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LOS MECANISMOS DE CONTROL SOCIAL FRENTE A LOS CONFLICTOS


SOCIALES – JUSTICIA PENAL:

Poder de resolución.

Repuesta ante actuales demandas de adhitar roles a su jurisdicción.

A los fines de mantener la armonía en la vida en sociedad, se han organizado


formas de control social al solo efecto de responder a comportamientos que en un
determinado momento de la historia se contemplen como desviados, problemáticos,
preocupantes, molestos o indeseables.

Esos mecanismos de control que organiza la sociedad no están limitados en forma


exclusiva al Poder Judicial y menos aún a la justicia penal, sino que debemos incluir en
los mismos el sistema educativo en cuanto generador de reglas de buera conducta, el
sistema sanitario, el sistema asistencial del estado y en general todo el ordenamiento
político del estado.

Estos mecanismos de control han ido evolucionado a través de la historia al par de las
transformaciones sociales y económicas de la humanidad más allá del concepto que
cada uno de nosotros pueda componer sobre qué es un comportamiento desviado.

En sus formas primitivas, la horda - como primera manifestación de socialidad -


aplicaba la venganza privada como una forma de justicia. Más adelante la Composición
como las prohibiciones del Tabú se convirtieron en normas de convivencia acatadas en
forma reverente por el sentimiento religioso que les daba sustento, tendiendo a
convertirse en normas jurídicas para transformarse en las leyes de las primeras
monarquías como lo son los códigos de Hammurabi en Caldea, el de Manú en la India
y la Biblia de los hebreos.

Ya aquí, si bien la justicia se ejerce en nombre de la divinidad, la pena, pasa de ser


privada a pública lo que demuestra un marcado progreso social. En Atenas, en la
antigua Grecia, la administración de justicia estuvo primeramente en manos del
Areópago, cuyos miembros eran jueces perpetuos e inamovibles en sus cargos. Luego
se fue imponiendo la tendencia de someter el juzgamiento de los delitos a tribunales
populares formados por jurados, institución esta receptada y consagrada en la Carta
Magna de Inglaterra en el 1215 y mantenida hasta el presente en algunos países
europeos y en los Estados Unidos.

Pero donde mejor se define el carácter público de la justicia, es en el pueblo romano


donde la separación del derecho con la religión se hace marcada y donde con la ley de
las doce tablas se inicia una época fecunda del derecho adaptándose paulatinamente a
las modalidades de los pueblos. La administración de justicia estaba en manos de
magistrados con poder de decisión -de imperium - comenzándose con un proceso de
la justicia como un órgano de Estado que irá a desembocar en las ideas políticas
institucionales de Montesquieu con la clásica división de los poderes.

Esta concepción del derecho y si se quiere de la justicia, sufrió un retroceso en la Edad


Media que de alguna manera significó una vuelta de la institución a manos privadas
ante la ausencia de un poder central, gobernando sus dominios el señor feudal con
plenos poderes de amo y señor. Entrado en crisis el modelo económico feudal,
sumados el auge del comercio y la banca y el nacimiento de la industria
manufacturera, como asimismo el descubrimiento de nuevas tierras, hizo necesario un
nuevo orden político, con un gobierno central poderoso, que rompiera las barreras
aduaneras. Nace entonces el estado absoluto, que se sustentaba en el origen divino
del poder, donde tanto el monarca como el orden social estructurado verticalmente
emanaban de Díos.
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Esta concepción del estado absoluto es de algún modo e1 preámbulo del Estado
moderno con la gran diferencia que la conservación y seguridad del estado, primaban
sobre los derechos y libertades de los individuos. Y es recién con el Iluminismo y a
partir de la doctrina del contrato social de Rousseau con la revolución francesa, en
donde se concreta el reconocimiento jurídico de los derechos del hombre y se
encomienda al Estado no sólo la función de organizar jurídicamente la libertad e
igualdad sino de garantizarlas.

Pero esta libertad de las personas - aspecto político - reconocía por otro lado la
libertad de mercado -aspecto económico- que aparentemente se complementaban
pero es sabido -y nuestra historia es rica en esos ejemplos- que han sido los aspectos
socio-económicos por encima de sus aspectos jurídicos o políticos los determinantes y
los que han persistido en lo esencial en el tiempo. (Capitalismo coexistencia con
autoritarismos).

Esta confusión del sistema político y económico explica de algún modo la prohibición y
persecución de los sindicatos y la huelga, el encubrimiento de los desequilibrios
sociales, y la eliminación de la disidencia y el pensar diferente a la lógica del mercado
(se disciplina para el trabajo).

Ya a mediados del siglo XIX sobrevino en Europa un período de grandes convulsiones


sociales motivado por tensiones que tenían su origen en la desigual distribución de la
riqueza y las contradicciones entre libertad y disciplina, igualdad política y desigualdad
económica, disfunciones éstas imposibles de resolver dentro de la racionalidad no
intervensionista del mercado. Dicha intervención en la relación social era justamente
para lograr su defensa y sería la ideología positivista la que brindaría al
intervensionismo su legitimación siendo su problema fundamental legitimar tal
intervención en la libertad e igualdad de los individuos para someterlos al llamado
BIEN SOCIAL y es en esta búsqueda que se llega a una de las crisis más profunda del
estado capitalista moderno, con el surgimiento del estado fascista y el nazi como una
vuelta hacia la forma del estado absoluto.

Sucedería a este modelo el que se dio llamar como estado de bienestar o estado social
de derecho interviniendo el Estado en la economía al tiempo que se hizo asistencial,
proporcionando prestaciones sociales de todo tipo.

En tal sentido es dable observar en las Cartas Constitucionales que resguardando los
principios de libertad del iluminismo incorporaron en sus textos un programa
económico y social propio de la vida social de los individuos: como vivienda, salud,
educación, trabajo, jubilación, que resultan indispensable para una reproducción sin
tensiones de la fuerza del trabajo. Es en esta época -1945- donde aparece la
expresión ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO en la democracia cristiana de la entonces
Alemania occidental, y es en este período también donde en nuestro país se
formalizan las reformas del año 1949 y el Art. 14 bis en el año 1957.

(V.g., el funcionalismo - código moral y valores compartidos por los actores -. Posibles
causas de la crisis: Gasto estatal aprovechado por el privado (carreteras, ejército,
industrias básicas), más el gasto social (salud, educación,...), hacerse cargo del déficit
de las empresas sin beneficio en los periodos de éxito, más el crecimiento del capital
monopolista, más falta de reinversión en las empresas en los periodos de bonanza y
presión de las mismas para cerrar la economía por conveniencia y no por convicción,
más endeudamiento externo condicionado a los intereses de las empresas
multinacionales, más incompetencia y ausencia de conciencia de lo nacional, más
dictaduras que en nombre del orden y la seguridad nacional impusieron regímenes en
favor de los estados del norte, más corrupción y gobiernos corruptos, etc...).
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La crisis de este llamado estado de bienestar ha producido una vuelta al liberalismo


primitivo de mercado. En este Estado neo liberal en el que nos vemos inmersos, el
mercado, libre de toda interferencia actuaría como un regulador de las relaciones
sociales y económicas. El Estado queda excluido del proceso económico, se lo reduce a
la mínima expresión en cuanto intervención y gasto social, pero máximo en la
protección del mercado. Pero no sólo eso, para algunos autores principios como
igualdad, justicia social e incluso democracia, podrían resultar un atentado para la
libertad en tanto la entienden sólo como libertad de mercado, como libertad de
circulación de la mercancía (Nozick, Hayek y Lechner) y es desde este punto de vista
en que los neo liberales plantean la falta de financiación del gasto social como un puro
problema monetario y en modo alguno estructural, para lo cual recurren de modo
simplista a reducir al máximo el gasto social provocando con ello un ahondamiento de
la crisis.

Es esta concepción neo liberal que muchas veces hace presentar el gasto social como
las principales causantes del déficit público, es esta concepción neo liberal la que
necesita de nuevas estrategias de legitimación, apareciendo en torno a la semántica
de palabras: peligro en lugar de daño, riesgo en lugar de lesión del bien jurídico o
seguridad en lugar de justicia.

(V.g., en España, ley antiterrorista, de protección ciudadana, ley sobre extranjeros,


etc.).

Retomando la idea primigenia del control social, y adentrándonos más precisamente


en el tema que nos ocupa, es importante dejar sentado que hay dos cuestiones que
son inseparables: por un lado la reacción o respuesta de las organizaciones sociales
frente a una conducta desviada o no deseada y, por el otro, las iniciativas destinadas a
prevenir la desviación.

Dentro de estas últimas, sin dudas la educación y porque no el trabajo cumplen a


nuestro criterio un rol primordial al efecto de que todos se sientan incorporados al
cuerpo social, que tengan un sentido de pertenencia, produciéndose así en esta
interacción la mayor predisposición que los otros miembros de la sociedad tienen
depositadas en él para conservar su respeto y estima.

Pero también dentro de este llamado control social informal, cuyo fin principal no es el
ejercicio de ese control - pero que de hecho lo ejerce - aparecen la familia, el
sindicato, el partido político, instituciones estas todas en crisis, con lo que se acentúa
aún más la falta de un marco de contención para gran parte del cuerpo social.

Nos queda por último el control social formal, es decir aquel ejercido conforme a la
razón por la que fueron creados, cuya única finalidad es el ejercicio de ese control,
llámese policía, poder judicial y establecimientos penitenciarios. Este tipo de control se
diferencia del control informal, porque la coerción o la fuerza de éste está regulada por
el derecho escrito, en particular por el derecho penal y las leyes de procedimiento
penal.

Se les asigna también a este tipo de controles formales, más precisamente al derecho
penal, una eficacia preventiva como podría ser la amenaza de la pena frente a la
posible comisión de un delito, o bien se habla actualmente sobre la tarea preventiva
que puede ejercer la autoridad policial con su sola presencia o actuando antes de la
comisión del hecho disvalioso. Sería este un tema de análisis.

Ahora bien, partiendo de la base que es el estado a través de sus órganos legislativos
quien define lo que es delito y consecuentemente lo que será competencia de la
justicia penal, advertimos quienes somos operadores en el Poder Judicial en esta rama
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del derecho, que es muy poco lo que podemos hacer para dar solución a los conflictos
sociales como lo han dado en llamar quienes me convocaron para este encuentro. Si a
ello le agregamos que una de las críticas más severas que se le hacen al derecho
penal es que se trata de un derecho represivo en una sola dirección, donde por
ejemplo la criminalidad organizada y los delitos de los poderosos quedan impunes, el
panorama es aún menos alentador.

Si nos enmarcamos en un cuadro de situación donde los llamados controles informales


(familia, vecindad, escuela, trabajo, sindicatos, partidos políticos, o.n.g., etc.) no son
lo suficientemente convocantes como medios de contención, sumado a un Estado
desertor, cada vez con menos posibilidades asistenciales, no podemos adhitar a la
justicia penal un rol para el que ni siquiera está legitimada.

Si es su obligación y compromiso actuar conforme a derecho, ser custodio de todas las


garantías para evitar de tal modo otro tipo de reacciones sociales informales e
incontroladas impidiendo la venganza. No hay antinomia entre derechos individuales y
la seguridad del orden social; no existe contraposición entre derechos humanos y
seguridad; por el contrario y lo digo con énfasis para que no olvidemos el pasado
reciente de miles de desaparecidos y torturas.

Existe seguridad o existirá. Seguridad mientras estén aseguradas las garantías del
debido proceso, ese es nuestro credo, nuestro compromiso cuando juramos la defensa
de la constitución y la ley.

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