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Este ensayo es una aproximación experimental al caso del conflicto interno de larga duración
que se ha desarrollo en Colombia durante los últimos 50 años. El interés de abordar esta
problemática desde el análisis discursivo trata de reconocer la necesidad de objetivar este
campo del conocimiento y de acción política desde un distanciamiento del sistema de contenidos
que lo define, para privilegiar la mirada sobre la emergencia del espacio y las prácticas
discursivas que prefiguran “la violencia” en Colombia como campo propiamente dicho.
Dicho esto, la hipótesis central de esta discusión es que el análisis de “la violencia” en Colombia,
como discurso, permitirá evidenciar la naturalización que se ha hecho de la misma, como meta
relato, que es a la vez causa y efecto de todo en la sociedad colombiana, y que desde allí se
pueden develar la estrategias de control social, los ejercicios de poder y la creación de
conceptos, categorías, sujetos y geografías, todas asociadas al conflicto.
Para desarrollar esta hipótesis, el texto en primer lugar presenta una obligatoria
contextualización de conflicto colombiano en el marco de la nueva geopolítica global, para
posteriormente entrar a discutir en detalle cómo “la violencia” en Colombia se configura como
meta relato explicativo y práctica discursiva.
Finalmente es necesario aclarar que la segunda sección de este ensayo son una serie de análisis
desarrollados en la misma secuencialidad y lógica argumentativa de un autor, Arturo Escobar.
La justificación de esta estrategia narrativa tiene un propósito fundamentalmente didáctico y
experimental, para verificar y tal vez provocar nuevas aproximaciones y preguntas de
investigación a eso que en Colombia se volvió parte de la ecología social, económica y política: el
conflicto interno y la violencia.
1 Ensayo elaborado para el profesor Victor Bretón, dentro del curso del Doctorado en Estudios Políticos sobre Teorías
y Políticas del Desarrollo. Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales – FLACSO, sede Ecuador. Quito,
diciembre 12 de 2006.
Nos referimos al hecho de que en estas cuatro décadas el conflicto armado interno en Colombia
es parte de los cambios en la geopolítica global, los actores en contienda han sido contraparte
en la circulación de los discursos que dominan la agenda política mundial y son usados como
justificaciones; y al tiempo, nuestro conflicto es referencia permanente del surgimiento, la
evolución, las manifestaciones, las soluciones y los recrudecimientos de este tipo de conflictos en
la llamada comunidad internacional, que a su vez, se ha implicado y ha influenciado en las
características propias del conflicto armado interno en Colombia. Todo ello a la luz del
humanitarismo contemporáneo y desde él, con las corrientes de recursos humanos, técnicos y
financieros del aparato del desarrollo.
Los conflictos internos como categoría de análisis son una expresión de posguerra (segunda
guerra mundial), que en la historia más reciente son llamadas “emergencias complejas” . Este 2
Es como si la comunidad internacional (ONU) hubiese logrado evitar una tercera guerra Mundial
entendida como conflicto de primera generación, pero no hubiese logrado evitar una
conflagración del mundo en una galaxia de focos de conflictos internos (de segunda generación)
que hoy suman 43 en todo el planeta y no pocos de ellos con intervenciones externas. ¿Hay un
derecho-deber de la comunidad internacional para intervenir? ¿En cuáles casos? ¿En qué
condiciones? ¿Es el humanitarismo la cara limpia del nuevo intervencionismo?
Este hecho pone de manifiesto lo que Alessandro Dal Lago (Gergalli y Rivera, 2005:27) define
“(...) como una ilusión. Según una tosca aunque significativa valoración, el número de víctimas
causadas en el mundo entero por conflictos posteriores a 1945 es muy superior al causado por
la primera guerra mundial”.
Lo que se evidencia es que la doctrina de la seguridad nacional (como un asunto de fuero interno
de los Estados para el período de guerra fría y posterior) se consolida y magnifica, ahora con la
idea de que la seguridad nacional es un asunto de geopolítica global y que la “lucha contra el
terrorismo” no reconoce fronteras y difícilmente soberanías.
Esta referencia a la nueva doctrina de la geopolítica global (definida por quienes se configuran
como enunciantes de ella, Estados Unidos y Europa) le imprime un nuevo escenario a los
distintos conflictos armados vigentes en el mundo, en general, pero muy particularmente, al
conflicto armado interno, dado que Colombia fue el primer país latinoamericano en
comprometerse abierta y directamente en la nueva lógica omnicomprensiva de esta etapa de la
globalización, esto es la de la lucha contra el terrorismo.
¿Qué es pues lo que cambia, lo qué se mantiene, lo qué se visibiliza y lo qué no, en la relación
interdependiente entre la agenda política global y el conflicto armado interno? Lo primero, es el
tipo de guerra interna que vive Colombia. Privilegiaremos una mirada más reciente y coyuntural
del fenómeno, pues con Pecaut (2001:10), creemos que “al cabo de un cierto tiempo ya no tiene
sentido referirse a un contexto inicial. Los fenómenos de violencia producen un nuevo contexto”.
Es claro que el discurso institucional defiende la idea que Colombia no está en guerra, pero al
mismo tiempo no puede asegurar que estamos en paz, y que la pacificación vía la
desmovilización de combatientes suponga el logro de la paz. En ese sentido, Maldonado
(2003:233), nos recuerda que Colombia es un excelente ejemplo para discutir el concepto de
caso Colombiano: El primer período, entre los años cincuenta y principios de los años ochenta, es
el tipo de manifestaciones acaecidas en el marco de la guerra dentro del Estado-nación, en
donde el conflicto pasó de movimientos de resistencia campesina, a movimientos revolucionarios
en busca de la toma del poder hasta llegar a la guerra de guerrillas cuyas manifestaciones
dependían del horizonte de georreferenciación donde se estudiasen. Es en este período en que la
categoría de conflicto interno se ajusta más a la realidad social concreta que describe. Es
innegable el hecho de que varios hitos en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y
Latinoamérica (con la revolución cubana como uno de los más emblemáticos ejemplos)
ejercieron poderosa influencia en la dinámica interna del fenómeno.
El segundo momento, de mediados de los ochenta hasta nuestros días, es el del conflicto
armado en el contexto de la globalización. Maldonado (2003:234), denomina este nuevo
escenario como nueva guerra, una guerra que ni se funda ni consiste en los marcos estrictos
del Estado nación; que no se explica única ni exclusivamente, por los motivos que le dieron origen
en la década de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, y que encuentra razones tanto en
la geopolítica internacional, como en los factores sociales de tipo local, regional y nacional.
Esta nueva guerra se complejiza y degrada durante los tres últimos períodos de gobierno, entre
1994 y 2006. Las razones de ello se explican por el entrecruzamiento de los nuevos
comportamientos de los actores en conflicto (fuerzas militares estatales, fuerzas militares
paraestatales, fuerzas militares insurgentes, ejércitos al servicio de narcotraficantes) y las
fuerzas internacionales de comercio legal e ilegal y de la política formal frente a la geopolítica
real.
De la última categoría, podemos decir que la política formal ha pasado: Por el lado colombiano,
de una resistencia a toda participación internacional en la situación interna, a solicitar de
manera reiterada la cooperación de la comunidad internacional; mientras que por el lado
internacional, va de pasar por alto el conjunto de violaciones producto de la violencia sistemática,
acumulada y generalizada en Colombia, a incluir este caso entre las tres crisis humanitarias de
mayor envergadura en el mundo actual.
En este sentido son numerosas aproximaciones que demuestran como la sociedad colombiana
se explica y relata a si misma desde la historia de la guerra: comenzando por la guerra de los
mil días a principios del siglo 20; luego la época de la “violencia” partidista entre liberales y
conservados, entre los años 30 a los 40; luego la guerra de guerrillas campesinas entre los 50 y
los 70´s; luego guerra contrainsurgentes, donde proliferaron los movimientos alzados en armas
no sólo en los espacios rurales sino también en los centros urbanos – en los años 80; para
finalmente terminar con la narco guerra y la violencia paramilitar, que se ha extendido desde
inicios de los años 90 hasta nuestros días.
A este respecto es que una entrada analítica de estas características, permite develar las
geografías imaginarias que se han construido desde los usos y aplicaciones del discurso de la
Violencia,5 y la manera como la visibilización de muchas de las regiones y localidades en el país,
sólo acontece cuando aparecen como teatro de operaciones del conflicto.
Finalmente, entre las formas de subjetividad asociadas a este discurso podemos mencionar,
entre muchas otras, la condición de ser – estar desplazado, las comunidades en disputa: como
auxiliadoras de la guerrilla o como parte de la red de informantes del ejército nacional; las
comunidades de paz, los desmovilizados, los reinsertados, los milicianos, los perseguidos
políticos.
6 -1. Comision de estudios sobre la violencia. 1987. Violencia y Democracia. Universidad Nacional de Colombia.
2. Cubides, Fernando. 1998. La violencia y el municipio colombiano 1980 - 1997. Facultad de Ciencias Sociales - CES. Universidad
Nacional de Colombia.
3. Guzman, G - Fals Orlando y otros. 1968. La violencia en colombia. Editorial suramericana. Bogotá
4. Palacios, Marco. 2001. De populistas, mandarines y violencias, luchas por el poder. Editorial Planeta colombiana. Bogotá
5. Pécaut, Daniel. 2001. Guerra contra la sociedad. Editorial planeta colombiana. Bgta
6.Pécaut, Daniel. 1988. crónicas de dos décadass de política en colombia 1968 - 1988. Siglo XXI editores. Bgta
7. Sanchez, Gozalo. 1991. Guerra y política en la sociedad colombiana. El ancora editores. bgta
8.Palacios Marco. 1999. la solución política la conflicto armado 1982 - 1997. En: Armar la paz y desarmar la guerra. IEPRI - FESCOL -
CEREC. Bgta
9.Cherrick, Marc. 1999. la negociación de una paz entre multiples formas de violencia. En: Leal Buitrago Francisco (Ed) Los laberintos de
la guerra, utopías e incertidumbres sobre la paz. Tercer mundo editores - Uniandes Bogotá (este quisiera que fuera todo el libro)
10. Sanchez, Gonzalo. 1989. "violencia, guerrilla y estructuras agrarias" y "la violencia en el frente nacional". En: Nueva historia de
colombia. Editorial planeta colombiana. Bgta
11.Uprimy, Rodrigo. 1993. las violencias en colombia, hechos, interpretaciones y búsqueda de alternativas. En: plan nacional de
rehabilitación PNR - Bgta
12. Ortiz, Carlos Miguel. 1994. historiografia de la violencia. En: Historia al final del milenio. Univeersidad Nacional de Colombia.
Bgta.
de política pública y las agencias internacionales, respecto a que aspectos de conflicto son
privilegiados y gestionados; y de que manera diversas tipologías de víctimas configuran un
biopolítica de la guerra.
Afirmar que la violencia en Colombia comenzó a funcionar como discurso, es decir, que creó un
espacio en el cual sólo ciertas cosas podrían decirse e incluso imaginarse. Si el discurso es el
proceso a través del cual la realidad social llega a ser, si es la articulación del conocimiento y el
poder, de lo visible y lo expresable: ¿cómo puede articularse y relacionarse el discurso de la
violencia con los acontecimientos técnicos, políticos y económicos que se han producido a lo
largo de 50 años de conflicto? Cómo se convirtió la violencia en espacio para la creación
sistemática de conceptos, teorías y prácticas?
El segundo ámbito aludido por las preguntas sugeridas es el de las formas de conocer,
comprender, interpretar, explicar e intervenir la realidad a partir del campo emergente de la
Violencia como discurso.
Entre esos variados objetos conectados a través de éste conjunto de relaciones de discursos y
prácticas discursivas se encuentran entre otros: la “violentología”, la geografía económica y
política de la guerra, la etnografía del Estado, la atención psicosocial en escenarios de crisis por
violencia política, los movimientos sociales de resistencia a la guerra, los estudios de movilidad y
desplazamiento y migración, la admistración de los sistemas de salud pública ante emergencias
complejas no derivadas de fenómenos naturales, la psicología y las emociones en el
comportamiento político y bélico de los actores armados, etc.
Con Escobar (1998:90-91) creo necesario destacar que este tipo de configuraciones
discursivas, con el paso del tiempo incorporan progresiva y selectivamente nuevos problemas;
una vez que un problema es incorporado al discurso tiene que ser categorizado y especificado.
Algunos se especifican en determinado nivel ( lo local, lo regional)... Pero estas especificaciones
tan refinadas no pretenden tanto arrojar luz sobre las posibles soluciones, como atribuir los
problemas a una realidad visible, sujeta a tratamientos particulares.... Este rasgo del discurso
permite una radiografía de la vida social y económica del país y las regiones, convirtiéndose en
una verdadera anatomía política del conflicto. El resultado final fue la creación de un espacio de
pensamiento y de acción cuya ampliación estaba de antemano determinada por aquellas
mismas reglas introducidas durante su etapa formativa.
Esta tendencia hacia la estandarización a modelos internacionales, no sólo de las prácticas, sino
Retomo aquí las preocupaciones manifiestas por Dorothy Smith10 es su observación de que los
discursos profesionales [institucionales] proporcionan las categorías con los cuales los hechos
pueden ser nombrados y analizados y cumplen por ello un rol importante en la constitución de
los fenómenos que la organización conoce y describe. Los hechos son presentados de forma
estandarizada para que puedan ser repetidos en cada escenario. En este sentido los hechos
deben tomarse como un aspecto de la organización social, una práctica del saber que mediante
el uso de categorías, ya preparadas, constituye un objeto externo al que sabe e independiente
del él o ella. Ya que las desiciones son tomadas a menudo por organizaciones centralizadas y
orientadas por los representantes de los grupos dirigentes, todo el trabajo de las organizaciones
esta sesgado a favor de quienes tienen el poder. "Nuestra relación con los otros en la sociedad
y fuera de ella esta mediatizada por la organización social de su manejo. Nuestro conocimiento
es por tanto ideológico en el sentido de que la organización social preserva los conceptos y los
medios de descripción que representan el mundo tal y como es para quienes lo dirigen, y no
como es para quienes es dirigido" (Smith, 1974:267)
Las categorías son para nada neutrales, antes bien incorporan las relaciones concretas de
poder e influyen las categorías con las que pensamos y actuamos. "la validez de las categorías
se convierte así en un asunto no de objetividad sustantiva sino de habilidad para usarlas
eficazmente en la acción, como denominaciones que definen parámetros de pensamiento y
conducta, que estabilizan espacios y que establecen esferas de competencia y áreas de
responsabilidad. Así la catalogación forma parte, mediante sus operaciones, del proceso de
crear estructura social. Se trata de personas que hacen historia la hacer reglas para si
mismos y para otros... Entonces no se trata de si catalogamos o no la gente, sino de cuáles
categorías se crean y a quién pertenecen las categorías que prevalecen en la definición de toda
una situación o un área de política, bajo que condiciones y con que efectos ... Las categorías
Estas presiones son fundamentales para abordar un análisis con mucha mas sentido crítico y
con perspectiva histórica, de los diversos y abundantes categorizaciones que el discurso de la
Violencia en Colombia a emanado y que su permanente mutación, - dada la neurosis obsesivo
compulsiva de la sociedad colombiana por la emergencia y el presente – a llevado a naturalizar o
no cuestionar los efectos de poder de dichas categorías. Por ejemplo: Qué implicaciones tiene
referir determinada región o espacio geográfico como “zona de conflicto” o “territorio de la
guerrilla o paramilitar”. Qué reconoce y que invisibiliza las categorías de focalización de la política
pública cundo se refiere a: “programas para desplazados”, “programas para pobres históricos”
o en ese mismo sentido qué se supone explica referencias como “pobres rurales” y “pobres
urbanos”
Las categorías determinan el acceso a los recursos, de modo que la gente tiene que ajustarse a
la categorización para tener éxito en sus relaciones con la institución. Un mecanismo clave que
opera aquí es que toda la realidad de una persona queda reducida a un único rasgo o
característica. En otras palabras, la persona se convierte en un caso. Rara vez se entiende que
el caso es un reflejo de la forma en que la institución construye el problema. (Escobar
1998:212)
Esta afirmación es perfectamente observable en el tipo de relaciones que deben establecen las
poblaciones en condición de desplazamiento forzado con las instituciones que conforman el
Sistema Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada – SNAIPD. En primer lugar, la
condición de desplazado no lo da la experiencia de exposición a la violencia y al desarraigo, sino
que lo da el Registro Único de Desplazado – RUD, sin este registro la condición de ser – estar
desplazado no es reconocida. Pero dicha identidad de papel asignada e incorporada, es apenas
la apertura a una cascada de otras tantas categorías que la población debe incorporar para
poder garantizar su visibilización y la consecuente protección del Estado; por ejemplo:
Desplazado Indígena, Desplazado Negro, Mujer Desplazada Cabeza de Hogar, Desplazado
miembro de la organización X, Desplazado en Masa, Desplazado por goteo, Desplazado en
emergencia, en posemergencia, en retorno. Desplazado dentro del sistema, Desplazado dado
de baja del sistema, etc.
CONCLUSIÓN
Escobar (1998:295) nos recuerda que la historia puede verse como los cambios y las
Creo que los planteamientos de este ensayo, ponen en evidencia la necesidad de revisar la
historia del conflicto y la violencia en Colombia desde esos cambios en los regímenes discursivos,
que a lo largo de 50 años de guerra interna y contenida, son abundantes y muchas veces
desconocidos o no reconocidos.
Por ello es necesario recordar que el aparato discursivo de la Violencia y sus dispositivos, operan
como mecanismos abstractos que enlazan enunciados y visibilidades, lo visible y lo expresable
(Deleuze, 1998). Incorporar a la gente en el discurso, como sucede en el desarrollo, en general,
y en la gestión del conflicto en Colombia en particular, equivale a asignarle campos de visión.
También significa ejercer el truco omnipotente de ver todo desde un punto indefinido... El
discurso del desarrollo y de la Violencia enmarca a la gente en ciertas coordenadas de control.
La intención no es simplemente disciplinar a los individuos, sino también trasformar las
condiciones en las cuales viven en un ambiente social normalizado y productivo. En síntesis
crear la modernidad11 – que para el caso del Estado Colombiano, dicha pretensión
modernizante ha supuesto de la Violencia es apenas una anomalía dentro del aparato de
progreso de la llamada “democracia mas antigua y estable” de Latinoamérica. Anomalía que se
cree puede ser extirpada con la aplicación de determinadas tecnologías de saber y de poder.
BIBLIOGRAFÍA