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Si hablamos de Confianza, porqué nos olvidamos de las

Instituciones?
Según la teoría económica clásica, la economía es la ciencia que se ocupa de la
asignación eficiente de recursos escasos para la satisfacción de necesidades ilimitadas.
Ésta tarea, que a simple vista no parecería demasiado complicada si estuviésemos
hablando de una economía muy pequeña, exige en un mundo con más de seis mil
millones de habitantes y sociedades cada vez más complejas y especializadas, un
sistema de coordinación que a la mayoría de los mortales, costaría mucho dimensionar,
y por supuesto comprender.

El profesor Tim Hardford, en su libro “El Economista Encubierto”, nos sitúa ante la
dimensión de este problema con unas simples preguntas: Quien es el encargado de la
provisión de pan en Londres? Cómo es posible que cada mañana los miles de
habitantes de la ciudad puedan contar en el desayuno con las cantidades que
necesitan de este bien? . Es aquí cuando los economistas, y los no economistas
responden enfáticamente: “es el mercado”. Y efectivamente, esto es así. Es el mercado
quien está coordinando las necesidades, expectativas e incentivos de cada uno de los
individuos.

La teoría económica continúa diciendo que aquello que se conoce como mercado, es
una institución social en la cual convergen la oferta y la demanda, y se determinan los
precios y cantidades de los diferentes bienes que se comercializaran. Es éste el aspecto
que nos interesa: el mercado es una institución y su función principal es coordinar,
función que resulta esencial ante el volumen y la complejidad de las relaciones entre los
agentes económicos.

Pero de qué hablamos cuando nos referimos a algo como una Institución? Si bien en
general se asocia el término a un ente o entidad, como por ejemplo las asociaciones, los
organismos públicos, la iglesia, entre otras, una institución es fundamentalmente, un
sistema autosustentado de creencias compartidas respecto a las reglas del juego, y estas
reglas son determinadas endógenamente a través de las interacciones estratégicas de
los agentes.

En primer instancia surgen claramente dos cosas de este concepto: las instituciones
existen y perduran en el tiempo porque los agentes creen en ellas, y a su vez, las
instituciones dan certidumbre a las decisiones estratégicas de los agentes. Porqué
sucede esto?

Todos los agentes actúan en general estratégicamente, lo que implica que cuando
alguien decide una acción determinada, lo hace en función de lo que él cree que hará el
otro agente, o los otros agentes con los cuales interactúa. De este juego entre ambos
grupos, surgirán situaciones, (equilibrios), donde ninguno de los involucrados querrá
modificar su comportamiento porque no hay manera en que puedan estar mejor, y por
lo tanto estos acuerdos, perdurarán en el tiempo. Pero, como ocurre en los juegos de
mesa, con los cuales muchos de nosotros seguramente hemos compartido más de una
noche de fin de semana, el juego sólo puede ser bien jugado si las reglas del mismo son
claras e iguales para todos los jugadores, y son esas reglas las que determinarán las
acciones de los mismos y los posibles resultados a los cuales se pueda llegar.

En la vida social y económica, que bien podría asimilarse a un gran juego de estrategias,
las Instituciones juegan un rol muy importante: constituyen las reglas del juego, y por
lo tanto, enmarcan las creencias de los jugadores. Como dijimos anteriormente, si yo
me comporto estratégicamente, mi decisión depende de mí creencia en lo que hará el
otro jugador.

A lo largo de la historia asistimos en nuestro país a muchas crisis denominadas “crisis


de confianza”. Yo particularmente, preferiría llamarlas, “crisis institucionales”. No
resulta demasiado difícil encontrar ejemplos, pero podrían citarse algunos hechos en
los cuales contar con verdaderas instituciones hubiesen modificado los resultados. Los
cambios de moneda, las confiscaciones de ahorros, los ataques contra la propiedad
privada, los mecanismos poco transparentes para acceder a los cargos públicos y
posteriormente para la aprobación de leyes, etc., tienen un denominador común:
modificaron las reglas de juego. Estos constantes cambios, no hacen más que agregar
incertidumbre sobre el accionar de los agentes y los posibles resultados.

Las sociedades no pueden intervenir de ninguna manera el acto decisorio de los


agentes, pero si pueden generar y modificar instituciones, reglas de juego, que sirvan de
marco de referencia y encuadren el accionar de los mismos hacia equilibrios deseables.
Esto permitirá, no solo alcanzar mejores resultados, sino sobre todo, dotar de
certidumbre y confianza a las interacciones entre los agentes. Sin dudas esto constituye
una gran cuenta pendiente para nuestra sociedad.

Daniel Sánchez Fernández

Economista

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