Nosotras estamos aquí, con nuestra presencia y nuestra palabra, para
hablarles de nuestro paso por esta escuela que hoy cumple cien años. Nuestra generación transitó sus aulas, pasillos, patios y salones aproximadamente entre los ‘70 y los ’80, en años muy complejos y dolorosos para el país y también para los estudiantes. Nosotras éramos estudiantes en la escuela cuando la dictadura militar impuso con crueldad e intolerancia su modelo de país y de "sociedad civilizada", arrasando con los sueños y las vidas de muchas de nuestras compañeras y docentes, de sus familiares, y también dejando su huella implacable en nosotras. En aquellos años nuestra escuela fue eco de la embestida oficialcontra la participación de las alumnas (en el centro de estudiantes, en movilizaciones o grupos de activistas), y endureció los controles disciplinarios y las normas de convivencia escolar hasta un límite insospechado. La dictadura era consciente del poder de la escuela y desarrolló múltiples mecanismos coercitivos de control: listas negras de docentes, nóminas de textos y autores prohibidos, circulares técnicas que transmitían claramente el pensamiento del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. El modelo educativo privilegiaba el respeto por una falsa moral y la disciplina; la memorización y la repetición por encima de la indagación libre, cuestionadora y constructora de pensamiento científico; la competencia por sobre la cooperación... nos obligaba a una uniformidad violenta que anulaba el disenso, el pensamiento autónomo y crítico, y el laicismo. La vestimenta, los textos, las canciones, los discursos, las comunicaciones a los padres encabezadas por un sugerente "circular nº", la relación autoritaria que entablaban con nosotras la mayoría de los docentes y autoridades… todo transparentaba aquello que el poder deseaba comunicar o silenciar para ir imponiendo su ideología. A mediados del ’82, la derrota catastrófica de Malvinas y la muerte de centenares de jóvenes argentinos, deterioraron aun más la reputación de las fuerzas armadas a quienes se consideró responsables del desastre. Por allí se abrió definitivamente una hendija por la que se filtraría la libertad y también el horror de esos años de muerte. En el patio de la escuela nos atrevimos por primera vez a entonar un canto en contra de la dictadura y poco después cortábamos la avenida Rivadavia desafiando el ulular de sirenas que nunca más volverían a señalarnos el paso. Todo está guardado en la memoria… es por eso que no podemos olvidar aquellas anécdotas y travesuras que nos hicieron reir, y que cada vez que nos reunimos nos inspiran una sonrisa y el recuerdo de aquel entramado que íbamos construyendo juntas día a día. Recordamos congratitud la charla con alguna profesora que supo detener su clase parahablarnos de pequeñas y grandes cosas que nos ocurren a los seres humanos en la vida. Recordamos también, y con nostalgia, el ombú del patio grande que nos refugiaba del sol implacable de los mediodías, las medialunas que comprábamos en el bufete de Julio, el ritual de embellecernos a la salida cuando los chicos del Moreno o del Nacional 17 venían a buscarnos. También el festejo del día de la primavera en algún parque o quinta familiar que se ofrecía a corazón abierto, la algarabía colectiva por el triunfo en los mundiales de fútbol del ‘78y del ‘82, el viaje de egresadas, los huevazos arrojados o recibidos cada fin de año. Son recuerdos que nos llegan entretejidos con el tedio ante la memorización de un sinfin de cadenas montañosas, hechos históricos o leyes y procedimientos legales que nunca nos ayudaron a pensar la realidad cotidiana ni nos animaron a plantear caminos para transformarla, y que tampoco estimularon nuestra creatividad ni la imaginación ni el disfrute de actividades como la música, el dibujo o los deportes. Somos conscientes de que nuestra experiencia es bien distinta de la experiencia de otras generaciones que vivieron su paso por la escuela en tiempos de democracia y libertad. Indudablemente fueron otras susvivencias y otras las opciones que debieron engendrar para enfrentar los desafíos de su época, asumiendo los claroscuros y las contradicciones que acompañan el caminar de cada generación. Lo imprescindible e indelegable para cada una de estas generaciones es elaborar colectivamente su propia memoria del tiempo que vivió en la escuela, no sólo para reconstruir un relato verídico en el que vayan enlazándose las distintas voces, miradas y acontecimientos, sin ofundamentalmente para resignificar esa historia y que cada una de nosotras pueda comenzar a sanar viejas heridas, y a vincularse con la escuela de una manera más humana y placentera. No fuimos educadas en libertad ni para la libertad, y toma años de lucha revertir esa situación de opresión personal y colectiva. Tomará años estructurar un sistema educativo que privilegie el desarrollo integral de cada persona, estimulando su capacidad de aprender durante toda la vida y privilegiando el aprendizaje de cómo vivir junto a otros. Hoy nuestra generación toma la palabra para afirmar: arderá la Memoria hasta que nuestros sueños se hagan realidad. En ese sentido nos parece sumamente valorable que, a instancias del Equipo de Conducción de la Escuela, los chicos y chicas del nivel secundario, hayan trabajado sobre el tema de la Memoria de las Desaparecidas del Normal Nº4: como fruto de ese tiempo de memoria y reflexión, ellos mismos han confeccionado unas baldosas con los nombres de las Desaparecidas, que se colocarán en septiembre en la puerta de la Escuela. Queremos convocarlos a todos ustedes a participar de ese homenaje. Es nuestro deseo que la memoria de nuestro paso por la escuela contribuya al esfuerzo de gestar un nuevo país, libre, justo y solidario, para las próximas generaciones de argentinos. Muchas gracias.