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Cultura Popular y Terapeútica Social

(El Arte Popular Como Terapeútica Social)

“El concepto de cultura queda abiertamente


Como elemento central de una etnografía colonialista”
Bolívar Echeverría

Sobre La Cultura.
El presente ensayo no intenta ser un ensayo, que se ubique en un sondeo por las
definiciones de cultura, significa que no mencionará, que la cultura es un conjunto de
rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una
sociedad o grupo social en un periodo determinado, y que engloba además modos de vida,
ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del
ser humano, tradiciones y creencias y que a través de la cultura se expresa el hombre, toma
conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras
que le trascienden1.

Por tanto tampoco se aludirá, que la cultura se adscribe en el discurso oficial a lo


culto y que en su perorata ligada a la visión de alta cultura (legado de la ilustración),
predomina que la educación o la función de la instrucción, denotaría una salida al estado de
servidumbre de lo no culto que de paso se ubica fuera del centro -en la periferia-, “implica
que en las sociedades injustas, inequitativas y económicamente estancadas, la escuela ha
proporcionado y sigue proporcionando los medios para la liberación individual y de la
sociedad.”

Este ensayo tampoco cuestionará que la mirada del otro como inferior es la
condición que dinamiza la visión ilustrada de cultura, y es a ese otro-inferior al que hay que

1
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enseñarle la cultura, y es en este acto de enseñar donde prevalecen, los procedimientos de
curación y prevención moral.

Por tanto no se hará referencia, a que esta visión ilustrada de la cultura puso al

hombre como centro (el hombre entendido como lo blanco europeo y cristiano) que por esa

necesidad de entenderse como creador o por lo menos como el centro de la creación, reduce

a decir de Castro Gómez, al mundo creado a imagen y semejanza del hombre (Gómez

2002: 95), e instaura un régimen de dominación de unos grupos, sobre otros. Por tanto la

visión de cultura como lo ilustrado y el desarrollo de la razón instrumental advierte Aníbal

Quijano son expresiones de la colonialidad del poder, que impone como corpus

epistemológico único la razón instrumental.

Tampoco el documento se detendrá, a contar que Patricio Guerrero (2002: 45)

refiere que “…la sociedad se ha dividido entre aquellas sociedades civilizadas, que están en

el universo del saber y la razón (logos), frente a otras sociedades “primitivas, aborígenes”,

que apenas están en los sentidos (timos). Mientras las unas poseen ciencia, las otras poseen

magia; las unas crean cultura, las otras producen folklore; las unas tienen religión, las otras

idolatría; las unas medicina, las otras hechicería; mientras las unas tienen literatura, las

otras simplemente mitos. En definitiva, mientras unas sociedades viven en la civilización,

otras aún están en el salvajismo y la barbarie”. Y que estas concepciones (y esto lo digo yo)

se funden en todos los intersticios de la vida social, por tanto se manifiestan en el ámbito de

lo publico y porque no, también en el ámbito de lo privado.

Este ensayo académico, no manifestará a riesgo precisamente de ser censurado, que

en el tiempo de las buenas intenciones, por sobre todo de la democracia, porque la

democracia abuena a lo malo y malignifica a lo bueno, ya le ha dado un lugar –aunque a


regañadientes- a esas culturas que al principio de los tiempos, antes de la creación eran

precisamente malignas, hoy gracias a este abuenamiento, la cultura del otro se ha

reintegrado a donde pertenece, al paisaje, a su condición exótico mercantil.

Como ahora eso que era maligno ya esta abuenado, entonces voluntariamente nos

hará olvidar aquello que obligatoriamente era olvidado, como por ejemplo que esta gran

civilización europea (representada por delincuentes y no en el sentido peyorativo si no real,

como hoy en el discurso oficial de la inseguridad), en menos de 100 años como cuenta

Eduardo Galeano se redujo de 70 millones a 3 millones la población no culta de América,

en este abuenamiento entonces olvidaremos, el saqueo de la plata, del oro, del cobre, de la

caña de azúcar, del café, del cacao, del banano, del petróleo, del estaño, de los cuerpos, de

las almas, de los saberes.

Como es tiempo de abuenamientos, olvidaremos las dictaduras, a los milicos, los

policías, reconoceremos entonces las buenas intenciones del banco mundial, del fondo

monetario internacional, de la banca local, y esas otras pequeñas cosas, que lo único que ha

generado son resentidos sociales que jamás entendieron -pero ahora si lo harán-, que eso lo

hicieron por nuestro propio bien, para hacernos salvos, para hacernos cultos, para hacernos

modernos, para hacernos progresar, para desarrollarnos, porque Europa ha sido nuestra

madre y la madre siempre nos hace eso por nuestro propio bien.
Cultura Popular y Resistencia

Como este ensayo no se detendrá en estos pequeños detalles, en cambio hablara eso

que muchos no hemos olvidado por obligatoriedad, que lo que nos dijeron que fue vencido,

no ha sido tan cierto, aunque sin pecar de mal agradecido el discurso oficial académico lo

enuncio como la cultura popular (para evitar el peyorativo de populacho seguramente,

porque no es tan estético que digamos), también tuvo su gracia, la cultura popular la

diferenciaron de lo masivo, para que la abuenada cultura popular no se contagie de la

industria cultural que para colmo sigue en manos de los tataratataratataranietos de los que

vinieron abuenar a este mundo.

Esta cultura popular como se la define, tiene algunos lugares donde se manifiesta

(locus de enunciación diríamos en otras circunstancias, pero como estoy hablando de

cultura popular tengo que hablar como en la cultura popular), esta en lo indígena, en lo

afro, y en lo mestizo (popularmente en lo indio, lo negro y lo longo)

Y se va expresando en primer lugar en forma, de resistencia, eso de mantener la

cultura diferenció la frontera entre aquello que se constituía como hegemónico y lo

subalterno, o sea estaba bien clarito quienes eran los que explotaban y quienes eran los

explotados, esta resistencia no permitió comerse el cuento que ellos venían a salvar nuestras

almas con el trabajo forzado, ni tampoco había que agradecer a ninguna divinidad por la

desgracia.
En segundo lugar, y muy a pesar de la fractura de las relaciones de los pueblos

originarios, con la tierra, sus semejantes y no se si decirlo gracias a la palabra, paso de

generación en generación sus conocimientos, es lo que también académicamente se ha

dicho que es la memoria histórica, quizá son los guiones obligatorios para no morir con la

muerte, si no vivir en la palabra, y que ahora corre el peligro de convertirse en mercancía

con el turismo, que mal o bien deja una platita dicen los entendidos empresarios que son los

que llevan la mejor parte.

Es en estos conocimientos y en estas prácticas donde se vive intensamente eso que

podríamos llamar una esperanza histórica para América latina, consideremos como la

presencia de otras culturas, cuestionan el carácter de la racionalidad de la cultura

occidental, como proyecto único civilizatorio, permite dar cuenta que hay otras formas de

pensar el mundo, y de transformar una base material, en concomitancia a la configuración

de una nueva alteridad, es posible entonces un proyecto histórico distinto, en donde “ La

idea de cultura como materialidad, que Louis Althusser había tomado de Gramsci para

basar sus propios aparatos ideológicos del estado, fue recuperada con el fin de afirmar no

sólo la necesaria imbricación de la cultura con las prácticas e instituciones, si no también su

integración al proceso material social” (Dagnino: 2001: 65) como la generación de un

bloque histórico como bloque intercultural..

Cultura Popular Y Terapéutica Social

Me parece que esta es la clave de la terapeútica, primero que permita tomar posición

crítica frente a lo que se vive y eso como consecuencia histórica.


En este sentido, la terapeútica adquiere el valor de estrategia como acción que

transforma las relaciones de poder, y dinamiza la propuesta política de la cultura popular,

promueve y fortalece el encuentro intercultural-politico y funda una alteridad radical, y asi

se ejerce la dimensión política, empresa que la modernidad y la racionalidad tecnológica

nos está negando, y que precisamente el régimen social contemporáneo en su sistema

integrado de control (escuela, medios de comunicación, familia, iglesias) es el que

efectiviza el desencuentro y posiblemente el alejamiento del alter (des-politiza y des-

erotiza) en relación directa con el sistema global en función de las leyes del mercado, a

través de una violencia física y simbólica, y que niega la existencia de otros universos

simbólicos.

De hecho, el des-encuentro no es sino, el alejamiento del ser como ser, sujeto

concreto histórico, afectivo, para constituirse en el tener-ser y el deber–ser, a-histórico,

insensible. Hecho que nos conduce a la hiper-individualización, a la negación de la

identidad y el sentido de pertenencia y a la afirmación de un mundo unicultural basado en

el mundo de relaciones cosificadas y de afectos con los objetos, estructura esquizofrénica y

psicótica del narcisismo moderno.

Entonces la dimensión política de la cultura popular (en el marco de la

Interculturalidad como proyecto político y proyecto civilizatorio) implicaría crear sujetos

libres y armónico-críticos. Que en términos de Daniel Prieto, Gocen la vida, que se sientan

y sientan a los demás, que se afirmen en su propio ser, que se expresen, que se relacionen,

se apropien de la historia, se apropien y produzcan saber y conocimiento, que se proyecten

en la otredad, que sean seres en comunicación.


¿Cómo hacerlo?, creo que la cultura popular nace como una propuesta inscrita en un

proyecto de liberación en América Latina y como propuso Simón Rodríguez, como un lugar

de la promoción humana, respetuosa de la diversidad, de la naturaleza, en definitiva de la

vida.

Pero al mismo tiempo debe responder a los requerimientos del mundo. Superar

entonces el criterio que la cultura popular es una cultura de la marginalidad, y que se ha

caracterizado por la informalidad, la deficiencia, homologando el derecho a la cultura como

el derecho a la beneficiencia, carente de reflexión y por lo que a mi forma de ver y sentir,

reproduce con mucha facilidad los sistemas de control.

Implica entonces reflexionar sobre su proceso, como ya lo han hecho algunos

compañeros en América Latina, sobre su accionar y su producción en el Ecuador, debemos

pensar la cultura popular como resultado de una propuesta política, desde América Latina.

Entonces debe y es necesaria una cultura popular que configure una subjetividad,

basada en la apertura al mundo exterior, abrir el encierro, permitir que el otro me reafirme

en una condición de equidad simbólica, en la producción del sentido, y la distribución de la

base material que la sostiene, es local y global, y al mismo tiempo permanente, dialéctica

de la transformación histórica de la vida, pero para ello es necesaria la producción del

conocimiento, sobre el sí mismo y sobre los otros, para entender el encuentro, Riviere dice

es promover la “conducta epistemofílica” el dice es el deseo de conocer el cuerpo y el

interior de la madre, para no quedar aprisionado (Riviere: 2000 ; 86), es y debería ser la

premisa, el encuentro en el conocimiento mutuo, para la liberación y no para el


sometimiento. Implica entonces repensar el concepto de libertad, como escenario de

encuentro, en la construcción de nuevos vínculos sociales.

A manera de conclusión final Quijano refiere con mucha claridad la trama de la

transformación simbólica y material que se pretende, como un nuevo sistema hegemónico

basado en el encuentro intercultural “ Si la subversión es radical y masiva y desemboca en

una revolución, es decir, en una redistribución democrática de la autoridad y no en otra

reconcentración del poder, todas las relaciones entre las vertientes, instituciones y

elementos culturales podrán desarrollarse en la misma dirección y profundidad. Pero si esta

subversión es derrotada, la más probable consecuencia es una contrarrevolución y no solo

la preservación del orden hasta entonces vigente. En ese caso si alguno de los elementos

producidos por los dominados y la subversión aparecen como útiles al reajuste del poder,

ellos serán totalmente expropiados de sus productores y serán devueltos a ellos como

originales de sus dominadores. Esto es, mutados en instrumentos de dominación” (Quijano:

2001: 127) por tanto una nueva usurpación simbólica.

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