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ATILIO DORESTE.
Tomar la iniciativa, dar el primer paso... no está exento de cierta pereza. Cuesta
entrar en un tema del que, en un principio, se prefiere no hablar. Aquel que quiere
rasgar la tela protectora, romper la cubierta de su primer huevo hacia el camino del
fenómeno creativo. La tradición nos cubre y endurece hasta que queremos desobedecer
cual adolescente rebelde. Es por eso que hay pereza de retomar el medio que nos haga
entrar en la posible y terrible contradicción de libertad y tradición. Parece que tomar un
lenguaje, el apropiarnos de un medio se nos convierte en una estrecha faja. Lo que un
principio parece situación perfecta y suficiente no tendría por qué abrirse a la dificultad
del lenguaje. Este se convertiría en otra creación y realidad paralela que podría alejarnos
de la “felicidad” original. Estamos hablando de brindar nuestra creación. Por eso,
haciendo un ejercicio de honestidad, no nos queda más remedio que enfrentarnos a la
figura de maestro supuestamente inamovible. Yendo más allá de una interpretación
edípica, donde salimos del círculo de la madre para enfrentarnos al padre, es necesaria
una concreción del tema que nos permita dar un punto de partida a una realmente
necesaria aportación (hablar por hablar ofende a una regla de economía que aboga por
salvar los ruidos). Estamos pues refiriéndonos a la dificultad de dar actualidad de
renovar la tradición. Por ello, para comenzar, es necesario aceptar inicialmente estas
contradicciones, para guiar por el camino de la “no guía” es necesario tomar el hilo del
cuerpo real sobre la creatividad artística: nuestro sedimento tradicional. Por ello nos
curamos en salud aceptando nuestro papel de patrón como profesores de arte,
posponiendo o evitando, voluntariamente, y en la medida de lo posible, la ansiada
revolución creativa del hipotético alumno. A niveles de comunidad, y en esta área de
conocimiento, como cualquier otra, un paso se apoya sobre el anterior (aunque a veces
no sepamos si avanzamos, retrocedemos, o damos círculos). En esta necesidad está,
esencialmente la pereza inicial, la de tomar un papel que no es agradable,
convirtiéndonos en lo que verdaderamente odiamos.
Hemos decidido dar el primer paso: abrimos el círculo. Realmente no existe esta
necesidad, es más, debe de ser un verdadero acto de generosidad: brindar aquello que
nace de la propia vivencia. El alumnado tiene una serie de derechos y frecuentemente
exige que se le enseñe. Pero no es posible la enseñanza si no se hace en todas
direcciones y se acepten los papeles, las reglas de juego. Este juego consiste ahora en
ser actores. El alumno hace una concesión y abre el círculo. Se establecen así las
premisas fundamentales:
A. Ejercicios
Los alumnos se convierten en protagonistas. Interpretan, como actores. El profesor
admite su papel de “patrón”, y marcas las líneas de interpretación: Los ejercicios
establecidos con una intencionalidad evolutiva en función de los ismos históricos, y la
necesidad de dominar algunos recursos para la construcción de los modelos. Cada
espacio pictórico incentiva una serie de pautas que ayudan a mejorar la visión sesgada o
estereoscópica, encontrar de lo que podría ser una frontal limitante. En cada obra
existen lecturas en función del modelo interpretativo, pero el contraste hace posible su
distinción. Aquí nace el posible valor del método: en la toma de conciencia a partir del
alejamiento del objetivo, tornándolo menos inmediato, de la misma manera que el
pintor puede alejarse del tema para objetivizar, tomar una idea general, y tomar una
visión parcial a voluntad. El contraste, por tanto, nos ayuda a identificar las partes que
nos permiten reconstruir la escena en la esencialidad de cada instante pictórico y
circunstancias. Muchas veces, en este modelo interpretativo, todo ocurre a la vez: no
hay repeticiones en el ánimo interpretativo, sí en el reproductivo. Si embargo podemos
identificar ciertas constantes en esta construcción del espacio independiente pictórico,
en la similitud con la evolución de las vanguardias con el proceso de aprendizaje.
Modelo
interpretativo
(Matisse)
B. Ejercicios
Aceptando esta realidad, y con nuestra necesidad de crear un canal expresivo
maduro, aproximamos los cambios interpretativos a la experiencia histórica. Es así
como otro modelo interpretativo se realiza en la identificación con autores históricos.
En este caso la actitud mimética no está en la observación de los temas (modelo vivo y
naturaleza muerta), sino en el estudio de dichos temas según modelos individuales
establecidos y arquetípicos. En alumno utiliza estos modelos a modo de gafas tintadas,
se distancia así de cualquier voluntad de aportación, y deja el campo libre para la
comprensión de las formas para la expresión. El “aprendiz de creador” acepta sin
escrúpulos, pero con emotividad. De aquí partimos a los diferentes modelos espaciales,
jugando a ser cubistas, impresionistas, expresionistas, fauvistas, etc.
Como recurso valioso para la potenciación de las pautas creativas frente al espacio
pictórico, tenemos el azar. Muchas veces aspectos como la sorpresa o la combinatoria,
para el análisis y construcción del escenario para la representación, promueven actitudes
espontáneas donde aparecen los verdaderos códigos asimilados por el aprendiz en el
pasado, directamente identificados con su entorno familiar, cultural, paisajístico, etc.
Ciertas maneras en la elección y combinación del color, forma, y composición que,
gracias al alejamiento de modelos interpretativos más recientes y superficiales (al
tiempo que poco identificables por el alumno, pues él confía en su originalidad
constantemente), podemos encontrar un valioso punto de partida para la elaboración
por experiencia propia de un lenguaje de integridad suficiente e independiente.
Es así, con la liberación del profesor de sus alumnos, y viceversa (ellos ya tienen
herramientas suficientes para su propia interpretación de los temas), es posible volver
despejados para cerrar el círculo, ya que la voluntad no era de comunicar un modelo fijo
e inamovible, sino estimular ciertas pautas, desde lo ya conocido y suficiente, para la
propia interpretación de lo visual. El hijo se revela fácilmente del padre, y finalizado el
juego, puede volver a sus propias inquietudes artísticas con una límpida conciencia.
Modelo
interpretativo
(Matisse)
C. Ejercicios