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Etica y Ciudadanía
Escribe: Gladys Fava
Profesora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Filosofía (UNLP). Actualmente cursa el segundo año de la
Maestría en Educación en la Universidad Nacional del Centro (Tandil). Ejerce la docencia en EGB3, polimodal y nivel
terciario.
Ciudadanía y socialización
En un mundo políticamente homogeneizado por el neoliberalismo se abre un abismo
entre los intereses del individuo y el beneficio de la comunidad, que no hace fácil la
tarea de dar respuesta a una pregunta que sin embargo es de capital importancia para la
educación: ¿cómo se hace para que los alumnos se interesen por el problema moral?
Podríamos creer que la primera tarea de la educación moral es formar al niño como ser
humano y luego inculcarle los valores de la ciudadanía, sin embargo ambas cosas no
pueden hacerse por separado, ya que en el proceso de socialización se hace imperativo
transmitir de diversas maneras el sentido de pertenencia a una sociedad, y en esa tarea
es indispensable el tratamiento de valores que tienen directa relación con la noción de
ciudadanía. De aquí que se haga posible sostener la afirmación inicial: formar
personas es formar ciudadanos.
Para aclararlo es necesario hacer una revisión histórica del concepto de ciudadanía, ya
que en nuestra educación, con frecuencia cuando nos referimos a la ciudadanía
estamos pensando en la ciudadanía política, cuando en la actualidad la idea de
ciudadanía es mucho más abarcadora e implica una fuerte relación con la moralidad.
El concepto de ciudadanía que nuestra educación manejó hasta hace muy poco tiempo
y que subsiste aún en el imaginario de la mayoría de los docentes proviene de la
modernidad.
Pero ambos principios (la soberanía popular y los derechos del hombre) se unifican en
una misma noción a partir de la idea de sujeto como ser racional, y de la definición de
la sociedad como construcción también racional. Esta construcción racional se
circunscribe al concepto de nación, de estado- nación, síntesis a partir de la cual la
ciudadanía reduce el individuo al ciudadano, a ese que acepta las leyes y necesidades
del estado, que tiene derechos, pero sólo si además cumple sus deberes
La ciudadanía que corresponde a esta identidad nacional se afianza sobre la figura del
derecho a ser considerado igual; todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
De la ciudadanía a la moralidad
Es aquí donde llegamos al punto crucial de nuestro problema: ¿cuál es la relación que
existe entre ciudadanía y valores morales?. ¿Por qué la idea de ciudadanía nos
permitirá fundamentar el interés por la moralidad?
Hay entre nosotros una aceptación consensual de los principios básicos de igualdad y
justicia, que se ven reflejados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y
en otros tratados que agotan el amplio espectro de los derechos humanos. Sin embargo
no cuesta mucho advertir, con sólo mirar en torno, que para un gran número de
personas la igualdad de oportunidades es aún una utopía bien lejana.
Una escuela bien organizada y administrada brinda las oportunidades para una
educación cívica que se fortalece cuando los alumnos son consultados, las decisiones
fundamentadas y discutidas, las autoridades son accesibles. Los miembros de una
escuela bien orientada pueden comportarse como miembros leales de una comunidad
en la que confían.
Una escuela que forma ciudadanos solidarios y responsables se apoya tanto en las
actitudes de los profesores y maestros como en los contenidos científicos para lograr la
formación integral sustentada en principios éticos.
La escuela debe ser el lugar donde se promueva el interés por el otro, la resolución de
conflictos a través del consenso y el respeto por las diferencias individuales.
Para que los docentes se comprometan con el logro de la ciudadanía en este sentido es
necesario que sean capaces de adoptar una postura crítica en el nivel individual y en el
nivel social, ya que todos somos miembros de una sociedad en que reina la injusticia y
se practican la intolerancia y la violencia en todas sus formas; somos formados en ese
contexto y tenemos preconceptos que dificultan el respeto y la consideración por el
otro.
Debemos asumir como propia la responsabilidad de que cada alumno pueda sacar el
máximo provecho de las oportunidades que el sistema educativo le brinda,
despojándonos de todo resto de discriminación y fomentando la participación crítica
que tienda a la formación de ciudadanos que en el futuro puedan cumplir la utopía de
integrar una comunidad de hombres libres e iguales.