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LA DIRECTIVA DE LA VERGÜENZA
Dice Zigmunt Bauman que hay un elemento común en todas las historias (la de Cadmo que parte a
la búsqueda de la princesa Europa secuestrada por Zeus, las de los viajeros fenicios, la de Jafet hijo
de Noé) que desde la más remota antigüedad nos hablan de Europa: Europa no es algo que se
descubre; Europa es una misión: algo que se hace, se crea, se construye.
El problema está, siguiendo a Bauman, en cómo la hacemos, cómo la creamos y cómo la
construimos: ¿acogedora o miedosa?, ¿hospitalaria o xenófoba?, ¿respetuosa con los derechos
humanos o haciendo un uso retórico de los mismo?
No nos convendría olvidar, aunque la evocación del pasado no suele garantizar lo que se vaya a
hacer en el presente, que Europa ha sido cuna de lo mejor y lo peor que ha dado la humanidad. Ha
sido escenario de guerras terribles y en su suelo se desarrollaron, durante el siglo XX, los sistemas
totalitarios más mortíferos que la humanidad ha conocido. En Europa nacieron y se desarrollaron
las teorías racialistas clásicas y una buena parte de las teorías racialistas modernas. Y, a su vez, es
hoy un gran espacio político y social donde los valores de racionalidad, justicia, libertad individual,
democracia, derechos sociales, tolerancia y laicismo se encuentran más desarrollados en el mundo,
aunque sujetos a mil tensiones y, en los últimos tiempos, combatidos desde dentro por un elenco de
fuerzas políticas que han alcanzado importante presencia institucional, como en Italia.
La política de inmigración en la Unión Europea y la Directiva de la vergüenza
La política europea de inmigración está plagada de contradicciones, con una tendencia cada vez
más reforzada a la restricción y a dar explicaciones trufadas de cinismo para justificar los retrocesos
en materia de derechos humanos y aplicación de normas elementales de justicia.
La socióloga Catherine Wihtol de Wenden suele decir que la Unión Europea practica una política
de inmigración, temblorosa, presionada por una opinión pública recargada de inseguridad, a la
vez que tiene que hacer frente al envejecimiento de la población y a la falta sectorial de mano de
obra
Insistiendo en esas contradicciones de la política europea, el profesor Joaquín Arango señala que
las especiales dificultades europeas emanan de, y se explican sobre todo por, la combinación de
dos elementos que caracterizan, mejor que ningún otro, la relación de las sociedades europeas con
la inmigración: por un lado, la existencia de fuertes y extendidas reservas sociales, políticas y
culturales hacia ella, que se traducen ante todo, pero no solo, en políticas de inadmisión
fuertemente restrictivas y en obstáculos formales e informales a la plena incorporación a la
sociedad y al cuerpo político; por otro, el reconocimiento de obligaciones morales y políticas
propio de sociedades democráticas, y que se manifiestan en el reconocimiento de derechos tan
importantes como la reagrupación familiar, el refugio y el asilo, el derecho a la residencia
permanente o a la adquisición de la nacionalidad.
La Directiva de la vergüenza
En ese contexto contradictorio, pero con una creciente tendencia a la restricción y a dejar en el
cajón principios elementales del estado de derecho, se discutió, el pasado 7 de mayo, la Directiva
Europea sobre el internamiento y la expulsión de extranjeros extracomunitarios sin autorización de
residencia. En esa reunión se quería acordar el texto que se llevaría al parlamento europeo para su
aprobación el 20 de mayo. En esa reunión no ha habido acuerdo. Una parte de los Estados quiere
endurecer más el texto de consenso.
De esa Directiva, que ha sido calificada por el movimiento asociativo europeo como la Directiva de
la vergüenza, cabría resaltar cuatro aspectos:
La ampliación hasta 18 meses del tiempo de internamiento de las personas inmigrantes
por la infracción administrativa de estancia irregular en un país de la Unión.
La posibilidad de que en ausencia de centro de internamiento específico, las personas
detenidas por estancia irregular puedan ser ingresadas en prisiones, aunque en módulos
separados del resto de los presos.
La posibilidad de internar en los centros de internamientos para extranjeros a los
menores de edad
La ampliación de la sanción del tiempo mínimo de prohibición de entrada en los países
de la Unión a cinco años, que suele acompañar a la expulsión por estancia irregular.
La actuación del Gobierno español
El Gobierno español, junto con Luxemburgo, Holanda y Suecia defendieron un texto de consenso
que, aunque era bruto de narices, no fue aprobado porque otros Estados querían embrutecerlo
todavía más.
El problema es que la brutalidad desmesurada de unos, no convierte en bueno al texto menos bruto.
Como decía la periodista Soledad GallegoDíaz en El País del 9 de mayo: Para evitar que
Gobiernos energúmenos mantengan detenidos a inmigrantes irregulares por tiempo indefinido se
pretende que todos nos convirtamos en energúmenos que los tienen detenidos 18 meses sin decisión
judicial previa y con control que se ejerce a posteriori, nada menos que tan pronto como sea
posible.
Ha sido Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro del Interior, el encargado de explicarnos, de vendernos
la moto averiada de la actuación del Gobierno español. El Gobierno español se nos presenta como
un agente moderador y garantista en una Europa que tiende a la desmesura y a olvidarse de todo
tipo de garantías. El problema es que el texto de consenso sigue siendo desmesurado y falto de
garantías, y que posibilita a cualquier Gobierno, incluido al español, a pasar de las escasas garantías
existentes en el ordenamiento interno.
Las políticas practicadas en el conjunto de la Unión Europea y en España sobre la inmigración
irregular están plagados de contradicciones y reduccionismos interesados. Y el reforzamiento de los
mecanismos represivos que estandarizan a la baja los derechos y las garantías procesales no debería
ser la vía a seguir.
Pero que la Directiva
Donostia, 11 de mayo de 2008.
Agustín Unzurrunzaga