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EL SOCIALISMO COMO TEMA

Una vez más el socialismo es puesto sobre el tapete en Venezuela, en esta ocasión con
mayor oportunidad de profundizar teóricamente y avanzar en su aplicación práctica --que
es razón de ser de todo militante revolucionario-- toda vez que uno de los mayores
impulsos viene de la misma presidencia de la República, lo cual implica parte de la
discusión acerca de qué socialismo se trata y la búsqueda de aportes históricos, de
experiencias vividas en su aplicación por otros militantes obreros y revolucionarios,
marxistas o no, en circunstancias y lugares distintos.

Porque la definición de socialismo revolucionario pasa por cuestionar a la división del


trabajo en intelectual y manual, por derrotar al dominio del capital sobre el trabajo, por
redefinir los fines del trabajo mismo, cómo efectuarlo, qué producir, qué tipo de
relaciones deben privar en la jerarquía de la fábrica, a quiénes deben favorecer los
beneficios. Y ello significa también decidir qué tipo de organización de trabajadores
necesitamos, ¿es posible avanzar en las tareas políticas revolucionarias por el socialismo
con la estructura sindical?, ¿cómo transferir los medios de producción a la propiedad
colectiva?, ¿es suficiente la nacionalización?, ¿qué tipo de trabajador se requiere para
echar a andar un proyecto de ese tipo, qué nivel de conciencia es imprescindible, y cómo
se alcanza ese nivel?; ¿cómo establecer relaciones y alianzas con sectores de
trabajadores a quienes el capitalismo ha mantenido lejos de la clase obrera haciéndoles
creer que son “distintos” por ocupar “escalas superiores” en el proceso de producción y
distribución de los bienes?

Es larga la lista de interrogantes, muchas de ellas no resueltas y otras respondidas en su


momento con diagnósticos errados o interesados, teñidos por las luchas internas que se
han desarrollado en las diversas organizaciones políticas de los movimientos de
trabajadores, luchas que a su vez, en muchos casos, han sido producto de la
descomposición que la ideología (la falsa conciencia) ha introducido en sus filas como
parte de la acción política del capital por mantener su control y dominio sobre el trabajo.

Y tenemos, parte del problema a resolver, la experiencia del “derrumbe del socialismo”
en la Unión Soviética, fenómeno cuyo balance no conocemos y que en no pocas
ocasiones es atribuido a rasgos de personalidad de un dirigente, sin hurgar en los
procesos de lucha de clases que se desarrollaron luego de la Revolución de Octubre de
1917, vinculados a los orígenes y circunstancias de esa revolución, a las prácticas de los
dirigentes y militantes que asumieron las tareas de un cambio social bajo influencia del
llamado “socialismo científico”, con diferentes interpretaciones y aplicaciones que a su
vez tuvieron peso específico en organizaciones políticas, sindicales y culturales
internacionales.

La militancia de los llamados partidos revolucionarios en Venezuela fue, en gran medida,


víctima de los juegos de poder que los gobiernos “socialistas” realizaron en tanto
receptora de un “marxismo” filtrado y edulcorado para justificar fines que nada tenían
que ver con la teoría revolucionaria. Un ejemplo: el Informe sobre el Proyecto de
Constitución presentado al VII Congreso de los Soviets de la URSS el 25 de noviembre de
1936, según el cual la transferencia de formas de propiedad en el período 1924-1936
había determinado la liquidación de todas las clases explotadoras, y por cuanto sólo
quedaban sectores sociales aliados, ¡desaparecían las contradicciones económicas y
políticas entre obreros, campesinos e intelectuales; llegaba a su fin la lucha de clases!
Para quienes nos incorporamos a las acciones de calle en 1957 y comenzamos a militar a
partir de 1958 en la Juventud Comunista, la Unión Soviética era la representación de la
revolución, el camino a seguir. Y nuestras lecturas, desordenadas y parciales de “El
Capital” en la versión de Wenceslao ROCES, y del Manual de Economía Política de la
Academia de Ciencias de la URSS, pocas respuestas nos daban al desafío intelectual que
constituía comprender la Ley del Valor o la estructura económico-social capitalista a
partir del análisis de la mercancía, toda vez que no teníamos formación político-teórica
previa y, en la mayoría, estábamos ayunos de filosofía. Éramos más pasión que
conciencia, y esa pasión era alimentada con otras lecturas como “La Joven Guardia”, “Así
se Templó el Acero” y “La Madre”.

Luego vino el desenlace revolucionario en Cuba y el juego de “cuadro cerrado” del


gobierno estadounidense para poner frenos a ese ejemplo en la América hispana, todo un
cuadro de luchas que cada partido y grupo en Venezuela, particularmente, interpretó y
resolvió a su manera. Pero el socialismo no era tema principal.

Veamos, por ejemplo, el mensaje que la Dirección del PCV transmitió a la Juventud
Comunista con motivo de su XVII Aniversario a través de “Principios”, la Revista del
Comité Central, en su número 2 de noviembre-diciembre de 1964.

En diecisiete párrafos no hay ni una


referencia a la lucha por el socialismo, a
pesar de que al final del saludo vemos un
inventario de consignas (“por el pan, la
tierra, la libertad, la cultura y la felicidad
de Venezuela”) que si a ver vamos
forman parte de los objetivos socialistas.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 2 DE 14


Entonces conocimos la refutación que el “Ché” hizo a un artículo de Charles
BETTELHEIM en junio de 1964, y aun cuando no teníamos muy claro eso del Cálculo
Económico ni era discutible por nosotros la sujeción a una correspondencia casi religiosa
entre fuerzas productivas y relaciones de producción, quedaba fuera de toda duda la
posición de Cuba y particularmente la del “Ché” como gesto antidogmático. Y ello fue
acicate para nuestras dudas y búsquedas.

Luego leímos el “Manifiesto de Argel”, texto de una intervención del “Ché” en esa ciudad
en febrero de 1965, en el cual formuló una completa requisitoria contra “los países
socialistas”. Citamos Obras Completas, Ediciones CEPE, Argentina, 1973:

“… No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una
nueva actitud fraternal frente a la humanidad, tanto de índole individual, en la sociedad en que se
construye o está construido el socialismo, como de índole mundial en relación a todos los pueblos
que sufren la opresión imperialista.

Creemos que con este espíritu debe afrontarse la responsabilidad de ayudar a los países
dependientes y que no debe hablarse más de desarrollar un comercio de beneficio mutuo basado
en los precios que la ley del valor y las relaciones internacionales de intercambio desigual, producto
de la ley del valor, imponen a los países atrasados.

¿Cómo puede significar «beneficio mutuo» vender a precios de mercado mundial las materias
primas que cuestan sudor y sufrimientos sin límites a los países atrasados y comprar a precios de
mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas del presente?

Si establecemos ese tipo de relación entre los dos grupos de naciones, debemos convenir en que
los países socialistas son, en cierta manera, cómplices de la explotación imperial. Se puede argüir
que el monto del intercambio con los países subdesarrollados constituye una parte insignificante
del comercio exterior de estos países.

Es una gran verdad, pero no elimina el carácter inmoral del cambio”. (Libro 5, página 84)

Después comenzamos las aproximaciones a los textos de MARCUSE y GRAMSCI (“el


intelectual orgánico”, el “Consejo Obrero de Fábrica”) y en ese encadenamiento de un
tema que remite a otro y un libro que obliga la lectura de otros, fuimos dándonos cuenta
de la existencia olvidada u ocultada de historias y experiencias como la de Marmaduke
GROVE en Chile, los Comuneros en Colombia, las proposiciones consejistas de
Farabundo MARTÍ en El Salvador y los relatos de TROTSKY respecto a la revolución
rusa. Y nos atrevimos a leer a HEGEL, a HORKHEIMER, a THEODOR ADORNO, a
LUCKÁCS, a KAREL KOSIK, a CASTORIADIS…

Y fuimos adquiriendo mejores herramientas para el análisis político y la práctica de


formas superiores de lucha, con menos pragmatismo y una mejor visión para detectar los
discursos ambi y hasta polivalentes, como aquellos de crítica al estalinismo soviético pero
que no tenían problema alguno para aceptar los estalinismos locales, a cuyas ejecutorias
se sometían sin chistar. En nuestra práctica en el terreno gremial, por ejemplo, fuimos
testigos de la sujeción de muchos “críticos” a las directivas de las autoridades
universitarias, representantes directos de los partidos políticos dominantes, cuyo
autoritarismo (“estalinismo”) no era tan chocante ni repudiable pues representaba ante
todo garantía de negocios, cargos y otras prebendas.

Y también crecía la necesidad de saber por qué el socialismo se había convertido en


capitalismo de Estado en la URSS; ¿dónde estaba la clave de ese cambio?, ¿tenía que ver
con ello lo del “socialismo en un solo país”?

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En la “Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética” (Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Moscú, 1960) leíamos:

“El Partido canalizaba la energía revolucionaria y la iniciativa creadora de las masas hacia la
construcción del Estado Soviético. El antiguo aparato del Estado de la burguesía y los
terratenientes (el aparato policiaco, burocrático, militar, judicial) fue demolido, y en sustitución de
él fue creado un aparato nuevo, el aparto del Estado proletario. Ya en los primeros días de la
revolución habían sido suprimidos los ministerios del Gobierno Provisional burgués. El Poder de los
Soviets instituyó los Comisariados del Pueblo. Fueron destituidos los funcionaros del Gobierno
Provisional y liquidados los organismos locales del Poder de la burguesía y los terratenientes. Se
disolvieron las Dumas urbanas y la administración de los zemstvos, que representaban los
intereses de la burguesía y los terratenientes. Los Soviets de diputados obreros, soldados y
campesinos pasaron a ser en todas partes los únicos órganos del Poder del Estado. Fueron creados
los tribunales populares soviéticos y la milicia obrera para reemplazar los antiguos tribunales y la
policía. Con objeto de combatir la contrarrevolución y el sabotaje, se formó un organismo especial,
la Comisión Extraordinaria de toda Rusia (VChK), al frente de la cual fue puesto F. Dzerzhinski.”
(Páginas 310-311)

Una de las principales consignas de la revolución había sido, precisamente, “¡Todo el


Poder a los Soviets!”, entendida como resumen de experiencias que conducían a buscar
criterios de autonomía de la clase obrera como fuerza revolucionaria decisiva en la
derrota del capital y en la construcción del socialismo como fase transitoria hacia el
comunismo.

En Rusia los obreros empujaban parcialmente hacia ese objetivo, pero no así los
campesinos, quienes pedían garantías de que sus productos llenaran necesidades de
mercado antes que colectivas y a pesar de ello los organismos de gobierno decidieron, a
principios de 1918, fusionar los soviets de diputados obreros y de soldados con los de
campesinos, truncando de esa manera la primacía del proletariado ruso en las tareas de
la revolución socialista.

Había un Consejo de Comisarios del Pueblo (sovnarkom) y un Comité Central Ejecutivo


Panruso de los Soviets (VTsIK), el primero con totalidad de miembros del partido
bolchevique y el segundo con 62 bolcheviques, 29 “eseristas” (SR ó socialistas
revolucionarios) de izquierda y 10 socialistas. El sovnarkom resumía el poder
gubernamental.

La base de los soviets eran los comités de fábrica, pero en muchos de ellos se
manifestaron tendencias a considerarse unidades productivas independientes,
pertenecientes a sus trabajadores, contraviniendo así la política de dominio de la clase
sobre los medios de producción en beneficio del colectivo general. Esa práctica
bloqueaba, por otra parte, la necesaria coordinación previa para determinar qué producir,
tomando en cuenta el ciclo circulatorio, con lo cual el proyecto revolucionario se colocaba
a merced de la respuesta del mercado y se invertía el orden requerido.

Es por ello que el “control obrero” tampoco fue una estrategia clasista de ocupar
posiciones en función de modificar la correlación de fuerzas sociales que constituyen el
poder político-económico, sino una salida que los órganos gubernamentales buscaron
para contrarrestar la contradicción referida, que además de la desviación política podía
significar paralización productiva. Y esas instrucciones de control sobre los comités de
fábrica encontró resistencia tanto de los obreros, quienes se consideraban despojados de
su poder, como de fracciones políticas y sindicales que se habían visto desplazadas de
sus posiciones por la revolución soviética.

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El 28 de abril de ese año el periódico “Pravda” publica un artículo de LENIN, titulado
“Las Tareas Inmediatas del Poder Soviético”, en cuyo texto (citado de “Obras Escogidas”
en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, 1969) leemos:

“Hemos tenido que recurrir ahora al viejo método burgués y aceptar los «servicios» de los grandes
especialistas burgueses, a cambio de una remuneración muy elevada. Los que conocen la situación
lo comprenden, pero no todos se paran a meditar sobre el significado de semejante medida tomada
por un Estado proletario. Es evidente que tal medida constituye un compromiso, una desviación de
los principios sustentados por la Comuna de París y por todo poder proletario, que exigen la
reducción de los sueldos al nivel del salario del obrero medio, que exigen se luche contra el
arribismo con hechos y no con palabras.

Pero esto no es todo. Es evidente que semejante medida no es sólo una interrupción en cierto
terreno y en cierto grado de la ofensiva contra el capital (ya que el capital no es una simple suma
de dinero, sino determinadas relaciones sociales), sino también un paso atrás de nuestro poder
estatal socialista, soviético, que desde el primer momento proclamó y comenzó a llevar a la
práctica la política de reducción de los sueldos elevados hasta el nivel del salario del obrero medio”
(página 427)

La medida de quitar ejecutivamente la iniciativa política a la clase obrera y esa de


recurrir a la sabiduría de los enemigos de la revolución indicaban una involución
mediante la cual el capital reconquistaba terreno perdido; y hay eventos huelgarios,
desórdenes por el reparto de alimentos y la insurrección de Kronstdat que deben verse
en tal contexto, sin olvidar las difíciles situaciones generadas por la guerra con Alemania,
los enfrentamientos internos entre bolcheviques, mencheviques, eseristas y otras
tendencias o fracciones, y la existencia de grupos armados contrarrevolucionarios en
lucha contra el gobierno soviético.

El resultado práctico fue que los soviets, comités de fábrica y los otros órganos del
proletariado, en vez de tener autonomía y hegemonía sobre todas las otras instituciones
sociales, fueron integrados al aparato general del Estado en calidad de subordinados, por
lo cual toda la resistencia al aparato estatal por parte de los trabajadores era
automáticamente calificada de contrarrevolucionaria.

Tanto los organismos de “control obrero” como los comités de fábrica desaparecieron.

La involución del socialismo revolucionario y la recomposición de un Estado capitalista


que nunca fue destruido provocan la siguiente reflexión de LENIN, quien el 13 de
noviembre de 1922 expuso ante el IV Congreso de la Internacional Comunista:

"Hemos heredado la vieja administración pública, y ésta ha sido nuestra desgracia. Es muy
frecuente que esta administración trabaje contra nosotros. Ocurrió que en 1917, después de que
tomamos el poder, los funcionarios públicos comenzaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos
mucho y les rogamos: «Por favor, vuelvan a sus puestos». Todos volvieron y ésta ha sido nuestra
desgracia. Hoy poseemos una inmensidad de funcionarios, pero no disponemos de elementos con
suficiente instrucción para poder dirigirlos de verdad. En la práctica sucede con harta frecuencia
que aquí, arriba, donde tenemos concentrado el poder estatal, la administración funciona más o
menos; pero en los puestos inferiores disponen ellos como quieren, de manera que muy a menudo
contrarrestan nuestras medidas. Hombres de los nuestros, en las altas esferas, tenemos no sé
exactamente cuántos, pero creo que, en todo caso, sólo varios miles, a lo sumo unas decenas de
miles. Pero en los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos funcionarios
que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa y que trabajan contra nosotros,
unas veces de manera consciente y otras inconsciente."

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Esas experiencias deben ser estudiadas por el movimiento revolucionario venezolano
para entender qué sucedió entonces y aprender a evitar errores cometidos por distintas
generaciones y que han costado ingentes sacrificios a pueblos enteros. Porque no se
trata de abandonar la lucha bajo pretexto de “imposibilidad” de construir el socialismo.
Tampoco renunciar a los aportes que individualidades y colectivos revolucionarios han
dado para avanzar política y socialmente en la transformación de la sociedad.

Pero sí entender cabalmente de qué se trata, qué errores fueron cometidos, cómo se
desarrollaron los acontecimientos que jalonan la historia de la humanidad y
particularmente la de la clase obrera. Y preguntarnos también por qué esta clase ha sido
señalada como la más capaz para protagonizar los cambios revolucionarios contra el
capital. ¿Es por mandato divino, o por determinismo histórico, o por caprichos de algún
teórico o grupo de teóricos?; porque si de una “misión” se trata no se explica cómo la
“clase dominante” simplemente fue desplazada de su lugar por un organismo
administrativo estatal en los primeros años de la revolución soviética.

Veamos por ejemplo una opinión de Paul MATTICK, tomada de su introducción a “¿Qué
es la Socialización? Un Programa de Socialismo Práctico”, escrito por Karl KORSCH y
cuya cita tomamos de la edición de “Cuadernos de Pasado y Presente”, editado en
Argentina en 1973:

“Las repercusiones de la primera guerra mundial, y más aun las de la revolución rusa, hicieron
estallar violentamente la crisis, que, desde hacía largo tiempo, minaba al marxismo y al
movimiento obrero occidental. Antes de la guerra, la socialdemocracia estaba dividida, en base a
planteamientos teóricos, en un ala «revisionista», dirigida por Eduard Bernstein, y un ala
«ortodoxa», representada por Karl Kautski. La guerra revelaría que de hecho esta división en dos
tendencias no encubría sino una actividad reformista semejante, social-patriota y fundada en la
colaboración de clases. Los elementos más extremistas del ala izquierda del movimiento socialista
internacional y sus representantes más destacados, Lenin en Rusia, y Rosa Luxemburg en
Alemania, dejaron de reivindicar la «ortodoxia» marxista, exigiendo por el contrario la vuelta a la
unidad de la práctica y de la teoría socialistas desvanecida desde hacía mucho tiempo.

[…] El «revisionismo» marxista no era más que la teoría de una práctica no revolucionaria y la
«ortodoxia» marxista una teoría separada de toda práctica que, por consiguiente, servía
indirectamente de apoyo ideológico al reformismo burgués.” (Páginas 7 y 11)

Volvamos a la situación de involución del socialismo en la URSS antes reseñada y


revisemos un texto tomado del “Manual de Economía Política” de la Academia de Ciencias
Económicas y Sociales, Editorial “Grijalbo”, México, 1960:

“La nacionalización socialista es la abolición revolucionaria por el poder proletario de la propiedad


de las clases explotadoras y su transformación en propiedad estatal, socialista, en patrimonio de
todo el pueblo. La nacionalización socialista elimina la contradicción fundamental del capitalismo: la
contradicción existente entre el carácter social de la producción y la forma privada, capitalista, de
la apropiación. Gracias a la nacionalización socialista, las relaciones de producción de la industria se
ponen en consonancia con el carácter de las fuerzas productivas, lo que abre el campo a su
desarrollo.

[…] En las empresas nacionalizadas, las relaciones capitalistas de producción son desplazadas por
las relaciones de producción socialistas. Los medios de producción, al convertirse en propiedad
social, dejan de ser capital. Queda abolida la explotación del hombre por el hombre. Se implanta
una nueva disciplina del trabajo, la disciplina socialista. Surge la emulación socialista entre los
obreros. Van arraigando paulatinamente los principios socialistas de gobierno de la producción, en
los que la dirección única se combina con la actividad creadora de las masas trabajadoras. La
producción comienza a desarrollarse con arreglo a un plan socialista, en interés de toda la
sociedad. […]

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 6 DE 14


[…] En el sector socialista de la economía, la fuerza de trabajo no es ya mercancía, el trabajo ha
perdido su carácter de trabajo asalariado, convirtiéndose en trabajo para sí y para la sociedad de
los trabajadores. La plusvalía deja de existir. El funcionamiento de las empresas nacionalizadas va
encauzándose gradualmente hacia la planificación, primero dentro de cada rama y más tarde en
todo el sector estatal. Al instaurarse la propiedad socialista sobre los medios de producción, los
productos salidos de las empresas del Estado dejan de convertirse en propiedad de los capitalistas
para pasar a ser propiedad del Estado, es decir, de todo el pueblo trabajador.” (Páginas 339, 341 y
343)

La nacionalización adquiere, en el contexto señalado, un poder casi mágico que pone de


lado a la lucha de clases y elimina la contradicción fundamental del capitalismo, desplaza
relaciones de producción, liquida al trabajo asalariado y encauza al poder productivo
hacia la planificación, entre otras maravillas.

Recordemos a Federico ENGELS, quien expuso en “Del Socialismo Utópico al Socialismo


Científico”, cita tomada de Obras Escogidas de MARX y ENGELS en tres tomos, Editorial
Progreso, Moscú, 1980:

“… desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso
socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil,
que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista.
Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los
fundadores a Napoleón y a Metternich…

[…] El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista,
es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas
asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanto mayor cantidad de
ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación
capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide.” (Tomo
III, Nota de pie de página 152 y página 153)

Se trata entonces de aclarar conceptos, de vincular a la teoría con la práctica de las


luchas de los trabajadores y de rescatar la mayor cantidad posible de armas que fueron
esgrimidas por muchos revolucionarios en diferentes lugares y circunstancias en la
incesante confrontación capital-trabajo. En lo que a nosotros respecta, hemos tratado de
mantener nuestras posiciones y reforzar información y conocimientos tomando en cuenta
que a escala planetaria el capitalismo está presente en todos y cada uno de sus puntos
en ese proceso de producción y circulación que MARX describe con detallada certeza en
el tomo I de los “Grundrisse”, es decir, que hay obreros en cada rincón del planeta.

Seguimos sosteniendo por ejemplo que los trabajadores debemos luchar por conquistar
nuestra autonomía política y organizativa, tarea en la cual deben jugar papel importante
los Consejos Obreros de Fábrica, base sobre la cual desarrollar y aplicar el Control
Obrero sobre la producción y la distribución en la estrategia de construir un Poder Dual
que nos prepare y eduque para derrocar al poder capitalista y edificar el socialismo
revolucionario.

A partir de 1978 y en prisión por nuestras actividades, contribuimos a la elaboración


colectiva de materiales, algunos publicados en “Al Rojo Vivo”, durante y luego de una
fusión entre grupos revolucionarios, proceso del cual nació el Movimiento Revolucionario
de Trabajadores (MRT); y creemos que la ocasión es propicia para el reconocimiento a
los camaradas que revisaban, discutían, editaban y distribuían ese modesto vocero, entre
--pero no solo-- ellos “la China” grande, “la China” pequeña, “La Negra”, “Cardenal”, “El
gordo”, “El diputado”, “Carlitos” y “Pequeño Juan”.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 7 DE 14


El artículo inserto fue publicado en el ejemplar 1 del vocero, en octubre de 1978.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 8 DE 14


Editorial de “Al Rojo Vivo”, ejemplar 7 correspondiente a setiembre-octubre de 1979.

Nuestra proposición hacía énfasis en la creación de organismos autónomos de masas en


fábricas y barrios, el Control Obrero sobre la producción y el acceso a la contabilidad para
develar los “secretos” de las empresas.

También denunciamos a la Cogestión como una estrategia antiobrera, posición en la cual


no hemos variado porque hoy tenemos muchas más razones para sostenerla.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 9 DE 14


Este trabajo fue publicado en el ejemplar 10 de “Al Rojo Vivo” del 10 de junio de 1980 y
reproducimos textos de algunos puntos, objetivos de la cogestión:

“2. Distraer a los obreros de los problemas planteados por las relaciones verticales en la fábrica,
que podrían llevar a la fuerza obrera organizada a disputar a los patronos el derecho a determinar
los ritmos de producción, qué productos fabricar, el nombramiento de jefes y capataces o los
despidos. Así, las relaciones capitalistas de producción son preservadas permaneciendo los
patronos con la sartén por el mango, es decir, sin que su dominio y propiedad sobre las máquinas,
el trabajo y su producto sean discutidos y puestos en peligro.

3. Dividir a los obreros dentro y fuera de la fábrica al incorporar a ciertos trabajadores a la gestión
empresarial, con lo que éstos creen romper las barreras de clase sin darse cuenta de su utilización
como coartada ideológica para engañar a incautos pues cualquier trabajador aceptado en la mesa
directiva de una empresa capitalista sólo hará de figura decorativa sin posibilidad alguna de
decisión real, dado que todas las empresas configuran un circuito de producción y distribución
articulado al mercado que es monopolizado por los capitalistas y su Estado. Mientras los
trabajadores no derribemos a ese Estado y controlemos el mercado, no podremos
autodeterminarnos política y económicamente. En todo caso, a los capitalistas les importa poco dar
algunas prebendas a determinado grupo de trabajadores en determinada área productiva mientras
su control sobre el proceso total de producción se mantenga y reproduzca.

5. Esparcir la idea de la colaboración de clases, es decir, la «innecesaria» lucha obrera contra la


burguesía y su Estado, que así son presentados como un fenómeno natural y eterno, ajeno a la
acción humana. La idílica «participación de todos» sustituye al combate de la clase por la
revolución proletaria y hace creer a algunos en la posibilidad de ser «socios de su empresa», de la
que esperan cobrar dividendos arrancados a otros obreros”.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 10 DE 14


Contraponemos CONTROL OBRERO a cogestión porque la propiedad privada sobre los
medios e instrumentos de producción es el sancta sanctorum del capital. Y allí, en el lugar
donde esa propiedad es ejercida sin límite alguno, solo tiene entrada el propietario. Allí
se decide. Allí se ejerce el poder. En la fábrica comienza el dominio porque allí el obrero
no solamente es explotado sino también educado en la obediencia al capital, alejado de
los lugares de tomas de decisión y constreñido a un reconocimiento --que por
consuetudinario se hace “normal”-- del dominio y dirección ejercidos por la burguesía.

El obrero es mantenido así en una perspectiva desde la cual no accede a la totalidad


social, es decir, no relaciona su situación con la de los demás obreros y trabajadores, no
acierta a comprender los estrechos nexos de los problemas económicos que lo agobian
(jornadas de trabajo intensivo, salario siempre insuficiente, precios inalcanzables,
expectativas de consumo que lo convierten virtualmente en esclavo pues no es dueño ni
siquiera de lo que sus manos producen) y una política que lo reprime y domina.

Su conciencia es distorsionada y atomizada para que vea solo parcialidades de una


totalidad que se le escapa tras la opacidad que la ideología burguesa esparce a través de
sus medios de difusión masiva y que los otros aparatos ideológicos (escuela, partido,
sindicato, iglesia) reproducen y remachan día a día con un solo objetivo: evitar que el
proletariado acceda a la totalidad, es decir, a la CONCIENCIA DE CLASE, sin la cual
domina un sentido común que lleva a actuar como la burguesía necesita y quiere que se
actúe: cercados por el inmediatismo de las luchas parciales, fácilmente solucionables por
ella y su Estado, entre otras cosas porque esas luchas no ponen en discusión el dominio
del capital sobre el trabajo.

Como concluía MATTICK: “… Ante la inexistencia de alguna forma nueva y mejor


adaptada de organización de la lucha de clases, Korsch tuvo que reconocer que el fin del
capitalismo presupone y comporta el fin de las organizaciones obreras tradicionales. Es
precisamente en el apoyo aportado por los obreros a estas organizaciones donde se mide
la ausencia de la conciencia de clase”.

Hoy se ha puesto sobre el tapete una serie de consignas que “mete en un mismo saco” a
conceptos a nuestro juicio incompatibles como cogestión y socialismo revolucionario,
incompatibilidad que ha sido demostrada históricamente pues forma parte de los sueños
imposibles que incluyen “la democratización del capital”, “el copamiento gradual del
Estado”, el “sindicalismo revolucionario” y otras herencias del reformismo.

Existe bastante literatura acerca de la cogestión pues tal fue una de las “modas” que la
CTV intentó aplicar aquí, a cuyo fin fue fundado en 1973 el Instituto Latinoamericano de
Investigaciones Sociales (ILDIS), financiado con recursos del Ministerio de Cooperación
Económica de la República Federal de Alemania, razón por la cual una de las voces
autorizadas para pontificar acerca de las presuntas bondades cogestionarias era el
entonces Secretario General de COPEI, Eduardo FERNÁNDEZ.

En una revista llamada “Nueva Sociedad” fue publicado, en septiembre-octubre de 1976,


un trabajo de Heinz VETTER, Presidente de la DGB, Confederación de Sindicatos
Alemanes, y de la Confederación de Sindicatos Europeos, acerca de la cogestión en
Alemania Federal. Allí el señor VETTER expone:

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 11 DE 14


“Realizando la cogestión, nos interesa, ante todo, conseguir que la propiedad de grandes empresas
no continúe siendo privilegio para poder social, para poder de dirección y de mando de hombres
sobre hombres. Pues opinamos que, en un orden social liberal y democrático, la existencia de tal
poder debe permitirse solamente cuando esté legitimado y controlado democráticamente.

(…) Ha de contribuir a solucionar - dicho más modesta y, por tanto, más exactamente - a superar,
siempre de nuevo, pero también sólo de forma provisional, los problemas fundamentales de todas
las sociedades con división de trabajo en la industria.

(…) Poco relieve tienen los así llamados derechos de cogestión económica. Si la gerencia de una
empresa planea cambios en ella, debe, ciertamente consultarlo con el consejo de empresa, pero,
con todo, éste no puede evitarlos.

(…) Ello responde a un principio general del régimen de empresas que podría expresarse de esta
forma: los derechos de cogestión y de participación de los consejos de empresa acaban allí donde
comienzan las verdaderas decisiones empresariales. La decisión económica de la gerencia
empresarial determina el marco de la labor de los consejos de empresa. Este solamente tiene
derecho a participar en las medidas a tomar luego, dentro de este marco, en relación con
cuestiones sociales y de personal.

(…) Frente a esto, la actuación de los consejos de empresa se reduce a intervenciones correctivas.
En eso reside una debilidad fundamental de la labor de los consejos de empresa. Se impiden
injusticias sociales evitables. Se suavizan socialmente procesos económicos inevitables”.

Es decir:

a. la cogestión permite la esclavización del hombre por el hombre, esquilmar a los


consumidores, enriquecerse groseramente y dominar a toda una sociedad [“privilegio para
poder social” de grandes empresas] solamente cuando ese poder esté legitimado y
controlado democráticamente (por esas mismas empresas y el Estado que es su síntesis,
por supuesto)

b. los derechos de cogestión económica son tan útiles como un chaleco antibalas hecho de
lona, pues cuando la gerencia de una empresa planea cambios, el “consejo de empresa” no
puede evitarlos.

c. los derechos de cogestión llegan hasta donde comienzan “las verdaderas decisiones
empresariales”, las cuales determinan el marco de la labor de los consejos de empresa. Los
trabajadores en cargos de la dirección empresarial cogestionaria tienen, eso sí,
oportunidad de participar en las medidas “a tomar luego, dentro de ese marco”, en relación
con cuestiones sociales y de personal que en el texto no son explicadas.

d. la cogestión asume entonces un papel que muestra toda su carga “revolucionaria”: impide
injusticias sociales evitables y suaviza los procesos económicos inevitables, algo así como
vaselina con anestésico local en prácticos envases con forma de antifaz de “El Zorro”.

En todo caso, creemos que en Venezuela existe ya una práctica de cogestión que puede
ser analizada y balanceada para determinar cuál ha sido su resultado en función del
avance revolucionario no de un grupo de trabajadores que pueda haber sido favorecido
por beneficios económicos y/o sociales, no de representantes políticos o empresariales
que puedan mostrar cifras de ganancias por la efectiva explotación de mano de obra
asalariada, por aplicación de la división social del trabajo y por técnicas gerenciales que
no tienen diferencia alguna con las cotidianamente aplicadas por las empresas
capitalistas en cualquier punto del globo terráqueo.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 12 DE 14


Nuestra intención es mantener viva la propuesta de discutir colectivamente las
experiencias de generaciones que intentaron “el asalto al cielo” y preservar los aportes
teóricos que sirvieron de base y motivación para la educación y la lucha.

Si el socialismo se limita a una transferencia de propiedad jurídica dejando incólumes al


trabajo asalariado, a la división social del trabajo, a la jerarquía de poder en la fábrica y
al mercado como juez supremo de la producción-circulación, no pasaría de ser una
reproducción del capitalismo en la cual unos explotadores sustituirían a otros. Y entonces
no sería socialismo.

Detrás de muchas de las propuestas reformistas o conservadoras se ocultan errores que


nada de nuevo tienen, como el de creer que podemos avanzar hacia el socialismo
revolucionario coexistiendo con el capital y excluyendo a los capitalistas, pues como
explicaba Carlos MARX [“ELEMENTOS FUNDAMENTALES PARA LA CRÍTICA DE LA
ECONOMÍA POLÍTICA” (Grundrisse) 1857-1858, Siglo XXI Editores, 1976, Tomo I,
páginas 475-476]:

“La producción de capitalistas y trabajadores asalariados es entonces un producto fundamental del


proceso de valorización del capital. La economía usual, que sólo tiene en vista las cosas
producidas, se olvida de esto por completo. En cuanto en este proceso el trabajo objetivado es
puesto al mismo tiempo como no-objetividad del trabajador, como objetividad de una subjetividad
contrapuesta al trabajador, como propiedad de una voluntad ajena a él, el capital es al mismo
tiempo necesariamente el capitalista y la idea de algunos socialistas de que necesitamos el capital
pero no los capitalistas, es enteramente falsa.”

Una de las obligaciones que tenemos, antes de tratar de “construir lo nuevo”, es conocer
la realidad que debemos transformar, comenzando (ya lo señalaba Wilhelm REICH y lo
reclamaba “el Ché”) por nosotros mismos. Y si hablamos de socialismo revolucionario
tenemos que preguntarnos por la clase o conjunto de clases que deben asumir esa tarea
política.

Particularmente creemos que los trabajadores en Venezuela no hemos tomado las


riendas (como fuerza social protagónica) de los cambios por realizar, que además de
víctimas de la desmovilización, fragmentación de la conciencia y la desmoralización,
seguimos atados a los aparatos de control y hemos sido duramente golpeados por los
acontecimientos (abril y diciembre de 2002), y que estamos a la cola de los eventos,
obedeciendo a las directrices del presidente CHÁVEZ y moviéndonos en la dirección por
él indicada sin que de nuestro colectivo salga un proyecto definido, una intención política
propia y clara, una práctica autonómica de clase que señale caminos y se afiance en
posiciones que la conviertan en referencia válida.

Como lo exponía Federico ENGELS (“Sobre la Acción Política de la Clase Obrera”, Obras
Escogidas de MARX y ENGELS en un tomo. Editorial Progreso, Moscú, 1975, página
323):

“… Pero la revolución es un acto supremo de la política; el que la quiere debe querer el medio, la
acción política que la prepara, que proporciona a los obreros la educación para la revolución y sin la
cual los obreros, al día siguiente después de la lucha, serán siempre víctimas del engaño… Pero la
política a que tiene que dedicarse es la política obrera; el partido obrero no debe constituirse como
un apéndice de distintos partidos burgueses, sino como un partido independiente, que tiene su
objetivo propio, su política propia”.

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 13 DE 14


Insistimos entonces: ¿qué tipo de organización obrera y de trabajadores en general
puede y debe asumir la tarea de avanzar en el camino socialista revolucionario?; ¿existe
una organización de ese tipo en Venezuela?; ¿garantiza la organización sindical una
acción política que debe apuntar a la autonomía de la clase obrera?; ¿cuáles han sido los
resultados de la práctica de la cogestión en Venezuela?; ¿ha sido aplicado el Control
Obrero?; ¿conocen los trabajadores de empresas cogestionadas las relaciones entre las
fábricas y el proceso circulatorio de mercancías, uno de los aspectos importantes a tomar
en cuenta para evitar enfrentamientos productores-consumidores?

¿Es suficiente solo el cambio jurídico de propiedad para que las empresas se transformen
en “socialistas”?; ¿cómo afrontar el aspecto de la psiquis, es decir, el conflicto entre
ideas, costumbres y formación de personas bajo valores de egoísmo, individualismo, y
acendrado sentido de propiedad que de pronto y en nuestro caso específico se convierten
en “propietarios de medios de producción” no por un medio autónomo de luchas y
aproximaciones sino por acciones de terceros, concretamente del gobierno nacional?;
¿cómo podemos garantizar que los cambios se conviertan en permanentes y no puedan
ser modificados negativamente por un cambio de ese gobierno?; ¿y cómo responder a la
obligada reacción del capital ante lo que sin duda calificará de “expropiación”?; y frente a
una disyuntiva de esa importancia, ¿es posible que el Estado (que sigue siendo, no lo
olvidemos, capitalista) actúe de manera “neutral”?

Y como se trata de una proposición para la discusión, para el intercambio y para nuestra
propia educación política, invitamos a la lectura y análisis del libro (ut supra citado) de
Karl KORSCH [“¿Qué es la Socialización? – Un Programa de Socialismo Práctico”], a
cuyo fin lo hemos digitalizado y adjuntado al presente trabajo.

Finalizamos copiando una reflexión de Cornelius CASTORIADIS, tomada de “La


Experiencia del Movimiento Obrero”, Volumen 1, Cómo luchar, Tusquets Editor, enero
1979, página 80:

“[…] Conviene tener presente aquí una de estas nociones porque facilitará la comprensión de las
siguientes páginas, la de proyecto revolucionario: proyecto revolucionario, que no procede ni de un
sujeto ni de una categoría definible de sujetos, cuyo portador nominativo siempre es sólo soporte
transitorio; que no es encadenamiento técnico de medios que sirven a fines racionalmente
definidos de una vez para siempre, ni estrategia basada en un saber establecido y situada en
condiciones «objetivas» y «subjetivas» dadas, sino engendramiento abierto de significaciones
orientadas hacia una transformación radical del mundo social-histórico, establecidas y sostenidas
por una actividad que modifica las condiciones en la que se desenvuelve, los objetivos que se erige
y los agentes que la realizan, y unificadas por la idea de autonomía del hombre y de la sociedad”.

Y para quienes puedan estar interesados en leer opiniones relacionadas, incluimos las
direcciones de algunos trabajos publicados en la red:

CONSEJOS Y CONTROL OBREROS: DESAFÍO ANTICAPITALISTA:


http://www.rebelion.org/izquierda/030312colmenares.htm

COGESTION ES ADMINISTRACION DE LA CRISIS CAPITALISTA:


http://www.rebelion.org/venezuela/030902colmenares.htm

SIN MOVIMIENTO POPULAR AUTÓNOMO NO HABRÁ CAMBIO:


http://www.aporrea.org/actualidad/a163.html

TRABAJO PRESENTADO AL I CONGRESO DE TRABAJADORES PETROLEROS:


http://www.rebelion.org/venezuela/040123congpret.pdf

EL SOCIALISMO COMO TEMA ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO-FEBRERO DE 2007 PÁGINA 14 DE 14


¿Qué es la socialización? Un programa de socialismo práctico
Karl Korsch - Cuadernos de Pasado y Presente / 45 - Argentina, 1973

INTRODUCCIÓN DE PAUL MATTICK


I

Karl Korsch nació en 1856 en Tostedt, en los páramos de Luneburg, y murió en Cambridge
(Massachussets) en 1961. Procedente de una familia de clase media, asistió al instituto de
Meiningen y emprendió posteriormente estudios de derecho, economía, sociología y filosofía en
Jena, Munich, Berlín y Ginebra. En 1911 obtuvo el título de doctor en derecho (Doktor Juris) de la
Universidad de Jena. Desde 1912 hasta 1914 estuvo en Inglaterra donde estudió y ejerció las
carreras de derecho inglés e internacional. Al empezar la primera guerra mundial volvió a
Alemania y se incorporó al ejército alemán, al que perteneció durante los cuatro años siguientes;
herido dos veces fue objeto de degradación y promoción militar a tenor de las fluctuaciones
políticas. Se opuso personalmente a la guerra, y lo expresó adhiriéndose al Partido Socialista
Independiente de Alemania (USPD)

En el curso de sus estudios de derecho, Korsch advirtió la necesidad de remontarse a la base


material de éste, es decir al estudio de la sociedad. La derrota debía transformar al socialista de
preguerra en socialista revolucionario. Profesor titular de la universidad de Jena desde 1924, sus
preocupaciones y su actividad principal fueron esencialmente políticas. A consecuencia de la fusión
de los socialistas independientes y de los comunistas, en 1921, Karl Korsch fue diputado
comunista en la dieta de Turingia, ministro de justicia de este estado (cuyo gobierno obrero duró
casi tres semanas del año 1923), y, de 1924 a 1928, diputado en el Reichstag. Durante este
período escribió mucho sobre los temas políticos y teóricos que apasionaban al movimiento obrero
radical de la primera postguerra. Fue redactor del órgano teórico del partido comunista --Die
Internationale-- y poco después editó el periódico de oposición Kommunistische Politik en el que
colaboró también con varios artículos.

Disgustado por la progresiva tendencia oportunista de la Internacional Comunista a partir de


1921, Korsch, que aventajaba en conocimiento y comprensión de la teoría marxista a la mayor
parte de los teóricos eminentes del partido, no pudo menos que enfrentarse rápidamente a la
ideología oficial del partido bolchevique. En 1926, sus caminos se separaron; Korsch se convirtió
en el portavoz del ala izquierda radical del partido comunista (Entschiedne Links) que, pese a
continuar adherida al partido, era considerada, dado su carácter organizativo, como hostil a la
Tercera Internacional. A partir de 1928, Korsch continuó sus actividades políticas al margen de
toda organización definida. Empezó a escribir para las revistas que todavía le abrían sus puertas,
preparó una nueva edición del primer volumen de El capital, viajó, dio conferencias en varios
países y escribió un estudio sobre Karl Marx destinado a una colección sobre sociólogos modernos
publicada por un editor inglés.

La llegada de Hitler al poder, en 1933, obligó a Korsch a abandonar Alemania. Estuvo en


Inglaterra, en Dinamarca, donde residió durante un breve período de tiempo, y en 1936 emigró a
los Estados Unidos. Korsch se consagró a la teoría marxista durante su estancia en América,
donde desempeñó un cargo de de enseñanza en Nueva Orleáns. Su principal influencia fue la de
educador, tanto en América como en Alemania. Sus amigos lo llamaban respetuosamente el
Lehrer [El maestro]. Sus conocimientos enciclopédicos y su agudeza de espíritu le facilitaban
especialmente esta función, aunque él hubiese preferido estar en “el corazón de las cosas”, es
decir, mezclado en las luchas reales por el bienestar y la emancipación de la clase obrera, con la
que se identificaba. Su inteligencia y su integridad moral le aislaban, le impedían participar en el
“saqueo” que constituía una de las características evidentes del mundo académico y del
movimiento obrero oficial. El hecho de que su muerte haya pasado casi inadvertida parece
confirmar la convicción, fomentada por Korsch, de que el marxismo revolucionario sólo puede
existir unido a un movimiento revolucionario del pueblo trabajador.
¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

II

Las repercusiones de la primera guerra mundial, y más aún las de la revolución rusa, hicieron
estallar violentamente la crisis que, desde hacía largo tiempo, minaba al marxismo y al
movimiento obrero occidental. Antes de la guerra, la socialdemocracia estaba dividida, en base a
planteamientos teóricos, en un ala “revisionista” dirigida por Eduard Bernstein, y en un ala
“ortodoxa”, representada por Karl Kautsky. La guerra revelaría que de hecho esta división en dos
tendencias no encubría sino una actividad reformista semejante, social-patriota y fundada en la
colaboración de clases. Los elementos más extremistas del ala izquierda del movimiento socialista
internacional y sus representantes más destacados, Lenin en Rusia y Rosa Luxemburg en
Alemania, dejaron de reivindicar la “ortodoxia” marxista, exigiendo por el contrario la vuelta a la
unidad de la práctica y de la teoría socialistas desvanecida desde hacía mucho tiempo.

El “revisionismo” había rechazado el marxismo revolucionario y por consiguiente no representaba


ningún problema para los socialistas extremistas. Por el contrario, la “ortodoxia” de Kautsky
obligaba a una lucha en dos frentes, contra la socialdemocracia, por un lado, y por otro contra su
aparente justificación: su fraseología marxista. Y esta lucha, que intentaba con todas sus fuerzas
resucitar un nuevo movimiento obrero, utilizando la tradición socialista radical, lanzó el slogan de
“retorno a Marx”. Dado que tanto los enemigos como los discípulos de la “ortodoxia” de Kautsky
apelaban a la obra de Marx, urgía plantearse las siguientes cuestiones: “¿Qué es el marxismo?”,
¿en qué y hasta qué punto el marxismo de la época de Marx conservaba todavía un valor bajo las
condiciones modificadas del nuevo siglo? Las condiciones revolucionarias que siguieron a la
primera guerra mundial suscitaron un renovado interés por la teoría marxista.

Entre 1922 y 1924, Korsch escribió una serie de estudios [recopilada bajo el título Marxismus und
Philosophie, Gründberg´s Archiv (1923); 2da. edición aumentada, Leipzig, 1930 (en español:
Marxismo y filosofía, Era, México, 1971] contra la “ortodoxia” de Kautsky, cuyo objetivo era la
restitución del contenido revolucionario del marxismo. Tras la publicación del libro de Kautsky, La
concepción materialista de la historia, en el que éste abandonaba su antiguo punto de vista,
Korsch se entregó a un nuevo análisis sistemático y crítico del “marxismo doctrinario” [Die
materialistische Geschichtsauffassung. Eine Auseinandersetzung mit Karl Kautsky (La concepción
materialista de la historia. Una confrontación con Karl Kautsky), Gründberg´s Archiv, XIV, 1929].
La terminología de Kautsky se había modificado ligeramente, pero su interpretación de los textos
de Marx apoyaba abiertamente a los verdugos revisionistas del movimiento socialista. Sus ideas
sobre la evolución, la sociedad, el estado y la lucha de clases servían más bien a la burguesía que
a la clase obrera. Korsch no hizo más que comprobar este hecho. Este carácter encontraba su
expresión teórica en las tentativas de Kautsky de presentar la concepción materialista de la
historia como una “ciencia” independiente no ligada necesariamente a la lucha de clases del
proletariado. Y, según Korsch, este hecho volvía a transformar el marxismo en una pura ideología
que, al ignorar los factores que la condicionan, se concebía a sí misma como una “ciencia pura”.

Bajo esa forma ideológica, el materialismo dialéctico de Marx llegó a dominar el movimiento
socialista, y bajo esta forma perdió también todo sentido revolucionario. Sin rechazar la
denominación de “socialismo científico” --por oposición a “socialismo utópico”-- Korsch no podía
admitir que el marxismo fuese o pudiera llegar a ser una “ciencia” en el sentido burgués del
término. El capital, por ejemplo, no es la economía política, sino la “crítica de la economía política”
desde el punto de vista del proletariado. Asimismo, en lo concerniente a todos los aspectos
restantes del sistema de Marx, no se trata de sustituir la filosofía, la historia o la sociología
burguesas por una nueva filosofía, historia o sociología, sino por una crítica de la teoría y práctica
burguesa en su totalidad. El marxismo no pretende convertirse en una ciencia “pura”, sino que
por el contrario trata de desenmascarar el carácter de clase “impuro” e ideológico de la ciencia y
de la filosofía burguesas.

DIGITALIZADO POR ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO DE 2007 PÁGINA 2 DE 28


¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

En su juventud, Marx partió de una perspectiva filosófica que, en su terminología posterior


caracterizó como una posición ideológica que debía superarse. De la crítica ideológica pasó a la
“crítica de la ideología” y de ahí a la “crítica de la economía política”. La concepción materialista
de la historia --es decir la tesis de Marx según la cual “el conjunto de las condiciones de
producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la que se asienta
una superestructura jurídica y política y a la que corresponden unas formas de consciencia social
determinadas”-- no fue el resultado de una tentativa científica o filosófica de descubrir “las leyes
generales de la evolución social”, sino de una crítica materialista de la sociedad y de la ideología
burguesas. Según el pensamiento de Korsch, el marxismo no constituye ni una filosofía
materialista-positivista, ni una ciencia positiva. Todas sus proposiciones son específicas, históricas
y concretas, inclusive las que tienen la apariencia de lo universal. Del mismo modo, la filosofía
dialéctica de Hegel, cuya crítica sirvió de punto de partida a la obra de Marx, sólo se puede
comprender correctamente en su relación con la revolución social, no considerándola como una
filosofía de la revolución en general, sino sólo como la expresión, en el dominio de las ideas, de la
revolución burguesa. Y como tal, no expresa el proceso entero de esta revolución, sino
únicamente su fase final, como podemos comprobarlo en su conformidad con las realidades
inmediatas. Cuando el proceso revolucionario concluyó, la relación dialéctica entre desarrollo real
y desarrollo de las ideas perdió todo sentido para la burguesía.

No sucedió lo mismo al proletariado sometido a su ley y a su explotación. Del mismo modo que
éste salvo en el terreno ideológico idealista, la teoría burguesa no puede ir más allá de la filosofía
de Hegel; ella adopta así un camino diferente. No puede comprender el núcleo racional que oculta
su envoltura mistificadora ni someterlo a una crítica materialista que, en el contexto de las
relaciones de clase existente, revelaría las limitaciones históricas de la sociedad burguesa. Este
proceso sólo es posible desde el punto de vista del proletariado y de su oposición real a la
sociedad clasista burguesa. El punto de vista dialéctico no se interesa por todo el proceso histórico
que empieza con la revolución burguesa más que para producir el movimiento revolucionario de la
clase trabajadora cuya expresión teórica es el marxismo. No se trata de una teoría de un
movimiento proletario que se hubiera desarrollado sobre su propia base, sino de una teoría que,
surgida de la revolución burguesa, todavía lleva, tanto en su forma como en su contenido, las
huellas congénitas de la teoría revolucionaria burguesa.

Ni Marx, ni Engels negaron las raíces históricas de su teoría materialista y de la filosofía burguesa.
No obstante en Marxismo y filosofía, Korsch destacó que esta conexión no implica que la teoría
socialista deba conservar este carácter filosófico en su desarrollo ulterior, ni tampoco que el
jacobinismo de la teoría revolucionaria burguesa deba ser un aspecto de la teoría revolucionaria
proletaria. De hecho, Marx y Engels dejaron de considerar su posición como filosófica y hablaron
del fin de toda filosofía. Ahora bien, según Korsch, con ello no querían expresar una preferencia
cualquiera por las diversas ciencias positivas por oposición a la filosofía. Más exactamente, su
propia posición materialista era la expresión teórica de un proceso revolucionario que se estaba
produciendo realmente y que aboliría la ciencia y la filosofía burguesa aboliendo las condiciones
materiales y las relaciones sociales que encuentran en ellas su expresión ideológica. Aunque, en
las Tesis sobre Feuerbach, Marx afirmó que “los filósofos no han hecho más que interpretar el
mundo de diversas maneras; de lo que se trata es de transformarlo”, esta transformación es
teórica y práctica al mismo tiempo. Según la interpretación de Korsch, la filosofía no puede
ignorarse, ni los elementos filosóficos del marxismo pueden suprimirse.

La lucha contra la sociedad burguesa es también una lucha filosófica, incluso si la filosofía
revolucionaria no tiene otra función que la de participar en la transformación del mundo. Korsch
sostenía que el materialismo de Marx, contrariamente al materialismo naturalista y abstracto de
Feuerbach, era y será siempre un materialismo histórico y dialéctico, es decir un materialismo que
incorpora, comprende y modifica la totalidad de las condiciones sociales históricamente dadas. El
hecho de que Marx haya negado la filosofía no altera en nada su reconocimiento de la ideología y
de la filosofía como fuerzas sociales reales que deben ser dominadas a la vez en su propio terreno
y por un cambio de las condiciones a las que están estrechamente unidas.

DIGITALIZADO POR ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO DE 2007 PÁGINA 3 DE 28


¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

III

Este nuevo aspecto que Korsch subrayó en las relaciones entre el marxismo y la filosofía no
procedía de un interés especial por la filosofía; era más bien una necesidad, un deseo de depurar
el marxismo de aquella de sus escorias ideológicas y dogmáticas; era una consecuencia teórica de
la nueva tendencia revolucionaria originada por la guerra y la revolución. Efectivamente, el
marxismo, que elucida la relación dialéctica entre la conciencia social y su base material, también
puede aplicarse al marxismo mismo y al movimiento obrero. No hay que sorprenderse de que el
marxismo de 1848 y del Manifiesto comunista sea diferente de un movimiento marxista que se
desarrolló --paralelamente a un capitalismo en expansión-- durante un largo período no
revolucionario que sólo concluyó, y por otra parte temporalmente, a raíz de los estragos
revolucionarios de la primera guerra mundial. El “revisionismo” marxista no era más que la teoría
de una práctica no revolucionaria y la “ortodoxia” marxista una teoría separada de toda práctica
que, por consiguiente, servía indirectamente de apoyo ideológico al reformismo burgués.

El nuevo movimiento revolucionario desencadenado por la revolución rusa, se presentaba como


restaurador del marxismo original. Pero, según Korsch, sólo podía tratarse de una restauración
aparente e ideológica. Esta no supo eliminar la necesidad de un nuevo desarrollo de la teoría y de
la práctica marxista adecuado a la situación histórica específica en la que se encontraba el propio
movimiento revolucionario. Sin embargo, en una primera tentativa de combatir la práctica no
revolucionaria, es decir contrarrevolucionaria, del movimiento reformista, basarse en la teoría de
Marx representaba pese a todo un progreso, pues significaba plantear de nuevo el problema de la
revolución y de la dictadura del proletariado. El lema del movimiento revolucionario era “todo el
poder a los consejos obreros”. Por vagas que fuesen las ideas que contenía, este lema expresaba
la voluntad revolucionaria de un proletariado con conciencia de clase para liquidar la sociedad
capitalista. Y en lo que respecta a Rusia, incluso admitiendo la existencia de un abismo
aparentemente infranqueable entre la idea soviética y la posibilidad de realizarla, no había
ninguna razón para no intentar una solución revolucionaria en naciones más favorecidas.

Si la revolución triunfaba en Occidente, quizá podría crear las condiciones necesarias para un
desarrollo socialista de las naciones industrialmente menos desarrolladas. Korsch, como todos los
revolucionarios de esa época, acogió la revolución bolchevique uniéndose a los obreros
revolucionarios de Alemania y de todos los países. Mas, a partir de 1921, la huelga revolucionaria
de postguerra empezó a desvanecerse, y con ella la esperanza de una revolución mundial. La
contrarrevolución en Occidente afectó irremediablemente el carácter de la revolución rusa.
Cualesquiera que hubiesen sido sus aspiraciones originales, el hecho de que tuviera un carácter
nacional y local limitaba sus posibilidades revolucionarias y, en definitiva, la convirtió en una
forma particular de la contrarrevolución internacional. El régimen bolchevique de Rusia solo podía
subsistir haciendo concretamente lo que ideológicamente se veía obligado a rechazar: desarrollar
y extender el modo de producción capitalista. Este no era el objetivo original del bolchevismo, y
no obstante, el antiguo objetivo se convirtió en aquel momento en una ficción ideológica, sin
relación con la estructura económica del país y las fuerzas sociales que trabajaban en su
construcción. Como ideología, este objetivo continuó existiendo; el marxismo en tanto que
ideología se ponía al servicio de una praxis no-marxista: la transformación de Rusia en un estado
capitalista moderno.

Bajo estas condiciones, es comprensible que Marxismo y filosofía inquietara no solo a Kautsky y
sus discípulos, sino también a los ideólogos bolcheviques. La aplicación de la concepción
materialista de la historia al propio marxismo desentrañaba nuevamente la contradicción entre
teoría y praxis que mostraba el conjunto del movimiento obrero de aquellos momentos. El frente
común que se formó rápidamente contra la obra de Korsch demostraba con toda claridad que el
movimiento leninista aún formaba parte integrante de la “ortodoxia” de Kautsky. Del mismo modo
que la adhesión ideológica de Kautsky a los “objetivos finales” del socialismo sólo servía a fin de
cuentas para apoyar el reformismo “sin objetivos” de Bernstein, el dogmatismo de Lenin sólo
podía asumir la función de la falsa conciencia de una praxis contrarrevolucionaria.

DIGITALIZADO POR ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO DE 2007 PÁGINA 4 DE 28


¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

Los ideólogos de la Tercera Internacional calificaron Marxismo y filosofía de “herejía revisionista”.


Desde su punto de vista tenían razón, puesto que consideraban la “ortodoxia” de Lenin y Kautsky
como el marxismo verdadero. La discusión [Esta polémica comprendía asimismo el libro de Georg
Lukács, Historia y conciencia de clase (Berlín 1923), calificado, lo mismo que la obra de Korsch,
como una desviación idealista del marxismo] sobre el libro de Korsch, en apariencia puramente
teórica, adquirió rápidamente un carácter más político. La estrategia comunista en el mundo de
postguerra comportaba la participación en los gobiernos socialistas siempre que ello fuera posible,
y el levantamiento revolucionario, cuando las circunstancias fuesen propicias. Esta estrategia
sufrió una derrota decisiva en Alemania tras los acontecimientos políticos de 1923. Como
resultado hubo nuevas crisis en el seno del movimiento comunista. Surgieron tendencias
derechistas y ultra-derechistas, izquierdistas y ultra-izquierdistas que se disputaban el control de
las diversas organizaciones nacionales de la Tercera Internacional. Si uno u otro grupo se
desviaba de la línea oficial, por muy flexible que ésta fuera, se veía atacado no como una
diferencia táctica, sino como un abandono del propio marxismo. Y cuando Korsch criticó la política
comunista, tras los acontecimientos de 1923, vieron en ello una consecuencia de su posición
“herética” desarrollada en Marxismo y filosofía. No obstante, Korsch y su grupo no fueron
excluidos hasta 1926.

El año 1926 fue propicio para percatarse de la debilidad real de los sobresaltos revolucionarios
que siguieron a la primera guerra mundial. El capitalismo todavía no se había estabilizado, y ello
permitía volver a una huelga revolucionaria. Según Korsch [K. Korsch. Der Weg der Komintern (El
camino de la Komintern), Berlín 1926, en: Die materialistische Geschichtsauffassung, 1971]
prepararse para este retorno significaba una intensificación y no un apaciguamiento de la lucha de
clases. Por otra parte, la posibilidad de un nuevo levantamiento implicaba un recrudecimiento de
la contrarrevolución. Todas las fuerzas anticomunistas, desde la derecha reaccionaria hasta la
izquierda reformista, se coaligaron para impedir toda solución revolucionaria a la crisis existente.
Estas fuerzas encontraron en los bolcheviques, obligados a mantener y consolidar el poder del
partido en Rusia y en el mundo entero, aliados indeseables, pero eficaces. El movimiento
comunista internacional se convirtió en un instrumento político del Estado ruso y por ello mismo
dejó de ser una fuerza revolucionaria en el sentido de Marx. A Korsch le pareció que subordinar el
movimiento comunista internacional a las necesidades nacionales de Rusia era repetir la historia
de la Segunda Internacional en la vigilia de la primera guerra mundial; es decir sacrificar el
internacionalismo proletario al imperialismo nacional.

Una crítica detallada de la política bolchevique carecía de sentido entonces, pues lo que
determinaba esa política no era ni una interpretación errónea de la situación real en relación a las
aspiraciones proletarias, o incluso la ausencia de tales aspiraciones, ni tampoco una teoría falsa
susceptible de corrección por vía de la crítica. Por el contrario, esta política surgía directamente de
las necesidades concretas, específicas del estado ruso, de su economía, de sus intereses
nacionales y de los de su nueva clase dirigente: los jefes bolcheviques y su secuela de burócratas.
El comunismo proletario se vería obligado a romper con Rusia y la Tercera Internacional, como
anteriormente tuvo que romper con el social-reformismo y la Segunda Internacional. Es muy
probable que todas esas circunstancias ahogaran temporalmente al comunismo proletario. La
combinación de las fuerzas reales e ideológicas del capitalismo tradicional, de sus partidarios
social-reformistas y del capitalismo de estado ruso cubierto de oropeles marxistas, era más que
suficiente para aniquilar a una minoría revolucionaria todavía incapaz de asumir su derrota.

Korsch y sus nuevos amigos de los grupos comunistas llamados ultra-izquierdistas


[Kommunistische Arbeiterpartei, Allgemeine Arbeiter-Union y los grupos políticos ligados a F.
Pfempfert, O. Rühle y el periódico Die Aktion] nunca defendieron una conquista o una reforma de
las organizaciones de la Tercera Internacional. Tampoco intentaron intervenir en una u otra de las
fracciones bolcheviques que luchaban por el control del aparato de estado ruso, ni apoyar uno u
otro golpe táctico destinado a salvaguardar el régimen bolchevique, capitalista o socialista de
estado y de producción capitalista.

DIGITALIZADO POR ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO DE 2007 PÁGINA 5 DE 28


¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

En cuanto a Rusia, Korsch estableció contactos con el grupo llamado Centralismo Democrático
(“decismo”), conocido principalmente por uno de sus fundadores, Saprónov, toda vez que
subrayaba el carácter de clase de la lucha proletaria contra el partido comunista ruso. Este grupo
reconoció que la lucha debía llevarse fuera del partido, entre los obreros. Pero los desistas, como
los otros grupos de oposición, debían caer muy pronto, víctimas del terror stalinista.

IV

La Segunda Internacional no pudo conseguir la transformación del movimiento obrero en una


organización que controlase a los trabajadores, pero la Tercera Internacional sí lo logró. En lo
sucesivo la autodeterminación obrera debía afirmarse contra todas las organizaciones obreras
existentes, ya fuesen políticas o económicas. El partido tradicional de la democracia burguesa y,
con él, el sindicato, ya sea bajo su forma artesanal, ya sea bajo su forma industrial, aparecían
como instrumentos de dominio en manos de las colosales burocracias del trabajo. Estas
identificaban sus propios intereses con el mantenimiento del statu quo social, o bien se convertían
sencillamente en instituciones de control dependientes de los gobiernos. Era evidente que las
formas organizativas en las que Marx y Engels, en circunstancias completamente diferentes,
volcaron sus esperanzas de un desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, ya no podían
considerarse como fuerzas emancipadoras. Antes bien, aparecían ahora como las nuevas formas
de esclavitud del proletariado. Ante la inexistencia de alguna forma nueva y mejor adaptada de
organización de la lucha de clases proletaria, Korsch tuvo que reconocer que el fin del capitalismo
presupone y comporta el fin de las organizaciones obreras tradicionales. Es precisamente en el
apoyo aportado por los obreros a estas organizaciones donde se mide la ausencia de la conciencia
de clase.

Sin embargo, surgieron algunas manifestaciones de independencia proletaria, aunque pasajeras y


localizadas en un principio, en acciones directas con objetivos de clase; Korsch las consideraba
como otros tantos signos de un reconocimiento de la conciencia de clase del proletariado en el
seno de una expansión totalitaria de los controles autoritarios en esferas cada vez más extendidas
de la vida social. Allí donde podían encontrarse tales acciones independientes de la clase obrera,
el marxismo revolucionario no había muerto. Y el punto crucial de la reaparición de un movimiento
revolucionario no se determina por la adhesión ideológica a la doctrina marxista, sino por la acción
autónoma de la clase obrera. Hasta cierto punto, este tipo de acción aún era practicado por el
movimiento anarcosindicalista; Korsch se interesó por los anarquistas, sin abandonar por ello sus
concepciones marxistas. Se interesó no por los anarquistas pequeño-burgueses, ideólogos del
“laissez faire”, sino por los trabajadores anarquistas y los campesinos pobres de España, que aún
no habían sucumbido bajo los ataques de la contrarrevolución internacional que convirtió el propio
nombre de Marx en uno de sus símbolos.

Como se ha afirmado a menudo, la doctrina marxista sólo se interesó por el anarquismo para
suplantarlo por los elementos anarquistas que jugaron un papel en la formación de la Primera
Internacional. Los anarquistas defendían la libertad y la espontaneidad, la autodeterminación y
por consiguiente la descentralización; anteponían la acción a la ideología, y la solidaridad a los
intereses económicos. Precisamente éstas eran las cualidades que hacían falta a un movimiento
socialista que aspiraba a la influencia política y al poder en naciones en las cuales solo se estaba
desarrollando el capital. A Korsch le importaba poco saber si esta interpretación del marxismo
revolucionario tachada de anarquismo era fiel a Marx o no. Lo importante, bajo las condiciones del
capital en el siglo XX, era apoyarse en estas actitudes anarquistas para resucitar el movimiento
obrero. Korsch subrayaba que el totalitarismo ruso estaba estrechamente ligado a la convicción de
Lenin, según la cual se debía temer, antes que estimular, la espontaneidad de la clase obrera, y
que ciertas capas no proletarias de la sociedad --la intelligentsia-- tenían la función de introducir
en las masas la conciencia revolucionaria, dado que éstas eran incapaces de adquirir por sí
mismas su propia conciencia de clase.

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Lenin no hizo más que desprender y adaptar a las condiciones rusas, lo que sin duda se había
afianzado subrepticiamente en el movimiento socialista desde hacía tiempo, a saber: el reino de la
organización sobre los organizados y el control de la organización por la jerarquía de los dirigentes.

La revolución burguesa proclamó las ideas de libertad e independencia, razón y democracia, y sin
embargo dichas ideas no podían realizarse en la sociedad de clases burguesa. La crítica de la
economía política de Marx constituía pues por este mismo hecho un programa de revolución
proletaria destinado a la abolición de las relaciones de clase. Poco importaba que la mayor parte
del mundo se encontrase en los horrores de la revolución burguesa o tuviera que soportarlos
todavía. Dondequiera que esas revoluciones triunfaran, crearon a su vez su propia negación: las
aspiraciones del proletariado industrial. La revolución burguesa no era final, sino el principio de
una revolución social “permanente” que no cesaría hasta que dejara de ser el instrumento del
desarrollo social, es decir, hasta el advenimiento de la sociedad sin clases. Nadie podía predecir la
duración de este proceso que depende del desarrollo de la conciencia de clase y de la intensidad
de las luchas reales del proletariado. La existencia de una conciencia semejante y de las luchas
del proletariado por unos objetivos de clase, aunque restringidas a los marcos de la revolución
burguesa, permitía predecir que la revolución proletaria sería el producto final del desarrollo
capitalista.

Si el mundo era una propiedad de la burguesía, las tareas revolucionarias del proletariado debían
ser única y exclusivamente de orden crítico, y ello tanto en el terreno de la teoría cuanto en el de
la praxis. Esta crítica debía hacerse incluso sobre las lagunas de la revolución burguesa, puesto
que se consideraba al capitalismo como la condición previa del socialismo. Sin embargo, el
desarrollo del capitalismo se aceleraba y su longevidad decrecía en razón a la iniciativa creciente
de la clase obrera y, simultáneamente, de las acciones de clase del proletariado. Y sólo era preciso
apoyar la revolución burguesa, en la medida en que ella creaba las condiciones fundamentales
para la revolución proletaria. Una acción semejante no podía prescindir de una clara conciencia de
clase, constantemente alerta, que asumiera permanentemente su objetivo socialista, si no quería
convertirse en un apoyo puro y simple de la burguesía. El hecho de que Marx apoyara y
estimulara los movimientos nacionalistas y democráticos burgueses no estaba en contradicción
con su teoría de la revolución proletaria, sino que simplemente demostraba que todavía existía un
abismo entre la revolución burguesa y la revolución proletaria, entre la aparición de la clase
obrera y su emancipación.

El fracaso de las revoluciones de 1848 y el subsiguiente desarrollo del capitalismo en un ambiente


contrarrevolucionario, no pudo impedir el crecimiento del movimiento obrero. Este movimiento
desencadenado por la misma revolución burguesa se adaptó a las condiciones no revolucionarias
surgidas del compromiso entre la clase burguesa ascendente y el estado semifeudal. Pero incluso
en los países en que el gobierno era simplemente el ejecutivo de la clase dirigente capitalista, el
movimiento obrero no dio muestras, contrariamente a las previsiones de Marx, de un carácter
revolucionario. El programa político trazado por Marx en 1848 perdía todo interés real ante la
situación de las relaciones capital-trabajo en una sociedad burguesa avanzada. Esas nuevas
circunstancias permitían un programa reformista decorado con una fraseología marxista allí donde
las tradiciones de 1848 conservaban su prestigio.

Marx no apoyaba las revoluciones burguesas por consideración táctica, con el fin de conquistar el
control de dichas revoluciones y transformarlas en revoluciones proletarias, en socialismo. Su
único objetivo era apoyar realmente la formación de una clase cuyo nacimiento engendraría a su
vez su contrapartida: el proletariado, asegurando de este modo el advenimiento de una nueva
revolución como punto final a su triunfo. Este apoyo, estrechamente ligado a las condiciones de la
Europa de 1848, pierde todo su sentido con la desaparición de dichas condiciones.

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Y el Marx de El capital y de la Primera Internacional ya no consideraba a la clase obrera como


punta de lanza de la revolución burguesa, sino como una clase que perseguía únicamente sus
propios objetivos contra una burguesía que ya no tenía que oponerse al feudalismo, sino que
simplemente recogía sus despojos.

Evidentemente, esta situación no era la de Rusia. Las condiciones sociales parecían análogas a las
de Europa en 1848. Burgueses y proletarios afrontaban, tanto unos como otros, las condiciones
semifeudales del zarismo y las aspiraciones no socialistas de las masas campesinas. Se avecinaba
una revolución, pero que o sería ni proletaria en el sentido de Marx, ni burguesa en el sentido de
la revolución francesa. Más bien presentaría elementos de ambas, pero sería ante todo una
revolución campesina en un país todavía atrasado desde el punto de vista del capital, un país
sumido bajo el control del mercado capitalista mundial y, en consecuencia, mezclado en las
actividades tanto capitalistas e imperialistas como socialistas, en las diversas convulsiones que
agitan la política nacional e internacional.

Se sabe que Lenin pensaba que la revolución consumada antes de tiempo en Rusia sería una
revolución burguesa y democrática, pero no dejó de bautizar la revolución real como “proletaria”
por el mero hecho de que los bolcheviques lograron apoderarse del estado y de que los
bolcheviques eran un partido marxista. La ley totalitaria del partido se fue extendiendo
lentamente sobre toda la sociedad, pero bajo la fachada de la “dictadura del proletariado”, pese a
que el proletariado, proclamado como clase dominante, tuvo que crearse previamente mediante la
transformación forzosa de la atrasada Rusia en un estado industrial moderno. Se llegó a
considerar que el espacio de tiempo transcurrido entre el principio de la revolución y la toma del
poder por los bolcheviques constituía la transición de la revolución burguesa democrática a la
revolución proletaria o más bien el entrelazamiento de las revoluciones burguesa y proletaria. Ello
venía a eliminar por vía política toda una etapa del desarrollo social, no creando el proletariado y
las condiciones del socialismo a través de las relaciones capitalistas de clase, sino mediante la
conjunción de instrumentos ideológicos y del poder directo del estado. Esta posición no era en
ningún sentido marxista, pero podía justificarse si se concebía la revolución rusa, no como un
asunto nacional, sino como parte de un proceso revolucionario mundial. Ello, hubiese agrupado a
las zonas atrasadas del mundo en torno a los países socialistas, de la misma manera que el
capitalismo, pese a las diferencias entre los diversos países, había reunido anteriormente a todas
las naciones bajo una economía mundial regulada por el capital.

Mientras existió una posibilidad de extenderse hacia Occidente, la tentativa de Lenin de ampliar la
revolución rusa más allá de sus límites objetivos respondía a las necesidades de una revolución
proletaria en Occidente. Pues bien, esta correspondencia se desvanecería al no cumplirse la
revolución en Occidente. Movimientos de la importancia del bolchevismo pueden fracasar, pero no
pueden resucitar; una vez en el poder, tenía que afianzarse a cualquier precio; abandonarlo, no
era retroceder, sino morir. Y permanecer en el poder era someterse a la ley marxista según la
cual las fuerzas productivas determinan las relaciones sociales de producción y por consiguiente
las superestructuras políticas, y no a la inversa. La tarea que la burguesía realizó en otras
naciones, o sea, la creación del capital mediante la “acumulación originaria” y la explotación del
proletariado, sería asumido ahora por un partido que se decía marxista. En este sentido, el hecho
de que se haya conservado la ideología marxista no debe sorprendernos pues, del mismo modo
que en el capitalismo, la ideología dominante no refleja las condiciones reales. ¿Acaso la función
de las ideologías no consiste en enmascarar y justificar una práctica social inaceptable?

La digresión precedente tiene por objeto resumir las ideas expuestas y las posiciones adoptadas
por Korsch en algunos de sus artículos sobre las relaciones entre las revoluciones rusa, burguesa
y proletaria. Marx tuvo muy presente las realidades creadas por la revolución burguesa y sus
consecuencias, en la medida en que sólo concebía el capitalismo como la fase intermedia de un
proceso revolucionario destinado a culminar en el socialismo. Korsch también debía tomar una
postura respecto a los problemas planteados por la revolución bolchevique y su carácter
particularmente no-marxista.

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Mientras las condiciones prever una revolución en Occidente, es decir, durante el período llamado
“heroico” de la revolución rusa, el del comunismo de guerra y de la guerra civil, la resolución
estaba tomada. Oponerse al régimen bolchevique en semejantes circunstancias, significaba
defender la contrarrevolución no sólo en Rusia, sino en el mundo entero. Cualesquiera que hayan
podido ser sus reservas mentales, los revolucionarios alemanes tenían que sostener
necesariamente la revolución rusa. Hasta que los propios bolcheviques no se volvieron contra los
revolucionarios rusos y occidentales --solicitando la paz con el mundo capitalista-- no fue posible
atacar al régimen bolchevique sin prestar al mismo tiempo un poderoso apoyo a la
contrarrevolución internacional.

Aunque el marxismo pudiese esclarecer situaciones análogas a las que existían en Rusia antes de
los bolcheviques o en otros países poco desarrollados, no puede ofrecer ningún programa de
reconstrucción social para los movimientos revolucionarios correspondientes a esas condiciones.
Su dominio se limita a la revolución proletaria de los países avanzados; pero en estos países no
ha habido revolución, o cuando la ha habido, ha fracasado. Y allí donde una revolución puede
triunfar --en Rusia-- no tuvo un carácter proletario. No por ello renunció a pedir prestada su
ideología al marxismo, pues la idea de revolución estaba indisolublemente unida a la del
socialismo marxista. Esta situación comportó la disociación entre esta revolución y el socialismo
proletario, y por consiguiente la reducción del sentido verdadero y concreto de la doctrina
marxista.

VI

Korsch sostenía que todas las tesis marxistas “no representaban más que un esbozo histórico del
ascenso y desarrollo del capitalismo en Europa occidental. Fuera de este terreno, el marxismo sólo
tiene validez universal en el sentido en que todo conocimiento empírico profundo de las formas
naturales e históricas se aplica a numerosos casos, sin limitarse al único estudiado” [Einführung in
das Capital, Berlín, 1933, p. 33] Por consiguiente el marxismo opera “a dos niveles de
generalidad; como ley general del desarrollo histórico, esto es, el materialismo histórico; y como
ley particular del desarrollo del modo de producción capitalista actual y de la sociedad burguesa
que es su producto” [Ibíd.] En este último caso, no se interesa “por la sociedad capitalista real en
el período en que se establece y se consolida, sino por la sociedad capitalista en su etapa de
declive, donde se puede comprobar y demostrar la existencia de las tendencias que conducen a su
desmoronamiento y a su decadencia” [K. Korsch. Why I am a Marxist, Modern Monthly, New York,
vol. IX]

El capital de Marx, en tanto que crítica de la economía política, constituye claramente una
contribución a la ciencia económica. Si se le examina a la luz del materialismo histórico, la
economía política no solo aparece como un sistema teórico de proposiciones verdaderas o falsas,
sino como la revelación de una parte de la realidad histórica, en el caso presente la totalidad y la
historia de la única clase burguesa. Dado que esta totalidad constituye el propio objeto de El
capital, esta obra es una teoría a la vez histórica, sociológica y económica.

La ciencia económica burguesa, sometida a los mecanismos competitivos del mercado y a las
relaciones de explotación del capital y del trabajo, no tiene otras funciones que las descriptivas e
ideológicas. Por mucho que se esfuerce por obtener alguna posibilidad de aplicación práctica, su
estructura de ciencia “independiente” le impide cualquier éxito. Por el contrario, la teoría marxista,
pese a su carácter socio-económico, no tiene por objeto enriquecer la ciencia de la economía, sino
destruirla al liquidar las relaciones sociales que esta ciencia intenta legitimar y defender. El
marxismo solo trata de asimilar la economía capitalista en la medida en que ello puede contribuir
a la destrucción del capitalismo; nunca es “operativa” en el sentido burgués del término. Esta
ciencia económica “que el proletariado ha heredado de la burguesía, ya no puede transformarse
en arma teórica de la revolución proletaria por la simple eliminación de sus tendencias burguesas
y por la elaboración metódica de sus premisas” [K. Korsch. Karl Marx, Londres 1938]

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Para abolir la explotación del trabajo “no se debe recurrir a una interpretación diferente de la
economía burguesa, sino a la creación, a través de una transformación social real, de una
situación práctica en la que las leyes de esta economía pierdan su validez y la ciencia económica,
vaciada de su contenido, se desvanezca pura y simplemente” [Ibíd.]

Según Korsch, el análisis económico de Marx sólo puede aplicarse a las condiciones burguesas. La
producción del capital no es una relación entre el hombre y la naturaleza “sino una relación entre
los hombres y los hombres, basada en una relación entre los hombres y la naturaleza”. Las
investigaciones económicas y sociales de Marx han trascendido, en su desarrollo último, todas las
formas y fases de la economía burguesa y han demostrado que “las ideas y los principios más
generales de la economía política son pura y simplemente unos concepto-fetiches que enmascaran
las relaciones sociales reales que existen entre individuos y clases en una etapa determinada de la
formación socio-económica” [Ibíd.] No existe una vía hacia la sociedad sin clases que no implique
la destrucción de las relaciones sociales fetichistas de la producción del capital, y una sociedad
verdaderamente socialista no puede descansar sobre la “ley del valor”. Los límites precisos, el
carácter de especificidad que Korsch a las teorías sociales y económicas de Marx, impiden toda
tentativa de considerar el marxismo como la simple fase de un desarrollo, sin solución de
continuidad, de la teoría económica; esos límites impiden toda tentativa de utilizar la “economía
marxista” para fines socialistas.

VII

El principio de especificidad se aplica del mismo modo a “la filosofía marxista”. Sin negar el hecho
de que Marx haya aceptado sin reticencias la primacía genética de la naturaleza exterior a todos
los acontecimientos históricos y humanos, Korsch considera que el marxismo sólo se interesa en
primer lugar por los fenómenos e interrelaciones de la vida social e histórica sobre la que puede
ejercer una influencia práctica. Erigir el materialismo dialéctico en ley eterna del desarrollo
cósmico, como Engels y su discípulo Lenin, es completamente ajeno a Marx. El hecho de que
Engels sea el iniciador de este error permite comprender la razón por la cual la teoría de la
revolución proletaria se haya convertido tan precozmente en una Weltanschauung, sin ningún tipo
de relación con la lucha del proletariado. Bajo esta forma ideológica, el marxismo podía utilizarse
para fines completamente ajenos al proletariado, como lo hicieron Lenin y la “intelligentsia” en su
lucha por modernizar la sociedad rusa.

Además, dado que Marx, a lo largo de su actividad revolucionaria, se interesó principalmente por
la formación de un partido político revolucionario, se podía creer que Lenin era fiel al marxismo
revolucionario al atribuir más importancia al partido que al proletariado. Ciertamente, Marx habló
de la destrucción final del modo fetichista de la producción capitalista por una nueva organización
social consciente y directa del trabajo; pero sus declaraciones a este propósito no dejaban de ser
oscuras. Se podían interpretar de un modo diverso, sobre todo porque Marx concebía la
trasformación del capitalismo en socialismo, no como un solo acto revolucionario, sino como un
proceso revolucionario que durante cierto tiempo conservaría irremediablemente numerosos
caracteres de la sociedad burguesa. La economía planificada y controlada desde arriba, el nuevo
aparato de estado que consumaba la dictadura del partido, todo ello parecía concordar con la
teoría marxista, si se lo consideraba como etapas transitorias en el proceso que conduce a una
sociedad socialista y autogestionada. Efectivamente, en este punto del razonamiento, el
materialismo científico de Marx se ha traducido en una espera utópica.

El hecho de que la “ortodoxia” marxista de Lenin y su práctica pudieran destinarse a una


revolución a fin de cuentas capitalista, demostraba que el marxismo desarrollado por Marx y
Engels y el movimiento obrero no pudieron desprenderse desde un principio de su herencia
burguesa. Y muchos aspectos de la teoría y de la praxis marxista que en otro tiempo parecían
antiburgueses, aparecían ahora como elementos perfectamente asimilables en el modo de
producción capitalista. Lo que parecía una vía hacia el socialismo, no condujo sino a un nuevo tipo
de capitalismo.

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Lo que en la perspectiva marxista parecía trascender el capitalismo se revelaba como un nuevo


método para perpetuar el sistema de explotación capitalista. Y cuando Korsch empezó a criticar en
particular la “ortodoxia” marxista y la “ortodoxia” leninista, se entregó al mismo tiempo a una
crítica del marxismo mismo, y por consiguiente a una autocrítica.

Por lo general, como reacción ante la derrota del marxismo, los marxistas académicos dejaron de
ser marxistas. Algunos se consolaron constatando que el marxismo desaparecía en tanto que
escuela de pensamiento independiente y que las diversas ciencias sociales burguesas
incorporarían todo lo que podían asimilar de éste; ello constituía un reconocimiento triunfal del
genio de Marx. Otros declararon pura y simplemente que el marxismo estaba superado y que
había desaparecido con el capitalismo del “laissez faire” y todos los demás aspectos de la época
victoriana. Olvidaban, como Korsch evidenció, que el análisis marxista de las realizaciones del
modo de producción capitalista y de su desarrollo histórico seguía vigente. Y hoy, en un mundo
que marcha visiblemente hacia su autodestrucción, siguen planteándose aquellos problemas
sociales que preocuparon a la época de Marx. Esta reacción no ha hecho más que constatar que,
en la coyuntura actual, no queda ni el menor rastro de un proletariado revolucionario en el sentido
de Marx, deduciendo a partir de ahí la imposibilidad futura de este proletariado.

No obstante, el proletariado no sólo existe, sino que se extiende sobre todo el globo al paso de la
industrialización capitalista de los antiguos países subdesarrollados. Y del mismo modo se
extiende en los países avanzados en razón de la proletarización resultante de la concentración y
de la centralización del capital, dos procesos inexorables que además han sido consolidados
mediante la intervención política. Incluso, si en algunos países fuese posible evitar temporalmente
las consecuencias sociales de este proceso mediante un crecimiento extraordinario de la
productividad, base de la estabilidad social, el crecimiento de la producción no estaría menos
limitado a causa de las relaciones de clase existentes. En resumen, todas las contradicciones
capitalistas subsisten intactas y exigen una alternativa completamente distinta de la que ofrece el
capitalismo. Y para Korsch, lo que se puede concluir del período contrarrevolucionario actual es
que la evolución capitalista no ha alcanzado sus límites históricos extremos mientras que el
capitalismo liberal y el socialismo reformista han alcanzado ya los límites de sus posibilidades de
evolución.

Todas las imperfecciones de la teoría revolucionaria de Marx --que pueden explicarse


retrospectivamente por las circunstancias en que surgieron-- no alteran, según Korsch, el hecho
de que el marxismo siga siendo superior a cualquier otra teoría social, incluso actualmente, y ello
pese a su fracaso patente como movimiento social. Este fracaso mismo es lo que lleva, no al
rechazo del marxismo, sino a una crítica marxista del marxismo, es decir, a una mayor
proletarización del concepto de revolución social. Y Korsch nunca dudó de que el período
contrarrevolucionario sería limitado históricamente como cualquier otro, y que las nuevas fuerzas
productivas de la sociedad, incorporándose a una revolución socialista, acabarían por reafirmarse
y elaborar la teoría revolucionaria adecuada a sus tareas prácticas. Pero si de momento parece
prematuro esperar nuevos levantamientos revolucionarios de carácter proletario, ¿quién sabe si
ya no será demasiado tarde?

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1. EL FIN DE LA SOCIALIZACIÓN

La “socialización” requerida por el socialismo implica una nueva reglamentación de la producción


con el fin de sustituir con la economía comunitaria socialista, la economía privada capitalista. Su
primera fase consiste en la socialización de los medios de producción y en la emancipación del
trabajo que aquélla implica; la segunda fase consiste en la socialización del trabajo.

2. ¿QUÉ ES LA PRODUCCIÓN?

La tarea de la socialización se relaciona con la producción. Pero, en este contexto, “producción” no


quiere decir proceso técnico de creación de bienes materiales, relación entre hombre y materia
(dada por la naturaleza obtenida artificialmente) Aquí el término “producción” designa más bien,
únicamente las relaciones sociales entre hombres vinculados con toda producción técnica y, por
consiguiente, las “relaciones sociales de producción”. Objeto de la nueva regulación por medio de
la “socialización”, es la producción como quintaesencia de las relaciones sociales.

“En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino también los unos
sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y
establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados
vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es
como se relacionan con la naturaleza, como se efectúa la producción” (Marx, Trabajo asalariado y
capital)

La estructura de la economía privada del capitalismo que el socialismo combate, está determinada
por la circunstancia de que el ordenamiento económico capitalista, el proceso social de la
producción es considerado, esencialmente o en sustancia, como un problema privado que
compete a personas aisladas. Por lo contrario, la socialización se propone la realización de una
economía comunitaria socialista, es decir, de un ordenamiento económico que considera el
proceso social de la producción como un problema público que compete al conjunto de los
productores y de los consumidores.

3. ¿QUÉ SON LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN?

El primer paso hacia la socialización es la abolición de la propiedad privada capitalista de los


“medios de producción” necesarios para la producción, y su sustitución por la propiedad social.

“Medios de producción” son todos los objetos y los bienes materiales empleados al fin de la
producción. Según el programa de Erfurt (se refiere al programa del Partido Socialdemócrata Alemán, redactado
por Karl Kautsky y aprobado en el Congreso de Erfurt del 14 al 20 de octubre de 1891), entre ellos se incluyen en
particular: “La tierra, las canteras y las minas, las materias primas, las herramientas, las
máquinas, los medios de comunicación”. No es la íntima naturaleza de un objeto, sino su empleo
a los fines de la producción, lo que hace de él un medio de producción. Hablando en términos
generales, podrían, por lo tanto, ser “medios de producción” toda la tierra en su configuración y
con sus características originarias (naturaleza) y todas las transformaciones producidas en su
superficie, como también debajo y por encima de la misma, mediante la actividad humana
consciente (instalaciones)

Un objeto es empleado a los fines de la producción cuando con su uso se efectúa una prestación
productiva. La prestación productiva puede consistir en ofertas o prestaciones de servicios que
satisfagan de inmediato una necesidad actual, por ejemplo, la prestación del virtuoso que da un
concierto, del cochero, o del personal de un tren. Sin embargo, en principio, la prestación
productiva consiste en la creación de bienes materiales destinados a la satisfacción de
necesidades futuras (bienes de consumo)

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“Medios de producción” son, en el primer caso, los objetos necesarios para la oferta o para la
prestación del servicio (el piano, la carroza, la locomotora), en el segundo, los objetos empleados
para la ejecución de bienes de consumo (materias primas, maquinarias, etc.) Toda prestación
productiva sirve, inmediata o mediatamente, al consumo.

La actividad humana que con el uso de medios de producción da lugar a una prestación productiva
de cualquier tipo se llama trabajo. El trabajo mismo no es, pues, un medio de producción
individual, junto a otros tipos de medios de producción; es, en cambio, la condición general y
necesaria de todo uso productivo de los medios de producción, por lo tanto, de toda producción en
general.

Como ya se ha señalado en el punto 2, en el nivel actual del desarrollo económico, la producción y


el uso de los medios de producción para la ejecución de prestaciones productivas no se producen
a través de personas individuales que satisfacen sus propias necesidades autónomamente,
mediante el trabajo propio, sino a través de la acción conjunta, basada en la división del trabajo,
de muchas personas que con el trabajo común efectúan una común prestación productiva. Pero en
el régimen económico capitalista, los medios de producción materiales empleados para tal
producción común no son propiedad de la comunidad que produce y consume, sino propiedad
privada de individuos que participan o no en el trabajo productivo.

4. ¿QUÉ ES EL CAPITAL?

Con el agregado del trabajo asalariado, la propiedad privada de los medios de producción se
transforma en capital.

En una sociedad en la que los medios de producción necesarios son propiedad privada de una
parte de la sociedad, mientras que otra está excluida de la propiedad de los medios de producción
y sólo puede disponer de la propia fuerza de trabajo, el propietario de los medios de producción
(capitalista), adquiere el poder de dominar el proceso de producción social y de apropiarse de
todos sus frutos, excepto de la parte con que adquiere la mano de obra necesaria para la
producción, destinando a los productores privados de propiedad (asalariados proletarios), a la
prestación de trabajo que les corresponde en el proceso de producción. La fuerza de trabajo, que
ante de la conclusión del “contrato de trabajo” es un derecho privado de su depositario natural, en
virtud del contrato de trabajo se convierte en propiedad privada de un extraño. En el curso del
proceso de producción capitalista mismo, no pertenece a su depositario natural, sino al propietario
de los medios de producción necesarios para la producción (el capitalista)

“En su configuración actual, la propiedad se mueve en la antítesis entre capital y trabajo


asalariado” (Manifiesto comunista)

En una sociedad en la que la producción se realiza utilizando asalariados privados de propiedad,


puede ser “capital” en este sentido del término, en cuanto derecho al dominio y al usufructo
privado (exploitation) de la producción social, toda propiedad privada de los medios de
producción, independientemente del hecho de que sean de una u otra clase. “Capital” es la
expresión con que se designan determinadas relaciones sociales, no la denominación de
determinados tipos materiales de medios de producción.

En consecuencia, pueden ser “capital” no solo los productos del trabajo desarrollado
anteriormente, que en la doctrina económica burguesa son con frecuencia designados sólo con
este nombre y contrapuestos a la “tierra” dada en origen (“medios de producción producidos”,
“instalaciones”), sino también la “tierra” (la “naturaleza” misma) Uno y otro “medio de
producción” se transforman en capital cuando constituyen la base material privada de una
producción basada en el trabajo asalariado no libre.

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Si llamamos renta a la utilidad que el propietario capitalista de los medios de producción percibe
gracias a la producción social que nace de la utilización de sus medios de producción sin que él
desarrolle personalmente ningún trabajo, en esta renta entra todo beneficio que el capitalista
percibe sin desarrollar algún trabajo, incluida la llamada “renta del suelo”. Es capitalista no sólo el
poseedor de la empresa productiva de la cual extrae la “renta del capital” en sentido estricto, sino
también el propietario privado del terreno sobre el que se instala la empresa productiva; éste se
apropia de una parte del producto de la producción, que asume la denominación de “renta del
suelo”. “Renta del suelo” y “renta del capital en sentido estricto”, son, en cuanto relación social de
producción, por igual “renta del capital”.

5. EL ORDENAMIENTO SOCIAL CAPITALISTA

Si en una sociedad la relación social de producción del “trabajo asalariado” se convierte en la base
general de la producción social, toda propiedad privada de los medios de producción se convierte
en capital. El conjunto de los miembros de tal ordenamiento social se divide en dos clases: por un
lado, los capitalistas que explotan y dominan la producción, por el otro lado los esclavos
asalariados proletarios explotados. Forman parte de la clase capitalista no sólo los que dirigen y
extraen un beneficio directo de la producción social, sino, en general, todos los que directa o
indirectamente participan del dominio y del producto de la producción social en cualquier forma
que no representa la recompensa de un trabajo productivo desarrollado en el proceso de
producción.

Es indiferente que además de eso este hombre perciba también una renta derivada en parte de su
propio trabajo productivo (la llamada “utilidad del empresario”), una renta que podría percibir sin
ser propietario privado de los medios de producción (sin percibir una renta del suelo o cualquier
otra renta del capital)

Mientras que en el anterior nivel de desarrollo del ordenamiento social “capitalista”, era normal
que una sola persona dirigiese la producción social y extrajera al mismo tiempo ventaja de ella,
hoy habitualmente estas funciones se subdividen entre más personas o grupos de personas que,
más o menos directamente, participan todas en el dominio de y en los beneficios de la producción.
Ya habíamos examinado antes el caso en que el propietario capitalista de la tierra y el propietario
capitalista de la fábrica participan en la explotación de la producción que tiene lugar en la fábrica.
Otros dos casos típicos de una escisión similar de la función capitalista son, en primer lugar, aquel
en el que los verdaderos propietarios no dirigen personalmente la producción sino que la hacen
dirigir en su beneficio por un tercero, por ejemplo, el caso de los accionistas que delegan a una
dirección la administración de los asuntos de la sociedad por acciones.

Todavía más difundido es el otro caso que entra en este ámbito: el de una empresa que trabaja
recurriendo al crédito. También en una empresa de este tipo participan más personas en calidad
de “capitalistas”: en primer lugar, el “propietario”, de nombre y jurídico, de la empresa; en
segundo lugar, los que conceden el crédito. Ambos se reparten el dominio y el usufructo
(exploitation) de la producción de que se trata.

La sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad social, la


socialización de los medios de producción, equivale a la liberación del trabajo del dominio ajeno y
de la explotación del capitalismo a la que está sujeto en el proceso de producción dentro de la
economía capitalista. La socialización de los medios de producción equivale, pues, a la eliminación
de la contradicción entre capital y trabajo asalariado que domina al actual ordenamiento
económico capitalista y a la eliminación de la actual división social en clases que resulta de esta
contradicción; equivale a la eliminación del dominio de clase y de la lucha de clase.

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6. PODER ECONÓMICO Y POLÍTICO, DERECHO PRIVADO Y PÚBLICO

La reivindicación de la socialización de los medios de producción y de la liberación del trabajo


productivo significa la exigencia de la transformación de la forma fenoménica surgida
históricamente de la relación social de producción “propiedad”, en otra forma fenoménica que sólo
está surgiendo. La propiedad privada capitalista como se manifiesta en la contradicción entre
capital y trabajo asalariado no es una forma de producción social válida para siempre, sino apenas
una forma que ha tenido validez temporaria.

El poder que pone al propietario privado capitalista en condiciones de dominar la producción social
y de apropiarse de sus frutos aparece como un poder fundado económicamente en antítesis con
las relaciones de poder fundadas políticamente (los derechos de dominio y fiscales del estado en
las confrontaciones de los ciudadanos individuales) Ambos tipos de poder son, sin embargo, como
se ha demostrado en el punto 2, relaciones sociales entre hombres, que tanto en su surgimiento
como en su perduración dependen de las concepciones vigentes en la sociedad que los toleran y
los sostienen, en particular de las normas jurídicas del estado que los reconocen y, que si es
necesario, imponen su reconocimiento.

“El propietario de una cosa… puede servirse de ella a su placer y excluir a otros de toda
intromisión” (§ 903 del código civil alemán) Esta coincidencia del poder económico con el poder
político está enmascarada por la división de todo el derecho en derecho privado y derecho público,
característica de nuestro actual sistema jurídico que se coloca bajo el signo de la propiedad
privada capitalista.

“Publicum ius est, quod ad statum rei Romanæ spectat, privatum, quod ad singulorum utilitatem”
(Ulpiano L I § 2 De justo et jure, p. 2) [“Derecho público es el que tiende al bien de toda la
comunidad estatal, derecho privado el que sirve al interés del individuo”]

Las relaciones entre los hombres no pudieron nunca ni en ningún lugar ser tratadas
completamente como derecho privado, ya que en tal caso el estado y la sociedad se hubieran
escindido. El derecho del propietario de los medios de producción de “servirse a su placer de su
objeto” estuvo siempre y en todas partes limitado por disposiciones y prohibiciones de carácter
jurídico público, emanadas del interés de la colectividad; del mismo modo, la falta de libertad
material del obrero privado de propiedad durante el proceso social del producción, una falta de
libertad resultante del derecho de la propia fuerza de trabajo, en los hechos era atenuada en
todas partes por limitaciones coercitivas de la libertad contractual y por la protección del obrero
obtenida en una u otra forma por medio de normas de derecho público.

7. SOCIALIZACIÓN Y POLÍTICA SOCIAL

De lo dicho hasta ahora podría deducirse que existen fundamentalmente dos caminos distintos
hacia la “socialización de los medios de producción”, hacia la abolición de la propiedad privada
capitalista de los medios de producción. En esencia, se podría socializar sustrayendo los medios
de producción del ámbito de poder del capitalista individual (expropiación) y subordinándolos al
ámbito de poder de funcionarios públicos (nacionalización, municipalización y otras formas aún
por tratar) Se podría también socializar sin recurrir a la expropiación de los propietarios,
transformando interiormente el contenido de la propiedad privada de los medios de producción,
tratando a la producción --que de acuerdo con la con la concepción vigente hasta ahora del
derecho privado incluía en el patrimonio privado del propietario capitalista-- cada vez más como
un asunto del derecho público cuya reglamentación ya no compete exclusivamente al propietario
de derecho privado sobre la base de su propio derecho, privado, sino que en cambio compete,
además de a él, también a determinados organismos de derecho público: a las asociaciones
articuladas sectorial y territorialmente de los obreros, de los empresarios, y de los obreros y
empresarios asociados (comunidad del trabajo, cámara del trabajo)

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El principal defensor de esta segunda forma de “socialización” es hoy Eduard Bernstein. En su


opinión (véase al respecto su volante reproducido en el apéndice I) “en el caso de la socialización
el hecho más importante es que ponemos la producción, la vida económica, bajo el control de la
colectividad”. Según él, la socialización puede producirse también gracias al hecho de que “la
colectividad, por medio de leyes y de decretos, interviene cada vez más decididamente en el
control de la vida económica” y hoy, como hace veinte años, sostiene la tesis de que “en una
buena ley sobre las fábricas puede haber más socialismo que en la nacionalización de centenares
de empresas y de fabricas”. Tal concepción bernsteiniana, en la formulación que hemos
mencionado, se resuelve en la completa equiparación de “política social” y “socialización”.

Mediante una progresiva limitación político-social de los poderes del propietario privado, la
propiedad privada debe ir siendo transformada --a través de una evolución continua-- en
propiedad pública. En realidad, la política social, que por definición presupone la propiedad
privada del capitalista y que se propone exclusivamente mitigar el conflicto entre los derechos del
capitalista y los de la colectividad, no puede en ningún caso pasar a una real socialización sin un
salto y un cambio radical. El elemento importante a los fines de una efectiva socialización que la
concepción de Bernstein contiene, junto a la aceptación del modo de pensar capitalista y pese a
ella, será valorado más adelante.

Por el momento tengamos presente lo que sigue: no hay socialización de los medios de
producción sin la total exclusión, realizada de una vez o por etapas, del propietario privado del
proceso de producción social.

8. SOCIALIZACIÓN Y DIVISIÓN DE LA PROPIEDAD SON “MEDIDAS PARCIALES”

De esta condición negativa de toda verdadera socialización resulta, ante todo, lo que sigue: de
todos los procesos que se resuelven simplemente en una subdivisión de la propiedad privada
entre un número mayor de derecho habientes, no resulta ninguna “socialización de los medios de
producción”, sino un simple cambio de los propietarios privados. En este contexto se incluye
también el traspaso de la propiedad del individuo a la llamada “persona jurídica” del derecho
privado, por ejemplo, el traspaso de la empresa de propiedad privada de un individuo a la
propiedad colectiva de una sociedad por acciones. Procesos de este tipo son tan poco
socialización, como lo son los simples proyectos de subdivisión --aunque éstos son definidos a
veces como socialización por adversarios mal informados del socialismo--, por ejemplo, la división
de la gran propiedad territorial en pequeñas colonias de un gran número de propietarios
individuales. Hechos de esta naturaleza, de ahora en adelante, dejarán de ser tomados en
consideración.

De la reivindicación de la total exclusión del propietario privado del proceso de producción, resulta
también la insuficiencia de todas las medidas que se resuelven en una división de los poderes y en
una división de los beneficios entre el propietario que no trabaja por una parte, y el obrero
privado de propiedad, por la otra. En este ámbito entran:

1. La propuesta de Kautsky (las Directivas citadas en el apéndice IV de este trabajo), de “nacionalizar


sin más la tierra en la medida en que ésta es explotada por grandes haciendas”, pero de permitir que
sigan operando como “haciendas privadas” la tierra del Estado, “las haciendas que sobre ella o en
ella se encuentren”. Entran además:

2. Todos los proyectos lanzados siempre como novedad, desde hace cien años por capitalistas
benévolos, más o menos exitosamente de “participación en las utilidades”, de cesión de una parte
de la renta total de la empresa a los asalariados que trabajan en ella;

3. La participación --que en épocas recientes ha sido sugerida con el nombre de “democracia


industrial”-- de representaciones obreras y de empleados (juntas de obreros, consejos de fábrica,
juntas de empleados) elegidas por los subordinados de la empresa individual, en la dirección y en la
administración de las empresas que, en principio, continúan siendo una prerrogativa de los
propietarios capitalistas.

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En el mejor de los casos todas estas “medidas parciales” de socialismo, así como el plan de
Bernstein tratado en el punto 7, pueden ser consideradas simples entregas a cuenta. En los casos
menos favorables --lo que es válido en particular para la mayor parte de los proyectos de la
llamada “participación en las utilidades”-- son directamente antitéticos al real interés de la clase
obrera que avanza hacia la propia emancipación.

9. LA TAREA DE LA SOCIALIZACIÓN

Con la reivindicación de la “total exclusión del propietario privado de la producción” se asegura la


distinción entre la pura y simple “política social” y la real “socialización” (véase el punto 7), se
evita también que la socialización se confunda con la simple distribución de la propiedad privada y
con toda una serie de “medidas parciales” (punto 8) Si se prescinde de ello, la tarea de la
socialización no está sin embargo definida todavía en el plano de los contenidos de un modo más
cercano.

Aún después de la total exclusión de los propietarios privados capitalistas, los mismos medios de
producción en el mismo momento pueden ser usados para la producción sólo por una cantidad
determinada de obreros activos en la producción, precisamente como todo medio de consumo, en
el instante en que cumple su función, puede ser consumido o usado sólo por un número
determinado de personas.

La “socialización de los medios de producción” requerida por el socialismo no puede y no quiere


cambiar este dato real y concreto. También en la economía comunitaria socialista es necesario
decidir qué personas pueden y deben usar para la producción los medios de producción
disponibles, en qué condiciones de trabajo debe tener lugar la producción, y de qué modo deben
ser distribuidos los resultados de la producción entre la totalidad de los productores y de los
consumidores. También en la economía comunitaria socialista existe por lo tanto una
reglamentación de las relaciones sociales de producción, un ordenamiento de la propiedad. La
tarea de la socialización es establecer este ordenamiento. Un plan de socialización resuelve esta
tarea, según como se ponga en práctica, de acuerdo con la decisión que toma respecto de los
problemas señalados antes, crea la propiedad comunitaria más o menos acabada de una real
economía comunitaria, o elimina efectivamente la propiedad privada, pero sólo para sustituirla
con alguna forma de propiedad particular.

10. LA CONTRAPOSICIÓN DE INTERESES ENTRE PRODUCTORES Y CONSUMIDORES

El mayor peligro de que pese a la puesta en práctica de un plan de socialización no se logre la


creación de una verdadera propiedad comunitaria, resulta del hecho de que aun después de la
exclusión de la propiedad capitalista de la producción, en la vida económica de una comunidad
humana sigan contraponiéndose dos tipos de intereses: el interés del obrero que produce en
cualquier rama particular de la producción, por un lado; el interés de la totalidad de los restantes
productores y consumidores, por el otro. Más sintéticamente: el conflicto de intereses entre los
productores y los consumidores.

Si al regular la relación social de producción se le da prioridad al interés de los consumidores o al


de los productores, la presunta “socialización” no sustituye al tradicional capitalismo privado con
una efectiva “socialización” de los medios de producción, sino apenas con una nueva forma de
capitalismo que, según los casos, deberá ser definida como capitalismo de los consumidores
(capitalismo de estado, de la comunidad, de la asociación de consumo) o capitalismo de los
productores. Sólo evitando ambos peligros, teniendo en cuenta de modo equilibrado y justo tanto
los intereses de los productores como de los consumidores, la socialización puede dar como
resultado no ya la propiedad particular de un estrato, sino la real propiedad comunitaria.

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Las formas de socialización que exponen al peligro de un capitalismo de los consumidores son la
socialización a través de la nacionalización, de la municipalización, y de la agregación de las
empresas de producción a las cooperativas de consumo. El peligro de un capitalismo de los
productores surge, en cambio, cuando se efectúa un intento de socialización en el sentido del
movimiento de las cooperativas de producción y del sindicalismo moderno (“las minas a los
mineros”, “los ferrocarriles a los ferroviarios”, etc.) En el espíritu del socialismo, el objetivo de la
socialización no es, sin embargo, ni el capitalismo de los consumidores ni el de los productores,
sino la efectiva propiedad comunitaria para la totalidad de los productores y de los consumidores.

11. LOS DERECHOS DE LOS PRODUCTORES Y DE LOS CONSUMIDORES


EN LA REGLAMENTACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN

La subdivisión de los derechos que los productores y los consumidores hacen valer en las
confrontaciones de la reglamentación de las relaciones sociales de producción, resulta de una
escisión de la propiedad capitalista privada que debe ser abolida mediante la socialización en sus
atribuciones individuales.

La “propiedad privada de los medios de producción” en el actual ordenamiento capitalista de la


economía incluye, como ya se ha señalado, dos elementos:

a) un derecho sobre el fruto total de la producción realizada con y gracias a estos medios de
producción, descontando previamente todos los gastos producidos pos materias primas, los
salarios, los impuestos, etcétera (según Marx, un derecho usurpado por parte del
capitalista sobre la “plusvalía” producida mediante el trabajo no libre del asalariado;

b) un derecho al dominio sobre el proceso de producción, limitado por el derecho público


general, en particular por la llamada legislación social.

Por lo contrario, la reivindicación de la “abolición de la propiedad privada de los medios de


producción”, de la “socialización de los medios de producción”, que se hace valer desde el punto
de vista del obrero activo en la producción, implica a su vez dos elementos:

a) un derecho sobre el fruto del trabajo para el obrero;

b) una participación del obrero en el comando del proceso de producción, en correspondencia


con la importancia que tiene el trabajo para el proceso de producción.
La misma reivindicación, valorada desde el punto de vista del consumidor implica:

a) un reparto del fruto de toda la producción social entre la totalidad de los consumidores;

b) una transformación de los derechos de dominio del propietario capitalista privado a los
órganos de esta totalidad.

12. LAS DOS FORMAS BÁSICAS DE LA SOCIALIZACIÓN

Examinando el problema desde estos puntos de vista, parece que surge una posición diferente de
los productores y e los consumidores con respecto a las diferentes formas de “socialización” con
las que se puede enfrentar. Un grupo de estas formas, el primer tipo de socialización, asegura
solo indirectamente a los obreros activos en la producción, y en cambio, directamente a los
consumidores, una satisfacción de sus derechos. El otro grupo de formas, el segundo tipo de
socialización, representa por lo contrario una socialización directa desde el punto de vista de los
obreros activos en la producción, y sólo una socialización indirecta desde el punto de vista de la
totalidad de los consumidores.

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a) La socialización, sea en la forma de nacionalización o municipalización de las empresas,


sea en la agregación de empresas productivas a cooperativas de consumo, es indirecta
desde el punto de vista del obrero activo en la producción, mientras que es directa desde
el punto de vista de la totalidad de los consumidores. En todos estos tres casos el obrero
activo en la producción no obtiene codirección ni derecho de participación en los beneficios
de la producción porque el propietario privado capitalista ha sido sustituido por los
funcionarios del Estado, de la comuna, de la cooperativa de consumo; sigue siendo, en
cambio, obrero asalariado como antes.

En la medida en que todo se agote en esta disposición, la presunta socialización no habría


creado en realidad ninguna propiedad comunitaria de la totalidad, sino, más bien, una
propiedad particular del estrato de los consumidores. El capitalismo privado habría sido
sustituido por un capitalismo de los consumidores. Al igual que para las otras dos formas
citadas, esto es válido también y en particular para la forma de la nacionalización.

De aquí resulta la verdadera relación entre las dos expresiones que tan a menudo son
consideradas equivalentes: socialización y nacionalización. Ya habíamos visto antes que no
toda socialización se produce bajo la forma de la nacionalización. Y ahora hemos visto que,
tomada en sí, la pura y simple nacionalización no puede ser reconocida como socialización
socialista.

b) La socialización directa desde el punto de vista de los obreros activos en la producción e


indirecta desde el punto de vista de la totalidad de los consumidores consiste en el
traspaso de la propiedad de todos los medios de producción de una empresa (de una rama
de la industria) a todos los que participan en el trabajo de la empresa (en el trabajo de la
rama industrial) Mediante este proceso, los que participan activamente en la producción
con su trabajo pasan a asumir pleno dominio sobre todo el proceso de producción y sus
frutos. Sin embargo, es obvio que esto no es suficiente para realizar una verdadera
propiedad comunitaria, como tampoco lo es la forma de socialización descrita en a) En
este caso el capitalismo del capitalista privado se sustituiría simplemente por un
capitalismo de los productores, por la propiedad particular de determinados grupos de
productores.

13. LA NECESIDAD DE INTEGRACIÓN DE AMBAS FORMAS BÁSICAS DE SOCIALIZACIÓN

El rasgo común fundamental de los dos distintos tipos de “socialización” es el siguiente: mediante
la socialización de uno y otro tipo es siempre quitado de en medio el capitalismo privado, que
hasta ahora había tenido la pretensión de representar en todos los casos.

a) con respecto a los obreros, los intereses de los consumidores;

b) con respecto a los consumidores, los intereses de los obreros en cuanto productores.

En la realidad, en cambio, el capitalista privado aseguraba para sí mismo un poder social y una
renta sin trabajo gracias al fruto de la producción social, y a menudo de las cuotas destinadas
tanto a los que participan en el trabajo de la empresa, como a la totalidad de los consumidores.
Con la desjerarquización de este eslabón intermedio superfluo la contraposición de intereses entre
los productores y los consumidores, entre los obreros y los que disfrutan de los productos del
trabajo --una contraposición necesaria y natural--, se hace sentir con mayor agudeza. En el caso
de cada una de estas formas de “socialización”, la contraposición de intereses debe ser eliminada
si intenta realizar la propiedad comunitaria y no simplemente la propiedad de un estrato.

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Esta eliminación se presenta de diferentes maneras en el caso de las empresas nacionalizadas,


municipalizadas, agregadas a una cooperativa de consumo, por una parte; y en el caso de las
empresas socializadas según el criterio de las cooperativas de producción y el sindicalista, por el
otro. En ambos casos, si se quiere llegar a una real socialización el resultado final debe ser, sin
embargo, el mismo.

a) Es así en lo que respecta a la distribución de los beneficios de la producción.


Evidentemente, con respecto a los dos problemas en apariencia tan diferentes --qué
cantidad del beneficio total de una empresa (una rama de la industria) en la que los que
participan en el trabajo de la empresa han asumido la dirección en la forma de una
cooperativa de producción o en forma sindicalista, debe ser cedida al Estado, a la
municipalidad y a otros órganos de la colectividad de los que participan en la producción, y
cuál debe ser el nivel de los salarios en una empresa productiva estatal, municipal u
organizada en la forma de una cooperativa de consumo--, se tiene que intentar por cierto,
en todas partes, la solución, por lo demás, en todas partes necesaria, del mismo problema:
¿qué cuota del beneficio total debe ser destinada a los productores como tales, y cuál es la
totalidad?

b) Lo mismo se puede decir también en relación con la distribución del dominio sobre el
proceso de producción. El dominio sobre la producción social se compone de una serie de
determinaciones distintas entre las que se incluye: 1) la determinación de qué y cuánto
debe ser producido, es decir qué cantidad determinada de mercancías o de prestaciones de
servicio debe proporcionarse a los consumidores de la rama de producción en cuestión.
Además, incluye, 2) la decisión sobre el modo de ejecución de la producción, es decir, la
elección del material, de los procesos de trabajo y de los instrumentos humanos. Incluye,
por último, 3) también la decisión relativa a las condiciones en que deben ser ocupados
estos instrumentos humanos (temperatura, disposiciones sanitarias, duración e intensidad
del trabajo, salarios y otras cosas)

En una economía privada puramente capitalista todas estas disposiciones son tomadas “a
su placer” por el propietario privado de los medios de producción. Sólo indirectamente, a
través de la lucha política y de las luchas del trabajo en sentido propio, es decir con la
imposición de disposiciones legales y de contratos colectivos de trabajo, la clase obrera ha
podido ejercer hasta aquí una cierta influencia sobre el contenido de las condiciones de
trabajo (punto 3) y tal vez también sobre la elección de los procesos de trabajo (punto 2),
en la medida en que éstos influyen sobre las condiciones de trabajo. Fuera de la fábrica, en
cuanto ciudadano y afiliado al sindicato, el obrero estaba frente al empresario como
persona provista de iguales derechos; en la fábrica éste era el señor y el obrero era
esclavo.

Sólo con las leyes sobre el servicio auxiliar de 1916 comenzó el proceso que desde la
Revolución de Noviembre adquirió ritmos cada vez más rápidos y dio vida a
representaciones obreras electivas (“comités obreros”, “consejos de fábrica”) también
dentro de cada una de las fábricas, representaciones provistas de derechos de cogestión
garantizados en el terreno del derecho público.

Es evidente que una “socialización” que se propusiese la finalidad de crear una efectiva propiedad
comunitaria no podría transferir a funcionarios públicos nombrados por la totalidad de los
consumidores (Estado, comunas, etc.) las numerosas prerrogativas que en una economía privada
puramente capitalista competen a la persona privada; en ese caso los obreros que desempeñan el
papel predominante en la producción, como tales, permanecerían privados de libertad. Esta
socialización, por otra parte no puede tampoco confiar exclusivamente a los obreros activos en la
producción de una fábrica (de una rama de la industria) estos derechos de decisión, si no se
quiere que la totalidad de los consumidores sea entregada al arbitrio de los obreros de cada
fábrica (de cada rama de la producción)

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Pero, si de todos modos se traza esta línea de demarcación entre los derechos de los productores
y los de la totalidad de los consumidores, una cosa es cierta: si se quiere lograr un justo equilibrio
entre intereses antitéticos y con ello una verdadera socialización de los medios de producción, es
necesario que en las dos formas fundamentalmente distintas de socialización, la misma sea
trazada de modo equilibrado en sus resultados.

14. SU INTEGRABILIDAD

Si a partir de ambas formas fundamentales de la socialización (nacionalización, municipalización,


etc., por un lado; cooperativa de producción, sindicalismo, por el otro), a través de una adecuada
compensación de los intereses contrapuestos es posible llegar a la realización de la verdadera
propiedad comunitaria sobre todos los medios de producción existentes, para la totalidad de los
productores y de los consumidores, ahora se ha probado que estas dos formas fundamentales son
ambas puntos de partida positivos para la construcción de la economía comunitaria socialista y,
sin perjuicio para la idea socialista, ambos caminos pueden ser recorridos paralelamente.

a) En particular se sigue de esto que todas las objeciones que suelen hacer los decididos
defensores de la “nacionalización” contra la forma de socialización basada en la cooperativa
de producción (y la forma sindicalista), se basan en presupuestos erróneos. Nadie piensa
repartir enteramente entre los obreros que participan en la producción de una fábrica
dada, el beneficio que se realiza en la misma fábrica utilizando los medios de producción
cuya propiedad última pertenece a la colectividad.

Es obvio, en cambio, que una parte de este beneficio sea destinada a fines más generales.
Por otra parte, mientras que sobre la magnitud absoluta de esta cuota no es posible tomar
una decisión basada en el cálculo, sobre la magnitud relativa puede decirse que la cuota
del beneficio total de una fábrica (de una rama de la industria) por restituir a los fines más
generales podría ser tanto mayor, cuanto mayor sea en la misma fábrica (en la rama
industrial) el valor total (valor de los terrenos y de las instalaciones) de los medios de
producción necesarios para la producción en relación con el número de los obreros
ocupados. De tal modo se evita que los obreros de una fábrica individual (rama de la
industria) se conviertan a su vez en capitalistas, explotadores del trabajo ajeno a través de
la recepción de una renta del suelo y de capital.

Del mismo modo, y por lo contrario, esto revela que en el caso de una aplicación correcta
de la nacionalización (municipalización, etc.) son infundadas las objeciones que los
adversarios irreductibles del sistema de trabajo asalariado hacen valer precisamente contra
este tipo de socialización. El trabajo asalariado no es en sí inconciliable con la economía
comunitaria socialista; sólo lo es en tanto elemento de la antítesis capital y trabajo
asalariado, allí donde subsiste el capitalismo, o sea la propiedad particular de los medios de
producción, y donde los obreros excluidos de tal propiedad pueden ser explotados. Donde
ya no subsiste la propiedad particular, donde no subsiste la explotación capitalista, el pago
de los salarios es solo una forma técnica de la distribución del fruto de la producción
destinado a los productores entre los que participan en la producción.

El hecho de que en una empresa organizada como cooperativa de producción --después del
descuento de una parte importante del beneficio destinado al Estado, a la comunidad y a
otros fines públicos-- lo que queda sea repartido entre los que participan en la actividad de
la empresa, o que en cambio en una empresa estatal pura se les pague a los obreros un
salario en igual medida, constituye sólo un diferencia técnica. Por lo demás, esta forma
técnica del pago del salario no está tampoco necesaria e inseparablemente vinculada a la
forma de socialización específica de la nacionalización (municipalización)

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En el caso límite de que una empresa estatal pura destine a sus obreros --precisamente
como han hecho ya algunas empresas capitalistas en la economía privada-- una parte del
beneficio realizado en la empresa en la forma de “participación en las ganancias”, agregado
al salario fijo, hace desaparecer también esta diferencia técnica y las dos formas
fundamentales de la socialización, en lo que concierne a la distribución del fruto de la
producción, pasan a coincidir plenamente.

b) También sería equivocado querer dar preferencia, desde el punto de vista del obrero activo
en la producción, a la forma de socialización sindicalista basada en las cooperativas de
producción, sosteniendo que la misma asegura al obrero una participación en el dominio
sobre la producción más eficaz que la que le garantiza la forma de la nacionalización. Tal
ventaja de una forma de socialización sobre la otra subsiste en efecto sólo mientras la
empresa estatal o municipal, etc., mantiene la forma de organización antidemocrática de la
fábrica que excluye al obrero de toda cogestión dentro de la propia fábrica. Sin embargo,
en ningún caso eso es consecuencia de se esencia. Los desarrollos más recientes de
nuestra “política social”, la ley sobre servicio auxiliar de 1916, y los acontecimientos
revolucionarios de 1918-1919, como habíamos visto en el punto 13 b, han impuesto a la
misma empresa capitalista privada cierta participación --asegurada en el terreno del
derecho público-- de los “comités obreros” (“consejos de fábrica”) electos por los obreros,
en la administración de las empresas. ¡Cuánto más fácil es una evolución organizativa
similar dentro de la empresa que no es más capitalista sino ya nacionalizada, o sea en la
empresa del Estado, municipal, o en la organizada como cooperativa de consumo!

A los representantes electivos de los obreros y de los empleados de la empresa se les


puede asegurar sin duda una influencia decisiva en la definición de las condiciones de
trabajo, una coparticipación en la elección de los procesos de trabajo por aplicar y una
participación al menos consultiva o de toma de conocimiento, en la restante administración
de la empresa, también en la empresa estatal, la empresa municipal y en la empresa de
producción organizada bajo la forma cooperativa de consumo. En otros términos, una
distribución del poder sobre el proceso de producción, que corresponda tanto a los
intereses de los productores como a los de los consumidores, se puede lograr con el mismo
éxito siguiendo la vía de la nacionalización (municipalización, etc.) o la de la sindicalización.

15. LA RESOLUCIÓN DE LA CONTRAPOSICIÓN DE INTERESES EXISTENTE


ENTRE PRODUCTORES Y CONSUMIDORES

El resultado más importante de cuanto hemos dicho hasta ahora es el siguiente: ni la


transferencia de los medios de producción de la esfera de poder privada del capitalista a la esfera
de poder de los órganos públicos de la colectividad (nacionalización, municipalización, etc.), ni
mucho menos la transferencia de los medios de producción de las manos del propietario a las de
la colectividad de todos los participantes en la producción (socialización sindicalista basada en las
cooperativas productivas), representan de por sí la sustitución de la propiedad particular
capitalista por la verdadera propiedad colectiva socialista.

Además de estas dos medidas, es siempre necesaria también una transformación interna del
concepto de propiedad, una total subordinación de toda propiedad particular al punto de vista del
interés común de la colectividad.

Aquí adquiere todo su peso la concepción puesta en primer plano por Bernstein, que subraya la
importancia estable de todas las medidas mediante las cuales se ha intentado reducir, en la
sociedad capitalista hasta aquí existente, los comunes efectos perjudiciales de la conducción
capitalista privada de la economía (llamada “política social”)

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Como vemos ahora, tales medidas siguen siendo necesarias para el cumplimiento de la
socialización aun cuando la propiedad privada capitalista haya sido completamente eliminada y
sustituida por una propiedad social particular, sea la propiedad particular de los funcionarios de la
totalidad de los consumidores, o la propiedad particular de una comunidad de productores.
También respecto de esta propiedad particular se mantiene la necesidad de preocuparse por una
distribución de los frutos de la producción que haga justicia a los intereses de todas las partes de
la sociedad y, en general, la necesidad de “poner la producción, la vida económica bajo el control
de la colectividad”. Sólo de este modo la evolución de las relaciones sociales de producción avanza
desde la “propiedad privada” de cada una de las personas --a través de la “propiedad particular”
de cada una de las partes de la sociedad-- hasta la “propiedad colectiva” de toda la sociedad.

16. LA SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN COMO “AUTONOMÍA INDUSTRIAL”

La “socialización” de los medios de producción consiste, por lo tanto, en dos transformaciones


--que deben integrarse a fin de realizar la propiedad colectiva-- del modo de producción
capitalista privado: en la transferencia de los medios de producción desde la esfera del poder de
cada uno de los propietarios privados hasta la esfera de poder de funcionarios sociales, y en la
limitación por el derecho público de las competencias de los actuales responsables de la
producción social en interés de la colectividad.

Actuando juntas estas dos transformaciones no se logra ni eso que hoy en día se entiende
habitualmente por nacionalización (municipalización, etc.) y que en realidad es simple capitalismo
de estado (o un capitalismo de consumidores de otro tipo), ni lo que hoy se define como
socialización sindicalista basada en las cooperativas de producción y que en realidad es sólo un
capitalismo de los productores. Surge, en cambio, una forma nueva y más completa de
socialización de los medios de producción, que de ahora en adelante llamaremos “autonomía
industrial”.

17. ¿QUÉ ES LA “AUTONOMÍA INDUSTRIAL”?

La autonomía industrial consiste en el hecho de que en toda industria (“industria” entendido en el


sentido de la “industry” inglesa, o sea en el de toda actividad económica sistemática, incluida la
agricultura), son convocados a ejercer el poder sobre el proceso de producción los representantes
de todos los que participan activamente en la producción en vez del tradicional propietario privado
o del director preelegido por él. Al mismo tiempo, las limitaciones de la propiedad ya impuestas a
la propiedad capitalista privada de los medios de producción por la “política social” del Estado, son
desarrolladas ulteriormente hasta llegar a ser una efectiva propiedad por encima de la
colectividad. A los fines de la naturaleza de la “autonomía industrial” que está surgiendo, es
indiferente que la misma sea concebida como nacionalización (municipalización, etc.) y sucesiva
limitación --en beneficio de los participantes inmediatos en la producción-- de los derechos de
dominio transferidos a los funcionarios públicos de la colectividad, o viceversa como transferencia
de los medios de producción de una industria a las manos de sus obreros y sucesiva limitación del
derecho público, en interés de la totalidad de los consumidores, de la propiedad particular de la
comunidad de los productores que de tal modo se ha constituido.

18. LA REALIZACIÓN DE LA AUTONOMÍA INDUSTRIAL

La puesta en marcha de la socialización de una rama de la industria en la forma de “autonomía


industrial” se cumplirá de modo distinto de acuerdo con las necesidades del caso particular. La
socialización de cada una de las fábricas es posible en la forma de la “institucionalización” (así
llamada por Schiffle); el ejemplo clásico de su éxito incluso en los marcos del ordenamiento social
capitalista lo proporciona la “Fundación Carl Zeiss” [Véase más adelante, en el reportaje de Hedda
Korsch, las menciones a la Fundación Carl Zeiss – N. del E.] de Jena que existe desde decenios.

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¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

Más importante a los fines de la situación actual es la posibilidad de que las industrias totales, no
maduras para la “nacionalización” centralista y que tal vez no lo llegarán a estar nunca, puedan
ser inmediatamente socializadas, transferidas a la propiedad colectiva de la sociedad siguiendo la
vía de la autonomía industrial. En una industria así socializada la autonomía se configura de
distintos modos: 1. El sindicato que comprende todas las empresas de la rama de la industria en
cuestión, respecto del gobierno central del Estado posee una autonomía limitada sólo por el
necesario respeto al interés de los consumidores. 2. La empresa individual posee una autonomía
limitada con respecto al sindicato que incluye a las empresas y en parte decide centralmente
sobre su administración. 3. Dentro de las administraciones del sindicato [1.], así como de las
empresas individuales [2.], respecto de la dirección administrativa (dirección de la fábrica), los
diferentes estratos de todos los restantes participantes en la producción (los empleados y los
obreros en sentido estricto) poseen una esfera jurídica autónoma limitada, un derecho a regular
autónomamente los problemas que le competen de manera particular.

También el modo en que el interés de la totalidad de los consumidores es hecho valer respecto de
estas industrias “autónomas”, variará cada vez de acuerdo con las exigencias de cada caso
particular. El fin económico común es aquí una participación de las organizaciones de los
consumidores (Estado, comunas, cooperativas de consumo y asociaciones ad hoc fundadas con
este objeto particular) en la determinación pública de lo que es necesario y obligatorio para los
sindicatos autónomos y para cada una de las empresas, que en la producción de la economía de
cambio para el mercado sustituye una pura producción que se orienta a la cobertura de lo
necesario. En la medida en que una economía similar dirigida a cubrir las necesidades no puede
aún ser realizada plenamente, la actual economía de cambio entre las personas será sustituida
por en un primer momento por una economía de cambio entre las diferentes ramas de la
industria.

En esta situación cada una de las ramas de la industria no produce exclusivamente para lo
necesario, sino en parte también para el mercado (se debe pensar en particular también en los
cambios con el exterior) Aquí podría por tanto darse también el caso de que una empresa
obtenga beneficios extraordinariamente elevados, mientras que los de otra no cubran siquiera la
modesta retribución de sus obreros. En la medida en que se trata de distintas empresas de la
misma rama de la industria organizada en sindicato, el pasivo de una empresa debe ser
compensado por el beneficio excedente de la otra; las empresas del todo insuficientes en el plano
técnico son cerradas por decisión del sindicato. Prescindiendo de eso, toda empresa autónoma
como también todo sindicato autónomo deben fijar los precios de los productos a un nivel tal que
el beneficio total de la empresa (de todas las empresas organizadas en el sindicato) asegure un
nivel de subsistencia estable y suficiente a todos los que participan activamente en la producción.

El perjuicio de la totalidad de los consumidores, como consecuencia de un nivel excesivo de los


precios, decidido por el grupo particular de los productores que constituyen cada empresa
autónoma o el sindicato autónomo, se evita con una participación asegurada en el plano del
derecho público, de las organizaciones de los consumidores en la determinación de los precios.

Una participación ulterior de los consumidores en la administración de la producción --también


limitativa de la autonomía de los grupos de los productores-- resulta del principio ilustrado
anteriormente en el punto 13 b de la división del producto total de toda empresa (de toda rama
de la industria) en dos partes, de las cuales una está a disposición de los que participan
activamente, mientras que la otra es utilizada para los fines más generales de la totalidad de los
consumidores, por ejemplo en la forma del impuesto.

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¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

En esa ocasión se había mencionado también el principio en base al cual se produce la definición
de estas cuotas: después de haber determinado la magnitud absoluta de los medios que
concurren para la satisfacción de los fines más generales de los consumidores, la cobertura se
subdivide entre cada una de las ramas de la industria (cada una de las empresas) según el
principio de que cada rama de la industria (cada empresa) debe ceder una parte del producto,
tanto mayor cuanto más elevado dentro de la misma es el valor total (valor del terreno y del
trabajo) de los medios de producción empleados para la producción en relación al número de los
obreros ocupados. Sólo la parte que sobrepasa el beneficio de una rama de la industria (de una
empresa) está a disposición de los fines particulares de la comunidad de productores en cuestión
(por ejemplo, formación de reservas, perfeccionamiento y ampliación de la empresa, retribución
de los obreros, pensiones, etc.) De tal modo, también desde este costado, ya a este nivel de la
evolución hacia una economía comunitaria, en la que no existe todavía una pura economía de lo
necesario, la autonomía de los productores encuentra su límite en el respeto de las necesidades
generales de los consumidores, que deben ser satisfechas a través de la producción total de la
sociedad.

A su vez, del respeto de este límite se preocupan también las organizaciones de consumidores
(Estado, comunas, cooperativas de consumo, etc.), a las que a este fin se les asegura un derecho
de cogestión en la administración de las industrias autónomas. (Como una vía que permite
realizar prácticamente esta exigencia, véase el extracto de un llamamiento de la socialdemocracia
austroalemana incluido en el apéndice II de este escrito, así como los debates sobre el tema
publicados mientras este escrito estaba en imprenta, en el Informe de la comisión alemana para
la socialización sobre la industria carbonífera, citado en apéndice IV)

19. AUTONOMÍA INDUSTRIAL MEJOR QUE “NACIONALIZACIÓN”

El profano suele imaginarse la ejecución de la “socialización” bajo la forma de la simple


nacionalización. En esta equiparación entre socialización y nacionalización se basa la mayor parte
de las objeciones que corrientemente se alzan contra la “socialización”. Se trata, antes que nada,
de la objeción de que una socialización de los medios de producción es posible en general sólo en
el caso de un ámbito rigurosamente delimitado de ramas de la producción y que puede ser puesta
en práctica sin correr el riesgo de que resulte antieconómica únicamente en las empresas ya
“maduras” para la administración centralista. En todas las otras ramas de la producción se
trataría, en cambio, de esperar su progresiva maduración. Por lo demás, muchas ramas de la
producción no se desarrollarían siquiera en el sentido de una progresiva maduración para la
centralización, sino, al contrario, precisamente en dirección contraria; por lo tanto estas últimas
jamás podrían ser “socializadas” sin caer en lo antieconómico, sin una disminución de las fuerzas
productivas. Se trata, pues, de la objeción de que toda “socialización” en general conduce a la
burocratización, al esquematismo y por tanto al ahogo de la iniciativa privada y a la parálisis.

Estas objeciones tienen sentido en tanto críticas a una “nacionalización” centralista de ramas de
producción que no se adaptan a la misma. No tienen sin embargo ningún sentido si se las quiere
instrumentar contra la socialización misma, contra la sustitución, a iniciar inmediatamente de
modo generalizado, de la propiedad privada capitalista por la propiedad colectiva socialista. En
efecto, como hemos visto, esta propiedad colectiva socialista no es de ningún modo sinónimo de
propiedad estatal. Para nosotros la nacionalización era sólo una de las formas de la socialización,
y todas las formas de socialización en general eran aceptadas por nosotros como verdadera
“socialización”, socialista sólo en la medida en que los resultados conducían a esa reglamentación
de las relaciones sociales de producción que habíamos definido como la forma de la autonomía
industrial.

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¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

Respecto de esta socialización en la forma de la autonomía industrial, todas las objeciones que se
suelen plantear contra la “nacionalización” centralizante terminan efectivamente por carecer de
objeto. Una esquematización y un endurecimiento burocrático se excluyen; la iniciativa privada no
se ahoga sino que, en lo posible, es ulteriormente desarrollada en cuanto las posibilidades de
ejercer tal iniciativa a través de la autonomía se extienden a un ámbito de participantes en la vida
de la empresa que en el régimen de economía capitalista privada no tenían posibilidad de ejercer
la propia iniciativa. Como máximo, podría surgir un peligro de antieconomicidad del hecho de que
debido a la exclusión del propietario privado de la producción el egoísmo privado deja de proveer
un impulso constante a una producción posiblemente económica. Pero, como se demostrará
enseguida, con la pura y simple socialización de los medios de producción no se vincula de ningún
modo a una eliminación del egoísmo privado de los motivos de la producción; en esta primera
fase de la economía comunitaria, a través de la socialización de los medios de producción el
egoísmo privado puede ser puesto de un modo mucho más acentuado al servicio de la producción
en tanto impulso de una producción posiblemente económica y abundante.

20. LA SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN COMO EMANCIPACIÓN DEL TRABAJO.


EL ULTERIOR DESARROLLO EN EL SENTIDO DE LA SOCIALIZACIÓN DEL TRABAJO

En las primeras proposiciones de este trabajo, la “socialización de los medios de producción” ha


sido descrita sólo como la primera fase de la economía colectivista. Se ha dicho que a través de
ella el “trabajo asalariado”, que anteriormente carecía de libertad y era explotado por el “capital”
en la producción, sólo es liberado pero no todavía socializado. Efectivamente, se puede imaginar
una situación que con toda probabilidad será realizada por nosotros en gran medida en el futuro
próximo, en la que los medios de producción materiales sean de propiedad colectiva, pero en la
que seguirá subsistiendo durante largo tiempo el derecho privado del productor activo individual a
disponer de la propia fuerza de trabajo, en tanto derecho a una cuota del producto de la
producción correspondiente a la duración y a la calidad de su trabajo. Precisamente cuando en
una situación de producción autónoma la comunidad de los productores que administra por sí los
propios negocios (en los límites descritos en el punto 18) --por ejemplo, la totalidad de los que
participan activamente en la vida de la empresa individual (dirigentes, empleados, obreros)--
debe decidir autónomamente sobre las condiciones del propio trabajo, en particular sobre los
salarios a pagar a los grupos individuales, no obstante la solidaridad por cierto muye desarrollada
de los obreros de la industria es casi seguro que su decisión no irá en el sentido de una
socialización de la fuerza de trabajo de todos los participantes.

Es probable que no se acoja como principio general de la retribución el principio de la simple


igualdad o del igual salario por el mismo tiempo de trabajo, y tampoco la reivindicación aún más
avanzada de tener en cuenta la naturaleza diferenciada de las necesidades (por ejemplo entre un
soltero y un padre de familia) Más bien, para aumentar la magnitud absoluta del producto de la
producción (en la que todos participan parcialmente) atrayendo los mejores “brazos” o las
mejores “mentes”, la orientación de fondo de la retribución industrial será --hasta un nuevo
orden-- la de “salario igual por igual prestación”, y por lo tanto al mismo tiempo también su
contrario: “diferente retribución por diferentes prestaciones”. En particular, en esta primera fase
de la economía colectivista, el talento específico del “empresario” industrial no será retribuido
peor, sino por el contrario mejor que en el actual estado capitalista, en el que en condiciones
normales la parte más importante del producto de la producción no va de ningún modo al
empresario mismo, sino al “capitalista” que lo financia (véase la nota 5) No sólo la retribución,
sino también la posición de poder de personas provistas de particulares condiciones empresarias,
en cada empresa o en el sindicato autónomo, tenderá a estar más liberada de los vínculos de lo
que está en la actual economía capitalista, la que el capital financiero de los bancos “controla” la
industria y un tipo particular de empresario industrial, el empresario financiero, ejerce su dominio
sobre todos los demás tipos de empresarios industriales.

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¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

La socialización de los medios de producción en esta primera fase de la economía colectivista,


lejos de excluir de la producción el aliciente del interés privado, provocando por ende un
debilitamiento de las fuerzas productivas, una disminución de la productividad del trabajo social
de producción, en realidad encauzará simplemente una emancipación del trabajo y, por tanto, una
extensión del interés económico privado a un ámbito mucho más vasto de participantes en la
producción. En su primera fase de desarrollo, la industria socializada se caracterizará por salarios
diferenciados y por la participación de todos los grupos que participan en la actividad de la
empresa en el producto de la producción común, bajo la forma de una participación en los
beneficios, a distinto nivel, según los distintos grupos. El espíritu capitalista, muerto en tanto
capitalismo de los propietarios, resurgirá como capitalismo obrero; a la explotación realizada por
la propiedad privada sobre los medios materiales de producción, ahora imposible, sucederá en un
primer momento la ilimitada explotación del derecho privado de todo obrero individual sobre la
propia fuerza de trabajo. Tal vez se cumpla la hipótesis formulada por el socialista inglés Bernard
Shaw según la cual el trabajador intelectual favorecido será el último explotador de la sociedad.

Dentro de la producción autónoma, desemponzoñada al cesar la lucha de clase entre capitalistas


poseedores y proletarios desposeídos, surgirá después progresivamente ese sentido de solidaridad
que constituye el presupuesto de la realización de la segunda y más elevada fase de la economía
colectivista, en la que los medios materiales de producción, así como la fuerza de trabajo de cada
individuo, serán propiedad colectiva, en tanto cada uno contribuye a la producción social en base
a sus capacidades y necesidades. La particular forma de la “autonomía industrial” como ha sido
descrita aquí (en particular en el punto 18) favorece esta evolución en la medida en que crea la
posibilidad de sustituir en un primer momento el egoísmo individual privado por un egoísmo de
grupo que es ya “socialista”, el egoísmo del grupo particular autónomo. Más allá de esto, el paso
de la primera a la segunda fase de la comunidad no puede ser estimulado ulteriormente de
manera sustancial para: su aceleración más bien se toman en consideración antes que nada una
serie de medidas de naturaleza político-cultural que pueden ser resumidas en la fórmula:
“socialización de la formación”. Este tema deberá ser tratado en un escrito aparte.

21. ¿QUÉ DEBEMOS HACER? LA EDUCACIÓN AL SOCIALISMO

Con lo dicho hasta aquí nos proponíamos trazar un cuadro de los fines del socialismo práctico.
Para el logro de estos fines, es decir para la realización de una verdadera economía colectivista
socialista mediante la efectiva puesta en práctica de la socialización, se pueden seguir distintos
caminos. Estos caminos son: a) en primer lugar, la acción política para la ejecución de la
socialización en cada una de las ramas de la producción a través de la legislación estatal y las
ordenanzas municipales; b) en segundo lugar, la estimulante participación en los esfuerzos de tipo
cooperativo (cooperativas de consumo y de producción) puestos en marcha sin obligación,
siguiendo la vía de la libre concurrencia; c) en tercer lugar, también la acción de la política
económica de la clase obrera, una acción que se propone favorecer la transformación interna de la
propiedad privada capitalista con la conclusión de contratos colectivos y con la imposición del
reconocimiento contractual de los derechos de cogestión de las asociaciones obreras y de las
representaciones obreras elegidas en las empresas individuales.

Una prosecución coherente de esta última forma de lucha en épocas tumultuosas, desde el punto
de vista revolucionario, la constituye la lucha por la destitución del empresario capitalista del
poder sobre el proceso de producción y su subordinación al control de la totalidad de los que
participan en la actividad de la empresa, una lucha que actualmente está en curso en muchos
lugares, en cada fábrica, de acuerdo con el programa de la Liga Espartaquista. Para quien
sostiene el ideal del socialismo, tampoco este medio extremo constituye motivo de temor. No se
trata de un instrumento de la socialización que pueda ser juzgado como censurable por una razón
cualquiera; así como la revolución política no es un medio moralmente censurable para alcanzar la
liberación política.

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¿QUÉ ES LA SOCIALIZACIÓN? UN PROGRAMA DE SOCIALISMO PRÁCTICO KARL KORSCH

Al contrario, esta acción general “directa” de la clase obrera, respecto de los otros medios de
socialización, presenta la incalculable ventaja de estimular y desarrollar fuerte y poderosamente
en el proletariado, en el curso de la realización del ordenamiento económico socialista, esos
impulsos psíquicos sin los cuales un sistema económico de esas características no puede a la larga
subsistir y menos desarrollarse en dirección a la segunda fase, más elevada, de la economía
colectivista. (Véase al respecto el Programa espartaquista, apéndice III de este escrito) No
obstante esto, semejante acción directa de socialización puede ser practicada con éxito sólo
mientras perduren los tiempos revolucionarios y únicamente a condición de que el poder supremo,
afirmándose después de la revolución por voluntad de todo el pueblo liberado del yugo capitalista,
como representante de los intereses colectivos de la totalidad de todos los productores y de todos
los consumidores, reconozca a posteriori la socialización realizada a través de la acción directa,
“extrapolítica”.

Si este presupuesto llega a faltar y ya no se puede esperar la realización de esta condición, la


transición a la economía socialista colectivista puede ser eficazmente favorecida desde afuera del
ámbito de la acción política, de la autodefensa cooperativa y de la lucha sindical por la definición
contractual de condiciones de trabajo más ventajosas, sólo a través de una infatigable actividad
educativa desarrollada en dirección a la generación que está creciendo. Aquí se ubican las grandes
y duraderas tareas de aquellos hombres cuyo anhelo apasionado y cuyo entusiasmo
revolucionario no será jamás satisfecho por el desarrollo de las relaciones de producción social,
siempre lento y sujeto a no pocas detenciones y contragolpes.

* *
*

El texto correspondiente al trabajo de KORSCH va desde la


página 29 hasta la 58 del libro, el cual tiene una
Introducción de Paul MATTICK desde la página 5 hasta la
página 25 y cuya lectura consideramos importante.

Tiene también Anexos y un Apéndice que van desde la


página 59 hasta la página 152.

No pudimos incluir el material correspondiente a los Anexos


y Apéndice pues son casi cien páginas y el archivo
resultante (“escaneado”) lo hace muy pesado y no se puede
transmitir por correo.

DIGITALIZADO POR ÁNGEL C. COLMENARES E. ENERO DE 2007 PÁGINA 28 DE 28


LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO

Continuando con el tema del socialismo hemos de insistir en el papel que en tal proceso
debemos jugar los trabajadores, dado que el socialismo revolucionario es parte
importante de la histórica confrontación capital-trabajo pero no un fin “inevitable” por sí
mismo, no es un cambio que sobrevendrá como algo determinado que alguna vez fue
decidido de una vez y para siempre, sino el comienzo de la construcción de la sociedad
sin clases mediante la lucha real y conciente del proletariado por una revolución que será
--como expresaba Paul MATTICK-- “el producto final del desarrollo capitalista”.

El tema comprende, por sus alcances, desde la filosofía hasta la estructura síquica de la
gente y obligatoriamente pasa por la historia de las luchas que desde su aparición en la
sociedad ha librado la clase obrera, de los cambios que a su interior han vivido ella y su
antagonista, el capitalismo, a cuyo nacimiento se refiere así Carlos MARX en “El
Capital”, Tomo I, volumen 3, Siglo XXI editores, páginas 891-893:

“… En tiempos muy remotos había, por un lado, una elite diligente, y por el otro una pandilla de
vagos y holgazanes. Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron
por no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de este pecado original arranca la pobreza de
la gran masa --que aún hoy, pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias
personas-- y la riqueza de unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan
dejado de trabajar hace mucho tiempo… En la historia real el gran papel lo desempeñan, como
es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo; en una palabra, la
violencia. (…) La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad
sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la
misma no solo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El proceso
que crea la relación del capital, pues, no puede ser otro que el proceso de escisión entre el
obrero y la propiedad de sus condiciones de trabajo, proceso que, por una parte, transforma en
capital los medios de producción y de subsistencia sociales, y por otra convierte a los productores
directos en asalariados. La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el
proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como «originaria»
porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo”.

A esa prehistoria del capital corresponde tal vez una prehistoria del movimiento obrero,
como MARX y Federico ENGELS registran en “La Ideología Alemana”, Ediciones
“Pueblos Unidos”, Montevideo, tercera edición española, 1971, página 234:

“… Los disturbios obreros, que ya bajo el emperador bizantino Zenón dieron origen a una ley
(Zenón, De novis operibus constitutio), que «se produjeron» en el siglo XIV con la Jacquerie y la
sublevación de Watt Tyler, en 1518 en Londres cuando el Evil-May-Day y en 1549 con la gran
rebelión del curtidor Kett; que luego ocasionaron los Acts 2 y 3 Eduardo VI, 15, y una serie de
resoluciones parlamentarias; que poco después, en 1640 y 1659 (ocho sublevaciones en un solo
año) ocurrieron en Paris y que desde el siglo XIV, a juzgar por la correspondiente legislación,
debieron ser frecuentes en Francia e Inglaterra; la continua guerra que, desde 1770 en
Inglaterra y desde la revolución en Francia mantienen los obreros contra los burgueses con las
armas de la violencia y la astucia…”

Es decir que cuando por aquí comenzaba el proceso de invasión contra nuestros
antepasados indígenas y todavía las toponimias de nuestros cerros y ríos tenían la
poética sonoridad de Guaraira Repano y Churun Merun, ya en Europa importantes
núcleos obreros se rebelaban contra la sujeción del capital utilizando los medios que
tuvieran a su alcance, desde incendiar graneros hasta organizar motines, pasando por la
destrucción de maquinaria y publicación de cartas o poemas amenazantes contra los
propietarios y los funcionarios estatales que los protegían.
En una de sus obras [“Trabajadores – Estudios de historia de la clase obrera”, Editorial
“Crítica”, Barcelona, 1979], el historiador británico Eric J. HOBSBAWM refiere a L.
DECHESNE, “L´avènement du régime syndical à Verviers”:

“Dentro de sus limitaciones --que fueron muchas, tanto desde el punto de vista intelectual como
en cuanto a la organización--, los movimientos del prolongado período de expansión económica
que terminó con las guerras napoleónicas no carecieron de importancia ni condujeron siempre al
fracaso. Una gran parte de su éxito quedó oscurecido por las derrotas ulteriores: la fuerte
organización de la industria lanera del oeste de Inglaterra desapareció totalmente y sólo resurgió
con el desarrollo de los sindicatos generales durante la primera guerra mundial; los gremios de
los trabajadores laneros belgas, suficientemente fuertes para conquistar virtuales convenios
colectivos en la década de 1760, desaparecieron a partir de 1790 y hasta el sindicalismo de
comienzos de 1900 estuvieron prácticamente muertos”. (Página 17)

OFERTA DE RECOMPENSA POR CAPTURA


El final de las guerras napoleónicas trajo, aparejado DE “LUDDITAS”
con malas cosechas en Inglaterra, un crecimiento de la
mendicidad y fue modificada la “Ley de Pobres”, que
databa de 1601 cuando fue emitida como “Ley de
Isabel”, pues fue Isabel I quien la promulgó. Y en
1782 es sancionada la “Ley de Gilbert”, mediante la
cual es aumentada considerablemente la ayuda a los
pobres y se instituyen nuevos tipos de subsidios.

La destrucción de maquinaria y de las instalaciones que


las contenían fue llamada “luddismo” pues uno de sus
iniciadores fue un luchador llamado Ned LUDD. Su
práctica se generaliza por 1760 y nueve años después
fue sancionada la primera ley penalizando ese tipo de
actividad. La lucha mediante tal método se mantiene,
sin embargo, y a partir de 1812 son condenados a
muerte quienes destruyan maquinaria.

Después de promulgadas las duras leyes contra el


luddismo en 1812, comienzan los obreros a organizarse
en estructuras que no fueron reconocidas por el Estado
hasta 1825. Una de esas estructuras organizativas, que
servía principalmente para acompañar las luchas de sectores radicalizados de la
burguesía, fue la Corresponding Society, entre cuyas principales exigencias estaba la de
lograr garantías democráticas referidas fundamentalmente al derecho al voto, y a pesar
de la represión sufrida por los miembros de esa organización, sus luchas lograron que en
1832 fuera sancionada una Reforma Electoral que no superaba, sin embargo, la exclusión
de los obreros del sistema político, así que estaban constreñidos a plantear
reivindicaciones gremiales y económicas que no lograban detener las desmejoras contra
ellos aplicadas.

Los obreros comienzan a comprender, gracias a sus luchas, que el enemigo fundamental
no era el distribuidor de los bienes sino el dueño de las máquinas, de las fábricas y de su
propio trabajo. Y que las crisis económicas, muchas de las cuales se mostraban
periódicamente, tenían que ser analizadas y enfrentadas pues obedecían a leyes con
movimientos específicos. En 1833 es promulgada la Factory Act, la cual imponía el
cumplimiento de un horario máximo de cuarenta y ocho horas semanales y permitía el
empleo de niños mayores de nueve años.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 2 DE 41
Surge luego el “cartismo”, importante fase en el desarrollo del movimiento obrero inglés,
llamado de esa manera porque sus reivindicaciones fueron recogidas en una carta
entregada al Parlamento para su conversión en ley, carta que firmaron en apoyo miles de
obreros. El llamado “cartismo” constituyó una riquísima veta de iniciativa política,
posiblemente la primera tentativa de organización de un partido obrero clasista con
características autonómicas.

La agitación cartista se
prolongó hasta 1848 y durante
ese período de lucha se fueron
conformando dos tendencias
dentro del movimiento. Una de
ellas, denominada “Fuerza
Moral”, propugnaba una alianza
con la burguesía y argumentaba
que muchos políticos burgueses
los apoyarían ante la justicia de
sus reclamos. Los trabajadores
de esta tendencia vivían en su
mayoría en el sur de Inglaterra,
donde predominaba el trabajo
artesanal. Y su posición se
explicaba pues el movimiento
obrero era todavía un aliado
menor de la burguesía en su
lucha por controlar el poder
político.

La otra tendencia, llamada


“Fuerza Física”, apoyada por los
obreros de las regiones más
industrializadas del norte (en
los alrededores de Manchester),
propiciaba una acción más
decidida contra la burguesía y
al efecto realizó huelgas de
hasta un mes de duración, a las
que llamaban Gran Fiesta
Nacional o Vacaciones.

Para ese nivel de confrontación


con el capital, el movimiento
requería de organización y fuerzas que no tenía, por lo cual fue derrotado y uno de los
resultados de esa derrota resultó en que el movimiento obrero inglés optara por formas
de acción en las cuales privaba la conciliación, práctica por algunos calificada como el
inicio del reformismo.

[Cuadro tomado de la obra citada de Eric J. HOBSBAWN, página 156]

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 3 DE 41
Leamos al respecto una opinión de MATTICK (en Karl KORSCH, “¿Qué es la
Socialización? – Un Programa de Socialismo Práctico”, Cuadernos de Pasado y Presente,
Argentina, 1973, páginas 17-18):

“El fracaso de las revoluciones de 1848 y el subsiguiente desarrollo del capitalismo en un


ambiente contrarrevolucionario, no pudo impedir el crecimiento del movimiento obrero. Este
movimiento desencadenado por la misma revolución burguesa se adaptó a las condiciones no
revolucionarias surgidas del compromiso entre la clase burguesa ascendente y el estado
semifeudal. Pero incluso en los países en que el gobierno era simplemente el ejecutivo de la clase
dirigente capitalista, el movimiento obrero no dio muestras, contrariamente a las previsiones de
Marx, de un carácter revolucionario. El programa político trazado por Marx en 1848 perdía todo
interés real ante la situación de las relaciones capital-trabajo en una sociedad burguesa
avanzada. Esas nuevas circunstancias permitían un programa reformista decorado con una
fraseología marxista allí donde las tradiciones de 1848 conservaban su prestigio”.

Federico ENGELS, en el Prólogo a la edición alemana de 1892 de “La Situación de la


Clase Obrera en Inglaterra” de 1845, Obras Escogidas de MARX y ENGELS en tres
tomos, Editorial “Progreso”, Moscú, 1980 [hay edición electrónica disponible en español
en http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.doc], explica que
luego de la crisis de 1847 hubo una reanimación general de los negocios que significó el
umbral de una nueva época industrial, motor de la cual fueron la abolición de las leyes
cerealeras y las reformas financieras que se sucedieron, el descubrimiento de
yacimientos auríferos en California y Australia, el desarrollo de nuevas máquinas, la
capacidad de los mercados coloniales para absorber mercancías inglesas y,
fundamentalmente, la conformación del mercado internacional, multitud de puntos
unidos por trenes y barcos. Y en ese tejido Inglaterra [“el taller del mundo”] constituía el
núcleo receptor de materias primas de su periferia colonial, a la cual volvían los bienes
manufacturados en la metrópoli en un intercambio desigual que tan bien conocemos en
la América Latina.

Esos cambios operados al interior del capitalismo afectaban al movimiento obrero, cuya
resistencia generaba conflictos que introducían dificultades comerciales y en muchos
casos ponían en peligro el dominio de la burguesía por la radicalización de las consignas
de los trabajadores en lucha. Y como expone ENGELS en el trabajo referido:

“… Por eso, con el transcurso del tiempo, apareció entre los industriales, sobre todo entre los
grandes fabricantes, una nueva tendencia. Aprendieron a evitar los conflictos innecesarios y a
reconocer la existencia y la fuerza de los sindicatos; por último, llegaron incluso a descubrir que
las huelgas constituyen -en un momento oportuno- un excelente instrumento para sus propios
fines. Así, resultó que los grandes fabricantes, que antes habían sido los instigadores de la lucha
contra la clase obrera, eran ahora los primeros en predicar la paz y la armonía. Tenían para ello
razones muy poderosas.

Todas estas concesiones a la justicia y al amor al prójimo no eran en realidad más que un medio
para acelerar la concentración del capital en manos de unos pocos y aplastar a los pequeños
competidores…” (Páginas 464-465 del Tomo III)

Pero, como lo demuestra la historia, no solamente los pequeños competidores fueron


aplastados por el capital con su lógica interna de concentración y centralización extremas
sino que el movimiento obrero y de trabajadores en general fue literal y militarmente
machacado por la maquinaria estatal en Europa entera.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 4 DE 41
En 1848 es publicado el “Manifiesto del Partido Comunista”, a nuestro entender un claro
deslinde teórico entre burguesía y proletariado, pues como exponía ENGELS en el
Prólogo de la edición alemana de 1890 de ese “Manifiesto”:

“En 1847, el «socialismo» designaba un movimiento burgués, el «comunismo» un movimiento


obrero. El socialismo era, a lo menos en el continente, una doctrina presentable en los salones;
el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que
«la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera», no podíamos
dudar en la elección de título. Más tarde no se nos pasó nunca por las mentes tampoco
modificarlo”.

El cuadro político previo a los intentos revolucionarios de 1848 era caracterizado, de


acuerdo a los relatos de esos hechos, por una lucha entre la burguesía --que no había
logrado consolidar su poder político-- y la monarquía y la nobleza. El proletariado, visto
como amenaza a futuro, no pasaba de ser “la extrema izquierda de la burguesía” (Marx y
la Neue Rheinische Zeitung)

Y como concluye MATTICK en la Introducción al libro de KORSCH:

“Marx no apoyaba las revoluciones burguesas por consideración táctica, con el fin de conquistar
el control de dichas revoluciones y transformarlas en revoluciones proletarias, en socialismo. Su
único objetivo era apoyar realmente la formación de una clase cuyo nacimiento engendraría a su
vez su contrapartida: el proletariado, asegurando de este modo el advenimiento de una nueva
revolución como punto final a su triunfo. Este apoyo, estrechamente ligado a las condiciones de
la Europa de 1848, pierde todo su sentido con la desaparición de dichas condiciones”. (Pág. 18)

El capitalismo sigue su marcha ascendente, lo cual significa una mayor explotación del
trabajo asalariado y cierta estabilidad política, es decir, ausencia de conflictos graves con
la clase obrera, metida en el redil sindical cuyo objetivo no era poner en peligro al poder
del capital sino formar parte de él. Para revisión de datos en cuanto al auge capitalista
de aquella época y algunas interpretaciones acerca del mismo, recomendamos la lectura
del “El Gran Boom”, capítulo de un trabajo de Eric J. HOBSBAWN, en español en
http://www.nodo50.org/dado/textosteoria/hobsbawm2.rtf.

Fue hasta 1870 cuando sectores politizados de la clase obrera intentaron una vez más
derrocar al Estado, golpeando directamente la esencia de la dominación, como relata
MARX en “La Guerra Civil en Francia” (Obras Escogidas de MARX – ENGELS en tres
tomos, Editorial “Progreso”, Moscú, 1981, tomo II, página 236:

“… la Comuna era, esencialmente, un Gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase


productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo
dentro de ella la emancipación económica del trabajo.

Sin esta última condición, el régimen de la Comuna habría sido una imposibilidad y una
impostura. La dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de su
esclavitud social. Por tanto, la Comuna habría de servir de palanca para extirpar los cimientos
económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación
de clase. Emancipado el trabajo, todo hombre se convierte en trabajador, y el trabajo productivo
deja de ser un atributo de una clase”.

Enseñanza de la Comuna fue también que la clase obrera, al llegar a ser factor decisivo de poder,
no debía conservar la maquinaria del Estado sino destruirla y precaverse contra sus propios
diputados y funcionarios declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento
(Introducción de ENGELS en 1891 a “La Guerra Civil en Francia”, op., cit., pág. 198)

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 5 DE 41
¿Y para qué nos sirve la historia si no es para aprender lo que fuimos, entender lo que
somos y prefigurar qué deseamos y debemos ser?

La saga de los combates obreros nos lleva a una huelga general en Italia en 1904, acerca
de la cual no encontramos información, y a Rusia en 1905, cuando sectores de diverso
origen social entran en conflicto con la monarquía. Las huelgas obreras devienen en
actos masivos y se combinan con situaciones insurreccionales, y en Petrogrado
comienzan a funcionar los Consejos (“soviets” en ruso) obreros, campesinos y de
soldados, enseñanza de la Comuna de Paris. El intento es derrotado y las fuerzas
contendientes desde la acera del movimiento popular se reorganizan y preparan para
nuevos enfrentamientos, que tendrán lugar en 1917, primero en febrero con el objetivo
de un gobierno burgués y luego en octubre bajo invocación de revolución proletaria.

A continuación haremos un recuento de importantes episodios escenificados en diversos


países por fuerzas obreras organizadas, cuyos mensajes y esfuerzos en muchos casos
fueron más allá de meras reivindicaciones socioeconómicas.

Seattle, Washington, Estados Unidos de Norteamérica, 1919

A pocas semanas de finalizada la guerra, el sindicato metalúrgico reclamó aumento


salarial general. El presidente de ese sindicato, James A. TAYLOR, fue a Washington a
reunirse con el Director de la Emergency Fleet Corporation [creada durante la guerra por
el gobierno de los Estados Unidos y a esa fecha el principal empleador de esa rama],
Charles PIEZ. En noviembre de 1918, el Consejo Sindical Metalúrgico autorizó una
consulta previa a las negociaciones previendo un conflicto huelgario y casi todos los
sindicatos aprobaron. En esas negociaciones los patronos accedieron a un aumento solo
para los trabajadores calificados, lo cual fue visto como intento de dividir al movimiento
obrero y por ello rechazado.

Un telegrama es enviado a la Asociación de Industrias Metalúrgicas por PIEZ, advirtiendo


que no habría negociaciones posteriores y si aceptaban aumentos no recibirían más
acero, pero el mensaje fue entregado en la central sindical. El análisis del documento
indicaba que los obreros no solo enfrentaban a sus patronos directos, sino también al
gobierno; y quedaba claro que los representantes sindicales habían acordado a espaldas
de los trabajadores directamente afectados y de sus organizaciones locales.

El 16 de enero de 1919 se decretó huelga para el 21 de ese mes y treinta mil


trabajadores cesaron sus actividades, a lo que se sumaron quince mil de Tocoma, una
ciudad vecina. Los huelguistas comenzaron a recibir presiones de
los patronos, del gobierno y de dirigentes sindicales enemigos de
cualquier huelga o confrontación. Fue nombrado un Comité de
quince miembros para dirigir el conflicto y de inmediato
comenzaron a estudiar el problema de una ciudad que iba a quedar
sin los servicios mínimos necesarios para su funcionamiento, sin
saber por cuánto tiempo.

Entonces el periódico “Union Record” publicó un editorial (“el más


famoso de su historia”), escrito por Anna Louise STRONG [en la
foto] que preveía algunas situaciones:

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 6 DE 41
EL JUEVES A LAS DIEZ HORAS

Habrá muchos vitoreando, y algunos temerosos.


Ambas emociones son útiles, pero no en demasía.
Estamos intentando el más extraordinario movimiento
jamás hecho por los TRABAJADORES en este país, un
paso que conducirá ¡NADIE SABE ADÓNDE!
No necesitamos histeria.
Necesitamos el paso firme de los trabajadores.
* * *
LOS TRABAJADORES ALIMENTARÁN AL PUEBLO
Doce grandes cocinas han sido ofrecidas, y desde ellas
los alimentos serán distribuidos por los proveedores a
bajo costo para todos.
LOS TRABAJADORES CUIDARÁN DE LOS NIÑOS Y DE
LOS ENFERMOS.
Los conductores de camiones lecheros y de lavanderías
están organizando planes para proveer de leche a los
niños, a los inválidos y a los hospitales, y ocuparse del
lavado de la lencería para los hospitales.
LOS TRABAJADORES PRESERVARÁN EL ORDEN.
El comité de huelga está organizando guardias y se
espera que el paro de automotores mantenga a la gente
en casa.
***
Unos cuantos entusiastas cabeza-calientes han
reclamado que sólo los huelguistas deben ser
alimentados, y dejar al público en general soportar
severas incomodidades. Además del carácter inhumano
de tales sugerencias, deben entender que
NO ES LA RETIRADA DEL PODER DE LOS
TRABAJADORES SINO EL PODER DE LOS OBREROS
PARA DIRIGIR LO QUE GANARÁ ESTA HUELGA.
¿Qué le importa al señor Piez de la Junta de Armadores
el cierre de los astilleros de Seattle, o incluso de todas
las industrias del noroeste? ¿No fortalecerá los astilleros
de Hog Island, en los cuales está más interesado?
Cuando los propietarios de astilleros de Seattle estaban
a punto de acordar con los trabajadores, fue el señor
Piez quien les telegrafió que si lo hacían…
ÉL NO LES PERMITIRÍA OBTENER ACERO.
En todo caso este es un camuflaje al que no tenemos
medios de conocer. Pero sabemos que las grandes
combinaciones capitalistas del este PUDIERAN ESTAR en
capacidad de ofrecer particularmente al señor Skinner,
al señor Ames y al señor Duthie unos cuantos millones
por cabeza en los almacenes de los astilleros del este.
MÁS TEMPRANO QUE TARDE LOS OBREROS
TRIUNFARÁN.
El cierre de las industrias de Seattle, COMO MERO CESE
DE ACTIVIDADES, no afectará mucho a esos caballeros.
Ellos podrían dejar que todo el noreste se redujera a
pedazos, en cuanto al solo dinero concierne.
PERO, el cese del control capitalista de las industrias de
Seattle, mientras los OBREROS ORGANIZAN alimentar a
la gente, cuidar a los niños y enfermos, preservar el
orden – ESTO los moverá, porque se parece mucho al
control del PODER por los trabajadores.
***
Los trabajadores no solamente CERRARÁN las industrias,
sino que también REINICIARÁN, bajo la dirección de los
gremios apropiados, aquellas actividades requeridas
para preservar la salud y la paz públicas. Si la huelga
continúa, los trabajadores se pueden sentir guiados a
evitar el sufrimiento público reabriendo más y más
actividades.
BAJO SU PROPIA DIRECCIÓN.
Y allí está el porqué decimos que estamos iniciando un camino que conduce ¡NADIE SABE ADÓNDE!

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 7 DE 41
Winnipeg, Canadá, 1919

Los trabajadores canadienses afrontan problemas de diversa índole, entre ellos


incremento del costo de la vida en un 80% desde 1914 mientras el salario había
aumentado en un 18%; los empleados de correos aguardan por más de un año sus
reivindicaciones, así como los conductores de buses. Y los sindicatos de los metalúrgicos
están en huelga por reducción de horas de trabajo, aumento salarial y el reconocimiento
gubernamental. Y el Consejo de los Sindicatos de la construcción discutía desde febrero
por aumento de veinte céntimos.

El primero de mayo es declarada una huelga y a la semana los huelguistas piden


solidaridad al Trades and Labor Council, a resultas de lo cual el conflicto se extendió y
para el 15 de mayo la huelga era general. La mayoría de trabajadores estaba
descontenta por las políticas conservadoras del Trades and Labor Council y estimulados
por los acontecimientos desarrollados en Rusia en 1917, disidentes de Canadá Occidental
formaron la One Big Union en marzo de 1919 y con un sólido liderazgo socialista pasaron
a dirigir al movimiento laboral del occidente de Canadá y del norte de Ontario.

La mayoría de los trabajadores de Winnipeg, afiliados o no a sindicatos dieron apoyo a


los trabajadores del metal y de la construcción. En juego estaba el principio de
negociación colectiva, el incremento de los salarios y la mejora de las a menudo terribles
condiciones de trabajo. Casi treinta mil trabajadores habían cesado sus labores. La
respuesta casi unánime de los hombres y mujeres de la clase trabajadora cerró las
fábricas de la ciudad, interrumpió su comercio y detuvo los trenes. Los empleados del
sector público como policías, bomberos, trabajadores postales, telefonistas, los
empleados de aguas y otros se unieron a la huelga en un imponente despliegue de
solidaridad.

Contra la huelga fue organizado un “Comité Ciudadano de los Mil”, en el cual participaron
los fabricantes anglo-canadienses más influyentes de Winnipeg, banqueros y políticos,
quienes en lugar de considerar las demandas de los huelguistas, declararon que la huelga
era una conspiración revolucionaria de un pequeño grupo de extranjeros, patraña para la
cual contaron con el decidido apoyo de los periódicos de Winnipeg. El Comité Ciudadano
exigió que el gobierno actuara decisivamente contra los huelguistas, en particular en
contra de los empleados públicos que habían ido a la huelga en solidaridad con los
trabajadores del metal.

Las presiones contra los huelguistas se rompen por la firmeza con que el conflicto es
asumido. La Liga de Mujeres Trabajadoras organiza una cocina con aportes solidarios y
dan alimento a más de mil personas diariamente. De diferentes lugares llegan mensajes
de apoyo y solidaridad y el “Comité Ciudadano de los Mil” intenta quebrar la huelga
contratando a veteranos de guerra recientemente licenciados, pero la mayoría de ellos
rehúsa servir de esquiroles y en el mismo acto se declaran solidarios con los obreros en
huelga y organizan su Comité de Apoyo.

El conflicto duró cuarenta y un días y al final fuerzas policiales recientemente reclutadas


agredieron a manifestantes, asesinaron a obreros e hirieron a otros, y los dirigentes de la
huelga fueron detenidos y algunos de ellos ilegalmente deportados.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 8 DE 41
Turín, Italia, 1919

Tomamos algunos datos del artículo presentado por Tom WETZEL en la Conferencia de
Auto-Organización Obrera de Saint Louis en 1988, cuyo texto completo en inglés puede
ser leído en http://www.uncanny.net/~wsa/ital1920.html

La principal central sindical italiana era la Confederazione Generale del Lavoro, vinculada
al Partido Socialista. Su práctica era similar a la del Partido Laborista inglés en el sentido
de combinar acciones sindicales y parlamentarias para lograr reformas graduales dentro
de la institucionalidad capitalista.

Dirigentes de CGL como Bruno BUOZZI, representante de la Federación Italiana de


Obreros Metalúrgicos, participaron en el plan de reconstrucción de Italia, dirigido a
garantizar la hegemonía capitalista y punta de lanza del Departamento de Estado de los
EEUU contra el movimiento revolucionario europeo.

Esa Federación (FIOM) firmó un contrato de trabajo con aumento de salarios y horario de
ocho horas que imponía restricciones a la huelga y restaba capacidad de acción a los
representantes de los trabajadores durante horas laborables. Y ante la situación de
complicidad de la dirección sindical con el enemigo de clase, los obreros --especialmente
los de Turín-- comenzaron a buscar otras formas e instrumentos de organización obrera.
Nacen así un movimiento para un consejo de representantes, independiente de la
jerarquía sindical, y una central sindical disidente, la Unione Sindacale Italiana.

Nace también la revista “L´Ordine Nuovo”, fundada por Antonio GRAMSCI, Palmiro
TOGLIATTI y Umberto TERRACINI, todos del Partido Socialista, quienes no obstante
abrieron las puertas de esa publicación a todas las opiniones en función de buscar el tipo
de organización más adecuada a los fines revolucionarios de la clase. Los anarquistas
participaron activamente tanto en la revista como en las acciones obreras. Y uno de los
fines políticos expresos era defender a los consejos como estructuras distintas a los
sindicatos burocratizados, mantenedores de compromisos con los patronos pues, como
decía GRAMSCI, “tienden a universalizar y perpetuar la legalidad” de tales compromisos,
mientras los consejos, por no tener una burocracia ajena a los trabajadores, “tienden a
aniquilar esta legalidad en cualquier momento, tienden constantemente a guiar hacia un
poder industrial de los trabajadores mucho mayor… tienden a universalizar cada
rebelión”.

En abril de 1919, varios delegados de los obreros fueron despedidos de la Fiat por
violación de contrato ya que realizaron reuniones durante horas laborables, por lo que
una asamblea de representantes llamó a una huelga de brazos caídos. La patronal
declaró un “lock-out” y el gobierno de Francesco NITTI acudió en auxilio de la Fiat
ocupando la fábrica con tropas. Y tras dos semanas de huelga los representantes de los
obreros se rindieron, por lo que la patronal exigió que los consejos se mantuvieran
dentro de las restricciones acordadas con la FIOM, lo cual hubiese significado la muerte
de los consejos por inacción, pero el movimiento obrero turinés respondió con una huelga
masiva en defensa de los consejos de empresa que se extendió por todo el Piamonte e
implicó a medio millón de trabajadores de transportes, servicios públicos y comercios,
incluyendo a campesinos, por lo que el conflicto afectó también a la agricultura.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 9 DE 41
Los trabajadores turineses en conflicto enviaron delegados al Partido Socialista
intentando hacer de la huelga un conflicto nacional, pero el PS ni la CGL respondieron al
llamado pues para nada les gustaba el movimiento de los consejos, e intentaron imponer
un nuevo planteamiento acerca de ellos, basados no en agrupaciones industriales sino en
distritos geográficos o vecinales. Y por supuesto, todo bajo la dirección del Partido
Socialista, que nunca hizo esfuerzo alguno por la organización de esos ni de ningún otro
consejo. Ello provocó un amargo comentario de GRAMSCI: “Se pasaron todo el tiempo
charlando sobre soviets y consejos mientras en el Piamonte y en Turín medio millón de
trabajadores se morían de hambre para defender los consejos ya existentes”.

Y respecto a esa confrontación que partidos y sindicatos tenían con los Consejos Obreros
queremos hacer una acotación a un comentario que forma parte del artículo que nos ha
servido de base. Refiere WETZEL que el representante de la Internacional Comunista
en Italia, Nikolai LJUBARSKY, observó que los comités de fábrica surgidos en la
revolución de febrero en 1917 eran el equivalente ruso de los consejos de Turín y que
esos consejos tenían que ser GUARDIA ROJA EN UNA FÁBRICA TOMADA EN ITALIA
eventualmente subordinados a la
disciplina del partido y no
convertirse en meros órganos de
gestión de los trabajadores de la
industria o en una base de dominio
político de la clase trabajadora.

Resulta que el perfil autonómico de los


Consejos (“soviets” en ruso) era el que
el Delegado de la IC llamaba a destruir
subordinándolo a un partido --calco de
lo que sucedía en Rusia y “línea”
impuesta a nivel internacional-- así
que no tenía nada de casual que los dirigentes del Partido Socialista italiano buscaran
unos Consejos a la medida de sus necesidades locales particulares y no de las exigencias
de la lucha por el derrocamiento del capital.

Entre los años de la primera guerra mundial --1914/1918--


y posteriormente a su final hubo en buena parte del planeta
una ola de huelgas e intentos
revolucionarios en los cuales la
estructura de los Consejos
Obreros era sinónimo de
claridad política en los
objetivos por derrocar al
capital pero en todos fue
derrotada la clase obrera.
Muchos representantes y
voceros de ella pagaron con su
vida el intento de instaurar un
régimen de producción distinto
KARL Y ROSA
y superior, entre ellos dos militantes del “Grupo Espartaco”:
Rosa LUXEMBURGO y Karl LIEBKNECHT.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 10 DE 41
Bolivia, 1919

Los mineros bolivianos, originalmente provenientes de etnias indígenas, se van


proletarizando tanto al ritmo del trabajo regular y organizado como por la rigidez que el
Estado capitalista les impone a fin de disciplinarlos y borrar los vestigios de su cultura,
que prevalecía desde los mitayos (trabajadores semiesclavos) y mingas (trabajadores
libres) de las minas del Potosí. Uncía y Catavi fueron campamentos (“company towns”)
para cientos de mineros que, aislados del resto del mundo, construían sus propios lazos
enfrentando al capital, buscando sus propias formas de organización y combate. En 1919
los mineros de Huanuni logran reducción a ocho horas de trabajo y en 1923 hacen
intentos de organizar Ligas y Federaciones obreras. El primero de mayo de ese año los
trabajadores fundan la Federación Obrera Central de Uncía, vinculada a las minas de
Llallagua y La Salvadora.

Por un conflicto de reclamo contra un gerente, Emilio DÍAZ, unidades del ejército
destacadas a Uncía detienen a los dirigentes obreros Ernesto FERNÁNDEZ y Guillermo
GAMARRA, hecho que origina una protesta pública de mineros y familiares, la que fue
reprimida a balazos por órdenes del mayor José AYOROA con resultado de nueve
muertos y cinco heridos.

La gran crisis (“crack”) capitalista de 1929 reduce CAMPESINOS BOLIVIANOS RECLUTADOS


considerablemente los precios de los minerales. Y los PARA MATAR A CAMPESINOS PARAGUAYOS
geólogos de la Standard Oil of New Jersey como los
de la Royal Dutch Shell habían hecho prospecciones,
--los primeros en Bolivia y los segundos en la zona
del Chaco Boreal (Paraguay)--, donde dijeron haber
encontrado yacimientos petrolíferos. El gobierno de
Argentina era firme aliado de Inglaterra y el gobierno
boliviano declaró la guerra contra Paraguay (peón de
Argentina) haciendo el juego a las estrategias de
poder regional de éste país y de Brasil.

Esa guerra costó más de cien mil vidas y fue apoyada


por las potencias entonces rivales (Gran Bretaña y
EEUU), que buscaban el dominio de los yacimientos y
la salida de Bolivia al mar, así que al finalizar el
conflicto en 1935, Bolivia estaba peor que cuando
entró en él. El primero de mayo de 1932 la
Federación Obrera de Oruro repartió un volante
llamando a los bolivianos a decir no a la guerra y a
combatir a las burguesías de Bolivia y de Paraguay.

En diciembre de 1942 los mineros de Catavi, Uncía y Siglo XX declaran huelga por
mejoras salariales que tenían más de un año en reclamo. Las minas habían sido puestas
bajo control militar por el gobierno bajo pretexto de garantizar suministro seguro a los
aliados en la guerra. Para “controlar la situación” llegó un regimiento al mando del
coronel Luis CUENCA. El resultado fue de más de veinte muertos y casi cincuenta
heridos a balazos cuando la tropa disparó contra los trabajadores y sus familiares, y así
el gobierno boliviano pudiese “cumplir con los compromisos” suscritos con las empresas
transnacionales y con el representante de éstas, el gobierno de los Estados Unidos.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 11 DE 41
Tales compromisos nacían de una decisión del Departamento de Estado, mediante la cual
Bolivia se veía obligada a uncirse al carro estadounidense a partir del ataque a “Pearl
Harbor”, cuando el gobierno de EEUU tomó algunas medidas profilácticas para mantener
limpio su patio trasero. La “guerra del Chaco” trajo sus secuelas y una de ellas fue la
llegada al gobierno, en 1936, del coronel José David TORO RUILOVA, apoyado por
militares interesados en silenciar lo referente a esa guerra, en cuyas acciones había
participado TORO, quien además fue ministro de Fomento y Comunicaciones bajo el
gobierno de Hernando SILES REYES.

TORO RUILOVA, acompañado de jóvenes militares interesados en promover cambios,


adelantando lo que llamaba “socialismo militar” y “socialismo de Estado” creó los
ministerios de Trabajo, de Previsión Social y de Minas y Petróleo. Nacionalizó el petróleo,
declaró como obligatorios el trabajo y la sindicalización, estableció la jornada de ocho
horas, fundó el Banco Minero y los YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) y
estimuló la redacción de una nueva constitución. Al año fue derrocado por un colega
suyo, el teniente-coronel Germán BUSCH BECERRA, quien continuó con medidas de
tipo social, firmó el Tratado de Paz con Paraguay mediante el cual cedía el territorio del
Chaco a ese país pero retenía los campos petrolíferos para Bolivia. Creó el Seguro Social,
obligó a los capitalistas a depositar las divisas en el Banco Central y promovió la
redacción y aplicación de una nueva constitución, criticada por ser “netamente
socialista”. En 1939 apareció muerto y fue declarado suicida sin mayores investigaciones.

Para 1943 un nuevo pronunciamiento militar lleva al gobierno al mayor Gualberto


VILLARROEL, quien tenía nexos con el régimen argentino, de inclinaciones
nacionalsocialistas. En Bolivia existían el Partido Obrero Revolucionario (POR) de
tendencia trotskista; la Falange Socialista
Boliviana, de tendencia fascista; el Partido de
Izquierda Revolucionaria (PIR) y el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR), el de más
reciente organización y que fue fundado por
intelectuales vinculados a las clases alta y
media y fue acusado de prácticas antisemitas y
de tener nexos con el fascismo alemán.

En julio de 1946 estalla una rebelión que, de


acuerdo a criterios de diversos voceros políticos
bolivianos, era motorizada por "la rosca minera"
integrada por Simón PATIÑO (“el rey del
estaño”), Mauricio HOSCHSCHILD y Carlos Víctor ARAMAYO, quienes ponían y
quitaban gobiernos a capricho. El derrocado presidente VILLARROEL y algunos de sus
colaboradores fueron asesinados y posteriormente colgados en postes del alumbrado
público, hecho que marcó el regreso de “la rosca” al ejercicio directo del poder.

En noviembre de 1946 se reúne en Pulacayo el Primer Congreso de Trabajadores Mineros


y aprueba el Programa revolucionario más completo a la fecha, y que incluía
reivindicaciones transitorias. Todo ello fue recogido en las famosas “Tesis de Pulacayo”,
cuyo texto completo está en www.pt.org.uy/textos/temas/pulacayo.htm.

Los trabajadores bolivianos han continuado sus luchas escribiendo páginas heroicas en la
historia continental y que deben ser estudiadas para nuestra educación política.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 12 DE 41
Venezuela

Por 1864 es fundado en Caracas el Gremio de Obreros y Artesanos y para la primera


década de 1900 existían diversas organizaciones de trabajadores como el Sindicato de
Agricultores de la Caña, la Asociación de Obreros y Artesanos del Distrito Federal, las
Corporaciones de Obreros de ferrocarriles, de tranviarios y de la electricidad, entre otros.

Hay conflictos huelgarios en 1904 y 1908, de los cuales no hemos obtenido información
documental, y una huelga de telegrafistas en 1914 como respuesta a reducción de
sueldos y salarios decretada por el gobierno. Ya para esos años éramos súbditos de Su
Majestad el petróleo y en 1922 los obreros, en su mayoría de origen campesino,
protestaban por los bajos salarios y por el trato humillante a que eran sometidos por los
capataces y supervisores extranjeros, lo que incluía multas que pechaban al salario,
invariable desde 1917, y que muchas veces eran cobradas con arrestos proporcionales.

En Mene Grande un grupo de cuarenta trabajadores, quienes prestaban servicios como


conductores y mecánicos, presentaron --en julio de 1925-- un pliego al jefe del garaje
pidiendo aumento salarial, servicio médico, provisión de medicinas y mejoras en
viviendas, a lo que les respondieron negativamente y ellos se declararon en paro,
provocando una difícil situación pues al paralizar el servicio de transporte la empresa no
podía efectuar entregas. La policía intervino pero los agentes mostraron actitud de
simpatía con el reclamo de los trabajadores y la empresa convino en reducir el turno de
trabajo a nueve horas, aumentó el salario mínimo de cuatro a cinco bolívares,
proporcionó servicio médico aunque sin medicinas y se comprometió a estudiar el caso
de la vivienda. Fue una victoria importante y el resto de los trabajadores tomó debida
nota y pocos días después hubo manifestación de unas trescientas personas, quienes
distribuyeron volantes mimeografiados por el campamento exigiendo aumento de salario
mínimo a diez bolívares, reducción de horario de trabajo, servicio médico, provisión de
medicinas y mejoras en habitación, es decir, el mismo pliego de reclamos de los
conductores y mecánicos.

Intervino el presidente del Estado (actualmente la figura del gobernador) y el ejército


reprimió, pero los trabajadores se mantuvieron firmes en sus manifestaciones y reclamos
provocando una extensión del conflicto, con paralización de actividades, a toda la zona
costera del Distrito Bolívar en Zulia, y luego de doce días los trabajadores lograron
aumento de dos bolívares en el salario y la promesa de solución para el resto de las
peticiones formuladas en su pliego. El resultado fue de gran importancia política pues
mostró a todos los trabajadores el poder que tenían como fuerza colectiva autónoma,
toda vez que no había derecho a organizar sindicatos ni leyes a las cuales recurrir. Es de
señalar que el más visible líder de los obreros, un fogonero llamado Luís Augusto
MALAVÉ, desapareció para siempre luego de los acontecimientos.

Hubo algunos detalles que provocaron análisis y comentarios como la actuación de la


policía en el caso de mediación entre la empresa y los trabajadores del garaje , así como
el hecho de que los obreros de otras áreas distribuyeran panfletos mimeografiados, lo
cual indicaba que algún empleado había colaborado con ellos utilizando recursos de la
compañía. Luego se hablaría de por lo menos tres supervisores o trabajadores
especializados de origen extranjero que colaboraron activamente con los obreros
venezolanos y les informaban de eventos revolucionarios ocurridos en el mundo.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 13 DE 41
La empresa no cumplió con sus promesas en cuanto a provisión de medicinas y mejorar
las viviendas de los trabajadores y los conflictos se mantuvieron con diversos grados de
intensidad, y en ese proceso hubo participación de individualidades politizadas de la clase
media, quienes se relacionaron con los elementos avanzados de los trabajadores y
contribuyeron a su educación teórica y a la organización sindical. En 1931 es fundada en
Cabimas la “Sociedad de Auxilio Mutuo de Obreros Petroleros” y los trabajadores
eligieron como presidente de ella a Rodolfo QUINTERO, empleado de la Venezuelan Oil
Concessions, quien luego sería dirigente del Partido Comunista, fundado ese mismo año.

En febrero de 1936, luego de la muerte de Juan Vicente GÓMEZ, se plantea en Caracas


una protesta contra suspensión de garantías, contra aplicación de censura de prensa, por
la libertad de los presos políticos y por castigo para los gomecistas, quienes aún
permanecían en los cargos públicos. La Federación de Estudiantes de Venezuela, la
Asociación Nacional de Empleados, el Gremio de Artes Gráficas y la Asociación de
Linotipistas convocan a una huelga para el 14 de febrero y ese día se congrega una
multitud en la Plaza Bolívar, la cual es atacada por las fuerzas represivas con saldo de
veintitrés muertos y más de cien heridos, a cuya respuesta sectores populares de la
capital se lanzaron a saquear e incendiar casas de conocidos gomecistas y asaltaron la
sede de la Gobernación, pero la dirigencia política, sindical y estudiantil optó por una
conducta de “orden e institucionalidad” desmovilizando a la gente para negociar con el
gobierno y al efecto fue organizada una Junta Patriótica que se dirigió a Miraflores a
solicitar la destitución de algunos funcionarios para después, con la huelga general en su
mejor momento y las bases motivadas para la lucha, pactar mediante una Comisión
encabezada por representantes de la Universidad, de la Prensa, de las Asociaciones de
Abogados, Médicos e Ingenieros, con el presidente LÓPEZ CONTRERAS a cambio de la
suspensión del conflicto.

Ya era evidente la imposición de


una “línea” para evitar las
confrontaciones clasistas y
buscar acuerdos con las
burguesías nacionales, política
que los defensores del marxismo
revolucionario criticaban por “ser
temerosa de las masas”. Era el
producto de la política estatal
del gobierno soviético en su
estrategia de “coexistencia
pacífica” con el capitalismo,
GENTE SAQUEANDO CASAS DE GOMECISTAS EN CARACAS madre de las prácticas
reformistas impuestas a los
partidos por la Internacional, que amparaban el colaboracionismo de clase bajo diverso
ropaje, entre ellos el de los “Frentes Populares”. Y en cierto modo era también resultado
práctico de la tesis leninista acerca de la introducción de la conciencia revolucionaria
desde fuera por sectores clasistas ajenos al proletariado que por su cultura y formación
tenían las herramientas teóricas de las cuales los obreros, campesinos y otros sectores
del bloque social dominado presumiblemente carecían para interpretar sus realidades y
dar contenido político a su estrategia contra el capital. Los resultados de esa política
determinaban que el partido, cuya dirección era de extracción no proletaria, sustituyera a
la clase y a los organismos autónomos que nacían de sus luchas.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 14 DE 41
Ello explica que la vanguardia del movimiento de los trabajadores petroleros, por
ejemplo, radicara en Caracas, situación que fue criticada por los obreros zulianos en su
periódico “Petróleo” del 20 de junio de 1936, cita que extraemos del libro “Venezuela –
Los obreros petroleros y su lucha por la democracia” de Paul NEHRU
TENNASSEE, E. F. I. P.- Editorial Popular, Madrid y Caracas, 1979, del cual hemos
tomado la mayoría de las referencias a los conflictos y vicisitudes de los trabajadores
petroleros venezolanos, todavía hoy explotados por el capital, cuyos esquemas privan en
cualquier lugar del mundo donde el trabajo sea un atributo clasista, trátese de “empresas
privadas” o estatales:

“Estamos pagando el pecado de creer en hombres que tienen rabo. De ser ingenuos. El haber
creído a pie juntillas en las roncas promesas del hombre que debeló el cuartelazo libertador en
que culminara el movimiento estudiantil de 1928. La huelga general en Venezuela y en
Maracaibo, especialmente, careció de preparación, y cómo no iba a carecer, si tuvimos que
levantarnos de golpe, como el hombre dormido que recibe de súbito el zarpazo de la fiera. Las
organizaciones gremiales acudieron firmes, demostrando sólo la falta de poca preparación
organizativa para crear comités de huelga internos, sus piquetes, sus comisiones de
abastecimiento, etc., y evitar que la organización del movimiento se redujera a un comité de
cinco personas que se vio negro para dar las instrucciones a miles de hombres. Hubo falta de
iniciativa por parte de las masas en general, no hubo suficiente reprobación para con los
rompehuelgas, no se incitó con mayor insistencia a ciertos sectores que paralizaran sus
actividades, hubo descuidos e inexperiencia en preparar los muchos detalles que pueden
asegurar el triunfo. El seguir como siempre fielmente a Caracas nos colocaba en el callejón de
pararnos al hacerlo la capital. La vanguardia del movimiento en manos de ANDE, compuesto en
buena parte por empleados bien comidos, hizo que la deserción de ciertos sectores,
principalmente de los empleados petroleros, aflojara la lucha. Los obreros han demostrado que
ellos son la vanguardia de las fuerzas democráticas del país y que están templados para las
luchas sucesivas. Caracas aflojó demasiado pronto; sobre todo, usa del «bluff» al decir que
consiguieron modificaciones de la Ley Lara”. (Páginas 211-212)

El gobierno nacional emitió una Ley del Trabajo, creó el Seguro Social, legalizó la jornada
de ocho horas y permitió la existencia de sindicatos por empresa. Entre los sindicalistas
se hallaban Max GARCÍA, Jesús FARÍA, Manuel TABORDA, Rodolfo QUINTERO y
Luis Emiro ARRIETA, éste conocido por nosotros años después como “el capitán” y
quien murió preso en la Cárcel “Modelo” de Caracas; y como para que no quedaran
dudas del odio que le profesaban, su cadáver fue secuestrado y los asistentes a su
velatorio fueron agredidos por funcionarios de la DIGEPOL [Dirección General de Policía]
y del SIFA [Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas] en la funeraria “La Voluntad
de Dios”.

Por cierto, algunos de los agredidos en ese momento por ser dirigentes o militantes del
PCV y de otros grupos “comprometidos con la lucha”, hoy andan de brazos y
compartiendo “comandos de campaña” con quienes entonces impartieron órdenes de
hostigar, detener, torturar y asesinar a revolucionarios como el camarada Luis Emiro.

Para finales de julio de 1936 los obreros petroleros del Zulia se aprestaban a enfrentar
los despidos y bajos salarios con acciones organizadas, y a ese fin se reunieron en un
cine de Mene Grande. El superintendente de una de las empresas, L. SCHEPERS,
convocó a su casa a un teniente de apellidos SÁNCHEZ BELLO, le proporcionó dinero y
le brindó bastante licor, luego de lo cual ese oficial ordenó a su tropa el asalto contra los
obreros en asamblea y como resultado cayeron abatidos a balazos José del Carmen
MENDOZA, Jesús OROPEZA, José Omar PÉREZ, Jesús GARCÍA y Pedro PÉREZ.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 15 DE 41
En diciembre de ese año es realizada la
primera huelga general de trabajadores en el
país, la cual paraliza las actividades en los
campos petroleros de Cabimas, San Lorenzo,
Mene Grande, Bachaquero y Mene Mauroa
del Estado Zulia y en Cumarebo, Estado
Falcón y se extendió desde el 9 de diciembre
de 1936 hasta el 27 de enero de 1937,
cuando por Decreto ejecutivo del gobierno
es ordenada la reincorporación de los
trabajadores a sus labores. El conflicto no
implicó a otros trabajadores petroleros y su
peso recayó en los obreros, pues los
empleados no se sumaron a la huelga bajo
diversas excusas. Se destacaron cuatro
elementos importantes en la estrategia de los trabajadores:

1. Organizaron comités independientes de los sindicatos, los cuales eran renovados cuando
los representantes obreros en ellos eran detenidos o dejaban de pertenecer por cualquier
razón, lo que garantizaba continuidad en la lucha.

2. Mantuvieron la práctica de realizar asambleas, mediante las cuales el colectivo estaba


unido y recibía las informaciones de lo que sucedía, lo cual minimiza el daño que causan
los rumores y la desinformación esparcidos por los patronos y sus aparatos políticos y
estatales.

3. Adelantaron un plan de atención a los desempleados garantizándoles comida y ayuda para


evitar que fueran utilizados como esquiroles, y

4. No dejaron de publicar su periódico (“Petróleo”), en cuyas páginas exponían las razones


políticas, económicas y teóricas de la lucha, informando además de todos los eventos con
lo que neutralizaban la propaganda patrono-estatal, profundizando así un rasgo
autonómico importante.

El desarrollo económico impuesto por el petróleo en la sociedad venezolana y el control


de sectores de la pequeña burguesía sobre los partidos políticos introdujeron cambios en
las estructuras organizativas de los trabajadores, dado que los sindicatos asumieron el
perfil que ya tenían en Europa luego de 1848: apéndices de los partidos y aparatos de
control estatal; como expone NEHRU TENNASSEE en el libro citado:

“… El Estado había permitido que la industria petrolera funcionara como un Estado dentro del
Estado. Por tanto, los trabajadores no estaban, de hecho, afectados por la ley. A pesar de esto,
con la llegada de López Contreras a la presidencia, el Estado comenzó a intervenir en la industria
mediante la aplicación de varias leyes laborales. Por otro lado, se observó que el Estado trató de
controlar a los trabajadores mediante el uso de la represión hasta finales de los años treinta. Este
proceso, en el que el Estado aspiró a controlar a los trabajadores, se intensificó durante el
período 1938-1948. Aún así, el Estado no sólo triunfó en el control de los sindicatos, sino que,
eventualmente, los absorbió. El proceso de cooptación entre el Estado y los sindicatos fue
facilitado por los partidos políticos. El Estado utilizó a los partidos políticos y a la ley para cooptar
a los sindicatos. Por ejemplo, durante el período de López Contreras, los partidos políticos eran
los puntos de apoyo más inexorables para «aplicar la ley» y mantener «el hilo constitucional».
Los trabajadores habían sido advertidos de que debían obedecer las leyes, aun cuando éstas
fueran antinacionales, antiobreras y antidemocráticas, como el decreto de López Contreras”.
(Pág. 267)

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Ese cuadro se agudiza luego de que el P.D.N. (Partido Democrático Nacional), que
posteriormente se convertiría en “Acción Democrática”, desde el gobierno suelda nexos
con la burguesía nacional, establece relaciones de sociedad con el capitalismo
internacional a través del grupo “Rockefeller” y controla los sindicatos, cuya central
nacional fue puesta bajo la tutela de la mafia sindicalera estadounidense al mando de
Serafino ROMUALDI, quien por muchos años fue “el principal agente de la CIA para las
operaciones sindicales en Latinoamérica”. Ese ROMUALDI se entrevistó en abril de
1947 con Spruille BRADEN, sub-Secretario de Estado para América Latina, con quien
coincidió plenamente en los “crecientes peligros que la influencia comunista en los
sindicatos de América Latina representaba para la seguridad de las instituciones
democráticas en el Hemisferio Occidental y específicamente para la seguridad de los
Estados Unidos”. BRADEN dijo que la actitud del Departamento de Estado hacia los
esfuerzos de la AFL [American Federation of Labor] para combatir la agresión comunista
“será de ahora en adelante no solo de simpatía sino de cooperación”. Era claro que el
Departamento de Estado, por razones muy particulares, se convertiría en fuente de
recursos y asistencia para cualquier campaña que ROMUALDI pudiera emprender.

Por petición de la AFL, la Confederación Internacional de Sindicatos Libres creó la


Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT) en enero de 1951, con la
orientación de que los sindicatos identificados como directa o indirectamente
influenciados por el Partido Comunista debían ser excluidos. Y para asegurarse de que el
sindicalismo estadounidense dominara en la ORIT, el representante de la AFL en América
Latina, ROMUALDI, fue escogido como su Director. En la Convención fundacional el
electo vicepresidente de la AFL, George MEANY, dejó claramente sentado que no se
daría ayuda económica a ningún gobierno que apoyara al comunismo o simpatizara con
la Unión Soviética (datos tomados de un artículo de Harry KELBER cuyo texto en inglés
puede ser leído en http://www.laboreducator.org/darkpast4.htm)

El 30 de diciembre de 1956 el fiel agente de la política imperialista estadounidense


Serafino ROMUALDI ofreció un agasajo a su colega Rómulo BETANCOURT (ver en
http://www.fundacionromulobetancourt.org/webFRBAgosto2006/Cronologia.htm)

Y como no podía ser de otro modo, la práctica de los adecos ha sido de un


anticomunismo rabioso y uso de incentivos materiales (salarios, ascensos, “contactos”
para negociados, impunidad) para disolver conciencias y fabricar consenso alrededor de
su partido y otros aparatos de control.

En agosto de 1957, ya en los postreros días del gobierno de PÉREZ JIMÉNEZ, el


dirigente sindical del PCV, Eloy TORRES (a) “Emiliano”, elaboró un trabajo en el cual
informaba de la situación de la clase obrera en el Distrito Federal, con detalles específicos
de tres sectores productivos: Construcción, Transporte y Textiles, respectivamente (ese
trabajo fue publicado en septiembre de 1970 en un libro titulado “Ideología y
Sindicalismo”, editado por Editorial “Cantaclaro” con prólogo de Gustavo MACHADO),
y hay en él una serie de datos útiles acerca de la confrontación capital-trabajo,
especialmente un aspecto señalado:

“El grado de desorganización y dispersión se puede medir por la cantidad de trabajadores que permanecen al
margen de sus respectivas organizaciones sindicales; así como también, por los numerosos sindicatos
paralelos existentes y por la escuálida militancia de los mismos. Se puede afirmar que hay muchos sindicatos
y pocos obreros organizados”. (Página 9)

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 17 DE 41
Hay múltiples problemas que afectan a los trabajadores, agrupados por TORRES así:

CONSTRUCCIÓN:

1. La falta de contratos colectivos, como lo demuestra el hecho de que habiéndose firmado en


el año 1953 la cantidad de 107 contratos colectivos en el D.F., ni uno solo correspondió a
la mencionada industria;

2. El incumplimiento por lo patronos y el gobierno de la Ley del Trabajo y su Reglamento, de


las disposiciones sobre la higiene y seguridad industriales, lo cual hace posibles los
innumerables accidentes profesionales que hay en la industria y que según el Seguro
Social es una de las que da mayor cantidad de accidentes;

3. La jornada de trabajo de 8 horas casi ha desaparecido y en su lugar vuelven jornadas


extenuadoras que van de 10 a 12 horas diarias;

4. La fijación de salarios caprichosos;

5. La acentuada competencia en la mano de obra por la incontrolada inmigración que ha


hecho el Gobierno y que en esta industria se refleja con mayor agudeza;

6. Finalmente, los organismos oficiales que son los principales patronos cometen toda clase
de atropellos contra estos obreros, negándoles, en muchos casos, los beneficios que
pautan la Ley del Trabajo, amparándose en el artículo 384 del Reglamento de la misma Ley
que pauta el procedimiento para las reclamaciones a las Personas Morales con Carácter
Público. Tales problemas se agudizan por la ausencia de una efectiva organización de estos
trabajadores. Ello coloca a los obreros de la construcción como uno de los sectores
proletarios más oprimidos y explotados.

Según TORRES, en ese ramo había cuatro organizaciones sindicales sin contar algunos
sindicatos por empresas y el llamado que hacía era coordinar acciones de trabajadores y
direcciones sindicales para hacer cumplir las leyes y reglamentos.

TEXTIL

Refiere a su amplio desarrollo en las dos ramas en que se divide (textil y confección) y
señala:

a) Lo reducido del mercado interno;

b) La desmedida importación de productos extranjeros;

c) La preferencia del público por las mercancías foráneas;

d) El contrabando y la importación por los organismos oficiales de artículos extranjeros; lo


cual hace que la competencia sea verdaderamente brutal, planteándose por parte de los
industriales una lucha tenaz por rebajar los costos de producción o perecer. Esta rebaja de
los costos de producción es realizada sobre la base de la más exhaustiva explotación de la
fuerza de trabajo.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 18 DE 41
Denuncia el estancamiento de los salarios pero habla de algunas empresas que han
realizado mínimos aumentos, nulificados por la práctica patronal de retirar a los obreros
que ganen mayores salarios para contratar a otros que ganen uno menor. Habla de la
ausencia de contratos de trabajo firmados por los sindicatos en la mayoría de las
empresas y de la existencia de otros contratos elaborados por los mismos patronos y la
obligación de los trabajadores a firmarlos bajo coacción.

Señala reducción de salarios en “Silka”, “Telares de Palo Grande” y “Textil Venezolana”; y


ausencia de contratos en “Telares Los Andes”, “Serica”, “Lanex” y otros donde los
trabajadores permanecen al margen de los sindicatos.

Para la rama “Confección” relata una situación mucho peor pues casi ninguna empresa
tiene contrato firmado por sindicatos, los salarios son fijados a capricho por los patronos
y el límite de labores no es un horario establecido sino las piezas elaboradas, refiriendo a
las empresas “Textilera El Ávila” y “Tip-Top”, entre otras agrupadas en un “etcétera”, lo
cual se agrava con la modalidad del trabajo a domicilio, el de las costureras que trabajan
en sus casas sin la protección del Seguro Social, con salarios bajísimos y sin organización
sindical.

Atribuye la situación a varias razones:

“En primer lugar, por la existencia de un gobierno anti-obrero que entorpece la libre organización
en sindicatos; en segundo lugar, por la dispersión y desorganización que existe entre los
trabajadores de la industria, como lo evidencia la existencia de más de 7 sindicatos textiles, los
cuales agrupan una minoría de estos obreros. Ello dificulta la coordinación de un plan de acción,
que tenga como norte lograr una sólida organización de todos los obreros textiles para luchar por
el mejoramiento de las pésimas condiciones de vida y de trabajo imperantes”. (Página 12)

TRANSPORTE

Señala los atropellos contra los choferes de plaza, agudizados por la aplicación de la Ley
de Tránsito Terrestre, la cual los obliga a usar uniformes, a tener garantía de
Responsabilidad Civil, a presentar exámenes orales y escritos para obtener licencia. Los
trabajadores de Transporte Público Municipal no tienen contrato y deben adquirir pólizas
de Responsabilidad Civil de una empresa de seguros propiedad de personeros del
gobierno, a lo cual califica de rebaja de salario y atribuye la situación a la carencia de un
sindicato representativo de la voluntad de lucha de los obreros pues el existente “es casi
una dependencia oficial” donde el gerente de la empresa, un teniente retirado de apellido
ROA hace lo que quiere.

Dice que en el Transporte hay cinco organizaciones sindicales sin contar los gremios y
cooperativas y finaliza ilustrando la situación de dispersión por la profusión de sindicatos:
en industria del metal tres; en bebidas refrescantes tres y en alimentos cinco,
concluyendo en que los trabajadores “no cuentan con instrumentos eficaces para hacer
variar las condiciones que privan actualmente en las relaciones obrero-patronales”.

El análisis del trabajo comentado es importante pues contiene algunas informaciones


contradictorias y muestra una ausencia total de razonamientos políticos estratégicos que
vinculen las luchas cotidianas del proletariado con la revolución y el socialismo; en
síntesis, con el derrocamiento de la sociedad capitalista. Entre ellas:

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i. Es contradictorio hablar de ausencia de sindicatos y denunciar al mismo tiempo “la
profusión” de ellos al grado de señalar que “hay muchos sindicatos y pocos obreros
organizados” (Página 9);

ii. Todas las conclusiones ante la situación de dispersión, desorganización y explotación de los
trabajadores se limitan a llamar a los sindicatos a “mejorarla” ¡haciendo cumplir las leyes
del Estado capitalista! (ver página 10, último párrafo) sin denunciar la esencia clasista
subyacente en la explotación y sin señalar la única salida a esa situación: el derrocamiento
del poder del capital sobre el trabajo;

iii. No existe asomo de llamado a la necesidad de organizaciones propias del proletariado ni la


necesaria explicación del nexo que vincula a los patronos, al Estado y a la organización de
la sociedad de una manera determinada, limitándose el mensaje a una exposición que en
el propio lenguaje de los partidos comunistas ha sido catalogada de “economicista” y por el
mismo LENIN de limitada “conciencia tradeunionista”.

iv. La “línea” de colaboracionismo de clases queda evidenciada en la enumeración de tareas


de primer orden por la reorganización de los obreros donde hay un llamado a deponer
“posiciones sectarias y de grupo” y “luchando a su vez por una efectiva defensa de la
industria nacional para evitar que la competencia extranjera repercuta directamente en las
condiciones de trabajo de los obreros” (Página 10, último párrafo); es decir, que no asumir
posiciones clasistas frente a políticas procapitalistas como las de “Acción Democrática” era
evitar sectarismos y que el capital “extranjero” es el malo y el capital “nacional” es bueno y
por tanto garantiza unas condiciones de trabajo “diferentes”.

Ello explica que la dirección del PCV aceptara sin vacilaciones, varios meses después, el
Pacto de Avenimiento Obrero-Patronal entre las cúpulas sindical y patronal.

Efectivamente, para finales de 1957 el gobierno de Pérez Jiménez está a punto de caer
por una jugada de factores militares y civiles de poder convenientemente disfrazada de
“unidad popular cívico-militar”, solo que luego del hecho los representantes de la
burguesía importadora fueron vistos pasar de los ministerios del régimen derribado a los
puestos de control de la nueva Junta de Gobierno mientras el movimiento popular que
había tomado parcialmente las calles era desmovilizado y llamado a volver a sus casas.

Y bajo la consigna de “unidad” y utilizando el chantaje del “peligro golpista” fue firmado
el infame Pacto de Avenimiento Obrero-Patronal, suscrito por el Comando Sindical
Unificado y FEDECÁMARAS. Todo fue producto de acuerdos burocráticos entre las
direcciones de los partidos políticos, las cuales decidieron la “composición unitaria” de
todos los equipos de dirección de los organismos de masas, independientemente de su
importancia y nivel. El resultado práctico fue garantizar a los partidos el protagonismo
político transfiriendo a sus estructuras toda la fuerza que podía tener cualquier
organismo, incluyendo el sindical, en la estrategia de los cambios previstos en el Pacto
de Punto Fijo, aprobado en Nueva York por BETANCOURT, CALDERA y VILLALBA con
la bendición del Departamento de Estado.

E instrumentos para garantizar la primacía partidista fueron el Programa Mínimo de


Gobierno y la Comisión Interpartidista de Unidad, de la cual excluyeron al Partido
Comunista y cuyo control llegaba a los votos obtenidos por AD, COPEI y URD en los
eventos electorales, puestos en garantía para el dominio que sobre todos los aspectos
asumiría el partidismo desde entonces, con un acuerdo de tregua entre ellos y dejando
fuera del juego a los militares y al aparato político montado por la jerarquía eclesiástica.

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Las Fuerzas Armadas, en consecuencia, fueron declaradas “apolíticas, obedientes y no
deliberantes” en el artículo 132 de la Constitución mientras fue sustituido el Estado
Mayor General por un Estado Mayor Conjunto, para romper la línea de mando y evitar
que una persona pudiera tomar decisiones políticas, entre ellas organizar y ejecutar un
golpe de Estado. Esa medida no pudo detener, sin embargo, los intentos de rebelión que
ocurrieron durante el 22 y el 23 de julio de 1958 cuando el ministro de la Defensa,
general Jesús María CASTRO LEÓN, pide la postergación de las elecciones por tres
años, la supresión de los partidos AD y PCV y el establecimiento de la censura de prensa,
por lo cual fue enviado al exterior con un grupo de oficiales que lo acompañó; el del 7 de
septiembre de ese mismo año, comandado por José Ely MENDOZA MÉNDEZ y Juan de
Dios MONCADA VIDAL [quien luego sería Comandante General de las FALN], y los
sucesivos del 4 de Mayo (“El carupanazo”) y del 2 de junio de 1962 (“El porteñazo”),
éstos con participación de dirigentes y militantes del Partido Comunista y del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria. Hubo también un intento fallido de insurgencia que
implicaba a unidades de la Marina de Guerra en La Guaira y por el cual fueron detenidos
decenas de militantes de la Juventud Comunista.

En cuanto a la jerarquía eclesiástica, el gobierno de Venezuela firmó un acuerdo con


Roma [“la Santa Sed” que nunca es saciada, como le decía PRIETO FIGUEROA] en
marzo de 1964, según el cual le garantizaba la “Asociación Eclesiástica”, vale decir una
subvención económica oficial “para el decoroso sostenimiento” de su propia burocracia y
para construir o reparar templos mientras el control partidista se extendía hasta la
objeción del nombramiento de algunos cargos (Arzobispo, Prelado y otros)

Por esa vía el Pacto de Punto Fijo devino en


un poder partidista total que dominaba desde
el Ejecutivo hasta el último cargo estatal,
pasando por los planes de desarrollo
económico y los cuadros del mando militar. Y
para que su control no corriera riesgos, los
partidos afincaron su dominio en las
elecciones, cuidadosamente diseñadas para
que desde el organismo supervisor (Consejo
Supremo Electoral) hasta la última mesa, todo
estuviera bajo la lupa y manos de los
militantes “especialistas” (técnicos, testigos de
mesa, representantes de los partidos) en
manejar todas las triquiñuelas de los colores
en los tarjetones, las posiciones de los
símbolos, el voto múltiple con las cédulas
aportadas por el Ministerio de Relaciones
Interiores y el absoluto control de las Actas de
Mesas, pues como decían en su euforia, “acta
mata voto”.

Y luego de cada cambio “en la alternabilidad


democrática” veíamos a los doctores Gonzalo
BARRIOS y Rafael CALDERA en largas
reuniones decidiendo los nombres de quiénes
iban a ocupar los cargos en la Corte Suprema de Justicia y otros organismos estatales.

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Para los años setenta en el país hay un agrupamiento poblacional mayoritariamente
urbano y la industria manufacturera de la zona central es dominante tanto en
establecimientos industriales como en mano de obra ocupada, como muestra el cuadro
tomado de “HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL DE VENEZUELA”, Federico BRITO
FIGUEROA, Ediciones de la Biblioteca, UCV, Caracas 1975, Tomo III, p. 962.

En el centro del país comienza a surgir un núcleo de obreros textileros claramente


inclinado a luchar no solo por reivindicaciones transitorias (mejores salarios, reducción de
jornada) sino que sus reclamos apuntan a lograr espacios autonómicos en su
confrontación con el capital, lo cual significa también deslindar campos con el
sindicalerismo y con el sindicalismo, el primero enemigo de y el segundo límite a los
objetivos históricos de la clase obrera.

En los primeros días de noviembre de 1978, dos mil quinientos trabajadores del
consorcio brasileño-venezolano BRASVEN se declaran en huelga protestando el horario
de trabajo; el paro, como de costumbre, fue declarado ilegal y César GIL, dirigente de la
CTV, hace un llamado a los obreros para que “no se dejen utilizar en hechos de política
partidista que los afecta… en sus relaciones con la empresa en la cual prestan sus
servicios y que puede causarle un grave perjuicio a la nación porque está en juego la
culminación de una de las obras más importantes del Estado venezolano…” Los
huelguistas fueron desalojados por la Guardia Nacional y despedidos un mil trescientos
setenta de ellos. Era presidente Carlos Andrés PÉREZ.

En 1979, bajo un “nuevo” gobierno copeyano, los trabajadores de Ferrominera hacen


público su descontento por la ausencia de solidaridad del sindicato con sus problemas.
Los trabajadores portuarios anuncian un paro si no se inicia la discusión del nuevo
contrato colectivo. ¡Y de pronto la CTV “descubrió” la inflación, la especulación, el alto
costo de la vida y demás flagelos capitalistas! En el diario “El Nacional” del 04 de
agosto de ese año, el organismo sindical denuncia la agudización de esos males y
presenta cinco (5) demandas al gobierno: 1) freno a la especulación; 2) agilización de
discusión de los contratos colectivos; 3) comisión gobierno-parlamento-CTV que examine
el costo de la vida y fije bono compensatorio; 4) elevación del salario mínimo y, 5)
respeto a la Ley del Trabajo en dependencias estatales.

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Los obreros textileros, por su parte, discuten un nuevo contrato colectivo que, una vez
más, es negociado a espaldas del colectivo, utilizado como instrumento de maniobra para
justificar la permanencia o renovación de roscas o personalidades en la dirección del
aparato sindical. La CTV adelanta una táctica ofensiva para arropar la escena política con
una Ley de Aumento de Salarios que es coreada por la leal izquierda, otra vez colocada a
la cola de los acontecimientos sin explicar lo que detrás de los aumentos salariales había.

A principios de 1980 son despedidos ciento ochenta (180) obreros de Telares “Palo
Grande” y el problema es remitido al aparato judicial del Estado. El 22-01-1980 es
realizada una asamblea intersindical donde son aprobadas acciones conjuntas en apoyo a
los obreros en conflicto y allí se ve la coincidencia de José VARGAS (CTV) y sectores de
izquierda, pero las asambleas fueron reducidas y los acuerdos en ellas tomados no se
discutieron en colectivos representativos y todo fue manejado por las cúpulas sindicales y
partidistas, de donde salían remitidos y declaraciones legalistas de exigencia de justicia,
reforzando la ilusión de “neutralidad” estatal y utilizando un lenguaje triunfalista que
pronto enmudeció ante la decisión de la Corte Suprema de (in)Justicia contra los obreros
despedidos.

El trabajo de dispersión y desmovilización de las bases continúa y los dirigentes del


Frente Sindical Unido de los Trabajadores Textiles ejecutan una nueva faena contra esas
bases obreras aprobando un texto de Proyecto de Contrato que no incluía las cláusulas
principales, precisamente las utilizadas por grupos y partidos para ganar audiencia entre
los trabajadores, quienes sin embargo muestran un gran espíritu de lucha y en esa
contradictoria situación los dirigentes se ven desenmascarados mucho más rápido, pues
ante el ardor combativo de las bases posan de “revolucionarios” y radicales mientras los
resultados de su verdadera acción se van dejando ver y sentir.

Y si de poses se trata, el Comité Ejecutivo de “Acción Democrática” publica un remitido el


18 de abril de 1980 en el que denuncia:

“… 4) Para la clase obrera venezolana, y especialmente para la que milita en Acción


Democrática, la corrupción administrativa está en el substrato del injusto sistema
capitalista, porque una minoría privilegiada se apropia de la riqueza nacional. Por eso, a
nuestro juicio, las campañas anticorrupción en gran parte son hipócritas porque se
señalan casos aislados producidos en algunos estamentos de los gobiernos que hemos
tenido, pero se deja en pie el abuso y el privilegio económico de los poderosos, que en el
fondo, es la más repudiable de las corrupciones que se hacen en contra de los sectores
económicamente débiles de la sociedad.

… 8) (…) la carencia de vivienda, los pésimos servicios de salud, las estafas cometidas
contra los dineros públicos, el deterioro de la educación a todos los niveles, el deterioro
de los servicios públicos, el desempleo que ya comienza a amenazar el salario y la
estabilidad de los trabajadores, el escandaloso alto costo de la vida, la especulación
desenfrenada sin que haya gobierno que le ponga coto, la inflación, la recesión
económica, la crisis del agro venezolano, la quiebra de la pequeña y mediana industria y
la concentración de capital en manos de las multinacionales…”

Los adecos, tan caradura como siempre, enumeraban los resultados de sus gobiernos y
los de sus socios copeyanos como si en todo ese desastre nada tuvieran que ver.

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Era obvio que no existía una referencia revolucionaria que tomara ese diagnóstico,
evidente en su parte descriptiva, y ayudara a convertirlo en acción conciente por parte
del colectivo nacional, agredido por esas políticas que sus propios diseñadores y
ejecutores “denunciaban” sin explicar las causas de esos males, y mucho menos la
salida, la solución a ellos, escurriendo el bulto y arribando a las mismas conclusiones que
presentaban los grupos y partidos de izquierda: más elecciones, el reforzamiento de
otras camarillas y la permanencia de las relaciones económicas y sociales generadoras de
todos esos males.

De allí que la CTV se propusiera una táctica ofensiva para monitorear todos los conflictos
que, al desbordar los aparatos de control, pudieran poner en peligro la hegemonía
capitalista. La tragedia de la izquierda en este caso radicaba en su propia indefinición
pues ni siquiera contaba con recursos para mantener una pose coherente ante el
colectivo, y si no andaba tirándose de las greñas por un puesto en cualquier aparato
burocrático, se le iba el tiempo en discutir candidaturas “unitarias”, colaborando
objetivamente en la disgregación y atomización de la conciencia de los explotados.

La CTV, en sus planes para mantener las cosas como estaban, profundiza la propaganda
sobre la COGESTIÓN mientras daba la espalda a los obreros textileros en conflicto con
sus patronos. Los capitalistas insisten, por su parte, en elevar la productividad y la
disciplina en el trabajo, discurso que encuentra eco en la CTV, convertida en virtual
poder económico, poseedora de un conglomerado de más de cuarenta empresas cuyas
principales eran: Banco de los Trabajadores de Venezuela (BTV); Corporación de Ahorro
y Crédito para la Vivienda (CORACREVI); Inversiones Bantrab; Agencia Publicitaria
“Createrol”; Prefabricados “Corpobam”; Turismo “Margarita” y Parque Residencial “El
Guayabo”. Ese conglomerado manejaba CINCO MIL MILLONES DE BOLÍVARES y las
relaciones allí existentes entre trabajadores y patrono eran las correspondientes a las de
producción capitalista, es decir, expropiación de trabajo no retribuido del que se apropian
los empresarios.

Como se podía uno enterar: “… El secreto del éxito económico, precisamente, ha sido la
eliminación de la lucha partidista en el seno de las empresas ‘obreras’. Aunque existe el
predomino de AD, Copei y el MEP tienen participación que, no obstante, «no se vuelve
conflictiva»”. (“El Diario de Caracas”, 01-06-1980)

En julio de ese año es celebrada reunión donde la CTV y FEDECÁMARAS llegan a un


acuerdo para mejorar e incrementar la producción y productividad. “El organismo
representativo de los trabajadores no consultó a sus representados (obreros) para la
elaboración de esta declaración ‘ensayo’. No obstante José Vargas aseguró que el
acuerdo «satisfará las aspiraciones de los trabajadores»” (“El Diario de Caracas”, 22 de
julio de 1980)

Ese método burocrático y paternalista no era, sin embargo, monopolio de los dirigentes
de la CTV, pues los autodenominados dirigentes “clasistas” actuaron en idéntica forma,
como volvió a evidenciarse en los tristes resultados del conflicto textil, a cuyo fracaso
contribuyeron las prácticas de aparato que en balance de ese acontecimiento fue
elaborado en su momento por el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT):

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1. Posiciones derrotistas y pesimistas antes del conflicto, entre otras cosas debido a la actitud
combativa de la clase obrera, actitud en la que invariablemente presienten un peligro para
las prácticas de aparato;

2. Miedo a la profundización del conflicto, ya que por sus propias posiciones de mando y
escena política ven un peligro en la radicalización de los combates que ellos,
demagógicamente, dicen promover y desear;

3. Maniobras en las asambleas, manipulación de las informaciones, tergiversación de los


hechos y falsificación de la democracia obrera, de la que hacen una caricatura para
engañar y desmovilizar a la base;

4. Actitudes agresivas y gangsteriles, apoyadas en el uso de matones y guardaespaldas tanto


en las asambleas como en sus adyacencias.

5. Labor divisionista al facilitar los acuerdos por empresa y sabotear el logro del Contrato
Único;

6. Inocultable afán electorero en función de repartirse las cuotas de poder en el aparato


sindical, ante lo cual dejan de lado los verdaderos intereses proletarios y privilegian la
proyección de siglas y liderazgos, y

7. Sustitución de la base y de sus decisiones por acuerdos con los patronos y funcionarios
estatales.

Y en la edición aniversario de “Al Rojo Vivo”, ejemplar 8, página 3,


correspondiente a Septiembre-Octubre de 1979, fijamos así nuestra posición:

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“EL S.U.T.: La crisis de un proyecto no revolucionario

Hay ocasiones en que a uno le gustaría equivocarse, sobre todo cuando la certeza de
sus razonamientos y previsiones conlleva una derrota para los trabajadores en su
lucha contra la explotación a que son sometidos por los patronos y su Estado.

Es el caso del SINDICATO ÚNICO TEXTIL (S.U.T.), cuya crisis no tiene


perspectivas de término sino de nuevas, más profundas y desmoralizadoras derrotas
para los obreros textileros en particular y para la clase obrera y los trabajadores en
general, dada la importancia que el movimiento de los trabajadores textileros tiene,
como punto de referencia combativo y clasista, en el centro del país.

De esta situación crítica escribíamos en AL ROJO VIVO número 4 (SÍ HAY


ALTERNATIVA PROLETARIA: CONSEJOS OBREROS DE FÁBRICA), abril de
1979, donde tratábamos de caracterizar el problema de fondo mediante su correcta
ubicación clasista: la inexistencia de un proyecto autónomo en lo político-
organizativo, que lleva a la clase obrera a encauzar sus luchas por las vías que el
propio capitalismo señala e impone y con las cuales la relación de dominio y
explotación hasta ahora existentes (los capitalistas dominando y dirigiendo; los
explotados y oprimidos sin un proyecto político propio) se mantiene y reproduce,
como lo revelan experiencias de otros países y movimientos revolucionarios:

«El creciente grado de organización (monopolización) del capitalismo se


refleja en las organizaciones obreras. Aun donde no son prolongación del
aparato estatal, las organizaciones populares encarnan el espíritu de la
administración. El dirigente popular es caudillo o administrador. Parece una
fatalidad que lo que quiere desarrollarse bajo relaciones de dominación tenga
que reproducir la dominación. La oposición se vuelve secta o es una mera
delegación del control sobre las masas. Incluso el movimiento revolucionario
refleja en forma negativa la situación que ataca. Hoy en día la utopía
socialista ya no presenta una ruptura con la realidad capitalista:
administración del pueblo (administrar al pueblo). Planificación, organización
popular se han transformado en otros tantos mecanismos de regulación social
que conservan intactas las relaciones de dominación (tenemos suficientes
ejemplos de ‘preocupaciones progresistas’ que abren el camino a un creciente
control social sobre tiempo y espacio) Cuando la oposición pregunta qué
hacer con el poder que se intenta conquistar, ya la pregunta supone la
conservación de lo que originalmente se quiere abolir: la dominación».
Norbert LECHNER, ‘La Crisis del Estado en América Latina’, El Cid Editor,
Caracas, 1977, página 75.

En nuestro citado artículo explicábamos por qué el sindicato NO ES una organización


idónea para derrotar la explotación capitalista, dado que la propia estructura sindical
mantiene a los obreros sistemáticamente alejados de la participación efectiva en las
decisiones que van a afectar a esos obreros, abriendo así las posibilidades para que
pequeños grupos, sujetos a disciplinas organizativas de los mismos partidos
burgueses, tomen las decisiones unilateralmente. Y esa situación --repetimos-- no se
soluciona con la aparentemente «milagrosa» fórmula de promover a uno o más
revolucionarios a la dirección (‘rescate’) de los sindicatos, pues el problema no es
que determinados hombres estén en los cargos directivos sino que los obreros,
organizados, conozcan a cabalidad sus propios problemas, los discutan
colectivamente y decidan el camino a seguir en función de sus soluciones.

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Partiendo de los combates aparentemente menos importantes que tengan, los
obreros van asimilando experiencias de lucha y educación políticas; comienzan a
relacionar su situación con la de otros sectores explotados y comprenden la
necesidad de cambiar esa situación colocándose ellos (no como individuos que
quieren ‘vivir mejor’ sino como CLASE SOCIAL REVOLUCIONARIA que busca la
desaparición de la explotación en general), al frente del proceso de cambio social.

Y la forma misma de abordar una lucha determinada es ya un elemento importante


para diferenciar una política que tenga como fin mantener a los obreros en su
situación de explotados y dominados, de otra que busque educar y organizar a LA
CLASE en función de terminar con las relaciones sociales generadoras de la
explotación y el dominio. Los obreros (y los trabajadores en general) deben
comprender --y es su lucha la mejor escuela-- que las reivindicaciones parciales y
transitorias (aumento de salarios, reducción de la jornada laboral, cese a los
despidos, etc.) son burladas por los capitalistas pues tales «beneficios» son
rigurosamente controlados mediante manipulación de precios (la ‘liberación’ o
sinceración) en el mercado, donde los trabajadores no tenemos la más mínima
posibilidad de ‘pataleo’ porque aquél es monopolizado por los capitalistas y SU
ESTADO, o con innovaciones tecnológicas en la fábrica, donde la automatización de
los procesos productivos superexplotan al obrero arrancándole más trabajo no
pagado por el capitalista (plusvalía) en menos tiempo, o alargando la jornada
mediante las horas extraordinarias.

Nuestra proposición de estructurar organismos autónomos (Consejos Obreros de


Fábrica) no es así un reclamo de tipo técnico-organizativo sino, fundamentalmente,
un enunciado CLASISTA PROLETARIO detrás del cual hay toda una concepción de
la clase obrera como elemento básico del proyecto socialista revolucionario y no
como masa de maniobra a la que se manipula y mueve de acuerdo con intereses de
parcialidades o siglas. Decimos a la clase obrera que sólo organizándose en sus
propias instancias de decisión política y económica podrá liberarse del yugo
explotador capitalista, que hoy no solamente le arrebata el producto de su propio
trabajo sino que la mantiene dividida y dispersa mediante una ‘falsa conciencia’ de
la realidad económica, política y social que los aparatos ideológicos del Estado
capitalista (radio, televisión, prensa, escuela, sindicato) esparcen y fijan en una
campaña de permanente educación con la que los sectores dominados y explotados
aprenden a ver el mundo y la sociedad como los capitalistas quieren y necesitan que
los vean: fragmentados, dispersos e incoherentes.

Y hablamos de socialismo revolucionario precisamente porque a la clase obrera llega,


en esos mensajes de los aparatos ideológicos burgueses, la versión de un
‘socialismo’ que no busca el derrocamiento de la explotación sino que llama a
profundizarla, utilizando a los obreros como instrumentos ciegos de su propio
despojo, engañándolos con posibilidades de una ‘conquista gradual del poder’ que
sólo sirven para que algunos señores cobren jugosas prebendas en los aparatos
legislativos del Estado capitalista y allí defiendan y justifiquen las leyes con que los
patronos reprimen y explotan a los trabajadores. Los falsos socialistas engañan
doblemente a los obreros pues siembran ilusiones de un idílico ‘cambio’ en la
situación de opresión y explotación, desarmando y desmovilizando las luchas
obreras; y legitiman después el derroche que los señores burgueses hacen con los
dineros ‘del pueblo’, los aumentos de precios, la explotación y los despidos. Y
silencian, muy cautamente, la represión que sufren los obreros, campesinos y
‘marginales’ cuando reclaman cualquier derecho, desde mejoras salariales hasta el
de vivir bajo un precario techo sin ser desalojados por la policía o la guardia
nacional.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 27 DE 41
En nuestro artículo de abril señalábamos por tanto la necesidad de que el
movimiento obrero textil se declarara en emergencia, es decir, EN ASAMBLEA
PERMANENTE que asumiera todo el poder de decisión.

Tal Asamblea debía elegir a un Comité o Dirección TRANSITORIA que se encargara


de hacer todos los reclamos planteados a los patronos e IMPULSARA LAS LUCHAS
POR REENGANCHE, HORARIOS, TABULADOR y otros rindiendo cuentas a la
Asamblea que, en cualquier momento, podía revocar el mandato de tal Comité o
Dirección transitoria.

Esa proposición cubría los dos aspectos principales de la situación que entonces (tal
como ahora) enfrentaban los obreros textileros: a) llenar el vacío de dirección en los
organismos de lucha de los trabajadores, impidiendo que fueran asaltados por los
tradicionales enemigos de la clase, y b) motorizar una lucha verdaderamente
conjunta y conciente de los obreros por sus reivindicaciones más sentidas,
permitiendo que la asamblea permanente conociera y balanceara los alcances y
resultados de esas luchas parciales en un proceso de educación para todos los
obreros, quienes así podían dar un gran salto hacia delante en su propia formación
política, reformulando el Estatuto y dando relevancia a sus organizaciones de base,
es decir, a los COMITÉS y DELEGADOS DE EMPRESA, cuya organización y
funcionamiento constituyen la columna vertebral del movimiento obrero textil al ser
capaces de articular todo el poder obrero de abajo hacia arriba.

Hoy, a esos reclamos de los obreros se agregan otros, producto del deterioro que
han sufrido las condiciones de vida de los sectores explotados del país por la
voracidad explotadora de la burguesía y la complicidad de los ‘socialistas’ cuya única
inquietud es por que les toque algo en el reparto de la torta burocrática. A un
programa de lucha inmediata por la reformulación del Estatuto, contra el funcionario
estatal Malavé Malavé, por la reducción de la jornada laboral, contra los despidos y
por el aumento de salarios, debemos agregar el de la estructuración y consolidación
de órganos autónomos de clase, capaces de garantizar tanto las victorias parciales
como la permanencia de todos los obreros en sus posiciones de toma de decisiones,
primero de sus propias luchas y paulatinamente del proceso global de producción.

Nuestro deber de socialistas revolucionarios es vincular las luchas cotidianas de los


obreros a una estrategia por la toma del poder político, propiciar la elevación de la
conciencia inmediata de los trabajadores a CONCIENCIA DE CLASE PROLETARIA,
esforzándonos en superar la ‘falsa conciencia’ que la clase capitalista nos impone con
su dominio material en la fábrica, dominio que TAMBIÉN ejerce en el terreno de las
ideas mientras los explotados y oprimidos sigamos ‘viendo el mundo por un
huequito’. También a ese respecto traemos experiencias de los obreros y movimiento
revolucionario de Europa:

«Así, pues, el fin histórico a alcanzar por el movimiento obrero siempre ha


estado desligado de las luchas prácticas cotidianas y esto es válido tanto para
los reformistas de viejo y nuevo cuño (para quienes, para parafrasear la
famosa expresión de Bernstein, los objetivos inmediatos son todo y el
objetivo final no es nada), como para los ‘extremistas de izquierda’ más
radicales, que rechazan con desprecio toda lucha por objetivos inmediatos y
sólo aceptan como válida la lucha que tiene por objeto la ‘conquista del poder’
(o ‘la conquista de las empresas’, o ‘la destrucción del Estado’, etc.) Por lo
demás, en la práctica, estas dos actitudes se vinculan dado que ambas tienen
como consecuencia la separación radical entre la lucha cotidiana real de los
trabajadores y el objetivo del derrocamiento del capitalismo. La estrategia de
las reivindicaciones transitorias trata de superar esta separación.

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A tal efecto, parte de la constatación de un hecho que ha permitido hasta
ahora sobrevivir al régimen capitalista: el hecho de que las reivindicaciones
inmediatas, aún las más radicales, podían integrarse perfectamente dentro
del régimen, podían realizarse sin una ‘impugnación global’ del modo de
producción, en la medida en que no ponían en discusión la cuestión
fundamental: la cuestión del dominio del capital sobre las máquinas y el
trabajo»”.

Las luchas de los obreros y trabajadores en general continúan dispersas y sin un vínculo
orgánico que las centralice y relacione a un fin revolucionario, por lo que siguen siendo
presa fácil para los instrumentos de control y sus agentes. En agosto (seguimos en 1980)
hay un paro en Alcasa en protesta por violaciones al contrato y los trabajadores de
Brasven vuelven a protestar por el horario de trabajo. Son despedidos ochenta
trabajadores y solicitada calificación de despido para ocho sindicalistas de Alcasa.

En octubre la prensa de Guayana denuncia: veintiséis mil novecientos treinta y cuatro


trabajadores despedidos de treinta y siete empresas que han cerrado, quebrado o
disminuido su personal (“Correo del Caroní”, 27-10-1980)

Un Programa Confidencial de CORDIPLAN, Minhacienda y Oficina Central de Presupuesto


plantea el despido de cien mil empleados públicos para ahorrar cinco mil cuatrocientos
millones anuales. En enero de 1981 la Inspectoría del Trabajo en La Castellana es
tomada por doscientos obreros que denuncian corrupción y parcialidad hacia los
patronos. En febrero se realiza huelga en la empresa metalmecánica “Harbor” por
despido de ciento sesenta y cinco obreros. Más de cien obreros son despedidos a su vez
en la industria de la madera.

Andrés MERCAU, directivo de Fetrametal y ficha de COPEI, amenaza, como hiciera su


colega adeco César GIL dos años antes: “Conviene a trabajadores del hierro firmar
contrato colectivo sin conflictos” (“El Nacional”, 03-03-1981) Paro parcial en ALCASA
por ola de despidos; igual sucede en Ferrominera del Orinoco. José VARGAS propone
aumento salarial del 35%. Se evidencian contradicciones graves en FEDECÁMARAS.
Sutiss se dirige al país denunciando derroche y burocracia patronales y señalando las
pésimas condiciones de trabajo. En Aragua son despedidos mil cuatrocientos textileros
mientras el ingeniero Efrén SÁNCHEZ SALAS denuncia que hay más de ciento veintidós
mil obreros cesantes en la industria de la construcción.

En abril, los trabajadores de Ferrominera acuerdan introducir pliego conflictivo y se inicia


confrontación en Línea Aeropostal Venezolana. Eduardo FERNÁNDEZ denuncia
indisciplina gremial y privilegios gravosos en las empresas de servicio público. José
VARGAS, por su parte, declara: “SI NO FUERA POR LA CTV AQUÍ HABRÍA DECENAS DE
HUELGAS”. En Zulia estalla conflicto de trabajadores de educación contra el Ministerio.
Los obreros de SIDOR van a un paro en protesta por las contraofertas de la empresa al
proyecto de Contrato Colectivo.

Ante la crisis interna de Fedecámaras, de la que surgen denuncias de irregularidades,


presiones y manejos no muy claros, José VARGAS declaraba: “Nosotros aspiramos a
que Fedecámaras realmente mande. Desearíamos conversar con gente que tenga
posibilidades de imponer hacia abajo, como nosotros, lo que se acuerde arriba…” (“El
Nacional”, 09-05-1981)

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Los trabajadores de Ferrominera van a un paro en protesta por la firma clandestina del
contrato, que fue acordado --una vez más-- en conciliábulos de dirigentes sindicales y
patronos a espaldas de y contra los trabajadores. El paro es declarado ilegal y algunos
miembros de base de AD y COPEI son acusados de estar “anarquizados” contra las
direcciones de sus partidos. El conflicto se extiende y tanto los patronos como
observadores no identificados por los periodistas opinan que los obreros no obedecen a
las instituciones sindicales. José VARGAS anuncia que la CTV no apoya ningún paro en
Guayana. La CTV ratifica esa posición, defiende al contrato como “muy bueno” y exhorta
al regreso al trabajo. Armando RODRÍGUEZ, dirigente sindical expulsado de AD, es
acusado de ser “vendedor de carne” del Comisariato de la empresa.

A fines de mayo concluye la huelga con otra derrota para el movimiento obrero y una
nueva experiencia para los trabajadores guayaneses, quienes otra vez fueron
abandonados a su suerte por los aparatos sindicales. Según observadores, el conflicto
“fue más bien una acción testimonial contra las estructuras sindicales del país que frenan
el ejercicio de la democracia sindical y el poder de decisión que deben tener los obreros a
través de consultas sobre los problemas que les son inherentes” (“El Nacional”, 30 de
mayo de 1981)

Armando RODRÍGUEZ LEÓN declaró: “Hacia el caos va el movimiento obrero


venezolano”. Acusó a José VARGAS de corrompido por haber solicitado el pago de un
bono por un millón de bolívares en ocasión de la discusión de un contrato colectivo.

Esa conflictividad tenía sus razones no solo en la desconfianza de los trabajadores hacia
los aparatos de control que supuestamente los defendían y en el desmejoramiento de la
calidad de vida, sino también en los signos del derrumbe del pacto partidista, erosionado
por el descrédito institucional y la evidente esclerosis de todo el tinglado estatal, tanto
que ya no les era posible valerse del consenso y las respuestas cada vez tendían a la
represión.

En los períodos 1979 – 1980 y 1983 – 1984 se opera una contracción del consumo final,
en términos reales a precios de 1984, que golpea a la mayoría de la población y explica
su actitud de conflictividad mientras los compromisos del gobierno con el capital le
obligan a cerrar los ojos ante la ola de especulación financiera que se abate sobre el país,
donde es más productivo el mercado del dinero que invertir en industrias, toda vez que
el capital busca la máxima ganancia con el mínimo riesgo.

Y no solo fue cerrar los ojos sino que el equipo gubernamental se sumó al festín de los
activos financieros cuyas tasas de interés superaban a las pasivas de la banca y ambas
eran inferiores a las foráneas, lo que determinó una masiva “exportación de ahorros”,
como los economistas llaman a la fuga de divisas. Los títulos privados eran adquiridos
por el sector público y la especulación privada buscaba los títulos oficiales en una
centrífuga productiva y segura pues los fondos eran garantizados por la factura petrolera.

Y después de dos años de continua fuga de divisas los precios del crudo caen por lo que
las exportaciones se reducen a 13.5 millardos de dólares en 1983 (comparados con los
19.3 millardos de 1981), así que el gobierno copeyano resuelve recurrir al control de
cambios, restringiendo la salida de divisas y devaluando la moneda gradualmente, y para
aplicar esas medidas crea la Oficina de Régimen de Cambios Diferenciales (Recadi),
encargada de autorizar la compra de dólares.

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El gobierno se dispone a reconocer la deuda externa
privada y el presidente del Banco Central, Leopoldo
DÍAZ BRUZUAL, propone aplicar devaluación lineal y
no reconocer la deuda privada, contrariando la tesis
de Arturo SOSA, Ministro de Hacienda, y provocando
reacciones de rechazo en FEDECÁMARAS. El partido
COPEI solicita a DÍAZ BRUZUAL su renuncia y al éste
negarse a presentarla lo expulsan de sus filas.

Luego le tocó el turno, en la “alternabilidad”, a Jaime


LUSINCHI, dirigente de “Acción Democrática”, quien
durante el acto de su proclamación como presidente ARTURO SOSA,
MINISTRO DE HACIENDA
dijo que “Venezuela pagará todo lo que debe, hasta el
último centavo” pero luego cuestionó el monto de la deuda (Bs. 175.000.000.000,00) y
la calificó de “muchas veces contraída al margen de la ley”, solicitando que se
estableciera la verdad sobre ella.

El 24 de febrero de 1984 dio a conocer los lineamientos de su política económica


cambiando el esquema monetario impuesto por el gobierno de HERRERA, anunciando
una drástica baja de las tasas de interés y fijando una política salarial compensatoria,
quizá dejando en el tintero que para renegociar la deuda y obtener más préstamos el
Fondo Monetario Internacional impone ciertas condiciones, entre ellas la privatización de
un conjunto de actividades económicas y servicios.

El festín fue organizado a lo interno de la manera siguiente: establecidos cuatro tipos


diferenciales de cambio: a.- Bs. 4,30 por dólar, fijado “por el gobierno anterior” un año
antes, fue mantenido hasta diciembre de 1985. Era otorgado únicamente para el pago de
las cuotas de capital de la deuda externa, para los estudiantes en el exterior, para
adquirir ciertos alimentos esenciales y medicinas señalados en una resolución previa del
Ministerio de Hacienda; b.- Bs. 6,00 por dólar para la compra y venta de divisas de los
sectores petrolero y del hierro; c.- Bs. 7,50 por dólar para las transacciones comerciales
y financieras de los sectores público y privado, así como para el servicio de la deuda, y
d.- Valor determinado por la demanda para las actividades restantes.

En septiembre de 1984 anunció desde Nueva York, donde se encontraba para pronunciar
un discurso ante la Asamblea General de la ONU, un acuerdo con la banca internacional
mediante el cual se establecían las bases para un convenio de financiamiento de esa
deuda y sobre tales expectativas aplicó una política expansiva en el gasto público para
reiniciar el crecimiento económico. En febrero de 1986 firma un acuerdo de
refinanciamiento en momentos de otra baja en los precios del petróleo [de 24,00 a 13,00
dólares por barril], situación que lleva al gobierno a solicitar un retardo de los pagos de
amortización mientras el gasto público seguía expandiéndose confiado en los ingresos
por las medidas cambiarias, en nuevos endeudamientos y en el uso de las reservas por
ahorros anteriores (“¡la botija está llena!”).

En febrero de 1987 el gobierno firmó con la banca acreedora un acuerdo sin período de
gracia, con plazo de 14 años, tasa de interés superior a otros países y con una
contracción masiva de las reservas internacionales al final del período de gobierno. Por
“el mejor refinanciamiento del mundo” Venezuela hubo de cancelar, entre 1983 y 1987,
más de treinta mil millones de dólares. ¿Conclusión?: ¡LA BANCA ME ENGAÑÓ!

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 31 DE 41
El festín de Acción Democrática, COPEI, FEDECÁMARAS y allegados en RECADI fue, de
acuerdo a investigación realizada por periodista de “El Nacional”, así:

Las administraciones de RECADI en el período 1983/1989


Período Presidente de la República Ministro de Hacienda Director de Recadi
83/84 Luis Herrera Campíns Arturo Sosa Fernando Hernández
83/84 Luis Herrera Campíns Arturo Sosa Miguel Rodríguez Molina
84/86 Jaime Lusinchi Manuel Azpúrua Francisco Maldonado Cisneros
84/86 Jaime Lusinchi Manuel Azpúrua Oscar Páez Bohórquez
86/89 Jaime Lusinchi Manuel Azpúrua Héctor Meneses
86/89 Jaime Lusinchi Héctor Hurtado Ana Teresa Herrera Balduz
86/89 Jaime Lusinchi Héctor Hurtado Edgalia Bastardo de Leandro
1989 Carlos Andrés Pérez Eglée Iturbe de Blanco Eva Morales

De acuerdo con la información disponible, producto de algunos análisis recabados por El Nacional,
el siguiente es un esquema típico, divulgado desde La Agenda Secreta, de las irregularidades que
se cometieron en el ciclo inicial:

- Información falsa para registrarse como importador con mercancía en tránsito.


- Información falsa para registrarse como importador potencial en el registro nacional de
importadores.
- Cobro de comisiones para registrar importadores.
- Ofrecimiento y cobro de dinero para acelerar la tramitación de conformidades de
importación.
- En el caso contrario, ofrecimiento y cobro de dinero para retrasar conformidades de
importación de una empresa de la competencia.
- Proliferación de gestores y de oficinas afines -algunas de éstas sin dirección o actividad
previa conocida- que cobraban dinero, en muchos casos sin darle los mejores resultados a
sus interesados e incautos clientes.
- Información falsa para registrarse como estudiante becario en el exterior.
- Cobro de comisiones para registrarse como becario en el exterior.
- Ofrecimiento y cobro de dinero para acelerar los pagos a los becarios en el exterior
- Registro múltiple de la misma deuda externa privada
- Cobro de comisiones y ofrecimiento de dinero para registrar deuda externa privada
- Datos falsos para inscribirse como deudor privado.
- Ofrecimiento y cobro de dinero para reconocer porciones de duda externa privada.
- Ofrecimiento y cobro de dinero para retrasar el reconocimiento y posterior pago de deuda
externa privada de una empresa de la competencia.
- Información falsa para registrarse como importador con mercancía en tránsito.
Tomado de: http://www.geocities.com/Athens/Oracle/5870/sala.htm#indice.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 32 DE 41
Con el movimiento popular arrinconado, los trabajadores a la defensiva y una política de
voracidad que literalmente arrancaba el dinero de los bolsillos a los venezolanos, al
gobierno le es propuesta una reforma estatal y al efecto fueron nombradas comisiones
que se reunieron, discutieron y emitieron análisis y diagnósticos, algunos de los cuales
presentados para ser estudiados por los factores políticos a fin de darles forma de ley,
pero todos esos documentos fueron a dormir el sueño eterno en las gavetas de sus
destinatarios. Y el telón a esos sueños reformistas fue bajado con las palabras del
dirigente adeco Manuel PEÑALVER: “No somos suizos”.

La “alternabilidad democrática” está


“EL NACIONAL”, 09-01-1988
bastante gastada, como todo el
entramado del pacto puntofijista, y al
gobierno adeco de LUSINCHI le
sucede el del adeco Carlos Andrés
PÉREZ, quien implementa un
“paquete” contentivo de las amargas
recetas del Fondo Monetario
Internacional respecto a políticas
cambiaria, financiera, social y fiscal,
servicios públicos, comercio exterior y
deuda externa. La nueva puesta de
rodillas del gobierno de Venezuela es el
precio para obtener un préstamo de
cuatro mil quinientos millones de
dólares a cuyo fin debía --bajo estricta
supervisión del FMI-- liberar las tasas
activas y pasivas en el sistema
financiero temporalmente hasta un
30%; unificar política cambiaria
eliminando la tasa de cambio
preferencial; determinar la tasa de
cambio en el mercado libre de divisas y
realizar todas las transacciones con el
exterior a la nueva tasa flotante;
liberar precios de todos los productos a excepción de 18 reglones de la cesta básica;
incrementar gradualmente las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua,
electricidad y gas doméstico y aumentar anualmente en el mercado nacional, durante 3
años, los precios de productos derivados del petróleo, con incremento inicial promedio
del 100% en el precio de la gasolina; aumento inicial de las tarifas del transporte público
en un 30%; aumento de sueldos en la administración pública central entre el 5 y el 30%
e incremento del salario mínimo a Bs. 4.000,00 en el área urbana y a Bs. 2.500,00 en el
área rural; racionalizar y eliminar progresivamente los aranceles a la importación; reducir
el déficit fiscal a no más del 4% del producto territorial bruto (PTB) y congelar los cargos
en la administración pública.

Continuó así el empedramiento de las vías que conducían al país a los últimos días de
febrero y primeros de marzo de 1989, cuando estalla una rebelión cuya voz venía de la
pobreza crítica, de la gente cansada de ser manipulada y estafada, de un colectivo sin
rostro ni siglas de identificación cuya mano levantó el látigo contra los especuladores, los
acaparadores de bienes esenciales y los partidos responsables de su hambre y abandono.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 33 DE 41
La respuesta del gobierno fue lanzar a las policías y las tropas a las calles y ahogar a la
rebelión popular en sangre, órdenes de Carlos Andrés PÉREZ que fueron ejecutadas
por el general Ítalo del Valle ALLIEGRO, ministro de la Defensa, y su Estado Mayor
encabezado por el general (Av.) Julio TORRES URIBE; por el Alto Mando Militar,
compuesto por el almirante Faustino RODRÍGUEZ ALVARADO, comandante de la
Armada; y por los generales Pedro TROCONIS PERAZA, comandante del Ejército; Luis
Ramón CONTRERAS LAGUADO, comandante de la Guardia Nacional y Jesús Ramón
AVELEDO, comandante de la Aviación; por Alejandro “El policía” IZAGUIRRE,
ministro de Relaciones Interiores y por el general Manuel HEINZ AZPÚRUA, jefe de la
DISIP, quien el 02 de febrero de 1998 había nombrado Director de Operaciones al ex
cubano y agente de la CIA, Rafael RIVAS VÁSQUEZ.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 34 DE 41
Durante y después de semejante carnicería el Palacio de Miraflores se vio abrumado por
la presencia de las “fuerzas vivas” de la economía, la cultura, la política y el
sindicalerismo, cuyos representantes fueron a “dar apoyo a la institucionalidad”, mientras
las víctimas sobrevivientes buscaban a sus muertos, heridos, presos y desaparecidos,
muchos de los cuales fueron enterrados a escondidas y en fosas comunes en un sector
denominado “La Peste” del Cementerio General del Sur.

Y el “paquete” continúa siendo aplicado, ahora detallado después de la emisión de un


documento elaborado por John WILLIAMSON para el Institute for Internacional
Economics, titulado “What Washington Means by Policy Reform?”, y que puede traducirse
como “¿Qué entiende Washington por Reforma Política?”, mejor conocido como “El
Consenso de Washington” y que para el gobierno de Venezuela significó la orden de
aplicar unas Tablas de la Ley según el siguiente decálogo:

01. Disciplina fiscal,


02. Reordenamiento de las prioridades del gasto público,
03. Reforma Impositiva,
04. Liberalización de las tasas de interés,
05. Una tasa de cambio competitiva,
06. Liberalización del comercio internacional (trade liberalization),
07. Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas,
08. Privatización,
09. Desregulación y
10. Derechos de propiedad

El balance de la economía para finales de 1989 era así:

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 35 DE 41
Venezuela se había convertido en refugio del terrorismo de Estado al servicio de la CIA,
en caja chica de los firmantes del Pacto de Punto Fijo, en negocio para extraer beneficios
a costa de nuestros recursos naturales y en paraíso de la impunidad, la tracalería y las
artimañas de los jefes de los aparatos (partidistas, policiales, ministeriales…)

Y cualquier crimen, robo o atentado quedaban impunes gracias a los elementos que los partidos
colocan en todos y cada uno de los aparatos estatales, como la señora SOSA GÓMEZ, quien se
tomó todo el tiempo necesario para que el juicio a LUSINCHI prescribiera.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 36 DE 41
Llegó entonces 1992 con las rebeliones militares de febrero y noviembre, fuerte remezón
que sin embargo no detuvo la aplicación de los “paquetes” del Fondo Monetario y demás
representantes del poder internacional.

Tócale de nuevo a COPEI administrar el aceite de ricino, en esta ocasión con el nombre
de “Agenda Venezuela”, como condición previa para seguir endeudando al país y que
consistió en un programa de ajustes macroeconómicos para controlar al déficit fiscal y
“sanear la economía”, es decir, dejar las manos libres al capital para manejar los precios
a su antojo, incluyendo el del trabajo, y privatizar las empresas públicas, lo cual fue
recibido con júbilo por el capital internacional y de muy buen grado a lo interno por
FEDECÁMARAS, los partidos del pacto de Punto Fijo, los dueños de los medios de
confusión masiva y los representantes de grupos y partidos que se arrimaron al saqueo
generalizado, como Teodoro PETKOFF, ministro de Planificación, Pompeyo
MÁRQUEZ, ministro de Fronteras y Simón GARCÍA, ministro de Asuntos Parlamentarios
o de una inutilidad parecida.

El impacto de la tal Agenda fue profundo para los trabajadores, incluyendo a los de la
llamada clase media, y la clase obrera en particular sufrió un profundo descalabro pues al
hecho del despojo de unos derechos adquiridos se unió el de la burla que significó
escuchar al doctor PETKOFF en Miraflores anunciar las modificaciones en los conceptos
de salario y prestaciones, frente a un grupo de sindicaleros que se autodenominan
representantes obreros, sin rastros de moral proletaria aplaudiendo al representante del
capital que hasta se mofó de ellos llamándolos “movimiento sindical combativo”:

“… (un movimiento sindical) combativo, a la altura de los tiempos que tenemos


y de los desafíos particulares que las reformas profundas que nos encaminan
hacia una economía de mercado moderna plantean para todos los sectores del
país y en particular, desde luego, para los sectores laborales”.

Parte de los productivos negocios que hizo el capital a costa de la ruina de muchos de los
habitantes del país fue la llamada “crisis bancaria”, repetición ampliada de la que
sucediera en 1978 con el Banco Nacional de Descuento y en 1982 con los bancos de la
CTV y de Comercio.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 37 DE 41
En el período 1994 - 1995 ocurre una debacle financiera que derrumba a la Sociedad
Financiera Fiveca, al Grupo Latinoamericana Progreso (bancos Latino y Progreso) y a los
bancos Principal, Ítalo, Profesional, Amazonas, Bancor, Barinas, de la Construcción, La
Guaira, de Maracaibo, Metropolitano, de Venezuela y Consolidado, con pérdidas
calculadas o determinadas en un billón doscientos setenta y dos mil millones de
bolívares (Bs. 1.000.272.000.000,00), por diversas causas entre las cuales resaltan las
fallas de supervisión, la liberación de tasas en un entorno macroeconómico inestable y la
simple y desnuda corrupción, unido a la generosidad de CALDERA con los banqueros,
quienes además de “fugarse” al exterior se llevaron los ahorros de sus incautos clientes.

El desenlace lógico de toda esa cadena fue el triunfo electoral de Hugo CHÁVEZ en
1998, con el cual se abrió un amplio abanico de posibilidades para avanzar en el
planteamiento revolucionario afincado en la identificación de la clase obrera como agente
de primer orden, sin caer en el terreno de la ensoñación y aceptando todas las rémoras
que el movimiento revolucionario arrastra, lo que nos obliga a grandes esfuerzos para
entender, aprender y avanzar sin abandonar por un momento la brújula: la lucha de
clases en tanto motor de la historia.

El capital, con todos sus agentes, pasó a la ofensiva y en abril de 2002 lanzó un ataque
del cual no salió muy bien librado, pero ello no representó una victoria para la clase
obrera ni para los trabajadores en general, sino para grupos vinculados a la clase media,
entre ellos el estamento militar. Y la representación del capital [por tradición histórica y
deformación estructural de la sociedad venezolana umbilicalmente unida a la cultura
estadounidense como guía política y espiritual], atacó de nuevo en diciembre de ese
mismo año con una paralización de actividades que implicó a la principal empresa del
país, provocando pérdidas económicas cuantiosas pero que galvanizó políticamente a la
mayoría nacional y trajo un resultado totalmente contrario a los objetivos de los sectores
que abiertamente asumieron la representación del capital y de su líderazgo: las
empresas internacionales y el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.

Tampoco fue un triunfo para la clase obrera ni para los trabajadores, toda vez que pese a
los esfuerzos de muchas individualidades e incipientes organizaciones que nacieron al
calor de la lucha contra los saboteadores y golpistas, el control de Petróleos de Venezuela
(PDVSA) continúa en manos de los enemigos jurados de cualquier cambio, por tímido
que sea, a su interior, como lo resume José BODAS entrevistado por Ángel ARIAS en
julio de 2003 (ver: www.soberania.org/Articulos/articulo_634.htm):

“La «limpieza en PDVSA»: segregación de los trabajadores y vuelta de los golpistas

Luego de derrotado el saboteo, el gobierno nacional decretó lo que era un reclamo de los
trabajadores y el pueblo pobre: la «limpieza en PDVSA». Se supone que esta cruzada
llevaría a limpiar a la industria de las personas que estaban comprometidas con los intereses
de la burguesía nacional, las trasnacionales del petróleo y el imperialismo estadounidense.
Sin embargo, el criterio para la «limpieza» no tuvo ni tiene nada que ver con esa experiencia
de democracia y control de los trabajadores que se vivió durante el saboteo, y que fue la
única garantía real de funcionamiento:

1) se comenzó sencillamente, por arriba, burocráticamente, a destituir a unos gerentes y


nombrando a otros, sin contar con los trabajadores para esto, y,

2) los nuevos gerentes venían con la misma lógica de ser ellos quienes tomaran las
decisiones, sin discutir ni dar espacio a los trabajadores y obreros en la toma de decisiones.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 38 DE 41
En algunos sitios, como en la refinería de Puerto La Cruz, ante un cambio de gerente y la
decisión de los trabajadores en no dejar pasar a los gerentes saboteadores, llamaron a la
realización de una asamblea para discutir con el gerente entrante la rendición de cuentas y
las políticas a llevar a cabo, bloquearon los portones y no dejaron pasar a los gerentes
golpistas. Sin embargo, esto chocaba con la lógica de la reestructuración, que no se
planteaba cambiar el modo de funcionamiento de la industria, sino, sencillamente cambiar a
unos gerentes por otros, a unos mandos por otros, nombrados a dedo.

Hoy, producto de esta política han regresado a la industria muchos de los gerentes que
participaron del saboteo, y eso fue lo que más se denunció en el Encuentro, siendo
prácticamente la premisa fundamental por la que se hacía el evento.

… Con videos y listas en mano, los trabajadores demostraron esto, ante la presencia de Luis
Marín, gerente nombrado de la División Oriente, quien en el discurso inicial del evento se
exculpó por la vuelta de los golpistas a la empresa. Sin embargo, a pesar de estas disculpas,
los trabajadores identificaron como responsables, no sólo a éste gerente, sino también a la
Junta Reestructuradora nombrada para eso, y en general al esquema organizativo de la
empresa, que permite que sean los gerentes los que decidan todo.

Siendo así que algún gerente nombra a otros, quienes a su vez tienen la potestad de
contratar personal y así se produce nuevamente un reacomodo de los sectores pro
imperialistas dentro de la estructura de la empresa. Se dio el caso de un trabajador que
mantuvo una posición firme contra el saboteo, que se enfrentó a los gerentes pitiyanquis,
llegando incluso a confrontaciones físicas y de fuerza, se ve ahora nuevamente bajo la
supervisión o dirección de esa casta -o quizás de la misma persona- a la que se enfrentó.
¿Qué puede esperar ese trabajador -y el país- de esa persona que está nuevamente en
puestos de dirección?”

Y de ello circularon denuncias con


nombres y apellidos, y hay
documentos --escritos, grabados y
filmados-- de negocios oscuros con
los ingresos de personal, de roscas
organizadas por allegados de
dirigentes de partidos, personeros
del Ministerio de Energía y Minas y
de la Junta Directiva de PDVSA, que
incluso llegaron a organizar
aparatos sindicaleros; de bandas
armadas utilizadas para amedrentar
a y atentar contra los trabajadores
reacios a obedecer imposiciones, de
la existencia de gerencias paralelas
y aparatos de espionaje montados
impunemente.

¿Fueron investigadas denuncias


como la que insertamos por los
“organismos competentes”? Y de
ser así, ¿cuáles fueron sus
resultados?

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 39 DE 41
Hoy, años después de las denuncias referidas, la situación de los trabajadores en PDVSA
está peor pues la corporación ha recobrado completamente su esquema clásico y allí el
orden del día es “elevar la productividad”, “bajar el costo del barril” y “no hablar de
política”, mientras la tecnocracia ocupa todas las posiciones, limpiaron el ambiente de
“radicales”, han regresado las firmas contratistas y consultoras que colaboraron
activamente en el golpe; han sido echados al cesto de la basura los planes de una
ingeniería propia, que diera autonomía a la empresa en función de los proyectos
continentales y los obreros siguen tratando de quitarse de encima una casta sindicalera
también nombrada “ejecutivamente” y que ha devenido en grupo gangsteril que cobra su
silencio y complicidad con cargos supervisorios y gerenciales mientras desde la dirección
del ministerio y de la empresa se organiza un nuevo jueguito de poderes que pudiera
desembocar en un zarpazo mejor “gerenciado” que el de diciembre 2002 – enero 2003 o
en una situación que obligue al gobierno a negociar, jueguito en el cual tiene papel
preponderante el circuito refinador, especialmente el núcleo de Paraguaná y la Refinería
Isla en Curazao (ver: http://www.soberania.org/Articulos/articulo_2274.htm)

Y como para muestra basta un botón, adjuntamos correo interno que un golpista hizo
llegar a sus correligionarios el 12 de abril de 2002 desde PDVSA.

El señor Fernando PADRÓN es el actual Gerente de la refinería de Puerto La Cruz,


[persona de confianza del “rojo rojito” Alejandro GRANADOS, ¡casualmente Director de
Refinación!] y quien gracias a todos los dioses tuvo bastante longevidad para ver cómo
sus admirados golpistas “hicieron la historia” en las cuarenta y ocho horas de su efímero
gobierno y luego en el desarrollo del sabotaje contra la mayoría de la población del país.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 40 DE 41
La historia de las luchas de los trabajadores tiene muchas lecciones que debemos
aprender y mantener en la memoria colectiva, que el enemigo de clase trata de borrar,
pues gran parte de esa historia significa experiencia en avances y retrocesos, en aciertos
y errores que hoy nos son útiles política y teóricamente, y como exponía Antón
PANNEKOEK en “Los Consejos Obreros”:

El sentimiento comunitario y la organización no bastan para derrotar al capitalismo. El


dominio espiritual de la burguesía, al mantener sometida a la clase trabajadora, tiene la
misma importancia que su poder físico. La ignorancia es un impedimento para la libertad.
Los viejos pensamientos y tradiciones presionan fuertemente los cerebros, aunque éstos
estén ya tocados por las nuevas ideas. Entonces los fines se ven en su forma más
limitada, se aceptan consignas rimbombantes sin ningún espíritu crítico, la ilusión de un
éxito fácil y las medidas tibias y las falsas promesas orientan hacia un camino errado. Así
queda en evidencia la importancia que tiene para los trabajadores el poder intelectual. El
conocimiento y la perspicacia constituyen un factor esencial en el surgimiento de la clase
obrera.

Y en este sentido es bueno recordar unas palabras de Rosa LUXEMBURGO: “Digámoslo


sin rodeos, los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente
revolucionario son históricamente infinitamente más fecundos y más preciados que la
infalibilidad del mejor «Comité Central»”.

Es importante que hoy, ante la posibilidad de plantearnos movimientos concretos hacia la


organización de Consejos Obreros de Fábrica, hacia prácticas de Control Obrero de la
producción y la distribución, lo cual significa incidir en el reino intocable del capitalismo,
tengamos el deber de cuidarnos de “consignas rimbombantes” que solo persiguen
reproducir al capitalismo bajo diferentes nombres, entre ellos el de “socialismo”, como ya
lo hicieron otros en el pasado.

Es necesario estudiar, discutir y entender que el socialismo revolucionario no es producto


de una determinación, llámese histórica, política o económica, sino inicio de la
construcción de una sociedad sin clases sociales en lucha tenaz y nada fácil con el capital
como relación social. Que el capitalismo, por graves que puedan ser sus crisis, puede
superarlas si no hay una fuerza social que incida sobre ellas en forma revolucionaria,
esto es, con un proyecto alternativo de organización social. Que las organizaciones
autónomas de la clase (“… sólo son autónomos, en el verdadero y completo sentido de la
palabra, los organismos y las acciones que expresan concreta y perfectamente los
intereses históricos de la clase, a partir de un modo de organización proletario. Sólo esos
organismos pueden ser válidamente la indiscutible dirección de la clase” – Cornelius
CASTORIADIS) deben ser reconocidas por su perfil propio, impuestas por la acción
revolucionaria y no por las instituciones del Estado capitalista, pues ello sería condenarlas
a muerte por asfixia burocrática, como ha muerto políticamente el sindicato para fines
revolucionarios desde el momento en que su estructura y fines fueron integrados al
aparato estatal del capital.

Como relata Paul MATTICK (“Integración Capitalista y Ruptura Obrera”,


Laia/Paperback, España, 1978, página 93): “… No hay más que un paso entre la
completa liquidación de la iniciativa de los trabajadores, dentro de sus propias
organizaciones, y la subordinación total de estas organizaciones al Estado”.

Ver en: http://www.soberania.org/Articulos/articulo_2954.htm exposición inicial.

LOS TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO ÁNGEL C. COLMENARES E. MARZO DE 2007 PÁGINA 41 DE 41
EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA

Uno de los aspectos implícitos en la discusión sobre el tema del socialismo --reiteramos--
es dilucidar de qué tipo de socialismo se trata, pues la más somera lectura de cualquiera
de los muchos materiales acerca del tema indica la existencia de varios tipos o conceptos
acerca de él, lo que fue sintetizado por Federico ENGELS en su trabajo titulado “Del
Socialismo Utópico al Socialismo Científico”.

¿Por qué “socialismo utópico”?

MARX y ENGELS criticaban al socialismo idealista (desde el punto de vista filosófico)


que decía ser expresión de la verdad absoluta fundada en la razón y la justicia, cuya sola
exposición bastaba para la salvación del mundo; y por cuanto esa verdad absoluta no
depende de tiempo ni de espacio, y tampoco tiene que ver con la actividad concreta de la
gente, el momento y lugar de la revelación son decididos por eventos ajenos a la acción
de los humanos.

La concepción materialista de la historia y la definición de la plusvalía como trabajo no


pagado al obrero por el capitalista, representaron entonces la línea divisoria con ese tipo
de socialismo pues la comprensión de la sociedad como producto de las luchas entre
grupos humanos --no de eventos naturales y por ello eternos-- y la necesidad de
recuperar al trabajo como instrumento colectivo de riqueza y bienestar --expropiando a
los expropiadores de los medios de producción-- obligaban a plantear cambios
revolucionarios, a derrocar el poder del capital sobre el trabajo. De allí la diferencia entre
el “socialismo utópico”, afincado en la ingenuidad de cambios predeterminados que
sucederían cualquier día, y el “socialismo científico” que daba respuestas concretas a la
situación de explotación de la sociedad por una minoría señalando la necesidad de
efectuar cambios por medios revolucionarios y bajo la dirección de una clase social
específica, única en capacidad de liberarse a sí misma del dominio y la explotación.

Uno de los representantes de esa corriente “utópica” fue Claude


Henri de ROUVROY, Conde de Saint-Simon, pionero en afirmar que
el conflicto entre clases constituye la fuerza de los cambios sociales.
Aportó los fundamentos para el positivismo y es considerado el padre
de la tecnocracia y de la sociología. Criticó a la propiedad capitalista
privada y al capitalismo por su ineficiencia, calificando a la libre
competencia como causa de las desproporciones, el desorden y las
crisis y propuso la organización de un grupo de técnicos industriales
que planificara y tomara las decisiones.

Señalaba como principal a la contradicción entre el trabajo y la ociosidad, estableciendo a


partir de allí la división social entre trabajadores industriales (obreros, campesinos,
capitalistas industriales, comerciantes y banqueros) y ociosos (funcionarios, cortesanos,
terratenientes), sosteniendo que el instrumento principal para la reorganización de la
sociedad es la prédica moral dirigida a los representantes de las clases dominantes, a fin
de lograr una sociedad más elevada para “mejorar la situación de la clase más numerosa
y más pobre”, declarando su oposición a la lucha de clases entre el proletariado y la
burguesía. Escribió “El sistema industrial” (1822), “El catecismo de los industriales”
(1824) y “El nuevo cristianismo” (1825)
Otro de los voceros de esa corriente fue el economista François Marie Charles
FOURIER, fundador de la denominada escuela societaria o falansteriana de
reformadores, propugnadora de un orden social que garantizara un lugar legítimo y
satisfacción a las pasiones humanas, buenas o malas, que redundara en provecho
general mediante aplicación de todas las capacidades, a cuyo fin la gente debía
asociarse en capital, trabajo y talento por grupos, series y después falanges de
«atracción apasionada», por él supuesta ley de la humanidad.

Según FOURIER el sistema capitalista con sus principales


instituciones --el trabajo asalariado y el matrimonio-- reprime
las pasiones cuando de lo que se trata es de estimularlas para
alcanzar la felicidad mediante la cooperación, primero a través
de un estadio intermedio, el garantismo, en el que el Estado
establece un sistema general de protección social (que impide
la dependencia de los individuos de la empresa privada), lo
cual conduciría a un estadio final, la Armonía Universal, en el
que la sociedad se organiza en pequeñas comunidades (células
sociales fundamentales o “falansterios”) dedicadas a
actividades predominantemente agrícolas, en las cuales el
matrimonio y la familia --símbolos de la opresión contra la
mujer-- quedan disueltos y el trabajo resulta atractivo pues
cada miembro es un propietario cooperativo que recibe como ingreso una participación
en los beneficios de la producción, a cambio de desarrollar su labor de acuerdo con sus
inclinaciones naturales.

Modelo de “falansterio” ideado por


FOURIER, donde se
reunirían primero en grupos
de siete o nueve personas
de acuerdo a sus
inclinaciones, gustos o
pasiones, de modo que
quienes tuviesen gusto e
inclinación hacia un
trabajo, industria o arte determinado, formarían un grupo; quienes tuviesen otras
inclinaciones formarían otros grupos, y así sucesivamente hasta llegar a un máximo de
un mil ochocientos habitantes por falansterio.

Los dos resortes principales de este sistema son la atracción y la asociación. La


asociación, vale decir la comunidad de trabajos, produciría economía de tiempo, de
esfuerzos y de fatigas; y la atracción, o sea el trabajo voluntario acomodado a los gustos
e inclinaciones de cada uno, produciría aumento de productos por el mayor interés,
inteligencia y fruición con que trabajarían los individuos, pudiendo llegar de este modo a
un estado de abundancia y riqueza tal, que los individuos más pobres disfrutarían
entonces tanto como los más ricos de la sociedad actual.

FOURIER escribió «Teoría de los cuatro movimientos» (1808), el «Tratado de la


asociación doméstica agrícola» (1822), el «Nuevo Mundo industrial» (1829), y «La falsa
industria» (1835) y fundó una publicación denominada primero “El Falansterio” y luego
reanudada por sus seguidores con el nombre de “La Falange”.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 2 DE 12


De los más trascendentes dirigentes de esa tendencia fue Robert
OWEN, quien inspirado en los pensadores ilustrados del siglo
XVIII, creía en la posibilidad de reformar gradualmente a la
sociedad mediante la razón, el convencimiento y la educación.
Era un admirador del sistema lancasteriano de educación, y sus
primeros Ensayos, escritos en 1812 y 1813, reflejan principios de
obediencia, orden, regularidad, trabajo y atención constante.

La invención de la máquina de vapor de WATT y de toda la


maquinaria de la industria del algodón, en particular el telar
hidráulico de Richard ARKWRIGHT, hicieron pasar a esta
actividad del nivel artesanal a la escala industrial. La demanda de
mano de obra para las fábricas de algodón era insaciable. El norte de Inglaterra, con su
población dispersa, no podía proporcionar una mano de obra suficiente y los llamados
Overseers of the Poor (Supervisores de los pobres), para aliviar el peso cada vez mayor
que suponía costear la subsistencia de la pobrecía con los impuestos locales, ofrecían
lotes de niños de los hospicios a las fábricas del norte. Esos niños eran entregados a sus
empleadores a partir de los siete años de edad, y vivían en “casas de aprendices”
contiguas a las fábricas donde debían trabajar desde las 5 de la mañana hasta las 8 de la
noche, con pausas de media hora para el desayuno y el almuerzo

OWEN fue impactado por esa realidad y en 1799


compró junto con otros socios la fábrica textil de New
Lanark (Escocia), y desde su posición como empresario
logró beneficios introduciendo mejoras sustanciales para
los trabajadores elevando los salarios, sentando las
bases de una seguridad social mutualista y
proporcionando a los obreros condiciones dignas de
vivienda, sanidad y educación, aspecto éste que para él
consistía en objetivo esencial, pues consideraba que una
educación liberal y solidaria sería el mejor instrumento
para acabar con la delincuencia y sentar las bases para
un futuro de justicia e igualdad.

En 1813 y 1814 expuso sus propuestas de reforma en el


libro titulado “A new view of society, or Essays on the
principle of the formation of the human character” [“Una
nueva visión de la sociedad, o Ensayos sobre el principio
de la formación del carácter humano”] y aunque su
INFORME AL CONDADO DE NEW LANARK,
CON CORRECCIONES Y NOTAS DEL AUTOR propia empresa había dado resultados satisfactorios,
OWEN comprendió que la autocracia benévola sólo
podía mejorar el malestar social, pero no resolverlo, toda vez que si el trabajo de la clase
obrera producía inmensas riquezas a ella debían pertenecer también, por tanto, sus
frutos. Las nuevas fuerzas productivas, que hasta allí sólo habían servido para que se
enriqueciesen unos cuantos y para la esclavización de las masas, sentaban las bases
para una reconstrucción social y estaban llamadas a trabajar solamente, como propiedad
de todos, para el bienestar colectivo. De tales razonamientos surgieron sus proclamas en
favor de la cooperación y del trabajo como única fuente del valor y sus críticas contra la
libre empresa y la religión acabaron por enfrentar a OWEN con las autoridades y los
representantes del capital, quienes le condenaron al ostracismo más severo.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 3 DE 12


En su sistema, OWEN preveía un nuevo criterio de valor basado en el poder de
producción, según el cual el obrero debía recibir parte equitativa de la riqueza que
creaba. Sus aldeas cooperativas (es considerado el padre del cooperativismo), se regirían
por el principio de la unidad de trabajo, gasto y propiedad, y por la igualdad de
privilegios. La agricultura tendría preeminencia sobre la industria --se trataba
esencialmente de una “cultura bucólica”-- y se acabaría con los males de la división del
trabajo. OWEN escribió “Two memorials on behalf of the working classes” [“Dos
memoriales en favor de la clase obrera”]; “Address to the working classes” [“Discurso a
las clases obreras”] y “Report to the County of Lanark” [“Informe al Condado de Lanark”]

Otro representante de esa corriente “utópica” fue Ferdinand LASSALLE, defensor de la


maltusiana “ley de bronce” del salario, según la cual éste oscila en torno al mínimo
indispensable de subsistencia para el obrero y su familia, oscilación que depende de los
cambios de correlación entre la demanda y oferta de trabajo, sin que el salario debiera
superar por largos períodos ese nivel de mantenimiento indispensable pues ello
significaría elevación del nivel de vida de la clase obrera, incremento de la natalidad y
consecuencialmente aumentaría la oferta de trabajo, lo cual a su vez causaría descenso
del salario al nivel previo y hasta a otro inferior, quedando entendida de esa manera la
inutilidad de que el obrero luchara por elevar sus condiciones de vida pues el salario era
regulado por las “leyes naturales” de la población.

MARX, en sus “Glosas Marginales al programa del Partido Obrero Alemán” critica
acerbamente las posiciones de LASSALLE y a todos los llamados socialistas utópicos:

“La «organización socialista de todo el trabajo» no resulta del proceso revolucionario


de transformación de la sociedad, sino que «surge» de «la ayuda del Estado», ayuda
que el Estado presta a las cooperativas de producción «creadas» por él y no por los
obreros. ¡Es digno de la fantasía de Lassalle eso de que con empréstitos del Estado se
puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril!”

Y es que allí, como referíamos previamente, se hallaba la línea divisoria entre esos
diferentes tipos de socialismo: el que pregonaba la espera sumisa de un futuro de justicia
que debía llegar algún día y el propuesto por los revolucionarios (marxistas y no) de
lucha contra la burguesía, su Estado, sus leyes y su monopolio del trabajo y de sus
frutos.

Por ello ENGELS señalaba en el “Anti-Dühring” que si para subvertir el modo de


repartición capitalista de los productos del trabajo, con sus escandalosas contradicciones
de miseria y de opulencia, de hambre y de comilonas, no tuviésemos mejor certidumbre
que la conciencia de la injusticia de este modo de repartición y la convicción de la victoria
final del derecho, estaríamos mal y podríamos esperar largo tiempo. Lo cual explica la
definición de socialismo revolucionario que el mismo MARX dejó claramente sentada en
la “Crítica al Programa de Gotha”:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la


transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período
corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro
que la dictadura revolucionaria del proletariado”.

Desgraciadamente, el concepto de dictadura del proletariado fue pervertido luego de su


utilización para justificar la dictadura del partido bolchevique sobre toda la sociedad rusa.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 4 DE 12


Y como hemos referido en los dos trabajos anteriores relacionados [ver: “EL SOCIALISMO
COMO TEMA Y KARL KORSCH” http://www.soberania.org/Articulos/articulo_2954.htm y “LOS
TRABAJADORES, SUS LUCHAS Y EL SOCIALISMO” http://www.soberania.org/Articulos/articulo_3055.htm]
los aportes de MARX sufrieron los embates de las derrotas y muchas de sus enseñanzas
resultaron tergiversadas o convertidas en “leyes naturales” para justificar posiciones
políticas, como reseña el mismo KORSCH [“La Concepción Materialista de la Historia”]:

“Un materialismo semejante, para el que la objetividad de la actividad humana


práctica sigue siendo, en última instancia, un «más allá» inmaterial, no puede
consiguientemente adoptar más que dos actitudes respecto de realidades «materiales
prácticas» como la revolución: o bien abandona, como dice Marx en la primera de las
Tesis sobre Feuerbach, «el desarrollo del aspecto activo al idealismo»; es la vía que
han elegido y eligen todavía todos los marxistas-kantianos, revisionistas y reformistas.
O bien toma el camino que tomaron la mayoría de los socialdemócratas alemanes
hasta la guerra, y que se ha convertido hoy, después del paso de la socialdemocracia
al reformismo abierto, en la posición característica de los «marxistas centristas»:
considera el declive de la sociedad capitalista y el advenimiento de la sociedad
socialista-comunista como una necesidad económica, «que se realiza por sí sola»,
tarde o temprano, según la necesidad de las leyes naturales. Esta vía tiene todas las
probabilidades de llevar después a fenómenos «extra-económicos» que parecen caer
del cielo y que permanecen propiamente como inexplicables, tales la guerra mundial
de 1914-1918 que, en primer lugar, quedó sin explotar para la liberación del
proletariado”.

Y debemos aceptar los límites del marxismo, que nunca debió ser recetario para
revoluciones ni manual práctico para sustituir a la economía política por una “economía
marxista”, a la sociología burguesa por una “sociología marxista” y a la filosofía idealista
por una “filosofía marxista”, por referir a tres disciplinas, sino la crítica integral a un
modo de producción y a las estructuras por él determinadas, vale decir a la ideología
burguesa en su totalidad, en cuya práctica es imposible tomar eclécticamente lo que nos
convenga de una parte y rechazar al resto aceptando la crítica de la economía política
pero no así lo que de ella deriva para la crítica filosófica, jurídica o cultural, por ejemplo.

En sus “Diez tesis sobre el marxismo hoy”, escritas en 1950, [el texto completo en
http://www.geocities.com/CapitolHill/Lobby/2379/2escritos-korsch.html] KORSCH señala:

“… 6. En el marxismo son particularmente críticos los puntos siguientes: a) haber


estado prácticamente subordinado a las condiciones económicas y políticas poco
desarrolladas de Alemania y de los demás países de la Europa central y oriental donde
llegó a adquirir una importancia política; b) su adhesión incondicional a las formas
políticas de la revolución burguesa; c) su aceptación incondicional de la situación
económica avanzada de Inglaterra como modelo para el desarrollo futuro de todos los
países y como condición objetiva preliminar de la transición al socialismo. A lo que se
añaden: d) las consecuencias de los intentos repetidos, desesperados y
contradictorios del marxismo por escaparse de esos condicionantes.

7. Resultado de esas circunstancias es lo siguiente: a) la sobrestimación de la


importancia del Estado como instrumento decisivo de la revolución social; b) la
identificación mística del desarrollo de la economía capitalista con la revolución social
de la clase obrera; c) el ulterior desarrollo ambiguo de esta primera forma de la teoría
marxiana de la revolución mediante el injerto artificial de una teoría de la revolución
comunista en dos fases; esta teoría, dirigida en parte contra Blanqui y en parte contra
Bakunin, escamotea del movimiento presente la emancipación real de la clase obrera
y la difiere a un futuro indeterminado.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 5 DE 12


8. Aquí se inserta el desarrollo leninista o bolchevique; y en esa forma nueva es como
el marxismo fue transferido a Rusia y a Asia. Así el socialismo marxista se transformó
de teoría revolucionaria en pura ideología que puede subordinarse y de hecho estuvo
subordinada a objetivos diversos.

9. Desde este punto de vista conviene juzgar con espíritu crítico las dos revoluciones
rusas de 1917 y de 1928. Y desde este punto de vista hay que determinar las
funciones diversas que el marxismo cumple actualmente en Asia y a escala mundial.

10. Que los trabajadores controlen la producción de sus propias vidas no podrá ser
fruto de la ocupación de las posiciones abandonadas en el mercado internacional y en
el mercado mundial por la competencia autodestructiva y supuestamente libre de los
propietarios monopolistas de los medios de producción. Ese control no podrá resultar
más que de la intervención concertada de todas las clases hoy excluidas en una
producción que, ya hoy, tiende en todos los sentidos a la regulación monopolista y
planificada”.

Traducido a partir de las versiones inglesas de Douglas Kellner (Karl Korsch


revolutionary theory, University of Texas Press, 1977, pp.281-282) y Andrew Giles-
Peters (Telos, nº 26, 1975-1976, p. 40-41) y la versión francesa de Maximilien Rubel
y Louis Evrard (Marxisme et philosophie, París: Les Editions de Minuit; 1964).

Insistimos entonces en que debemos tomar críticamente todas esas observaciones y


experiencias para entender lo que sucedió en otros tiempos y lugares a quienes
intentaron llevar a cabo los cambios políticos, económicos y sociales que juzgaron
necesarios y posibles; para enterarnos de las razones por las cuales fracasaron; para
asimilar teóricamente tales resultados e incorporar el acervo de esas enseñanzas a
nuestras propias prácticas en función de no cometer los mismos errores, de no
reproducir las malas prácticas que tanto daño han hecho al movimiento revolucionario
mundial.

Partamos entonces de algunos aportes que dan concreción teórica al socialismo


revolucionario, comenzando con las notas recogidas por Carlos MARX en sus
“Manuscritos Economía y Filosofía” (Alianza Editorial, Madrid, quinta edición del “Libro de
Bolsillo”, 1974), en cuya lectura encontramos elementos o apuntes que luego se verán
desarrollados en sus obras, especialmente los “Grundrisse”, a su vez base para la “Crítica
de la Economía Política” (“El Capital”):

“… El trabajo no solo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero


como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en
general.

Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su
producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del
productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se
ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es
su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía
Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y
servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.

(…) … La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su


trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de
él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él;
que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como una cosa extraña y hostil”.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 6 DE 12


MARX apunta (Primer Manuscrito, páginas 105-106 de la edición citada) a uno de los
aspectos más importantes de su crítica y que se convertirá en el fundamento de la
revolución: la liberación del trabajo como principio del socialismo, la emancipación de
una clase social que significará la vuelta al ser genérico, luego que éste fuera escindido
entre poseedores y desposeídos de medios de producción, en clases sociales divididas y
marcadas por la propiedad privada.

“Así pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo
con un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador
con el trabajo engendra la relación de éste con el del capitalista o como quiera
llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el
resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del
trabajador con la naturaleza y consigo mismo.

(…)… 2) De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se sigue,


además, que la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la
servidumbre, se expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores,
no como si se tratase sólo de la emancipación de éstos, sino porque su emancipación
entraña la emancipación humana general; y esto es así porque toda la servidumbre
humana está encerrada en la relación del trabajador con la producción, y todas las
relaciones serviles son sólo modificaciones y consecuencias de esta relación”. (Páginas
116-117)

Y en una descripción excepcionalmente clara --a pesar del método hegeliano de


exposición-- de la situación del trabajador expropiado y alienado del producto de su
propio esfuerzo, MARX detalla:

“… El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como
capital, y solo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del
capital es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en forma
para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador
parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta
relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de
trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino
solamente para otros ojos; para los ojos del médico, del juez, del sepulturero, del
alguacil de pobres, etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino. Por eso para
ella las necesidades del trabajador se reducen solamente a la necesidad de
mantenerlo durante el trabajo de manera que no se extinga la raza de los
trabajadores. El salario tiene, por tanto, el mismo sentido que el mantenimiento, la
conservación de cualquier otro instrumento productivo.” (Segundo Manuscrito, Página
124)

Nos hallamos así frente a un cuadro de expropiación, extrañamiento y enajenación del


trabajador por los propietarios privados, quienes al interior de la fábrica (donde no hay
“democratización” posible) aplican la separación del trabajo en intelectual y manual para
convertir al obrero en una máquina más que utilice sus manos pero no su cerebro.

Esa separación se extiende a toda la sociedad y precisamente en ella ubicamos el


problema de la tesis leninista de introducir la teoría revolucionaria desde el exterior de la
clase obrera, pues con su puesta en práctica se da carácter de verdad a la hipótesis
burguesa de que los explotados y alienados no somos capaces de pensar, de crear y de
actuar por nosotros, en forma autónoma y capaz de organizar una sociedad de
productores libremente asociados.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 7 DE 12


Por ello seguimos insistiendo en que las discusiones que se promuevan acerca del
socialismo deben incluir la temática del trabajo, dilucidar si en Venezuela existe una
fuerza social capaz de asumir la responsabilidad política de la lucha contra el poder
capitalista y su dominio sobre el trabajo, que debe pasar por la superación de la
propiedad privada sobre los medios de producción, que debe tener clara la necesidad de
controlar todo el proceso de producción y distribución de los bienes; que debe diferenciar
entre una producción volcada a las necesidades sociales y la vigente, dirigida al beneficio
particular; que tiene la obligación de saber que bajo dominio del Estado capitalista no es
posible sustituir a la ley del valor, a la jerarquía del capital, al despotismo de la fábrica.

En los trabajos anteriores de esta serie hemos enfatizado en la --a nuestro entender--
imposibilidad de construir el socialismo afincándonos en organizaciones e instituciones
creadas, subsumidas o desarrolladas por el capital para dividirnos y perpetuarse en el
dominio, como el sindicato y la cogestión, y hemos sostenido que hay bastantes
experiencias como para balancearlas y mostrar cuáles han sido los resultados.

Como expone MARX (“El Capital”, “El proceso global de la producción capitalista”, Siglo
XXI Editores, Tomo III, Volumen 6, Libro Tercero, cuarta edición, 1980):

“… el proceso capitalista de producción, considerado en su conjunto, es una unidad de


los procesos de producción y circulación.” (Página 29)

Supongamos entonces que una o varias empresas apliquen el sistema de cogestión.


¿Cuáles serán sus relaciones horizontales [con las demás empresas de su rama] y cómo
se vincularán verticalmente [con proveedores, dadores y/o receptores de servicios]?

¿Serán capaces de imponer una producción y distribución dirigida a lo social, derrotando


al afán de lucro?; ¿modificarán la estructura jerárquica de la fábrica superando la división
social del trabajo que privilegia lo intelectual sobre lo manual? ¿O seguirán
desarrollando sus actividades detalladamente capitalistas pero llamándose “socialistas”
engañando a sus propios trabajadores y al resto del mundo?

Hemos leído varios trabajos refiriéndose a ciertos aspectos de empresas en cogestión


pero no tenemos información suficiente de ellas, de sus gestiones, de sus Estados
Financieros.

Y por cierto queremos referirnos a una opinión que coloca en el mismo


plano al “taylorismo” y al “stajanovismo”, opinión que consideramos errada
por lo siguiente:

El “taylorismo” es una disciplina pensada y aplicada por Frederick


Winslow TAYLOR, un estadounidense que trabajó en 1875 en una
empresa industrial siderúrgica en Filadelfia. Desde la dirección de un taller
de maquinaria comenzó a efectuar estudios de tiempos y movimientos
proponiendo descomponer el trabajo en tareas sencillas, estrictamente F. W TAYLOR
cronometradas y exigir a los obreros cumplir con sus labores en el tiempo
por él determinado, a cuyo fin eliminaba desplazamientos por cambios de herramientas y
por cumplimiento de tareas diferentes, aplicando modificaciones salariales mediante
pagos por producción de piezas (a destajo), con lo que el obrero modificaba el ritmo de
trabajo, seducido por ganar más, con lo cual el capital lograba una mayor productividad y
la elevación de su tasa de ganancia, sembrando la competencia al interior de la clase.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 8 DE 12


TAYLOR llamó a su proposición “Organización Científica del Trabajo” y podemos decir
que fue un “intelectual orgánico” (Gramsci) de la burguesía, pues indudablemente
consideraba a los obreros como parte del capital y todos sus esfuerzos los dirigió a
extraer de ellos el máximo beneficio al menor costo.

El “stajanovismo”, por el contrario, fue un


movimiento nacido de los propios trabajadores luego
de que un obrero de las minas de carbón en la
cuenca del Donbass, llamado Alexei Grigorievich
STAJÁNOV (a la derecha en la foto con herramienta
industrial en su mano izquierda), en el turno del 31 de
agosto de 1935 produjo ciento dos toneladas de
mineral, lo cual representaba catorce veces las cifras
normales de recolección. Y el mismo trabajador
volverá a romper su propia marca en septiembre de
ese año produciendo un total de doscientas
veintisiete toneladas de carbón. Antes de él, en 1934, había sido condecorado el minero
Nikita IZÓTOV por haber superado el standard de producción en la mina de Górlovka.

¿En qué contexto se producen tales eventos?

Como referimos en el primer trabajo de esta serie (“EL SOCIALISMO COMO TEMA”), para
1935 el gobierno ruso era “soviético” --traducción rusa de “consejista”-- solo de nombre
y los organismos autónomos nacidos al calor de la revolución habían sido desmantelados
por el poder estatal. Estaba en desarrollo el segundo plan quinquenal y el partido impuso
la consigna “¡Los cuadros lo deciden todo!” en una campaña por el dominio de nuevas
técnicas, correspondientes a equipos y maquinarias recientemente adquiridas y en el
colectivo de obreros fueron organizados “grupos de choque” que constituían la
vanguardia en una tarea que, entre otros objetivos, perseguía la renovación y superación
de anticuadas normas técnicas de rendimiento.

El ejemplo de STAJÁNOV fue seguido por otros, entre ellos BUSYGUIN en la industria
del automóvil; SMETANIN en la industria del calzado; KRIVONÓS en el transporte;
MUSINSKI en la industria forestal; Eudoquia y María VINOGRADOVA en la industria
textil; María DEMCHENKO, Marina GNATENKO, Angelina PASHA, POLAGUTIN,
KOLESOV, BORIN y KOVARDAK en la agricultura.

¿Por qué lo hicieron? Pues porque creían que sus esfuerzos coadyuvaban a la
construcción del socialismo en su país, como les decían sus dirigentes, cuando en verdad
eran explotados por el capitalismo toda vez que las relaciones de producción y circulación
(el conjunto del sistema) nunca fueron modificadas y esos esfuerzos titánicos de una
fuerza obrera --galvanizada por discursos “marxistas” que no coincidían con la práctica--
no fueron más allá de aumentar la productividad del trabajo alienado e incrementar la
tasa de beneficios para la minoría que controlaba las posiciones de poder, minoría que
había convertido al marxismo revolucionario en ideología y engañaba a su propio
colectivo nacional y al movimiento revolucionario internacional con discursos de
socialismo, sustituyendo en palabras a la competencia (kapitalisticheskaia konkurentsiia)
por una pretendida “emulación”, mintiendo acerca de un supuesto “fin de la lucha de
clases en la URSS” y convirtiendo a la consigna de dictadura revolucionaria del
proletariado en sinónimo de control de un partido, en represión y en contrarrevolución.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 9 DE 12


Veamos lo que decía Jossif Vissariónovich DZHUGASHVILI (“Stalin”) acerca de los
“stajanovistas”:

"El movimiento stajanovista refleja el nuevo auge de la emulación socialista, una


etapa nueva más alta de la emulación socialista... Antes, hace unos tres años, durante
su primera etapa, la emulación socialista no implicaba forzosamente una técnica
nueva. Además, en aquel momento apenas teníamos propiamente hablando, una
técnica nueva. En cambio, la etapa actual de la emulación socialista, el movimiento
stajanovista, se halla forzosamente vinculado a la nueva técnica. El movimiento
stajanovista no se concebiría sin una técnica nueva, superior. Tenéis ante vosotros
hombres como los camaradas Stajanov, Busyguin, Smetanin, Krivonós, las
Vinogradova y muchos otros, hombres nuevos, obreros y obreras, que se han hecho
plenamente dueños de la técnica en su ramo, que la han dominado e impulsado. Hace
tres años, no había o casi no había entre nosotros hombres semejantes... La
importancia del movimiento stajanovista está en que es un movimiento que destruye
las antiguas normas técnicas por insuficientes; en que, en cierto número de casos,
sobrepasa la productividad de trabajo en los países capitalistas más avanzados,
abriendo de este modo la posibilidad práctica de seguir consolidando el socialismo en
nuestro país, la posibilidad de transformar nuestro país en el país más próspero".

Traduzcamos al idioma de la Economía Política y entendamos que el Estado había


invertido dinero en maquinaria y equipo (capital constante) que debía ser operado por los
trabajadores (capital variable) en busca de aumentar la productividad del trabajo
(obtención de más plusvalía o trabajo no pagado) y conseguir un incremento de la tasa
de ganancia. Lo que MARX resumía en su ecuación g´: pv´ = v : C [tasa de ganancia
es a tasa de plusvalor como capital variable a capital global]

Sabemos que la relación trabajo


manual/trabajo intelectual nunca fue
superada. Es aceptada la verdad en cuanto a
que la economía (primero bajo la NEP y luego
con los planes quinquenales) continuó su
lógica de mercado (primero “para consolidar el
socialismo” y luego para “la coexistencia
pacífica”); el Estado no comenzó su tarea de
autodisolución en tránsito hacia el comunismo
sino que se fortaleció; las relaciones entre los
trabajadores y los patronos continuaron
mediadas por la práctica gestora del partido y
de los sindicatos; la medida del valor siguió
siendo el dinero; al exterior fue impuesta la
“línea” de ese tipo de “socialismo” con la
colaboración de clases, fue completamente
abandonada la consigna de revolución
internacional… y el capitalismo vivito y coleando.

Y no está demás recordar parte de la valiente denuncia del CHÉ en su “Manifiesto de


Argel” que ya referimos en primer artículo de esta serie:

“¿Cómo puede significar «beneficio mutuo» vender a precios de mercado mundial las materias
primas que cuestan sudor y sufrimientos sin límites a los países atrasados y comprar a precios de
mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas del presente?”

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 10 DE 12


Hemos leído también que los dirigentes rusos no conocieron algunos trabajos de MARX,
como los Manuscritos de 1848 o los “Grundrisse”, y entendemos que el razonamiento
concluyente sería: “de haberlos leído no hubiesen hecho lo que hicieron”. No creemos
que así sea pues uno de los mejores conocedores de la obra marxista era Karl
KAUTSKY, reputado de poseer “un conocimiento enciclopédico” de los aportes de MARX,
cuyo manuscrito “Teorías de la Plusvalía” --conocido como el tomo IV de “El Capital”--
fue editado por él en 1910. Y sin embargo su voltereta fue tan espectacular que mereció
de su quizá mejor alumno, LENIN, un opúsculo en el que éste le endilgó el remoquete
de “renegado” e hizo señalamientos como los siguientes:

"Kautsky, autoridad suprema de la II Internacional, constituye un ejemplo sumamente


típico y claro de cómo el reconocer el marxismo de palabra condujo, de hecho, a
transformarlo en 'struvismo' o en 'brentanismo' (es decir, en la doctrina liberal
burguesa que admite una lucha de 'clase' no revolucionaria del proletariado, lo que
han expresado con especial claridad el escritor ruso Struve y el economista alemán
Brentano). Lo vemos también en el ejemplo de Plejánov. Con manifiestos sofismas se
castra en el marxismo su alma revolucionaria viva, se reconoce en él todo, menos los
medios revolucionarios de lucha, la propaganda y la preparación de estos medios, la
educación de las masas en este sentido. Kautsky, prescindiendo de ideologías,
'concilia' el pensamiento fundamental del socialchovinismo, es decir, el reconocimiento
de la defensa de la patria en la guerra actual, con una concesión diplomática y
ostensible a la izquierda, absteniéndose al votarse los créditos, declarando
verbalmente su oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo un libro sobre la
proximidad de una época de revoluciones y sobre la relación entre la guerra y la
revolución; Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de Basilea sobre la utilización
revolucionaria de la guerra que se avecinaba, se desvive ahora por justificar y
cohonestar el socialchovinismo y, como Plejánov, se une a la burguesía para mofarse
de toda idea de revolución, de toda acción dirigida a una lucha efectivamente
revolucionaria.

La clase obrera no puede realizar su objetivo de revolución mundial si no hace una


guerra implacable a esta apostasía, a esta falta de carácter, a esta actitud servil ante
el oportunismo, a este inaudito envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no
ha aparecido por casualidad, es un producto social de las contradicciones de la II
Internacional, (…)”

De haber vivido unos años más, posiblemente LENIN hubiese tenido que escribir líneas
tan duras como esas contra muchos dirigentes de partidos llamados revolucionarios,
cuyas prácticas están resumidas en el texto copiado (reconocer el marxismo de palabra;
admitir una lucha de “clase” no revolucionaria del proletariado; castrar en el marxismo su
alma revolucionaria viva; mofarse de toda idea de revolución, de toda acción dirigida a
una lucha efectivamente revolucionaria; al inaudito envilecimiento teórico del marxismo;
a la actitud servil ante el oportunismo), especialmente el abandono del objetivo de
revolución mundial del proletariado.

Creemos que la diferencia sigue siendo “el criterio verificador de la práctica” (Marx),
pues no se trata de memorizar frases, fechas o anécdotas sino adecuar nuestro hacer a
eso que decimos ser. Y tampoco se trata de solamente hacer, en ese “tareísmo” chato
que es hijo legítimo de la división trabajo manual (repartir propaganda, pegar afiches,
recolectar información)/trabajo intelectual (estudiar, pensar, escribir, dirigir, ordenar),
sino vincular teoría y práctica, como señalaba MARX en su Tesis III sobre Feuerbach:
“La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo
puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”.

EL SOCIALISMO COMO PRÁCTICA REVOLUCIONARIA ÁNGEL C. COLMENARES E. ABRIL DE 2007 PÁGINA 11 DE 12


En Venezuela hoy se plantea una lucha por el socialismo en cuyo desarrollo es vital que
se incorpore una cantidad importante de trabajadores, y las cifras de esa Fuerza que
muestran los indicadores del Instituto Nacional de Estadísticas a febrero de 2007 son:

Hay cerca de once millones de


trabajadores ocupados y casi un millón y
cuarto de cesantes.

¿Cuántos de esos venezolanos están


organizados?; ¿sabemos si les interesa o
no lo que está en juego?; ¿existe una
fuerza capaz de atraer a la mayoría de
esos trabajadores para construir las
bases de un poderoso movimiento
socialista revolucionario?; ¿conocemos
sus simpatías o rechazos a la idea del
socialismo revolucionario?; ¿hemos
averiguado si tienen conceptos de
consejos obreros, de autogestión, de
cogestión o de control obrero?; ¿tienen
conciencia de ser explotados, alienados y
miembros de una clase social
tendencialmente poderosa no solo por su
número sino por su posición en el
proceso de producción y circulación de
bienes y por sus conocimientos del sistema en toda su complejidad por ser ellos quienes
lo ponen en marcha día a día?

Es parte de la tarea que todo revolucionario debe plantearse, y en este momento es


importante avanzar en la difusión, aprendizaje y popularización del socialismo como
tema, para concebirlo y entenderlo racionalmente como praxis revolucionaria.

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