Para que el aprendizaje sea posible, los intercambios entre
todos los actores de la institución, deben construirse cotidianamente, mantenerse y renovarse cada día, según determinados valores. Sólo cuando en una institución escolar se privilegian la comunicación, el diálogo, el respeto mutuo, la participación, se genera el clima adecuado para posibilitar el aprendizaje. Clima de centro y Clima de aula
Clima de centro. Es el que se genera en toda la
institución escolar y está condicionado principalmente por la dirección, el profesorado, el alumnado, otros posibles agentes y el entorno físico del centro. Este clima afecta a todos los colectivos del centro. Clima de aula. Se trata del clima que se genera en el aula como consecuencia de la interacción entre el profesorado y el alumnado dentro del espacio del aula. Este clima incide en los procesos educativos y en el rendimiento académico. Clima de aula y aprendizaje Los alumnos no aprenden en un mal clima de aula. Sólo en una atmósfera de paz y sin tensiones, sólo cuando el estudiante siente que su profesor le cree capaz, sólo cuando cuenta con el apoyo del docente pero también de los iguales o sólo cuando sus particularidades, necesidades e intereses son respetados y atendidos; se favorece su equilibrio emocional y, consecuentemente, el aprendizaje (Casassus, 2006).
Para lograr vínculos efectivos entre maestro y alumnos se necesita
conexión, la cual sucede cuando uno siente que se es visto y escuchado sin juicio ni crítica. En la conexión, por tanto, hay confianza y seguridad. Elementos de un Buen Clima de Aula
Un buen clima de aula pasa necesariamente por una gestión
eficaz de la misma, concretada en un control mínimo pero suficiente, unas relaciones sociales satisfactorias y un rendimiento óptimo: Control. Es el requisito imprescindible para poder plantearse objetivos académicos. Ha de ser mínimo pero suficiente para garantizar unas condiciones favorables al trabajo y el bienestar común. Relaciones intra e interpersonales. Todo el tiempo de clase está impregnado de interacciones sociales. Deben ser respetuosas, cálidas y pro-sociales. Rendimiento. Es el objetivo fundamental hacia el que está dirigido todo el proceso y no debería circunscribirse a lo cognitivo. Clima favorable Un clima favorable se caracteriza por ser un clima abierto y participativo, que contribuye a la formación integral del educando desde el punto de vista académico, social y emocional. Un clima desfavorable, se caracteriza por ser un clima cerrado y autoritario, que descansa en relaciones de poder, de dominación y de control, porque no se estimulan los procesos interpersonales, ni la participación libre y democrática, por lo cual, se producen comportamientos individuales y sociales hostiles, que inciden negativamente en la convivencia y el aprendizaje.
Para mejorar el clima de aula debemos revisar aspectos referentes a
la organización del aula, las estrategias de comunicación, los vínculos relacionales, las normas y las rutinas. Se entiende entonces que hayan estilos de gestión que lleguen a ser un factor de riesgo: el docente que no motiva, no conecta con sus estudiantes o los atiende deficientemente tiene muchas probabilidades de tener conflictos (Vaello, 2011). Gestión del aula La gestión del aula se acompaña de una supervisión preventiva o silenciosa en la que el profesor se anticipa a los posibles conflictos que puedan surgir y utiliza el espacio y la tarea como estrategias de motivación para encauzar conductas inapropiadas. El profesor controla y gestiona al impulsar una forma de hacer y supervisar atentamente los diferentes movimientos dentro del aula, lo cual supone ser capaz de atender a varias demandas a la vez y poder valorar, en cuestión de segundos, lo pertinente o innecesario de cualquier acontecer que se de en el aula (Fernández, 2006).
Muchos profesores que tienen problemas en la gestión de la clase
pasan por alto los aspectos preventivos que reducen la posibilidad de que surjan problemas. Por ejemplo, los profesores tienen que planear cómo van a dirigir sus clases. Tienen que establecer rutinas coherentes y dignas de confianza para que su enseñanza sea eficaz. Normas y Reglas Sin lugar a dudas, para que una clase funcione bien es preciso definir claramente una serie de normas y rutinas. Los alumnos deben saber cómo se espera que se comporten. Y sin unas normas y rutinas de clase claramente definidas los malos entendidos, que pueden instaurar el caos, resultan inevitables. Las reglas generalmente se establecen por escrito y se colocan en lugares visibles. Deben estar redactadas en positivo y ser pocas, sencillas y claras, de tal manera que todos los miembros del grupo las comprendan en todos sus alcances. Si los estudiantes participan en la formulación de las normas de convivencia, se favorece la responsabilidad grupal e individual para su aplicación Y de esta forma no son fruto de una imposición de los docentes sino que son negociadas, por la clase. Las consecuencias que acarrea infringir las normas deben asimismo consensuarse. Un estudiante disciplinado será aquel que acepte, respete y cumpla las reglas y normas que organizan y ordenan las actividades en el aula y la vida en el centro. Procedimientos o Rutinas Los procedimientos, a veces llamados rutinas, describen la manera en que las actividades se realizan en el aula. Simplemente es la forma en que las cosas se hacen en la clase. Los procedimientos y las rutinas eficaces reducen la confusión y las oportunidades de que los alumnos muestren una mala conducta. Las rutinas, por tanto, son parte de las estrategias de control y gestión del aula. Aquellos profesores que no definen con claridad las rutinas, que se muestran ambivalentes y actúan de forma impulsiva, desestructuran el proceso de clase y tendrán más disrupción que aquellos otros que definen unas rutinas claras, justas y posibles de alcanzar por el alumnado. Debemos establecer rutinas o procedimientos para: La Oración o reflexión inicial. Revisión de la organización he higiene del aula. Pase de asistencia. Recuperación metodológica. Entrada y salida del aula (permisos) Participación de los alumnos. Organización para la merienda. Organización para el almuerzo. Organización para la salida. Importancia de las Expectativas Las expectativas, en si, no son buenas ni malas. Si éstas por ejemplo llevan al profesor a prestar ayuda al alumno en la consecución de un aprendizaje, su efecto es positivo. En cambio, si el profesor, además de no apoyar al estudiante, le manifiesta que lo cree incapaz para llevar a cabo el aprendizaje, el efecto, evidentemente, es negativo. Los docentes pueden llegar a enseñar con su trato a los estudiantes lo que ni ellos quieren enseñar ni los alumnos vinieron a aprender. Por ejemplo, los alumnos pueden pasar a entender que la materia no aporta nada relevante a su comprensión del mundo, debido a la falta de motivación del maestro. También pueden asumir que ellos no son personas capaces o que ellos no merecen el respeto de los demás. El docente debe tomar conciencia de lo que transmite con su actitud, sus actos, su lenguaje, o sus gestos. Efecto Pigmalión Actitud Positiva Ante nuestros alumnos nos presentamos como un libro abierto. El interés, entusiasmo y dedicación que manifestemos por la educación, el respeto y amabilidad con que tratemos a todos, la empatía que demostremos, los valores democráticos que ejercitemos, dejarán huella permanente en nuestros alumnos. Los docentes sabemos lo difícil que es mantener una actitud positiva frente a todos los retos que surgen cada día. Por lo que es sumamente importante creer en sí mismos, en sus esfuerzos, y en sus alumnos Es de esperar que hasta en sus peores días merezcan la imitación de sus estudiantes (Beaudoin, 2013). Los conflictos Aparece un conflicto cuando dos o más personas o grupos tienen necesidades distintas, manifiestan diferentes intereses o perciben un asunto de manera contrapuesta.
La palabra conflicto está sobrecargada de connotaciones
negativas. Solemos relacionar el conflicto con el enfrentamiento, la violencia, etc. Sin embargo, el conflicto es un fenómeno que no tiene porqué llegar a ser negativo. Más bien al contrario, tiene un gran potencial educativo y puede servir para fortalecer las relaciones. La violencia, por su parte, es la forma inadecuada de enfrentarse a los conflictos, es una agresión que denigra y daña tanto al agresor como a la víctima. Conflicto y violencia, en consecuencia, no son lo mismo. Manejo de conflictos Los conflicto deben ser afrontado de manera constructiva. Los conflictos deben ser útiles para ayudar a nuestros estudiantes a crecer como personas y como grupo. Casi todos los conflictos presentes en las aulas son reflejo de la ausencia de competencias socioemocionales: falta de respeto y autocontrol, ausencia de límites... Por ello, deben ser contemplados como oportunidades para educar socioemocionalmente (Vaello, 2006). Los procesos de resolución de conflictos constituyen una buena ocasión para entrenar a los alumnos en la adquisición de habilidades para el diálogo, la negociación y la mediación, habilidades que son trasladables a los diferentes ámbitos de la vida (Pérez, 2001). Por tanto, estamos hablando de educar para una convivencia positiva. Entiéndase la convivencia positiva como aquella que se construye día a día con el establecimiento de unas relaciones consigo mismo, con los demás y con el entorno, fundamentadas en la dignidad humana, en la paz positiva y en el respeto de los Derechos Humanos. Conductas disruptivas
La preocupación fundamental de muchos docentes es cómo hacer
frente a las conductas disruptivas en el aula. Conducta disruptiva es aquel comportamiento del alumnado que interfiere e impide que el docente lleve a cabo la labor educativa. Cantar o silbar, lanzar objetos, hacer ruido, dar vueltas por la clase… Todas ellas influyen negativamente en el proceso de enseñanza- aprendizaje y suponen un problema para el normal desarrollo de la vida escolar. Conducta disruptiva es aquélla que genera conflictos en el aula (García Correa, 2008) Tipo de Manifestación comportamiento conductual Comportamiento agresivo. Golpear, patear, tirar del cabello, empujar, uso de un lenguaje abusivo. Comportamiento físicamente Romper o dañar objetos, lanzarlos, disruptivo. molestar físicamente a otros alumnos. Comportamiento socialmente Gritar, correr en clase, exhibir disruptivo rabietas. Comportamiento desafiante Negarse a realizar tareas, exhibir ante la autoridad comportamiento verbal y no verbal desafiante, utilizar lenguaje ofensivo o peyorativo. Comportamiento auto- disruptivo. Ensimismarse, etc. Gestión de las conductas disruptivas Para gestionar la disrupción el profesorado puede actuar de forma coercitiva o constructiva: Las estrategias coercitivas tienen un carácter aversivo y se asocian con el incremento de la disrupción, mientras que las estrategias que buscan apoyar la mejora del alumno, que ayudan a desarrollar y construir patrones de conducta alternativos, parecen tener el efecto contrario. Entre las estrategias aversivas se incluyen llamar la atención en público, amenazar o castigar, etc. Por otro lado, entre las estrategias constructivas o de apoyo se incluyen explicar la conducta que se espera y las consecuencias consiguientes, enseñar estrategias de autocontrol, elogiar al alumno por comportarse de forma adecuada, etc. Lo cierto es que no existen recetas que se puedan dar a los docentes sino sólo recomendaciones. La primera es que no se muestren enfadados ante la disrupción ni se dejen alterar por ella y respondan de forma segura, tranquila y coherente a la “prueba” a la que se pueden llegar a sentir sometidos. En segundo lugar, deben saber que la disrupción de baja intensidad debe tratar de minimizarse a tiempo en la interacción del aula con gestos y miradas, al territorio donde se producen los hechos, etc. Posteriormente, si persisten, los profesores no deben centrar su atención en las conductas disruptivas sino en la tarea que ocupa a docente y estudiantes y desde ella tratar de “recuperar” al alumno, solicitándole expresamente su intervención y participación. Por ejemplo, pidiéndole que resuelva un ejercicio en la pizarra, que distribuya entre los compañeros el material al que estamos haciendo referencia… Respuesta a la conducta
Indicar la conducta deseada con gestos y miradas.
Invadir el territorio, acercarse a la zona o alumno disruptivo. Evitar críticas personales a un alumno en público. Utilizar los refuerzos positivos (elogios verbales, miradas de aprobación, reconocimientos al trabajo...) Hablar con el alumno brevemente y sin presencia de los demás compañeros al finalizar la clase. Prevención de la conducta Llevar la sesión organizada: ¿qué se va a trabajar?, ¿con qué material?, ¿cómo se va a evaluar?... Utilizar diferentes metodologías para atender a los diferentes estilos de aprendizaje. Promover el aprendizaje entre iguales y la cooperación. Utilizar diversas estrategias de evaluación. Utilizar métodos variados y preparar actividades diferentes, que no queden ni demasiado alejadas ni demasiado cerca de su capacidad y nivel y que les sean comprensibles. Tener en cuenta los posibles momentos de aburrimiento, dificultad, cansancio, monotonía, etc. Con ello, el docente reparará en la necesidad de cambiar la metodología, la idoneidad de aplazar alguna actividad o incluso suprimirla, etc. Se ha de procurar que haya cambios de ritmo que sirvan de “válvulas de escape” a los alumnos/as. Alternar el tipo de agrupamiento. Favorecer el trabajo en equipo con frecuencia. Cuidar el espacio. La decoración del aula, la limpieza, la distribución de mesas y sillas y demás mobiliario, etc. para crear un ambiente acogedor.