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La libertad, ese sueño tantas veces soñado, por momentos parece alejarse de nuestro
horizonte inmediato. No hablo de la libertad que nos ofrecen como artículo de venta en el
mercado globalizado. No hablo de la libertad que tiene como precio el olvido, la
domesticación, la buena letra con los poderosos, el nadar a favor de la corriente, la
resignación, la humillación cotidiana. Hablo de la libertad que significa ser sujetos de nuestra
propia historia, protagonistas de nuestro tiempo. La libertad de reconocernos en nuestra
creación, de no ser expropiados una y otra vez por los dueños del mundo.
Ellos pretenden quedarse con nuestra fuerza de trabajo, con nuestras energías, nuestras
emociones, nuestras fantasías, y con el derecho sobre nuestros cuerpos. Desafiar el sentido
común que naturaliza la injusticia, nos obliga a navegar contra la corriente. Así lo hacemos.
Cruzamos en nuestras embarcaciones las fronteras del siglo y del milenio. Traemos
bodegas repletas de sueños. Anduvimos en tempestades y en calmas exasperantes.
Mantuvimos el rumbo que indica la rosa de los vientos. No elegimos el norte. Marchamos de
sur a sur. No ganamos. No llegamos. No arriamos las banderas.
Atravesando el siglo que finalizó, una de las figuras que ayudó a muchos exploradores a
transitar caminos desconocidos, es la de Paulo Freire. Pedagogo revolucionario, como
gustaba de llamarse, aportó enfoques que trascienden a la propia pedagogía, para sugerir
pistas a quienes hacen de la opción por los oprimidos, una praxis, una forma de vida, una
manera de pararse en el mundo. Repensar a Paulo desde este tiempo y contexto, dialogar
con su experiencia, sentir su inspiración, contagiarse de su amorosa manera de estar en el
mundo, es una experiencia movilizadora para quienes trabajamos cotidianamente en
educación popular.
Conocí a Paulo Freire en los comienzos del año '93, cuando le hice una entrevista en la que,
con un entusiasmo recién estrenado, me contó los contenidos esenciales de su libro recién
editado: Pedagogía de la Esperanza. Eran tiempos oscuros, en los que asistíamos a
variadas deserciones que reproducían las profecías sobre el fin de los sueños. La
desesperanza marchitaba las pasiones. Se consideraba normal la fuga masiva de los
ideales, y casi un destino inevitable cortar camino por el sendero de los renunciamientos.
Volví a verlo unos años después, en un encuentro con un grupo de educadores populares
latinoamericanos. Conversamos sobre las nuevas experiencias que se estaban realizando
en América latina. Escuchaba con mucha atención. Se entusiasmaba y compartía con
nosotros sus últimas ideas. Era un gran conversador, pedagogo del diálogo, del crecimiento
mutuo en el encuentro vital que anima a las experiencias militantes. Conversamos sobre el
lugar del amor y de la rabia en la vida y en la militancia. Disparaba una risa ancha hacia
aquellos que años atrás lo habían criticado por no ser "suficientemente marxista" y que en
estos años se alejaban del marxismo como quien huye de la peste.
Paulo proponía una pedagogía hecha con rabia, con indignación y con esperanza, para
seguir siendo, en el tiempo actual, pedagogía del oprimido, pedagogía emancipadora, y no
una propuesta educativa de domesticación de los agredidos por el sistema.
Paulo no está. Fue bueno contar con su apoyo en esos años de tempestad. Pero hay que
seguir navegando. Para hacerlo, es verdaderamente útil que los educadores populares
demos pasos firmes en la sistematización de la rica experiencia producida en las últimas
décadas en América latina. En nuestra travesía, la educación popular sufrió avatares
similares a los que conmovieron, en los finales del siglo 20, a los pueblos de nuestro
continente.
Una parte de estas experiencias, que cobraron su mayor impulso en los años 60 y 70,
aportando a procesos de concientización, de formación de movimientos populares, de
construcción de prácticas masivas de alfabetización, fueron cooptadas a partir de los años
80 y 90 por las políticas del sistema. Muchos de sus cuadros fueron integrados –al igual que
tantos ex izquierdistas– en la "renovación" del sistema educativo vigente, en la elaboración
de sus programas monitoreados por el Banco Mundial, en el asesoramiento de sus
secretarías de educación y ministerios, en la fundamentación de proyectos que adecuan el
modelo educativo a los requerimientos del capitalismo transnacional. (Muchas veces en
estos programas se menciona a Paulo Freire, se incluyen sus textos, en una operación en la
que escinden su concepción liberadora de aspectos parciales del método, disociando
objetivos, metodología y técnicas.)
La educación popular en los inicios del siglo XXI está necesitada de una refundamentación
multidisciplinaria que permita nutrirse del pensamiento social más avanzado, para alcanzar
la posibilidad de formar militantes que superen las tradicionales dicotomías que se
establecieron entre teoría y práctica, ideología y política, investigación y educación, y una
manera difundida de "educación ideológica" que tiende a reducir la política al
adoctrinamiento.
La labor pedagógica de los oprimidos obliga a interpretar al mundo tal cual es, en sus
dimensiones macro y micro, objetivas y subjetivas, en sus interrelaciones. Toda tentativa de
simplificación, otorga ventajas a quienes han hecho del conocimiento una de las armas
poderosas en las que sostienen y reproducen su poder.
Resultan sorprendentes los variados caminos por los que el conocimiento se va abriendo
paso en la experiencia de los pueblos. Especialmente interesante es analizar cómo –en
tiempos de pragmatismo a ultranza, en los que la cultura capitalista hace del "realismo" el
leit motiv de su programa– los movimientos populares emergentes, asumen posiciones de
rescate de los ideales, de los valores, de los objetivos finales transformadores, en las
prácticas cotidianas y como programa. Esto parte de la lectura de una realidad, en la que se
constata que es cada vez más difícil conquistar y sostener reformas populares dentro del
sistema o proponer como alternativa desde los sectores populares la llamada Tercera Vía de
"humanización del capitalismo".
EXPERIENCIAS LATINOAMERICANAS
Ya después empezaron a organizarse las comunidades, en una organización para desde ahí
exigir sus demandas. Vinieron asesores que nos querían orientar, enseñarnos cómo
debíamos exigir nuestras demandas. Ibamos a las huelgas, a las marchas, y los asesores
jugaban en dos caras, se puede decir. Porque ya estaban negociados con el gobierno
cuando a nosotros nos venían a platicar las cosas. Y normalmente, cuando nosotros íbamos
a protestar, ellos desaparecían y nos dejaban ahí nomás, dando nosotros la cara. Hasta que
un día se hizo una protesta, y la respuesta que dio el gobierno fue la represión. Nos echaron
encima a los judiciales, la seguridad pública, los policías. Nos vimos obligados a correr, pues
venían con las armas esos cabrones.
Ahí yo me di cuenta de que no se puede luchar sin llevar nada en la mano, sin fuerzas con
qué defenderse. Porque los que vienen uniformados, con las armas, también es sangre,
hueso y carne; como nosotros también. Por mi parte vi eso, y me di cuenta de que si al
gobierno no le entran las razones de nuestras demandas, y no escucha nuestras voces, y no
ve nuestras necesidades, entonces nos obliga a cambiar nuestra forma de lucha... Pero para
organizar eso: ¿quién? ¿cómo? La idea surgió de la misma represión que hizo el gobierno.
En ese tiempo el EZLN ya estaba visitando comunidades. Me empezaron a proponer la
forma en que se lucha ahora. Que se necesita tener su preparación para defenderse. Yo no
me extrañaba, ni pensaba que era difícil; sino que era nada más ver quién, cómo, cuándo.
Entonces yo inmediatamente les dije que sí. Si hay dónde, cómo y cuándo, yo estaba
dispuesto" .
Los textos del Subcomandante Marcos, han logrado interpelar al pensamiento social del final
del siglo XX, con conceptos que cuestionan aparentes verdades reveladas, y al mismo
tiempo ha podido dialogar con los intelectuales y con los movimientos sociales, en una
pedagogía de aprender enseñando y de crecer en el esfuerzo mismo de creación de esta
interlocución. Vale la pena mencionar, como parte de estos esfuerzos, los programas de
promoción de una nueva escuela y de nuevos maestros realizados por el EZLN en las zonas
bajo su influencia. Las cartas y posdatas de Marcos, son parte de una acción político-
pedagógica, que construye puentes y sostiene diálogos con interlocutores concretos y con
todos aquellos que se identifican con ellos, abordando de manera original los más variados
problemas que enfrentan los pueblos en su lucha milenaria por la felicidad.
Algunos de los movimientos revolucionarios que ingresaron con este carácter en el siglo
XXI, han construido su experiencia pedagógica superando falsos debates que limitaron las
posibilidades de las izquierdas. Una cuota de pragmatismo, que no es eclecticismo, los lleva
a caminar, reflexionando al mismo tiempo que se da cada uno de estos pasos, y creando
colectivamente nueva teoría, uno de los paradigmas del pensamiento freiriano.
Quisiera rescatar, en ambas experiencias, el valor pedagógico de las acciones que apuntan
a subvertir, desde la praxis histórica, el sentido común burgués. Este sentido común,
conservador y legitimador de la dominación, se sostiene y reproduce sobre la base de
algunos núcleos fundamentales como son: la propiedad privada, la familia, el Estado.
Cuando los campesinos sin tierra rompen la valla de un latifundio, cuando se apropian de la
tierra, al mismo tiempo que hacen justicia y conquistan un derecho, están cuestionando el
sentido común que hace de la propiedad privada un factor natural del orden establecido.
Cuando los indígenas zapatistas plantean: para todos todo, mandar obedeciendo, o
legitiman la máscara para ser vistos y oídos, están cuestionando la legitimidad misma en
que se afirma el poder del Estado, sus leyes, su Parlamento, su Justicia, y sus instrumentos
de control social.