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Ignoro la situación ecuatoriana, pero en Chile, tendríamos que decir que desde
los años ‘60 hasta hoy ha aumentado de manera consistente y sostenida la
matrícula en Educación Superior. Particularmente entre 1964 y 1973. Luego del
Golpe Militar se observa una brusca baja hasta 1981, año en que se cambia el
marco legal regulatorio de la Educación Superior en el país y nuevamente la
matrícula vuelve a crecer. En 1980 la cobertura de Educación Superior (el
número de matriculados en relación a la cantidad de jóvenes de entre 18 y 24
años) era de un 7,4%. En 1990 la matrícula en Educación Superior correspondía
al 14,2% y el 2005 al 33,3%. La tasa de crecimiento observada es del 8,9%
anual durante este período, lo que proyectado al futuro, llegaría al 50% el 2010,
año del bicentenario de la independencia nacional.
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de universidades, las antiguas y las nuevas, cobran aranceles, y a lo menos en
Santiago, las instituciones con aporte estatal no son las más baratas. Sólo a
modo de ejemplo, les cuento que el arancel promedio de las carreras de
Psicología es actualmente de unos 2.180.000 pesos chilenos anuales,
aproximadamente unos 4.075 dólares. Eso es apenas quinientos dólares menos
que el ingreso per cápita promedio.
En este contexto hay que empezar a hablar de la Psicología, que es una de las
carreras que más a crecido en estos 25 años. El crecimiento de la matrícula en
la Educación Superior chilena no sólo ha sido desigual en términos
socioeconómicos, sino también en cuanto a las áreas del saber. Mientras salud
y tecnología han aumentado apenas su oferta, las áreas de ciencias sociales –
particularmente Psicología-, derecho y administración han crecido notablemente.
Todo indica que las carreras de Psicología son un buen negocio, las escuelas
siguen proliferando y la matrícula no se ha estancado como se supuso en algún
momento. Para quienes las implementan parecen ser de bajo costo en inversión.
Particularmente en infraestructura. Pero también en personal y en otros costos
asociados. Recién en estos últimos años, a propósito de la creación de un
sistema de acreditación nacional de instituciones y programas, aumenta la
preocupación por la calificación de los docentes, por la creación de equipos
estables, y por generar investigación.
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día. Nos cuesta asumir sin embargo que es la Universidad tradicional –esa que
se escribe con mayúscula y en singular- la que está cambiando, porque el
modelo de desarrollo en nuestro país es otro. Nos duele tal vez ver como la
institución universitaria se ha alejado del Estado y queda a merced de las leyes
del mercado. Y también que la relación entre estudios universitarios y
empleabilidad futura es ahora mucho más incierta. Y la nostalgia por el pasado a
veces no nos deja ver con claridad los desafíos actuales que es a lo que me
quiero referir.
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es el aseguramiento de una apropiación reflexiva y contundente de la tradición
teórico-conceptual de la disciplina psicológica en los estudiantes.
Por último, el tercer desafío, aquel que se ve más lejos todavía, es hacer de las
escuelas y departamento de Psicología centros capaces de aportar a la reflexión
y a la discusión pública. En un país como Chile, donde parece haber un
importante grado de consenso –o a lo menos de inercia- sobre el modelo de
desarrollo y el enfoque de las políticas públicas, las universidades parecieran ser
los lugares privilegiados donde no reducir el debate a cuestiones prácticas, sino
donde se puedan discutir cuestiones de fondo. Más aún en las instituciones que
no tienen compromisos financieros con el Estado, y que ya han comenzado un
proceso de tímida diversificación ideológica y especialización temática. En mi
opinión, una universidad que no sólo aspira a formar buenos técnicos, sino
profesionales capaces de aportar a la cultura y a la comunidad nacional, debe
tener un rol vigilante y crítico. Pienso que el sentido de ser de las escuelas de
Psicología en un país donde ya hay muchas, no es tanto la formación de capital
humano, de profesionales que sirvan como soporte a las economías cada vez
más competitivas, sino el generar y sostener opinión calificada en temas de
interés público. La ausencia casi total de debate y la reducción de la discusión a
cuestiones empíricas menores al interior de las unidades académicas, ponen en
cuestión la relevancia y la pertinencia social de la Psicología.