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El Ar tícu lo 133 Con st ituc ional , lo s Tratado s

Inter naciona les y la Trai ción de l a Supr ema


Cor te

Carlos Aragón-Navarro

I. Introducción.

P
or lo que concierne a la organización funcional, los orígenes de la
identidad política mexicana deben ser buscados en las Reformas
Borbónicas de finales del siglo XVIII, con la creación de intendencias;
y en la “Constitución Política de la Monarquía Española, para el buen gobierno
y recta administración del Estado” mejor conocida como Constitución de Cádiz
(decretada por Don Fernando Séptimo, el 18 de marzo de 1812), cuando
instaura la figura de representación denominada “Diputaciones Provinciales”.

“Cádiz representaba el triunfo liberal, la instauración de la diputación


provisional, la libertad de imprenta, la imposición, en suma, de una nueva
visión en la vida política de España y de sus colonias” 1
Al consumarse la independencia de España (1821) y como producto del debate
legislativo en el seno del Congreso Constituyente, el 4 de octubre de 1824, fue
proclamada la primera Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En ella, adoptamos la forma federal -como estructura funcional viable- e


integramos a las fuerzas locales que reclamaban su presencia en un proyecto
de Estado-Nación, que sellaba la línea política del estado mexicano.

En esta primera Constitución, la Nación Mexicana quedó definida como una


República y se consignó que la forma de gobierno fuese representativa, federal
y popular.

1
Meyer, Eugenia, et., al. Los Sentimientos de la Nación “Museo Legislativo” Congreso de la Unión. LV
Legislatura. México, 1994. Editorial Clío. P, 63.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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1
Sin embargo, sería hasta el siglo XX, después de aboliciones, reinstalaciones,
y reformas, una vez concluida la fase armada de la Revolución de 1910-1017, 2
que, en la Ley Fundamental de la Unión, quedaría plasmado el esquema de
Estados libres y soberanos, en todo lo concerniente a su gobierno interior, con
órganos de gobierno propios (Art. 40)3 y un Distrito Federal, como asiento de
los Poderes de la Unión.

II.- Situando al objeto

T
radicionalmente, el estudio de los sistemas federales –la integración de
Estados, Provincias o Demarcaciones- se ha llevado a cabo desde una
óptica doméstica, relegando del análisis a la dimensión extraterritorial.
Somos, localistas.

Sin embargo, es tal el ímpetu del avance globalizador, que las fronteras
políticas han caído, modificando los sistemas, afectando estructuras y variando,
en sí mismas, los equilibrios de poder interior. En consecuencia, debe
profundizarse en la exégesis de la relación que forzosamente se da entre el
segundo orden de gobierno, -los Estados de la Federación- la Federación y los
Pactos, Convenios y Tratados que México celebra con otros estados
nacionales.

Los Acuerdos, Convenios y Tratados Internacionales, como instrumentos


generadores de obligaciones ciertas y tangibles -aunque no tanto generadores
de derechos, que a la hora de ser exigidos son a menudo cuestionados,
adjetivados o burlados- comprometen a toda una Nación, y la vinculan
jurídicamente con otros Estados partes de dichas Convenciones y Tratados.
Por obvias razones, en los sistemas Republicanos que operan bajo un pacto
federal, celebrado entre Provincias, Comarcas o Estados libres y soberanos
“…en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una federación
establecida según los principios de una Norma Fundamental”4, cuando el

2
Meyer, E. et., al. Idem. p, 110.
3
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos [en línea] México, Cámara de Diputados, 2006, [citado 19-08-
2007] Marco Jurídico del Congreso, formato PDF. Disponible en Internet: http://www.diputados,gob.mx “Artículo 40.
Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de
Estados libres y soberanos…”
4
Ibidem. Art. 40.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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Gobierno central firma un Tratado, obliga a todos los Estados miembros de la
Federación o la República y compromete a sus regiones o comarcas.

En ese tenor, se supondría que, para hacerlo, debería contar con la


legitimación y personalidad suficientes para ello.

¿Es así en el caso de México? En tratamiento de este breve ensayo,


apuntaremos debilidades estructurales de esa representación, relacionadas
principalmente con la personalidad y el interés jurídico de los entes que
intervienen en el proceso de negociación, suscripción y ratificación de tratados
y convenios.

En la división de poderes que es propia de regímenes republicanos,


constitucionales y “democráticos”, la desconcentración de funciones tiene,
principalmente, el propósito de custodiar las garantías ciudadanas. Y, en esa
dinámica, se espera del Poder Judicial que ejerza funciones de contrapeso a
las liberalidades o errores que pudiesen cometer el ejecutivo y el legislativo.

México atiende a esa estructura. No obstante, la actuación de la Suprema


Corte de Justica, como productor de resoluciones capitales para la vida pública
del país, poco ha hecho, en el rubro de la asunción de Tratados
Internacionales, Convenios o Acuerdos, para abonar a la construcción de
certeza jurídica y paz social. Obediente más a los dictados de los poderes
fácticos y a los caprichos de la política, que a su deber sustantivo de proveer
legalidad, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en su novena
época, ha emitido en fechas recientes, una tesis que vulnera gravemente, no
sólo al orden jurídico nacional, sino, esencialmente, a la soberanía de los
estados miembros de la federación.

El tema es jerarquía de leyes, supremacía del orden interior y obediencia a la


autonomía y soberanía de los regímenes estaduales. El tema es congruencia y
respeto. No fingir que se ignora el derecho, ni exhibir que se es “demasiado
listo”, como lo hacen ahora nuestr@s magistrad@s.

Por eso importa distinguir qué clase de normas están siendo afectadas por la
¿caprichosa? Decisión de la Suprema Corte. Al efecto, nos apoyamos en la

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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3
magistral interpretación del Dr. Jorge Carpizo Mac Gregor, jurista excepcional,
Procurador General de la República en los 90’s y hombre conocedor de su
tiempo y su gente.

El Dr. Carpizo, en su artículo “Estudios Constitucionales”5 distingue entre dos


clases de Leyes Constitucionales –aunque es consciente de que todas, por
proceder del congreso federal, lo son- y refiere que unas emanan material y
formalmente de la Constitución y otras sólo provienen formalmente de estas
últimas, dando la categoría de supremas a las primeras y, de ordinarias, a las
segundas.

Es necesaria la precisión anterior porque, bajo las premisas que apunta el Dr.
Carpizo, los Tratados –que se elevarían también a la categoría de Ley
Fundamental- no pueden entrar en contradicción con las leyes constitucionales,
pues un tratado anticonstitucional “…no se puede aplicar en el orden interno…
el estado tampoco lo debe aplicar aunque caiga en responsabilidad y lo que
debe hacer es denunciarlo o por algún método jurídico, acabar con el monstruo
que no tiene base constitucional para poder subsistir”6

Pretender que un Tratado Internacional sea subordinado únicamente de la


Constitución Federal, pero que sea superior a leyes federales, constituciones
locales y leyes secundarias, es un ataque a la esencia de la soberanía. Cuando
en el artificio se imbrican los fallos de legitimación a los que alude el punto
anterior y la deserción de poder judicial, la cosa se complica. Y no es tema
menor.

Sin tener mayores aspiraciones que una precisión ontológica y una breve
exégesis que apunte lo que podrían ser errores de diseño u operación de
nuestro sistema político, este ensayo aborda los temas antes enunciados, los
desarrolla y concluye con un par de propuestas. Esperamos acercarnos un
tanto a la verdad. Cumplimos con decirla.

El planteamiento del problema, se presentará de manera inicial en dos


preguntas. ¿Responde, la revalidación del Senado, al espíritu original
5
Carpizo, Jorge, “Estudios Constitucionales”, México, UNAM, en: La Gran Enciclopedia Mexicana, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1983.
6
Citado por Ruperto Patiño Mánffer “Comentario al Artículo 133”, México, Cámara de Diputados LVII Legislatura,
en, Derechos del Pueblo Mexicano, México a través de sus Constituciones, Artículo 133 pp. 1183-1184.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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expresado por el constituyente, para comprometer la soberanía de los Estados
de la Federación? ¿Debe, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cumplir
con el mandato que le otorga el pueblo de México, como garante de sus
libertades?

Para responder a la interrogante inicial, conviene recordar el significado de dos


conceptos sustantivos para la construcción del México Independiente, que
vienen rescatándose desde nuestros primeros órdenes constitucionales, hasta
los inicios del México moderno. Éstos son, los conceptos de “Soberanía” y
“Constitución”.

La redacción actual del Art. 39 Constitucional, señala:

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo...”7.

Como es sabido, una buena parte de las constituciones latinoamericanas


tomaron conceptos y esencia tanto de la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano (1789)8, como de la Constitución de los Estados
Unidos de América (Mayo de 1787)9 rescatando elementos fundamentales de lo
que hoy es cimiento de nuestro orden jurídico. Haciéndolas a un lado, porque ni
son materia de este ensayo ni importan, desecharemos las acusaciones de
copia o plagio que -de los constituyentes del 24, e inclusive de los de 1857- se
llegaron a hacer. Lo que importa, y destacamos, es que la noción de soberanía,
como potestad exclusiva del pueblo, para dictar leyes para el pueblo y hacerlas
cumplir dentro de un territorio nacional, es la esencia misma del concepto, es
una realización de los constituyentes mexicanos. Y hay que defenderla.

Sólo un pueblo soberano puede normar las conductas de sus ciudadanos y


sancionar las transgresiones de los mismos. Sólo un pueblo soberano puede
dictar una Constitución.

7
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Ibid., “Artículo 39…Todo poder público dimana del
pueblo y se instituye en beneficio de éste. El pueblo tiene, todo el tiempo, el inalienable derecho de alterar o
modificar la forma de su gobierno”.
8
“Nadie puede ser sometido a las leyes que no hayan sido aprobadas por él o por sus representantes y que no
hayan sido promulgadas y aplicadas legalmente. El fundamento de toda soberanía reside en la nación... Todo
gobierno tiene por único objeto el bien común... Las leyes deben ser claras, fijas y unas para todos los
ciudadanos... y si es preciso, se deben corregir las fallas que contenga la Constitución" [en línea]
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/agosto/interna/euro4.htm
9
http://www.monografias.com/trabajos32/teoria-estado-norteamerica/teoria-estado-norteamerica.shtml#proyecc

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El otro vocablo determinante para el desarrollo del presente ensayo, es
Constitución, y también nos la legaron los legisladores de 1824, 1857 y 1917.

Para Hans Kelsen, eminente jurisconsulto austriaco, que propugnó por


desarrollar una Teoría Pura del Derecho, libre de connotaciones emotivas,
morales, o adjetivadas de cualquier manera, Constitución es “La idea de un
Principio Supremo, que determina por entero el orden estatal y la esencia de la
comunidad constituida por este orden”10

Pero “Constitución” también es una forma de ordenar las relaciones entre


gobernados y gobernantes, poniendo coto a los poderes de éstos y regulando
los equilibrios entre las diferentes esferas de gobierno.

Y es en este tenor que iniciamos la proposición de un razonamiento lógico


jurídico, que pretende deconstruir el precepto que precisa el artículo 39
Constitucional citado, y que de manera inconcusa, ordena que es al pueblo a
quien corresponde, en forma exclusiva, la soberanía, y que de él dimana,
instituyendo los poderes públicos precisamente para el beneficio del pueblo.

Cuando el constituyente de 1824 quiso regular el procedimiento mediante el


cual podrían celebrarse “tratados de paz, de alianza, de amistad, de federación,
de neutralidad armada y cualquiera otros que celebre el presidente de los
Estados Unidos (sic) con potencias extranjeras”11 tuvo claro que era al
Congreso, a quien le correspondía, como facultad exclusiva, aprobar la
celebración de dichos actos jurídicos.

En esa Constitución, de 1824, ya existían una Cámara de Senadores y una de


Diputados, y ya se distinguían las facultades que a cada Cámara le
correspondían. Pese a ello (o, quizá por ello) el Constituyente de 1824 dispuso
que los compromisos internacionales fuesen ratificados por el Congreso,
teniendo en mente que los Diputados llevasen la representación del Pueblo a la
formalización de esos acuerdos de voluntades, y que los Senadores llevasen la
representación de los Estados de la Federación.

10
Kelsen, Hans, “La Garantía Jurisdiccional de la Constitución” [en línea], México, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 2001, [citado 18-08-2007] Serie Ensayos Jurídicos, Núm. 5, Formato PDF, Disponible en Internet:
http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l275,
11
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, 4 de octubre de 1824, Art. 50, fracción XIII

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La Constitución de 185712 establecía también, como facultad del Congreso, el
aprobar “los Tratados, convenios o convenciones diplomáticas” que celebrase
el Ejecutivo, disposición contemplada expresamente en la Fracción XIII del
Art. 72 de la “Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos”, que fue
sancionada y jurada, por el Congreso General Constituyente del 5 de febrero
de 1857.

No es preciso ser jurisperito para observar consistencia en la disposición del


constituyente de 1857 con la establecida en la norma anterior. La concurrencia
del Congreso en su totalidad, como representante de la voluntad estadual y
ciudadana es más que significativa.

Desde luego que hay más.

En la versión original de la Constitución de 1917 –que, como detalle


anecdótico, siempre fue presentada por el “Primer Jefe de la Revolución”
Venustiano Carranza, como una Reforma a la Constitución de 1857, más que
como una nueva Norma Constitucional- la disposición de que fuese el
Congreso entero quien aprobase y validase la celebración de convenios con
estados extranjeros, existió casi en los mismos términos que la propuesta del
constituyente del siglo XIX.

Si esa congruencia no quiere decir algo, ¿qué puede hacerlo?

Precisa el jurista Ruperto Patiño, cuyo trabajo sirve de premisa básica para la
elaboración del presente ensayo, que obedeciendo a una situación poco clara,
–podríamos aventurar que fuese de índole coyuntural o coyuntural política-
y, sin explicitarse en la exposición de motivos del proyecto de decreto, se
reformaron, tanto el artículo 133 como los artículos 73 y 76 de nuestra Carta
Magna, de manera que ya no fuese el Congreso, sino el Senado, de manera
exclusiva, quien validase las celebración de Convenios y Tratados
Internacionales13

12
Véase en el sitio web de la Cámara de Diputados
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum.htm, donde también se recogen puntualmente las sucesivas
reformas que ha, literalmente, sufrido, nuestra constitución.
13
Patiño Manffer, Ruperto, “Incorporación del Derecho Internacional al Derecho Nacional y sus
consecuencias jurídicas”, [en línea] México, UNAM, 2007, [citado 21/08/2007], Formato “Word”, Disponible en
Internet: http://www.cuaed.unam.mx/posgrado/camara_diputados/docs/prespon/patino_041807.doc

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


Corte
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A modo de paréntesis, apuntamos que, entonces como ahora, se hace patente
la carencia de un organismo de control legislativo, que tutele tanto los intereses
y garantías ciudadanas, como la congruencia entre el orden jurídico nacional,
en sus diferentes niveles, y los tratados internacionales; además de ser
consciente de las razones por las cuales se elaboró esta o aquella norma. Es
decir, que tenga clara la razón de existir, que en su oportunidad tuvo, la ley que
se pretende modificar.

De haber sido así, tiempo más tarde, en el momento en que se altera la


naturaleza del mandato del Senado, y deja de ser representativo de los
Estados de la Federación para ser algo más -otra cosa, pero no “representante
de los Estados”- ese órgano inexistente de control podría haber conjurado una
barbaridad mayúscula, como la que es que un solo individuo, (el Presidente de
la República) que por desgracia no siempre es ni el más ilustrado ni el más
brillante de nuestro representantes, y los señores Senadores, que tampoco son
representantes de nada concreto, estuvieran en posibilidad de comprometer,
hipotecar y hasta dilapidar el patrimonio del Estado -entendido éste en su
sentido más amplio- toda vez que las decisiones de presidente y senadores,
han afectado y lesionado territorio, gobierno y población de México,

III.- La traición de la Suprema Corte

L
a segunda pregunta fundante, atañe a una obligación, un deber de
cuidado y un mandato moral, que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, en su calidad de Tribunal Máximo, debiera tutelar cumpliendo
con el ideal de la equidad.

Señala el Art. 49 Constitucional: “Que el Supremo Poder de la Federación, se


divide, para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”.14

E indica, en su segundo párrafo, que: “no podrán reunirse dos o más de estos
poderes en una sola persona o corporación...”15

14
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, Título III, Cap. I Art. 49.
15
ibíd.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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Y determina nuestra Carta Magna, en su artículo 94, que el ejercicio del Poder
Judicial se deposita en una Suprema Corte de Justicia, como eje del sistema
de impartición de la garantía jurisdiccional.

Este Mandato Constitucional impone a la Corte una altísima responsabilidad.


No sólo debe dictar el derecho, también debe ser garante de que el Estado-
Gobierno provea a los ciudadanos-gobernados de bienestar, justicia y paz
social. Estos son los fines últimos de una República democrática y es
obligación ineludible del juez, impartirlas.

Con lo anterior, debe quedar sustantivado el alto cometido que el constituyente


distinguió para el Poder Judicial en un sentido amplio y para la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, en estricto sentido.

Esta última tiene, además de las funciones de Tribunal Constitucional, la


extraordinaria facultad de “Hacer el Derecho”. Esto es, resulta bien sabido que
la creación, adecuación y abrogación de las normas que componen el orden
jurídico mexicano compete al Poder Legislativo. Sin embargo, a virtud de la
disposición mandatada expresamente por el Art. 94 de nuestra Carta Magna, la
Suprema Corte de Justicia puede, prácticamente legislar, mediante la práctica
de sentar Jurisprudencia16;

Esta potestad, no tiene parangón con otra concedida a algún otro poder de la
Tríada Constitucional. Y la Corte debiera hacer honor a esa distinción, pero no
lo hace.

En materia precisa de la interpretación respecto a la jerarquía que debe


prevaler entre Leyes Constitucionales, Constituciones Estaduales, Legislación
Secundaria, Reglamentos y Tratados Internacionales, la Corte –como en todos
los temas controversiales de que ha conocido en los últimos cinco años- ha
sido inconsistente, facciosa, marrullera y cobarde.

¿Cómo es posible que un Ministro o Ministra de la Suprema Corte de Justicia


de la Nación, que debió acreditar en su oportunidad una experiencia mínima de

16
Esto es, las circunstancias especiales de que, ante una misma hipótesis factual, luego de cinco
resoluciones en el mismo sentido concluidas por la Corte –continuas y sin una en contrario- la sentencia se
convertirá en obligatoria para todos los Tribunales del Poder Judicial de la Federación sobre interpretación de las
disposiciones Constitucionales, legales y reglamentarias imperantes en el Estado mexicano.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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10 años en la Judicatura, que debió haber probado su capacidad técnica y
moral en la Judicatura, en la práctica y en la Academia y que por tanto, no
puede ser un Lego en Derecho, deje de lado el claro texto Constitucional?

Sin pretender hacer una exégesis completa de la redacción del 133, pero
habiendo investigado sus antecedentes, razón de ser y calidad virtual, me
queda claro que la prelación que el constituyente estableció, y la secuencia en
la que coloca los conceptos no puede ser interpretada en la forma en que la
Suprema Corte ha determinado ahora hacerlo.

Prueba de ello la integra el resolutivo de la propia Corte, que estuvo en vigor


hasta abril de 2007:

“LEYES FEDERALES Y TRATADOS INTERNACIONALES. TIENEN LA MISMA


JERARQUIA NORMATIVA.

De conformidad con el artículo 133 de la Constitución, tanto las leyes que emanen de ella,
como los tratados internacionales, celebrados por el ejecutivo Federal, aprobados por el
Senado de la República y que estén de acuerdo con la misma, ocupan, ambos, el rango
inmediatamente inferior a la Constitución en la jerarquía de las normas en el orden jurídico
mexicano. Ahora bien, teniendo la misma jerarquía, el tratado internacional no puede ser
criterio para determinar la constitucionalidad de una ley ni viceversa. Por ello, la Ley de las
Cámaras de Comercio y de las de Industria no puede ser considerada inconstitucional por
contrariar lo dispuesto en un tratado internacional.

Amparo en revisión 2069/91. Manuel García Martínez. 30 de junio de 1992. Mayoría de


quince votos. Ponente: Victoria Adato Green. Secretario: Sergio Pallares y Lara.

El Tribunal Pleno en su sesión privada celebrada el martes diecisiete de noviembre en curso,


por unanimidad de dieciocho votos de los señores ministros Presidente Ulises Schmill
Ordóñez, Carlos de Silva Nava, José Trinidad Lanz Cárdenas, Miguel Montes García, Noé
Castañón León, Felipe López Contreras, Luis Fernández Doblado, Victoria Adato Green,
Samuel Alba Leyva, Ignacio Moisés Cal y Mayor Gutiérrez, Clementina Gil de Lester,
Atanasio González Martínez, José Manuel Villagordoa Lozano, Fausta Moreno Flores,
Carlos García Vázquez, Mariano Azuela Güitrón, Juan Díaz Romero y Sergio Hugo Chapital
Gutiérrez: aprobó, con el número C/92, la tesis que antecede; y determinó que la votación es
idónea para integrar tesis de jurisprudencia. Ausentes: Ignacio Magaña Cárdenas y José
Antonio Llanos Duarte. México, Distrito Federal, a dieciocho de noviembre de mil
novecientos noventa y dos.”17

Sin ser perito en Derecho, pero sabiendo leer, encuentro que el Art. 133 de
referencia, enuncia como Ley Suprema de la Unión, en orden decreciente a la
Constitución, después de ella, a las Leyes del Congreso de la Unión, es decir,
las Leyes Federales y las que se desprenden del Pacto Federal, y aunque usa
la conjunción “y”, para integrar “todos los tratados que estén de acuerdo con la

17
Registro No. 205596; Localización: Octava Época; Instancia: Pleno; Fuente: Gaceta del Semanario
Judicial de la Federación; 60, Diciembre de 1992; Página: 27; Tesis: P. C/92; Tesis Aislada; Materia(s):
Constitucional

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


Corte
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misma”, esto es, siguiendo una estructura lógica de redacción, pero que
también nos dice algo. ¡Y así se desprende de la lectura del criterio de la
Suprema Corte que transcribimos!

¿Por qué los criterios de la Corte, se vuelven tan volátiles cuando abordan
temas con un gran peso específico en materia económica o política o
coyuntural? Irónicamente, podríamos presumir que no obedecen a
razonamientos jurídicos, ni al hecho de haberse encontrado nuevas formas de
investigación que “mágicamente” les develen intenciones y/o motivos hasta
ahora no revelados que llevaran en su entraña los legisladores de 1824 a la
fecha. No. Mientras eso no se pruebe, una sombra de duda permanecerá en mi
interior con respecto a la honorabilidad de algunos de nuestros señores
Ministros o Ministras de la Suprema Corte.

Y nos queda pendiente aún, un elemento:

IV.- La soberanía de los Estados.

E
l Artículo 40 Constitucional manifiesta: “Es voluntad del pueblo
mexicano constituirse en una República representativa, democrática,
federal, compuestas de Estados Libres y Soberanos en todo lo
concerniente a su régimen interior; pero unidos en una federación establecida
según los principios de esta Ley Fundamental”18

También se estableció que las constituciones estaduales en ningún caso,


podrían contravenir las estipulaciones del Pacto Federal, como lo dispone el
primer párrafo del artículo 41 de nuestra Carta Magna.

No obstante, el respeto por parte de la Federación hacia el orden estadual,


debiera ser recíproco.

No puede ignorarse que la celebración de ciertos Tratados, Convenios o Pactos


Internacionales, pueden –y han- causado desequilibrio en el sistema político
mexicano y en la economía de los Estados miembros de la Federación.

18
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, Título II, Cap. I Art. 40.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


Corte
11
Dos escalofriantes ejemplos de este hecho atroz los vivimos ahora cuando
apenas en el primer trimestre de ejercicio de Felipe Calderón, a la cabeza del
Ejecutivo Federal, se dio un alza en el precio del maíz y la tortilla. Tampoco
olvidamos la injusta e ilegal afectación que a los camioneros de autotransporte
mexicanos les sucedió ante el incumplimiento, por parte de los Estados unidos
de Norteamérica de un Convenio de triste memoria y pronóstico reservado: el
Tratado de Libre Comercio para la América del Norte (TLC).

Convenios internacionales –propalados por el Ejecutivo y ratificados por un


senado apátrida- defenestraron la economía de los ciudadanos, y –a mi juicio-
causaron una invasión de la voluntad Federal en la soberanía y libre
determinación de los Estados.

Una circunstancia tan grave debería ser compensada y equilibrada por la


Suprema Corte de Justicia, antes que por paneles de arbitraje relacionados con
y derivados de los Tratados Internacionales para el Libre Comercio.

Esto, sin embargo, no pasa de ser un buen deseo. Está comprobado que,
como dijera Irene Khan, presidenta de Amnistía Internacional, en su reciente
visita a nuestras tierras:

“Aunque México promueve internacionalmente el respeto a los derechos


humanos, en casa falla a la horas de garantizarlos; se niega y se ignora la
violencia contra las mujeres; la impunidad que rodea los casos es un
cáncer con raíces largas; es una gran decepción escuchar los fracasos del
gobierno federal en materia de justicia''19.

Y esto no aplica solamente a los derechos humanos como es de suponerse.


Como reza el refrán, en materia de protección al campo nacional y a la
pequeña industria –dejando fuera del recuento a los monopolios consentidos
por el gobierno- también México es “Candil de la calle y oscuridad de su casa”

Por eso es que, con oprobio y vergüenza, los ministros y ministras de la


Suprema Corte de Justicia actual, pueden impunemente pergeñar un engendro
como la tesis que enseguida transcribo:
19
Ballinas, Víctor; Periódico “La Jornada”, [en línea] 02//08/2007; Política; “Falta voluntad a Ulises Ruiz
para resolver la crisis: AI”; [citado 21/08/2007], Formato PDF, Disponible en Internet;
http://www.jornada.unam.mx/2007/08/02/index.php?section=politica&article=003n1pol

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


Corte
12
“TRATADOS INTERNACIONALES. SON PARTE INTEGRANTE DE LA LEY
SUPREMA DE LA UNIÓN Y SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE
LAS LEYES GENERALES, FEDERALES Y LOCALES. INTERPRETACIÓN DEL
ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL.

La interpretación sistemática del artículo 133 de la Constitución Política de los Estados


Unidos Mexicanos permite identificar la existencia de un orden jurídico superior, de
carácter nacional, integrado por la Constitución Federal, los tratados internacionales y las
leyes generales. Asimismo, a partir de dicha interpretación, armonizada con los principios
de derecho internacional dispersos en el texto constitucional, así como con las normas y
premisas fundamentales de esa rama del derecho, se concluye que los tratados
internacionales se ubican jerárquicamente abajo de la Constitución Federal y por encima de
las leyes generales, federales y locales, en la medida en que el Estado Mexicano al
suscribirlos, de conformidad con lo dispuesto en la Convención de Viena Sobre el Derecho
de los Tratados entre los Estados y Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones
Internacionales y, además, atendiendo al principio fundamental de derecho internacional
consuetudinario "Pacta Sunt Servanda", contrae libremente obligaciones frente a la
comunidad internacional que no pueden ser desconocidas invocando normas de derecho
interno y cuyo incumplimiento supone, por lo demás, una responsabilidad de carácter
internacional.

Amparo en revisión 120/2002. Mc. Cain México, S.A. de C.V. 13 de febrero de 2007. Mayoría
de seis votos. Disidentes: José Ramón Cossío Díaz, Margarita Beatriz Luna Ramos, José
Fernando Franco González Salas, José de Jesús Gudiño Pelayo y Juan N. Silva Meza.
Ponente: Sergio Salvador Aguirre Anguiano. Secretarios: Andrea Zambrana Castañeda,
Rafael Coello Cetina, Malkah Nobigrot Kleinman y Maura A. Sanabria Martínez. El
Tribunal Pleno, el veinte de marzo en curso, aprobó, con el número IX/2007, la tesis aislada
que antecede. México, Distrito Federal, a veinte de marzo de dos mil siete.”20

Al fallar –en ambos sentidos- las señoras ministras y los ministros de la


Suprema Corte, no únicamente afrentan a las instituciones nacionales,
agravian la memoria de verdaderos patriotas que se sacrificaron por darnos
libertad. Su resolución es una auténtica vergüenza, sólo comparable a los
patiños de la Presidencia de la República que, sin siquiera justificar la razón de
su atraco, le quitaron a los senadores la representación de los estados.

V.- Conclusiones.

F ormuladas que fueron dos preguntas rectoras de este ensayo, y


desarrollados ambos ejes temáticos, debemos concluir:

Primera.- En justicia, sin dejar de estar conscientes de que el simple


planteamiento del asunto, habrá de herir susceptibilidades y, en caso extremo,
dar opción a un trasiego de influencias y negociaciones, porque los Senadores,
difícilmente cederían el coto de poder que les significa, dar su servil anuencia a
los Convenios y Tratados Internacionales, respondemos a la primera

20
Registro No. 172650; Localización: Novena Época; Instancia: Pleno; Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta; XXV, Abril de 2007; Página: 6; Tesis: P. IX/2007; Tesis Aislada; Materia(s):
Constitucional.

El Artículo 133, los Tratados Internacionales y la Traición de la Suprema


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interrogantes, (¿Responde, la revalidación del Senado, al espíritu original
expresado por el constituyente, para comprometer la soberanía de los Estados
de la Federación?) Con un rotundo: NO.

La esencia sustentada por ¡tres Congresos Constituyentes! siempre se cimentó


en la convicción de que, contraer un cúmulo de obligaciones y compromisos
internacionales (-¿Vender otra vez la mitad del territorio nacional, señores?-),
no podía, ni debía, quedar vinculada únicamente al soberano… capricho de un
sujeto, por más “Presidente de la República” que sea; pero tampoco la quería
vinculada por unos representantes de nada, como lo es el Senado de la
República en sus actuales condiciones, cuando ya no son representantes de
los Estados. Debía ser el Congreso entero, conjunción de ciudadanos y
Estados de la federación, el que debía autorizar y aprobar el compromiso.

En tal orden de ideas, coincidimos con la postura y conclusión de Ruperto


Patiño, en el sentido de que debiera retomarse el espíritu original del Artículo
133 Constitucional.

Ahora bien, por lo que toca a la segunda pregunta que motivó esta disertación,
¿Debe, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cumplir con el mandato que
le otorga el pueblo de México, como garante de sus libertades? Consideramos
que, como sede de la acción jurisdiccional, cuyo propósito ¡único! debe ser la
impartición de la justicia, los señores y señoras (Ministros y Ministras) de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, que han agraviado al pueblo entero
con su facciosa e increíble resolución, debieran remediar la incorrecta, absurda
y antijurídica resolución, restableciendo los criterios que, verdaderos jueces,
señalaron y luego, por vergüenza, dimitir.

Además de las conclusiones presentadas, y derivado del análisis y la


preparación del tema que debimos hacer, y haciendo notar que en la
constitución de los elementos que deberían integrarse al casi fallido proceso
que hoy se conoce como Reforma del Estado, se eliminó la participación de un
organismo similar al que queremos proponer, sugerimos que se instituya y
eleve a rango constitucional la existencia de un Organismo Constitucional
Autónomo de Congruencia Legislativa.

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Estaría integrado por ciudadanos peritos en derecho, como una base necesaria
para la operación de este organismo. Además, dependiendo de la materia a
conocer, integraría peritos de altas calidades profesionales y éticas, con una
labor indispensable: Vigilar que todas las leyes antes de ser promulgadas, sean
congruentes con el orden jurídico nacional, obviamente con la Constitución y
con los Convenios y Tratados de que México sea parte o suscriba.

La principal obligación, el principal deber del gobierno, es brindar bienestar y


paz social a los ciudadanos. Si esto no se cumple, en términos de la última
línea del Art. 39 Constitucional:

“...El pueblo tendrá en todo tiempo el inalienable derecho de alterar su forma de


gobierno”. Estamos listos para ello.

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