes bromas, acerca de la posibilidad
de que las paredes de su cuarto pudieran derrumbarse debido al constante
bombardeo.
Por su parte, la Sra. Madison siguio dirigiendo las actividades de la
escuela, activa, severa y dedicada y con agudos estampidos ocasionales,
como acentos, acompañados siempre por una blanda disculpa.
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Capítulo 12

Sin Gurdjiéff, el prieuré era un lugar diferente; pero su ausencia no


era la unica causa. El invierno en si, hacia que cambiara el ritmo y las
rutinas. Nos ajustamos a lo que, en comparación con la gran actividad del verano,
parecía un tipo de hibernación. No había trabajo, o había muy poco en los 'proyectos'
exteriores y la mayoría de nuestras tareas se reducian a cosas tales como ocupar
nuestro turno en la cocina (con más frecuencia porque había menos gente), turno en
la portería, cortar leña y llevarla a nuestros cuartos, limpieza de la casa y, en mi caso,
finalmente, recibir algunas clases, en el sentido usual de la palabra. Uno de los
estudianes que permaneció durante el invierno, era un americano que se había
graduado recientemente de preparatoria. Casi todas las noches, a veces por horas
seguidas, estudiaba el idioma inglés y matematicas, con el. Leía vorazmente, como si
me estuviera muriendo de hambre por ese tipo de aprendizaje y lei todas las obras
Shakespeare, asi como los libros de Oxford de Versos Ingleses y Baladas Inglesas. Por
mi cuenta lei a Dumas, Balzac y a otros muchos escritores franceses.
Sin embargo, las experiencias sobresalientes del invierno, se debie-
ron a Gertrudis Stein y, en menor grado a Alicia Toklas.
Nuestra primera visita a ver a Gertrudis, en Paris, fué memorable.
Aunque estabamos contentos en el prieuré, no había duda de que Tom y yo
extrañabamos cosas escencialmente americanas. Esa primera visita fué el día de
Acción de Gracias, una festividad que, desde luego, nada significaba para los
franceses o para los estudiantes del prieuré. Llegamos al departamento de Gertrudis
en la calle de Fleurus, como a las diez de la mañana. Sonamos el timbre, pero no
hubo respuesta. Al parecer Alicia había salido y Gertrudis, nos enteramos pronto,
estaba en el baño, en el segundo piso. Cuando timbre por segunda vez, la cabeza de
Gertrudis apareció arriba de mi y me lanzo un llavero desde la ventana. Debiamos
entrar y esperar en la sala, hasta que terminara de bañarse. Como esto ocurrió
siempre, cada vez que ibamos a Paris, era obvio que Gertrudis tomaba un baño
precisamente a esa hora, por lo menos cada tercer jueves.
Gran parte del día transcurrió en una larga platica, mucho muy
agradable, con Gertrudis. Despues me di cuenta de que en realidad era un
interrogatorio. Nos preguntaba acerca de toda nuestra vida, nuestra historia familiar,
nuestra relación con Jane y Gurdjiéff. Nosotros respondíamos con todo detalle y
Gertrudis, paciente y sin hacer comentarios no interrumpia, excepto para hacer otra
pregunta. Hablamos hasta muy tarde, cuando apareció Alicia para anunciar la cena
(para entonces ya había olvidado que era día de Acción de Gracias) y Gertrudis nos
puso a trabajar, arreglando la mesa.
Nunca he tenido otra cena de Acción de Gracias como esa, en mi vida.
Supongo que contribuyo el hecho de que era completamente inesperada, pero la
cantidad y la calidad de la comida la convirtió en un espectáculo. Me sentí muy
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conmovido cuando me entere de que la mayoría de los productos tradicionales


americanos (papas, pastel de calabaza, malvaviscos, arandanos), desconocidos en
Paris, habían sido ordenados de America especialmente para esta cena y para
nosotros.
En su forma usual, directa y positiva, Gertrudis dijo que los niños
americanos necesitaban tener un día de Gracias americano. También
expreso algunas dudas, muy positivas, acerca de la forma en que estabamos
viviendo. Dudaba de Jane y de Gurdjiéff como 'padres adoptivos' o 'guardianes' de
algun niño y dijo, firmemente, que cooperaría con nuestra educación, empezando con
nuestra siguiente visita. Dijo que vivir con 'místicos' y 'artistas' podría estar bién,
pero que era una tontería desde el punto de vista de una dieta estable por dos
pequeños niños americanos. Dijo que trazaría un plan para nuestras futuras visitas
que tuviera más sentido, por lo menos a su modo de ver. Dejamos Paris, tarde en la
noche, para regresar a Fontainbleue. aún puedo recordar el calor y la alegria que
sentí en la experiencia de ese día y, particularmente, mis fuertes sentimientos de
afecto por ambas, Gertrudis y Alicia.
El plan que Gertrudis nos explicó en la siguiente visita resulto
excitante. Me dijo que ya estaba trabajando suficiente en cuanto a estudios y lecturas
y que, aunque podríamos obtener algunas recompensas por conocer intelectuales y
artistas, sentía firmemente que teníamos una oportunidad que no deberíamos
desaprovechar: conocer intimamente la ciudad de Paris. Aclaro que pensaba que eso
era importante por varias razones. Entre ellas, que explorar y conocer una ciudad era
una actividad comprensible para niños de nuestra edad y algo que nos dejaría huella
para siempre; también, que eso se había desaprovechado en forma vergonzosa.
Sentía que ya tendríamos tiempo en el futuro, por lo menos cuando estuvieramos
más grandes, para involucrarnos en metas más nebulosas, como las artes.
Iniciamos una serie de expediciones que continuaron por todo el
invierno, excepto los pocos dias en los que el clima lo impidio. Nos apilabamos en el
Ford modelo T, Gertrudis al volante, Alicia y Tom apretados en el asiento delantero y
yo en la caja de herramienta que estaba sobre el estribo izquierdo del carro. Mi
trabajo en esas expediciones era tocar la corneta, cuando Gertrudis me lo indicaba.
Esto requería de toda mi atención porque ella manejaba su pequeño y viejo vehículo
con majestuosidad, acercándose a los cruces y esquinas sin reducir la velocidad y con
repetidos anuncios con la corneta (hechos por mi).
Recorrimos Paris poco a poco. Primero vinieron los monumentos:
Nuestra Señora, El Sagrado Corazón, los Invalidos, la Torre Eifeel, el Arco del Triunfo,
el museo de Louvre (solo por fuera, en opinión de Gertrudis ya habíamos visto
muchos cuadros), la Consergería y la Capilla Santa.
Cuando visitabamos un monumento o edificio que tenía que ser escalado
(o que se podía hacerlo), Gertrudis me daba, invariablemente una bufanda
de seda roja. Se me pedia subir (en el caso de la torre Eiffel se me dejo
hacerlo por el elevador) y al llegar a lo alto debía ondear la bufanda roja. No era
cuestion de desconfianza. Dijo que, sin lugar a dudas, los niños son perezosos. Podría
probar a conciencia que realmente había escalado el monumento, si veía ondear la
bufanda al estar arriba. Durante esas escaladas, ella y Alicia permanecían sentadas
en el Ford, en algun lugar visible, debajo de nosotros.
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De los edificios, pasamos a graduarnos en parques, explanadas,


bulevares, calles importantes y, en ocasiones especiales, en excursiones más largas a
Versalles y Chantilly; cualquier lugar que se ajustara a un viaje de un dia. El climax de
nuestros dias era siempre una comida fabulosa que preparaba Alicia. Generalmente
se las arreglaba para tener algo antes de nuestra llegada, pero a veces se dedicaba
tanto a su arte culinario que no podía acompañarnos. A su modo, Alicia nos estaba
dando una educación gastronomica.
He conservado de esas excursiones un sentimiento por y un sabor de
Paris que nunca hubiera experimentado de otra manera. Gertrudis nos daría una
conferencia acerca de cada lugar que visitabamos, destacando lo más
importante de su historia, reviviendo a las persons famosas que los mandaron
construir o que viveron ahí.Sus conferencias nunca resultaban largas o aburridas;
tenía un talento particular para recrear el sentimiento de un lugar, cuando hablaba
(podía hacer que los edificios cobraran vida). Me enseño a buscar datos historicos al
paso de mi vida y me urgio a explorar Fontainbleue en mis dias libres en el prieuré.
Me conto mucho de su historia antes de que regresara y, sensatamente, me dijo que
no tenía objeto que me llevara ahí,ya que estaba en nuestro patio trasero.
Nunca he olvidado ese invierno. Las largas tardes de lectura y
estudio en el calor de nuestras habitaciones, la vida mas o menos casual en la
cotidianidad en el prieuré, la espera continua por otro viaje a Paris a visitar a
Gertrudis y Alicia. La unica sombra, la nota discordante en ese invierno, era el
recordatorio ocasional, hecho por la Sra. Madison, de que, de alguna manera, yo
estaba eludiendo algunos de mis deberes. Me advirtió que otra vez estaba yo a la
cabeza de la lista del libro negro que ella mantenía implacablemente; pero yo me
despreocupaba de sus advertencias. Gracias a Gertrudis, principalmente, y gracias a
mis lecturas, yo vivía en el pasado, caminando con la historia, con reyes y reinas.
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Capítulo 13

Ademas del grupo de niños, los parientes del Sr. Gurdjiéff y algunos
adultos americanos, las unicas personas que no fueron a America con él eran las
personas de mas edad, la mayoría rusos, que parecían no encajar en la categoría de
estudiantes. Yo no sabía porque estaban ahí,solo podía pensar que eran 'parásitos' o
'seguidores de campamento'. Era difícil,si no imposible, imaginar que estuvieran
interesados en algun sentido por la filosofía de Gurdjiéff. Constituian, junto con la
familia de Gurdjiéff, el grupo que llamabamos, simplemente, 'los rusos'. parecían
representar a la Rusia que dejo de existir. Tengo entendido que la mayoría de ellos
escaparon de Rusia con Gurdjiéff (eran 'Blancos') y eran como un remanente aislado
de una civilización anterior. Trabajaban, sin propósito aparente, en cualquier tarea
que se les asignara, justificando asi su existencia y recibiéndo a cambio comida y
casa.
aún durante la actividad de los veranos, llevaban su propia existen-
cia privada. Leían periodicos rusos, discutían de politica de ese pais, se
reunian a tomar te en las tardes y noches, viviendo como personas desplazadas, en
el pasado, como si estuvieran inconcientes del presente y el futuro. El único contacto
que teníamos con ellos era en las comidas y en el baño turco y participaban, muy
ocasionalmente, en alguno de los proyectos de trabajo en grupo.
Entre estos 'refugiados' había un hombre notorio, llamado Rach-
milevitch, que tenía unos sesenta años de edad. Se distinguía entre 'los rusos' porque
tenía una curiosidad inagotable por todo lo que ocurría. Era un tipo terco y lúúgubre,
lleno de profecías de desastres, insatisfecho por todo. Se quejaba constantemente,
por la comida, las condiciones en que vivíamos; nunca estaba el agua
suficientemente caliente, no había suficiente combustible, el clima era demasiado frio
o demasiado caliente, las personas no eran amistosas, el mundo estaba llegando a su
fin; de hecho, todo, cualquier evento o condición, era algo que en cualquier momento
se convertiría en una calamidad o un desastre inminente.
Los niños, llenos de energía, al no tener mucho que hacer durante los
largos dias invernales, eligieron a Rachmilevitch como blanco de su vitalidad
sobrante. Todos nos burlabamos de él, imitabamos sus modales y haciamos lo mejor
que podíamos por hacer de su vida un largo, continuo y vivo infierno. Cuando entraba
al comedor, empezabamos a quejarnos por la comida; cuando trataba de leer su
periodico ruso, inventabamos una crisis politica imaginaria. Reteníamos su correspon-
dencia cuando estabamos a cargo de la portería, escondiamos sus periodicos,
robabamos sus cigarros. Sus interminables quejas irritaban también a los otros 'rusos'
y, subversivamente, no solo no hacian algo para contenernos, sino que, sutilmente y
sin mencionar directamente su nombre, nos aprobaban y hasta nos urgian a actuar.
No satisfechos con acosarlo durante el dia, nos dió por permanecer
levantados de noche, por lo menos hasta que apagaba la luz de su cuarto;
nos reuniamos entonces en el corredor y nos poníamos a platicar acerca de
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el, en voz alta y fingida, esperando que no identificara a alguno de nosotros.


Desafortunada y comprensiblemente, no podía ignorar nuestras activi-
dades; nunca le dimos un momento de reposo. Apararecería, a la hora de las
comidas, furioso por nuestras excursiones nocturnas en los pasillos y se quejaría en
alta voz de todos nosotros, llamandonos demonios, amenazando con castigarnos,
jurando que se pondría a mano con nosotros.
Viendo que ningún otro adulto, ni siquiera la Sra. Madison, simpati-
zaba con el, nos sentíamos más seguros y nos deleitabamos con sus reacciónes.
Tomabamos 'prestados' sus lentes, para que no pudiera leer; cuando colgaba ropa a
secar se la escondiamos, esperando con gran anticipación y deleite a que apareciera
y reaccionara con violencia, rabia y frustración y le haciamos coro, quejandonos junto
con él cuando nos reclamaba.
La tortura de Rachmilevitch llegó a su climax y a su final, cuando
decidimos robar su dentadura postiza. Con frecuencia lo imitabamos cuando estaba
comiendo (tenía una forma de sorber los dientes que producia un chasquido en su
boca) y nosotros imitabamos ese hábito, para diversión de la mayoría de los
presentes. Había algo tan apasionadamente malvado en nuestra conducta, que era
difícil para otros no participar en nuestro espiritu permanentemente exhaltado, alegre
y malicioso. Siempre que el pobre de Rachmilevitch estaba presente en algun grupo,
su sola presencia haría, invariablemente, que todos los niños empezaran a reirse en
forma irresistible y contagiosa. Su sola apariencia era suficiente para que
empezaramos a reírnos incontrolablemente.
Ya no recuerdo si fuí voluntario o se me escogio para la misión de
robo de la dentadura. Lo que si recuerdo es que fué un proyecto de grupo bién
planeado, pero yo debía hacer el robo. Para hacer esto me escondi en un pasillo, en la
noche, cerca de su puerta. Un grupo de cinco o seis de los otros niños se puso a hacer
mucho ruido enfrente de su cuarto: aullaban, soplaban a través de peines envueltos
en papel sanitario, fingian que eran fantasmas, repitiendo su nombre entre lamentos,
prediciendo su muerte inmediata, etc. Seguimos haciendo eso interminablemente y,
como habíamos previsto, no pudo contenerse y salio disparado de su habitación, en
la oscuridad, en su piyama, gritando con furia, correteando al grupo por el corredor.
Ese era mi momento: Corri a su habitación saque los dientes del vaso en que los
dejaba, sobre la mesita de noche y sali corriendo con ellos.
No habíamos planeado que hacer con ellos; no hubieramos llegado tan
lejos como para pensar conservarlos para siempre y, despues de una larga
discusión, decidimos colgarlos de la instalación de gas que estaba sobre la mesa del
comedor.
A la mañana siguiente estabamos todos presentes, naturalmente,
esperando ansiosamente su llegada y retozando por anticipado. No podría haber sido
un blanco mejor para nuestras maquinaciones: como esperabamos, entro al comedor
con la cara hundida por la ausencia de los dientes, la encarnación viviente de la ira y
la frustración. Se lanzo contra nosotros, física y verbalmente, hasta que se hizo un
alboroto en el comedor, mientras nos correteaba alrededor de la mesa, demandando
con agudos gritos le regresaramos su dentadura. Todos nosotros, como si no
pudieramos soportar la combinación de suspenso y deleite, empezamos a lanzar
miradas hacia arriba de la mesa, hasta que Rachmilevitch se calmo lo suficiente como
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para voltear hacia arriba y ver su dentadura colgando de la instalación de gas.


Acompañado por nuestras explosiones triunfantes de risa, se paro sobre la mesa,
tomo su dentadura y se la puso. Cuando se sento otra vez, nos dimos cuenta que, por
esta vez, habíamos ido demasiado lejos.
Se las arreglo para desayunar conservando una dignidad fria y silen-
ciosa y, aunque continuamos haciendo bromas, parecía que nuestros motores se iban
desacelerando, nuestro corazón ya no estaba participando en ello. Nos vió con
frialdad, con un sentimiento más alla del odio; su mirada era como la de un animal
herido. No dejo las cosas hasta ahí.Llevo el asunto hasta la Sra. Madison, quien
estuvo interrogandonos incesamente, hasta que finalmente admiti haber hecho el
robo y , aunque todos recibimos marcas negras en su librito negro, me informo que
ahora encabezaba la lista con un margen enorme. Me retuvo en su cuarto despues de
despedir a los demas niños, para enumerar la lista de cosas que había marcado en
contra mia. No mantenía el establo suficientemente limpio, no barría regularmente el
patio, no mantenía las habitaciones de Gurdjiéff bién sacudidas, el gallinero era un
desorden total; era descuidado con mi cuarto, mi ropa y mi apariencia. Ademas de
esto, estaba segura de que yo era el lider en todas las ofensas que se habían
cometido contra el pobre anciano, el Sr. Rachmilevitch.
Como ya había empezado la primavera y era inminente el regreso de
America del Sr. Gurdjiéff, esta vez si preste atención a sus palabras. Limpie bién el
gallinero e hice algunas mejoras en la mayoría de mis tareas, pero seguía viviendo en
una especie de mundo de ensueño y posponía todas las cosas que podía. Cuando nos
enteramos de que Gurdjiéff llegaría en un día particular (se nos dijo en la mañana del
día en que llegó), inspeccione el estado de mis diversas areas de responsabilidad y
quede horrorizado. Me di cuenta de que me resultaría imposible ordenar todo, antes
de su llegada. Me concentre en limpiar cuidadosamente sus cuartos y barri el patio;
eran mis proyectos más 'visibles'. Cuando supe que había llegado, en lugar de
suspender el trabajo seguí barriendo el patio, lleno de culpabilidad, sin acercarme a
saludarlo como hicieron todos. Para mi horror, me mando llamar. fuí a unirme al
grupo, con rostro avergonzado,
esperando alguna retribución inmediata a mis pecados, pero él solo me
abrazo calidamente, dijo que me había extrañado y pidió que ayudara a llevar el
equipaje a su habitación y le llevara cafe. Era una tregua temporal, pero a mi me
aterraba lo que estaba por venir.
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Capítulo 14

La tarde del sábado despues del regreso de Gurdjiéff, que había sido
entre semana, se hizo la primera 'asamblea' general en la casa estudio del
Prieure. La casa estudio era un edificio independiente que había sido, originalmente,
un hangar. En un extremo había una plataforma elevada, cubierta con linoleo.
Directamente enfrente de la plataforma había una pequeña fuente hexagonal,
equipada con luces que coloreaban el agua. Esa fuente se usaba solo cuando tocaban
musica en el piano que estaba ubicado en la parte izquierda de la plataforma o
escenario.
La parte principal del edificio estaba cubierta por alfombras orien-
tales de diferentes tamaños, rodeadas por una pequeña valla que formaba un gran
espacio rectangular. Había cojines forrados de piel, cubriendo la parte interna de la
valla y es ahí donde se sentaban los estudiantes, generalmente. Detrás de la valla, a
un nivel más alto, había bancas fijas, cubiertas también con alfombras orientales, que
usaban los espectadores. Cerca de la entrada del edificio había un pequeño cubículo,
elevado unos cuantos centimetros del suelo, que es donde se sentaba Gurdjiéff
habitualmente y encima de este había un palco que casi no se usaba; era solo para
visitantes 'importantes'. En las vigas transversales del techo se clavaron materiales
pintados que colgaban formando ondas y creaban el efecto de nubes. Era un interior
impresionante, en el que se sentía como si se estuviera en una iglesia. Uno tenía la
impresión, aunque estuviera vacio, de que era incorrecto hablar en voz alta ahi.
Ese sábado en la tarde, en particular, Gurdjiéff se sento en su
acostumbrado cubículo. La Sra. Madison se sento en el piso, cerca de él, con el librito
negro en su regazo y la mayoría de los estudiantes se sentaron en la parte interna de
la valla, en los cojines de piel. Los recien llegados y los 'espectadores' o invitados
estaban en las bancas altas, detrás de la valla. El Sr. Gurdjiéff anuncio que la Sra.
Madison repasaría todas las 'ofensas' de los estudiantes y que se aplicarían los
castigos apropiados a cada ofensor. Todos los niños (y yo en especial) esperabamos
sin aliento mientras que la Sra. Madison leía su libro,
ordenado por número de faltas cometidas, como se me había dicho. Yo
encabezaba la lista y la lectura de mis crimenes y ofensas fué muy larga.
Gurdjiéff escucho impasible, viendo ocasionalmente a uno u otro de
los culpables, sonriendo a veces al describirse alguna travésura en parti-
cular e interrumpiendo a la Sra. Madison solo para verificar, personalmente, el
número de marcas negras de alguien. Cuando terminó la lectura, se hizo un silencio
solemne y sin aliento en el recinto. Con un hondo suspiro Gurdjiéff dijo que todos
habíamos creado una gran carga para él. Dijo que ahora daría nuestros castigos, de
acuerdo con el número de ofensas cometidas. Naturalmente yo fuí el primero al que
llamo. Me hizo seña de que me sentara en el piso frente a él y pidió a la Sra. Madison
que leyera otra vez mis ofensas, a detalle. Al terminar, me dijo que si aceptaba todas.
Me sentí tentado a refutar algunas, por lo menos en parte, y a argumentar
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circunstancias atenuantes, pero la solemnidad del procedimiento y el silencio general


me lo impidieron. Cada palabra que se había emitido antes caia en la audiencia con la
claridad de una campana. No
tenía valor para verbalizar la debil defensa que pudiera venirme a la
mente, por lo que admiti que la lista era exacta.
Con otro suspiro y sacudiendo su cabeza hacia mi, como si estuviera
muy molesto, saco de su bolsillo un enorme rollo de billetes. Enumero una
vez más el número de crimenes que había cometido y luego, laboriosamente, separo
un número igual de billetes. No recuerdo exactamente cuanto me dio, creo que diez
francos por cada ofensa, pero cuando terminó de contar me dió un rollo muy grande
de billetes. Durante ese proceso, el recinto entero prácticamente gritaba de silencio.
No había un murmullo en todo el grupo y yo no me atrevi a voltear en dirección a la
Sra. Madison.
Una vez que me dió mi dinero, me despidió y llamo al siguiente
ofensor, repitiendo el mismo procedimiento. Como eramos muchos y todos habíamos
hecho algo, violado alguna regla durante su ausencia, el proceso duro mucho tiempo.
Al terminar con toda la lista, giro hacia la Sra. Madison y le dió una pequeña suma, tal
vez unos diez francos o el equivalente al pago de un 'crimen', diciendo que era para
ella por 'el concienzudo desempeño de sus obligaciones como director del prieuré'.
Estabamos pasmados; se nos había tomado totalmente por sorpresa. Pero
lo más importante que sentíamos todos, era una compasión tremenda por la Sra.
Madison. A mi me parecía que había sido un acto innecesariamente cruel y
despiadado, en su contra. Nunca he sabido que sentimientos tuvo la Sra. Madison;
excepto por el hecho de que se sonrojo furiosamente cuando se me dió el dinero, no
mostro ninguna otra reacción en absoluto y hasta le dió las gracias cuando él le dió
dinero.
El dinero que había recibido me tenía asombrado. Era más dinero del
que hubiera tenido junto en mi vida. Pero también sentía repulsión por el,
no me decidía a hacer algo con el. No fué sino hasta unos dias despues,
cuando se me pidió llevar café a la habitación de Gurdjiéff, cuando el tema
salio de nuevo. No había tenido contacto personal en privado con él (en el
sentido, por ejemplo de platicar) desde su regreso. Esa noche estaba solo; una vez
que le servi el cafe, me preguntó como la estaba pasando; como me sentía. Dije sin
pensar todo lo que sentía acerca de la Sra. Madison y acerca del dinero que me sentía
incapaz de gastar.
Se rió de mi y me dijo alegremente que no había razón para que no
gastara ese dinero en lo que quisiera. Era mi dinero y mi recompensa por la actividad
del invierno pasado. Dije que no podía comprender porque se me premiaba si había
hecho mal mi trabajo y solo había creado problemas.
Gurdjiéff se rió otra vez y me dijo que yo tenía mucho que aprender.
'Lo que no comprendes', dijo, 'es que no cualquiera puede crear
problemas como tu. Eso es importante en la vida; es un ingrediente, como la levadura
que sirve para hacer pan. Si no hay problemas o conflictos, la vida muere. La gente
vive en su status-quo, vive solo por hábito, automaticamente y sin conciencia. Tu eres
bueno para la Sra. Madison. Tu la irritas todo el tiempo, más que nadie, por eso
obtienes una recompensa mayor. Sin ti, hay posibilidad de que la conciencia de la
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Sra. Madison se quede dormida. Este dinero debería proceder, en realidad, de la Sra.
Madison, no de mi. Tu mantienes viva a la Sra. Madison.'
Comprendí el serio y real sentido de lo que me quería decir, pero le
dije que sentía compasión por la Sra. Madison, que debía haber sido una terrible
experiencia cuando vió como recibíamos el premio.
Inclino la cabeza hacia mi, riendo aun. 'Tu no viste o comprendiste
la cosa importante que le ocurrió a la Sra. Madison cuando di el dinero. ? como te
sentiste entonces ? Sentiste piedad por ella, ? no ? Todos los demas sintieron piedad
también'
Estuve de acuerdo en que eso había pasado.
'La gente no entiende lo que es aprender', continuo. 'Creen que es
necesario hablar todo el tiempo, que hay que aprender con la mente, con palabras.
No es asi. Muchas cosas solo se aprenden con los sentimientos, o aún con las
sensaciones. Pero, como la gente habla todo el tiempo, usa solo el aparato
formatorio, la gente no comprende esto. Lo que no viste la otra noche en la casa
estudio es que la Sra. Madison tuvo una experiencia nueva para ella. Es una pobre
mujer, a nadie le gusta, piensan que es chistosa, se rien de ella. Pero la otra noche la
gente no se rió de ella. Es cierto, la Sra. Madison se sintió incomoda y se apeno
cuando le di dinero, tal vez sintió verguenza. Pero cuando muchas personas sienten
por ella simpatia, piedad, compasión y hasta amor, ella comprende eso, aunque no lo
haga con la mente luego luego. Siente, por primera vez en la vida la simpatia de
muchas personas. Incluso ella no sabe que sintió eso, pero su vida cambio; te usare
como ejemplo, el verano pasado odiabas a la Sra. Madison. Ahora no la odias, no
piensas que es chistosa, sientes compasión. Hasta te cae bién. Esto es bueno para
ella aunque no lo sepa de inmediato; tu se lo mostrarás. No puedes esconder lo que
sientes por ella aún si quieres hacerlo. Asi que ahora tiene un amigo que solia ser
enemigo. Eso
es algo bueno que hice para la Sra. Madison. No me preocupa si lo comprende ahora,
algun día lo hara y sentira calor en su corazón. Es una rara experiencia, ese
sentimiento calido, para una personalidad como la Sra. Madison que no tiene
encantos, que no es amistosa por naturaleza. Algun dia, tal vez pronto, tendra
buenos sentimientos porque mucha gente sintió piedad, compasión, por ella. Algun
día incluso comprendera lo que hice y hasta le caere bién por eso. Pero ese tipo de
aprendizaje lleva mucho tiempo.'
Lo comprendí completamente y me sentí muy conmovido por sus palabras.
Pero no había terminado. 'También hay algo bueno para tí en esto', dijo, Tu eres
joven, aún solo un niño, a ti no te importan las personas, solo tu mismo. Yo hago esto
a la Sra. Madison y piensas que yo hago algo malo. Sientes compasión, no olvidas,
piensas que hice algo malo. Pero ahora comprendes que no es asi. También es bueno
para tí porque sientes algo por otra persona; te identificaste con la Sra. Madison, te
pusiste en su lugar, también te arrepentiste de lo que hiciste. Es necesario ponerse
en el lugar de otra persona si quieres comprenderla y ayudarla. Eso es bueno para tu
conciencia, de esa manera tienes la posibilidad de aprender a no odiar a la Sra.
Madison. Todas las personas son iguales, humanos estupidos y
ciegos. Si hago algo malo, esto te hace aprender a amar a otros, no solo
a ti mismo.
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Capítulo 15

El viaje de Gurdjiéff a los Estados Unidos se había hecho por varias


razones, segun decía; una de las más importantes era obtener dinero para poder
sostener la actividad del Instituto. Gurdjiéff no era dueño del prieuré sino que tenía
un contrato de renta por varios años y, como solo algunos estudiantes eran
'visitantes de paga', se necesitaba dinero para hacer el pago de la renta, para
comprar la comida que no podíamos producir en el terreno, asi como para el pago de
luz, gas y carbon. Los gastos del Sr. Gurdjiéff eran grandes en ese periodo: sostenía
un departamento en Paris y había tenido que pagar el viaje de todos los estudiantes
que lo acompañaron a America, un número suficiente como para poder hacer
demostraciones de movimientos.
A su regreso, nos relataba historias acerca de sus aventuras en
America, acerca del hábito americano de recibir con los brazos abiertos cualquier
'teoría', 'movimiento' o 'filosofía' nueva, solo por diversión y sobre su credulidad en
general. Nos conto como les había resultado casi imposible no darle su dinero; el
hecho mismo de hacerlo los hacia sentir importantes; Gurdjiéff llamaba a esto su
'extorsión' o 'el esquilado de las ovejas'. Decía que la mayoría de ellos tenían tan
llenos los bolsillos de 'materia' verde, que sentían comezon en los dedos y no podían
esperar para gastarlo. De cualquier manera, a pesar de sus historias y de las bromas
que hacia, realmente apreciaba a los americanos y, cuando no estaba bromeando,
haría notar que de toda la gente del mundo occidental, se distinguían por ciertas
características: su energía, ingenio y una verdadera generosidad. También, aunque
muy crédulos, eran personas de buen corazón y estaban ansiosos por aprender.
Cualquiera que fueran sus atributos o fallas, en su estancia en America Gurdjiéff se
las arreglo para colectar una suma muy grande de dinero. Dudo que alguien supiera
la cantidad exacta, pero se creía que, en general, eran mas de $100,000.00 dolares.
El primer gasto evidente que hizo al regresar a Francia fué la
recepción repentina e inesperada de veintenas de bicicletas en el prieuré. Llegaron
en un camion de mudanza y Gurdjiéff las distribuyo personalmente entre todos los
que estabamos ahí,con pocas excepciones: él mismo, su esposa y uno o dos de los
niños más pequeños. Todos estabamos asombrados y muchos de los americanos
estaban horrorizados por este aparente desperdicio de dinero; algunos de ellos
habían ayudado a conseguirlo para ayudar a su 'causa'. Cualquiera que hayan sido
sus razones para adquirir las bicicletas, el resultado fué pasmosamente colorido.
El número de personas que sabian andar en bicicleta era increible-
mente reducido, considerando que eramos muchos los que vivíamos entonces en el
prieuré. Pero no se habían comprado solo como inversión; había que
usarlas. La propiedad entera se convirtió en una especie de campo de entrenamiento.
Por dias y para algunos de nosotros por semanas, el ambiente de la propiedad estaba
lleno con el sonido de timbres, ruidos de caídas, exclamaciones de risa o de dolor.
Viajabamos en grandes grupos, titubeando y cayendonos, cuando ibamos a nuestro
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trabajo asignado en proyectos, en el jardín o el bosque. Quienes tenían una razón o


excusa validad para andar a pié,pronto aprendieron a tener cuidado en lo que antes
habían sido andadores; en cualquier momento podía aparecer una bicicleta lanzada
en su dirección, el ciclista congelado de horror y totalmente fuera de control al irse a
estrellar contra el infortunado peaton o contra otro ciclista igualmente impotente.
Supongo que la mayoría aprendimos a andar en bicicleta suficien-
temente rapido, aunque me parece recordar que tenía rodillas y codos llenos de
raspones, durante casi todo el verano. Independientemente de cuanto tiempo haya
llevado en realidad, pareció pasar mucho antes de que se pudiera manejar o caminar
en forma segura, en los terrenos del prieuré, sin peligro real de ser arrollado por un
aprendiz de ciclista.
Otro proyecto que se inicio ese verano, resulto igualmente colorido,
aunque no implicó grandes sumas de dinero. Todo mundo, con excepción de los
encargados de cocina o portería, fué puesto a trabajar en el rearreglo de los prados,
los mismos que estuve podando arduamente en mi primer verano. Nadie escapo de
esa tarea, ni los asi llamados visitantes 'distinguidos': personas que venían en visitas
cortas, presumiblemente a discutir con Gurdjiéff acerca de sus teorías y que no
habían participado, hasta entonces, en proyectos de trabajo. Se usaron todas las
herramientas disponibles y los prados quedaron cubiertos por personas que cavaban
el pasto, emparejaban la tierra, sembraban nuevo y lo apisonaban usando pesados
rodillos de hierro. Las personas trabajaban tan juntas, que a
veces parecía que no cabrian todos. Durante esta actividad, Gurdjiéff
andaba de un lado a otro entre los trabajadores, criticandolos individualmente,
acicateandolos, contribuyendo asi a que hubiera una actividad furiosa y sin sentido
en el procedimiento. Como declaro uno de los estudiantes americanos recien llegado,
al vigilar esa actividad, como hormiguero, parecía como que todos, especialmente
Gurdjiéff, habían perdido el sentido, al menos por un tiempo.
A intervalos y a veces por varias horas seguidas, Gurdjiéff dejaría
de supervisarnos y se sentaría a escribir en su mesita, desde la que podía
observarnos a todos. Eso solo hacia más cómico al proyecto.
Fué al segundo o tercer día cuando se elevo una voz de protesta
contra el proyecto. Era Rachmilevitch. Con rabia violenta, avento la herramienta que
estaba usando, marcho directamente en dirección a Gurdjiéff y le dijo que lo que
estaba haciendo era una locura. Había tanta gente trabajando en los prados, segun
el, que las nuevas semillas de pasto podrían mejor ser tiradas a la basura y no
aplastadas con nuestros pies. Las personas cavaban y rastrillaban sin sentido,
buscando solo un pedazo donde hacerlo, sin poner atención a lo que estaban
haciendo.
En lo que parecía un estado de furia igual, Gurdjiéff protesto contra
esa critica no solicitada, él sabía mejor que nadie en el mundo como 're-
construir' un jardín, era un experto, no se le debía criticar, etcetera, etcetera, ad
infinitum. Despues de varios minutos de escuchar la rabiosa argumentación,
Rachmilevitch giro sobre sus talones y se alejo con grandes zancadas. Nos había
impresionado que confrontara al 'maestro' de esa manera y todos dejamos de
trabajar y lo observamos hasta que desapareció en el bosque, al final del último
prado.
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No fué sino hasta una hora despues, cuando estabamos a punto de hacer
una pausa para el te de la tarde, cuando el Sr. Gurdjiéff me llamo. Me
explicó por un rato que era esencial encontrar y traer al Sr. Ratchmilevitch. Dijo que
para que pudiera salvar las apariencias, era necesario mandar por el, que él jamas
regresaría por su cuenta y me instruyo para que enganchara el caballo y fuera a
buscarlo. Cuando proteste que no tenía ni idea de donde empezar a buscarlo, me dijo
que estaba seguro de que, si seguía mis propios instintos lo localizaría sin dificultad y
que, a lo mejor, el caballo ayudaría. En un intento por ponerme en el lugar de
Rachmilevitch, una vez que enganche el carro al caballo, me encamine hacia los
bosques que estaban más alla de los jardines formales. Me parecía que solo podía
haber ido a las hortalizas lejanas, una caminata de por lo menos una milla y me diriji
a la más remota, ubicada al final mismo de la propiedad. En el camino iba pensando
que haría si y cuando lo encontrara; particularmente porque yo había sido el principal
culpable en la conspiración que hicimos en su contra, en el invierno. Nada se me dijo
por ello, por lo menos no Gurdjiéff, y sentía que me había seleccionado porque yo
estaba a cargo del caballo, pero que había escogido al candidato menos
adecuado para su recado.
No me sorprendi mucho cuando comprobe que mi corazonada era correcta.
Estaba en la hortaliza, como yo lo esperaba. Pero, como para dar una calidad
ensoñadora al asunto, no estaba en lo que yo llamaría un lugar normal o usual.
Estaba, de todos los lugares posibles, sentado sobre un manzano. Ocultando mi
asombro, de verdad creí que estaba loco, guie al caballo para colocar el carro di-
rectamente debajo del árbol y le dije el recado. Me vió con mirada distante y se nego
a regresar. No se me ocurría ningún argumento o una razón de peso, para persuadirlo
de que regresara, asi que le dije que me quedaría ahí mientras él lo hiciera; que no
podía regresar sin el. Despues de un largo silencio durante el que, ocasionalmente, se
me quedaba mirando, bajo quietamente al carro y se sento a mi lado sin decir pa-
labra. Yo me diirigí a la casa principal. Nos habían guardado te y nos sentamos de
frente en una mesa a tomarlo mientras Gurdjiéff nos observaba desde una mesa
lejana. Todos los demas habían
regresado al trabajo.
Cuando terminamos, Gurdjiéff me dijo que desenganchara el carro, me
agradeció el haber encontrado a Rachmilevitch y me dijo que me vería mas tarde.
Gurdjiéff vino al establo antes de que terminara con el caballo y me
pidió le dijera en donde había encontrado a Rachmilevitch. Cuando le dije que lo
encontre sentado en un árbol en la 'hortaliza remota', se me quedo
viendo con incredulidad, me hizo le repitiera mis palabras y preguntó si estaba
absolutamente seguro. Yo le asegure que estaba en un árbol y que me
había tenido que esperar un largo rato, bajo el árbol, hasta que consintió en bajar
conmigo. Me preguntó que argumentos use y le confese que no se me había ocurrido
nada, excepto que él tenía que regresar y que lo esperaría hasta que lo hiciera.
Gurdjiéff parecía estarse divirtiendo mucho con la historia y me agradeció
profusamente que se la hubiera contado.
Pobre Sr. Rachmilevitch. Esa noche, cuando todos estabamos reunidos
en el salon, seguía siendo aún un objeto de interés para todos nosotros. Era la
primera vez que veíamos a un individuo desafiando a Gurdjiéff en presencia de todos.
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Pero el incidente no había terminado. Despues de que el Sr. Hartmann toco el piano,
como se acostumbraba, el Sr. Gurdjiéff nos dijo que tenía una historia muy divertida
que platicarnos y procedio a reconstruir detalladamente y con una gran cantidad de
embellecimientos inventados por el, la historia del desafio de Rachmilevitch, su
desaparición y mi 'captura'. No solo se había embellecido mucho la historia, sino que
ademas actuaba todos los papeles; el suyo, el de Rachmilevitch, el de los interesados
espectadores, el mio y hasta el del caballo. Tan divertido resulto para nosotros, que
Rachmilevitch no pudo soportarlo más. Por segunda vez en ese dia, se alejo con gran-
des zancadas, despues de furioso arrebato de colera, jurando que dejaría el prieuré
para siempre; finalmente había tenido suficiente.
No creo que alguien lo haya tomado en serio en ese momento, pero,
para nuestra sorpresa y consternación, realmente partio al, día siguiente,
hacia Paris. Había sido tanto una parte del lugar, tan conspicuo por sus
interminables quejas, que era como el final de una era; como si se hubiera
desvanecido una propiedad esencial de la escuela.
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Capítulo 16

Jane Heap había regresado a Francia al mismo tiempo que Gurdjiéff y,


desde luego, había venido al prieuré a vernos. Con su regreso y para mi pesar,
terminaron nuestras visitas a Paris, a ver a Gertrudis Stein y a Alicia Toklas. Me sentí
muy sorprendido una tarde en que me dijeron que fuera a la portería, porque tenía un
visitante. Me dió mucho gusto saber que era Gertrudis y me alegre mucho al verla,
pero mi alegria se disipo casi de inmediato. Hicimos un breve paseo en la propiedad,
me regalo una caja de dulces que me dijo era un regalo de 'despedida' para nosotros
dos, de parte de Alicia y ella. No me dió oportunidad de protestarle y dijo que había
hecho el viaje a Fontainbleau especialmente a vernos (no recuerdo si realmente vió a
Tom o no), ya que no quería separarse de nosotros mediante una simple carta.
Cuando le pregunte que quería decir, me dijo que debido a algunos
problemas que tenía con Jane y, también, porque seguía pensando que no se nos
estaba educando bién, había decidido que no podía seguir viendonos. Su relación con
nosotros solo podía perjudicarnos debido a su desacuerdo con Jane y, deduje, con el
Sr. Gurdjiéff. Nada podía yo decir a eso. Gertrudis dejo corta mi protesta; dijo que
sentía mucho tener que hacer eso, pero que no había otra salida.
Para mi fué un golpe y me entristeci por este repentino e inesperado
final de lo que había sido una relación muy alegre, excitante y recompensadora y, tal
vez equivocadamente, culpe a Jane por ello. No puedo recordar si mencione algo a
Jane o si ella me explicó algo, pero puedo recordar que sentía que ella era la culpable,
no Gurdjiéff. Cualquiera que haya sido la causa, mi relación con Jane se fué
deteriorando de ahí en adelante y, aunque seguía siendo mi guardian legal, rara vez
la veía. Recordando ahora mi conducta en esa epoca, me parece que era incivilizado
en alto grado; no se Jane. Por su parte, Jane hacia sus visitas periodicas al prieuré en
los fines de semana; pero aunque si la veía (es decir, la miraba a distancia), rara vez
nos hablamos en un periodo de unos dos años. Desde luego veía a Tom y a Gurdjiéff y
yo sabia, por el chismorreo general y por Tom, que se discutia con frecuencia el
'problema de Fritz' y que se había incluido a Gurdjiéff en esas discusiones; sin
embargo, en todo ese tiempo, estando en contacto estrecho con Gurdjiéff debido a
mis tareas de limpieza, él nunca mencionó a Jane y su conducta hacia mi nunca
cambio. No solo no cambio, sino que, debido a la ruptura con Jane, mis sentimientos
de respeto
y de amor por él solo se intensificaron.
Cuando Gurdjiéff regreso de su primer viaje a Paris, despues del
'asunto Rachmilevitch', este regreso con el, para nuestra sorpresa. En el corto periodo
que había pasado fuera del prieuré parecía haber cambiado mucho. Ahora se veía
resignado en lugar de peleonero y belicoso y, al paso del tiempo, hasta empece a
sentir afecto por el. Sentía mucha curiosidad por su regreso y, si bién no tenía el valor
de trae el tema cuando estaba con Gurdjiéff, un día lo hizo el. Simplemente me pre-
guntó, inesperadamente, si no me sorprendía ver a Rachmilevitch de regreso al
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prieuré y respondí que estaba muy sorprendido y admiti que sentía curiosidad por
saber como había sucedido eso; su resolución de irse para siempre había sido muy
definitiva.
Entonces Gurdjiéff me conto la historia de Rachmilevitch. De acuerdo
con esta, Rachmilevitch había sido un refugiado ruso que se había es-
tablecido en paris despues de la revolución y se había convertido en un prospero
comerciante negociando con mercancias como te, caviar y otros productos diversos
para los que había gran demanda, especialmente entre personas rusas.
Aparentemente Gurdjiéff lo había conocido por mucho tiempo, puede que haya sido
uno de los que salieron de Rusia con él algunos años antes, y había decidido que su
personalidad era un elemento esencial en la escuela.
'? Tu recuerdas', dijo, 'como dije que tu puedes crear problemas ?
Esto es cierto, pero eres solo un niño. Rachmilievitch es un hombre maduro y
malvado, como tu, pero tiene tal personalidad que crea fricciones constantes sin
importar que este haciendo o viviendo. No provoca problemas serios, pero provoca
fricción en la vida superficial, todo el tiempo. No puede evitarlo; ahora es demasiado
viejo para cambiar.'
'Cuando te digo que aunque Rachmilevitch es rico yo le pago porque
permanezca aqui tu te sorprendes, pero asi es. Es viejo amigo y es muy importante
para mis propósitos. No puedo pagarle lo que obtiene ahora en su negocio de te en
Paris; asi que cuando lo vi me humille, tuve que rogarle que hiciera un sacrificio por
mi. Acepto hacerlo y ahora estoy obligado de por vida con el. Sin Rachmilevitch el
prieuré no es el mismo. No conozco otra persona como el, una persona que por solo
existir, sin hacer esfuerzos concientes, produce fricción en todos los que que lo
rodean'.
Para ese tiempo había adquirido el hábito de asumir siempre, que en
todo lo que hacia Gurdjiéff había 'algo más que lo que ven los ojos'; también estaba
familiarizado con la teoría de que la fricción produce conflictos que agitan a las
personas y, por asi decirlo, los sacan de su conducta habitual rutinaria; pero, no pude
sino preguntarme que recompensa obtendría Rachmilevitch, aparte del dinero.
Gurdjiéff solo respodió a esto diciendo que era un privilegio para Rachmilevitch el
estar en el prieuré. 'En ninguna otra parte puede su personalidad hacer un trabajo
tan util'. Esa respuesta no me impresiono particularmente, pero si tuve una imagen
en la mente de como crecía la importancia de Rachmilevitch. parecía, pensando lo
mejor, que tenía un destino curioso; asumi que debía vivir en un estado constante de
catastrofe, haciendo estragos incesantemente.
No había duda de que su presencia no solo creaba problemas, sino que
parecía atraerlos. Poco despues de su regreso, fuimos otra vez el punto focal en otro
'incidente'.
Era mi día de trabajo en la cocina. Me levante a las cuatro y media
de la mañana, lo que era costumbre para un 'ayudante de cocina'. Debido a mi edad
y porque soy flojo por naturaleza, la unica forma de estar seguro de levantarme a
buena hora para mi trabajo en la cocina, era tomarme todos los vasos de agua que
pudiera, antes de irme a dormir cerca de las once de la noche anterior. No se usaban
relojes despertadores en el prieuré y esa receta para levantarse temprano (que
alguien me sugirió), nunca fallaba. Como el excusado mas cercano estaba muy
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retirado de mi cuarto, no había duda de que despertaría y no me quedaría dormido


otra vez. La unica dificultad era calcular la cantidad de agua. Con demasiada
frecuencia me despertaba a las tres, en lugar de a las cuatro y media. aún en esos
casos no me atrevia a ir a la cama otra vez y no me hacia a la idea de tomar
suficiente agua otra vez, para despertar despues de una hora.
La primera obligación de un ayudante de cocina era encender el fuego
en las estufas, llenar el cubo del carbon, preparar cafe, calentar la leche
y preparar pan tostado. El agua para el café tardaba mucho en hervir, ya
que se calentaba en ollas de esmalte de veinticinco litros, las mismas que se usaban
para hacer sopa para la comida de mediodía. La cocinera llegaba usualmente hasta
despues del desayuno. Normalmente era una persona diferente cada día y los menus
se hacian por adelantado, para cada día de la semana. Ese día en particular, la
cocinera no aparecía para las nueve y media y empece a preocuparme. Vi el menu y
la receta para la sopa del día y, como ya había visto como la preparaban en otras
ocasiones, hice los preparativos preliminares.
Como no llegaba la cocinera, alrededor de las diez, mande a un niño a
ver que pasaba; regreso diciendo que estaba enferma y que no podría venir.
Fui a decirle a Gurdjiéff mi problema y me dijo que, ya que había empezado a hacer la
comida, bién podía terminarla solo. 'Tu seras el cocinero hoy', dijo como dandome
mucha importancia.
Yo estaba muy nervioso por la responsabilidad, aunque también muy
orgulloso por que se me había confiado. Mi mayor dificultad era mover las ollas en las
estufas, cuando tenía que agregar carbon, lo que era necesario frecuentemente para
que se cocinara la sopa. Trabaje duro toda la mañana y quede razónablemente
orgulloso de mi mismo cuando me las arregle para terminar la comida y la lleve a la
mesa de servicio. Como no estaba la cocinera, era necesario también que yo sirviera.
Lo usual era que se formara una fila, cada persona con su plato,
cubiertos, etc. y al pasar por la mesa de servicio la cocinera le servia un pedazo de
carne y un cucharon de sopa. Todo fué bién por un rato. No fué sino cuando apareció
Rachmilevitch que empezaron mis problemas. La olla de sopa estaba casi vacia
cuando le toco turno y tuve que inclinarla para llenar el cucharon. Cuando le servi, en
el cucharon venía un pedazo bastante grande de carbon (me pareció que eso estaba
decretado por nuestros destinos). Era una sopa espesa, por lo que vi el carbon hasta
que se depósito con un fuerte ruido metalico en el plato.
A juzgar por la reacción de Rachmilevitch, su mundo terminó en ese
momento. Inicio una reclamación que pense no terminaría nunca. Salio a relucir todo
lo que los niños le habían hecho en el invierno, repasando todo a detalle. Yo me
quede parado y silencioso detrás de la olla, mientras él maldecía y gesticulaba con
ira. La perorata terminó con la llegada de Gurdjiéff. Era raro que apareciera a esa
hora (no comia a mediodía) y explicó que estaba ahí porque haciamos tanto ruido
que no podía trabajar.
Rachmilevitch se dirigio a él de inmediato, iniciando su recital de
penas e incomprensiones narrando todo desde el principio. Gurdjiéff se quedo
viéndolo fijamente, sin parpadear y eso pareció tener un efecto calmante. Empezo a
bajar el volumen de la voz hasta quedar en silencio. Sin decir nada, Gurdjiéff saco el
pedazo de carbon del plato de Rachmilevitch, lo arrojo al piso y pidió un plato de sopa
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para él. Dijo que como había un cocinero nuevo ese dia, sentía que era su respon-
sabilidad probar su sazon. Alguien fué a traerle un plato, le servi lo que quedaba en la
olla y él se puso a comer, en silencio. Cuando terminó, vino hacia mi, me felicito en
alta voz y dijo que era su sopa predilecta y que era la mejor que había probado.
Luego volteo hacia los estudiantes y dijo que tenía mucha experiencia
y había recibido mucho entrenamiento en varias cosas y que en el transcurso de su
vida había aprendido mucho sobre comidas, quimica y la mejor forma de cocinar, lo
que incluia al sazon, desde luego. Dijo que aunque él había inventado esa sopa en
particular y que le gustaba mucho, se había dado cuenta ahora de que siempre le
hizo falta un elemento para hacerla perfecta; el carbon era lo que esta sopa
necesitaba. Terminó su discurso diciendo que instruiría a su secretaria para que
cambiara la receta, incluyendo un pedazo de carbon, que no se comería, pero que
mejoraría el sabor. Luego invito a Rachmilevitch a tomar su café con él y salieron
juntos del area del comedor.
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Capítulo 17

Aunque había muchas personas en el prieuré que eran consideradas


importantes por una u otra razón, como la secretaria de Gurdjiéff, Madame de
Hartmann y su esposo, el pianista y compositor M. de Hartmann, quien arreglaba y
tocaba las piezas que Gurdjiéff componía en su pequeño 'armonio', la más
impresionante era su esposa, residente permanente, a la que siempre llamamos
Madame Ostrovsky.
Era una mujer muy alta y atractiva que parecía estar en todas partes,
caminando casi en silencio por los corredores de los edificios, para
supervisar la operación de las cocinas y lavanderías, ademas de el
trabajo de limpieza en general. Nunca supe que o cuanta autoridad tenía. En las raras
ocasiones en que nos decía algo, no dudabamos de que su palabra era ley. Recuerdo
que lo que más me fascinaba de ella era la forma en que se movia; caminaba sin
hacer un movimiento perceptible de cabeza y todo lo hacia con extrema suavidad;
nunca tenía prisa pero, al mismo tiempo, trabajaba a una velocidad increíble; cada
movimiento que hacia en cualquier cosa que estuviera desarrollando era
absolutamente esencial para esa actividad en particular. En el primer verano que
pase en el prieuré, ella preparaba las comidas de Gurdjiéff y las llevaba a su
habitación; fué en esa epoca cuando pudimos observar como trabajaba en la cocina.
Rara vez hablaba, de hecho parecía que no usaba palabras como medio de
comunicación a menos que fuera absolutamente necesario y cuando hablaba, lo
hacia sin subir la voz. parecía estar rodeada por un aura de firmeza gentil; todos la
admiraban y respetaban y a los niños nos inspiraba un sentimiento muy real de de-
voción, aunque rara vez se expresaba.
Aunque la mayoría de nosotros no tuvimos contacto con ella en el
sentido usual, nunca se dirigio a mi en forma personal, por ejemplo, cuando nos
enteramos de que estaba seriamente enferma todos nos sentimos afectados
por eso. Extrañabamos el sentimiento de autoridad tacita que ella llevaba
siempre consigo y la falta de su presencia nos producia un sentimiento definido,
aunque indefinible, de perdida.
Ademas, su enfermedad produjo un gran cambio en la rutina de Gurd-
jieff. Una vez que se confino en sus habitaciones, que estaban frente a las de
Gurdjiéff y eran de igual tamaño, aunque en el extremo opuesto del edificio, Gurdjiéff
empezo a dedicarle varias horas al dia. Hacia una corta visita en la mañana,
supervisaba a las personas encargadas de cuidarla (generalmente sus dos sobrinas
mayores) y regresaba despues de la comida de mediodía para pasarse toda la tarde
con ella.
Durante ese periodo casi no tuvimos contacto con Gurdjiéff, excepto
en las noches, en el salon. Estaba preocupado y se había retirado mucho,
dejando casi todos los detalles del prieuré a otros. Ocasionalmente lo veíamos,
cuando nos tocaba ayudar en cocina, ya que el supervisaba personalmente la
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preparación de la comida de su esposa; era una dieta que incluia grandes cantidades
de sangre que se obtenía de carne molida, usando una pequeña prensa de mano. Al
empezar su enfermedad, salia ocasionalmente a la terraza a tomar el sol, pero al
terminar el verano se retiró permanentemente en su cuarto.
Gurdjiéff nos informo una noche que no tenía curación su enfermedad, que era un
tipo de cancer y que unos dos meses antes los doctores le habían dado solo dos
semanas de vida. Dijo que aunque le costara toda su energía, estaba determinado a
mantenerla viva por el mayor tiempo posible. Dijo que ella 'vivía gracias a el' y que a
él le costaba casi toda su energía del dia, pero que esperaba poder mantenerla viva
por un año o por lo menos seis meses.
Como yo seguía a cargo de sus habitaciones, necesariamente tenía
cierto contacto con el. Con frecuencia me pedia café por las noches, ya que era la
unica hora en que escribía entonces; con frecuencia trabajaba hasta las cuatro o
cinco de la mañana, habiendo empezado a las diez de la noche.
Ademas de las gallinas, el burro, el caballo, algunas ovejas y una
vaca, había varios gatos y perros en el prieuré. Uno de los perros
seguía a veces a Gurdjiéff, era negro con manchas blancas y muy feo. En ese
periodo, el perro se convirtió en su compañia constante ya que Gurdjiéff estaba más
tiempo en el prieuré y casi no iba a Paris. No solo lo seguía a todas partes sino que
dormia en el cuarto, a menos que Gurdjiéff lo sacara. Eso ocurría diariamente y me
explicaba que no le gustaba que nadie ni nada durmiera en su recamara. Cuando lo
sacaba del cuarto, Philos se acurrucaba recargado a la puerta y se dormia ahí.Era un
guardian bastante feroz que se dedico a cuidar a Gurdjiéff; era tolerante conmigo
porque me veía entrar y salir de la habitación. Cuando llevaba café tarde en la noche,
volteaba a verme, bostezaba y me dejaba que lo brincara para entrar a la habitación.
Una noche, era muy tarde y todo el prieuré estaba oscuro y silencioso, Gurdjiéff dejo
a un lado su trabajo cuando entre y me dijo me sentara en la cama junto a el. Hablo
un rato sobre su trabajo, lo duro que era escribir, lo agotador de su trabajo diario con
Madame Ostrovsky y luego me preguntó como estaba yo. Hice un resumen de las
cosas que estaba haciendo entonces y me comento que ya que tenía mucho que ver
con animales (atendía a las gallinas, el caballo, el burro y últimamente a Philos)
quería le dijera que pensaba de ellos. Le dije que pensaba en ellos como amigos y
que hasta tenían nombre las gallinas, lo que le pareció divertido.
Dijo que las gallinas no importaban, que eran criaturas muy es-
tupidas, pero que esperaba que cuidara bién a los otros animales. El burro no
importaba mucho; pero el caballo y los perros si. 'El caballo y los perros y a veces una
vaca verdadera', dijo, 'son animales especiales. Puedes hacer mucho con ellos. En
America, en el mundo occidental, las gentes hacen tontos a los perros, les enseñan
trucos y otras cosas estupidas. Pero esos animales son realmente especiales; ya no
son solo animales.' Luego me preguntó si había oido sobre la reencarnación y
respondí que si. Dijo que había personas, algunos budistas, por ejemplo, que tenían
muchas teorías sobre la reencarnación, algunos 'incluso creen que un animal puede
ser hombre o, a veces, que un hombre puede hacerse animal en su siguiente
reencarnación'. Rió cuando dijo eso y luego
agrego: 'El hombre hace cosas extrañas con la religion cuando aprende
poco; fabrica cosas nuevas para su religion, a veces cosas que tienen algo de verdad,
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pero lo que tienen viene de la cosa original que era verdad. En el caso de los perros,
no estan totalmente equivocados', dijo. 'Los animales tienen solo dos centros; el
hombre es un ser tricentrado, con cuerpo, corazón y mente; completamente
diferente. Los animales no pueden adquirir un tercer cerebro y convertirse en
hombres; pero precisamente por esto, por esa imposibilidad de adquirir un tercer
cerebro, es necesario tratar a los animales con cariño. ? Conoces esa palabra ?
(kindness).
Dije que si la conocía y me dijo: 'Nunca olvides esa palabra. Es una
palabra muy buena y no existe en muchos idiomas. Por ejemplo, en el francés no
existe. Los franceses dicen 'gentil' pero el significado no es el mismo. No es del
mismo tipo (kind), kind viene de kin, pariente, es como familia, como ser lo mismo.
Cariño (kindness) significa tratar como a uno mismo'.
'La razón por la que hay que tratar a los perros y los caballos con
cariño', continuo, 'es porque son diferentes a todos los demas animales y aunque
saben que no pueden convertirse en hombres, que no pueden adquirir un tercer
cerebro como el hombre, en el corazón de todo perro o caballo que se asocia con el
hombre, aparece el deseo de convertirse en hombre. Ves a un perro o a un caballo y
siempre ves en sus ojos esa tristeza, porque sabe que eso no es posible y aún asi lo
desea. Es muy triste desear algo imposible. Ellos desean eso por causa del hombre. El
hombre corrompe a esos animales, casi trata de hacer humano al perro y al caballo.
Has oido decir a personas 'mi perro es casi humano'; no saben que dicen una verdad
parcial cuando lo hacen, porque es casi verdad, pero es imposible. Los perros y los
caballos parecen humanos porque tienen ese deseo. Asi que, Fritz, recuerda esta cosa
importante. Cuida mucho a los animales; se cariñoso siempre.'
Luego hablo de Madame Ostrovsky. Dijo que el trabajo que hacia para
ella era extremadamente fatigoso y muy difícil 'porque trato de hacer algo con ella
que casi no es posible. Si estuviera sola, hace mucho que hubiera muerto. La
mantengo viva, la hago que siga viva con mi fuerza; algo muy difícil.Pero también
muy importante; es el momento más importante de su vida para ella. Ha vivido
muchas vidas, es un alma muy vieja; ahora tiene posibilidades de ascender a otro
mundo. Pero llegó la enfermedad y lo hace más difícil,imposible para ella hacer eso
sola. Si puedo mantenerla viva unos cuantos meses más, no tendra que regresar y
vivir esta vida otra vez. Ahora eres parte de la familia del prieuré, mi familia, tu
puedes ayudar teniendo un fuerte deseo por ella, no porque viva mucho, solo por una
muerte adecuada en el momento correcto. El deseo puede ayudar, es como una
oración, cuando es para otro. Cuando es para uno, la oración y el deseo no sirven;
solo el trabajo sirve para uno. Pero cuando deseas con el otro el bién de otro, eso
puede ayudar.'
Cuando terminó de hablar, se me quedo viendo por mucho rato, me acaricio la
cabeza en su forma afectuosa animal y me mando a la cama.
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Capítulo 18

Aunque Gurdjiéff estaba por encima de todos en el prieuré, respetado


mucho y temido en parte, su 'dictadura' era muy benevolente. Había un lado de su
naturaleza que no solo era físicamente magnético y casi animal, sino
extremadamente terreno. Su sentido del humor era a veces muy sutil, en
el sentido oriental, pero tenía también un lado crudo y abierto. Ademas era
un hombre muy sensual.
Manifestaba ese aspecto de si especialmente cuando estaba solo con los niños y los
adultos, en el baño turco o en la alberca, en el verano. Nuestra alberca estaba en un
extremo de los jardines y prados formales, dando cara al chateau. Contra la creencia
popular, no había mezcla de los sexos en ningún sentido 'inmoral'. Hombres y
mujeres se bañaban por separado en las regaderas y se asignaban horas diferentes
para el uso de la alberca. De hecho, había un estricto codigo de moralidad en el
sentido puramente físico y nos divertia mucho cuando recibíamos recortes de los
suplementos dominicales de varios periodicos, en donde 'demostraban' que el
Instituto era una colonia nudista o un grupo de 'amor libre'; cierto tipo de or-
ganización chiflada, teñida con cierto libertinaje. Lo más cercano a 'nudismo' que
había, era el hábito de algunos hombres de quitarse camisa y camiseta para trabajar.
Y, aunque es cierto que no usabamos traje de baño, la piscina estaba rodeada por
cortinas que se corrían cuando se iba a nadar.
A pesar de todas las preocupaciones de Gurdjiéff, especialmente la
enfermedad de su esposa, ese verano se reunia frecuentemente con los hombres y
los niños en la alberca, a la hora que nos tocaba antes de la comida. Cuando todos se
habían desnudado, Gurdjiéff empezaba invariablemente a bromear acerca de sus
cuerpos, su potencia sexual, sus diversos hábitos físicos. Los chistes eran con
frecuencia de tipo 'sucio' o por lo menos 'obsceno' y él se divertia muchísimo con
ellos, sea que los contara él o alguno otro. Una de sus diversiones favoritas en la
alberca era ponernos en fila y ver quien estaba más quemado. Esto se convirtió en un
ritual de lo que Gurdjiéff llamaba el club de 'Culos Blancos'. Nos veía a todos por
atrás, haciendo comentarios sobre las diversas tonalidades de bronceado y sobre la
radiante blancura de nuestras nalgas. Luego
nos hacia girar y hacia comentarios adicionales sobre el tamaño y la
variedad de genitales masculinos expuestos ante el. Finalmente, cada vez que
llegaba a nadar nos calificaba para poder clasificar como miembros de su club de
'Culos Blancos'. Tom y yo recibíamos generalmente muy alta calificación; ademas de
que teníamos pecho y espalda muy quemados, nuestras piernas estaban muy
bronceadas también, porque usabamos pantalon corto. Debido a esto él hacia
comentarios en el sentido de que nuestras nalgas eran 'culos que brillan de blancura,
como estrellas'.
Muchos de los viejos, especialmente de los rusos, no solo no se
exponían al sol, sino que rechazaban cualquier forma de desnudez y se avergonzaban
por esos procedimientos. Desde luego, su clasificación en la lista era muy baja, pero
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el que tenía más baja calificación era Gurdjiéff. Tan baja, como decía el, que en
realidad pertenecía a otro a club. Como siempre uso sombrero, en verano y en
invierno, y pese a lo oscuro de su rostro, su calva era de una blancura
resplandeciente. Su club, del que era presidente y único miembro, se llamaba algo asi
como el club de 'La corona Blanca' y comparaba la blancura de nuestro trasero con la
de su calva cabeza, haciendo elaboradas comparaciones de grado.
Una de sus historias favoritas era un largo cuento acerca de un peon
que tenía relaciones con la esposa del granjero. Este, sospechando de su
mujer salio a buscarla llevando su rifle y los descubrió cuando percibió, a la luz de la
luna, el blanco culo del peon botando ritmicamente en la oscuridad, brillante al
reflejar la luz. Aunque con frecuencia repetia estas historias y muchas de ellas no
eran particularmente comicas, el inmenso deleite con que las contaba nos hacia reír a
todos. Era un soberbio contador de chistes que embrollaba aún el chiste más simple,
convirtiéndolo en algo tan largo y embellecido, con tanta ornamentación y detalles,
acompañado por gestos y expresiones tan significativos, que era imposible no
escucharlo con atención total.
El lado más sutil de su humor, que siempre era complicado y enredado,
se expresaba de manera diferente. Poco antes ese verano, un grupo de
nosotros descubrimos un túnel al andar explorando las bodegas del edificio
principal. Aunque lo seguimos por casi un kilometro, no pudimos llegar al final, debido
a la oscuridad, las ratas, las telarañas, el moho y la humedad. Existía el rumor de
que, ya que el prieuré había sido construido por orden de Luis XIV para Madame de
Maintenon, había un pasaje subterraneo que llegaba hasta el palacio de Fontainbleau.
Sea como sea,, Gurdjiéff se interesó mucho en nuestro descubrimiento y fué a
examinar personalmente el túnel.
Mas o menos una semana despues del descubrimiento, me dijo que tenía
un trabajo importante para mí. Hablo por un rato acerca del túnel y luego
me pidió que trajera una botella del vino rojo comun, del que tomabamos con las
comidas y que en ese tiempo costaba unos ocho centavos por litro, que abriera la
botella, tirara la mitad y la llenara otra vez con agua de soda Perrier. Luego debía
poner el corcho, sellarlo con cera, cubrirlo con arena y telarañas ('Hay telarañas
maravillosas para este propósito en el túnel') y se lo llevara cuando él me lo pidiera.
Debo haberme visto perplejo, por lo que continuo explicando que
tendría dos visitantes distinguidos la siguiente semana. Estaba preparando ese vino
especialmente para ellos. Me llamaría y me pediría 'una de las botellas del vino añejo
especial' y debía yo llevar esa botella con un sacacorchos y dos vasos. Estuvo
sonriendo constantemente mientras me daba esas instrucciones; yo no hice ningún
comentario, aunque sabía que él 'andaba trás de algo', frase que usaba seguido
cuando andaba planeando alguna cosa.
Llegaron los visitantes. Yo los conocía bién, de hecho todos los
conocían ahí por su reputación y producian la reacción automática de admiración y
respeto que se supone debe sentirse por las personas 'famosas', lo merezcan o no.
Guie a las visitantes, mujeres ambas, al cuarto de Gurdjiéff y me retire a mi lugar de
espera cerca de la chicharra (había dos para mi, una en la cocina y otra en mi
cuarto). Cuando escuche el esperado timbrazo corri a su cuarto y él me dijo que
llevara 'el raro vino añejo especial que habíamos encontrado durante un proyecto
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reciente de excavación de las ruinas del monasterio original'. Esa colorida


exageración tenía su fundamento. El prieuré había sido un monasterio
en el siglo 12 y había algunas ruinas que lo justificaban. Desde luego,
las ruinas nada tenían que ver con el túnel de las bodegas. La construcción
del monasterio había estado en un lugar completamente diferente de la
propiedad.
Lleve el vino con solo dos vasos, como se me había dicho, la botella
cubierta totalmente de tierra, arena y telarañas, sostenida por medio de una
servilleta, mi toque personal de elegancia. Antes de pedirme que la abriera
(simplemente dijo que esperara unos minutos), les narro la historia del vino que se
iba a servir.
Empezo con una relación larga y muy inexacta de como fundaron el
Prieure (en el año 900) una orden de monjes quienes, como hacen todos los monjes,
entre otras cosas, fabricaban vino. 'Esos monjes en especial eran muy inteligentes.
Ese tipo de monjes ya no existe en la tierra. Con tal inteligencia, es natural que tales
monjes hicieran un vino magnifico'.
Luego dijo, viendome rapidamente con mirada severa, como para evitar
que me ganara la risa, 'Tengo muchos proyectos, todos importantes, en el
Priuere. Uno de ellos fué este año la excavación de las viejas ruinas.' Describió luego,
por largo rato, lo que implicó el proyecto en número de personas y cantidad de
energía y como, milagrosamente, nos habíamos encontrado con once botellas de vino
... vino que había sido elaborado por esos mismos monjes inteligentes. 'Ahora
aparece un problema para mí ... ? a quien conozco que sea digno de tomar un vino
tal; un vino que no existe en ninguna parte del mundo, excepto aqui, en el prieuré ?
Este vino es demasiado bueno para mí. Ya me arruine el estomago tomando
Armagnac. Entonces pienso precisamente en ustedes, quienes, como un acto de Dios,
planearon venir a visitarme. Precisamente las damas más adecuadas para
saborear por primera vez este vino.'
Se me ordenó entonces que abriera la botella. La envolvi en la
servilleta, quite el corcho y puse un poquito del 'vino' en cada vaso. Gurdjiéff me veía
con gran intensidad y, cuando pase el vino a las damas, volvió su atención
igualmente intensa, hacia ellas; parecía estar ardiendo de expectación, incapaz de
esperar por su reacción.
Las damas, muy impresionadas, adecuaron sus acciones a lo trascenden-
tal del momento, levantaron cautelosamente sus vasos para brindar y tomaron un
sorbo delicadamente. Gurdjiéff no pudo contenerse más. 'Diganme' les ordenó, '?
Como sabe este vino ?' No pudieron responder por un momento, por la intensidad
trás la pregunta. Por fin una de ellas murmuro, con ojos entrecerrados, que estaba
'soberbio'; la otra agrego que nunca había probado algo que se le comparara.
Atonito y avergonzado por ellas empece a salir del cuarto, pero
Gurdjiéff me detuvo y me indico que llenara sus vasos. Me quede con ellas hasta que
se acabaron la botella, entre continuas exclamaciones de extasis y embelezo. Me dijo
luego que me llevara la botella y los vasos y que prepara dos habitaciones en el
mismo piso que la suya, en la que había dormido Napoleon y en la que estuvo
vivendo un tiempo la amante de un rey. debía avisar cuando estuvieran listas.
Es obvio que las habitaciones estaban listas desde en la mañana, pero
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prendi las chimeneas y espere el tiempo que me pareció adecuado para regresar a la
habitación. Me dijo que las condujera a sus habitaciones y a ellas les dijo que
deberían descansar despues de la experiencia de haber probado ese vino maravilloso
y deberían prepararse para la cena de esa noche, una gran festin que estaban
preparando especialmente en su honor.
Cuando lo vi más tarde a solas, su unica mención al episodio del vino
fué felicitarme por la apariencia de la botella. Yo le lance una mirada
significativa, como para decirle que comprendía lo que estaba haciendo.
El me dijo muy seriamente, aunque con una leve sonrisa sarcastica: 'Por como me ves
yo se que ya hiciste un juicio de esas damas; pero recuerda lo que dije antes, hay que
ver todos los lados y las direcciones antes de hacer un juicio. No olvides eso.'
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Capítulo 19

A veces pienso en Gurdjiéff como en un pescador o trampero muy listo;


el incidente de las damas y el 'famoso vino añejo' fué solo uno de los
muchos casos en los que, por lo menos para mi, coloco una trampa o cebo un
anzuelo y se sento muy divertido a esperar a que la presa revele por sí misma sus
debilidades, al caer en la trampa. Aunque pueda sonar malicioso, me parece que la
gracia no otorgada consistía en el hecho de que en la mayoría de los casos 'la presa'
no se daba cuenta de lo que había pasado. A veces me parecía que esa forma de
'jugar' con la gente era solo una diversión, literalmente, algo con que quitarse de la
mente la continua presión bajo la que trabajaba. Cuando hablaba de esas
experiencias, las llamaba 'reventar burbujas', lo que no me parecía especialmente
apropiado, ya que muchas veces la 'desinflada' pasaba desapercibida a los ojos del
blanco particular del momento.
En el transcurso del tiempo Gurdjiéff adquirió varias reputaciones,
incluyendo la de ser cierto tipo de 'curandero por la fe' o, en un nivel
mas simple, un 'hacedor de milagros'. Tal vez por ello`era inevitable que se le
consultara frecuentemente acerca de problemas de 'la vida diaria' o
problemas 'mundanos', a pesar del hecho de que él había reiterado varias veces que
su trabajo nada tenía que ver con la solución de esos problemas. Sin embargo, a
pesar de lo que decía, había mucha gente que insistía en consultarlo sobre esos
problemas, lo que me parecía sorprendente y hasta penoso, especialmente porque
las personas que lo hacian eran consideradas, o se consideraban a sí mismas,
intelectuales inteligentes.
Recuerdo una mujer que, haciendo un gasto muy grande (que tal vez no
le importaba, ya que tenía dinero), viajo desde America al prieuré a pasar
una semana, con el propósito de consultarlo sobre un problema que encajaba
precisamente en aquellos que Gurdjiéff decía siempre que no le incum-
bian. Al llegar, demando tener una entrevista, de inmediato, pero se le dijo que
Gurdjiéff no la podría ver hasta más tarde. Se le asigno una habitación confortable y
la secretaria le informo que debía pagar una fuerte suma de dinero por el uso diario
del cuarto. Se le advirtió también que habría una tarifa adicional muy alta, por 'la
consulta'.
No la vió a solas, la encontro y le dió la bienvenida durante la cena
de esa noche. En el curso de su conversación preliminar con ella, le dijo que sabía
que tenía un problema importante que discutir con él y actuo como si estuviera
enormemente impresionado por que había hecho un viaje tan largo y costoso para
consultarlo. Ella dijo que el problema la había preocupado durante mucho tiempo y
que había sentido, cuando lo conoció en America el invierno anterior, que él era,
indudablemente, el único que podía ayudarla a resolverlo. El dijo que trataría de
hacerlo y que podría hacer la cita a una hora adecuada hablando con su secretaria.
Ella siguio hablando para decir que era algo muy urgente. El respodió que la vería lo
más pronto posible, pero que por el momento el asunto importante era que
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cenaramos.
Ya en la mesa, la mujer daba toda la impresión de estar muy nerviosa,
fumando un cigarro trás otro y tosiendo constantemente, tanto que todos teníamos
que prestarle atención. Haciendo a un lado cualquier conversación sobre esto,
Gurdjiéff dijo que parecía que tenía mucha tos. Ella respodió de inmediato, feliz de
tener su atención y dijo que era parte del problema que quería consultarle. El la vió
frunciendo el seño, pero antes de que pudiera decir nada ella se lanzo a hablar. Dijo
que tenía problemas con su esposo y que el fumar excesivamente y su tos eran
simplemente 'manifestaciones exteriores' de su problema. Para entonces todos la
escuchabamos (yo estaba de mesero). Gurdjiéff la vió con reprobación otra vez, pero
ella continuo incesante. Dijo que, como todo mundo sabe, el cigarro es un simbolo
falico y que ella había descubierto que su excesivo fumar y la tos resultante eran
'manifestaciones' que ocurrían siempre que tenía la mencionada dificultad con su
marido, agregando que, desde luego, sus problemas eran sexuales.
Gurdjiéff la había escuchado como siempre, con atención total y,
despues de meditar un rato le preguntó que tipo de cigarros fumaba. Ella mencionó
una marca americana que dijo había fumado por años. El asintió, muy pensativo ante
esa revelación y, despues de unos instantes de suspenso, dijo que él pensaba que la
cura o la solución era muy sencilla. Sugirió que cambiara de marca de cigarrillos, que
tal vez una buena marca para probar serían los 'Gauloises Bleues'. Eso dió por
terminada la platica.
Fué despues, en el salon, cuando tomabamos café muy ceremoniosamente,
que se oyo que la mujer lo alababa extravagantemente y decía que Gurdjiéff le había
dado la solución; que su forma de resolver los problemas nunca era
obvia, pero que ella lo había comprendido muy bién.
Se quedo uno o dos dias más en el prieuré, compro una reserva enorme
de 'Gauloises Bleues', tanta como la ley le permitia sacar del pais, no
solicito entrevistas y, habiendo informado a Gurdjiéff que había comprendido, se
regreso a America. Ya que se había ido Gurdjiéff se refirió a ella como 'uno de esos
accidentes dados por Dios, que tienen buenas intenciones para conmigo'. Le había
cobrado mucho y ella había pagado con gusto.
Aunque no hablé de esto entonces, si hice referencia a ese y otros
incidentes un tiempo despues. En esa ocasión me dijo que mucha gente, personas
con 'moralidad de clase media del mundo occidental' tenían dudas y objeciones por la
forma en que obtenía dinero, el que necesitaba siempre para sostener al prieuré y a
muchos estudiantes que no podían pagarle. Dijo, casi enojado, que nuestro tipo de
moralidad se basaba en el dinero; que lo único que nos preocupaba de esas
situaciones era que él había obtenido el dinero, aparentemente sin dar nada a
cambio.
'Toda mi vida', dijo con firmeza, 'he dicho que este trabajo no es
para todos. Es bueno si puede resolver problemas asociados con religion o con su
siquiatria americana. Pero la gente no escucha lo que digo; siempre
encuentran otro significado, interpretan lo que digo a su manera, con eso se sienten
bién. Entonces tienen que pagar por ese buen sentimiento. Muchas veces he dicho
que mi trabajo no puede ayudar para problemas de la vida ordinaria: sexo,
enfermedad, desdicha, ese tipo de cosas. Si no pueden resolver solos esos
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problemas, entonces mi trabajo, que nada tiene que ver con esos problemas, no es
bueno para ellos. Pero esa gente viene aqui, no importa lo que yo diga, para sentirse
bién; la mujer que fuma mucho puede ahora decirle a todos, a sí misma en particular,
que me consulto sobre un problema y que le di la solución, a pesar de que yo no di
solución. Asi que, precisamente ese tipo de gente, pueden justificar su existencia ayu-
dandome con mis multiples problemas de dinero. aún con su estupidez ayudan a algo
bueno: mi trabajo. Esa es suficiente recompensa
para tal tipo de gente.'
'Es una infortunada debilidad de la gente de ahora; piden consejo
pero no quieren ayuda, solo quieren encontrar lo que ya desean. No oyen las
palabras que digo, yo siempre digo lo que quiero decir, mis palabras son siempre
claras, pero no creen en ellas, siempre buscan otro significado, un significado que
solo existe en su imaginación. Sin una mujer asi, sin gente asi, tu y otras personas
que estan en el prieuré no comerían. El dinero que esa mujer pago es dinero para
comida.' Esa fué una de las pocas ocasiones en la que lo oi 'explicar' o 'justificar' esa
actividad suya.
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Capítulo 20

Ya que el Sr. Gurdjiéff estaba dedicado a escribir libros, fué


natural que requiriera de una mecanografa. No arreglo esto en una forma comun,
sino que empleo con gran alboroto a una joven alemana que descubrió en alguno de
sus viajes. Varios dias antes de que llegara oiamos comentarios sobre ella. Se
hicieron elaborados preparativos para su llegada, incluyendo seleccionar la
habitación más adecuada, se adquirió una maquina de escribir, se busco un lugar
adecuado para su trabajo, etc. Gurdjiéff alababa sus atributos con todos nosotros, nos
decía que había tenido mucha suerte de encontrar a esa persona perfecta 'para mis
propósitos', asi que esperabamos su llegada con gran expectación.
Cuando llegó la presentaron con todos nosotros, se sirvio una cena en
su honor, todo en un ambiente muy festivo; se le dió lo que llamabamos un
'tratamiento real' y ella respodió con entusiasmo, tomándose tan en
serio como Gurdjiéff parecía hacerlo. Resulto que su principal y magnifico logro era
que podía escribir, como nos decía repetidamente Gurdjiéff con asombro total, 'sin
siquiera ver las teclas de la maquina'.
Estoy seguro de que no ha habido secretaria o mecanografa que haya
recibido un tratamiento asi por su habilidad de usar el sistema de tacto. Como si
quisiera demostrarnos que realmente tenía esa habilidad, la joven se instalo en una
mesa, en la terraza, a la vista de todos cuando ibamos o veníamos del trabajo y se la
paso alli, tecleando alegremente, durante todo el verano, excepto los dias lluviosos.
El sonido de su maquina de escribir resonaba en nuestros oidos.
Debo confesar que yo tenía un fuerte prejuicio contra los alemanes,
ya que creci entre historias de las atrocidades que cometieron durante la
primera guerra mundial. Mi primer contacto con ella fué una tarde, cuando lavaba mi
ropa en el patio trasero, despues del trabajo. Solo me conocía de vista y, creyendo
que era frances, me llamo desde una ventana, preguntandome
con un fuerte acento, en donde podría obtener lo que ella llamaba algo
de 'Savon Lux'; se las arreglo para comunicarme que necesitaba eso para
lavar sus medias. Respondí en inglés (sabia que ella lo hablaba mejor que el frances)
que yo suponía que lo podría comprar en una tienda que estaba a un kilometro de
distancia. En respuesta me avento unas monedas y me dijo que apreciaría que le
llevara uno de inmediato.
Recogi el dinero, subi la escalera y se lo regrese. Le dije que
pensaba que debía explicarle que no había recaderos en el prieuré y que nadie me
había dicho hasta entonces que ella fuera una excepción a la regla general de que
cada quien hiciera su trabajo personal, lo que incluia compras personales. Me dijo con
una sonrisa 'encantadora' que estaba segura de que nadie se opondría a que le
hiciera ese mandado ya que ella se ocupaba de un trabajo muy importante del Sr.
Gurdjiéff, que tal vez no me había dado cuenta aun. Le explique que yo también me
ocupaba de un trabajo similar; que yo lo atendía y arreglaba sus habitaciones y hacia
mis propias compras también.
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Pareció asombrada y, despues de un momento de reflexion, me dijo que


aclararía las cosas con el Sr. Gurdjiéff; dijo que había algun malenten-
dido, por lo menos de mi parte, con respecto a su función en la escuela. No tuve que
esperar mucho despues de esto. Me llegó una 'llamada por cafe' unos pocos minutos
despues.
Cuando llegué a su habitación con el cafe, la mecanografa estaba
sentada con el, como lo había supuesto. Servi el café y luego el Sr. Gurdjiéff volteo
hacia mi con una de sus 'sonrisas ganadoras': '? Conoces a esta dama ?', preguntó.
Dije que si, que la conocía.
Entonces me dijo que había platicado con él y que él había compren-
dido que ella me había pedido que le hiciera un mandado y que yo me había
rehusado. Dije que era verdad y que, ademas, todo mundo hacia sus propios
mandados.
Estuvo de acuerdo en que asi era, pero dijo que no había tenido
tiempo para instruirla en todo y que apreciaría mucho que, por unica vez y como un
favor, ya que ella era muy importante para él, fuera tan amable de hacer lo que me
había pedido. Me quede desconcertado y hasta enojado, pero dije, desde luego, que
lo haría. Me dió dinero, me fuí a la tienda y le compre el jabon. Asumi que,
independientemente de como me sentía, debio tener una buena razón para pedirme
que hiciera el mandado y decidí dar por cerrado el incidente. A lo mejor ella era
realmente 'especial' en algun sentido que yo no había percibido; por lo menos
Gurdjiéff parecía pensarlo.
Sin embargo me puse furioso cuando, despues de darle el jabon y su
cambio, me dió una propina y me dijo que estaba segura de que ahora me daba
cuenta de que ella había tenido la razón desde el principio y que esperaba que la
acción del Sr. Gurdjiéff me lo hubiera dejado claro. Sentí que me encendía, pero me
las arregle para contener la lengua. También logre no mencionarlo a Gurdjiéff cuando
lo vi, pero seguía encendido.
Varios dias despues llegaron algunos invitados, en el fin de semana.
Gurdjiéff les dió la bienvenida en su mesita habitual cercana a los
prados, frente a la terraza en donde trabajaba la mecanografa. Les traje café para
todos y les servi. Me indico con un gesto que no me fuera y luego procedio a decirle a
sus invitados que apenas podía esperar el momento de mostrarles sus nuevas
maravillas, sus dos nuevas adquisiciones maravillosas: una hielera electrica y una
'mecanografa de tacto'. Luego me dijo que los guiara a la despensa en donde se
había instalado el refrigerador nuevo, en donde las visitas quedaron desconcertadas
ante un modelo comun Frigidaire que, como decía Gurdjiéff 'puede hacer hielo él solo,
aún sin mi ayuda'; un verdadero producto del genio del mundo occidental. Al terminar
esa visita, regresamos a la terraza para inspeccionar la segunda maravilla quien,
también 'sin mi ayuda y aún sin ver el teclado', podía mecanografiar su libro. La joven
se paro para saludarlo pero Gurdjiéff, sin presentarla, le dijo que se sentara. Luego le
ordenó que escribiera 'sin ver el teclado' pero viendo triunfante hacia el espacio.
Gurdjiéff se paro entre sus invitados, viendola con mirada de ad-
miración sin limite, hablando de ella como de otro producto del 'genio' del mundo
occidental. Yo estaba fascinado en realidad por su habilidad, asi que mi interés y
admiración eran sinceros. De pronto Gurdjiéff volteo a verme y sonrió, fué una
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sonrisa enorme, como si compartieramos una broma colosal y me dijo que recogiera
las tasas del cafe.
Ya tarde ese dia, estando en su habitación, se refirió a la mecano-
grafa otra vez. Hablo primero de la 'hielera electrica': 'solo tienes que
enchufarla e instantaneamente empieza a hacer un ruido de ronroneo y empieza a
producir hielo.' Me sonrió otra vez, como conspirando. 'Es lo mismo con la dama
alemana. Yo, como si la enchufara, le digo que escriba y ella también empieza a
hacer ruido y a producir, no hielo, sino libro. Maravilloso invento americano. En ese
momento casi me cayó bién y me sentiría feliz de hacerle sus mandados de ahí en
adelante. No pude evitar decirlo y Gurdjiéff asintió en mi dirección, se veía
complacido. 'Cuando tu ayudas a la dama mecanografa, me ayudas a mi, igual que si
aceitas la maquina para que siga trabajando; esa cosa maravillosa.'
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Capítulo 21

Uno de los placeres y retos de la 'tarea de portería' era una com-


petencia entre los niños, quienes eran los únicos que hacian esto, para ver quien
estaba suficientemente alerta como para abrir la reja a tiempo, de
manera de que Gurdjiéff pudiera entrar sin tener que detener el carro y sonar el
claxon.
Una de las dificultades para esto era que la entrada al prieuré
estaba al pié de una larga colina que descendía desde la estación del ferrocarril;
también pasaba el tranvia a Samois, directamente frente a la reja, en donde la
carretera tenía una amplia curva en dirección a Samois, alejándose del prieuré. Con
frecuencia, el ruido del tranvia opacaba el sonido de los carros que venían bajando la
colina e interfería con nuestro juego. Ademas, cuando el Sr. Gurdjiéff se dió cuenta de
nuestro juego, empezo a bajar la colina con el motor apagado.
Casi siempre era gracias a Philos, que ahora me seguía cuando no
estaba Gurdjiéff, que podía abrir las rejas a tiempo para que pasara por ellas, con una
gran sonrisa en la boca. Observando a Philos, cuyos oidos captaban el sonido de
cualquier carro que pasara, pero que brincaba con el sonido del carro del Sr. Gurdjiéff,
tenía éxito casi siempre.
Divertido por nuestro juego, el Sr. Gurdjiéff me preguntó una vez
como era que casi siempre podía abrirle las rejas a tiempo y yo le comente de Philos.
Se rió y dijo que era un buen ejemplo de cooperación. 'Muestra que el hombre tiene
mucho que aprender y puede aprender en lugares inesperados. Hasta un perro puede
ayudar. El hombre es muy debil, necesita ayuda todo el tiempo.'
A fines del verano, estaba en la portería un día que el Sr. Gurdjiéff
iba a salir de viaje. Por alguna razón era una partida muy importante y
todos se encontraban reunidos alrededor de su automóvil, cuando él se disponía a
salir. Yo me encontraba con ellos también y, cuando finalmente encendió el motor del
carro, sali corriendo a abrir las rejas. Por la prisa me tropece y cai, pegando con una
rodilla en el tope de hierro que apenas sobresalia del terreno y servia para mantener
abierta una de las rejas. Estaba enmohecida y como cai con fuerza, había penetrado
profundamente. Cuando Gurdjiéff iba a pasar por las rejas, volteo hacia mi y vió la
sangre escurriendo por mi pierna; se detuvo y me preguntó que había pasado. Le dije
y me pidió que me lavara, lo que hice en cuanto se fué.
En la tarde (el se había ido a mediodía) me dolia mucho la pierna, la
rodilla se había inflamado y tuve que suspender el trabajo. Esa tarde se me había
asignado la limpieza de los pisos de parquet de los salones, lo que quería decir tallar
los pisos con lana de acero para quitar la cera vieja y el polvo acumulado; esto se
hacia parándose sobre la lana de acero y empujandola hacia atrás y adelante con el
pié,siguiendo el grano de la madera.
Para en la noche mi rodilla se había inflamado en forma alarmante y
no me sentía bién para cenar. Me pusieron en cama e iniciarion varios tratamientos.
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Diferentes personas sugerían diferentes procedimientos, pero decidieron que tenía


una fuerte infección y que el remedio adecuado era una cataplasma de cebolla
caliente. Pusieron cebollas asadas o cocidas en la herida abierta y las envolvieron con
un trapo empapado en aceite transparente, envolviendo este a su vez, con una
venda. El propósito era, naturalmente, absorber el veneno sacandolo de la rodilla
infectada.
Aunque recibí atención constante y el mejor cuidado, había un medico
que residía en el prieuré y había dirigido mi tratamiento, mi pierna no
mejoro. Al día siguiente estaba enorme y empezaron a aparecer pequeños furunculos,
desde abajo de la rodilla casi hasta la cintura. Estuve delirando todo el dia, con
momentos de calma cuando me aplicaban nueva cataplasma. Pero nada parecía dar
resultado.
Ya entrada la tarde llegó Gurdjiéff de regreso de su viaje. Un rato
despues de su llegada preguntó por mi y se le aviso de mi estado, por lo que vino a
mi cuarto. Quito la venda y la cataplasma y mando a alguien a la farmacia. Trajeron
un remedio que se llamaba 'Ouata-plasme', aparentemente otro tipo de cataplasma.
Gurdjiéff pidió que encendieran la estufa que había en mi cuarto para hervir agua. Al
empezar a hervir, metio en ella una pieza impregnada con el medicamento y la aplicó
inmediatamente en la rodilla afectada, cubriendo otra vez con el trapo lleno de aceite
y la venda. Insistió en que debía aplicarse de inmediato, al momento de sacar la
pieza de algodon del agua hirviente. Recuerdo que esas aplicaciones eran
terriblemente dolorosas. Se dieron instrucciones a alguien de permanecer conmigo
toda la noche y de hacer las aplicaciones cada cuatro horas.
Para la tarde siguiente estaba mucho mejor, cuando me quitaban las
vendas y la cataplasma, esta salia negra, llena de material gelatinoso infectado. Esa
noche Gurdjiéff vino otra vez a visitarme. Como era sábado y se preparaba una
demostración en la casa estudio, insistió en que debía asistir con todos los demas y
pidió a su sobrino que me llevara cargando 'de caballito'. Cuando llegamos a la casa
estudio, me ayudo a sentarme en el pequeño cubículo y se sento enfrente de mi.
Cuando terminó la demostración me llevaron cargando de regreso a mi habitación.
No había nada de espectacular acerca del tratamiento o la curación, pero Gurdjiéff
tenía algo que decirme al respecto, cuando yo estuviera de pié otra vez.
Me pidió que viera mi pierna, en la que aún llevaba una pequeña venda
y, despues de declarar que estaba curada, me preguntó si recordaba lo que
me había dicho acerca de la ayuda de Philos cuando me permitia identificar el sonido
de su carro en la portería. Le dije que si, desde luego. Dijo que esas dos cosas, la
ayuda del perro y la infección en mi rodilla, tenían una cosa en comun. Eran un tipo
de prueba de que el hombre depende de otras criaturas. 'Le debes las gracias al
perro porque te ayudo en algo sencillo; a mi debes más que eso, tal vez me debes la
vida. Ellos trataron cuando no estaba yo aqui, hasta el doctor trato de arreglar tu
pierna, pero solo se puso peor. Cuando vengo, yo arreglo tu pierna, porque solo yo
sabía de esta nueva medicina que tienen ahora en Francia. Se eso porque porque
estoy interesado en todo, porque es necesario conocer todas las cosas que necesita
uno en la vida. Solo debido a que yo sabía esto y porque regrese a tiempo, tu estas
bién ahora. Ya estas bién'.
Le dije que me daba cuenta de ello y le agradeci lo que había hecho.
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Sonrió indulgente y dijo que era imposible darle las gracias por lo que había hecho.
'No puedes dar las gracias por la vida, no es posible dar suficientes gracias; también,
a lo mejor habra ocasiones en que desearás que no te hubiera salvado yo la vida
Ahora eres joven, te alegras de no morir; lo que paso es serio porque enfermedades
como la que tuviste son muy peligrosas, hasta pueden matar. Pero cuando crezcas
no gustarás siempre de la vida y tal vez no me agradezcas sino que me maldigas
porque no te deje morir. Asi que no des gracias ahora.'
Continuo despues, diciendo que la vida 'es una espada de dos filos.
En tu pais piensan que la vida es solo para el placer. Hay un dicho en tu
pais: 'la busqueda de la felicidad' y ese dicho muestra que la gente no
comprende la vida. La felicidad es nada, solo es la otra cara de la infelicidad. Pero en
tu pais y ahora en casi todo el mundo, la gente solo quiere la felicidad. Otras cosas
son importantes también: el sufrimiento es importante porque también es parte de la
vida, una parte necesaria. Sin sufrimiento el hombre no puede crecer; pero cuando tu
sufres, solo piensas en ti mismo, sientes compasión por ti mismo, no quieres sufrir
porque eso te hace sentir incomodo, te hace desear escapar de aquello que te hace
sentir mal. Cuando el hombre sufre, solo siente compasión por él mismo. No es asi en
el hombre real. El hombre real siente felicidad también, en ocasiones, felicidad real;
pero cuando siente sufrimiento real, también, él no trata de detener eso en sí mismo.
Lo acepta porque sabe que es propio para un hombre. Debe sufrir para conocer la
verdad de sí mismo; debe aprender a sufrir con su voluntad. Cuando le llega
sufrimiento a un
hombre debe hacerlo un sufrimiento intencional, debe sentir con todo el ser; debe
desear que con ese sufrimiento pueda ayudarse a ser conciente, que ayude a
comprender.
'Tu tuviste solo sufrimiento físico, sufrimiento del cuerpo por el
dolor en la pierna. Este sufrimiento también ayuda si sabes como usarlo para el ser.
Pero este es un sufrimiento como el de un animal, no es un sufrimiento importante.
Con otro sufrimiento, sufriendo en todo uno mismo, es posible comprender que toda
la gente sufre de esa manera, también es posible comprender cuanto se depende de
la Naturaleza, de otros seres humanos, de todo, para que nos ayuden en la vida. No
se puede vivir solo. La soledad, no el estar solitario, lo que es malo, sino la soledad
puede ser algo bueno para el hombre, muy necesario para la vida; pero también es
necesario aprender a no vivir en soledad, porque la vida real depende de otros seres
humanos y no solo en uno. Ahora eres aún un niño, no puedes comprender lo que
digo, pero recuerdas esto; lo recuerdas para el tiempo en que no me agradezcas que
te salve la vida.'
71

Capítulo 22

Al acercarse el fin del verano, muchos visitantes americanos se


prepararon para dejar el prieuré, probablemente para no regresar jamas. Se les
permitio permanecer a pesar de la reorganización de la escuela, pero no se esperaba
que regresaran al año siguiente. Otra vez se había decidido, para mi alivio, que
tampoco regresaríamos ese año a America y esperaba la llegada del invierno porque
tampoco el Sr. Gurdjiéff planeaba salir. Excepto por salidas ocasionales cuando le
resultaba necesario ir a Paris, por negocios, había estado constantemente en
Fontainbleue. Como lo había predicho, la condición de su mujer empeoraba cada vez
y empezabamos a esperar su muerte inminente.
Durante los meses en que estuvo confinada en su cuarto, solo la vi
una vez cuando se me envio a su habitación para hacer un mandado del Sr. Gurdjiéff.
El cambio que había sufrido me conmocionó y me horrorizo. Estaba increiblemente
delgada y, aunque me vió con la semblanza de una sonrisa, aún ese pequeño
esfuerzo pareció fatigarla.
Como la jardinería y la mayoría de los proyectos exteriores ter-
minaban en el invierno, empezamos a hacer nuestros preparativos usuales: secar
frutas y verduras, preparar carne para almacenarla en grandes barriles que se
guardaban en las bodegas, cortar árboles y hacer leña para las estufas y las
chimeneas. En el invierno se cerraban algunos pisos de la escuela y algunos es-
tudiantes tenían que compartir su habitación con otro, para ahorrar combustible. Al
reducirse el número de estudiantes, la mayoría de nuestro trabajo era en el interior,
igual que el invierno anterior; se necesitaba de la mayoría de la fuerza de trabajo
para el mantenimiento general y la cocina, los establos y la portería.
El evento que se perfilaba tentadoramente ante nosotros, ya que el
otoño estaba terminando, era la navidad. Sería la primera navidad que pasaría en el
prieuré estando ahí el Sr. Gurjdieff y había oido historias acerca de las elaboradas
ceremonias navideñas que practicaba; había siempre dos celebraciones, una segun el
calendario 'ingles' y otra segun el calendario 'ruso', dos semanas despues y también
había dos para el año nuevo y se festejaba el cumpleaños de Gurdjiéff, el primero de
enero de cada uno de esos calendarios.
Al acercarse la fecha, empezamos a hacer elaborados preparativos. Se hicieron
varios dulces tradicionales, se hicieron y almacenaron pasteles y a los niños se nos
permitio ayudar en la preparación de lo que llamaban 'regalos para visitas',
usualmente sacos de papel vivamente coloreados, llenos de dulces, que se colgaban
en el árbol de navidad. El árbol en si era enorme. Lo cortamos en el bosque que había
en los terrenos del prieuré y se coloco en el salon principal, era tan alto que tocaba el
techo. Mas o menos uno o dos dias antes de navidad, todos ayudamos a decorar el
árbol, lo que consistía basicamente en colgar los regalos y poner centenares de velas.
Se corto una vara especial que debía estar siempre cerca del árbol y serviría para
72

apagar una vela que amenazara con encender el árbol.


Todos los preparativos terminaron ya entrada la tarde del día de
nochebuena. Habría un festin esa noche y luego se reunirían todos en el salon para la
distribución de regalos. Empezaba a oscurecer cuando me llamo el Sr. Gurdjiéff. Me
hablo acerca de la navidad y me preguntó acerca de las navidades previas, en
America y que sentía respecto a esa festividad y, cuando le respondí a cada
pregunta, me dijo que, desafortunadamente, siempre era necesario que algunas
personas trabajaran en esos casos, para que los demas pudieran divertirse. Mencionó
a las personas que estarían trabajando en las cocinas, los meseros, los encargados de
limpieza, etc. y luego dijo que alguien tenía que estar a cargo de la portería esa
noche. Esperaba una llamada telefonica de larga distancia y tenía que haber alguien
ahí esperandola. Me había escogido porque sabía que podía confiar en mi; ademas,
yo hablaba ingles, francés y suficiente ruso como para poder arreglarmelas con
cualquier llamada.
Me quede atonito y apenas podía creer lo que estaba oyendo. No podía
recordar haber anhelado tanto alguna celebración como había esperado esta. El vió la
decepción en mi rostro, desde luego, pero simplemente dijo que yo no podría
participar en las celebraciones generales de esa noche, podría esperar más tiempo
por la navidad, ya que recibiría mis regalos al día siguiente. Obviamente no había
forma en la que pudiera zafarme de esa comisión y me aleje de él con el corazón
hundido. Cene temprano y luego reporte que debía relevarse a la persona que se
había asignado esa noche a la portería. Normalmente no había portero por las
noches. Una familia rusa que vivía en el piso superior del edificio contestaba el
telefono o habría la reja en las raras ocasiones en que era necesario.
había nevado la noche anterior y el patio delantero, ubicado entre la
casa de la portería y el edificio principal, estaba cubierto de nieve res-
plandeciente de blanca, iluminada por las lamparas brillantes que había en el largo
corredor y en el salon principal, los que daban cara al patio.
Estaba oscuro cuando me reporte a trabajar y me sente, taciturno,
lleno de autocompasión, dentro de la caseta de la portería, con la vista fija en las
luces de la enorme casa. No había actividad ahí,en ese momento, en ese rato los
estudiantes empezarían a llegar a cenar.
Pareció un tiempo interminable, antes de que empezara a ver como
llegaban gentes a llenar el gran salon. Alguien empezo a prender las velas del árbol y
no pude contenerme más. Deje abierta la puerta que daba a la portería y me acerque
lo más posible a la casa principal para tener la seguridad de que podría escuchar el
telefono, si llegaba a sonar. Hacia mucho frio; ademas, no estaba seguro de que tan
lejos podría escuchar el telefono y, de vez en cuando, en lo que encendían las velas,
corría de regreso a la portería para entrar en calor y ver furiosamente el telefono.
Rezaba porque sonara, para poder reunirme con los demas. Todo lo que hacia era
regresarme la mirada, austero y silencioso.
Cuando empezo la distribución de regalos, iniciando con los niños más
pequeños, no pude controlarme y, olvidando mi responsabilidad, me fuí
directo a una ventana del salon principal. No había estado mas de un minuto, cuando
me capto la mirada de Gurdjiéff y se levanto caminando con grandes zancadas
cruzando el salon. Abandone la ventana y, como si me hubiera mandado llamar,
73

camine directamente a la entrada del chateau, en lugar de regresar a la portería.


Llegamos a la puerta casi al mismo tiempo y nos quedamos parados,
momentaneamente, viendonos a través del vidrio de la puerta. Repentinamente la
abrió, con un movimiento violento. '? Porque no estas en la portería ? ? Porque estas
aqui ?' demando enojado.
Yo hice una protesta, con los ojos humedos, acerca de tener que estar
de guardia cuando todos los demas celebraban la navidad, pero no me dejo
terminar. 'Te digo que hagas eso para mí y no lo haces. Imposible oir el telefono
desde aqui, a lo mejor esta sonando y tu estas parado aqui y no lo escuchas.
Regresa.' No había levantado la voz, pero no había duda de que estaba muy enojado
conmigo. Regrese a la portería, herido y desbordando de autocompasión,
determinado a no abandonar mi puesto otra vez, pasara lo que pasara.
Cerca de la medianoche regreso la familia que vivía en el piso
superior y se me permitio dejar la portería por esa noche. Regrese a mi cuarto,
odiando a Gurdjiéff y al prieuré y también sintiendome casi orgulloso de mi 'sacrificio'
por el. Jure no mencionar mas esa noche ni a él ni a nadie; también, jure que nunca
tendría significado la navidad para mí. Sin embargo, esperaba que se hiciera algo por
mi, al día siguiente; que Gurdjiéff me explicaría o de alguna manera me 'haría sen-
tirme bién'. aún me consideraba como una especie de 'favorito' por mi trabajo en sus
habitaciones; en una posición especial.
Al día siguiente, para mi desilusión, se me asigno al trabajo de
cocina, ya que necesitaban de ayuda adicional; tendría suficiente tiempo para limpiar
sus cuartos y podría llevarle café a la hora que él quisiera. Lo vi varias veces, por
momentos, durante el dia, pero siempre con otras personas y no se hizo referencia a
la noche anterior. A cierta hora en la tarde, alguien llegó por encargo de Gurdjiéff, a
darme algunos regalos de navidad, cosas pequeñas y una copia del libro Veinte mil
leguas de viaje submarino, de Julio Verne; y eso fué el final de la navidad, excepto por
la larga espera que tuve que hacer como mesero, por los estudiantes y algunos
invitados a la cena de esa noche. Como no era el único mesero, no podía sentirme ni
preferido ni 'castigado', como la noche anterior.
Aunque Gurdjiéff no volvió a hacer referencia a esa noche, esto
determinó un cambio en mi relación con el. Ya no me hablaba como si fuera un niño y
mis 'lecciones' privadas llegaron a su fin; no dijo Gurdjiéff nada de eso y yo me sentía
muy intimidado como para hablar de las lecciones. Aunque no escuche llamadas en la
nochebuena, tenía una vaga sospecha de que podría haber habido una, en los
periodos en que me había escapado de la casa de la portería y eso acosaba a mi
conciencia. Aunque no hubiera habido llamadas, sabía que había 'fallado' en el cargo
que se me había asignado y no pude olvidar eso por mucho tiempo.
74

Capítulo 23

Muy temprano, una mañana de primavera, desperte cuando aún estaba


oscuro; solo había una tenue luz de sol que empezaba a ser visible en el horizonte.
Algo me preocupaba, pero no podía imaginar lo que era; tenía un vago sentimiento
de inquietud, la sensación de que algo extraño estaba ocurriendo. A pesar de mi
pereza habitual y de mi hábito de quedarme en cama hasta el último momento,
(tenía que levantarme a las seis) me levante con el amanecer y me fuí a la cocina
que aún estaba silenciosa y fria. Mas para mi confort que para ayudar al niño que
estuviera a cargo ese dia, empece a encender el fuego en la gran estufa de hierro y,
mientras la llenaba de carbon, escuche el sonido de mi chicharra (sono
simultaneamente en mi cuarto y en la cocina). Era temprano para Gurdjiéff, pero su
llamada se ajustaba a mi sentimiento de inquietud y sali corriendo a su habitación.
Estaba parado en el quicio de la puerta, Philos a su lado. Había urgencia en su mirada
cuando me dijo 'Trae al Dr. Schernvall de inmediato', gire para irme pero me detuvo y
dijo: 'Madame Ostrovsky esta muerta. Mejor dile'.
Sali corriendo del edificio y corri hacia la casa donde vivía el Dr.
Schernvall; una pequeña casa no lejana al gallinero, a la que habían
bautizado como el 'Paradou', posiblemente los franceses. El doctor y Madame
Schernvall vivían con su hijo Nikolai en el piso superior de ese edificio. En el resto
vivían Dmitri, hermano de Gurdjiéff, con su esposa y cuatro hijas. Desperte a los
Schernvall y les di la noticia. La Sra. Schernvall estallo en llanto y el doctor empezo a
vestirse precipitadamente, diciendome que regresara a avisar a Gurdjiéff que en un
momento iría.
Cuando regrese a la casa principal Gurdjiéff no estaba en su cuarto,
asi que camine por el largo pasillo hasta el extremo opuesto y toque timidamente, en
la habitación de Madame Ostrovsky. El Sr. Gurdjiéff vino a la puerta y le avise que el
Dr. Schernvall ya estaba en camino. Se veía impasible, muy cansado y estaba muy
palido. Me dijo esperara cerca de su cuarto y le dijera al doctor en donde estaba. El
doctor apareció unos cuantos minutos despues y le dije que fuera al cuarto de
Madame Ostrovsky. Minutos despues el Sr. Gurdjiéff salio y se dirigio a su cuarto. Yo
estaba parado en el corredor, indeciso, dudando si debía esperarlo o no. Me vió sin
sorpresa y luego me preguntó si tenía llave de su habitación. Le dije que si y él dijo
que no debía entrar y no debía permitir que nadie lo hiciera hasta que él me llamara.
Luego, seguido por Philos, camino por el largo pasillo hasta su cuarto, pero no dejo
entrar a Philos. El perro se acomodo contra la puerta, una vez que Gurdjiéff la cerro,
viendome con ojos iracundos y me gruño por primera vez.
Fué un día largo y triste. Todos trabajamos en nuestras asignaciones,
pero una pesada atmosfera de dolor se cernia sobre la escuela. Era uno de los
primeros dias de verdadera primavera, pero el replandor del sol y la
calidez desacostumbrada del día parecían inadecuados. Todo el trabajo se hizo en
silencio y quietud; la gente se hablaba en susurros y se sentía una
75

atmosfera de inquietud a lo largo de los edificios. Seguramente alquien estaría


haciendo los arreglos necesarios para el funeral, el Dr. Schernvall o Madame de
Hartmann, pero casi nadie nos dabamos cuenta de eso. Todos esperaban a que
apareciera el Sr. Gurdjiéff, pero no había señal de vida en su cuarto; no había
desayunado, no pidió comida a mediodía ni me pidió café en todo el dia.
Al día siguiente, en la mañana, Madame de Hartmann me mando llamar y
me dijo que había tocado en la puerta del Sr. Gurdjiéff y no había recibido
respuesta, por lo que quería mi llave. Le dije que no podía darsela y comente cuales
habían sido las instrucciones que me dió el Sr. Gurdjiéff. No discutio conmigo, pero me
dijo que estaba preocupada porque iban a mover el cuerpo de Madame Ostrovsky a la
casa estudio, en donde permanecería toda la noche hasta que fuera el funeral, al día
siguiente; pensaba que el Sr. Gurdjiéff debía saber eso, pero, en vista de lo que me
había dicho, decidio que no lo molestaría.
Ya entrada la tarde, cuando aún no había señales del Sr. Gurdjiéff,
me llamo otra vez. Esta vez Madame de Hartmann dijo que debía tener la llave. Había
llegado el Arzobispo, probablemente de la Iglesia Ortodoxa Griega de Paris, y debian
avisar a Gurdjiéff. Despues de una lucha interior conmigo mismo, cedi finalmente. La
apariencia del Arzobispo era casi tan imponente como la que tenía Gurdjiéff en
ocasiones y no pude oponerme a su aparente importancia.
Al rato Madame me encontro otra vez. Dijo que aún con la llave no
había podido entrar al cuarto. Philos no la dejaba acercarse a la puerta;
tendría que abrir yo, ya que Philos me conocía bién y debía decir a Gurdjiéff que
había llegado el Arzobispo y que tenía que verlo. Resignado y temeroso de las
consecuencias me diirigí a su cuarto. Philos me vió con indiferencia cuando me
acerque. Había tratado de alimentarlo el día anterior y esa mañana, pero él había
rehusado hasta tomar agua. Ahora me veía mientras sacaba la llave del bolsillo y
parecía decidido a dejarme pasar. No se movio, pero al abrir la puerta no me dejo
pasar por encima de él para entrar.
El Sr. Gurdjiéff estaba sentado en una silla, primera vez que lo veía
sentado en otro lugar que no fuera su cama, y me vió con sorpresa. '? Te dejo entrar
Philos ?', preguntó.
Asenti y dije que sentía molestarlo y que no había olvidado sus
instrucciones pero que había llegado el Arzobispo y que Madame de Hartamann ... Me
interrumpio haciendo una seña con la mano. 'Esta bién', dijo quedamente, 'debo ver
al Arzobispo.' Luego suspiro, se puso de pié y dijo '? Que día es hoy ?'
Le dije que era sábado y él preguntó si su hermano, quien estaba a
cargo de encender el fuego en el baño turco, lo estaba haciendo en la forma
acostumbrada. Le dije que no sabia, pero que averiguaría. Me dijo que no le avisara,
que solo dijera a Dmitri que preparara los baños como de costumbre y también que
dijera a la cocinera que cenaría esa noche y que quería una comida muy especial en
honor del Arzobispo. Luego me dijo que alimentara a Philos. Le dije que lo había
intentado pero que él se había negado. Gurdjiéff sonrió. 'Cuando salga del cuarto
comera. Traele comida otra vez.' Luego abandono la habitación, caminando lenta y
pensativamente.
Esa fué mi primera experiencia ante la muerte y, aunque Gurdjiéff
había cambiado, se veía meditabundo y extremadamente cansado (mas de lo que
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jamas lo hubiera visto), eso no se ajustaba a mis nociones preconcebidas de dolor. No


había manifestaciones de tristeza ni lagrimas, solo una pesadez inusual en el, como si
le costara mucho trabajo moverse.

Capítulo 24

El baño turco consistía de tres cuartos y el horno, que era un cuarto


mas pequeño, en el que el hermano de Gurdjiéff, Dmitri, encendía el fuego.
El primer cuarto al que se entraba era para vestirse y desvestirse; el segundo era
grande y circular, equipado con una regadera y varios grifos de agua, con bancas
todo alrededor y una mesa para masajes al centro; el tercero era un cuarto de vapor
con varias bancas escalonadas.
En el primer cuarto había dos hileras largas de bancas, por uno de
los lados y en el lado opuesto había una banca más alta, en la que se
sentaba el Sr. Gurdjiéff, de frente a nosotros, viendonos. El primer verano que estuve
ahí había tanta gente que el Sr. Gurdjiéff nos había dicho a Tom y a mi que nos
subieramos a su banca, detrás de él, en donde nos sentabamos, echando miradas
sobre su hombro a la gente reunida. Los invitados 'importantes' se sentaban siempre
directamente frente a el. Ahora, a pesar de que ya no había tanta gente en el prieuré,
debido a la reorganización de la escuela, Tom y yo seguimos ocupando nuestro lugar,
detrás del Sr. Gurdjiéff; esto se había convertido en parte del ritual asociado con el
baño sabatino.
Despues de desvestirnos, la costumbre era pasar una media hora ahi;
la mayoría de los hombres fumaban y platicaban, mientras que Guedjieff los
urgia a que le contaran chistes. Los chistes, como en la alberca, eran generalmente
obscenos o subidos de color, por insistencia suya. Inevitablemente, antes de proceder
al cuarto de vapor, platicaba a los recien llegados una larga y complicada historia
acerca de lo exhaltado de su posición, como cabeza del prieuré y fundador del
Instituto y la historia siempre incluia referencias a Tom y a mi, considerados como su
'Querubin' y su 'Serafin'.
Debido a mis preconcepciones sobre la muerte y debido a que solo
habían pasado treinta y seis horas del fallecimiento de Madame Ostrovsky, yo
esperaba, convencionalmente, que el ritual del baño de ese sábado en particular
sería triste y lúgubre. No podía estar más equivocado. Cuando llegué al baño esa
noche un poco despues que los demas, me encontre con que todos estaban aún en
calzoncillos; el Sr. Gurdjiéff y el Arzobispo estaban enfrascados en una larga discusión
acerca del problema de desnudarse. El Arzobispo insistía en que no podía tomar un
baño turco sin cubrirse con algo y se rehusaba a participar si el resto de los hombres
estaban completamente desnudos. La discusión debe haber durado otros quince
minutos despues de que llegué y parecía que Gurdjiéff la disfrutaba inmensamente.
Hizo muchas referencias a las Escrituras y estuvo bromeando al Arzobispo por su
'falsa modestia'. El Arzobispo permaneció inflexible y se mando a una persona a la
casa principal a que trajera algo con que nos cubrieramos. Aparentemente el
77

problema había ocurrido antes, ya que el mensajero regreso con gran cantidad de
pantaloncillos de muselina que desenterro de alguna parte. Se nos dijo que los usa-
ramos y nos desvistieramos con el mayor pudor posible. Cuando pasamos por fin al
cuarto de vapor, incomodos con nuestro
desacostumbrado atuendo, Gurdjiéff, como si tuviera al Arzobispo a su
merced, se quito gradualmente su pantaloncillo y uno por uno lo fuimos haciendo los
demas. El Arzobispo no hizo mas comentarios, pero conservo tercamente su
pantaloncillo alrededor de la cintura.
Cuando dejamos el cuarto de vapor y pasamos al cuarto de enmedio para
bañarnos, el Sr. Gurdjiéff inicio otra vez una larga arenga para el
Arzobispo. Dijo que esa vestimenta parcial era no solo una forma de falso pudor, sino
que era dañina sicológica y físicamente; que las civilizaciones antiguas se habían
dado cuenta de que los rituales más importantes de limpieza tenían que ver con las
llamadas 'partes privadas' del cuerpo, que no podían limpiarse adecuadamente si se
llevaba cualquier tipo de ropa sobre ellas y que, de hecho, muchas ceremonias
religiosas de civilizaciones anteriores habían insistido en esa limpieza como parte de
sus ritos sagrados o religiosos. El resultado fué un acuerdo: el Arzobispo no objeto
esos argumentos y quedo de acuerdo en que podíamos hacer lo que quisieramos,
pero él no se quitaría, y no lo hizo, su cubierta.
Despues del baño, la discusión continuo en el primer cuarto, el
vestidor, durante el periodo de 'enfriamiento' que duraba también alrededor de
media hora; Gurdjiéff insistía mucho en que no debiamos aventurarnos en el aire
nocturno despues del baño. Era esencial una ducha fria, pero el aire frio estaba
prohibido. Durante la discusión en el vestidor, el Sr. Gurdjiéff abordo la cuestion de
los funerales y dijo que una medida importante de respeto, aún con los muertos, era
asistir a sus exequias perfectamente limpio, de mente y cuerpo. El tono de su voz,
que había sido chusco al principio y serio en el cuarto de lavado, se había hecho
conciliatorio y persuasivo. Gurdjiéff reitero que en ninguna forma había pretendido
mostrarse irrespetuoso con el Arzobispo.
Cualquiera que fueran las diferencias entre ellos, aparentemente se
respetaban entre si; en la cena, que fué casi un banquete, resulto que
el Arzobispo era un hombre de modales agradables y con gusto por convivir,
ademas de ser un fuerte bebedor, lo que agrado a Gurdjiéff; parecía que ambos
disfrutaban mucho de su compañia.
Despues de la cena, aunque ya era muy tarde, el Sr. Gurdjiéff hizo
que todos se reunieran en el salon principal y nos narro una larga historia acerca de
las costumbres funerales de varias civilizaciones. Dijo que ya que Madame Ostrovsky
lo había deseado, tendría un funeral adecuado de acuerdo a su iglesia, pero agrego
que otras costumbres que habían existido en grandes civilizaciones del pasado
remoto, en civilizaciones que eran literalmente desconocidas para el hombre
moderno, eran también importantes y pertinentes. Describió uno de esos ritos
funerales en el que los familiares y amigos del difunto se reunian durante tres dias
despues de su muerte. Durante ese periodo recordarían y dirían en voz alta todos
aquellos actos que consideraban malos o dañinos, los pecados cometidos por el di-
funto durante su vida; el propósito de eso era crear una oposición que forzara al alma
a luchar por salir del cuerpo del difunto y llegar asi a otro mundo.
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Durante el funeral, al día siguiente, el Sr. Gurdjiéff permaneció en


silencio y separado de todos, como si solo su cuerpo estuviera entre los dolientes.
Solo intervino en un punto de la ceremonia, en el momento en que iban a sacar el
cuerpo de la casa estudio y lo iban a colocar en la carroza funebre, ya que una mujer
que había estado muy cerca de su esposa se avalanzo histéricamente sobre el ataud,
ahullando, literalmente y sollozando de pena. Gurdjiéff se le acerco y la retiró del
ataud, hablandole suavemente, mientras el funeral procedia. Seguimos el ataud
hasta el cementerio, a pié,y cada uno de nosotros echamos un puño de tierra una vez
que lo bajaron en el foso que se había cavado cerca de la tumba de la madre de
Gurdjiéff. Despues de los servicios, el Sr. Gurdjiéff y todos nosotros presentamos
silenciosamente nuestros respetos ante
las tumbas de su madre y de Katherine Mansfield, quien estaba enterrada
ahi también.
79

Capítulo 25

Durante el tiempo en que estuvo enferma Madame Ostrovsky y el Sr.


Gurdjiéff tenía sesiones diarias con ella, una persona que había sido muy amiga de su
esposa por muchos años, objetaba seriamente lo que él estaba haciendo; su
argumento era que el Sr. Gurdjiéff estaba prolongando interminablemente el
sufrimiento de su esposa y que ello no podía servir a ningún propósito valioso o util,
sin importar lo que él dijera. Esa mujer era Mme. Schernval, la esposa del doctor, y su
enojo contra Gurdjiéff había llegado a tal punto que, aunque seguía vivendo en el
prieuré, nunca aparecía en su presencia y se rehuso a hablar con él durante varios
meses. Comentaba su caso contra él ante cualquier persona que estuviera cerca y
llegó, inclusive, a platicarme una larga historia para ilustrar su perfidia.
Decía que ella y el doctor eran miembros del grupo original que
habían salido con Gurdjiéff de Rusia, unos años antes. Habíamos oido de las
increibles dificultades que encontraron al escapar de las diferentes fuerzas implicadas
en la revolución rusa y como habían llegado a Europa, finalmente, pasando primero
por Constantinopla. Una de las cosas que comento Mme. Schernval contra Gurdjiéff,
como prueba de que no era confiable y su naturaleza era, incluso, malvada, fué que
en realidad fué gracias a ella que pudieron escapar y llegar a Europa. Aparentemente,
para cuando llegaron a Constantinopla se quedaron sin dinero y Mme. Schernval hizo
posible que siguieran, al prestar un par de aretes muy valiosos a Gurdjiéff, con lo que
rentaron un bote y cruzaron el Mar Negro. Sin embargo, aún Mme. Schernval admitía
que no había ofrecido los aretes
espontaneamente. El Sr. Gurdjiéff sabía de su existencia y se los había
pedido, como último recurso, prometiéndole que los dejaría en buenas manos en
Constantinopla y que algun día se los regresaría, prometiendo por su
honor, en cuanto reuniera el dinero para rescatarlos. Ya habían pasado varios años y,
aunque el Sr. Gurdjiéff había obtenido grandes cantidades de dinero en los Estados
Unidos, nunca había devuelto los aretes. No solo era eso una prueba de su falta de
buenas intenciones; ella agregaba siempre que la forma en que gastaba el dinero era
absurda; por ejemplo, ? no había comprado el aquellas bicicletas con dinero que pudo
usar para regresarle sus aretes ?
A todos nos había contado esa historia varias veces, pero para cuando
murió Mme. Ostrovsky ya la había olvidado por completo. Unas cuantas semanas
despues del funeral, Gurdjiéff me preguntó si había visto recientemente a Mme.
Schernval y me preguntó por su salud. Expreso su pesar por el hecho de que ya
nunca la veía y dijo que eso hacia muy difícil su relación con el doctor y que no era
una buena situación. Hablo mucho tiempo sobre las manias de las mujeres y dijo que
había decidido, finalmente, que a él le correspondia hacer el esfuerzo por ganarse
otra vez el afecto y buena disposición de Mme. Schernval. Entonces me dió un pedazo
de una barra de chocolate (parecía que alguien se había comido el resto), colocado
en una caja rota y me dijo que se lo llevara. Tenía que decirle como se sentía él con
respecto a ella, como la respetaba y valoraba su amistad y que ese chocolate era una
80

expresión de su estimación por ella.


Vi la caja rota y pense, para mí, que difícilmente era la forma de
ganarse otra vez su amistad, pero había aprendido a no expresar tales reac-
ciones. Tome la caja y me fuí a ver a Madame.
Le di el mensaje antes de entregarle el pequeño paquete, recitando lo
que él había dicho, exactamente, lo que me llevo algo de tiempo y luego le
extendi el pequeño paquete roto. Ella me había escuchado con una evidente mezcla
de emociones y, para cuando le entregué el paquete, estaba ansiosa por recibirlo. Sin
embargo, cuando lo vió, su cara reflejo una actitud de desden. Dijo que él nunca
hacia algo en serio y que me había obligado a darle ese largo y elaborado mensaje,
solo como preambulo de la broma de regalarle una pieza mordida de chocolate, que
de cualquier forma no le gustaba.
Le dije que me sorprendía porque él me había dicho que a ella le
gustaba especialmente esa marca de chocolate, más que nada en el mundo. Me vió
con mirada de extrañeza cuando dije eso y entonces abrió el paquete
apresuradamente. Había escogido al mensajero adecuado; había olvidado por
completo la historia de los aretes, asi que quede tan sorprendido como ella cuando
encontro, por supuesto, sus aretes. Se puso a llorar, me abrazo y acabo casi histérica;
luego se limpio la cara, se puso los aretes y volvió a platicarme la historia, pero esta
vez con la significativa diferencia de que eso era prueba de lo maravilloso que era
Gurdjiéff y como ella siempre había sabido que él cumpliría su promesa. Yo estaba tan
sorprendido por su cambio de sentimientos, como cuando vi los aretes.
Regrese con el, como me lo había pedido, y le conte toda la historia
con todo detalle. El estaba muy divertido, se rió mucho y luego me platicó
parte de la historia, desde su punto de vista. Dijo que lo que ella narraba era
correcto, pero que no tenía idea de las dificultades que tuvo tratando de recuperar los
aretes. Los había empeñado por una suma muy grande de dinero a un amigo de
confianza, en Constantinopla y, cuando finalmente tuvo el dinero y los intereses, se
entero de que su amigo había muerto. De ahí en adelante, le tomo varios años de
constantes esfuerzos para localizar las joyas y para persuadir al nuevo dueño,
aparentemente un usurero, de que se los vendiera por una suma mucho mayor a su
valor real.
No pude sino dejar salir mi reacción obvia: ? Porque había hecho eso
? ? había alguna joya que valiera tal esfuerzo y, ademas, no se daba
cuenta Mme. Schernval de que probablemente la vida de todos ellos dependía de los
aretes ?
El dijo entonces que el valor de las joyas no era un elemnto impor-
tante en la historia. Una de las razones para recuperarlas fué la amistad de su esposa
con Mme. Schernval; esa amistad no podía evaluarse y era necesario hacer eso en
memoria de su esposa. Dijo, ademas, que todo hombre tiene la obligación de
mantener cualquier promesa que haya hecho en forma sincera y solemne, como él
había hecho esa en particular. 'No solo lo hago por ella', dijo, 'también lo hago por mi
alma'.
'Tu recuerdas', dijo despues, 'como te he dicho acerca del bién y del
mal en el hombre, que es como mano derecha y mano izquierda. En otro sentido esto
es cierto también del hombre y la mujer. El hombre es activo, positivo, bueno por
81

naturaleza. La mujer es pasiva, negativa, mala. No mala en el sentido de ustedes los


americanos, sino mala en forma muy necesaria; un mal que hace bueno al hombre.
Es como la luz electrica, un alambre es pasivo o negativo, el otro es activo, positivo.
Sin esos dos elementos no tienes luz. Si Mme. Schernval no es mala conmigo, tal vez
olvido la promesa, una seria promesa que le hice. Asi, sin su ayuda, porque no me
deja olvidar lo que prometi, no hubiera mantenido mi promesa, no hubiera habido
bién para mi alma. Cuando regreso los aretes hago algo bueno: bueno para mí, para
la memoria de mi esposa y bueno para Mme. Schernval que ahora tiene mucho
remordimiento en su corazón por las cosas malas que dijo de mi. Esta es una lección
importante para tí.'
82

Capítulo 26

La relación del Sr. Gurdjiéff conmigo, aunque superficialmente seguía


igual, había sufrido un cambio definido que yo sentía se había iniciado en la navidad
anterior. Seguía limpiando sus habitaciones, le llevaba café y hacia sus mandados,
pero el sentimiento fácil y afectuoso que había existido entre ambos, casi como entre
padre e hijo, parecía estar desapareciendo; parecía como que se había propuesto
crear una separación y una reserva entre ambos.
Cuando me platicaba antes, cualquiera que fuera el tema de conver-
sación, se refería casi siempre al hecho de que aún era un niño y que mucho de lo
que me decía era algo que no podía comprender, por el momento. Pero despues de
su cambio, aunque me hablaba con mucha frecuencia, su tono era más serio y ya no
me decía que era un niño. Yo sentía que él empezaba a esperar que me defendiera
por mi mismo, que usara mi propia mente; que, de hecho, me estaba urgiendo a que
madurara.
Con frecuencia discutia sobre las relaciones humanas en general,
sobre los papeles especificos del hombre y la mujer y sobre el destino humano; estas
platicas no eran solo para mí, sino para un grupo del que yo era miembro. Nos aclaro
enfaticamente que siempre que se dirigiera a alguien hablando de cualquier tema,
sería benéfico para todos los presentes que lo escucharan. Muchos de nosotros
teníamos la impresión de que cuando hablaba a un individuo, no lo hacia solo para él
sino para cualquiera que sintiera que la conversación le era aplicable. A veces
sentíamos que hablaba con una persona a través de otra; como si no quisiera
dirigirse a ella directamente.
Con frecuencia regresaba al tema del bién y el mal, lo activo y lo
pasivo, lo positivo y lo negativo. Yo había quedado impresionado por lo que me había
dicho de Mme.Schernval y el, en relación a esto, cuando le regreso los aretes y me
parecía la continuación de un tema del que hablaba recurrentemente: la naturaleza
dual del hombre y la necesidad de adquirir o crear una fuerza reconciliadora. Esta
fuerza, en un sentido exterior, tenía que ser creada en las relaciones humanas entre
individuos; en un sentido interior, tenía que ser adquirida o creada dentro de un
individuo como parte de su desarrollo y crecimiento.
Una de las cosas más importantes acerca de los pronunciamientos de
Gurdjiéff, sus platicas, lecciones o discursos (cada quien le llama de manera
diferente), era la enorme influencia que tenía sobre su auditorio. Sus gestos, su
manera de expresarse, el increíble rango de tono y las dinamicas de su voz, asi como
su uso de la emoción, parecían calculados para fascinar al que lo escuchaba; tal vez
para hipnotizarlos hasta el punto de que no pudieran discutir con él en el momento.
Sin duda, independientemente de cuantas preguntas aparecieran en la mente cuando
Gurdjiéff terminaba de hablar, siempre se había recibido una impresión fuerte e
indeleble, antes de que aparecieran estas. No solo no olvidamos lo que nos dijo sino
que resultaba imposible olvidarlo, aún si uno quería hacerlo.
83

Poco despues del episodio de los aretes, Gurdjiéff abordo otra vez el
tema de los hombres y las mujeres, sus papeles en la vida y, como un elemento
adicional, los roles especificos de los sexos en su trabajo o, en su caso, en cualquier
trabajo religioso o sicológico que tuviera como meta el desarrollo de uno mismo y un
crecimiento adecuado. Me sorprendía y me quedaba perplejo entonces y muchas
veces despues, por su reiteración de que no solo su trabajo 'no era para todos' sino
que 'las mujeres no lo necesitan'. Decía que la naturaleza de la mujer es tal, que el
'desarrollo de uno mismo' en el sentido que él daba a la frase, era algo que la mujer
no puede lograr. Entre otras cosas decía: 'La naturaleza de la mujer es muy diferente
de la del hombre. La mujer es de la tierra y su unica esperanza de subir a otro estado
de desarrollo, de ir al paraiso como dicen ustedes, es CON el hombre. La mujer ya lo
sabe todo, pero ese conocimiento no le sirve, de hecho, puede ser como un veneno
para ella, a menos que tenga a
un hombre con ella. El hombre tiene algo que nunca existe en la mujer:
lo que ustedes llaman 'aspiración'. En la vida el hombre usa esta cosa, esta
aspiración, para muchas cosas, todas malas para su vida; pero TIENE que usarla
porque tiene esa necesidad. El hombre, no la mujer, escala montañas, baja a los
oceanos, vuela por el aire, porque tiene que hacer eso. Le es imposible no hacerlo; no
puede resistirlo. Mira la vida a tu alrededor: el hombre escribe musica, el hombre
pinta cuadros, escribe libros, hace todas esas cosas. El cree que es la forma de
encontrar el Paraiso para su ser'.
Cuando alguien objeto que las ciencias y las artes no eran, despues
de todo, exclusivas del mundo masculino, Gurdjiéff se rió: 'Preguntas sobre
mujeres artistas y mujeres cientificas. Yo digo que tu mundo esta todo enredado y te
digo esta cosa verdadera. El hombre verdadero y la mujer verdadera no tienen solo
un sexo, no son nada más macho o hembra. El humano real es una combinación de
estas cosas: lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino. aún ustedes,' hizo un
movimiento circular señalandonos a todos, 'a veces comprenden esto, porque a veces
se ven sorprendidos cuando ven a un hombre que siente algo como mujer o a una
mujer que actua como hombre; o, incluso, cuando sienten en sí mismos emociones
propias del sexo opuesto.
'Todos nosotros vivimos en lo que llamamos el universo, pero este es
un sistema solar muy pequeño, el más pequeño entre muchos, muchos sistemas
solares, estamos en un lugar poco importante. Por ejemplo, en este sistema solar, la
gente es bisexual: es necesario tener dos sexos para la reproducción de la especie,
un método primitivo que usa parte de la aspiración del hombre para la creación de
más gente. El hombre que puede aprender como lograr un ser superior, como ir
apropiadamente al Paraiso, puede usar esa aspiración para el desarrollo del ser, para
lo que ustedes llaman inmortalidad. En el mundo como existe ahora, ningún hombre
puede hacer eso: la unica posibilidad de inmortalidad es la reproducción. Cuando un
hombre tiene hijos, no todo lo suyo muere cuando muere su cuerpo.
'No es necesario que la mujer haga el trabajo del hombre en el mundo.
Si la mujer encuentra a un hombre real, entonces ella se convierte en una
mujer real sin necesidad de trabajar. Pero, como yo digo, el mundo esta enredado.
Ahora en el mundo no existen hombres reales, asi que la mujer hasta trata de
convertirse en hombre, hace el trabajo del hombre, lo que esta mal para su
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naturaleza.'
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Capítulo 27

Poco despues de la muerte de Madame Ostrovsky, la atmosfera del


Prieure pareció cambiar; parte de ello se debia, definitivamente, a su muerte (por
ejemplo, Gurdjiéff estaba viviendo con una mujer que resulto embarazada unos
meses despues); la otra parte era, simplemente, que inevitablemente yo estaba
creciendo. Me empezaron a invadir preguntas que no se me habían ocurrido antes. ?
Que estaba yo haciendo ahí,cual era el propósito de la escuela, que tipo de hombre
era Gurdjiéff, despues de todo ?
Supongo que en el principio de la adolescencia es 'normal' que un
niño empiece a evaluar su entorno, a sus padres y a las personas que conoce. Me
resultaba muy sencillo contestarme lo que se refería a mi estancia ahi: los eventos
azarosos y sin sentido que me llevaron ahí estaban aún frescos en mi mente. Pero,
para entonces, la cuestion de si quería o no permanecer, se había convertido en algo
diferente. Hasta entonces no había tenido control del curso que tomaba mi vida; tam-
poco se me había ocurrido que pudiera tener alguna influencia en determinar ese
curso. A los trece años, aún no tenía voz ni poder sobre mi 'destino' o mi futuro, pero
tenía mis preguntas al respecto.
En el curso de las idas y venidas de todo tipo de gentes al prieuré,
visitantes y residentes semi permanentes, siempre había discusiones
acerca de Gurdjiéff, acerca del propósito y/o valor de su trabajo. Había muchos
'estudiantes' que dejaron el prieuré en circunstancias mas o menos
violentas, emocionalmente, a veces por que Gurdjiéff no los quería ahí,a veces debido
a sus propias actitudes y sentimientos acerca de él, como hombre.
Durante los dos años que yo había permanecido ahí,me había dado
cuenta de y, ciertamente, me había aferrado al sentimiento y la creencia de que
Gurdjiéff no podía hacer nada malo; de que todo lo que hacia tenía un propósito, era
necesario, importante, 'correcto'. Hasta entonces, no había tenido que tomar por mi
mismo ninguna decisión con respecto a el. Pero llegó el tiempo en que empece a
verlo a través de mi propia educación, con mis valores adquiridos subconcientemente
y empece a hacer algunos intentos de evaluar al hombre, a los estudiantes, a la
escuela. Aparecieron asi un gran número de preguntas, la mayoría sin respuesta.
? Que era el poder de este hombre cuya palabra era ley, quien sabia
mas que nadie, quien tenía un dominio absoluto sobre sus 'discípulos' ? No había
dudas en mi mente con respecto a mi relación personal con el. Lo amaba, había
ocupado el lugar de mis padres y tenía una autoridad indiscutible sobre mi; por mi
parte había una devota lealtad y mi afecto. aún asi, era obvio que mucho del efecto
que producia en mi y su poder sobre de mi, se debía a los sentimientos de otros
(sentimientos de reverencia y respeto) y a mi deseo natural de conformarme. Por otra
parte, mis sentimientos personales de admiración y respeto eran menos importantes
que el miedo que le tenía. El miedo llegó a ser indudablemente genuino conforme lo
conocía más.
había sido impresionante, revelador y hasta divertido verlo de cerca,
cuando reducia a una persona a pulpa, como lo había hecho con el Sr. Orage, en mi
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presencia. ? Pero no era significativo que Orage haya dejado el prieuré y que no haya
regresado ? Me habían dicho que estaba enseñando el 'trabajo' de Gurdjiéff en Nueva
York, desde entonces, y es posible que lo que Gurdjiéff hizo a Orage haya sido
necesario; pero, finalmente, ? quien podría determinar eso ?
El mismo Gurdjiéff no era de gran ayuda. Una de las cosas inol-
vidables que había dicho y había repetido muchas veces, era que lo que llamamos
'bién' y 'mal' crece igual en el hombre; que la potencialidad de convertirse en un
'angel' o un 'demonio' era siempre igual. Aunque con frecuencia había hablado de la
necesidad de crear o adquirir una 'fuerza reconciliante' en uno mismo, con el objeto
de lidiar con los lados 'positivo' y 'negativo' o 'bueno' y 'malo' de la propia naturaleza,
había declarado también que la 'guerra' no tenía fin; que mientras mas aprendía uno,
la vida se hacia, inevitablemente, más difícil.
El prospecto parecía ser: 'mientras más aprendes más duras se pondran
las cosas'. Cuando se encontraba, ocasionalmente, con protestas contra esa
visión terrible del futuro, respondía invariablemente con la declaración, mas o menos
irrefutable, de que nosotros, individualmente o como grupo, eramos incapaces de
pensar con claridad, no eramos suficientemente adultos o maduros para juzgar si ese
era o no un futuro apropiado y realista para el hombre; mientras que el sabía de lo
que estaba hablando. Yo no tenía argumentos con que defenderme del cargo de in-
competencia que se me hacia; pero tampoco tenía una prueba absolutamente
aceptable de su competencia. Su fuerza, su magnetismo, su poder, su habilidad y
hasta sabiduria, eran innegables, posiblemente. Pero la combinación de esos
atributos o cualidades ? creaban automaticamente la cualidad de hacer un juicio
competente ?
Es una perdida de tiempo discutir o pelear con gente que esta conven-
cida. Las personas que se interesaron en Gurdjiéff siempre terminaban por encajar en
una de dos categorias: los que estaban a su favor y los que estaban en contra; se
quedaban en el prieuré o seguían reuniéndose en sus 'grupos' en Paris, Londres,
Nueva York y otros sitios, porque estaban convencidos razónablemente de que tenía
algun tipo de respuesta, o bién lo dejaban a él y a su 'trabajo' porque estaban
convencidos de que era un charlatan, un demonio o, por lo menos, que estaba
equivocado.
Existiendo la buena voluntad del auditorio, Gurdjiéff era increible-
mente convincente. Su presencia y su magnetismo físico eran indiscutibles y a veces
abrumadores. Era imposible refutar su lógica, en cuestiones prácticas, y esta nunca
estaba coloreada o distorsionada por la emoción; en ese sentido, en los problemas
puramente ordinarios de la vida, no había duda de que jugaba limpio. Era un juez
considerado y atento cuando trataba con las situaciones o disputas que aparecen en
el proceso de mantener una institución como el prieuré; hubiera sido ridículo e ilógico
discutir con él o decir que era injusto.
Sin embargo, recordando lo que pasaba por mi mente en esa edad, en
cosas como las experiencias que tuve con la Sra. Madison, ? que le había hecho él ? ?
que efecto tuvo en ella que nos haya premiado por haberla desafiado ? ? porque la
había puesto en esa posición de autoridad ? Desde luego, la Sra Madison estaba
físicamente presente como una respuesta a esas preguntas. parecía haberse
convertido en un seguidor más convencido, un discípulo más devoto y,
87

aparentemente, no cuestionaba lo que él le había hecho. Pero, ? fué eso una


respuesta, al paso del tiempo ? ? Sería, tal vez, simplemente una prueba de que la
Sra. Madison fué dominada por el magnetismo de Gurdjiéff, por su fuerza positiva ?
En ese entonces, y no tengo ninguna razón valida para cambiar ese
sentimiento u opinión despues de casi cuarenta años, sentía que él buscaba a un
individuo o fuerza que pudiera oponersele en forma efectiva. Desde luego, en el
prieuré no había tales oponentes. Incluso a esa edad, empece a sentir desprecio por
la abyecta devoción de sus adeptos o 'discípulos'. Hablaban de él entre susurros;
cuando no entendían alguna declaración que él hacia o algo que había hecho, se
acusaban a sí mismos, con demasiada rapidez para mi gusto, por no haber tenido la
visión suficiente; abreviando, lo adoraban. La atmosfera que se crea, de alguna
manera, en un grupo de gentes que 'adora' a un individuo o a una filosofía, me
parecía entonces (y lo siento ahora) que lleva la semilla de su propia destrucción y,
ciertamente, lleva a hacer el ridículo. Lo que me dejaba desconcertado era que
Gurdjiéff ponía en ridículo a sus seguidores más convencidos y devotos (atestigue el
caso de las damas y el 'vino famoso'). A mi manera, simple e infantil, yo sentía que él
era capaz de hacer cualquier cosa, a expensas de quien fuera, solo por 'diversión';
para ver que pasaba.
En mi opinión no solo jugaba con sus estudiantes, sino que los juegos
estaban 'cargados' a su favor; jugaba contra personas que él había llamado
'ovejas' en sus caras; personas que, ademas, aceptaban ese término sin
protestar. Entre los devotos había unos cuantos que luchaban con el
verbalmente, pero a la larga parecían ser los más 'poseidos' o 'convencidos';
atreverse a bromear con él se convirtió en una prueba de tener cierta intimidad con
el, privilegio que se les concedia por el acuerdo total con las ideas; en ningún sentido
había rebelion. Los rebeldes no se quedaban en el prieuré a compartir bromas y no se
les permitia permanecer para oponerlo o retarlo; la 'dictadura filosófica' no admitía
oposición.
Lo que empezo a obsesionarme, a los trece, fué una cuestion muy seria
y peligrosa, para mí. ? Con que estaba tratando ? No me importaba el hecho
de que tal vez estuviera engañandome tanto como me parecía que lo hacia
con los demas; no sabía si lo hacia o no. Pero, de ser ese el caso, yo
quería saber porque. No podía negar que me resultaba divertido, siendo un niño, ver
como Gurdjiéff 'exponía' a los adultos, para divertirse con ellos, pero ? servia eso a un
propósito constructivo ?
Incluso a esa edad estaba conciente de que el mal podría crear bién.
Cuando Gurdjiéff hablaba de moralidad 'objetiva' y moralidad 'subjetiva', no me
quedaba totalmente a oscuras. En el sentido más simple parecía sig-
nificar que las costumbres gobiernan a la moralidad subjetiva, mientras que lo que
Gurdjiéff llamaba 'moralidad objetiva' era cuestion de instintos naturales y de
conciencia individual. Al discutir sobre moral, él recomendaba vivir de acuerdo con las
costumbres y hábitos de la sociedad en la que uno vive (le gustaba mucho la frase 'Si
vives en Roma, vive como los romanos'), pero enfatizaba la necesidad de una moral
personal, individual y objetiva, basada en la conciencia, mas que en la tradición, las
costumbres o la ley. El matrimonio era un buen ejemplo de una costumbre moral
subjetiva; objetivamente, ni la moral natural ni la moral individual requerían de ese
88

sacramento.
No me sentí muy confundido cuando me entere de que el nombre del
primer libro de Gurdjiéff era 'Relatos de Belcebu a su nieto' o 'Una Critica Objetiva e
Imparcial del Hombre'. La idea de que el diablo, o Belcebu, era el que hacia la critica
no me sorprendió. Cuando Gurdjiéff declaro que Cristo, Buda, Mahoma y otros
profetas como ellos, eran 'mensajeros de los dioses' que finalmente habían FALLADO,
pude aceptar la teoría implicita de que ya había llegado el momento de darle su
oportunidad al diablo. Como adolescente, no tenía tan buena opinión del mundo
como para rechazar el veredicto de Gurdjiéff de que estaba 'todo enredado' o 'parado
de cabeza' o, en mi propia versión de sus palabras, hecho un desastre. Pero, si los
profetas mencionados habían 'fallado' por alguna razón, ?
había alguna seguridad de que Gurdjiéff (o Belcebu) tuviera éxito ?
? Éxito o fracaso de que ? Podía aceptar la teoría de que había algo
'mal' con la humanidad, pero resistía la declaración, hecha por un individuo, de que él
sabía exactamente lo que estaba 'mal'. Ademas, aceptación no es convicción y para
bién de discutir seriamente una cura, me parecía lógico que uno fuera convencido
primero de que existía la enfermedad. ? Se me iba a forzar entonces a formarme una
opinión acerca de la 'condición del hombre', para hacer un diagnostico ? No estaba
equipado para hacer eso, pero no estaba en contra de intentar en esa dirección. La
unica respuesta que pude encontrar, desde luego, fué que no había respuesta.
Todas esas especulaciones me llevaban, inevitablemente, de regreso a
Gurdjiéff, el hombre. Cuando prescribía un ejercicio como la 'auto
observación', con la meta reconocida de 'conocerse uno mismo', no tenía argumentos
de que hablar y él tenía el peso de toda la religion organizada detrás de él, como él
mismo lo había señalado. Tal vez la diferencia reside en el método particular y yo no
estaba en posición de juzgar los meritos de su método. Sin embargo, la meta no era
nueva.
Si tenía que aceptar la premisa de que el hombre es inferior a la
naturaleza (y no estaba en posición de negar eso), entonces estaba obligado de
inmediato a considerar la posibilidad de que Gurdjiéff, siendo un hombre, no tuviera
necesariamente todas las respuestas, asumiendo que existan. Su filosofía, como la
entendía a esa edad, era indudablemente atractiva. ? Era algo más que eso ? Todas
las ideas 'místicas' son atractivas para el que busca, por la sencillisima razón de que
son místicas o misteriosas, en cierta forma.
Esas cuestiones son preocupantes; pueden amenazar la confianza en si
mismo, la 'raison-de-etre' completa de un ser humano. Mis dudas y preguntas
eran como un nido de circulos concentricos. La razón misma de la vida, de la
existencia del hombre, pareció reducirse a si podía o no aceptar a Gurdjiéff como el
hombre que tenía la clave. El simple hecho de vivir en su presencia me hacia
imposible retirarme (tal vez no es la palabra adecuada) a otra 'creencia' o 'fe' en otra
religion o teoría de la vida. Me atraia su repudio a la actividad organizada, fuera
religiosa, filosófica o hasta práctica, y me atraia más por el apoyo aparente que daba
a la verdad o la acción individual. Pero lo aterrador era el concepto inevitable de la
inutilidad de la vida humana, individual y colectiva. La historia de las bellotas en el
roble me había impresionado como niño. El concepto de que la vida humana es solo
otra forma de organismo, que podría o no crecer, era algo nuevo para mí. Pero ? era
89

realmente el trabajo de Gurdjiéff el medio adecuado para convertirse en un 'roble' ? ?


Estaba yo tratando en realidad con el diablo ? Quien quiera que fuera me gustaba;
estaba ciertamente encaprichado con el. aún asi, sigue siendo significativo que
mi único intento serio de suicidio ocurrió ese año. Estaba torturado por
las preguntas que no cesaban de atormentarme, torturado hasta el punto de
que ya no podía evitar hacerlas, continuamente, sin encontrar algun tipo de
respuesta. Obviamente, para mí, la unica persona que POdría tener la respuesta, era
el mismo Gurdjiéff y como, ademas, era muy probable que fuera el villano, no podía
preguntarle directamente. Lo que hice fué tomarme una pequeña botella de alcohol
de madera. Enfrentando esto, no fué un esfuerzo muy determinado, pero el intento
fué en serio, la botella tenía una etiqueta que decía 'Veneno' y lo creí. El resultado del
intento no fué particularmente dramatico. Me dió un mareo muy fuerte y no tuve que
usar un emetico.
El intento se hizo de noche y, cuando vi a Gurdjiéff la mañana
siguiente, al traerle su acostumbrado cafe, me dirigio una rapida mirada y me
preguntó que estaba mal. Le dije lo que había hecho y también, muy apenado, le dije
de mi reacción física inmediata. En ese momento ya no me importaba si era el diablo
o no. Su único comentario fué que para suicidarse exitosamente el esfuerzo debe ser
muy sincero. No me preguntó porque lo hice y recuerdo haber tenido la curiosa
sensación, mientras nos veíamos uno al otro, de que estabamos siendo completa y
desapasionadamente honestos, uno con el otro.
90

Capítulo 28

Mis preguntas y dudas acerca del prieuré y del Sr. Gurdjiéff, ob-
sesivas como habían sido por un corto tiempo, desaparecieron rapidamente. No me
preocupaba eso; me sentí aliviado al regresar a la rutina de trabajo cotidiana. Como
si se me hubiera quitado un gran peso de los hombros.
Los únicos cambios obvios despues de la muerte de Madame Ostrovsky en
la vida general del prieuré, fué que Gurdjiéff empezo a hacer viajes
frecuentes por periodos de varios dias o de hasta dos semanas cada vez y que
cuando estaba en casa había muchos más huespedes en los fines de semana. Cuando
se iba a un viaje, se llevaba hasta a cinco o seis personas con él y casi todos
anticipaban la posibilidad de ser seleccionados para acompañarlo. Se había
convertido en una especie de 'importancia' el haber participado en un viaje a Vichy o
a Evian o a cualquier playa popular de las que a él le gustaba visitar. Las razones que
daba Gurdjiéff para esos viajes, eran que necesitaba viajar y ver a más gente, lo que
necesitaba para sus escritos que en ese tiempo hacia, basicamente, en restaurantes
y cafes, con frecuencia sentado enmedio de un grupo de gente, tomando café y
escribiéndo interminablemente. Muchos de los que iban con él participaban
activamente en la traducción de sus escritos a varios lenguajes; ademas, le gustaba
viajar con su sequito.
En ese tiempo lo vi menos, principalmente por sus frecuentes salidas,
pero aún cuando estaba en el prieuré no tenía tanto contacto privado como el que
había tenido antes. En general, esta situación me agradaba ya que,
aunque habían cedido mis dudas, en el sentido de que no ocupaban toda mi atención,
el miedo que le tenía y la oculta sospecha sobre sus motivos había reemplazado en
parte mi devoción personal por el, que hasta entonces había sido total. Sin embargo,
seguí teniendo una serie de experiencias con el, accidentales o tal vez intencionales.
Un dia, cuando se esperaba que llegara de uno de sus viajes, yo
estaba trabajando en la cocina, ayudando en la preparación de una de las cenas
usuales muy elaboradas que se servian siempre que él regresaba. Cuando movia una
gran olla llena de agua hirviendo, de alguna manera vacie parte del contenido en mi
cuerpo, principalmente en el brazo derecho. Solte la olla, aullando de dolor y Madame
Schernval, cocinera de ese dia, grito pidiendo ayuda y mando a alguien por el doctor.
En lugar de este llegó Gurdjiéff, muy inesperadamente. Había llegado más temprano
de lo que esperabamos. Sin decir palabra y al parecer sin escuchar la explicación casi
histérica de Madame Schernval, se acerco rapidamente a mi, me jalo hacia la estufa,
quito las hornillas de hierro, exponiendo las rojas brasas. Luego me tomo el brazo y lo
mantuvo, con toda su fuerza, sobre el fuego de la estufa, probablemente por solo
unos segundos pero que me parecieron una eternidad. Cuando me solto, dijo muy
serio y tranquilo
que lo mejor para combatir al fuego era el fuego. 'De esta manera',
dijo, 'no tendras cicatriz en el brazo. La quemadura ya se ha ido'.
91

Estaba asombrado y muy sorprendido, no solo por el doloroso trata-


miento, sino también por su aparición, totalmente inesperada, precisamente en ese
momento. Inevitablemente me pareció que era una de esas ocurrencias
predestinadas que no podía considerar meras coincidencias. Madame Schernval me
platicó que había tenido una experiencia similar con él muchos años antes y sabía
que lo que me había hecho era lo mejor para una quemada, pero que ella no tenía la
fuerza o el coraje para hacerlo. Ambos seguimos impresionados el resto del día y
Madame Schernval ciertamente me estimulo a pensar que su aparición en ese
momento era, de alguna manera, sobrenatural. Seguimos hablando de eso por varios
dias, principalmente porque, como el había predicho, no solo no había cicatriz sino
que no había dolor ni señas de quemadura.
El trato que me daba Gurdjiéff tomo una forma diferente a partir de
ese día y, a pesar de que no teníamos contacto personal privado, me parecía que con
frecuencia me distinguía entre los demas, sin que hubiera alguna razón.
Unas cuantas semanas despues de la 'curación de la quemada', prepara-
bamos otra vez una gran cena porque habrian muchos invitados esa noche. El
principal era el gendarme que había descubierto a Gurdjiéff despues de su accidente
automóvilístico, unos veranos antes. Cuando llegó, se le instalo en un cuarto
suntuoso en el mismo piso que el de Gurdjiéff y luego lo presentaron con todos.
Gurdjiéff lo elogio y nos dijo cuanto le debía (y le debiamos nosotros) a ese hombre.
Si no hubiera sido por el, Gurdjiéff podría haber muerto. A su vez el gendarme platicó
su versión de la historia. Había quedado muy impresionado por Gurdjiéff debido a dos
cosas especificas que habían ocurrido. La primera fué como encontro a Gurdjiéff.
Había manejado esa noche de regreso a casa, ya fuera de servicio, cuando llegó al
lugar en que estaba un carro chocado y, desde luego, se había detenido a investigar
el accidente. Lo increíble de eso fué que, aunque estaba herido seriamente, Gurdjiéff
se las había arreglado de alguna
manera, aparentemente en estado de shock, para salir del carro, sacar de
ahi una almohada y una cobija y acostarse a un lado del camino recostado en la
almohada y bién tapado con la cobija. Considerando sus heridas, el
gendarme no podía creer, a la fecha, que Gurdjiéff hubiera hecho eso sin ayuda.
La segunda cosa que lo había asombrado fué que, aunque habían pasado
casi dos años despues de su recuperación, Gurdjiéff se las había arreglado
para encontrarlo y persuadirlo de que viniera al prieuré, como invitado para el fin de
semana. Aparentemente había una razón para que esto asombrara al gendarme,
aunque nunca la comprendí totalmente; el registro del accidente no incluia su nombre
o algun dato sobre el. Como sea, se había requerido mucho esfuerzo y persistencia
en ese caso y el gendarme se sentía casi incapaz de aceptar el hecho de que alguien
se haya tomado tanto trabajo para darle los gracias por algo que, ademas, era solo el
desempeño normal de su deber.
El gendarme se sento en el sitio de honor en la mesa y Gurdjiéff, al
empezar la comida, lleno los vasos de todos con Armagnac (era necesario, era una de
sus reglas: hacer varios brindis durante la comida y el siempre llenaba los vasos). El
gendarme se rehuso. Su respeto y la amistad que sentía por Gurdjiéff eran ilimitados,
dijo, pero era incapaz de tomar un licor tan fuerte, lo más que tomaba a veces era un
vaso de vino.
92

Gurdjiéff era siempre persistente con las personas que se negaban a


brindar con cognac, pero en este caso fué inexorable. Argumento, rogo, hasta suplicó
al gendarme que tomara con él y este se rehuso categoricamente, lo más
cortesmente que pudo. Finalmente, Gurdjiéff dijo que la cena no podía continuar sin
la participación del gendarme en los brindis y, como si tratara de usar otra estrategia,
dijo que un hombre que realmente vale debe poder brindar. No hizo caso de las
protestas del hombre y dijo que le demostraría que el licor no tenía malos efectos.
'Este no es un lugar comun', dijo, refiriéndose al prieuré, 'aqui hay tanta buena
voluntad que cualquiera puede tomar sin tener malos efectos. Hasta los niños toman
aqui'. Para demostrar su punto, me llamo a su lado (yo estaba de mesero esa noche).
Cuado me pare a su lado, lleno un vaso grande con Armagnac y me dijo
en ruso que me lo tomara de un trago. Lo hice, aunque nunca había probado un licor
tan fuerte. Ya que lo trague me empezaron a salir lagrimas y me ardia la garganta,
pero me las arregle para llegar a la cocina en donde la horrorizada cocinera me dijo
que comiera mucho pan para suavizar la garganta. La cocinera era su cuñada y con
frecuencia lo criticaba mucho. Me dijo con firmeza que solo un hombre loco forzaría a
un niño a tomar 'esa cosa' y luego me mando de regreso a mi tarea de mesero. El
licor tuvo un efecto tan inmediato en mi que, aunque seguía pasando los platos a los
huespedes, tamabaleandome alrededor de la mesa y empujando los platos en ella,
me sentía mareado y despreocupado. Nunca en mi vida había experimentado esa
sensación de bienestar y despreocupación. Me parecía especialmente cómico cuando
me acercaba a Gurdjiéff y él me dirigia su atención. Recuerdo haber tenido una
extraña sensación de separación, como si hubiera salido de los confines de mi cuerpo
y pudiera verme, como desde lejos, trotando alegremente alrededor de la mesa, con
los pesados platos en las manos. Me sentí muy satisfecho cuando el gendarme,
aparentemente gracias a mi, acepto tomar y brindo varias veces con Gurdjiéff y los
demas invitados. Sentí que todo ocurrió gracias a mi y me felicite por un gran,
aunque indefinido logro.
aún asi, a pesar de que me sentía muy bién, la cena parecía inter-
minable y me sentí muy aliviado cuando pude irme a la cama, ya muy tarde. Me
pareció que había dormido solo unos minutos cuando escuche el sonido insistente de
la chicharra. Me quede asombrado al ver que era de día y me las arregle para
vestirme y responder al inevitable llamado por cafe. Gurdjiéff se rió cuando apareci
en su cuarto y me preguntó como me sentía. Le dije que pensaba que aún estaba
borracho y le describi como me había sentido en la noche. Asintió sabiamente y me
dijo que el licor me había producido un estado muy interesante y que si yo podía
lograr ese tipo de conciencia de mi estando sobrio, eso sería un logro muy
importante. Luego me agradeció por mi papel en su experimento con el gendarme y
dijo que me había seleccionado, especialmente, porque era muy importante que
aprendiera a tomar y supiera a mi edad cuales pueden ser los efectos del licor. 'En el
futuro, cuando estes borracho', dijo, 'trata de ver en la misma forma en la que viste
anoche. Este puede ser un ejercicio muy bueno para tí y te ayudara también a que no
te emborraches'.
93

Capítulo 29

A fines de ese verano, Tom y yo fuimos seleccionados para ser miem-


bros del grupo de cinco o seis que acompañarían a Gurdjiéff en su siguiente
viaje. Eramos de los primeros niños seleccionados para este honor y esperabamos el
día de nuestra partida con anticipación y entusiasmo.
No fué sino hasta que ya ibamos en la carretera, cuando Gurdjiéff nos
informo que ibamos a Vichy, en donde pensaba permanecer varios dias para escribir.
Dentro de la primera hora comprendí rapidamente que viajar con Gurdjiéff no era una
experiencia comun. Aunque, hasta donde yo sabia, no teníamos ninguna prisa por
llegar a nuestro destino, Gurdjiéff manejaba su auto como un poseido. Corría a gran
velocidad por unas cuantas horas y se detenía abruptamente en el café de algun po-
blado pequeño donde permaneciamos por dos o tres horas, él escribiéndo
incesantemente; o nos deteníamos en cualquier lugar en el campo, a un lado de la
carretera y bajabamos grandes canastas con comida y bebidas, almohadas y cobijas
y haciamos un tranquilo picnic, durmiendo al final una siesta.
Fuera de cualquier falla mecanica, teníamos lo que parecía demasiadas
experiencias innecesarias en el camino. A cualquiera de nosotros se nos
asignaba el lugar junto a Gurdjiéff, encargado de llevar el mapa abierto
con el que debía uno guiarlo. Arrancaba el carro despues de decirnos que
camino quería tomar y luego aceleraba a la maxima velocidad. El encargado del
mapa debía ir viendo las señales para decirle en donde debía dar vuelta o alguna
indicación de ese tipo; pero él se las arreglaba de alguna manera para acelerar antes
de llegar a una intersección y casi siempre tomaba el camino equivocado. Como se
rehusaba a regresar, teníamos que guiarlo a partir de la nueva ruta, siguiendo la
dirección general de nuestro destino. Inevitablemente iniciaría una larga discusión,
empezando usualmente por maldecir al que llevaba el mapa y despues a todos los
demas. Eso parecía tener un propósito, ya que ocurría regularmente, sin importar
quien estuviera sentado a su lado como guía y solo se me ocurría que quería
mantenernos agitados y alertas. Aunque llevabamos dos llantas de repuesto, una en
cada estribo, podríamos haber usado más. aún en esos dias, cambiar una llanta
ponchada no era una operación muy complicada. Sin embargo, con Gurdjiéff, esto se
convertia en un problema de ingeniería. Cuando se ponchaba una llanta, y eso
ocurría con frecuencia, todos teníamos que
descender del carro, se asignaban diferentes trabajos a los diversos
miembros del grupo; uno a cargo del gato, otro a quitar la llanta de repuesto, otro a
quitar la llanta que debía reemplazarse. Gurdjiéff supervisaba personalmente,
usualmente platicando con las personas que no tenían algo que hacer. A ratos se
detenía todo el trabajo y tendríamos largas conferencias acerca de si el gato
sostendría al carro en la pendiente especifica de esa parte del camino, cual era la
mejor forma de quitar las tuercas, etc. Como Gurdjiéff nunca tenía tiempo para que
repararan la llanta en la gasolinera, una vez que se habían usado las dos llantas de
94

repuesto, el problema ya no se reducia a solo a cambiarla; había que quitarla del rin y
repararla, proceso que llevaba horas en las que el grupo entero, las mujeres con sus
largos vestidos, nos parabamos alrededor del carro, dando consejos e instrucciones.
La apariencia del grupo daba a los choferes la impresión de que nos había ocurrido
algo grave y con frecuencia se detenían a ofrecernos ayuda, asi que a veces se nos
unia otro
grupo que contribuiría a dar consejos, consuelo y, a veces, ayuda física.
Ademas del riezgo de tener que cambiar una llanta y de que casi constantemente
ibamos por el camino incorrecto, no había forma de hacer que
Gurdjiéff se detuviera a poner gasolina. Sin importar lo que marcara el medidor, él
insistía en que no era posible quedarse aún sin gasolina, hasta que llegaba el
momento inevitable en que el motor empezaba a toser y jalonearse y, aunque
Gurdjiéff lo maldijera en alta voz, el carro se detenía. Como rara vez quedaba en
posición adecuada en el camino, era necesario que todos nos bajaramos y
empujaramos el carro a la cuneta y se seleccionaba a uno de nosotros para que
caminara o pidiera aventon a la estación de gasolina más cercana y trajera a un
mecanico. Gurdjiéff insistía en el mecanico porque estaba seguro de que algo andaba
mal con el carro; no podía ser algo tan simple como que se hubiera acabado la
gasolina. Esas paradas eran un fastidio para todos, menos para Gurdjiéff quien, ya
que alguien había partido por ayuda, se instalaba comodamente a un lado del camino
o permanecía en el carro, segun se sintiera, y se ponía a escribir furiosamente en su
cuaderno, murmurando para si y chupando uno de los muchos lapices que llevaba.
parecía que Gurdjiéff atraia también obstáculos. Si no nos quedabamos
sin gasolina o tomabamos el camino equivocado, alcanzaríamos, de alguna
forma, a un rebaño de cabras o de ovejas. Gurdjiéff seguía a esos animales, a veces
golpeándolos ligeramente con la defensa del carro y siempre sacando la cabeza por
la ventana aullandoles groserías. Nos encontramos un rebaño de vacas durante un
recorrido en el que yo iba de guía y esa vez, para mi placer y sorpresa, cuando
Gurdjiéff empujaba y maldecía a una vaca, esta se detuvo enfrente del carro, se le
quedo viendo siniestramente, levanto la cola y baño el cofre del carro con un chorro
de abono líquido. Parece que también a Gurdjiéff le pareció que esto era
particularmente hilarante y rapidamente detuvo el carro para descansar, a un lado
del camino, poniéndose a escribir, mientras que nosotros nos las arreglabamos para
limpiar el carro.
Otro hábito de Gurdjiéff que complicaba estos viajes era que, despues
de detenerse varias veces durante el día a comer, descansar, escribir,
etc., nunca se detenía por la noche hasta que era tan tarde que la mayoría de las
posadas u hoteles ya habían cerrado, para cuando él decidía que era hora de cenar y
dormir. Esto implicaba siempre que alguno de nosotros (todos aborreciamos eso),
tendría que bajar del carro y tocar en la puerta de algun hotel o posada del campo
hasta que pudiera despertar al propieta-
rio y, frecuentemente, al pueblo entero. Tal vez solo para hacer mayor la
confusión, ya que había despertado el propietario del local, Gurdjiéff se inclinaba
sobre el automóvil, gritando instrucciones, usualmente en ruso, acerca del número de
cuartos y las comidas que serían necesarios y todas las demas instrucciones que se le
venían a la mente. Luego, mientras sus acompañantes descargaban montañas de
95

equipaje, usualmente se involucraría en una larga serie de complicadas excusas a


quien quiera que se hubiera despertado, deplorando, en un francés horrible, la
necesidad de haber tenido que despertarlos, la ineficacia de sus acompañantes, etc.,
con el resultado de que la propietaria (casi siempre era mujer) quedaba totalmente
encantada con él y nos veía al resto con aversión mientras nos servia una excelente
cena. La cena continuaría interminablemente, desde luego, con largos brindis para
todos los presentes, especialmente para los dueños del lugar, ademas de otros
brindis por la calidad de la comida, lo magnifico del lugar o cualquier cosa que se le
ocurría.
Aunque yo pensaba que el viaje no terminaría jamas, nos las arre-
glamos para llegar a Vichy, despues de unos dias de ese modo inusual de viajar.
Desde luego, llegamos ya muy tarde en la noche y otra vez tuvimos que despertar a
mucho personal de uno de los grandes hoteles de la playa; al principio, uno de ellos
dijo que no tenía cuartos. Sin embargo, Gurdjiéff intervino en ese arreglo y convenció
al gerente de que su visita era de extrema importancia. Una de las razones que dió
fué que él era Director de una escuela muy especial para americanos muy ricos y nos
llamo a Tom y a mi como prueba; ambos estabamos muy somnolientos; a mi me
presento como el Sr. Ford, hijo del famoso Henry Ford y a Tom como el Sr. Rockefeller,
hijo del igualmente famoso John D. Rockefeller. Al ver al gerente me pareció que no
se estaba tragando toda la historia, pero se
las arreglo para vernos y dedicarnos con deferencia una sonrisa (era
evidente que estaba cansado también). El problema que había que ajustar era el
hecho de que, a pesar de la importancia de Gurdjiéff, no había suficientes cuartos
para todos nosotros. Gurdjiéff considero seriamente esta información y finalmente
diseño una forma en la que todos podríamos acomodarnos sin que hubiera una
mezcla indebida de sexos, en los cuartos que habis disponibles. El Sr. Ford o no,
termine durmiendo en su baño, en la tina. Acababa de meterme con una cobija en la
tina, exhausto, cuando alguien llegó con un catre que metio con dificultad en el
estrecho espacio del baño. Me acoste entonces en el catre mientras que Gurdjiéff,
muy regocijado por todas esas complicaciones, procedio a tomar un largo baño, con
agua muy caliente.
La estancia en Vichy fué muy tranquila, comparada con nuestro viaje.
Solo veíamos a Gurdjiéff a la hora de las comidas y nuestro único deber
durante nuestra estancia alli, era que deberíamos beber de ciertas aguas especificas
que, de acuerdo con el, eran muy beneficas. Dió las ordenes con respecto a eso
cuando estabamos en el comedor, para nuestra verguenza, ya que estaba lleno de
otros huespedes del hotel que se divertían muchísimo. El agua que debía tomar yo
era de un manantial llamado 'Pour les Femmes' y era un agua cuyas propiedades
eran consideradas extremadamente beneficas para las mujeres, especialmente si
querían quedar embarazadas. Afortunadamente para mí, me pareció que era muy
comica la idea de que tomara de un agua que podía inducir la preñez (me sentía con
excelente humor y estaba disfrutando del espectáculo que él hacia). Despues me di-
vertia entreteniéndolo durante la comida, con una relación de la gran cantidad de
vasos de agua que había podido tomar en el tiempo en que no lo había visto. El se
sentía muy complacido con esto y me daba golpecitos en el estomago,
tranquilizadoramente y me decía lo orgulloso que estaba de mi. Seguía
96

refiriéndose a Tom y a mi como los Sres. Rockefeller y Ford y le plati-


caba al jefe de meseros, a estos o incluso a huespedes de mesas cercanas, acerca de
su escuela y sus notables alumnos (diciendo que eran sus jovenes americanos que
serían millonarios) haciendo comentarios eruditos acerca de las 'reales propiedades'
de las aguas de Vichy, que solo él conocía.
Para hacer aún más alboroto de nuestra estancia en Vichy, Gurdjiéff
conoció a una familia de tres rusos: el señor, la esposa y la hija, que tendría poco mas
de veinte años. Persuadio al personal del hotel de que reorganizaran las mesas, de
manera de que la familia rusa pudiera comer con nosotros y nos convertimos, más
todavia, en el centro de atracción del hotel, junto con las enormes cantidades de
Armagnac que se consumia en cada comida y los brindis que hacia para cada indi-
viduo asi como para todos los que estabamos en la mesa con el. Me parece ahora que
yo solo tenía tiempo para comer las tremendas e interminables comidas (no tenía que
brindar), abandonar el comedor y correr al manantial 'Pour les Femmes' y consumir
enormes cantidades de agua, para apurarme a llegar de regreso al hotel, para la
siguiente comida.
La familia rusa resulto muy atraída e impresionada por Gurdjiéff u
despues de uno o dos dias, había revisado completamente sus hábitos de tomar
agua, insistiendo en que sus regimenes estaban completamente equivocados, asi que
la joven terminó bebiéndo, regularmente, de un agua que llamaban, desde luego,
'Pour les Hommes' (para los hombre). Sin embargo, ella no lo tomo como algo
divertido o extraño, sino que escucho seriamente el largo analisis cientifico de las
propiedades de esa agua en particular y de por que ella debía tomarla. Cuando le
pregunte acerca de eso, una noche que el se bañaba mientras yo estaba en mi catre,
dijo que, como me lo demostraría proximamente, esa muchacha en particular, era
muy apropiada para experimentos de hipnotismo.
No nos quedamos en Vichy por más de una semana y, cuando llegamos al
Prieure, tarde en la noche, despues de un viaje de regreso igualmente angustioso,
todos estabamos exhaustos. El único comentario que me hizo el Sr. Gurdjiéff despues
del viaje, fué que había resultado muy bueno para nosotros y que era una excelente
forma de 'intercambiar ideas'.
97

Capítulo 30

Para la sorpresa de todos en el prieuré, la familia rusa que Gurd-


jieff había conocido en Vichy acepto su invitación de visitar la escuela. Despues de
darles la bienvenida personalmente, arreglo que alguien los entretuviera por la tarde
y luego se encerro en su cuarto con su harmonio.
Esa noche, despues de otro 'festin', se pidió a los invitados que
pasaran al salon principal a cierta hora. Entretanto se retiraron a su habitación,
mientras que Gurdjiéff nos reunia en el salon para decirnos que quería explicar, antes
de hacerlo, un experimento que iba a hacer con la joven rusa. Nos pidió recordar que
ya antes nos había dicho que la hija era 'particularmente hipnotizable', pero esta vez
agrego que ella era una de las pocas personas que él había conocido que fueran
susceptibles a una hipnosis de tipo especial. Describió la forma mas o menos popular
de hipnotismo que consistía usualmente en pedir al sujeto que se concentrara en un
objeto antes de poder hacer la inducción.
Luego dijo que había un método, desconocido en occidente, que se
practicaba en Oriente. No podía practicarse en occidente por una muy buena razón.
La hipnosis se hacia por medio de ciertas combinaciones de tonos musicales y era
casi imposible encontrar a un sujeto que respondíera a la escala de 'medio tono' u
occidental, por ejemplo a la de un piano ordinario. La susceptibilidad especial de la
joven rusa que estaba de visita en el prieuré, con sus padres, era que respondía a la
combinación de medios tonos y ese factor es lo resultaba inusual en ella. Si tuviera
un instrumento que pudiera producir diferencias audibles de, digamos, dieciseisavos
de tono, él podría hipnotizar, en esa forma musical, a cualquiera de nosotros.
Pidió entonces al Sr. Hartmann que tocara en el piano una composición
que acababa de hacer esa misma tarde, especialmente para la ocasión. La
pieza musical llegó a cierto tipo de climax en un acorde particular y Gurd-
jieff dijo que cuando se tocara ese acorde, en presencia de la joven rusa, caería
inmediatamente en un estado de hipnosis profunda, en forma completamente
inesperada e involuntaria.
Gurdjiéff siempre se sentaba en un gran sofa rojo, en un extremo del
salon principal, dando cara a la entrada y, cuando vió que la familia rusa se
aproximaba, indico al Sr. de Hartmann que empezara a tocar, mientras
hacia seña a las visitas de que entraran y se sentaran. Indico a la joven que se
sentara en una silla que estaba colocada al centro. Ella se sento, de cara a el, y a la
vista de todos en el salon, escuchando la musica con mucha atención, como si la
conmoviera mucho. En el momento previsto, cuando sono el acorde mencionado, se
puso completamente flacida y su cabeza cayó contra el respaldo de la silla.
Tan pronto como el Sr. de Hartmann terminó, los alarmados padres
corrieron hacia la muchacha y Gurdjiéff, parado a su lado, les explicó lo que había
hecho y, también, que esa era una susceptibilidad muy rara. Los padres se calmaron
98

rapidamente, pero se requirió mas de una hora para lograr que la muchacha
recobrara la conciencia, despues de lo cual estuvo alrededor de dos horas mas en un
estado altamente emocional, casi histérico; en ese rato Gurdjiéff designo a alguien
para que caminara con ella de un lado a otro, en la terraza. aún despues de eso, fué
necesario que Gurdjiéff pasara gran parte de la noche con ella y sus padres, con
objeto de persuadirlos de que se quedaran en el prieuré por varios dias más y para
convencerlos de que no le había hecho ningún daño irreparable a la muchacha.
Aparentemente tuvo éxito completo, ya que aceptaron quedarse y la
muchacha hasta lo obligo a que la sometiera al mismo experimento dos o tres veces
más. El resultado era siempre el mismo, aunque el periodo de histeria, al recobrar la
conciencia, no duraba tanto tiempo.
Desde luego, se hablo mucho sobre los resultados de esos experimen-
tos. Muchos pensaban que la muchacha estaba de acuerdo y decían que no había
prueba de que no trabajara con el. aún asi, y hasta sin conocimientos medicos, era
indudablemente cierto que ella había sido hipnotizada, con o sin su cooperación. Su
trance era completo siempre y nadie podría haber fingido las manifestaciones de
histeria absolutamente incontrolada que resultaban cada vez.
Otra vez, no era muy claro el propósito del experimento. Pudo hacerse
para dramatizar la existencia de una forma de 'ciencia' desconocida para
nosotros, pero también nos parecía a algunos de nosotros que era solo una
demostración de la forma en que Gurdjiéff 'jugaba' con la gente; ciertamente
desperto una serie de preguntas respecto al trabajo de Gurdjiéff, sus metas y sus
propósitos. El hecho de que los experimentos parecían demostrar una cierta dosis de
poder y conocimiento inusuales, no era necesario, finalmente, para la mayoría de
nosotros. Aquellos que estabamos en el prieuré por decisión propia no necesitabamos
tales demostraciones, para saber que Gurdjiéff era, por lo menos, un hombre inusual.
Los experimentos redespertaron en mi algunas de las dudas acerca de
el, pero crearon una resistencia en mi, más que nada. Lo que empece a encontrar
difícil e irritante acerca de esas cosas, fué que me llevaban a una situación en la que
me sentía perdido. Por mucho que a esa edad me hayan gustado los 'milagros', o
quisiera encontrar razones y respuestas respecto a la existencia del hombre, yo
quería tener una prueba tangible. El magnetismo personal de Gurdjiéff era, con
frecuencia, prueba suficiente de su conocimiento superior. Podía creer en él porque
era suficientemente 'diferente' a otros (a quienes he conocido), como para ser un
'super' hombre convincente. Por otra parte, estaba en duda porque siempre me
encontraba de cara con un hecho obvio: cualquiera que se ponga en la posición de
ser maestro, en cualquier sentido místico o sobrenatural, tiene que ser algun tipo de
fanático, totalmente convencido, totalmente entregado a cierto curso de vida y, por
ello, opuesto en forma automática a las religiones o filosofías socialmente aceptadas
y reconocidas. No solo era difícil discutir con el, de hecho no había nada que discutir.
Desde
luego, uno podría discutir acerca de cuestiones de método o técnica,
pero antes de eso era necesario estar de acuerdo en alguna meta o propósito. Yo no
tenía objeciones contra su meta de un 'desarrollo armonioso' para la humanidad.
Nada había en esas palabras que alguien pudiera rechazar.
Me parecía que la unica respuesta posible tendría que consistir en
99

ver algun tipo de resultado: resultados visibles y tangibles en las per-


sonas, no en Gurdjiéff; como había dicho él era muy convincente. Pero ? y sus
estudiantes ? Si habían estado practicando su método para el desarrollo
armónico durante varios años, ? no debería de notarse algo en ellos ?
Excepto por Madame Ostrovsky, se esposa, no podía pensar en otra
persona que pudiera 'imponer' respeto por su sola presencia, como lo hacia
Gurdjiéff. Algo que tenían en comun muchos de los estudiantes más viejos, era lo que
yo consideraba un tipo de 'serenidad afectada'. Se las arreglaban para dar la
apariencia de compostura y control o serenidad, la mayor parte del tiempo, pero
nunca era muy creíble eso. Daban una impresión de estar controlados externamente,
pero no me parecía que fuera cierto, especialmente porque Gurdjiéff podía facilmente
romper ese equilibrio cada vez que decidía hacerlo, con el resultado de que la
mayoría de los estudiantes veteranos oscilaban entre un estado de calma exterior y
otro de histeria. Su control me parecía ser el resultado de represión o supresión
(siempre me pareció que esas palabras son sinonimos), que yo no creía fuera
deseable o valiera la pena, como meta, excepto socialmente. También Gurdjiéff daba
con frecuencia la impresión de serenidad, pero en su caso nunca parecía falsa; en
general, él manifestaba cualquier estado
que quisiera mostrar en un momento dado y usualmente lo hacia por alguna
razón. Bién podía uno discutir su razón y hablar mucho sobre sus motivos, pero al
menos había una razón: parecía saber lo que estaba haciendo y tener una dirección;
lo que no ocurría con sus discípulos. Mientras que sus estudiantes parecían intentar
elevarse por encima de las tribulaciones de la vida, simulando un desinteres por ellas,
Gurdjiéff no manifestaba calma o 'serenidad', en ningún momento, como si eso fuera
una meta en sí misma. Mas aun, era muy probable que él cayera en un estado de
furia o que se deleitara en un estado aparentemente incontrolado, con actitudes casi
animales, a diferencia de sus estudiantes. Con frecuencia lo oi mofarse de la seriedad
de las personas y decir que, para un ser humano completo, era esencial 'jugar'.
Usaba la palabra 'jugar' y ponía de ejemplo a la naturaleza; todos los animales sabian
el valor de 'jugar' todos los dias; pero el hombre no. parecía ser tan simple como el
dicho 'puro trabajo
y nada de juego, hacen de Juan solo un niño lerdo'; nadie podía acusar a
Gurdjiéff de que no jugara. En comparación, sus estudiantes más viejos
eran lúgubres y taciturnos y no eran ejemplos muy convincentes de un 'de-
sarrollo armónico', si fuera realmente armónico, incluiría seguramente el humor, la
risa, etc., como aspectos de un crecimiento integral.
Las mujeres, en especial, no eran de mucha ayuda. Los hombres, por lo
menos en los baños y en la alberca, se entregaban a un humor bajo y mundano y
parecían disfrutar de sí mismos, pero las mujeres no solo no se entregaban a ningún
tipo de humor sino que hasta se vestían para dar la apariencia de 'discípulos',
llevando el tipo de ropa muy suelta que se asocia con la práctica de todo tipo de
'movimientos'. Daban la impresión externa de ser sacerdotizas o novicias de alguna
orden religiosa. Nada de eso era revelador o convincente, para un niño de trece años.
100

Capítulo 31

Hubo dos agregados a la población usual del prieuré, despues del


exodo de los estudiantes del verano, durante el otoño de 1927. Uno de ellos era una
mujer, de la que recuerdo solo su nombre, Grace, y el otro era un joven, llamado
Sergio. Corrían algunos rumores acerca de ellos. En el caso de Grace, esposa de un
estudiante americano que venía en verano, nos interesaba porque no se había
regresado a America con el; ademas era un estudiante muy 'inusual'. Nadie sabía que
estaba haciendo en el prieuré, ya que nunca había participado en proyectos de grupo
y no se le obligaba a trabajar en la cocina o en la limpieza. Y, aunque nadie
cuestionaba su posición o sus privilegios, había mucha especulación acerca de ella.
Sergio era otra cosa. Aunque no recuerdo que Gurdjiéff haya anunciado
su llegada al prieuré, todos sabiamos, a través del 'rumor estudiantil',
que estaba libre bajo palabra, de una prisión francesa; de hecho, el rumor era que
esa libertad bajo palabra había sido arreglada personalmente por Gurdjiéff, como un
favor a un viejo amigo. Nadie tenía información exacta acerca de él; no sabiamos cual
había sido su delito (todos los niños esperabamos que fuera por lo menos tan
espeluznante como un asesinato) y el, al igual que Grace, estaba exento también de
participar en las funciones regulares de la escuela. Solo veíamos a esos dos
'estudiantes' (si es que lo eran), en las comidas y en el salon, en la tarde. Ademas,
Grace hacia frecuentes viajes a Paris, lo que nos parecía muy misterioso ya que casi
nadie salia y ademas ignorabamos el motivo.
Ambos se convirtieron en dos raras adiciones a nuestro grupo de
invierno. A fines del otoño, estando yo de portero, dos gendarmes llegaron
custodiando a Grace. En cuanto llegaron tuvieron una entrevista con Gurdjiéff y
cuando se fueron los gendarmes, Grace se retiró a su habitación y ni siquiera
apareció a la hora de la cena. Solo la vimos al día siguiente, con sus maletas listas,
cuando paso por la portería para abandonar el prieuré. Dias despues nos enteramos
de que la habían detenido por robo en una tienda de ropa y, de acuerdo con el rumor,
había sido necesario que Gurdjiéff garantizara su partida inmediata a America,
ademas de pagar una fuerte suma a la tienda. En esa epoca se aclaro también el
misterio de su trabajo aislado en el prieuré. Se había pasado el tiempo haciéndose
vestidos con los materiales que 'obtenía' en Paris. Siguio siendo tema de
conversación por algun tiempo, despues de su partida; había sido nuestro primer
contacto con personas delictuosas.
Como sabiamos que Sergio era o había sido un criminal, nuestra
atención se enfoco en el. Habíamos oido que era hijo de un ruso y una francesa y que
tenía algo mas de veinte años, pero fuera de eso nada sabiamos. No nos proporcionó
la satisfacción de hacer algo espectacular, al menos por varias semanas, hasta que,
poco antes de Navidad, simplemente desapareció.
Notamos por primera vez que se había ido, cuando no se presento al
acostumbrado baño turco de los sábados por la tarde. Ese sábado en
101

particular resultaba inusual en epoca de invierno, debido a la presencia de muchos


invitados que habían llegado de Paris. Aunque se mencionó la ausencia de Sergio en
el baño, nadie estaba particularmente interesado; no lo considerabamos como un
miembro bién integrado al grupo y parecía tener una posición especial que no se
definio nunca y que, por ello, daba lugar a que pudiera hacer excentricidades. Como
al día siguiente sería domingo, día en que no teníamos que levantarnos a las seis de
la mañana, no fué sino ya muy tarde, poco antes de la comida 'de las visitas', que nos
enteramos de que varios americanos habían perdido dinero y joyas y que Sergio no
aparecía. Hubo muchos comentarios sobre esto a la hora de la comida y muchos de
los invitados concluyeron, inevitablemente, que había relación entre la desaparición
de sus cosas y la de Sergio. Solo Gurdjiéff sostenía inflexiblemente que no había
relación. Insistía con firmeza y, para nosotros ilógicamente, en que las personas
habían puesto sus cosas 'fuera de lugar' y que Sergio reaparecería en el momento
debido. A pesar de las argumentaciones y charlas, todos nos las arreglamos para
hacer una gran comida y esa vez se bebio más que de costumbre. Para cuando
terminamos y Gurdjiéff se disponía a retirarse, los americanos que insistían en que
los habían robado no podían hablar de otra cosa y estaban considerando la
posibilidad de llamar a la policía, a pesar de que Gurdjiéff insistía en que Sergio no
estaba involucrado.
Cuando Gurdjiéff se retiró a su habitación, le pareció natural al
grupo de americanos sentarse en un pequeño salon y consolarse entre si, tratando de
planear que iban a hacer y bebiéndo mientras hablaban. Como todos me conocían
bién, me enviaron a la cocina a traer hielo y vasos, despues de que sacaron varias
botellas de licor, principalmente cognac, de sus carros o de sus cuartos. Por una u
otra razón empezaron a insistir en que bebiera con ellos y, como yo sentía que Gurd-
jiéff se equivocaba acerca de Sergio, igual que ellos, me alegre de unirme al grupo y
hasta sentí que era un honor que me invitaran a compartir su licor. Para media tarde
ya estaba borracho, por segunda vez en mi vida y lo estaba disfrutando mucho.
También, para esa hora se habían desvanecido nuestros sentimientos contra
Gurdjiéff.
Nuestra borrachera fué interrumpida ya entrada la tarde cuando alguien vino a
buscarme, anunciando que Gurdjiéff se disponía a partir a Paris en
unos minutos y que quería verme. Al principio me rehuse a hacerlo y solo fuí al carro
cuando Gurdjiéff envio a otra persona por mi. Cuando llegué con el, seguido por todos
mis compañeros de borrachera, Gurdjiéff nos vió
severamente y me dijo que fuera a su habitación por una botella de Nujol. Me dijo
que había cerrado la puerta y que no encontraba su llave y que yo era el único que
tenía otra.
Yo tenía las manos en los bolsillos en ese momento y me sentía muy
valiente y aún molesto con el. A pesar de que tenía la llave en la mano le dije, por
una razón inexplicable, que la había perdido. Gurdjiéff se enojo mucho, empezo a
gritarme acerca de mis responsabilidades y que era casi un crimen perder mi llave,
todo lo cual hizo más fuerte mi determinación. Me ordenó que fuera a mi cuarto y la
encontrara. Sintiendome muy exhuberante y apretando la llave en mi bolsillo, le dije
que iría con gusto a mi cuarto, pero que sabía que no encontraría la llave porque
recordaba haberla perdido esa mañana temprano. Me fuí al cuarto y busque, de
102

hecho, en todos los cajones y luego regrese a decirle que no la había encontrado.
Gurdjiéff se enfureció otra vez, diciendo que el Nujol era muy
importante, que Madame de Hartmann tenía que tomarlo cuando estaba en Paris. Le
dije que podría comprar más en una farmacia. El respondíó, furioso, que como aún
quedaba algo en su cuarto no pensaba comprar más y que, ademas, las farmacias
cerraban los domingos. Yo dije que aún si había algo en su cuarto no podíamos
sacarlo sin su llave o la mia y que ambas se habían perdido y que si en Fontainbleu
había una 'farmacia de guardia' los domingos, seguramente habría una en Paris.
Todos los espectadores parecían muy divertidos, especialmente el
grupo de americanos que habían tomado conmigo, cuando Gurdjiéff y Mme. de
Hartmann partieron, furiosos, sin el Nujol.
No recuerdo más de esa tarde, excepto que me fuí tambaleando a mi
cuarto y me acoste a dormir. En la noche me desperte sintiendome mal y la mañana
siguiente tuve mi primera experiencia real de lo que es una cruda.
Cuando apareci al día siguiente, los americanos ya se habían ido y yo era el centro de
atención de todos. Se me dijo que sería castigado severamente y que lo más
probable es que perdiera mi 'status' como 'guarda' de Gurdjiéff. Sobrio, pero con
dolor de cabeza, estuve de acuerdo con eso y empece a esperar con horror la llegada
de Gurdjiéff, esa tarde.
Cuando llegó, me diirigí al carro como una oveja al matadero. Gurd-
jieff no dijo nada inmediatamente y hasta que lleve sus maletas al cuarto y abri la
puerta con mi llave, me mostro la suya y dijo: 'Asi que encontraste la llave'.
Al principio solo dije 'si'. Pero despues de un momento de silencio
no pude controlarme y le dije que nunca la había perdido. Me preguntó que en donde
estaba cuando él la necesito el día anterior y le respondí que siempre había estado en
mi bolsillo. Sacudio la cabeza, me vió con incredulidad y luego se rió. Dijo que
pensaría que hacer conmigo y que me la haría saber más tarde.
No tuve que esperar mucho tiempo. Poco despues del crepúsculo me
mando llamar a la terraza. Lo encontre ahí y, sin decir palabra, me extendió una
mano. La vi y luego voltee interrogante hacia el. 'Dame la llave', dijo sin expresión.
Tenía la llave en la mano, dentro del bolsillo, igual que el dia
anterior y, aunque no dije nada, no se la di. Simplemente me quede viéndolo,
silencioso e implorante. Hizo un gesto firme con su mano, también sin hablar y
entonces saque la mano, vi la llave y se la entregué. La puso en su bolsillo, se dió la
vuelta y se encamino rumbo al baño turco. Me quede parado frente a la terraza, con
la mirada fija en su espalda por mucho tiempo, como si no pudiera moverme. Estuve
asi hasta que casi desapareció de mi vista y entonces corri a buscar mi bicicleta y sali
a toda velocidad siguiendo el camino que había tomado. Cuando estaba a pocos
metros de él, volteo a verme, me pare, solte la bicicleta y me acerque.
Nos quedamos viendo en silencio por lo que me pareció mucho tiempo, y
luego dijo muy seria y quietamente: ' ? Que quieres ?' Los ojos se me
llenaron de lagrimas y extendi la mano. 'Por favor,
deme la llave'.
Movio la cabeza muy lentamente, pero con firmeza. 'No'.
'Nunca más hare algo asi,' rogue, 'Por favor'
Puso su mano en mi cabeza, con una leve sonrisa en la boca. 'No es
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importante', dijo, 'te dare otro trabajo. Pero ahora ya has terminado
con la llave'. Luego tomo las dos llaves y me las mostro. 'Ahora tengo dos
llaves', 'tu ves, yo tampoco perdi la mia'. Luego se dió vuelta y continuo su paseo.

Capítulo 32

Los hábitos cotidianos en la vida en el prieuré me ocupaban a tal


grado, que pensaba poco en mi 'familia', excepto cuando recibía carta de mi madre.
También, aunque Jane y Margaret se habían establecido permanentemente en Paris,
debido a que Jane y yo habíamos llegado al punto de rompimiento de comunicación,
rara vez pensaba en ellas. fuí traido repentinamente a la realidad de la existencia de
mi madre cuando, a principios de diciembre de 1927, recibí una carta donde me decía
que pasaría la Navidad en Paris. Me alegro mucho la noticia y respondí
inmediatamente la carta.
Para mi asombro, Jane apareció unos dias despues con el propósito
especial de discutir la inminente visita de mi madre. Yo comprendía que, en vista de
su derecho legal sobre nosotros, era necesario que nos diera su permiso para visitar a
mi madre en Paris y Jane había venido a considerar si lo daría y también a preguntar
su opinión a Gurdjiéff y a ver que sentíamos nosotros al respecto.
El argumento de Jane de que nuestro serio trabajo en el prieuré sería
interrumpido por la visita de mi madre, no solo me parecía absurdo sino
que trajo a flote mis preguntas otra vez. Había estado bién dispuesto a
aceptar el hecho evidente de que todas las personas conectadas con Gurdjiéff, en el
prieuré, eran 'inusuales'; la mera palabra implicaba también que posiblemente fueran
personas especiales, superiores o en cierta forma mejores que los que no estaban
ahí.Sin embargo, cuando me vi confrontado con la frase acerca del serio trabajo, me
sentí obligado a hacer otro intento de evaluación. Me había sentido incomodo por
mucho tiempo, debido a mi relación con Jane y sin duda era inusual que un guardia
legal visitara una escuela y ella y su hijo adoptivo no se hablaran durantes casi dos
años, pero esto no parece superior a primera vista. Como no tenía municiones con
que discutir contra sus frases de que yo era 'imposible' o 'difícil', o ambas cosas,
había aceptado el veredicto
de Jane; pero al escuchar sus argumentos respecto a la inminente visita,
empece a pensar otra vez.
Como sus argumentos solo acrecentaron mi terca determinación de pasar
Navidad en Paris con Lois, Jane insistió en que no solo necesitaba su permiso sino el
de Gurdjiéff también. Todo eso llevo, naturalmente, a una conferencia con Gurdjiéff,
aunque posteriormente me di cuenta de que solo mi insistencia continua provoco eso.
Nos reunimos solemnemente en la habitación de Gurdjiéff y él escucho,
como un juez en un tribunal, la larga descripción que hizo sobre su
relación y la nuestra para con mi madre y sobre la importancia de Gurdjiéff y el
prieuré en nuestras vidas, lo que quería para nuestro futuro y cosas asi. Gurdjiéff
escucho atentamente todo eso, se quedo pensando, con rostro serio y luego nos
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preguntó a Tom y a mi si habíamos escuchado todo lo que había dicho Jane. Ambos
respondímos que si.
Luego preguntó, incluso en ese momento pense que muy habilmente, si
nos dabamos cuenta de que tan importante era 'para Jane' que permanecieramos en
el prieuré. Una vez más respondímos que si y Tom agrego que el también pensaba
que cualquier ausencia 'interrumpiría' su trabajo.
Gurdjiéff me miro interrogante, pero no dijo nada. Yo dije que,
excepto por el hecho de que no estaría disponible para trabajar en la cocina o alguna
otra tarea, no creía que se extrañara mi presencia y que, ademas, no me daba cuenta
de la importancia de cualquiera que fuera la cosa que se suponía que estaba yo
haciendo en el prieuré. Como él no dijo nada en respuesta a esto, seguí diciendo que
él me había dicho varias veces que uno debe de honrar a sus padres y me parecía
que no 'honraría' a mi madre si me rehusaba a verla y que, en todo caso debía yo de
deberle muchísimo aunque solo fuera por el hecho de que, sin ella, no estaría vivo
para estar en ningún lugar, incluyendo el prieuré. Habiéndo
escuchado todo esto, Gurdjiéff dijo que solo había un problema por
resolver: sería difícil para mi madre si solo iba uno de nosotros a verla. Dijo que
quería que tomaramos nuestra decisión en forma honesta e individualmente, pero
que era mejor para todos si llegabamos a la misma decisión, sea que no la vieramos
o que ambos fueramos a visitarla en Navidad.
Despues de mucho discutir en su presencia, llegamos a un arreglo que
el acepto. Ambos iríamos a Paris a pasar la Navidad con Lois, pero yo
permanecería las dos semanas que ella iba a pasar ahí y Tom solo iría por una
semana que incluiría la Navidad, pero no el Año Nuevo. Dijo que le gustaba esa fiesta
en el prieuré y no quería perdersela. Yo dije de inmediato que a mi no me interesaban
las fiestas, que lo importante para mi era ver a Lois. Para mi gran alegria, Gurdjiéff
dió los permisos necesarios, dos semanas para mí, una semana para Tom.
Aunque estaba muy contento de ver a mi madre otra vez, no considere
esa Navidad como un éxito arrollador para nadie. Estaba muy conciente de lo opuesto
de las posiciones de Tom y mia e inevitablemente me acordaba de las diferentes
decisiones que tomamos, unos años antes, cuando se trataba de visitar a mi padre y,
por el tiempo en que permaneció Tom en Paris, el hecho de que estaba determinado a
irse al pasar la semana, era como una nube que nos ensombrecía a los tres. Y, cuan-
do él se regreso al prieuré, esa nube fué reemplazada por la de la inminente partida
de Lois. Hablamos mucho sobre Gurdjiéff y Jane, sobre la adopción y tal vez por
primera vez desde que fuimos adoptados, la cuestion cobro importancia otra vez. Por
muchas razones, la mayoría de las cuales no recuerdo, era evidententemente
imposible que regresaramos a America en esa epoca, pero al discutir sobre la
cuestion me di cuenta de que, si me fuera posible salir de Francia y regresar, estaba
seguro de que lo haría. Mi relación (o mejor dicho mi falta de relación) con Jane, con
la que no había hablado por casi dos años, excepto por las discusiones relacionadas
con la Navidad, era la razón principal de que quisiera irme. En todo lo demas, a pesar
de que Gurdjiéff
me desconcertaba con frecuencia, estaba suficientemente agusto en el prieuré. Pero
en ese tiempo, al salir otra vez la razón por la que vivíamos ahí,puesto el énfasis en
el hecho de que Jane era nuestro guardian legal y ante la imposibilidad de poder salir
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de ahí,enfocando eso todo al mismo tiempo, empece a resentir todo y a todos, tal vez
aún más, mi propia impotencia. Lois estaba fuera de ese resentimiento por la simple
razón de que, en ese entonces, estaba igualmente impotente y nada podía hacer por
cambiar la situación.
Aunque estaba triste cuando se fué Lois y regrese al prieuré, en otro
sentido me sentía aliviado de la presión de todas las preguntas que
habían aparecido. Nada había cambiado y tenía que aceptar la situación, la que
resulto ser mucho menos agonica que el estarme preocupando sobre inutiles intentos
de encontrar una salida. aún asi, las resistencias que se habían manifestado
activamente por primera vez esa Navidad, no se desvanecieron. Estaba decidido a
intentar todo lo que pudiera por cambiar la situación, aunque tuviera que esperar a
que 'creciera', lo que, muy inesperadamente en ese tiempo, dejo de parecerme algo
que estaba en un futuro distante e impredecible.
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Capítulo 33

La resistencia que se iba despertando a lo que yo consideraba como la


'trampa' en que me encontraba, tenía poco que ver con Gurdjiéff o con el
Prieure. Estaba convencido de que si yo fuera un agente libre (lo que
desde luego implica, por lo menos, ser adulto), y si le dijera a Gurdjiéff que quería
dejar su escuela, él me diría que me fuera inmediatamente. Con la sola excepción de
Rachmilevich, Gurdjiéff nunca pidió o trato de persuadir a nadie de que se quedara en
el prieuré. Por el contrario, despacho a mucha gente, aún cuando ellos hubieran dado
mucho por tener el privilegio de permanecer. El caso de Rachmilevitch entraba di-
fícilmente en este punto, ya que se le pagaba por permanecer ahí,segun Gurdjiéff y
solo se le había 'pedido' que se quedara. Por esas razones no pensaba que Gurdjiéff
representara un obstáculo.
En mi mente, el verdadero obstáculo era Jane y, como rara vez iba al
Prieure y cuando lo hacia era por uno o dos dias, tenía la tendencia a ver a Tom como
su representante tangible. La experiencia de la Navidad con nuestra madre y
nuestras diferentes actitudes y sentimientos acerca de ello, habían ensanchado la
separación de desacuerdos que había entre Tom y yo. Gurdjiéff o Jane habían
arreglado que compartieramos una habitación en ese invierno y esa nueva situación,
desde luego, no llevo a una mayor armonía.
Durante los años en que crecimos juntos, Tom y yo nos habíamos
acostumbrado al uso de diferentes armas. Ambos eramos impulsivos e impacientes,
pero nos expresabamos de manera diferente. Cuando nos peleabamos, todos
nuestros desacuerdos tomaban siempre la misma forma: Tom perdia los estribos e
iniciaba la pelea, le gustaba mucho el box y la lucha, y yo desdeñaba la pelea y me
concretaba a hacer sarcasmos e invectivas. Ahora, confinados en un mismo cuarto,
era como si de pronto nos hubieramos encontrado en la extraña posición de ver
cambiadas nuestras armas. Una noche en que persistía en su defensa de Jane y en
sus criticas en mi contra, me las arregle por fin a retarlo a que me pegara y, por
primera vez en mi vida, una vez que lo hizo (recuerdo que para mi era
importante que él diera el primer golpe), le pegué yo con toda mi fuerza
y con otra fuerza que parecía haberse desarrollado dentro de mi desde un
tiempo atrás. El golpe no solo fué muy duro, sino que era totalmente inesperado y
Tom se estrello contra el piso de lozeta de nuestra recamara. Quede aterrorizado
cuando oi su cabeza golpear contra el suelo y ver que empezaba a sangrar, por la
parte de atrás de la cabeza. No se movio inmediatamente, pero cuando se levanto y
vi que por lo menos estaba vivo, tome ventaja de mi posición de superioridad en ese
momento y le dije que si discutia otra vez conmigo, lo mataría. Mi colera era genuina
y lo que decía era en serio, emocionalmente. El temor momentaneo que sentí cuando
se golpeo contra el piso había desaparecido en cuanto él se movio y de inmediato me
había sentido seguro de mi y muy fuerte, como si me hubiera liberado del miedo
físico, de una vez por todas.
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Nos separaron unos dias despues y ya no compartimos la habitación, lo


cual fué un gran alivio para mí. Pero eso no fué el final. Se había llamado
la atención de Gurdjiéff al evento y él me hablo al respecto. Me dijo,
seriamente, que yo era más fuerte que Tom, lo supiera o no, y que los fuertes no
deben atacar a los debiles; también, que yo debía 'honrar a mi hermano' en la misma
forma que a mis padres. Como en ese tiempo me sentía sensible aún por la visita de
mi madre y por las actitudes de Tom, Jane y hasta el propio Gurdjiéff, le respondí muy
enojado que yo no era el que necesitaba consejos de honrar a nadie. El dijo luego que
la posición no era la misma, Tom era mi hermano mayor, lo que hacia la diferencia. Le
dije que el hecho de que fuera mayor significaba nada para mí. Entonces me dijo
Gurdjiéff, ya enojado, que debía escuchar, para mi propio beneficio, lo que me estaba
diciendo y que estaba 'pecando contra mi Dios' cuando me rehusaba a escucharlo. Su
enojo solo hizo que creciera el mio y le dije que aún si estaba en su escuela, yo no
pensaba que el fuera un 'Dios' y que quien quiera que fuera, no tenía necesariamente
la razón siempre y en todas las cosas.
Me vió con frialdad y finalmente dijo, calmadamente, que yo lo había
malinterpretado si pensaba que él pretendía presentarse como un 'Dios'
de algun tipo. 'sigues pecando contra TU Dios cuando no escuchas lo que te
digo' y agrego que, como no lo iba a escuchar, no tenía sentido que me hablara mas
de eso.
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Capítulo 34

El único trabajo permanente que se me asigno en la primavera, fué el


cuidado de un jardín cerrado, conocido como el Jardín de las Hierbas. Era una
pequeña area triangular, ubicada en la sombra, cerca de la zanja que recorría la
propiedad y, excepto por el riego, la poda y la limpieza ocasional, había muy poco
que hacer ahí.El resto del tiempo trabajaba en los mismos viejos trabajos rutinarios y
en los diversos proyectos.
Sin embargo, mis asignaciones fueron de menor interés para mi esa
primavera que otros eventos y algunos recien llegados. El primer evento excitante del
año fué el 'renacer del caso de Sergio'. Nos enteramos lo que le había pasado, a
través de uno de los americanos que había sufrido las mayores perdidas en lo que
todos habíamos llegado a pensar como 'el robo'. Cuando los americanos pusieron a la
policía en su busqueda y varios meses despues de el robo, lo habían atrapado en
Bélgica y, aunque no se le encontraron los objetos de valor, había confesado el robo a
la policía y se habían encontrado algunas de las joyas en posesión de un arabe,
comprador de objetos robados, en Paris. Trajeron a Sergio de regreso y lo metieron en
prisión. Gurdjiéff nunca hizo comentarios sobre su incapacidad de 'rehabilitar' a
Sergio y los americanos a los que habían robado pensaban que Gurdjiéff tenía culpa
por haberle permitido permanecer en el prieuré. Sin embargo, entre los estudiantes
viejos había defensores de Gurdjiéff y eso consistía en señalar que las joyas y el
dinero no eran importantes, especialmente para gente rica, que la vida de Sergio si
era de valor y que posiblemente el encarcelamiento arruinaría su vida; que era una
lastima que hubieran hecho que entrara la policía en el asunto. Sin embargo, a
muchos de nosotros nos parecía que ese razonamiento solo era un intento por
mantener la posición de que Gurdjiéff nunca se equivocaba en nada de lo
que hacia; la actitud comun de 'idolatría'. Como a Gurdjiéff no le interesó
nada de todo el asunto y como Sergio estaba en prisión, pronto perdimos por
completo el interés en el caso.
Un corto periodo, a fines de la primavera, se me asigno nuevamente a
los prados, no para podarlos esta vez, sino enderezando y cortando los
bordes. Para mi sorpresa, hasta me asignaron un ayudante, quien me hizo sentir
como un 'veterano' confiable y experimentado. Me sorprendi aún más cuando
encontre que mi ayudante iba a ser una dama americana quien, hasta ese momento,
solo había hecho visitas ocasionales al prieuré, en los fines de semana. Esta vez,
como me dijo ella, iba a estar por dos semanas completas, tiempo en el que quería
ser parte de la 'tremendamente importante experiencia' de trabajar en lo que ella
llamaba 'la cosa real'.
Apareció a trabajar el primer dia, luciendo muy glamorosa y colorea-
da; llevaba unos pants de seda anaranjada, una blusa de seda verde, un
collar de perlas y zapatos de tacon alto. Aunque me divirtió su vestimenta,
mantuve una cara perfectamente seria, mientras le explicaba lo que tenía que hacer;
109

no pude evitar sugerirle que su vestimenta no era del todo adecuada, pero aún asi no
sonreí. No hizo mayor caso de mi sugerencia. Se puso a trabajar, recortando el borde
de uno de los prados, ardientemente, explicandome que era necesario hacer el
trabajo con la totalidad del ser y, desde luego, observándose a sí mismo en el
proceso. Estaba usando un tipo raro de herramienta o implemento que no funcionaba
muy bién: era un tipo de cortador de mango largo, con una rueda para cortar de un
lado y una pequeña rueda comun del otro. La rueda para cortar, desde luego, se
suponía que debía recortar el borde del prado en linea recta, mientras que la otra
rueda ayudaba a sostener el equilibrio del aparato y a darle potencia. El uso de ese
implemento requería de mucha fuerza para cortar cualquier cosa, ya que la hoja no
estaba muy afilada; también, aún cuando la usaba un hombre muy fuerte, era
necesario repasar el borde que había sido 'recortado' con ese aparato usando un par
de cortadoras de mango largo y
enderezar el borde.
Estaba tan interesado en su forma de abordar el trabajo y también en
su forma de llevarlo a cabo, que yo mismo no trabaje mucho, sino que me
dedique a verla mientras trabajaba. Caminaba con mucha gracia, inhalando el aire
del campo, admirando las flores y, como lo expreso ella, 'inmersa en la naturaleza';
también me dijo que estaba 'observando' cada movimiento que hacia mientras
trabajaba y que se había dado cuenta de que uno de los beneficios de ese ejercicio
era que se podía, mediante la práctica continua, hacer que cada movimiento del
cuerpo fuera armonioso, funcional y, por ello, hermoso.
Trabajamos juntos en esto por varios dias y, aunque al final yo tuve
que recortar hincado todos los bordes que había trabajado, usando la cor-
tadora de mango largo, disfrute mucho de todo. Había pasado mucho tiempo, para
entonces, que había rechazado la idea de que el trabajo en el prieuré tuviera la
intención de producir algun resultado exterior, excepto, claro, en la cocina y entendía
que se hacia para el beneficio del yo o del ser interno. Con frecuencia me había
parecido difícil concentrarme en esos beneficios invisibles y me resultaba mucho más
fácil, falto de imaginación y simple, tratar de realizar la tarea física obvia y visible.
Era un placer lograr hacer un borde hermoso y derecho al lado del prado o del lecho
de flores. No era asi para la dama, quien al darse cuenta, inevitablemente, de que la
iba siguiendo y que hacia bién lo que ella había dejado mal, me aclaro que en tanto
se estuviera beneficiando nuestro 'yo' o nuestro 'ser interno', debido a lo que hacia-
mos, no importaba si nos llevaba años terminar el trabajo; que, de hecho, no
importaba si nunca lo terminabamos.
Me cayó muy bién esa dama; ciertamente disfrute de ser su 'patron'
temporal y tengo que admitir que lucia muy hermosa en los prados, que, aunque
parecía que no lograba nada visible, era muy persistente y se reportaba
regularmente a trabajar. También, hasta donde yo sabia, podría estar haciendo un
muy buen trabajo en su 'ser interior'. Tuve que admitir que obviamente había logrado
un punto cuando dijo que el resultado final, en el terreno o donde fuera, no era muy
importante. Los terrenos eran una evidencia viva de esto; llenos de basura, por
decirlo asi, con los proyectos a medio hacer. Todo el trabajo de sacar árboles y
troncos, la construcción de nuevas hortalizas y hasta la contrucción de un edificio que
quedo incompleto, atestiguaban el hecho de que los resultados físicos parecían no
110

importar.
Sentí mucho que terminara nuestro trabajo en los prados y, aunque
tenía dudas sobre los beneficios que hubiera o no recibido en esos pocos dias, había
disfrutado mucho de mi asociación con ella. Eso me dió un punto de vista mas o
menos diferente, acerca de la escuela y su propósito. Mientras que me había dado
cuenta de que ningún trabajo se consideraba importante desde el simple punto de
vista de que era necesario hacerlo; que, abreviando, existía otra meta (la producción
de fricción entre personas que trabajan juntas, ademas de otros resultados posibles,
menos tangibles y visibles), había asumido también que la realización misma de la
tarea tenía, por lo menos, algo de valor. En ese tiempo, la mayoría de mis trabajos
apoyaban esa idea: seguramente importaba, por ejemplo, que las gallinas y demas
animales fueran alimentados y cuidados; que se lavaran las ollas, sartenes y
cubiertos en la cocina; que la habitación de Gurdjiéff tenía que ser limpiada
realmente todos los dias, con o sin beneficio para mi 'ser interno'.
Cualquier cosa que pueda haber pensado acerca de todo esto y de ella,
la dama se fué, despues de dos semanas y parecía sentirse 'inmensurablemente
enriquecida'. ? Era posible, despues de todo, que ella tuviera razón ? Si no había
pasado otra cosa, su visita había servido para acrecentar mi necesidad de reexaminar
el prieuré y las razones de su existencia.

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