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Sin embargo, comencemos a hilar desde los elementos más comunes. ¿Qué es el
conocimiento? Según algunos, es el hecho de conocer algo. Estar familiarizado, comprender a
través de la experiencia o el estudio. Es advertir. Quizás se trata de una combinación de
distintos procesos como percibir, descubrir y aprender. ¿Pero qué? Tal vez, algo muy
específico, como pasa en los tiempos modernos. ¡Todos condenados a las especialidades!
¡Limitados! ¡Encasillados! En ésta línea, Herbert Spencer decía que la ciencia es un
conocimiento organizado.
Como se puede observar en las definiciones del diccionario Oxford y las demás que
encontrarán en otros, es que no hay una definición universalmente aceptada. Aunque, si
podemos afirmar que la "experiencia" se menciona en la gran mayoría de las mismas. Por lo
que, el conocimiento plantea un proceso cognitivo complejo que implica la percepción, el
aprendizaje, la comunicación, asociación de ideas y el razonamiento.
No obstante, ¿es suficiente tener conocimiento? ¿Es garantía de fiabilidad? Es posible que no
sea del todo fiable, porque el conocimiento sobre algo puede ser erróneo, impreciso. Por éste
motivo, aparecen métodos para intentar saber si esas cosas que aprendemos, descubrimos
pueden utilizarse en el establecimiento de unas creencias estables. De ahí, el método
científico.
¿A que fuentes debemos recurrir en busca del conocimiento? Ciertamente, la literatura es una
de las mayores fuentes de conocimiento del nuestro universo conocido. Ésta, despierta nuestra
curiosidad, nos abre puertas. Nos hace reflexionar, valorar los datos, buscar evidencia a favor o
en contra de nuestras teorías, realizar alguna hipótesis, sacar alguna conclusión, estimula el
razonamiento deductivo e incluso puede hacer que adoptemos o rechazos un sistema filosófico
de vida.
Sin embargo, regresando al comienzo de la reflexión existe ese límite. Que como dice la
tradición Hindú existen dos tipos de conocimiento: El "conocimiento" (Paroksha Guyana) y el
conocimiento obtenido de los libros (Aporoksha Guyana)
En época más cercana a la nuestra, Sorcha Carey, señalaba que "No hay que confundir nunca
el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos
ayuda a vivir". Por otro lado, Aristóteles se refería al conocimiento en otros términos, cuando
decía que: "La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de
aplicar los conocimientos en la práctica." Karl Popper en cambio, más frío y según algunos,
realista en el análisis, subraya que "nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras
que nuestra ignorancia es necesariamente infinita". Un pensamiento que sugiere limitaciones a
la inteligencia del hombre.
John Boyle O'reilly, poeta y novelista irlandés concluyó que: "la llave del éxito es el
conocimiento del valor de las cosas". Pero quizás uno de los pensamientos que más ha calado
en mí, ha sido el siguiente de John Dewey, quién afirmó y con razón que "el conocimiento no
es algo separado y que se baste a sí mismo, sino que está envuelto en el proceso por el cuál
se sostiene y se desenvuelve la vida."
Todo esto, está muy bien dentro del ámbito teórico. Con todo, en la sociedad actual, éste tipo
de "saber", aunque fundamental cimiento de la estructura social misma, ha pasado a un
segundo plano porque no interesan los "libre pensadores". No hay espacio para quién discurre
de modo distinto, si bien se habla de "tolerancia" e "integración" al tejido que conforma ésta
humanidad en sus diversos modos de agrupación, ya sea comunidad, familia, corporación
municipal y los innumerables sistemas que la relación humana pueda producir.
Finalmente, aquel que tenga conocimiento; conocimiento verdadero y desee sobrevivir en ésta
"sociedad", deberá ser egoísta y no compartir todo su alimento con aquellos que hambrientos
de poder, que sólo buscan saciar sus ansias de rédito personal y esconder detrás de la cortina
de la marginación, a quienes en realidad producen las ideas que mueven el engranaje en que
vivimos. Por regla, nadie debería compartir una idea con quién no tiene capacidad para
valorarla. Es como explicarle la teoría cuántica a un niño. ¡Lo menos que puede hacer es
reírse! Tampoco debemos presentar ideas a quienes carecen de la ética suficiente como para
admitir que esa iluminación, no es propia. Por éste motivo, comprendo perfectamente que
existan aquellos constructores libres que desean edificar en nuestra sociedad, pero sin
someterse a un sistema que exprime el intelecto ajeno.