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Autobiografía de Jesucristo
una infinita deuda de gratitud que compromete al bien nacido. Amor con
amor se paga. Cuanto más se conoce más se ama, por esto precisamente,
se justifica este libro, porque pretendo conseguir que el Amor sea conocido
y muy amado.
¿Cuándo?
“…cuando vino la plenitud de los tiempos, Dios envió a su
Hijo, hecho hijo de mujer…”(Gál 4,4)
Esta “plenitud de los tiempos” coincide, aproximadamente, con los
finales del año 749 de la fundación de Roma.
¿Dónde?
En el extremo occidental de Asia. En una tierra, limitada al Norte
por la Fenicia y la Siria, al Este por la Arabia desierta, al Sur por la
Idumea y al Oeste por el Mediterráneo. Una tierra que se llama
Palestina, cuya extensión, 25.124 Km2, es algo menor que la
región de Murcia-España.
¿Por qué?
“Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo
Unigénito, a fin de que todo el que crea en el no perezca, sino
que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por el.” (Jn 3,16-17)
La palabra “Evangelio” define la historia de la vida, doctrina y
milagros de Jesucristo, contenida en los cuatro relatos que llevan el
nombre de los cuatro evangelistas y que componen los cuatro
primeros libros del Nuevo Testamento. Los cuatro evangelistas son:
San Mateo “Versión crítica sobre los textos
San Marcos Sinópticos hebreo y griego” de la Sagrada Biblia,
San Lucas traducida por :
D. Jose María Bover S.I. y D. Francisco
San Juan Cantera Burgos
Editada por LA EDITORIAL CATOLICA
S.A. año 1.953
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Ordenando cronológicamente los relatos anteriores se da lugar a la
“Concordancia
Evangélica”, que viene a ser un único relato de unos hechos consumados en tiempo y
lugar determinados. Relatar esta Concordancia en primera Persona, la convierte en
Autobiografía, palabra con la que se define la vida de un hombre o una mujer contada
por sí mismo. Si además el Protagonista de esta Autobiografía singulariza al lector,
entonces nos encontramos con una interpelación personal de quien escribe al quien le
lee, un requerimiento íntimo de Alguien que parece conocerte profundamente. Este
trabajo, realizado por un Ingeniero Técnico, pretende dar a conocer a Jesucristo según
las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia Católica, por tanto, como se puede apreciar
en el fichero “ANTECEDENTES”, dispone del “nihil obstat” certificado el 16 de Junio de
1.981 por el Excmo. Sr. D. José Bueno Monreal, Cardenal de Sevilla.
El texto canónico se ha mantenido rigurosamente, solo se han añadido unas
pocas palabras que lo convierten en estilo autobiográfico. Los personales comentarios
son consecuentes con mi leal saber y entender, fundamentados con la misma lógica y
sentido común con el que un técnico razona en el ejercicio de su profesión. El Ingeniero
que suscribe expone, al lector, con la máxima objetividad posible, lo que gradualmente,
va interpretando según se avanza en la narración. Al principio, uno se siente mero
espectador de los hechos que describe el Protagonista, Jesucristo, pero a las pocas
páginas leídas, te metes dentro del relato porque te sientes comprometido y acabas
“tocado”.
Finalmente recomiendo la alternancia de esta lectura con la lectura de la versión
original de los Evangelios que se encuentra en el Programa Concordante.
Todas las cosas fueron hechas por mí, y sin mí nada se hizo de
cuanto ha sido hecho.
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no me conoció.
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Genealogía. (Mt 1, 1-17;Lc 3, 23-38)
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Soy hijo de David, hijo de Abraham.
Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a
sus hermanos, Judá engendró a Farés y a Zará de Tamar, Farés engendró a
1
Este versículo está acomodado y complementado con referencias a la Virgen María.
2
La explicación de esta doble genealogía se puede encontrar, ampliamente razonada, en “Vida
de Jesucristo” de D. José María Bover, S.I. En la Pg 118 se lee: “En la hipótesis de que el
motivo determinante de la doble genealogía fue la adopción o la fusión de familias, que no es
inverosímil, podría muy bien ser que la genealogía de San Lucas, sin dejar de ser la de José,
fuese en realidad también la de María. Para ello es necesario suponer que Helí es una
abreviatura de Eliacim, que Eliacim puede considerarse como equivalente a Joaquín (cf. Judit,
4,5; 4,7; 4,11; 15,9 según la Vulgata), que es fundada la tradición de que el padre de María se
llamaba Joaquín. Admitido todo esto como probable, resultaría que San Lucas, al reproducir la
genealogía legal de José, nos daría en realidad, quizá sin pretenderlo, la genealogía natural de
María. Lo cual estaría en consonancia con el carácter profundamente Mariano de los dos
primeros capítulos del tercer Evangelio. Si María fue, directa o indirectamente, la fuente
histórica de estos capítulos, nada extraño sería que María diese la genealogía de José, que era
su propia genealogía”.
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Genealogía de San Mateo, que es descendente y comienza por Abrahán.
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Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab
engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz de
Rahab, Booz engendró a Jobed de Rut, Jobed engendró a Jesé, Jesé engendró a
David el rey.
David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. Salomón engendró
a Roboam, Roboam engendró a Abías, Abías engendró a Asá, Asá engendró a
Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a
Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró
a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías
engendró a Joaquím, Joaquím engendró a Jeconías y sus hermanos al tiempo de
la deportación a Babilonia.
Después de la deportación de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel
engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim,
Eliacim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim,
Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán,
Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a José el marido de mi Madre de la
cual nací.
Todas las generaciones, pues, desde Abraham hasta David son catorce,
desde David hasta la deportación también son catorce y desde la deportación
hasta mí igualmente catorce.
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Según se creía, soy hijo de José, que lo era de Helí, el de Matat, el de Leví,
el de Melquí, el de Jannái, el de José, el de Matatías, el de Amós, el de Nahum, el
de Eslí, el de Naggái, el de Maat, el de Matatías, el de Semeín, el de Josec, el de
Jodá, el de Joanán, el de Resá, el de Zorobabel, el de Salatiel, el de Nerí, el de
Melquí, el de Addí, el de Cosam, el de Elmadam, el de Er, el de Jesús, el de
Eliezar, el de Jorim, el de Matat, el de Leví, el de Simeón, el de Judá, el de José,
el de Jonam, el de Eliacim, el de Meleá, el de Mená, el de Matatá, el de Natán, el
de David, el de Jesé, el de Jobed, el de Booz, el de Sala, el de Naasón, el de
Aminadab, el de Admín, el de Arní, el de Esrón, el de Fares, el de Judá, el de
Jacob, el de Isaac, el de Abraham, el de Tara, el de Nacor, el de Seruc, el de
Ragán, el de Fálec, el de Eber, el de Sala, el de Cainam, el de Arfaxad, el de Sem,
el de Noé, el de Lámec, el de Matusalá, el de Enoc, el de Járet, el de Maleleel, el
de Cainán, el de Enós, el de Set, el de Adán, el de Dios.
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Genealogía de San Lucas, ascendente, llega hasta Adán y hasta el mismo Dios Creador.
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estaba fuera orando. Apareciósele un ángel puesto de pie a la derecha del altar
del incienso. Se turbó Zacarías al verle y le sobrecogió el temor. Mas el ángel le
dijo:
“No temas, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración; y tu mujer Isabel
te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan. El será para ti gozo y
alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento; porque será grande a los ojos
del Señor; no beberá vino ni licor que embriague; será lleno del Espíritu Santo
ya desde el seno de su madre y convertirá a muchos de los hijos de Israel al
Señor, su Dios. El mismo le precederá con el espíritu y poder de Elías, para
retornar los corazones de los padres hacia los hijos y los rebeldes a la
prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
Dijo Zacarías al ángel:
“¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en
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edad.”
El ángel respondió diciendo:
“Yo soy Gabriel que asisto en la presencia de Dios y he sido enviado para
hablarte y darte esta buena nueva. Y he aquí que estarás mudo y sin poder
hablar hasta el día en que esto se cumpla, por cuanto no diste fe a mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.”
Estaba el pueblo esperando a Zacarías y se maravillaban de que tardase
tanto tiempo. Y cuando salió no podía hablarles y entendieron que había tenido
una visión en el Templo. Les hablaba por señas, pues como el ángel le dijo,
quedó mudo.
Cumplidos los días de su ministerio, Zacarías marchó a su casa.
Días después concibió Isabel, su mujer, y ella lo ocultó cinco meses,
diciendo para sí:
“Así lo ha hecho el Señor conmigo el día en que se ha dignado quitar mi
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vergüenza entre los hombres.”
Pasados seis meses, envió de nuevo mi Padre al ángel Gabriel a una ciudad
de Galilea llamada Nazaret, a una doncella desposada con un varón llamado
José, de la casa de David, cuyo nombre era María. Entró donde ella estaba y le
dijo:
“Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las
mujeres.”
María, mi Madre, al oír estas palabras, se turbó, y discurría en sí que podría
ser este saludo. Y le dijo Gabriel:
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No da crédito a las palabras del ángel. La mezquindad del hombre hace imprevisible la
respuesta de un corazón humano a una visión celeste.
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Para una mujer israelita, no tener hijos era una vergüenza entre los suyos.
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“No temas María, pues hallaste gracia a los ojos de Dios. He aquí que
concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien darás por nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el
trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob eternamente y su
reinado no tendrá fin.”
Dijo mi Madre al ángel:
“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”
Y Gabriel le dijo:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará
con su sombra; por lo cual también lo que nacerá será llamado Santo, Hijo de
Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ella ha concebido en su vejez, y
este es el sexto mes para ella la que llamaban estéril; porque nada es
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imposible para Dios.”
Y dijo mi Madre:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”
Y retiróse Gabriel de delante de mi Madre.
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oír Isabel el saludo de mi Madre dio saltos de gozo el niño que en su seno llevaba
y en ese instante quedó llena del Espíritu Santo y con fuerte voz exclamó:
“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y de dónde
a mí esta gracia, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Porque así que
sonó tu voz en mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que
has creído tendrán cumplimiento las cosas que te han sido dichas de parte del
Señor.”
Y dijo mi Madre:
“¡Engrandece mi alma al Señor, y se regocija mi espíritu en
Dios mi Salvador; porque puso sus ojos en la bajeza de su esclava.
Pues he aquí que desde ahora me llamarán dichosa todas las
generaciones; porque hizo en mi favor grandes cosas el Poderoso, y
cuyo Nombre es Santo; y su misericordia por generaciones y
generaciones, para con aquellos que le temen. Hizo ostentación de
poder con su brazo: desbarató a los soberbios en los proyectos de su
corazón; derrocó de su trono a los potentados, y enalteció a los
humildes; llenó de bienes a los hambrientos y despidió vacíos a los
ricos. Tomó bajo su amparo a Israel, su siervo, para acordarse de
su misericordia, como lo había anunciado a nuestros padres, a
favor de Abraham y a su linaje para siempre!”
Mi Madre permaneció con Isabel como tres meses y volvió a su casa.
A Isabel se le cumplió el tiempo de su parto y dio a luz un hijo. Y al
enterarse sus vecinos y parientes de que el Señor había usado con ella de gran
misericordia, le daban el parabién. Al octavo día vinieron a circuncidar al niño y
querían llamarle con el nombre de su padre, Zacarías. Intervino Isabel su madre,
diciendo:
“No, sino que se llamará Juan.”
Dijéronle:
“Nadie hay en tu familia que se llame con ese nombre.”
Entonces preguntaron por señas a su padre cómo quería que se llamase. El
pidiendo una tablilla, escribió en éstos términos:
“Juan es su nombre.”
Todos quedaron maravillados. Y se abrió de improviso su boca, y se desató
su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se espantaron todos los que vivían en su
vecindad, y en toda la montaña de Judea se divulgaban todas estas cosas, y todos
los que la oían las guardaron en su corazón diciendo:
“¿Qué será, pues, este niño?”
Y es que la mano de mi Padre estaba sobre este niño.
Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
“¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque visitó y rescató a su pueblo.
Ha suscitado un poderoso Salvador para nosotros en la casa de David, su
siervo, según le había anunciado desde antiguo por boca de sus santos
profetas; salud que nos liberase de nuestros enemigos y de manos de todos los
que nos odian; para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su
alianza santa; para cumplir su juramento, que juró a Abraham nuestro padre;
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de darnos que, libres de temor, liberados de manos de nuestros enemigos, le
sirviéramos en santidad y justicia en su presencia, todos nuestros días. Y tú,
¡Oh niño!, profeta del Altísimo serás llamado, por cuanto irás delante del Señor
para aparejar sus caminos, para dar a su pueblo el conocimiento de la
salvación en la remisión de sus pecados, por las entrañas de misericordia de
nuestro Dios, por las cuales nos visitará un Sol Levante desde lo alto, para
iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para
enderezar nuestros pies por el camino de la paz!”
Juan crecía y se robustecía en el espíritu y vivió en los desiertos hasta el día
de su manifestación a Israel.
Aconteció que por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que
se hiciese el censo de todo el Imperio. Este empadronamiento, el primero, se
efectuó siendo Quirino gobernador de la Siria. Y se pusieron todos en viaje para
inscribirse cada cual en su ciudad. Subió también mi padre José desde Galilea,
de la ciudad de Nazaret, a la Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por
ser él del linaje y familia de David, para inscribirse en el censo juntamente con
María, su esposa y Madre mía, que estaba encinta. Y sucedió que estando ellos
allí, se le cumplieron a mi Madre los días del parto y me dio a luz y
envolviéndome en pañales, me recostó en un pesebre, pues no había para
nosotros lugar en el mesón.
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Todo este apartado está acomodado a la redacción autobiográfica complementando las
palabras de San Mateo.
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Y al instante se juntó con el ángel una gran muchedumbre del ejército
celestial que alabando a su Creador decían:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena
voluntad!”
Así como los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
“¡Ea!, vayamos a Belén, y veamos esto que el Señor nos ha manifestado.”
Fueron a toda prisa, y me hallaron recostado en un pesebre junto a mis
padres, María y José. Y al verme dieron a conocer la declaración que se les había
hecho acerca de mí. Y todos los que los oyeron se maravillaban de las cosas que
les habían dicho los pastores. Mi Madre guardaba todas estas palabras,
meditándolas en su Corazón. Y se volvieron los pastores glorificando y alabando
a mi Padre Dios por todas las cosas que oyeron y vieron, conforme les habían
sido anunciadas.
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Por aquellos días llegaron a Jerusalén unos Magos venidos de las regiones
orientales y decían:
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en
el Oriente y venimos a adorarle.”
Al oír esto, el rey Herodes se turbó y toda Jerusalén con él. Y convocados
todos los jefes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, se informó de ellos
sobre dónde había de nacer el Mesías. Y ellos le dijeron:
“En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta: Y tú Belén, tierra de
Judá, de ningún modo eres la menor entre las principales ciudades de Judá;
porque de ti saldrá un Jefe que pastoreará a mi pueblo Israel.”
Entonces Herodes, habiendo llamado secretamente a los Magos, se informó
exactamente de ellos acerca del tiempo en que había aparecido la estrella; y
enviándolos a Belén dijo:
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“Id y tomad exacta información acerca del Niño; y cuando le hubiereis
hallado, dadme aviso, para que yo también vaya y le adore.”
Después de oír al rey, se pusieron en camino y de repente la estrella que
vieron en el Oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando hasta donde Yo me
encontraba se paró encima. Al ver la estrella, sintieron grandísimo gozo. Y
entrando en la casa, me vieron con María, mi Madre; y postrándose en tierra me
adoraron; y abriendo sus tesoros me ofrecieron presentes, oro, incienso y mirra.
Avisados en sueños que no volvieran a Herodes, se tornaron a su tierra por
otro camino.
Así que los Magos hubieron partido, he aquí que un ángel se apareció en
sueños a mi padre, José, diciéndole:
“Levántate, José, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto, y
estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al Niño para
matarlo.”
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1.10 Vuelta a Nazaret. Pérdida en Jerusalén. Vida en Nazaret (Mt 2,
19-23; Lc 2, 40-52)
Muerto Herodes, he aquí que un ángel se apareció en sueños a mi padre,
José, en Egipto y le dijo:
“Levántate y toma al Niño y a su Madre, y marcha a tierra de Israel; pues
han muerto los que buscaban la vida del Niño.”
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la casa, una familia como muchas de Nazaret.
Mis padres cada año iban a Jerusalén por la fiesta de la Pascua y cuando
cumplí doce años subimos a la fiesta según costumbre. Y acabados los días mis
padres se volvieron con la comitiva sin advertir que Yo me había quedado en
Jerusalén, pues creyeron que iría con la caravana y mis parientes. Y así
caminaron una jornada. Me buscaron entre los familiares y conocidos y al no
encontrarme se volvieron a Jerusalén para buscarme. Y sucedió que después de
tres días me hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores,
escuchándolos y haciéndoles preguntas, doctores que quedaron pasmados de los
conocimientos que descubrieron en un Niño de doce años. Mis padres al verme
quedaron atónitos y mi Madre me dijo:
“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo,
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Este párrafo está acomodado para resaltar el estilo autobiográfico
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También se acomoda al relato autobiográfico
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“A nadie hagáis extorsión, ni denunciéis injustamente, y contentaos con
vuestro sueldo.”
El pueblo en expectación discurría en su corazón acerca de Juan, si por
ventura no sería el Mesías, pero Juan respondió a todos:
“Yo os bautizo en agua para penitencia: mas el que viene tras de mí es
más fuerte que yo, ante quien no soy digno de desatar agachado la correa de
su calzado. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene su
bieldo para limpiar su era y allegar el trigo en su granero; mas la paja la
quemará con fuego inextinguible.”
Y así, con estas y con otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la
Buena Nueva.
Y aconteció, al tiempo que todo el pueblo era bautizado, que vine desde
Nazaret de Galilea al Jordán y me presenté a Juan para ser bautizado por él. Mas
Juan me atajó diciendo:
“Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?”
Mas Yo le dije:
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Lleno del Espíritu Santo, volví del Jordán para ser conducido, por el mismo
Espíritu, hacia el desierto y ser tentado por el diablo.
Estuve en el desierto, entre las fieras, cuarenta días y cuarenta noches, y fui
tentado por Satanás. No comí nada durante aquellos días, y acabados sentí
hambre y fue entonces cuando se llegó a mi presencia el Tentador diciendo:
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Le respondí:
“Escrito está: “No de sólo pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios.”
Entonces, tomándome el Diablo me llevó a la Santa Ciudad, me puso sobre
el alero del Templo y dijo:
“Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está que a sus
ángeles ordenará acerca de Ti, y en las manos te tomarán no sea que tropieces
con tu pie en alguna piedra.”
Yo le dije:
“También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.”
De nuevo, Satanás, tomándome, me llevó a un monte sobremanera elevado
y mostrándome todos los reinos del mundo y la gloria de ellos me dijo:
“Te daré toda esa potencia y la gloria de ellos, puesto que a mí me ha sido
entregada, y a quien quiero la doy; si, pues, Tú postrándote delante de mí me
adorares, será Tuya toda.”
Le respondí:
“¡Vete de aquí, Satanás; porque escrito está: “Al Señor tu Dios
adorarás y a el sólo darás culto!”
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“No lo soy.”
Y de nuevo:
“Eres tú el Profeta.”
Y respondió:
“No.”
Dijéronle, pues:
“¿Quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué
dices de ti?”
Juan contestó:
“Yo soy voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor,
según dijo el Profeta Isaías.”
Y los enviados, que eran fariseos, por último, le preguntaron:
“¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”
Juan les respondió diciendo:
“Yo bautizo en agua; en medio de vosotros está quien vosotros no
conocéis, el que viene detrás de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de
su calzado.”
Estas cosas pasaron en Betania, a la otra parte del Jordán, donde Juan
estaba bautizando.
Al día siguiente, al verme venir hacia él, Juan dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es Aquel
de quien yo dije: detrás de mí viene un Hombre que ha sido puesto delante de
mí porque era primero que yo. Y yo no le conocía; mas para que el sea
mostrado a Israel, para esto vine yo bautizando en agua. He visto el Espíritu
que descendía del cielo como paloma y se posó sobre El. Y yo no le conocía, mas
el que me había enviado a bautizar en agua, el me dijo: “Aquel sobre el que
vieres descender el Espíritu y posarse sobre El, este es el que bautiza en el
Espíritu Santo”. Y yo le he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de
Dios.”
Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y fijando sus ojos en
mí dijo:
“He aquí el Cordero de Dios.”
Como oyeran estas palabras, los dos discípulos vinieron en pos de mí, y
viendo que me seguían les dije:
“¿Qué buscáis?”
Ellos contestaron:
“Rabí, Maestro, ¿dónde moras?”
Y les dije:
“Venid y lo veréis.”
Vinieron, pues, vieron donde moraba y se quedaron conmigo aquel día.
Sería como la hora décima. Andrés, el hermano de Pedro, y Juan se llaman los
discípulos que oyendo las palabras de Juan Bautista me siguieron.
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Andrés fue en busca de su hermano Simón y le dijo:
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Mas Yo le dije:
“¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees?
Mayores cosas que estas verás. En verdad, en verdad os digo:
veréis el cielo abierto y a los ángeles del cielo que suben y bajan
sobre el Hijo del hombre.”
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Posiblemente, los novios eran parientes de la Virgen María, de Jesús.
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Y Yo le dije:
“¿Y qué tenemos que ver tú y Yo, Madre mía? Todavía no ha
llegado mi hora.”13
Dijo mi Madre a los que servían:
“Todo cuanto el os diga, hacedlo.”14
Había allí seis hidrias de piedra, destinada a la purificación de los judíos,
cada una de las cuales podía contener de ochenta a cien litros.
Les dije:
“Llenad de agua las hidrias.”
Las llenaron hasta arriba y les dije:
“Sacad ahora y llevadlo al maestresala.”
Y lo llevaron. Mas cuando gustó el maestresala el agua hecha vino, no
sabiendo de dónde era, aunque si lo sabían los que servían, que habían sacado el
agua, llama al esposo y le dice:
“Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están ya bebidos, pone
el peor; tú, sin embargo, has reservado el vino bueno hasta ahora.”
Este fue el primer milagro que hice, mi gloria se manifestó y los discípulos
creyeron en mí. Después de esto, bajé a Cafarnaúm junto con mi Madre, mis
hermanos y discípulos, y allí permanecimos no muchos días.
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“En cuarenta y seis años se ha edificado este Santuario, ¿y Tú en tres días
lo levantarás?”
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Amigo lector, también el tuyo es conocido. Te conoce bien quien bien te quiere.
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Había un hombre de la secta de los fariseos, llamado Nicodemo, magistrado
de los judíos. De noche vino a verme y dijo:
“Rabí, sabemos que vienes de parte de Dios como Maestro; porque nadie
puede hacer esas señales que Tú haces, si Dios no está con El.”
Le respondí:
“En verdad, en verdad te digo: si uno no fuere engendrado de
nuevo no puede ver el Reino de Dios.”
Díjome Nicodemo:
“¿Cómo puede un hombre nacer si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por
segunda vez en el seno de su madre y nacer?”
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Este pasaje convendría leerlo varias veces porque en él se condensa toda la esencia del
cristianismo. Estas palabras llevan en sí engendrada la verdadera vida, la que es y no se ve, la
única vida.
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Le contesté:
“En verdad, en verdad te digo, quien no naciere de agua y
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la
carne, carne es, y lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te haya dicho: “Es necesario que nazcáis de
nuevo”. El aire sopla donde quiere, y oyes su voz, y no sabes de
dónde viene ni adónde va: así es todo el que ha nacido del Espíritu.”
Y dijo Nicodemo:
“¿Cómo puede ser eso?”
Y de nuevo le contesté:
“¿Tú eres maestro de Israel, y esto no sabes? En verdad, en
verdad te digo que lo que sabemos, esto hablamos; y lo que hemos
visto, esto testificamos; y nuestro testimonio no lo aceptáis. Si
cuando os he dicho cosas terrenas no me creéis, ¿cómo me vais a
creer si os dijere cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el
que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. Y
como Moisés puso en alto la serpiente en el desierto, así es necesario
que sea puesto en alto el Hijo del hombre, para que todo el que crea
en el alcance la vida eterna. Porque así amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en el no
perezca, sino que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por El. Quien cree en El, no es condenado; quien no cree, ya
está condenado17, porque no creyó en el Nombre del Unigénito Hijo
de Dios. Este es el juicio: que la Luz ha venido al mundo, y amaron
los hombres más las tinieblas que la Luz, porque eran malas sus
obras. Porque todo el que obra el mal, aborrece la Luz, y no viene a
la Luz, para que no sean puestas en descubierto sus obras; mas el
que obra la verdad, viene a la Luz, para que se manifiesten sus
obras como hechas en Dios.”
3.03 Ultimo testimonio de Juan. (Jn 3, 22-36; Jn 4, 1-3; Lc 3, 19-20;
Lc 4,14; Mc 1,14; Mt 4,12)
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“Rabí, aquel que estaba contigo a la otra parte del Jordán, a favor de
quien tú diste testimonio, mira, el bautiza y todos acuden a El.”
Juan respondiendo, dijo:
“No puede un hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo. Vosotros
mismos me sois testigos que dije: “No soy yo el Mesías”, sino: “He sido enviado
delante de El”. Quien tiene la esposa este es el esposo, mas el amigo del esposo,
el que asiste y oye su voz, se goza en gran manera por la voz del esposo. Así,
pues, este gozo mío ha sido cumplido. El conviene que crezca, yo que
disminuya. El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la
tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del cielo está por encima
de todos. Lo que ha visto y oído, esto testifica, y su testimonio nadie lo acepta.
El que acepta su testimonio pone un sello a la veracidad de Dios. Porque Aquel
a quien Dios envió habla las palabras de Dios; porque no con medida da el
Espíritu. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en sus manos.
Quien cree en el Hijo posee vida eterna, mas el que niega su fe al Hijo no
gozará la vida, antes la ira de Dios pesa sobre él.”
Este fue el último testimonio de Juan sobre mí, porque poco después
reprendía a Herodes el tetrarca por motivos de Herodías, la mujer de su
hermano y Herodes añadía a sus múltiples maldades la de encerrar a Juan en la
prisión. Encierro que tendría su origen en la trama farisaica contra Juan.
Así, pues, enterado de que a oídos de los fariseos llegaban las noticias tales
como: “Jesús hace más discípulos que Juan, y bautiza”, decidí abandonar la
Judea e impulsado por la fuerza del Espíritu volví a Galilea.
En este viaje debíamos pasar por Samaria. Llegamos, pues, a una ciudad de
Samaria llamada Sicar, cerca de la posesión que dio Jacob a su hijo José. Estaba
allí la fuente de Jacob. Fatigado del camino me senté, sin más, junto a la fuente,
sería como la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua y le digo:
“Dame de beber.”
Mis discípulos se habían ido a la ciudad a comprar provisiones. Díceme,
pues, la mujer samaritana:
“¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer
samaritana?”
En efecto, los judíos no tienen trato con los samaritanos. Le dije:
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “Dame de
beber”, tú le hubieras pedido, y el te hubiera dado agua viva.”
Díjome la mujer:
“Señor, no tienes pozal y el pozo está hondo; ¿de dónde, pues, tienes el
agua viva? ¿Acaso eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el
pozo, y él mismo bebió con sus hijos y sus ganados?”
Le respondí diciendo:
“Todo el que bebiere de ese agua tendrá sed otra vez; mas quien
bebiere del agua que Yo le diere, no tendrá sed jamás, sino que el
agua que Yo le daré se hará en él fuente de agua bullidora para
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vida eterna.”
Díjome la mujer:
“Señor, dame esa agua, para que me quite la sed y no tenga que venir
aquí a sacarla.”
Le dije:
“Ve, llama a tu marido y ven acá.”
Y me respondió:
“No tengo marido.”
Le dije:
“Bien dijiste: “No tengo marido”; porque cinco maridos tuviste,
y ahora el que tienes no es marido tuyo18; en eso has dicho
verdad.”
La mujer dijo:
“Señor, veo que Tú eres Profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este
monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde hay que
adorarle.”
18
Dios no da ningún alma por perdida.
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Autobiografía de Jesucristo
Le contesté:
“Créeme, mujer, que viene la hora en que ni a ese monte ni a
Jerusalén estará vinculada la adoración al Padre. Vosotros
adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos,
porque la salud viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en
que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad, porque el Padre tales quiere que sean los que le adoren.
Espíritu es Dios;19 y los que le adoran, en espíritu y en verdad le
deben adorar.”
19
Dios es Espíritu del que se nace de nuevo. Así lo dice Cristo a Nicodemo. El Espíritu no se ve
pero se puede percibir como se percibe el viento que se siente y no se ve. No puedo negar su
existencia porque no lo contemplen mis ojos y no lo palpen mis manos, como no puedo negar la
brisa que me susurra al oído al mover las hojas de los árboles.
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Y finalmente, la mujer me dijo:
“Sé que ha de venir el Mesías, el que se llama Cristo; cuando el venga, nos
manifestará todas las cosas.”
20
Y por último, le dije: “Soy Yo, el mismo que habla contigo.”
En esto vinieron mis discípulos, y se maravillaron de que hablara con una
mujer; nadie empero, me dijo: “¿Qué preguntas?” o “¿Qué hablas con ella?”.
Dejó, pues, su cántaro la mujer y se marchó presurosa a la ciudad diciendo a los
hombres:
“¡Venid a ver a un hombre que me dijo todas las cosas que hice! ¿Acaso es
este el Mesías?”
Salieron de la ciudad y venían a mí. Entre tanto mis discípulos me rogaban:
“Rabí, come.”
Mas Yo les dije:
“Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis.”
Decíanse, pues, mis discípulos unos a otros:
“¿Acaso alguien le trajo de comer?”
Pero Yo les dije:
“Mi manjar es hacer la Voluntad del que me envió y llevar a
cabo su obra. ¿No decís vosotros: “Cuatro meses aún, y llega la
siega?” Mirad, os digo, alzad vuestros ojos y contemplad los
campos, que ya están blancos para la siega. El segador cobra su
jornal y recoge fruto para la vida eterna, para que el sembrador y
el segador se gocen juntamente. Porque en esto resulta verdadero
aquel proverbio: “Uno es el que siembra y otro el que siega”. Yo os
he enviado a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros
labraron y vosotros habéis entrado en su labor.”
De aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en mí por la
palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me dijo todas las cosas que hice”. Así,
pues, como llegaran a mí los samaritanos, me rogaban que me quedase con ellos,
y accediendo me quedé allí dos días. Y muchos más creyeron por mi palabra, y
decían a la mujer:
“Ya no creemos por tu dicho, pues por nosotros mismos hemos oído y
sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo.”
3.05 Comienzo la predicación en Galilea. Jn 4, 43-54; Mt, 4-13-17; Mc
1, 14-15; Lc 4, 14-15)
Pasados los dos días, salí de allí para Galilea porque un profeta no tiene
estima en su propia patria. Y cuando llegamos a Galilea me hicieron buena
acogida los galileos porque habían visto lo que hice en Jerusalén durante la
fiesta. Llegué, pues, a Caná de Galilea, donde convertí el agua en vino. Había
allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Este oyendo
20
“Yo soy el Mesías”, el Hijo de Dios tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel, un pueblo
que lo sigue esperando hasta el final de los tiempos porque todavía no lo han reconocido.
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que Yo llegaba de Judea a Galilea, vino a mí y me rogaba que bajase y sanase a
su hijo porque estaba para morir. Le dije:
“Si no viereis señales y prodigios, no queréis creer.”
El funcionario me pedía:
“¡Señor, baja antes que muera mi hijo!”
Y por fin le dije:
“Anda, tu hijo vive.” 21
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Conoció, pues, el padre que aquella fue la hora en que le dije: “Tu hijo vive”.
Y creyó él y toda su familia.
Este segundo milagro lo realicé a la vuelta de Judea a Galilea. Pasado un
tiempo dejé Nazaret y me fui a habitar a Cafarnaúm la marítima, en los
confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliese lo anunciado por el
profeta Isaías cuando dice:
“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar allende el Jordán,
Galilea de los gentiles: el pueblo sentado en tinieblas vio una gran luz, y a los
sentados en región de muerte y sombra amanecióles una luz.”
Desde entonces comencé a predicar el Evangelio de mi Padre Dios y les
decía:
“¡Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de los Cielos:
arrepentíos y creed en el Evangelio!”
Mi Nombre se reconoció en toda la comarca y les enseñaba en sus
sinagogas y era glorificado por todos.
Cierto día, caminando por la ribera del mar de Galilea vi a los hermanos
Simón-Pedro y Andrés que echaban la red en el mar, pues eran pescadores.
Más adelante vi a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que
estaban en la nave con su padre recomponiendo sus redes.
Comencé a hablar a la muchedumbre estando de pie junto al lago. Como se
agolparan sobre mí, vi dos barcas juntas al lago, los pescadores que habían
bajado de ellas estaban lavando las redes y subí a una de ellas, que
precisamente era la de Simón-Pedro y le rogué que bogase un poco apartándose
de la playa y así sentado en la barca de Simón enseñaba a la muchedumbre. Y
cuando cesé de hablar, le dije a Simón:
“Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para la pesca.”
Respondió Simón:
“Maestro, con haber estado bregando toda la noche, nada cogimos; pero
sobre tu palabra soltaré las redes.”
Y como esto hicieron, prendieron gran cantidad de peces, y se rompían sus
redes. Hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que
viniendo le ayudasen. Y vinieron y llenaron ambas barcas, tanto que se
hundían. Viendo esto Simón-Pedro, postróse a mis pies diciendo:
22
“¡Retírate de mí, porque soy un hombre pecador, Señor!”
El espanto les invadió a todos con motivo de esta redada de peces, incluso a
Santiago y a Juan, que formaban sociedad con Simón. Yo le dije a Simón:
“No temas; desde hoy más serán hombres los que pescarás.”
Dirigiéndome a los demás les dije:
22
Cristo se gana el alma de Pedro justamente en el ejercicio de su profesión. Este milagro le
sorprende, le desnuda el alma, se descubre indigno de la amistad de este Hombre, se arrodilla
ante su impresionante figura y le rinde el corazón con unas palabras que ya me gustaría a mí,
querido lector, asumirlas con el mismo espíritu que las pronunció Pedro.
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De pronto un hombre poseído de un espíritu inmundo se puso a gritar
diciendo:
“¡Ah! ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Viniste a
perdernos? Te conozco quien eres, el Santo de Dios!”
Le ordené resueltamente:
“Enmudece y sal de él.”
Y sacudiéndole violentamente y dando alaridos, salió de él el espíritu
inmundo. Quedaron todos pasmados de suerte que se preguntaban unos a otros,
diciendo:
“¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué palabra es ésta?! Porque con autoridad y poder
manda a los espíritus inmundos y le obedecen y salen.”
Se extendió rápidamente mi Nombre por toda la comarca de Galilea.
Saliendo de la sinagoga vinimos a casa de Simón y de Andrés, con Santiago y
Juan. La suegra de Simón yacía en cama con una gran fiebre y me rogaron por
ella. Vine a ella, mandé resueltamente a la fiebre y ésta la dejó; ella, levantándose
al instante, nos servía.
Ya tarde cuando se puso el sol, todos cuantos tenían enfermos de diferentes
dolencias los trajeron a mí. Y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. Puse las
manos sobre cada uno de ellos y los curé de las diversas enfermedades de que
estaban aquejados, dándose así cumplimiento a lo anunciado por el profeta
Isaías, cuando dice:
“Él tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades.”
Me presentaron también muchos endemoniados y lancé los espíritus con mi
palabra. Al salir estos espíritus, que eran demonios, gritando decían:
“¡Tú eres el Hijo de Dios!”
Yo les increpaba y no les permitía decir que sabían que Yo era el Mesías. Al
amanecer, muy oscuro todavía, levantándome, salí y me fui a un lugar solitario
para hacer oración. Vino en mi busca Simón y los demás y hallándome dijeron:
“Todos andan buscándote.”
Mas Yo les dije:
“Vamos a otra parte, a las poblaciones inmediatas, para que
también allí pueda Yo predicar; que para esto salí.”
La muchedumbre me buscaba y al encontrarme querían retenerme, pero les
dije:
“También a otras ciudades tengo que anunciar el Evangelio del
Reino de Dios, pues a esto fui enviado.”23
Recorrí la Galilea enseñándoles en sus sinagogas, predicando el Evangelio
del Reino y curando toda enfermedad y dolencia y lanzando los demonios.
23
Amigo lector, este anuncio del Evangelio hace ya 2.000 años, es el mismo anuncio que ahora
estás leyendo.
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me rogaba diciendo:
24
“Señor, si quieres me puedes limpiar.”
Sentí una profunda compasión y extendiendo mi mano le toqué diciendo:
“Quiero, sé limpio.”
Al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio y tomando con él un
tono severo le despedí diciendo:
“Mira, no digas nada a nadie, sino anda, muéstrate al
sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés,
para que les sirva de testimonio.”
24
Si tú y yo tuviéramos esta Fe haríamos de la vida oración y de la oración vida.
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Mas él, en saliendo, comenzó a proclamar bien alto y divulgar el hecho,
hasta el punto de que no pude entrar manifiestamente en ciudad alguna. La fama
de mi Nombre se extendió cada vez más y concurrían grandes muchedumbres
para oír mi palabra y ser curados de sus enfermedades. Yo me retiraba a sitios
solitarios para orar.
3.09 El paralítico de Cafarnaúm. (Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26)
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marcha a tu casa.”25
Y al instante, habiéndose levantado a vista de ellos, tomando a cuestas su
camilla se marchó a su casa glorificando a Dios. De todos se apoderó el estupor y
glorificaban a Dios que había dado tan grande potestad a los hombres, y llenos
de temor decían:
“¡Hoy hemos visto cosas increíbles!”
Tras esto salimos otra vez a la ribera del mar; y toda la muchedumbre venía
a mí y les enseñaba. Pasando vi a Leví el de Alfeo sentado en su despacho de
aduanas y le dije:
“Sígueme.”26
Y abandonándolo todo, levantóse y me seguía. Leví hizo un gran convite en
su casa y muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa conmigo y mis
discípulos. Murmuraban los fariseos y sus escribas al verme comer con
pecadores y decían a mis discípulos:
“¿Cómo es que coméis y bebéis con los pecadores y publicanos?”
Habiéndoles oído, les dije:
“No tienen necesidad de médico los sanos y robustos, sino los
que se hallan mal. Andad y aprended qué quiere decir:
“Misericordia quiero, que no sacrificio”. Que no he venido a
llamar justos, sino pecadores a penitencia.”27
Vinieron también los discípulos de Juan que estando con los fariseos
ayunando me dijeron:
“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente y, en cambio,
tus discípulos no ayunan?”
Les dije:
“¿Acaso pueden ayunar y afligirse los hijos de la sala nupcial en
tanto que está con ellos el esposo? Cuanto tiempo tienen el esposo
consigo, no pueden ayunar. Vendrán días cuando les sea
arrebatado el esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa
un remiendo de paño tieso sobre un vestido viejo, porque quita su
entereza al vestido y se hace un desgarrón peor. Ni nadie echa sobre
un vestido viejo un remiendo cortándolo de un vestido nuevo; de lo
25
El paralítico era un hombre con el alma manchada por un pasado que quizás le atormentara.
“Buen ánimo, hijo…”., estas son las consoladoras palabras que oye de Jesús y en virtud de la fe
de unos amigos y quizás también de su propia fe, se dispone a ser sanado en el alma y en el
cuerpo. “¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?” Esta pregunta quedó contestada
con la evidencia incuestionable de un milagro que maravilló a los presentes. ¿Qué otros
argumentos se necesitan para creer en el Hijo de Dios?
26
Dios llama con el imperio de su Voluntad, y a quien llama, sea quien sea, lo predispone a
obedecer, con soberana libertad, en el acto.
27
Cristo no ha venido para los justos sino para los pecadores que quieran convertir su vida,
volver a empezar. Entre nosotros….¿Quién es justo?
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“El que me sanó me dijo: “Toma tu camilla y anda.”
Le preguntaron:
28
“¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu camilla y anda?”
No pudo contestarles porque tras curarle me retiré sin ser notado, gracias a
la muchedumbre de gente que había en aquel sitio. Pero después lo hallé en el
Templo y le dije:
“Mira, has sido curado; no peques ya más, no sea que te suceda
algo peor.”
Se fue aquel hombre y manifestó a los fariseos que Yo le había sanado. Y
esto fue causa de que me persiguieran, ¡porque tales cosas hacía en sábado!
Encontrándome con ellos les dije:
28
Esta pregunta descubre el corazón de los fariseos de aquél tiempo. No es posible más
mezquindad en el alma de un hombre que pregunta por quien le autorizó a llevar la camilla en
lugar de por quien le sanó. La casuística de los judíos relevantes del pueblo de Israel es
inmisericorde. ¿Quién puede entender un corazón tan duro?
29
Si quieres, vuelve a leer este pasaje, amigo lector, ¿Qué te voy a explicar que tú no hayas
entendido? Es el mismo Hijo de Dios quien está interpelando a tu conciencia y razón. ¿Se
entiende lo que está escrito para ti?
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Terminó la Pascua y volví a Galilea y cierto día de sábado paseaba con mis
discípulos por unos sembrados, y como tuvieran hambre comenzaron a arrancar
espigas y frotándolas con las manos las comían. Los fariseos me dijeron:
“Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido?”
Así mismo decían a mis discípulos:
“¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?”
Dirigiéndome a ellos les dije:
“¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo necesidad y sintió
hambre y los que con él estaban, cómo entró en la Casa de Dios en
tiempo de Abiatar, sumo sacerdote, y comió los panes de la
proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio
además a los que con él estaban? ¿O no leísteis en la Ley que en día
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Otro sábado entré en una sinagoga para enseñar. Había un hombre allí que
su mano derecha estaba rígida. Observaban atentamente los escribas y fariseos si
en sábado curaría a ese hombre, para hallar de qué acusarme e incluso me
preguntaron:
“¿Es lícito curar en sábado?”
Yo conocía sus pensamientos y dirigiéndome al hombre que tenía rígida la
mano le dije:
“Levántate y ponte de pie en medio.”
Levantóse el hombre y quedó de pie en medio y mirando a los fariseos les
dije:
“Os pregunto si es permitido en sábado hacer bien o hacer mal,
salvar un alma o perderla.”
Ellos callaban y les dije:
“¿Qué hombre habrá entre vosotros que tenga una oveja, y si
esta en día de sábado cayere en una hoya, por ventura no la cogerá
y la levantará? Pues ¡qué diferencia no habrá entre un hombre y
una oveja! Así que es permitido en día de sábado hacer bien.”
En silencio les miré con indignación entristecido por el encallecimiento de
su corazón, y dije al hombre:
“Extiende tu mano.”
Y la extendió y quedó restablecida, sana como la otra. Los escribas y
fariseos se llenaron de insensatez y unos y otros deliberaban sobre qué iban a
hacer conmigo.
30
“Misericordia quiero que no sacrificio”. Esta frase, de Os 6,6, solo se contempla dos veces, en
el Evangelio de San Mateo. Dios bajó del cielo a reclamar a los hombres misericordia para con
sus hermanos. Dios, antes que sacrificios, quiere amor operando en el ordinario vivir de cada
día, sin espectáculo, calladamente, desde dentro.
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y Sidón porque oían decir cuanto Yo hacía, extendiéndose mi Nombre por toda la
Siria.
Llegando a la orilla dije a mis discípulos que estuviese preparada una barca
porque la gente me atropellaba para tocarme cuantos padecían enfermedad. A
todos los que se hallaban mal, aquejados de enfermedades y dolores,
endemoniados, lunáticos y paralíticos…, a todos curé. Y los espíritus inmundos
en viéndome caían a mis pies gritando:
31
“¡¡Tú eres el Hijo de Dios!!”
Yo les mandaba severamente que no me diesen a conocer. Se cumplía lo
anunciado por el profeta Isaías, cuando dice:
“He aquí mi Siervo, a quien escogí, mi Amado, en quien se agradó mi
32
alma; pondré mi Espíritu sobre El, y proclamará justicia a las naciones. No
porfiará ni dará voces, ni oirá alguno en la plaza su voz. La caña cascada no la
quebrará, y la mecha humeante no la apagará, hasta que haga triunfar la
justicia; y en su Nombre esperarán las naciones.”
4.06 Elección de los Doce Apóstoles. (Mt 5, 1; Mt 10, 1-4; Mc 3, 13-19;
Lc 6, 12-16)
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la tierra.
Bienaventurados los que están afligidos, porque ellos serán
consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
Bienaventurados los que hacen obra de paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
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37
El cumplimiento del deber de cada día, el abandono en las manos del Padre que me ha
creado, de un Padre bueno que vela por mí. Este si que es camino de santidad, ejerciendo el
ordinario vivir de nuestra vida en Paz.
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Profetas.
¡Entrad por la puerta angosta! ¡Cuán ancha es la puerta y
espaciosa la senda que lleva a la perdición! ¡Y son muchos los que
entran por ella! ¡Cuán angosta es la puerta y estrecha la senda que
lleva a la vida! ¡Y son tan pocos los que dan con ella!
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con
vestiduras de ovejas; mas por dentro son lobos rapaces. Por sus
frutos los reconoceréis. ¿Por ventura se cosechan uvas de los
espinos o higos de los abrojos? Es así que todo árbol bueno produce
frutos buenos, mas todo árbol ruín produce frutos malos. No puede
el árbol bueno producir frutos malos, ni el árbol ruín producir
frutos buenos. Todo árbol que no produce fruto bueno es cortado y
arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conoceréis. El hombre
bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el malo, del
malo saca lo malo; porque de la plenitud rebosante del
corazón habla la boca.39
¿A qué viene llamarme: “¡Señor, Señor!”, si no hacéis lo que Yo
digo? No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de
los cielos; mas el que hace la Voluntad de mi Padre, que está en los
cielos, éste entrará en el Reino de los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre, y
en tu Nombre lanzamos demonios, y en tu Nombre obramos
muchos prodigios? Y entonces les declararé: “Nunca os conocí;
apartaos de mí los que obráis la iniquidad.”
Así, pues, todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las
pone por obras, os voy a mostrar a quién es semejante. Es
semejante a un hombre que edifica una casa el cual cavó y ahondó y
puso el fundamento sobre la roca; y bajó la lluvia, y vinieron los
ríos, y soplaron los vientos y se echaron sobre aquella casa
estrellándose en ella, y no pudieron conmoverla por estar tan bien
edificada y cimentada sobre roca. Pero, todo el que escucha éstas
mis palabras y no las pone por obra, se asemejará a un hombre
necio que edificó su casa sobre arena o tierra sin fundamento: y
bajó la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos40, y
38
Esta es la llave que abre el Paraíso. Tengo que querer para todos lo que quiero para mí. Yo
vendré a ser amado según la medida de mi amor por los demás. Necesito comunicarme, no
puedo ejercer la vida y el amor en soledad.
39
A poco que escuches a tu prójimo conocerás con quien tratas. ¡Qué poco tiempo se necesita
para conocer al hombre!
40
A todos y cada uno, en el transcurso de la vida, nos llegan tiempos de imprevisibles
consecuencias. Llegan para los que creen y para los que no creen. El que cree se consolará
con la Esperanza, el que no cree no hay Esperanza que le consuele. Con Fe, pase lo que pase,
el último destino se consuma en la otra vida. Sin Fe no hay más destino que ésta vida, la que
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A su vez los ancianos me rogaban encarecidamente, diciendo:
“Es digno de que le otorgues esto, pues ama nuestra raza, y la sinagoga él
nos la edificó.”
Le dije:
“Allá voy, y le curaré.”
Acompañado de ellos y cuando estábamos cerca de la casa, el centurión
envió unos amigos diciendo:
“Señor, no te molestes, que no soy digno de que entres debajo de mi techo;
por lo cual tampoco me consideré digno de ir a Ti; mas ordénalo con una sola
palabra, y quede sano mi muchacho. Que también yo, simple subordinado a las
órdenes de la autoridad, que tengo soldados a mi mando, digo a éste: “Ve” y
41
va; y a otro; “Ven” y viene; y a mi esclavo: “Haz esto”, y lo hace.”
42
Al oír esto, quedé maravillado y vuelto a la gente que me seguía, les dije:
“Os aseguro que ni siquiera en Israel hallé fe tan grande. Y os
digo que vendrán muchos del oriente y del occidente y se recostarán
a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos; en
cambio,
los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de allá fuera: allí
será el llanto y el rechinar de los dientes.”
Dirigiéndome a los enviados del centurión les dije:
“Id y decidle: como creíste, hágase contigo.”
Y el muchacho sanó en aquella hora.
41
¿Qué te parece, amigo lector? Tú y yo, ¿tenemos esta Fe?
42
Se sorprende Jesucristo en varias ocasiones. Esta es la primera que se nos muestra en el
Evangelio de San Mateo y de San Lucas. Su sorpresa hace referencia a la Fe de un gentil, es
decir, de un hombre que no era judío.
43
Cristo sintió una profunda pena y sin que nadie se lo pida obra un milagro portentoso,
devuelve la vida a un cadáver. El, que es Autor de la vida, la da y la quita a quien quiere, cuando
quiere, donde quiere. ¿Quién puede ser este Hombre con poder sobre la muerte? Tú y yo,
amigo lector ¿quién creemos que puede ser?
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“¡Un gran Profeta se ha levantado en medio de nosotros. Dios visitó a su
pueblo!”
Y se difundió esta voz acerca de mí por toda la Judea y por todos los países
comarcanos.
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Juan, que estaba en la cárcel, tuvo noticias de todas éstas mis obras. Y
llamando a sí a dos de sus discípulos me los envió diciendo:
“¿Eres Tú el que ha de venir o aguardamos a otro?”
Presentáronse a mí los hombres diciendo:
“Juan el Bautista nos ha enviado a ti diciendo: “¿Eres Tú el que ha de
venir o aguardamos a otro?”
En aquella hora curé a muchos de sus enfermedades y espíritus malignos y
a muchos ciegos hice merced de ver. Y respondiendo les dije:
“Id e informad a Juan de lo visteis y oísteis: Los ciegos cobran
vista, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,
los muertos son resucitados, los pobres evangelizados…Y
bienaventurado aquel que no se escandalizare de mí.”
Una vez marchados los mensajeros de Juan, me dirigí a la muchedumbre
diciéndoles:
“¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña cimbrada por el
viento? Pues, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas
muelles? Mirad que los que andan con ropaje espléndido y entre
regalos, en los regios alcázares están. Pues, ¿qué salisteis a ver?
¿Un profeta? Si, os digo, y más que profeta. Este es de quien se ha
escrito: “Mira que envío un mensajero delante de tu Faz, el cual
aparejará tu camino delante de Ti.” En verdad os digo, no ha
surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista;
mas el menor en el Reino de los cielos, mayor es que él. Todo el
pueblo que le oyó y los publicanos dieron a Dios la gloria de justo,
siendo bautizados por el bautismo de Juan; los fariseos, en cambio,
y los legistas frustraron el designio de Dios acerca de ellos, no
haciéndose bautizar por él. Desde los días de Juan Bautista hasta el
presente, el Reino de los cielos padece fuerza, y los hombres
esforzados arrebatan de él. Porque todos los Profetas y la Ley hasta
Juan profetizaron. Y si queréis creerlo él es Elías el que había de
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Autobiografía de Jesucristo
4.11 Una mujer me unge los pies en casa de un fariseo. (Lc 7, 36-50)
Uno de éstos fariseos me rogaba que comiese con él, y aceptando entré en
su casa y me recosté a la mesa. Inesperadamente se presentó una mujer, que era
conocida en la ciudad como pecadora; la cual enterándose de que comía en casa
del fariseo, tomó consigo un botecillo de alabastro lleno de perfume, y puesta
detrás junto a mis pies, llorando, comenzó con sus lágrimas a bañarme los pies, y
con los cabellos de su cabeza los enjugaba, y los besaba fuertemente, y los ungió
44
con perfume. Viendo esto el fariseo que me había invitado, dijo para sí:
“Este, si fuera profeta, conociera quién y qué tal es la mujer que le toca,
45
cómo es una pecadora.”
Dirigiéndome a él le dije:
“Simón, tengo una cosa que decirte.”
“Maestro, di.”
“Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos
denarios, el otro cincuenta. No teniendo ellos con qué pagarle, les
perdonó a entrambos. ¿Quién, pues, de ellos le amará más?”
“Entiendo que aquel a quien más perdonó.”
“Rectamente juzgaste.”
Me volví a la mujer y dije a Simón:
“¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua a los pies;
mas ésta bañó mis pies con sus lágrimas y los enjugó con sus
cabellos. No me diste ósculo; mas ésta, desde que entré, no cesó de
besarme fuertemente mis pies. No ungiste con óleo mi cabeza; mas
ésta ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo: le son
perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Mas a
44
¿Quién puede dar más? Para esta mujer ¿quién era Jesús?
45
¿Quién puede dar menos? Para este hombre ¿quién era Jesús?
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Autobiografía de Jesucristo
46
El amor es directamente proporcional a la gratitud. Un alma bien nacida, con sentido de la
correspondencia por el favor recibido, es un alma que tiende al amor tan noble y bello como
bella y noble sea ella misma ó quiera que así sea.
47
Es muy posible que estemos ante María Magdalena, que seguramente venga a ser la María
de Betania, la hermana de Lázaro, María Magdalena, conocida por tal nombre por su
procedencia de Magdala.
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Me presentaron un endemoniado ciego y mudo, y le curé, de suerte que el
mudo y ciego hablaba y veía. Y estaban asombradas las turbas diciendo:
“¿No es tal vez este el hijo de David?”
Sin embargo, los fariseos y escribas, que habían bajado de Jerusalén,
oyendo esto decían:
“Este tiene a Belzebú, y no echa a los demonios sino en virtud de Belzebú,
príncipe de los demonios.”
Conociendo sus pensamientos, que decían: “tiene espíritu inmundo”, los
llamé a mí y le dije en parábola:
“¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Todo reino dividido
contra sí mismo, no puede mantenerse en pie; será asolado; y toda
ciudad o casa dividida contra sí misma, no podrá sostenerse. Y si
Satanás lanza a Satanás y se levanta contra sí mismo, está contra
sí mismo dividido: ¿cómo, pues, se mantendrá en pie su reino? No
puede sostenerse, sino que llegó su fin. Y si Yo lanzo los demonios en
virtud de Belzebú, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos? Por
eso ellos serán vuestros jueces. Y si en virtud del Espíritu de Dios Yo
lanzo los demonios, señal es que ha llegado a vosotros el Reino de
Dios. O ¿cómo puede uno entrar en la casa del fuerte y arrebatarle
su ajuar, si primero no atare al fuerte? Sólo entonces saqueará su
casa. Quien no está Conmigo, contra mí está;48 y quien no allega
Conmigo, desparrama. Por esto os digo: todo otro pecado y
blasfemia se perdonará a los hombres, mas la blasfemia contra el
Espíritu no será perdonada. Y quien dijere palabra contra el Hijo
del hombre, se le perdonará, mas quien la dijere contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero sino
que será reo de pecado eterno.49 Una de dos: o haced bueno el árbol
y bueno también su fruto, o haced malo el árbol y malo también su
fruto, porque del fruto se conoce el árbol. ¡Engendros de víboras!,
¿cómo podéis hablar cosas buenas siendo vosotros malos? Porque
de lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno,
del buen tesoro saca cosas buenas, y el hombre malo, del mal tesoro
saca cosas malas. Os certifico que de toda palabra ociosa que
hablaren los hombres darán razón en el día del juicio. Porque por
tus palabras serás dado por justo y por tus palabras serás
condenado!”
4.13 Mi Madre y mis hermanos. (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-
48
¿Se entiende, amigo lector? ¿Está claro?
49
La conciencia del alma conoce al Espíritu y se peca contra el por acción y por omisión. Hay
quien tuerce, deliberadamente, por hacer daño, el sentido de la acción y la palabra. Sus días
están numerados y contados y en poco tiempo consumidos. Después, en la otra vida, le espera
la eternidad, y allí no hay tiempo, ni a quien hacer daño, sino a sí mismo. Se conoce el mal y se
pacta con él para tratar de pervertir lo bueno o no defenderlo.
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Autobiografía de Jesucristo
21)
Otro día, saliendo de casa, llegué a la orilla del mar y otra vez comencé a
enseñar. Como concurriera muchísima gente, subí a una barca y sentado en ella,
mar adentro, les hablaba mientras ellos estaban en la orilla. Comencé a
enseñarles en parábolas, diciéndoles:
“Escuchad. He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y
sucedió que, al sembrar, una parte cayó a la vera del camino y fue
pisoteada, y los pájaros del cielo se la comieron. Otra parte cayó en
los pedregales, donde no había mucha tierra, y al punto brotó por
no tener profundidad el terreno; y en saliendo el sol se quemó, y por
no tener raigambre ni humedad se secó. Y otra cayó en medio de
espinas, y brotando juntamente con las espinas, la ahogaron y no
dio fruto. Y otras partes cayeron en tierra buena y daban fruto que
subía y crecía, y rendían una treinta, y una sesenta y una ciento.
¡Quien tenga oídos para oír, escuche!”
Quedando a solas con mis discípulos, me preguntaban:
“¿Por qué les hablas en parábolas? ¿Y qué significa ésta parábola?”
Les dije:
“A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los
cielos, mas a ellos, los de fuera, no les ha sido dado, todo se les
presenta
en parábolas. Porque a quien tiene, se le dará, y andará sobrado;
50
“Quien escucha mi palabra y la guarda, quien cumple la Voluntad de mi Padre, es para Mí
todo lo que más quiero”
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mas a quien no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por esto les
hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni
entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: “Con
el oído escucharéis y no entenderéis; y mirando miraréis y no
veréis. Porque se apelmazó el corazón de este pueblo, y con sus
oídos oyeron torpemente, y entornaron sus ojos; no sea caso que
vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón,
y se conviertan, ¡cuando Yo los sanaría!”. En cuanto a vosotros,
¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos porque oyen!
Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon
ver lo que veis, y no lo vieron y oír lo que oís, y no lo oyeron.
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51
Se puede sembrar y morir sin ver el fruto en esta vida, pero tus buenas obras te acompañarán
allí donde vayas. La renta del buen hacer es para siempre, una buena acción se prolonga más
allá de lo que entendemos como tiempo. En Dios todo es eternidad y la buena voluntad de un
hombre en el bien querer y hacer, transciende el tiempo y de esto, se benefician otras
generaciones en este y en el otro mundo.
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vienen las aves del cielo, y anidan en sus ramas y bajo su sombra se
cobijan.”
4.19 Parábola del fermento. (Mt 13, 33-35; Mc 4, 30-32)
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4.22 Parábola de la red. (Mt, 13-47-50)
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“¿Quién, pues, será Este, que manda a los vientos y al mar, y los vientos y
el mar le obedecen?”
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por aquel camino. Iban desnudos y habitaban en las cavernas sepulcrales. Ni
con cadenas pudieron ser sujetados, pues la forzaban y rompían los grillos.
Eran empujados por los demonios a los despoblados. Y continuamente, noche y
día, se estaban en los sepulcros y en los montes, dando gritos y cortándose con
piedras. Como me vieran desde lejos, corrieron y se postraron delante de mí, y a
grandes gritos decían:
“¡¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Hijo de Dios Altísimo?!” Te
suplico, te conjuro por Dios que no nos atormentes.”
Yo les decía:
“Salid, espíritus inmundos, de éstos hombres. ¿Cuál es vuestro
nombre?”
Me contestaban:
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56
“¡Legión es nuestro nombre, porque somos muchos!”
Y es que habían entrado muchos demonios en ellos. Suplicábanme con
insistencia que no los mandase fuera de aquella región, que no les mandase irse
al abismo. He aquí, que en la falda de un monte pacía una gran piara de cerdos.
Y los demonios me rogaban diciendo:
“¡Si nos echas, mándanos a la piara de cerdos para que entremos en
ellos!”
Y consintiendo les dije:
“Id.”
Los espíritus inmundos salieron de los hombres y entraron en los cerdos y
al instante se lanzó toda la piara despeñadero abajo en el mar, como unos dos
mil, y se ahogaron. Los pastores que los apacentaban huyeron despavoridos y
dieron la noticia del hecho en la ciudad y por los campos y escuchada esta, los
habitantes de esta comarca vinieron al lugar de los hechos y llegándose a mí,
hallaron sentados a los hombres de quienes habían salido la legión de demonios,
vestidos y en su sano juicio: y les entró miedo, y me rogaban los gerasenos que
me ausentase de sus confines. Subí a la barca para volverme y uno de los
endemoniados me pedía y suplicaba poder estar Conmigo, mas Yo le dije:
“Vuelve a tu casa, a los tuyos, y entérales de cuanto el Señor ha
hecho contigo y cómo tuvo misericordia de ti.”
Se fue, y se puso a publicar por toda la ciudad y en la Decápolis cuanto Yo,
Jesús, había hecho con él, quedando todos maravillados.
56
Tenebroso misterio que estremece a la razón. Son muchos seres de otro mundo los que
habitan en el cuerpo y en el alma de este hombre. Son muchos y hablan con una sola voz. Por
lo menos mil que no ocupan lugar y sin embargo son, uno a uno, diferentes entre ellos,
habitando en las entrañas de un ser humano, de un endemoniado. Esto está escrito porque ha
pasado, esto no es una pesadilla de un mal sueño, esto es un hecho concreto consumado en el
tiempo y en el espacio, un drama al que se puede asistir en tiempo pasado.
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57
“Como yo toque siquiera sus vestidos, cobraré salud.”
Al instante se le paró el flujo y se secó la fuente de su sangre, y sintió en su
cuerpo que estaba curada de su mal. Al punto, dándome cuenta que una virtud o
corriente había salido de mí, volviéndome en medio del gentío, dije:
“¿Quién me ha tocado los vestidos?”
Como todos me lo negasen, díjome Pedro y los demás:
“Maestro, ves el gentío que te está oprimiendo y estrujando, y dices:
¿Quién me tocó?”
Le contesté:
“Alguien me tocó pues de mí he sentido salir una energía.”
57
La curó la virtud que salía del mismo Cristo, pero solo ella captó el poder de Aquel en el que
creyó sin ninguna duda. Su Fe consuma el milagro sin previa voluntad de Cristo. Esto da
mucho que pensar.
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Miré en torno, cuando la mujer atemorizada y temblando, sabiendo lo que
había ocurrido con ella y que no había pasado inadvertida, postrándose ante mí,
declaró delante de todo el pueblo por qué motivo me había tocado y cómo
instantáneamente quedó sana. Mas Yo le dije:
“Buen ánimo hija; tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana
de tu enfermedad.”
Todavía estaba hablando con ella cuando viene uno de la casa del jefe de la
sinagoga diciendo:
“Tu hija ha muerto; ¿para qué molestar ya al Maestro?”
Habiendo entreoído lo que se hablaba, dije al jefe de la sinagoga:
“No temas, cree no más, y será salva.”
No dejando que me siguiese nadie, sólo Pedro, Santiago y Juan, llegamos a
la casa de Jairo y entramos juntos con el padre y la madre de la niña. Todos
lloraban y plañían, y al ver el alboroto y los grandes gritos que daban, dije:
“¿Por qué os alborotáis y lloráis? No lloréis, que la niña no
murió sino duerme.”
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58
El alma de la niña no estaba ya en su cuerpo. Esto es morir. Volvió a ella al imperativo
mandato de Cristo. El alma de la niña estaba en otro lugar que no puedo entender como un
espacio diferente al que ocupamos en este mundo. Volvió a la niña sin recorrer espacio y sin
consumir tiempo. La niña sin espíritu estaba muerta, era un cadáver para amortajar. ¿Quién es
Cristo?
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padres quedaron asombrados, fuera de sí. Yo les mandé encarecidamente que
nadie supiese lo acaecido. Y por último mandé se le diera de comer a la niña. Sin
embargo se extendió la fama del hecho por toda aquella tierra.
59
Para Dios todo es posible y para el que cree en el también todo es posible. El milagro se
consumará en función de la Fe con la que lo pidamos. Si mi Fe es contundente y firme tengo a
mi disposición la Omnipotencia divina. Dios a disposición de mi Fe y voluntad. ¿Se entiende
esto?
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“¿De dónde a este estas cosas? Y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido
dada, y tales milagros obrados por sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo
de José el carpintero? ¿No se llama su Madre María, y sus hermanos Santiago,
José, Simón y Judas? ¿No están todos entre nosotros? ¿De dónde, pues, a este
todas éstas cosas?”
Se escandalizaban de mí; mas Yo les dije:
“Indudablemente me aplicaréis este proverbio: “Médico cúrate
a ti mismo”. Cuantas cosas hemos oído hechas en Cafarnaúm,
hazlas también aquí en tu patria. En verdad os digo que ningún
profeta es aceptado en su patria, en su casa y entre sus
parientes. En verdad os digo, muchas viudas había por los días de
Elías en Israel, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses,
con que vino grande hambre sobre toda la tierra, y a ninguna de
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Herodes quedó muy entristecido, pero en atención al juramento y a los
comensales, no quiso desairarla. Y al punto despachó a un satélite y mandó traer
la cabeza de Juan. Decapitó a Juan en la cárcel y trajo su cabeza sobre una
61
bandeja y la dio a la muchacha y ésta se la dio a su madre.
Enterados los discípulos de Juan, vinieron y se llevaron el cadáver de su
maestro y le dieron sepultura. Después vinieron a mí y me lo notificaron.
61
¿Dónde habita tu alma Herodías? ¿Con quién estás? Y tu hija ¿está contigo? Me estremece
tu maldad y tu desgracia porque no me das pena. No te concibo arrepentida.
62
Entrañable Corazón de Cristo ¡Cuánto mereces ser amado!
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iba a hacer:
“¿De dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”
Respondió Felipe:
“Con doscientos denarios no tienen suficientes panes para que cada uno
tome un bocado.”
Dije entonces a mis discípulos:
“¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.”
Lo averiguaron y díjome Andrés, el hermano de Simón Pedro:
“Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos:
pero eso, ¿qué es para tantos? Si no vamos nosotros a comprar comida para
todo este gentío…”
Les dije:
“Traédmelos acá. Haced que los hombres se coloquen en el
suelo.”
Así lo hicieron. Había mucha hierba en aquel lugar. Y se recostaron
distribuidos en cuadros por grupos de cincuenta y de ciento. Eran los hombres,
63
sin contar las mujeres y los niños, como unos cinco mil.
Tomé los cinco panes y los dos peces y alzando los ojos al cielo recité la
64
bendición y los bendije y partiéndolos los fui dando a mis discípulos que a su
vez lo servían a la gente que estaban recostados.
También los dos peces se dieron a cuantos querían. Y comieron todos y
quedaron saciados. Cuando hubieron quedado satisfechos les dije a mis
discípulos:
63
Posiblemente estamos ante una multitud que puede oscilar entre 15 y 20 mil personas
64
Debieron de multiplicarse los panes en las mismas manos de los discípulos.
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que Yo despedía a la gente. Calmada la muchedumbre y despedida, me retiré Yo
67
solo al monte para orar. Y entrada la noche seguía Yo solo allí, orando.
“¡Es un fantasma!”
Perdieron la serenidad y comenzaron a gritar de miedo. Mas Yo les hablé
enseguida:
67
Ahora recuerdo la oferta del Tentador: “Si eres Hijo de Dios, di que éstas piedras se conviertan
en panes.”
68
Tú y yo, amigo lector, estamos perplejos, tanto como el corazón azorado de estos hombres
que han visto a un Hombre que multiplica en sus manos el pan y el pescado para una multitud y
ahora lo ven, atónitos, caminar sobre el mar. ¿Quién es Jesús?
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La muchedumbre que estaba al otro lado del mar echó de ver que no había
allí otra lancha, sino una, y que Yo no había entrado en la barca junto con mis
discípulos, sino que ellos se habían marchado solos. Cuando vio, pues, la turba
que ni Yo ni mis discípulos estábamos allí subieron a las lanchas y se dirigieron a
Cafarnaúm en mi busca, y encontrándome me dijeron:
“Maestro, ¿cuándo has venido acá?”
Les respondí diciendo:
“En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque visteis
señales maravillosas, sino porque comisteis de los panes y os
hartasteis. Trabajad no por el manjar que perece, sino por el que
dura hasta la vida eterna, el que os da el Hijo del hombre; porque a
Este, el Padre, Dios mismo, acreditó con su sello.”
“¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?”
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Dos cosas me pide Cristo: “buen ánimo”, “no tengas miedo”. Caminar sin temor, pase lo que
pase.
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La reflexión de éstos hechos hace que también a mí me lleven a decir: ¡Señor, sálvame!
71
Con solo emplear la razón llego a la misma conclusión: “¡Verdaderamente, eres el Hijo de
Dios!”
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72
Les está demandando, por lo que han visto, que crean en el y esto supone que acepten su
divinidad.
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No lo entienden, pero tú y yo, amigo lector, si lo entendemos a dos mil años vista de estos
hechos. Y ¿qué hemos visto hasta ahora? Pues hemos contemplado a un Hombre que, entre
otros actos inexplicables, convierte el agua en vino, que cura a un leproso en el acto, a dos
paralíticos, resucita a un joven en Naím y a una niña de doce años, al imperio de su voz calma
la tempestad, expulsa de dos hombres una legión de demonios, con solo tocar su vestido una
mujer recobra la salud, devuelve la vista a dos ciegos con fe, en sus manos se multiplican los
panes y los peces hasta saciar más de quince mil personas, camina sobre el mar. Este Hombre
dice haber bajado del cielo, que su Padre lo ha enviado y que este Padre no es ni más ni menos
que Dios. ¡Este Hombre es el Hijo de Dios!
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Entendieron bien los que oían. Cristo está ofreciendo comer su carne.
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Insiste Cristo en que hemos de comer su carne y beber su sangre para vivir la eternidad. Mi
razón no podría entender que Cristo se arrancara trozos de su carne y me los diera a comer.
Así, más o menos, lo concibieron en su inteligencia los que oyéndole no le creyeron. Pero Cristo
no insulta a la inteligencia del hombre y si el dice dar su carne para la vida del mundo así hay
que entenderlo, porque le avala su divinidad y nuestra Fe. Mas tarde veremos que estas
palabras se harán realidad en la Última Cena, se consumará el milagro del Amor en virtud del
cual este Dios y Hombre hará posible que, a su mandato, el Pan que consagra y da a comer a
sus Apóstoles sea ni más ni menos que el mismo, con su carne, con su sangre, con su alma y
su divinidad.
76
Amigo lector, los acontecimientos se precipitan y ahora empezamos a entender que las
palabras de Cristo son Espíritu y Vida. Creo en este Hombre que es mi Dios y vivo de este
Hombre que es mi Dios.
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“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros
hemos creído y conocido que Tú eres el Santo de Dios.”
Les dije:
“¿Por ventura no os he elegido Yo a los Doce? Sin embargo, de
vosotros uno es diablo.”
Me refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste era quien me había
de entregar, con ser uno de los Doce.
CAPITULO V TERCER AÑO DE PREDICACION
PÚBLICA
5.01 Discusión con los escribas y fariseos. (Mt 15, 1-20; Mc 7,1-23; Jn
7, 1)
Tras esto anduve por Galilea, pues no quise estar por la Judea, ya que los
judíos me buscaban para matarme. Se acercaron a mí unos escribas y fariseos
venidos de Jerusalén y viendo a algunos de mis discípulos comer su pan con las
manos no lavadas- porque los fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos
a fuerza de puños, no comen, aferrados a la tradición de los ancianos; y al volver
de la plaza, si primero no se bañan, no comen; y hay otras cosas cuya
observancia recibieron por tradición, lavatorio de copas, jarros, vajilla de cobre,
lechos…- me preguntaron:
“¿Por qué no caminan tus discípulos conforme a la tradición de los
ancianos, sino que comen su pan con manos profanas?”
Yo, les dije:
“Muy bien profetizó Isaías de vosotros, farsantes, según está
escrito: “Este pueblo me honra con los labios, mas su corazón anda
lejos de mí; es vano el culto que me rinden, enseñando doctrinas,
preceptos de hombres”. Dejando a un lado el mandamiento de Dios,
os aferráis a la tradición de los hombres. Anuláis por las buenas el
mandamiento de Dios, para mantener vuestra tradición. Porque
Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y “El que maldijere al
padre o a la madre, muera sin remisión”. Vosotros empero decís:
“Si un hombre dijere al padre o a la madre: Queda declarado
KORBAN, que es decir: ofrenda, todo lo mío que pudieras reclamar
en tu provecho, no le dejáis ya hacer nada por el padre o por la
madre, rescindiendo la palabra de Dios con vuestra tradición que
os transmitisteis de unos a otros; y semejante a éstas en éste género
hacéis muchas cosas.”
Dirigiéndome a la muchedumbre les dije:
“Escuchadme todos y entended. No lo que entra en la boca
ensucia al hombre; mas lo que sale de la boca, eso es lo que
contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír escuche.”
Y dejando a la gente, entramos en casa, y llegándose mis discípulos, me
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dijeron:
“¿Sabes que los fariseos al oír tales palabras se escandalizaron?”
Les dije:
“Todo plantío que no plantó mi Padre celestial será arrancado
de raíz. Dejadlos: son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a un
ciego, ambos dos caerán a la hoya.”
Tomando Pedro la palabra, dijo:
“Maestro decláranos la parábola que dijiste a la gente.”
Le contesté:
“¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia? ¿No
comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no es
capaz de contaminarle, pues que no entra en su corazón, sino en su
vientre, y de allí va a parar a la letrina? Todos los alimentos son
puros. Mas las cosas que salen de la boca, del corazón salen, y éstas
son las que contaminan al hombre. Porque de dentro del corazón de
los hombres, salen los malos pensamientos: fornicaciones, hurtos,
homicidios, adulterios, codicias, maldades, dolo, libertinaje, mal
ojo, maledicencia, soberbia, privación del sentido moral; todas esas
cosas malas de dentro salen y contaminan y ensucian al hombre;
que el comer con las manos sin lavar no ensucia al hombre.”
5.02 La hija de la cananea. (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30)
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Ella respondió:
“Sí, Señor, que también los perrillos debajo de la mesa de sus amos, comen
de las migajas que caen de la mesa y que tiran los niños.”
Y admirado, le dije:
“¡Oh mujer, grande es tu fe!;78 por eso que has dicho, hágase
contigo como quieres; anda, ha salido de tu hija el demonio.”
Quedó sana su hija desde aquella hora. Y marchándose a su casa, halló a la
niña echada sobre la cama y salido el demonio.
78
Cristo vuelve a sorprenderse con la fe de una persona que no era judía. Vendrá a tener la
misma sensación que tuvo con la fe del centurión. Obrará, en ambos casos, el milagro a
distancia, con solo ejercer su Voluntad de Hombre y de Dios. La oración perseverante, la
pertinaz demanda al Corazón de Cristo culmina con la consecución de lo que con tanta ansia se
pide.
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79
“Todo lo ha hecho bien, y hace oír a los sordos y hablar a los mudos.”
Marchando de allí, llegamos a la ribera del mar de Galilea y subiendo a la
montaña me senté y vinieron a mí grandes muchedumbres llevando consigo,
cojos, ciegos, sordos, mancos y muchos otros que dejaron a mis pies. Yo les curé
a todos de suerte que la muchedumbre se maravillaba al ver oír a los sordos,
sanos a los mancos, caminar a los cojos, tener vista los ciegos; y glorificaban al
80
Dios de Israel.
5.04 Segunda multiplicación de los panes y los peces. (Mt 15, 32-38;
Mc 8, 1-9)
5.05 La señal del cielo y la levadura de los fariseos. (Mt 15, 39; Mt 16,
1-12; Mc 8, 10-21)
Una vez despedida la turba, subí a la barca con mis discípulos y vinimos a la
región de Dalmanuta y Magadán. Y saliendo los fariseos y saduceos comenzaron
a discutir Conmigo, demandándome alguna señal procedente del cielo, con
ánimo de tentarme. Les dije:
“Al caer la tarde decís: “Habrá buen tiempo, porque el cielo se
arrebola con aspecto sombrío”. El semblante del cielo sabéis
discernir, ¿y las señales de los tiempos no podéis?”
79
“Todo lo ha hecho bien…”. Así de sencillo, Cristo todo lo hace bien.
80
Amigo lector, estamos ante un hecho fehacientemente histórico. Miles de hombres y mujeres,
niños y ancianos, sanos y enfermos se llegaron a Cristo que ejercía su Omnipotencia al servicio
de su Misericordia. Una multitud, tantos como tu razón, amigo lector, quiera entender, pero no
menos que la muchedumbre que comió de los panes que se multiplicaban en sus manos. Una
multitud maravillada de contemplar milagros inauditos, una multitud que glorificaba al Dios de
Israel, a este Dios que no es Otro que el mismo Padre de Cristo, este Padre tuyo y mío en el
que no existe el tiempo, un Padre del alma, último destino de tu existencia y la mía.
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Gimiendo en mi Espíritu, dije:
“¿Para qué esta generación demanda una señal? En verdad os
digo, una generación perversa y adúltera reclama una señal, y
señal no se le dará sino la señal de Jonás.”
Dejándoles, embarcando de nuevo, me fui a la ribera opuesta. Mis
discípulos se habían olvidado de tomar panes y solo tenían un pan en la barca.
Yo les prevenía diciendo:
“Tened ojo y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos
y de la levadura de Herodes.”
Ellos entre sí discurrían:
“Que no hemos tomado panes…”
Advirtiéndolo les dije:
“¿A qué viene el discurrir entre vosotros, menguados de fe,
sobre que no tenéis panes? ¿Todavía no reflexionáis ni entendéis?
¿Tenéis encallecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos, no veis, y
teniendo oídos, no oís? ¿No recordáis, cuando partí los cinco panes
entre los cinco mil, cuántos canastos llenos de pedazos recogisteis?”
Dijeron:
“Doce.”
“Y cuando los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas
llenas de pedazos recogisteis?”
Dicen:
“Siete.”
“¿Cómo no caéis en la cuenta de que no os hablé de panes?
Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.”
Comprendieron entonces que habían de guardarse de la doctrina de los
81
fariseos y saduceos.
81
¿A quién se escogió Jesús como ayudantes? ¡No lo entendían! Solo Dios no puede
desmoralizarse con semejantes discípulos. En cualquier caso, el Corazón de Cristo tenía
motivos para entristecerse. La ramplonería mental de la que hacemos gala los que nos
contemplamos creyentes, cristianos, se pone de manifiesto cada día, cada hora, cada minuto.
Somos imprevisibles, capaces de lo mejor y de lo peor. Dios espera toda una vida con tal de
ganarse a un hijo en un minuto. Cristo redime al hombre con su vida, su muerte y sus tristezas,
éstas que propiciamos con nuestra mezquindad.
Página 102
Autobiografía de Jesucristo
cosas y le dije:
“No entres en el pueblo.”
Al día siguiente salí con mis discípulos hacia las aldeas de Cesárea de Filipo.
Después de haber orado a solas, llegándome a mis discípulos les pregunté:
“¿Quién dicen las turbas ser el Hijo del hombre?”
Contestaron:
“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros diferentes, que
Jeremías, otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado…”
“Y vosotros, ¿quién decís que Soy?”
Página 103
Autobiografía de Jesucristo
Tomando Pedro la palabra dijo:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente.”
Yo le respondí:
“Bienaventurado eres Simón Barjoná, pues que no es la carne y
sangre quien te lo reveló, sino mi Padre, que está en los cielos. Y Yo
a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella. Te daré las
llaves del Reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra,
quedará atado en los cielos; y cuanto desatares sobre la tierra,
quedará desatado en los cielos.”82
Ordené terminantemente a mis discípulos que a nadie dijesen ser Yo el
Mesías.
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Autobiografía de Jesucristo
De seis a ocho días después, tomé a Pedro a Santiago y a Juan y subí con
ellos a un monte elevado para orar. Y mientras estaba orando, me transfiguré en
presencia de ellos. Cambió mi rostro que relumbraba como el sol y mis
vestiduras se pararon blancas como la luz, centelleantes y relampagueantes,
blancas en extremo, cuales ningún batanero sobre la tierra es capaz de
blanquearlas así. Dos varones circundados de gloria me hablaban, eran Moisés y
Elías, sobre el tránsito que Yo realizaría en Jerusalén. Pedro, Juan y Santiago
estaban cargados de sueño; mas despertando vieron mi gloria y la de Moisés y
Elías. Y cuando Moisés y Elías se retiraron díjome Pedro:
85
Consumes una vida sin vivirla por conseguir las cosas de este mundo. Cuando ya las crees
tener no queda tiempo para disfrutarlas, además tu alma está embotada y en riesgo de perderse
para siempre. ¿Qué vale lo que has ganado? Los restos de cuatro seres queridos, al cabo de
pocos años, los he visto ocupar solamente una capacita en la esquina de una fosa del
cementerio.
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Autobiografía de Jesucristo
“Señor, Maestro, que buena cosa es estarnos aquí; si quieres, haré aquí
tres tiendas: una para Ti, una para Moisés y una para Elías.”
Pedro no sabía lo que decía, pues estaba fuera de sí por el espanto. Y
estando todavía hablando, de pronto se formó una nube luminosa que los cubría
y se llenaron de miedo. Y he aquí una voz salida de la nube que decía:
“Este es mi Hijo querido, el Elegido, en quien me
86
agradé, escuchadle.”
86
Esta es la voz del Padre, del Padre del Verbo, de su Palabra. El Padre se agrada en su Hijo e
invita a escucharle, a escuchar su Palabra hecha Hombre como nosotros, menos en el pecado,
pero un Hombre que conoce al hombre porque tiene alma de hombre y carne de hombre. En el
Bautismo, el Padre presentará a su Hijo tal y como ahora lo hace, pero aquí, el Padre dirá que
este es su Elegido y además pide como Padre y como Dios que le escuchemos y esto,
precisamente, amigo lector, es lo que estamos haciendo, escuchar, en sagrado silencio, la
Palabra de Dios leída según el mismo Cristo la viene susurrando a nuestro corazón.
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Autobiografía de Jesucristo
Mis discípulos cayeron sobre su rostro y se atemorizaron sobremanera. Mas
Yo acercándome a ellos los toqué y dije:
“Levantaos y no tengáis miedo.”
Súbitamente, alzando sus ojos y echando una mirada enrededor, a nadie ya
vieron sino solo a mí. Y mientras bajábamos del monte les ordené diciendo:
“A nadie digáis la visión hasta que el Hijo del hombre hubiere
resucitado de entre los muertos.”
Ellos se callaron, guardando lo visto para sí y a nadie por aquellos días
contaron nada de lo ocurrido.
Mis discípulos se preguntaban qué era aquello de resucitar de entre los
muertos. Y me interrogaron diciendo:
“¿Por qué, pues, los escribas dicen que Elías ha de venir primero?”
Yo les respondí:
“Elías ciertamente, viniendo primero, restaurará todas las
cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del hombre que ha de padecer
muchas cosas y ser menospreciado? Pues bien, os digo que Elías ya
vino y no le reconocieron, antes hicieron de él cuanto quisieron,
según está escrito de él.”
Comprendieron entonces mis discípulos que les estaba hablando de Juan
Bautista.
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
Viendo que crecía el concurso de la gente, hablé con imperio al espíritu
inmundo:
“¡Espíritu mudo y sordo, Yo te lo mando: sal de él y no entres
ya más en él!”
Y dando gritos y sacudiéndole con extrema violencia, salió, y quedó el niño
como muerto, de suerte que los más decían:
“¡Ha muerto!”
Mas, acercándome a él lo tomé de la mano, lo levanté y él se puso de pie y lo
entregué a su padre. El muchacho quedó curado desde aquel instante. Y todos
quedaron atónitos ante la grandeza de Dios.
Ya en casa me preguntaron mis discípulos:
“¿Por qué nosotros no pudimos lanzarle?”
Les dije:
“Por vuestra poca fe. Porque en verdad os digo que si tuviereis
fe como un granito de mostaza, diréis a éste monte: “Trasládate de
aquí allá”, y se trasladará y nada os será imposible. Este linaje de
demonios con nada puede salir, si no es con oración y ayuno.”88
5.11 Subo a Jerusalén. (Mc 9, 30; Jn 7, 2-29)
88
El demonio existe aunque yo no lo crea. No veré al demonio, pero si puedo apreciar los
efectos que produce sobre un endemoniado. Despreciar la reflexión sobre la realidad del
demonio no me garantiza su inexistencia. Cuanto menos crea en él más cerca lo tengo.
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Autobiografía de Jesucristo
ya la fiesta estaba a la mitad subí al Templo y enseñaba. Se maravillaban los
judíos diciendo:
“¿Cómo Éste sabe de letras, sin haberlas aprendido?”
Les respondí diciendo:
“Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió. Quien
quisiere cumplir su Voluntad, conocerá si mi doctrina es de Dios o si
Yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su cuenta, busca su
propia gloria: mas quien busca la gloria del que le envió; éste es
veraz y no hay en él injusticia. ¿Por ventura no tenéis la Ley que os
dio Moisés? Y nadie de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué tratáis de
matarme?”
Respondió la gente:
“Endemoniado estás; ¿quién trata de matarte?”
Les dije:
“Una obra hice, y todos os maravilláis. Por eso Moisés os dio la
circuncisión, no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas, y
en sábado circuncidáis a un hombre. Si la circuncisión recibe un
hombre en sábado, para que no venga a menos la Ley de Moisés,
¿os encolerizáis Conmigo porque en sábado sané a todo hombre?
No juzguéis por apariencias, sino juzgad juicio recto.”
Decían, pues, algunos de los de Jerusalén:
“¿No es Éste a quien tratan de matar? Pues ya veis si habla con libertad, y
nadie le dice nada. ¿Es que por fin habrán conocido de veras los jefes que este
es el Mesías? Pero Éste sabemos de dónde es; mas el Mesías, cuando venga,
nadie sabe de dónde es.”
Clamé, en el Templo, diciendo:
“¡Conque me conocéis a mí y sabéis de dónde soy…! Pues no he
venido de mí mismo, sino que Otro es, real y verdadero, quien me
envió, a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque de el
procede mi existencia y el me envió.”
5.12 Intentan los judíos apoderarse de mí. (Jn 7, 30-53)
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Autobiografía de Jesucristo
“¿Adónde se va a ir Éste, que nosotros no lo hallaremos? ¿Por ventura se
va a ir a la dispersión de los gentiles para enseñar a los gentiles? ¿Qué es esto
que ha dicho: “Me buscaréis y no me hallaréis, y donde Yo estoy, vosotros no
podéis venir?”
El último día, el mayor de la fiesta, me dirigí a la gente a voces, diciendo:
“¡Quien tiene sed, venga a mí y beba. Quien cree en mí, como
dijo la Escritura, manarán de sus entrañas ríos de agua viva!”89
Esto dije del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en mí. Porque
todavía no había Espíritu, por cuanto Yo no había sido aún glorificado.
Algunos, pues, de la turba oídas estas palabras, decían:
“Este es verdaderamente el Profeta.”
Otros decían:
“Este es el Mesías.”
Mas algunos decían:
“¿Pues acaso el Mesías viene de Galilea? ¿No dijo la Escritura que: “De la
descendencia de David, y de la aldea de Belén, donde estaba David, viene el
Mesías?”
Se originó, pues, escisión en el pueblo a causa de mí. Y alguno de entre ellos
querían prenderme, mas nadie echó mano sobre mí.
Vinieron, pues, los alguaciles a los sumos sacerdotes y fariseos, los cuales
les dijeron:
“¿Por qué no le habéis traído?”
Respondieron los alguaciles:
“Jamás hombre habló así, como este hombre.”
Dijeron los fariseos:
“¿Qué? ¿También vosotros habéis sido embaucados? ¿Por ventura, alguno
creyó en el entre los jefes o entre los fariseos? Pero esa turba, que no conoce la
Ley, son unos malditos.”
Díceles Nicodemo, el que antes había venido a mí; que era uno de ellos:
“¿Por ventura, nuestra Ley condena al reo si primero no oye su
declaración y viene en conocimiento de lo que hizo?”
Respondieron y le dijeron:
“¿Acaso también tú eres de Galilea? Investiga, y verás que de Galilea, no
surge ningún profeta”
Y se marcharon cada uno a su casa.
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Autobiografía de Jesucristo
puesta en medio, me dicen:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio.
En la Ley, Moisés nos mandó que a semejantes mujeres las apedreásemos; Tú,
90
pues, ¿qué dices?”
90
Mejor es ser juzgado por Dios que por los hombres. El Hijo de Dios vuelve a ser tentado por
Satanás que se valdrá de sus hijos para poner a prueba la Justicia y la Misericordia divinas. Si
Jesús optaba por salvar la vida de esta mujer se ponía de frente a la Ley de Moisés. Si por el
contrario se inclina hacia la aplicación de la Ley ¿dónde queda su bondad y misericordia con los
pecadores? “Aquel que se considere sin pecado comience la lapidación”. Ante la divina mirada
del que conoce la conciencia de cada persona, aquellos hombres sin misericordia se ven con
toda la perversidad del alma a la vista de los demás, se avergüenzan de su desnudez moral y
comienzan a alejarse los más viejos en años y maldad, después todos.
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Autobiografía de Jesucristo
Esto decían tentándome, para tener de qué acusarme. Yo, inclinándome
hacia el suelo, escribía con el dedo en la tierra. Mas como ellos persistiesen
preguntándome, me erguí y les dije:
“Quien de vosotros esté sin pecado, sea el primero en
apedrearla.”
E inclinándome de nuevo hacia el suelo volví a escribir en la tierra. Ellos,
como esto oyeron, se fueron retirando uno a uno, comenzando por los más
viejos; y quedamos solos la mujer de pie en medio y Yo sentado. Alcé la cabeza y
le dije:
“Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condenó?”
Ella contestó:
“Nadie, Señor.”
Y le dije:
“Tampoco Yo te condeno: anda, y desde ahora no peques
más.”91
5.14 Doy testimonio de mí mismo. (Jn 8, 12-20)
De nuevo les hablé a la gente diciendo:
“Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no tema caminar en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Contestaron los fariseos:
“Tú das testimonio de Ti mismo; tu testimonio no es verídico.”
Les dije:
“Aunque Yo de testimonio de mí mismo, mi testimonio es
verídico, porque sé de dónde vine y adónde voy. Vosotros juzgáis
según la carne; Yo no juzgo a nadie. Y aun cuando Yo juzgue, mi
juicio es conforme a verdad; porque no soy Yo solo, sino Yo y el
Padre, que me envió.92 Y en vuestra Ley está escrito que el
testimonio de dos personas hace fe. Yo soy quien doy testimonio de
mí mismo, y también da testimonio de mí el Padre, que me envió.”
Dícenme, pues:
“¿Dónde está tu Padre?”
Les respondí:
“Ni me conocéis a mí ni tampoco a mi Padre; que si me
conocierais a mí también a mi Padre conoceríais”
91
Se marcharon todos y quedaron solas la Misericordia y la Miseria. Jesús absuelve como Dios
y no como los hombres, absuelve sin humillar porque respeta la dignidad del ser humano por
muy grave que sea su pecado.
92
Estas palabras no tienen matices. Tú y yo, amigo lector, entendemos el verdadero sentido del
texto. Cristo manifiesta que el, no es solo, que es El y el Padre que le ha enviado. Y si Yo soy Yo
y el Padre que me ha enviado, no puedo manifestar que mi Persona es la Persona del Padre,
porque Yo soy Yo y mi Padre es mi Padre, sin embargo, en clave de naturaleza o esencia divina,
el Padre y Yo somos lo mismo.
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Estas palabras hablé en el gazofilacio, mientras enseñaba en el Templo; y
nadie me prendió porque todavía no había llegado mi hora.
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93
Estas palabras, tampoco tienen matices. Cristo es de un lugar que dice estar arriba, de donde
ha venido, no es de este mundo. ¿Qué otra interpretación se le puede dar al texto?
94
Ser discípulo de Cristo es conocer la única verdad, la única que hace verdaderamente libre al
hombre.
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Autobiografía de Jesucristo
Tomaron piedras para arrojarlas sobre mí mas me oculté y salí del Templo.
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lodo y le abrí los ojos. De nuevo, pues, le preguntaron también los fariseos cómo
había recobrado la vista. El les dijo:
“Me puso barro sobre los ojos y me lavé, y veo.”
Decían, pues, algunos de entre los fariseos:
98
“Este hombre no viene de Dios, pues no guarda el sábado.”
Mas otros decían:
“¿Cómo puede un hombre pecador obrar semejantes señales?”
Y había escisión entre ellos. Dicen, pues, al ciego otra vez:
“¿Tú que dices de el en cuanto que te abrió los ojos?”
Él dijo:
“Que es Profeta.”
No creyeron, pues, los judíos acerca de él que era ciego y recobró la vista
hasta que llamaron a los padres del mismo que había recobrado la vista, y les
preguntaron diciendo:
“¿Es éste vuestro hijo, que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve
ahora?”
Respondieron sus padres y dijeron:
“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo ve ahora, no lo
sabemos, o quién abrió sus ojos, nosotros no lo sabemos; preguntadle a él, edad
tiene; él dirá de sí.”
Esto dijeron sus padres, porque temían a los judíos; pues ya se habían
concertado los judíos en que, si alguno me reconociera por Mesías, fuese
expulsado de la sinagoga. Por esto dijeron sus padres: “Edad tiene; preguntadle a
él”. Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había estado ciego, y le
dijeron:
“Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que este hombre es pecador.”
A esto respondió él:
“Si es pecador no lo sé; una cosa sé: que yo estaba ciego y ahora veo.”
Dijéronle, pues:
“¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?”
Les respondió:
“Os lo dije ya, y no me escuchasteis; ¿a qué lo queréis oír de nuevo? ¿Acaso
también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”
Le cargaron de denuestos y le dijeron:
“¡Tú discípulo Suyo eres; nosotros, de Moisés somos discípulos! Nosotros
sabemos que a Moisés le ha hablado Dios; mas este no sabemos de dónde es.”
Respondió el hombre y les dijo:
“En esto precisamente está lo extraño: que vosotros no sabéis de dónde es,
y, no obstante, me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores,
sino que, si uno honra a Dios y cumple su voluntad, a éste escucha. Nunca
jamás se oyó decir que uno abriera los ojos de un ciego de nacimiento. Si este
no viniera de Dios, no pudiera hacer nada.”
98
Siento vergüenza ajena por el hecho de que puedan existir seres de mi raza, hombres,
capaces de razonar con tan perversa ignorancia, una ignorancia voluntariamente querida. Un
corazón enfermo por la maldad que entenebrece la razón.
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Autobiografía de Jesucristo
Respondieron y le dijeron:
“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y tú nos das lecciones a
nosotros?”
Y le echaron fuera. Llegó a mis oídos que le habían echado afuera y
encontrándome con él le dije:
“¿Tú crees en el Hijo de Dios?”
“¿Y quién es, Señor, para que crea en El?”
“Le has visto, y el que habla contigo, el es.”99
“Creo, Señor.”
Postrándose, me adoró. Y dije a mis discípulos:
“Para un juicio vine Yo a este mundo: para que los que no ven,
vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.”
5.20 Yo soy la Puerta. Yo soy el Buen Pastor. (Jn 10, 1-21)
99
Cristo como Dios, se dará a conocer, de forma directa, a su interlocutor, en dos ocasiones. a
este joven y a la samaritana. A este, le dirá Jesús: “Le has visto…”, a la samaritana le dirá: “Soy
Yo, el que habla contigo…”
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Autobiografía de Jesucristo
Les dije:
“Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado, mas ahora decís:
“Vemos”: vuestro pecado subsiste. En verdad, en verdad os digo, el
que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta
por la otra parte, ese ladrón es y salteador; mas el que entra por la
puerta es pastor de las ovejas. A éste el portero le abre, y las ovejas
oyen su voz, y llama a sus ovejas cada una por su nombre, y las
saca afuera. Cuando ha sacado afuera todas las suyas, va delante
de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; mas al
extraño no le seguirán, antes huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños.”
No entendieron ésta alegoría y les dije de nuevo:
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Autobiografía de Jesucristo
Mientras andábamos por Galilea, maravillándose todos por las cosas que
hacía, instruía a mis discípulos diciéndoles:
“Clavad vosotros en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del
hombre ha de ser entregado en manos de los hombres, y le darán la
muerte; y después de muerto, al tercer día resucitará.”
Mas ellos no entendían estas palabras, estaban cubiertas como un velo para
ellos, de suerte que no alcanzaban su sentido; y tenían miedo de preguntarme
sobre ellas quedando entristecidos sobremanera.
100
Amigo lector, estas palabras están dichas por un Hombre que sabe que tiene que dar la vida
por sus ovejas, que nadie se la quita, que la da el por Sí mismo. Dice tener poder para darla y
poder para recobrarla. ¿Quién es este Hombre? Dice que por esto el Padre le ama. Este Padre
es el Dios que creó el mundo. No habla de un padre terreno. Este Hombre, con antelación,
conoce su destino, Sabe que va a morir en ignominiosa muerte de Cruz, como sabe que
resucitará antes de que pasen tres días. ¿Quién, pues, es este Hombre que dice ser Hijo de
Dios? Amigo lector ¿será posible lo que tú y yo estamos entendiendo? ¿Será posible, Dios mío,
que Tú mismo te hayas hecho Hombre sin dejar de ser Dios y hayas descendido a este mundo?
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101
¿Qué te parece? ¿Qué mente humana puede conocer que en un pez hay una moneda antes
de pescarlo? Si a mi me dicen que vaya al mar, eche un anzuelo y al primer pez que saque le
abra la boca y allí encontraré una moneda, no le hubiera hecho caso. La Persona que me
hiciera semejante petición ha de tener crédito divino, no puedo imaginarme en un hombre tal
conocimiento.
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Autobiografía de Jesucristo
envió.”102
5.24 Quien no está contra nosotros con nosotros está. El escándalo.
(Mc 9, 37-50; Lc 9, 49-50; Mt 18, 6-11)
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Autobiografía de Jesucristo
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104
El cristiano no guarda rencor a nadie, pase lo que pase. De no ser así no es cristiano. No
existe un límite en el perdón. Un ser humano, mientras viva en este mundo, tiene derecho al
perdón, si lo pide, por perversas que hayan sido sus obras. Téngase por seguro que un hombre
es hijo de Dios de siempre y para siempre y su Padre demandará perdón para su hijo, si pide
clemencia. Si el hombre no perdona al hombre que suplica perdón, el Padre de ambos saldrá al
encuentro de los dos. Al que no perdonó no le perdonará y al que pidió perdón y no fue
perdonado lo recibirá en sus eternas entrañas a poco que sienta y pronuncie un: “Padre mío
perdóname”.
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Y tras esto designé también a otros setenta y dos y los envié de dos en dos
delante de mí a toda ciudad y lugar adónde Yo había de ir. Y les decía:
“La mies es mucha, y los obreros, pocos; rogad, pues al Señor de
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105
La mies siempre será mucha y los obreros serán enviados según sepamos pedírselo al
Señor de la mies y los obreros. La mies es el mundo, el Señor es Cristo y sus operarios son
todos los cristianos que están obligados, por amor, a dar a conocer a su Señor, que los envía
como ovejas en medio de lobos, así como suena, amigo lector.
106
¿Verdad que esto también se entiende, amigo lector? Cristo no ha bajado del cielo para
llegarse a ti o a mí en primera persona, de manera física, sin embargo mandará a su siervo para
decirte por él lo que debemos escuchar. No atender al enviado de Cristo es exactamente lo
mismo que no atenderle a el, lo mismo que no atender a su Padre que nos requiere enviando a
hombres como nosotros, con nuestros mismos defectos pero, en esto, con la gracia de Dios,
que debemos estimar como una oportunidad que no se volverá a repetir en nuestras vidas.
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Autobiografía de Jesucristo
11, 25-30; Mt 13, 16-17)
107
La Verdad se muestra meridiana a la luz de una razón sencilla. Esta misma Verdad se oculta
al sabio que como tal se reconoce por los méritos de sí mismo.
108
Conocer al Padre viene dado por Cristo. Sin Cristo nunca podré conocer cabalmente al
Padre, ni en este ni en el otro mundo. Cristo inspira al corazón de quien el se escoge un "Padre
mío" que al pronunciarlo en la intimidad del alma supone gustar ya en este mundo la
bienaventuranza de nuestro destino último, un destino de divinidad que nos hará semejantes al
Dios que nos creó para el, contemplándole cara a cara como se contempla el rostro del Padre a
quien se adora en amor.
109
Volvamos a leer este pasaje, amigo lector. El Amor y la Paz al alcance de la mano, al alcance
del corazón sencillo y bueno que trata de buscar a Cristo, de encontrar a Cristo, de amar a
Cristo. Y aquí lo tenemos fácil, pues, el mismo te está demandando el alma con esta lectura que
lleva en cada frase su Espíritu, su Verdad y su Vida. Este es el Camino por el que tú y yo, amigo
lector, caminamos hacia el Padre, descanso de tu alma y de la mía, último, único y feliz
destino de nuestra existencia haya sido como haya sido.
Página 129
Autobiografía de Jesucristo
Le contesté:
“En la Ley, ¿qué está escrito? ¿Cómo lees?”
Él, respondiendo, dijo:
“Amarás al Señor Dios tuyo de todo corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y
a tu prójimo como a ti mismo.”110
Yo le dije:
“Muy bien respondiste: haz esto y vivirás.”
Él, queriendo justificarse me dijo:
“Y ¿quién es mi prójimo?”
Tomando la palabra le dije:
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de
salteadores, los cuales le despojaron, y después de cargarle de
golpes se marcharon, dejándole medio muerto. Por casualidad, un
sacerdote bajaba por el mismo camino, y habiéndole visto, dio un
rodeo y pasó de largo. De la misma manera también un levita,
habiendo venido por aquel lugar y viéndole, dio un rodeo y pasó de
largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó cerca de él, y así
que lo vio se le enterneció el corazón, y llegándose, le vendó las
heridas después de echar en ellas aceite y vino; y colocándole
encima de su propio jumento, le llevó a la hospedería y le cuidó. Y al
día siguiente, sacando dos denarios, los dio al hospedero, y le dijo:
“Cuídale, y lo que gastares demás, a mi vuelta yo te lo abonaré”.
¿Quién de éstos tres te parece haber sido prójimo del que cayó en
manos de los salteadores?”
Contestó:
“El que usó la misericordia con él.”
Le dije:
“Anda y haz tú de la misma manera.”
5.33 En Betania: Marta y María. (Lc 10, 38-42)
Mientras íbamos de camino entré en cierta aldea, y una mujer, por nombre
Marta, me dio hospedaje en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, la
110
Para amar de este modo hay que conocer muy bien a la Persona amada, porque el amor es
directamente proporcional al conocimiento que se tiene del Objeto de tu amor. Amar a Dios con
todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerza, con toda la mente supone un conocimiento
de su Persona tan grande como la medida del inmenso amor que se ha definido. ¿Quién conoce
a Dios para amarlo de esta forma? En el Evangelio de San Mateo (11, 25-30), oiremos a Cristo
que nos dice: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. A Dios Padre solo lo
conoce Dios Hijo y también aquél a quien el Hijo lo revele. Amaremos tanto más cuanto mayor
sea nuestra disposición para captar lo que el Hijo revela de su Padre. ¿Cómo puedo saber si
amo a Dios? Es fácil, amigo lector, tú y yo no podemos asegurar que amamos a Dios, que no
vemos, si no amamos, tanto como a nosotros mismos, al prójimo que si vemos. El amor al
hermano es, sin duda, la medida de mi amor a Dios.
Página 130
Autobiografía de Jesucristo
cual, sentada a mis pies, escuchaba todas mis palabras. Pero Marta andaba muy
afanada con los muchos quehaceres del servicio. Y llegándoseme dijo:
“Señor, ¿nada te importa que mi hermana me haya dejado sola con todo el
servicio? Dile, pues, que venga a ayudarme.”
Mas Yo le respondí:
“Marta, Marta, te inquietas y te azoras atendiendo a tantas
cosas, cuando una sola es necesaria; con razón María escogió para
sí la mejor parte, la cual no le será quitada.”
Página 131
Autobiografía de Jesucristo
dijo uno de mis discípulos:
“Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos.”
Les dije:
“Cuando os pongáis a orar decid: Padre, santificado sea tu
Nombre; venga tu Reino; el pan de nuestra subsistencia dánoslo
cada día; y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en tentación.”
Les dije también:
“¿Quién habrá de vosotros que tenga un amigo, y le viene éste a
medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, porque un
amigo mío llegó de viaje a mi casa y no tengo qué presentarle”; y él
desde dentro respondiendo, dice: “No me des fastidio; ya la puerta
se ha cerrado, y mis muchachos, lo mismo que yo, están en cama;
no puedo levantarme para dártelos…”. Os digo que si no se levanta
y se los da por
ser su amigo, a lo menos por su descaro se levantará y le dará
cuanto necesite. Y Yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad a golpes, y se os abrirá; porque todo el que pide
recibe, y el que busca halla, y al que llama a golpes, se le abre. Y ¿a
quién de vosotros, que sea padre, le pedirá su hijo un pan…, por
ventura le dará una piedra? O también un pescado…¿por ventura
en vez de pescado le dará una serpiente? O si le pide un huevo, ¿por
ventura le dará un escorpión? Si, pues, vosotros, malos como sois,
sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará desde los cielos el Espíritu Santo a los que se lo
pidieren?”111
5.35 “El Padre y Yo somos una misma cosa”. (Jn 10, 22-42)
111
Jesús nos sorprende. Sus discípulos le ruegan que les enseñe a orar y el Hijo de Dios
manifiesta a sus hermanos, los hombres, que glorifiquen a su Padre Dios, a nuestro Padre Dios,
con el ejercicio del ordinario vivir. Que pidan el pan de cada día, que entre los hombres no haya
rencor sino mutuo y permanente perdón. Pedir no caer en la tentación que saldrá a nuestro
encuentro en las horas esperadas e inesperadas. Por último, Cristo, nos aconsejará pedir al
Gran Desconocido de este mundo, al Espíritu Santo, el Dios Persona en la que nos movemos y
existimos y sin embargo no le captamos como Alguien a quien se le ama por Sí mismo, una
Persona que me conoce y me demanda el tributo del amor que le debo, porque me pensó, me
amó, desde antes de que el mundo viniera a ser, una Persona de la que llevo algo Suyo, el alma
que me define como quien soy como soy, un alma tan real como yo mismo que no veo y que no
puedo dudar de su existencia, porque dudaría de mi yo, Alguien a quien no reconozco con mis
sentidos y sin embargo me es tan real como la verdad de mí mismo. Yo no veo mi alma y sin
embargo no existo sin ella. Creo en esta Persona aunque no la vea y lamento no amarla tanto
como me requiere y si se me permite la expresión, procuro ejercer mi más noble amor sobre
este Ser que “siente y padece” la falta de amor de los hombres porque no le conocemos.
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Autobiografía de Jesucristo
rodearon los judíos y me preguntaron:
“¿Hasta cuándo tienes suspenso nuestro espíritu? Si tú eres el Mesías,
dínoslo abiertamente.”
Les respondí:
“Os lo dije, y no me creéis. Las obras que Yo hago en el nombre
de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Sin embargo, vosotros no
creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las
conozco, y me siguen. Y Yo les doy la vida eterna, y no perecerán
eternamente, y no las arrebatará nadie de mi mano. Mi Padre, que
me las ha dado, mayor es que todo, y nadie puede arrebatarlas de
mano de mi Padre. El Padre y Yo somos una misma cosa.”112
Cogieron de nuevo piedras los judíos para apedrearme. Les respondí:
“Muchas obras buenas hice a favor vuestro de parte de mi
Padre: ¿por cuál de estas obras me apedreáis?”
Respondieron los judíos:
“No te apedreamos por obra alguna buena, sino por blasfemia y porque
Tú, siendo hombre te haces Dios.”
Les respondí:
“¿No está acaso escrito en vuestra Ley: “Yo dije: sois dioses”? Si
llamó dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios -y no
puede fallar la Escritura-, ¿a quien el Padre santificó y envió al
mundo decís vosotros: “Blasfemas”, porque dije: soy Hijo de Dios?
Si no hago las obras de mi Padre no me creáis; mas si las hago, ya
que a mí no me creéis, creed a las obras, para que sepáis y
entendáis que mi Padre está en mí y Yo en mi Padre.”
Buscaban, pues, de nuevo cómo apoderarse de mí y me escapé de sus
manos. Y marché otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había
estado primero bautizando, y allí habité. Venían muchos a mí, diciendo:
“Juan no obró ningún milagro, y todo cuanto dijo Juan de Éste era
verdad.”
112
Amigo lector, a esta altura de la narración tenemos afirmaciones de Jesús que le
comprometen y nos comprometen. El Dios de la Biblia, el Dios que el pueblo hebreo considera
como solo suyo, el Dios de Abraham, de Jacob, de Moisés, el Ser Omnipotente y Creador,
Principio y Fin de toda criatura, este Dios que tiene Nombre de “Padre”, este Dios que es Padre
de todos y cada uno de los hombres, de todos los espíritus que le reconocen como tal, este
Padre de Jesucristo, es una misma cosa con su Hijo. Decir que: “El Padre y Yo somos una
misma cosa”, es decir que “el Padre y Yo somos dos Personas distintas con una sola esencia ó
naturaleza”. Y esto lo manifiesta un Hombre como tú y como yo excepto en el pecado, pero un
Hombre que se ve, que se oye, que se palpa. Si le doy crédito a sus palabras, si en virtud de los
hechos que hasta ahora hemos contemplado y que a su vez nos han llenado de estupor, si
reflexiono sobre su sentido, no puedo entender otra cosa que lo mismo que manifiesta
Jesucristo, es decir, que Dios Padre y El son una misma cosa. Luego si asumo esta Verdad
estoy reconociendo que este Hombre al que veo, oigo y palpo es el Dios Autor de la vida, es un
Ser, Persona distinta del Padre, en el que se aprecia fehacientemente una naturaleza humana y
una evidente naturaleza divina que se capta sin forzar la razón ni la lógica. Más adelante le
oiremos a Tomás decir: “Señor mío y Dios mío”, también se entenderán las siguientes palabras:
¡Cuánto te amo, mi Dios Crucificado!
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Y muchos creyeron allí en mí.
5.36 Lanzo un demonio mudo y me calumnian. (Lc 11, 14-26; Lc 11, 17-
23; Mt 12, 43-45)
Y aconteció que, diciendo Yo estas cosas, alzando la voz una mujer de entre
la turba, me dijo:
“¡Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que
114
mamaste!”
Y Yo le dije:
“Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios
113
Las palabras de Cristo tienen plenitud de sentido, así, pues, el ser humano y sobre todo el
que se dice cristiano está involucrado en esta encrucijada, o se está con Cristo, o se está contra
El. Gastar con indiferencia la vida en este mundo y de manera consciente declararse agnóstico,
querer pasar inadvertido ante Dios y los hombres, con espíritu tibio, ni frío ni caliente, es
predisponerse a ser vomitado de las entrañas de Dios. Nos juzgarán, sobre todo, por los
pecados de omisión y este es el gran pecado del mundo, porque una pasota humanidad no le
interesa la asignatura del Amor y es de esto, precisamente, de lo que le van a examinar al final
de sus aburguesados días.
114
Jesús de mi alma, bienaventurada sea tu Madre en todo caso, a pesar de mi mezquindad, de
mi miseria.
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y la guardan.”
5.38 La señal de Jonás profeta. La lámpara del cuerpo. (Mt 12, 38-42;
Lc 11, 16; Lc 11, 29-36)
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5.41 Guardarse de la avaricia. Parábola del rico necio. (Lc 12, 13-21)
distancia porque el Infierno está dentro del mismo condenado. Es un misterio de la libertad del
hombre que es capaz de, voluntariamente, con plenitud de conciencia, rebelarse contra el
mismo Dios que le ha creado, es la “cuerda locura” que odia y quiere odiar para siempre a todo
aquello que se asemeje a Dios. No puede haber Misericordia divina para aquel que no sólo la
rechaza para sí mismo y para los demás, sino que con perversa radicalidad la odia con toda su
alma.
116
El hombre nunca será dañado por el Demonio si el hombre lo respeta guardando la mayor
distancia posible de su radio de acción. Este instinto de conservación nace con el hombre y es
como la voz de su conciencia que le alertará en el transcurso de su vida terrena tantas veces
como Satanás lo intente. El abandono supremo en las manos de nuestro Padre Dios nos hace
impenetrables a las acciones del Demonio. Cada hombre, por sí mismo, ha costado toda la
sangre de Cristo y esto es de incalculable valor para el Padre que tiene contados hasta nuestros
cabellos. ¿Qué puede hacer Satanás y su Averno contra un hijo de Dios?
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Les decía:
“¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿Y a qué lo compararé?
Es semejante a un granito de mostaza, que tomándolo un hombre lo
echó en su huerta, y creció y se hizo árbol grande, y las aves del
cielo se cobijaron en sus ramas.
¿Con qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la
levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina,
conque toda la masa fermentó.”
Y caminando hacia Jerusalén pasamos por todas las ciudades y aldeas
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enseñando. Me dijo uno:
“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”
Le contesté:
“Procurad con empeño entrar por la puerta estrecha, porque
muchos, os lo aseguro, tratarán de entrar, y no lo lograrán. Una
vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, si os quedáis
afuera, por más que os pongáis a golpear la puerta, diciendo:
“¡Señor, ábrenos!”, él os responderá diciendo: “No sé de dónde sois
vosotros”. Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos en tu
presencia, y enseñaste en nuestras plazas”. Y os dirá: “No sé de
dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí
será el llanto y rechinar de dientes, cuando viereis a Abraham,
Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y a vosotros
echados afuera. Y vendrán del oriente y del poniente, del
septentrión y del mediodía, y serán admitidos al banquete en el
Reino de Dios. Y mirad que hay últimos que serán primeros, y hay
primeros que serán últimos.”
5.48 Amenazas de Herodes. “¡Jerusalén, Jerusalén!” (Lc 13,31-35)
Y aconteció que habiendo sido invitado a comer en día de sábado por uno
de los jefes de los fariseos, siendo observado por ellos, se presentó un hombre
hidrópico que se puso delante de mí. Tomando la palabra, les dije a los legistas y
fariseos:
“¿Es permitido en sábado curar o no?”
Ellos se callaron. Entonces tomé de la mano al hombre y le sané. Y les dije a
ellos:
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novillo
cebado y matadle, y comamos y hagamos fiesta; porque mi hijo
estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado”. Y dieron
principio al
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conmigo, y todas mis cosas son tuyas; mas razón era holgarse y
regocijarse, porque este, el hermano tuyo, estaba muerto y revivió,
estaba perdido y fue hallado.”120
5.54 El mayordomo infiel. (Lc 16, 1-13)
120
Este Padre y estos hijos están de permanente actualidad en un mundo como el que vivimos.
Dichoso el hombre que queriendo dejar de ser pecador se somete al juicio de Dios y no al juicio
de los hombres, sus hermanos. Dios es Padre de buenos y malos, pero ¿quién es bueno y
quién es malo? Es bueno quien ejerce la misericordia, la compasión y el perdón y es malo quien
no las ejerce. Es mejor recuperar a un hombre aunque haya sido malo que perderlo para
siempre. El espíritu farisaico, la falta de clemencia denigra el corazón humano que está hecho
para amar. No se puede dejar de amar a tu semejante, haya hecho lo que haya hecho, porque
el mejor de los hombres es capaz de la mayor vileza. Hay que querer para los demás lo que
quieres para ti.
121
Si el hombre elige como último fin de su existencia al Dinero elige a un Señor que le
esclavizará tantos años como dure su vida. El Dinero es la antítesis de Dios y si el hombre elige
al Dinero desprecia voluntariamente a Dios. En pocos años, el Dinero habrá envilecido su
corazón y se pudrirá sin él donde se pudren los muertos.
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Oían todas éstas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y hacían
mofa de mí. Y les dije:
“Vosotros sois los que blasonáis de justos delante de los
hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo
encumbrado a juicio de los hombres es abominación a los ojos de
Dios. La Ley y los Profetas terminan en Juan; desde entonces es
anunciada la Buena Nueva del Reino de Dios, y todos forcejean por
entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra que no
que caiga una sola tilde de la Ley. Todo el que repudia a su mujer y
se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la que ha
sido repudiada por su marido, comete adulterio.”
Les dije ésta parábola:
“Era un hombre rico, que vestía púrpura y lino fino y
banqueteaba cada día espléndidamente. Por el contrario, un pobre,
por nombre Lázaro, estaba tendido junto a su puerta, cubierto de
úlceras y deseando hartarse de lo que caía de la mesa del rico; pero
hasta los perros venían y lamían sus úlceras. Sucedió que murió el
pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió
también el rico y fue sepultado. Y estando en el infierno, en medio
de tormentos, levanta los ojos y ve a Abraham a lo lejos y a Lázaro
en su seno. Y levantando la voz, dijo: “¡Padre Abraham,
compadécete de mí y manda a Lázaro para que moje la punta de su
dedo en agua y refresque mi lengua, porque me abraso en estas
llamas!”. Dijo Abraham: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en
tu vida, y Lázaro asimismo los males; ahora, en cambio, él aquí es
consolado y tú atormentado. Y a todo eso, entre nosotros y vosotros
se interpone una sima infranqueable, de suerte que los que quieran
pasar de aquí a vosotros no puedan, ni tampoco de ahí pasan a
nosotros" Y dijo: "Te ruego, pues, padre, que le envíes a casa de mi
padre- pues tengo cinco hermanos -, para que les dé testimonio de
estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de
tortura”. Dice Abraham: “Tienen ya a Moisés y a los Profetas;
escúchenlos”. El dijo: “No, padre Abraham, sino que, si fuere a ellos
alguno de los muertos, harán penitencia”. Díjole: “Si a Moisés y a
los Profetas no escuchan, tampoco se rendirán si alguno resucitare
de entre los muertos.”122
122
El hombre rico miraba al pobre Lázaro, que estaba sentado a su puerta, como el que mira un
objeto, no sintió ninguna compasión porque lo miraba como una cosa sin interés. El hombre,
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Lázaro, no le decía nada al hombre Epulón. Esto es de permanente actualidad, pero el resultado
de esta actitud, de los malos ricos con los buenos pobres, está a la vista. En breve tiempo, estos
dos hombres están en otro lugar. Léase de nuevo la parábola. Cristo expone con claridad el
destino final de ambos hombres. Dios ha puesto nombre a dos almas que representan infinidad
de ellas en el mismo estado que se nos describe en la parábola. Dios no se inventa este drama,
permanentemente vivo al otro lado de esta vida, vida efímera para el rico y para el pobre.
123
La palabra “glorificado” solo la emplea el evangelista San Juan. Hará referencia de ella hasta
12 veces de las cuales 8 serán en boca del mismo Cristo. Esta es una prueba contundente de la
divinidad de Jesús, que es conocedor de los hechos antes de que vengan a suceder. Jesús
manifiesta que la primera causa de la enfermedad, que llevará a la muerte a su amigo Lázaro,
no es puramente fisiológica, tiene su razón de ser en virtud de la glorificación que supondrá para
Cristo llevar a cabo la resurrección de un cadáver en descomposición.
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Dijo, pues, Tomás, el llamado Dídimo, a los discípulos:
“Vamos también nosotros para morir con El.”
Llegado, pues, le hallé que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Estaba
Betania cerca de Jerusalén, como a unos quince estadios. Muchos de los judíos
habían venido a Marta y a María para darles el pésame de su hermano. Marta,
pues, así como oyera que Yo llegaba, me fue a encontrar; María, en tanto,
quedaba en casa. Díjome, pues, Marta:
“Señor, si estuvieras aquí, no se hubiera muerto mi hermano; no obstante,
ahora sé que cuanto pidieres a Dios, Dios te lo otorgará.”
Le dije:
“Resucitará tu hermano.”
Me contestó ella:
“Sé que resucitará cuando la resurrección universal del último día.”
Le respondí:
“Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí aun cuando
muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para
siempre. ¿Crees esto?”125
“Sí, Señor; yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que viene al
mundo.”
Habiendo dicho esto, se fue y llamó secretamente a María, su hermana,
diciendo:
“El Maestro está aquí y te llama.”
Ella, como lo oyó, se levantó al instante y vino hacia mí. Todavía no había Yo
llegado a la aldea, sino que estaba aún en el sitio donde Marta me había
encontrado. Los judíos, pues, que se hallaban con ella en la casa y la consolaban,
podía negar y hubiera curado a su amigo antes de que la muerte lo apartase de los vivos en
este mundo. Se alegra porque sabe lo que va a ocurrir y en su escala de valoración divina nos
hace comprender que este es su mayor milagro (aparte de su propia resurrección), el único
milagro del que dice, el mismo, que se ejecuta para gloria Suya. Este es, prácticamente, el
broche del Taumaturgo divino con el que pretende consolidar la fe de sus discípulos, porque
ahora va a pronunciar palabras inauditas, palabras jamás oídas a ningún otro hombre posible,
palabras que acredita con un portentoso milagro.
125
Amigo lector, ¿qué hombre puede atribuirse veracidad en éstas palabras y en virtud de qué?
Con el bagaje que Cristo trae de los prodigios que hemos contemplado hasta ahora, estas
palabras son para creer en virtud de la autoridad de quien las pronuncia, pero para terminar de
creerlas hay que esperar unos minutos, los que siguen. Mis oídos han llevado a mi inteligencia
unas palabras de sobrehumano poder, mi ojos están fijos en la figura del Hombre que las
pronuncia y un poquito más adelante, a este Hombre le veo llorar la muerte de su amigo, pero la
atención que presto a este Jesús Hombre me lleva a un estado de máxima tensión cuando le
oigo ordenar que retiren la piedra del sepulcro. ¿Qué se propone hacer? Me sitúo entre la
muchedumbre atónita que no pierde detalle en un riguroso silencio. Se oyen las palabras de un
Hijo, que veo, dirigiéndose a un Padre, que no veo. De pronto se oye un grito que nos
estremece el alma: ¡¡Lázaro sal afuera!! Nuestros ojos se dirigen con estupor hacia la fosa
donde sabemos que yace un cadáver en estado putrefacto y contemplan a un hombre, que
habíamos visto difunto, que echa a andar cuando le quitan los vendajes. (He leído y he
entendido, estoy ante el Hombre a quien reconozco como el “Señor mío y Dios mío”. A partir de
ahora procedo a leer el Evangelio, esta Autobiografía, con supremo abandono de las potencias
de quien me definen como quien soy como soy en las benditas manos de mi Dios, de un Dios al
que veré Crucificado y Resucitado. Un Dios al que puedo decirle: “Amado mío”.)
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viendo que María se levantó de presto y salió, siguieron tras ella, pensando que
iba al sepulcro para llorar allí. María, pues, como vino a donde Yo estaba, en
viéndome se me echó a los pies, diciéndome:
“Señor, si estuvieras aquí, no se hubiera muerto el hermano.”
Así que la vi llorar, como también lloraban los judíos que con ella habían
venido, me estremecí en mi Espíritu y conturbado dije:
“¿Dónde le habéis puesto?”
Me dijeron:
“Señor, ven y lo verás.”
Lloré…y decían los judíos:
“Mira como le quería. ¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, hacer
que también éste no muriese?”
Me estremecí otra vez en mi interior y me dirigí al sepulcro. Era éste una
cueva, sobre la cual había una losa puesta. Dije:
“Quitad la piedra.”
Díjome Marta:
“Señor, ya huele mal, que es muerto de cuatro días.”
La miré diciéndole:
“¿No te dije que, si creyeres, verás la gloria de Dios?”
Quitaron, pues, la piedra. Alcé los ojos al cielo diciendo:
“Padre…, gracias te doy porque me oíste. Yo ya sabía que
siempre me oyes; mas lo dije por la muchedumbre que me rodea, a
fin de que crean que Tú me enviaste.”
Y dicho esto con voz poderosa clamé:
“¡¡Lázaro ven afuera!!”
Y salió el difunto atado de pies y manos con vendas, y su rostro estaba
envuelto en un sudario. Les dije:
“Desatadle y dejadle andar.”
Muchos, pues, de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que
hice, creyeron en mí. Mas algunos de entre ellos se fueron a los fariseos y les
contaron lo que Yo había hecho.
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sino para que los hijos de Dios que estaban dispersos los juntase en uno. A
partir, pues, de aquel día, resolvieron hacerme morir.
Así, pues, ya no me presentaba en público entre los judíos, sino que me retiré
de allí a la región vecina al desierto, a la ciudad llamada Efrén, y allí moraba con
mis discípulos.
Se aproximaba ya la Pascua de los judíos, y subieron muchos del país a
Jerusalén antes de la Pascua con el fin de purificarse. Me buscaban y se decían
unos a otros estando en el Templo:
“¿Qué os parece? ¿Qué no vendrá a la fiesta?”
Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si
alguno supiese dónde Yo estaba, me denunciase, a fin de apoderarse de mí.
5.58 El escándalo. Perdonar las ofensas. Eficacia de la fe. (Lc 17, 1-10)
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“¿No quedaron limpios los diez? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No
se hallaron quienes volviesen a dar gloria a Dios, sino éste
extranjero?”128
Mirándole a él, le dije:
“Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
5.60 Advenimiento del Reino de mi Padre. (Lc 17, 20-37)
128
El Hijo de Dios, el Hijo de María siente y padece la ingratitud de los hombres. Ni es un Dios
impasible, ni es un Hombre impasible. Espera el agradecimiento como cualquiera de nosotros lo
esperaríamos y se entristece del que no es bien nacido, porque de bien nacido es ser
agradecido.
129
Qué bien se entienden estas palabras cuando se conoce la Pasión de Cristo, la horrorosa
agonía de mi Señor.
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Les dije:
“Donde estuviere el cuerpo, allí también se juntarán las águilas.”
5.61 El juez inicuo. (Lc 18, 1-8)
Les propuse también esta parábola para algunos que presumían de sí como
hombres justos y menospreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al Templo: el uno fariseo y el otro
publicano. El fariseo, de pie, oraba para sí de esta manera: “¡Oh,
Dios!, gracias te doy porque no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos, adúlteros o también como ese publicano; ayuno
dos veces por semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo”. Mas el
publicano, manteniéndose a distancia, no osaba siquiera alzar los
ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho diciendo: “¡Oh, Dios, ten
piedad de este pecador!”.131 Os digo que éste bajó a su casa
justificado más bien que aquel; porque todo el que se exalta será
humillado, y el que se humilla será exaltado.”
5.63 El matrimonio es indisoluble. (Mt 19, 1-12; Mc 10, 1-12)
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Respondiendo les dije:
“¿Qué os mandó Moisés?”
Ellos dijeron:
“Moisés permitió escribir líbelo de divorcio y repudiar.”
Mas Yo les dije:
“¿No leísteis tal vez que el que los creó desde el principio los hizo
varón y hembra? Y dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la
madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne”. Así
que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios, pues, juntó, el
hombre no lo separe.”132
Dícenme:
“¿Por qué, pues, Moisés prescribió dar líbelo de divorcio y repudiar?”
Contesté:
“Porque Moisés, en razón de vuestra dureza de corazón, os
consintió repudiar vuestras mujeres; mas desde un principio no ha
sido así. Y os digo que quien repudiare a su mujer, no interviniendo
fornicación, y se casare con otra, adultera, y quien se casare con la
repudiada, adultera.”
Y llegando a casa de nuevo, mis discípulos me interrogaron acerca de esto. Y
les dije:
“Quien repudiare a su mujer y se casare con otra, comete
adulterio contra la primera; y si la mujer repudiare a su marido y
se casare con otro, comete adulterio.”
Y mis discípulos me dijeron:
“Si tal es la situación del hombre respecto a la mujer, no vale la pena
casarse.”
Mas yo les dije:
“No todos son capaces de comprender esta palabra, sino
aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que así
nacieron desde el seno de su madre, y hay eunucos que lo son por
obra de los hombres, y hay eunucos que así mismo se hicieron tales
132
Dios no acepta el adulterio por ningún concepto. El hombre y mujer casados, casados son y
están para siempre, les une un vínculo que emana del propio querer divino desde que el hombre
es hombre y la mujer, mujer. El adúltero vive su adulterio para siempre y en tal caso su destino
no está en el cielo. Al morir se encontrará con el rostro de un Dios Padre que pedirá cuenta de
la felicidad de su hija ó de su hijo, de la felicidad de los hijos de sus hijos. El adulterio lleva
consigo la voluntaria ocultación de la conciencia que se ve sometida a una tenebrosa vejación
irreversible, que dura tanto como dura la vida de un adúltero. También hay que hacer referencia
a otro tipo de desorden por el cual la persona se adultera a sí misma. La vasectomía en el
hombre y la ligadura de trompas en la mujer suponen dos actos intrínsecamente malos que
afectan no sólo a las personas que, voluntariamente, lo han querido sino también a los
facultativos que han intervenido para secar las fuentes de la vida. A la hora de la verdad, te
presentas en la otra vida con un cuerpo tullido, se pone en juego la eternidad porque se sabe
que respondemos de nuestros actos y este es un acto desordenado, irreversible y de
imprevisibles consecuencias.
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por razón del Reino de los cielos. Quien sea capaz de comprender,
comprenda.”
5.64 Bendigo a los niños. (Mt 19, 13-15; Mc 10, 13-16; Lc 18, 15-17)
Me presentaban también a mis queridos niños, para que pusiese las manos
sobre ellos y recitase una oración. Mas mis discípulos al verlo, reñían a los niños
y a los que los traían. Advirtiendo esto, me enojé y llamando a mí a los
pequeñuelos, les dije a mis discípulos:
“Dejad en paz a los niños y no les impidáis que vengan a mí,
porque de los tales es el Reino de Dios. En verdad, os digo, quien no
reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.”133
Y después de abrazarlos y bendecirlos, habiendo puesto mis manos sobre
ellos, partí de allí.
133
¿Está claro, amigo lector? Tener el corazón de niño y ciencia y conciencia de adulto es lo que
pide el Señor.
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Cuando salía para proseguir mi camino, he aquí que cierta persona principal
corriendo hacia mí y arrodillándose, me preguntaba:
“Maestro Bueno, ¿qué he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?”
Le dije:
“¿A qué preguntas sobre lo que es bueno? ¿A qué me llamas bueno?
Nadie es bueno sino sólo Dios. Mas si quieres entrar en la Vida,
guarda los mandamientos.”
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Díceme:
“Cuales.”
Contesté:
“Conoces los mandamientos: “No matarás, no adulterarás, no
robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás, honra al padre
y a la madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Y respondiendo, díjome el joven:
“Maestro, todas estas cosas las guardé desde mi juventud. ¿Qué más
necesito?”
134
Fijando en él la mirada, le amé, y le dije:
134
El Corazón de Cristo se enamoró de este joven. Dios le hace una declaración pública de
amor a un hombre. Le pide a este muchacho que le siga de manera tan directa como no lo
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“Una cosa te falta: si quieres ser perfecto, ve, vende todo cuanto
posees y dalo a los pobres, y poseerás un tesoro en el cielo; y vuelto
acá, sígueme, cargando con la cruz.”
Como el joven oyera éstas mis palabras, se puso muy triste y frunciendo el
ceño se marchó malhumorado, porque era enormemente rico y poseía muchos
bienes.
Viéndole marchar, echando en torno una mirada dije a mis discípulos:
“En verdad os digo, ¡cuán difícilmente los que poseen riquezas
entran en el Reino de Dios!”
Ellos se asombraban al oír mis palabras. Pero de nuevo tomando la palabra
les dije:
“Hijos, de nuevo os digo: ¡cuán difícil es que los que tienen puesta
su confianza en las riquezas entren en el Reino de Dios!”
Ellos más y más se pasmaban, diciéndose entre sí:
“¿Quién, pues, podrá ser salvo?”
Fijando en ellos la mirada les dije:
“Para los hombres, imposible, mas no para Dios; que para Dios
todo es posible.”135
Entonces tomando Pedro la palabra, me dijo:
“Mira, nosotros lo dejamos todo y te seguimos; ¿qué habrá, pues, para
nosotros?”
Le contesté:
“En verdad os digo que vosotros, que me seguisteis, al tiempo de
la regeneración, cuando se sentare el Hijo del hombre en el trono de
su gloria, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para
juzgar las doce tribus de Israel. Y todo aquel que dejó casas, o
hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por
causa de mí, de mi nombre, por el Reino de Dios y por el Evangelio,
recibirá el ciendoblado ahora en este tiempo, en casas, hermanos,
hermanas, madres, hijos y campos, junto con persecuciones y en el
siglo venidero poseerá en herencia la vida eterna. Y muchos
primeros serán postreros, y muchos postreros serán primeros.”
hemos visto en el resto del Evangelio. La perfección en el hombre, la santidad suprema consiste
fundamentalmente en el abandono de todo amor terreno, de todo amor a las cosas para guardar
el corazón solo para Dios que pide que se le siga cargando con la cruz, con la cruz de cada día.
Entiendo que he de seguirlo con la cruz mía y la Cruz de Dios que son una sola Cruz.
135
Para Dios todo es posible y esto es una luz de esperanza para el que no la tiene. A donde el
hombre no puede llegar llega Dios. Dios puede llegar hasta el corazón más despreciable según
el juicio de los hombres. Bendito sea el Dios de la Misericordia que no da a nadie por perdido
porque todo es posible para El.
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Autobiografía de Jesucristo
5.66 Los obreros de la viña. (Mt 20, 1-16)
Y les dije:
“Porque es semejante el Reino de los cielos a un hombre amo de
casa, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Y
habiéndose concertado con los obreros en un denario al día, los
envió a su viña. Y habiendo salido hacia la hora tercia, vio a otros
que estaban en la plaza parados, y les dijo: “Id también vosotros a
la viña, y os daré lo que fuere justo”. Ellos fueron. Habiendo salido
otra vez hacia la hora sexta y nona, hizo lo mismo. Cerca de la hora
undécima, habiendo salido, halló a otros por allí, y les dice: “¿Por
qué os estáis ahí todo el día holgando?” Dícenle: “Porque nadie nos
ha contratado” Díceles: “Id también vosotros a la viña”. Viniendo el
atardecer, dijo el amo de la viña a su mayordomo: “Llama a los
obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos hasta
llegar a los primeros”. Y venidos los de la hora undécima, cobraron
cada uno su denario. Viniendo luego los primeros, pensaron que
cobrarían más, y cobraron también ellos su correspondiente
denario. Mas habiéndolo recibido, murmuraban contra el amo de
casa, diciendo: “Estos últimos trabajaron una sola hora y los
igualaste a nosotros, los que hemos soportado el peso del día y del
calor”. El, respondiendo a uno de ellos dijo: “Amigo, no te hago
agravio. ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo tuyo
y vete. Y si quiero a éste último darle lo mismo que a ti, ¿no me es
permitido de lo mío lo que quiero? ¿O ha de ser malo tu ojo porque
yo soy bueno?” Así serán los últimos primeros, y los primeros
últimos. Porque muchos son llamados, mas pocos elegidos.”
5.67 Tercer anuncio de mi Pasión. (Mt 20, 17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18,
31-34)
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Autobiografía de Jesucristo
Pero ellos, nada de esto entendieron, era este lenguaje encubierto para ellos
porque no sabían lo que les decía.
5.68 Ambición de los hijos de Zebedeo. (Mc 10, 35-45; Mt 20, 20-28)
Fue entonces cuando se llegó a mí la madre de los hijos de Zebedeo junto con
sus dos hijos, Santiago y Juan, y postrándose y en ademán de pedirme algo,
hablaron Santiago y Juan, diciendo:
“Maestro, queremos que hagas con nosotros lo que te pidiéremos.”
Les dije:
“¿Qué queréis que haga Yo con vosotros?”
Me contestaron:
“Otórganos que, uno a tu diestra y otro a tu izquierda, nos sentemos en tu
gloria.”
Lo mismo decía la madre:
“Di que se sienten éstos dos hijos míos uno a tu derecha y otro a tu
izquierda en tu Reino.”
Mas Yo les dije:
“No sabéis que cosa pedís. ¿Podéis beber el cáliz que Yo bebo o ser
bautizados con el bautismo que Yo soy bautizado?”
Me dijeron:
“Podemos.”
Les dije:
“El cáliz que Yo bebo, beberéis, y con el bautismo que Yo soy
bautizado seréis bautizados; mas el sentarse a mi diestra o a mi
izquierda no es incumbencia mía otorgarlo, sino que es para
quienes está reservado por mi Padre.”
Al oír esto los otros Diez, se enojaron con los dos hermanos, Santiago y Juan.
Intervine y llamándolos a mí les dije:
“Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las tratan
despóticamente y los grandes abusan con ellas de su autoridad. No
ha de ser así entre vosotros; antes el que quisiere hacerse grande
entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quisiere entre
vosotros ser el primero, será esclavo de todos, puesto que el Hijo del
hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como
rescate por muchos.”137
de sus Doce la velada amargura que le embarga el alma. Amigo lector, ¡qué misterio! El Hombre
a quien reconozco Dios ya empieza a pedir ayuda y no la encontrará porque no lo entienden. A
tiempo pasado, nosotros, ya lo entendemos y esto nos sobresalta el alma que con instinto
reflejo huye del inmenso dolor que supone acompañar a un Dios sufriente.
137
Dios baja del cielo para servir al hombre. ¿Quién da más? Cristo no ha bajado del cielo para
servir solo a los hombres de su tiempo en este mundo como Hombre que pasó haciendo el bien.
Cristo ha de servir a todo hombre que viene a este mundo y esto es así porque el Dios que se
hace Hombre permanece hasta la consumación de los siglos como el Servidor de todo ser
humano. Cristo sirve al hombre como Dios, por tanto dará como Dios si el hombre como tal le
reconoce. ¿Mi Creador a mi servicio?...Así es, y si tuviera Fe, lo que se me ocurre pedirle a mi
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Autobiografía de Jesucristo
5.69 En casa de Zaqueo. (Mc 10, 46; Lc 18, 35-37; Lc 19, 1-10)
Servidor es servirle yo en supremo abandono de quien soy como soy. Que haga posible amarlo
con infinita pasión. Para esto le demando a mi Servidor su servicio. Que ponga lo que le falta a
quien divinamente sirve para consumar, por su Misericordia, un amor de adoración, una
adoración en amor a su Persona, una Persona que da su vida por mí.
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Autobiografía de Jesucristo
sicómoro para verme, pues Yo tenía que pasar por allí. Llegando a aquel sitio,
alcé la vista y le dije:
“Zaqueo, date prisa en bajar, porque hoy he de parar en tu
casa.”
Bajó a toda prisa y me recibió gozoso. Viendo esto, murmuraban todos,
diciendo:
“Entró a hospedarse en casa de un hombre pecador.”
De pie Zaqueo, me dijo:
“Mira, Señor; la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si algo defraudé a
alguno, le restituyo el cuádruplo.”
Le dije:
“Hoy vino la salud a esta casa, por cuanto también él es hijo de
Abraham; porque vino el Hijo del hombre a buscar y salvar lo que
había perecido.”
5.70 La parábola de las minas. (Lc 19, 11-27)
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Autobiografía de Jesucristo
5.72 En memoria de María, que me ungió. (Mt 26, 6-13; Mc 14, 3-9; Jn
12, 1-11)
138
Amigo lector, con estas palabras se hace una poderosa oración: “Señor, Jesús, Hijo de
María, ten compasión de mí.” Este grito llega al Corazón de Cristo, se para, se vuelve y
mirándome fijamente verá a un hombre ciego que le oye pero no le ve. Y mis oídos oyen: “¿Qué
quieres que haga yo contigo?”…..”Maestro mío, Señor, ¡que vea!”. Siento su mano sobre mis
ojos y oigo: “Recobra la vista, tu Fe te ha salvado”. Se me ha dado ver y veo, para gloria mía, el
bellísimo rostro del más bello de los hombres, del Hijo de María y esta es mi oración y con ella
iré tras de Cristo, le seguiré de cerca, sin perderle de vista.
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139
los pies y los enjugó con sus propios cabellos ; quebrando el alabastro,
derramó el perfume sobre mi cabeza y la casa se llenó de la fragancia del
perfume. Dice, pues, Judas Iscariote, uno de mis discípulos, el que me iba a
entregar:
“¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios y se dio a los
pobres?”
Dijo esto no porque le importase de los pobres sino porque era ladrón, y
como guardaba la bolsa, hurtaba lo que en ella se echaba. Había allí también
algunos de mis discípulos que, llevándolo pesadamente, decían entre sí:
“¿A qué viene este despilfarro de perfume?”
Y trinaban contra ella. Mas dije Yo:
“Dejadla en paz. ¿Por qué la molestáis? Buena obra es la que ha
hecho Conmigo. Pues a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y
siempre que quisiereis les podéis hacer bien, mas a mí no siempre
me tenéis. Lo que tuvo en su mano, hizo. Que al echar ella este
perfume sobre mi cuerpo, se adelantó a embalsamarlo para la
sepultura, para lo cual lo tenía reservado. En verdad os digo,
dondequiera que fuere predicado el Evangelio por todo el mundo, se
hablará también de lo que ésta hizo, para memoria suya.”
Enterada la turba de que Yo estaba allí, vinieron no solamente por verme a
mí, sino también por ver a Lázaro, a quien resucité de entre los muertos. Los
sumos sacerdotes, por este motivo, resolvieron matar también a Lázaro, pues
muchos de los judíos, a causa de Lázaro, se les iban y creían en mí.
139
Por favor, presta atención a este pasaje, amigo lector. Si nos fijamos en San Lucas, Lc. 7,36-
50, veremos a una mujer conocida como pecadora que hace exactamente igual que lo que ha
hecho María, la hermana de Lázaro. En los versículos siguientes, también de San Lucas, Lc.
8.1-3 veremos por primera vez el nombre de María Magdalena. Estamos en el principio del 2º
año de predicación pública. A María Magdalena la volvemos a ver en la Pasión de Cristo.
Betania estaba muy cerca de Jerusalén. ¿Es posible que esta María de Magdala sea la misma
María, hermana de Marta? Pudiera ser que la mujer que esta Autobiografía nos presenta en la
página 61, la María Magdalena, que también se menciona en la página 60 y la María de Betania
que acabamos de contemplar de rodillas ungiendo los pies de Cristo y secándolos con sus
cabellos, sean la misma persona..
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
Les respondí;
“Os digo que si éstos callasen, las piedras clamarán.”
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6.05 Echo del Templo a los que vendían y compraban. (Mt 21, 12-13;
Mc 11, 15-19; Lc 19, 45-48)
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atinaban en lo que habían de hacer, pues el pueblo todo, oyéndome, estaba
pendiente de mis labios y asombrado de mi enseñanza.
De día enseñaba en el Templo y cuando se hacía tarde me salía fuera de la
ciudad.
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Autobiografía de Jesucristo
hacia mí.”143
Esto dije significando con cual muerte había de morir. Me respondió la
turba:
“Nosotros hemos oído de la Ley que el Mesías permanece eternamente, y
¿cómo dices Tú que “tiene que ser exaltado el Hijo del hombre”? ¿Quién es ese
Hijo del hombre?”
Les dije, pues:
“Todavía breve tiempo está la luz con vosotros. Caminad,
mientras tenéis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan. Y
quien camina en las tinieblas no sabe dónde va. Mientras tenéis la
luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.”
Esto hablé, y retirándome, me escondí de ellos.
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Autobiografía de Jesucristo
6.08 “¿Con qué autoridad haces eso?” (Mt 21, 23-27; Mc 11, 27-33; Lc
20, 1-8)
Y les dije:
“¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Y acercándose al
primero, dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El respondiendo,
dijo: “No quiero”; mas luego arrepentido, fue. Y acercándose al
otro, le habló de la misma manera. Mas él, respondiendo, dijo: “Voy
señor”; y no fue. ¿Quién de los dos hizo la voluntad de su padre?”
Dicen:
“El primero.”
Contesté:
145
Amigo lector me considero siempre necesitado del perdón de mi Padre Dios, pues he
experimentado la necesidad de recomenzar cada día, porque justamente cada día caigo más de
siete veces y no puedo implorar misericordia si a su vez yo no la ejerzo con el que me la
reclama, con este hermano al que no me está autorizado juzgar sino solo perdonar si quiero
parecerme al que tanto me perdona.
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
Y cuando oyeron los sumos sacerdotes y los escribas y los fariseos éstas mis
palabras, comprendieron que las decía por ellos. Y buscaban manera de
apoderarse de mí en aquella misma hora, pero temieron al pueblo que me tenía
por Profeta. Y dejándome se fueron.
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Autobiografía de Jesucristo
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Los fariseos, habiendo oído que había hecho tascar el freno de los saduceos,
se juntaron en grupo. Y llegándose uno de ellos, escriba, que nos había oído
discutir, viendo que Yo les había contestado muy bien, me preguntó con ánimo
de tentarme:
“Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento y primero de todos en la Ley?”
Le respondí:
“El primero es: “Escucha Israel; el Señor, nuestro Dios, es un solo
Señor, y amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda
tu alma y con toda tu mente y con toda tu fuerza”. Este es el gran
mandamiento y el primero. El segundo, semejante, es éste:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mayor que éstos, otro
mandamiento no le hay. De éstos dos mandamientos penden la
146
Los muertos resucitan, los muertos resucitarán. El destino del hombre no acaba con esta
vida, pero además, para Dios, un hombre no deja de existir cuando expira. Vemos un cadáver,
cuando la muerte asume en la decrepitud la carne que rápidamente se corrompe, pero se sabe
que ya no está en ese cuerpo la persona que conocimos. ¿Dónde está? ¿Cómo está?
Jesucristo habla de personas muertas ya hace muchos años y sin embargo les conoce vivos
porque para Dios, que no es Dios de muertos, todos vivimos. Jesucristo, próximo a morir le dirá
a un crucificado junto a El: “…hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Al otro lado, amigo lector,
seguiremos siendo tú y yo. No nos verán, no nos oirán y sin embargo nosotros si veremos y
oiremos tal cual nos ven y oyen los que hemos conocido e invocado durante nuestro caminar
por este mundo. Al morir saldré de este mundo como quien soy y sin nada de lo que tengo. Aquí
dejo mis pertenencias, dejo mi cuerpo y todo lo que se corrompe. Allí me llevo el fruto de mi
amor, de mi fe, de mis obras. El yo que no veo, pero que en definitiva es mi propio yo, al morir,
deja este mundo sin dejar de ser yo. Mi cuerpo, mi carne, aquí se queda hasta el final de los
tiempos, pero esto no es el yo con el que amo, no es mi alma con la que veré, justamente al
separarse de mi cadáver, cara a cara a mi Redentor, Jesucristo, el Amado mío.
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6.16 Guardarse de los escribas y fariseos. (Mt 23, 1-36; Mc 12, 38-40;
Lc 20, 45-47)
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6.18 Los dos cornalillos de la viuda. (Mc 12, 41-44; Lc 21, 1-4)
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Esto dijo Isaías cuando vio mi gloria y habló de mí. Con todo, aun de los
jefes muchos creyeron en mí, mas por miedo a los fariseos no se declaraban, para
no ser expulsados de las sinagogas, porque amaron la gloria de los hombres mas
que la gloria de Dios. Y levantando la voz dije:
“¡Quien cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me envió. Y
quien me ve, ve al que me envió! Yo vine como Luz al mundo, para
que todo el que cree en mí no quede en las tinieblas. Y quien oyere
mis palabras y no las guardare, Yo no le juzgo, porque no vine para
juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me desecha y no
recibe mis palabras, ya tiene quien le juzga. La palabra que hablé,
esa le juzgará en el último día. Que Yo no hablé por mi iniciativa,
sino el Padre, que me envió. El me dio la orden de qué había de
decir y qué había de hablar. Y sé que su mandamiento es vida
eterna. Lo que Yo hablo, pues, así lo hablo, conforme me lo ha
encargado el Padre.”148
6.20 La destrucción del Templo. (Mt 24, 1-3; Mc 13, 1-4; Lc 21, 5-7)
6.21 Las señales precursoras. (Mt 24, 4-14; Mc 13, 5-13; Lc 21, 8-19)
148
Ver a Cristo es ver a su Padre que lo ha enviado. Cuando más adelante, leamos que Felipe,
uno de sus discípulos, en la última Cena le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”,
Jesucristo le afirmará que quien le ve a el ha visto al Padre y le reclamará esa Fe en virtud de la
cual debería haber comprendido que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre y en cualquier
caso debería haber creído tal afirmación por la evidencia incuestionable con la que pudo
contemplar las obras maravillosas que su Señor había hecho. El Verbo hecho carne, este Cristo
que nos habla, habla según el mandato de su Padre. El Padre no tiene otra palabra que esta
palabra que oímos en boca de Cristo, porque a su vez el mismo Cristo es la misma Palabra con
la que Dios Padre se expresa eternamente. Este mandato del Padre, que hace hablar a su Hijo,
un Hijo que no es ni más ni menos que su propia Palabra hecha carne en este mundo, es un
mandato que lleva en sí engendrado la vida eterna a la que está destinado todo aquel que cree
en esa palabra que expresa la Palabra de Dios, el Hijo eterno del Padre, el Hijo de María, una
Mujer de nuestra raza.
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Autobiografía de Jesucristo
Respondiéndoles, comencé a decirles:
“Mirad que nadie os seduzca y extravíe. Porque muchos
vendrán en mi Nombre, diciendo: “Yo soy el Mesías”; “El tiempo ha
llegado”, y a muchos seducirán. No vayáis tras ellos. Y cuando
oyereis guerras y noticias de batallas y revoluciones, no os
alarméis, porque así tienen que suceder estas cosas; mas no es
todavía el fin. Se levantará raza contra raza y reino contra reino, y
habrán grandes terremotos por diferentes lugares, y hambres y
pestilencias, y fenómenos espantables aparecerán con grandes
señales en el cielo. Preludio de los grandes dolores serán estas
cosas. ¡Ojo con vosotros mismos! Mas antes de todo esto echarán
las manos sobre vosotros y os perseguirán y os entregarán a los
sanhedrines, sinagogas y prisiones y os azotarán, y compareceréis
ante los gobernadores y reyes por causa de mí para dar testimonio
ante ellos. Y cuando os condujeren para entregaros, asentad, pues,
en vuestros corazones que no os preocupéis ni ensayéis de
antemano qué habréis de hablar; sino lo que os fuere dado en
aquella hora, eso hablad: pues Yo os daré lengua y sabiduría, a la
cual no podrán resistir o contradecir todos vuestros adversarios.
Que no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Seréis
entregados por los padres y hermanos y parientes y amigos y
matarán a algunos de entre vosotros y seréis aborrecidos de todas
las gentes por causa de mi nombre. Pero no perecerá un solo cabello
de vuestra cabeza. Y entonces se escandalizarán muchos, y unos a
otros se entregarán, y se aborrecerán unos a otros. Y entregará a la
muerte el hermano al hermano y el padre al hijo, y se alzarán hijos
contra padres y les darán la muerte. Y surgirán muchos falsos
profetas y extraviarán a muchos. Y por haberse multiplicado la
iniquidad, se enfriará la caridad de las multitudes. Mas el que fuere
constante hasta el fin, éste se salvará. Con vuestra constancia
adquiriréis la salud de vuestras almas. Y será predicado este
Evangelio del Reino en todo el orbe, para que sirva de testimonio a
todas las gentes. Y entonces vendrá el fin.”
6.22 Destrucción del Templo y de la ciudad. Mt 24, 15-22; Mc 13, 14-
20; Lc 21, 20-24)
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
“Lo que toca a aquel día y hora nadie lo sabe, ni los ángeles de
los cielos, ni el Hijo, sino el Padre solo. Porque como en los días de
Noé, así será el advenimiento del Hijo del hombre. Porque como en
los días que precedieron al Diluvio seguían comiendo y bebiendo,
casándose ellos y casando a ellas, hasta el día en que entró Noé en
el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio y llevóselos a
todos, así será también el advenimiento del Hijo del hombre.150
Entonces serán dos en el campo: uno es tomado y uno abandonado;
dos que molerán con la muela: una es tomada y una abandonada.”
6.26 ¡Velad! Parábola del lazo y el ladrón. (Mt 24, 42-44; Mc 13, 33; Lc
21, 34-36)
149
Esta frase está escrita por San Mateo, San Marcos y San Lucas empleando literalmente las
mismas palabras. Esta frase que es como una sentencia del que las pronuncia, está diciendo en
clave divina que las palabras del Jesús Hombre que oímos se quedan fijas en la eternidad
porque habla con la autoridad de Dios. Todo va a ocurrir como el lo ha dicho y porque el lo ha
dicho y esto no se puede dar en ningún otro ser humano, tenga el poder que tenga. Esto se da
solamente en el que es el Dios de los siglos. Nada es más verdad que la palabra del que es la
Palabra de Dios, Dios mismo hecho Hombre, que habla palabras divinas.
150
Amigo lector, Jesús vendrá otra vez al final del tiempo y lo veremos venir tal cual el lo dice.
Seguro que viene, seguro que lo veremos venir, estemos donde estemos.
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su propia
capacidad, y emprendió su viaje. Enseguida se fue el que había
recibido los cinco talentos, negoció con ellos y ganó otros cinco.
Asimismo, también el que había recibido los dos ganó otros dos.
Mas el que recibió uno se fue, cavó en la tierra y escondió el dinero
de su señor. Después de mucho tiempo llega el señor de aquellos
siervos y ajusta cuenta con ellos. Y llegándose el que había recibido
los cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: “Señor,
cinco talentos me entregaste; mira otros cinco talentos gané”. Díjole
su señor: “Bien, siervo bueno y fiel; en cosas pocas fuiste fiel, sobre
muchas te pondré: entra en el gozo de tu señor”. Y llegándose
también el que había recibido los dos talentos, dijo: “Señor, dos
talentos me entregaste; mira, otros dos talentos gané”. Díjole su
señor: “Bien, siervo bueno y fiel; en cosas pocas fuiste fiel, sobre
muchas te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Y llegándose
también el que había recibido un talento, dijo: “Señor, conocí que
eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y allegas de
donde no esparciste; y, receloso, me fui y escondí tu talento en la
tierra; ahí tienes lo tuyo”. Y respondiendo su señor, le dijo: “Siervo
malo y haragán, ¿sabías que cosecho donde no siembro y allego
donde no esparcí? Razón, pues, era que tú consignaras mis dineros
a los banqueros, y yo en llegando hubiera recobrado lo mío con
intereses. Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene los diez
talentos. Porque a todo el que tiene se le dará y andará sobrado,
mas el que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo
desaprovechado arrojadle a las tinieblas de allá fuera: allí será el
llanto y el rechinamiento de los dientes.”
6.30 El Juicio Final. (Mt 25, 31-46)
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Autobiografía de Jesucristo
6.31 Reunión del Sanhedrín y traición de Judas. (Mt 26, 1-5; Mt 26 14-
16; Mc 14, 1-2; Mc 14, 10-141; Lc 22, 1-6)
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Autobiografía de Jesucristo
fue a hablar con los príncipes de los sacerdotes y con los jefes de la policía, sobre
cómo me entregaría; y les dijo:
“¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?”
Oído esto, se alegraron, y se concertaron en que le darían treinta siclos. Y se
comprometió. Y desde entonces buscaba ocasión propicia de entregarme sin
tumulto.
Y se suscitó entre mis discípulos una rivalidad sobre quién de ellos era
considerado como el mayor. Mas Yo les dije:
“Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los
que ejercen el mando sobre ellas son apellidados bienhechores. Mas
vosotros no así; antes bien, el mayor entre vosotros hágase como el
menor; y el que manda como el que sirve. Pues ¿quién es mayor: el
que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es verdad que el que
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152
Quien perseverare durante toda una vida, con sus gozos y penas, al servicio del Rey de reyes
tiene asegurado la posesión de un trono para ser coronado como rey. Este es el último destino
del cristiano, ser rey con el Rey del Universo.
153
San Juan no encontrará otra palabra que defina mejor el amor de Cristo por los suyos. Decir
que “los amó hasta el extremo”, es decir que “los amó con locura”.
154
¿Quién me dará mayor ejemplo de humildad?, de esta virtud que tanto necesito. ¿Qué me
pedirás, Jesús de mi alma, que me resista a darte?
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Autobiografía de Jesucristo
Le respondí:
“Lo que Yo hago tú no lo sabes ahora, mas lo entenderás
después.”
Díjome Pedro:
“No lavarás mis pies nunca jamás.”
Respondí:
“Si no te lavo no tienes parte Conmigo.”
Contestó:
“Señor, no mis pies solamente, sino también las manos y la cabeza."
Mas Yo le dije:
“El que se ha bañado no necesita lavarse sino los pies; antes
bien está limpio todo. Y vosotros limpios estáis, aunque no todos.”
Esto dije porque conocía al que me entregaba; por esto dije: “No todos
estáis limpios”. Habiendo, pues, terminado de lavarle los pies, tomé mis
vestiduras y, puesto de nuevo a la mesa, les dije
“¿Entendéis qué es lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis “El Maestro” y “El Señor”, decís bien, pues lo soy. Si, pues,
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157
Amigo lector, sobre esta afirmación de Cristo hago la reflexión de lo que supone no tener la
oportunidad de nacer. Dios concede la vida como un don supremo, un don sagrado a no
disfrutar si por vivirla se llega al mayor pecado posible en un hombre, el pecado de Judas.
Fuera de esto, la vida se la merece hasta el más perverso de los hombres, porque por grande
que sea la miseria humana mayor es la Misericordia divina. ¿Qué demandará Dios a la mujer
que, voluntariamente, suspende la vida del ser humano que lleva en sus entrañas? ¿Qué
demandará Dios al facultativo que interviene en este nefando crimen? ¿Qué demandará Dios
al estadista que promueve leyes para privar a un incipiente hijo de Dios de la plenitud de su
ser? ¿Qué demandará Dios a una sociedad empapada de la sangre de mártires no nacidos?
Oirán, con eterna desesperación, los gritos que estos seres humanos profieren al ser
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Autobiografía de Jesucristo
Se miraban unos a otros perplejos por no saber de quien lo decía, y
comenzaron a discutir unos con otros sobre quién era de ellos el que me
entregara. Recostado estaba en mi seno Juan, el discípulo a quien Yo tanto
amaba, y hácele señas Simón Pedro para que me preguntase de quién se trataba.
Juan dejándose caer confiadamente sobre mi pecho, me dijo:
“Señor, ¿quién es?”
Le dije:
“Aquel a quien daré el bocado que voy a mojar.”
Mojando, pues, el bocado lo di a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el
bocado, en el mismo instante entró en él Satanás. Respondiendo Judas, dijo:
“¿Soy yo tal vez, Rabí?”
Le contesté:
“Tú lo has dicho. Lo que vas a hacer, date prisa en hacerlo.”
Los que estaban en la mesa no entendieron por qué se lo dije; pues
pensaban algunos que como Judas guardaba la bolsa, le decía Yo:
“Compra las cosas que tenemos necesidad para la fiesta”, o que diera algo
a los pobres. En habiendo, pues, tomado el bocado, se salió él inmediatamente.
Era ya de noche.
7.05 La Eucaristía. (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20; 1Cor 11,
23-26)
Esta era la noche en que iba a ser entregado. Comiendo con mis discípulos,
tomé un pan y habiendo pronunciado la bendición y dando gracias, lo partí y se
lo di a mis discípulos, diciendo:
“Tomad, comed: éste es mi cuerpo, que por vosotros es
entregado; haced esto en memoria de mí.”
Y asimismo habiendo tomado el cáliz, después de haber cenado, habiendo
dado gracias, se lo di diciendo:
“Bebed de él todos, porque ésta es mi sangre del Nuevo
Testamento, que por vosotros y por muchos es
derramada, para remisión de los pecados. Haced esto,
cuantas veces bebiereis, en memoria de mí.”158
succionados del vientre de la madre que no les quiere, oirán, permanentemente, los lamentos
del dolor de su muerte y abandono en un contenedor de basura. Para mí no hay otro pecado
mayor, porque se tortura hasta la muerte a un ser indefenso, empleando la premeditación y
alevosía de que es capaz una inteligencia humana manifiestamente perversa. No es
merecedor de la vida eterna quien, interrumpiendo con conocimiento de causa, el desarrollo
integral de un ser humano, le impide consumar la felicidad a la que estaba destinado.
158
Veo y gusto el pan y el vino, y a su vez oigo las palabras de quien dice que eso que veo y
gusto, el pan y el vino, es su Cuerpo y su Sangre. Miro al rostro de quien ha pronunciado estas
palabras y me encuentro con el rostro de mi Dios. Jesús manifiesta con solemnidad divina que
debo comerlo y beberlo en la forma y verdad que puedo hacerlo, cuando El, que es Dios, hace
posible que este pan y este vino sean verdadera, real y sustancialmente, su cuerpo, su sangre,
su alma y su divinidad. Toda la Fe que necesito para creer me ha sido dada con abundancia,
colmadamente. En mi mano está tener la voluntad y disposición para ejercerla con el supremo
amor con el que Cristo me lo demanda..
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Autobiografía de Jesucristo
Y bebieron de él todos.
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Autobiografía de Jesucristo
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Autobiografía de Jesucristo
“Nada.”
Y les dije:
“Mas ahora quien tenga bolsa tómela; asimismo también
alforja; y quien no tenga espada, venda su manto y cómprese una.
Porque os digo que tiene que cumplirse en mí esto que está escrito:
“Y fue contado entre los delincuentes”. Pues lo que a mí se refiere,
toca a su fin."
Ellos dijeron:
“Señor, mira, hay aquí dos espadas.”
Les dije:
“¡Basta ya!”
7.08 ¡Volveré! Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 14, 1-12)
161
Conocer a Cristo es conocer al Padre, ver a Cristo es ver al Padre. Llegar hasta el Padre solo
es posible a través de Cristo. Cristo es el único Camino, la única Verdad, la única Vida. Todas
las palabras de Cristo son palabras de Dios, están avaladas por sus obras. Ya, a la altura en la
que estamos de la lectura de esta Autobiografía, no se puede poner a prueba la razón, porque la
evidencia de que estamos ante un Ser singular no es cuestionable. Ahora, el siguiente paso, es
reflexionar sobre un misterio que transciende a la mente humana. Estamos contemplando y
oyendo palabras pronunciadas por boca humana que dicen verdades divinas, palabras en la
boca de Cristo que expresan con meridiana claridad una verdad palmaria, su Padre es Dios y
Él, que contemplamos Hombre, manifiesta que Ambos son dos Personas distintas pero tienen
una sola Naturaleza. Con el Espíritu son un solo Dios. Cristo se me muestra como Hombre, mis
sentidos lo reconocen con naturaleza humana, pero mi Fe, sin dejar de contemplar a un Hombre
como yo, contempla a su vez un Ser divino, mi único Dios, el Autor de la vida que me concede
vivir, mi último destino, la razón que justifica mi existencia en su existir.
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Autobiografía de Jesucristo
“En verdad, en verdad os digo: Quien cree en mí, las obras que
Yo hago, también él las hará, y mayores que éstas hará, porque Yo
voy al Padre. Y cualquier cosa que pidiereis en mi Nombre, eso
haré, para que sea glorificado el Padre en el Hijo. Si algo pidiereis
en mi nombre, Yo lo haré. Si me amareis, guardaréis mis
mandamientos; y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Valedor que
esté con vosotros perpetuamente: el Espíritu de la verdad, que el
mundo no puede recibir, porque no le ve ni conoce; vosotros le
conocéis, pues a vuestro lado permanece y en vosotros está. No os
dejaré huérfanos; vuelvo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo
ya más no me ve; pero vosotros me veréis, porque Yo vivo y
vosotros viviréis. En aquel día conoceréis vosotros que Yo estoy en
mi Padre, y vosotros en mí y Yo en vosotros. Quien tiene mis
mandamientos y los guarda, éste es el que me ama; y quien me
ama, será amado de mi Padre, y Yo también le amaré y me
manifestaré a él.”162
Díjome Judas, no el Iscariote:
“Señor, ¿y qué ha pasado, que vas a manifestarte a nosotros y no al
mundo?”
Le respondí:
“Si alguno me amare, guardará mi palabra, y mi Padre le
amará, y a él vendremos y en él haremos mansión.163 Quien no me
ama no guarda mis palabras. Y la palabra que oís no es mía, sino
del Padre, que me ha enviado.”
7.10 Vuelvo a prometerles el Consolador. (Mt 26, 30; Mc 14, 26; Lc 22,
162
Amigo lector, el mundo no puede entender estas palabras, sin embargo en ellas está la
suprema felicidad a la que aspira el hombre de todos los tiempos. Creer en Cristo es estar en
disposición de hacer las mismas obras que el hace, es asegurar que, en su Nombre, todo lo
bueno que pidamos al Padre nos será dado. Creer en Jesucristo es ser destinatario del Espíritu
que vive en cada cristiano para hacerle feliz con la íntima revelación de una verdad singular y
bienaventurada, la hermosa verdad de que Cristo está en el Padre, que nosotros estamos en
Cristo y Cristo en nosotros. En el amor contemplaremos a Jesús ya en esta vida.
163
Guardar la palabra de Cristo y vivir en consecuencia de este amor que decimos profesar,
supone ser habitáculo de la divinidad. El Dios que no cabe en el universo se digna habitar, con
toda su plenitud, en el alma y en el cuerpo de una criatura que ama a su Creador, a su
Redentor.
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Autobiografía de Jesucristo
39 Jn 14, 25-31)
“Estas cosas os he hablado estando con vosotros; mas el
Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi Nombre, el
os enseñará todas las cosas que os dije Yo. La Paz os dejo, la Paz
mía os doy.164 No se conturbe vuestro corazón, ni se acobarde.
Oísteis que Yo os dije: “Me voy y volveré a vosotros”. Si me amaseis,
os holgaríais de que voy al Padre, pues el Padre es mayor que Yo. Y
ahora os lo he dicho antes de que suceda, para que, cuando
sucediere, creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque
viene el príncipe de este mundo; mas en mí no tiene nada; pero
menester es conozca el mundo que amo al Padre, y que, como me lo
mandó el Padre, así lo hago. Levantaos, vamos de aquí.”
Y cantando los himnos, salimos al monte de los Olivos.
7.11 La Vid y los sarmientos. (Mt 26, 31; Mc 14,27; Jn 15, 1-11)
164
El Espíritu del Padre y del Hijo, que habita en nuestra alma, si así lo queremos, nos enseñará
la ciencia de Cristo, este conocer al Autor de la Vida que es también el Autor de la Paz, de la
verdadera Paz.
165
¿Quién no entiende éstas palabras? Conocer a Cristo, amarle, es vivir de el, en el, con el y
para Él. ¿Quién puede meditar estas palabras y no rendirle el corazón a Jesucristo? ¿Por qué la
Luz, la Verdad y la Vida que son estas mismas palabras no son aceptadas por el mundo? ¡Qué
misterio de ingratitud se da en el hombre!
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ORACION SACERDOTAL
7.17 Ruego por mí. (Jn 17, 1-5)
Estas cosas hablé, y alzando los ojos al cielo, dije:
“Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo
te glorifique a Ti; según que le diste el señorío sobre toda carne,
para que a todos los que les has dado, a éstos de vida eterna. Y esta
es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el solo Dios verdadero, y a
quien enviaste, Jesucristo. Yo te glorifiqué sobre la tierra,
consumando la obra que Tú me has encomendado hacer; y ahora
glorifícame Tú, Padre, cabe Ti mismo con la gloria que cabe Ti Yo
tenía antes que el mundo fuese.”
7.18 Ruego por mis discípulos. (Jn 17, 6-19)
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Autobiografía de Jesucristo
7.19 Ruego por mi Iglesia futura. (Jn 17, 20-26)
“No ruego por éstos solamente sino también por los que crean
en mí por medio de su palabra; que todos sean uno; como Tú,
Padre, en mí y Yo en Ti, que también ellos en Nosotros sean uno,
para que el mundo crea que Tú me enviaste. Y Yo les he comunicado
la gloria que Tú me has dado, para que sean uno como Nosotros
somos Uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la
unidad: para que conozca el mundo que Tú me enviaste y les
amaste a ellos como me amaste a mí. Padre, los que me has dado,
quiero que, donde estoy Yo, también ellos estén Conmigo, para que
contemplen mi gloria que me has dado,
porque me amaste antes de la creación del mundo. Padre Justo; y el
mundo no te conoció. Mas Yo te conocí; y éstos también conocieron
que Tú me enviaste. Y Yo les manifesté tu nombre, y se lo
manifestaré. Para que el amor con que me amaste sea en ellos, ¡y
Yo en ellos!”172
172
Esto está escrito para nosotros, para los hombres y mujeres de mi tiempo, para todas las
generaciones posibles.
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Autobiografía de Jesucristo
173
En virtud de su divinidad, el conocimiento pretérito de los infames hechos que se le vienen
encima a Cristo, pone a prueba la naturaleza humana de un Hombre que tiene sentimientos
como tú y como yo, amigo lector. De cara al final de su vida en este mundo, el que se nos ha
mostrado como Dios se manifiesta con patética evidencia que es Hombre y Hombre que no
quiere sufrir. Bien conoce como Dios e incluso como Hombre que es necesario padecer la
Pasión que le espera, pero lo que nosotros apreciamos es un Hombre en suprema depresión,
tanta como para hacerle sudar sangre, con un miedo pavoroso e indescriptible. La infinita
amargura con la que se muestra la humanidad de Jesús nos secuestra la razón para interpretar
el por qué de este misterio y en un acto de compasión de quien adora a su Señor solo le cabe
acompañarlo como el perro acompaña a su Amo hasta la muerte. No comprendo nada, solo
dispongo mi alma para unirme a este Jesús de quien recibo la existencia, no entro en las causas
que motivan tanto horror en un Hombre, aunque intuyo que mi miserable vida algo tiene que ver
con tanta pena. Amigo lector, ahora toca reflexionar sobre la Pasión de nuestro Dios.
Dispongámonos a contemplar cómo los hombres matamos al Autor de la Vida, porque esto que
leemos se ha consumado en el tiempo, en el espacio, en nuestra historia.
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Autobiografía de Jesucristo
Vine a mis discípulos y los hallé durmiendo y le dije a Pedro:
“¡Simón! ¿Duermes? ¿Así no pudiste velar una hora Conmigo?
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu, si, está
animoso, mas la carne es flaca.”
Y de nuevo me retiré y me puse a orar otra vez, repitiendo las mismas
palabras:
“Padre mío, si no es posible que pase este cáliz sin que Yo lo
beba, hágase tu voluntad.”
Y viniendo otra vez, los hallé durmiendo, porque estaban sus ojos cargados,
no sabían qué responderme. Y habiéndoles dejado, me retiré de nuevo y oré por
tercera vez, repitiendo de nuevo las mismas palabras. Venido del cielo se llegó a
mí un ángel que me confortaba. Vine en agonía, orando más intensamente y un
sudor como grumos de sangre caía de mí al suelo. Me levanté de la oración y vine
por tercera vez a mis discípulos y los hallé durmiendo por efecto de la tristeza. Y
les dije:
“Ya por mí, dormid y descansad…¿Cómo, dormís? ¡Ea! Ya está:
llegó la hora; he aquí que es entregado el Hijo del hombre en manos
de pecadores. Levantaos, vamos: mirad que está aquí cerca el que
me entrega.”
8.02 Se consuma la traición. El prendimiento. (Mt 26, 47-57; Mc 14,
43-53; Lc 22, 47-54; Jn 18, 3; Jn 18, 12-13))
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Autobiografía de Jesucristo
“Yo soy.”
Ya Judas estaba con la turba y al decirles “Yo soy”, retrocedieron y cayeron
a tierra. De nuevo, pues, les pregunté:
“¿A quién buscáis?”
Y ellos respondieron:
“A Jesús de Nazaret.”
Les dije.
“Os dije que Yo soy. Si, pues, me buscáis a mí, dejad marchar a
éstos.”
Para que se cumpliera la palabra que dije: “De cuantos me diste no he
perdido a nadie”. Entonces, acercándose, echaron manos sobre mí y me
sujetaron. Mis discípulos viendo lo que iba a pasar, dijeron:
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Autobiografía de Jesucristo
“Señor, ¿herimos con la espada?”
Y Simón Pedro, alargando la mano, desenvainó su espada, e hiriendo al
siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja derecha. El nombre del siervo era
Malco.
Intervine y dije:
“Dejadle, no haya más.”
Y tocando la oreja de Malco le sané. Y dije a Pedro:
“Vuelve la espada a su lugar, porque todos los que empuñan
espada, por espada perecerán. ¿O piensas que no puedo rogar a mi
Padre, y pondrá ahora mismo, a mi disposición, más de doce
legiones de ángeles? El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo he de
beber? ¿Cómo pues, se cumplirán las Escrituras, que dicen ha de
suceder así?”
Y dirigiéndome entonces a los que habían venido contra mí, sumos
sacerdotes y jefes de la policía del Templo y ancianos les dije:
“¡Como contra un salteador habéis salido con espadas y
bastones a prenderme! Cada día estaba y me sentaba con vosotros
en el Templo enseñando, y no extendisteis las manos sobre mí para
prenderme. Mas todo esto ha pasado para que se cumplan las
Escrituras de los Profetas. Pero esta es vuestra hora y el poder de
las tinieblas.”
La cohorte, pues, el tribuno y los satélites me prendieron y me ataron.
Entonces mis discípulos todos, abandonándome, huyeron.
Un cierto joven me seguía, envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo
y le detienen; mas él, soltando la sábana, desnudo, se escapó.
Me llevaron primeramente ante Anás, pues era suegro de Caifás, que era
pontífice aquel año. Era Caifás quien había dado a los judíos aquel consejo:
“Conviene
que muera un hombre solo por el pueblo”. Ya ante Anás, me interrogó acerca de
mis discípulos y de mi doctrina. Le respondí:
“Yo he hablado públicamente al mundo; Yo siempre enseñé en
la sinagoga y en el Templo, a donde concurren todos los judíos, y a
escondidas no hablé nada. ¿Por qué me interrogáis a mí? Interroga
a los que han oído lo que le hablé; mira, esos saben lo que dije Yo.”
Y en habiendo dicho esto, uno de los satélites allí presentes me dio un
bastonazo en la cara, diciendo:
“¿Así respondes al pontífice?”
Yo le dije:
“Si hablé mal, da testimonio de lo malo. Mas si bien, ¿por qué
me hieres?”
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Autobiografía de Jesucristo
8.04 Ante Caifás. Ultrajes. (Jn 18, 24; Mt 26, 57-68; Mc 14, 53-65)
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Autobiografía de Jesucristo
Y ni aun así era acorde su testimonio. Y levantándose el sumo sacerdote y
adelantándose al medio, me interrogó, diciendo:
“¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos testifican contra Ti?”
Mas Yo, manteniéndome callado, no respondí nada. De nuevo el sumo
sacerdote me interrogó diciendo:
“¡Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios Bendito!”
Le contesté:
“Tú lo dijiste: Yo soy; empero, os digo que a partir de ahora
veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo
sobre las nubes del cielo.”
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
“¡Blasfemó!; ¿qué necesidad tenemos ya de testigos? Oísteis la blasfemia.
¿Qué os parece?”
Todos ellos me condenaron, diciendo:
“¡Reo es de muerte!”
Entonces comenzaron algunos a escupirme en el rostro, a darme puñadas y
bofetadas. Y los hombres que me tenían aprisionado me escarnecían hiriéndome.
Y habiéndome envuelto el rostro con un velo, me golpeaban con los puños y me
preguntaban diciendo:
“Profetízanos, Mesías, ¿quién es el que te dio?”
Y otras muchas cosas insultantes decían contra mí.
8.05 La negación de Pedro. (Mt 26, 58; Mt 26, 69-75; Mc 14, 54; Mc 14,
66-72; Lc 22, 54-62; Jn 18, 15-27)
Pedro desde lejos iba siguiéndome, y con él iba Juan. Juan era conocido del
sumo sacerdote y entró junto Conmigo en el atrio de Caifás; mas Pedro se quedó
fuera a la puerta. Saliendo Juan, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. Y en
esto, dijo a Pedro la muchacha portera:
“¿Por ventura también tú eres de los discípulos de ese hombre?”
Dijo él:
“No lo soy.”
Estaban allí los siervos y los gendarmes, que habían hecho fuego en medio
del atrio, porque hacía frío y justos alrededor del fuego se calentaban; estábase
también Pedro entre ellos calentándose. Habiéndose
sentado Pedro, se le acercó una de las muchachas del sumo sacerdote, y como vio
a Pedro calentándose, mirándole fijamente, le dice:
“También tú andabas con el Nazareno, ese Jesús.”
Y vuelta a los demás decía:
“También este andaba con él.”
Pedro lo negó delante de todos, diciendo:
“No le conozco, mujer, ni sé ni entiendo qué es lo que tú dices.”
Salió fuera del vestíbulo, y un gallo cantó. Como hubiere salido al portal, le
vio otra muchacha y dijo a los que allí habían:
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Autobiografía de Jesucristo
“Este andaba con Jesús el Nazareno.”
La muchacha portera comenzó de nuevo a decir a los presentes:
“Este es de ellos.”
Pedro otra vez negaba y saliendo al atrio, de pie, de nuevo se calentaba.
Dícenle, pues:
“¿Qué? ¿También tú eres de sus discípulos?”
Y me negó con juramento diciendo:
“No lo soy. No conozco tal hombre.”
Otro, viéndole, dijo:
“También tú eres de ellos.”
Mas Pedro dijo:
“¡Hombre!, no lo soy.”
Habiendo pasado cosa de una hora se acercaron los presentes a Pedro que
le volvieron a decir:
“Verdaderamente, también tú eres de ellos. Pues tu modo de hablar te
delata, porque eres galileo.”
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Autobiografía de Jesucristo
8.06 Al amanecer, ante el Sanhedrín. (Mt 27, 1-2; Mc 15, 1; Lc 22, 66-
71; Lc 23, 1)
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Autobiografía de Jesucristo
Llegado el amanecer, se reunió en junta el senado del pueblo y sumos
sacerdotes y escribas, tomando consejo contra mí al efecto de darme muerte. Me
llevaron a su Sanhedrín y dijeron:
“Si Tú eres el Mesías, dínoslo.”
Contesté:
“Si os lo dijere, no me creeréis; y si, por otra parte, os
interrogare, no me responderéis. No obstante, a partir de ahora
estará el Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder de Dios.”
Dijeron todos:
“¿Conque Tú eres el Hijo de Dios?”
Les dije:
“Vosotros lo decís; Yo soy.”
Ellos dijeron:
“¿A qué necesitamos ya de testimonios? Pues nosotros mismos lo oímos de
su propia boca.”
Y levantándose toda la muchedumbre de ellos, me ataron y me entregaron
a Poncio Pilatos, el gobernador.
Fue entonces cuando Judas, el que me entregó, viendo que Yo había sido
sentenciado a muerte, arrepentido, devolvió a los sumos sacerdotes y a los
ancianos los treinta siclos, diciendo:
“Pequé entregando sangre inocente.”
Pero ellos le dijeron:
“¿A nosotros qué? Allá tú.”
Y arrojando en el santuario los siclos, se retiró, y, marchándose de allí, se
ahorcó, y habiendo caído de cabeza, reventó por medio y se le salieron todas las
entrañas. Los sumos sacerdotes, tomando los siclos, dijeron:
“No es lícito echarlos en el arca de las ofrendas, pues es precio de sangre.”
Y habiendo consejo, compraron con ellos el campo del alfarero para
sepultura de los forasteros. Judas, pues, adquirió un campo con el salario de su
iniquidad. Y se hizo notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de suerte que
aquel campo fue llamado en su propia lengua “Hakeldamakh”, esto es, “Campo
de sangre”. Entonces se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías, que dice:
“Y tomaron los treinta siclos, tasa del que fue puesto a precio, del que
pusieron a precio los hijos de Israel. Y los destinaron para el campo del
alfarero, según que me ordenó el Señor.” (Jer. 32, 6-9; Zac. 11, 13).
8.08 Presentación ante Pilatos. (Jn 18, 28-38; Lc 23, 2-7; Mt 27, 11; Mc
15, 2)
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Autobiografía de Jesucristo
Respondieron y le dijeron:
“Si éste no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado.”
Díceles, pues, Pilatos:
“Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley.”
Dijéronle, pues, los judíos:
“A nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie.”
Se cumpliría la palabra que Yo dije, significando de qué muerte había de
morir. Comenzaron a acusarme, diciendo:
“A Éste hemos hallado amotinando nuestra gente, y prohibiendo dar
tributo al César y diciendo que es el Mesías Rey.”
Entró, pues, Pilatos otra vez en el pretorio y me llamó. Comparecí delante
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Autobiografía de Jesucristo
de él y me interrogó diciendo:
“¿Tú eres el Rey de los judíos?”
Respondí:
“¿De ti mismo dices tú esto, o bien otros te lo dijeron de mí?”
Contestó Pilatos:
“¿Por ventura soy yo judío? Tu nación y los pontífices te entregaron a mí;
¿qué hiciste?”
Le dije:
“Mi Reino no es de éste mundo. Si de éste mundo fuera mi
Reino, mis ministros lucharían para que Yo no fuera entregado a
los judíos. Mas ahora mi Reino no es de aquí.”
Díjome, pues, Pilatos:
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Autobiografía de Jesucristo
“¿Luego Rey eres Tú?”
Respondí:
“Tú lo dices: Yo soy Rey, Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para dar testimonio a favor de la verdad. Todo el
que es de la verdad oye mi voz.”
Dice Pilatos:
“¿Qué es verdad?”
Dicho esto, de nuevo salió a los judíos, y dijo a los sumos sacerdotes y a las
turbas:
“Yo no hallo en este hombre delito alguno.”
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Autobiografía de Jesucristo
“¿No respondes nada? ¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?”
Pero Yo no respondí ya nada más, ni una sola palabra, hasta el punto de
maravillarse Pilatos en extremo. Ellos insistían con fuerza, diciendo:
“Amotina al pueblo, enseñando por toda la Judea y habiendo comenzado
por Galilea ha llegado hasta acá.”
Pilatos, como lo oyese, preguntó si Yo era galileo. Y entendiendo que era de
la jurisdicción de Herodes, me remitió a Herodes, que estaba también en
Jerusalén por aquellos días.
8.10 Ante Herodes. (Lc 23, 8-12)
Herodes, cuando me vio, se regocijó en extremo; porque desde hacía mucho
tiempo estaba deseoso de verme, pues había oído decir muchas cosas de mí, y
esperaba verme hacer algún prodigio. Y me preguntaba con mucha palabrería.
Mas Yo no respondí nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas
acusándome con ahínco. Herodes menospreció mi Persona, juntamente con su
cuerpo de guardia, y haciendo burla de mí, me vistió un ropaje luciente y me
remitió a Pilatos. Hiciéronse amigos uno de otro, Herodes y Pilatos, aquel día,
pues antes eran enemigos entre sí.
8.11 De nuevo comparezco ante Pilatos. (Lc 23, 13-23; Mt 27, 15-23;
Mc 15, 6-14; )
Pilatos, habiendo convocado a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
les dijo:
“Me presentasteis a éste hombre como amotinador del pueblo, y he aquí
que yo, habiéndole interrogado delante de vosotros, no hallé en este hombre
ninguno de los delitos de que le acusáis. Pero ni Herodes tampoco, pues lo
remitió a nosotros; y he aquí que nada digno de muerte se le ha probado. Le
castigaré, pues, y le soltaré.”
Al oír éstas palabras los sumos sacerdotes, escribas y ancianos del pueblo,
crispados, pedían mi muerte con ahínco. Pilatos recordó que cada año, por la
Fiesta, tenía necesidad de soltarles en gracia del pueblo un preso, el que ellos
demandasen.
Tenían entonces un preso notable, un salteador llamado Barrabás, el cual
estaba en prisión junto con los amotinados, que en el motín habían perpetrado
un homicidio. Y les dijo Pilatos:
“Es costumbre vuestra que yo suelte un preso por la Pascua; ¿queréis,
pues, que os suelte al Rey de los judíos?”
Pilatos conocía que por envidia me habían entregado los sumos sacerdotes,
por ello se dirigió a la turba proponiéndome a mí por Barrabás.
En esto, Pilatos que estaba sentado en el tribunal, recibió un recado de su
mujer que decía:
“No te metas con ese Justo, porque he sufrido mucho hoy en sueños con
motivo de El.”
En este inciso, los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron e incitaron
a las turbas para que demandasen a Barrabás y a mí me hiciesen perecer.
Volviendo a tomar la palabra el gobernador, les dijo:
“¿A quién de los dos queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, el
llamado Mesías?”
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Autobiografía de Jesucristo
Levantaron el grito, toda la muchedumbre a una, diciendo:
“¡Quita de en medio a Éste y suéltanos a Barrabás!”
De nuevo les habló Pilatos, porque deseaba soltarme:
“¿Qué haré, pues, de Jesús, el llamado Mesías, que llamáis Rey de los
judíos?”
Ellos, todos, de nuevo gritaron:
“¡Crucifícale, crucifícale!”
Por tercera vez les dijo Pilatos:
“Pues ¿qué mal ha hecho Éste? Ningún delito digno de muerte hallé en El.
Así que, después de haberle castigado, le soltaré.”
Pero ellos instaban y más gritaban:
“¡¡Crucifícale!!”
8.12 Me flagelaron y coronaron de espinas. (Lc 23, 23-25; Mt 27, 26-
30; Mc 15, 15-18; Jn 19, 1-3)
Sus voces se hacían más violentas. Pilatos, pues, queriendo dar satisfacción
a la turba, dio orden de que se efectuase su demanda. Soltó al que demandaban,
al que por motín y homicidio había sido echado en la cárcel. Después, Pilatos
ordenó que me azotasen.
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8.14 Hijo de Dios. (Jn 19, 8-16; Mt 27, 24-26; Mc 15, 15; Lc 23, 24-25))
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Mas yo no le di respuesta. Díjome, pues, Pilatos:
“¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y tengo
potestad para crucificarte?”
Le respondí:
“No tuvieras potestad alguna contra mí si no te hubiere sido
dada de arriba. Por eso quien me entregó a ti, mayor pecado tiene.”
Oídas éstas palabras y a consecuencia de ellas, Pilatos pretendía librarme.
Pero los judíos gritaban diciendo:
“¡Si sueltas a éste, no eres amigo del César, pues todo el que se hace Rey se
declara contra el César!”
Pilatos, pues, oídas éstas razones, me sacó afuera, se sentó en el tribunal, en
el lugar llamado Litóstroto (o “Embaldosado”), y en arameo Gabbatha (o
“Altura”). Era la Paresceve (o “Preparación”) de la Pascua, la hora cerca de la
sexta, y dice a los judíos:
“Ved ahí vuestro Rey.”
Gritaron, pues, ellos:
“¡Quita, quita; crucifícale!”
Díceles Pilatos:
“¿A vuestro Rey he de crucificar?”
Respondieron los pontífices:
“No tenemos Rey, sino César.”
Viendo Pilatos que nada aprovechaba, antes bien se promovía alboroto,
tomando agua, se lavó las manos en presencia de la muchedumbre, diciendo:
“Soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros lo veréis.”
Y respondiendo todo el pueblo dijo:
174
“¡Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
Entonces Pilatos, dando satisfacción a la turba, dio orden de que se
efectuase su demanda. Y me entregó a la voluntad de los judíos para que fuera
crucificado.
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Autobiografía de Jesucristo
Este título, pues, leyéronlo muchos de los judíos, pues estaba cerca de la
ciudad el lugar donde fui crucificado, y estaba escrito en hebreo, en latín y en
griego.
Decían, pues, a Pilatos los sumos sacerdotes de los judíos:
“No escribas: “El Rey de los judíos”, sino que “Él dijo: Rey soy de los
judíos.”
Respondió Pilatos:
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“Lo que he escrito, escrito está.”
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Elegido, baje ahora de la Cruz, para que lo veamos y creamos. Baje ahora de la
Cruz y nos comprometemos a creer en El. Ha puesto en Dios su confianza:
líbrele ahora, si de verdad le quiere, como dijo: “De Dios soy Hijo.”
Burlábanse de mí también los soldados, que acercándose me ofrecieron
vinagre, diciendo:
“Si Tú eres el Rey de los judíos, sálvate a Ti mismo.”
También los que habían sido crucificados Conmigo me ultrajaban. Uno de
ellos que estaba colgado me insultaba diciendo:
“¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros”
Mas el otro, respondiendo, le reconvenía, diciendo:
“¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros, a la
verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos;
mas Éste nada inconveniente ha hecho.”
Y me decía:
“¡Jesús, acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu
175
realeza!”
Yo le dije:
“En verdad te digo que hoy estarás Conmigo en el Paraíso.”176
Estaban junto a mí, crucificado, mi Madre y la hermana de mi Madre,
María de Cleofás, y María Magdalena. Viendo a mi Madre, y junto a ella al
discípulo a quien Yo tanto amaba, Juan, le dije:
“Mujer, he ahí a tu hijo.”177
Luego dije a Juan:
“He ahí a tu Madre.”178
Y desde aquella hora Juan la tomó en su compañía.
Llegó la hora sexta y se produjeron tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora nona, habiendo faltado el sol. Y hacia la hora nona clamé con gran voz:
“¡Eloí, Eloí, ¿Lamá sabaktaní?!” “¡Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me desamparaste?!”
Algunos de los que allí estaban al oírme decían:
“Mira, a Elías llama.”
Después de esto, ya sabiendo que todas las cosas estaban cumplidas, para
que se cumpliera la Escritura dije:
“Tengo sed.”
Había allí una vasija llena de vinagre; al punto, tomando, pues, uno una
esponja empapada en el vinagre y clavándola en una caña de
hisopo, me la acercaron a la boca para darme de beber. Mas los demás decían:
“Deja, veamos si viene Elías a salvarle.”
Cuando, pues, hube tomado el vinagre, dije:
175
Un pecador, ¿qué más puede pedir?
176
¿Qué más se puede dar?
177
Madre, también nosotros somos hijos tuyos.
178
Dios mío, no pido más.
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“Consumado está.”
Y clamando con voz poderosa dije:
“¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!”179
Y dicho esto, incliné la cabeza y entregué el Espíritu a mi Padre.
8.16 Mis amigos a distancia. El costado abierto. (Mt 27, 51-56; Mc 15,
39-41; Lc 23, 45-49; Jn 19, 31-37)
179
Expira el Autor de la vida sin consuelo y abandonado por su Padre Dios. Tanto amó Dios a
los hombres que entrega al Hijo de sus divinas entrañas en manos de estos mismos hombres
que le dan tan espeluznante muerte. ¿Qué locura es ésta? ¿Quién pude comprenderte, Padre
mío? Nos has hecho deudores de tu amor infinito. La eternidad amándote, con toda el alma, no
paga la suprema gratitud con la que debo adorarte en amor.
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Y viendo el centurión, que allí estaba de pie frente a mí, y los que con él
estaban guardándome, el temblor y las cosas que pasaban y la manera con que
Yo expiré se amedrentaron terriblemente y glorificando a Dios decían:
“¡Realmente este hombre era justo, verdaderamente Hijo de
Dios era Este!”
Y todas las turbas allí reunidas para este espectáculo, considerando las
cosas que habían acaecido, se volvían golpeando los pechos.
Estaban allí mirando a bastante distancia todos mis conocidos y las mujeres
que me habían seguido desde Galilea sirviéndome; entre las cuales estaba María
Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, Salomé y María la
madre de los hijos del Zebedeo, y otras muchas, que habían subido Conmigo a
Jerusalén.
Los judíos, pues, como era Paresceve, a fin de que no quedasen los cuerpos
el sábado en la Cruz, pues era grande el día de aquel sábado, rogaron a Pilatos
que se nos quebrantasen las piernas y fuéramos quitados.
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Vinieron, pues, los soldados, y al primero quebrantaron las piernas y luego
al otro que había sido crucificado Conmigo conjuntamente. Mas a mí, cuando
vinieron, como me vieron ya muerto, no me quebrantaron las piernas, sino que
uno de los soldados con una lanza me traspasó el costado, y al punto salió sangre
y agua. Juan, mi discípulo amado, que lo vio lo ha testificado, y su testimonio es
verídico, y Juan sabe que dice verdad, para que también tú creas. Pues
acontecieron estas cosas para que se cumpliese la Escritura: “No le será
quebrantado hueso alguno”. Y también otra Escritura: “Verán al que
traspasaron”.
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llamar al centurión, otorgó mi cadáver a José.
Vino también Nicodemo, el que la primera vez había venido a mí de noche,
trayendo una mixtura de mirra y de áloe, como cien libras. Me descolgaron de la
Cruz, me pusieron en los brazos de mi bendita Madre y me envolvieron en una
Sábana limpia que José había comprado y me ataron con lienzos junto con
perfumes, según era costumbre entre los judíos sepultar.
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“Señor, hemos recordado que aquel embaucador, viviendo aún, dijo:
“Después de tres días resucito”. Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro
hasta el día tercero, no suceda que viniendo sus discípulos lo hurten y digan al
pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y sea el último engaño peor que el
primero.”
Pilatos les dijo:
“Ahí tenéis guardia: id y aseguradle como sabéis.”
Ellos fueron y aseguraron bien el sepulcro, tras de sellar la losa, poniendo
guardia.
CAPITULO IX RESURRECCION,
GLORIFICACION Y VUELTA A MI PADRE
9.01 El sepulcro vacío. (Mt 28, 1-8; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-9; Jn 20, 1-2)
Y pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé
compraron perfumes con el fin de ir a ungirme. Cuando alboreaba el primer día
de la semana, muy de madrugada, estando oscuro todavía, vinieron al
monumento llevando consigo los aromas que habían preparado. Y se decían unas
a otras:
“¿Quién nos correrá la losa de la entrada del monumento?”
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y ser crucificado y al tercer día resucitar.”
Y ellas se acordaron de mis palabras. Siguió el ángel:
“Venid, ved el lugar donde pusieron al Señor. Pero id marchando a toda
prisa y decid a sus discípulos, y a Pedro, que resucitó de entre los muertos, y he
aquí que se os adelanta en ir a Galilea; allí le veréis, conforme os dijo. Conque
os lo tengo dicho.”
Y saliendo, huyeron del monumento a toda prisa, pues se había apoderado
de ellas, temblor y estupor, y a nadie dijeron nada, porque tenían miedo. Mas,
luego, repuestas del sobresalto, con grande gozo corrieron a dar la nueva a los
discípulos.
9.02 Pedro y Juan van al sepulcro. (Lc 24, 12; Jn 20, 3-10)
Salieron, pues, Pedro y Juan dirigiéndose al sepulcro. Corrían los dos a una,
mas Juan como corría más aprisa que Pedro, le pasó delante, y llegó primero al
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sepulcro; y
habiéndose agachado, vio los lienzos por el suelo, con todo no entró. Llega, pues,
también Simón Pedro en pos de él y entró en el sepulcro, y contempló los lienzos
por el suelo, y además el sudario, que había estado sobre mi cabeza, no por el
suelo con los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces, pues, entró
también Juan, vio y creyó; pues todavía no conocían la Escritura, “que debía
resucitar de entre los muertos”. Volviéronse, pues, Pedro y Juan a donde
posaban, admirándose de lo acaecido.
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Ella, volviéndose a mí, dijo:
“¡Rabbuní, Maestro mío!”
Le dije:
“Suéltame -que todavía no he subido al Padre- mas ve a mis
hermanos y diles: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y
vuestro Dios.”
Fue María Magdalena a dar la nueva a los discípulos que estaban afligidos y
lloraban:
“¡He visto al Señor y me ha dicho esto y esto!”
Pero ellos, oyendo decir que Yo vivía y que había sido visto por ella, no lo
creyeron.
9.04 A las mujeres que tanto me querían. (Mt 28, 8-10; Mc 16, 8-11;
Lc 24, 9-11)
María y Juana y María la de Santiago y las demás que iban con ellas, volvían
del sepulcro. De pronto les salí al encuentro, diciéndoles:
“¡Dios os guarde!”
Ellas, llegándose, se abrazaron a mis pies y me adoraron. Entonces les dije:
“No temáis: id, anunciad a mis hermanos que se vayan a
Galilea, y allí me verán.”
Ellas, a toda prisa fueron a anunciar todas estas cosas a los Once y a todos
los demás. Y parecieron a sus ojos como delirio estas palabras, y no las creyeron.
Tras esto, aquel mismo día, dos de mis discípulos iban de camino a una
aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén ciento sesenta estadios. Iban
cerca de ti y de mí. No se dejará ver pero, seguro, que si le buscamos le oiremos aunque sea en
el bullicio de la calle, en el ordinario vivir de nuestra vida, sin espectáculo, con la sencillez del
corazón de un niño que oye lo que no oyen los adultos.
181
¡Testigos dormidos! Esta es la “brillante” coartada de un espíritu perverso que todavía
subsiste en el corazón de los hombres que no te quieren, Cristo mío Jesús de mi alma.
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conversando entre sí sobre todos éstos acontecimientos. Y sucedió que mientras
ellos conversaban y discutían, Yo mismo me aparecí en diferente figura y
acercándome caminaba con ellos. Pero sus ojos, inhibidos, no estaban en
disposición de reconocerme. Les dije:
“¿Qué pláticas son esas que cambiáis entre vosotros mientras vais
caminando? Parece que andáis tristes.”
Y tomando la palabra uno de ellos, llamado Cleopás, me dijo:
“¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no te enteraste de las cosas
que éstos días ocurrieron en la ciudad?”
Yo les dije:
“¿Cuáles?”
Ellos me dijeron:
“Las de Jesús de Nazaret, que fue un Profeta poderoso en obra y en
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palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron nuestros
sumos sacerdotes y magistrados para que fuese condenado a muerte, y le
crucificaron. Nosotros esperábamos que el era el que había de liberar a Israel.
Pero, con todo esto, éste es ya el tercer día desde que estas cosas ocurrieron.
Verdad es que algunas mujeres de las que están con nosotros nos
sobresaltaron; las cuales estuvieron muy de mañana en el monumento, y no
habiendo hallado el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que hasta visión de
ángeles habían visto, los cuales aseguran que el vive. Y fueron algunos de los
nuestros al monumento, y hallaron las cosas como las mujeres habían dicho.
Mas a el no le vieron.”
Yo les dije:
“¡Oh insensatos y lerdos de corazón para creer en todo lo que
dijeron los profetas! ¿Por ventura no era necesario que estas cosas
padeciese el Mesías y así entrase en su gloria?”
Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les fui
interpretando en todas las Escrituras lo que a mí se refería. Y llegados cerca de la
aldea a donde se dirigían, hice ademán de seguir adelante. Mas ellos me hicieron
fuerza, diciéndome:
“Quédate con nosotros, pues atardece y el día ya reclinó.”
Y entré a quedarme con ellos. Y acaeció que, puesto a la mesa con ellos,
tomando el pan lo bendije, y después de partirlo se lo di. A ellos se le abrieron los
ojos y me reconocieron; mas Yo me hice insensible a sus ojos.
Dijéronse entonces el uno al otro:
“¿¡Por ventura nuestro corazón no estaba que ardía dentro de nosotros
cuando el nos hablaba en el camino, cuando nos habría el sentido de las
Escrituras!?”
Y levantándose, a la misma hora se volvieron a Jerusalén, y hallaron
reunidos a los Once y a sus compañeros que decían:
“¡Realmente resucitó el Señor y se apareció a Simón!”
Y ellos a su vez referían lo acaecido en el camino y como le reconocieron en
la fracción del pan. Y ni a ellos creyeron.
9.06 A mis Apóstoles y discípulos reunidos. (Mc 16, 14; Lc 24, 36-45;
Jn 20, 19-23)
Estando ellos diciendo estas cosas, siendo, pues, tarde aquel día, primero de
la semana, estando a la mesa sentados los Once con otros discípulos, y estando
cerradas, por miedo a los judíos, las puertas de la casa, vine y me presenté en
medio de ellos diciéndoles:
“Paz sea con vosotros.”
Sobresaltados y despavoridos, creían ver un espíritu. Y les dije:
“¿Por qué estáis conturbados?, y ¿por qué se levanta ese vaivén
de pensamientos en vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies,
que Yo mismo soy, palpadme, y ved que un espíritu no tiene carne y
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Y esto diciendo, les mostré las manos y los pies y el costado; y les eché en
cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que me
habían visto resucitado de entre los muertos. Como todavía no acabasen de creer
de puro gozo ni saliesen de su asombro, les dije:
“¿Tenéis aquí algo de comer?”
Ellos me presentaron parte de un pez asado y un panal de miel, y
tomándolos, en presencia de ellos los comí, y tomando las sobras se las repartí.
Gozáronse, pues, mis discípulos de verme y les dije:
“Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros:
que tenían que cumplirse todas las cosas escritas en la Ley de
Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí.”
182
Con estupefacto asombro ven a Cristo creyendo ver un fantasma. Lo palparán, lo oirán y lo
verán tal y como lo vieron antes de morir. Su ojos mirarán, primero el bellísimo rostro de su
Maestro, después fijarán su mirada sobre las huellas que en la carne dejó su Pasión y un
estremecimiento indefinido les embargará hasta la última fibra de su ser. Amigo lector ¿cómo
nos veremos resucitados? ¿cuál estado del alma y del cuerpo será el resucitado? Yo creo que
aquel en el que más perfección hayamos tenido.
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Entonces les abrí la inteligencia para que entendiesen las Escrituras. Les
dije, pues, otra vez:
“Paz sea con vosotros. Como me ha enviado el Padre, también
Yo os envío a vosotros.”
Esto dicho, soplé sobre ellos, y les dije:
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados,
perdonados les son, a quienes lo retuviereis retenidos quedan.”
9.07 Tomás incrédulo. “Señor mío y Dios mío.” (Jn 20, 24-29)
Tomás, uno de los Doce, el llamado Dídimo (Mellizo), no estaba con ellos
cuando vine y los otros discípulos le decían:
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Y ocho días después estaban allí dentro otra vez mis discípulos, y Tomás
entre ellos. Vine cerradas las puertas, y puesto en medio de ellos, les dije:
“Paz con vosotros.”
Luego dije a Tomás:
“Trae acá tu dedo, mira mis manos; y trae tu mano y métela en
mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.”
Respondió Tomás y me dijo:
183
“¡Señor mío y Dios mío!”
Le dije:
“¡Porque me has visto has creído! Bienaventurados los que no
vieron y creyeron.”184
9.08 En Galilea a la ribera del Tiberiades. (Jn 21, 1-14)
Tras esto me manifesté otra vez a mis discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, el llamado Dídimo, y Natanael
de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de mis discípulos. Y díceles
Simón Pedro:
“Voy a pescar.”
Dícenle:
“Vamos nosotros también contigo.”
Salieron y subieron a la barca. Y en toda la noche no pescaron nada. Y
siendo ya de mañanita, me presenté en la ribera; mis discípulos,
empero, no me reconocieron. Les dije pues:
“¡Muchachos, ¿tenéis algo de vianda?!”
Me respondieron:
“No.”
Les dije:
“Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis.”
Echáronla, pues, y ya no podían arrastrarla por la gran cantidad de peces.
Dice, pues, Juan a Pedro:
“¡Es el Señor!”Simón Pedro, pues, así que oyó estas palabras, ciñose la
ropa exterior, pues ropa no llevaba, y echóse al mar. Los otros discípulos
183
Tomás escucha las palabras de su Maestro viendo lo que jamás hubiera creído ver. El tono
de las palabras de Cristo, la fija mirada de su Señor, el expectante silencio de los demás, a los
cuales no creyó, dejan a Tomás en un estado de profundo anonadamiento, sobre todo se siente
con inmensa indignidad y con tal concepto de sí mismo reafirma su Fe con cinco palabras que
se repetirán hasta la eternidad en cada hombre de los que Dios se ha elegido…..”Señor mío y
Dios mío”.
184
Amigo lector, bienaventurados, tú y yo y todo aquel que sin verlo le amamos porque creemos,
porque le conocemos. Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la Paz, que nos
da a conocer la Persona de Cristo. Nadie puede amar lo que no conoce. Cuanto bien se puede
hacer, amigo mío, si hacemos que esta Autobiografía se haga llegar a todos los hombres y
mujeres posibles, a todos los que el padre Dios se escoge como verdaderos amantes del Hijo
de sus entrañas. Esta sagrada oportunidad no se le puede negar a ningún hombre, sea cual
sea su raza, estado y condición.
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vinieron en la barca pues no estaban lejos de tierra -sino que distaban unos
doscientos codos-, arrastrando la red de los peces. Cuando saltaron a tierra,
vieron brasas puestas y un pescado sobre ellas, y pan. Les dije:
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9.10 En un monte de Galilea. (Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-18; 1ª Cor 15, 5-
185
Dios requiere el cariño del hombre porque como Hombre tiene sentimientos de hombre.
Quiere ser amado, busca, con vehemencia, el amor de cada hombre porque cada hombre tiene
un corazón singular, una original e irrepetible forma de amar y Dios las demanda todas,
espera con anhelo divino y paciencia infinita la libre, personal y suprema entrega del alma de
sus elegidos.
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8; Act 1, 2-8,12)
Y llegó la hora de partir de este mundo. Estando con ellos a la mesa, les
ordené que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la promesa del
Padre, la cual oyeron de mí, porque como Juan bautizó en agua, ellos y tú seríais
bautizados en Espíritu Santo.
Los que se habían reunido me preguntaron diciendo:
“Señor, ¿en esta sazón vas a restablecer el Reino de Israel?”
Les dije:
“No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos
oportunos que el Padre fijó con su propia potestad; mas recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis
testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y Samaria y hasta
el último confín de la tierra. Porque así está escrito y convenía: que
186
Estas palabras se entienden como están dichas. Jesucristo está con los suyos todos los días
hasta el final de los siglos. Cristo ni se engaña ni nos engaña y si el manifiesta que está
conmigo, conmigo está aunque yo no le vea con estos ojos, ni le oiga con estos oídos, ni le
toque con estas manos. Está, seguro, donde yo estoy, donde está su Iglesia, porque donde dos
o tres se reúnen en su nombre allí está el en medio. Cuando a Cristo se le invoca no viene
desde un lugar lejano. El está donde yo estoy y no ocupa más espacio que el que yo ocupo.
Está dentro de mí, en mis alegrías y en mis penas, en mi trabajo y en mi descanso, despierto y
dormido. Cristo habita en mí mientras así lo quiera yo, y esto un día tras otro consuma una
verdad que me trasciende, esta sublime verdad es que “ya no vivo yo sino que es Cristo
quien vive en mí”.
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4.04 Sano a un hombre que tenía una mano paralizada.
4.05 Junto al lago de Genesaret. Numerosas curaciones.
4.06 Elección de los Doce Apóstoles.
4.07 El Sermón de la Montaña.
4.08 El siervo del centurión.
4.09 La viuda de Naím.
4.10 Mensaje de Juan.
4.11 Una mujer me unge los pies en casa de un fariseo.
4.12 Anuncio de la Buena Nueva. La blasfemia contra el Espíritu.
4.13 Mi Madre y mis hermanos.
PARABOLAS DEL REINO
4.14 Parábola del sembrador.
4.15 No hay nada escondido, ni hay nada secreto.
4.16 Parábola de la cizaña.
4.17 Parábola de la semilla que germina sin saber cómo.
4.18 Parábola del grano de mostaza.
4.19 Parábola del fermento.
4.20 Declaro a mis discípulos la parábola de la cizaña.
4.21 Parábola del tesoro escondido y la perla.
4.22 Parábola de la red.
4.23 Conclusión. El escriba instruido.
4.24 La tempestad calmada.
4.25 Los dos endemoniados gerasenos.
4.26 La hemorroisa y Jairo.
4.27 Curo a dos ciegos y un endemoniado mudo.
4.28 Enseñanza y rechazo en Nazaret, mi pueblo.
4.29 Predicación de la Buena Nueva. Misión de mis Apóstoles.
4.30 Instrucciones para todo tiempo.
4.31 Llega a Herodes mi fama. Martirio de Juan Bautista.
4.32 Mis Apóstoles vuelven de su predicación, retiro al desierto.
4.33 Primera multiplicación de los panes.
4.34 Camino sobre el mar.
4.35 Yo soy el Pan de la vida.
CAPITULO V.-TERCER AÑO DE PREDICACION
5.01 Discusión con los escribas y fariseos.
5.02 La hija de la cananea.
5.03 Curación de un sordomudo. Multitud de curaciones.
5.04 Segunda multiplicación de los panes y los peces.
5.05 La señal del cielo y la levadura de los fariseos.
5.06 El ciego de Betsaida.
5.07 La confesión y el primado de Pedro.
5.08 Les anuncio claramente mi muerte.
5.09 Transfiguración en el Tabor.
5.10 Curación del muchacho endemoniado.
5.11 Subo a Jerusalén.
5.12 Intentan los judíos apoderarse de Mí.
5.13 La mujer adúltera.
5.14 Doy testimonio de Mí mismo.
5.15 “Adónde Yo voy, vosotros no podéis venir.”
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5.16 Hijos del diablo.
5.17 “Antes de que Abraham naciese Yo existo.”
5.18 El ciego de nacimiento.
5.20 Yo soy la Puerta. Yo soy el Buen Pastor.
5.21 Predicción de mi Pasión y Resurrección.
5.22 La moneda en la boca del pez.
5.23 El mayor en el Reino de los cielos.
5.24 Quien no está contra nosotros con nosotros está.
5.25 La oveja descarriada. La corrección. La oración eficaz.
5.26 “Hasta setenta veces siete”. El siervo cruel.
5.27 En Samaria no me reciben.
5.28 Tres vocaciones. Condiciones para el apostolado.
5.29 En la Perea. Misión de setenta y dos de mis discípulos.
5.30 Maldición sobre Corazaín y sobre Betsaida.
5.31 Vuelta de los discípulos y júbilo en mi Corazón.
5.32 La Parábola del Buen Samaritano.
5.33 En Betania: Marta y María.
5.34 Cómo orar. Eficacia de la oración.
5.35 “El Padre y Yo somos una misma cosa.”
5.36 Lanzo un demonio mudo y me calumnian.
5.37 ¡Bienaventurada mi Madre!
5.38 La señal de Jonás profeta. La lámpara del cuerpo.
5.39 Soy invitado a comer en casa de un fariseo.
5.40 La levadura de los fariseos hipócritas.
5.41 Guardarse de la avaricia. Parábola del rico necio.
5.42 Desprendimiento de los bienes temporales.
5.43 Preparados para el más allá.
5.44 Las señales de los tiempos.
5.45 Necesidad de la penitencia. La higuera estéril.
5.46 La mujer encorvada.
5.47 Parábola de la mostaza y la levadura. Número de elegidos.
5.48 Amenazas de Herodes. “¡Jerusalén, Jerusalén!”
5.49 El hombre hidrópico. Recomendación de humildad y caridad.
5.50 La Gran Cena.
5.51 La abnegación. La torre y el rey. La sal.
5.52 La oveja descarriada. La dracma perdida.
5.53 El hijo pródigo.
5.54 El mayordomo infiel.
5.55 La avaricia de los fariseos. El rico Epulón y el pobre Lázaro.
5.56 Lázaro enferma y muere.
5.57 Determinan darme muerte. Me retiro a Efrén.
5.58 El escándalo. Perdonar las ofensas. Eficacia de la fe.
5.59 Los diez leprosos.
5.60 Avenimiento del Reino de mi Padre.
5.61 El juez inicuo.
5.62 El fariseo y el publicano
5.63 El matrimonio es indisoluble.
5.64 Bendigo a los niños.
5.65 El joven rico. El peligro de riquezas. Galardón de la pobreza.
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5.66 Los obreros de la viña.
5.67 Tercer anuncio de mi Pasión.
5.68 Ambición de los hijos de Zebedeo.
5.69 En casa de Zaqueo.
5.70 La parábola de las minas.
5.71 El ciego Bartimeo.
5.72 En memoria de María, que me ungió.
CAPITULO VI.-SEMANA DE PASION
6.01 Entrada triunfal en Jerusalén.
6.02 Llanto sobre Jerusalén.
6.03 Entro en la ciudad y en el Templo.
6.04 La higuera maldecida.
6.05 Echo del Templo a los que vendían y compraban.
6.06 Unos gentiles desean verme.
6.07 La higuera seca: eficacia de la fe y la oración.
6.08 “¿Con qué autoridad haces eso?”
6.09 Los dos hijos enviados a la viña
6.10 Parábola de la viña.
6.11 Parábola de las Bodas Reales.
6.12 “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
6.13 Los saduceos. Cuestión sobre la resurrección.
6.14 El Gran Mandamiento.
6.15 Soy Hijo y Señor de David.
6.16 Guardarse de los escribas y fariseos.
6.17 La ruina de Jerusalén.
6.18 Los dos cornalillos de la viuda.
6.19 Concluye mi ministerio. Incredulidad de los judíos.
6.20 La destrucción del Templo.
6.21 Las señales precursoras.
6.22 Destrucción del Templo y de la ciudad.
6.23 Señales de mi vuelta al mundo.
6.24 Tiempo de la ruina de Jerusalén.
6.25 Tiempo de mi segunda venida.
6.26 ¡Velad! Parábola del lazo y el ladrón.
6.27 Los siervos que velan
6.28 Las diez vírgenes.
6.29 Los talentos.
6.30 El Juicio Final.
6.31 Reunión del Sanhedrín y traición de Judas.
CAPITULO VII.-LA ÚLTIMA CENA
7.01 Preparación de la Cena Pascual y comienzo de la misma.
7.02 Contienda entre mis Apóstoles.
7.03 Lavo los pies a mis discípulos.
7.04 Judas es descubierto.
7.05 La Eucaristía.
7.06 El Nuevo Mandamiento.
7.07 Predicción de las negaciones de Pedro.
7.08 ¡Volveré! Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
7.09 Frutos de la Fe. Otro Consolador. No os dejaré huérfanos.
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Autobiografía de Jesucristo
7.10 Vuelvo a prometerles el Consolador.
7.11 La Vid y los sarmientos.
7.12 El Mandamiento del amor fraterno.
7.13 Odio del mundo contra Mí y mis discípulos.
7.14 Acción del Espíritu Santo.
7.15 “Otra vez me veréis.”
7.16 Conclusión.
ORACION SACERDOTAL
7.17 Ruego por Mí.
7.18 Ruego por mis discípulos.
7.19 Ruego por mi Iglesia futura.
CAPITULO VIII.-PASION Y MUERTE
8.01 En el huerto de Getsemaní.
8.02 Se consuma la traición. El prendimiento.
8.03 Ante Anás.
8.04 Ante Caifás. Ultrajes.
8.05 La negación de Pedro.
8.06 Al amanecer, ante el Sanhedrín.
8.07 Desesperación de Judas.
8.08 Presentación ante Pilatos.
8.09 Nuevas acusaciones.
8.10 Ante Herodes.
8.11 De nuevo comparezco ante Pilatos.
8.12 Me flagelaron y coronaron de espinas.
8.13 “ECCE HOMO.”
8.14 Hijo de Dios.
8.15 Mi crucifixión, mi agonía y mi muerte.
8.16 Mis amigos a distancia. El costado abierto.
8.17 La mortaja y sepultura de mi cadáver.
CAPITULO IX RESURRECCION Y VUELTA AL PADRE
9.01 El sepulcro vacío.
9.02 Pedro y Juan van al sepulcro.
9.03 A María Magdalena.
9.04 A las mujeres que tanto me querían.
9.05 La guardia del sepulcro sobornada. Testigos dormidos.
9.06 Camino de Emaús.
9.06 A mis Apóstoles y discípulos reunidos.
9.07 Tomás incrédulo. “Señor mío y Dios mío”.
9.08 En Galilea a la ribera del Tiberiades
9.09 Confiero el Primado de mi Iglesia a Pedro.
9.10 En un monte de Galilea.
9.11 Ultimas recomendaciones.
9.12 La Ascensión al cielo.
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Autobiografía de Jesucristo
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