Lectura Recuperativa de Teoría de la Forma 2
Diseño y orden en nuestra vida cotidiana
Mihaly Csikszentmihalyi (1995)
Tomado de: Csikszentmihalyi, Mihaly (1995) “Design and order in everyday life” en Victor Margolin y
Richard Buchanan (eds.) The Idea of Design: A Design Issues reader (Cambridge, Massachusetts: The M.I.T.
Press), pp.118-125; Traducción Rafael Lacruz Rengel (2000).
Desde los tiempos de Aristóteles, la idea de que el
arte existe para traerle orden a la experiencia
humana ha sido un tema recurrente entre los
pensadores. Contra viento y marea, esta noción
sigue viva a pesar de que el arte últimamente ha
dejado de caracterizarse por una preocupación por
el mantenimiento de la armonía.
...Hace diez años mis estudiantes y yo realizamos un
estudio donde entrevistamos a una sección
representativa de familias del área de Chicago para
encontrar como la gente “normal” respondía a
objetos de arte y cualidades de diseño presentes en
su entorno. Realizamos las entrevistas en las casas
de estas personas, preguntándoles cosas tales como:
¿Qué tipo de objetos artísticos tienen en sus
hogares? ¿Qué tan a menudo notan la presencia de
esos objetos? ¿Qué sucedía en las mentes de estas
personas cuando respondían?
Al poco tiempo de haber comenzado las entrevistas,
nos dimos cuenta de que estas personas estaban
experimentando dificultades. A las personas que
entrevistábamos –aún cuando eran profesionales,
personas educadas- tenían muy poco que decir sobre
las cuestiones que se les preguntaban. Fueron
capaces de repetir unos cuantos clichés
impersonales, más era claro que el arte jugaba un
papel definitivamente insignificante en sus vidas. A
pesar de que estos hogares poseían unas cuantas
pinturas y esculturas, generalmente reproducciones,
estas piezas se encontraban al margen del sentido de
bienestar psicológico y espiritual de sus
propietarios.
Habían, sin embargo, en cada hogar innumerables
artefactos a los que sus propietarios estaban
profundamente apegados. Estos objetos
generalmente carecían de algún valor estético
discernible, pero estaban cargados con significados
que transmiten un sentido de integridad y propósito
a la vida de sus propietarios. Así, en vez de hacer
preguntas sobre piezas de arte, cambiamos nuestra
táctica y les preguntamos que objetos eran
especiales para cada persona y por qué.
Entrevistamos 315 individuos en 82 familias,
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observando a los entrevistados por unas pocas horas
en un tiempo “x” con estos objetos en sus hogares.
...En una entrevista una mujer nos mostró con
orgullo una estatuilla de plástico de la Venus de
Milo. Se trataba de un ejemplar de mal gusto, con
gruesas costuras [de molde] y rasgos borrosos. Con
algo de duda el entrevistador le preguntó a la mujer
¿por qué era esa estatua tan especial para ella? Ella
respondió con gran entusiasmo que la estatua le
había sido dada por un administrador regional de
ventas de la Tupperware como premio a la cantidad
de artículos de esta marca que ella había vendido.
Cada vez que ella miraba la réplica de la Venus, ella
no veía la diosa barata, sino la imagen de sí misma
como capaz y exitosa persona de negocios.
... Un abogado exitoso nos llevó al sótano de su casa
donde él desempacó un trombón que solía tocar
cuando estaba en la universidad. Él nos explicó que
cuando se sentía abrumado por sus
responsabilidades, se refugiaba en el sótano para
tocar su viejo trombón.
...Encontramos que cada hogar contenía una
ecología simbólica, una red de objetos que se
referían a significados que le daba sentido a la vida
de los que allí vivían. Algunas veces estos
significados fueron transmitidos por piezas de arte.
Para ser más preciso, de 1.694 objetos mencionados
en el estudio, 136 ó lo que es lo mismo el 8% se
referían a piezas de artes gráficas (excluyendo la
fotografía), y 108 ó el 6% se referían a esculturas,
incluyendo la réplica de la Venus de Milo. Pero
para que sea efectiva la transmisión de significados,
el propietario tenía que estar personalmente
involucrado con el artefacto. No era suficiente que
el objeto hubiese sido creado por otra persona; para
ser significativo, el propietario tenía que haber
entrado en una activa relación simbólica con este.
Una significativa mayoría de los 136 trabajos
gráficos [vistos en este estudio] eran hechos en
casa; con frecuencia se trataba del trabajo de niños,
familiares o amigos. Su valor consistía en recordarle
a su propietario importantes vínculos personales o
las cualidades de las personas que los hicieron... En
pocos casos las cualidades estéticas, formales y
sintácticas del objeto fueron mencionadas como
razones para que estos les gustaran... Las cualidades
formales en sí mismas casi nunca hacían que una
pieza gráfica fuese valiosa para su propietario. En
las escasas ocasiones en las que una persona era
sensible a las cualidades formales de una pintura o
escultura, el objeto era especial debido a que su
propietario reconocía el valor estético de estas.
Apreciando el objeto de manera activa, el
propietario se unía al acto de su creación, siendo
este tipo de participación, más que la valoración del
esfuerzo creativo del artista que le dio origen, lo que
hacía que el artefacto fuese importante para su vida.
...El objeto especial mencionado con más frecuencia
en el hogar era algún tipo de mueble. Una vez más,
se notó que no era la calidad del diseño de la pieza
lo que la hacía especial, sino lo que la persona hacía
con ésta y lo que esa interacción significaba para la
persona. Dado que cada persona tiene diferentes
metas y hace diferentes cosas, el tipo de objetos
estimados y las razones por las cuales eran
especiales variaban dramáticamente según la edad y
el sexo.
Las generaciones más jóvenes de las familias
entrevistadas escogían, en orden jerárquico, equipos
estéreo, televisores, muebles, instrumentos
musicales y su propia cama. Sus padres con mayor
frecuencia seleccionaban muebles, piezas de artes
gráficas, esculturas, libros e instrumentos musicales;
mientras que sus abuelos escogía fotografías,
muebles, libros, televisores y piezas de artes
gráficas [litografías, grabados, posters, etc.]. Se
evidenció así que las generaciones jóvenes
respondían a la actividad o uso potencial de los
objetos –qué es lo que podían hacer con ellos,
mientras que las generaciones más viejas se
volcaban hacia las cosas que evocaban
contemplación o preservaban las memorias de
eventos, experiencias y relaciones...
Las respuestas también fueron diferentes entre los
géneros [sexos], indicando que los estereotipos de
los roles de cada sexo influían en la manera de
percibir y responder a los objetos del entorno. Los
hombres, como muchos de los niños entrevistados,
preferían las cosas con las que se pudiese
interactuar: televisores, equipos estéreo,
instrumentos musicales y equipos deportivos –
jerarquizando su preferencia en los lugares 2, 3, 5 y
7 respectivamente. Las mujeres respondían más
como las viejas generaciones entrevistadas y
preferían objetos de contemplación: fotografías,
piezas de artes gráficas, esculturas, libros, plantas –
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jerarquizándolos en los lugares 2, 3, 4, 5 y 6
respectivamente...
Estos patrones [de conducta], y muchos de los otros
provenientes de la información recabada, sugerían
que (al menos en nuestra cultura y en el presente
período histórico) los objetos no creaban orden en la
mente de los espectadores mediante la encarnación
de principios de orden visual; ellos lo hacían
ayudándole al espectador a lidear con el
ordenamiento de su propia experiencia. Una persona
encuentra significado en objetos que son razonables,
símbolos concretos de las más anheladas metas, de
las acciones y eventos más sobresalientes en la vida
de esa persona.
En el pasado, símbolos comúnmente aceptados
realizaban esta función. Los íconos religiosos, las
litografías patrióticas y el arte popular, por ejemplo,
podían representar la identidad de su propietario y
su propósito en la vida. Pero hoy en día, símbolos
culturales ampliamente compartidos han perdido su
poder para crear orden. Cada persona, cada unidad
familiar debe descubrir el lenguaje que expresará
aquello por lo cual se preocupan.
...Las cualidades visuales obviamente tienen mucho
que ver con cómo reaccionamos frente a un objeto y
un entorno. Pero nuestras reacciones no son
respuestas “naturales” directas al color y a la forma.
Ellas son respuestas a los significados que se le
otorgan a configuraciones de forma y color.
El punto hasta el cual los estímulos ayudan a crear
orden en la conciencia para activar una respuesta
programada del cerebro no depende de las
características objetivas inherentes al objeto. En su
lugar lo que sucede es que algunas personas de una
cultura determinada se ponen de acuerdo en que
líneas rectas (ó curvas) son las mejores para
representar el orden universal. Si ellas son lo
suficientemente convincentes, todo el mundo sentirá
un gran sentido de armonía cuando vea líneas
rectas.
Los valores visuales son creados por concenso
social, no por estimulación perceptiva. Por ello el
crítico de arte es esencial para crear significado,
especialmente en períodos de transición cuando la
mayoría de la gente está confundida en torno a la
manera en que deben ser afectados por estímulos
visuales. Los críticos de arte creen que están
descubriendo criterios a través de los cuales se
pueden revelar valores estéticos naturales. En
realidad ellos están construyendo criterios de valor
que son entonces otorgados a los elementos
visuales...
La relatividad de los valores estéticos no significa
que no pueda haber “buen” diseño. El buen diseño
es un estado visual que maximiza las metas de la
vida de la gente de una cultura dada (o de manera
más realista, las metas de cierto subgrupo de gente
de esa cultura) que conduce a una expresión
simbólica compartida para el ordenamiento de esas
metas. Si el sistema de símbolos es relativamente
universal [compartido], entonces el diseño también
será juzgado como bueno a lo largo de varios
períodos y culturas.

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